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Por otra parte Murillo y Román (2013) llevaron adelante una investigación
respecto a cómo los directores de escuelas de América Latina distribuían el
tiempo en el desempeño de sus funciones. Los resultados de la misma indicaron
que el 60 % de los directores tenían una dedicación de tiempo completo, y que el
80 % de esa dedicación estaba destinada a tareas directivas y de gestión,
mientras que el 20 % restante a tareas de docencia realizadas directamente en
el aula.
Respecto de las tareas de gestión, la mayor parte del tiempo (25%) estaba
destinado a tareas administrativas, un 16% a la función pedagógica, y un 16%
en tareas de supervisión y asesoramiento a los docentes. El tiempo restante era
utilizado en otras actividades vinculadas con la obtención de recursos para la
institución y en las relaciones con la comunidad interna y externa, entre otras.
Si bien la investigación se centra en directores de escuelas primarias, los autores
refieren que otras investigaciones que perseguían objetivos similares y que
fueron realizadas con directores de escuelas secundarias, arrojaron resultados
similares a los obtenidos en su investigación. Las instituciones técnicas
secundarias no quedan fuera de esta situación, las responsabilidades
administrativas son cada vez mayores lo que requiere que los directores inviertan
una gran cantidad de tiempo en ellas.
Otro de los resultados obtenidos en esta investigación (y en investigaciones
similares que referencian estos autores) sostiene que el porcentaje de tiempo
que los directivos dedican a tareas vinculadas con la dimensión pedagógica
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(actividades relacionadas con la enseñanza y el currículum) incide positivamente
en el desempeño de los estudiantes de la escuela.
En sus consideraciones finales refieren sobre la importancia de que el equipo
directivo pueda destinar un mayor tiempo a las tareas vinculadas con su función
pedagógica, ya que esto influiría en mejores aprendizajes y mejores desempeños
de sus estudiantes. Resulta paradójico que al mismo tiempo que las escuelas
técnicas deben desarrollar nuevas competencias profesionales para asumir
nuevos roles, los equipos directivos deben dedicar gran parte del tiempo a la
gestión administrativa. Si bien reconocen que parte del tiempo que el equipo
directivo destina a las tareas administrativas se deriva de las demandas y
exigencias del propio sistema educativo, un porcentaje del mismo estaría
relacionado con la forma en dichos equipos organizan su tarea de gestión.
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3. Definir las actividades: este principio refiere al hecho de definir las
funciones de cada uno de los actores, es decir, que el equipo directivo pueda
explicitarlas y que todos conozcan las funciones de todos para saber a quién
recurrir frente a una necesidad en particular. Es importante evitar los
supuestos en este punto, es decir, suponer que el otro sabe lo que tiene que
hacer y que no es necesario explicitar sus funciones.
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Las acciones que forman parte de este cuadrante son aquellas que se relacionan
en forma más directa con nuestro objetivo y que no requieren de una respuesta
inmediata. Forman parte de este grupo todas esas cosas que sabemos que son
necesarias hacer, pero que generalmente no le destinamos el tiempo necesario
porque no son urgentes, como por ejemplo construir equipos de trabajo, o
desarrollar una planificación a mediano y largo plazo, etc.,
Para Covey las actividades de este cuadrante son el corazón de una gestión
efectiva, ya que se tratan las cosas que no son urgentes pero sí importantes. Las
personas que destinan más tiempo a estas actividades que a las de los
cuadrantes III y IV tienen más probabilidades de lograr los resultados esperados
efectivas porque, urgentes o no, no son importantes. Según Covey “para decirles
<<sí>> a las prioridades importantes del cuadrante II, hay que aprender a
decirles <<no>> a otras actividades, algunas de ellas en apariencia urgentes.
(…) Para esto es necesario tener claridad y decidir cuáles son las prioridades más
altas, y saber decir no a otras cosas (…) la clave no es dar prioridad a lo que está
en la agenda, sino ordenar en la agenda las prioridades.” (Covey, 1997: 95 – 96)
En el esquema que sigue a continuación podemos observar ejemplos de los tipos
de actividades anteriormente mencionados:
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Para optimizar el tiempo y poder centrarnos en las actividades importantes y no
urgentes (cuadrante II) es importante la planificación de estas acciones. El hecho
de planificar, de anticipar y prever contribuyen significativamente a reducir las
situaciones críticas y urgentes del cuadrante I. Dicha planificación debe ser una
herramienta práctica que esté al servicio de lo que queremos llevar adelante. En
el próximo apartado abordaremos una propuesta de planificación que nos ayude
a organizar las tareas importantes.
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Al mismo tiempo requiere definir qué es lo que deseamos que suceda en la
escuela y hacia dónde queremos ir. En este punto es fundamental la
coherencia con el Plan de Mejora (si se ha elaborado)
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y, en función de ella, se definen acciones que pretenden dar respuesta lo más
contextualizada posible a la misma. (Abregú, op. cit.)
- Implementación y monitoreo: en esta etapa se llevan a cabo las acciones
propuestas en la etapa anterior; y se relevan evidencias concretas del
desarrollo de las mismas. Estas evidencias permitirán establecer si es o no
necesario hacer alguna modificación durante la marcha en las acciones
previstas, los tiempos establecidos o los resultados esperados. Algunas
preguntas que pueden ayudar a visualizar cómo se lleva adelante la
implementación pueden ser ¿las acciones que se llevan adelante se
corresponden con nuestro foco y objetivo? ¿Qué resultados obtuve luego de
llevar adelante estas acciones? ¿Qué ajustes son necesarios hacer?
- Evaluación de logros y resultados: en esta etapa se analizan las
evidencias y el estado de avance de la propuesta de mejora en general en
función de los objetivos propuestos.
Como mencionábamos en la clase, creemos que una propuesta de mejora debe
estar centrada en la mejora de aquellas prácticas de gestión que se vinculan
directamente con la función pedagógica del equipo directivo, teniendo en cuenta
que la formación del estudiante es el centro y el eje de nuestra tarea, la
enseñanza.
En este sentido, consideramos que las principales acciones de la dimensión
pedagógica pueden estructurarse en tres grandes ejes:
EJE 1: Acompañamiento e Instancias formativas: refiere a la promoción y
acompañamiento por parte del equipo directivo de los espacios de formación en
que el equipo docente haya participado, como también de aquellos espacios que
se hayan promovido desde la propia escuela (cursos, jornadas de reflexión,
trabajos sobre consignas particulares, etc.). Se considerará además las
instancias de formación individual que haya transitado el equipo docente.
EJE 2: Planificación de la enseñanza: este eje refiere tanto a las acciones
emprendidas desde el equipo directivo y su labor pedagógica en actividades de la
planificación de la enseñanza, como también las acciones que los docentes
realizarán a nivel individual, por ciclo u especialidad. Contempla las acciones
vinculadas con el establecimiento de acuerdos institucionales vinculados con la
propuesta de formación a nivel institucional.
También contempla las prácticas de planificación de cada docente y/o ciclo,
y/especialidad, ya que a partir de ellas se evidencia la presencia o no de las
pautas y orientaciones que se han acordado institucionalmente.
EJE 3: Supervisión de las prácticas de enseñanza: refiere a la supervisión
del desarrollo de la planificación docente y de las acciones concretas que el
mismo lleva a cabo con los estudiantes. Es decir, refiere al currículum en acción.
Este eje contempla aquellas acciones por parte del equipo directivo para
acompañar al equipo docente en establecer los ajustes que sean necesarios en
función de los acuerdos institucionales consensuados sobre las prácticas de
enseñanza y el desarrollo del curriculum. Ejemplos de estas acciones pueden ser
la observación de clases y de los cuadernos y carpetas de los estudiantes, como
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también las instancias de devolución y retroalimentación. Otro ejemplo
encuentros para el acompañamiento a los docentes y alumnos que se encuentren
realizando las actividades de prácticas profesionalizantes.
A continuación, proponemos para cada uno de estos ejes (y a modo de
sugerencia) algunos aspectos en los cuales poder hacer foco para llevar adelante
una propuesta de mejora, teniendo siempre en cuenta el contexto y
particularidades de cada institución educativa:
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• Elaborar tablas de desempeño y/o indicadores de avance por área, ciclo,
que sirvan como base para la planificación y el diseño de evaluaciones
por parte de los docentes.
• Supervisar que los entornos formativos respondan claramente a las
necesidades del curriculum y a lo establecido en los marcos de
referencia
• Fortalecer los procedimientos institucionales para la revisión y la
retroalimentación de las evaluaciones de aprendizaje elaboradas por los
docentes.
• Monitorear las capacidades adquiridas por los estudiantes en los
entornos formativos en su trayectoria formativa técnico específica.
• Fortalecer las prácticas de observación de clases y revisión de cuadernos
o carpetas de clase por parte del equipo directivo.
Fortalecer las instancias de acompañamiento y asesoramiento a docentes.
Bibliografía de referencia
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