Sei sulla pagina 1di 4

Una noche muy fría

Un viento muy frío despertó a Pequeño Erizo de su largo sueño


de invierno. Era un viento tan fuerte, que la manta de hojas con
que se tapaba echó a volar y el pobre erizo tembló de frío
en la nieve y ya no se pudo dormir.
De repente vio que algo caía del cielo...

¡¡¡CATRAPÚM!!!
Un paquete con su nombre escrito en una tarjeta.

Para Pequeño Erizo, con cariño, de Papá Noel.

Pequeño Erizo lo abrió corriendo y se encontró con un gorro de lana rojo… ¡de talla de
un erizo!
Se lo puso rápidamente ajustándolo por detrás, por
delante, hacia la izquierda, luego a la derecha...
Pero, por mucho que lo intentaba, sus púas volvían a
ponerse de punta todo el rato.
El gorro se había agrandado ya tanto que sobraba en la
cabeza de un pequeño erizo como él.
Se lo quitó, lo miró una y otra vez y, de pronto, se le
ocurrió una idea...
Dobló con cuidado el gorro, ató el paquete con la cinta, recortó un poco la tarjeta y
escribió algo nuevo.
Luego, corrió hasta la casa del conejo. Al ver que no estaba, dejó el paquete en el
escalón de la puerta y se marchó.

Nevaba cada vez más y Pequeño


Erizo intentaba encontrar el
camino de vuelta a su casa, pero
los copos de nieve eran muy
gordos y ya no estaba seguro de
por dónde ir.
—¡Ay, Dios mío! —decía, mientras iba de aquí para allá—. No debería haber salido con
este tiempo... pero seguro que Conejo se pondrá muy contento con un gorro tan bonito.

—¡Caray, cuánta nieve! —dijo Conejo llegando a su casa y


descubriendo el paquete en la puerta—. Pero ¿qué es esto? —dijo
gritando de alegría mientras rompía el papel.
—Un gorro de lana —gritó—. Y es PARA MÍ.
Se lo puso rápidamente. Primero con las orejas por dentro,
después por fuera, lo estiraba de aquí, luego de allá pero, por mucho
que lo intentaba, sus grandes orejas volvían siempre a su sitio.
De tanto estirar, el gorro estaba ahora mucho más grande y le sobraba a un conejo
como él... Así que...

...ató otra vez el paquete, escribió un nombre en la esquinita de la tarjeta y se marchó


corriendo a casa de Tejón.
El frío ponía de mal humor a Tejón.
—¡Feliz Navidad, Tejón! —le gritó Conejo.
—¿Quién hay ahí? —gruñó Tejón.
—¡Feliz Navidad! —volvió a gritar Conejo, mientras le daba el paquete.
—¿Un regalo de Navidad? —dijo Tejón—. ¿Para MÍ?

Tejón se puso el gorro y se tapó las orejas.


—A ver...así... YA ESTÁ —dijo mirándose en el espejo.
—Muy bonito —dijo Conejo.
—¿Qué has dicho? —dijo Tejón.
—¡Que te queda muy bien! —gritó Conejo bailando.
—¿Es que no te gusta? —preguntó Tejón mientras se volvía hacia atrás. Pero Conejo ya
se había ido.
Tejón se quitó el gorro.
—A mí esto no me sirve —dijo—. Con él
puesto no oigo nada. Qué pena, con el color tan
bonito que tiene.
Así que envolvió de nuevo el paquete y se
fue a casa de Zorro. No se preocupó de
ponerle nada en la tarjeta.
Zorro estaba fuera explorando.
—Ah, estás aquí —dijo Tejón alegremente. —Un regalo
de Navidad, especialmente para ti.
—¿Navidad? —dijo desconcertado Zorro.
—Sí, Navidad —repitió Tejón—. El mejor momento para
ayudarnos unos a otros.
Y se marchó.

—¿Un sombrero? —se burló Zorro mientras abría el paquete—. ¿Para qué quiero yo un
sombrero?
Entonces, lo miró otra vez y, sin dudarlo, le hizo dos agujeros para las orejas, se lo
puso y, así de contento, volvió a sus exploraciones.

La nieve brillaba en el bosque bajo la luz de la luna. Zorro iba olisqueando y buscando
cuando, de pronto, encontró una huella, otra, otra, las siguió hasta que de repente se paró:
¡Había algo bajo la nieve!
Zorro escarbó y escarbó hasta que apareció un pequeño erizo. Estaba muy frío y no se
movía.
—¡Pobre pequeñajo! —dijo Zorro.
Metió a Pequeño Erizo dentro del gorro rojo de lana y lo llevó a casa de Conejo.
Conejo y Tejón estaban cenando.
—¡Mirad lo que he encontrado en la nieve! —gritó Zorro.

Todos miraron dentro del gorro.


—¿Un erizo? —dijo Tejón.
—¿Qué hace un erizo fuera de su madriguera en Navidad? Debería estar durmiendo.
—Es mi amigo Pequeño Erizo —gritó Conejo—. Se habrá perdido intentando llegar a su
casa con esta nieve.
Pequeño Erizo abrió los ojos.
—Hola —dijo medio dormido—. ¡Qué calorcito da esta manta tan suave!
Los amigos se miraron entre sí.
Conejo sonreía abiertamente mientras Zorro se rascaba la cabeza.
—Hmmm —dijo Tejón—. Me parece que este gorro de lana está hecho justo para
Pequeño Erizo.
—¡Feliz Navidad, Pequeño Erizo! —gritaron todos, pero Pequeño Erizo se había vuelto a
dormir.

M. Christina Butler
Una noche muy fría
Madrid: Pearson Educación, cop. 2006

Potrebbero piacerti anche