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LIBRO I
ESTÉTICA MODAL
LIBRO I
LOS MODOS: Lo que tienes que hacer, lo que puedes hacer y lo que al cabo
haces, o no ............................................................................................... 33
El modo de lo Necesario .......................................................................... 37
El modo de lo Contingente ...................................................................... 51
El modo de lo Posible .............................................................................. 65
El modo de lo Imposible .......................................................................... 79
El modo de lo Efectivo ............................................................................ 93
El modo de lo Inefectivo .......................................................................... 109
[11]
* * *
[13]
Para empezar habrá que darle su atención a cada una de los tres
ámbitos que han sido constitutivos de esta vieja disciplina: lo artís-
tico, lo estético y lo cultural, es decir, a lo relacionado con la obra de
arte, lo relativo a la sensibilidad y lo que atañe al despliegue social
de ambas1. Y habrá que hacerlo mediante herramientas conceptua-
les especialmente adecuadas para cada una de ellas.
Tomad pues las líneas que siguen como si se tratara de ese mo-
mento en que la orquesta afina sus instrumentos y se oye un gui-
rigay que no es la música que va a sonar, ni mucho menos, pero
que —en cierta manera— da pistas sobre lo que luego va a suce-
der.
* * *
1
Obviamente la consistencia concreta en la que esas tres dimensiones se mues-
tran será cuestionada en las páginas que siguen, pero, vaya, eso no obsta que tome-
mos estas tres dimensiones como hitos con los que orientarnos.
La autonomía no es algo de lo que se pueda estar «a favor» o «en
contra», ni siquiera es algo de lo que podamos prescindir, puesto que,
si no damos cuenta de ella, a buen seguro alguien lo hará por noso-
tros. Y eso sucede desde los estratos más básicos, puesto que la auto-
nomía es, para empezar, una categoría, una forma especialmente con-
veniente y fértil de aprehender todo tipo de procesos biológicos,
psíquicos y sociales entre los que —cómo no— se encuentran las
prácticas artísticas. Parafraseando a Francisco Varela podríamos de-
cir que la nueva estética «en lugar de tratar principalmente con unida-
des heterónomas que están relacionadas con su mundo mediante la
lógica de la correspondencia [...] trata de unidades autónomas que
funcionan mediante la lógica de la coherencia y la de la disonancia».
Es por eso que nos gusta pensar que aquello que debe constituir el
objeto de nuestra acción y nuestra investigación es algo así como una
«autonomía modal», una autonomía cuyos agentes y beneficiarios
sean los modos de hacer o los modos de relación. Decimos que son mo-
dos de relación puesto que lo que ponen de manifiesto es, sobre todo, la
importancia de dar con una composición, con una proporción que
ponga en relación las diferentes polaridades con las que tengamos que
lidiar.
* * *
13
Éstos eran grupos e iniciativas radicadas en el Estado español, pero por su-
puesto, otro tanto estaba sucediendo en Francia con Ne pas plier, en Alemania con
Kein Mensch ist Illegal, en el Reino Unido con Reclaim the Streets o en EEUU con
RtMark (que luego serían los YesMen). Toda una ola de performatividad estética
aplicada a lo político que marcó la década de los noventa y el arranque del siglo XXI.
14
Michel de Certeau había publicado en 1967 sus Manieres de faire que no se-
rían traducidas al inglés hasta 1992 más o menos y que nosotros tradujimos al es-
pañol. John Berger llevaba también años hablando de sus «Ways of seeing». Se
trataba en todo caso de esbozos de un pensamiento relacional sobre el que apoyar
nuestra propias pesquisas.
15
Más abajo hablaremos de valores. Ya sé que es una palabra poco habitual en
el pensamiento contemporáneo, pero de la mano de Hartmann y Morawski quizá
haya que darle vuelta y vuelta a la cuestión.
16
Hannah Arendt, en La condición humana, ha hecho uno de los estudios más
hermosos sobre los matices del «hacer». Entre ellos, el «poiein» alude a un hacer
claramente performativo, que construye su propio quehacer y los medios que precisa.
17
Gilles Deleuze y Claire Parnet, Diálogos, Pretextos, Madrid, 1997.
18
Véase, a este respecto, el «Ontológico apéndice» situado al final del libro.
Así que nos harían falta categorías específicas que nos permitie-
ran entender cómo era que —aunque el mundo ya estaba ahí— cada
modo de relación suscitaba una distribución de entes diferente y en
cierta medida contribuía a «cambiarlo». Haber, lo que se dice haber,
sólo hay un mundo, pero sin duda éste no era del todo el mismo
cuando un grupo de parados y paradas, que hasta entonces eran
sólo números en las cuentas del INEM, se organizaban y tomaban
las calles y de paso sus propias vidas. Ésos eran los modos de rela-
ción que nos interesaban y parecía que la manera en que las prácti-
cas artísticas habían procedido —incluso las más clásicas— nos po-
día ayudar a entender esto...
* * *
19
Para Raymond Bayer la experiencia estética «actúa en tres tiempos: un equi-
librio percibido, una resonancia ritmada y un juicio que la expresa. Ahora bien, el
juicio no se remonta a su causa primera. No existe, por consiguiente, visión directa
y clara de la obra: sólo un segundo término, la resonancia ritmada, interpone como
una especie de pantalla y como un médium, modifica el problema, confiriendo un
nuevo timbre al pensamiento que juzga» (G. 11 477).
La «resonancia ritmada» viene a ser como una especie de membrana, un doble
espejo que refleja por un lado lo que conocemos del objeto mientras que por el otro
refleja lo poco o mucho que aportamos de nuestra propia cosecha. En la noción de
resonancia ritmada se destaca una cierta coincidencia de patrones que se advierten
y se reconocen a la vez como presentes en la obra, en nosotros mismos y en nues-
tros semejantes modales, es decir, en aquellos con los que compartimos modos de
relación. Por eso es que hay una «resonancia ritmada», porque compartimos esos
ritmos —esas proporciones, esas medidas— con el objeto y eso nos hace capaces de
resonar con ellos, al unísono.
22
Al igual que sucede con una aleación de metales como la del bronce, mez-
clando cobre y estaño, se consigue que los modos de relación resultantes —aunque
mantengan las propiedades físicas y químicas de sus componentes— pongan de
manifiesto propiedades mecánicas que no estaban antes: dureza, ductilidad, tena-
cidad...
23
Sobre tensegridad pueden consultarse los textos fundamentales de Buck-
minster Fuller en la red. Para una lectura en español, el libro de referencia es el de
Valentín Gómez, así como su página web tensegridad.es
Así, sin demasiada violencia, nos vimos equipados con tres cate-
gorías modales25: lo repertorial, lo disposicional y el paisaje... que no
sólo daban cuenta de la contextura de los modos de relación que
estábamos investigando, sino que nos permitían un acercamiento
crítico a los mismos.
Pero, aunque todo eso estaba muy bien, aún nos quedaban mu-
chas cuestiones pendientes. Por ejemplo, no sabíamos porqué ni de
qué manera un modo de relación mutaba y pasaba de ser una ins-
tancia viva de inteligencia y sensibilidad a convertirse en una rutina
acartonada... o cómo lo que había sido una exploración gozosa y
fértil de variaciones —como había sucedido con las vanguardias—
se convertía en un juego cansino y cínico: ¿cómo pasar de Marcel
Duchamp a Jeff Koons sin atragantarse ni perder la compostura?
Podíamos empezar a explicar la constitución de los modos de rela-
ción en función de los variables equilibrios entre repertorios y dis-
posiciones tramados en un paisaje, entre lo que da coherencia y lo
que aporta variación en un momento social e histórico dado, pero si
queríamos dar cuenta del devenir de los modos de relación nos ha-
rían falta más piezas...
* * *
27
Megara, que ahora es un barrio de Atenas, fue en su momento una pujante
polis que se atrevió a desafiar el imperialismo aristocrático de Atenas y lo hizo no
sólo en un plano político y militar (en el que fue derrotada), sino también en un
plano intelectual (en el que fue convenientemente olvidada).
y tramando así toda una teoría del cambio que parecía mucho más
versátil que el juego entre potencia y acto característicos de la lógica
y la ontología aristotélica28.
Y por supuesto, a su vez hay que contar con los modos negativos.
Con lo contingente aparece lo que no tenemos porqué hacer, con lo
imposible lo que no podemos hacer y con lo inefectivo lo que no hace-
mos o lo que dejamos de hacer.
Por las mismas, decíamos de algo que era contingente, que no tenía-
mos porqué hacerlo, si nos parecía que no era repertorialmente rele-
vante, o bien porque sólo añadía ruido al conjunto de referencia, o bien
porque no había conjunto de referencia alguno que tomar en cuenta.
28
Para un tratamiento más amplio de esta cuestión rogamos al lector que se
dirija al capítulo titulado «Ontológico Apéndice» y sobre todo al tomo II de la
Ontología, de Nicolai Hartmann, dedicado enteramente a estas apasionantes dis-
cusiones.
29
Importante: un momento modal no es un momento tal cual, no es un instan-
te en una serie irreversible. Un momento modal es una decantación de un equili-
brio —entre otras que pueden suceder simultáneamente— una forma de orden a
través de las fluctuaciones en que se dejan ver los diferentes modos de relación, que
como buenas estructuras disipativas se hallan en constante intercambio con el me-
dio. De esto hablaremos con detalle más adelante.
Y ese juego —lo vimos pronto— tenía unas reglas que había que
investigar. Así, había que tener presente lo que Hartmann llamaba
la «Ley modal fundamental» —nada menos— según la cual los mo-
dos de lo necesario/contingente y los de lo posible/imposible eran
modos relativos que sólo podían decirse respecto de los modos ab-
solutos de lo efectivo/inefectivo.
* * *
Para pensar en ello nos harían falta aliados más allá del muy li-
mitado campo de la filosofía académica y del pensamiento estético.
Habría que ir a buscar prototipos relacionales donde los hubiera y
en este caso tuvimos que recurrir a la física, la ecología o las mate-
máticas. Esto nos llevará, en la segunda sección de este libro, a plan-
tearnos tres formas diferentes de concebir las relaciones intermoda-
les. Recurriremos para ello a tres tipos de diagramas que resultarán
especialmente fértiles para dar cuenta de los problemas que todo
pensamiento estético debe abordar para ser digno de ese nombre.
Muchas cosas son para un solo libro, en estos tiempos en los que
—a todo esto— tan difícil resulta escribir un libro que sea algo más
que una recopilación de artículos. Para bien o para mal este libro no
tiene nada que ver con eso. Esto quiere decir que es muy posible que
después de leído el despistado capítulo, el de lo Necesario, te en-
cuentres completamente despistado. Ésa es la idea, de hecho: para
Tal y como hemos visto con Buckminster Fuller hay dos órdenes
de potencia. Tenemos la potencia de lo Gravitacional y la de lo Irra-
diante, la de lo Centrípeto y lo Centrífugo en los términos que le
eran queridos a Goethe o, como dice el I Ching, la de lo Receptivo
y la de lo Creativo. En todos los casos se trata de la potencia de lo
que constituye repertorio y la de lo que lo disgrega o lo ignora si-
guiendo las disposiciones que cada cual puede poner en juego. En
ese sentido, aludiendo a esos dos órdenes de potencia, hablaremos
de lo Repertorial y lo Disposicional.
[33]
* * *
Leyes de la repertorialidad
Leyes de la disposicionalidad
Éstas son las piezas del juego con el que vamos a empezar el li-
bro. Luego caerá alguna más, pero con esto tenemos para ir arran-
cando.
Por supuesto que el hecho de que algo sea una causa cooperan-
te implica que va a actuar en compañía de otras causas que tam-
bién serán, a su vez, cooperantes. Será entonces el conjunto de to-
das las causas cooperantes de un determinado complexo las que
constituyan «su necesidad». Lo necesario se dirá entonces no tan-
to de este elemento o de aquel por separado, sino de ese conjunto
cooperante o más bien de aquello que hace de cada elemento un
componente del conjunto cooperante en cuestión. Ésa es la cualidad
de lo repertorial.
1
Una combinación y una forma / en la que todos los dioses parecían haber puesto
su sello / para dar al mundo constancia de aquello que es un hombre.
[37]
2
Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, Madrid, 1914, p. 154.
3
En palabras de Souriau: J’insiste sur cette idée que tant que l’oeuvre est au
chantier, l’oeuvre est en péril. Dans chaque moment, chaque acte de l’artiste, ou plutot
de chaque acte de l’artiste, elle peut vivre ou mourir». Etienne Souriau, Les Différents
modes d’existence, París, 1943, p. 208.
* * *
4
La discusión sobre los valores estéticos, su anchura y altura, así como sobre
la «resistencia» que trama su combinación en toda obra de arte o toda experiencia
estética, tendrá que ser aplazada hasta el primer bloque de la segunda sección de
este libro.
5
Para Dumezil la trama básica de las culturas indo-europeas se basa en la ar-
ticulación interdependiente de tres funciones: la sacerdotal, racional-científica, la
militar y la productiva... Esta tripartición se refleja en la ya mencionada tríada ca-
pitolina, pero también puede encontrarse en el Rig Veda, y en el Mahabharata,
donde Mitra y Varuna representarían la primera función, Intra y sus Maruts la
segunda y los mellizos divinos Asvins la tercera. G. Dumézil, «La préhistoire indo-
iranienne des castes», Journal Asiatique, 216 (1930): 109-130.
6
G. Dumezil, Les Mariages indo-européens, Payot, París, 1988, pp. 77-78.
7
En Física se entiende que la energía potencial de un sistema es la energía
asociada con la posición o configuración del objeto en cuestión. Puede pensarse
como la energía almacenada en el sistema, o como una medida del trabajo que un
sistema puede entregar.
8
Pythia II, verso 73: enoi enoi oios essi paq’vn: «llega a ser como aprendes a ser».
9
Que convirtió este imperativo en su lema preferido y lo colocó como subtítu-
lo de su Ecce Homo. Por supuesto las traducciones varían desde el ¡Hazte el que
eres!, como aprendido tienes —según traduce Alfonso Ortega— al Aprende a ser
quien eres —como lo traduce José Alsina—.
10
«Existe, sin embargo, otra semejanza externa de las formas artísticas que se
basa en una gran necesidad. La semejanza de las aspiraciones espirituales en todo
el medio moral-espiritual, la aspiración hacia metas que, perseguidas, fueron más
tarde olvidadas; es decir, la semejanza del sentir íntimo de todo un período puede
conducir lógicamente a la utilización de formas que, en un período pasado, sirvie-
ron eficazmente a las mismas tendencias. Así surgió en parte nuestra simpatía,
nuestra comprensión, nuestro parentesco espiritual con los primitivos. Al igual que
nosotros, estos artistas puros intentaron reflejar en sus obras solamente lo esencial;
la renuncia a la contingencia externa surgió por sí misma». V. Kandinsky, Vasili, De
lo espiritual en el arte, Paidós, Buenos Aires, 2003.
* * *
* * *
14
T. S. Eliot, «La Tradición y el talento individual», en Selected Essays, 1917-1932.
Así que bueno será que veamos lo necesario no como algo que se
pueda manifestar de una vez y de un solo trazo, algo que pueda re-
solverse en un único gesto, sino como un proceso especialmente de-
licado y moroso. Un proceso que empezará con un defecto y que se
irá modulando hacia un exceso.
T. S. Eliot, ibídem.
16
cha más importancia en la primera sección del segundo volumen de esta misma obra.
Todo modo de relación tiene que dar cuenta —en eso consistirá
su específico quehacer— del conjunto entero de su sensibilidad y su
inteligencia: desde dónde y hasta dónde llega su mirada para el va-
lor, qué es capaz de ver y de hacernos ver... en ese sentido, si se ve
impedido de realizar «su obra», sabremos que le faltó esto y aquello
por acometer y lo sentiremos como una falta, como un hueco en su
repertorio. Si, por el contrario, nada impide al sistema hacer su que-
hacer, podremos ver cómo éste va cubriendo los huecos de ese su
repertorio hasta conseguir dar al mundo —como dice Hamlet al
Esto constituirá el objeto del segundo bloque de esta Primera Sección, dedi-
18
NECESARIO
PRIVADO
IMPOSIBLE CONTINGENTE
POSIBLE
19
Herbert Read, The origins of form in Art, Camelot Press, Londres, 1965,
pp. 177 ss.
Esto no quiere decir que lo contingente sea malo o que sea impo-
tente en términos generales, sino que lo es sólo en los términos del
repertorio con el que está vinculado y al cual ya no puede aportarle
sino ruido y sobreespecificación.
[51]
imposible. Lo que importará, por tanto, será el tratamiento que le demos a las po-
siciones relativas, a las conexiones —o a la ausencia de las mismas— entre los ele-
mentos de un conjunto.
Arnold Hauser, sin duda uno de los mayores estudiosos del ma-
nierismo, pone como ejemplo23 de este desquiciamiento de la conec-
tividad, de este crecimiento de la de-coherencia, obras como El in-
cendio en el Borgo. Este fresco pintado entre 1514 y 1517 es la
primera composición pictórica de ciertas dimensiones que según
Hauser puede calificarse como manierista. Aunque se trata de una
obra realizada por Giulio Romano y Francesco Penni, parece indu-
dable —sostiene Hauser— la participación de Rafael «en los esbo-
zos y el carácter estilístico de la obra». El fresco en cuestión repre-
senta un incendio que tuvo lugar en el barrio de los castillos de
Arnold Hauser, Origen de la literatura y el arte modernos, tomo II, Pintura y
23
24
Ibídem, p. 69.
25
Alejandra Pizarnik, Infierno Musical, Siglo Veintiuno Argentina Editores,
Buenos Aires, 1971.
26
Citado por Tatarkiewicz, Historia de la Estética, tomo III, Akal, Barcelona,
p. 190.
27
H. Wölfflin, Renacimiento y Barroco, Paidós, Barcelona, 1991, p. 11.
NECESARIO
PRIVADO
IMPOSIBLE CONTINGENTE
INSIGNIFICANTE
POSIBLE
28
Herbert Read, The origins of form in Art, p. 178.
29
Nicolaï Hartmann, Ontología, vol. II, FCE, México, 1956, p. 100.
30
Esto nos llevará a interesantes consecuencias al tratar la cuestión de la expe-
riencia y su «pobreza» de la que ya hablara Benjamin. Véase, al respecto, el capítu-
lo correspondiente de este mismo ensayo.
31
Zygmunt Baumann et al., Arte ¿líquido?, Sequitur, Madrid, 2007, p. 45.
32
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. 105.
33
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. 99.
ción de lo contingente, que no sólo no nos dice nada, sino que tiende a
hacer inviable que ninguna experiencia pueda llegar a resultarnos rele-
vante, a aportarnos sentido.
34
Ésta es la mala inteligencia que venimos arrastrando en el pensamiento esté-
tico contemporáneo tal y como quedó consagrado por la Documenta X y los apre-
surados pensadores del grupo October.
35
Muy especialmente en «La dimensión estética» donde da en reclamar el po-
tencial politico que tiene el arte y la sensibilidad estética no porque se dedique a
sermonearnos, sino porque nos recuerda —como quería Marx— que podemos ser
mucho más de lo que el capitalismo ha hecho con nosotros.
36
Y recuérdese que no se trata —ya lo hemos dicho— de ninguna necesidad
preestablecida, de ninguna armonía metafísica como la de la Gran Cadena del Ser.
Se trata sólo de la relativa coherencia y la complicidad que muestran los elementos
que han tenido la oportunidad de crecer juntos.
37
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. 88.
41
Es hermoso y justo dejar aquí la cita completa: Llamo disposición a la actitud
que quiere lo posible. La vida es una disposición; el ser vivo una estructura que acumu-
la disposición según un sistema denominado organismo. Por estructura entiendo una
serie de elementos, siquiera ideales, relacionados entre sí y con respecto a un denomi-
nador común. Las relaciones entre elementos se llaman leyes. El círculo es una estruc-
tura. No debemos concebir al hombre como una totalidad, sino como un conjunto de
disposiciones en sucesión. Llamo individualidad a la historia de estas disposiciones.
Mi yo es una historia, nunca un hecho; no puedo conocerme sino investigando las
disposiciones que fui y soy; tampoco puedo hablar de mí mismo sin relatar los resul-
tados de tal investigación. Cada una de las edades del hombre encarna una disposi-
ción, y, por así expresarlo, un ser propio y suficiente, un suceso distinto. No es lícito
considerar al niño como larva de muchacho, ni a éste como proyecto de adulto. El que
muere de niño, no muere de esbozo sino de obra. El niño vale como el adolescente y
éste como el mozo. Miguel Espinosa, Asklepios, Siruela, Madrid, 2005.
[65]
42
Paul Valery, Varieté IV, Gallimard, París, 1938.
* * *
44
Ludwig Wittgenstein, Diarios 1914-1916, Ariel, Barcelona, 1982.
45
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. 52.
46
J. S. Bell, «Beables for Quantum Field Theory», CERN-TH, n.º 4.035, Gene-
ve, 1984.
47
«Everything that can happen does happen, but this does not mean that eve-
rything happens. The rest of physics is about describing what can happen and what
can’t. What physics tells us is that everything comes down to geometry and the in-
teractions of elementary particles. And things can happen only if these interac-
tions are perfectly balanced [...]» http://www.ted.com/talks/garrett_lisi_on_his_
theory_of_everything?language=es#t-166133
48
Para preocuparnos del sentido ya tenemos el modo de la necesidad y sus reper-
torios. Por supuesto y como ya hemos dicho, no hay que dejar de tener presente que
es preciso concebir los modos no como estados o regímenes que se excluyen mutua-
mente, sino propiamente como modos que pueden combinarse y completarse.
49
Paul Valery, Varieté III, Gallimard, París, 1936.
50
Ibídem.
51
Luigi Pareyson, op. cit.
52
Luego veremos cómo Lukács convierte este dos en un tres. A su tiempo...
53
Luigi Pareyson, op. cit., p. 75.
54
René Welleck, The Journal of Aesthetics and Art Criticism, 1946, vol.V, n.º 2,
pp. 77-109.
55
Eugenio d’Ors gustaba de contraponer las barrocas «formas que vuelan»,
con las clásicas «formas que pesan».
Ahora bien, como sucede en todos los demás modos, este defecto
inicial con el que arrancaba el modo de la posibilidad, este tanteo
disposicional se va transformando en método al paso que se va ge-
neralizando. A estas alturas ya de cualquier objeto no esperamos
sino que nos ofrezca variaciones, que se muestre tornasolado, lleno
de matices, que nos dé juego. Porque de eso se trata en el modo de
lo posible, donde el juego es, de suyo, lo fundamental. Nos las ve-
mos —claro está— con un juego disposicional en el que bailan no
sólo las facetas del objeto, sino obviamente también las nuestras,
nuestros ingenios, que no en vano reciben un alto grado de atención
—de Huarte a Gracián o La Rochefoucauld— en los periodos de la
historia decantados modalmente hacia la hegemonía de lo posible.
61
H. Read, The origins of form in art, p. 178.
62
Ibídem, p. 178.
NECESARIO
PRIVADO
IMPOSIBLE CONTINGENTE
INSENSIBLE INSIGNIFICANTE
POSIBLE
63
Who deserves greatness deserves your hate, escupe Coriolano a los plebeyos
insurrectos... queda pendiente un análisis de esta obra de Shakespeare como estu-
dio precisamente de la ruptura del equilibrio como puerta de entrada del caos. Lo
mismo que sucede en «Falling down» cuando Michael Douglas se baja del coche y
pretende cruzar andando Los Ángeles. ¿Se puede provocar de peor manera a los
hados?
64
Zygmunt Baumann, Arte ¿Líquido?, Sequitur, Madrid, 2007, p. 43.
65
Marina Garcés, En las prisiones de lo posible, Bellaterra, Barcelona, 2002.
66
Ortega, Meditaciones del Quijote, p. 153.
67
W. Shakespeare, Hamlet, Acto IV, Escena 7.
[79]
68
«En Esperando a Godot, las neurosis del Sr. Beckett y las mías estuvieron
durante muchos segmentos de la obra a la par; en Fin de Partida no llegaron a ro-
zarse [...] abunda no en las imágenes públicas, sino en las privadas. Se ha concen-
trado no en lo que tenga en común con su público, sino sólo en lo que sea privativo
de él». T. C. Worsley, Listener, 4-11-1958.
69
«A medida que el arte se hunde en un callejón sin salida, los artistas se mul-
tiplican. Esto deja de ser una anomalía si se piensa que el arte en vías de agotamien-
to se ha vuelto, a la vez, imposible y fácil».
70
G. Lukács, Goethe y su época, Grijalbo, México, 1968, p. 143.
71
Georges Ribemont-Dessaignes, «Histoire de Dada», Nouvelle Revue fran-
çaise, n.º 213, junio de 1931, pp. 867-879.
72
En el minuto 06:54 para ser exactos.
73
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. 89. De esta vinculación modal de la
imposibilidad con la necesidad ha hecho su propia versión, como de tantas otras
cosas, Emil Cioran, al sostener que «una obra está acabada cuando no puede ya ser
mejorada, aunque se la sepa insuficiente e incompleta. Se está tan exageradamente
fatigado de ella que ya no se tiene el valor de añadirle ni una sola coma, aunque
fuese indispensable. Lo que decide el grado de acabado de una obra no es en abso-
luto ninguna exigencia del arte o de la verdad, es la fatiga y, aún más, el asco».
74
Georges Ribemont-Dessaignes, op. cit., p. 868.
75
O eso al menos es lo que dice una institución tan poco sospechosa de radi-
calismo antisistema como es el Fondo Monetario Internacional: «The next finan-
cial crisis is coming, it’s a just a matter of time – and we haven’t finished fixing the
flaws in the global system that were so brutally exposed by the last one». Artículo
de Heather Stewart en The Guardian, 7 de octubre de 2015.
* * *
Ahora bien, también puede suceder que esa cuarta fase se malo-
gre, que la imposibilidad no nos conduzca —en modo alguno— a
una nueva necesidad sino que, como sucedía con la contingencia, se
enquiste y se resuelva en un bucle cerrado: que la tribu sea incapaz
de federarse, de ampliar su mirada para el valor y que por ello su
arcaísmo no inaugure una nueva repertorialidad más amplia sino
que se quede aislado en su propia miseria, en su brutalidad.
76
Dirigida por John Huston en 1950.
77
Georges Ribemont-Dessaignes, op. cit., p. 867.
NECESARIO
BRUTAL PRIVADO
IMPOSIBLE CONTINGENTE
INSENSIBLE INSIGNIFICANTE
POSIBLE
78
Herbert Read, The origins of form in Art, pp. 177 ss.
79
Paul Valery, Varieté III, Gallimard, París, 1936.
80
Citado en Anthony Cronin, Beckett, el último modernista, La Uña Rota, Se-
govia, 2012, p. 446.
81
Ibídem, p. 451.
82
Th. Adorno, Teoría Estética, Akal, Barcelona, 2004, p. 66.
83
Th. Adorno, Teoría Estética, p. 259.
84
Th. Adorno, Teoría Estética, p. 432.
85
Th. Adorno, Teoría Estética, p. 45.
86
A. Cronin, Biografía de Samuel Beckett, p. 523. Pero a la vez, y esto es casi
un truismo en la estética contemporánea, sólo se puede construir forma debilitan-
do y destruyendo las formas heredadas y que no podemos sino sentir como tiráni-
cas, así suena Beckett de nuevo cuando sostiene: «Todo se desarrolla en la más
completa oscuridad, en el barro, la primera parte un hombre solo, la segunda con
otro, la tercera solo de nuevo. Todo es un problema de ritmo y sintaxis y de debilitar
la forma, nada más difícil que eso» (Carta a Barney Rosset, junio de 1959).
87
Th. Adorno, Teoría Estética, p. 432.
les: la ingenua y la heroica88; todas las demás no hacen más que di-
versificar los matices de ambas. Ésa es la única alternativa posible si
no se quiere sucumbir a la imbecilidad. Ahora bien, dado que para
el ser humano confrontado a dicha disyuntiva la ingenuidad es un
bien perdido, imposible de recuperar, no queda más que el heroís-
mo. La actitud heroica es el privilegio y la condena de los desinte-
grados, de los fracasados».89
88
No se trata aquí ni de resucitar la momia del héroe militar ni la del héroe
teológico. El heroísmo del que habla Cioran no puede ser sino el que Dumezil iden-
tifica con el héroe de la cismundaneidad, el de los cultos «quirinales». A su elucida-
ción dedicaremos el tercero de los apéndices, al final del libro, para no marear
mucho la perdiz a estas alturas.
89
Emil Cioran, En las cimas de la desesperación, Tusquets, Barcelona, 1996, p. 37.
La vida es una anarquía de luz y oscuridad, en la que nada está nunca del
todo cumplido, ni nada nunca termina; nuevas y confusas voces vienen a
mezclarse con el coro de los que han hablado antes.
Georg LUKÁCS, El alma y las formas
90
Brecht coincide con Aristóteles en que el mythos o la fábula es junto con la
praxis, uno de los componentes fundamentales del drama. La fábula es el encadena-
[93]
miento de las acciones que nos permite prever y esperar el desarrollo de la acción.
La novedad que cree incorporar Brecht es que «las distintas partes de la fábula
deben ser susceptibles de extraerse de la totalidad, para así poder compararse con
sus partes correspondientes en la vida real». Kathe Rulicke-Weiler, La Dramaturgia
de Bertolt Brecht, Arte y Literatura, La Habana, 1982.
En realidad, esta capacidad de extrapolación, de exportación modal está pre-
sente en el drama clásico a través precisamente de la interacción entre lo previsible
de la fábula y lo novedoso del praxis. En su tensión y desacoplamiento relativo re-
side, precisamente, el drama y es por los resquicios que siempre quedan ahí por
donde el espectador no tiene porqué quedarse sentado esperando a que venga Ran-
ciere a emanciparle, sino que puede extraer consecuencias para su propia vida y
gobierno de aquello que está viendo.
91
Ocasión habrá, más adelante, de exponer el pensamiento de Ilya Prigogine,
Stuart Kauffman o Brian Goodwin.
92
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. 87.
Debe quedar claro por tanto que lo efectivo no tiene ningún compromiso en
93
NECESARIO
BRUTAL PRIVADO
IMPOSIBLE CONTINGENTE
INSENSIBLE INSIGNIFICANTE
POSIBLE
94
Jordi Claramonte, La república de los fines, Cendeac, Murcia, 2009, Tercera
Sección.
95
Eric Jantsch, The self-organizing universe, Pergamon Press, Oxford, 1980, p. 256.
96
Especialmente en el ya citado Desacoplados, un libro dedicado a la estética y
la política del western como género cinematográfico. Una de las razones para dedi-
car ese libro al western fue precisamente por la fuerza con que se veía allí este
concepto de paisaje como campo de fuerzas en conflicto, como valle epigenético.
PAISAJE
97
«Mapping of cinematic places: icons, ideology and the power of (mis)repre-
sentation», en: Aitken, Stuart C. y Zonn, Leo E., Place, power, situation and spectacle.
A geography of film, Rowman & Littlefield Publishers, Lanham, 1994, pp. 47-65.
COMPLEXO
Nothing is itself taken alone. Things are because of interrelations or interac-
tions.
Wallace STEVENS102.
101
Por supuesto que la amplitud de miras imprescindible para concebir ese
equilibrio, mediante el que lo efectivo se compone en relación a lo necesario-reper-
torial y lo posible-disposicional, no siempre consigue ser hegemónica.
Ciertas versiones de la posmodernidad se han mostrado muy escoradas hacia
lo disposicional y en consecuencia no han conseguido ser sensibles a las dinámicas
de lenta decantación epigenética de la coherencia interna, es decir, a la necesidad
como factor clave de la autoorganización de los ecosistemas naturales y sociales.
Ello ha tendido a llevar aparejada una cierta infatuación del modo de lo posible, y
un abierto voluntarismo. Un posicionamiento modal que lleva a sostener tesis
como las de Daniel Cosgrove según el cual no sólo el paisaje acaba por ser una
abstracción, sin existencia real, más allá de ser un instrumento de los investiga-
dores.
Para una inteligencia modal más abierta es obvio que el paisaje tiene un inne-
gable componente disposicional, mediante el que cada generación de investigado-
res, inevitablemente, aporta su impronta generacional, sus matices fundamentales
de clase, género, etc. Pero también es obvio que los modos no son excluyentes y que
tanto las tramas de lo posible como las de lo necesario confluyen y se dan de tortas
en el modo de lo efectivo, que no puede ser conocido ni organizado con sentido si
no intervienen dichas fuerzas modales.
102
Wallace Stevens, Aforismos Completos, Lumen, Barcelona, p. 52.
103
Entrevista de Lukács con Hans Heinz Holz, puede verse en su traducción al
castellano en http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com.es/2011/08/georg-lukacs-
el-ser-y-la-conciencia.html
104
A la importancia que tiene la inteligencia del complexo dinámico o modo de
relación como categoría fundamental de todo lo que en la naturaleza tiene el carácter
de formación, no le hacen justicia en absoluto los intentos de la metafísica de las
formas, ni bajo la teoría aristotélica del eidos, ni bajo las ideas escolásticas sobre la
essentia.
Ahora bien, no hay que rascar mucho en la historia del pensamiento para en-
contrar trazas de otra tradición. La forma como complexo dinámico o modo de
relación estaba de hecho presente tanto en Heráclito, con su armonía del arco y la
lira, como en Empedocles y su juego de fuerzas, de amor y odio... aunque quizás
donde mejor y por última vez podemos encontrar estas ideas es en el estoicismo:
«Crísipo pensaba que todo cuerpo debe su forma y consistencia a un pneuma que
lo traspasa y se vuelve contra sí [...] el pneuma lleva a cabo dentro del cuerpo un
doble movimiento de la superficie al centro y del centro a la superficie: el primero
produce la unidad y la interna trabazón de los cuerpos, el último su limitación, y en
ambos movimientos descansarían las propiedades de los cuerpos». La cita se la
debo a mi compañero Salvador Mas, Sabios y necios, Alianza, Madrid, 2011.
Pero ésa no fue desde luego la tradición hegemónica ni mucho menos en Occi-
dente y durante siglos de pensamiento metafísico y epistemológico faltó —en pala-
bras de Hartmann— «un principio dinámico de la discreción y la configuración
especial». Dicho principio falta todavía en Descartes, Leibniz, Wolf, Baumgarten e
incluso en Kant cuyas leyes especiales de formación sólo recibieron atención en los
organismos y no en las formaciones físicas.
Hegel por su parte demostró conocer bien el problema de la limitación, pero
sólo en su lado negativo, siéndole sin embargo desconocida la noción de límite
como fenómeno dinámico interno, tal cual lo había visto Crísipo, que reconociera lo
que han sido las claves del pensamiento epistemológico contemporáneo, a saber, la
autoorganización y la emergencia, en la inteligencia de que la clausura operacio-
nal, a veces mencionada entre estos rasgos, es en realidad una consecuencia del
principio de auto-organización y ello sólo en algunos casos, o mejor en algunos
momentos de los sistemas dinámicos.
105
Predrag Cicovacki, The analysis of wonder, Bloomsbury Academic, Nueva
York, 2014, p. 45.
106
Nicolai Hartmann, Ontologia IV, Fondo de Cultura Económica, México,
1986, p. 490.
107
D’Arcy Thompson, On Growth and Form, edición original de 1917, Cam-
bridge University Press, 2014.
108
V. J. Wukmir, Esquema general de la teoría oréctica del comportamiento, Con-
vivium, Barcelona, p. 56.
113
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. III, Fondo de Cultura Económica, Méxi-
co, 1959, p. 491.
114
Dice Lukács en La vida y la formas: Lo que los hombres aman de la vida es su
carácter atmosférico.
115
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. IV, p. 501.
Ésos son los tipos de muerte con los que tendremos que trabajar
al hablar del modo de lo inefectivo...
116
Ibídem, p. 504.
* * *
[109]
117
Manuel Pinillos, «Si la muerte no vuelve», Tierra de nadie, Neblí, Madrid,
1952.
Para ello hará falta vivir de una determinada manera, hará falta
que nuestra vida se organice como un cierto compromiso modal,
como el compromiso mediante el que nos vinculamos al cultivo y a
la decantación óptima de un determinado modo de relación, cual-
quiera puede valer con tal de que nos sea íntimamente apropiado
—qué difícil es entender esto en nuestro tiempo119— y que constituya
un procomún en el que otros hombres recojan nuestro testigo modal
y lo sigan portando a su vez.
120
Hablo, por supuesto, del Aquiles encarnado por Brad Pitt en la versión cine-
matográfica, dirigida por Wolfgang Petersen en 2004. Debo esta observación como
tantas otras a mi amigo y maestro José María Lucas de Dios.
Con eso queda claro que la muerte no es, no puede ser en térmi-
nos antropológicos, el final.
127
W. Shakespeare, Hamlet, Acto IV, Escena 4.
[119]
nal y el complexo deben ser entendidas como las zonas del atractor
en torno los que se organizan diferentes «modos» de darse una mis-
ma acción1.
* * *
1
Esto puede entenderse bien si pensamos en alguien partiendo leña con un
hacha.
Ese acto de partir leña puede verse «repertorialmente» en la medida en que tal
acción se integra en un conjunto coherente de acciones que da cuenta de cómo es
la vida de la persona implicada: alguien que cuida árboles, que los poda, que parte
la leña y la deja secar un tiempo para luego calentarse con el fuego, cocinar con él,
contar historias a su vera... Partir la leña con el hacha tiene sentido repertorialmen-
te porque forma parte de un conjunto de acciones y gestos que se apoyan mutua-
mente, que forman «repertorio»... Partir leña con el hacha es, en este sentido, algo
«necesario» para el modo de relación implicado. Pero por las mismas podemos ver
esa acción disposicionalmente si en vez de remitir la acción de quien parte leña a un
conjunto más amplio y coherente de acciones, nos fijamos en detalles aislados del
mismo: cómo maneja el hacha, cómo suena la madera al ser cortada, cómo huele,
cómo forma montones cuando la pone a secar... aquí lo que nos preocupa ya no es
el conjunto o el sentido generado con la acción, sino lo que supone como explora-
ción disposicional. Todos estos aspectos revelan posibilidades del proceso en el que
se corta la leña.
* * *
4
J. C. Maxwell, «On Faraday’s lines of force», en Scientific Papers, vol. I, Do-
ver, p. 158.
5
Así lo cuenta su eminente discípulo Gilbert Durand en el ensayo titulado
«Structure et figure» incluido en el volumen L’âme tigrée, Editions Denöel, París,
1980, p. 118.
6
Si consideramos las investigaciones tanto del cosmógrafo Marín Cortés de
Albacar que fijó el polo magnético en Groenlandia en 1551 o las del William Gil-
bert con su De Magnete, compuesto hacia el 1600.
[124]
7
Gilbert Durand, op. cit., p. 41.
8
Gilbert Durand, op. cit., p. 77.
9
No deja de ser sintomático e inquietante el injusto olvido en el que se ha
dejado caer la obra de Stephane Lupasco que a lo largo de las décadas de los sesen-
ta y los setenta del siglo XX fue capaz de construir una consistente obra en la que se
replanteaban principios tan enquistados en nuestra Lógica como el del «Tercero
Excluido» sentándose las bases de lo que ahora es ampliamente conocido como
«Pensamiento de la complejidad».
* * *
10
De la Edad de la Mecanización son propias la rueda, el alfabeto y la impren-
ta, mientras que de la Edad de la Electricidad lo son el telégrafo, el radio, el cine, el
teléfono, la computadora y la televisión.
11
M. McLuhan, Understanding Media, Routledge, Londres, 1964, p. 13.
12
El asesinato del presidente Kennedy, ocurrido en Dallas, Texas, el 22 de no-
viembre de 1963, tardó doce horas en dar la vuelta al mundo. Un tiempo récord
por aquel entonces cuya importancia no es meramente cuantitativa.
13
M. McLuhan, La galaxia Gutenberg, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1998,
p. 26.
14
«While we are still in doubt as to the nature of electricity, whether it is one
substance, two substances, or not a substance at all, or in what way it differs from
matter, and how it is connected with it». James Clerk Maxwell, «On physical lines
of force», en Scientific Papers, vol. I, Dover, p. 468.
15
Raymond Bayer, Orientaciones actuales de la Estética, Troquel, Buenos Ai-
res, 1960, p. 11.
16
«We have now shewn in what way electro-magnetic phenomena may be imi-
tated by an imaginary system of molecular vortices». Maxwell, op. cit., p. 488.
17
La Ley de Gauss establece que el flujo de ciertos campos a través de una su-
perficie cerrada es proporcional a la magnitud de las fuentes del campo que hay en
el interior de la superficie en cuestión.
se formara una red que rodeara los remolinos magnéticos: toda una
trama de pequeñas esferas o ruedas dentadas, que a la vez separaban
y conectaban entre sí a los remolinos magnéticos... de tal modo que,
como si se tratara de lo que en mecánica se conoce como «piñones
locos», movieran a los remolinos y a la vez fueran movidos por ellos.
Por supuesto que para poder pensar ese doble carácter de llevar y
ser llevado, de ser a la vez —o bajo diferentes modos— producto y
productor, es imprescindible una composición que se trama y se co-
produce mutuamente, como los fenómenos magnéticos y los eléctri-
cos... o como las obras de arte y las sensibilidades estéticas, teniendo
un exquisito cuidado en no reducir unos a los términos de los otros ni
empobreciendo su correlación reduciéndola a cualquier tipo de unidi-
reccionalidad. Sabiendo además que de la trama de esos dos niveles
de inteligencia surgirá un tercer elemento, de orden distinto...
Para una mayor elaboración sobre este concepto puede verse: Jordi Clara-
18
pone métodos diferentes para dar cuenta de cada uno de esos domi-
nios. Para Maxwell, aun cuando hubo de abandonar su modelo físi-
co, era claro que la energía se mostraba en dos formas diferentes,
que cabe describir como polarización magnética y polarización
eléctrica, o bien, como la tensión y el movimiento de un mismo me-
dio, estando la velocidad de la luz —como hemos visto— en rela-
ción directa con ambas constantes.
* * *
* * *
21
G. Lukács, Estética tomo III , Grijalbo, Barcelona, 1982, p. 239.
Esto que podría ser obvio en las poéticas más clásicas, quizás sus-
cite incredulidad cuando tomamos como objeto de reflexión poéticas
contextuales o comprometidas social y políticamente. Pero va a ser
justo ahí donde más útil nos va a resultar el bueno de Maxwell, en
esta aparente paradoja en la que tanto se debatieron pensadores como
Adorno o Lukács. Ambos —desde luego— querían sostener el po-
tencial político del arte pero ambos sabían, de alguna manera, que ese
potencial no podía basarse —como decía Adorno— en que el arte se
ponga a arengar23. Su efectividad política tenía que surgir de otro
modo, de un modo en cualquier caso que no comprometiera la cohe-
rencia y la fortaleza material y formal de la obra de arte misma, o
como le gustaba decirlo a Lukács: «la relación real entre la misión
social y la obra consiste más bien en que cuanto más orgánica es la
consumación estética inmanente de una obra de arte, tanto más ca-
paz es ésta de cumplir la misión social que le ha dado vida»24.
22
Raymond Bayer, op. cit., p. 29.
23
Theodor Adorno, Teoría Estética, Akal Editores, Barcelona, 2004, p. 304.
24
G. Lukács, op. cit., tomo IV, p. 369.
* * *
25
V. Kandinsky, De lo espiritual en el arte, Paidós, Buenos Aires, 2003.
26
Para los estudiosos y para los inversores, siempre ávidos de rentabilidades
crecientes.
27
Publicado en Nature, el 21 de septiembre de 1995. http://www.psc.edu/science/
glatzmaier.html
28
http://ciencia.nasa.gov/science-at-nasa/2003/29dec_magneticfield/
Para ello nos remitiremos al modelo teórico que los ecólogos han
denominado Panarquía.
29
Wladyslaw Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, Tecnos, Madrid, 2016.
* * *
[139]
31
Para matizar esa generatividad es fundamental recordar la diferenciación
entre lo automático, lo autopoiético, lo autonómico y lo autotélico, en relación con
los estratos, tal y como hemos visto más arriba.
* * *
32
El concepto en cuestión fue presentado por el botánico, economista y filóso-
fo belga Paul Emile de Puyt, en 1860 y en origen se formuló para defender la coe-
xistencia no territorializada de diferentes tipos de gobierno, de modo que cada cual
pudiera escoger el tipo de orden en el que reconocerse. Esto suponía auspiciar la
realización de tantos proyectos de autonomía y tantas comunidades libres como
dieran en surgir. Su imperativo categórico vendría a ser: Vive como quieras, orga-
nízate para ello y deja que los demás hagan lo propio. John Zube ha elaborado una
especie de listado de mandamientos de la Panarquía que se puede ver aquí: http://
www.panarchy.org/zube/gospel.1986.html
Según este modelo, las cuatro funciones, las cuatro clases de inte-
ligencia34, características de todo ciclo adaptativo podrían ser deno-
minadas con los términos: conservación, disolución, reorganización y
explotación.
33
Hughes, J. Donald, Pan: environmental ethics in classical polytheism. in Reli-
gion and Environmental Crisis, E. C. Hargrove, editor, The University of Georgia
Press, Athens, 1986.
34
Decimos que estos cuatro modos son funciones o tipos de inteligencia más
que fases, porque no se trata de que todos los ecosistemas, o todas las culturas es-
téticas tengan que atravesar, como si de un peregrinaje o una partida de parchís se
tratara, todas y cada una de las casillas en un orden inmutable... El pensamiento
modal tiene la virtud de mostrarnos la simultaneidad operacional de lo que podría-
mos estar tentados de ver como una mera sucesión de etapas, como las que enun-
ciara en los procesos de cambio social Victor Turner: reintegración, brecha, crisis,
replanteamiento y acaso nueva reintegración: Victor W. Turner, Drama, Fields, and
Metaphors, Cornell University Press, Ithaca, 1974, pp. 37-41: Typically, they have
four main phases of public action. These are: (1) Breach of regular norm-govemed
social relations; (2) Crisis, during which there is a tendency for the breach to wid-
en... (3) Redressive action... to resolve certain kinds of crisis or Iegitimate other
modes of resolution... y (4) The final phase consists either of the reintegration of
the disturbed social group, or of the social recognition and legitimation of irrepa-
rable schism between the contesting parties.
* * *
35
Lance H. Gunderson y C. S. Holling, Panarchy, Island Press, Washington, 2002.
36
De la energía cinética en energía potencial —diríamos nosotros—.
37
G. Lukács, El alma y las formas, Grijalbo, Barcelona, 1985, p. 39.
38
Henri Focillon, La vida de las formas, Xarait, Barcelona, 1983, p. 19.
39
G. Gallopin, op. cit., p. 388.
40
Arnold Hauser, Origen de la literatura y el arte modernos, tomo II, 1974, p. 24.
41
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, 1985, p. 105.
42
Löwy, Michael, «A filosofia da história de Walter Benjamin», en Estudios
avançados 16/45 (2002), pp. 199-206.
43
José Antonio Maravall, La cultura del Barroco, Ariel, Barcelona, 1975, p. 50.
44
Ibídem, p. 20.
45
Eugenio D’Ors, Lo barroco, Aguilar, Madrid, 1944.
46
Michaud, Yves, El arte en estado gaseoso, FCE, México DF, 2007, pp. 55-63.
47
Michel Mafessoli, En el crisol de las apariencias, Siglo XXI, Madrid, 2007,
p. 82.
* * *
Puede leerse más a este respecto en Gregory Nagy, The best of the Acheans, John
Hopkins University Press, Baltimore, 1999.
52
G. Lukács, El alma y las formas, p. 38.
53
De hecho, si pudiéramos coger este diagrama y girarlo en el aire noventa
grados, viéndolo al través, resultaría algo muy parecido al diagrama de Maxwell:
centros gravitacionales y trayectorias irradiantes.
54
Hermann Voss (1920) ya había aludido al error de presentar el alto renaci-
miento como algo unitario y unívoco. Mientras que Friedlander (1925) pudo ya
destacar las tendencias manieristas que estaban ya claramente presentes aún en
plena época de florecimiento del arte clásico. El clasicismo, como todo estilo, es a
la vez un logro, una decantación e inevitablemente va siendo «una etapa de transi-
ción, fluida, dirigida hacia el futuro» (Hauser, p. 15). Por su parte, Huizinga habla
de renacimiento como un concepto fluctuante... de modo que se anticipa en casi
cincuenta años a la noción de orden a través de las fluctuaciones que le valió el No-
bel en 1977 a Ilya Prigogine...
Por su parte, Max Dvorak (1929, p. 127) ya sostenía que si Rafael hubiera vivi-
do más tiempo hubiera evolucionado estilísticamente en el mismo sentido que sus
discípulos.
* * *
* * *
que los sistemas dinámicos sólo podían ser de dos tipos radicalmen-
te diferentes: o bien serían completamente predecibles o bien serían
completamente aleatorios. Efectivamente, así es como se concebía
en el siglo XIX (y en buena parte del XX) el dualismo entre lo cientí-
fico y lo poético. Aunque ahora —un siglo largo despúes de que
Einstein empezara a liarla y después de Kuhn o Feyerabend— sabe-
mos que las cosas no son del todo así. Quizás por eso nos interesen
estos «atractores extraños», justo porque no son ninguna de estas
dos cosas, ni enteramente predecibles ni enteramente aleatorios,
puesto que si bien pueden confinarse en el espacio finito determina-
do por uno o más valles de atracción, muestran un patrón de con-
ducta no-periódico55.
Nos hará falta entonces algún otro modelo relacional que trate
de lo que sucede en esa zona central del Atractor en la que se cruzan
las trayectorias, puesto que será ahí, en la multiplicidad de tensiones
y compresiones que se traman, donde se darán los modos de re-
lación.
56
Leonard B. Meyer, Emotion and Meaning in Music, University of Chicago
Press, Chicago, 1956.
[157]
57
Nicholas Cook, El análisis desde la perspectiva psicológica de Leonard Meyer,
University of Chicago Press, Chicago, 1956.
58
Leonard B. Meyer, Some Remarks on Value and Greatness in Music, en The
Journal of Aesthetics and Art Criticism, vol. 17, n.º 4 (junio de 1959), p. 491.
59
Leonard B. Meyer, op. cit., p. 491.
60
Abraham Moles, Théorie de l’information et perception esthétique, Denoël,
París, 1973.
61
Umberto Eco, La definición del arte, Destino, Barcelona, 1970, p. 185.
62
Algunos de sus trabajos recientes pueden consultarse en la web http://www.
thinkartlab.com/
Si ahora eres capaz de dibujar esos cuatro pasos y de ver las rela-
ciones entre ellos, si eres capaz de ver y asumir los cuatro pasos a la
vez... no como una sucesión o un ciclo, sino como una presencia si-
multánea... de modo que todo esté presente y todo lo concibas, en-
tonces tendrás un diamante.
Por un lado hay un eje que separa y une la posición con la oposi-
ción y por otro lado hay otro eje que hace lo propio con los sistemas
de aceptación (ambos términos valen) y los sistemas de rechazo
(ninguno de los términos vale).
65
La ventana Overton fue desarrollada como una herramienta de valoración
para políticos y administradores de la opinión en general, una herramienta que les
permitiría establecer una línea que se moviera a partir de las propuestas políticas
asumibles por el miembro de la casta en cuestión, hasta las por él consideradas como
absolutamente inaceptables. Por supuesto, se trataba con ello de sondear a la opinión
pública para saber hasta qué punto sus ventanas coincidían con la del político, ha-
ciendo con ello más o menos autista y desconectada su posición. La ventana Overton
establece para ello que las ideas en liza pueden caer bajo alguna de estas calificacio-
nes: Impensables, Radicales, Aceptables, Sensatas, Populares, Políticas.
De este modo, se puede saber el rango de políticas aceptables, de acuerdo al
clima de la opinión pública, que un político puede recomendar, sin ser considerado
demasiado extremista para acceder o mantener su cargo público.
Esta propuesta logra aumentar el número de posiciones a considerar, aunque
desde luego no aumenta el número de relaciones que éstas pueden tener entre sí,
puesto que, como vemos, las sitúa todas a lo largo de un único eje.
Si empezamos por arriba, veremos que hay una flecha que plan-
tea una relación de producción, indicando que «el acto genera el ob-
jeto». Ésta es la relación clásica que nos vuelve a contar que el artis-
ta hace la obra, el acto productor genera la estructura y modo de ser
del objeto artísticamente producido.
66
Kaehr ofrece como ejemplo de uno de los más antiguos diamantes quiasmá-
ticos, también organizado como seis relaciones entre cuatro elementos, el diagrama
conocido como taijitu, el signo circular del yin y el yang, que no puede reducirse
obviamente a una simple polaridad binaria, ni tan siquiera a una complementarie-
dad cíclica.
67
Nicolai Hartmann, Ética, 2012, p. 92.
68
Ibídem, p. 91.
Es por eso, como decía Marcuse, que «la literatura se puede lla-
mar con pleno sentido revolucionaria sólo en relación a sí misma,
como contenido convertido en forma. El potencial político del arte
—sostenía Marcuse— estriba únicamente en su propia dimensión
estética, su relación con la praxis es inexorablemente indirecta, me-
diada y huidiza. Cuanto más inmediatamente política sea la obra de
arte, en mayor medida reduce el poder de extrañamiento y los tras-
cendentes objetivos radicales de cambio. En este sentido puede darse
mayor potencial subversivo en la poesía de Baudelaire y de Rimbaud
que en las representaciones didácticas de Brecht»69. Obviamente lo
que está describiendo Marcuse aquí es la distancia que impone el
quiasmo entre la obra como estructura material producida y la obra
como complejo axiológico.
Pero no acaba aquí lo que nos puede contar este diamante. Por
su parte, la cruz de líneas situadas en el centro mismo del diagrama
nos muestra sendas relaciones «de intercambio». Revelan una espe-
cie de cruz de espejos introducida dentro mismo del diamante. Este
peculiar juego de espejos nos permite concebir posibles ciclos de
inversión del orden de producción de lo estético.
* * *
70
Maurice Merleau-Ponty, Lo visible y lo invisible, Seix Barral, Barcelona,
1970, pp. 181-183.
71
Y no es que el Sr. Bharata Muni viviera trescientos años: en sánscrito, Bha-
rata significa actor y Muni significa sabio. Es decir, que Bharata Muni, igual que
Homero —derivado de homeridés, como hemos visto— es una especie de Luther
Blisset, un autor colectivo empleado para darle cohesión a una serie de conoci-
mientos, en este caso de orden teatral y expresivo.
Ahora bien, estos cuatro rasa no sólo se generan entre sí, sino
que cada uno de ellos genera a su vez uno de los rasa derivados, los
que forman los vértices del cuadrado.
72
Y ello no por ninguna ínfula exquisita que lo obligue a apartarse, sino
—como sabían tanto Lukács como Adorno— porque sólo «separándose» podía
construirse como algo específico, como una propuesta modal susceptible de enri-
quecer y dignificar nuestra existencia.
En el primer bloque de este libro hemos visto cómo los tres mo-
dos positivos y los tres negativos se organizaban en torno a sus res-
pectivas categorías modales.
[209]
1
O la de Frank Sibley que en sus Aesthetic Concepts, de 1959, propone: bello,
bonito, gracioso, exquisito, elegante, agudo, delicado, apuesto, atractivo, trágico,
dinámico, poderoso, vívido, unificado, equilibrado, integrado...
2
Al menos, sostiene Tatarkiewicz en la estética británica, en cuyo ámbito las
ideas de Addison fueron reiteradas por Mark Akenside en 1744, por Joseph War-
ton en 1753, y por Tbomas Reid a fines del siglo.
[212]
5
W. Tatarkiewicz, Historia de seis ideas, p. 181.
6
Jenofonte, Memorabilia, III, 8. 4.
7
Ananda Kentish Coomaraswamy nació en 1877 en Colombo —en el Ceylán
dominado por los ingleses—. Su educación estuvo inicialmente orientada a la geo-
logía y la botánica y, quizás con la ayuda de los hábitos de atención morfológica
característicos de esas disciplinas, muy pronto se orientó hacia la observación de
los repertorios de formas estéticas en diversas tradiciones culturales.
8
Ananda K. Coomaraswamy, Sobre la doctrina tradicional del Arte, José J. de
Olañeta, Madrid, 2001, p. 4.
* * *
9
A. K. Coomaraswamy, op. cit., p. 4.
10
Ese desinterés o desacoplamiento podemos formularlo de muy diversas ma-
neras: así Rousseau y Pascal, reaccionando contra la Razón del Absolutismo y
abogando por las «razones del corazón que la razón no entiende»...
* * *
12
Umberto Eco, La definición del arte, Madrid, 1970.
13
Lo canónico es una categoría más cercana al modo de lo efectivo, correspon-
de a lo que hay, a lo que en un momento dado ha alcanzado hegemonía. Lo reper-
torial, como categoría del modo de la necesidad, impone otras obligaciones.
14
Esto debería llevarnos a hablar de «teorías de las necesidades» como las de
Agnes Heller, Abraham Maslow o Max-Neef, así como a las tesis sobre una estéti-
ca sustantiva... Algo de eso veremos en las Conclusiones de este volumen.
15
Ya se que está en latín, pero si lo leéis con atención se os hará transparente:
Ad pulchritudinem tria requiruntur: Primo quidem integritas sive perfectio, quae enim
diminuta sunt, hoc ipso turpia sunt. Et debita proportio sive consonantia. Et iterum
claritas; unde quae habent colorem nitidum, pulcrha esse dicuntur.
16
Wölfflin, op. cit., p. 266. Wölfflin, como es sabido, contrapone este momento
de repertorialidad pletórica al estado aún germinal del Quattrocento: «el gusto del
renacimiento temprano prefería la forma no desarrollada, lo delgado y ágil. La
gracia angulosa y la línea discontinua de la edad juvenil tenían un atractivo mayor
que la plenitud femenina y la figura madura del hombre. Los ángeles femeninos de
Botticelli y Filippino con sus articulaciones angulosas y sus brazos descarnados
representan el ideal de belleza juvenil [...] El siglo XVI piensa de manera distinta».
17
San Agustín, Confesiones, trad. V. M. Sánchez Ruiz, Apostolado de la Pren-
sa, Madrid, 1951, p. 86.
18
Wölfflin, op. cit., p. 315.
19
Ibídem, p. 294.
20
G. Duby, El Año Mil, Gedisa, Barcelona, 2010.
21
Ibídem, p. 264.
* * *
22
Alberti, De re aedificatoria, libro VI.
23
Raymond Bayer, Historia de la estética, FCE, México, 1965, p. 108.
* * *
24
R. Graves. La Diosa Blanca, vol. I: Gramática histórica del mito poético, Alian-
za Editorial, Madrid, 1983. [Consulta: 29 de octubre de 2008] Disponible en web:
http://rebupedia.com/libros/view/545512199009747238/Graves+Robert+
La+Diosa+Blanca+1
25
E. Dissanayake, Homo Aestheticus, University of Washington Press, Washing-
ton, 1995.
26
Esta noción del arte como reserva, que se suele asociar a Schiller, es desde
luego parte fundamental del imaginario filosófico occidental y como tal se halla per-
fectamente definido ya incluso en el antiartístico Platón: «¿No es menester, por el
contrario, buscar los artistas capaces de seguir el ejemplo de la naturaleza de lo bue-
no y bien formado, a fin de que [...] los jóvenes saquen provecho de todo y los efluvios
de obras bellas afecten, venga de donde vinieren, a sus oídos y ojos [...] y los dispone
insensiblemente, desde la infancia, a amar y a asemejarse a lo Bello, y establecer una
armonía perfecta entre ellos y la Belleza?». Platón, La República, III, 401b, 2.
* * *
works/1845/theses/index.htm
28
W. Shakespeare, Hamlet, Acto III, Escena IV.
29
H. Marcuse, La dimensión estética, Biblioteca Nueva, Madrid, 2007.
* * *
30
H. Marcuse, op. cit., p. 57.
auténtica obra de arte prevalece una necesidad que exige que ni siquie-
ra una línea o un sonido pueda ser sustituido»31.
No la toques más
que así es la rosa.
31
Herbert Marcuse, La dimensión estética, Madrid, 2007.
32
Por usar la expresión tan querida por Nicolai Hartamnn, especialmente en
su Ética...
33
W. Tatarkiewicz, op. cit., p. 170.
estético sobre uno solo de los polos modales que hasta entonces
habían sido considerados.
Quizás sea interesante considerar las razones por las que será el
romanticismo británico el pionero de esta despolarización que de-
cantará unilateralmente el quehacer estético hacia lo disposicio-
nal. No en balde fue en el siglo XVIII y en Gran Bretaña donde más
rápidamente avanzará el proceso de industrialización y de conver-
sión de la sociedad feudal en una sociedad ya plenamente capitalis-
ta. Y, como nos enseñó Marx, uno de los mecanismos fundamenta-
les de acumulación originaria es precisamente el cercamiento y el
expolio de los repertorios de las comunidades campesinas e indí-
genas. Al cabo, aquello que el capitalismo vino a socavar fueron
las bases materiales mismas de las formas de vida previas y dichas
formas de vida no podían producirse si no era en función de un
relativo acoplamiento entre los repertorios consolidados y las dis-
posiciones de sus habitantes.
34
André Chastel, El Grutesco, Akal, Barcelona, 2001.
35
G. Vasari, Le vite de ‘ piu eccelenti pittori, scultori e archittetori italiani, París,
1981, vol. I, p. 182.
[228]
La era clásica, por tanto, y aquí hablamos del final del Quattro-
cento y del Cinquecento, no será en absoluto un momento de apolí-
neo y depurado clasicismo, sino que aparecerá también ella como
un equilibrio dinámico en el que se tramarán lo diurno y lo noctur-
no, lo centrado y lo extravagante, lo repertorial y lo disposicional,
según una específica medida.
37
Emilio Orozco, Manierismo y Barroco, Cátedra, Madrid, 1988, p. 167.
38
Marc Boada, marcboada.com/blog/wp-content/.../TalleryLaboratorio_Junio07.pdf:
«Un péndulo consiste en una masa densa y pesada que oscila suspendida por un
hilo o una varilla. Construido así, la predictibilidad es total: efectúa un movimien-
to armónico simple, cuyo período depende de la longitud del péndulo y de la inten-
sidad del campo gravitatorio en el que se halla sumido. Esa regularidad pendular
se ha utilizado para gobernar con excelentes resultados el movimiento de relojes.
Sin embargo, se trata de una regularidad más aparente que real».Y definitivamente
* * *
De hecho suelen aparecer tras un momento de cambio por olvido, tal y como
41
* * *
43
A su vez, sólo desde una estética del exceso disposicional es posible sostener
—como hacía Robert Filliou— una equivalencia de lo bien hecho, lo mal hecho y
lo no hecho...
44
En este sentido el objeto estético, en tanto agujero negro, tiene todos los
numeritos para ser algo así como el objeto ideal del capitalismo financiero, el obje-
to que no es objeto, que no se agota ni deja nunca de ofrecer plusvalías, semióticas
en este caso, pero plusvalías a fin de cuentas. También al igual que sucede con los
agujeros negros el objeto ideal del capitalismo financiero demuestra tener lo que los
astrofísicos llaman un «horizonte de sucesos», es decir, una delimitación del espa-
cio-tiempo tal que los eventos a un lado de él no pueden afectar a un observador
situado al otro lado. Así puede entenderse que la crisis global en la que estamos
inmersos no haya afectado en lo más mínimo a los precios alcanzados en las subas-
tas de arte, o que al día siguiente de los rescates bancarios, los bancos y fondos de
inversiones hayan seguido, como si nada, haciendo las mismas maniobras que han
llevado a incrementar la deuda pública de países como Francia, el Reino Unido o
España. No en vano el horizonte de sucesos de los agujeros negros no plantea una
relación simétrica, porque, aunque los eventos de este lado no afectan a los de
aquél, los de aquél sí afectan, y mucho, a los de éste. ¿A qué os suena?
* * *
45
Por referirnos a las polaridades que según Luigi Pareyson organizan la «for-
matividad».
46
Esa es la dirección en la que trabajó el Foucault de Vigilar y castigar o La
Historia de la locura, de alguna manera el Foucault canónico a todo esto. Quedaría
pensar qué sucede con el Foucault de las Tecnologías del Yo, mucho más orientado
a sospechar de la cultura de la «libre iniciativa» y la creatividad generalizada.
47
Viktor Sklovski, Teoría de la literatura de los formalistas rusos, Siglo XXI,
Madrid, 1980, p. 59.
48
En sus Diarios de juventud sostenía Wittgenstein que la experiencia estética
contemplaba el objeto «sub species aeternitatis, es decir, en su entero espacio lógi-
co». Aunque han pasado más de cien años desde que Wittgenstein escribiera a este
respecto, ésta sigue siendo aún una preocupación central para muchas prácticas
artísticas, como ha puesto de manifiesto el trabajo reciente de coreógrafos como
Quim Bigas (Appraisers) o Doctor Alonso (El desenterrador).
49
N. Hartmann, Ética, 2012, p. 9.
50
V. Sklovski, op. cit., p. 60.
Estos dos pasos mediante los que Sklovski articula las poéticas
modernas nos llevan de lleno al juego categorial característicamente
disposicional basado en lo fragmentario, lo disonante y lo oscuro:
hay que fragmentar el repertorio previamente aceptado, como paso
previo a hacerlo «disonar», a explorar sus posibles disonancias y
luego hay que adentrarse en lo oscuro inherente al nacimiento y
maduración53 de un nuevo lenguaje.
56
Tzvetan Todorov, Crítica de la Crítica, Paidós, Buenos Aires, 1991, p. 20.
57
Susan Sontag, Contra la interpretación y otros ensayos, Seix Barral, Barcelo-
na, 1984, p. 17.
62
J. Ortega y Gasset, «La deshumanización del arte», Obras Completas, tomo
III, Alianza Editorial, Madrid, 1994.
63
Que el circuito del arte se ha hecho más reducido y difícilmente accesible es
algo innegable que, por lo demás, ha pasado también en otras áreas de actividad,
como la ciencia. A mediados del XIX un humilde monje llamado Mendel pudo in-
vestigar los principios fundamentales de la genética. Hoy a nadie se le ocurriría
pensar que se pudieran producir avances en investigación genética, por seguir con
el ejemplo, si no es dentro de un proyecto de investigación generosa y sostenida-
mente financiado.
64
Susan Sontag, Contra la interpretación, Seix Barral, Barcelona, 1984.
yarse. A éstos Ortega los despacha como «la masa que cocea y no
entiende». Y vaya, malo será que desde la estética modal no logre-
mos darle una comprensión más específica a ambas lógicas de pro-
ducción y recepción estética.
65
«El arte, según los artistas jóvenes, es una cosa sin trascendencia alguna»,
Ortega y Gasset, op. cit., p. 360.
66
Ortega y Gasset, op. cit., p. 357.
68
S. Sontag, Styles of Radical Will, Picador, Londres, 2002, p. 15.
69
N. Hartmann, Ontología, vol. IV, p. 490.
[246]
72
El poeta es —para Eliot, Pound o Graves— el que modifica los medios expre-
sivos que hereda de sus predecesores, lo cual nos lleva a la definición medieval de
autor derivada del verbo latino augere, así un autor es aquel que aumenta, que
continúa aumentando una tradición formal recibida de sus precursores: auctor ab
augendo dicitur eo. Conrado de Hirsau, Dialogus Superauctores, citado por Tatar-
kiewicz, Historia de la estética II, Madrid, 1990, p. 129.
73
La tensegridad, al decir de Buckminster Fuller, sirve para concebir «islas de
comprensión en un océano de tensión» o, en otras palabras, alude una estructura
que pone de manifiesto que los fenómenos fundamentales de tensión y compresión
son tan opuestos como complementarios entre sí.
74
Por descontado, para que el duelo o la experiencia estética se den, ambos
duelistas tienen que tener no sólo un paisaje por el que andar, sino un paisaje que
les permita llevar a cabo el duelo, que se haga cómplice de su tensión levantando un
viento polvoriento y dejando volar una de esas bolas de hierbajos que siempre pa-
san cuando hay un duelo como dios manda. Para dar cuenta de ese rol del paisaje
o el modo de la efectividad puede verse el capítulo 3 de mis Desacoplados: estética
y política del western, UNED, Madrid, 2015.
derse siguiendo sabe dios qué ineluctable lógica: de entrada, los mo-
dos —como ya hemos dicho— ni siquiera tienen porqué excluirse,
sino que pueden y tienen que coincidir en la extensión, para que
haya duelo o tensión estética, que no es lo mismo pero es igual.
Como Billy the Kid y Pat Garrett, por no dejar el salvaje oeste de la
estética, dos momentos de un mismo desacoplamiento, que han ido
entrando y saliendo de la ley75, se suponen y se necesitan mutua-
mente, de modo que —como sabía Lupasco— la muerte de uno es
inevitablemente la muerte del otro. Como sucede tanto en los wes-
terns como en el pensamiento modal, si el sheriff repertorial cae en
el duelo, el bandido disposicional quedará fuera de juego, despo-
larizado y sin rival digno, de manera que no tardará en caer tam-
bién él.
* * *
75
Como diría Sam Peckinpah, fino pensador de la modalidad, «lo necesario
sólo tiene un amigo: lo posible. Y una única misión: matarlo».
76
Mario Teodoro Ramírez, La filosofía del quiasmo. Introducción al pensamien-
to de Merleau-Ponty, FCE, México, 2013, p. 47.
78
Ese es el caso con Ironman, por ejemplo, al que la pila alcalino-nuclear que
se mete en el pecho cada vez que le da por arreglar el mundo le está arruinando la
salud cosa mala.
79
Como es bien sabido en lógica policontextural, en toda relación cabe distin-
guir tres componentes: lo relacionado, lo que relaciona y el modo de relación. Pue-
de verse a este respecto la obra de Gottard Gunther o la de Rudolph Kaehr. Por
ejemplo aquí: http://www.thinkartlab.com/pkl/media/DERRIDA/Proemial%20
Relationship.html
80
Para poder tratar este tema con algo más de detalle iremos al «Heroico
Apéndice» situado al final de este volumen.
Al igual que las figuras de las que hemos hablado, una obra de arte
está viva y es interesante en la medida en que no sólo muestra y man-
tiene un quiasmo, sino que nos proporciona un determinado modo de
relación, el suyo característico, que se nos presenta como un regalo,
como el don por excelencia que nos ofrece toda gran obra de arte por-
que en tanto tal modo de relación nos puede resultar apropiable, conve-
niente para armar nuestra propia inteligencia y nuestra sensibilidad.
Esto nos lleva a uno de los puntos fuertes del pensamiento mo-
dal. Los «modos de relación», como los conjuntos relativamente
estables de recursos de los que habla Minsky, son formas concretas
de proceder, lógicas de acción que podemos adscribir —de eso va la
estética— a determinadas formaciones que llamamos obras de arte,
a falta de mejor nombre, pero en la medida en que son modos de
relación son parte de un procomún que nos define y nos especifica.
Como es notorio, toda vez que la araña pica a Peter Parker, éste
da lugar a Spiderman. Pero inmediatamente, o tras unas cuantas
84
G. Lukács, El alma y las formas, p. 11. También siguiendo a Lukács, pode-
mos estar de acuerdo en que cada uno de nosotros empezamos a ser interesantes,
como Peter Parker, en cuanto habitamos una escisión, cuando nos define un quias-
mo que nos hace ser, a la vez, hombres enteros y hombres enteramente, o ciudada-
nos y artistas, sin ir más lejos.
Ese quiasmo nos pone en juego, nos desafía ciertamente pero en ningún caso
deberíamos echarle la culpa a él de nuestra precariedad. La precariedad acontece
cuando de modo sostenido se nos impide precisamente habitar ese quiasmo, cuan-
do las urgencias de una de las partes, la de ciudadano normalmente, nos absorbe de
tal modo que no nos queda vida para nada más. Entonces se nos hace incapaces de
gestionar nuestra propia complejidad, de dar con nuestra proporción característi-
ca, con nuestro modo de relación. Eso nos convierte en peores personas, pone algo
menor en algo mayor, nos mengua... La precariedad es en un primer momento una
miseria de los modos de relación, para convertirse —cuando se agudiza— en la
imposibilidad misma de desplegar modo de relación alguno, puesto que quizá se
nos ha despojado del quiasmo mismo que nos constituía.
Sucede con mucha frecuencia que aquella vocación que hemos pro-
ducido como personas no nos puede devolver el favor y mantenernos
vivas como personas.
85
Para Coomaraswamy «no tener ninguna vocación es no tener ningún sitio en
el orden social y ser menos que un hombre: “nadie sin un arte entra en Teamhair
Ri Na”, no hay ningún lugar para él en la Ciudad de Dios». Ananda K. Cooma-
raswamy, Arte y Simbolismo Tradicional, p. 65.
* * *
Por supuesto que aquí tenemos uno de los lugares en los que con
más claridad se deja ver la carga ideológica de algunas de las pelícu-
las de Marvel, cuyos villanos suelen ser los culpables de su propia
deriva villanesca. En la lógica marveliana su diamante se rompe
porque ellos son malvados... pero nosotros —como Sócrates— sabe-
mos que eso no es del todo cierto: su «maldad» no es otra cosa que
el efecto secundario de su propia ruptura, de su quiebra...
86
Los malos son aquellos que, como dice el senador Menenius en el Coriolano
de Shakespeare, no nos conocen a nosotros, ni a sí mismos, ni a cosa alguna.
87
Declaración que Rojas remite al «sabio Heraclio en el modo: Omnia secun-
dum litem fiunt».
88
Por supuesto que en nuestras —mucho más comedidas— vidas cotidianas
no vamos sacrificando gente así alegremente, pero, a poco que demos en pensarlo,
advertiremos que buena parte de nuestros propios quiasmos han supuesto el sacri-
ficio si no de la vida de seres cercanos —como padres o parejas— si el de sus expec-
tativas sobre nosotros. En toda disyunción perdemos a alguien.
89
A decir verdad, tanto la apasionante cuestión de los sacrificios humanos
vinculados a los momentos de transición como la de la muerte y resurrección me-
recerían un análisis mucho más detallado del que aquí y ahora puedo ofrecer. Pero
vaya, el día menos pensado me pongo con ello.
Por eso es que los cómics de superhéroes, entre otras cosas, son
tan útiles para los estudiosos de la estética: nos enseñan a apreciar
la centralidad del modo de relación efectivo. Una obra de arte, al
igual que una experiencia estética, no puede apreciarse sólo en fun-
ción de su forma o de su contenido, en función sólo de su factura
material o su peso conceptual... lo fundamental es justo el «orden
encantado»90, la medida o el modo de relación que los vincula y los
mantiene en un grado mayor o menor de tensión.
Al igual que las figuras de las que hemos hablado, una obra de
arte está viva y es potente en la medida en que no sólo muestra y
mantiene un quiasmo, sino que nos proporciona un determinado
modo de relación, el suyo característico, que se nos presenta como
un regalo, como el don por excelencia que nos ofrece toda gran obra
de arte porque sólo en tanto tal modo de relación nos puede resultar
apropiable, conveniente para armar nuestra propia inteligencia y
nuestra sensibilidad, que por supuesto tienen también la contextura
de lo complejo.
* * *
90
Eso es lo que añora Steiner, el personaje de La Dolce Vita de Fellini (1:29:00).
Ahí, la obra de arte aparece como el modelo de una tensión que se mantiene viva y
contenida a la vez. ¿Cómo no echarla de menos?
91
Nicolai Hartmann, Estética, UNAM, México, p. 20.
Así las cosas, y ya que nuestros dos vaqueros van a ser cuatro en
realidad... quizás sea conveniente que le demos a este duelo, que es
el duelo que ha de determinar la estructura de la relación estética, el
carácter de un diamante quiasmático, como los que hemos visto
más arriba. Este tipo de diamante puede resultarnos aquí especial-
mente adecuado puesto que tenemos que dar cuenta de lo que Hart-
mann ha caracterizado, precisamente, como una «doble relación de
oposición».
92
Ibídem, p. 20.
93
Ibídem, p. 21.
94
Ibídem, p. 20.
95
Ibídem, p. 21.
Pero claro, sucede que para los partidarios de las poéticas reper-
toriales, que se fijan en la flecha negra de la línea inferior, lo que hay
es justo esa misma relación reflejada especularmente. De modo que
lo que ellos ven es una Forma que hace ahora las veces de punto de
salida desde la que se llega a un Contenido relevante en términos
axiológicos, ayudándonos, por tanto, a especificar una mirada para
el valor o un determinado modo de organizar la experiencia.
96
Así en una emisión de televisión la imagen visual se traduce en un orden tem-
poral que es «transportado» en una onda de radio. De esta forma, la onda de radio
lleva la imagen en un orden «implicado». La función del receptor es entonces expli-
car este orden, desplegarlo en forma de una nueva imagen visual.
97
Susan Sontag, op. cit., p. 26.
98
Ananda K. Coomaraswamy, Sobre la doctrina tradicional del Arte, p. 17.
99
Judith Butler, Prólogo a la edición inglesa de El Alma y las Formas, de G.
Lukács, Columbia University Press, Nueva York, 2009, p. 4: «Forms are not in
place and intact prior to their use; they are reinvented for the purpose of conveying
a very specific condition, at once existential and historical».
100
Judith Butler, op. cit., p. 3.
101
Ibídem, p. 45.
102
Nicolai Hartmann, Estética, p. 21.
Por otra parte, plantearnos por qué hacemos las cosas, por qué
dedicamos nuestra atención a esto y no a aquello es siempre saluda-
ble, pero si nos situamos en el ámbito de lo estético y advertimos las
condiciones que traman nuestro tiempo, dicha reflexión se vuelve
simplemente ineludible. Pensar lo estético no puede ser una especie
de pasatiempo inocuo, algo de lo que bien podríamos prescindir o
que podríamos relegar hasta que objetivos más importantes hubie-
ran sido atendidos. Especialmente en un contexto de crisis global
como el que tenemos delante, será bueno discernir lo que puede
aportarnos lo estético en un plano repertorial, en un plano disposi-
cional y en el ámbito efectivo del paisaje que habitamos.
Remito aquí a este par de conceptos tal y como los expuso Lukács en en se-
1
Para que esa dimensión religiosa del objeto estético —en esta
dinámica comparativa— pueda resultar fértil, tendremos inevita-
blemente que hilar más fino. Acaso una buena pista para entender
esa dimensión de lo religioso nos la ofrezca el trabajo de Carl Ke-
renyi dedicado a la polaridad axiológica llamada eulabeia. Para Ke-
renyi tanto en la etimología que hace derivar lo religioso del «religa-
re», del atento vincularse a una comunidad, a una ecclesia (una
asamblea), como en la que lo hace derivar del «relegere», la meticu-
losa relectura de un texto sagrado o de un cuerpo de tradiciones... se
da cita un mismo componente que los griegos clásicos llamaron eu-
labeia y que él traduce como «proceder cuidadoso» o «atención se-
lectiva».
2
Para Kauffman aquellos atributos que se predicaban de la divinidad: creati-
vidad, sentido y propósito son de hecho cualidades del universo susceptibles de ser
estudiadas científicamente. Véase a este respecto Stuart Kauffman, Reinventing the
sacred, Basic Books, Nueva York, 2008.
Pero no nos podemos quedar ahí. Esta noción misma del proce-
der cuidadoso, noción según la cual el opuesto al hombre religioso
no es el laico, sino el negligente, nos dará pistas para enlazar con el
otro orden de sensibilidad y productividad que es a la vez comple-
mentaria y contraria3 modal de la repertorial.
3
Lo sabía Machado cuando cantaba: «Busca a tu complementario, / que mar-
cha siempre contigo, / y suele ser tu contrario». Proverbios y Cantares, Nuevas Can-
ciones, XV.
tal poder jugar con limpieza y con vigor, poder volcarnos entera-
mente en el despliegue de las facultades que hayamos invocado.
* * *
5
Nicolai Hartmann, Ética, p. 57.
6
Según informa The Guardian, en la edición electrónica del 19 de marzo de
2016, las compañías petroleras están aprovechando el deshielo en el Ártico para
extraer más petróleo...
Hasta hace bien poco éste era el cuadro y, del mismo modo que
las instituciones que habían reclamado para sí el saber de lo econó-
mico habían recortado sin empachos la soberanía y la autonomía de
cuantos países les había parecido, las instituciones de lo estético se
habrían quedado con la autonomía que las comunidades de gusto
antaño tuvieran para producir tanto arte como juicios legitimados.
Nuestros globalizados juicios de gusto tenían que coincidir con los
de las instituciones y poderes dominantes, si es que no querían pa-
recer como despropósitos mal informados.
* * *
7
También puede verse en Karl Polanyi, Conrad M. Arensberg, Harry W.
Pearson et al., Trade and Markets in the Early Empires (1957). Comercio y mercado
en los imperios antiguos, Labor, Barcelona, 1976, pp. 151-160.
8
Karl Polanyi, El sistema económico como proceso institucionalizado. http://
www.ciesas.edu.mx/Publicaciones/Clasicos/articulos/Polanyi.pdf
9
Este uso sustantivo estaría además directamente conectado con la raíz etimoló-
gica de la palabra economía, derivada, como es sabido, de las palabras griegas oikos
(casa) y nomoi (leyes) y que significaba por tanto la ordenanza de la casa, las leyes y
normas de organización de las unidades básicas de subsistencia y producción.
10
Karl Polanyi, op. cit. http://www.ciesas.edu.mx/Publicaciones/Clasicos/arti-
culos/Polanyi.pdf
11
Su hipótesis, tal y como la sostuviera en La Gran Transformación, es que di-
cha escasez es un producto histórico y no es ni mucho menos el condicionante
esencial e inevitable de la vida económica y social tal y como se ha pretendido
desde algunas instancias que incluso remiten a la Biblia para sancionar el enaje-
nante y agotador sudor de la frente como inherente a la condición humana: El
significado formal implica un conjunto de reglas relativas a la elección entre los usos
alternativos de medios declaradamente insuficientes. El significado sustantivo no im-
plica elección ni insuficiencia de los medios: la subsistencia humana puede implicar o
no la necesidad de elección y, si hay elección, no necesariamente tiene que deberse al
efecto limitador de la escasez...
Así dicho no parece que esa divergencia tenga que resultar dema-
siado latosa. Quizás porque damos por supuesto que el uso formal
de lo económico —toda vez que se vuelve contingente— acabará
siempre por volver a ajustarse al uso sustantivo. Esto seguramente
ha sido el caso durante siglos, marcadamente durante las transicio-
nes de la economía esclavista a la feudal o de ésta a la de la primera
modernidad... pero ¿qué pasaría si determinado uso formal concre-
to se volviera tan poderoso y engreído que creyera poder ignorar al
uso sustantivo, o que incluso diera en negarlo? ¿No nos sumiría eso
en el mayor de los despropósitos? Una economía que no nos diera
de comer ¿merecería aún el nombre de economía?
12
Obviamente la carga de profundidad aquí no va tanto dirigida contra la obra
de estos eximios artistas cuanto del proceso de legitimación y acreditación artística
que pretende imponernos sus dictámenes con completa independencia de cualquier
amarre con nuestra sensibilidad o nuestras necesidades estéticas.
plancha —vuelta y vuelta y con poca sal— ... como es obvio que las
agencias de calificación no toman en consideración, a la hora de emi-
tir sus respetables juicios, las necesidades de las personas que viven en
los países afectados por los mismos.
* * *
Así las cosas, será inevitable que nos comprometamos con la for-
mulación de un hipotético uso sustantivo de lo estético más allá o
más acá de las exigencias de los diferentes usos formales producidos
a la medida de cada una de las culturas estéticas vigentes a lo largo
de la historia. Sin duda ésta es una operación muy arriesgada y
como nos descuidemos podemos vernos intentando presentar como
universalmente válidos los criterios de nuestro particular uso formal
de lo estético. Y vive dios que no está el horno de la posmodernidad
y el poscolonialismo para semejantes bollos.
Pero vaya, acaso del mismo modo que definíamos —con Polanyi—
lo económico sustantivo como «el proceso de interacción entre el
hombre y su medio ambiente, que tiene como consecuencia el con-
tinuo abastecimiento de los medios materiales y los servicios que
necesitan ser satisfechos»13 podríamos ahora abordar la definición
de lo estético sustantivo, acotándolo como cualquier proceso —insti-
tuyente e instituido— de interacción entre la sensibilidad de los hom-
bres y el mundo que tiene como consecuencia el continuo abasteci-
13
Karl Polanyi, op. cit.
* * *
Por fin podemos también contar con lo que Max-Neef llama sa-
tisfactores sinérgicos. Éstos son los susceptibles de atender varias
necesidades simultáneamente y de no ahogar o escamotear ninguna
de ellas.
* * *
* * *
16
Con esto adelantamos mucho en los criterios que convierten a una experien-
cia estética en algo valioso por sí: ¿Atiende varias necesidades? ¿O, por el contrario,
las inhibe? ¿Auspicia autonomía? Esto —lógicamente— no puede ser desarrollado
aquí y ahora, pero nos marca una ruta por la que podremos modular nuestras ex-
periencias y procesos estéticos haciéndolos pasar —por ejemplo— del campo del
tanteo al de la organización, del ámbito modal de lo posible al de lo necesario…
* * *
Sea cual sea el caso, ahora sabemos tanto que el estatuto de los
satisfactores es contextual y puede variar, como que ello no nos en-
trega atados de pies y manos a ninguna especie de todo vale, sino
que nos remite una y otra vez a una decisión tan transparente y
pública como queramos sobre el modo de relación mediante el que
articulamos las diferentes necesidades que nos definen.
* * *
* * *
Si hay algo que me gustaría destacar para cerrar este primer libro
de la Estética Modal es justo la importancia irrenunciable de ese
encuentro entre los modos de relación que aumentan nuestra capa-
cidad de obrar y comprender y la vida que vamos viviendo.
ONTOLÓGICO APÉNDICE
NOTA BENE: A decir verdad todo este libro está escrito bajo el
hechizo de lo ontológico, esto es, desde la conciencia de la importancia
de dar cuenta de «lo que hay», de lo que compartimos y constituye
mundo común, mas allá de nuestros manejos conceptuales. «Lo que
hay» es eso que Lukács llamaba con su habitual precisión: la manera
de ser que da lugar a este nuevo movimiento de los complejos.
[297]
Eso sí, es bien posible que a éstos les sepa a poco este apéndice,
puesto que intentar introducir la antigüedad, la importancia y la nove-
dad de la ontología modal en apenas unas pocas páginas es cuanto
menos temerario. A la vez, a aquellos a los que no les interesan estas
cuestiones igual les sabe a demasiado y a fárrago incomprensible. Por
eso está aquí este aviso, porque tampoco es plan que se me bloquee
nadie porque se encuentre —sin comerlo ni beberlo— debatiendo con
el mismísimo Aristóteles la ardua cuestión de la tensión entre la dyna-
mis y la energeia...
* * *
1
Esta misma preocupación está en el mismo Kant, que como cualquier hijo de
vecino tiene que reunir todo lo que separa. Así, cuando en el Cuarto Momento del
Juicio del Gusto dice: «Si los juicios del gusto (como sucede con los juicios cognosci-
tivos) tuvieran un principio objetivo determinado, aquel que se atuviera a él pretende-
ría necesidad incondicionada para su juicio. Si no tuvieran absolutamente ningún
principio, como los del mero gusto de los sentidos, no cabría entonces concebir abso-
lutamente ninguna necesidad para ellos». I. Kant, Crítica del Discernimiento, A.
Machado Libros, Madrid, 2003, p. 191.
2
Entre nosotros, el profesor Antonio Millán-Puelles ya señaló en su tesis doc-
toral la tensión entre Husserl y Hartmann y cómo sólo este último habría perseve-
rado en ese giro ontológico. Será por eso que lo queremos tanto.
* * *
3
Por supuesto que esa materialidad no puede ser concebida al modo inerte-
laplaciano del siglo XIX. Lo material ahora podrá ser definido como un salto cuán-
tico o como una combinación de cualesquiera de las cuatro fuerzas fundamentales:
la gravitatoria, la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil. Sea cual sea
el caso, la cuestión aquí consiste en acabar de digerir al Kant con salsa postestruc-
turalista del que nos hemos atiborrado en las últimas décadas del siglo XX y volver
a centrar el pensamiento.
4
A este respecto habrá que introducir el concepto de «complexo dinámico»
que, como se recordará, definió Hartmann sosteniendo que con «el nombre
“complexo dinámico” se quiere decir aquí que descansa todo en la mutua rela-
ción de fuerza entre las partes o los miembros, o que la unidad y totalidad de la
formación está condicionada desde dentro». Nicolai Hartmann, Ontologia, vol.
IV, p. 490.
5
Véase, al respecto, su fundamental, «L’ontologie de l’oeuvre d’art», Jacqueline
Chambon, Nîmes, 1999.
Por si esto fuera poco, que no lo es, hay aún otra cuestión que
limita estos ensayos de una «ontología estética» aún en mayor me-
dida. Y es que se trabaja en todos ellos con una ontología en la que
los planteamientos modales apenas han sido incorporados o lo han
sido de manera extremadamente deficiente. Así, por ejemplo, en la
obra de Goodman o la de Pouivet se ha dado entrada al modo de la
posibilidad6, pero inexplicablemente este modo apenas es explorado
en relación con el modo de la necesidad, ni con el de la efectividad,
ni mucho menos con sus pares negativos, la imposibilidad, la con-
tingencia y la inefectividad, cuyo valor crítico es fundamental.
6
Así Pouivet cuando sostiene una «estética modal» limitada a dar cuenta del
tipo de conocimiento modal que se hace posible a través de las ficciones que él consi-
dera apenas un caso especial de la epistemología modal de Peter Van Inwagen.
* * *
Por supuesto que no se puede decir que haya encontrado las con-
diciones para hacerse extremadamente popular de modo inmediato
en el dinámico y fresco ámbito de la filosofía académica. Pero esto
—con el hartazgo postestructuralista— puede estar cambiando8, de
7
V. W. Turner, The Anthropology of experience, University of Illinois Press,
Chicago, 1986, p. 101.
8
Ha coincidido con el desarrollo de este ensayo la publicación por parte de
Bruno Latour de su investigación sobre los «modos de existencia». Aunque no se
trate de una pieza de pensamiento modal netamente articulada hablaremos de ella
* * *
en su momento puesto que contiene elementos que, sin duda, nos resultarán de
interés.
9
Aunque el pensamiento modal atraviesa toda la obra de Hartmann, desde la
Ética a la Estética o la Teoría del conocimiento, es en el segundo tomo de su Onto-
logía donde se abordan estas cuestiones de frente y con un pulso absolutamente
fascinante. Sorprendentemente dicha obra fue en su día traducida al castellano y
sólo muy recientemente, en 2013, ha sido vertida al inglés gracias a los esfuerzos de
Roberto Poli, padrecito de todos los escasos pero aguerridos hartmannianos que
pululamos por el mundo.
10
Ousía, en griego koiné, significaba riqueza o propiedad, aquello precisamen-
te que le daba identidad y consistencia al ciudadano griego de su tiempo. Y lo que
permitía que se pudieran predicar atributos de él.
11
Ibídem, p. 5.
* * *
* * *
* * *
Había que deshacer parte del camino andado por los neokantia-
nos, volver a las cosas mismas intentando recuperar la vieja idea, tan
presente en Spinoza como en el mismo Kant de las nociones comu-
nes, del sentido común. De hecho, el pensamiento de las primeras
décadas del siglo XX está copado de intentos por aprehender esto:
así podemos considerar la investigación en torno a los arquetipos
(Jung), las estructuras narrativas (Propp), o los juegos de lenguaje
(Wittgenstein), etc. Todos estos desarrollos nos llevaron hacia esas
estructuras de carácter relacional, estructuras que eran más que sub-
jetivas y menos que objetivas y que se presentaban, en cierto grado al
menos, como intentos de romper el bloqueo entre un mundo autó-
mata y un mundo gobernado por la voluntad divina —o la concre-
ción de la voluntad divina en cada sujeto percipiente—.
* * *
* * *
18
Nicolai Hartmann, Ontología, vol. II, p. vii.
19
Aunque la complejidad como paradigma quasi modal de pensamiento lleva
ya una década larga funcionando, aún es relativamente poco conocido en áreas
como la Estética. A fin de familiarizarse con el mismo no puedo sino recomendar
empezar el abordaje por obras como las de Roger Lewin o Brian Goodwin, publi-
cadas en castellano por la benemérita —ésa sí— colección «Metatemas».
* * *
Parece claro, incluso por los términos mismos que usa Davies en
su descripción, que los dos primeros paradigmas: la mecánica new-
toniana y la termodinámica, han otorgado una cierta hegemonía
modal, respectivamente, a la necesidad y a la posibilidad. Parecería
que con las teorías de la complejidad llegamos al momento en el que
podemos plantear una inteligencia modal completa. Y no hay inte-
ligencia modal si no es completa: sabiendo que lo que hay, lo com-
plexo, resultará siempre de la puesta en juego simultánea de los de-
más modos, a través de procesos de autoorganización, que es lo que
—de nuevo según Davies— tiende a ocurrir en sistemas no-linea-
les21, y sistemas abiertos lejos del equilibrio22.
20
Paul Davies, The Cosmic Blueprint, Templeton Press, Radnor, 2004, p. 83.
21
Aquellos sistemas cuyo comportamiento no es expresable como la suma de
los comportamientos de sus descriptores, la no linealidad frecuentemente aparece
ligada a la autointeracción, el efecto sobre el propio sistema del estado anterior del
sistema, de tal manera que en su performatividad misma aparecen elementos con
los que no cabía contar inicialmente.
22
Sistemas alejados del equilibrio, que sólo pueden existir en conjunción con
su entorno, en ellos la disipación de energía y materia que suele asociarse a la no-
ción de pérdida y evolución hacia el desorden, se convierte en fuente de un orden
que sólo puede emerger de la autoorganización.
El hombre respondió:
[312]
* * *
23
En el Prólogo a J. F. Billeter, Cuatro Lecturas sobre Zhuang Zi, Siruela, Ma-
drid, 2003, p. 14.
24
Ibídem, p. 13.
Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces
y el día en que descubres para qué has nacido
Mark TWAIN.
* * *
Seguramente sea un tópico decirlo, pero sigue siendo una verdad
lacerante que Baltasar Gracián es un autor que, de haber nacido en
cualquier otro país europeo, habría encontrado un eco mucho mayor
del que aquí se le ha dado. De hecho, ya en vida se le trató con una
desconsideración muy característicamente ibérica, teniendo que recu-
rrir a la argucia de publicar sus libros bajo diferentes seudónimos y
no pudiendo evitar —ni siquiera así— que se tomaran represalias en
su contra. Distinta fortuna tuvo, desde luego fuera de nuestras fron-
teras: sus escritos serán ampliamente difundidos en Francia, donde
servirán de inspiración a autores de tanto renombre como La Roche-
foucauld o Mme. De Sevigné, así como en Alemania, donde encon-
trará un lector y traductor de excepción en Schopenhauer.
[315]
* * *
25
Eso dice un judío sefardí experto en diamantes, en el guion que escribiera
Cormack McCarthy para «The counselor». Por supuesto McCarthy sabía lo que se
hacía puesto que esta misma tesis había sido explorada —entre otros— por Carlyle,
28
Bertolt Brecht, Preguntas de un obrero que lee, Svedenborgen Gedichte, 1935.
29
T. Carlyle, Tratado de los héroes, Luis Miracle, Barcelona, 1938, p. 117.
30
G. Dumézil, «La tripartition indo-européenne», Psyche’, 2 (1947): 1348-1356;
Íbíd., Les dieux des Indo-Européens, Collection «Mythes et religions», ed. P.-L. Cou-
choud, vol. 29, Presses Universitaires de Françe, París, 1952; ibíd., La ideologie tri-
partite des Indo-Européennes, Collection Latomus, vol. 31, Bruxelles, 1958.
31
C. S. Littleton, The New Comparative Mythology, University of California
Press, Berkeley, 1982, p. 98.
32
M. Alberro, Cuadernos de Filología Clásica: Estudios griegos e indoeuro-
peos, 165, vol. 13, 2003, pp. 165-180.
33
G. Lukács, Estética, tomo II.
34
Th. Carlyle, op. cit., p. 118.
35
Además de autor dramático, en el año 443 fue nombrado helenótamo, una
especie de Director de la Tesorería (tercera función). Después fue uno de los diez
generales responsables de la dirección de la guerra contra los insurrectos de Samos,
y en 415 fue designado como estratega en la guerra de Siracusa (segunda función).
En 411 fue ordenado como sacerdote al servicio de Asclepio, y actuó como magis-
trado en Colono, su ciudad natal (primera función).
36
G. Dumézil, Jupiter, Mars, Quirinus: essai sur la conception indo-européene de
la societé et sur les origines de Rome, Collection «La Montagne Sainte-Geneviève»,
vol. 1, Gallimard, París, 1941.
* * *
¿Cuáles son pues las «armas» mediante las que combate el tercer
tipo de héroe, cuáles son los aperos de esta milicia vital? Si Gracián
hubiera trabajado de guionista en la Marvel, como Stan Lee o Chris
Claremont45, con toda seguridad hubiera empezado, como hace en
«El héroe» poniéndole un antifaz a su personaje. Y así lo hace, pues-
to que los dos primeros «primores» del héroe de Gracián argumen-
tan la importancia del no darse nunca a conocer del todo: «Todos te
conozcan, ninguno te abarque; que con esta treta, lo moderado pa-
recerá mucho, y lo mucho infinito, y lo infinito más»46. Gracias a
41
En la edición de El héroe y El Discreto hecha en Madrid en 1900, por Rodrí-
guez Sierra, p. 212.
42
Dominguillos de borra y hombrecillos de paja, les llama Gracián en El Cri-
ticón I, Crisi VIII... Hombrecillos maliciosos y bulliciosos, todo embeleco y fingi-
miento... Ibídem, Crisi IX.
43
Se lo dice el senador Menenio a los tribunos de la plebe en el magnífico Co-
riolano, de Shakespeare: «You know neither me, yourselves, nor any thing». W.
Shakespeare, Coriolanus, Acto II, Esc. I.
44
B. Gracián, El Criticón, Crisi III.
45
Responsables de personajes tan influyentes como Spiderman, The Hulk o
Lobezno.
46
B. Gracián, El Héroe, Primor I.
47
Las opiniones de Dumezil respecto a la presencia de la trifuncionalidad en la
cultura china se hicieron más ricas, sobre todo después de poder trabajar con Marcel
Granet. En cualquier caso daría qué pensar considerar el taoísmo como una prefor-
mación de este orden de heroicidad. Así, en el capítulo dedicado al Vacío y al Lleno,
el maestro Sun dice: «Sé extremadamente sutil hasta el punto de no tener forma [...]»,
¿no ese ese el mejor antifaz? El que nos hace invisibles e imprevisibles...
48
Ibídem, Primor II.
49
Ibídem, Primor III.
Pero por supuesto que el gusto va mucho más allá de aliños esté-
ticos, o más bien —y esto es de la mayor importancia en Gracián—
lleva a éstos a echar raíces en terreno mucho más firme. Si volvemos
50
Ibídem, Primor IV.
51
Ibídem, Primor IV.
52
Ibídem, Primor V.
53
G. Dumezil, El destino del guerrero, Siglo XXI, Madrid, 1990, p. 98.
54
Para toda esta cuestión, cfr. J. V. Arregui, «El papel de la estética en la ética»,
en Pensamiento, 44 (1988), pp. 439-453; ibídem, «Sobre el gusto y la verdad prácti-
ca», en Anuario Filosófico, 23/1 (1990), pp. 163-76.
55
J. V. Arregui y Pau Arnau, «Bases antropológicas de la estética de Gracián»,
Themata, Revista de Filosofía, n.º 16, 1996, pp. 45-64.
56
En alusión, obviamente, al peculiar protagonista de «La Gran Belleza», de
Paolo Sorrentino.
57
Inventar es, pues, «poner junto lo que estaba disgregado y era desconocido.
Eso es descubrir un nuevo continente y ponerlo en relación con el mundo conoci-
do». H. Marín, «El contador de historias», en Nuestro Tiempo, n.º 490 (abril de
1995), p. 120.
car las reglas, sino el modo mismo de ser humano58… Y es ahí don-
de entra en acción lo estético y lo artístico, que no es lo contrario a
la naturaleza sino lo que puede llevarla a su cumplimiento. En este
punto se emocionaría el experto en diamantes de Cormack McCar-
thy, puesto que el ejemplo que pone Gracián para este arte que hace
lograrse a la naturaleza es, precisamente, el del diamante: «si el dia-
mante, ayudado del arte, no cambiara sus fondos, visos y reflejos,
¿de qué sirvieran tanta luz, tanto valor y belleza?»59. Con sólo este
ejemplo se deja ver cuán oportuna resulta para el pensamiento de
Gracián un concepto de belleza a la vez orgánico y cultural valida-
do desde una teoría de estratos60. Eso nos lleva a una belleza que es
funcional en un sentido orgánico, una belleza de campesino, de ar-
tesano de lo cotidiano como la que buscaba John Berger, y, por las
mismas, una belleza de lo cotidiano, del cuidado de sí, una belleza
vinculada estrictamente al ejercicio de gusto, la prudencia que ca-
racteriza al héroe de la efectividad. Es en este sentido que Conan
Doyle pudo hacer declarar a uno de sus personajes «Le mauvais
goût méne au crime», esto es, que es el «mal gusto» el que lleva al
crimen61.
58
Como ha expuesto magistralmente A. Gehlen, El hombre, Sígueme, Sala-
manca, 1987, p. 9.
59
B. Gracián, El Discreto, XIII, p. 92.
60
Quizás la Estética de Nicolai Hartmann sea el mejor ejemplo de desarrollo
de una idea, la de la importancia para lo estético del juego de estratos y facultades,
que ciertamente ya estaba de algún modo en Kant y Schiller. En el segundo libro de
esta cursiva Estética Modal, daremos cumplida cuenta de la teoría de estratos.
61
Arthur Conan Doyle, El signo de los cuatro, p. 20.
62
B. Gracián, El Discreto, XVIII, pp. 104-105.
63
«Corroboraciones bastante numerosas inducen a pensar que ya en la unidad
indoeuropea [...] tres colores eran puestos en relación simbólica con las tres funcio-
nes fundamentales [...]: el blanco caracterizaba el poder mágico-religioso y jurídi-
co-religioso, el rojo la fuerza guerrera y un color oscuro —verde, azul, negro— la
fecundidad». G. Dumezil, La cortesana y los señores de colores, FCE, México,
1989, p. 17. Hamlet, como una especie de Johnny Cash isabelino, será el héroe de
negro, aquel que no sólo se lamenta por el mundo desquiciado, sino que será el
fermento de una nueva fertilidad, de un mundo renovado...
64
The time is out of joint: O cursed spite, / That ever I was born to set it right.
William Shakespeare, Hamlet, Acto I, Escena 5.
65
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Capí-
tulo II.
66
B. Gracián, El Héroe, Primor IX.
67
J. Campbell, El héroe de las mil caras: psicoanálisis del mito, FCE, México,
1998.
68
N. Frye, Anatomía de la crítica, Monteavila, Caracas, 1977.
69
W. Shakespeare, Hamlet, Acto IV, Escena 4.
70
Como también lo son evidentemente Peribañez, o el pueblo todo de Fuenteo-
vejuna...
71
A. Camus, El exilio y el reino, Alianza Editorial, Madrid, 1983, p. 76.
72
Honos es la raíz latina de la que deriva nuestro vocablo «honor».
80
Así lo ha expuesto el investigador Francisco Javier Blasco en eprints.ucm.
es/19978/1/T34300.pdf
81
Ibídem, Primor XI.
82
G. Dumezil, El destino del guerrero, Siglo XXI, Madrid, 1990, p. 98.
dice Gracián «no sólo sirve al ornato, sino que apoya lo im-
portante»83.
83
El Héroe, Primor XIII.