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La droga avanza

LA VANGUARDIA - 14/03/2005

España lleva camino de fracasar, si no lo ha hecho ya, en la lucha contra las


drogas ilegales. Las estadísticas que se conocen al respecto son cada vez más
alarmantes. Nuestro país, junto con el Reino Unido, está a la cabeza de Europa en
el consumo de cannabis y de cocaína. Pero lo más preocupante es que este
consumo crece principalmente entre los jóvenes, y a edades cada vez más
tempranas. El éxtasis y otras drogas llamadas de diseño también se generalizan
entre la juventud. La drogadicción, además, crece asimismo con fuerza en el
ámbito rural.

La sociedad española asiste impávida al incremento del consumo de drogas. A


diferencia de lo que sucedió en los años ochenta o noventa, cuando la heroína
obtuvo un rechazo social generalizado al vincularla a los atracos y a las
enfermedades graves, como el sida, ahora socialmente el fenómeno de la
drogadicción se ha banalizado.

Preocupantes son los resultados de una reciente encuesta que señala que la mitad
de los españoles asocia el consumo de drogas a la diversión y la moda. Eso
sucede porque la mayoría de la gente no ve de una forma clara y evidente en qué
medida le afecta negativamente. Falta información amplia y precisa al respecto,
porque la realidad es que estas drogas, contrariamente a su falsa imagen de
diversión y de progresismo mal entendido, resultan altamente dañinas para la
salud. El cannabis, pese a la buena fama que le ha dado su utilización como
paliativo en los tratamientos de quimioterapia, es una droga que engancha, que
distorsiona la memoria, que dificulta la concentración y que es una de las causas
del fracaso escolar y de la apatía profesional. A ello se suma la relación existente
entre el consumo de cannabis y la aparición de cuadros psicóticos, incluido el
riesgo de brotes esquizofrénicos, según recientes informes médicos. La cocaína
puede provocar también una larga serie de problemas de salud, como graves
alteraciones del sistema nervioso, cardiopatías de diversa índole, trastornos
psicopáticos, embotamiento afectivo o lesiones cerebrales, entre otros. Ylo mismo
puede decirse de las drogas de diseño, con el agravante de que las lesiones
cerebrales que provocan pueden llegar a ser irreversibles.

La mayoría de las personas, especialmente los jóvenes, no son conscientes de las


graves consecuencias en que incurren para su salud a medio plazo cuando fuman,
inhalan o ingieren esas sustancias. Otro riesgo serio que corren es que nunca
saben con certeza qué es lo que realmente están tomando ni el grado de
adulteración que tienen esos productos.

Dada la elevada circulación de las drogas ilegales en nuestro país y la facilidad


para adquirirlas, asi como la imposibilidad demostrada de frenar su consumo, las
mínimas normas de sanidad pública exigirían que se vendiesen envasadas, con
indicación de su contenido, con información detallada de sus riesgos, y que
estuvieran sometidas al pago de impuestos para sufragar los gastos médicos que
ocasionan al Estado, al igual que el tabaco. Pero eso significaría tanto como
legalizar la droga, un debate que todavía es tabú en España.

Si la sociedad española no quiere regularizar el consumo de drogas y someterlas a


control público sanitario y fiscal, entonces lo que debe hacer es tomarse realmente
en serio la lucha contra esas sustanciales ilegales. Porque la verdad es que, hoy
por hoy, parece que realmente la lucha contra la droga está fallando en todos los
frentes.

Falla el sistema de prevención contra el consumo de drogas, tanto en las


campañas públicas como en los colegios y las familias; falla la promoción de
valores alternativos y fallan en buena parte los mecanismos de inspección y
control, lo que posibilita un acceso fácil a ellas, incluso en las propias escuelas, ya
que el pequeño consumo no se persigue.

La policía incrementa año tras año la interceptación de grandes alijos y las


detenciones se multiplican, pero existe la sensación de que cada vez entra más
droga por la sencilla razón de que aumenta la demanda, una demanda que no está
penalizada por nadie. Nuestro país, además, es una de las grandes vías de
penetración de las drogas ilegales en Europa, lo que hace que se necesiten más
medios de los que se dispone para hacer frente a las mafias de narcotraficantes.

La sociedad española no puede seguir viviendo de espaldas a la creciente


drogacción de una parte de su población, y sobre todo de sus jóvenes. Debería
plantearse una actuación más seria, profunda y realista para combatirla. Aparte de
ser una amenaza para la salud, las drogas convierten a una sociedad en física y
psicológicamente más débil y vulnerable.

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