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Universidad Vizcaya de las Américas.

Campus Guaymas.

“Como influyen las actividades didácticas en el desarrollo en los niños


de preescolar.”

CIENCIAS DE LA EDUCACION.

Mtro : Edgardo Gastelum


La escuela hoy en día juega un papel muy importante en el desarrollo del

lenguaje oral, al tiempo que se vuelve un espacio de socialización que permite la

interacción de los niños con diferentes referentes lingüísticos que potencian su

competencia comunicativa. Y es a través del juego que se influye de forma positiva

en el correcto desarrollo de los niños en el lenguaje.

Hablar y entender lo que otros dicen pareciera ser algo que los niños

pequeños aprenden de manera natural y sin esfuerzo. Sin embargo, aunque el

lenguaje tiene un carácter innato, éste se adquiere y desarrolla socialmente a través

del contacto del niño con la madre. En este sentido, el lenguaje se vuelve el medio

fundamental de la comunicación, permitiendo a los niños expresarse, comunicarse y

comprender el medio que les rodea.

El lenguaje es, entonces, un proceso de construcción social, el cual se inicia

incluso antes de nacer, pues el niño está inmerso en el mundo del habla y su

encuentro con lo verbal a través de la palabra del adulto le permite ir descubriendo

las funciones del lenguaje y hacer uso de este en diferentes contextos. Por ello, e s

labor de la escuela, establecer los principios que van a regir el acompañamiento del

lenguaje oral, el cual da cuenta de los procesos de enseñanza y formación, las

estrategias y métodos que implementa la institución educativa.

Antes de entrar a preescolar, entre los dos y los tres años de edad, los niños

son capaces de comunicarse de una manera simple pero efectiva. Es decir, no

solamente juega un papel importante en el desarrollo social e intelectual del niño,

sino que proporciona el medio generalmente más eficaz de comunicación. En

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consecuencia, la adquisición del sistema lingüístico, interrelacionado con el medio,

favorece el desarrollo del proceso mental y social.

Ahora bien, partiendo de lo que la UNESCO (1980:5) afirma, todos los niños

del mundo juegan, y esta actividad es tan preponderante en su existencia que se

diría que es la razón de ser de la infancia. En ese sentido, el juego es una de las

actividades más placenteras y de las preferidas por los niños y a la que le dedican

gran parte de su tiempo. Además, desde el punto de vista educativo, el juego en

esta etapa de la vida, se vuelve importante para que el niño reciba los

conocimientos y desarrolle sus habilidades y destrezas en un clima de libertad y

afectividad. Es decir, es una actividad vital que ayuda al desarrollo armonioso del

cuerpo, de la inteligencia y de la afectividad.

El juego es algo esencial a la especie humana, la actividad lúdica es tan

antigua como la humanidad. El ser humano ha jugado siempre, en todas las

circunstancias y toda cultura, desde la niñez ha jugado más o menos tiempo y a

través del juego ha ido aprendiendo por tanto a vivir. Por lo tanto, el juego es una

actividad que está completamente conectada al desarrollo infantil y que se puede

aprovechar para desarrollar diversas habilidades, entre ellas, el lenguaje.

El juego es un concepto actual que se está trabajando en la Educación

Infantil como herramienta que encamina el aprendizaje, pero que desde hace

muchos años atrás ya se consideraba un instrumento importante en lo que respecta

a los niños y sus aprendizajes. La inclinación hacia el mismo tiene una incidencia

esencial, ya que ayuda a la estructura combinatoria del lenguaje que se estimula en

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las relaciones de interacción verbal con la madre. Así, los primeros años de la vida

del niño son donde se desarrollan y asimilan en forma consciente e inconsciente

aquellos esquemas, valores y conceptos que constituyen los cimientos de toda

educación posterior y que condicionan el desarrollo integral de la personalidad.

En consecuencia con lo anterior, la relevancia de este proyecto, radicará en la

importancia que tienen las actividades de juego como estrategia didáctica con fines

educativos, en el fomento y desarrollo del lenguaje oral en los niños de educación

preescolar, ya que a través de este se accede al mundo social y se convierte en

herramienta fundamental para la adquisición de nuevos conocimientos.

Dado el valor que tiene el juego en el desarrollo del lenguaje, es fundamental e

imprescindible como proceso de adquisición de conocimientos. Es por ello que en

este proyecto se pretende abordar la estimulación del lenguaje oral a través del

juego como estrategia en la etapa de preescolar, pues es sabido que en esta etapa,

sin duda alguna, es importante y merece, por tanto, un análisis exhaustivo de todo

tipo de aprendizajes y procesos.

Antecedentes

Lo más importante que se puede decir en relación al juego y al lenguaje es

que la lengua materna se aprende con mayor rapidez en una situación de juego.

Además, formas de hablar más complejas aparecen primero durante el juego que en

situaciones cotidianas. Por lo tanto, un periodo crítico para la adquisición del

lenguaje es entre los tres y los seis años de edad, un lapso en los niños aprenderá a

hablar bien, aunque con un lenguaje menos complejo que el de los adultos.

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La importancia de la adquisición del lenguaje en edades tempranas, y la

relación de que tiene este concepto en la escuela, ya que ésta es una de los

primeros núcleos en los que establecemos relaciones sociales, por lo que el

aprendizaje lingüístico nos va a llevar a potenciar la comunicación con los demás.

Así, los agentes de socialización para un niño son la familia, la escuela, parientes

cercanos, vecinos y los medios de comunicación de masas, siendo la familia el

primero y el más importante. Las primeras normas y modos de conducta son

recibidas dentro del contexto familiar, siendo en él donde se desarrolla la estructura

de personalidad y se determina la actitud y la conducta del niño frente a la sociedad.

Delval (2002) señala que “hablar y hacer uso de un lenguaje articulado es un

rasgo característico de los seres humanos”. Esta capacidad para el lenguaje ha

intrigado siempre a los filósofos y ha sido, para todos los que se han ocupado de la

naturaleza humana, un tema de reflexión obligado. Igualmente los psicólogos, desde

el establecimiento de su disciplina como una ciencia independiente, han estudiado

el lenguaje en sus relaciones con el pensamiento y la cultura, y también como el

niño aprende a hablar.

Al usar el lenguaje, Lomas y Osoro (1998; citado en Llamas, 2007:1) señalan

que el sujeto implica al otro que comparte el mismo sistema de signos; el yo y el tú

se complementan en la función comunicativa del lenguaje. Se reconoce que la

lengua como sistema de signos tiene una facultad simbólica: reproduce la realidad.

Puede representarla mediante un símbolo, y esto permite la construcción del

concepto como diferenciado del objeto concreto; así resulta fundamento de la

abstracción.

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Por otro lado, el lenguaje evoluciona a partir del pensamiento. De acuerdo con

Piaget (1964; citado en Llamas, 2007:2), este se produce en la acción, y el lenguaje

es una de las formas de independizarlo. El grado de competencia lingüística de un

niño depende del desarrollo de sus acciones mentales, según piense con

preconceptos, operaciones concretas u operaciones formales. El desarrollo del

individuo comienza al nacer. Considera que el lenguaje se produce alrededor de los

dos años y que la inteligencia es independiente del lenguaje.

Ahora bien, los estudios más recientes investigan las ideas del pensamiento y

del lenguaje en relación con la acción, particularmente el juego, con el objeto de

descubrir y sistematizar nuevas formas de incentivar la adquisición y desarrollo del

lenguaje. El uso de la lengua en los juegos constituye acciones sostenidas por

varios sujetos en interacción, conforme a ciertas reglas que no solo organizan la

experiencia, sino que, a veces, son generadas por ella.

Asimismo, se ha señalado que el desarrollo en estos años, correspondiendo a

la etapa preescolar, determina en gran medida su desarrollo y sus posibilidades

académicas y sociales futuras como personas en la sociedad, en la escuela, en el

trabajo y con sus amigos y familiares. De acuerdo con Vygostky (1995, citado en

Llamas, 2007:2) considera que la adquisición y desarrollo del lenguaje se realiza a

partir de su función comunicativa y social, ya que esa es la principal característica

del lenguaje del niño. En el contexto de este paradigma socio-histórico, el hombre

es un ser social desde que nace; las estructuras del habla se convierten en

estructuras básicas del pensamiento, y la conciencia del sujeto es esencialmente

lingüística.

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El juego, entendido como manifestación lingüística, permite estudiar no solo

los procesos que relacionan el pensamiento y el lenguaje, sino también posibilita

detectar algunas dificultades que empiezan a presentarse en el desarrollo cognitivo.

Por lo tanto, los juegos poseen una gran importancia en Educación Infantil, ya que

adquieren un valor educativo por las posibilidades de exploración del propio entorno

y por las relaciones lógicas que favorecen a través de las interacciones con los

objetos, con el medio, con otras personas y consigo mismo.

El juego va evolucionando conforme se van desarrollando las edades más

tempranas del niño, del mismo modo que lo hizo la propia cultura humana, que, en

sus fases primarias, tuvo en cada organización social algo de lúdica, pues se

desarrolló en las formas y con el ánimo de un juego. Es decir, desde muy temprana

edad, los pequeños emplean sus juegos para aumentar sus capacidades, no sólo

cognitivas, sino lingüísticas, motrices y sociales.

Por otro lado, algo significativo en relación al juego y al lenguaje es que la

lengua materna se aprende con mayor rapidez en una situación de juego. Delval

(2002) indica que el lenguaje provee a los niños de instrumentos que les permiten

resolver tareas difíciles, superar los actos impulsivos, planificar la solución de un

problema antes de pasar a la acción y a tener control sobre su propia conducta.

Así, las funciones cognitivas y comunicativas del lenguaje se convierten en el

fundamento de una forma nueva y superior de actividad en los niños. Y en

consecuencia, al fomentar diferentes formas de juego en el niño estamos pensando

de manera más o menos explícita que dicha actividad cumplirá una función

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educativa. Obviamente, jugar con otros niños tiene un papel importante para

preparar a los niños a los enfrentamientos sociales de su vida adulta.

El lenguaje y desarrollo mental

La conducta humana está basada en el lenguaje oral. Generalmente, se usa

generalmente para comunicarse con otros; es decir, las diferentes maneras de

hablar y escuchar, leer y escribir en un contexto y con una intención determinada

está organizado en lo que se denomina prácticas sociales del lenguaje. Es decir,

está implicado en todo el desarrollo humano y tanto el proceso mental como el

social y de la personalidad se ven posibilitados por esta variable.

Ruiz y Ortega (2000, citado en Roca, 2013:16), señalan que el lenguaje es un

proceso paulatino en el que el niño procesa gracias a las continuas interacciones

que se establecen con su entorno. Este aprendizaje se inicia ya con las primeras

percepciones que el bebé es capaz de realizar hasta familiarizarse con el mundo

sonoro que le rodea. En dicho proceso el órgano del oído juega un papel relevante,

de tal forma que si la audición es buena, el niño será capaz de percibir su entorno y

de asimilarlo pero, si por el contrario, presenta alguna pérdida de sensibilidad

auditiva, el desarrollo del lenguaje podrá verse alterado e incluso interrumpido.

En este sentido, Luria (citado en Llamas, 2007:3) indica que aproximadamente

a la edad de cinco años, se produce un aspecto fundamental del proceso de

adquisición del lenguaje: este se internaliza y sirve de base para el lenguaje interior

que permite acceder a la conciencia. En tal sentido, el lenguaje interno y el que llega

del exterior contribuyen a la organización de la conducta humana, al conocimiento

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de las propias sensaciones y sentimientos, a la modificación de determinadas

reacciones. Es decir, el lenguaje interior es puramente semántico, hecho de

conceptos; no tiene función sintáctica. No desaparece con el tiempo, sino que se

transforma, internalizándose en el pensamiento.

Por otra parte, el lenguaje influye en la memoria y la percepción; la palabra

ayuda a hacer generalizaciones, a asociar y diferenciar los rasgos más significativos

de las cosas. El lenguaje permite la acumulación de recuerdos e información. Como

consecuencia, se entiende que existe una relación clara entre lenguaje, memoria y

atención, ya que permite afinar en la discriminación visual y auditiva de lo

nombrado, ayuda a categorizar conceptos, a interiorizar el mundo externo, a

ejercitar y utilizar la capacidad de análisis y síntesis.

Ahora bien, el primer paso en el proceso de socialización está en la relación

interpersonal, dependiendo de ésta la adquisición del lenguaje. El niño necesita

estimulación para iniciarse en el aprendizaje de la lengua, aprende a hablar si está

rodeado de personas que le hablan, siendo el adulto el modelo, el estímulo que le

empujará a aprender a valerse del lenguaje como instrumento comunicativo. Desde

el primer momento tiene deseos de comunicarse con el mundo que le rodea y se

esfuerza en reproducir los sonidos que oye, siendo estos deseos mayores o

menores de acuerdo con el grado de motivación y gratificación.

Desde temprana edad, el niño goza con la conversación, provoca el dialogo

con adultos, hace lo posible para ser escuchado y se enoja cuando no lo consigue,

busca respuesta para todo y presta atención a lo que se dice a su alrededor. El

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adulto en relación al niño, utiliza palabras concretas, refiriéndose a situaciones

inmediatas con frases cortas y sencillas y todo ello rodeado de un clima afectivo,

siendo un elemento básico y primordial en el aprendizaje de la comunicación oral.

Cuando no existe relación y comunicación entre niño y adulto, el desarrollo de

sus capacidades comunicativas se detiene; aparte de disponer de facultades

biológicas para el habla, el niño ha de contar con un medio social adecuado, ya que

la afectividad juega un papel importante en la adquisición del lenguaje. El deseo o

no de comunicarse viene determinado por unas relaciones positivas o negativas con

las personas próximas (padres); existiendo afectividad se atiende el mensaje de los

adultos ya que existe identificación y se esfuerza por imitarlos y aprender de ellos;

cuando existen carencias afectivas puede sumirse en el mutismo.

En ese sentido, el centro escolar cobra mayor importancia dentro desarrollo y

perfeccionamiento del lenguaje, en especial cuando el ambiente familiar está

empobrecido. Bajo esta condición, el educador jugará un papel primordial en este

aprendizaje, al igual que la influencia de los otros niños va a ser decisiva. Debido a

que los saberes escolares, en la mayoría de sus actividades, están condicionados

por el lenguaje es preciso desarrollar y perfeccionar éste lo más posible.

En este desarrollo se ha de seguir el proceso evolutivo del niño, con la

intención de contribuir a facilitar la madurez y formación de su personalidad a través

de distintos juegos funcionales que pueden ir ayudando a que el niño logre su

coordinación psicomotriz, su desarrollo y perfeccionamiento sensorial y perceptivo,

su ubicación en el espacio y en el tiempo.

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Así, un educador tendrá que comprender el paralelo entre el juego infantil y la

cultura como forma de juego. Es decir, el juego constituye la actividad fundamental

del niño y que, gracias a esa actividad, estos consiguen convertir la fantasía en

realidad. Así, el juego se convierte en un modo de expresión importantísimo en la

infancia, una forma de expresión por medio de la cual el niño exterioriza de una

manera desenfadada su personalidad. Por esta razón el juego es una actividad

esencial para que el niño se desarrolle físico, psíquica y socialmente. Por

consiguiente, el niño necesita jugar no sólo para tener placer y entretenerse sino

también, y este aspecto es muy importante, para aprender y comprender el mundo.

El juego y la adquisición del lenguaje

El niño, desde muy temprano, distingue los distintos tonos de voz y las

entonaciones. Desarrolla la capacidad de comprender lo que la otra persona intenta

comunicar y ser capaz, a su vez, de comunicar lo que intenta dar a entender al otro.

Natanson (2000, p.90) afirma que “a partir de los seis meses, el niño puede utilizar

los gestos con función comunicativa. De este modo el niño señala, para captar la

atención del otro y se hace entender“.

Antes de la adquisición del lenguaje el niño ya realiza sus primeros pasos para

comunicarse con los demás. El llanto y la sonrisa son medios para comunicar sus

necesidades y deseos. Según Piaget (1984) el niño utiliza diferentes medios para

nombrar la realidad ausente; a través de la imitación se inicia la diferencia entre

significado y significante. Cuando ésta es clara e interiorizada aparece la imagen

mental que es a la imagen del concepto, del significante. A continuación aparece el

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gesto ficticio que permite hacer presente con el propio cuerpo las características de

un objeto o el uso que se le da a este sin la necesidad de su presencia.

Por su parte, Chomsky (2009:5), considera que la adquisición del lenguaje se

parece más al crecimiento y desarrollo de un órgano; es algo que le acontece al

niño, no algo que el niño hace. Aunque el medio ambiente juega un papel, el curso

general del desarrollo y los rasgos básicos de lo que emergen está predeterminado

por el estado inicial. Es decir, todos nacemos con un número de facultades

específicas que juegan un papel crucial en nuestra adquisición del conocimiento y

nos capacitan para actuar como agentes libres y no determinados por estímulos

externos del medio ambiente. En consecuencia, a través del juego con los objetos,

la mente del niño se abre para entender el mundo, comprendiendo y asimilando la

utilidad y propiedades de los diferentes objetos que le son presentados.

Según Ruiz y Ortega (2003, citados en Roca, 2013:19), la adquisición y

desarrollo del lenguaje es un tema de gran interés para los psicólogos y lingüistas

en la actualidad, debido a la gran repercusión que tiene en el desarrollo cognitivo del

niño/a y en el conjunto de su personalidad. Hoy en día el lenguaje desempeña una

doble función, como un medio de conocimiento está íntimamente relacionado con la

madurez psicológica y fisiológica del niño, con el entorno sociocultural y con los

estímulos verbales recibidos en sus relaciones interpersonales y afectivas.

Es posible pensar que el juego puede ser analizado como formato lingüístico y

constituye un modelo de funcionamiento de los procesos cognitivos que relacionan

el pensamiento con la acción. De este modo, también sirve de orientación para la

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identificación y resolución de problemáticas de aprendizaje. En este punto, las

teorías sobre el estudio de la lengua ponen en evidencia los procesos del

pensamiento, en función de sus relaciones con el lenguaje y la acción.

En este sentido, el juego lingüístico es un medio privilegiado para el lenguaje y

la comunicación oral. Mediante el juego, el lenguaje del niño se usa de forma

reflexiva, regulada y desinhibida, permitiéndole activar una serie de conocimientos

acerca de los contenidos de éste, relacionándolos entre sí y facilitándole su

aprendizaje. En consecuencia, el juego se presenta como una excelente estrategia

que va a proporcionar información sobre el nivel cognitivo del niño así como su

predisposición a ciertas tareas lingüísticas.

El juego simbólico presenta grandes beneficios para el niño tales como la

comprensión del mundo que le rodea, practicar roles de la sociedad adulta,

potenciar la imaginación y la creatividad y por supuesto y de aquí se debe esta

propuesta, en el desarrollo del lenguaje. En el juego de fingir existe una progresión

evolutiva en el tipo de juguetes o utensilios que utilizan los niños. Para los más

pequeños cuanto más real son más fácil es de interpretar. A partir de los dos años

utilizan juguetes con semejanzas con los objetos reales la cual cosa facilita la

acción. Jugar a hacer ver es un escenario donde el niño puede aprender sobre los

objetos del mundo real y las relaciones sociales e integrar este aprendizaje en su

propio entendimiento (Natanson, 2000, p.119).

Por otro lado, la UNESCO (1980:17) ha sugerido que “los juegos proporcionan

un medio excelente de aprendizaje de los valores culturales de la sociedad, los

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cuales son representados de manera simbólica: en las reglas de juego y mediante

el empleo de motivos decorativos tradicionales”. Es decir, el juego infantil es una

actividad cultural que desarrolla la inteligencia. De esta forma, los juegos

manipulativos, simbólicos y de reglas responden a los tres niveles de la estructura

del pensamiento: sensoriomotor, representativo y reflexivo. Así pues, la cultura, se

comportan en el período inicial de la vida como formas lúdicas.

Desde muy temprana edad los niños comienzan a jugar, algunos autores

aseguran que desde que están en el útero, y plantean cómo se realiza el juego en

las diferentes etapas de la vida de los niños. En otras palabras, el juego se vuelve

una actividad favorecedora del desarrollo del lenguaje. Mientras los niños juegan,

hablan constantemente; cuando comienzan a hablar le gusta jugar con el lenguaje,

deforma los sonidos o las palabras, habla con los labios juntos o con la boca abierta,

dice palabras al revés, todo lo cual le ayuda a la adquisición del lenguaje oral.

Ahora bien, a través del juego el niño ejercita sus procesos mentales y

desarrolla sus capacidades cognitivas pues desarrollo cognitivo, juego y lenguaje

parecen estar en íntima relación. Según Piaget (1984), los primeros juegos de

ejercicio servirán para consolidar los esquemas motores y sus progresivas

coordinaciones, ya que, las actividades motrices y sensoriales se encuentran en la

base del desarrollo de la inteligencia.

Importancia del juego como recurso educativo

En la actualidad se ha superado la creencia o tendencia de considerar el juego

como un “tiempo perdido”. La introducción del juego en el mundo de la educación es

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una situación relativamente reciente. Este cambio, se ha visto reflejado en la

inclusión de éste en las actividades curriculares, siendo un recurso educativo

fundamental para potenciar la maduración del alumnado.

El preescolar se convierte en un espacio que tiene como fin la socialización

como una metodología propicia para la interacción verbal, en tanto los niños se

ubican dentro del aula escolar, propiciándose la conversación durante la realización

de las actividades, en un ambiente abierto y libre en el cual los niños pueden

compartir con sus compañeros sus vivencias y temas llamativos, además en

actividades cotidianas como el juego libre se posibilita la interacción al proponer

normas, nuevos juegos, establecer funciones, entre otros.

La educación integral ha de estar compuesta por el desarrollo de los siguientes

componentes emocionales y afectivos, creativos y componentes que fomenten la

autonomía personal. En sí, el desarrollo de estas capacidades se basa en las

características de las experiencias, de las expectativas tanto de los padres como de

los educadores y en el reconocimiento y apoyo del aprendizaje del alumnado por

parte de los adultos que tienen un rol significativo en todo este proceso.

Los educadores utilizan los recursos didácticos como instrumento para

componer sus clases en función de las necesidades del alumnado y de la materia.

El juego utilizado como recurso didáctico presenta una ventaja especial: utilizarlo sin

tener en cuenta, en gran medida, las características del grupo. Todo juego tiene un

recurso didáctico del cual, el educador, saca la máxima potencia para utilizarlo en

sus clases como medio de aprendizaje exterior a lo teórico (Spiegel, 2006).

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Por otra parte, un juego tiene que tener eficacia didáctica para que los alumnos

puedan desarrollarlo con entusiasmo. Sin embargo, se ha de hacer conciencia que

determinados juegos no se pueden realizar debido a la escasez de materiales

didácticos para su práctica dentro del aula, lo cual pone a prueba las habilidades

docentes del educador para el cumplimiento de los objetivos trazados en el

programa de contenidos (Marqués, 2000).

El juego como tal ha sido empleado en distintos campos del desarrollo humano

y dentro del contexto educativo el valor del juego adquiere mayor importancia si

cabo. Tanto las habilidades alcanzadas como lo edad en la que se adquieren, están

condicionadas al valor que se les atribuye en los entornos educativos, es decir, la

familia y el ámbito escolar. El juego desarrolla un papel determinante en la escuela y

contribuye enormemente al desarrollo intelectual, emocional y físico. A través del

juego, el niño controla su propio cuerpo y coordina sus movimientos, organiza su

pensamiento, explora el mundo que le rodea, controla sus sentimientos y resuelve

sus problemas emocionales, en definitiva se convierte en un ser social y aprende a

ocupar un lugar dentro de su comunidad.

Según Bañeres et al. (2008:50), a través del juego podrá introducir estímulos

positivos en el proceso de enseñanza-aprendizaje, despertando el interés de los

niños por aquellos temas que se van a abordar a lo largo de cualquier programa de

formación. Así logrará enriquecer el trabajo desde una doble vertiente:

a) motivar al alumno, despertando su interés por el conocimiento de los contenidos

que ha de abordar a lo largo de la enseñanza, y

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b) enriquecer y agilizar los procesos de aprendizaje y enseñanza de las disciplinas

académicas, potenciando el aprendizaje personalizado y significativo.

Por consiguiente, la actividad mental en el juego es continua, y este implica

creación, imaginación, exploración y fantasía. El niño al jugar, crea cosas, inventa

situaciones y busca soluciones a diferentes problemas que se le plantean a través

de los juegos. El juego favorece el desarrollo intelectual. El niño aprende a prestar

atención en lo que está haciendo, a memorizar, a razonar, etc. A través del juego, su

pensamiento se desarrolla hasta lograr ser conceptual, lógico y abstracto.

El juego es una herramienta que le permite al educador acercarse a los niños

de la educación infantil, brindándoles los recursos necesarios y que estén al

alcance, para emplear la combinación perfecta con otras actividades educativas,

logrando así en los niños aprendizajes llenos de situaciones motivadoras y

divertidas (Leyva, 2011:65). Es decir, el juego es el recurso educativo por excelencia

para la infancia. El niño se siente profundamente atraído y motivado con el juego,

cuestión que se debe aprovechar por los educadores al momento de plantear la

enseñanza en el aula.

Mediante el juego, el niño también desarrolla sus capacidades motoras

mientras corre, salta, trepa, sube o baja y, además, con la incorporación a un grupo

se facilita el desarrollo social, la relación y cooperación con los demás así como el

respeto mutuo. Más aún, al relacionarse con otros niños mediante el juego, se

desarrolla y se perfecciona el lenguaje. Los juegos con los que el niño asume un rol

determinado y donde imita y se identifica con los distintos papeles de los adultos

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influyen en el aprendizaje de actitudes, comportamientos y hábitos sociales. Tanto la

capacidad de simbolizar como la de representar papeles le ayuda a tener seguridad

en sí mismo, a autoafirmarse, acrecentando, además, la comunicación y el

mantenimiento de relaciones emocionales.

De acuerdo con Leyva (2011:24), los educadores deberán de comprender que

los niños son seres sociales, cuyo desarrollo dependerá de la calidad de relaciones

con su familia, compañeros y otras personas de quienes, a través de las

experiencias sociales, le aportaran al desarrollo integral de cada uno ellos.

Asimismo, deberán cumplir con los objetivos específicos de la educación infantil

planteados en la Ley General de Educación como compromiso con su labor y

formación educador.

En otras palabras, el educador debe seguir el proceso evolutivo del niño,

contribuyendo a facilitar la madurez y formación de su personalidad a través de

distintos juegos funcionales que pueden ir ayudando a que el niño logre su

coordinación psicomotriz, su desarrollo y perfeccionamiento sensorial y perceptivo,

su ubicación en el espacio y en el tiempo. Todo ello exige un ambiente propicio no

sólo en la clase, sino también dentro del entorno familiar. Este ambiente requiere

espacios, tiempos, material (no sólo juguetes, sino otros recursos) y la presencia de

algún adulto conocedor de su papel.

El educador y su rol en el juego en la escuela

El juego constituye una actividad voluntaria que el niño desempeña libremente,

y a través de actividades lúdicas, éste aprende a desarrollar habilidades sociales,

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vivir nuevas experiencias de forma individual o bien conjunta con otros que le ayude

a realizar descubrimientos, le favorece la adquisición del lenguaje incrementando su

vocabulario así como facilita la iniciación del diálogo con aquellos con los cuales

comparte el juego a la vez que desarrolla su imaginación y su creatividad.

El juego ocupa una parte importante de la jornada del niño en la escuela. En el

juego el educador está presente pero deja espacio para que éstos puedan

autoorganizarse. La importancia del juego reside en las continuas exploraciones,

descubrimientos y conocimientos que el niño/a realiza en el espacio físico.

Precisamente por este valor es necesario que educador se interese por lo que pasa:

observando el juego y las diferentes competencias que muestran, introduciendo

novedades para conseguir mayor motivación, promoviendo interacciones entre el

grupo, etc.

El rol como educador debe ser de animador del juego o incluso de un jugador

más. Comprendiendo cómo el rol del educador influye dentro de la situación de

juego, es además necesario entender que el juego y la enseñanza, son íntimamente

compatibles, donde se relacionan mutuamente y de una puede derivar la otra. En

palabras de Sarlé (2006:188), “el maestro asume un rol de mediador que se va

construyendo a través de su participación consciente a lo largo de todo el proceso y

no solo en los momentos iniciales o finales”. Es decir, si se quiere convertir en

directores del juego, o en personas adultas y serias, que mandan, organizan y

disponen, jamás logra el clima adecuado, donde el niño se exprese de manera

autónoma y libre mediante el juego.

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Por otra parte, existen algunas consideraciones, en las cuales se señala que el

papel del educador en el juego para conseguir que éste se desarrolle eficazmente,

consiste en que conozca las habilidades, posibilidades y limitaciones de sus

alumnos, tenga una adecuada sensibilidad observadora, programe actividades

motivadoras y estimulantes para los niños, centrar el interés del niño en el juego,

intervenir si es necesario para mantener durante más tiempo el interés del niño, e

indicar posibles direcciones para conducir el juego.

Es así que por medio del juego se transmiten conocimientos que le permiten al

niño entrar en los comportamientos del adulto, darse cuenta como es su rol en la

sociedad, y así mismo ir tomando poco a poco conciencia de lo que él prontamente

en un futuro también realizará. Además es un “factor de comunicación, ya que

permite desarrollar sus aptitudes verbales, físicas e intelectuales, al abrir diálogos

entre individuos de origines lingüísticos o culturales distintos” (UNESCO, 1980:14).

Por otro lado, esto no significa que se deba dejar a los alumnos solos, sino que

se debe orientar, darles ideas y animarlos, con el propósito de que, en sus períodos

de juego, los niños encuentre en sus maestros a alguien al que pueden acudir de

una forma algo más distendida. Para ello, el maestro deberá tener en cuenta, en su

rol de animador-estimulador del juego, una serie de elementos:

En primera instancia, el educador debe diseñar espacios del juego. Es decir,

debe facilitar al alumno las mejores condiciones posibles para el juego y debe ser

capaz de organizar el ambiente del mismo. Un entorno lúdico hace referencia al

conjunto de factores externos al niño que tienen un rol directo en el despliegue de

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su actividad lúdica. Lo que al final se expresa en las oportunidades o restricciones

para jugar que estos actores ofrecen al niño.

El espacio ambiental será lo más seguro, estable y tranquilo que sea posible.

El aula se estructurará en espacios lúdicos que posibiliten el juego espontáneo y

libre, el juego en pequeños grupos y el juego entre todos, siempre con unas

determinadas reglas y propósitos educativos. Además, el niño también necesita

jugar y aprender al aire libre, por lo que tendremos en cuenta las condiciones del

patio escolar, los espacios verdes de la zona donde se encuentre ubicada la

escuela, los distintos espacios culturales de la zona.

Otro aspecto, son los materiales para el juego. En este punto, los materiales

lúdicos que van a utilizar los alumnos deben ser estudiados y seleccionados

cuidadosamente. Natanson (2000:119) señala que “los juguetes cumplen el papel

de alimentar el juego simbólico en esta etapa. Cuando el niño va creciendo puede

jugar sin necesidad de los utensilios reales o que guarden características

semejantes. El centro se traslada al niño, el juguete se convierte en lo que dicta el

juego”. En este sentido, el juguete es una especie de pretexto que hay que tener en

cuenta. Se seleccionan los materiales lúdicos que favorezcan el pensamiento

divergente y la creatividad de los estudiantes como pueden ser los puzles, ábacos,

marionetas, cuentos, canciones.

En este tipo de juegos se combinan el método visual, la palabra de los

maestros y las acciones de los educandos con los juguetes, materiales, piezas etc.

Así, el educador dirige la atención de éstos, los orienta, y logra que precisen sus

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ideas y amplíen su experiencia (García, 2007). Los juegos que se utilizan para el

desarrollo intelectual los educadores pueden utilizar un juguete (muñeca, títere, etc.)

para que dirija la actividad. Esto hace que aumente el interés del niño.

Por otra parte, los recursos y materiales o medios didácticos son todo el

conjunto de elementos, útiles o estrategias que el profesor utiliza, o puede utilizar

como soporte, complemento o ayuda en su tarea educador. En otras palabras,

pueden ser varios los recursos que se utilicen para un mismo contenido, o que

varios recursos acojan el mismo contenido. Todos los medios didácticos que

utilizamos presentan unos componentes estructurales y fines característicos.

Marqués (2000:2-3) propone las funciones de los medios como apoyo docente

en las clases que imparte el educador:

a) Proporcionar información. Esta se utiliza para canalizar y facilitar el aprendizaje

de los alumnos. Los medios que se emplean son explícitamente informativos ya

sea un libro, un video o un instrumento de medida.

b) Guiar los aprendizajes. Con ello, el educador en sus explicaciones intenta abarcar

el mayor conocimiento posible. Este debe instruir al alumno en su aprendizaje

dando pautas de cómo llegar al conocimiento científico mediante las

explicaciones y apoyándose en los recursos didácticos.

c) Ejercitar habilidades y entrenar. Con esta función se utilizan los recursos de

manera diferente para cualquier tipo de trabajo como los programas informáticos

que nos exigen una respuesta motriz adecuada a cada situación.

d) Motivar, despertar y mantener el interés. El docente debería ser capaz de

mantener la atención del niño usando los cinco sentidos para que el aprendizaje

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sea canalizado de manera más eficaz. Un buen material didáctico debería tener

siempre un carácter motivador.

e) Evaluar los conocimientos y habilidades. Todo material didáctico debería facilitar

el aprendizaje mediante una evaluación continua.

f) Proporcionar simulaciones. Un recurso puede llegar a hacer real la teoría que le

hemos dado al alumno. Cómo mediante la práctica se puede aplicar y ver cómo

se lleva a cabo dicha acción o contenido.

g) Proporcionar entornos para la expresión y creación. Está muy relacionada con la

anterior ya que mediante la exploración del recurso presentado podemos llegar a

situarnos en la práctica real y poder alcanzar con mayor facilidad el contenido.

Un punto más a tener en consideración, es la estructuración y organización de

los tiempos de juego. Todo niño debe desarrollar tanto el juego libre como el juego

organizado, debe jugar individualmente y en grupo. El juego espontáneo e individual

se enriquece con las aportaciones y experiencias que aporta el juego colectivo. Por

tanto, el educador debe estructurar y organizar el tiempo para cada tipo de juego

que utilice en su clase.

El contenido de los juegos se selecciona teniendo en cuenta que ellos poseen

determinados conocimientos sobre los objetos y fenómenos del mundo circundante,

por lo que se hace necesario que antes del juego se examinen los objetos que se

utilizarán en el mismo. Las acciones lúdicas de muchos juegos didácticos exigen

que los niños hagan una descripción del objeto de acuerdo con sus rasgos

fundamentales. Además, en sus juegos van a aplicar lo que conocen acerca de las

semejanzas y diferencias entre los objetos (García, 2007).

23
Y por último, las actitudes respecto al juego por parte del educador. Se debe

procurar desarrollar una serie de actitudes en su papel de animador del juego. Debe

adquirir una posición de discreción y hábil observador y conductor del juego,

descubriendo las actitudes y capacidades de los alumnos. Como lo señala García

(2007), cuando el educador se percate de que durante la actividad no se observan

las reglas del juego o no se realizan las acciones lúdicas indicadas, debe detener el

juego y volver a explicar cómo jugar. Es necesario que el educador repita varias

veces las reglas del juego y llame la atención de los pequeños acerca de que si las

reglas no se cumplen, el juego se pierde o no tendrá sentido. Así, se desarrollará,

además, el sentido de la organización y las interrelaciones con los compañeros.

Por otro lado, la diversión en las clases debería ser un objetivo educador. La

actividad lúdica es atractiva y motivadora, capta la atención de los alumnos hacia la

materia, bien sea para cualquier área que se desee trabajar. Los juegos requieren

de la comunicación y provocan y activan los mecanismos de aprendizaje. La clase

se impregna de un ambiente lúdico y permite a cada estudiante desarrollar sus

propias estrategias de aprendizaje. Con el juego, los educadores dejan de ser el

centro de la clase, los “sabios” en una palabra, para pasar a ser meros facilitadores-

conductores del proceso de enseñanza-aprendizaje, además de potenciar con su

uso el trabajo en pequeños grupos o parejas.

El educador en este caso debe poseer un mínimo de conocimiento sobre el

tema, no olvidar el fin didáctico, dirigir el juego con una actitud sencilla y activa,

establecer las reglas de forma muy clara, formar parte de los jugadores y determinar

la etapa psicológica en la que se encuentre el niño o los niños. Por lo consiguiente,

24
el rol del educador, entonces, deberá garantizar, en el contexto escolar, que el

aprendizaje sea continuo y evolutivo en sí mismo, que comprenda mucho más allá

de lo que ya se sabe, y que junto con aspectos de índole tanto emocional como

físicos y morales se junten para construir un aprendizaje totalitario que lleve a los

niños y a las niñas a ser capaces de tomar decisiones frente a diversos problemas

siendo autónomos y cooperativos.

Como se ha mencionado con anterioridad, al inicio del juego, se crea un marco

particular donde los niños entran al campo, se organizan entorno al material, objetos

y sus características, y escuchan lo que el educador explique y ordene que haya

que hacer. El durante es el momento más crucial del juego, donde el rol del

educador deberá ser constante a la hora de intervenir. Es en él durante que necesita

asistir, como experto a la constitución del mismo juego. En él durante se puede

observar cómo se trata el fracaso y el error (Sarlé, 2006, p.140).

El juego provee al niño de un contexto dentro del cual puede ejercitar no solo

las funciones cognitivas con las que ya cuenta, sino también crear estructuras

cognitivas nuevas. La enseñanza y el juego promueven el aprendizaje infantil al

implicar una expansión de la zona de desarrollo infantil del niño. El juego

contextualiza a la enseñanza y facilita en los niños el aprendizaje y los contenidos

que se necesitan para jugar el juego.

Conclusión

En la realización de este trabajo se ha tenido la oportunidad de reflexionar

sobre las metodologías utilizadas en el aula y cómo los educadores podrían

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aprovechar un instrumento que es intrínseco al niño para aprender conceptos y

habilidades básicas, como el lenguaje. Se ha demostrado que el aprendizaje

significativo se mantiene y se recuerda durante más tiempo que el aprendizaje

memorístico, por tanto se debe trabajar en esta dirección.

Por otra parte, se ha observado que el juego es beneficioso en las rutinas

diarias y que mediante él, se consiguen mejoras destacables en el lenguaje y en

otras áreas del desarrollo infantil. Se presentaron los antecedentes históricos

fundamentales de la psicología y la educación. A partir de sus teorías se ha

pretendido definir la temática y la finalidad de la propuesta presentada. Se ha

resaltado el valor educativo que tienen las actividades que unen el juego simbólico

con el aprendizaje del lenguaje.

El lenguaje oral sigue siendo concebido como una adquisición espontánea y su

acompañamiento se limita a favorecer el aumento del vocabulario, la pronunciación

y entonación adecuada, esto hace que en los procesos educativos no se esté

trabajando en miras al desarrollo de las competencias comunicativas de los

estudiantes.

El juego tiene tal importancia para el desarrollo integral del educando, ya que a

través de éste aprende a auto dominarse y someter por su propia decisión sus

impulsos y deseos, incidiendo y afectando la formación de su personalidad y su

desenvolvimiento psíquico, físico, afectivo y social, con lo cual fortalece y descubre

su autonomía e identidad personal. Por otra parte, los espacios educativos o

rincones de juego crean un mundo para los educandos, en el cual realizan sus

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sueños, crean un mundo de ficción donde expresan sus deseos y cumplen sus

necesidades; que no lo pueden hacer en el mundo real, pero con esto están

desarrollándose y alcanzando una madurez física y emocional.

Asimismo, los maestros consideran el juego simbólico como una modalidad

pedagógica que es importante, ya que desarrolla en el niño la conciencia social,

estimula su creatividad, autonomía, madurez, seguridad, autoestima, capacidades

sociales, lingüísticas, afectivas y cognoscitivas; a la vez que les permite explorar,

descubrir, experimentar e investigar. Esto le permite al niño aprender a compartir,

desarrollar su imaginación, moldear su personalidad, liberar energía, se divierte

escapando de la realidad.

En suma, se debe hacer una profunda reflexión sobre el tremendo potencial

educativo que poseen los juegos y cómo éstos son una herramienta fundamental

para las actividades de enseñanza-aprendizaje en la escuela, pues constituyen una

de las mejores e importantes fuentes de aprendizaje motivando a los niños y

haciendo que aprendan sin ni siquiera darse cuenta. Este es todo el sentido de la

conjunción de la cultura y la inteligencia como formas lúdicas que intervienen en el

proceso de enseñanza aprendizaje.

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