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CHÁVEZ, UNA REFERENCIA NECESARIA

José Carlos De Nóbrega


A contracorriente de una cultura hueca de las efemérides, el próximo 28 de julio de 2019 se
cumplen 65 años del natalicio de Hugo Rafael Chávez Frías, referente fundamental del
proceso político bolivariano en el país y América Latina. Nuestro apreciado compadre no
puede ser considerado un fetiche ideológico ni mucho menos funerario. Por el contrario,
sigue siendo una referencia necesaria y vivaz para encarrilar a Venezuela a un desarrollo
autosustentable, soberano y muy propio.
Especialmente, en esta grave coyuntura de la República, donde impíos bloques extranjeros,
opositores radicales, funcionarios corruptos, oportunistas e infiltrados pretenden hacer
trizas no sólo a un proceso político renovador y soberano, sino también a su pueblo prójimo
de manera indiscriminada.
Repasar significativamente una biografía dinámica y no intoxicada de Hugo Chávez,
implica un acto de reflexión susceptible de proveernos las herramientas para superar a la
villanía reaccionaria que pretende destruir el Estado-Nación y sumirnos en el desmadre
republicano sin fin.
La opción preferencial por los pobres es la esencia del pensamiento de Chávez: No se trata
de un hipócrita ejercicio piadoso, a la manera de fariseos y católicos ultramontanos, sino de
visibilizarlos y orientarlos a su auto-desarrollo personal en el contexto de un Estado de
Buen Vivir. Ni pobreza material, ni mendicantes de sobras, ni consumismo compulsivo.
De allí la propuesta de un verdadero Estado comunal, en el cual prevalezca la participación
de las comunidades y no del Imperio envilecedor del funcionariado ni de los intermediarios
politiqueros de siempre. La contraloría social no es un slogan trillado y mustio, sino un
instrumento político de cambio revolucionario.
Teniendo en cuenta a teólogos de la liberación como Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez,
Helder Cámara, Pablo Freire, el poeta Ernesto Cardenal y –claro está- los evangelistas y
profetas bíblicos, Hugo Chávez propició el ecumenismo entre las religiones históricas. Su
enfrentamiento con el Episcopado venezolano nada ecuménico y sí economicista, responde
precisamente al espíritu cristiano comunitario de catacumbas y sobre todo rebelde de la
Teología de la Liberación.
El líder de la Revolución Bolivariana, siempre apostó por un ejercicio real y asertivo de la
crítica exógena y endógena. No se trata tan sólo de responder a los ataques dispensados
desde la banalización e intermediación mediática pro-burguesa, sino de diagnosticar las
fallas del proceso para implementar los modelos de solución posibles.
Desde el plano internacional, Chávez defendió con denuedo y a toda prueba la integración
de América Latina más allá de las buenas intenciones y los estériles lamentos criticones:
Activó la creación de organismos como CELAC y UNASUR en tanto contrapropuesta
puntual y contundente al doble e inconfesable discurso de la OEA y la ONU. Por lo que es
menester blindar el continente ante los embates obscenos del Imperialismo, palpables en los
atentados al bienestar de nuestros pueblos y la inestabilidad política e institucional.
Recordemos, por ejemplo, que el maula presidente designado Guaidó invocó el TIAR
(fallido Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca que se evidenció en el conflicto de
Las Malvinas de 1982), no como la defensa territorial de América Latina, sino en tanto
cabeza de turco y marine que profane la soberanía de Venezuela y el resto del Continente.
Observemos por otra parte, que el resurgimiento político conservador (a punta de golpes de
estado blandos o procesos electoreros fraudulentos) no ha ocultado su intención
extranjerizante de pervertir y aniquilar la integración latinoamericana. En el film argentino
de ficción “La Cordillera” se recrea esta campaña malsana, como quien no quiere la cosa,
liderada por Estados Unidos y sus gobiernos satélites (Macri, Bolsonaro y Lenin Moreno).
En tal sentido, Chávez nos ha instado a la lectura y al estudio de nuestro contexto político,
socio-económico y cultural. FILVEN y los reconocimientos socio-económicos a nuestros
cultores son prueba de ello. Como lector de José Martí, el político, el militar y el maestro
que él sigue siendo, nos recuerda que un pueblo culto es una comunidad rebelde, resistente
y dotada de gran fortaleza, no sólo cívico-militar sino intelectual.
Aprovechemos el impulso y no seamos lectores perezosos como el gris ex presidente
Obama: (Re) leamos los autores sugeridos por Hugo Chávez como Alberto Arvelo
Torrealba, Eduardo Galeano, Noam Chomsky o el inimitable Miguel de Cervantes, como
una panorámica lúdica y más pertinente del mundo.
No podemos obviar el sentido travieso del humor del que hizo gala Hugo Chávez. No
sabemos por qué los políticos venezolanos no ponen esta virtud en práctica: Quizás los
slogans descontextualizados y el formalismo burocrático les haya descompuesto el
estómago, centro emocional lúdico y no de disfunción gástrica.
¿Recuerdan cuándo le contestó a Zapata una de sus caricaturas con mucho picante? ¿O
cuando bromeó con un poeta sobre su cola de caballo debido a su gusto por la cabalgadura
en el llano? No estaría de más que políticos, analistas y funcionarios leyeran “El
Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce. Burlarse de uno mismo, nos hace humildes
como palomas e inteligentes como serpientes.
Reencontrarnos con un Hugo Chávez no mediatizado y más humano (con sus virtudes y
defectos), nos insta también a contrarrestar el culto excesivo y la demonización de Simón
Bolívar a lo largo de la Historia de América Latina. Las ínfulas sátrapas de Páez, Guzmán
Blanco, Gómez y Betancourt (los tristemente célebres reyes de la baraja según Pancho
Herrera Luque), se valieron del Libertador en tan mezquinos y megalómanos menesteres.
La fiesta de cumpleaños discurre en la libertad y no en la manipulación opresora.

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