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Sobre verdad y mentira en sentido extramoral

El humano, desde que empezó a hacer uso de la razón, siempre ha pensado que la
tierra y lo que el universo posee gira entorno a él, que su realidad se acopla a como
es la naturaleza, que el cosmos depende de su intelecto para ser descubierto, en
cierta parte, este valor existencial que nosotros hemos creado nos ha llevado a ser
miserables y egocéntricos. La verdad es que, si nos pudiéramos entender con una
mosca, esta diría exactamente lo mismo, que su entorno depende a su existencia y
que esta tiene un valor existencial. Según Nietzsche esto, es una cuestión
lamentable, puesto que nosotros somos seres efímeros que le damos importancia
a algo que no requiere ni depende de lo más mínimo de nosotros, somos vanidosos.
Nietzsche desglosa la verdad y la realidad en dos partes. Primero: Nuestro
conocimiento nos da a entender que la realidad se compone de leyes y fuerzas que
controlan el universo; en un ejemplo más simple colocamos el siguiente juicio:
“2+2=4” sabemos que esto es verdadero, pero lo es realmente porque nosotros lo
concedemos así, para nuestra realidad, el sentido de la verdad; esto mismo es
explicado por Descartes en su libro: Critica a la razón pura. Segundo: El universo
no necesita del intelecto humano y de lo superficial para confirmar su veracidad,
cuando dejemos de existir, la naturaleza seguirá ejerciendo sin necesidad de
explicaciones. Lo mismo sucede con el lenguaje, ¿es este fiel a la esencia de las
cosas?, la respuesta es no, porque podemos ver que existe una gran cantidad de
idiomas que tratan de explicar el significado de los objetos presentes haciendo ver
distintas perspectivas pero que a fin no muestran la verdadera esencia. Sabiendo
esto, decimos que la sociedad vive sobre bases de mentiras, convenciones pasadas
que fueron utilizadas como más adelante como obligatorias para el mundo por
medio del leguaje.
Ahora bien, las matemáticas y los números que fueron creados desde nuestro
ingenio y uso de la razón son un claro ejemplo de que nuestras convenciones o
metáforas como dice Nietzsche, coinciden con la verdad pura y con el universo,
como la química o la relación del espacio-tiempo que, gracias a estas coincidencias,
generan valor y respeto dirigido hacia nosotros mismos, como dije antes, nos hace
egocéntricos y miserables. Finalmente concluimos que el hombre se divide en dos:
el hombre racional y el hombre intuitivo. El hombre racional es estoico, es decir,
muestra decisión, fortaleza y razón en su ejercer, mientras que el hombre intuitivo
necesita de la ficción como medio para mofarse de la abstracción, conociendo que
la ficción distorsiona las metáforas por el hombre.

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