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Miguel Constantino Damaso

Era una lluviosa mañana de Septiembre de 1939, casi podría jurar que el cielo
lloraba de tristeza. A pesar de ser solo una niña, era inevitable no percibir lo que
sucedía, pues era el tema de conversación en todos lados y en cada escaso
medio de comunicación que había. Debido a que vivíamos en una comunidad
muy pequeña del municipio de Tenancingo, Estado de México, las noticias
mundiales llegaban muy tarde a nosotros o incluso nunca llegaban. Esto no
quería decir que ignoráramos lo que estaba pasando al otro lado del mundo,
habían llegado rumores de que Alemania había cambiado el mundo para
siempre, y un tal Adolfo Hitler era el nombre más odiado por aquel entonces,
escuché maldecirlo por cada lugar al que iba, la suma de todos los males, la
guerra había iniciado. Aquella noticia nos horrorizaba a todos, pues nuestra
gente aún estaba dolida por los estragos de la revolución mexicana, tenían temor
de volver a ser lastimados. Hay muchas cosas que no puedo comprender del
mundo de los adultos, nos enseñan a no decir mentiras, a no tomar lo que no es
nuestro y a respetar a los otros, sin embargo, todo lo que está sucediendo del
otro lado del mundo es porque no fueron capaces de hacer justo lo que nos
piden.

Mi pueblo natal, San Simonito, estaba rodeado de gigantescos cerros, a veces


verdes a veces opacos, como si representarán el ciclo de la vida, pero siempre
llenos de vida, ahí donde las nubes besan sus montañas y el sol pareciera salir
del lado opuesto, daba la sensación de que el día transcurre al revés, mientras
tanto, sobre la calle de la iglesia los “comaleros” esperan pacientes el escaso
transporte que los lleve a ofrecer su producto a Tenancingo de Degollado, la
tierra del reboso, el obispo y de las gorditas. Es imposible no probarlas mientras
estás ahí, es casi obligación comer algo de esto. Había muy poca población, la
cual se dedicaba principalmente a cultivar el trigo, maíz, frijol, haba, soja, alfalfa,
chícharo, cebada, se cultivaban paralelamente con especies como las fresas,
aguacate, árboles frutales, granada, durazno, verduras, hortalizas y flores.
Siempre fue una tierra muy fértil y generosa. Era nuestro sustento en los días
más difíciles. Algunos jefes de familia emigraban a ciudades más grandes,
dejando atrás a su familia, para buscar más oportunidades ya que no les
pagaban lo suficiente por su trabajo como campesinos. Mi familia era como el
resto de la población, mi padre se dedicaba a cultivar sus tierras. Mi madre era
ama de casa, pero cuando se necesitaba, ella y nosotros (sus hijos) también
auxiliábamos a mi padre a trabajar sus tierras. Al tener pocos recursos para el
campo entre todos en la familia nos apoyábamos. Fui hija de una familia muy
humilde, una familia que era víctima de todos los estragos que estaba pasando
el país, pertenecíamos a la clase baja. Desde muy pequeña siempre ayudaba en
las labores del hogar, a cuidar a mis hermanos, íbamos a esos imponentes
cerros por leña para cocinar los alimentos cada día, hacía tortillas hechas a mano
con el maíz producido por las cosechas de mi padre, muchas otras cosas. Pienso
que en realidad nunca supe lo que era una niñez. Por los bajos recursos que
tenían mis padres no pude ir a la escuela, como veía que lo hacían los demás
niños.

Recuerdo a mi padre hablar con mi madre y decir que no teníamos nada que
temer, que México se había mantenido neutral y no participaría en esta guerra,
sin embargo, la calma no duró mucho, pues a través de los pocos medios de
comunicación que nos llegaba, nos enteramos de dos buques petroleros fueron
hundidos y un día después el presidente en turno le declaraba la guerra a Japón
y Alemania.

Miguel Constantino Damaso, mi padre, me decía que era afortunada, pues ya no


vi la revolución mexicana, esa que derramó sangre en pos de los derechos de
los más vulnerables y no quería que ninguno de sus hijos viviéramos ese
sanguinario cuadro que perduraba en su mente, pues me explicó que no hace
mucho tiempo los mexicanos vivíamos en un país un poco más injusto, pues los
trabajadores eran despojados de su propiedad, había una marcada diferencia de
clases sociales, pues la riqueza era para unos cuantos y el resto solo vivía para
trabajar y apenas sobrevivir. Democracia, ni pensarlo, la reelección de Porfirio
Díaz periodo tras periodo y su actuar de tirano fueron la gota que derramó el
vaso. Era una injusticia palpable, los trabajadores carecían de derechos
laborales y está fue la causa de que muchos de ellos se unieran a los ejércitos
de Zapata y Villa.

Él lo vio todo, él estuvo ahí, era el menor de siete hermanos, dos mujeres y cinco
hombres. A pesar de ser el mas pequeño de todos no lo parecía, era un hombre
recio, de carácter duro pero noble. Un joven que creció con el pulque y el azadón,
el campo fue su vida y amaba cada mata de maíz y frijol que la milpa le ofrendaba
como agradecimiento por su sudor y sangre derramados, tenía las manos
laceradas de trabajar duro, su calzón de manta y sus huaraches desgastados,
fieles testigos de cómo la tierra es generosa pero también es celosa del que la
cultiva. De estatura mediana, complexión delgada y cabello lacio, su piel lo
convertía en un dignísimo representante de nuestra raza de bronce, esa que se
forja al calor del trabajo, esa que no se raja y a pesar de que la vida se ensaña,
siempre tiene una sonrisa para los suyos.

Le tocó mirar en primera fila, a pesar de no tener más de 10 años él se daba


cuenta de que la confusión se adueñaba de del ambiente, había personas
llorando en la calle y muchos prefirieron no mandar a sus hijos por mandado.
Sus días ya no eran los mismos, ni los juegos, pasaron de jugar al escondite a
jugar a la guerra. Muchas veces los adultos menosprecian a los niños y creen
que no entienden que pasa a su alrededor, pero nada más falso, pues él entendía
perfectamente que algo grande está sucediendo y todo cambiaría cuando esto
terminara.

Cuenta mi padre que un día acudieron al médico, sentía un hueco en el


estómago, tenía miedo y ganas de llorar, ver a su madre tan afligida, a su padre
preocupado, además de la incertidumbre por la situación, nunca había sentido
algo así, un niño de 10 años como él no quería creer que la gente se odiara lo
suficiente como para desear ver la sangre del otro derramada.

Al salir de aquel pequeño cuarto, equipado apenas con lo indispensable,


recuerda a mis abuelos dándole un cálido abrazo, lloraban de felicidad y angustia
al mismo tiempo, mi abuela tenía aproximadamente dos meses de embarazo y
a pesar de todo lo hermoso que esto significa ella tenía el corazón colgando de
un hilo, pues el pequeño nacería en un tiempo muy difícil y nadie sabía cuándo
vendrían tiempos mejores. El pequeño resulto ser pequeña, tenía los ojos de la
abuela, en medio de la tragedia y el caos llegó a fortalecer a la familia para seguir
adelante.

Mi padre tiene muy presente el momento en el que el conflicto llegaba a ellos, un


grupo de más de cincuenta hombres conocidos como los Carabineros de
Coahuila llegaron al municipio, ellos defendieron los postulados de Francisco I.
Madero y se encargaban de invitaban a los lugareños a levantarse en armas
contra el gobierno de Porfirio Díaz. En ese momento, muy pocas personas se
unieron a la causa, mi abuelo le decía a mi abuela que solo esperaban en dios
que no tuvieran que participar, su hija tenia pocos meses de nacida y temía por
la integridad de su familia.

Cuenta el “jeletimo”, como yo a veces le decía de cariño, que se supo que Porfirio
Días había renuncia a la presidencia de México luego de más de 30 años de
ocupar el poder. Para después formar parte del exilio. Madero entro al poder y
visito la comunidad, las personas bajaban de los cerros que estaban alrededor
de Tenancingo, principalmente el Mixcongo y otras partes que están en Villa
Guerrero. Esto fue un triunfo porque ahí nombraban a las autoridades
municipales y acompañaron a Madero a su toma de su jurisdicción. Cuando entro
en el poder Francisco I. Madero, en 1911, Tenancingo recibió la visita de su
hermano Gustavo A. Madero, según la versión de mi padre, éste personaje fue
recibido en el Santo Desierto del Carmen, lugar emblemático para la región, por
varios simpatizantes del recién electo presidente de México. Ahí, le expusieron
las diversas problemáticas de la comunidad. Al mismo tiempo firmaron acuerdos
de seguir defendiendo los ideales de la revolución. Pero vino la decena trágica,
y con ella vino la muerte de Madero y otra vez vienen a caer a Tenancingo
aquellas grandes presiones en contra.

Con cada palabra que pronunciaba mi padre, veía dolor y a la vez coraje en su
rostro y aún no venía lo peor de la historia ya que, cuenta que Madero incumplió
las promesas hechas en el Plan de San Luis. Ahora era un peligro inminente y
dado que había entrado un grupo de bandoleros que quisieron apoderarse del
poco patrimonio que, con mucho esfuerzo y sacrificio, sus padres habían
conseguido. Ahora si tenían más de una razón para uniese al enfrentamiento. Él,
junto con su padre y hermanos se unieron un tiempo a la lucha, a un pequeño
grupo de personas en Tenancingo, salieron con rumbo al estado de Morelos, ahí
se le uniría un grupo más grande y partirían con rumbo a la ciudad de México,
encabezada por Bernardo Reyes, Félix Díaz y Manuel Mondragón. Mi padre
recuerda que pasaron muy poco tiempo en la ofensiva, ahí aprendió a valorar a
un más lo valioso que tenía, por mucho o poco que fuera. Sus ojos miraron
escenas que ningún niño tiene derecho a ver, les roban la inocencia y los
destruyen por dentro. Él no era el único menor ahí, incluso había mujeres y bebés
acompañando a sus esposos por miedo a ser abusadas. Cuando era tiempo de
enfrentarse a la lucha solo iban los mas fuertes, los demás se quedaban atrás,
desgraciadamente hubo muchas bajas, mas de las que se pudiera imaginar en
una semana, no habían tenido una lucha “importante”. Mi padre da gracias a dios
no haber permanecido mucho tiempo en ese lugar, y aunque no era la forma en
que quería salir, pudo haber sido peor. Un día mientras atravesaban un cerro
hubo una emboscada que desgraciadamente lo hirió de gravedad, a él y a otro
de sus hermanos, tuvieron que ir de emergencia a que les curaran las heridas,
una vez en el hospital, mi abuelo decidió no arriesgar más la vida de sus hijos y
apoyar a la lucha desde afuera.

Mi abuela y mis tías se quedaron en casa esperando lo mejor que pudiera pasar.
Para ese tiempo todo era valioso, más de una vez los ejércitos revolucionarios
recurrieron a ella, y a gente del pueblo para pedir comida, agua, municiones,
armas e incluso material humano. También cabe decir que muchos se
aprovecharon de la bondad de la gente y con una falsa bandera de
revolucionarios robaban, pedían recursos e incluso dinero, la vergüenza no era
algo que conocieran.

A pesar de que mi padre no participo mucho en la lucha, seguía muy al pendiente


de todo lo que pasaba en la comunidad y en los alrededores, se dio cuenta de
que la revolución mexicana cambio mucho de lo establecido en México, trajo
consigo un poco de justicia para las personas que más lo necesitaban y todo
esto se reafirmó en 1917 , dicho por mi padre aún había personas que estaban
en contra de que los trabajadores tuvieran derechos laborales y había mucha
gente que no quería que todos los individuos gozarán de los mismos derechos,
la mayoría de esa gente era la llamada clase alta, pero nada lo pudo detener y
Venustiano Carranza acompañado de 220 delegados de todos los estados, entre
ellos profesores, abogados y demás profesionistas firmaron la carta magna y con
esto quedaban estipuladas por ley y por escrito las garantías individuales , en
donde el derecho a la educación y los derechos laborales eran los más
celebrados .

Si bien es verdad que la libertad tiene un alto costo, a México la historia le estaba
cobrando por segunda vez y justo cien años después del primer cobro. Al parecer
no fue suficiente y creo que nada lo es, pasan los años y no tiene fin la fila de
entierros, uno tras otro, la gente está cansada de llorar, a veces solo lloramos
por compromiso, pues la muerte se ha vuelto algo tan cotidiano, que poco a poco
nos estamos volviendo insensible a ella.

Mi padre estaba viendo historia y después a mí me tocó a lado suyo y de mi


madre mirar historia también.

Con todo esto me doy cuenta de que la guerra es como un monstruo o como un
virus, infecta todo, se roba la tranquilidad, no importa a donde vaya una extraña
tensión envuelve las calles y las miradas de las personas.

Una época que sin duda estaría algún día en los libros de historia, y nunca cayó
en cuenta en esos momentos.

BIBLIOGRAFIA

 http://www.redalyc.org/jatsRepo/351/35149890012/html/index.html
Castañeda, M. Abril 2015. “Reconstrucción histórica del paisaje de
Tenancingo” revisada 13/07/2019.
 https://criterionoticias.wordpress.com/2015/11/17/tenancingo-vivio-en-
carne-propia-la-lucha-de-la-revolucion-mexicana/
Palma. F, Noviembre 2015, “Tenancingo vivió en carne propia la lucha de
la revolución mexicana”, revisada 13/07/2019.
 https://www.timetoast.com/timelines/linea-del-tiempo-de-la-revolucion-
mexicana-1910-1940
 http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/estados/libros/edomex/html/estad
odemex.html
Jarquín, M. & y Herrejón, C., Octubre, 1994, “Breve historia del Estado de
México”, revisada 13/07/2019.

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