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UNIDADES TECNOLÓGICAS DE SANTANDER

Taller N 1
FACULTAD:
ESTUDIANTE
CICLO: Básico Tecnológico SEMESTRE:
ASIGNATURA: Producción de textos profesionales
UNIDAD TEMÁTICA: Coherencia y cohesión
COMPETENCIAS Observar la base de escritura y análisis de los estudiantes, para a
ESPECIFICAS (TEMA): partir de allí trazar herramientas metodológicas.
DOCENTE: Diana Carolina González Osorio
JUSTIFICACIÓN.
Diferenciar la superestructura del texto argumentativo.

CRITERIOS DE EVALUACIÓN
Composición escrita argumental.
Análisis de información
Escritura de texto argumentativo.
Producción textual

Siempre hablamos de texto, sin haber explicado muy bien de qué se trata.
¿Cuáles son los elementos que hacen que un texto lo sea?
A contestar esta pregunta nos vamos a dedicar en este encuentro.
¿Cuál de los siguientes escritos, te parece que es un texto?
1.
Este mes se llevará a cabo un encuentro de científicos argentinos. Sin
embargo, el blanco y el negro se seguirán usando. Entonces el prisma es
un cuerpo.
2.
Este mes se llevará a cabo un encuentro de científicos argentinos. Se
reunirán en la ciudad de Córdoba. Pero aún no conocemos la nómina de
participantes.
¿Qué elementos tuviste en cuenta para decidirlo?
Cada una de las oraciones de ¿está bien construida gramaticalmente? ¿Tienen sentido
en forma individual?
A partir de estos dos ejemplos, ¿Podrías nombrar algunas características que debe
tener todo texto?

Como ves, un acto de comunicación no se realiza mediante la simple acumulación de


oraciones. Para que nuestros mensajes sean comprendidos, las oraciones que los
componen deben relacionarse entre sí “tejiendo” una estructura que dará origen a un
texto.
La propiedad que define un texto bien formado es la textualidad. Los factores

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esenciales de la textualidad son la coherencia y la cohesión.

 La COHERENCIA de un texto se logra a través de la correcta organización de la


información sobre un determinado tema.

 La COHESIÓN es la relación de dependencia entre dos elementos de un texto


que pertenecen a distintas oraciones.

En este encuentro nos vamos a dedicar a estudiar algunos fenómenos de cohesión.

La cohesión
Vamos a leer el siguiente texto. No te asustes por los carteles que lo acompañan. Ya
vamos a aclararlos poco a poco.

Veamos ahora qué significan las diversas marcas que se han apoderado del texto:

La referencia
Las palabras que quedaron encerradas en los rectángulos no tienen significado propio,
se refieren a otras palabras o frases que ya han aparecido en el texto. Vamos a
descubrir cuáles son. puede transcribirlas abajo y colocar al lado el referente.
Te damos un ejemplo.

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Elementos de referencia Referente

a la misma la Tierra
__________ __________
___________ __________
___________ ___________

Vemos, en estos casos, que para interpretar una palabra o una construcción necesito
la referencia a otras palabras. Algo que ya ha sido nombrado entra nuevamente en el
texto. Gracias a este procedimiento de referencia evitamos las repeticiones que
podrían confundir al receptor de un texto. Como verás, las palabras que funcionan
como elemento de referencia son los pronombres.

El pronombre es una clase de palabra que siempre requiere que busquemos la


información a la que hace referencia en otra parte del texto o fuera del mismo (este
último caso lo veremos más adelante). Algunos ejemplos: yo, tú, él, nosotros, ese,
este, aquel, sus, mis, las, los.
La elipsis
¿Quién se esconde detrás del signo de pregunta?
En el lugar de cada signo de pregunta se ha omitido una palabra o una construcción,
¿Te animás a descubrir cuál es?
La elipsis es la supresión de un verbo o un sustantivo (o frase verbal o nominal), que
se utiliza para no repetir palabras.
Por ejemplo, el primer signo de pregunta indica la elipsis de la frase nominal “la Luna”.
Frase que no hace falta repetir porque ya se había hablado de ella en la oración
anterior.
La sustitución
¿Qué otras palabras se utilizaron para nombrar a la Tierra y a la Luna? Una ayudita:
están subrayadas.

La Luna

La Tierra

Aquí se sustituyó una palabra por otra diferente (o por una construcción) pero que se
refiere al mismo objeto.
Los conectores
Los elementos destacados con elipse nos indican que el contenido de esa oración
se conecta con la anterior y reciben el nombre de conectores.
¿Qué relación establece cada uno con las partes que une? Aquí te enviamos una
ayuda:

Conectores
Plantean una relación de -------------------
causales causa y efecto entre las oraciones -------------------
-------------------

La cohesión léxica
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Veremos, ahora, algunas de las relaciones semánticas que pueden tener las palabras
en un texto.
1. Antonimia: A veces las palabras se relacionan entre sí por nombrar objetos,
acciones o estados opuestos. ¿Qué ejemplo podrías señalar en el texto que
trabajamos?
2. Series ordenadas: Señalá la enumeración que aparece en el texto.
¿Con qué denominación podrías englobar a cada uno de sus componentes?
Llamamos series ordenadas a la enumeración de elementos que se relacionan entre sí
por tener un referente común.
3. Cadena cohesiva: ¿Cuál es el tema del texto? ¿A qué disciplina pertenece? ¿Qué
palabras aparecen en el texto que son propias de esa disciplina? Todos estos términos
mantienen un vínculo semántico o de significado con respecto al tema. Vemos cómo
las palabras van construyendo cadenas de significación, cuya interpretación depende
de los conocimientos que tenga el receptor.

Actividad
Realiza un resumen coherente de la siguiente lectura, que comprenda los tres pasos
del cuerpo argumentativo, así mismo la redacción de cada párrafo debe ser narrativo –
argumentativo.

8 Mar 2012 - 1:00 AM


Por: Héctor Abad Faciolince

Todas íbamos a misa


En la casa éramos seis, cinco niñas y un niño. Por eso crecí creyendo que el género gramatical
femenino era la norma lingüística "por defecto", el marcador universal para englobarnos a
todas. El plural femenino nos incluía a todos los hijos (en mi casa se hubiera dicho "a todas las
hijas"). Cuando mi mamá decía, "¡báñense, niñas, que nos vamos para el centro!", yo sabía muy
bien que una de esas niñas era yo. No me sentía excluido; hubiera sido muy pedante que ella
dijera: "¡Báñense, niñas y niño!".

Cuando al fin aprendí a hacerme el partido al lado izquierdo (que era la norma para los
varones), al alejarme del espejo, pregunté: “¿Quedé bien peinadita?”. Con risa y paciencia me
explicaron que, al menos en singular, yo debía usar el género masculino. Pero lo normal, en
plural, era lo femenino: por la mañana nos íbamos todas para el colegio; los domingos íbamos
todas a misa; cantábamos juntas; por la noche llamaban: “¡Niñas, a comer!”, y yo iba. Nunca
pasé hambre ni pensé que me hubieran declarado invisible. Me veían y me prestaban la misma
atención que a ellas. El género femenino de las palabras no excluía mi sexo masculino, el cual

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era evidente por cosas muy precisas que iban por dentro —en mi cerebro— y muy visibles, por
fuera, gracias a la presencia de esa trinidad genital, que era algo que yo tenía y mis hermanas
no.

Salí de mi casa, donde la norma gramatical que nos englobaba a todas era la forma femenina, y
entré al mundo, donde la norma gramatical para entenderse bien y rápido era la otra: lo
masculino incluía a las mujeres. Eso no me hizo sentir ni mejor ni peor. Era así, y basta. Era una
manera de entenderse rápido y sin complicaciones. Si las jirafas y las panteras tuvieran
conciencia lingüística, estoy seguro de que las jirafas y las panteras con testículos no se
sentirían excluidas porque su nombre sea femenino. Es así por caprichos de la lengua, por
economía, y ya. Cambiarlo desde arriba con un mandato de autoridad es una ridiculez.

Pero el tema del lenguaje sexista, del lenguaje incluyente, crispa los nervios y saca lo más
antipático y fastidioso de las luchas feministas (tan necesarias en otros campos que de verdad
importan): la cantaleta, la prédica, la imposición de normas absurdas desde arriba, que los de
abajo no podemos cumplir. Si intentan ser coherentes, a los feministas del idioma la lengua se
les deshace entre las manos. Veamos por ejemplo de qué manera mi querida amiga Florence
Thomas, que defiende la postura políticamente correcta de la inclusión femenina en el
lenguaje, se ve llevada, por el ímpetu de las ideas, a escribir bien, y sin usar “el lenguaje
incluyente”.

En su valiente libro (tan necesario) Había que decirlo, aparecen frases como las siguientes:
describe una pareja (hombre y mujer) en la Universidad, y dice: “ambos estaban en silencio”.
Ambos: ella y él. Nadie podría pensar que la está excluyendo a ella; son dos, y son ambos.
Florence a veces escribe, de un modo innecesario y pesado cosas como “todas y todos
callamos”; pero cuando se deja llevar por su propia historia, dura y dramática, el superyó
feminista deja de mandar en ella y se permite escribir con libertad, se atiene a la forma que
hace que nos entendamos rápido y sin complicaciones.

En los momentos más importantes del relato, cuando no superpone su armamento postizo de
lengua “no sexista” a la lengua corriente, aparece lo económico, lo preciso: “Dar a la luz hijos
huérfanos de padres simbólicos”, dice, por ejemplo. Y su pensamiento está bien expresado,

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pues se entiende que en “hijos” están incluidos los hijos o las hijas, y en “padres” el padre y la
madre. No hay que “visibilizar” a las mujeres ahí, pues están tan a la vista como los hombres.
Su impresionante libro sobre la decisión de abortar es bueno y está bien escrito, precisamente
porque en él no usa, casi nunca, esa anomalía postiza del “lenguaje incluyente”. Al contrario:
sigue la misma costumbre que la Academia acaba de describir y defender.

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