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PROGRAMA No.

1168

2 JUAN

Versículos 9 - 13

Llegamos hoy, amigo oyente, a nuestro último estudio en esta breve Segunda Epístola del
Apóstol Juan, que es una epístola de suma importancia. Juan, quien ya ha enfatizado que
debemos andar según los mandamientos de Cristo, y que la prueba de que uno es hijo de Dios es
que uno anda en amor, y que ese amor quiere decir que es amor para los hermanos, ahora nos
presenta una advertencia. Muchos engañadores han entrado al mundo. Usted y yo estamos
andando a través de una selva de asfalto. Por un lado, de esta selva tenemos liberalismo al lado
izquierdo, aquellos que niegan la deidad de Cristo. Por el otro lado, tenemos aquella selva en la
cual se encuentra un pantano infestado de reptiles que son venenosos. Esos son aquellos que
aunque profesan ser fundamentales, no tienen amor para con los hermanos. Él dice que nosotros
podemos detectar a aquellos que son hijos de Dios, y cualquiera que no hace justicia, no es un
hijo de Dios. Tampoco aquel que no ama a su hermano. Esas son, pues, las dos manifestaciones.
Pero ahora debemos estar conscientes de aquellos que no son creyentes; estos engañadores que
niegan la deidad de Cristo. Juan está diciendo, que si usted niega la deidad de Cristo, usted no es
cristiano. Puede que sea una persona religiosa, pero no es cristiano. Debemos comprender,
amigo oyente, que los cristianos son aquellos que son seguidores de Cristo, aquellos que creen en
Él. Y usted no puede ser un seguidor de Cristo a no ser que crea en Su nacimiento virginal; a no
ser que usted crea en la deidad de Cristo, en Su vida milagrosa, en Su obra milagrosa, en Su obra
de redención en la cruz del Calvario. De otra manera, es imposible ser un verdadero seguidor de
Cristo.

Ahora, en el versículo 9, él continúa hablando de este tema. Es lo mismo de lo cual ha estado


hablando. Él dice que si uno es engañado por estos engañadores, eso no quiere decir que uno
pierda la salvación; sino que significa que, puede perder cualquier recompensa. Y cada creyente
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debería estar trabajando para obtener una recompensa, para poder escuchar al Señor decir un día:
Bien, buen siervo y fiel. El Apóstol Pablo, al fin de su vida, pudo decir: He peleado la buena
batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de
justicia, la cual me dará el Señor. (2 Tim. 4:7,8a) Él sabía que iba a recibir una recompensa al
fin de su vida. Durante su vida, él no estaba muy seguro de ello. Él decía que no quería ser
desaprobado cuando entrara a la presencia de Cristo. Así es que nosotros debemos tener cuidado
para no ser engañados. Y en el versículo 9, de la Segunda Epístola del Apóstol Juan, leemos:

9
Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el
que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. (2 Jn. 9)

Note usted: Cualquiera que se extravía. Esta palabra “extravía” es muy interesante. En el
griego es la palabra “proago”, y “ago” quiere decir “ir”. “Pro” quiere decir “antes”. Significa,
por tanto, “el ir antes”, o “el seguir adelante”. Así es que, su significado indica el ir más allá de
lo que es apropiado, el ir más allá de lo que es correcto. Y está bien traducido aquí cuando dice:
“cualquiera que se extravía”. Es decir, que ha ido a un extremo. Y esto era lo que reclamaban
los gnósticos. Como bien sabemos, la palabra “gnósticos” significa conocimiento. Ellos decían
tener un poco más de conocimiento que cualquier otra persona. Ellos tenían algo que los hacía
sentir superiores; y algunos santos en el presente se encuentran en esa categoría. Ellos creen
tener algo que usted no tiene. De vez en cuando, recibimos cartas de alguna persona que nos dice
lo que nos falta, y nosotros reconocemos eso. Pero no creemos que ellos deban ser los que nos
señalan esto, porque lo dicen desde el punto de vista de que ellos lo tienen y que nosotros no lo
tenemos. Puede que sea cierto; pero pensamos que ellos han ido más allá de lo que es apropiado.
Piensan que son superiores, y no manifiestan amor por los hermanos. Eso es lo que los
caracteriza a ellos.

Ahora, en algunos lugares, hay muchos creyentes que exageran un poco el aspecto emocional.
Y aunque predican muy bien el evangelio, y muchos de ellos son verdaderos creyentes, ellos
exageran un poco este aspecto emocional. Podríamos decir que están yendo un poquito más allá
de lo que es apropiado. Esa es la convicción que parece expresar el apóstol Juan. Cualquiera

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que se extravía, (es decir que llega ser extremista), y no persevera en la doctrina de Cristo, no
tiene a Dios. Es como que se hubieran graduado.

Hace algún tiempo, algunos teólogos se reunieron y consideraban que habían llegado ya al
punto en que no necesitaban dar respuesta a las preguntas de los fundamentalistas en cuanto al
nacimiento virginal o a la deidad de Cristo, o si Cristo ha muerto o no por nuestros pecados.
Ellos pensaban que ya se habían graduado de todo eso. Y ahora, habían llegado a ser tan
intelectuales, y habían llegado a un punto total de santificación, que no necesitaban responder a
esto. Se encontraban en la cumbre misma, y desde allí miraban al resto de nosotros, pobrecitos,
que creemos todavía en la deidad de Cristo; que Él murió por nuestros pecados. Según nuestro
juicio, amigo oyente, ellos se han extraviado, han transgredido, y no perseveran en la doctrina de
Cristo, no tienen a Dios. No nos sorprende entonces, que llegaran a la conclusión de que Dios
está muerto. No es que Dios esté muerto, son ellos los que están muertos. Ese era el problema
de ellos, muertos en delitos y pecados, (Ef. 2:5). No perseveran en la doctrina de Cristo, no
tienen a Dios. Ahora, este versículo 9, continúa diciendo:

el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo. (2 Jn. 9)

Si usted permanece en la doctrina de Cristo, entonces tiene a Dios el Padre, y tiene a Dios el
Hijo, y usted tiene acceso al Padre por medio del Hijo. Usted tiene acceso a Dios a través de
Cristo, por medio de Su gracia infinita. Eso, si nosotros permanecemos o perseveramos en la
doctrina de Cristo. Ahora, esa palabra perseverar aquí quiere indicar el permanecer. Este es un
arreglo permanente. En cierta ocasión, se le preguntó a un predicador liberal qué opinaba del Dr.
McGee, el autor de estos estudios bíblicos. Ese predicador, aunque era liberal, era una persona
honrada, y decía que él no creía en nada. Y mantenía esa posición. Y precisamente por eso,
creemos que no debía estar en el ministerio. Es como un vendedor de naranjas que no tenga nada
que vender. Esa era pues, la posición en la que se encontraba ese hombre. Sin embargo, él dijo
en cuanto al Dr. McGee que él respetaba su punto de vista, que era un punto de vista chapado a la
antigua, y que éste no había cambiado nada en muchos años. Aparentemente, no había crecido ni
un ápice, según él. Bueno, eso es lo mejor que un hombre puede decir en cuanto a un buen
predicador: que no ha cambiado, que sigue manteniendo esa posición. Y eso es lo que Juan está
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diciendo aquí: El que persevera en la doctrina de Cristo, o sea, que permanece en ella, que no
cambia, ese sí tiene al Padre y al Hijo.

Llegamos ahora a aquello que es bastante fuerte. Un lenguaje bastante duro. No creemos
que usted pueda encontrar una expresión más dura que ésta. Leamos el versículo 10 de esta
Segunda Epístola del Apóstol Juan:

10
Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis:
¡Bienvenido! (2 Juan 10)

No podemos pensar en un lenguaje más duro que éste. Volvamos a observar lo que estaba
sucediendo. Juan está escribiendo aquí a la Señora elegida. Nosotros no sólo creemos que esta
es una persona, sino que es una mujer bastante destacada en la iglesia, que es notada por su
hospitalidad. Y aparentemente era una mujer rica, y ella podía recibir visitantes en su hogar. Era
una persona muy generosa, y aparentemente algunos gnósticos pasaron por allí, y ella les recibió
en su hogar. Luego, ella comenzó a tener dudas en cuanto a esto, y escribió al Apóstol Juan, y le
preguntó qué era lo que ella debía hacer en un caso como éste. Ella los había recibido, luego les
había dicho que se fueran y no se sentía bien por haber hecho esto. ¿Qué es lo que debería ella
haber hecho? ¿Cuál debería ser su actitud en cuanto a un apóstata? ¿Cuál debería ser su actitud
hacia estos herejes, hacia aquellos que negaban la deidad de Cristo, pero que pretendían ser
seguidores de Cristo? ¿Debería recibirlos y alojarlos en su hogar?

Veamos algunas otras cosas aquí para comprender mejor lo que Juan está diciendo. En los
días de la iglesia primitiva, no había hoteles o moteles donde los viajeros pudieran quedarse a
pasar la noche. Es decir, que había algunos mesones pero no eran lugares muy cómodos para
alojarse. Estos lugares ni siquiera le proveían a uno una cama. Uno debía traerla consigo. Todo
lo que uno hacía era alquilar un espacio donde colocar su cama si la tenía, y sobre eso dormía. Y
había mucha gente durmiendo a su lado, en cada lado, a los pies y por la cabeza, por todos lados.

Así es como se viajaba en aquel día. De modo que los hogares de los creyentes siempre
estaban abiertos para recibir a los evangelistas que viajaban, a los maestros bíblicos que viajaban

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en aquel día. Estos siempre eran recibidos en un hogar de los creyentes. Ahora, cuando ellos
llegaban a alguna ciudad siempre había alguien que abría su hogar para que ellos pudieran
permanecer allí. Usted recuerda que el Apóstol Pablo se hospedó en el hogar de Priscila y Aquila
allá en Corinto, cuando él llegó allí. Ese era el método que utilizaba la iglesia primitiva. Y el
método que también practicaban otros, para recibir la gente en su hogar. Podemos decir que en
muchos países aún en el presente se continúa con esta costumbre, cuando llega algún evangelista.
En lugar de colocarle en un hotel o en un motel, se le hospeda en el hogar de algún creyente. A
veces sería mejor para el evangelista poder visitar a los creyentes, y luego poder ir a dormir a un
hotel o motel. Y de esa manera, poder estar solo para estudiar y meditar en la Palabra de Dios;
algo que no sucede generalmente en una casa de familia. Estamos seguros que en muchos casos,
muchos evangelistas prefieren esto, pero cuando no se puede hacer, por supuesto que lo mejor es
que sea hospedado en el hogar de algún creyente. De esa manera, puede tener comunión con
ellos, llegar a conocerlos mejor, y si en ese hogar se le da un poco de privacidad para que él
pueda estudiar y meditar en la Palabra de Dios, entonces, este evangelista apreciará esto mucho.

Pues, bien, aparentemente esta mujer que se menciona aquí en la Segunda Epístola del
Apóstol Juan, era esa clase de persona que tenía gente en su hogar. Y ahora ella se preguntaba en
cuanto a éstos que habían venido. Y Juan le explica de una manera muy clara esto. Si alguno
viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!
Amigo oyente, Juan va a decir algo más para alertar a los creyentes. Escuche usted lo que dice
aquí el versículo 11:

11
Porque el que le dice: ¡Bienvenido! participa en sus malas obras. (2 Juan 11)

Si usted le recibe, entonces le está apoyando, usted es partícipe con esta clase de cosa. Esa es
la razón por la cual usted debe investigar a aquellos a los cuales usted da apoyo como creyente.
Porque si usted está dando para algo que no está bien, Dios le considera a usted, amigo oyente,
partícipe en esta clase de cosas. El Señor Jesucristo presentó una parábola en cuanto a esto, y a
Él no le preocupaba hablar de este tipo de cosas. Él habló de ese hombre que trabajaba para otro,
y que estaba por ser despedido, así es que, él quería cuidarse y proveer para su futuro. De modo
que, él llamó a todos aquellos que le debían algo a su dueño, y les dio un descuento si pagaban
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sus cuentas en ese instante. A ellos, por supuesto, les convenía hacerlo; así es que él hizo esto, y
después de haber sido despedido, él podía ir a buscar ayuda de esa gente, porque él les había
ayudado a ellos. Ahora, esto era algo malo, por supuesto. El Señor Jesucristo nunca dijo que eso
era algo bueno, por el contrario, Él presentó de una manera muy clara que era algo malo, porque
Él dijo: Los hijos de este mundo. . . ellos son muy inteligentes, muy sagaces en el mundo de los
negocios hoy. Y hay muchas personas que están tratando de ganar dinero rápidamente en
nuestros días.

Lo que tenemos que ver, entonces, es que si el hombre del mundo actúa sabiamente en cuanto
a la forma de utilizar su dinero, ¿qué en cuanto a usted, amigo creyente? ¿Se siente usted
conmovido por una historia sentimental, alguna historia de lecho de muerte, para que usted dé a
esa causa? ¿O quizá por una fotografía de algunos huérfanos, o fotos de algunos pequeñitos en
algún país que usted no ha visitado? ¿Sabe usted si su dinero está llegando allí? ¿Está usted
motivado sólo por sus sentimientos? Si es así, amigo oyente, entonces usted es partícipe de las
cosas que niegan la deidad del Señor Jesucristo, y todo lo que Él es y por lo cual ha luchado, y
todo lo que Él ha hecho por nosotros. Y Dios dice que usted, amigo oyente, es responsable por
eso. Así es que, Él dice que los hijos de este mundo son más sabios que lo que somos nosotros, y
nosotros deberíamos ser inteligentes. Deberíamos abrir nuestros ojos a esta clase de cosas, para
no ser engatusados con cosas de caridad. Hay algunos que están ganando mucho dinero con
cosas como estas, sacándole su dinero para esto y para aquello. Y Juan aquí nos está dando una
advertencia, no somos nosotros los que decimos esto, sino que es él, es Juan quien lo está
diciendo. Y escuche usted lo que dicen los dos últimos versículos de su Segunda Epístola:

12
Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y
tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea
cumplido. 13Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén. (2 Jn. 12-13)

En otras palabras, Juan está diciendo aquí que él puede decirlo mejor que lo que puede
escribirlo. Y David también dijo esto, él dijo allá en el Salmo 45: Mi lengua es pluma de
escribiente muy ligero. Cuando David comenzó a escribir ese Salmo 45, maravilloso Salmo de
alabanza a Cristo, él dijo: “Desearía poder decir estas cosas en lugar de escribirlas”. Por eso es
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que nos gusta tanto a nosotros la radio. Podemos decir las cosas mucho mejor que lo que las
podemos escribir.

Y luego, Juan concluye diciendo: Los hijos de tu hermana, la elegida, te saludan. Amén.
Aparentemente, había una hermana de esta señora elegida, o quizá era una iglesia hermana la que
enviaba sus saludos a la señora y a la iglesia local en ese lugar. Esta carta es algo realmente
tremendo, amigo oyente. Y ha sido de especial bendición para nosotros. Es algo de lo que
debemos estar conscientes y debería servir de alerta para cada creyente hoy.

Y así, amigo oyente, concluimos nuestro estudio de esta Segunda Epístola del Apóstol Juan.
Dios mediante, en nuestro próximo programa, entraremos a estudiar la tercera y última de las
epístolas del Apóstol Juan. Le invitamos pues, a sintonizarnos.

Y antes de despedirnos, mucho nos gustaría recibir su carta contándonos la forma cómo este
programa ha sido de bendición para su vida. Saber de usted, desde dónde y cómo nos escucha, es
de suma importancia para nosotros. Recuerde que las notas y bosquejos para estos estudios
bíblicos están a su orden sin costo alguno para usted. Si no las ha pedido todavía, le invitamos a
que las solicite tan pronto termine este programa por el día de hoy. Al escribirnos, envíenos sus
datos personales, es decir, sus nombres y dirección completos y en orden, sin que falte detalle
alguno, pues todos ellos son de importancia para enviarle sin contratiempos nuestro material de
estudio a su dirección. Tenga bien en cuenta esta recomendación. Y esté pendiente para nuestro
próximo programa, cuando daremos inicio a la Tercera Epístola del Apóstol Juan. Contamos
como siempre con su muy valiosa sintonía. Será pues, hasta entonces, amigo oyente, ¡que el
Señor añada muchas más bendiciones a su vida, es nuestra ferviente oración!

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