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GENERO, PODER Y POLITICA EN EL MEXICO POSREVOLUCIONARIO GaBRIELA CANO Mary Kay VauGHAN JoceLyn OLcoTr (compiladoras) Prélogo Cartos Monsivats A FONDO DE CULTURA ECONOMICA UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA-IZTAPALAPA SUMARIO Agradecimientos 9 Prélogo. De cuando los stmbolos no dejaban ver el género (Las mujeres y la Revolucién mexicana), por Carlos Monsivais 11 Introduccidn, por Mary Kay Vaughan 39 PRIMERA ParTE La cultura revolucionaria en los cuerpos [59] SEGUNDA PARTE Moldeando la esfera doméstica [151] TERCERA PARTE Género en organizaciones sindicales [225] CUARTA PARTE LAS MUJERES Y LA POLITICA REVOLUCIONARIA [307] Epilogo. El activismo de base de las mujeres del campo, 1980-2000: la nacién vista desde abajo, por Lynn Stephen 375 Reflexiones finales. Género, caos y autoridad en tiempos revolucionarios, por Temma Kaplan 407 Abreviaturas 433 Bibliografia 435 Indice analitico 477 Indice general 495 JI. LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” Las mujeres modernas y sus enemigos, Ciudad de México, 1924* ANNE RUBENSTEIN York University Se acabaron las pelonas Se acabé la diversion La que quiera ser pelona Pagaré contribucién. JEN BL verano de 1924 México se agitaba atin al borde del ‘conflicto revolucionario; asi habia sido por afios.! E] grupo onora todavia no consolidaba su dominio del gobierno na- ional, la posibilidad de la lucha armada por el poder se- guia abierta. Tampoco el gobierno habia afirmado aun de wmancra incuestionable el control sobre gran parte del pais. ero en la Ciudad de México —al menos en la medida en wie-los periddicos y revistas de la época resulten fuentes * La invesligacién necesaria para este articulo fue patrocinada por The Social Science and Humanities Research Council of Canada (Consejo de vestigacion de Ciencias Sociales y Humanidades de Canada). También wiero agradecer las discusiones especialmente animadas y titiles del tema jostenidlas con otros ponentes y miembros del pitblico de la Primera Con- _ ferencia sobre Ia Historia de Género y la Mujer en México, y en la Reanién [é Historiadores Mexicanos, Estadunidenses y Canadienses celebrada en 2003. Debo un agradecimiento especial a Gabriela Cano por la solidaridad icadémica y ef sentido del humor; sin su ayuda, este articulo no se habria escrito. * Carlos Monsivais record6 este verso y Gabriela Cano me lo transmitié. “Gracias a ambos. 91 92 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS informativas confiables— ese verano se libraba una batalla: verdadecramente importante: el debate sobre el largo del c: bello fermenino habia llegado al punto en que los hombrés se liaban en disputas callejeras y atacaban violentamente:3 las mujeres. Era un conflicto global... o casi. La moda del pelo deci: didamente corto (el corte de pelo 4 /a gargou) habia llegado. con la rapida difusién del cine mudo. Si tomamos en cuer: ta la asociacién con las peliculas, cortarse el pelo de este modo representaba una foma de partido por “lo moderns” y una ruptura con la “tradicién” donde quiera que las muj res lo intentaran; aunque a cual de los multiples y compli: cados significados de estos términos se aspiraba, dependia’ de la mujer que se lo cortaba. En el mundo angléfono, las mujeres que hacfan este gesto de adscripcién a todo lo que estuviera a la moda eran Hamadas las nuevas mujeres, o fla: ” ppers, como referencia a los vestidos relativamente cortos:. que supuestamente “aleteaban” (flapped) con el viento. Pero: en México, estas mujeres se hacian llamar “las pelonas”, y¥ asi las llamaban también sus enemigos. LA MODA DE LAS MUJERES ATLETICAS En la primavera y el verano de 1924, las mujeres de la Ciu- dad de México que adoptaron el estilo masculinizado se to- paron con una gran resistencia retérica, que se manifest antes de que comenzara la violencia fisica. La moda del pelo corto y los cuerpos atléticos en las mujeres causé una especie de panico ante lo procedente de mas alla de la fron- tera, pues habja Hegado del extranjero y se estaba difun- diendo fuera del pequefio grupo de mujeres de la élite que ya la habfan adoptado. La oposicién al estilo moderno se proyectaba en términos de defender la pureza nacional o racial. Los primeros indicios del problema aparecieron en LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 93 spuestos de periédicos de la Ciudad de México en abril 1924, cuando revistas y periddicos repentinamente reco- eron el asuuto de las pelonas con docenas de articulos que = describian con un Animo critice o bien burlén. Una de las istas mds populares del pats, Revista de Revistas, les de- ‘cé-un nimero entero.’ A medida que el debate se iba aca- : ido, la prensa de la Ciudad de México se mostraba mas ypensa a describir a las pelonas de forma condescendien- ¢aracteriz4ndolas como mujeres que trataban de seguir sicencias importadas. Pero bajo estas objeciones naciona- as al estilo de las pelonas habia otro tipo de tensiones: lo iéiestaba en juego no era sdlo la distincién entre lo nacio- lase. Efectivamente, una idea nueva y radicalmente diferente @ belleza femenina habia cautivado al México urbano, tal y ymo lo habia hecho en Europa y los Estados Unidos, y para 924 las jovenes relativamente pobres y morenas habfan co- enzado a experimentar con ella. Si bien la imagen moderna reflejaba en la moda —vestidos sueltos de flapper, pelo cor- , nucvos maquillajes, zapatos y ropa interior—, el cambio jo: se limitaba a los bienes materiales que pudieran com- arse en salones, tiendas exclusivas y grandes almacenes. mbién comprendfa un nuevo ideal de los cuerpos femeni- nos y las formas femeninas de moverse, lo que Ageeth Sluis delgados, pelo corto y un fisico vigoroso (pero gracil),> Alre- dedor de 1920 los mexicanos comunes y corrientes comen- zavon a ver por todas partes escenas, ¢ inclusive a practicar actividades, permeadas de furor por el atletismo femenino, © cuando menos por imagenes del atletismo femenino. Eran relativamente pocas las mujeres mexicanas que de verdad practicaban actividades atléticas en los afios veinte * Revista de Revistas, 15, ntim, 733 (25 de mayo de 1924). + Sluis, 2005, yo internacional, sino también las divisiones raciales y , ha: llamado “el cuerpo déco”: torsos y extremidades largos y_ | i 94 LA CULTURA REVOLUCTONARIA EN LOS CUERPOS LA GUERRA CONTRA "LAS PELONAS” 95 aparecian retratadas por doquier: en los murales y las coraciones arquitecténicas, en las peliculas mudas im- adas de Europa y los Estados Unidos, en los anuacios eriédico y otras publicaciones, en el cine, en las carica- ras; en las tiras comicas, en las ilustraciones de los libros oxto y los manuales de consejos, en las revistas de moda, enlas carteras de cerillos, en el teatro burlesque y otros es- pectaculos ptiblicos, y en las paginas femeninas y la seccién de eportes de los periddicos.* Hstas imagenes reflejaban el cambio de los ideales de minidad. Dice Julia Tufién gue la moda cedié el paso ala wniodidad, y al fin “la mujer delgada con cuerpo dgil y de- yetivo. podia sentirse hermosa”.’ Ya no cra cuestién de re- elatse contra la moda; mds bien era un cambio drastico en ‘opa, los accesorios y el “estilo” que la alta sociedad con- aba elegantes. La ropa chic de los afios veinte, que re- cia al minimo pecho y caderas y en cambio exageraba la ngitud de brazos y piernas, anunciaba este nuevo estilo ara-las mujeres. Después de casi un siglo de discusiones y acion logr6é triunfar el movimiento internacional para yeformar el atuendo femenino: las mujeres de la élite tira- fon'sus corsés y las faldas pesadas que Hegaban hasta el to- llo.y los cambiaron por ropa que les permitiera moverse facilmente, respirar hondo y participar en deportes activos. 8 periddicos y otros medios de comunicacién elogiaban a las estrellas del momento, como a Isadora Duncan, quien ‘amuy admirada en los medios impresos, o la hija del pre- (excepto por el baile); pero las imedgenes de las mujeres mo= viéndose enérgicamente eran ommipresentes e influyentes, Ciertamente eran masas de gente joven, de ambos sexos, las que se movilizaban en las dermostraciones de fervor nacio: nalista haciendo tablas gimmasticas —en la Ciudad de Méxi= co fueron cientos los estudiantes y maestros que participa: ronen estas exhibiciones durante al menos cinco ceremonias inaugurales del nuevo Estadio Nacional que se celebraron en la primavera y el verano de 1924— y muchos otros apren: dian bailables folcléricos, voleibol y baloncesto gracias a log esfudrzos de las misiones de la nueva y revolucionaria Si cretarfa de Educacién. Pero la imagineria de las mujeres atletas solfa representar a miembros de una etérea élite: log asiduos al Country Club. La mismfsima primera dama, quien con frecuencia hacfa apariciones ptblicas con vesti dos al estilo charleston y sombreros cloche, pertenecia a esta categoria. Para describir a otra primera dama (o su equiva? lente), la hija de Plutarco Elfas Calles, Hortensia —quien ‘sé convirtié en su acompaiiante oficial tras la muerte de su madre—, Sara Sefchovich escribe: “Era una joven dinami ca, que ejemplifica el cambio de vida para las mujeres de las’ clases acomodadas: vestida a la moda de los afios veinte con laropa suelta, libre ya de los rigidos corsés, adornada con los collares largos [...] jugando tenis de punta en blanco 0 ma= nejando autos de lujo”.* Las mujeres de la clase alta de los Estados Unidos que vivian en México en ese tiempo ayuda- ron a popularizar estas modas. Por ejemplo, en un. muy so# nado baile de debutantes de la “colonia americana” de la Ciudad de México, siete de las nueve jovencitas retratadas en la nota del periddico de este acontecimiento de 1924 Ne# yaban el pelo corto.* Aunque no pueden haber sido muchas las j6venes atléticas de la élite capitalina, las mujeres de este ‘Véanse imagenes de las atletas en las imagenes comerciales, el arte cuilto y la arquitectura en el catdlogo de la exposicién Art déco, 1997, pp. 25- (0 y passim, Véase la representacién muralfstica de mujeres atiéticas en el frontispicio de la “Decoracién de la Sala de Conferencias en la antigua iglesia de San Pedro y San Pablo”, Boletin de la Secretaria de Educacién iblica 1:2 (1922); véanse también los maurales de Angel Zérraga en la Em- ‘bajada Mexicana en Parfs, reproducidos en Angel Zérraga, 1990. Véase la €presenlacién de atletas en carteras de cerillos en Mexicana, 1998, 79. Tufién, 1987, p. 155. 4 Setchovich, 1999, p, 225. “Prominent Society Women and Debutantes of the American Colony”, Ei Universal, 4 de julio de 1924, seccién 3, p. 3. 96 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS sidente descrita lineas arriba, justamente debido a su fisie gracil y elastico.* Efectivamente, los periodistas solian esta: blecer una asociacién entre Ja esbeltez, la ropa suelta y--¢f ejercicio fisico. Por ejemplo, un articulo de una revista ex. hortaba a sus lectoras a no usar nunca corsés, porque lai clases de gimnasia y las faldas con resorte en la cintura bas. taban para hacerles lucir un cuerpo encantador? Todos los cambios en Ja moda apuntaban hacia una idealizacién de las mujeres jovenes, esbeltas, andréginas, de. movimientos vigorosos. En la busca de este ideal, lo: manuales de buenas costumbres y las revistas para mujere: publicados entre 1920 y 1940 —-en Norteamérica, Sudamé rica y Buropa; en espafiol, francés, aleman e inglés— cag siempre sugerian ejercitarse diariamente, desde hacer sen: tadillas hasta los ejercicios con el “mazo de la India” (por k general, estos consejos sonaban vagamente politicos: un de estos libros declaraba que para no caer en la morbidez: d la decadencia, no habfa ms remedio que regresar a la natura: leza, sobre todo en cuestiones de higiene y ejercicio). Ea apariencia de muchachito de la nueva mujer, flapper o pelona, saludable y activa, siguié siendo una sola entre toda la gama. de posibilidades que tenfan las mujeres en México para com: parecer en ptiblico, al menos hasta finales de la segunda. Guerra Mundial. Aunque en forma desigual, la nueva moda se difundi rapidamente por todo México a partir de los afios veinté. Primero Hegé a los lugares donde las mujeres tenfan mayo’ acceso a los medios de reciente importacién: peliculas mu: das, revistas de moda y modelos de vestidos. As{ que la ima: gen de la pelona aparecié en la Ciudad de México, en lo: 5 Sobre la gracia en movimiento véase, por ejemplo, el articulo de por tada det suplemento dominical "La gimnasia arménica”, Excélsior, 8-de mayo de 1922, seccién rotograbado, p. 1. Sobre el recibimiento brindado- a Isadora Duncan en América Latina, véase Blair, 1987, pp. 261-268. 9 Alvarez, 1920, p. 6. "” Garefa Marti, s. £., p. 170, Agradezco la referencia a Eric Zolov. LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 97 fertos como Veracruz y en las ciudades de la frontera con < Estados Unidos antes de entrar al resto del pafs. En es- @ares se daba por sentado que la nueva moda era sélo Jas jovencitas solteras de la clase alta. Por ejemplo, en 5 la élite social de Mérida decret6 que se vefa muy mal ana mujer casada Hevara el pelo corto, aunque los cor- | la:gargon estaban de moda entre las jévenes solteras y ifios de ambos sexos también usaban el pelo corto. o.en 1926, muchas mujeres casadas de sociedad se cor- iilas trenzas y nadie dijo ni media palabra.'! En las yurales de Yucatan y en los pequefios pueblos de Mo- al menos durante 1928, las jévenes se dejaban el pelo ‘opr atrés, aunque se lo cortaran enfrente.'? Un visitan- sie no llegd a la Ciudad de México sino hasta 1928 se dé. tan sorprendido al ver el pelo corto de una antigua conocida suya de la clase media que en su cuaderno de no- escribio: “Luce un corte d la garcon”. 3° Con todo, en las ografias tomadas en la Ciudad de México en fechas pos- ores a 1920, lo conmin era que las mujeres de la clase alta aran el pelo corto, y casi ninguna de las mujeres que parecen en las fotos jugando al tenis o al golf tenfa pelo rgo.'4 Algunas jévenes se atrevian a hacerse este cambio tico animadas por sus padres, como lo recordaba una ‘Asael T Hansen, “S- -S-1-9-2-0-1-9-3-3", notas inéditas de cam- bre Mérida, folder 24, caja 47, Robert Redfield Papers, Special Collec- ng, Regenstein Library, Universidad de Chicago. » Asael T. Hansen, “Miss Blackburn. Styles”, notas inéditas de campo bre Mérida, {élder 25, caja 11, Robert Redfield Papers, Special Collec- ns, Regenstein Library, Universidad de Chicago, Margaret Park Redfield, iario”, anotaciones del 24 de enero de 1928, fdlder 17, caja 3, Margaret ik Redfield Papers, Special Collections, Universidad de Chicago. ‘8 Frederick Starr, “Diario”, anotaciones del 15 de julio de 1928, cuader- 6; caja 21, Frederick Starr Papers, Special Collections, Regenstein Li- 'y; Universidad de Chicago. 4 Bsto se refiere a miles de negativos de fotogralias de la época, toma- das‘en sui mayoria en country clubs, aunque algunas se tomaron en otros ares de actividad deportiva (acn, fototeca, Col. Enrique Diaz, cajas 14- yen otros lugares), 98 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS" 99 ara las mujeres de todas las clases y practicamente todas edades, estaba el baile. Las mexicanas comunes y corrientes, sin acceso a los pa- jempos de la élite, se topaban con la nueva moda del atle- si0 femenil en otras formas. Vefan a las mujeres deportivas, ampre atractivas y actualizacas, en las revistas, los periddi- os y las peliculas mudas. (Un empleado resume de fa siguien- janera los sentidos implicitos en estas descripciones cuan- da su respuesta sobre el estilo de las pelonas a una encuesta opinion hecha por un peridédico de la Ciudad de México: simuy limpia, muy higiénica y samamente practica en estos empos en que la mujer ha entrado de Ileno a la lucha por la ida’.)'° Las mujeres comunes y corrientes también se topaban ‘ori el nuevo estilo atlético promovido por el Estado, sobre todo.mediante su adscripcién a varios programas y proyectos ela Secretaria de Educacion. La gente asociaba las activida- és: patrocinadas por el Estado, como el entrenamiento de jentos de j6venes que habrian de ser maestras de gimnasia de la nueva escuela de la Ciudad de México planeada ex profe- , con la tendencia més general hacia el movimiento “moderno” él cuerpo femenino en el arte y el deporte —ahora practicado frente a un puiblico—, y con las nuevas modas que adoptaban gunas jovenes urbanas. De tal suerte, las criticas ala mujer yen y ala moda en 1924 equivaldrian, por extension, a cri- car el proyecto politico al que ellas se habian incorporado. capitalina afios después “Yo me corté la trenza. Mi mam4 estuvo de acuerdo. Los papas claro que sintieron que aque: Ilo no era una cosa denigrante ni peligrosa, si la moda le traia. De todo podemos prescindir menos de la moda. Mj papa con las trenzas no se metié. Mi mama fue la que dijo: ‘Ya no se usan, ya para qué las usas’”.'> Pero la plétora de im4gencs de mujeres atléticas en los medios masivos de comunicacién y en el arte culto refleja: ban una realidad mas alld de las modas pasajeras de ropas:y peinados. Las mujeres mexicanas de la élite se ocupabay muy activamente en la vida deportiva de los afios veinte y, treinta, Muchas jugaban tenis, y otras participaban en otras actividades deportivas.'’* Algunas siguieron paseando en bi; cicleta, que era lo que hacfan las j6venes de la clase alta desde principios de siglo.” En las fotografias de los afios veinte sé ven mujeres acomodadas jugando golf, echandose clavados; nadando, practicando diversas formas de equitacién y e. grima. Algunas mexicanas llegaron incluso a incursionar en. el alpinismo: en 1921, algunas mujeres de espiritu aventure: ro subieron y bajaron del Popocatépetl en un solo dia.! + Guadalupe Ztiftiga de Gonzalez, citada en Cano y Radkan, 1989 (p. 34); % Esto se puede documentar en la cobertura que hacen los periddicos entre 1920 y 1930 de los torneos de tenis y otras competencias deportivas, sobre todo en la seccién de deportes de Excélsior y Fl Universal, ast core: en las fotograffas de la Coleccién Diaz (acy, Fototeca, Col, Bnrique Dt cajas 14-17 y otros hugares). 1 Beesley, 1987, pp. 30-51. Frederick Starr, “Diario”, anoiaciones del 7 de septiembre de 1921 cuaderno 53, caja 21, Frederick Starr Papers, Special Collections, Regens: tein Library, Universidad de Chicago. La informante de Starr, Carmen Tan- cerrado, se unié a una expedicién encabezada por el pintor y muralista Dr. Atl (Gerardo Murillo), que salié del campamento —muy a pesar de la in- : formante— a las dos de la mafiana, porque entre subir y bajar se tardaban 46 horas. No parece haber tenido gran respelo por el Dr, Ath a Start ie dijo que el libro del artista sobre el Popocatépeil no tenia la virtud de ser “cien= lifico y exacto”. William Beezley escribe que ni el alpinismo ni el ascenso det Popo cran nada que interesara a los mexicanos antes de que se creara.’. el Club de Exploradores en 1922; las excursiones encabezadas por el INTENTO DE RENUNCIA A LA RAZA COSMICA. CRITICAS A LAS PELONAS En julio de 1924, el anuncio en el periédico de Mujeres mo- lérnas, una pelicula muda de los Estados Unidos que se ex- ‘Dr. All parecen haber sido una expresi6n nacionalista mas que una empre- aide aventura o de acondicionamiente fisico (1987, pp. 40-41), 8 “E] reporter preguntén”, Excélsior, 12 de julio de 1924, p. 5. 100 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUBRPOS, LA GUERRA CONTRA "LAS PELONAS” 101 hibfa en México, relacionaba la imagen de la modernidad internacional con Ja idea de cambiar los roles de género -y sus relaciones al describir el peligro al que habian expuesto: al mundo las mujeres de la sociedad neoyorquina: ‘Asi, la oposicion a la moda flapper, ast fueran los vestidos, pelo corto o un cuerpo atlético para las mujeres, podria ex- arse en términos de una defensa de la pureza nacional o como lo hizo el critico de la cultura Salvador Novo casi Qatios mas tarde. “El pelo largo heredado de la Malinche”, bid, era una fuente especial de orgullo nacional, lo que uu vez explicaba por qué “las pelonas Ilamaron més la aten- Nuestra época [...] del progreso ascendente de nuestra civiliza® cién, ha [traido] como consecuencia absoluta, el desenvolvi: miento de la mujer bajo todas sus fases: fsicas, morales, socia: les, psfquicas y materiales. Hoy, la mujer, no es la antigua [..: el ser débil que desde la edad cavernaria hasta el principio di siglo presente no tenfa voz ni voto y su voluntad era casi nula [...] la mujer dia a dia se impone [...} la moda pelona, higiéni:: ca y estética, se pasea por los cuatro puntos cardinales.* lo era porque renunciaba a la raza césmica. También en 24, una periodista manifestaba su preocupacién: Hoy admiramos la fuerza, la agilidad y la salud de las razas ‘xtranjeras, obtenidas gracias al ejercicio [... I i Por otra parte, entre 1923 y 1925, los periédicos de la Ciudad, 8 ) L..] en los paises de México que publicaban resefias de pelfculas hechas en Francia, Inglaterra y los Estados Unidos, solian describir a Ja actriz principal —Theda Bara, Constance Talmadge, Clara. Bow o Laura La Plante— como flapper, y el término no se: empleaba precisamente para elogiar.?' Y Jos autores de esas resefias daban por hecho que las sefioritas irfan al cine a ser’ testigos de la defensa o el ataque a esta nueva moda de peina- do femenino,.” : sajones, el exceso de sport en la mujer estA creando un tercer “sexo [.,.] sexo neutro; lo cual en lugar de beneficiar a una raza _tiende por el contrario a destruirla. Esto podra ser por el abu- ‘$0 que el sexo débil ha hecho de algunos deportes en su loco ‘afan de masculinizarse.# La critica a las nuevas formas de moverse y vestirse de fas extranjeras estaba implicita en una forma coloquial de desig- jar tin estilo de pelo corto: de las mujeres que levaban el elo cortisimo se decfa que usaban “rapados a la Boston”.?5 defensores de la moda de las mujeres atléticas —quiza lé manera poco diplomatica-— también enfatizaban los as- ectos de indole racial y el riesgo para el nacionalismo mexica- ‘no; Por ejemplo, el artista Angel Zarraga (quien por ese tiem- vivia en Paris, donde pint6 una serie de retratos heroicos murales de atletas de ambos sexos) dijo al ser entrevistado por una revista de la capital mexicana que él habia represen- © Anuncio de las Mujeres modernas (El Universal, 9 de julio de 1924; seccién 1, p. 5). El mismo anuncio aparecié en otras seis ocasiones durari: te los 10 dias siguientes, ¢De qué se trataba la pelicula? E] anuncio no trafa imagenes, sdlo este texto un tanto incendiario. En él se menciona a Corin- ne Griffite, seguramente por querer decir Griffith, una gran celebridad eri esa época, como Ia actriz principal, No obstante, la base de datos sobre: peliculas en la red, Internet Movie Data Base (httpy/us.imdb.com/), que suele ser muy confiable, no menciona la participacion de Griffith en ningu- na pelicula parecida, aunque en 1922 estelarizé un melodrama sobre 1a vida de Ia alta sociedad llamado Divorce Coupons. ¢Acaso estos anuncios se referfan a alguna versién de esta cinta? 2! Véanse las resefias gue se reimprimen en Garrido, 1997, pp. 402-404; 410-412, 415, 418-420 y 456. 2 Celuloide” [Jaime Torres Bodet], resefia de Pefova, en. Revista de Res": vistas, 29 de noviembre de 1925, citado en Garrido, 1997, p. 451. > Novo, 1972, p. 31. -* Santin de Fontoura, 1924, p. 38, %.Sorando, 1924, p. 6; también "Por cada pelona que sea rapada se cortard el elo a una trenzuda’, El Universal Grdfico, 23 de julio de 1924, seccién 2, p. 1 102 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUBRPOS LA GUERRA CONTRA "LAS PELONAS” 103 icién de que la masculinizacién de las mujeres se debia al stigio de las ideas extranjeras sobre la salud, el deporte y -género. Tal vez el punto final del proceso en el que los me- Gos mezclaron el estilo de las pelonas, el deporte y lo exdtico ego en julio de 1924, con la publicacién de un articulo en la ista Jueves de Excélsior donde en tono de broma se achaca yoda del pelo corto al deseo de las mujeres de tener mas impo libre para dedicarse al juego asiatico del mahjong: no jay inujer que quiera perder un minuto si pueden dejarse war-por el juego de los “dragones”, los “vientos” y otras fi- ‘as exOticas, decia el periddico.”” Sin embargo, a veces las bromas y las quejas sobre las Jonas implicaban que se habian vuelto sexualmente inac- esibles o que habfan perdido su atractivo para los hombres. fgunos periodistas, un poeta y el anuncio de las Mujeres iodérnas mencionaban, todos ellos, la sentencia del filéso- }aleman de que una mujer de verdad tiene el pelo largo y is ideas cortas, insinuando que las mujeres de pelo corto guiramente carecerian también de otro tipo de encantos sneninos.*° Los opositores autoproclamados del nuevo es- tilo advertfan “a las muchachas (0 a las viejas feas)” que no ebian “dejarse engatusar” por las pelonas bonitas para irse ortar el pelo.*! En otras palabras, s6lo las mujeres cuyo valor en el mercado del matrimonio era alto tenfan suficien- fe capital social como para arriesgarlo llevando el pelo corto. El estilo androgino de la pelona amenazaba con borrar las diferencias visibles entre los sexos, y fos medios mexicanos ‘veces escribian como si el nuevo estilo también amenazara in borrar las sefiales visibles de diferencia racial. tado a mujeres jugando al futbol para “contrarrestar [...] ese esptritu de nuestra raza que tiende a la morbidez [...] Esta deliberada intencién de perfeccionarnos sometiendo e} cuerpo a practicas de gimnasia nos serviré mucho en Méx co donde los sofiadores son tan abundantes”.* : Las explicaciones de tinte racial para oponerse a los pei: nados de las mujeres pasaban facilmente del orgullo nacio: nal a sentimientos mas desagradables. Otro articulo de revi: ia publicado en 1924 ofrece esta historia sobre la tendencia’a llevar el pelo corto: En esta época las mujeres de todos los paises se cortan las trenzas [...] por el simple capricho de seguir una moda im: plantada por las muchachas de un pais en Jas que [alta el sen timiento y la ternura y se agita el cambio [...] hace tres aiios que en la ciudad de Nueva York [comenzd] esta moda iniciada © mas bien impuesta por las mujeres de todo el mundo, por: las mecandgrafas de Wall Street y principalmente de los ba- ivios judfos de Nueva York, alcanzé los stages [escenarios] ¥, en un instante las artistas de vaudeville y algunas de “cine” aparecieron con sus cabelleras cortadas “A la Bob”.”” También los humoristas manifestaban sus angustias so» bre la posibilidad de que esta tendencia se difundiera por todo el pafs y rebasara su sitio social y racial correspondiente. La revista La Dama Catdlica parodiaba un articulo supuesta: mente tomado de un periédico francés Iamado Pages medi- cales et parisiennes. La version de La Dama Catélica sugeria que los mas saludables deportes modernos para las mujeres serfan los antiguos en los que no habia temor a exceders: barrer, trapear y lavar ropa." Este chiste se basaba en la pre= ® “De la excentricidad mundial”, £924, p. 13. ® Por ejemplo, Jacobo Dalevuelta, “Las pelonas dispuestas a defenderse con energfa", El Universal, 22 de julio de 1924, seccion 2, p. 1; “Las Pelo- nas’, 1924, p, 6; Serrano, 1924, p. 9. =| “Por cada pelona que sea rapada se cortaré el pelo a una trenzuda", El Universal Grdfico, 23 de julio de 1924, seccién 2, p. 1. % Frias, 1924, p. 22 ® Serrano, 1924, p. 9. 2 “Deportes femeninos modernos”, La Dama Catdlica, 1° de agosto dé 1924, p. 2. Agradezco la cita a Patience Shell. 104 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS En la caricatura de un periédico, ésta también del vera~ no de 1924, una mujer ya mayor, al parecer indigena por su tipo de cuerpo y ropa, exclama quitandose el rebozo para dejar al descubierto el pelo corto y rubio: “jpos poniéndome a la moda!””? El humor (y Ja tensién) de la caricatura se de: ben a que no hay correspondencia con la edad, la clase so- cial y (sobre todo) la raza de la mujer. En otra caricatura del mismo periédico, publicada una semana después, dos pin: tores de brocha gorda se quedan viendo a una mujer qué. sale del salon de belleza: “Se parece a nuestras brochas vie+ jas”, dice uno de ellos, “jpoco pelo y mucha pintural”, refi- riéndose al maguillaje.” La gracia de esta broma reside en. que una mujer de clase alta ha dado pie a ser criticada por trabajadores, pues el nuevo estilo de su peinado elimina las barreras de clase. Asimismo, el suplemento dominical del periddico Excélsior de la capital publica una fotografia de tres mujeres gue estén en una peluqueria de puros hombres. corténdase el pelo, y el pie de foto alude a esas criollitas que esperan su turno, equilibrando asi el impacto de la imagen andrégina con un lenguaje que nivela la raza y la clase de jas mujeres (“También en nuestro medio”).* Generalmente los defensores de las pelonas aceptaban. este punto de vista, Al ser entrevistada por un periédico, una mujer que se describfa como “pelona y todo” admitié que no cualquier mujer tenia “derecho a cortarse las trenzas”; las LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS" 105 adoptado por mujeres que se vieran muy indias (“en forma de tonel”) o que fueran muy pobres. Ambos bandos —al me- ios annbos bandas entre el grupo de gente cuyas opiniones sobre el tema se publicaban en los periédicos de la capital— san cOmplices en una oferta donde los nuevos limites entre jos. sexos se hacian porosos a cambio de una creciente rigi- jez.en las barreras raciales. .. Pese a todo, un corrido, una balada popular de esos tiem- pos daba una imagen muy diferente de las pelonas. Se bur faba de ellas diciendo: “Estaban las tres pelonas/sentadas en su: ventana/esperando a Pancho Villa/pa’ que les diera una hermana’ (en otras palabras, serian sus concubinas).* El corrido sugiere que las pelonas se parecian a las hermo- sas muchachas que segtin todos sabfan eran algunas de las amuchas mujeres que tuvo Pancho Villa: mestizas y de pro- edencia pobre o de Ja clase trabajadora, al parecer sexual- qente disponibles, muy vinculadas a la Revolucién, y que fueron tanto participantes en ella como ejemplos de la mo- dernidad femenina. La tensién entre estas dos formas de pensar a las pelonas, como jévenes blancas de la élite que participaban en una tendencia internacional de la moda o como jdvenes pobres y morenas que participaban en la Re- yolucién, ayuda a explicar en cierta medida la confusion y el enojo que evé a la violencia fisica contra las pelonas de Ja vida real en el verano de 1924. que eran muy feas, muy flacas o muy gordas, muy viejas, 0 no tan saludables, o “uno de esos toneles tan representativos . de nuestra raza” deberfan dejarse el pelo largo.” Asi que la. idea de raza era clave en ambos lados del argumento: ui los opositores ni la pelonas querfan que el nuevo estilo fuera = La GUERRA CONTRA LAS PELONAS Eos argumentos contra las pelonas no tardaron en ir mds ‘alla de la ret6rica, En la vida real, las palabras tuvieron con- secuencias, algunas de ellas relativamente menores, como ésa ocasién en que unos funcionarios de migracién negaron 2 Caricatura, El Universal, 12 de julio de 1924, seccién 1, p. 5. 3 Caricatura, El Universal, 15 de julio de 1924, seccién 1, p. 5. 4 “También en nuestro medio”, Exedisior, 1° de jumio de 1924, seccién rotograbado, p. 2. * Jacobo Dalevuelta, art. cit. © °*D.P, “Las tres pelonas”, en Kuri-Aldana y Mendoza Martinez, 1987, p. 402. Agradezco la referencia a Gabriela Cano. 106 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 107 la entrada al pais a un grupo de turistas del género fement: no que venian de Brownsville, Texas, bajo el argumento d que Hevaban knickers, esto es, pantalones que solo legaban a la rodilla. Un funcionario del consulado explicé a los pe. riodistas que ya habian llegado muchas mujeres vestidas as y se habfan comportado en una forma que no iba de acuerdg. con la honorabilidad de las familias decentes mexicanas Pero en la Ciudad de México, en el verano de 1924, las cosas ilegaron més lejos.* Sesenta afios después, una mujer que en esa época era una estudiante joven de pelo corto, recuerda el incidente de esta manera: arradora, notablemente parecido a los hechos, nos hace sax lo importantes y perturbadores que fueron, {a guerra retérica en los periédicos y las revistas de la 4@comenz6 en abril; pero para finales de junio habia ido de tono, a tal punto que la mayoria de los periédicos nel cionaba el tema a diario. El arzobispo de la Ciudad de jco dio una larga entrevista en la que amenazaba con arv:medidas contra “las mujeres que olvidan la decencia, yatural recato, el decoro mas elemental para vestirse”, das similares a las que habfa tomado el arzobispo de la dad italiana de Milén, quien habfa prohibido a las mu- s de pelo corto la entrada en la catedral dos semanas 54° (El hecho de que el arzobispo de la Ciudad de Méxi- paso inmediatamente a quejarse del Estado revoluciona- puede ser un indicio de la estrecha asociacién que se ia-entre las pelonas y el gobierno revolucionario, al me- gos en la imaginacion del arzobispo, o puede sugerir sen- lainente que ambos temas interesaban al cura y al perio- gla que lo entrevistaba.) Pocos dfas después, el mismo édico informaba sobre una “reunién de damas catélicas” _Bruselas, donde se habia denunciado la nueva moda fe- yenina insistiendo en que era especialmente inapropiada ir a Ja iglesia. El congreso de mujeres catélicas declaré: istianammente se deduce que hay inmoralidad donde hay odestia, y se afirma que las iglesias no son salas de es- jectaculo”.4! Al reimprimir esta seccién de la declaracién, eriddico daba una dimensién espacial a Ja cuestién de las pelonas, de dos formas: primero, lamando la atencién ia el alcance transnacional de la nueva moda y la oposi- cién a ella; segundo, yuxtaponiendo dos tipos de espacio ur- bano, la iglesia y el teatro como escenarios para tipos dife- tites de puestas en escena de Ia feminidad. En la Ciudad Cuando se empez6 a usar el pelo corto, hasta se pelearon log de la Escuela de Medicina con los de la Normal. Eso de qite nos hubiéramos cortado el pelo en aquel tiempo produjo an escalofrio moral en los muchachos. No lo toleraban. Hubo pé: leas [...] porque una muchacha con pelo cortado que pasati, por la Escuela de Medicina —entonces en la Plaza de Sant Domingo— se la rnetian los muchachos pars castigarla. Le p gaban o la maltrataban. Y claro que se enfurecieron los no malistas. Yo creo que se sinticron mal, pues quién sabe qué sentirian. Fue un episodio hist6rico, como muy expresivo dé lo que el hombre quiere encontrar en Ja mujer. Creo que terié: mos muchas diferencias gravisimas, pero una de las diferen< cias mas notables, objetivas, era el pelo, el pelo largo." Aunque su relato no coincide al detalle con las notas del periddico que se publicaron en esas fechas, el recuerdo dé * “Mexican Officials Kick on Women in Knickers”, El Universal, 14 de julio de 1924, English News Section. * La siguiente narracién de estos sucesos se basa en la cobertura que de ellos hicieron los periédicos capitalinos E/ Universal, El Universal Grafix co y Excélsior y las revistas Jueves de Excélsior y Revista de Revistas, 1° de abril-15 de agosto de 1924, salva que se indique Jo coatrario, * Guadalupe Ziihiga de Gonzalez, citada en Cano y Radkau, 1989; pp. 33-34. 48 “Mnteresantes declaraciones del arzobispo de México”, El Universal rafico, 12 de julio de 1924, p. 2. “41 “La moral y la moda”, El Universal Grdfico, 15 de julio de 1924, p. 3. LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 109 108 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS lek'senor Mercader [...] que perecid en uma de las activida- de la famosa banda de los Ku Klux Klanes, Tampoco en guel tiempo se dio mucho crédito a nuestras informacio- es y aun hubo personas que legaron a asegurar que era un do camelo confeccionado dentro de nuestra redaccién”. FO, reiteraba el articulo, la violencia realmente podia Ile- ar hasta las pelonas que no “se abst[uvieran] de salir a la Je. mientras no les crezca el cabello”, y los ataques empe- rian muy pronto, quizds al dfa siguiente.” _ Naturalmente, este cuento acerca de la defensa de la rreza femenina debe muy poco a los hechos sobre el Ku Klux Klan y sus actividades contra los mexicanos residentes los Estados Unidos, y casi todo a Ja pelfcula que estable- él mito del Klan, El nacimiento de una nacion, de D. W. riffith. Si acaso existieron los opositores a las pelonas ‘miencionados en el articulo, ellos y el periodista deben ha- x. visto esta pelfcula poco antes: aunque se produjo en Ho- lywood en 1915, la pelicula muda se estrend en la Ciudad i¢ México el 9 de octubre de 1923 y se siguid exhibiendo en las en segundas y terceras vueltas durante varios meses steriores a esa fecha. Hay algunos rasgos peculiares en a: analogia entre la historia minuciosamente narrada en el-periddico y la trama de El nacimiento de una nacién. En la pelicula, los afroamericanos son una amenaza para la ud de las estadunidenses blancas, que son defendidas ¢ estadunidenses blancos; en el articulo del periddico, las imexicanas jévenes son una amenaza para su propia virtud »deben ser protegidas por j6venes mexicanos. Pero la tra- tma.de El nacimiento de una nacién debe haber encajado en na vision conservadora de la situacién de México a princi- 168 de los afios veinte. La pelicula habla de heroicas inter- enciones masculinas después de la guerra civil. De acuerdo de México, otros espacios urbanos —las escuelas ptiblicas; las calles, las oficinas de gobierno y un tren— no tardariai en ofrecer un nuevo tipo de escenario para este drama. Mientras el arzobispo ventilaba sus opiniones, un ta: bloide de la tarde publicaba un informe muy largo de uina reunion de activistas antipelonas. La historia de El Univer sal Gréfico eva tan sensacionalista que carecia de la menor verosimilitud, tal y como lo dejaba en claro la segunda frase en Ja que se aseguraba a los lectores: “No se trata de Ja fans tasia del repérter [sic], sino de un hecho real”. La narracién. probablemente no describe lo que realmente paso; mas bien revela lo que los editores pensaron que podian hacer pasar. por cierto. Por consiguiente, puede indicar lo que los lecto- res de esa época —cuyas expectativas habian aumentado por la guerra retérica sobre la modernidad femenina en los periédicos, las canciones populares y el cine— crefan que podta pasar. E) articulo detalla una reunion de “una agrupa= cién misteriosa, formada por estudiantes y obreros” para’ planear “la accién directa” que contra “nuestras modernas flappers empezar a cumplirse hoy mismo. Cinco mucha- chitas han sido escogidas para que sufran el castigo ejem= plar [...] seran peladas a rape”. El periodista alegaba haber se enterado porque habia ofdo una “acalorada discusién’? en un tren que iba de la Ciudad de México a algtin pueblite. Siguié a los jévenes cuya charla habfa escuchado en el tra- yecto por el pueblo hasta una “granja”, donde “escondido detras de un Arbol” observé la continuacién del debate en: tre un grupo mas numeroso de “asistentes con el rostro cus = bierto y semitapados” por unos gorros en forma de pico y¥ ttinicas sueltas. Mientras el jefe daba explicaciones al perio=. dista que ya habfa sido descubierto, los miembros del grupo =. discutian “dando a conocer los castigos y penas que impon- © drén a cualquier mujer que no repudie la moda ‘yanqui’”. En caso de que los lectores hubieran pasado por alto la re- ferencia, el articulo les ayudaba a recordar el reciente “caso. “2Se trata de ejercer la accion directa contra las pelonas?”, El Univer ial Grdfico, 16 de julio de 1924, p. 8. /® Véase Amador y Ayala Blanco 1999, p. 186. 110 LA CULTURA REVOLUCIONARTA EN LOS CUERPOS LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS" ill mo estudiante de esta nueva escuela vocacional nocturma, oven fuera mestiza y de la clase obrera: una representan- erfecta de las “cuasi-{lappers” que hasta las pelonas de la ite-desdefiaban).** Los estudiantes de la Escuela Prepara- ria. se la llevaron a otro sitio donde la raparon y luego la taron, delito de tan poca importancia que por lo menos uno de los principales diarios, El Universal, no se molest6 eubrirlo. Pero a la noche siguiente, las fuerzas opositoras s-pelonas se comportaron de manera mucho més abier- Cerca de las siete de la noche, en el campus nuevecito de la Escuela de Medicina de la Ciudad de México, un grupo de muchachos —estudiantes de medicina del primer afio y estudiantes de la vecina Escuela Nacional Preparatoria—, evinidos frente a las puertas de la escuela, comenzaron a ha- comentarios ofensivos y de mal gusto contra todas las ijeres de pelo corto que acertaban a pasar por las cerca- s;, piropeando en cambio a las de pelo largo. Los estudian- s-de los afios superiores tuvieron que escoltar a sus compa- eras de la Escuela de Medicina para salir del edificio. Los is jovenes de los estudiantes alborotadores comenzaron a wrojar agua ¢ insultos sobre cualquier pelona que tuvicran a:vista, asi como a simular que les cortaban el pelo con ieras y navajas. Finalmente, arrastraron a dos infortuna- das jovenes hacia cl interior de la escuela, forzandolas a en- ar.cn las regaderas nuevas def edificio para “lavarlas” y raparlas. El hecho fue lo bastante fuerte y puiblico como para unix a una multitud, que acabé dispersandose gracias a la itervenci6n de Ja policfa y una ambulancia de la Cruz Blan- _en:-la que se Hevaron a las muchachas. Diversos grupos respondieron rapidamente, y casi todos pusieron de parte de las pelonas o, al menos, rechazaron la agresiOn contra las jovenes. Las primeras reacciones pro- éron de algunos de los directamente involucrados: los con la légica de la trama, estas intervenciones se justifican en un periodo en el que el caos politico (resumido en la pe. licula con una impresionante representacién. del asesinat del presidente Lincoln) y la reciente porosidad de las barre: ras raciales (planteada en la pelicula como la amenaza de sexo entre hombres negros y mujeres blancas) amenazan-j; paz del hogar patriarcal. Es posible que El Universal Gréfict haya obtenido correctamente 0 no los datos sobre la reunié especffica que describe, o inventa, en este articulo. No obs. a tante, el articulo revela algunas verdades importantes sobir Jas tensiones de fondo y los conflictos que pronto desemb carian en agresiones fisicas contra algunas jévenes de I, Ciudad de México. Para expresar la creciente sensacién de que no tardark en suceder algo malo a las pelonas, otros periédicos mai respetables que H/ Universal Grdfico probablemente inventa ron ciertas historias. En efecto, hacia mediados de julio di 1924, los diarios de la capital publicaron algunas notici: poco plausibles. Por ejemplo, El Universal escribié acere: del anuncio hecho por un grupo de pelonas de la villa de ‘I: cubaya, donde vivia gente acomodada, sobre sus planes di formar un “Club Pro-Pelonas [...] que tiene todo el caracté: de sindicato, con el fin de impulsar esta moda higiénica: moderna, que en nada afecta a la moralidad y a las buena: costumbres”.” Este informe, al menos en parte, era una br ma —el Club Pro-Pelonas nunca volvié a aparecer en los mi dios—; pero una vez mds respondfa a una intangible aunque generalizada sensacién de amenaza. Y dos semanas después de que El Universal publicé este articulo, ocurrié algo. : Alas ocho y media de la noche, el 21 de julio de 192 un grupo de estudiantes de la Escuela Preparatoria secue: = tré a una joven de pelo corto en la entrada de su escuela,la Escuela Nocturna Doctor Balmis (lo m4s seguro es que, “En Tacubaya se formara un Club Pro-Pelonas", El Universal, 10-de julio de 1924, seccién 1, p. 11 “Los enemigos de las pelonas hacen su victima”, l Universal Grdfico, de julio de 1924, p. 7. 112 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 113 estudiantes y los periddicos. Los estudiantes de medicin que habian defendido a sus compaiieras acudieron a las oft cinas de los periddicos para quejarse de la escandalosa con: ducta de sus compafieros mds jévenes. Las estudiantes ‘di medicina y las estudiantes de la Escuela Preparatoria escri. bieron a los periédicos explicando que la mayoria de su: compafieros hombres las habian hecho sentirse bienveni das, aunque la admisién de mujeres era muy reciente.. La “modernidad” de todo el asunto tenfa fascinados a los pe: riodistas; una nota sefialaba que El Universal se habia man. tenido informado de las noticias gracias a que “mas de cin: cuenta personas usaron el teléfono para participarnos 1 noticia”. No obstante, los periéddicos también publicaro} editoriales en contra de “un atentado que deshonra a la citi: dad”, como decia un titular, mientras informaban sobre las respuestas negativas de otras partes interesadas.”* Algunas respuestas parecfan oportunistas. Para reforzai Ja asociacion entre el cine mudo y la identidad pelona, uti cadena de salas de cine de la capital publicé un anuncio’ét el que repudiaban los ataques y prometian que en sus tea: tros “las peloncitas” estarfan “como en su casa con [ilegible mayor seguridad”.”” El teatro mas importante de la ciudad. dio un paso mas alla. Cinco dias después de que empezaron Jas agresiones, el Teatro Iris anuncié dos espectaculos espe. ciales, una matiné y una funcién vespertina a la que sdlo's admitirian mujeres. La pieza fuerte del programa era 1h discurso pronunciado por la directora del teatro, la famosa. diva Esperanza Iris, titulado “El derecho de cortarse la me: lena, dedicado especialmente a las ‘pelonas’”. (Demostraii: do su cuidadoso manejo econdémico, el Teatro Iris repitis:el ograma entero el siguiente fin de semana para una au- jencia de ambos sexos, y Esperanza Iris seguia discurrien- sobre el tema ante su piiblico cuando se fue de gira por jombia en 1928.)** Mientras tanto, el gobierno municipal, «ie ya tenfa una patrulla especial de la policia asignada para Salas de cine y los teatros de la capital, auments la vigi- gia de estos locales “con el propdsito de impedir que cual- ier barbaro fuera a secundar el incalificable atentado”.” sos actores politicos de varios tipos también entraron. lebate. El sindicato de obreros, la Confederacién Regio- @brera Mexicana (cro) hizo que sus representantes hi- an declaraciones ante la prensa en las que expresaban. rechazo de los obreros a los ataques contra las pelonas. seguraban que ahora cualquier obrero tenia un compor- iento mas correcto y sabia como respetar a una dama jor que cualquier estudiante.* El vocero de la Comision. lacional Agraria envid un telegrama al gobernador del Dis- ito: Federal (que es, en esencia, el alcalde no electo de la siudad de México) quejandose de que las empleadas de ‘émision tenian miedo de padecer ultrajes semejantes y xigian que el gobierno tomara medidas para protegerlas.*! Secretarfa de Educacién Publica (skp) anuncié que en s0'de ser aprehendidos, los estudiantes que habian come- ido:los atropellos serfan expulsados. Al mismo tiempo, algunos estudiantes emprendieron eciones para garantizar a la sociedad y al Estado que ellos ‘ismos podian encargarse de que se observara un buen "featro Tris hoy sabado 26” [anunciol, Bxcélsior, 26 de julio de 1924, Hoy sabado se repeliré la funcion femenina en el Iris” [anuncio], ior, 2 de agosto de 1924, p. 11, aunr, Fondo Esperanza Tris, progra- expediente 14, caja 101, Desgraciadamente, no queda documentacién ‘que Esperanza Tris dijo en esas charlas. ® "Una protesta de la Sociedad de Alumnos”, Excélsior, 23 de julio de “ "Por cada pelona...”, El Universal, 23 de julio de 1924, seceién 2, pi Z “Una cuestién de honor que deshonra ta ciudad”, El Universal, 24 de juli de 1924, *7Cémo y en dénde estaran seguras las pelonas” (anuncio}, Excélsio 24 de julio de 1924, p. 7. 14 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS: LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 15 comportamiento civil. Los estudiantes de sexo masculing de la Escuela de Medicina formaron un Comité Pro-Pelona en rechazo a sus compafieros que habian agredido a las pelonas, mientras que los cadetes del Colegio Militar y la Escuela de Aviacién proclamaron su intencién de reunir patrullas que cuidarfan a las pelonas en otras escuelas,’y también en Ja de Medicina. Esto condujo, a su vez, a que log muchachos de las diferentes escuelas se confrontaran treg dias después de la segunda agresién. En un ambiente de gran nerviosismo y agitacion, los jovenes de la Escuela de Aviacion y el Colegio Militar se encaminaron hacia la Escuela de Me: dicina, donde los estudiantes de otras escuelas ya se habfan: reunido para apoyar a los estudiantes de sexo masculind; Los periodistas se acercaron a mirar, asi como varios miem= bros del ejército que iban uniformados y armados (la infor macion de los periédicos no deja en claro si-alguna autori dad responsable los envié con una asignacién oficial o si-se encontraban en el lugar por simple curiosidad o por solida- ridad con los cadetes). Las provocaciones entre ambos grupos de estudiantes parecian a punto de convertirse en un enfrentamiento a gol: pes cuando los soldados comenzaron a ordenar a toda Ja. multitud que se dispersara. Finalmente, un soldado hizo uit disparo al aire, que sin embargo causé una leve herida:a un estudiante, y todos los demas presentes se convencieron’ de que era mejor irse. En Tampico, al dia siguiente, otro grupo de jovenes agredi6 a dos mujeres de pelo corto que estaban tomando el sol en la playa de Miramar; pero las mujeres lograron ale: jarse a nado, y los muchachos fueron arrestados y puestos tras las rejas. Mientras tanto, seguramente bajo la presién de las autoridades, los dirigentes de los dos grupos de estt diantes de la Ciudad de México se reunieron en privado y acordaron una reconciliacion publica. Asf, la “cuestién de. honor” se resolvid entre los jévenes, sin una palabra de las. mujeres por quienes se habian peleado.” En efecto, las pe- jonas desaparecieron de la historia, al menos de manera emporal. UNA CUESTION DE HONOR urante las semanas y los meses siguientes las revistas hi- cieron el recuento de toda la historia, y la condena ptiblica lé-las agresiones en contra de las pelonas tom6 un tono sas jocoso y relajado. Los periodistas se concentraron otra z.en quiénes eran las mujeres de pelo corto y si eran o no xualmente atractivas. Los comentarios sobre los jévenes que las habian agredido cambiaron rapidamente hacia un fnimo de divertida comprensién. Un tfpico articulo de re- sta mezclaba un suave regafio para los agresores (“todo el mundo tiene derecho de seguir Jas modas universales por yidiculas que sean y a nadie debe importarle que su vecino ‘se ponga las cosas mas absurdas [...] ésa es, precisamente, ma. de las conquistas apreciables de la civilizacién ”) con la iprobacién explicita de sus actos: hay ocasiones en que se comprende ese gesto esiudiantil ante Jas exageraciones en que incurrimos por imitar lo que se usa en otras partes. Hay pelonas que deberian ser proscritas del tra- fico citadino [...] que se merecerjan estar a pan y agua hasta que se dejaran el cabello a la simple y sencilla usanza de su pais. Esos tipos tonsurados [...] con todos los ademanes ordi- narios de los Yankees corvientes, ya lo cred que necesitan accién directa. A ésos si deberian bafiarlos y ponerles trenzas postizas.** ¢Quiénes eran esos jévenes, cuyas agresiones publicas nicontra de las mujeres podfan entenderse y perdonarse “= "Se solucioné Ja ‘cuestién de honor’ entre cadetes y estudiantes de ‘iedicina”, El Universal, 27 de julio de 1924, seccién 2, p. 1. 8 Sorando, 1924, p. 6. 116 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS. LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS" W7 tan facilmente? ¢Y quiénes las pelonas que les inspiraro; tal violencia? : La posicién de todos los grupos de estudiantes —las. lonas, sus agresores y sus defensores— en relacién con ¢ Estado posrevolucionario era critica. Por principio de cu tas, todos eran estudiantes. Como se ha demostrado en niu. chisimas investigaciones, la educacién en todos sus aspect se formé gracias a los esfuerzos del Estado posrevoluciona. rio para construir la nacion y legitimarse. Quién podia apréen: der o ensefiar qué, y los lugares y las condiciones en qué'le hacia, eran resultado y proyecto de los intereses ideol6gice: y pragméaticos del Estado. Y la experiencia de la educacié tenfa un sesgo fuertemente marcado por fa cuestién de gé nero.* Aunque las oportunidades de educacién que acaba: ban de introducirse beneficiaban tanto a los hombres coin a las mujeres jévenes de la Ciudad de México, las mujeré: tenian mds que ganar. Para las mujeres que no pertenecifan a los estratos mas altos de la élite, la educacién era un rega: jo del nuevo gobierno benefactor, asi estuvieran asistiendo alguna institucién recién integrada como la Escuela Nacio- nal Preparatoria, las escuelas vocacionales que acababan di formarse, o a escuelas de reciente expansion y mejoramien: to, como la Escuela Normal. Con la adopcién del estilo d las pelonas, las j6venes comunes y corrientes de la Ciudad de México reclamaban dos identidades diferentes: personifi caban el glamoroso aspecto de las mujeres de la socieda local y las celebridades internacionales, pero al mismo tiem: po se vinculaban con la Revolucién y sus proyectos educati: vos de género. Los muchachos que tenian los privilegios y el poder su- ficientes para asistir a instituciones viejas e importantes, como la Escuela Nacional Preparatoria y el Colegio Militar, tenfan poco que ganar y mucho que perder con Ios cambio: ef’sistema nacional de educacién superior. Estos jévenes '4:se sinticron llamados a defender estas instituciones y igares en la vida politica del pais (entre los dirigentes jliantiles que hablaron por los grupos a favor de las pe- inagse contaban jévenes de las familias Avila Camacho y fo Villegas, Jo que nos da algin indicio sobre el impor- te papel de las escuelas en la formacién de la dirigencia itdix-politica e intelectual del pais). Tanto los que ataca- alas pelonas como los que las defendieron echaron ino-de su categoria social y las tradiciones de su institu- spara dar forma y significado a sus palabras y actos. ina costumbre que los estudiantes mayores mojaran y paran a la fuerza a los renuentes novatos; era un acto iniciacién. Al querer hacer lo mismo con las estudiantes de asescuelas o al ir a otras escuelas preparatorias para ha- Joracostumbrado, los estudiantes de primer afio estaban irtiendo los significados en una negacién de la tradicion Olax. Por otra parte, las cabezas rapadas, ademas de ser antiguo signo de vergiienza y ostracismo social, también dan eco a las practicas higiénicas “modernas”, como las mpleadas en el tratamiento de los prisioneros o de las per- jnas con piojos. Con esto, los jévenes que atacaron a las lonas se situaron como agentes de la modernidad (revo- ionaria) y sus victimas como sujetos de la modernizacion al darse cuenta de ello, las pelonas respondieron decla- Fado que su estilo de peinado era “mAs prdctico” que el olargo).*> Los cadetes militares que defendieron a las pelonas pro- jeron, por su parte, un discurso diferente. En vez de ac- ardesde el contexto intelectual de la higiene social mo- ernizadora y el repudio a la tradicién, los cadetes militares adoptaron la posicién paternalista del nuevo gobierno mexi- 6, El régimen posrevolucionario de 1924 apenas acome- * Véase, por ejemplo, Bantjes, 1998; Beckeer, 1995; Gonzalbo Aizpurii; - 1998; Loyo, 1997; Rockwell, 1994; Vaughan, 1982 y 1997, 3 “La opinion de ellas”, Bl Universal, 22 de julio de 1924, seccién 2, p. 2. 118 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS, LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” dio yon sus oportunidades fortaleciendo su filiacién cultural y politica con el Estado. En vez de tratar de renunciar a la za cosinica, llegaron a encarnar la Revolucién. Para entender el terreno al que se trasladaron las pelo- as). consideremos otra serie de acontecimientos que llena- los periddicos en la primavera y el verano de 1924: las estas de inauguracién del Estadio Nacional. Estas ceremo- las --versiones grandiosas de las festividades de inaugu- yacion que la skp acostumbraba celebrar con ocasién de la apertura de escuelas ptblicas en la capital— comenzaron intes de que la construccion estuviera totalmente termina- »-de manera que (como explicaban los anuncios de los pe- yiddicos), las ventas de los boletos financiaran la conclusién el-edificio, Estas representaciones masivas de “gimnasia yftmica”, para usar el término que se emplea en inglés, ya @asi se han esfumado de la memoria publica, y han recibido escasa atencion de parte de los historiadores de la cultura o otros académicos.** Pero en ese momento eran alternati- vas importantes y populares en las que uno pod{a matar el {iempo en vez de ir a la iglesia o al cine, los otros pasatiem- pos disponibles del domingo en la tarde, que era cuando se llévaban a cabo. vs. La arquitectura modernista del nuevo estadio despert6 escasa admiracion. “Desde el principio, en 1924, el estadio blanco de abundantes bromas por su desagradable as- pecto”, escribe Eduardo Flores Clair; “pero en el ambiente siempre quedo la sospecha” de que el edificio seria usacdo sobre todo para “rituales polfticos, es decir, las concentra- ciones masivas, los actos de gobierno y las ceremonias de protesta de los presidentes”.© (El rumor se convirtié en rea- lidad: para 1932, el jefe del departamento de Educacion Fi- tfa sus primeros esfuerzos por insertar a todos los mexica: nos dentro de una “familia revolucionaria”, sustentandos¢ como jefe patriarcal de la familia.°* Los jévenes defensoreg de las pelonas (del sexo masculino) se erigian en represen: tantes del jefe de familia; de ahf que se hicieran responsa- bles de “sus pelonas” —como decfan los periddicos—; era: una “cuestién de honor”.*” Ambos grupos de j6venes —atacantes y defensores pueden entenderse mejor si se piensa que intentaban reaco- modar a Jas pelonas en una posicién subordinada dentro de una nueva realidad. (Esta nueva realidad no se limitaba:a' los cambios politicos y econémicos creados por la Revolti= cién; también comprendia el cambio cultural promovido. por el cine, la radio, las publicaciones baratas y las modas cambiantes.) Las pelonas habfan desafiado la subordina: cion, tanto en la imaginacién nacional como en la vida real, en los salones que compartfan con sus compafieros del sexo masculino, Estas agresiones no acabaron con sus desafios:a la jerarquia de género; pero si cambiaron los términos en. jos que peleaban. ENCARNANDO LA REVOLUCION (LAS PBLONAS CONTRAATACAN) Las agresiones de los estudiantes y el clima cultural qué permitié que ocurrieran llevé a las pelonas a dejar de decl rar que pertenecfan a una “revoluci6n mundial”, segiin la moda difundida por los medios internacionales.** En cam= bio, buscaron proteccién ante los peligros fisicos y mejora= 58 Véase una discusién del concepto de la “familia revolucionaria” ev Zolov, 1999. 5? “Los cadetes del Colegio Militar lanzan un reto a los estudiantes de. medicina”, El Universal, 25 de julio de 1924, seccién 2, p. 1. 58 Jacobo Dalevuelta, “Las Pelonas dispuestas a defenderse con energia”, El Universal, 22 de julio de 1924, seccién 2, p.1. ¥ Hay excepciones; véase, por ejemplo, Lorey, 2004, pp. 233-248; Flores Clair, 1991-1992, pp, 163-169; Vaughan, 1982, pp. 239-366 y Gallo, 2005, pp. 201-206. © Flores Clair, 1991-1992, p, 168. 120 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS. LA GUERRA CONTRA “LAS PELONAS” 121 sica se vio en la necesidad de suplicar a los funcionarios. d la sep la posibilidad de usarlo asi fuera ocasionalmente para actividades atléticas, en vez de los “festivales [...] del depay tamento del Gobierno”).*' Pero si el estadio carecia de aprobacién publica, esto sélo contribuia a que fuera mayor el interés del secretario Vasconcelos en enfatizar su impo) iancia. Asi pues, la Secretaria de Educacién organiz6 no uno, sino tres grandiosos festivales patridticos para inauguz rar el Estadio Nacional. La mayorfa de las mujeres participantes en tales espec. taculos --coreégrafas, organizadoras, bailarinas, atleta: y enfermeras de la Cruz Roja seguian la moda flapper, Algunas no se hab{an cortado el pelo, pero se lo recogfan ocultandolo bajo el tocado o el sombrero de campani Aunque no era la intencién del secretario Vasconcelos, eg tos festivales y ocasiones similares se convirtieron en una: oportunidad para que las mujeres empleadas por el gobier- no se exhibieran en masa, como pelonas y como represen: tantes de la Revolucién, Asi, la cobertura que daban los pey riédicos de estos festivales solia mostrar a las mujeres:en ropa de gimnasia o en togas seudogriegas, estilizadas mai o menos segtin el modelo del vestido flapper. En estos e: pectaculos también mostraban, quiz sin percatarse siqui ra, la gran cantidad de mujeres jévenes que habian encon: trado un lugar en la skp. El programa de la tercera de Ja: tres celebraciones inaugurales comprendia, por ejemplo, un coro mixto de mil voces cantando piezas de Beethoveri, Delibes y Wagner; una “Danza Egipcia” ejecutada por mu: jeres que estudiaban en la Escuela de Educacién Fisica, un grupo de 200 bastoneras integrado por profesoras de. gimnasia. Las notas de los periédicos comentaban que la muche= fainbre de los asientos baratos respondia con entusiasmo a ‘os “los diferentes nimeros del programa”, lo que el perio- sta sefialaba como “una prueba del mejoramiento intelec- del pueblo”. Los organizadores de los espectaculos han jnaber credo que el gran nGmero de ejecutantes por si solo 1erfa al puiblico: uno de los anuncios de la inauguracién. “Estadio Nacional llevaba el encabezado: “800 gimnas- 5/300 danzantes/coro de 1000 voces”.8 Los miembros del ( ‘blico compartian la experiencia de estar en una apretada y tanto cadética muchedumbre mientras miraban a un gru- (0 sumamente organizado (pero casi tan apretujado) de casi jgual.tamaiio, y esto parece haber sido la parte més memora- ble — Frederick Starr, "Diario", anotaciones del 19 de agosto de 1928, cua derno 57, caja 21, Frederick Starr Papers, Special Collections, Regenstel Library, University of Chicago. ® Véase, por ejemplo, la historia de vida de la maestra de baile y entre: nadora de deportes Alura Flores (Cano y Radkau, 1989). % Para las formas de inspeccién de los maestros de educacién Fisica los horarios de ensefianza de las acompafiantes al piano, véanse tos arch vos personales en la caja 9504 y la caja 9114, Ramo Bellas Artes, Subsecre: taria de Educacién Publica, Antonio Ortiz, “En la calle se dice”, Bl Universal Grafico, 11 de enero 50, p. 16. ® Nerenice Naranja, comunicacién personal, 12 de julio de 2001. 126 LA CULTURA REVOLUCIONARIA EN LOS CUERPOS que al aprovechar las nuevas oportunidades que el Estad. posrevolucionario les brind6, las pelonas se abrieron:¢ mino en el mundo, en cierta medida al menos, de acuerd, con sus propias condiciones. Una victoria limitada; perg real.

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