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¿Qué es ser un verdadero adorador?

Por: Dayana Rolong

Es imposible iniciar a describir que es ser un adorador sin antes haber leído e
interiorizado Juan 4:23 Más la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores
adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores
busca que le adoren.
Desde que mi hermana en Cristo, Milena Badel hizo su devocional hace unas semanas
atrás acerca de la verdadera adoración comprendí que no es cantar, ni alabar, ni son las
canciones lentas, entendí que la adoración es una condición del corazón. Nuestra
adoración por Dios nace en nuestros corazones, llena nuestros pensamientos, y se
manifiesta a través de lo que hablamos y en la forma en que vivimos.
Para llegar al estándar de adoración que nos pide el Señor debemos comenzar con una
rendición total y absoluta de nuestra vida, la adoración no es un tiempo, no es una etapa,
sino que debe ser nuestra vida misma.
Iniciamos con una disposición del corazón, si no hay una decisión firme de adorar a Dios
en verdad, siempre encontraremos la forma para desenfocarnos y adorar otras cosas,
personas, situaciones e incluso sentimientos. Así que luego que haya una decisión, lo
correcto es rendir nuestra voluntad de tal manera que ya no queramos tener ni ser nada
de lo que somos, sino que sea Dios quien maneje nuestras vidas. Pero hay que leer
mucha Biblia antes, hay que pedir discernimiento de la palaba para comprender lo que
quiere Dios decirnos por medio de ella, y luego sí morir a nuestro yo para que crezca
más Dios en nuestro ser. Entender que a Dios no le interesan los compromisos a medias,
la obediencia parcial y las sobras de nuestro tiempo. Quiere nuestra entrega total a Él,
no pedacitos de nuestra vida.
Partiendo de tal decisión, lo siguiente es vivir en el espíritu, algo complicado porque aún
somos carne, y mientras tengamos un cuerpo corruptible seguiremos siendo tentados y
sucumbiremos ante tales deseos. Al llegar a los pies de Jesús, nuestro espíritu fue
renovado, nuestra alma fue salvada pero nuestra carne sigue siendo la misma, con la
gran diferencia que ya no vivimos para satisfacerla, sino para contradecirla y agradar a
los deseos del Espíritu Santo. Ahora bien, este estado lo lograremos cuando llenemos
de la presencia de Dios nuestras vidas, y eso se logran en la intimidad que tenga con el
Padre, en tu tiempo devocional, en oración y en esa comunión intensa con el Señor, lo
que te permitirá evitar satisfacer a la carne con envidia, rencor, odio, enemistades,
pleitos, celos, contiendas, etc.…
Así le adoraremos en verdad, con la rendición total de nuestras vidas, por amor a Él, por
su sacrificio en la Cruz, por regalarnos al Espíritu Santo para que more en nosotros, no
lo haremos por imposición sino por amor.
Le adoraremos en todo momento y en todo lugar. Un adorador real, ama y sirve a Jesús,
no importa el lugar, como lo hizo David estando con las ovejas, siendo soldado y aún
siendo Rey. Los verdaderos adoradores, los que adoran en espíritu y en verdad ofrecen
una adoración que brota de lo profundo de su corazón, lo cual es el resultado del
entrenamiento diario en Su Presencia. Debemos convertirnos en profesionales en esto.

Yo quiero ser un verdadero adorador, que Dios sonría con mi vida, que se agrade en
pensar en Dayana Rolong en lo que hace en la tierra, haciendo que cada minuto cuente
para que otros puedan ver Su Gloria. Quiero que mi adoración suba como olor fragante
y el Padre se alegre en mi (Sofonías 3:17).

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