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¡¡¡CATRAPÚM!!!
Un paquete con su nombre escrito en una tarjeta.
Pequeño Erizo lo abrió corriendo y se encontró con un gorro de lana rojo… ¡de talla de
un erizo!
Se lo puso rápidamente ajustándolo por detrás, por
delante, hacia la izquierda, luego a la derecha...
Pero, por mucho que lo intentaba, sus púas volvían a
ponerse de punta todo el rato.
El gorro se había agrandado ya tanto que sobraba en la
cabeza de un pequeño erizo como él.
Se lo quitó, lo miró una y otra vez y, de pronto, se le
ocurrió una idea...
Dobló con cuidado el gorro, ató el paquete con la cinta, recortó un poco la tarjeta y
escribió algo nuevo.
Luego, corrió hasta la casa del conejo. Al ver que no estaba, dejó el paquete en el
escalón de la puerta y se marchó.
—¿Un sombrero? —se burló Zorro mientras abría el paquete—. ¿Para qué quiero yo un
sombrero?
Entonces, lo miró otra vez y, sin dudarlo, le hizo dos agujeros para las orejas, se lo
puso y, así de contento, volvió a sus exploraciones.
La nieve brillaba en el bosque bajo la luz de la luna. Zorro iba olisqueando y buscando
cuando, de pronto, encontró una huella, otra, otra, las siguió hasta que de repente se paró:
¡Había algo bajo la nieve!
Zorro escarbó y escarbó hasta que apareció un pequeño erizo. Estaba muy frío y no se
movía.
—¡Pobre pequeñajo! —dijo Zorro.
Metió a Pequeño Erizo dentro del gorro rojo de lana y lo llevó a casa de Conejo.
Conejo y Tejón estaban cenando.
—¡Mirad lo que he encontrado en la nieve! —gritó Zorro.
M. Christina Butler
Una noche muy fría
Madrid: Pearson Educación, cop. 2006