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LIBRO II LOS PRESUPUESTOS PROCESALES RELATIVOS AL ÓRGANO JURISDICCIONAL Y A LAS PARTES

CAPÍTULO I LOS PRESUPUESTOS PROCESALES

1. EXPLICACIÓN GENERAL

El concepto de presupuestos procesales fue expuesto por primera vez por el jurista alemán
Óscar von Bülow (1837-1907), en su libro La teoría de las excepciones procesales y los
presupuestos procesales, publicado en 1868. Dicha monografía tiene el mérito de haber
propuesto una explicación del proceso como una relación jurídica1.

El referido trabajo fue capital para separar al derecho procesal del derecho civil.

El avance que supuso esta teoría fue superlativo, porque de ella se derivaron una serie de
doctrinas sobre el derecho procesal de acción, se perfilaron relaciones entre derecho procesal
y el derecho material, se fijaron los poderes del juez y de las partes en el proceso y se
establecieron las respectivas obligaciones de los protagonistas del mismo2.

Como toda relación jurídica, la de naturaleza procesal tiene unos requisitos de validez. Von
Bülow definía a los presupuestos procesales como "las condiciones para la constitución de la
relación jurídica procesal" o como "los requisitos a que se sujeta el nacimiento de aquella", o
bien, "como las condiciones previas para la tramitación de toda relación procesal". Se
comprende bajo esta denominación aquellos elementos formales que se precisan para que una
relación procesal surja válidamente. En su explicación originaria los llamados "presupuestos
procesales" se referían a todo el proceso y condicionaban la existencia del mismo.

Pese al notable éxito que tuvo la teoría de Von Bülow, la doctrina procesal criticó su excesiva
amplitud para definir a los presupuestos procesales. En lo medular, se objetó que ellos no serían
del proceso, ya que en muchas ocasiones existía proceso aunque éste careciera de algún
determinado requisito, resultando por lo mismo exagerado negar su existencia.

De acuerdo con la moderna orientación, se pueden definir los presupuestos procesales como
aquellas circunstancias formales, establecidas por la ley procesal, que deben concurrir en el
proceso para que sea posible la resolución sobre el fondo del asunto sometido a la
consideración judicial, las cuales deben, además, observarse de oficio (esto último no se ha
discutido de la tesis de Von Bülow)3.

Para la existencia de una relación procesal válida se exige sólo la observancia de los
presupuestos procesales y no es necesario, en rigor, que exista la acción; si la acción existe,
sólo en ese evento el actor tiene derecho a que el órgano jurisdiccional acceda a la tutela jurídica
solicitada en el proceso. Por lo mismo, para que nazca la obligación del órgano jurisdiccional de
pronunciarse sobre el fondo del asunto controvertido basta que la acción sea afirmada en la
demanda. El planteamiento anterior se ve reforzado, cuando se puntualiza que el examen de
las condiciones de la acción se debe realizar en la sentencia y no en una etapa anterior4.

Si se han cumplido los presupuestos procesales, al juez no le está permitido excusarse de


resolver el asunto, dictando una sentencia absolutoria de la instancia fundada en sus dudas
personales o en una carencia de prueba, atendido que en el proceso civil moderno está abolido
el non liquet5.

Dicho de otra forma, a la hora de pronunciarse sobre el fondo el juez puede adoptar sólo dos
posiciones frente a la petición de tutela jurisdiccional: acoger o rechazar la demanda de
protección jurídica, en ambos casos total o parcialmente. Si no cumple con esta obligación se
estará frente a una omisión de la cuestión controvertida, que permitirá anular la sentencia por
la causal de casación en la forma del artículo 768 Nº 5 del CPC.

Desde el punto de vista de los jueces, el cumplimiento de su función como garante del
Derecho se pretende asegurar mediante un conjunto de deberes, prohibiciones y un régimen
de responsabilidad penal, civil y administrativa6. Dentro de ellos tiene un lugar relevante el
indicado en el art. 319 del COT, que le impone la obligación de "despachar los asuntos
sometidos a su conocimiento (...)", esto es, ir dándole curso progresivo a los autos conforme a
las reglas del procedimiento aplicable.

Ese conjunto de deberes que tiene el juez como tercero imparcial evidencia que el proceso
es una relación de derecho público.

Por otro lado, no se debe confundir el contenido del derecho de acción con los presupuestos
procesales. Estos últimos son las exigencias formales imprescindibles para obtener un
pronunciamiento sobre el fondo en una determinada relación procesal. En cambio, la acción es
el derecho público subjetivo que permite obtener una sentencia sobre el fondo. La diferencia
anterior consta, entre otras, en la sentencia de la Corte Suprema, de 3 de octubre de 2006, al
señalar: "Tercero. Que en el primer capítulo del recurso de casación se ha planteado una
cuestión adjetiva de carácter procesal como lo es la legitimación en juicio, en el caso de autos,
la legitimación activa, por lo que resulta imperioso dirigir una mirada a los principios dogmáticos
que gobiernan la materia; Sobre el particular, se dirá, en primer término que la acción, en el
orden de los principios, es un derecho subjetivo autónomo dirigido a obtener una determinada
resolución jurisdiccional, favorable a la petición del reclamante. Con esta mira, cabe distinguir
las condiciones para el ejercicio de la acción y aquellas requeridas para obtener una sentencia
favorable. La ausencia de alguna de las condiciones de fondo, determinará el rechazo de la
demanda en la sentencia; pero, entretanto, la acción se habrá ejercitado y producido sus efectos
dentro del proceso. Pero no basta la presencia de los elementos de la acción para que sea
favorablemente acogida por la sentencia. Desde luego que ellos son indispensables, pero la
sentencia parte del supuesto de una relación procesal válida, y, además, que la pretensión del
actor esté amparada por una norma legal. Por lo tanto, para que el actor triunfe en su demanda,
se requiere las siguientes condiciones: 1) derecho, o sea una norma de la ley que garantice al
actor el bien que pretende; 2) calidad, o sea la identidad de la persona del actor con la persona
favorecida por la ley; 3) Interés, de conseguir el bien mediante la intervención del órgano
público"7.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS PRESUPUESTOS PROCESALES

Aunque la noción técnica de presupuestos procesales es de aceptación común, no existe


acuerdo en la doctrina para señalar cuáles son.

Algunos autores proponen distinguir entre presupuestos de existencia y presupuestos de


validez o procesabilidad. La diferencia fundamental entre unos y otros radica en la sanción que
se debe aplicar por su omisión en la relación procesal; en los de validez la ineficacia es la nulidad
procesal; en los de existencia, como su nombre lo indica, si faltan conllevan la inexistencia de
la relación procesal8.

El problema de su determinación se produce por la dificultad que surge, en algunos casos,


para distinguir entre presupuestos procesales y los óbices, impedimentos u obstáculos
procesales.

Efectivamente, en la práctica se dan situaciones en las que el juez queda impedido de


pronunciar una sentencia de fondo, no obstante que concurren todos los presupuestos
procesales. Los ejemplos más típicos se dan cuando se acoge una excepción de litispendencia,
de cosa juzgada o el beneficio de excusión del fiador.

Sin perjuicio de las legítimas diferencias doctrinales que existen para delimitar los
presupuestos procesales, un criterio comúnmente aceptado distingue tres grupos:

1°) Presupuestos procesales relativos al órgano jurisdiccional

a) La competencia.

b) La imparcialidad del juzgador.

c) La jurisdicción de los tribunales, también designado como "competencia judicial


internacional".

2°) Presupuestos procesales relativos a las partes

a) La capacidad procesal.

b) La postulación procesal (patrocinio y poder).

c) La representación.

3°) Presupuestos procesales relativos al procedimiento

a) La aptitud formal de la demanda.

b) El emplazamiento legal del demandado.

c) La adecuación del procedimiento a la acción objeto del proceso.

d) El agotamiento de la vía administrativa previa.

Aunque nuestra legislación no se refiere a los presupuestos procesales, su reconocimiento


está implícito en las disposiciones que reglamentan las exigencias de la relación procesal.
3. EL PROCESO COMO UNA RELACIÓN JURÍDICA

La explicación del proceso como una relación jurídica es la que cuenta con el mayor número
de adeptos. Sin embargo, no existe completo acuerdo sobre todos los aspectos que ella
involucra9.

En una apretada síntesis, sin considerar los matices o las divergencias entre las distintas
explicaciones, los rasgos más relevantes de esta propuesta sobre el proceso como relación
jurídica se pueden resumir en los siguientes puntos:

1°) El proceso genera una relación autónoma, atendido que nace y se desarrolla con
independencia de la relación de derecho material, cuya discusión pueda formar parte del objeto
del proceso. Los requisitos para que se ésta se desarrolle se vinculan con los denominados
presupuestos procesales.

El carácter autónomo de esta relación, entre otras, ha sido reconocido por la Corte Suprema
en la sentencia de 6 de mayo de 1993, al señalar: "3º Que en todo proceso se distinguen con
claridad dos tipos de relaciones jurídicas. La primera es procesal y liga a las partes con el
tribunal, con el objeto de que el proceso cumpla con sus fines, y la segunda, sustancial o
material, pues dice relación con el derecho de fondo que invoca el actor en su demanda en
contra del demandado".

"La relación procesal se vicia por el fallo de los presupuestos procesales, como la jurisdicción,
competencia absoluta, capacidad procesal o por algún defecto que anule el procedimiento, pero
no sufre daño por algún vicio que pudiere tener la relación jurídica sustancial, que es autónoma
de la primera"10.

En su desenvolvimiento, la relación procesal se va ejecutando mediante una serie de actos


procesales del juez, de las partes o terceros.

La autonomía también explica que exista una sistema de ineficacias jurídicas que difieren en
muchos aspectos de las que se aplican en el ámbito del derecho civil, como ocurre, de un modo
nítido, con la nulidad procesal, que puede ser alegada como regla general mientras exista
proceso
(in limine litis)11.

2°) Es una relación compleja, atendido que abarca un conjunto indefinido de derechos,
obligaciones y cargas procesales que alcanzan al juez, las partes y, eventualmente, a los
terceros que intervengan en ella12. Así, para el juez surge la obligación de dar curso al respectivo
procedimiento, resolviendo las peticiones de las partes, recibiendo las pruebas, dictando las
resoluciones de trámite, etc. Para las partes, surgen derechos, deberes y cargas que deben
ejercitar o utilizar oportunamente con todas las consecuencias que de ello se acarrea.

3°) Es fundamentalmente una relación de derecho público, pero sin anular la manifestación
de la autonomía de la voluntad de las partes en los casos que la ley admite.

4°) Es una relación dinámica, que se va desenvolviendo según lo establecido por la ley en las
distintas instancias o grados jurisdiccionales previstos por la ley al reglamentar el sistema de
impugnación.
Normalmente, se inicia con el ejercicio del derecho de acción, pero también puede surgir una
relación procesal antes, si se realiza alguna de las actuaciones prejudiciales para preparar el
futuro juicio, anticipar pruebas o adoptar medidas prejudiciales precautorias.

La circunstancia que en esa actividad previa a la deducción de la demanda no se juzgue aún


sobre el fondo de una controversia, no obsta para estimar el surgimiento de la relación procesal,
que no puede ser confundida con el juicio en sentido estricto.

La relevancia de la doctrina de la relación jurídica radica en haber logrado la autonomía del


derecho procesal, permitiendo el desarrollo de esta rama del derecho fundada en sus propios
principios e instituciones, que desde más de un siglo se han estudiado sobre la base de la
acción, la jurisdicción y el proceso13.

Es en torno a estos conceptos fundamentales donde se han podido ir desarrollando


cuestiones tan relevantes como el estudio de las partes, de las relaciones entre las acciones, la
legitimación, los efectos de la cosa juzgada, la protección cautelar o anticipada del derecho, el
proceso de ejecución de las obligaciones, la tutela de los intereses difusos y colectivos, y por
cierto, el estudio del contenido de los presupuestos procesales.

LOS PRESUPUESTOS PROCESALES RELATIVOS AL ÓRGANO JURISDICCIONAL

CAPÍTULO II LA COMPETENCIA DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL

1. DESCRIPCIÓN GENERAL DE ESTE PRESUPUESTO

La protección de los derechos e intereses legítimos, a través del ejercicio de la acción,


requiere que ella sea solicitada ante un órgano jurisdiccional competente. Para tal efecto el
Estado crea los distintos jueces y tribunales, distribuyendo el trabajo entre ellos a través del
presupuesto procesal de la competencia (arts. 1° y 5° del COT y 76 CPR).

Conforme al art. 1° del COT, "la facultad de conocer las causas civiles y criminales, de
juzgarlas y de hacer ejecutar lo juzgado pertenece exclusivamente a los tribunales que
establece la ley".

Luego, se precisa los componentes del órgano jurisdiccional en el art. 5° del COT, al señalar
que:

"A los tribunales mencionados en este artículo corresponderá el conocimiento de todos los
asuntos judiciales que se promuevan dentro del territorio de la República, cualquiera que sea
su naturaleza o la calidad de las personas que en ellos intervengan, sin perjuicio de las
excepciones que establezcan la Constitución y las leyes".
"Integran el Poder Judicial, como tribunales ordinarios de justicia, la Corte Suprema, las
Cortes de Apelaciones, los Presidentes y Ministros de Corte, los tribunales de juicio oral en lo
penal, los juzgados de letras y los juzgados de garantía".

"Forman parte del Poder Judicial, como tribunales especiales, los juzgados de familia, los
Juzgados de Letras del Trabajo, los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional y los
Tribunales Militares en tiempo de paz, los cuales se regirán en su organización y
atribuciones por las disposiciones orgánicas constitucionales contenidas en la Ley Nº 19.968,
en el Código del Trabajo, y en el Código de Justicia Militar y sus leyes complementarias,
respectivamente, rigiendo para ellos las disposiciones de este Código sólo cuando los cuerpos
legales citados se remitan en forma expresa a él".

"Los demás tribunales especiales se regirán por las leyes que los establecen y reglamentan,
sin perjuicio de quedar sujetos a las disposiciones generales de este Código".

"Los jueces árbitros se regirán por el Título IX de este Código".

Para atribuir y repartir la competencia la ley utiliza distintos factores, entre otros: el domicilio
del demandante o del demandado, el valor económico o cuantía del litigio, el tipo de conflicto o
la relación jurídica donde surge la controversia (derecho constitucional, civil, administrativo,
laboral, económico, penal, etc.), la ubicación territorial de un determinado bien, el lugar de
cumplimiento de una obligación, la existencia de una convención de las partes sobre la
competencia relativa, la tenencia de fuero por uno o más de los sujetos de la relación procesal,
el lugar de la comisión de un determinado hecho ilícito, la especialización de los jueces o
tribunales para conocer de un determinado asunto, etc.

Desde el punto de vista jurídico, la actividad antes descrita se relaciona con la garantía
constitucional que asegura el derecho al juez natural o predeterminado por la ley, como
componente fundamental del debido proceso (art. 19 N° 3 inc. 5°, y Nº 4 inc. 4º CPR). Tal
prerrogativa se reputa como un logro de la Revolución Francesa, que en nuestro derecho se
consolidó tempranamente en la Constitución de 1833, al disponer en su artículo 125 que,
"ninguno puede ser juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le señale la ley,
y que se halle establecido con anterioridad por ésta". La Ley de Organización y Atribuciones de
los Tribunales de Chile, de 1875, reforzaría lo anterior, al definir la competencia en los mismos
términos que lo hace el actual artículo 108 del COT.

En su actual regulación el artículo 19 Nº 3 inc. 4º de la CPR establece que "nadie puede ser
juzgado por comisiones especiales, sino por el tribunal que le señalare la ley y que se hallare
establecido con anterioridad a la perpetración del hecho".

Aunque en principio podría estimarse que la determinación de la competencia judicial es una


operación relativamente simple, diversas razones demuestran que se trata de una tarea que
puede resultar más o menos compleja. Como pronto se podrá apreciar, para concretar quién es
el juez natural se debe pasar por varias etapas, en las que se hace necesario enlazar o conjugar
varias categorías jurídicas.

En un plano general, las reglas de competencia son las que tienen como función de asignar
a la persona o personas que, por tener la calidad de juez, deben conocer y juzgar de la petición
de protección del Derecho para el caso concreto, en cada uno de los grados jurisdiccionales o
instancias en que corresponde conocer de un asunto.
2. EL INTERÉS PRÁCTICO EN LA DETERMINACIÓN DE LA COMPETENCIA JUDICIAL

La asignación del juez o tribunal que debe conocer y fallar una causa es el hecho jurídico que
introduce en la relación procesal el factor humano, que es esencial para la declaración
jurisdiccional del Derecho.

Son varias las razones que ponen en evidencia la relevancia práctica de este presupuesto
procesal. Veamos algunas.

En primer lugar, el Derecho como medio para alcanzar la justicia impone la realización de
varias actividades intelectuales: una labor cognoscitiva, interpretativa y de aplicación, las que
pueden resultar más o menos complejas. Como bien lo retrata una frase que ya ha alcanzado
el valor de clásica, "sin el juez, el derecho objetivo reinaría, pero quizá no gobernaría"14.

En segundo lugar, el Derecho es un arte esencialmente práctico y la actuación del juez natural
(juez competente) lo deja en evidencia. Como bien lo advierte Helmut Coing: "... ningún
ordenamiento jurídico se deriva de principios abstractos. Ningún ordenamiento jurídico es un
sistema lógico-matemático. Las instituciones jurídicas se basan, más bien, de múltiples modos,
en la experiencia. No sin razón decimos a este respecto que una determinada regulación se ha
acreditado o no se ha acreditado en la práctica. Por experiencia se sabe, desde antiguo, que no
toda regulación legal consigue su objetivo, y sería interesante el investigar de una vez, a base
de muchos ejemplos, si la aplicación de las leyes, y en particular de los códigos, ha
correspondido a las intenciones que tenía el legislador"15. Concluye este autor: "la experiencia
demuestra que no toda regulación legal o principio elaborado por juristas consiguen siempre su
objetivo final, ya que la labor de los jueces puede deformar las buenas intenciones de los
legisladores o de los juristas"16.

Cualquier conocedor de la práctica forense puede relatar historias de gran esfuerzo intelectual
desplegado por las partes para atribuir o resistir la competencia de un determinado juez o
tribunal. Esta realidad explica por qué en muchos casos la discusión acerca de la competencia
o incompetencia sea la primera batalla judicial. Normalmente, detrás de la determinación del
juez natural vienen aparejados una serie de efectos jurídicos que resultan de la aplicación de
las normas de competencia, en aspectos tan relevantes como:

a) Que el juez pueda actuar orientado por un determinado principio informativo del
procedimiento (por ejemplo, el "principio pro operario" en materia laboral)17; que la causa sea
conocida por una de las salas en que funciona dividida de la Corte Suprema, según la
organización que por auto acordado le autoriza el art. 99 del COT.

b) Que la prueba pueda ser valorada conforme a las reglas de la sana crítica, evitando el rigor
o límites del sistema de prueba legal; que se aplique al adversario un sistema de distribución de
la carga de la prueba o una presunción legal que facilite la actividad probatoria que deberá
desplegar en el juicio.

c) Que se utilice un procedimiento de estructura sumaria, con audiencias orales, etc.

d) Desde el punto de vista práctico, el conocimiento y correcta utilización de las normas de


competencia permiten a las partes poner en práctica estrategias procesales que logren la
actuación de un determinado juez natural. Sin el ánimo de agotar la casuística, por ejemplo, se
podría en el caso de pluralidad de domicilios del demandado presentar la demanda ante el
tribunal al que se estima más benigno con la tesis que se defenderá para presentar la demanda
o gestión (art. 141 COT).

Esta actividad de táctica procesal también se aprecia la deducción de los recursos que se
deducen contra una resolución judicial. Así, una oportuna utilización de ciertos derechos
procesales puede permitir a un litigante evitar que su causa no sea vista por una sala de una
Corte de Apelaciones, eludiendo algún criterio de decisión que es sustentado por todos o alguno
de los ministros o abogados integrantes. Basta ejercer el derecho a la suspensión de la vista de
la causa (art. 165 CPC) o la simple recusación de un abogado integrante (art. 113 CPC) para
poder mejorar la expectativa de obtener una sentencia judicial favorable.

En esta tarea de fijación de la competencia se debe reconocer que el demandante tiene la


ventaja de poder orientar el relato fáctico y jurídico de la demanda para que ella sea conocida
por un determinado juez o tribunal. Naturalmente que lo anterior dentro de los límites que surgen
de las normas de competencia por razón de la materia, que impide la elección artificial de un
tribunal.

Por su parte, el demandado tiene el derecho a cuestionar la atribución de la competencia,


utilizando una serie de los instrumentos que el legislador ha dispuesto para asegurar su derecho
a ser juzgado por el juez natural.

El interés de las partes en la fijación de la competencia se puede ver también limitada por el
control de oficio que todo tribunal debe hacer de su competencia absoluta para conocer de un
determinado asunto.

Como se puede apreciar, la determinación de la competencia es una actividad capital en la


actividad procesal que se requiere para la protección de los derechos e intereses legítimos. Los
jueces no son seres inanimados, que realizan su función como meros autómatas aplicadores
de la ley. El Derecho es un fenómeno plural, que no se agota sólo en el dato normativo legal.
Su actividad va dando vida a la jurisprudencia, que es la expresión más viva de lo que es el
Derecho, teniendo un rol indiscutido las reglas de competencia para asignar rostro humano al
juzgador que debe conocer del conflicto.

3. DIFERENCIAS ENTRE LA JURISDICCIÓN Y LA COMPETENCIA

3.1. Explicación teórica

La doctrina procesal proclama una separación entre los conceptos de competencia y


jurisdicción, proponiendo distintas explicaciones para justificar esta diferenciación18.

La orientación más tradicional en nuestro medio acude a un criterio cuantitativo para justificar
la distinción, afirmando que la jurisdicción es el todo, y la competencia una parte de aquélla. En
consecuencia, las reglas de competencia son las que sirven para atribuir el conocimiento de un
proceso determinado a un específico juez o tribunal, llamado por ley a ejercer la función
jurisdiccional19.

Desde otro punto de vista, la jurisdicción es la potestad genérica para resolver las causas
civiles y criminales (arts. 76 CPR y 1º COT). En cambio, la competencia es la medida o parte
de la jurisdicción que corresponde a cada tribunal en el ejercicio de su jurisdicción. Coincidente
con lo anterior, el art. 108 del COT define a la competencia como la facultad que tiene cada juez
o tribunal para conocer de los negocios que la ley le ha colocado dentro de la esfera de sus
atribuciones.
En cuanto al ejercicio de esta función, como lo sintetiza Bordalí, "la mayoría de la doctrina
nacional está conteste en que el ejercicio de la jurisdicción no está reservado en la Constitución
de 1980 en exclusiva a los tribunales de justicia que integran el Poder Judicial. Para ello recurren
a la historia fidedigna del artículo 19 Nº 3 inciso 5º CPR. En efecto, la Comisión de Estudios de
la Nueva Constitución (CENC), en su sesión
Nº 103, dejó establecido que órgano que ejerce jurisdicción es todo órgano que resuelve una
controversia en el orden temporal, sean tribunales ordinarios, administrativos, Contraloría
General de la República, Impuestos Internos, tribunales arbitrales, etcétera (...)"20. "Para esta
doctrina órgano que ejerce jurisdicción y tribunal de justicia vienen a ser lo mismo. Y lo
importante no es la consideración del órgano, sino la función que desarrolla. Si los órganos, del
tipo que sean, desarrollan la función jurisdiccional es porque están siendo considerados como
tribunales de justicia"21.

Para el tema que analizamos, la explicación anterior se reduce a la siguiente regla: todo
órgano que ejerce la función jurisdiccional es un tribunal de justicia, cuya actuación está
amparada por una norma legal de competencia, ya sea como parte integrante del Poder Judicial
o bien como un tribunal especial que no pertenece a dicho poder del Estado (art. 5º COT)22.

En la jurisprudencia la explicación anterior se recoge, entre otras, en la sentencia de la Corte


Suprema de 24 de abril de 1980, cuando declaró que "la jurisdicción no está definida en nuestra
legislación positiva, pero en general los autores la conceptúan sobre la idea central de que
consiste simplemente en la facultad de administrar justicia. Ahora bien, esta función, dentro de
nuestro ordenamiento institucional, le corresponde a los tribunales de justicia".

"Sobre este enunciado el profesor Juan Colombo la define diciendo que es la función o
potestad de que están investidos los jueces para administrar justicia conforme a Derecho,
resolviendo las contiendas que ante ellos se promueven o interviniendo en los casos en que la
ley requiera. En esta definición aparece la distinción entre la jurisdicción contenciosa cuando
habla de 'contiendas' y la jurisdicción voluntaria cuando se refiere 'en los casos'".

"En el derecho positivo chileno, la jurisdicción contenciosa, que es la que interesa para el
efecto de este estudio, arranca de los dos siguientes preceptos básicos: el artículo 80 [hoy 76]
de la Constitución Política, que ordena que la facultad de juzgar las causas civiles y criminales
pertenece exclusivamente a los tribunales establecidos por la ley; y el artículo primero del
Código Orgánico de Tribunales, que dispone que la facultad de conocer las causas civiles y
criminales, juzgarlas y hacer ejecutar lo juzgado pertenece exclusivamente a los tribunales que
establece la ley. De esta normativa fundamental se desprende que la jurisdicción contenciosa
que corresponde a los tribunales de justicia abarca tres funciones: conocer las causas que ante
ellos se promuevan, juzgarlas y hacer ejecutar lo juzgado (imperio)"23.

No obstante lo anterior, la separación entre competencia y jurisdicción no siempre ha sido


una tarea fácil24; en más de una ocasión se han confundido ambas instituciones, tal como se
aprecia en las siguientes declaraciones jurisprudenciales: a) "La jurisdicción del tribunal, que
equivale a su competencia absoluta (...)"25; b) "Que en las condiciones anotadas, el señor árbitro
designado por las partes no ha podido entrar a conocer de la cuestión planteada por la
demandada y dictar fallo sobre el particular, ya que ello implica obrar con absoluta falta de
jurisdicción o con absoluta incompetencia establecidas en normas de rango constitucional..."26.

En cambio, en otras oportunidades se han distinguido perfectamente ambos conceptos, tal


como ocurrió con la sentencia de la CS, de 13 de mayo de 2002, pronunciada en los
autos "Deutsche Bank A.G. con Constructora Tribasa S.A".27. Para justificar la diferenciación se
sostuvo "que la jurisdicción, vale decir la función pública que consiste en la determinación
irrevocable del derecho en un caso concreto, seguida, en su caso, por su actuación práctica,
como dice Manuel Serra Domínguez, no puede ser confundida con la competencia. En efecto,
aquella, derivada de la soberanía de cada Estado, es entregada a los órganos de éste conforme
a la organización política de cada uno. Es la Carta Fundamental del Estado la que delimita su
ejercicio, distinguiéndola de sus demás funciones propias. En consecuencia la función
jurisdiccional encuentra sus fronteras, en el ámbito internacional, en el límite de su soberanía,
y, en el interno, donde comienza otra función propia, por ejemplo, la legislativa". // "En cambio
la competencia, como lo dice el artículo 108 del Código Orgánico de Tribunales, es la facultad
—deber— que tiene cada juez o tribunal para conocer los negocios que la ley —las partes u
otro juez—, ha colocado en la esfera de sus atribuciones. Constituye entonces sólo una parte
de la jurisdicción de cada juez"28.

3.2. Relevancia teórica de la distinción

Por compartir la jurisdicción y la competencia su condición de presupuestos procesales,


tienen algunos elementos comunes, pero también algunas diferencias que pasamos a reseñar:

a) En doctrina tradicionalmente se postula que la sentencia emanada de un órgano sin


jurisdicción es inexistente; en cambio, la falta de competencia lleva aparejada la nulidad
procesal, que sólo se puede alegar mientras exista juicio pendiente (in limine litis).

b) La falta de competencia se debe denunciar a través de una excepción procesal. La


oportunidad para deducir esta excepción depende de la opción que el legislador haya previsto
para cada procedimiento. La falta de jurisdicción, en cambio, al generar una situación de
inexistencia, se puede alegar en cualquier momento.

4. EL CONTENIDO PROCESAL DEL DERECHO AL JUEZ NATURAL

El derecho al juez natural o predeterminado por la ley se materializa en un conjunto de


garantías procesales que, para efectos pedagógicos, se puede sintetizar en las siguientes
reglas:

1ª) La competencia sólo la concede la ley.

2ª) No puede haber concurrencia de competencia para conocer al mismo tiempo de un


conflicto entre las partes.

3ª) El tribunal que conoce del objeto del proceso también debe conocer de las cuestiones
accesorias que en él se susciten.

4ª) Las partes tienen derecho a que la sentencia sea pronunciada por el mismo órgano
jurisdiccional que se avocó al conocimiento del asunto.

5ª) La actuación del juez natural está asegurada por la continuidad de la función jurisdiccional.

6ª) El juez natural goza de inamovilidad en su función


4.1. La competencia sólo la concede la ley

Esto significa que ninguna norma jurídica de rango inferior a la ley puede regular este
presupuesto procesal (arts. 6°, 7°, 63 N° 3 y 76 CPR y 108 COT). Sólo la ley puede crear el
órgano jurisdiccional y asignarle su competencia.

Por su parte, las normas que cumplen esta función tienen tres características:

1ª) Gozan del rango de Ley Orgánica Constitucional, quedando sujetas a un control preventivo
por el Tribunal Constitucional en consideración a que través de ellas se procede a la
organización y atribuciones de los tribunales de justicia (arts. 93 N° 1, 77 y 4ª Transitoria de la
CPR)29;

2ª) Son normas de orden público que como tales no pueden ser renunciadas por las partes
litigantes, salvo que la ley lo permita expresamente30, y

3ª) Son leyes "ordenatorias de la litis", cuya infracción se debe controlar a través del recurso
de casación en la forma (art. 768 N° 1 CPC)31.

Cuantitativamente la principal fuente de normas de competencia es el Código Orgánico de


Tribunales. El Título VII de dicho cuerpo legal dedica once párrafos y casi doscientos artículos
al tema. A lo anterior se suma una variedad de normas de análoga naturaleza que en otras leyes
cumplen el mismo objetivo, creando el respectivo órgano jurisdiccional y señalando el alcance
de su competencia.

La reserva legal referida no obsta a que por la vía de los autos acordados los Tribunales
Superiores de Justicia puedan complementar varios aspectos de este presupuesto procesal. A
modo de ejemplo, la Corte Suprema ha procedido a regular la distribución de la jornada de
trabajo en los tribunales y reparticiones judiciales de lunes a viernes y sábado de cada semana
(AA de 22 de diciembre de 1969); el funcionamiento de los tribunales y demás servicios
judiciales (AA de 29 de enero de 1999); la integración y subrogación de las salas de la Corte
Suprema (AA de 19 de octubre de 2001); el funcionamiento de los Juzgados de Familia (AA de
8 de octubre de 2005); la distribución de materias que conocen sus Salas durante el
funcionamiento ordinario o extraordinario (AA de 31 de marzo de 2006), entre otros asuntos.

4.2. No puede haber concurrencia de competencia para conocer al mismo tiempo de un


conflicto entre las partes

La aplicación de las reglas de competencia debe llevar siempre a determinar a un juez natural,
dentro de los varios que componen el órgano jurisdiccional32. Por lo anterior, no puede existir
una pluralidad de jueces pertenecientes a la misma jerarquía y con la misma competencia por
razón de la materia conociendo al mismo tiempo de un mismo conflicto o asunto.

Para garantizar la actuación del juez natural el legislador dispone en el art. 112 del COT que
"el juez competente para conocer de un asunto no podrá excusarse del conocimiento bajo el
pretexto de haber otros tribunales que pueden conocer del mismo asunto".

En la doctrina procesal Luco justifica la existencia de esta pauta señalando que si es el Estado
quien ha fallado en la determinación precisa de un solo juez competente, es él quien debe, a
través de sus órganos jurisdiccionales, asumir el costo de tal error, debiendo cualquiera de
esos tribunales entrar a conocer del asunto cuando sea así requerido por los particulares33.
4.2.1. Algunos problemas prácticos en relación a esta proyección del juez natural

El contenido de la regla que estamos explicando obliga a examinar, aunque sea


someramente, ciertas situaciones donde pueden actuar diversos jueces conociendo de los
mismos hechos, pero actuando dentro de su competencia por razón de la materia. Esta realidad
se explica y obtiene respuestas por la existencia de las siguientes situaciones:

a) El concurso de acciones. Como se explicaba al examinar las relaciones entre las acciones,
la protección jurisdiccional se puede impetrar en situaciones donde existe un concurso de
acciones, que permite que aparezcan actuando en temas conexos distintos órganos
jurisdiccionales. En su esencia, el concurso de acciones se da cuando una misma situación de
hecho puede estar amparada por una diversidad de acciones, que concurren a satisfacer el
mismo interés del actor34. Por consiguiente, el legislador autoriza que en algunos asuntos, por
razones de especialización, se dé una concurrencia de tribunales competentes para conocer de
acciones conexas, sin que con ello se infrinja el derecho a ser juzgado por un juez natural.

Para ilustrar lo anterior, consideremos algunos ejemplos:

(i) Una determinada conducta puede ser constitutiva de un acto de competencia desleal y al
mismo tiempo de una infracción al contrato de sociedad. En el primer caso, la acción relativa a
la competencia desleal la debe conocer un juez de letras, conforme a lo dispuesto en el art. 8°
de la Ley Nº 20.169. En cambio, la acción para solicitar la protección jurídica en un conflicto
entre socios, aunque tenga el mismo sustrato fáctico que la disputa sobre competencia desleal,
debe ser promovida ante un árbitro (art. 227 N° 4 del COT).

(ii) También podría darse este conflicto en relación a asuntos de naturaleza laboral y comercial
que hayan surgido entre ellos35.

(iii) En el plano legal es muy gráfico de esta realidad lo que indica el art. 55 de la Ley de
Mercado de Valores Nº 18.045; allí se admite que una persona que infrinja esas normas, las
leyes complementarias o las que imparta la Superintendencia de Valores y Seguros
ocasionando daño a otro pueda ser obligada a la indemnización de los perjuicios, sin que ello
obste a las sanciones administrativas o penales que pudiere corresponderle. Lo anterior significa
que un mismo hecho puede estar sometido a distintos pronunciamientos. En el ámbito
sancionatorio, puede ser objeto de una investigación realizada por la Superintendencia de
Valores; al mismo tiempo, el mismo hecho puede ser motivo de una investigación penal por el
Ministerio Público. Junto a lo anterior, alguno o todos los sujetos legitimados podrían demandar
fundados en ese hecho para obtener la reparación por alguna de las hipótesis de
responsabilidad civil que admite la infracción a la Ley de Sociedades Anónimas.

En el plano teórico, el ordenamiento jurídico debe garantizar que en la actuación de esa


diversidad de órganos judiciales no surjan contradicciones que no puedan ser explicadas
jurídicamente36. Tal efecto se procura mediante una diversidad de instrumentos, dentro de los
que ocupa un lugar relevante la prejudicialidad.

b) La prejudicialidad. Sin perjuicio del estudio que pronto haremos de esta institución en su
sentido técnico, al examinar las denominadas "cuestiones prejudiciales", la regla que no puede
haber concurrencia de jueces para conocer al mismo tiempo de un conflicto entre las partes
obliga a considerar el tema de la prejudicialidad. Como se verá, se trata de situaciones de
interferencia entre distintos jueces y tribunales, cuando actuando dentro de su competencia se
pronuncian sobre un conflicto intersubjetivo cuya decisión sobre el fondo se proyecta en la
resolución de otro proceso.

c) La litispendencia. Puede ocurrir que una de las partes, no obstante existir un proceso
pendiente sobre un determinado objeto, inicie otro juicio deduciendo la misma acción ante otro
tribunal con igual competencia. En este caso, la duplicidad de actuación de los tribunales se
puede evitar mediante la excepción de litispendencia. A través de la referida excepción se
excluye la actuación de otro tribunal, salvaguardando la competencia del juez natural que en
primer lugar comenzó a conocer del asunto37.

d) Las contiendas o cuestiones de competencia. También podría surgir una contienda o una
cuestión de competencia en torno a cuál de los distintos tribunales que forman el órgano
jurisdiccional tiene la potestad para conocer de un determinado asunto. Esta misma disputa,
denominada como cuestión de competencia, podría darse entre los diversos componentes del
órgano jurisdiccional y las autoridades políticas y administrativas. Estos conflictos, a su turno,
pueden ser negativos (ninguno se estima con competencia para conocer del asunto), o positivos
(varios se arrogan competencia para conocer de un determinado asunto). Las pautas para la
solución de este tema se encuentran en los arts. 190 al 193 del COT.

4.2.2. Actividad jurisdiccional y administrativa

También pueden surgir problemas en relación a esta regla a propósito de hechos que admiten
actuaciones paralelas de la jurisdicción y la administración. El tema tiene un reconocimiento en
la propia Constitución, cuando asigna como atribución exclusiva del Senado "conocer de las
contiendas de competencia entre las autoridades políticas o administrativas y los tribunales
superiores de justicia" (art. 53 Nº 3 CPR).

En el plano teórico siempre ha sido complejo deslindar la jurisdicción de la administración, al


existir entre ellas zonas grises en las que distinguir que es una u otra actividad es ardua. Como
se explicaba, la jurisdicción es una potestad que emana de la soberanía y se ejerce por las
autoridades que la CPR establece, con sujeción al principio de juridicidad para dirimir conflictos
intersubjetivos con efecto de cosa juzgada.

Esta dificultad se ha visto acrecentada por el crecimiento del Estado, que ha ampliado
considerablemente su intervención en la actividad social, atribuyendo funciones jurisdiccionales
a entes de diversa naturaleza.

Desde otro punto de vista, si bien es cierto que resulta válido, como criterio de separación
entre jurisdicción y administración, atender al órgano que ejecuta el acto en cuestión (será
jurisdiccional el emanado de esa sede, será administrativo el creado por esa rama), no debe
ignorarse que tal criterio no siempre resulta válido, toda vez que, existen casos límites en que
ambas funciones parecen encontrarse. Por lo mismo, las diferencias entre administración y
jurisdicción deben buscarse por otras vías, específicamente, atendiendo a lo que es distintivo
de cada actividad. Así, será jurisdiccional todo acto que reúna las condiciones o características
que dan la nota a la función jurisdiccional, aun cuando lo realice un ente administrativo38.

Entre tantos criterios teóricos, ha sido la producción del efecto de cosa juzgada en las
resoluciones jurisdiccionales el sello distintivo que mayoritariamente se utiliza para distinguir
jurisdicción de administración. En cambio, el acto administrativo es esencialmente modificable,
si se reúnen las exigencias que la misma ley admite para una concreta situación.
La distinción entre actos administrativos y jurisdiccionales no es puramente académica. Su
repercusión práctica, entre otras, se aprecia en los siguientes puntos:

a) En cuanto a la forma y contenido del acto

El acto administrativo tiene sus propias formas y contenido, que dependen de lo que la ley
disponga para tal efecto, dentro de una amplia gama de posibilidades (dictámenes, decretos
supremos, resoluciones, etc.). En cambio, en las resoluciones su contenido depende de la
naturaleza que tenga, de conformidad a lo indicado en el art. 158 del CPC.

b) Régimen de impugnaciones y recursos

Cada acto jurisdiccional o administrativo tiene su propio mecanismo de impugnación, por las
causales que en cada caso contempla la ley. Conforme a la Ley Nº 18.575, Orgánica
Constitucional de Bases Generales de Administración del Estado, "los actos administrativos
serán impugnables mediante los recursos que la ley establezca. Se podrá siempre interponer el
de reposición ante el mismo órgano del que hubiere emanado el acto respectivo y, cuando
proceda, el recurso jerárquico, ante el superior correspondiente, sin perjuicio de las acciones
jurisdiccionales a las que haya lugar". Los actos jurisdiccionales también son recurribles, pero a
través del sistema de impugnación que la ley establece.

c) El contenido del sistema cautelar

La tutela cautelar comprende todas las medidas que tienden a asegurar la eficacia de un
derecho, considerando desde las medidas de aseguramiento y conservación de la prueba, hasta
las clásicas manifestaciones de las medidas precautorias conservativas o innovativas que la ley
admita dictar o adoptar en los distintos tipos de procesos.

Las medidas de protección en el ámbito jurídico no son privativas de la función jurisdiccional.


También existe potestad cautelar en la actuación administrativa. La Ley de Procedimiento
Administrativo Nº 19.880, de 29 de mayo de 2003, reconoce en su art. 32, la posibilidad de
adoptar "medidas provisionales"39.

4.3. El tribunal que conoce del objeto del proceso también debe conocer de las cuestiones
accesorias que en él se susciten

4.3.1. El objeto del proceso

El objeto del proceso es el asunto respecto del que las partes solicitan la protección
jurisdiccional de su derecho40. Como lo explica De la Oliva, "en sentido propio [el objeto del
proceso], es aquello sobre lo que, en cada proceso, se proyecta la actividad jurisdiccional o
procesal: la del juzgador y la de las partes. Con términos clásicos, el objeto del proceso es
la cosa (en sentido amplio y, a la vez, propio) de la que un proceso trata: la res qua
agitur, la 'cosa de que se trata', que en los procesos civiles regidos por el denominado principio
dispositivo es, a su vez, la res in iudicio deducta ('la cosa llevada a juicio')"41.

El artículo 158 del CPC se refiere a este elemento de la relación procesal cuando define la
sentencia definitiva como aquella resolución que pone fin a la instancia, resolviendo la cuestión
o asunto que ha sido objeto del juicio.
En el proceso civil, regido por el principio dispositivo, el objeto del proceso es fijado por las
partes, al solicitar la protección de sus derechos e intereses legítimos. Como se ha explicado
en el estudio del derecho de acción, el actor debe pedir en forma clara y precisa la tutela jurídica
de sus derechos e intereses legítimos. Por su parte, el demandado también tiene el mismo
imperativo al hacer valer las excepciones, alegaciones y defensas que configuran, por su parte,
el mentado objeto del proceso.

En el plano positivo, lo anterior está consagrado en el art. 160 del CPC, cuando dispone que
"las sentencias se pronunciarán conforme al mérito del proceso, y no podrán extenderse a
puntos que no hayan sido expresamente sometidos a juicio por las partes, salvo en cuanto las
leyes manden o permitan a los tribunales proceder de oficio".

El nexo entre el derecho a ser juzgado por juez natural y el objeto del proceso se sintetiza en
la siguiente regla: sólo si una norma legal le atribuye la competencia al juez puede entrar a
pronunciarse sobre el objeto del proceso42.

Ahora, para determinar si el juez tiene competencia para conocer y fallar el objeto del proceso
se debe acudir a los denominados elementos de identificación de las acciones. En lo específico,
hay que confrontar la norma legal que en abstracto asigna esta potestad a un juez o tribunal,
con los componentes objetivos de la acción o acciones deducidas en la demanda (la causa de
pedir y el petitum de la demanda)43. En relación al elemento subjetivo de las acciones, su efecto
en la determinación del juez natural sólo se manifiesta cuando alguno de los sujetos que
intervienen como parte de la relación procesal está sujeto a fuero, en los términos que pronto
se explicarán.

La explicación anterior permite clarificar la diferencia entre la incompetencia y una sentencia


incongruente44. El primer defecto surge cuando se somete a un juez el conocimiento o éste se
pronuncia acerca de un objeto procesal sin contar con la habilitación legal para ello. En cambio,
la incongruencia surge cuando el juez competente, por exceso o por omisión, emite un
pronunciamiento sin atenerse a los límites que le imponía el objeto del proceso45.

En casos excepcionales el juez puede resolver acerca de un objeto del proceso diverso del
que han configurado las partes, procediendo a declarar de oficio una consecuencia jurídica no
solicitada por las partes. El caso más típico de esta actuación se da en relación a la declaración
de nulidad absoluta que conste en un acto o contrato (art. 1683 CC)46. Como lo exige la ley, tal
potestad sólo puede ser utilizada cuando el vicio aparece de manifiesto, aunque no se haya
hecho valer en el juicio47.

Algunos ejemplos aclararán de mejor forma la explicación anterior:

a) Si nos atenemos a los elementos de identificación de una acción de condena, a través de


la cual se solicita el pago del precio de un contrato de compraventa, la competencia está
atribuida por el legislador al juez de letras en lo civil (art. 45 COT). Si la misma acción es dirigida
contra un sujeto con fuero (elemento subjetivo de la identificación de las acciones), el juez
natural será otro diverso (arts. 45 Nº 2 letra g) y 50 Nº 2 del COT). Ahora, si las partes en el
contrato acordaron someter el asunto a arbitraje, suscribiendo un contrato de compromiso o una
cláusula compromisoria, el juez natural para conocer de la referida acción será un árbitro (art.
222 COT).

b) Una sentencia de primera instancia pronunciada por un juez civil condenó al demandado a
pagar la suma de $ 120.000.000, por concepto de daño moral, sin reparar que dicha petición no
fue solicitada por el demandante, quien sólo reclamó el daño emergente. Desde el punto de
vista legal, el tribunal actuó dentro de su competencia, pero sin atenerse al objeto del proceso
fijado por las partes, configurando el vicio de ultra petita48.

4.3.2. La extensión de la competencia del juez natural

La extensión de la competencia del juez está contenida en el artículo 111 del COT, cuando
dispone que "el tribunal que es competente para conocer de un asunto lo es igualmente para
conocer de todas las incidencias que en él se promuevan".

"Lo es también para conocer de las cuestiones que se susciten por vía de reconvención o de
compensación, aunque el conocimiento de estas cuestiones, atendida su cuantía, hubiera de
corresponder a un juez inferior si se entablan por separado".

El precepto anterior tiene una serie de relevantes consecuencias jurídicas en lo que conforma
la actividad decisoria del juez o tribunal, la que, a modo de esquema, comprende:

a) La resolución de los incidentes. El juez natural junto a la potestad para pronunciarse sobre
el objeto del proceso, en sentido estricto, también puede resolver sobre todas aquellas
cuestiones accesorias al mismo, conocidas técnicamente con el nombre genérico de incidentes
(art. 82 CPC)49.

La institución de los incidentes se explica por el carácter dinámico que tiene la relación
procesal, donde pueden surgir múltiples cuestiones accesorias al objeto del juicio, a los
presupuestos procesales o a los requisitos de los actos procesales, que necesitan ser resueltos
por el juez natural para llegar en un momento a la decisión final o dar por concluido el proceso
anormalmente, si surge alguna "crisis procesal" (v. gr. el abandono del procedimiento).

Aunque nuestro proceso civil concibe en términos amplios a los incidentes ordinarios, al
definirlos como "toda cuestión accesoria de un juicio que requiera pronunciamiento especial con
audiencia de las partes" (art. 82 CPC), ellos no pueden anticipar la decisión de una cuestión
prejudicial50.

Excepcionalmente, el legislador consagró ciertos incidentes especiales que permiten que


puedan extinguir la relación procesal o, en su caso, el objeto del proceso. En el caso del
desistimiento de la demanda, su admisión extingue las acciones con efecto de cosa juzgada
(arts. 148 y 150 CPC). En cambio, solo permite concluir la tramitación del procedimiento la
declaración del abandono de procedimiento (art. 156 CPC), sin que impida renovar en otro
procedimiento el mismo objeto del proceso (art. 152).

Dentro la variedad de cuestiones incidentales que podrían presentarse en un proceso están


la petición la petición de nulidad procesal, que tiene por objeto denunciar la falta del presupuesto
procesal del emplazamiento (arts. 79 y 80 CPC); la discusión sobre la autenticidad o falsedad
de un documento acompañado por la contraparte como medio de prueba; la petición de una
medida cautelar, etc.

b) "El juez de la acción es también el juez de la excepción". Dentro del alcance de la


competencia del juez natural se debe prestar atención al alcance de la regla proveniente del
derecho romano, en virtud de la cual se proclamaba que "el juez de la acción es el juez de la
excepción".

En síntesis de Alsina, "en virtud del principio romano de que 'el juez de la acción es el juez de
la excepción', al juez civil le corresponde pronunciarse sobre todos los medios de defensa
(excepción en sentido amplio), debiendo hacerlo respecto de cada una de ellas para llegar a la
decisión final, aun cuando esas defensas exijan la solución de una cuestión previa que
escaparía a su competencia si fuese propuesta por vía de acción"51. Como lo puntualiza el
mismo autor, "el principio romano subsistió en la doctrina italiana medieval y luego sirvió de
base a la legislación francesa, la que introdujo algunas limitaciones, y cuyo ejemplo fue seguido
por la mayoría de los códigos modernos"52.

En nuestra codificación, después de haber definido la competencia como "la facultad que
tiene cada juez o tribunal para conocer de los negocios que la ley ha colocado dentro de las
esfera de sus atribuciones", el legislador de 1875, complementó esa definición con una serie de
normas que nuestra doctrina ha designado tradicionalmente como reglas generales de
competencia (arts. 109 al 114 COT). Con esa reglamentación se buscaba solucionar los
problemas que podrían surgir en determinación del derecho constitucional a ser juzgado por el
juez natural, específicamente, para ampliar o extender la competencia de los jueces, para
conocer o resolver los asuntos que son sometidos a su conocimiento.

Para lo que aquí interesa, dentro de estas reglas generales está la que se ha denominado
pacíficamente por nuestra doctrina como regla de la extensión. Su incorporación tiene como
antecedente al art. 229 del Proyecto de Vargas Fontecilla, que disponía, "el juez que es
competente para conocer de un asunto lo es igualmente para conocer de todas las incidencias
que en él se promueven, y consiguientemente lo es también para conocer de las cuestiones que
se susciten por vía de reconvención o de compensación, aunque el conocimiento de estas
cuestiones hubiera de corresponder a otro juez si se entablan por separado"53.

Para Ballesteros, "aunque en muchas legislaciones modernas no se consignen preceptos


expresos sobre esta materia, en todas partes se ha respetado el principio de la jurisprudencia
romana establecido en la ley romana. Así, los jurisconsultos franceses distinguen dos clases de
prórroga de la jurisdicción, una voluntaria (...); y la otra legal, que es la que tiene lugar por la
sola fuerza de la ley, y se verifica en materia de reconvención, de garantía y de demandas
incidentales o conexas"54.

Después de una amplia discusión, la denominada Comisión Revisora aprobó el art. 195 con
la misma redacción que contiene en el art. 111 del COT, señalando que "el tribunal que es
competente para conocer de un asunto lo es igualmente para conocer de todas las incidencias
que en él se promuevan". "Lo es también para conocer de las cuestiones que se susciten por
vía de reconvención o de compensación, aunque el conocimiento de estas cuestiones, atendida
su cuantía, hubiera de corresponder a un juez inferior si se entablan por separado"55.

c) La resolución de las cuestiones prejudiciales. El juez natural tiene competencia para


pronunciarse sobre las cuestiones prejudiciales, salvo que el legislador haya establecido la vía
devolutiva para conocer de ella, en los términos que pronto explicaremos.

d) La potestad cautelar. La regla general es que el juez que conoce del objeto del proceso
tiene la potestad para decretar las medidas precautorias.

e) La reconvención. La atribución de la competencia en el caso de la reconvención se explica


como un criterio técnico que facilita la institución de la acumulación de acciones. Como se
explicaba, según el momento en que se produce la acumulación de acciones, ésta puede ser
inicial o sobrevenida. La reconvención califica como sobrevenida, atendido que se produce
cuando, mediando una habilitación legal, el demandado utiliza el mismo procedimiento iniciado
en su contra para demandar al demandante.
4.4. Las partes tienen derecho a que la sentencia sea pronunciada por el mismo órgano
jurisdiccional que se avocó al conocimiento del asunto

Esta regla se vincula con la denominada perpetuatio iurisdictionis, cuyo desarrollo


abordaremos más adelante, atendida su importancia teórica y práctica.

También este elemento del derecho al juzgamiento por el juez natural se vincula con la
garantía constitucional relativa a la inavocabilidad, en virtud de la cual se impide que el asunto
pueda pasar a ser conocido por otro tribunal distinto de aquel en que radicó el conocimiento.
Esta prohibición también alcanza al Presidente de la República y al Congreso Nacional, a los
que en razón de la exclusividad de la jurisdicción se les prohíbe avocarse causas pendientes o
hacer revivir procesos fenecidos (arts. 76 CPE y 8° COT).

4.5. La actuación del juez natural está asegurada por la continuidad de la función jurisdiccional

La actividad de los jueces que actúan dentro de su competencia, como persona física, puede
verse perturbada por una serie de eventos previstos e imprevistos. La renuncia, la jubilación, un
traslado, la enfermedad, la remoción de su cargo, una suspensión por la admisión de una
querella de capítulos, entre otras, pueden ser factores que afecten a un concreto juez en el
ejercicio de su función56.

Para resolver lo anterior, el legislador ha previsto una serie de resguardos para enfrentar las
contingencias que impidan que el juez natural pueda ejercer su función. A través de las normas
de subrogación e integración se asegura la continuidad en la actuación del órgano jurisdiccional,
procediendo a realizar el reemplazo de un juez por otro en los casos que sea legalmente
procedente.

El Título X del COT, entre los artículos 206 al 221, se ocupa de regular pormenorizadamente
esta materia. Allí se contiene el sistema de general aplicación para los jueces que conforman el
Poder Judicial como tribunales ordinarios. Junto a esa normativa existen otros cuerpos legales
que se ocupan del mismo tema para los otros tribunales que conforman el órgano jurisdiccional.

4.6. El juez natural goza de inamovilidad en su función

La inamovilidad es un complemento indispensable en la actuación del juez natural.

La Constitución Política del Estado dispone en su artículo 77 inc. 1º que "los jueces
permanecerán en su cargo mientras dure su buen comportamiento, pero los inferiores
desempeñarán su respectiva judicatura por el tiempo que determinen las leyes".

Para nuestra Corte Suprema "el buen comportamiento exigido a los jueces para mantenerse
en el ejercicio de sus funciones, se refiere tanto a sus actuaciones ministeriales, como a su
conducta moral, sea en el orden familiar o social"57. Si un juez observa esta pauta de actuación
puede tener la seguridad de que no será removido de su cargo, y que podrá desarrollar
tranquilamente su tarea. La inamovilidad de los jueces alcanza a todo tipo de jueces
pertenecientes a los tribunales ordinarios de justicia, sean titulares interinos o suplentes (art.
247 COT).

El mal comportamiento tiene diversos grados, que van desde pequeñas faltas hasta la
comisión de un delito común o ministerial, conocido en este último caso con el nombre técnico
de prevaricación. Para efectos disciplinarios el art. 337 del COT presume de derecho cuatro
hipótesis de mal comportamiento en la actuación de los jueces.

Para hacer efectiva la separación de un juez por mal comportamiento existen varios
mecanismos, que se examinarán cuando veamos la responsabilidad de los jueces.

El COT contempla una serie de normas sobre suspensión y remoción de los jueces. Algunas
son por causales de normal acontecimiento, pero también las hay por mala conducta (en sentido
lato). El párrafo 9, del Título X, arts. 332 al 348, regulan estas situaciones que se vinculan con
esta proyección del derecho al juez natural que estamos examinando.

5. LAS CUESTIONES PREJUDICIALES Y LA COMPETENCIA DEL JUEZ NATURAL

5.1. Explicación general

En la doctrina procesal no existe acuerdo para delimitar cuándo se está frente a una cuestión
prejudicial. Para algunos, dentro de esta categoría se comprende todo aquello que el juez debe
decidir en un proceso con carácter previo a la cuestión de fondo u objeto del proceso; para otros,
en cambio, se refiere a aquellas cuestiones de carácter sustantivo que deben ser resueltas por
un órgano jurisdiccional diferente al que conoce el proceso principal58.

En su relación con la extensión de la competencia, el legislador tiene dos opciones para definir
quién es el juez natural llamado a pronunciarse sobre las cuestiones prejudiciales: la vía
devolutiva y la vía no devolutiva. En el primer caso, se encomienda a un juez diverso del que
conoce el objeto del proceso la solución del asunto prejudicial; en la vía no devolutiva, en
cambio, se reconoce al propio juez la competencia para ello, pasando la cuestión prejudicial a
conformar una parte más del objeto del proceso.

La regla general en este tema apunta a reconocer que el juez natural tiene competencia para
resolver sobre todos los aspectos que surgen en torno al objeto del proceso, incluyendo
naturalmente las cuestiones prejudiciales. Esta solución surge por la unidad conceptual que se
atribuye a la jurisdicción, donde, en principio, todo juez que actúa dentro de su competencia
puede entrar a pronunciarse sobre todas aquellas cuestiones que conforman un antecedente
lógico-jurídico con el objeto del proceso, sin necesidad de practicar una remisión o devolución
a otro juez o tribunal.

Dicho de otra forma, la justificación del sistema no devolutivo está en el principio de la unidad
de la jurisdicción, a través del cual se postula que esta función es una sola, aunque para su
realización actúen distintos jueces y tribunales, normalmente por razones de especialización. Si
la jurisdicción es una potestad emanada de la soberanía es incuestionable que ella conforma
una sola realidad. Por cierto, no atentan contra lo anterior las distinciones que normalmente se
hacen en torno a la jurisdicción civil, penal, laboral, constitucional, jurisdicción ordinaria y
jurisdicciones especiales, entre otras tantas denominaciones.

En el plano positivo, la asignación de competencia del juez natural para pronunciarse de las
cuestiones prejudiciales se desprende del art. 111 del COT. Allí se establece, como sistema
general, que "el tribunal que es competente para conocer de un asunto lo es igualmente para
conocer de todas las incidencias que en él se promuevan".

Un ejemplo de lo anterior se aprecia en la sentencia de la Corte Suprema, de 27 de junio de


1994, donde se resolvió que "(...) la acción interpuesta por la demandante en esta causa es la
de nulidad de un testamento verbal, nulidad que sólo puede ser alegada por quien tenga interés
en ello. Dicho interés, en el caso de que se trata, deriva de la relación de parentesco que pudiere
existir entre la actora y la persona otorgante del testamento que se impugna; por tal motivo
constituye materia del juicio respecto de la cual el Tribunal debe emitir pronunciamiento, no tan
solo lo relativo a la validez o nulidad del testamento, sino también todo lo referente a dicha
relación de parentesco, por lo cual no puede estimarse que la sentencia, al concluir que la
demandante era pariente en quinto grado colateral legítimo (...) haya resuelto sobre materia no
sometida a su conocimiento"59.

Sólo en casos de excepción el legislador ha previsto que una determinada cuestión prejudicial
sea asignada a un tribunal diverso del que conoce del objeto del proceso, imponiendo la vía
devolutiva60.

Cuando se opta por la vía devolutiva se produce una entrega (una devolución) del problema
prejudicial al órgano que la ley asigna la competencia para pronunciarse.

5.2. Las cuestiones prejudiciales penales devolutivas en el proceso civil

Una regulación especial de la competencia del juez natural se contiene para las cuestiones
prejudiciales penales que surjan dentro de un proceso civil.

El art. 167 del CPC dispone para tal efecto que "cuando la existencia de un delito haya de ser
fundamento preciso de una sentencia civil o tenga en ella influencia notoria, podrán los
tribunales suspender el pronunciamiento de ésta hasta la terminación del proceso criminal, si
en éste se ha deducido acusación o formado requerimiento, según el caso".

"Esta suspensión podrá decretarse en cualquier estado del juicio, una vez que se haga
constar la circunstancia mencionada en el inciso precedente".

"Si en el caso de los dos incisos anteriores se forma incidente, se tramitará en pieza separada
sin paralizar la marcha del juicio".

Para que surja esta situación se deben reunir las siguientes condiciones: 1ª) Que la cuestión
prejudicial penal constituya un elemento lógico y jurídico, cuya resolución es imprescindible para
la decisión del objeto del proceso civil. Esta situación surge cuando la existencia de un delito
haya de ser fundamento preciso de una sentencia civil o tenga en ella influencia notoria; y, 2ª)
Que en el proceso penal se haya realizado en contra del imputado un acto formal de imputación
mediante una acusación o requerimiento61.

Como se puede advertir, el legislador optó por un sistema donde el reenvío al ámbito penal
opera como una facultad del juez civil, sin imponer una vía devolutiva general para estos
casos62. Si no se produce la devolución del asunto al juez penal, el juez civil tiene la plenitud de
la competencia para resolver el asunto prejudicial, debiendo considerar a ese hecho con
elementos de ilícito penal como parte del objeto del proceso civil que debe juzgar.

Utilizando un ejemplo que podría surgir en relación a la indignidad para suceder trataremos
de explicar la separación que puede darse entre el juzgamiento penal y el civil.

Como lo explica Elorriaga, la indignidad para suceder se refiere "al mérito de una persona
para suceder por causa de muerte a otra. En sentido inverso la indignidad para suceder puede
ser entendida como la falta de mérito de un sujeto para suceder al causante, debido a que no
cumplió con los deberes que para con él tenía o porque faltó al respeto que su memoria le
imponía"63. Por consiguiente, para que se produzca este radical efecto sucesorio la causal de
indignidad legal debe ser declarada judicialmente (arts. 968 al 974 CC).

Ahora, cuando se deduce una acción civil para declarar la indignidad puede surgir un
problema de prejudicialidad, si la causal invocada parte del supuesto que el demandado ha
cometido un ilícito penal, como ocurre con la hipótesis prevista en el número 1 del art. 968 del
CC. En este caso, el juez natural llamado a resolver acerca de la actuación ilícita que configura
la indignidad —haber cometido el homicidio de la persona del difunto o haber intervenido en
el— es el juez de letras en lo civil que comenzó a conocer de la acción de indignidad. Pero
también el mismo pronunciamiento podría efectuarlo el juez con competencia en lo penal,
cuando el asunto deriva en una cuestión prejudicial penal devolutiva, en virtud del art. 167 del
CPC. En este último evento se suspende la actuación del juez civil, hasta que en sede penal se
decida sobre ese aspecto del objeto del proceso (cuya existencia es el fundamento preciso de
la sentencia civil o tenga en ella influencia notoria).

La decisión que se pronuncie en el ámbito penal acerca de la participación punible constituye


una manifestación del efecto positivo o prejudicial de la cosa juzgada64, que se proyecta
directamente al objeto del proceso civil. Si el imputado es declarado inocente del delito de
homicidio no podrá prosperar la causal de indignidad. Por el contrario, si es condenado, la
sentencia penal configura la causal de indignidad, debiendo el juez civil aceptar esa decisión
para todos los efectos.

Por último, es importante considerar que la competencia del juez civil para pronunciarse de
hechos que contengan elementos de un ilícito penal se ha visto reforzada por la aplicación de
las denominadas salidas alternativas del proceso penal: los acuerdos reparatorios o la
suspensión condicional del procedimiento65. Cuando opera alguno de estos instrumentos se
omite la declaración de culpabilidad penal del imputado, pero ello no obsta a que un juez civil
(en sentido lato) pueda hacer una declaración de culpabilidad para efectos civiles. Por ejemplo,
un conductor que cometió un cuasidelito de lesiones puede verse beneficiado con una salida
alternativa del proceso penal, pero ello no obsta a que sea condenado a pagar los daños
establecidos en una sentencia pronunciada en un juicio de responsabilidad civil.

5.3. Las cuestiones prejudiciales civiles en un proceso penal

Las denominadas cuestiones prejudiciales civiles en el proceso penal están reguladas en el


art. 173 del COT, al declarar que: "si en el juicio criminal se suscita cuestión sobre un hecho de
carácter civil que sea uno de los elementos que la ley penal estime para definir el delito, o para
agravarlo o disminuir la pena, o para no estimar culpable al autor, el tribunal con competencia
en lo criminal se pronunciará sobre tal hecho".

Como se puede apreciar, el sistema implementado asigna al juez con competencia penal la
potestad exclusiva para pronunciarse sobre las cuestiones prejudiciales que puedan surgir en
un procesal penal, con la limitación que la prueba y decisión de esos temas se deben sujetar a
las disposiciones del derecho civil (art. 174 COT)66.

Excepcionalmente se han previsto algunas hipótesis donde la competencia para pronunciarse


acerca de un hecho que forme parte de un tipo penal lo realice un juez civil, específicamente,
en los delitos de bigamia, de malversación de caudales públicos, ocultación o supresión del
estado civil, y usurpación (arts. 173 y 174 COT)67.

Veamos un ejemplo relativo al delito de bigamia para clarificar esta manifestación de la


prejudicialidad. La bigamia se produce cuando una persona válidamente casada contrae un
segundo matrimonio. En un proceso penal por este delito podría surgir como cuestión prejudicial
la necesidad de obtener un pronunciamiento sobre la validez del primer matrimonio, de cuyo
resultado depende que pueda o no configurarse el delito referido. Efectivamente, el imputado
podría demandar civilmente la nulidad de su primer matrimonio. Si éste es declarado nulo, el
segundo matrimonio no pudo configurar el delito de bigamia, debiendo ser absuelto de la
imputación penal.

5.4. La prejudicialidad en materia constitucional

Una manifestación especial de prejudicialidad surge con la competencia que tiene el Tribunal
Constitucional para hacer la declaración de inaplicabilidad de un precepto legal contrario a la
Constitución (art. 93
Nº 6 CPR)68.

Si el Tribunal Constitucional, a petición de cualquiera de las partes o por el juez que conoce
del asunto, declara que un determinado precepto resulta contrario a la Constitución, dicha norma
no puede ser considerada para la decisión del caso concreto. Esto significa que la inaplicabilidad
incide prejudicialmente en el componente jurídico del objeto del proceso, imponiendo a los
jueces del fondo la obligación de abstenerse de aplicar el precepto declarado como contrario a
la Carta Fundamental para resolver el caso concreto.

La presentación de la petición de inaplicabilidad no produce de pleno derecho un efecto


suspensivo. Solo en el caso que el Tribunal Constitucional lo decrete, a petición de parte, se
suspende el proceso civil donde incide el precepto legal cuestionado (art. 93 CPR).

6. COMPETENCIA Y LA COOPERACIÓN O ASISTENCIA JUDICIAL

La competencia para conocer del objeto del proceso y de las cuestiones accesorias a él no
se debe confundir con la denominada cooperación o asistencia judicial.

En general, la cooperación o asistencia judicial es la interrelación que se da entre los distintos


jueces para la práctica de una serie de actos procesales tales como notificaciones, diligencias
probatorias, realización o remate de bienes, etc.

Esta labor es una consecuencia de la regla prevista en el art. 7° del COT, cuando dispone
que "los tribunales sólo podrán ejercer su potestad en los negocios y dentro del territorio que la
ley les hubiere respectivamente asignado".

"Lo cual no impide que en los negocios de que conocen puedan dictar providencias que hayan
de llevarse a efecto en otro territorio".

Ahora bien, para respetar la territorialidad se ha previsto que el juez de la causa solicite a otro
tribunal la asistencia o cooperación, sin que ello configure una excepción al derecho a ser
juzgado por el juez natural. En efecto, el tribunal requerido debe limitar su labor exclusivamente
al cumplimiento de la actuación requerida, que en ningún caso será la de fallar el objeto del
proceso. Si el juez exhortado se excede de su encargo, esa actuación es nula69.

La asistencia o cooperación se cumple según el caso a través del envío de un oficio o de un


exhorto o carta rogatoria.
El oficio es una comunicación escrita, referente a los asuntos del servicio público en las
dependencias del Estado, que en el ámbito judicial sirve para realizar una determinada
diligencia. Por ejemplo, para obtener la remisión de un expediente o de un documento que se
encuentra en un registro, etc.

El exhorto es una comunicación que libra un juez a otro juez para que mande a dar
cumplimiento a lo que le pide. Estas comunicaciones pueden enviarse entre tribunales chilenos
o entre tribunales chilenos y extranjeros, todo ello de conformidad a lo previsto en los artículos
71 al 77 del CPC. Y también en lo dispuesto en normas de derecho internacional y en los autos
acordados dictados por los Tribunales Superiores de Justicia para facilitar la tramitación de
estas comunicaciones.

Con la introducción de nuevas tecnologías de la comunicación en el proceso civil, esta forma


de asistencia se realiza en muchos casos por medios electrónicos, facilitando de ese modo la
comunicación entre los llamados a prestar esta colaboración.

7. LA PERPETUACIÓN DE LA COMPETENCIA DURANTE TODA LA DURACIÓN DEL JUICIO

7.1. La perpetuatio iurisdictionis o regla de la radicación

La perpetuatio iurisdictionis conforma un principio de actuación del órgano jurisdiccional, en


virtud del cual la competencia del juez queda fija e inmutable hasta el final del proceso a base
de la situación de hecho existente al tiempo de inicio del estado procesal de litispendencia (in
genere)70.

El origen de esta garantía se encuentra en el derecho romano; de ahí pasó al derecho


canónico, y en nuestro caso, al derecho castellano, que sirvió de inspiración a nuestros
legisladores del siglo XIX. La Ley de Organización y Atribuciones de los Tribunales, de 1875, y
el cuerpo legal que le sucedería, el Código Orgánico de Tribunales, mantuvieron inalterable este
principio del juzgamiento en la regulación de la competencia.

En un difundido trabajo de Chiovenda (1872-1937)71sobre esta institución, sintetiza su


contenido señalando que "la competencia del juez después de iniciada la causa queda
insensible a cualquier cambio sobrevenido de las circunstancias que la habrían determinado72.

Siguiendo la explicación de Calamandrei, la existencia de la perpetuatio iurisdictionis se


justifica por las siguientes razones: "la jurisdicción y la competencia se determinan siempre (...)
no en abstracto, sino en relación a ciertos elementos extraídos de la relación sustancial (...),
sobre la cual está el juez llamado a proveer: elementos que la ley considera como índices
jurídicamente relevantes para someter las distintas categorías de causas a la jurisdicción del
Estado, y para vincularlas a la competencia de los jueces más idóneos para proveer sobre ellas.
Pero las relaciones humanas acerca de las cuales pueden ser llamados los jueces a proveer,
son mutables en el tiempo (...el domicilio puede cambiar, el valor de un objeto puede variar
según las oscilaciones del mercado): y como el proceso tiene una cierta duración, que en
algunos casos puede ser incluso muy larga, puede ocurrir que en el transcurso de ella las
condiciones de la relación sustancial vengan a alterarse tan profundamente, que hagan
aparecer, en el momento en que el juez tenga que proveer, índices de jurisdicción y de
competencia distintos de los que existían en el momento que se inició el proceso (...)". "En casos
como éstos, para resolver el problema de jurisdicción o competencia nace la siguiente pregunta:
¿habrá que tomar en cuenta el estado de hecho existente al inicio del proceso o el sobrevenido
al final de él?"73.
En el plano positivo el art. 109 del COT consagra este principio dentro de la denominada por
nuestra doctrina como regla de la radicación, en los siguientes términos: "radicado con arreglo
a la ley el conocimiento de un asunto ante un tribunal competente, no se alterará esta
competencia por causa sobreviniente".

En explicación de Tavolari, por causa sobreviniente debe entenderse "un hecho del hombre,
como un cambio de estado civil, de domicilio, un fallecimiento, una designación en cargo o
dignidad, etc., circunstancias que —por haberse radicado el conocimiento del asunto— no
producen el efecto de alterar la competencia"74. El mismo autor puntualiza que la causa
sobreviniente del artículo 109 del COT no dice relación con la ley, sino con las circunstancias
personales de los sujetos75.

Dicho en otras palabras, toda mutación fáctica acaecida con posterioridad a la producción de
la litispendencia no debe tomarse en cuenta para modificar la competencia del juez natural.
Aceptar lo contrario llevaría a dejar el proceso en la más absoluta incertidumbre jurídica frente
a cualquier cambio en los elementos que sirvieron para atribuir el conocimiento del asunto a un
determinado juez o tribunal, imposibilitando con ello la decisión sobre el fondo de la acción
deducida. Esto significa, por ejemplo, que si se produce un cambio en el domicilio de las partes
o una de ellas es electa en un cargo que goza de fuero, tal circunstancia no afecta la actuación
del juez natural, salvo que el legislador expresamente establezca lo contrario en los términos
que pronto explicaremos.

7.2. El carácter intuito personae de esta garantía

La perpetuatio iurisdictionis pretende asegurar que la sentencia sea pronunciada por el


mismo órgano jurisdiccional que se avocó a su conocimiento. Esta garantía logra su máximo
vigor, cuando junto a la determinación del órgano jurisdiccional que debe pronunciarse sobre el
objeto del proceso, el juzgamiento adquiere también un carácter intuito personae, al ser
encomendado a un concreto y determinado juez (como persona natural).

Efectivamente, en algunos procesos existe la obligación jurídica que la causa sea resuelta
personalmente por el juez que conoció de los actos de alegación y prueba, bajo sanción de
nulidad si ello no acontece. Normalmente esta opción se da en los procedimientos donde
predomina como forma de los actos procesales la concentración de las actuaciones, la
inmediación y la oralidad76.

En los procedimientos donde no existe el deber que la causa sea resuelta personalmente por
el juez que conoció las alegaciones y pruebas, la perpetuatio iurisdictionis se limita a garantizar
que la causa concluya ante el mismo órgano jurisdiccional en el que se radicó su conocimiento.
Si por algún motivo cambia la persona del juez, como de hecho puede ocurrir por la cesación
en el cargo, por inhabilitación, por el uso de feriados, por muerte, etc., la garantía procesal
referida queda en el umbral más bajo de su potencialidad.

En la actuación de los tribunales colegiados la perpetuatio iurisdictionis se asegura al imponer


que sólo puedan tomar parte en la decisión del asunto los ministros que concurrieron a su vista
como jueces (arts. 72 al 89 del COT).

La única posibilidad que tienen las partes de obtener una observancia irrestricta de este
principio surge de la constitución de un arbitraje para la solución del conflicto. En ese ámbito el
juzgamiento intuito personae se asegura especialmente cuando el origen de la nominación
proviene de un contrato de compromiso (arts. 232 y 234 COT).
7.3. Perpetuatio iurisdictionis y modificaciones legales de la competencia

En el plano ideal, los cambios legales que se produzcan en el presupuesto de la competencia


no deberían afectar los procesos en tramitación, manteniéndose inalterable la actuación del juez
natural hasta la conclusión de la causa. Por ejemplo, si un determinado asunto se radicó en un
juzgado de letras con competencia en lo civil y en el curso de la causa se modifica su
competencia, pasando el asunto a la esfera de atribuciones de un juzgado de policía local, este
cambio no debería afectar el derecho al juzgamiento por el juez natural ya determinado.

Con todo, por razones de diversa índole el legislador no ha aplicado estrictamente el criterio
anterior, permitiendo que se traspasen juicios pendientes a nuevos tribunales que se incorporan
a la estructura jurisdiccional o a otros existentes, a los que se asigna competencia la
competencia por razón de la materia. Dentro de las razones que justifican esta opción está el
deseo de impedir prolongar la actuación de un órgano jurisdiccional que el legislador ha decidido
suprimir. Y también el propósito de evitar el fenómeno de la ultra actividad de la ley, optando
por aplicar el principio que la vigencia de las normas procesales debe operar in actum77.

La única excepción en esta materia se da en el proceso penal. Para dicho ámbito el artículo
19 Nº 3 inc. 4º de la CPR establece que "nadie puede ser juzgado por comisiones especiales,
sino por el tribunal que le señalare la ley y que se hallare establecido con anterioridad a la
perpetración del hecho". Como en el proceso civil la fecha de la comisión de un hecho no tiene
relevancia en el surgimiento del estado procesal de la litispendencia, es perfectamente
admisible que mediante un cambio legal se pueda sustituir al órgano jurisdiccional que conoce
de la causa, sin que ello configure una vulneración a la garantía constitucional referida.

Por su parte, se debe distinguir para los procesos en tramitación entre el cambio de las
normas de competencia y la alteración de las normas de procedimiento. La perpetuatio
iurisdictionis, tal como se explicaba, tiende a garantizar la estabilidad de la competencia del juez
natural y no alcanza a las reglas de procedimiento, conforme se desprende de los arts. 22 y 24
de la Ley de Efecto Retroactivo de las Leyes de 1861.

7.4. La acumulación de autos como excepción a la perpetuatio iurisdictionis

La acumulación de autos es una hipótesis de acumulación sobrevenida de acciones, mediante


la cual procedimientos que están siendo tramitados separadamente pasan a constituir uno solo
y terminar por una sola sentencia, para mantener la continencia, o unidad de la causa (art. 92
CPC)78.

El CPC regula el régimen general de esta figura en el Título X, del Libro I, estableciendo tres
causales para que se pueda ordenar esta acumulación (art. 92 CPC)79. Dicha normativa general
es complementada por otras reglas especiales, que admiten esta forma de acumulación de
acciones por reunión.

La figura que examinamos puede originar una excepción a la perpetuatio iurisdictionis cuando
los autos son remitidos para su acumulación a otro tribunal, con el objeto que éste falle todos
los procesos en una sola sentencia. Si lo anterior se produce, se altera el principio que la causa
sea juzgada por el tribunal que comenzó su conocimiento. En cambio, si la acumulación de
procedimientos seguidos entre las mismas partes se da ante el mismo juez o tribunal, no se
altera el principio aludido, en atención a que no cambia el juez predeterminado por la ley.

En todo caso, en consideración a la exigencia legal que los juicios se encuentren sometidos
a una misma clase de procedimiento y que la sustanciación de todos ellos se encuentre en
instancias análogas (art. 95 CPC), la acumulación de autos no altera la jerarquía del juez que
debe seguir conociendo del asunto, manteniéndose a lo menos en esa parte incólume el
derecho al juez natural.

7.5. La situación del ministro en visita

En relación a la perpetuatio iurisdictionis se debe examinar la figura del ministro en visita,


regulada en los artículos 559 y siguientes del COT.

Se trata de una especial forma de juzgamiento que surge dentro del ejercicio de la
denominada jurisdicción disciplinaria que ejercen los Tribunales Superiores de Justicia, los que
podrán decretar visitas extraordinarias por medio de alguno de sus ministros en los juzgados de
su respectivo territorio jurisdiccional, siempre que el mejor servicio judicial lo exigiere (art. 559
COT).

En el proceso civil pueden decretarse estas visitas extraordinarias:


1°) cuando se tratare de causas civiles que puedan afectar las relaciones internacionales y que
sean de competencia de los tribunales de justicia; 2°) siempre que sea necesario investigar
hechos que afecten la conducta de los jueces en el ejercicio de sus funciones y cuando hubiere
retardo notable en el despacho de los asuntos sometidos al conocimiento de dichos jueces (art.
560 COT).

Ahora, de conformidad al artículo 561 incs. 2° y 3° del COT, las facultades del ministro en
visita serán las de un juez de primera instancia, y contra las resoluciones que se dictaren en los
procesos a que hubiere lugar en dichos casos, podrán deducirse los recursos legales como si
se dictaren por el juez visitado. Cuando el ministro visitador debiere despachar causas [conocer
y juzgarlas], el tribunal respectivo —el Tribunal Superior que decretó la visita— designará las
que deben ocuparlo, quedando todas las demás a cargo del juez visitado.

Como se puede apreciar, cuando se decreta una visita extraordinaria un juez asume el
conocimiento de ciertas causas, reemplazando a la persona del juez que sirve el cargo en el
órgano jurisdiccional visitado.

Por las razones antes explicadas, en nuestro sistema no se entiende que esta figura infrinja
el principio de la perpetuatio iurisdictionis, atendido que el derecho a ser juzgado por el mismo
órgano jurisdiccional se cumple cabalmente con la intervención del ministro en visita. No cambia
el órgano, cambia la persona del juez.

8. EL MECANISMO PARA LA ASIGNACIÓN DEL JUEZ NATURAL EN EL CASO CONCRETO

En los párrafos anteriores hemos explicado en abstracto el contenido procesal del derecho
constitucional al juez predeterminado por la ley. Ahora corresponde examinar la forma cómo se
concreta la persona del juez natural en la relación procesal.

Para entender cómo opera esta etapa es pertinente recordar las palabras de Calamandrei80,
cuando puntualiza que la determinación de la competencia no opera en un solo momento lógico,
sino que se resuelve en varios momentos o etapas distintas, por aproximaciones sucesivas,
determinando primero la jerarquía o clase del tribunal llamado a conocer y luego el tribunal
específico, dentro de esa clase y jerarquía, que conocerá del asunto81.

En un plano general, esta relevante actividad procesal demanda la aplicación de una serie de
criterios de clasificación de la competencia, a saber: competencia contenciosa y competencia
voluntaria o no contenciosa; competencia absoluta y competencia relativa; competencia común
y competencia especial.

8.1. Competencia contenciosa y competencia voluntaria

Uno de los criterios más relevantes para determinar la competencia de un tribunal proviene
de la diferenciación existente entre la jurisdicción contenciosa y la jurisdicción no contenciosa.

El artículo 1° del CPC recoge esta separación señalando que sus disposiciones rigen el
procedimiento de las contiendas civiles entre las partes y de los actos de jurisdicción no
contenciosa, cuyo conocimiento corresponda a los tribunales de justicia.

8.1.1. La jurisdicción contenciosa

La jurisdicción contenciosa en el proceso civil actúa para resolver un conflicto entre partes,
con valor de cosa juzgada. Como lo ha precisado la Corte Suprema, la jurisdicción contenciosa
debe "versar sobre algo concreto existente a la fecha en que se somete al conocimiento del
tribunal; dicha controversia debe obviamente juzgarse por medio de la sentencia, aplicando la
ley, o a falta de ésta la equidad"82.

Cada vez que se somete a un juez competente un asunto contencioso, éste debe
pronunciarse sobre el fondo, accediendo o denegando la petición de tutela judicial formulada
por el actor, naturalmente si se cumplen los presupuestos procesales.

En general, en los asuntos contenciosos la atribución de competencia se produce cuando los


hechos fundantes de la causa de pedir de la acción coinciden con los factores que el legislador
utiliza para atribuir el conocimiento del asunto a un determinado juez o tribunal, por razón del
fuero, de la materia, de la cuantía y del territorio.

8.1.2. La jurisdicción voluntaria o no contenciosa

El ejercicio de la jurisdicción admite otra variante denominada indistintamente como


jurisdicción voluntaria, jurisdicción graciosa o jurisdicción no contenciosa.

En nuestro derecho la delimitación de la jurisdicción voluntaria o no contenciosa se encuentra


en el artículo 817 CPC. Allí, siguiendo a la doctrina clásica, se declara que son actos judiciales
no contenciosos aquellos que según la ley requieren la intervención del juez y en que no se
promueve contienda alguna entre las partes83. Lo anterior es sin perjuicio de la posibilidad que
un asunto de jurisdicción voluntaria pueda transformarse en un asunto contencioso, cuando
aparezca alguien oponiéndose al resultado pretendido con la gestión voluntaria respectiva84.

A través de la jurisdicción voluntaria se realiza una serie de actividades jurídicas que pueden
agruparse de la siguiente forma85:
a) Adoptar medidas de protección para ciertos incapaces (por ejemplo, nombramiento de
tutores y curadores);

b) Declaración solemne de ciertos derechos (v. gr. la gestión de concesión de la posesión


efectiva en herencias testamentarias);

c) Autentificación u homologación de ciertos actos o contratos (v. gr., la apertura de un


testamento cerrado);

d) Ejecución de actuaciones de mera documentación (v. gr. la información para perpetua


memoria);

e) Realización de actos de control de eviten fraudes a la ley (v. gr. la insinuación de las
donaciones).

El procedimiento voluntario no se sujeta al principio de dualidad de partes. En la jurisdicción


voluntaria existe un solicitante que comparece requiriendo algunos de los efectos que la ley
admite para esta singular actuación jurisdiccional. Este rasgo explica que los actos de
jurisdicción voluntaria no adquieran el efecto de cosa juzgada, que sí lo producen los actos de
jurisdicción contenciosa86. Esta misma singularidad ha llevado a calificar a estos actos como de
naturaleza administrativa87.

En cuanto al presupuesto procesal de la competencia en los asuntos voluntarios, este


presenta las siguientes características:

1°) Se acude al juez no para dirimir una contienda, sino como un sujeto dotado de autoridad
y potestad jurídica. La actuación de un órgano jurisdiccional con competencia en este tipo de
materias se solicita para acreditar la existencia de hechos, crear, modificar o extinguir derechos
en una variada serie de estados y situaciones jurídicas. Esta característica ha llevado a que
parte de la doctrina sostenga que la denominada jurisdicción voluntaria no es ni jurisdicción ni
es voluntaria. Si se le asigna el conocimiento de estos asuntos dentro de la competencia de los
tribunales, ello obedece a razones prácticas, no de principios jurídicos88.

2°) Si la ley no ha previsto dentro de la competencia del órgano jurisdiccional una determinada
materia como un acto voluntario, esta carencia no puede ser suplida por el tribunal invocando
el principio de la inexcusabilidad. No basta con la ausencia de controversia para que un asunto
sea estimado como voluntario, debiendo existir también una norma de competencia que
autorice expresamente la actuación del tribunal89.

Estos rasgos de la competencia en materia de jurisdicción voluntaria se han manifestado en


múltiples ocasiones. El ejemplo más típico se ha dado a propósito de la petición de alzamiento
de garantías hipotecarias cuyos acreedores ya no existen. Como nuestra legislación no
contempla dentro de los asuntos voluntarios un procedimiento para decretar el cese de los
efectos de estas cauciones, no podría un juez, bajo el pretexto de no existir contienda entre
partes, proceder a decretar la cancelación de la hipoteca.

En la jurisprudencia, la Corte Suprema ha sintetizado a esta actividad en la sentencia de 30


de enero de 2008, señalando que, "las características más fundamentales de los actos judiciales
no contenciosos son: no hay partes sino interesados; pueden transformarse en contenciosos si
durante su tramitación se hace presente un tercero que revista calidad de legítimo contradictor;
las pruebas se suministran sin mayores formalidades: sin notificación ni intervención de
contradictor y sin previo señalamiento de término probatorio, siendo apreciadas
prudencialmente por el juez; las resoluciones dictadas en este tipo de asuntos son
esencialmente revocables. La regla general es que la sentencia definitiva no produce cosa
juzgada; la excepción, la constituyen las resoluciones afirmativas cumplidas que gozan, en
cierto sentido, de cosa juzgada y no pueden modificarse y, que la sentencia no afecta a terceros
que no hayan intervenido, sus derechos siempre quedan a salvo; pueden oponerse al acto antes
de que se cumpla la sentencia formulando un incidente que transforma el acto en contencioso;
y si el acto ya se ha formado, pueden reclamar posteriormente en vía contenciosa"90.

9. LA COMPETENCIA ABSOLUTA Y COMPETENCIA RELATIVA

Una vez que se delimita si el tema pertenece al ámbito de la jurisdicción contenciosa o de la


voluntaria, el paso siguiente es fijar cuál es el juez natural que debe conocer de la demanda o
solicitud.

Para concretar lo anterior se debe a aplicar la respectiva norma de competencia absoluta y


de competencia relativa, de conformidad a las siguientes pautas:

1ª) La competencia absoluta determina la jerarquía del tribunal que debe conocer de un
asunto dentro de la organización judicial, en consideración al fuero, a la materia o a la cuantía
del asunto. En cambio, la competencia relativa se fija exclusivamente en atención al territorio,
precisando qué tribunal, dentro de una jerarquía ya prefijada por las normas de competencia
absoluta, debe conocer de ese asunto.

2ª) Las reglas de competencia absoluta son de orden público, y por ende, son irrenunciables
para el Tribunal y para las partes91. En cambio, las normas de competencia relativa en materia
civil contenciosa son renunciables mediante la institución de la prórroga de la competencia. En
casos excepcionales la ley ha establecido que el factor territorio no pueda ser variado por las
partes, en los términos que pronto examinaremos.

Consecuente con lo anterior, la falta de competencia absoluta debe ser declarada de oficio
por el tribunal, en cualquier estado de la causa; la falta de competencia relativa en materia civil
contenciosa, si no se alega oportunamente produce la prórroga de la competencia.

3ª) Los factores que fijan la competencia absoluta tienen el siguiente orden de prelación: el
factor fuero predomina por sobre la materia y la cuantía; la materia supedita a la cuantía. Esto
es, en caso de controversia se aplica primero el fuero; si no hay fuero, prima la materia por
sobre la cuantía.

10. EL FUERO COMO ELEMENTO DE DETERMINACIÓN DE LA COMPETENCIA

10.1. Concepto y alcance

El fuero es un privilegio concedido a ciertas personas que por razón de su cargo otorgan
competencia a un determinado órgano jurisdiccional para el conocimiento de ciertos asuntos.

La Corte Suprema ha resuelto sobre este factor que se trata de privilegio establecido en razón
de orden público, y es por tanto irrenunciable y no permite la prórroga de la competencia por
convenio expreso o tácito de las partes92.
Esta forma de asignar la competencia podría ser cuestionada a la luz de la garantía
constitucional de igualdad ante la ley (art. 19 Nº 2 CPR). Sin embargo, la doctrina defiende este
criterio puntualizando que en verdad él no opera como una ventaja para una clase o grupo, sino
que más bien obedece a un fin técnico, que busca garantizar la imparcialidad del juzgamiento.
Se estima que al intervenir un tribunal de más alta jerarquía en el conocimiento del asunto,
existe un menor riesgo que ese juez se deje influenciar por la investidura de la persona a la que
se le determina el juez natural por la tenencia del fuero93.

Según el tribunal que conocerá de la causa civil respectiva, se acostumbra a distinguir entre
fuero personal mayor y fuero personal menor94.

Por su parte, la aplicación del fuero no es absoluta; en ciertos asuntos, no obstante tener
interés en el conflicto civil o comercial personas con fuero, la ley establece que esta investidura
no altera la determinación de la competencia en los siguientes asuntos:

1) Juicios de minas, esto es, los reglamentados en el Código de Minería;

2) En los juicios posesorios, que son procedimientos especiales para la protección de la


posesión (se conocen también con el nombre de interdictos posesorios);

3) En los juicios sobre distribución de aguas;

4) En las particiones95;

5) En los juicios que se tramiten breve y sumariamente;

6) En los asuntos de jurisdicción voluntaria (art. 827 CPC);

7) En los juicios de quiebras, respecto de los acreedores, y

8) En los demás que determinen las leyes (art. 133 COT).

Otra limitación prevista para la aplicación del fuero personal mayor se da cuando alguna de
las personas designadas en la numeración del art. 50 N° 2 del COT tenga la calidad de
accionista en una sociedad anónima. Esa circunstancia no se considerará como una causa
suficiente para que un Ministro de la Corte de Apelaciones conozca en primera instancia de los
juicios en que aquéllas tengan parte, debiendo éstos sujetarse en su conocimiento a las reglas
generales.

10.2. La extensión del fuero

Cuando en un proceso civil intervienen personas que gocen de fuero y otras que no, la
competencia la tiene el juez que debe conocer por razón del fuero, atendido que este elemento
prevalece por sobre los demás factores determinantes de la competencia absoluta. En este
sentido, se afirma que el fuero tiene un poder de atracción para conducir el asunto al tribunal
que debe juzgar al sujeto aforado96. Si no se respeta lo anterior, se deberá declarar la nulidad
de todo lo obrado ante el juez incompetente97.

Por su parte, si la persona deja el cargo que le atribuía la competencia por razón del fuero,
no se altera la actuación del juez natural, ello en virtud del principio de la perpetuatio
iurisdictionis antes explicado. Por ejemplo, si el que fue demandado en su calidad de Presidente
de la República termina su mandato, la competencia permanece inalterada ante el "Ministro de
Fuero".

10.3 Diferencia con el fuero parlamentario

No se debe confundir este elemento de determinación de la competencia de los tribunales


con el fuero parlamentario, que es un privilegio del que disfrutan los miembros de las cámaras
legislativas, cuyo objetivo esencial es proteger el libre ejercicio de sus atribuciones. Al respecto,
el TC ha dicho que el fuero parlamentario es justamente "garantía procesal que protege al
parlamentario de una persecución criminal infundada y que inhiba o entorpezca el cumplimiento
adecuado de sus funciones. Posee un fundamento claramente político, asociado al resguardo
de la autonomía de los órganos legislativos y al principio de la separación de poderes —valores
esenciales del Estado de Derecho—, y cuya justificación mediata es el pleno ejercicio de la
soberanía popular"98.

El fuero se manifiesta, por tanto, en la existencia de un antejuicio previsto en el art. 61 inc. 2º


de la CPR: "ningún diputado o senador, desde el día de su elección o desde su juramento,
según el caso, puede ser acusado o privado de su libertad, salvo el caso de delito flagrante, si
el Tribunal de Alzada de la jurisdicción respectiva, en pleno, no autoriza previamente la
acusación declarando ligar a formación de causa. De esa resolución podrá apelarse para ante
la Corte Suprema".

Para conocer y resolver de este antejuicio tiene competencia la Corte de Apelaciones, pero
se trata de un tema diverso del fuero como factor determinante de la competencia absoluta99.

11. LA MATERIA COMO FACTOR DETERMINANTE DE LA COMPETENCIA ABSOLUTA

11.1. Forma como opera este factor

La competencia por razón de la materia se determina atendiendo a la naturaleza del conflicto


que es sometido al conocimiento y fallo del órgano jurisdiccional.

Para concretar lo anterior el legislador considera una serie de situaciones: la relación jurídica
donde surge el litigio (derecho civil, derecho comercial, derecho laboral, derecho administrativo,
derecho económico, derecho minero, derecho marítimo, derecho aeronáutico, etc.); la
naturaleza del contrato materia del conflicto (contrato administrativo, contrato ley, contrato
laboral, etc.); si se trata de un delito o cuasidelito civil o penal; si hay una infracción a una
determinada manifestación del derecho de propiedad (civil, minera, intelectual, industrial, etc.);
si se afecta a un grupo o un interés difuso o colectivo de los consumidores; si se lesiona un
interés económico del Fisco o de los particulares; si el conflicto se da dentro de la esfera de la
contratación pública100o privada; si el conflicto recae en una actividad económica que afecta el
funcionamiento del mercado; si se lesiona al medio ambiente, los derechos de los
consumidores, de los minusválidos101, etc.

La diversidad de situaciones que pueden ser objeto de protección jurisdiccional es atribuida


al conocimiento de un juez o tribunal a través de una norma de competencia por razón de la
materia. Constituye un axioma que todo conflicto jurídico debe ser asignado por el legislador a
un determinado tribunal, a través de una norma de competencia por razón de la materia. Ahora,
a cuál de ellos le corresponderá conocer dependerá la forma como el legislador decida distribuir
el asunto, pudiendo encomendarla a un grupo de jueces de igual jerarquía (por ejemplo, los
jueces de letras), o a un órgano con una competencia especial (por ejemplo, la protección del
mercado se le encomienda al Tribunal de Defensa de la Libre Competencia; los conflictos de
familia a los Tribunales de Familia; los conflictos laborales a los Tribunales del Trabajo, etc.).

A falta de una regla especial, el conocimiento por razón de la materia de todo conflicto civil
(en sentido amplio), administrativo, laboral o comercial le corresponde a los jueces de letras (art.
45 COT).

11.2. Explicación a modo de ejemplo

Con el objeto de ilustrar cómo opera este factor veamos algunas normas de competencia por
razón de la materia.

11.2.1. Los jueces de letras

Conforme al art. 27 del COT, en cada comuna habrá, por lo menos, un juzgado de letras.

"Los juzgados de letras estarán conformados por uno o más jueces con competencia en un
mismo territorio jurisdiccional; sin embargo, actuarán y resolverán unipersonalmente los asuntos
sometidos a su conocimiento".

"Los nuevos juzgados que se instalen tendrán como territorio jurisdiccional la respectiva
comuna y, en consecuencia, dejarán de ser competentes en esos territorios los juzgados que
anteriormente tenían jurisdicción sobre dichas comunas".

El artículo 45 del COT atiende a la materia para asignar competencia a los jueces de letras,
con excepción del artículo 45 Nº 2 letra g), que, conforme recién se explicaba atiende al fuero.
A estas reglas se deben agregar otras, como el art. 48 del COT, que regula las causas de
hacienda, que son atribuidas en primera instancia a los jueces de letras de comuna asiento de
corte, cualquiera sea su cuantía102.

En el caso de los jueces de letras, la asignación de competencia por razón de la materia


constituye una cláusula que cede ante la existencia de órganos especiales a los que, en
consideración al mismo factor, se les asigna el conocimiento de un determinado tema. Así, por
ejemplo, cuando en una determinada comuna o agrupación de comunas estén instalados los
tribunales con competencia especializada (v. gr. Juzgados de Letras del Trabajo, de Cobranza
Laboral y Previsional o de Familia), el juez natural llamado a resolver ese conflicto será por
razón de especialidad.

La pauta anterior en algunos casos no opera de un modo absoluto. Por diversas razones,
fundadas principalmente en la economía procesal, el legislador atribuye a un determinado
tribunal competencia por razón de la materia, pero no de un modo exclusivo, sino alternativo103.

11.2.2. Los jueces de policía local

El Decreto Supremo Nº 307 de 1978 contiene el texto refundido, coordinado y sistematizado


de la Ley Nº 15.231, sobre Organización y Atribuciones de los Juzgados de Policía Local.

Los arts. 13 y 14 de la referida ley disponen que los jueces de policía local conocerán en
primera instancia: de las infracciones de los preceptos que reglamentan el transporte por calles
y caminos y el tránsito público; de las infracciones a las ordenanzas, reglamentos, acuerdos
municipales y decretos de la Alcaldía; de las infracciones: a la Ley sobre Rentas Municipales, a
la Ley General de Urbanismo y Construcciones, a la Ley de Educación Primaria Obligatoria, al
Decreto Ley Nº 679, de 1974, que Establece Normas sobre Calificación Cinematográfica, a la
Ley sobre Expendio y Consumo de Bebidas Alcohólicas; de la regulación de los daños y
perjuicios provenientes ocasionados en o con motivo de accidente del tránsito, entre otros
asuntos.

También conocen estos tribunales de la infracción a la Ley sobre Protección de los Derechos
al Consumidor, con excepción del procedimiento para la protección del interés colectivo o difuso
regulado en esta ley (arts. 50 A y 50 B Ley Nº 19.496).

11.2.3. Los Jueces de Letras del Trabajo y los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional

La competencia por razón de la materia está contenida en los siguientes preceptos:

i) El artículo 420 del CT dispone:

"Serán de competencia de los juzgados de letras del trabajo:

a) las cuestiones suscitadas entre empleadores y trabajadores por aplicación de las normas
laborales o derivadas de la interpretación y aplicación de los contratos individuales o colectivos
del trabajo o de las convenciones y fallos arbitrales en materia laboral;

b) las cuestiones derivadas de la aplicación de las normas sobre organización sindical y


negociación colectiva que la ley entrega al conocimiento de los juzgados de letras con
competencia en materia del trabajo;

c) las cuestiones derivadas de la aplicación de las normas de previsión o seguridad social,


planteadas por pensionados, trabajadores activos o empleadores, salvo en lo referido a la
revisión de las resoluciones sobre declaración de invalidez o del pronunciamiento sobre
otorgamiento de licencias médicas;

d) los juicios en que se demande el cumplimiento de obligaciones que emanen de títulos a


los cuales las leyes laborales y de previsión o seguridad social otorguen mérito ejecutivo;

e) las reclamaciones que procedan contra resoluciones dictadas por autoridades


administrativas en materias laborales, previsionales o de seguridad social;

f) los juicios iniciados por el propio trabajador o sus causahabientes, en que se pretenda hacer
efectiva la responsabilidad contractual del empleador por los daños producidos como
consecuencia de accidentes del trabajo o enfermedades profesionales104. Respecto de la
responsabilidad extracontractual se seguirán las reglas del artículo 69 de la ley Nº 16.744; y

g) todas aquellas materias que las leyes entreguen a juzgados de letras con competencia
laboral".

ii) Por su parte, el artículo 421 del CT dispone:

"Serán de competencia de los Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional los juicios en que
se demande el cumplimiento de obligaciones que emanen de títulos a los cuales las leyes
laborales y de previsión o seguridad social otorguen mérito ejecutivo; y, especialmente, la
ejecución de todos los títulos ejecutivos regidos por la Ley N° 17.322, relativa a la cobranza
judicial de imposiciones, aportes y multas en los institutos de previsión.

Con todo, el conocimiento de las materias señaladas en el inciso anterior, solo corresponderá
a los Juzgados de Letras del Trabajo en aquellos territorios jurisdiccionales en que no existan
Juzgados de Cobranza Laboral y Previsional".

En dichas normas se delimita entre los Jueces del Trabajo la competencia por razón de la
materia105.

11.2.4. Los Tribunales de Familia

Para los Tribunales de Familia el art. 8° de la Ley N° 19.968 establece la competencia de los
juzgados de familia para una amplia gama de asuntos contenciosos y voluntarios106.

Por razón de la materia, corresponde a los juzgados de familia conocer y resolver los
siguientes asuntos: las causas relativas al derecho de cuidado personal de los niños, niñas o
adolescentes; las causas relativas al derecho y el deber del padre o de la madre que no tenga
el cuidado personal del hijo, a mantener con éste una relación directa y regular; las causas
relativas al ejercicio, suspensión o pérdida de la patria potestad; a la emancipación y a las
autorizaciones a que se refieren los Párrafos 2º y 3º del Título X del Libro I del Código Civil,
relativas al derecho legal de goce sobre los bienes de los hijos y su administración y la
representación legal de los hijos; las causas relativas al derecho de alimentos; los disensos para
contraer matrimonio; las guardas, con excepción de aquellas relativas a pupilos mayores de
edad, y aquellas que digan relación con la curaduría de la herencia yacente, sin perjuicio de los
establecido para la nominación del curador ad litem o para el pleito (art. 494 CC); todos los
asuntos en que aparezcan niños, niñas o adolescentes gravemente vulnerados o amenazados
en sus derechos, respecto de los cuales se requiera adoptar una medida de protección; las
acciones de filiación y todas aquellas que digan relación con la constitución o modificación del
estado civil de las personas, incluyendo la citación a confesar paternidad o maternidad a que se
refiere el artículo 188 del Código Civil; todos los asuntos en que se impute la comisión de
cualquier falta a adolescentes mayores de catorce y menores de dieciséis años de edad, y las
que se imputen a adolescentes mayores de dieciséis y menores de dieciocho años, que no se
encuentren contempladas en el inciso tercero del art. 1º de la Ley Nº 20.084; la autorización
para la salida de niños, niñas o adolescentes del país, en los casos en que corresponda de
acuerdo con la ley; las causas relativas al maltrato de niños, niñas o adolescentes; los
procedimientos previos a la adopción.

También conocen estos tribunales de los asuntos que se susciten entre cónyuges, relativos
al régimen patrimonial del matrimonio y los bienes familiares: a) Separación judicial de bienes;
b) Autorizaciones judiciales que surgen con ocasión de las obligaciones y derechos entre los
cónyuges, de los bienes familiares, del régimen de sociedad conyugal y del régimen de la
participación en los gananciales (Título VI del Libro I; y Párrafos 1º, 3º y 4º del Título XXII y en
el Título XXII-A, del Libro IV; todos del Código Civil); c) Las causas sobre declaración y
desafectación de bienes familiares y la constitución de derechos de usufructo, uso o habitación
sobre los mismos; las acciones de separación, nulidad y divorcio reguladas en la Ley de
Matrimonio Civil; los actos de violencia intrafamiliar; toda otra cuestión personal derivada de las
relaciones de familia.
11.2.5. Los árbitros

Como se ha venido explicando, en el caso de la justicia estatal la determinación del derecho


al juez natural está entregada a la aplicación de las denominadas normas de competencia.
Mediante la combinación de cuatro factores (fuero, materia, cuantía y territorio), se asigna para
cada caso concreto el juez o tribunal que debe conocer del conflicto entre partes.

El sistema anterior no se aplica al arbitraje. En este mecanismo de solución de conflictos es


la voluntad de las partes la que determina la forma, el tiempo y los límites de actuación del
tribunal arbitral, salvo que se trate de un arbitraje forzoso. En este último caso la jurisdicción del
tribunal arbitral emana directamente de la ley.

Para determinar la competencia en el arbitraje se debe distinguir:

i) Si el arbitraje es interno o comercial internacional. En este último caso tendrá este carácter
si cumple con los supuestos de conexión previsto en la Ley Nº 19.971, de 2004. En ambos
casos será un arbitraje seguido en Chile, pero con reglas diferentes.

ii) En el caso si se trata de un arbitraje interno hay que distinguir entre arbitraje voluntario y
arbitraje forzoso107.

En el arbitraje forzoso el legislador determina perentoriamente qué asuntos deben ser


conocidos por árbitros, restringiendo la voluntad de las partes a la designación del árbitro, salvo
que los interesados opten por resolver por sí mismos el conflicto, si todos ellos tienen la libre
disposición de sus bienes y concurren al acto.

De conformidad al art. 227 del COT, son materias de arbitraje forzoso: 1) La liquidación de
una sociedad conyugal o de una sociedad colectiva o en comandita civil, y la de las
comunidades; 2) La partición de bienes;
3) Las cuestiones a que diere lugar la presentación de la cuenta del gerente o del liquidador de
las sociedades comerciales y los demás juicios sobre cuentas; 4) Las diferencias que ocurrieren
entre los socios de una sociedad anónima108, o de una sociedad colectiva o en comandita
comercial, o entre los asociados de una participación, en el caso del artículo 415 del Código de
Comercio; 5) Los demás asuntos que determinen las leyes109.

En cambio, si se trata de un arbitraje voluntario, la competencia por razón de la materia es


fijada por las partes en la cláusula arbitral respectiva, específicamente, al señalar el objeto del
arbitraje, esto es, el asunto que las partes someten al conocimiento de los árbitros.

La relevancia del convenio arbitral en la determinación de la competencia se aprecia de las


siguientes declaraciones jurisprudenciales: "que la competencia de un árbitro arbitrador, en
razón de la materia queda determinada por la voluntad de las partes manifestada en el
instrumento en que hayan acordado someter a arbitraje las diferencias, reclamos o cuestiones
que puedan suscitarse con motivo del contrato que los liga, para demandar su cumplimiento o
reclamar perjuicios"110; "los árbitros no tienen más facultades que las que las que les confieren
las partes o el juez, en el título de su nombramiento"111; "(...) la cláusula compromisoria obliga
a los estipulantes a someter a arbitraje las cuestiones relativas a la interpretación y ejecución
del contrato, pero no a la existencia o validez del mismo"112; "que de la lectura de la citada
cláusula se puede inferir claramente la intención de las partes de someter a la consideración de
un árbitro designado por la Justicia Ordinaria, todos los asuntos que se refieran al contrato en
que dicha cláusula se establece, aun aquellas dificultades que emanan de la validez del contrato
mismo, como lo enseña expresamente la cláusula arbitral en comento"113; "que aun cuando las
partes pueden ampliar la competencia del tribunal arbitral, entregándole la resolución de otras
materias, para ello es necesario que exista acuerdo expreso, manifestado por escrito, como lo
ordena el artículo 234 del Código Orgánico de Tribunales, de manera que en ningún caso podría
un árbitro extender su decisión a materias ajenas al compromiso, a pretexto de haberse mediado
consentimiento tácito de alguna de las partes"114.

En el caso que la designación del árbitro se haga por la justicia ordinaria, se ha resuelto
que "la competencia de un tribunal arbitral sólo comprende las materias enunciadas en el título
de su nombramiento, quedando limitada su jurisdicción al asunto o asuntos que expresamente
le sean sometidos a su conocimiento por los interesados que los han investido como jueces"115.

11.2.6. El Tribunal de la Libre Competencia

El TDLC es un tribunal especial e independiente, de carácter colegiado y que se dedica


exclusivamente al conocimiento de materias de libre competencia, tanto en el ámbito de la
jurisdicción voluntaria como de la contenciosa116.

El Tribunal de Defensa de la Libre Competencia, conforme al art. 18 del D.L. N° 211 de 1973,
tendrá las siguientes atribuciones y deberes: 1) Conocer, a solicitud de parte o del Fiscal
Nacional Económico, las situaciones que pudieren constituir infracciones al D.L. N° 211 de 1973;
2) Conocer, a solicitud de quienes sean parte o tengan interés legítimo en los hechos, actos o
contratos existentes o por celebrarse distintos de las operaciones de concentración a las que
se refiere el Título IV, o del Fiscal Nacional Económico, los asuntos de carácter no contencioso
que puedan infringir las disposiciones del D.L. N° 211 de 1973, para lo cual podrá fijar
las condiciones que deberán ser cumplidas en tales hechos, actos o contratos; 3) Dictar
instrucciones de carácter general de conformidad a la ley, las cuales deberán considerarse por
los particulares en los actos o contratos que ejecuten o celebren y que tuvieren relación con la
libre competencia o pudieren atentar contra ella; 4) Proponer al Presidente de la República, a
través del Ministro de Estado que corresponda, la modificación o derogación de los preceptos
legales y reglamentarios que estime contrarios a la libre competencia, como también la dictación
de preceptos legales o reglamentarios cuando sean necesarios para fomentar la competencia
o regular el ejercicio de determinadas actividades económicas que se presten en condiciones
no competitivas. En todo caso, el ministro receptor de la propuesta deberá manifestar su parecer
sobre ésta. La respuesta será publicada en el sitio electrónico institucional del Tribunal, de la
Fiscalía y del Ministerio de que se trate; 5) Substanciar, a solicitud exclusiva del notificante de
una operación de concentración, el procedimiento de revisión especial de operaciones
deconcentración, cuando éstas hubieren sido prohibidas por el Fiscal Nacional Económico; 6)
Dictar, de conformidad a la ley, los autos acordados que sean necesarios para una adecuada
administración de justicia; y 7) Las demás que le señalen las leyes.

11.2.7. Los problemas que acarrea la creación de tribunales especiales

Como se puede apreciar, la ley distribuye el conocimiento de los distintos conflictos de


jurisdicción contenciosa y voluntaria fundamentalmente a través de normas de competencia por
razón de la materia.

La importancia que tiene conocer con exactitud la norma que determina el juez natural por
razón de la materia proviene de la sanción que está aparejada a su infracción: la nulidad de
todo lo obrado por un tribunal incompetente o, en su caso, una sentencia meramente procesal
o absolutoria de la instancia.
Sin embargo, actualmente todo juez y abogado litigante tiene problemas en la determinación
de este presupuesto, atendido que el establecimiento de jurisdicciones especiales ha superado
el marco de competencia de los tribunales que señala el art. 5º del COT.

La proliferación de tribunales especiales puede generar dificultades poniendo a prueba la


técnica legislativa, cuando en el terreno de los principios se supone que la atribución de la
competencia por razón de la materia debería asegurar de la mejor forma la observancia de la
garantía constitucional del derecho al juez natural117.

12. LA CUANTÍA COMO FACTOR DETERMINANTE DE LA COMPETENCIA ABSOLUTA

La cuantía como factor de determinación de la competencia absoluta se refiere a la cantidad,


al valor o a una cualidad de un determinado asunto (arts. 115 al 132 COT).

En los asuntos civiles la cuantía se determina por el valor de la cosa disputada. En los asuntos
criminales la cuantía se determina por la pena que el delito conlleva consigo (crimen, simple
delito y faltas).

Sucesivas modificaciones en la organización judicial han llevado a que este factor no tenga
la relevancia que presentaba cuando existían jueces de letras de mínima cuantía, los jueces de
distrito y los jueces de subdelegación118.

Conjuntamente con su rol en el señalamiento del juez natural que debe conocer de la causa,
la cuantía también tiene importancia en un proceso civil para los siguientes temas:

1º) Para la determinación del procedimiento judicial aplicable, debiendo distinguirse en juicios
ordinarios de mayor, de menor y de mínima cuantía.

En este punto es importante no confundir el presupuesto procesal de la competencia con el


de la adecuación del procedimiento a la acción objeto del proceso. Como lo ha declarado la C.
de Ap. de Santiago, "(...) el hecho de haberse aplicado un procedimiento legal improcedente,
haberse producido omisiones en la ritualidad procesal, o haberse deducido la demanda en
forma defectuosa no puede ser considerado como un elemento posterior determinante de la
incompetencia de un tribunal"119.

2º) Para saber si un asunto será conocido en única o primera instancia. La ley atiende
preferentemente a este criterio para declarar procedente o improcedente el recurso de apelación
(art. 45 COT Nºs. 1 y 2).

La cuantía debe ser fijada por el tribunal que conoce del asunto en la fecha de iniciación de
la causa, conforme al valor que tiene la cosa en ese momento120. Una vez determinada la
cuantía, ella queda amparada por el principio de la perpetuatio iurisdictionis. Si el valor de la
cosa disputada aumentare o disminuyere durante la instancia, no sufrirá alteración alguna la
determinación que antes se hubiere hecho con arreglo a la ley (arts. 128 y 129 COT).

Para la fijación de la cuantía en asuntos que son susceptibles de apreciación pecuniaria se


debe estar al valor de la cosa disputada. En cambio, los asuntos civiles que no son susceptibles
de dicha apreciación la ley los reputa de mayor cuantía. Son considerados de esta clase las
cuestiones relativas al estado civil de las personas, las relacionadas con la separación judicial
o de bienes entre marido y mujer, o con la crianza y cuidado de los hijos, las que versen sobre
la validez o nulidad de disposiciones testamentarias, sobre petición de herencia, o sobre
apertura y protocolización de un testamento y demás relacionadas con la apertura de la
sucesión, y las relativas al nombramiento de tutores y curadores, a la administración de estos
funcionarios, a su responsabilidad, a sus excusas y a su remoción (art. 130 COT).

13. LA COMPETENCIA RELATIVA

13.1. Rol de la competencia relativa

A través de las reglas de competencia relativa se precisa qué tribunal, dentro de la jerarquía,
clase o categoría determinada por la aplicación de las reglas de competencia absoluta, conocerá
de un determinado asunto.

Por ejemplo, que la acción de nulidad de un contrato suscrito sin cláusula de arbitraje debe
ser conocida por un juez de letras en lo civil es determinado por la aplicación de las normas de
competencia absoluta; en cambio, cuál de los varios existentes conocerá del conflicto es fijado
a través de las normas de competencia relativa, dependiendo de cómo las partes hayan
regulado el tema del domicilio. A falta de una regulación de las partes o de una norma especial,
rige la regla general prevista en el art. 134 del COT.

Las normas de competencia relativa, en principio, son renunciables por las partes en los
asuntos contenciosos civiles. En atención a esta característica, el tribunal sólo puede apreciar
de oficio la falta de competencia relativa cuando este elemento no es disponible por las partes.

El demandado, por su parte, debe denunciar la infracción a estas normas de competencia


relativa como primera actuación procesal, para evitar que se produzca la prórroga de la
competencia en aquellos casos que autoriza la ley.

13.2. El domicilio como elemento determinante de este factor

La determinación de la competencia relativa gira fundamentalmente en torno a la institución


del domicilio, que es definido en el Código Civil como la residencia, acompañada, real o
presuntivamente, del ánimo de permanecer en ella (art. 59 CC).

Para efectos procesales el domicilio puede ser fijado de distintas formas:

a) Por la elección unilateral o mediante un acuerdo bilateral. En este último caso, por ejemplo,
las partes pueden fijar un domicilio en una determinada ciudad para los efectos jurídicos que de
él se deriven, en especial, para asignar competencia territorial a sus tribunales.

b) Por el hecho que una persona se haya inscrito o realizado una actuación en un servicio
público que exige el señalamiento del domicilio, como ocurre con el Registro Electoral, el
Servicio de Impuestos Internos, el Servicio de Registro Civil, etc.

c) El domicilio puede surgir de actuaciones que una persona realiza ante una entidad privada,
como puede resultar de una apertura de una cuenta corriente bancaria, etc.

d) Por la titularidad de un determinado derecho o por la circunstancia que se ejercite una


determinada acción, como ocurre, por ejemplo, con las controversias que surgen en temas de
derecho sucesorio, de derechos reales o con el cumplimiento de obligaciones legales
(especialmente las que provienen del derecho de familia), entre otras tantas variables.
e) También existe la posibilidad que una persona tenga varios domicilios (art. 67 del CC). En
este caso el demandante podrá entablar su demanda ante el juez de cualquiera de ellos (arts.
140 y 141 COT), salvo que una norma legal limite esta opción.

Como se puede advertir de esta somera explicación, en la aplicación de las normas de


competencia relativa pueden surgir una serie de variantes que en muchas ocasiones superan
las previsiones generales del legislador.

13.3. El domicilio en el caso de las personas jurídicas

En el caso de ciertas personas jurídicas de derecho público el domicilio se determina por el


legislador. Esta opción se hace muchas veces para facilitar la litigación de ciertos entes, como
ocurre con el Fisco. Cuando el demandante es el Fisco, será juez competente el letrado de
comuna asiento de Corte de Apelaciones o el del domicilio del demandado, cualquiera que sea
la naturaleza de la acción deducida, según la elección del Fisco (art. 48 inc. 2º COT).

Si se trata de personas jurídicas de derecho privado, su domicilio normalmente será el de la


sede social o de uno de sus establecimientos. El art. 142 del COT, dispone que "cuando el
demandado fuere una persona jurídica, se reputará por domicilio, para el objeto de fijar la
competencia del juez, el lugar donde tenga su asiento la respectiva corporación o fundación.

Y si la persona jurídica demandada tuviese establecimiento, comisiones u oficinas que la


representen en diversos lugares, como sucede con las sociedades comerciales, deberá ser
demandada ante el juez del lugar donde exista el establecimiento, comisión u oficina que celebró
el contrato o que intervino en el hecho que da origen al juicio".

En los casos que se demande a una persona jurídica por la responsabilidad extracontractual,
el juez natural será el del lugar donde esté ubicada la oficina que intervino en los hechos que
dieron lugar a la demanda121.

13.4. Explicación del régimen general sobre competencia relativa

En materia civil, para determinar quién tiene la competencia relativa se debe distinguir entre
asuntos contenciosos civiles y asuntos civiles no contenciosos, conforme a las pautas que
pasamos a sintetizar.

13.4.1. Asuntos contenciosos civiles

La regla general está contenida en el artículo 134 del COT, señalando que "en general, es
juez competente para conocer de una demanda civil (...) el del domicilio del demandado (...), sin
perjuicio de las reglas establecidas en los artículos siguientes y de las demás excepciones
legales".

El sistema general del COT para la fijación de la competencia relativa descansa en la


naturaleza mueble o inmueble de la acción deducida, conforme a la distinción recogida en el
artículo 580 del Código Civil122.

1º) Si la acción entablada fuere inmueble, será competente el juez del lugar que las partes
hayan estipulado en la respectiva convención. A falta de estipulación será competente, a
elección del demandante, cualquiera de los siguientes dos tribunales: a) El juez del lugar donde
se contrajo la obligación; o b) El del lugar donde se encontrare la especie reclamada. Si el
inmueble o inmuebles que son objeto de la acción estuvieren situados en distintos territorios
jurisdiccionales, será competente cualquiera de los jueces en cuya comuna o agrupación de
comunas donde estuvieren situados (art. 135 COT)123.

2º) Si una misma acción tuviere por objeto reclamar cosas muebles e inmuebles, será juez
competente el del lugar donde estuvieren situados los inmuebles (art. 137 COT).

3º) Si se deducen sólo acciones muebles, será competente el juez del lugar que las partes
hayan estipulado en la respectiva convención. A falta de estipulación de las partes, lo será el
del domicilio del demandado (art. 138 COT).

4º) En los artículos 139 y siguientes del COT se establecen algunas pautas especiales para
fijar la competencia relativa, dentro de las que se destacan, por su utilidad práctica, las
siguientes: a) en el caso de litisconsorcio pasivo podrá el demandante entablar su acción ante
el juez de cualquier lugar donde esté domiciliado uno de los demandados, y en tal caso
quedarán los demás sujetos a la competencia del mismo juez (art. 141 COT)124; b) si una misma
demanda comprendiere obligaciones que deban cumplirse en diversos territorios
jurisdiccionales, será competente para conocer del juicio el del juez del lugar en que se reclame
el cumplimiento de cualquiera de ellas (art. 139 COT); c) en los interdictos posesorios será
competente el juez de letras del territorio jurisdiccional en que estuvieren situados los bienes a
que se refieren. Si ellos, por su situación, pertenecieren a varios territorios jurisdiccionales, será
competente el juez de cualquiera de éstos; d) en los juicios sobre petición de herencia,
desheredamiento y validez o nulidad de disposiciones testamentarias, la competencia se
atribuye al juez del lugar donde se hubiera abierto la sucesión del difunto, con arreglo a lo
dispuesto en el artículo 955 del Código Civil (art. 148 COT).

En el caso de colisión de normas debe aplicarse el principio de la especialidad, consagrado en


el artículo 13 del Código Civil. En consecuencia, las reglas recién explicadas deben primar sobre
la regla general del artículo 134 del COT.

13.4.2. Asuntos de jurisdicción voluntaria

La regla general para solicitar la intervención jurisdiccional en esta materia atiende al domicilio
del interesado o solicitante.

Sin embargo, también la ley prevé una serie de pautas especiales, que priman sobre la regla
general, como ocurre en los siguientes casos:

1º) Diligencias judiciales relativas a la apertura de la sucesión, formación de inventarios,


tasación y partición de los bienes de un causante: será juez competente el del lugar del último
domicilio del causante (art. 148 inc. 2º COT).

2º) Si la gestión voluntaria dice relación con la dación de posesión efectiva, apertura de la
sucesión, formación de inventarios, tasación y partición de los bienes de la herencia, se deben
distinguir dos situaciones: a) Si el difunto ha muerto en Chile, será juez competente el de su
último domicilio; b) Si el difunto ha muerto en el extranjero, se deben distinguir dos situaciones:
i) Si el difunto ha muerto en el extranjero y ha tenido anteriormente domicilio en Chile, será juez
competente el de su último domicilio; ii) Si el difunto ha muerto en el extranjero y nunca ha tenido
domicilio en Chile, será juez competente para conocer de su posesión efectiva el del domicilio
del que la pida (arts. 148 y 149 COT).
3º) Para las gestiones voluntarias relativas a nombramiento de tutor o curador y de todas las
diligencias que según la ley debe proceder a la administración de estos cargos, el lugar donde
tuviese su domicilio el pupilo, aunque el tutor o curador nombrado tenga el suyo en lugar
diferente (art. 150 COT).

4º) En la gestión voluntaria de declaración de muerte por desaparecimiento, será juez


competente el del lugar en el que el desaparecido hubiera tenido su último domicilio (art. 151
COT)125. Si el desaparecido no ha tenido domicilio en Chile, los tribunales nacionales son
incompetentes para hacer esa declaración126.

5º) Para nombrar curador de bienes de un ausente o nombrar un curador de una herencia
yacente, será competente el del lugar en que el ausente o el difunto hubiera tenido su último
domicilio (art. 152 COT).

6º) Para la designación de un curador de bienes a los derechos eventuales del que está por
nacer, será competente el juez del lugar en que la madre tuviese domicilio (art. 152 COT).

Estas y otras reglas relativas a la jurisdicción voluntaria se contienen entre los artículos 148
al 155 del COT.

14. LA PRÓRROGA DE LA COMPETENCIA EN LOS ASUNTOS CONTENCIOSOS CIVILES

De un modo excepcional la ley autoriza a las partes para modificar los efectos procesales de
las normas de competencia relativa en los asuntos contenciosos civiles, a través de la prórroga
de la competencia.

En doctrina, Casarino define a esta institución como el acto por el cual las partes litigantes le
otorgan competencia a un tribunal para conocer de un determinado asunto judicial, en
circunstancias de que naturalmente no la tiene127.

14.1. Requisitos de procedencia

La prórroga de la competencia está regulada en el párrafo 8 del Título VII del Código Orgánico
de Tribunales (arts. 181 al 187)128.

Para que se produzca la prórroga de la competencia se deben reunir los siguientes requisitos:

1º) Que exista convenio de las partes (art. 181 COT);

2º) Que se trate de asuntos contenciosos civiles (art. 182 COT), y

3º) Que el tribunal al cual se pretende prorrogar la competencia carezca de ella en cuanto al
factor territorio129.

El convenio de las partes para prorrogar la competencia puede ser de dos formas: expreso o
tácito. Se prorroga expresamente cuando en el contrato o en un acto posterior los que serán
partes del proceso designan con toda precisión el juez al que someten el asunto contencioso
civil (art. 186 COT).
Se prorroga tácitamente la competencia cuando el demandante presenta su demanda ante
un tribunal que no es naturalmente competente, y el demandado se apersona al proceso
realizando cualquier gestión que no sea la de reclamar la incompetencia relativa del juez (art.
187 Nºs. 1 y 2 COT).

El demandado podrá evitar la prórroga tácita de la competencia haciendo valer su derecho a


ser juzgado por el juez natural. El ejercicio de esta prerrogativa tiene que considerar la limitación
prevista en el artículo 187 Nº 2 del COT, que impone al demandado el deber de alegar esta
incompetencia, bajo sanción de una renuncia tácita de su derecho130.

En la práctica se suscita un problema de interpretación con la expresión del artículo 187 Nº


2, relativa a que el demandado se haya "personado en el juicio". Como el demandado no tiene
la obligación de comparecer al proceso iniciado en su contra, surge la duda si su actitud de
rebeldía le inhibe alegar con posterioridad a las etapas donde pudo promover la respectiva
excepción procesal131.

En cuanto a la capacidad para prorrogar la competencia, pueden realizar este acto todas las
personas que según la ley son hábiles para estar en juicio por sí mismas, y por las que no lo
son pueden prorrogarla sus representantes legales (art. 184 COT).

La prórroga de la competencia sólo procede en negocios contenciosos civiles. En cambio, no


procede esta institución en los asuntos de jurisdicción voluntaria, por no existir una contraparte,
sino solicitantes.

Tampoco hay prórroga de la competencia en los asuntos penales. En este ámbito los
intervinientes deben concurrir perentoriamente al tribunal predeterminado por la ley, sin poder
alterar la competencia relativa a través de un acuerdo de voluntad.

En cuanto al tercer elemento de procedencia de la prórroga de la competencia, este se


contiene en los artículos 181 y 182 del COT. Tal como allí se expresa, la prórroga sólo puede
operar entre tribunales ordinarios de primera instancia de igual jerarquía132. Esto significa que
no es posible prorrogar la competencia en segunda instancia por voluntad de las partes, ello por
el tenor literal del artículo 182, y por aplicación de la regla del grado del artículo 110 del COT,
cuyo alcance ya hemos examinado al analizar el contenido procesal del derecho al juez natural.

14.2. Efectos de la prórroga de la competencia

La prórroga de la competencia permite que un tribunal que naturalmente no estaba llamado


a conocer de un asunto contencioso, por acuerdo expreso o tácito de las partes, pueda actuar
como el juez natural de la causa.

El efecto anterior se produce entre las partes, esto es, el demandante y el demandado.
Conforme a la ley, "la prórroga de competencia sólo surte efecto entre las personas que han
concurrido a otorgarla, mas no respecto de otras personas como los fiadores o codeudores"
(art. 185 COT)133.

La norma anterior debe ser matizada cuando se trata de una acumulación de acciones que
involucre a una pluralidad de sujetos que tengan la calidad de obligados solidarios 134o
accesorios. Conforme al art. 141 del COT, en el caso que los demandados fueren dos o más —
que son las hipótesis de solidaridad o de fianza— el actor puede entablar su acción ante el juez
de cualquier lugar donde esté domiciliado uno de los demandados, y en tal caso quedarán los
demás sujetos a la jurisdicción del mismo juez (art. 141 COT)135.
14.3. Excepciones a la disponibilidad del factor territorio en asuntos contenciosos civiles

Para ciertas materias la ley ha dado al factor territorio un tratamiento especial, estableciendo
que ciertas acciones sólo pueden ser promovidas ante un determinado tribunal. Cualquier otro
tribunal que conozca de estas acciones, y que no corresponda al que indica la ley, se convierte
en una comisión especial proscrita por la Constitución.

Esta forma de asignar competencia es fruto de la evolución que ha tenido el tratamiento de


las normas de competencia relativa. Por distintas razones se ha ido restringiendo a los litigantes
la posibilidad de disponer libremente de la competencia territorial en los asuntos contenciosos
a través de la prórroga de la competencia, con el objeto de evitar polos de litigación en las
grandes ciudades. Asimismo, a través de esta restricción se evitan los abusos que pueden
provenir de los contratos de adhesión, donde la parte más fuerte impone a la más débil el juez
natural, menoscabando con esa actuación el contenido del principio de igualdad procesal.

A lo anterior se debe agregar que para ciertos tipos de conflictos parece justificado que el juez
natural sea el de un determinado territorio, especialmente para facilitar la inmediación y la
práctica de las pruebas en el lugar donde ocurrió un determinado hecho.

Dentro de los casos donde nuestro legislador ha restringido la posibilidad de disponer del
factor territorio está el art. 60 de la Ley Nº 19.300 sobre Bases Generales del Medio Ambiente,
en relación lo dispuesto en la Ley N° 20.600, de 28 de junio de 2012, que creó los Tribunales
Ambientales136. Conforme al art. 17, esos tribunales tienen competencia, entre otros asuntos,
para: "2) Conocer de las demandas para obtener la reparación del medio ambiente dañado, en
conformidad con lo dispuesto en el Título III de la ley Nº 19.300. Será competente para conocer
de estos asuntos el Tribunal Ambiental del lugar en que se haya originado el hecho que causa
el daño, o el de cualquier lugar en que el daño se haya producido, a elección del afectado".

También aplica la misma solución el art. 231 del C. de Minería, disponiendo que, "el juez de
letras en lo civil en cuyo territorio jurisdiccional se encuentra ubicado el punto medio señalado
en el pedimento o el punto de interés indicado en la manifestación, es competente para conocer
de todo asunto, contencioso o no contencioso, atinente al pedimento, la manifestación, la
concesión de exploración o la pertenencia"137.

15. DE LAS REGLAS SOBRE DISTRIBUCIÓN DE CAUSAS O EL TURNO JUDICIAL

15.1. Explicación general

Una vez que, por aplicación de las reglas de competencia absoluta y relativa, se determina
qué juez o tribunal debe conocer de un determinado conflicto o asunto, viene una etapa final,
en la que culmina la determinación del juez natural.

Para conseguir este objetivo el legislador ha previsto en el proceso civil varias opciones
técnicas: el sistema de turnos entre jueces, la distribución mediante un sorteo computacional,
la designación por un comité de jueces, la atribución directa a un determinado órgano
jurisdiccional del tema por razón de la materia, entre otras posibilidades.

El sistema de aplicación general se reglamenta en el párrafo 7 del Título VII del COT, bajo el
epígrafe: "Reglas que determinan la distribución de causas en aquellas comunas o agrupación
de comunas en cuyo territorio existan dos o más jueces con igual competencia" (arts. 175 a
180).
Si dentro de una determinada comuna o agrupación de comunas existe un solo juez, ese será
el tribunal que debe conocer del conflicto. Si existe más de un juez con igual jerarquía y
competencia, se aplican estas normas que distribuyen el trabajo entre los tribunales a través de
un turno o del mecanismo para proceder a la distribución de causas.

Conforme al art. 175 del COT, "en las comunas o agrupaciones de comunas en donde hubiere
más de un juez de letras, deberá presentarse ante la secretaría del Primer Juzgado de Letras
toda demanda o gestión judicial que se iniciare y que deba conocer alguno de dichos jueces, a
fin de que se designe a aquel de ellos que lo hará".

"Esta designación se efectuará mediante un sistema informático idóneo, asignando a cada


causa un número de orden según su naturaleza. En todo caso, deberá velar por una distribución
equitativa entre los distintos tribunales".

Por su parte en el art. 176 del COT dispone "en los lugares de asiento de Corte en que hubiere
más de un juez de letras en lo civil, deberá presentarse a la Corte toda demanda o gestión
judicial que se iniciare y que deba conocer alguno de dichos jueces, a fin de que se designe el
juez a quien corresponda su conocimiento".

"Esta designación se hará electrónicamente por orden del presidente del tribunal".

El sistema anterior tiene excepciones que indica el art. 178 del COT, al disponer que serán
de la competencia del juez que hubiere sido designado anteriormente, las demandas en juicios
que se hayan iniciado por medidas prejudiciales, por medidas preparatorias de la vía ejecutiva
o mediante la notificación previa ordenada por el artículo 758 del Código de Procedimiento Civil;
todas las gestiones que se susciten con motivo de un juicio ya iniciado y aquellas a que dé lugar
el cumplimiento de una sentencia, fuera del caso previsto en la parte final del artículo 114"138.

En la práctica surge la duda sobre la ineficacia jurídica que se debe aplicar a la actuación
procesal consistente en presentar la demanda contrariando la determinación previa que surge
del art. 178 del COT.

Debería resultar claro que la presentación de la demanda ante un tribunal diferente de los que
conocieron de esas gestiones previas constituye un acto contra una norma imperativa, que
vulnera el contenido de un presupuesto procesal, cuya observancia debería estar asegurada
por el contenido que se reconoce en nuestro sistema al principio de la legalidad.

Por último, el art. 179 del COT dispone que "estarán sujetos a lo dispuesto en los artículos
175 y 176, según el caso, el ejercicio de las facultades que corresponden a los jueces para el
conocimiento de los asuntos que tienen por objeto dar cumplimiento a resoluciones o decretos
de otros juzgados o tribunales y los asuntos de jurisdicción voluntaria".

El sistema general antes descrito no se aplica en los casos en que el legislador ha establecido
otro mecanismo o reglas especiales para proceder a asignar al juez natural el conocimiento del
asunto.

15.2. La naturaleza de estas reglas y la sanción por su infracción

En relación a las normas sobre la distribución o del turno judicial ha surgido un debate acerca
de su naturaleza y las sanciones que corresponde aplicar si ellas son infringidas en
determinación del derecho al juez natural.
Como se sabe, el ordenamiento jurídico considera una amplia gama de sanciones para restar
valor a los actos procesales ejecutados imperfecta o irregularmente. La declaración de ineficacia
es la privación de consecuencias jurídicas de un acto procesal irregular.

Como lo sintetiza Luco, desde antiguo la doctrina procesal y los tribunales de justicia han
sostenido mayoritariamente que las reglas del turno y distribución de causas no son normas de
competencia sino que meras reglas de carácter económico, cuyo fin es hacer el reparto del
trabajo judicial entre los tribunales de un mismo territorio jurisdiccional139.

En la jurisprudencia se ha calificando a las normas sobre el turno y distribución de causa


como meras expresiones del ejercicio de las facultades económicas, las que "no pasan de ser
un asunto doméstico"140. El Tribunal Constitucional, en las sentencias de 22 de diciembre de
1981, 9 de enero de 1989, 28 de agosto de 1991 y 22 de julio de 1993, ha seguido la misma
orientación declarando que éstas "son normas de orden exclusivamente económico y
administrativo aplicables para lograr una distribución equitativa del trabajo en el conocimiento
de asuntos entre tribunales de igual jerarquía dentro de un mismo territorio jurisdiccional [por lo
que] no se puede considerar [que sean] normas de competencia".141

En el terreno práctico, la calificación referida ha llevado a que su infracción no permita fundar


una excepción de incompetencia ni promover un incidente de nulidad de lo obrado fundado en
la vulneración de estas reglas.

Con todo, parte de nuestra doctrina, no obstante reconocer que se trata de normas de carácter
económico, ha postulado que ellas tendrían el carácter de normas de orden público y por ende,
permitirían denunciar una infracción similar a la de la incompetencia absoluta142.

Por nuestra parte, el hecho que estos preceptos se ocupen de un aspecto meramente
administrativo no puede llevar a minimizar su rol en la determinación del juez natural. Es
innegable que el legislador ha previsto estas normas para precisar al juez natural que debe
conocer del asunto contencioso o voluntario, resultando imperativo que se respete tal
designación.

16. COMPETENCIA Y MEDIOS DE IMPUGNACIÓN

El derecho al juez natural también se proyecta a la competencia para conocer de los recursos
que puedan deducirse en un proceso contra las resoluciones judiciales que allí se pronuncien.

Tal como se explicará, los recursos procesales presuponen la existencia de un sistema


jerárquico, en virtud del cual un tribunal superior tendrá la misión de revisar las decisiones del
juez inferior.

Los tribunales colegiados que conocen de los recursos, según lo disponga la ley, tendrán
competencia en pleno o actuando a través de salas. En algunos casos la distribución se hace
por salas especializadas, como ocurre con el funcionamiento de la Corte Suprema, en virtud del
art. 99 COT.

Por otra parte, la amplitud de la competencia del tribunal que conoce del recurso viene dada
básicamente por lo que la parte expresa como agravio y por la fisonomía que la ley asigna al
respectivo medio de impugnación143. A este respecto, existen recursos que constituyen una
instancia y recursos de derecho estricto (que no constituyen técnicamente una instancia)144. Las
normas que regulan la competencia del tribunal de alzada son de orden público y en materia
civil está vedado obrar de oficio, salvo texto expreso de ley145.
Para la determinación del juez natural en el caso del ejercicio de los recursos, el artículo 110
del COT ha establecido una regla general, en virtud de la cual, "una vez fijada con arreglo a la
ley la competencia de un juez inferior para conocer en primera instancia de un determinado
asunto, queda igualmente fijada la del tribunal superior que debe conocer del mismo en segunda
instancia".

Por ejemplo, si conforme a las reglas antes explicadas, el juez natural que conocerá en
primera instancia es el juez de letras en lo civil de Santiago, la competencia para conocer del
recurso de apelación la tendrá, de pleno derecho, la Corte de Apelaciones de la misma ciudad
(arts. 55 y 63 COT y 186 CPC).

Por su parte, la competencia de los principales tribunales superiores para la Corte Suprema
se contiene en los arts. 95, 96, 97 98 y 99 del COT, según funcione en pleno o dividida en salas.
Para las Cortes de Apelaciones, el tema está reglamentando entre los arts. 63 al 71 del mismo
cuerpo legal.

17. TRATAMIENTO PROCESAL DEL PRESUPUESTO DE LA COMPETENCIA DEL ÓRGANO JURISDICCIONAL

17.1. Explicación general acerca de la falta de competencia

Como se ha explicado en los párrafos anteriores, el legislador busca asegurar que toda
persona sea juzgada por el juez natural predeterminado por la ley. Si se infringe algún precepto
tendiente a conseguir el fin anterior estaremos frente al defecto que genéricamente se designa
como incompetencia.

En definición de la Corte de Apelaciones de Santiago, de 30 de diciembre de 1963, "la


incompetencia consiste en la falta de aptitud legal de un determinado tribunal para conocer de
un asunto en razón de la materia, la calidad de las personas que intervienen en el negocio, la
cuantía señalada. A éste o el territorio jurisdiccional"146.

Desde otro punto de vista, la incompetencia dice relación con una situación objetiva: el juez
que está conociendo de un asunto o conflicto no tiene la habilitación legal para ello. Por tal
motivo, no falla con incompetencia el tribunal que lo hace dentro de las facultades que le señala
la ley147.

Por la relevancia que tiene este presupuesto procesal en la protección de los derechos e
intereses legítimos, el legislador ha previsto varios instrumentos jurídicos para asegurar que el
objeto del proceso sea decidido, efectivamente, por el juez natural o predeterminado por la ley.
Esta diversidad comprende desde la excepción de incompetencia, el incidente ordinario de
nulidad, la promoción de las cuestiones de competencia por inhibitoria o declinatoria, la causal
de casación en la forma por incompetencia, hasta el control de oficio por el juez. Incluso, en
ciertas hipótesis, es procedente la acción constitucional de protección, cuando se ha producido
un ilícito que pone en riesgo el derecho a no ser juzgado por comisiones especiales (art. 19 N°
3 inc. 4° CPR).

Con el objeto de racionalizar la utilización de esta multiplicidad de instrumentos de control,


ellos están limitados por la siguiente regla: electa una vía para reclamar la incompetencia no es
admisible intentar otra. De lo que se trata es que el juez natural quede determinado lo más
pronto posible, evitando que la validez de la relación procesal quede en estado de
incertidumbre148. Lo anterior se ve facilitado por la preferencia que la ley les reconoce a los
tribunales colegiados para que conozcan de los recursos deducidos en contra de las
resoluciones que resuelven acerca de la competencia (art. 162 CC).

Por su parte, cuando se declara la incompetencia el juez o tribunal deberá limitar su actuación
a pronunciar una sentencia meramente procesal o absolutoria de la instancia, absteniéndose
de resolver el objeto del proceso. Y si ya se pronunció sobre el objeto del proceso se deberá
anular esa decisión y todo lo obrado, al haberse cometido un error in procedendo149.

Por último, es importante destacar que la falta de competencia se controla in limine litis. Esto
significa que una vez que la resolución judicial que se pronuncia acerca de la competencia
produce el efecto de cosa juzgada, no se puede volver a revisar este presupuesto procesal150.
A este respecto, la Corte Suprema ha resuelto que "la autoridad de la cosa juzgada impide que
una vez ejecutoriada la sentencia pueda discutirse la corrección o la legalidad de los actos del
proceso que le sirvieron de base, salvo por medio del recurso de revisión en sus respectivos
casos"151.

17.2. Descripción de los mecanismos para controlar la competencia

17.2.1. La excepción procesal de incompetencia

A través de la excepción de incompetencia se denuncia, en el mismo proceso iniciado en


contra del demandado, la ausencia del presupuesto procesal referido.

La oportunidad para oponer esta excepción depende de la forma como ha previsto el


legislador:

1°) En los procesos escritos esta alegación se hace a través de una excepción procesal cuya
tramitación dependerá de si se contempla o no la posibilidad de oponer excepciones dilatorias.
Si no están previstas estas últimas, la incompetencia se opondrá conjuntamente con las
excepciones materiales152.

2°) En los procedimientos que tienen prevista una audiencia preparatoria, el control de este
presupuesto procesal será uno de los objetivos de esa audiencia153.

Cualquiera sea la forma como se alegue, cuando se declarara la incompetencia se pueden


producir algunos de los siguientes efectos:

1°) Si no se ha dictado la sentencia definitiva, el juez que acoge la incompetencia debe


abstenerse de pronunciarse acerca del objeto del proceso, cesando total o parcialmente en el
conocimiento del asunto154.

2°) Si el juez incompetente pronunció la sentencia, corresponde declarar su nulidad y de todo


lo obrado ante ese juez o tribunal. Esto ocurrirá normalmente cuando conozca de algún recurso
el tribunal superior del que actuó fuera de la potestad legal, especialmente el de casación en la
forma por la causal del art. 768 Nº 1, que pronto explicaremos.

3°) Si se acoge la incompetencia no procede que el tribunal o juez se pronuncie sobre las
otras excepciones opuestas por la parte155.
Por su parte, si el demandante pretende accionar nuevamente, tendrá que acudir ante el juez
natural que le corresponde conforme a la ley. Lo anterior es consecuencia de que el proceso
donde se declara la falta de competencia termina para todos los efectos. La ley no contempla
la remisión de los autos para el tribunal competente, debiendo iniciarse una nueva relación
procesal.

Aunque la excepción de incompetencia antes descrita es el mecanismo normal para controlar


la competencia por parte del demandado, junto a ella pueden actuar otros instrumentos que
buscan el mismo objetivo jurídico, tal como se pasa a explicar.

17.2.2. Las cuestiones de competencia por declinatoria o inhibitoria

Las cuestiones de competencia por inhibitoria y por declinatoria configuran un mecanismo


especial para reclamar de la incompetencia del tribunal. Su regulación está prevista como un
incidente especial en el Título XI del Libro I del CPC (arts. 101 al 112 del CPC)156.

La inhibitoria se intenta ante el tribunal que se cree competente, pidiéndole que se dirija al
que está conociendo del negocio para que se inhiba y le remita los autos.

En cambio, la declinatoria se propone ante el tribunal a quien se cree incompetente para


conocer de negocio que le esté sometido, indicándole cuál es el que se estima competente, y
pidiéndole se abstenga de dicho conocimiento.

Los sujetos legitimados para promover estas cuestiones de competencia por inhibitoria y
declinatoria son el demandado y cualquier persona que tenga derecho a ser parte como legítimo
contradictor en un asunto voluntario.

Normalmente será el demandado el que alegue la incompetencia por esta singular vía,
dependiendo de donde ocurra, se distingue entre la inhibitoria o la declinatoria.

La alegación de incompetencia que se puede hacer a través de estos institutos comprende


tanto la competencia absoluta como la relativa.

El ejercicio de estos derechos tiene como limitaciones las siguientes:


1°) que el sujeto legitimado las promueva como primera cuestión en el proceso, si lo que
buscaba denunciar era la incompetencia relativa; 2°) que las promueva antes que el proceso
donde está actuando el juez incompetente se encuentre firme o ejecutoriado.

No obstante los elementos comunes que se aprecian entre estos institutos, también se
aprecian profundas diferencias, al punto que no se pueden intentar simultánea ni sucesivamente
(art. 101 CPC). Dentro de las diferencias más evidentes entre la inhibitoria y la declinatoria
están:

1º) La forma de tramitación. La inhibitoria se promueve ante el juez que se cree competente,
para que oficie al que está conociendo de la causa. En cambio, la declinatoria se promueve ante
el juez que sigue la causa, oponiendo la alegación de la incompetencia. Esto último ha implicado
que este mecanismo se confunda con la excepción procesal de incompetencia, ya que busca el
mismo objetivo: que se declare la incompetencia157.
2º) Cuando se acepta la inhibitoria se remiten los autos para el tribunal competente, que
continúa con la tramitación. En cambio, con la aceptación de la declinatoria se acaba la
tramitación de ese tribunal incompetente, debiendo concluir esa relación procesal para todos
los efectos (igual a lo que ocurre con la excepción de incompetencia).

En relación a los efectos de estos mecanismos de control de la competencia ha surgido la


duda acerca de la validez de los actos ejecutados ante el tribunal incompetente,
específicamente, si se debe anular todo lo obrado o mantienen validez dichas actuaciones158.

17.2.3. El incidente ordinario de nulidad

El incidente de nulidad es uno de los mecanismos con mayor utilización en nuestra historia
procesal. A través de este instrumento se ha podido corregir una serie de desviaciones en la
aplicación de las normas procesales, incluidas las que fijan la competencia.

Aunque el legislador gradualmente ha ido introduciendo límites para la promoción del


incidente ordinario de nulidad, ello no ha imposibilitado que se pueda controlar por esta vía el
presupuesto procesal de la competencia absoluta159. Sobre el particular, el art. 83 del CPC
permite impetrar la nulidad de todo lo obrado cuando se trate de una infracción a un factor de
competencia absoluta, sin restringir esta posibilidad mediante la preclusión o la convalidación
del acto procesal.

Sin embargo, este instrumento sólo puede utilizarse cuando no se ha intentado alguno de los
otros medios previstos para controlar la infracción a las normas de competencia cuya infracción
compromete el interés público, como es el caso de las que se ocupan de la competencia
absoluta160.

18. EL CONTROL DE OFICIO DE LA COMPETENCIA

Un principio rector en esta materia es que cada juez deba controlar de oficio su propia
competencia, ya sea al inicio de la relación procesal como durante toda la secuela del juicio.
Desde un punto de vista doctrinal, esta actuación se justifica porque la competencia es un
presupuesto procesal. Como el proceso es una relación de derecho público, su validez no puede
dejarse librada en su totalidad a la disposición de las partes. Como ya lo explicaba en su
momento Óscar von Bülow, el tribunal no precisa la iniciativa, la interpelación del demandado
para considerar la falta de los presupuestos procesales, sino que debe examinarlos de oficio161.

En jurisprudencia se han dado múltiples razones para justificar este control de oficio,
resultando de interés considerar las siguientes declaraciones:

a) La Corte de Apelaciones de Santiago, en sentencia de 6 de mayo de 1993, señala: "3º Que


en todo proceso se distinguen con claridad dos tipos de relaciones jurídicas. La primera es
procesal y liga a las partes con el tribunal, con el objeto de que el proceso cumpla con sus fines,
y la segunda, sustancial o material, pues dice relación con el derecho de fondo que invoca el
actor en su demanda en contra del demandado".

"La relación procesal se vicia por el fallo de los presupuestos procesales, como la jurisdicción,
competencia absoluta, capacidad procesal o por algún defecto que anule el procedimiento, pero
no sufre daño por algún vicio que pudiere tener la relación jurídica sustancial, que es autónoma
de la primera"162.
b) Como lo expone la sentencia de la Corte Suprema de 28 de septiembre de 2005, "(...) es
obvio que para evitar la nulidad procesal que pueda derivarse del conocimiento de un asunto
seguido ante un tribunal que sea absolutamente incompetente, inmediatamente de advertida la
concurrencia de un elemento que determine tal incompetencia, debe así declararse, no sólo por
el respeto que debe a las normas legales que regulan tal poder, o por evitar dilaciones inútiles,
sino principalmente por el sometimiento que los órganos jurisdiccionales deben al principio
básico y fundamental del debido proceso, contenido en el artículo 19 Nº 3 de la Constitución
Política de la República, precepto que, para asegurar a todas las personas la igual protección
de la ley en el ejercicio de sus derechos, dispone, en lo pertinente, que toda sentencia de un
órgano que ejerce jurisdicción debe fundarse en un proceso previo legalmente tramitado"163.

El juez o tribunal puede y debe controlar de oficio la falta de competencia absoluta a través
de los instrumentos que le permiten ejercer un control de oficio de la regularidad de la relación
procesal164. Para tal efecto puede acudir a las potestades previstas en los artículos 84 inc.
final165y 775 del CPC.

El artículo 84 inc. final, dispone que, "el juez podrá corregir de oficio los errores que observe
en la tramitación del proceso. Podrá asimismo tomar las medidas que eviten la nulidad de los
actos de procedimiento. No podrá sin embargo, subsanar las actuaciones realizadas en razón
de haberse realizado éstas fuera del plazo fatal indicado por la ley".

Por su parte, dentro de la regulación del recurso de casación el inc. 1° del art. 775 señala que
"... pueden los tribunales, conociendo por vía de apelación, consulta o casación o en alguna
incidencia, invalidar de oficio las sentencias cuando los antecedentes del recurso manifiesten
que ellas adolecen de vicios que dan lugar a la casación en la forma, debiendo oír sobre este
punto a los abogados que concurran a alegar en la vista de la causa e indicar a los mismos los
posibles vicios sobre los cuales deberán alegar".

Sobre el alcance de este control de oficio, la CS ha declarado en sentencia de 3 de abril de


2006, "que como cuestión previa a toda otra consideración, esta Corte Suprema debe revisar la
regularidad formal del procedimiento, puesto que si se advierte alguna anomalía en lo tocante
a dichos aspectos, carece de sentido entrar al análisis de la materia de fondo que pretende
ventilar en los recursos de casación en la forma y en el fondo interpuesto por las
demandantes"166.

Ha ratificado el mismo criterio la sentencia de la Corte Suprema de 16 de septiembre de


2011167.

También se ha resuelto que el control de oficio procede aunque las partes no hayan alegado
la incompetencia168.

19. EL RECURSO DE CASACIÓN EN LA FORMA

El recurso de casación se concede para invalidar una sentencia en los casos expresamente
señalados por la ley.

Dentro de las causales que pueden fundamentar dicho medio de impugnación se contempla
la posibilidad que se anule el fallo pronunciado por un tribunal incompetente o integrado en
contravención a lo dispuesto en la ley (art. 768 Nº 1 CPC).

Refuerza lo anterior la causal del numeral 3, que permite anular una sentencia cuando ella ha
sido acordada en los tribunales colegiados por el menor número de votos o pronunciada por
menor número de jueces que el requerido por la ley o con la concurrencia de jueces que no
asistieron a la vista de la causa, y viceversa.

En el caso que se acoja la casación en la forma por el vicio de incompetencia, el tribunal ad


quem debe declarar la nulidad de todo lo obrado, atendido que se trata de un proceso seguido
ante una comisión especial169. Asimismo, el actor que quiera iniciar nuevamente el proceso
deberá dirigirse ante el tribunal competente.

Si la causal de nulidad proviene de vicios cometidos en la actuación de un tribunal colegiado,


se deberá proceder a realizar nuevamente a la vista de la causa en una sala formada
legalmente.

20. EL RECURSO DE PROTECCIÓN Y EL DERECHO A NO SER JUZGADO POR COMISIONES ESPECIALES

El recurso de protección previsto en el art. 20 de la CPR es un instrumento que ha servido


para controlar en ciertos casos el presupuesto procesal de la competencia. A través de él se
puede denunciar la infracción del derecho al juzgamiento por juez natural que garantiza el art.
19 Nº 3 inciso cuarto de la CPR.

La acción constitucional referida ha permitido restablecer el imperio del derecho,


especialmente frente a la extralimitación de funciones por parte de órganos de la administración
que se han erigido como órganos jurisdiccionales, sin tener la competencia para ello.

Los casos más frecuentes han surgido de actuaciones de ciertas autoridades administrativas
que, bajo el pretexto de ejercitar sus facultades fiscalizadoras, han traspasado el límite de su
competencia. Este tipo de excesos se ha podido corregir denunciando la comisión de un ilícito
constitucional, específicamente, la garantía a no ser juzgado por comisiones especiales.

21. CASOS PRÁCTICOS

a) En un contrato de promesa de compraventa otorgado por escritura pública ante el notario


público de Santiago, don José Musalem, la empresa Trenes de Santiago S.A. se comprometió
a comprar a Transporte Mar Negro S.A. dos inmuebles ubicados en Quillota y que fueron
singularizados en la cláusula quinta de dicho acto. En la cláusula décima de ese contrato se
acordó como domicilio especial para todos los efectos derivados de ese contrato el de calle Prat
856, piso 30, Valparaíso.

¿Qué valor tiene el señalamiento de un domicilio especial en este contrato? ¿Qué tribunal
tiene competencia para conocer de la acción de nulidad del contrato de promesa de
compraventa? ¿Qué tribunal debe conocer de la acción de cumplimiento de contrato,
específicamente, para reclamar de la entrega de la cosa?

b) Don Alberto Tapia fue contratado como gerente general de una compañía de seguros. En
la cláusula décima de su contrato de trabajo se pactó que cualquier conflicto suscitado entre las
partes, incluidos los de la conclusión de sus labores, sería conocido por un árbitro, designando
para tal efecto a don Julio Alberto Pérez. Transcurrido seis meses en el cargo, el Directorio
decidió despedirlo.

¿Qué tribunal es el competente para conocer de la demanda por término de contrato? ¿Qué
tribunal debe conocer de una demanda por daño moral fundada en el despido?
c) Con fecha 27 de enero de 2008, el Consejo de Defensa del Estado dedujo en Valparaíso
una demanda por daño ambiental. En el libelo se imputa a una empresa la comisión de un ilícito
que se habría ejecutado en la comuna de Quintero.

¿Es competente el Juzgado Civil de Valparaíso, considerando que el hecho ilícito imputado
se habría desarrollado, según la misma demanda, en la comuna de Quintero? ¿Es aplicable en
la determinación de la competencia en el juicio especial de la Ley Nº 19.300 la norma del art.
48 del COT?

d) Don José Pegy presentó ante el 1er Juzgado Civil de Talca una demanda para perseguir la
responsabilidad de una empresa aseguradora y de los liquidadores contratados con ocasión de
un incendio. En la demanda se imputa a los demandados una serie de hechos ilícitos que
habrían generado daño al actor.

¿Qué tribunal puede conocer de esta demanda? ¿Cuándo se entiende prorrogada


tácitamente la competencia en esta causa? ¿Qué Corte de Apelaciones conocerá del recurso
de apelación?
LOS PRESUPUESTOS PROCESALES RELATIVOS A LAS PARTES

CAPÍTULO V LAS PARTES DE LA RELACIÓN PROCESAL

1. EL CONCEPTO DE PARTE

Múltiples son las definiciones y aportaciones doctrinales encaminadas a determinar quiénes


son los sujetos de la relación jurídico-procesal, esto es, los que actúan como sujetos activos y
pasivos, o que, frente a los anteriores, tienen la calidad de terceros.

La tendencia procesal mayoritaria reitera que la cualidad de parte se adquiere, en principio,


sin referencia al derecho sustancial, por el solo hecho de proponer la demanda ante el juez250.

En esta materia, gran difusión ha tenido el concepto de Chiovenda, para quien "es parte el
que demanda en nombre propio (o en cuyo nombre es demandada) una actuación de la ley, y
aquel frente al cual ésta es demandada"251.

Como lo explica Calamandrei, se llama partes a los contendientes en el proceso, en el mismo


sentido en que se habla de partes en todos los casos en que hay una contraposición de
adversarios que compiten entre sí para la obtención de una victoria: en un duelo, en un torneo
caballeresco, en una competición gimnástica, en una lucha política de partidos o facciones252.

Llenando el vacío de nuestro Código de Procedimiento Civil, la Corte Suprema ha señalado


que "el concepto de parte (...) corresponde a la única o a cada una de las distintas personas
que entablan la demanda o gestión judicial o que tienen el carácter de demandados; y por
consiguiente, partes son los sujetos de la relación jurídica procesal que se va a desenvolver en
el pleito, o dicho en otros términos, los que son sujetos activos o pasivos de la demanda253.

Si bien en su sentido natural este concepto se refiere al demandante y al demandado, dichas


denominaciones pueden cambiar. Así, en el proceso de ejecución, se designan como ejecutante
y ejecutado; en materia de medios de impugnación se distingue entre recurrente y recurrido,
entre apelante y apelado; si el que ingresa a una relación procesal en curso es un tercero,
recibirá el calificativo de tercero coadyuvante, tercero excluyente, tercerista, etc.

2. LA RELEVANCIA JURÍDICA DE LA CALIDAD DE PARTE

La calidad de parte en la relación procesal permite ejercer los derechos y cumplir con las
cargas u obligaciones inherentes a ella.

Asimismo, esta condición jurídica determina el funcionamiento de una serie de instituciones


procesales, tales como, el contenido del derecho de defensa (que depende de quién sea la
contraparte); la excepción de cosa juzgada o de litispendencia, el pago de las costas, la
legitimación para impugnar las resoluciones, el derecho a obtener la inhabilitación por falta de
imparcialidad de jueces, testigos y peritos, entre tantas otras cuestiones.
En suma, constituye una máxima del proceso civil que los actos de alegación, prueba e
impugnación deben ser ejecutados por las partes.

3. EL PRINCIPIO DE DUALIDAD DE PARTE

El proceso civil contencioso presupone la existencia de dos partes254. Esto significa que la
relación jurídica procesal se desarrollará entre dos partes, aunque cada una de ellas, o ambas,
pueda estar constituida de una o muchas personas, tal como ocurre en las distintas
manifestaciones del litisconsorcio.

La dualidad de partes es una proyección del principio de bilateralidad, audiencia o


contradicción, en virtud del cual nadie puede ser condenado sin darle la posibilidad de ser oído
en el juicio255.

Esta exigencia se explica porque no hay derechos que existan impersonalmente; todos
existen referidos a un sujeto y, para ejercitarse —incluso en el proceso—, se deben hacer valer
frente a alguien. En consecuencia, en el proceso civil contencioso, la relación jurídica debe
trabarse entre personas concretas; no es factible que se pueda deducir una acción por o contra
un sujeto indeterminado, incluso cuando el daño proviene de una actuación colectiva o grupal256.

Para cumplir con ello, la demanda debe individualizar tanto a quien la deduce, como contra
quien se dirige (art. 254 Nºs. 2 y 3 CPC). Tal exigencia incluso se debe cumplir cuando la acción
busca proteger los derechos e intereses legítimos de sujetos indeterminados, como ocurre, por
ejemplo, con la tutela preventiva para evitar un daño contingente que amenace a personas
indeterminadas (art. 2333 del CC), o incluso en el caso de acciones populares o las relativas a
la protección de intereses colectivos o difusos.

Para lograr esta determinación de sujetos, el legislador ha previsto la existencia de las


medidas prejudiciales preparatorias, las que pueden ser solicitadas al juez para poder precisar
al sujeto legitimado en el futuro juicio, conforme a las reglas del Libro II, Título IV del CPC, arts.
273 a 278 CPC.

Sólo en situaciones excepcionales el sujeto pasivo de la relación procesal puede quedar


indeterminado, tal como acontece en los siguientes casos:

1°) En materia de recurso de protección, cuando el ilícito constitucional configura una agresión
o amenaza a la integridad física o psíquica de una persona y el infractor no se puede determinar,
dicha acción es admisible contra un sujeto indeterminado257. Ahora, para restablecer el imperio
del derecho, la Corte de Apelaciones respectiva pedirá el informe de rigor a otros órganos
públicos, con el objeto de recabar los antecedentes necesarios para no dejar al afectado sin la
protección jurisdiccional de sus derechos fundamentales, si procede.

2°) Cuando se trata del ejercicio de la acción de tutela preventiva para proteger la vida del
que está por nacer, el juez tiene el deber de adoptar todas las providencias que le parezcan
convenientes para garantizar la existencia del concebido, siempre que crea que de algún modo
peligra, las que pueden decretarse aunque el sujeto infractor no esté determinado (art. 75 CC).

3°) En ciertos procesos especiales, el legislador garantiza la dualidad de parte reconociendo


a terceros la posibilidad de oponerse al acto constitutivo del derecho. Como en estos casos no
se puede precisar con antelación quiénes ejercerán esta prerrogativa, la dualidad de parte se
cumple de una forma singular, ejerciendo el derecho de acción en contra de sujetos
indeterminados.
Por último, es importante clarificar que el principio de dualidad de partes no obsta a que en
un mismo proceso se puedan resolver distintos conflictos, o que varios procesos se reúnan en
uno solo a través de la acumulación de autos (art. 92 CPC).

4. ALGUNAS PUNTUALIZACIONES SOBRE EL CONCEPTO DE PARTE

1ª) La calidad de parte en la relación procesal se tiene aunque el demandante o el demandado


no tenga la titularidad del derecho sustancial materia del objeto del proceso.

Como consecuencia de lo anterior, es posible que en un proceso la demanda se proponga


por quien o contra quien no sea el sujeto legitimado activa o pasivamente. En la jurisprudencia
este rasgo ha sido admitido por la Corte Suprema en la sentencia de 25 de julio de 1941, al
declarar,
"3.º Que (...), para los efectos procesales, no hay ningún interés en determinar si los sujetos de
la relación procesal, esto es, las partes de la litis, son los titulares del derecho o la relación
jurídica sustancial que en ella va a discutirse, o la forma como la sentencia los va a declarar
afectados, supuesto que aun puede el actor no tener derecho alguno, sobre lo cual decidirá el
fallo, y no por eso deja de ser parte en la causa"; "4.º Que igualmente y para los efectos de
determinar las partes en un proceso, es de todo punto de vista inútil investigar el interés que les
mueve a obrar como quiera que puede haber interesados que queden extraños al pleito, esto
es, que sean terceros, y partes que obren a nombre propio por un interés ajeno, como un
acreedor, por ejemplo, que ejercita las acciones de su deudor"258.

Aunque la calidad de parte normalmente coincide con la titularidad del derecho sustancial
discutido en el proceso, tal concordancia no es necesaria para el correcto desenvolvimiento del
proceso. Un caso típico de esta situación se da con la acción que en interés de la moral o de la
ley puede deducir un tercero para que se declare la nulidad del matrimonio celebrado entre
parientes que no han respetado los impedimentos que surgen del parentesco por afinidad o
consanguinidad (arts. 6º y 46 letra e) de la Ley de Matrimonio Civil N° 19.947) o los terceros que
impugnan un contrato simulado259 o solicitan la declaración de inoponibilidad del mismo. En ese
evento, aunque el actor no es parte en el contrato, puede adquirir dicha calidad en la relación
procesal, como demandante.

2ª) La calidad de parte en la relación procesal la puede adquirir toda persona que tenga
capacidad procesal, aunque carezca de legitimación activa o pasiva. La falta de legitimación no
afecta la validez de la relación procesal, atendida que se trata de una condición de la acción.
Por esta razón, aunque el demandado no sea el sujeto legitimado, debe hacer uso de los
derechos y cumplir con las cargas u obligaciones que son inherentes a su condición de parte,
para evitar que se produzcan consecuencias desfavorables en su contra.

3ª) Adquiere la calidad de parte el litigante rebelde, esto es, aquel demandado que adopta
una actitud pasiva después de ser emplazado válidamente al juicio260.

4ª) La calidad de parte la adquiere el representado y no el representante. Por lo mismo, el


abogado no es parte en el proceso civil261.

5ª) Como las partes deben ser necesariamente dos, tampoco es factible que una misma
persona pueda, al mismo tiempo, ser demandante y demandado262. En efecto, no se concibe la
presentación de una demanda contra sí mismo, ni siquiera cuando se tiene la calidad de
representante de otra persona.
En la jurisprudencia recoge esta prohibición una sentencia de la Corte de Apelaciones de
Santiago, de 5 de abril de 2006, al declarar nulo todo lo obrado por un mandatario judicial que
actuaba al mismo tiempo por ambas partes, solicitando un divorcio de común acuerdo. En lo
concreto, allí se resolvió que, "como puede advertirse, ninguno de los objetivos previstos por el
legislador puede ser satisfecho si es una misma y única persona la que sustenta el juicio como
representante de ambos litigantes. En efecto, si bien la autocontratación es generalmente
aceptada en materia civil, ella no tiene cabida en los procedimientos judiciales contenciosos,
que llevan implícita la concurrencia de intereses contrapuestos. Así se desprende de diversas
disposiciones que impiden que un representante pueda defender judicialmente los intereses de
su representado, como los artículos 263 y 265 del Código Civil, referidos a casos en que el hijo
menor deba litigar contra el padre o madre que ejerce la patria potestad, para cuyo efecto habrá
de designársele un curador ad litem; o el artículo 506 del mismo cuerpo legal, que dispone que
no pueden ser tutores o curadores de una persona los que litiguen contra ella, por intereses
propios o ajenos. Finalmente, cabe advertir que el artículo 232 del Código Penal sanciona al
abogado que, teniendo la defensa de un juicio, patrocinare a la vez a la parte contraria263.

6ª) La dualidad de partes en ocasiones debe ser integrada por el legislador, admitiendo que
participen en una determinada posición ciertos órganos a los que se les reconoce legitimación
extraordinaria o una facultad de representación para actuar en nombre de ciertas personas.
Procediendo de ese modo se garantiza al juez que resuelva el conflicto con la debida
contradicción entre partes. Los ejemplos más típicos, como más adelante se explicará, surgen
con los curadores de bienes o de personas y en la actuación del defensor público para el caso
de los ausentes.

7ª) La dualidad de partes no se altera aunque entre el demandante y el demandado no exista


una controversia efectiva, por ejemplo, si se produce un allanamiento a la demanda o no se
contradicen los fundamentos de la misma (art. 313 CPC).

8ª) No se puede ignorar que, bajo ciertos supuestos, la relación procesal puede tener una
mayor complejidad, admitiendo que se incorporen al proceso pendiente algunos sujetos que
originalmente no han adquirido la calidad de partes.

5. DETERMINACIÓN DE LAS PARTES EN UN PROCESO

El Código de Procedimiento Civil no señala quién tiene la calidad de parte, ni tampoco cómo
se adquiere tal condición en la relación procesal264.

En doctrina predomina la idea que la calidad de parte se adquiere por el solo hecho de
proponer una demanda, o por el solo hecho de figurar como demandante o demandado en el
proceso265.

Para cumplir lo anterior, el escrito de demanda debe contener el nombre, domicilio y profesión
u oficio del demandante y del demandado, de quienes los representan, y la naturaleza de la
representación (art. 254
Nºs. 2 y 3 CPC).

Aunque lo común será que la relación procesal concluya con los que asumieron
originariamente el rol de demandante y demandado, también se pueden producir algunas
modificaciones, en virtud de las cuales otros sujetos adquieren la calidad de partes.

Lo anterior se vincula con la intervención de terceros, la sucesión procesal y el litisconsorcio


derivativo.
Sin perjuicio de su posterior desarrollo, anticipemos el contenido esencial de estas
instituciones:

- La intervención de terceros se refiere al ingreso a un proceso pendiente de sujetos que


entran a participar junto a las partes originarias con el objeto de ejercer su derecho de defensa.

- La sucesión o cambio de parte se produce cuando el demandante o el demandado, mediante


una resolución judicial que lo autoriza, deja de ocupar su sitio en el proceso y es reemplazado
por otro sujeto, al haberse producido una transferencia o una transmisión del derecho subjetivo
que forma parte del objeto del proceso.

- El litisconsorcio surge cuando en un proceso concurren varias personas actuando en una


misma posición de parte. Según su origen, el litisconsorcio puede ser originario o derivativo. El
originario es aquel que se presenta desde el inicio de la relación procesal; en cambio, el
litisconsorcio derivativo o sucesivo surge después de iniciado el proceso, cuando ingresa un
litisconsorte que hasta ese momento no participaba en la relación procesal.

6. LA INTERVENCIÓN DE TERCEROS EN LA RELACIÓN PROCESAL

6.1. Base dogmática de la intervención

Tradicionalmente se ha definido al tercero en forma negativa, esto es, como aquel sujeto que
no es parte de la relación jurídica.

Sin embargo, en el campo procesal ha ido surgiendo un concepto positivo de tercero, que
busca resolver una serie de problemas en torno a los efectos que una sentencia judicial puede
tener en la situación jurídica de ciertos sujetos que no adquirieron la calidad de parte.

La revisión de esta materia ha llevado a proponer una sistematización de los distintos tipos
de terceros verificables en el ámbito procesal civil. Como lo explica Grande, "no todos los
terceros se hallan en la misma situación frente al proceso seguido inter alios, sino que, en
función de la conexión existente entre su situación jurídica y la deducida por las partes en el
proceso, la decisión que en éste se adopte puede repercutir de modo más o menos intenso en
aquélla, lo que permite encuadrarlos en distintas categorías"266.

Lo primero en este tema es distinguir entre el tercero en sentido meta-jurídico o vulgar y el


tercero en sentido técnico267.

El tercero en sentido metajurídico o vulgar es aquel que no puede ser alcanzado por los
efectos directos o indirectos de la sentencia, por no tener ninguna relación con los derechos que
conforman el objeto del proceso. Se trata de personas que, por ser ajenas al litigio y no tener
ningún interés en él, no necesitan estar protegidas por el ordenamiento jurídico.

En cambio, el tercero en sentido técnico comprende a todos aquellos que sin ser parte se
encuentran respecto del objeto del proceso en una determinada posición, que el ordenamiento
jurídico considera o debe considerar en alguna hipótesis de intervención voluntaria o forzada.

Sin perjuicio de los matices teóricos, la doctrina ha podido distinguir dentro de los terceros en
sentido técnico las siguientes hipótesis:
1º) Terceros a los que el contenido de la sentencia que se pronuncie en el proceso
seguido inter partes, pueda ocasionarles algún perjuicio jurídico.

2º) Terceros que son titulares de una relación jurídico-material conexa o prejudicial con, a lo
menos, una de las partes. En este caso, la sentencia que se dicte actuará como un hecho
jurídico constitutivo, modificativo o extintivo del derecho o interés legítimo del tercero.

3º) Terceros que pueden ser titulares de la misma relación jurídica que ha sido deducida por
una de las partes en el proceso268.

4º) Terceros que pueden ser titulares de una relación jurídica incompatible con la que es
objeto del proceso entre partes (por ejemplo, el tercero que señala ser el propietario de la cosa
cuyo dominio controvierten el demandante y el demandado en el proceso pendiente).

En el terreno de los principios, cada una de esas situaciones debería contar con algún
instrumento que permita a dichos terceros ejercer su derecho de defensa en el proceso
pendiente269.

6.2. La necesidad de proteger al tercero en un juicio pendiente

Para entender cómo actúan los mecanismos procesales previstos para proteger a los terceros
de los efectos de una sentencia en un proceso inter partes, la doctrina ha propuesto distinguir
entre los efectos directos y reflejos de la sentencia.

La diferenciación entre efectos directos y efectos reflejos tiene como punto de partida un
trabajo publicado en 1871 por Rudolf von Ihering (1818-1892)270, quien examinó las
consecuencias que, en la realidad, puede producir la suscripción de diversos actos jurídicos271.

El planteamiento anterior fue tomado para el derecho procesal por Adolf Wach (1843-1926)272,
distinguiendo tres categorías de posibles efectos que una sentencia puede generar para los
terceros: los de condena, los constitutivos y los declarativos273.

A la propuesta anterior le sobrevendrían otras explicaciones de la doctrina alemana (Kuttner,


Hellwig, Goldschmidt, Kisch, Schönke, Rosenberg, etc.). En Italia el tema sería introducido por
Chiovenda en sus Principios de Derecho Procesal Civil, en relación a la eficacia de la cosa
juzgada para terceros. Luego vendría una proliferación de aportaciones en los trabajos de
Allorio, Liebman, Carnelutti, Costa, Redenti, Calamandrei, Trocker, Balena, entre otros274.

La preocupación por los efectos directos y reflejos de la sentencia judicial ha motivado la


realización de distintos estudios, donde se ha demostrado que la tesis tradicional, acerca que
el efecto de cosa juzgada agota todas las consecuencias que ésta produce en la realidad, debe
ser superada. En explicación de Liebman, la concepción clásica de la cosa juzgada duró hasta
el día "en que se hizo el análisis del contenido y de los efectos de la sentencia, descubriéndose
que los mismos pueden ser de índole muy diversa según los casos"275.

Como lo sintetiza Rosende, "la sentencia puede ser contemplada desde dos puntos de vista:
como acto y como hecho jurídico". "Con la expresión sentencia como acto nos referimos a la
declaración de voluntad del juez sobre el objeto sometido a su decisión una vez alcanzada una
decisión sobre el mismo. Al resolver la controversia jurídica, del pronunciamiento del juez se
derivan una serie de efectos queridos y previstos por el mismo en la resolución y perseguidos
por las partes al promover el proceso. Son los efectos directos, esto es, los constitutivos,
declarativos o de condena, dependiendo de la pretensión ejercitada, así como el efecto de cosa
juzgada". "De otro lado, la sentencia se puede considerar también como hecho jurídico. Se
alude con este concepto al mismo fenómeno contemplado desde una perspectiva diversa: como
acaecimiento desligado de la voluntad del juzgador. Por la mera existencia de un
pronunciamiento judicial se constatan determinados efectos no queridos ni previstos por el juez
en la resolución, ni perseguidos directamente por las partes al promover el proceso. Son los
efectos indirectos, colaterales, secundarios o reflejos, cuando van referidos a los terceros.
Puesto que no se pueden atribuir directamente a la declaración de voluntad en que consiste la
sentencia, pues están fuera del objeto de la misma, su causa inmediata debe hallarse en una
circunstancia diversa, esto es, en la ley o en la conexión de las situaciones jurídicas. La
sentencia, como hecho jurídico, se integra en el supuesto de hecho de normas de las que se
derivan efectos —colaterales o reflejos— con un contenido determinado y diverso en cada
caso"276.

En virtud de todo lo anterior, el proceso civil debe contemplar instrumentos que permitan a
esos terceros actuar en alguna hipótesis de lo que genéricamente se denomina
como intervención procesal.

Ahora, según la iniciativa a participar en la relación procesal, se distingue entre intervención


voluntaria e intervención provocada (también denominada como forzada o coactiva). En la
voluntaria, el tercero legitimado concurre libremente al proceso en curso para defender sus
derechos o intereses; en la intervención provocada, en cambio, el tercero ingresa al juicio, a
petición de parte o por orden del juez, bajo la amenaza de producirse en su contra algún efecto
jurídico si no comparece a dicho proceso.

7. LA INTERVENCIÓN VOLUNTARIA EN EL PROCESO DECLARATIVO

A través de la intervención voluntaria un tercero deviene a un proceso pendiente, ejerciendo


su derecho de defensa para evitar que la sentencia judicial que allí se pronuncie le provoque
algún efecto desfavorable.

En el proceso de declaración, los supuestos para que proceda la intervención son277::

1º) La existencia de un proceso pendiente; y

2º) Que, de conformidad a la ley, se justifique el ingreso del tercero, por ser titular de un
derecho o interés jurídico comprometido en el proceso.

La intervención voluntaria comprende diversas manifestaciones. El CPC se ocupa de


reglamentar tres formas de intervención de esta clase, a saber: el tercero coadyuvante, el
tercero principal y el tercero independiente278.

A lo anterior se debe agregar la regulación prevista en leyes especiales, que ha introducido


otras hipótesis de intervención, a través de las cuales se admite que ciertos entes públicos
puedan ingresar voluntariamente a procesos pendientes, como ocurre con el Consejo de
Defensa del Estado279, con el Fiscal Nacional Económico, el Sernac, entre otros.

En lo que sigue examinaremos las figuras previstas en el CPC, por tratarse del derecho de
común aplicación en esta materia.

8. LA INTERVENCIÓN DEL TERCERO COADYUVANTE


8.1. Descripción general

La manera más clásica de intervenir voluntariamente en un juicio es como tercero


coadyuvante280.

Nuestro legislador reconoce esta figura en el art. 23 del CPC, disponiendo que, "los que, sin
ser partes directas en el juicio, tengan interés actual en sus resultados, podrán en cualquier
estado de él intervenir como coadyuvantes (...)".

Como su nombre lo indica, se trata de un tercero que, por encontrarse en una determinada
posición respecto del objeto del proceso, desea ingresar voluntariamente a colaborar con una
de las partes para obtener una sentencia favorable. Como lo ha precisado la Corte de
Apelaciones de Valparaíso, "el tercero coadyuvante debe tener interés actual en los resultados
del juicio, pero éste debe ser armónico con el interés de alguna de las partes"; "(...) no existe,
ni en la legislación ni en la doctrina la figura del tercero coadyuvante excluyente"281.

Normalmente, este tipo de intervención surge en procesos en los que la sentencia podría
declarar la extinción de un acto o contrato del que se deriva el derecho del tercero. Por ejemplo,
si la sentencia judicial declara terminado el contrato de arrendamiento, se extingue,
consecuencialmente, el subarrendamiento; si se declara nulo un testamento, el legatario
perderá su derecho en esa asignación, etc.

Esta intervención puede darse tanto para la defensa de derechos con contenido patrimonial
como extrapatrimonial, debiendo justificar el tercero en cada caso la situación legitimante que
hace valer para solicitar su ingreso al juicio.

Una antigua sentencia de la Corte Suprema, de 8 de julio de 1925, resolvió que para admitir
a este tercero el artículo 24 [actual 23] del Código de Procedimiento Civil, ni ninguna otra ley
exige que el derecho comprometido en juicio en que intente coadyuvar, sea únicamente el de
dominio sobre la cosa litigada o de una cuota de ella282.

En la jurisprudencia ha surgido la dificultad para delimitar qué debe entenderse tener


comprometido un derecho y no una mera expectativa. Como la ley no define los vocablos
derecho y mera expectativa, no resulta adecuado atribuir a esos términos el significado que
podría resultar si se aplica a la ley de 1861, sobre el efecto retroactivo de las leyes. En general,
el tercero coadyuvante ingresa al proceso para evitar que se produzca en su contra un efecto
jurídico desfavorable, como podría ser el surgimiento de una responsabilidad por el saneamiento
por vicios redhibitorios283; la pérdida de un interés legítimo, si se consuma un determinado acto
procesal (por ejemplo, el arrendatario de un bien raíz comprado mediante un leasing puede
perder su derecho de opción si el dueño pierde el dominio por el pronunciamiento de una
sentencia judicial desfavorable).

8.2. Estatuto jurídico del coadyuvante

8.2.1. Oportunidad y autonomía de la intervención

Para intervenir en el proceso pendiente, el tercero coadyuvante deberá formular una petición
solicitando su ingreso. Este derecho se puede ejercer en cualquier estado de la relación
procesal, ante el juez o tribunal que conoce de la causa, sea que éste actúe o no técnicamente
como una instancia.
Dicha petición deberá ser tramitada conforme a las reglas de los incidentes ordinarios (arts.
82 y ss. del CPC).

Como esta figura está ubicada dentro de las normas comunes a todo procedimiento en el
CPC, también se ha reconocido el derecho a intervenir en procesos especiales, como el recurso
de protección284, en el reclamo de ilegalidad municipal285, en un proceso concursal, entre otras
posibilidades.

Frente a la solicitud de intervención, las partes pueden adoptar alguna de las siguientes
actitudes: i) allanarse; ii) guardar silencio; iii) oponerse. En este último evento, lo normal será
que cuestionen la falta de legitimación para participar en el proceso.

La petición de ingreso al proceso pendiente obliga al juez a verificar la legitimación invocada


por el tercero, con el objeto de evitar que se incorporen sujetos motivados por razones ajenas
a las jurídicas, como podrían ser las de carácter filantrópico o meramente ideológicas286.

Agotada la tramitación del incidente, el juez o tribunal dictará una resolución aceptando o
rechazando el ingreso del tercero.

Una vez admitida la intervención del coadyuvante, éste adquiere la calidad de parte, debiendo
respetar todo lo obrado hasta ese instante287. Lo anterior se justifica como una medida para
evitar que el demandante o el demandado quieran acudir a esta figura con el propósito de
remediar alguna omisión en el ejercicio de sus derechos procesales.

8.2.2. Prerrogativas procesales del coadyuvante

El coadyuvante admitido a intervenir puede ejercer, según la oportunidad en que se haya


admitido su ingreso, alguno de los siguientes derechos:

1°) Hacer las alegaciones que estime conducentes, sin entorpecer la marcha regular del juicio.
Esto significa que podrá ejecutar todos los actos procesales inherentes a su calidad de parte,
utilizando los plazos que estén corriendo o los que principien en dicho proceso, para la defensa
de sus derechos o intereses legítimos a través de la colaboración con una de las partes.
También podrá solicitar la ampliación de los términos judiciales, si procede de conformidad a la
ley.

2°) Rendir las pruebas que estime conducentes, pero sin entorpecer la marcha regular del
juicio.

3°) Interponer los recursos a que haya lugar, conforme a las reglas generales. Esta
prerrogativa se explica porque al tercero coadyuvante, por el hecho de haber ingresado como
parte, le alcanza el efecto de cosa juzgada de la sentencia que allí se pronuncie (art. 24 CPC)288.

En el ejercicio de estos derechos, el coadyuvante cuenta con plena autonomía respecto de la


parte a quien contribuye en la defensa, sin perjuicio de la coordinación que podría surgir entre
ellas y de la actuación a través del procurador común.

Sin embargo, la naturaleza del coadyuvante no le autoriza a realizar los actos procesales que
signifiquen una disposición del objeto del proceso. En este caso, su actuación queda
subordinada a lo que realice la parte a la que coadyuva. Como lo ha puntualizado una sentencia
de la Corte de Apelaciones de Concepción, de 19 de julio de 2000, "los derechos que la ley
reconoce al tercero coadyuvante lo asimilan a la parte coadyuvada, pero no lo transforma en
parte (R.D. y J. Tomo XXXI, 2ª Parte, Secc. 1ª, pág. 414) y si bien puede ejercer una amplia
gama de derechos, está limitado respecto del ejercicio de otros que son consecuencia del hecho
de no ser parte, como por ejemplo desistirse de la demanda (artículo 148 Código de
Procedimiento Civil reservado al actor); modificar la demanda (artículo 261 Código de
Procedimiento Civil reservado al actor); avenir o conciliar (artículo 262, Código de Procedimiento
Civil, reservado a las partes), etc. Es interesante señalar que si las partes propiamente terminan
un proceso bien sea por transacción, desistimiento, abandono, etc., el coadyuvante no podrá
continuarlo o seguir su tramitación (misma cita anterior R.D. y J.)289.

La restricción anterior se explica porque la participación del coadyuvante no genera —a lo


menos en nuestro sistema— una hipótesis de acumulación de acciones290.

Lo anterior no obsta a que si las partes deciden poner término al juicio mediante un
equivalente jurisdiccional, el coadyuvante se oponga, si se trata de consumar un acto
fraudulento que afecte directamente sus derechos o intereses legítimos.

9. LA INTERVENCIÓN ADHESIVA LITISCONSORCIAL

9.1. Descripción de la figura

La intervención adhesiva litisconsorcial se da cuando el tercero que interviene


voluntariamente en un proceso pendiente acredita ser titular del mismo derecho que es objeto
de la discusión291.

Para entender la autonomía de esta figura lo mejor es compararla con la situación del
coadyuvante, en los siguientes aspectos:

1°) El coadyuvante no es titular de la relación jurídica que es objeto del proceso; su


legitimación viene dada por el hecho de ser titular de un derecho o un interés jurídico que justifica
su participación, para defenderse de la eficacia directa o refleja de la sentencia que allí se pueda
pronunciar. En cambio, el interviniente litisconsorcial es titular del mismo derecho que conforma
la litis; como no demandó con el actor original, su ingreso al proceso lo puede realizar
voluntariamente a través de esta figura, actuando como un auténtico litisconsorte que ejercita
el derecho de acción que nuestro sistema no reconoce al coadyuvante.

2°) En relación a los efectos de los equivalentes jurisdiccionales, el interviniente litisconsorcial


debe concurrir a su celebración con las partes que lo suscriben para poner término al juicio,
atendido que es titular del mismo derecho que se discute en el proceso. El tercero coadyuvante,
en cambio, no está obligado a participar en él, atendido que su situación jurídica está
subordinada a lo que dispongan las partes originarias.

9.2. Algunas manifestaciones de la intervención adhesiva litisconsorcial

Aunque el CPC no admite esta figura en forma general, su reconocimiento se aprecia en


algunas leyes especiales.

i) Una hipótesis se contiene en el art. 54 inc. 1° de la Ley N° 19.300, sobre Bases Generales
del Medio Ambiente, cuando dispone que "son titulares de la acción ambiental señalada en el
artículo anterior, y con el solo objeto de obtener la reparación del medio ambiente dañado, las
personas naturales o jurídicas, públicas o privadas, que hayan sufrido el daño o perjuicio, las
municipalidades, por los hechos acaecidos en sus respectivas comunas, y el Estado, por
intermedio del Consejo de Defensa del Estado. Deducida demanda por alguno de los titulares
señalados, no podrán interponerla los restantes, lo que no obsta a su derecho a intervenir como
tercero. Para los efectos del artículo 23 del Código de Procedimiento Civil, se presume que las
municipalidades y el Estado tienen interés actual en los resultados del juicio"292.

En este caso, el tercero legitimado que no demandó originalmente, si decide intervenir, deberá
hacerlo como un litisconsorte, ya que es titular del mismo derecho que es objeto del proceso293.

ii) Otra hipótesis de intervención adhesiva litisconsorcial se podría dar en los conflictos que
surgen en materia de sociedades anónimas, cuando uno de los socios decide hacerse parte en
un proceso pendiente, no habiendo entablado la acción derivativa, en un principio, junto a los
demás socios (art. 133 bis. de la LSA). Como se ha explicado, la acción aludida busca reparar
un daño causado a la sociedad anónima, obteniendo que la indemnización que se obtenga
ingrese al patrimonio de la persona jurídica y no de los socios que demandaron. Por lo anterior,
los otros socios que no demandaron podrían participar como intervinientes adhesivos, entre
otros temas, para suscribir un equivalente jurisdiccional junto a los actores originales que ponga
fin al juicio en términos que resulten beneficiosos al interés común que tienen en el litigio.

10. EL TERCERO PRINCIPAL O EXCLUYENTE

La intervención principal o excluyente es una figura cuya naturaleza y alcance ha suscitado


un debate clásico en la doctrina294.

En su descripción general, se trata de una intervención voluntaria que surge cuando un


tercero deduce en contra de las partes en un proceso pendiente, una acción cuya petición de
protección jurídica resulta incompatible con el derecho controvertido originalmente. De esta
manera, la decisión final sobre el objeto del juicio reconocerá sólo a uno de los intervinientes su
titularidad.

El art. 22 del CPC dispone que, "si durante la secuela del juicio se presenta alguien
reclamando sobre la cosa litigada derechos incompatibles con los de las otras partes, admitirá
el tribunal sus gestiones en la forma establecida por el artículo 16 y se entenderá que acepta
todo lo obrado antes de su presentación, continuando el juicio en el estado en que se
encuentre".

El ejemplo clásico de esta figura se da cuando Ticio y Cayo se disputan la propiedad de una
cosa, y aparece en ese proceso Decio alegando que él es el dueño de la especie.

A diferencia de lo que ocurre con el coadyuvante, el interviniente principal deduce una nueva
acción, dando lugar a una ampliación sobrevenida del objeto del proceso (una acumulación de
acciones).

Nuestra legislación no clarifica la oportunidad en que ha de realizarse esta intervención.


Ahora, considerando que nuestro sistema de apelación no admite la introducción de nuevas
acciones, sino que se limita a una revisión de lo resuelto en el primer grado, no sería procedente
esta forma de intervención en la segunda instancia295. Para que así fuera tendría que existir una
norma que permita hacer una excepción al principio de la doble instancia. Por lo anterior, se
puede concluir que el tercero principal o excluyente sólo puede ingresar en un proceso en
primera o única instancia, mientras exista litispendencia.
Naturalmente que el juez que conoce de esta intervención debe tener competencia absoluta
y relativa para pronunciarse sobre el fondo de la nueva acción deducida.

Ahora, la mayor omisión en la regulación de esta figura dice relación con la manera como se
tramita esta intervención. El CPC da por supuesta la unidad procedimental, esto es, supone que
la acción se deduce en el mismo procedimiento iniciado por las partes, y por ende, la forma de
tramitación será la de un incidente ordinario, con el riesgo de hacer surgir en dicho debate
accesorio un verdadero "juicio dentro del juicio".

Seguramente, la falta de claridad en una cuestión tan esencial como la recién indicada, ha
llevado a que, en nuestra práctica forense, esta figura prácticamente no sea utilizada.

Desde otro punto de vista, el tercero que es titular de derechos incompatibles al de las partes
le resulta más ventajoso iniciar un juicio separado, y luego acumularlo al ya iniciado, conforme
a lo dispuesto en el art. 92 Nºs. 1 y 3 CPC. De esa forma se evita la restricción que suponer
ingresar a una relación procesal ya comenzada.

11. LA INTERVENCIÓN DEL TERCERO INDEPENDIENTE

Dentro de la regulación de la intervención voluntaria, la figura del tercero independiente es la


más difícil de delimitar. Conforme al art. 23 del CPC, "si el interés invocado por el tercero es
independiente del que corresponde en el juicio a las dos partes", se permitirá su ingreso al
proceso.

Como se puede apreciar, la legitimación que justifica su participación es completamente


distinta a la construcción dogmática que explica el ingreso a la relación procesal del tercero
coadyuvante, del tercero principal o del interviniente litisconsorcial. Como este sujeto no tendría
ninguna relación con el objeto del proceso, la posibilidad que pueda intervenir aparece como
lejana.

Sin embargo, en la jurisprudencia se han dado casos donde se ha permitido esta forma de
intervención, reconociendo al tercero el derecho a impugnar un determinado acto procesal,
cuyos efectos le causaban un perjuicio, pero sin que le interesara a este interviniente el
resultado final del juicio seguido entre las partes.

Un ejemplo de lo anterior ha surgido en relación a la constitución judicial de un usufructo sobre


un bien que ya estaba hipotecado. Así, se ha admitido que el acreedor hipotecario intervenga
en el juicio donde se constituye el usufructo, solicitando al juez que lo declare inoponible; aunque
el acreedor hipotecario no es parte en ese juicio, es evidente que la resolución judicial que ha
dado vida al usufructo le afecta directamente en el contenido de su derecho real, ocasionándole
un perjuicio jurídico. Como se puede apreciar, el tercero que comparece tiene un interés legítimo
e independiente del que corresponde en el juicio a las partes, acotando su intervención a una
petición de declaración negativa, que haga cesar el gravamen sobrevenido a la constitución de
la hipoteca296.

En igual sentido, se ha admitido la intervención de un tercero independiente para impugnar


un determinado acto que fue adoptado en un juicio pendiente donde no tenía la calidad de parte,
pero que le causaba perjuicio patrimonial297.

Como se puede apreciar, la figura del tercero independiente ha servido de instrumento para
proteger a ciertos terceros de los efectos de determinadas resoluciones judiciales, pronunciadas
en procesos donde el objeto de la discusión le es indiferente. El tercero independiente lo único
que busca es obtener una declaración negativa, para hacer cesar los efectos de una resolución
judicial que incide en sus derechos o intereses legítimos.

12. LA INTERVENCIÓN FORZADA

La intervención forzada, provocada o coactiva, es una figura que está lejos de una descripción
uniforme, tanto en la doctrina como en derecho comparado298. Su existencia se vincula
normalmente a ciertas obligaciones de garantía que se imponen a determinados terceros, los
que se pueden ver obligados a ingresar a un proceso pendiente con el objeto de satisfacer un
determinado interés previsto por el legislador.

El carácter coactivo de esta intervención viene dado por el hecho que el tercero es compelido
a participar en un proceso pendiente, bajo la amenaza de producirse en su contra algún efecto
jurídico desfavorable, si no comparece.

El Código de Procedimiento Civil no contempla una regla general para forzar la intervención
de un tercero. La única norma cercana a esta institución la contiene el art. 21 del CPC, cuando
dispone que si la acción ejercida por alguna persona corresponde también a otra u otras
personas determinadas, podrán los demandados pedir que se ponga la demanda en
conocimiento de las que no hayan concurrido a entablarla, quienes deberán expresar en el
término de emplazamiento si se adhieren a ella299.

Como hipótesis de intervención provocada, el precepto anterior es altamente deficiente,


atendido que no clarifica en qué consiste la adhesión a la demanda. Concretamente, no se
explicita si el tercero citado concurre al proceso ampliando subjetivamente la relación procesal
o, por el contrario, si al comparecer puede formular su propia acción.

Si entendemos que el tercero queda limitado por el contenido de la demanda a la que adhiere,
con ello se infringiría el contenido del derecho de acción, ya que, hasta antes de la citación, el
tercero podía accionar sin restricción. De igual forma, esta solución vulnera el contenido básico
del principio dispositivo, al imponer a una persona la obligación de adherirse a una demanda
propuesta por otros.

La Corte Suprema, en varias sentencias ha declarado sobre esta figura que "no se puede
ampliar el objeto del proceso mediante un adherimiento hecho en un proceso a nombre de una
nueva demandante, toda vez que ese adherimiento es una acción diversa de la anterior que
debería cumplir con todas las exigencias de toda primera demanda"300.

En nuestra opinión, la aplicación de este precepto debería encauzar a los terceros que puedan
intervenir en la forma adhesiva litisconsorcial. En efecto, como ellos pueden reclamar el mismo
derecho que forma parte del objeto del proceso, a través de esta citación se facilitaría que
puedan asumir alguna de las actitudes que admite la ley, en una discusión pendiente donde
tienen derechos comprometidos, como puede ocurrir, por ejemplo, en un proceso tendiente a
reparar un daño medioambiental.

13. LA DENUNCIA DEL LITIGIO

La denuncia del litigio (o litisdenunciación) es un acto de comunicación que busca poner en


conocimiento de un tercero la existencia de un juicio pendiente, cuyo resultado le puede acarrear
alguna consecuencia desfavorable301.
Con este acto procesal se puede lograr que el tercero denunciado asuma una determinada
actitud. Ella dependerá naturalmente de la situación en la que se encuentre respecto del objeto
del proceso. Así, por ejemplo, podría verse motivado a solicitar intervenir voluntariamente como
coadyuvante, pero también podría generar alguna hipótesis de intervención provocada, como
ocurre en nuestro derecho civil con la citación de evicción (arts. 1843 y 1844 CC).

Actualmente cuenta con un reconocimiento parcial, tal como se aprecia en los siguientes
preceptos, que citamos a modo de ejemplo:

a) El artículo 11 de la Ley Nº 18.101, sobre Arrendamientos Urbanos, dispone que, para hacer
oponibles a los subarrendatarios lo obrado y la sentencia recaída en los juicios de desahucio,
de restitución o de terminación del arrendamiento por falta de pago de la renta, seguidos contra
el arrendatario, les deberá ser notificada la demanda302.

En este caso, el acto de comunicación permite que los efectos de la sentencia alcance a esos
terceros, los que, por tener la calidad de subarrendatarios, verán extinguidos sus derechos si
su arrendador pierde el juicio. Asimismo, esta denuncia les permite a los subarrendatarios poder
intervenir voluntariamente como coadyuvantes de su subarrendador.

b) En el procedimiento ante los Juzgados de Policía Local, para que la sentencia condenatoria
pueda surtir efecto respecto del tercero civilmente responsable, la ley exige poner en
conocimiento de éste la denuncia o querella seguida ante ese tribunal, mediante una notificación
judicial, practicada antes de la dictación de la sentencia (art. 29 inc. 2º de la Ley Nº 18.287). En
este caso, la litisdenunciación constituye un trámite que permite, en un proceso posterior,
invocar en contra de ese tercero los efectos de la sentencia judicial, aunque no haya sido
parte303. Si tal comunicación no se practica, el tercero podrá hacer valer, en su beneficio, el
efecto relativo de la sentencia, obligando al demandante a tener que acreditar, a su respecto, la
existencia de todos los requisitos de la responsabilidad civil.

14. LA SUCESIÓN PROCESAL O CAMBIO DE PARTES

14.1. Explicación general

Por distintas razones puede ocurrir que, durante el desarrollo del proceso, el demandante o
el demandado sea reemplazado por otro sujeto que pasa a ocupar su sitio en el litigio, al haberse
producido un cambio en la titularidad de los derechos subjetivos que conforman el objeto del
proceso. El fenómeno recién descrito se designa como sucesión procesal o cambio de partes304.

Dicho de otro modo, la figura que nos ocupa es una proyección en el proceso de la institución
general de la sucesión. Como lo expone Elorriaga, "suceder a una persona es ocupar su lugar
y recoger los derechos y obligaciones que a cualquier título le pertenecían, es decir, se sucede
siempre que subsistiendo una obligación o un derecho subjetivo, cambia el sujeto, sea el titular
o el obligado"305.

La sucesión procesal existe para responder a ciertas eventualidades que pueden surgir en la
tramitación de un proceso, por el hecho de haberse producido una transferencia o una
transmisión de la cosa litigiosa. No resulta razonable que, por la producción de alguno de esos
eventos, lo obrado devenga en ineficaz.

Atendiendo a la causa que la origina, se debe distinguir entre sucesión procesal por muerte
de una de las partes y la sucesión procesal surgida por transferencia de la cosa litigiosa por
acto entre vivos.

14.2. Requisitos de la sucesión procesal

Para que se produzca la sucesión procesal se deben cumplir los siguientes requisitos:

1°) Que, después de producida la litispendencia, se provoque la transmisión o una


transferencia del derecho litigioso que es objeto del proceso;

2°) Que dicha transferencia o transmisión pueda generar, efectivamente, un cambio de


partes306, y

3°) Que en la relación procesal pendiente se solicite y decrete el cambio de partes, antes que
se dicte una sentencia que alcance el efecto de cosa juzgada. Esta exigencia se explica porque
el cambio de la titularidad en los derechos subjetivos no se proyecta automáticamente al
proceso pendiente, tal como se pasa a explicar.

15. LA SUCESIÓN PROCESAL POR MUERTE DE UNA DE LAS PARTES

15.1. Régimen general

La muerte constituye un acontecimiento imprevisible e inevitable, que puede alcanzar a una


persona que tenga la calidad de parte en la relación procesal.

En principio, los herederos del causante tienen una vocación a la continuación del proceso
donde su causahabiente era parte (arts. 951 y 1097 CC). Sin embargo, la continuación del juicio
por los herederos dependerá de la actitud que ellos asuman frente a la delación de la herencia,
esto es, del llamamiento de la ley a aceptarla o repudiarla (art. 956 CC)307. Sólo si aceptan la
herencia surge la posibilidad de materializar la sucesión procesal en un juicio pendiente donde
el causante tenía la calidad de parte308.

En relación al hecho jurídico de la muerte y la sucesión procesal, se deben distinguir dos


situaciones:

a) Si la parte que fallece tenía constituido mandato judicial

El mandato judicial no expira por la muerte del mandante (arts. 528 y 529 COT). Esto significa
que el mandatario judicial puede seguir tramitando el juicio o la gestión voluntaria, hasta su
conclusión309.

La solución anterior hace una excepción a las reglas generales del Código Civil sobre
terminación del contrato de mandato, atenuando el efecto que la muerte puede provocar en un
proceso pendiente, sin solucionar directamente el problema de la sucesión procesal. En efecto,
la posibilidad que el mandatario concluya el juicio será viable, mientras no sea necesaria la
comparecencia personal del causante que le confirió el poder, como puede ser, por ejemplo, la
citación a una audiencia de conciliación o de prueba. Si ello se dispone, no habrá más remedio
que provocar la sucesión procesal de los herederos o el ingreso del curador de la herencia
yacente, a falta de sucesores.

b) Si la parte comparece por sí misma

Cuando fallece alguna de las partes que obre por sí misma —hipótesis excepcional en nuestro
sistema—, el proceso quedará en suspenso y su estado se comunicará a los herederos, para
que comparezcan a hacer uso de su derecho en un plazo igual al de emplazamiento (art. 5º
CPC). Si los herederos no repudian la herencia, pasan a adquirir la calidad de parte en el juicio,
produciéndose de esa forma la sucesión procesal.

Como se puede apreciar, en el caso del deceso de la parte que comparecía personalmente
en un proceso, la muerte obliga, siempre, a realizar la sucesión o cambio de parte.

15.2. Fallecimiento de una de las partes, en el caso de derechos personalísimos

Cuando fallece una de las partes, en un proceso cuyo objeto versa sobre derechos que
revisten el carácter de personalísimos, el principio general es que la relación procesal concluya,
al no ser factible provocar el cambio de la parte.

Las hipótesis más típicas de esta situación se presentan en el campo del derecho de familia,
donde la intransmisibilidad de los derechos constituye la regla general.

Un ejemplo de lo anterior se da en la acción de divorcio, cuya titularidad pertenece


exclusivamente a los cónyuges (art. 56 LMC). Esto significa que si durante el proceso fallece
uno de los cónyuges, el matrimonio debe entenderse disuelto por la muerte, por tener la acción
de divorcio un carácter personalísimo, que impide provocar una sucesión procesal con los
herederos310.

Dicho de otra forma, el "derecho al divorcio" es algo que la ley reconoce exclusivamente al
cónyuge y, por ende, no se podría mediante una sucesión procesal continuar discutiendo por
terceros sobre la procedencia o improcedencia de la disolución del vínculo matrimonial.

Con todo, en otras situaciones vinculadas al derecho de familia está prevista una solución
diversa, autorizando la sucesión procesal si fallece una de las partes en un proceso pendiente.
Un ejemplo de esta opción se da en los juicios pendientes sobre determinación de la paternidad
o maternidad, al autorizar que los legítimos contradictores puedan "continuar la acción"
deducida con los herederos del difunto (art. 317 CC)311.

Por último, surge la duda si es factible provocar la sucesión procesal en procesos pendientes,
cuando el derecho reclamado tiene un contenido extrapatrimonial. El problema se podría
presentar, por ejemplo, en los juicios donde el actor reclamaba una indemnización por daño
moral312, o solicitaba la protección jurisdiccional en una materia muy particular, como podría ser
un determinado acto de discriminación. La solución en estos casos pasa, necesariamente, por
definir si se trata o no de derechos transmisibles a sus sucesores.

16. LA SUCESIÓN PROCESAL POR TRANSFERENCIA DE LA COSA LITIGIOSA


La sucesión procesal por la transferencia de la cosa litigiosa se puede originar por diversas
causas.

A diferencia de otros ordenamientos, nuestro legislador aceptó la transferencia de los


derechos que están siendo discutidos en juicio, mediante la celebración de un acto denominado
cesión de derechos litigiosos (arts. 1911 al 1914 del CC). El art. 1911 del CC. señala que, "se
cede un derecho litigioso cuando el objeto directo de la cesión es el evento incierto de la litis".

También pueden producir la sucesión procesal otros actos, en cuanto comprendan la


transferencia de los derechos que forman parte de una
disputa judicial, como puede ser la compraventa, la permuta, una cesión de derechos
personales, la cesión de contrato313, etc.

De igual forma, es posible que este cambio de partes sea justificado por la transferencia de
derechos que se producen por el solo ministerio de la ley, al perfeccionarse o realizarse una
serie de actos jurídicos de la más variada naturaleza. Dentro de este grupo los casos más
frecuentes pueden provenir, entre otros, en el pago por subrogación (arts. 1608-1613 CC)314,
en el pago de la indemnización en el contrato de seguro (art. 553 CCM)315, por la transferencia
de la empresa (art. 4° CT) o por la fusión de sociedades316.

La falta de regulación legal en esta materia no ha sido obstáculo para aceptar la sucesión
procesal, permitiendo en la práctica forense, por ejemplo, que el cesionario pueda hacerse parte
en el juicio pendiente, sustituyendo a la parte original.

Lo anterior es sin perjuicio de los límites que, por razón de oportunidad, se ha impuesto a este
cambio. Entre otros, se ha declarado que no puede tener la calidad de parte una persona jurídica
que suscribe un avenimiento en que le cedieron derechos litigiosos, ello por haberse suscrito
dicho acto una vez que el juicio estaba terminado por sentencia ejecutoriada317.

17. LA SUCESIÓN PROCESAL Y OBLIGACIONES DE GARANTÍA

Aunque la sucesión procesal normalmente surge por la transferencia o la transmisión del


derecho que es objeto del juicio, también puede provenir del surgimiento de ciertas obligaciones
de garantía que se pueden hacer valer en un proceso pendiente.

El caso más evidente se da en la denominada citación de evicción, al permitir que un tercero


sea citado a un juicio en curso, para que asuma la obligación de defensa que debe prestar a la
parte compradora y evite la evicción de la cosa comprada, esto es, la pérdida de la cosa total o
parcialmente por sentencia judicial318.

Si el tercero-vendedor comparece a dicho juicio se seguirá contra él la demanda,


generándose de ese modo una sucesión procesal (art. 1844 CC). Si el citado de evicción no
comparece, la sucesión procesal no se produce, continuando el juicio entre el demandante y
demandado original.

18. TRATAMIENTO PROCESAL Y EFECTOS DE LA SUCESIÓN

Como la transferencia o la transmisión de los derechos en estado de litispendencia no


repercuten ipso iure en el proceso en curso, el cambio de partes debe ser solicitado al juez que
conoce del juicio.
El peticionario que quiera provocar esta modificación en la relación procesal deberá acreditar,
según el caso, la transmisión o la transferencia del derecho, acompañando el certificado de
defunción, la resolución judicial o administrativa que concedió la posesión efectiva a los
herederos, el contrato o la cesión del derecho litigioso, la escritura pública que da cuenta de la
fusión de sociedades, etc.

A falta de regla especial, la petición de cambio de partes se debe tramitar conforme a las
reglas de los incidentes ordinarios.

La parte contra quien se solicita esta modificación podrá oponerse, aduciendo, entre otras
razones, por ejemplo, que el acto jurídico donde consta la transferencia del derecho es nulo;
que el solicitante no tiene la calidad de heredero, al existir un juicio pendiente que cuestiona esa
condición;que el acto traslaticio de dominio no tiene relación con el derecho que se encuentra
controvertido en el juicio; que el acto de transferencia invocado es nulo o no fue realizado con
las exigencias legales, etc.

Una vez que se ha decretado el cambio de partes, el sucesor pasa a ocupar el lugar de su
causante. A partir de la notificación de esa declaración podrá ejercer todos los derechos
procesales, con la única limitación de aceptar todo lo obrado hasta el momento que se produce
su ingreso.

Si no se solicita y autoriza judicialmente el cambio de parte, el proceso terminará con los


sujetos que originalmente habían adquirido dicha calidad.

19. CASOS PRÁCTICOS

1) En los autos civiles caratulados "Palomar, Lucas con Compañía Azucarera Limitada y otro",
Rol N° 1248-2010, seguidos ante el Undécimo Juzgado Civil de Concepción, solicitó su ingreso
la sociedad Litigantes Trianco S.A. Conforme al tenor de su presentación, los directores de la
referida sociedad justificaron su intervención, señalando: "Que venimos en hacernos parte en
este juicio, en representación de la sociedad indicada, en calidad de demandante, toda vez que,
como consta en la escritura pública de constitución de la sociedad Litigantes Trianco S.A., que
se acompaña en un otrosí, fueron aportados a ésta en dominio los derechos litigiosos de la
presente causa por parte de las personas que en la escritura social se individualizan". A fojas
567, con fecha 1 de diciembre de 2010, el Tribunal proveyó a dicha presentación: "Téngase por
parte".

En su contenido jurídico, ¿es correcta dicha resolución?

¿Pueden adquirir la calidad de parte algunas personas que han comprado un porcentaje de
derechos litigiosos al demandante?

2) Con fecha 20 de julio de 2009, ante el Cuarto Juzgado Civil de Santiago se efectuó la
subasta de la propiedad signada con el Rol de Avalúo Nº 305-198, del Banco Argentino, ubicada
en calle Julián
Nº 753, comuna de Vitacura, todo ello para satisfacer un impuesto de contribuciones de bienes
raíces por la suma $ 3.605.558, considerando capital, reajustes e intereses. Como resultado de
lo anterior, se adjudicó la propiedad don Antonio Cood, en el valor mínimo fijado en las bases,
esto es, en la suma de $122.972.797, no obstante que el inmueble tiene un valor comercial de
a lo menos $ 310.000.000. Dicha enajenación se realizó con infracción del trámite de
emplazamiento válido de la demanda ejecutiva.

¿Puede intervenir en este proceso el arrendatario Inversiones Montex S.A., que tiene suscrito
con el Banco un contrato de leasing inmobiliario, por el cual podrá adquirir el dominio del mismo
inmueble cuando se pague la última renta de arrendamiento pactada? ¿Tiene Inversiones
Montex S.A., un interés patrimonial comprometido en ese juicio ejecutivo que lo faculta para
ingresar al proceso? ¿Se puede estimar que existe la situación jurídica que autoriza la
intervención por el hecho que se haya enajenado la propiedad y el arrendatario con opción de
compra pierda su opción de adquirir el inmueble? En la afirmativa, ¿en qué calidad ingresa al
proceso?

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