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7 1 8 Escriros sociológins I

poc{ercsísiru:rs rcl:rciorrrs existentes en cuanto tales, por otro en l¿r cons-


titucitin psit olrigicl .lc los hombres. Si el concepto del hombre, del que
se trirtll, sr't,rrvirti«i cn ideología porque los hombres se limitan a ser
a¡róntliccs tlt l;r nrli¡uit.taria, podría decirse entonces sin exagerar de-
rrrusiu,l,, ,¡tr. . rr lu sittración presente serían literalmente los hombres
rrrisnlos, tr¡ sr¡ str-rrsí y no-de-otro-modo, la ideología que se dispone
;r r'(tnriz;rr l,r vi,le filsa a pesar de su manifiesta absurdidez. El círculo
sc cicn-u. St prccisaría de los hombres vivos para transformar las cir-
cunst:rnt irs ¡rt'trilicadas, pero éstas han calado tan hondo en los hom-
brts viv,s, :r ( xl)cnsrls de su vida y de su individuación, que ya no Pa-
El psicoanrílisis revisado
rcrrcn (':r[):r((s.lc er¡uell:r espontaneidad de la que todo dependía. De
Io cu¡l cxtreen los apologetas de lo existente nueva fuerza para el ar-
g(ur)cr){() scgrin cl cual la humanidad no estaría aún madura. Haber
tlt'rrrostr:rrlo cl círculo vulnera un tabú de la sociedad integral. Cuan-
Desde hace unos veinticinco años resulta percepdble en el psicoa-
t() ¡rc¡r()s tt¡le ra ésta 1o que sería decisivamente distinto, con tanto más
nálisis la tendencia a concederle un papel más decisivo que hasra el mo-
cuiclaclo vigila que lo que se piense o diga en su seno sirva para reali-
mento a las motivaciones de naturaleza social o cultural que son ac-
z:rr:rlguna transformación concreta o, como ellos lo llaman, aporte una
cesibles a Ia conciencia sin más, a expensas de los mecanismos ocultos
rontribucii»r positiva. El pensamiento se ve sometido a la sutil cen-
del inconsciente. Lo que se pretende es algo así como la sociologiza-
sru-rr .lcl ttrttinus ad quem'. debe, en la medida en que ejerce la crítica,
ción del psicoanálisis. Se reprocha a Freud que haya considerado es-
cspecificar lo positivo a lo que tiende. Si hallara semejante positividad
tructuras sociales y económicas como s,imple efecto de impulsos psi-
olrstrtrirlu, scrrí tur pcnsamiento resignado, fatigado, como si la obs-
cológicos, que surgirlan ellos mismos de una consrirución pulsional del
trt¡r'tirjn lir.r',r .trlpe suyll y no la marca característica de la cosa. An-
ser humano más o menos ahistórica. EI hecho de que rasgos de carác-
rcs (lu( rr:rtlr, sirr crrrbergo, habrí:r que reconocer a la sociedad como
ter tales como narcisismo, masoquismo o slndrome anal no sean pro-
blot¡trt ruriv,'rs,rl, .¡rrt r,,rltlt,r los hombres y se encuentra dent¡o de
ducto de la sociedad y el medio, sino que condicionen a ésros, lo echan
cllos. lnrlr,,r,ion,', l)r'(viirs pur:r lrr transformaciónsólosirvenalbloque ('ll Cara a lntentos
o bicrr t,»n,r rrrlrrrirrisrr.rtirirr tlt'lo in¿clministrable, o bien desafiando
ff:t en
innl('(l¡.¡r:rnr( nt, .r l,r r,lirr,r, i,irr p,rr parte del todo monstruoso. Con-
De la por Io demás indiscudble insuficiencia de
ccl)t()y ttorí.r tlt l.r ,,,,i,,l.t,l ,,,1t srilo lcgítimoscuandonosede.janse- scrnej se concluye que la ciencia auténtica ha de escu-
tltrtir 1r,,r rrirr1,,rrr.r ,l, l.rr,l,,t,,rs.ts, sirto que perseveran negativamen- driñar con detenimiento la interacción de factores sociales y psicoló-
tc cn l,r ¡r,silrili.l.r,l (lrr( l()s .uritrr,t: t xprcsar que la posibilidad corre el
gicos; que, por tanto, el objeto de análisis no debiera ser la dinámica
ricsgo tlt vcrst .¡slixi.r,l.r. \t rrr, i;rtrlt ,,,rt,lcitniento, sin adelantar a todo
pulsional atomlsticamente aislada dentro del individuo, sino más bien
krt¡rr.,ll,,,,,rr,lu,iri,r, s,ri.r l.r ¡rrirrr.'t:tcondiciónparaquesedeshi- el proceso vital en su totalidad.
cicr,r .l, lrrr:l v( / , l lr,, ltrz,, ,l, l.r sot lttlld.
De hecho, la psicología no puede, como una parcela de la ciencia
dividida en especialidades, dominar en su conjunto Ia problemática so-
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cial y ecorp-¡¡ica. Defender a cualquier precio simplezas tales como la
de I.aforgue,;fuuien en su libro sobre Baudelaire trata al poeta como a
un neufóti¿o cuya vida podrla haber tomado un rumbo del todo di-
ferente y mas feliz si hubiera podido romper el vlnculo con su madre,
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)O E.;uitos sorioltígicos I Elpsicoanálisis reaisado 2f

lpLrrls ¡rosc't irrtcrús elquu<¡ para el mismo psicoanálisis. A éste ha de r.e a un procedimienro psicológico que no se da por satisfecho dejan-
intcrcserlc nr:ís bicn que ei problema merodológico de su reiación con do sin analiza r la razón y determinados comporramientos sociales, sino
l:r tcoríu rlc l,r socictlecl se plantee de forma radical. Haber señalado este que intenta incluso seguir derivando comportamientos anímicos di-
[)ur)(() (s r¡n r¡lúrito (lue ha de reconocé¡sele a la escuela neofreudiana ferenciados de Ios impulsos de auroconservación y placer. El hecho
o rt'visiorristrrl. l)r'bc cliscutirse, sin embargo, si su intento de sociolo- de que una rlgida división de la psique en pulsionesirreductibles sea
giz:rr tlir-cct:rr»cntc cl psicoanálisis condllce de hecho también a pun- imposible y de que la afloración concrera de las pulsiones pudiera ex-
tos rlc visr:r críticos sobre la esencia de la socied¿rd que el psicoanálisis perimentar en grandlsima medida variaciones y modificaciones diná-
¡rrrrlitr.:r:rsr¡nrir. F.n lo cual se aplica, sobre los aspecros propiamente micas, no.lo excluye en modo alguno el segundo enfoque, y sólo en
sot iolrigir'os ,lcl ¡rsicoanálisis sociologizado, la crítica que le han plan- este sentido podría denominarse ; la teoría Freudian, de la liLido pul-
tc:rtlo vrr tlcntro rlel ¿in-rbito psicológico los analíticos que se aferran a sional-psicológica.
Io firntlurrrc'nt:rl de la tcoría freudiana: que recae en las superficialida- Nada caracteiza de forma más aguda la posición de los revisio-
,lcs,l. Arllcr, sustituycndo por mera psicología del yo la teoría diná- nistas que el hecho de que ellos mismos, mienrras que atacan a Freud
nrice tle lrrcrrcl bas¿rda en el principio de placer. por verse éste supuestamente atrapado dentro de rutinas intelectuales
[.] prirncrir parte cle este artículo examina críticamente algunos de propias del siglo XIx, pongan a la base de la teoría caregorlas que no
Ios rlr¡tívos y contextos íirgumentativos que caractertzan de forn-ra de- son más que meros resultados de la din:ímica psicológica que se han
linitori:r :rl enfoque revisionista. La segunda parre se ocupa de Ia teo- hipostasiado y ofrecido como prerendidamente Lo que Freud
ríl rcvisionista de las relaciones entre cultura e individuo y sus impli- habría hecho con los impulsos, 1o hace Ia escuela"bsolutoi.
neofreudiana con los
r:rciorrcs, y saca a [a luz algunas consecuencias para la teorí¿ de la rasgos del carácrer. Que ésta insista en el sentido histórico de los mis-
s,r, i.,l,r,l. Iin [¿r tercera se ensaya una breve valoración sociológica de mos y reproche a Freud el haberse aferrado ingenuamente ¿r métodos
Ios rrcof it'rrclillros y de su relación con el propio Freud. propios de la ciencia natural, es en verdad una proyecciónt esra escuela
v€ en Freud un esquerna racionalista que descompone el alma en una
I disposición de pulsiones previa y rígidamente dadai, y procede ella mis-
ma de un modo racionalista separando el yo de su rilación genérica
l'll rrrir'lco .lc l,r rliv.'r-gcnci,r ncofrc'udiana respecto de Freud Io ex- con el ello, y auibuyendo un ser en sí al conjunto de las faéultades
prcsl I lolrrty rt¡rurtl,, :rlirnrrr ur¡trc cl ¡rsicoanálisis debía sobrepasar las anlmicas uracionalesr, como si éste hubiese caldo del cielo.
fiontclrrs ,¡rr, s, lt inr¡rusit lrrr ¡r,rl cl hecho de ser una psicología de En lugar de Ia libido, Horney quiere «utilizar pulsiones emocio-
_
les pulsiorr.s v rrr,r ¡rsi.ol<,1ií;r rSni'tice»2. El concepto de psicología nales, impulsos, necesidades o pasionesr3. Si estas caiegorías, que se in-
dc l:rs ¡rtrlsiorrts lirrrlit (()nr() :lnilt('r)r,r <1rre, de una manera ambigua, troducen sin analizar, van a ser algo diferente qu. r.rriill*mente otros
tlcsigrr:r ¡ror.urr l.rtl,,:r llr;r l)si(rloqíl t¡rrc parcela el alma, como ocu- ¡érminos para libido o enridades posruladas de forma dogmática, en-
rriti r'rr :rlgtrrr,rs tstur'l.rs ,l, fin,rl,s ,lcl siglo xtx, de una forma más o ronces su origen -pues aI parecer tampoco se retrotraefl de forma de-
lrrcr¡os rrrtr:irri( ir ( n rill ( i( rl() nrirll( t,r ,lc pulsiones, por otfa se refie- rivada a una energía libidinosa- sólo puede residir en un yo que no
cstuviera referido genéticamente a Ia libido, sino que se hallara junto
I Las considcracioncs quc sigucn sc rcficren exclusivamente a los autores revisionis- ¡r ella como instancia de igual rango. Pero sólo portl hecho de qrr. ..,
tas cuyas obras ha analiz¿do lniln- lrort¡¡cnorizt¡c{amente quien esto escribe- Se üata sobre la civilización desauollada el yo se ha converrido en realidad.rr.r.*
todo de Karen HottNliy, New lYtgr h der l\Tdtoanalls¿, Heinz Neumann (trad.), Stutt- instancia autónoma, las categorfas psicológicas de los revisionistas pa-
gart,195l. Flullcron dc paslrsc lxrr ulto considcr¡rbles diferencias teóricas que se dan en-
tre los autores rcvisionistas. Cbr¡l¡rr ¡t toclos cllos cs, sin embargo, la tendencia a empujar
tccen rendir más exacra cuenra de la dimensión histórica de la psiio-
el psicoanálisis por esa dirección nrcalist¿, rlc la t¡ue se hablará en la exposición.
2 Karen Horne¡ Neue Wegc in do Prychoanafuse, cit, p.9. ' l(:rrcn Horne¡ Neue in der
Wege Psychoanal;yse, cit., p.21
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22 Esoitos sociohgicos I l')l psinanálisit reuisado 23

logíl t¡rrc l,rs ,l. lirtr¡tl. lrn su fávor ha cle tenerse en cuenta que y su cisivo de la teoría fieudiana. Lo quc propiamente motiya a Freud a atri-
ori('r)t:r( i(ir) innrttli;rt:r scgúln la imagen de la situación presente se hace buir un peso especial a ¿rcontecimientos conc.reros de la niñez es, si bien
;l ( xl)( rrs:rs ,l, urr :rnrilisis c1e lo que podría denominarse su historicidad ,lc forma tácita, ei concepto cle totalidad del carácter, al
inltrr.¡. l'.1 r,,lr:rz,r dc la ¡rsicología de la pulsión de Freud va a parar nlodo en que la presuponen los dada, es un ideal que
( ()lr( r( liiln( nr, rr la ncgación de «que Ia cultura, al imponer limitacio- stílo resultaría realizable en una no traumárica. Quier-r, como
n,t .r l.rs ¡,rrlsiorrcs lilridinosas y en especial a las destructivas, contri- le mayoría de los revisionistas, critic¿r la sociedad presente, no puede
lrrr1.', ,r1 srrr.ginrit'rrlo de rcpresiones, sentimienros de culpa y necesida- (errArse al hecho de que se la experimente nrediante shocks, en choques
rlts tlt rrrrro,;rstiqo. [)e lhí su (la de Freud) convicción general de que rrpentinos y bruscos que esrán condicionados precisamenre por el ex-
Itt nros rlt' l):lll:ll. los clones culturales con el hecho de estar insatisfechos t reiramiento de la sociedad por parre del individuo, exrrañamiento que

t irrltlitts,'. (lrrno si 1a profunda comprensión freudiana de ia inevi- lren acentuado con razón revisionistas cuando habl¿n d.rd. l,
rrrlrilitlrrrl rl, lr¡s conflictos culturales, de la dialéctica del progreso por sociología. El carácter que"Ig,,.t.
hipostasian es en mucha mayor medida el
(irnt(), n() htrbicsc sircado a la luz más aspectos de la esencia de la his- .fecto de semejantes shochs que el resultado de una experiencia conti-
tolir t¡rrc l,r ,rprcsuracla invocación de factores del medio que, según los rruada. Su totaiidad es ficricia: casi se lo podría denominar sistema de
lt visiorristes, cxplicirrírn el surgimiento de los conflictos neuróticos. cicat¡ices que sólo se inregran padeciendo, y jamás de un modo com-
(bnro consecuencia de mayor calado de la polémica conrra ia psi- ¡rlcto. La agregación de estas cicatrices es propiamente la forma en Ia
tologíl pr-Llsional cle Freud se pone en tela de juicio el papel central de ,¡Lre la sociedad se impone en el individuo, no esa continuidad iluso-
I,,s rcctrcrclos de la infancia, que forma parte del núcleo de la teoría psi- li,r, en favor de la cual prescinden los revisionistas de la chocante es-
.rxrrr:rlític:r. [',n especial suscita oposición la hipótesis de Freud de uque tn rctura de la experiencia individual. Más que la rápida mirada de sos-
lrrs vivcrrcies clc las etapas vitales posteriores son en gran medida una l,ryo de éstos a las circunstancias sociales, Freud ha salvaguardado la
r.(l)(ti(i(;n clc vivcncias infirntilesr5. Mient¡as que Frelld, orientándose cscncia de la socialización deteniéndose firmemente justo en la existencia
, n ,11,, 1,,,r t l rrroclclo clcl trluma, intenta antedatar los rasgos de ca- .¡r,rnrizadr del individuo.
lrít lt l rrr'u r rir it os v rlt ol rrrs ('spccies en la medida de lo posible en acon- A la luz de semejante perspecriva, constataciones bastante plausi-
(((inri(nr{)\ (()n(r(r()s,lt lrr vide dcl niño, envivencias, Horneysupo- lrlcs ponen de manifiesto aparentemente un suplemento, sin d.,d" ,ro
n( «(lu( rlr'tt r lrilrrtl.rs ptrlsioncs y rcacciones de un ser humano han de tlt sc¿rdo, de optimismo y conformismo autocomplacientes: uNo existe
r'( l)( (i(l:ur( nr( l;rs nrisnres vivencias. Así puede, por ejemplo,
r',,r¡ll. v,u n,rcla del estilo de una reperición aislada de vivencias aisladas, sino que
un:r [)r(]lx nsi(il .r l.r r,, rrt l;r, i,irr lrr.roica estar determinada por las si- l.r rotalidad de las vivencias infantiles contribuye a la formación de una
guiclrtt's ¡rulsiorr,s rrirrlr,rrliir,ill.rs: :rrnbición desmesurada de una es- rlcterminada estructura del carácte¡ y precisamente de esta estructura
pecic tutr tltst l r¡t I ir,,r r¡rrr' t l .rlt, t:rtlo tcltrc ceder ante ella, o la inclina- 'rrrger-r dificultades posterioresrT. Que existen rasgos e impulsos psi-
ción ¿r idollrtr';rr ;r lr,,rrrl,r, ., , rir,,s,rs, ,r :rrnarlos y a participar en su éxito, ,,rlrigicos que no son de forma inmediata reperición de vivencias di la
sin uno tnislno lr'n( r (llr( r,.rliz.¡r nrrtlrr, pero a la vez una envidia a és- rrrluncia, sino que son transmitidos por la solidificada esrrLrcrura del
tos extfem2uncntc (lr'sliltr il\.r \ r l¡iUlricrf.t»6. Denominaciones que se , .r¡.it lt r, no excluye qde esta es( ructura misma se rctrotraiga a sucesos
limitan exclusiv:rnrcrrtt :r ¡rl.urrr'.u , l ¡rro[rlerna, tales como nambición ,ri'l:rclos dentro de la vida dei niño. A lo cual se añade que los fenó-
desmesurada,, o uidolaulrt irirr tl, lr,,nrlrcs exitosos», se enuncian como ,)( nos verdaderamente críticos de la psicología, los síntomas en su más
si fueran la explicación. Sinrulr,ir',.,,,r( ntc sc suprime un momento de- .rrrr¡rlls sen(ido, obedecen siemprc al esquema del imperativo de la re-
la sobrevaloración de Ia caracterología, se ye falsea-
a Karen Horney, Neue \Ytgt in ¡lu l'.,yt/¡t,,tt,th,,r', tir., p. 173. convertido en algo posirivo. La insistencia en
5 Karcn Horne¡ NeuelYegt irr rlrt l\y,l,,,,nr,rl¡,,,'. tir., p.31.
6 Karen Horne¡ Ncue Wege in ¡hr l'¡lt l¡t¡,nt,tl¡,,,., ir, p. 138. I(rren Horne¡ Neue Wegt in der Psl,choana$sr, cit., p. 9.

UNTVERSIIIAD DE Al\mroQtrlA
E iBI.TO-T§CA CEI{'rR ¡ I-
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24 Escritos sotiológicos I ltl ¡,sitoanálisis reaisndo 25
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la tot:rlitl,r,l, , or», lo ol)ucsto al impulso único, abrupto, implica una I )e cste modo, justo 1os fenórnenos que debido a su irracionalidad pre-
fL:¡rrrrorrísrit;r .n l;r trnitlad de la persona, que es imposible en la so- , iserían más urgentemente de una explicación psicológica, se reintro-
cit'tlrrrl ,'xisttr)t(. (luc tal vez no resulte siquiera deseable. El hecho tlr¡ccn como principios de la explicación y se trivializan convirtiéndo-
rl. ,¡tr, lir. rr,l lrrr¡,rr rlcstruido el mito de la estructura orgánica de la l,,s cn perogrulladas. El mismo esquema se halla, por cierto, a la base
psit¡trt st'( n( u( nrrir Lrltre sus mayores logros. Con ello ha descubier- ,lcl ataque de Horney contra la teoría cle la libido. Horney enfrenta al
to rrrís.rs¡rtttos rlc le csencia de la mutilación social de lo que podría
¡,r'incipio de placer de F-reud udos principios guía: seguridad y satis-
Ir,rl,. r'1,, lrtr Iro trr:rlt¡uier paralelismo directo entre carácter e influen- l,rcciónrr0, sin p¡eocuparse más por su tesis de que 1a seguridad no es
. i,rs s,,. i,rl,'s. l,;r totaIidad sedimentada del carácter, que los revisionis- ()fi'a cosa que una objetivación del afán de placer en el tiemPo.
r:rs I)()n(n trr ¡rrirncr ¡rlano, es en verdad el resultado de una cosifica-
tir'rrr tlt'l:rs txprcricncias reales. Si se la establece de forma absoluta, II
('r)r()n( ( s lruttlc strrgir fácilmente de ello un refugio ideoiógico para el
st:rtu (lu() ¡rsicolrigico del individuo. Tán pronto como de la teoría se En lugar de la dinámica pulsional, de la cual resulta el carácter, los
Ir:r rntl»riz:rtl() c()mo fue rza originaria el resultado petrificado del jue- revisionistas introducen el medio: «Todo el peso recae sobre las con-
go tlc lirclz:rs psicokieico, las experiencias primariamente traumáticas, diciones vitales configuradoras del carácter, y t.tt.*o, que investigar
rlc l:rs ct¡¿lcs cl carácter en modo alguno nnatural, consriruye un mero nuevamente los factores del medio ambiente responsables del surgi-
tlcrivatlo, se traslaclan al ámbito de Io irrelevante e inofensivo: uEl fac- miento de los conflictos neuróticos»11. Esto conduce a que se conviertan
tor rlccisivo cn cl surgimiento de las neurosis no es entonces ni el com- las nperturbaciones dentro del ámbito de las relaciones con el otro en
plcjo rlt' l'.rlipo ni ninguna otra especie de afán infantil de placer, sino el factor principal en el surgimiento de las neurosisrl2. Thn cuestio-
t¡rrt tlcr'isivus sorr todas esas influencias adversas qLle dan a un niño el nable como el aspecto psicológico de este constructo, que necesaria-
scntinricnt() rlc dcsanrparo e indefensión y le hacen percibir el mun- mente ha de reformular el yo como algo previamente dado, al menos
rl o co nr,, ¡rot crr c i u l rrcrr tc amenazanter8. ulnfl uencias adversas, repre- en un cierto grado, sobre lo que el mundo exterior imprime sus hue-
s('ntir(llrs,l, Un rrr,rcl,r nrlís o rnenos vago, entre las que se encllentra llas, lo es también el aspecto sociológico, y en concreto y de forma es-
rulr f,rlt,r ts¡rt'ri:rlrrrcnrt ,l.r,etla cle amo¡ paterno, se ponen a la base pecial Ia representación acrítica de la ninfluencia». Un individualismo
clc fcntinlclros t.rrilrl,s t. inr«¡trívocos como el de la amenaza de cas- ingenuo constituye el presupuesto de la teorla del medio que se hizo
tracirin. I't'ro, :rl ( xl)ulsiu los rlcl psico:rnálisis la escuela neofreudiana, célebre a uavés de tine. Supone ésta al individuo, siguiendo los há-
castra :r ústt'. Str ( ()n(( l)r() tlt clr:icrcr cs una cómoda abstracción que bitos intelectuales del siglo xx, como mónada independiente, autó-
pasapor:llropr,,is,rrrr,rrr, l,,,¡rrt(()nstituyelaespinadelconocimiento noma y subsistente, que se ve afectada por supuestas fuerzas exterio-
psicolt'xtico. l,ostorrt(l)l()slrriv(rsrrlts.c¡trelogranentonceslasupre- res. De modo muy similar, los revisionistas conciben acríticamente la
macía, ocult:rn, si n,r l.r. Ir, ri,l.rs nrisru:rs r¡-rcdiante las que surgen los separación entre individuo y sociedad, que se encuentra entre sus te-
rasgos del carlir:tt'r. sí srr tl,,l,,r,rs:¡ s, v, rirlrrrl. Esro lo muestra sobre todo mas principales, según el estilo de una teoría del conocimiento pri-
la consideracirin t¡ut llorrrt'i,r,:¡lizr¡ tlr"ll ¿uralidad: uCon ot¡as pala- mitivamente realista. Mientras que hablan de forma incesante de la in-
bras: ¿la voraciclacl nl()srlil(l:l ;rl ( ()rl( r ,, l>cbcr no sería más bien una fluencia de la sociedad sobre el individuo, olvidan que no sólo el
de las muchas exteriorizx(i,,n,s ,l, ur,¡ v,rr',rcidad generai que su cau- individuo, sino que yala categorla misma de la individualidad es un
sa? ¿No sería un estrcirinlitrrto lrur. i,,n:rl rure cle las muchas exteriori- producto de la sociedad. En lugar de recortar y separar primero al in-
zaciones de una tendenci:r g(r)(rirl ,rl ,l,sto de posesión y dominio?r9.
ri) Karen Horney, Neue Wege in der Pslchoanalysa, cit., p.72.
8 Karcn Horne¡ ly'aze Wege in der Psychoana[tse, cit., p. 10. rl Keren Horney, Ncue Wege in der Psycltoanrtll,se, cit., p. 9.
e Karen Horne¡ -A/rar Wege in der Psychoanalyse, cit., p. 59. )) lhirl.
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).6 Esuitos sociológict,s I 1l/ psicoanálisis reuisado 27

,Iirr,Irr,,,l, 1,,.¡,r,,,.s,rss,rcilrles,paraiuegodescribirlainfluenciafbr- con el sano sentido común humano contra la distinción ent¡e fenó-
,r.rrl,,r,r rlr'r':rrs. trrr:r ¡rsicología social analítica tend¡ía que descubrir meno y esencia, sin la cual se ha privado al psicoanálisis de sus impulsos
f,, r¡,¡i:,rri.rlts tlctcrrninantes en los mecanismos más íntimos del ser críticos. En tanto que desexualización emprendida en nombre de la so-
,r,lr'r,lr¡rrl. [leblar en general de influencias sociales resulta proble- ciología confirma prejuicios sociales: uNo está demostrado que un afec-
,r.ir ir,: rrrcre repetición de la representación ideológica que li socie- to no pueda surgir de diferentes fuentes no libidinosas, que no pueda
,1,¡,1 irtlividualista se hace de sÍ misma. La mayoría Je las^veces a tra- ser, por ejemplo, una expresión de cuidado y cautela m¿¡s¡¡¿5r13. Se-
,,'t rlcl in_flujo exterior no ocurre sino qrre tendencias que están ya mejantes ase¡ciones apenas resultan diférenciables ya de la justa in-
¡,r.lirr-r,adas en el individuo se vean reforzadas y sacadas a la luz. cuan- dignación de quien mediante el discurso sobre la existencia de pulsio-
t. rrrás prof*ndamente sondea la psicología las zonas críticas dent¡o del nes nobles, no sólo denigra el sexo, sino que a la vez glorifica también
i.dividuo, tanto más adecuadamente puede penetrar en los meca,ismos a la familia en su forma vigente. De la misma clase es 1a afirmación de
sociales que han producido la individualidad. Y tanto más ilusor.ia, por Horney de que «una avidez sádica de poder surge de la debilidad, el mie-
cl cont¡ario, resulta la aplicación en psicoiogía de consideraciorr., so- do e impulsos de venganzarla.
cioteóricas, cuanro más irresponsablemente se sitúe en la superficie la Cuando Horney formuló esta teoría del sadismo, que lo diluye con-
interacción de mundo interior y exterior. Horney tiene la conviición fun- virtiéndolo en un modo de conducta puramente social, la política ñs-
I
I damer-rtal según [a cual el carácter no esrá dererminado tanro por con- cista de exterminio suministraba la terrible prueba de la identidad del
!
flictos sexuales como por la presión de la cultura. pe¡o lo ql.r. ,..n- ansia de poder, supuestamente sólo social, con impulsos sexuales, y jus-
I de como la unión de determinantes de cultu¡a y psicología individual "ll" to el enturbiamiento de esta idenridad contribuyó no poco al desenca-
perpetúa su separación, mientras que el psicoanálisis radical, al dirigir- denamiento de la barbarie. Puede tener qLle ver con la infravaioración
l
se a l¿r libido corno a algo presociai, alcanza tanto filogenética como án- teórica del papel de la sexualidad, el hecho de que en ias publicaciones
I
toge néticamente los puntos en los que el principio social de dominio coin- ¡rosteriores de los ¡evisionistas que originariamente se habían defendiclo
I cide.con el ¡rrincipio psicológico de la represión pulsional. La escuera contra los elementos puritanos de la concepción freudiana se introduz-
neofrc.clirr.a, c, c:rr¡rbio, sólo llega a reunir ambos principios cuando los ca furtivamente una tendencia al tratamiento desdeñoso de la sexuali-
f
i ha c.rr'r:rtid. previ:r.rcrrte e. inofensivos: el dominio rp"ra.. como clis- dad. En 1o relativo a las petversiones se encuentra un punto de mínima
cipline tlc fi,rili:r, c:rrc,cia dc amor y orros epifenómenos, Ia represión resistencia: usemejar-rtes actir.idades no se reducen sólo al perverso sexual,
t
pulsi.rr;rf rrrr. .nsierlrrtl t¡tre tiene su lugar erlas capas más externas del seencuentran indicios clc ellas también en personas por 1o clemás sáras»15.
I nrtrcisisttro, y crr trrrl.Iit (os r¡rrc sr: desarrollan más en el preconsciente que Se trata de un acto fálliclo característico que se produce cuando Horne¡
t en cl irc..s.itrrr'. ( lr:rrrr. rrrís se sociologiza el psicoinálisis, tanto Áás que por 1o den-r:ís .ronoce perfectamente la problemática, aparece ago-
romo rcsttlt,t su rilg;uro P:¡r.:r t'l conocimiento de los conflictos ocasiona- biada con el conccl,to de normalidad: habla con tal despreocupación de
dos s.cialrrr.rrrt. l,.r lllisrrr.r rtrtlcrci. se muest¡a también en la exclu- 1a persona scxualrncnte normal como si ésta fuera un ideai que se en-
siórr de tr¡cles lus r'( l)r( s( rr r,¡( i(
'n(.\ ¡ri )pi.tmcnre somáticas. De este modo tiende por sí solo. En otl'o pasaje se le enseña ostensiblemente al lector
se tr:rnsf'or.r¡ r'l Psi, r,.rrr.ilisis t rr t,l:r cspecie de asistencia social supe- que al hablar Llc filicidacl en la vida amorosa no se hace referencia a las
rior. En |-r¡1ar dc;.rrrliz., l;r rrlrlirr:rci<i., los analistas subiiman.l ,ne- relaciones sexrrrrlesl('. Lln semejantes enunciados se delata conformismo
lisis mismo. Lo crrel lo tonvicr(t .rr generalmente aceptable. social, cor.n,r nl()nrcrrro csencial de [a concepción neofreudiana. Este con-
Ello se evidencia rn;is,¡ut t.rr rrirrgurr.r otra cosa en su actitud ha-
cia la sexualidad. Sc pr..r,.rrtl., s..1r,rirr cosrumbre vieja, la mirada im- l3 Krrcr, IIorrr.i,, AI¿'ar \Yege in der I'sl,choana$,se, cit., p. 57.
parcial clel científico obje riv,, r, lil,r,.tlr. prcjuicios, quien a menudo, en t'i Ibi¡.
fenómenos que según llrcu,l .,,n ,,.ru,rlts, rr., puede constatar nada se- It K,,r.,, I l,lr¡r'r', /V'a¡ Wr,ry in der l\ltchoanalyse, p.47
xual. Esra actitud es en 1o Ii¡rrrl:rr.rrr,rl c.emiga de las teorías. pacta 1" Clli. Krrtn ll.rrrty, ly'r'rr Vcge in do Pslthoanalyse, p. 116.
I 2R Esr:rito, ,ociolo,¿icus I lll psicoanálisis reuisada 29
I

firrrrrisrr. ( x[)li(ir irr( rr,,-lo la c]ivisión de los conceptos psicoanalíticos rlcl mismo, no hay que reprochárselo a HorneF; pero sí que detenga
crr ct¡rrsr |r¡r { ir,()s v r)o «)r)stftlctivos. Queda eliminado virtualmente todo c[ pensamiento estableciendo de forma absoluta una diferenciación que
ru«¡rr.'ll,r (. l() (lr¡( trl li.rnbre normal no se rompe [a cabeza, y se deja tcndrla que convertirse en objeto de análisis, pero que no resultaría ll-
srilo lo r¡rrt,irn¡r))l :r la ada¡rtación social. cito vender como solución. Su único intento de determinación del con-
l',sr. r,:rlt. r:rr)ro rcspecto de la atmósféra del revisionismo como de tcnido del ideal moral fracasa: nun estado de libertad interior en el que
sus (()n((l)l()s sociológicos regulativos. Dentro de lo cual cae, estre- todas las capacidades son completamente utilizablesr, Esto no es sólo
r lr:rrrtrl. rclecio.ada con la valoración del sexo, la evaluación de la confuso sino también dudoso. La utilizabilidad completa tiene más que
rrr,r';rl. Irrr csteclios ante¡iores algunos ¡evisionistas, entre ellos Fromm, ver con el concepto industrial de pleno empleo que con la reflexión
lrrrl¡í:¡, se iirrlaclo en la teoría de Freud la cont¡adicción que supone de- sobre los fines para los que existen las capacidades. Resulta indiscuti-
rir,:r.r p.r u, lado genéticamente la molal, pero dejar ptr otro sin to- ble el aspecto dé Ia dialéctica del progreso según el cual individuo y
parrones morales oficiales, la representación de la utilidad y pro_
. rrr lt.,s sociedad están tanto más amenazados por la regresión total cuantas más
tltrctiviclad s.ciales, por ejemplo. Esta crítica entraña ,,erdad'en la ideas se resuelvan mediante el desvelamiento de su carácter mltico. Esta
r.cdicla en que F¡eud no abordó la vigente división del traba.jo entre ¿ntinomia, sin embargo, en la que participa el psicoanrílisis en tanto que
le's cicncias y apenas se preocupó por los punros de vista críticos a ros pieza de la ilustración, ha de comprenderse bien: caracterlstico del des-
(luc corno especialista estaba abocado, cuando no eran atacadas de pliegue del pensamiento filosófico hoy es sobre todo Ia explicación de am-
¡roclo i,mediaro sus teorías específicamente psicológicas. Los ¡evisio- bos momentos antagónicos. Constituirla derrotismo intelectual dejar
.istas inrcnran salir de la contradicción mediante u,a simple inversión. el callejón sin salida como está y anunciar una especie de doble mo-
M ier.tres clue Freud h:rbía aceptado sin más las normas ilorales, como ral: por un lado disolución psicológico-genética de las representacio.
trr.rlt¡rrit'r lí'i.o.lcl siglo ñx lo hubiera hecho rambien, vuclven a crear nes morales, por reducción al origen del súper-yo y de los sentimien-
:rc¡.ill.s l:rs..rmas nrorales previamente dadas, como postulados dog- tos neuróticos de culpa, por el otro proclamación abstracta de valores
r¡ritic.s, ¡r:rrticrrcl. crr apariencia de una reflexión libie. se liberarJn morales libres de todo contacto con las interpretaciones psicológicas.
rlt'l.Prcjrrici,.rr.rrrl, Pcr<> a Ia vez también del anáiisis que lo había di- La concepción neofreudiana conduce, de acuerdo con su propio sen-
sucltt¡. ( lrn cllo tlcst|rryr'ron uno de los impulsos decisivos del progreso tido objetivo, a semejante confirmación del código convencional con
Psic.lrigi.., y :rlr,,r,r [)rr)r l:rrrilrl la necesidad de normas *o."1.. ., io-- mala conciencía, ala doble moral de la moral. Podrla adaptarse dó-
[¡rc <l.l hi..t'sr;r'tlt i.tlivitltr. y sociedad, sin preocuparse ya de si son cilmente a las circunstancias cambiantes.
. lrr¡ vcr.l,r.l.r:rs. A , i, r,,rs sr¡lrscriben la moral convencional áe hov: ul-os Igual de problemática resulta, desde un punto de vista sociológico,
p*rblcrrr,rs .r.r:rl,s rrtlr¡rritrtrr l)or otro lado importancia. fbmirse en la teoría revisionista de las causas de esos conflictos, que Horney llevó
seri. cs.s l)r'()l)l( rrils ,r.r.rlts r'r¡, los que el paciente supuestarnente al mercado con el incierto título La personalidad neuróica de nuestro
batall:r (".sriP. r' .\,() . s( r¡rirri(.rr()s ,1. .uip" .euróticos), prrece llevar a tiempors. Horney considera la competencia como la razón fundamen-
un callcjórr.sirr s:rlitl,r. \( rrirr.r ,lt ¡rr,blcrnaspseudomoraiesydebedes- tal de las deformaciones del carácter en la sociedad contemporánea. En-
cubrírselos c.r., r;¡lt s It,r,r lr:rlr.:i ,¡,,., ,ry,rd", también al paciente a tre los factores de Ia civilización occidental que crean hostilidad potencial
que rnire con h.rrr,r,l,, .r l.¡ ,.r.r ,l, l,,s problernas auténticamente mo- se situaría probablemente en el lugar superior la circunstancia de que
rales que se dan c, l.«l¡r ¡r, rr,,'is' lr).lc rrla postufa f¡ente a ellosrlT. nuestra cultura esté erigida sobre la competencia individuall9. Esto sue-
La distinción entrc P..lrlt .r.r. ¡,rt rr<lrrr.r,rles y problemas auténticos
se realiza de forma autr>rirr¡rirr \, .rl)\rr.l( r,r, sin que se mencione un cri-
rE KarenHonxav, TheNeuroticPersonali4,oJOul 772¿,NuevaYork, 1937;ecl.al.:
terio objetivo o un métt¡tl,, r.r,z¡rrr,rlrlt ,1, tli:ri¡cón.
Que no se disponga l ), t nturotische Mensth unserer Zeit, Stuttgart,
1 95 1 led. ctst.: La personalidad neuróti-

,.t ¡1r ttuestro tiempo,Rarcelona, Paidós, 19931.


17 Karen }Jorney,
Neue Wtgt in rltr l\y,/trt,rl,rly:t, cit., p. 10.
l') Cf'r'. Karcn HLtrtcy. The Neurotic Posona/ity of Our Timc, cir., p.284.
r
Esuitos t'ioltigirc s I
30 so
Elpsicoanálisis reuisado 3l
na tan cxtrrrlio rrl rn, rr,,s c()lro cl Escape/iom Freedom2o, de Fromm, quien vínculos sociales, nuestras amistades, nuestras relaciones sexuales, asl
hal¡í¡ tkste.,rtlo los secr-ificios de autonomía y espontaneidad que pa- como las ielaciones que se dan en el seno de Ia familia, y arrastra por
dccc lrt,y tl intlivitluo hechos, pues, que evidentemente tienen algo ello los gérmenes de la rivalidad destructiva, la denigración, la descon-
(luc vcr ror¡ l:r rlisrrrirrución creciente de la libre competencia debida a ftanzay la envidia dentro de toda relación humana. La profunda des-
Ios rrr:rr rr¡r,rrs.rcios . La hipótesis de tn cultural lag psicológíco: que igualdad, no sólo en Ia propiedad sino en las posibilidades que le están
cl inrlivi.lut¡ se siga afcrrando al espíritu de la competencia. mientras dadas al individuo para la educación, el descanso, para el mantenimiento
t¡rr. tlcrrtr,,lc ll rcalidad social la competencia se hafla en proceso de y recuperación de la salud, contribuye-además a la formación de una
tlcs:rp,rritit'rr. rcsultaría difícil de mantener. Puede que 1as ideologías hostilidad potencial. Un factor más reside por úldmo en la posibilidad
st lt v,rlrr. i.ne n rnís lentamente que las estructuras económicas que las de Ia explotación reclproca, ya sea por parte de un grupo o de un in-
s()l)()r'riul: l)('r() no las formas anímicas de reacción. Antes se afana deses- dividuor2l. Mientras qu€ la reoría económica clásica se había esforza-
1rt'nrtl,r t'l rs¡rírittr temprano de competencia de la capa media en pos de do constantemente por concebir el proceso económico como totalidad
la :rtlr¡risi<ín tlentro de la nueva jerarquía tecnológica. Precisamente la inmanente-legaliforme, en Horney «denigración y desconfianza» apa-
lrsicologí:r dcl yo en la que se obcecan los revisionistas tendría que ex- recen en el mismo plano que las relaciones económicas de grupo. El es-
( r:l('r c()rrsccue ncias de ello. Pero este prematuro desplazamiento no se-
ll quema se aseme.ia al que neutraliza los fenómenos críticos de la psico-
i' ríe ni si<luicra decisivo. Tampoco en la tociedad intensamente liberal Iogla sexual.
r onst itu ía la competencia la iey de acuerdo con la cual funcionaba. Éste No pocas formulaciones neofreudianas se hallan al mismo nivel que
lirc sicrrpre r¡n fénómeno superficial. La sociedad se ve ligada por la esos consultorios de periódico y obras de divulgación en los que se ma-
Anr( nrzu si bien de lbrma variadamente indirecta- de la violencia fí- neja la psicología como medio para el éxito y la adaptación social: «Si
sira, y e ist¿r se retrotrae la nhostilidad potencial» que se deja sentir en se considera el narcisismo no desde un punto de vista genético, sino
r)('ur'()sis v pcrturbaciones del carácter. Al contrario que el propio Freud, con la mirada puesta en su verdadero sentido, entonces deberla des-
«¡tricrr crr cecla paso de la teoría tenía presente que es violencia lo que cribírselo, en mi opinión, fundamentalmente como sobrevaloración del
irrrtri.riz:r cl inclivicluo, la escuela revisionista ha coiocado el domes- yo o autoglorificación, Es decir, como una especie de inflación men-
rit:rrl, r()r)((l)l() tlc lrr competencia en lugar de las amenazas no subli- tal que, al igual que la inflación econórnica, simula valo¡es mayores de
rrr:rrl:rs ,¡u.'.lirrnn:rrr de la sociedad actual no en menor medida que de los que se dan en realídadr2z. Apesar de todas las protestas por el en-
l:r:rrt;rit.r. Iircrrtl, (lu( lr() partía de categorías sociológicas, compren- torpecimiento del desarrollo individual debido a la sociedad, semejantes
tliri l:r ¡,rtsi,irr rlc lrr sorit'rlucl sobre el individuo en sus formas concre- afirmaciones se allan con la sociedad en contra del individuo; la so-
llls, ;rl r¡rt rros tiur il(i(( r¡il(lilnrcnte como sus sociologizantes sucesofes. ciedad tiene razón frcnte al individuo si éste no se somete a los valo-
Ilcs¡rr'tto.l, l.r r,,rli,l,r,l sr¡r'i,rl cn la era de los campos de concentra- res'vigentes. La tesis según la cual el narcisismo, en su forma actual,
cirirr, l.r t.rsrrrrririn (.u:l(t(nz:l trtris que Ia competencia. Ningún mo- no es otra cosa que un esfuerzo desesperado del individuo tendente a
nrcr)(() (l( l:r r.rrtt ¡rt irin rt'isi.rrista lleva de un modo tan palpable el recompensar al menos en parte la injusticia consistente en que en la
sell,r tl. l,r irr,,, ui,l.¡,1 (()n)() sr¡ pluralismo, que empareja despreocu- sociedad del intercambio universal nadie sale nunca satisfecho, queda
prrrl:rrrr.'rrt. lr'rr,irrr, n,rs srrl,t r f it i:rlr'. y determinaciones esenciales de la demolida y mal reconstruida por el pluralismo biológico-sociológico-
socictl,r.l: "S.rl,i,l,, ,.. ,¡rr, l.r Iu, lr,r tlt' la competencia no sólo domina económico de Horney. Ert, p"r, poi alto la ralz sociólógica del narci-
nucsrfils rt l,r, i,,n, r ¡,r,rl, ri,rrr.rl,'s, sirrrl r¡rte atraviesa también nuest¡os sismo: que el individuo, debido a las dificultades casi insuperables que
le salen hoy al paso a cualquier relación espontánea y directa entre se-
20 Cfr. Ericlr Ftx.tuu, llstapt.fiom lircedom, Nueva York, Toronto, 7941 ed. al.:
Die Furcht uor ¿ler F'reihait,'Lút'ich, l\)45 Iccl. cast.: El miedo a la libertad, Barcelona, 21 Karen Horney, Neue Wege in der Psychoanalyse, cit.,
p.775
Paidós,20021. 22 Karen Horney, Neue Wege in der Psychoanalyre, cit., p.87
r
32 ücritos sociológicas I El psicoanálisis reuisado 33

res humanos, se ve forzado a dirigir sobre sí mismo sus energlas pul- se los pone alaluz de los derroteros que ha tomado la ¡evisión. Su idea
sionales no usadas. La salud que Horney vislumbra es de la misma es- inicial, liberar al psicoanálisis de los lazos de 1o autoritario, ha condu-
pecie que la sociedad a la que hace responsable del surgimiento de las cido exactamente al resultado contrario y ha enredado al psicoanálisis
neurosis: nUna confianza en sí mismo sana y segura reposa sobre una con la represión de un modo más estrecho que lo hiciera Freud, quien
amplia base de cualidades humanas, como capacidad de decisión, va- no desafió de forma expresa a la sociedad. Este cambio de función no
1or, independencia, talento, valor erótico y sobre la destreza para do- ocurrió casualmente. La ferviente defensa de Ia ternura y el afecto hu-
minar las situaciones,2J manos contra la sospecha de que pudieran hundir sus raíces en Ia se-
En Horney la simpatía por la adaptación está estrechamenre rela- xualidad, dan testimonio de que los tabúes tienen mayor poder sobre
cionada con su rechazo a ocuparse excesivamente del pasado. Hbrney los revisionistas que sobre Freud. Si protestaban conrra su reoría se-
se ha conjurado con el espíritu dominante que desearía desterrar todo xual en nombre del amor, hicieron suya frente a él simultáneamente,
lo que no es positivo, lo que no es un hecho captable aquí y ahora. desde el comienzo mismo, la distinción convencional enrre amor se-
Su resistencia a la insistente acentuación freudiana de la necesidad de xual y amor sublime, y no se quieren resistir ranro a la represión del
que Ia conciencia tenga que ser reencontrada por la propia infancia, sexual como al ataque ala ptreza ficticia del sublime. La inconsistencia
equivale al pragmatismo que cancela el pasado en la medida que no que denuncian en el seno del pensamiento de Freud, a saber, que éste
sirva para el control del futuro: «Me parece más útil renunciar a se- pone por un lado en el centro a Ia sexualidad y por otro, sin embar-
mejantes esfuerzos (por reconstruir la infancia) y dirigir el interés a go, se aferra al tabú sexual, no es en modo alguno un mero defecto de
las fuerzas que impulsan y paralizan realmente a un hombre; cono- lógica. Se corresponde con el hecho objetivo de que placer y prohibi-
cer éstas de forma progresiva resulta muy factible, incluso sin echar ción no pueden s€pararse de forma mecánica, sino que se condicionan
una mirada a la infancia... No se contempla, sin embargo, el pasado recíprocamente. Ha de conceblrselos en su interacción: resulta tan di-
como el tesoro largamente buscado, sino que en él se ve sólo una ayu- flcil representarse placer sin prohibición como prohibición sin placer.
da oportuna para la comprensión del desarrollo deI pacienter24. La Cuando el psicoanálisis niega este ensamblamienro, queda reducido a
recherche du temps perdu est du tern?s ?erdu. La alegre y fresca propuesra una especie de terapia social para la sana resolución de los conflictos
de Horney anula precisamente la individualidad a la que se supone debe del yo y acaba desembocando justo en Ia confirmación de la sociedad
servir. Si se quisiera seguir esta propuesra, habrla al final que elimi- patriarcal de la que deseaba aparrarse Ia secesión.
nar todo lo que se sale de la presencia inmediata y, con ello, lo que Freud tenla razón cuando se equivocaba. La fuerza de su teoría se
constituye al yo. Lo curado no serla más que un foco de reflejos con- nutre de su enmascaramiento frente a la separación de sociología y psi
dicionados. cología, que es precisamente el resultado de esos procesos sociales que
algunos revisionistas denominan, con el lenguaje de Ia tradición filo-
III sófica alemana, la autoenajenación del ser humano. Si éstos se han de-
jado persuadi¡ precisamente por la penetración crltica en las facetas
La insurrccci«in cr()r)tr-1r ciertos rasgos despóticos del pensamiento destructivas de la séparación, a hacer como si a rravés de la psicotera-
freudieno fi¡c orisinirri:rr¡rcnte el motivo sociológico por el que el mo- pia resultara curable el antagonismo enrre el ser privado y el ser social
vir-nicnto lrcoflcurli:rrro sc cscindió de la ortodoxia. No se puede sen- del individuo, Freud ha dado expresión adecuada, medianre su aro-
cillanrcntc rrcg,rr l,r txisttrrcia cle tales rasgos o su dificuitad. Un mo- mística psicológica, a una realidad en la que los hombres están de he-
me nto clc lu vcrl:rtl st' (r'¿slrrcc cn ellos, sin embargo, tan pronto como cho atomizados y se encuentran separados entre sl por un abismo in-
franqueable. Esta es la justificación objetiva de su mérodo de penetrar
23 Karen Horney, Neue Vege in der Psychoana$,se, cit., p. 116. en las profundidades arcaicas del individuo y tomarlo como un abso-
'' lDta- luto que está unido a Ia totalidad exclusivamente por el sufrimiento,
a §
34 Escritos sociológicos I l:ll psicoanálisis reuisado 35

pol: la pcnr.¡r'il vitaL. Cierto que aceptó de forma ingenua la estructu- procha a Freud el carecer de la fe en lo nuevo, parece que piensa que
ra mor-rrrdolrigica cle la sociedad, mientras que la escuela neofreudiana lo nuevo sería posible en todo momento, que podrla consegulrselo, por
se apr'o1'riti dc lrr conciencia crítica de la misma. Sin embargo, en vez asl decir, bajo pedido. Su concepto de lo nuevo es el de la producción
dc pcrrnancccr- consecuentemente en ella, pretencle superar [o negati- en masa, que proclama de cualquier artilugio estandardizado su abso-
vo rra.t:urdo l:rs rel:rciones inhumanas como si fueran de hecho huma- luta no existencia anterior: nl-o pasado está siempre contenido en lo
nas. Fln le constirución vigente de la existencia, las relaciones entre los, presente de alguna forma... yo diría que no se trata aquí de Ia cuestión
hr¡¡¡r[rres r)o surgen ni de su libre voluntad ni de sus pulsiones, sino a "presente uersas p^sado", sino del principio del desarrollo frente al prin-
partir de leyes sociales y económicas que se imponen sobre sus cabe- cipio de la repeticiónr27 . Pero sólo si la teorla llama a la repetición por
zas. Si dentro de ella la psicología se convierte en humana o en capaz su nombre e insiste en el negativo siempre lo mismo dentro de lo apa-
de prcscntarse en sociedad, haciendo como si la sociedad fuera la so-
i
rentemente nuevo, pu.d, trl v.r rrrr.r.á, a Io siempre igual Ia prornesa
I

ciedld cle los hombres y estuviera determinada por su yo más íntimo, I de lo nuevo. Esto, sin embargo, 1o proscribe Horney como neurótico
I

entonces le otorga a una realidad inhumana el brillo de lc¡ humano. A esos o mecánico. Donde ella asegura que las cosas no son tan malas, el op-
pensadores tenebrosos que se aferran a la maldad e incapacidad para timismo resulta pseudoradical, la fe en las posibilidades ilimitadas del
mejorar de la naturaieza humana y proclaman de forma pesimista la hombre es una confesión de boquilla. Si se preguntara francamente a
nccesiclad de la autoridad -Freud se encuentra en ello junto a Hobbes, los revisionistas qué es lo que tienen entonces, en el fondo, en contra
X4andeville y Sade-, no puede despachárselos fácilmentc como reaccio- de su profesor, presumiblemente responderían que a éste le falta el amor.
narios. Nunca fueron bien recibidos por su propio estrato social. Qrre En una ocasión se contrapuso la magnanimidad de Groddeck y la ter-
deba habiarse del lado luminoso y no del oscuro de individuo y socie- nura compasiva de Ferenczi a la frialdad y distancia de Freud. Ningún
clacl, es exactamente la agradabie y respetable ideología oflcial. En ella pensador o artista innovador escapa a este reproche. Porque éste se tome
inctirren los neofreudianos que se indignan con el reaccionario Freucl, con más amarga seriedad la utopla y su realización, no es por ello un
r»icntras que su intransi¡;ente pesimismo documenta la verclad sobre utopista, sino que contempla detenidamente la realidad tal como ésta
las rcleciones cle las que no habla. es para no dejarse entontecer por ella. Pretende liberar de su prisión
l'lsrc :rs¡recto de la controversia sale a la luz especialmente allí don- los elementos de lo mejor que se encuentran encerrados en ella. Se en-
tlt: Ios rcvisit'rnistas discuten el concepto de lo nuevo. Según Horne¡ durece tanto como las relaciones petrificadas para romperlas. La posi-
cl pens:rrricnto c{c Freud es uevolucionista, pero de una fbrma mecá- bilidad de un giro no se promueve mediante la mentira, diciendo que
nic:r. Visto rlc rrn n'lodo esquen'rático, su concepción afirma que en todos somos hermanos, sino únicamente sacando alaluz los antago-
nucs(r(),l.t,rrr,,ll,,:r pertir clcl quinto año de vida no aparece nada ex- nismos operantes. La frialdad de Freud, que aparta de sí toda inme-
pr'(s:un( r)r( nlr( v() y ,¡tr.' l,rs lc:rcciones o experiencias de los años pos- diarcz ficúcia enüe médico y paciente y confiesa abiertamente el ca-
tt'¡'iolt s s.' Iirrr it,ur :r rt ¡rt tir- l:rs rlc l¿r primera edadr25. ul-a expresión más rácter profesional de Ia terapia, honra más Ia idea de humanidad,
gtrrt'r',rl rl. l ¡rt rrs.rrrrit rrto rrrcrlínico-evoiucionista de Freud se encuen- eliminando de ella de forma implacable toda apariencia ilusoria, que
u'ilLnslr tc,rí:r,l, lirrr¡rtr:rtivodclarepetición.126Dehecho,paraFreud no sea el consejo y el consuelo por mandato, En un mundo en él que el
no h,r1, r,,r r).r(lir l)r()l)i.r¡n( llle nucvo rr:rs las primeras fases del desarrollo. amol se ha convertido en un instrumento psicotécnico entre otros más,
[.a irlúntit:r rt ¡rt rir iorr rlt l;rs lcecciones psicológices ceracteriza un es- se es fiel al amor mediante un pensalniento que insiste en que el médico
tarlio lristrir i,,, , r, ,'l ,¡rr, l,rs trrsgos :trcaicos de la civilización vuelven tiene que curar al paciente sin fingir «interés humanor. La sociedad se
¿ hrtc.r:r(l() (l( l)r(s( rr( i,r. l'.sto lo pls:r por alto Horney. Cuando re- ha desarrollado hasta un extremo en el que el amor acaso sólo pueda
seguir siendo amor como resistencia contra lo existente: n¡Si no odio
25 K, I l0r rr, r', A', ir, \\ ,.1, rt ,l¡t I\_ychoanaQse, cit., p. 42.
26 K. l l,l ttey, /Vrr, \\,.tt nt ,1, t l)ryrhoanalyse, cit., p. 43. I K. Horney, Ncu.e \N/egr in der Pslchoanalysr, c.it., p. 154.
I ¡ \
36 Escritos sociológicos I l:ll psicoanálisis reuisad.o 37

lo malo, no puedo amar lo bueno!r28, se lee en las nbanderas negras» f irntiles. Justo lo que constituye su carácrer imperativo, rayano en lo pa-
de Strindberg. Resulta ilustrativo echar un visrazo a la aplicación con- tológico, procede de su condición infantilr3o. Si Freud denomina in-
creta del postulado del amor revisionista. La simpatía personal con el fántil al enamoramiento, sin diferenciar sus rasgos primariamente libi-
paciente se receta como medio de producción de una buena transfe- rlinosos de los creados por la represión, los revisionisras pueden enronces
rencia, y se ensalza la naturaleza asexual del amor. Sin embargo, tan , rambién motejar de patógeno al amor que es incompatible con el prin-
pronto como el amor no resulta ya práctico, es decir, ran pronto como cipio de realidad.
deja de conducir a una relación objetual feliz, real, se lo denosta. En La aporía se retrotrae al psicoanálisis en cuanto tal. Por un lado con-
su libro sobre selfanalysi?e irrrodujo Horney el concepto de la de- sidera a la libido como la realidad propiamente psíquica; la satisfac-
pendencia patológica. El fenómeno que asl caracteriza,la vinculación ción como positiva, la privación, dado que lleva a Ia enfermedad, como
erótica con una persona más allá de la satisfacción, Io conside¡a abso- negativa. Por otro lado, sin embargo, acepta, si no acríticamente, sí de
lutamente neurótico. Semejante vinculación la tiene por patologla que forma resignada,la civilización que fterzala privación. En nombre del
se oesconde tras conceptos tan pretenciosos como los de "amor" y "fi- principio de realidad justifica los sacrificios mentales del individuo sin
delidad"r. Sano y bien adaptado es, según su esquema, aquel que no someter a un examen racional al principio de realidad mismo. Una do-
concede nunca más sentimiento del que recoge. El amor debe con- ble inferioridad en la apreciación de la libido se ve necesariamente arras-
ll vertirse también desde el punto de vista de la psicología en eso que es trada por esa doble inferioridad que apunta a la problemática de la edu-
ya sin más socialmente: un intercambio equivalente. Se plantea la cues- cación. Como método de tratamiento médico en el seno de relaciones
dón de si el amor, que trasciende el clrculo de las relaciones de inter- sociales dadas debe fomentar la adaptación social del pacienre, animarlo
cambio vigentes, no contiene necesariamente ese suplemento de des- al trabajo ylaalegríadentro de estas relaciones. En ello no puede evi-
esperanza que los revisionistas quieren desterrar. Talvez Ia misantropla tar Ia aceptación de ciertos modos de conducta y formas de satisfac-
de Freud no sea otra cosa que ese amor desesperado y la única expre- ción o ináluso su refuerzo, los cuaies, medidos poi el r"sero del núcleo
sión de esperanza que aún queda. de la doctrina psicoanalítica, son sustitutos inciertos de la teoría de Ia
El complejo pensamiento de Freud conriene un aspecro que está libido. El mismo Freud se vio a menudo empujado a formulaciones
más emparentado con la intención general del movimienro neofreu- que dejan traslucir de forma pregnante esta discrepancia. En un pasaje
diano de Io que al principio parece. Bastarla con que esre movimien- de las Obseruaciones sobre el amor de transferencia advierte al terapeuta de
to se limitara a apremiarlo parcialmente parallegar a consecuencias que los riesgos de ceder a los deseos eréticos de sus pacientes femeninas, y
resultan incompatibles con el núcleo de Ia teorla freudiana. En sus obras luego prosigue: «Por mucho que pueda apreciar él el amor, ha de poner
«técnicas» Freud formul ó parala terapia postulados de flexibilidad, mo- en un lugar más alto la oportunidad que tiene de elevar a su paciente
dificación constante y enfoque práctico que podrían ser tranquilamente por encima de un nivel decisivo de su vida. Ésta tiene que aprender
citados por los revisionistas como justificación de su concepción. Cuan- de él la superación del principio de placer, la renuncia a una sarisfac-
do Horney condena el amor desgraciado ala categorla de lo neuróti- ción fácll, pero socialmente no clasificada, en favor de una más leja-
co, peca contra el espíritu de Freud más por el tenor de su elogio acrí- na, talyez muy incierta, pero tanto psicológica como socialmente irre-
tico de la salud mental que por el contenido de su pensamiento. Asl, prochabler3l. Lo que significa nirreproehable» no se analiza. El hecho
Freud, en sus Obseruaciones sobrc el amor de transferencia,llegó a decir de que la forma requerida de satisfacción sea Ia más incierta, hace du-
que todo enamoramiento «se 66¡¡1pene de reediciones de viejos rasgos dar del principio en cuyo nombre se la exige.
y repite reacciones infantiles... No hay nadie que no repita modelos in-
r0 Sigmurd Fttrtto, Gcsttmmalte Werke, vol. 10, Lonclres,1946, p.317 [ecl. cast.:
'r3 August S'r'RINIIB[RC],Stl¡utrzt F¿bncn, I'lúnich y t]erlín, 1,917, p- 254. Obrn completas, Madrid, tlibliotcca Nueva, 19971.
2') (1fi'. Karen Hc»rNuv, Se(tna$su, Nueva Yrrrk, 1942. rr Sigmuncl Frcucl, ap. cit., p.31,9-
l

38 Escritos sotioltigitos I
[.a g.mntlt'ze clc l]reucl consiste, como la de todo pensador burgués
radicrrl, cn dcjer sin resolver tales contradicciones y en rehusar a la pre-
tctrsirin cle rrn,r lrmc¡nía sistemática allí donde la cosa misma se en-
clrcntr:r cscnci¿ilrnente desgarrada. Freud pone de manifiesto el carác-
tcr ant:rgtinico cle la realidad social, en 1a medida que 1o permite su
teorí:r y su ¡rraxis en el marco de unadivisión del trabajo prefijada. I-a
incertidrurL,re del objetivo propio de la adaptación, la irracionalidad
clc la ¿ctivicl:rd racior-ral por tanto, que el psicoanáiisis pone al descu-
bicrro, rcfleja algo de la irracionalidad objetiva. Se convierte en de-
nuncia de la civilización. Los revisionistas necesitan sólo aislar el lado Sobre la relación entre sociol ogía y psicologla
práctico-realista de la concepción freudiana y poner el método psico-
an¿rlítico, sin reserva alguna, al servicio de la adaptación para alavez
sentirse como los ejecutores de las intenciones freudianas y romperles
a éstas la espina dorsal. Con ellos no nos las habemos tanto con des- [)csde hace más de treinra años se perfila enrre las masas de los paí-
viaciones heréticas de las doctrinas de Freud como con un flícil alla- , . :rltamente indust¡iaiizados la tendencia a, en lugar de perseguir in-
namiento de sus cont¡adicciones. En sus manos, la teoría freudiana se r, racionales ¡ a la cabeza de ellos, el de Ia conservación de la pro-
r ( ses
convierte en un medio más para integrar conmociones mentales en el vida, entregarse a una política desasrrosa. Cierto que se les prometen
¡,r.r
statu quo social. El análisis del inconsciente [o convierten en una par- ,, ntejas, pero se sustiruye alavez enérgicamente la idea de su felicidad
te de la cultura de masas industrializada, un instrumento de la ilus- 1,1)r Ia amenaza y la violencia, se las carga con sacrificios desmesuraclos,
tración lo convierten en un insttumento de la ficción de que sociedad ( l)one en peligro de manera directa su existencia y se apela a deseos
e individuo, adaptaciór.r a la realidad todopoderosa y felicidad se sola- , Ir nr rle rte latenres. Algunas de estas cosas se hallan
tan manifiestamente
parían. Esta ficción es cada vez r-nás ideología omnipresente de un mun- Lr luz para los sujetos afectados, que a quien se esfuerza por la com-
do que atrapa por completo al individuo en una organización sin fi- t,r, rrsión le resulta difícil darse por sarisfecho con lo decisivo, la docu-
suras, pero que, sir-r embargo, no deja de ser menos forzada e irracional ,r( ntación de las condiciones objetivas de los movimientos de masas,
de lo que lo fueron nunca los daños psicológicos del individuo. , ,r,, sucumbir a la sugestión de que no vale ya ley objetiva alguna. La
.rrrtigua explicación de que los interesados controlan todos los medios
[Tiaducción alemana de Rainer Koehne] ,1, l.r opinión pública, no basta por sí sola. Pues las masas dificilmente
I 952 , ,l,jarían capturar por una propaganda burda y a ojos vista falaz, si
, ,, cll,rs mismas algo no se ajustara a los mensajes de sacrificio y de vida
1,, Iiqrosa. Por eso, de cara al fascismo, se ha considerado necesario com-
l,l, r.'r la teoría de la sociedad mediante la psicología, en especial me-
,lr.rrrtc la psicología social de orientación psicoanalítica. La interacción
,rrnniosa del conocimiento de las determinantes sociales y de las es-
rrr(lUr-as Pulsionales predominantes en las masas pfometía una com-
t,r( nsi(;n cabal de la consistencia de la totalidad. Mientras que la com-
¡,lrt ir'nte ciencia del bloque del Este exorcizaba como obra diabólica
I r ¡,sitrrlogía psicoanalítica, la única que investiga en serio las condiciones
,rl,jt tiv:rs de la irracionalidad objetiva, ¡ tal como 1o resolvía Lukács,
{
40 Escritos socio/ógicos I Sobre la relación entre sociohgía I psicohgía 41

clasiflcal¡l a []rcuc{ iunto con Spengler y Nietzsche dentro del fascismo, tos en diferentes niveles de abstracción y en diversas combinaciones»4.
se clcs¡rlez-aba cl acento, de este lado del telón, no sin ciertos reparos, Esto resulta sólo posible pudiendo superar la divergencia entre sociolo-
sol¡re lo rnent:rl y el hornbre y sus denominados existenciales, sustra- gía y psicología independientem€nte de la constitución del objeto. Si
yénclosc con cllo a un¿1 teoría vinculante de la sociedad. Al final, con con su organización progresiva ambas ciencias clarificaran la estructu-
t:rlante escé¡rtico, esta teoría se puso al nivel, como desde luego era ya ralógSca de sus conceptos, entonces podrlan, de acuerdo con esta con-
el caso cn el escrito freudiano tardío sobre el malesta¡ en la cuiturir, de cepción, conectarse sin fisuras. Si se tuviera por fin una teoría dinámi-
motiv¿lciones poco sólidas, mer¿lmente subjetivas. Cuando se reflexio- ca totalmente adecuada de las motivaciones humanas, sería probable,
na sob¡e la relación entre teoría de la sociedad y psicología, no se hace según Parsons, que desapareciera la diferencia de los nniveles de abs-
sino seiralar a ambas disciplinas su h.rgar dentro de la sistemática de las tracciónr. Cómo s.e relacionen entre sí momentos obietivo-sociales y psí-
cienci¿rs, y las dificultades que plantea su relación se tratan como cues- quico-individuales va a depender de la modelación meramente con-
tiones de los modelos conceptuales que hay que aplicar en cada caso. cepnral que experimentan estos momentos en la empresa académica, con
Si los lenómenos sociales son deriv¿rbles de condiciones objetivas, de la la limitación habitual de que es aún demasiado pronto parala slntesis,
vida psíquica de los individuos socializados o de ambos, si los dos ti- de que habría que recopilar más hechos y pulir con mayor precisión los
pos de explicación se complementan, se excluyen o si su relación mis- conceptos. Mientras que Parsons, en la senda de Max tWeber, percibe
rna precisa de una cor-rsideración teórica ulterior - todo esto se reduce con agudeza lo inadecuado de muchas de las explicaciones psicolégicas
:r metodología. Con derecho subraya Tirlcott Parsons, tan representa- al uso de Io social, no sospecha tras esta inadecuación conflicto real al-
tivo de tales propósitos, en su estudio uPsychoanalysis and the Sociai guno entre 1o particular y 1o general, ninguna contrariedad entre el pro-
Structurerl, coincidiendo en el1o con la vieja tradición alemana y tam- ceso vital existente por sl mismo y lo individual que simplemente es para
bién con Durkheim, la independencia y separación del sistema social, sí, sino.que para él el antagonismo se convierte en un problema de or-
que tiene que ser comprendido en su propio nivel, no como mera re- ganización cientlfica que se. resolvería armónicamente con el progreso
sultante de las acciones de los individuos2. Pero la distinción se adhiere continuo. El ideal inferido por las ciencias naturales de Ia unificación
también en é1 a eso en 1o que el sociólogo está «interesador: modos de conceptual no vale, sin'embargo, sin más, respecto de una sociedad que
comportamiento y actitudes de relevancia para el sistema social. Por tiene su unidad en el hecho de no ser unitaria. Las ciencias de la socie-
eso pide únicamente que ios problemas sociológicos de motivación ter-r- dad y de la psique, en la medida en que ayatrzan sin vinculación algu-
gan clue verse formulados con categorías del/rame of reference of the so- na entre ellas, incurren comúnmente en la sugestión de proyectar sobre
cia/ sltsteru y no de la personali4,. Los modelos racionales de la sociolq. su sustrato Ia división del trabajo cognoscitivo. La separación de socie-
gía sólo debcrí¿rn coincidir con la comprensión psicológica establecida3. dad y psique es falsa conciencia; eterniza categorialmente la disensión
Con clcs¡rreot:trpación respecto a si la diferencia radica en el asunto mis, entre sujeto viviente y la objetividad que rige sobre los sujetos y, sin em-
mo, la clccr:irin rlc una línea de análisis social o psicológica se reserva bargo, procede de ellos. Pero esta falsa conciencia no se puede desmontar
al arbitlio rlc les rlisciplinas que participan en la investigación. Parsons por decreto metodológico. Los seres humanos no son capaces de ¡eco-
se oponc, c()nrrilriitnre rrrc al primitivismo de la ciencia unificada, a que nocerse a sl mismos en la sociedad ni ésta en sí misma, porque están
ulos típirrrs l)r()l)l( nr:rs rlcl psic<ilogo y el sociólogo sean diferentesr. Pre- alienados enue sl y respecto al todo5. Sus relaciones sociales cosificadas
cisanrcnt.r por .llo tt rrtlr-írrn uaml¡os que emplear los mismos concep-
{ l}lcott Parsons, a¡. cit., p.376.
5 lasociología ernpírica ha derivado de ello la upersonalización,, 1a inclinación a expli-
1 Cf¡. Talcon P¡.RSoNS, «Psychoanalysis and the Social Structuqer, The Psychoanalytic clrse los proccsos socialcs causados objetivamenre como acciones de buenm o malas perso-
nas, con cuyos nornbres los rnedios públicos dc infbrmación asocian csos proccsos. (Cfr.
Quarterly, vol. XIX, nrlm. 3 (1950), pp. 371 ss.
2 Cfr. Talcott Parsons, ap. cit., p.372. Theorlo¡ \(I At ¡ctttxo r¿ ¿¿l., « l'he Authorjrarian I)ersonaliq,r, en Mu l-lorkhejmer y Samuel
3 Cfr. Talcott Parsons, ap. cit., p.375. H. Flowerman (ecls.), Studits in Prtyzrl¡¿., NuevaYork, Harper Brothers, 1950, pp. 663 s.).
4) Fstritot sotiolt)gi,os I .\ohrr /a relación entre sociología psicologia 43
1,

.,, 1,'r ¡,r,.,, rrr.llt n(.((.silr.ilttltente como un sef en sí. Lo que la ciencia I'.n sintonía con la tradición sociológica, el Parsons orientado psico:r-
i.,¡ri r i.rlrz.rrl.r l)r()),Lrcta sobre el mundo refleja sólo 1o que acaeció en el rr:rlíticamente rinde cuenta de las rnotivaciones rro ¡-rsicológicas, 1os me-
rrrrr¡rlr,. l,,r l:rlse conciencia es a Ia vez algo correcto, li vida interior y (iurismos que hacen que los hombres actúen en correspondencia con
l.r . xr. r'i,r. lra'sido desgarradas la una de la otra. sólo a través de la de- ( xl)cctativas objetivo-institucionales, taml¡ién en oposición a lo que en
ti r.ri,uci(rn de 1a diferencia, no mediante concepros ampliados, se ex-
¡rsicología se denomina estructura de la pe rsonalidads. A las fijaciones,
prcsa dc forma adecuada su relación. La verdad á. l, tot"lidrd se halla ,.¿lizad¿rs por los individuos, de objetivos generales mediados social-
er.r la parcialidad, no en la síntesis pluralista: una psicología que no quie-
n)cnte con una racionalidad de fines, les correspondería el primado fren-
re saber nada de la sociedad y se aferra idiosinirásicaÁ.ni. ,l iniivi- rc e las tendencias subjetivas que se den en cada caso. Desde luego que
duo y su herencia arcaica, .rpr.., más de la fatalidad social que otra l.r rnediación decisiva, la razón de la autoconservación, se acentúa me-
que, mediante la consideración cle ufactores, sociales o de u' tubo/istic r*¡s de lo que lo hiciera Max Weber9. Evidentemente Parsons mismo
approacb, se incorpora ala uniuersitas litetnrum que ya no exisre. ,,,ncibe esas normas sociales como esquemas sedimentados de adap-
La unificación de psicologia y teoria de la sociedad mediante la apli- r.rción, es decir, si se quiere, al final una vez más como esenciaimente
cación de los mismos concepros en diversos niveles de abstracción, va
l,sicológicas. No obstante, en cuaiquier caso entiende, en oposición a
a par¿u necesariamente, en lo que se refiere al contenido, a la a¡moni- l.r t'conomía subjetiva dominante, que las motivaciones económicas no
zaciór-r. Parsons se logra la inregración de una sociedad, supuesra
_Según ',, :rsimilan tanto a lo psicológico como al uafán de luc¡orlo. Seguro
por él de modo tácito y valorada generalmente como positiv", .u"rrdo ,¡rrc el comportamiento económico racional del individuo no se ¡eali-
sus necesidades funcionales
-como momenro objetivo-social- coinci- /.r rneramente a través del cálculo económico, el afán de lucro. Esto se
den con los esquemas del nsúper-yo promedior6. Esta adaptación re- l,.r r:onstruido más bien de fbrma adicional para, mediar-rte una formula
cíproca de los hombres y el sistema se eleva a norma, sin que se hu- ,
¡rrc :rñada pocos elementos nuevos al estado de cosas, explicarse de al-
biira cuestiona,lo la posición de esos d65 upatrones, en el conjunto del r,,tin rnodo la racionalidad, desde el punto de vista del individuo en
proceso social, ni siquiera el origen y la legitimidad del nsúper-yo pro- ,,r,,clo alguno evidente, de la conducta económica promcdio. Más eserr-
medio,. Tárnbién las situaciones pernicioias, represivas, p*.dén io"- , i.rl como motivo subjetivo de la racionalidad es la angustia. Esra se
densarse normarivamente en semejante súrper-yá. El precio que ha de ( n( rrentra mediada. Hoy en día, quien no se comporta de acuerdo con
pagar Parsons por la armonía conceptual consiste en que su concepro l,rt reglas económicas, rafa vez se arruina en el acto. Pero en el hori-
de integración, copia positivista de li identidad de sujeto y objeto, áe- /()ntc se perfila el descenso en la jerarquía de las clases. Resulta visible
jaríir espacio a un estado irracional de la sociedad, en la medida en que
l.r r,íe que conduce a io asocial, 1o criminal: negarse a coiaborar 1o con-
sólo tendría podel suficienre para modelar de anremano los elemen- Yi( r tc ¿r uno en sospechoso y expone incluso a la venganza social a quien
tos pertenecientes a esre estado. La coincidencia dei súper-yo prome- .rr¡n no necesita pasar hambre o dormir debajo de un puente. La an-
dio y 1as necesidades funcionaies de un sistema social, a ,"b.i 1". d. r,,rrsl i:l a ser expulsado, la sanción social de la conducta económica, hace
su propia perpetuación, se alcanzan de modo triunfal en el Mundo Fe- rr( r¡rl)o ya que se ha interiorizado con otros tabúes y condensado den-
liz de Huxley. La teoría de Parsons no se refiere, desde luego, a seme- r , ,, ,lcl individuo. Históricame nte se ha convertido en una segunda na-
jante consecuencia. Una mentalidad empirista le previene á. ,rpo.,., t,r.rlcz-a; no en vano, existencia significa, en el uso filosóficamente puro
esa identidad como reaiizada. Parsons acentúa la áivergencia enire los ,1, I tórmino, tanto la existencia natural como la posibilidad de la au-
hombres como seres psicológicos
-«esrrucrura de la pásonalidaclr- y
1a disposición objetiva *«esrrucrura institucional,,- del mundo
".tu"li. (lfi., Talcott Parsons, ap. cit., p.374.
''" ( lfr. Max -il/¡¡sn, «Über einige Kategorien der verstehenden Sozíologie", Gesam-
6 Cfr. Talcott Parsons, ap. út., p.373. ,,t,lrl tlut'iiitze zur Wissenschafislehrc, Tubinga, 1922, p. 412.
' Cfr. ibid.
" (-fr. Talcott Parsons, ap. cit., p.374.
t
44 Esnitos socioLjg.icos I Sobre la relacitin entre sociohgía 1 psicobgía 45

toconscrvacitin dcrlrro del proceso económico. El súper-yo, la instan-


sujeto atrapado. La teorla de Ia conducta racional lleva a contradic-
cia de Ia c.rciencia, pone a.re los ojos del individuo no sólo lo mal vis-
ciones. Así como es inmanentemente irracional lo que Ia razón del sis-
to soci¿rlnrcrte cor.o lo malo-en-sí, sino que fusiona de forma i¡racio- tema exige de sus miembros, en la medida en que la totalidad de las
nal la ansusria antigu:r a la aniquilación fisica con la muy posterior acciones económicas que persiguen determinados fines promueve en
rlrlgusrla a no perrenecer ya a ia unión social, que en lugar de li r]atura- todos el hundimiento, ademá de la reproducción de la totalidad, igual-
leza abarca ,r los hombres. Esta angustia social, aiime,taÁ en fuentes atá-
mente y de modo inverso el ré).os absoluto de racionalidad, la consuma-
vicas y muy exagerada de múltiples fo¡mas, que desde luego puede vol_
ción, trascendíaalaracionalidad misma. La racionalidad es siempre una
verse a conveftir en todo momenro en angustie real, ha acumulado una
medida de sacrificio vano y cofl ello es tan irracional como lo serla un es-
viole.cia tal que tendría que ser un héroe mo¡al quien se librara de ella, tado sin sacrificios que no precisara ya de ratio alguna.
incluso entendiendo a fondo lo que tiene de ilusó¡io. presumiblemente Parsons alcanza la alternativa que sólo podrla eliminarse median-
los.hombres se agarrarl de forma tan desesperada a los bienes, cuestio- te la crltica del estado antagónico: la elección entre dos figuras de Ia
nados desde largo tiempo y en gran medida absurdos, de la civirización,
falsa conciencia que tienen incesantemente razó¡ la una frente a la otra,
q'e les deben garantizar un comportamiento económicamente razona- entre una psicología racionalista y una teoría de la sociedad psicolo-
ble, porque en su momenro les reiultó enormemente dificil alcanzar eros
gista. Sin embargo, en este punro se interrumpe la reflexión. El lugar
por sí solos la civilización, y los medios de comunicación hacen lo suyo de la determinación de los contenidos de la motivación lo ocupa la elec-
para favorecerlos. La e,ergía pulsional del homo oeconomicus,q.r. d" á.-
ción delframe of reference, del sistema de referencia científico, dejada
denes aquí al homo psycho/ogicus, es el amor forzoso, inculca.lo, a lo que
al gusto del investigador como ocurre con la elección del tipo ideal
en su día se odió. Semeja'te upsicología» marca la f¡ontera de [a ¡ela- en Max \fleberl1. El postulado segrln el cual las teorlas sociológicas de
ción de inte¡cambio racional con la viálencia, pero limita a ra vez el po- la motivación tendrlan que coincidir con el conocimiento logrado en
der de la:"..1d" caso psicología propia de los iujetos. La convicción de eada momento sobre la estructura de Ia personalidad sustituye, por mor
la racionalidad transparent. di 1, ..o.ro,,ía es un autoengaño de la so-
de la unidad de la explicación cientlfica, un objeto uniforme por uno
ciedad en no menor medida que el de la psicolágía como ra-
^burguesa escindido; en la medida en que los individuos son productos del todo
zón suficiente de la acción. Esa racionalidad se fundamen-ta en la vio-
social, entran necesariamente en contradicción con el todo en tanto
lencia fisica, el tormento_corporal, en Lln mome'to material que supera
que tales productos. Donde Parsons se da por satisfecho aportando ca-
las umotivaciones materiales, intraeconómicas del ,-rismo mo,ro
qr..o-- dencias científicas que se compensan, la incompatibilidad de las cate-
pe la econornía pulsional psicológica. En la sociedad de intercaÁbio ,le- gorías que pretende unificar constituye un indicio de la incompatibi-
sarrollada, esta angustia respecro a la desproporción entre el poder de
lidad entre el sistema y los seres humanos que lo componen. Se acepta
las instituciones y 1a irnpotencia del individuá se ha generaliráo d. t"l
resignadamente la sociologla como Io que ahora es: uThe sociologist's
modo, que se prccisarían fuerzas sot,rehumanas para mantenerse fuera problems are differentr12. Pero entonces ya casi no es posible enten-
mientras <1ue sin-rultáneamente el mecanismo reduce de forma incesan-
der por qué los psicólogos iban a emplear los mismos conceptos en di-
te las fuerz-as cle resistencia de cada individuo. pero sigue resultando tan
ferentes niveles de abstracción y en diversas combinacionesl3. No se
incierto c.r,. sicr.npre, a pesar del indiscutible primaiio de la economía trata en absoluto de simples niveles de abstracción entre los que aún
sobre Ia psic.l.gí:r .'. el comportamiento del individuo, si su raciona-
se abren huecosl4 en virtud exclusivamente de la incompletud de nues-
lidad e.s c. abs.lt¡r. rec,i<,rraf y no podría ser desenmascarada en cual-
quicr r-n.r.e.to 1'r.r' le Psicología como racionalización desmesurada. lL Cfr. Max'rVet¡er, uDie Objektivitát sozialwissenschaftlicher uncl sozialpolitischer
Micntras la r¿rrio ¡rrrrciel ccrrrrirnica, la razón de Ia totaiidad sea cues- Erkenntnis,, op. rit., pp. 190 ss.
12 Talcott Parsons, ap. cit., p.376.
tiona[¡lc, se de'spliegarr fi¡e rz:rs irreci.nales para su perpet.ación. La irra- )3 Cfr. ibi¿.
ci.nalidrrd tlel sistcn-ra r,rci..el s,rlc a la sirperficie en la psicología del ta Cfr ibid.
.'i(, Escritos sociológicos I Sobre la relación en*e sociología jt psicología 47

.(¡ , i)rr()(,rr( rr() trrr¡ríric,. Las co¡rtradicciones objetivas no son fe- entre las personas, en especial la del cambio equivalente, y al dominio
f n()s rr'lursitorios del intelecto que desaparecen con el tiernpo. Les
r1)r1r( de un órgano configurado según el modelo de tales determinaciones
tcnsiones que en ia sociedad vigente se pueden arenua.r, per:o no eli- desligadas de los seres humanos, de la ratio. Por eso es ideológica la
nrina¡ en el transcurso de b¡eves intervalos y dentro de sectores limi- economla «subjetivar: los rnomentos psicológicos que trae a colación
tados, se proyecran de refilón sobre el .rq.,.-, esrárico de concepros para explicar la circulación del mercado son meros accidentes de ésta,
más generales -sociales- y más específicos y el desplazamiento del acento presenta el fenómeno superficial como
-psicológicos- que pár ei
momento no configuran un conrinuo debido a que faltan darosiuan- lo esencial. La sospechajustificada de Parsons de que los expertos psi-
titativos suficientes para la generalizació' de lo individual. pero la di- coanalistas son incapaces de aplicar por sf mismos de forma adecuada
ferencia entre individuo y sociedad no es sólo cuanrirativa: así se la en- los conceptos analíticos a los problemas sociales, afecta no sólo a Ia in-
cara únicamente por la vía de un proceso social que acuña de forma clinación univeisal de los expertos a extender sus conceptos parciales
previa a los sujeros individuales como portado... d" ,., función en el a una totalidad que se les escapa, sino también a la imposibilidad ab-
proceso completo. Ninguna síntesis científica futura podrá reconciliar soluta de explicar psicológicamente lo que en modo alguno surge de
1o que está ¡adicalmente escindido consigo mismo. la vida psíquica de los seres humanos individuales. La conmensurabi-
que las leyes sociales no pueden uextrapolarse,) a parrir de lidad de las formas de conducta individuales, la socialización real se
. ..Mientras
basa en que estas formas no se enfrentan directamente entre sí como
hallazgos psicológicos, en el polo opu.rto el individuo no es simple-
mente individuo y susrraro de la psicología, sino que a la vez es siem- sujetos de la economla, sino que actúan según el pauón del valor de
pre, en la medida en que se compome racionalmente, soporte de las cambio. Esto prescribe la regla a la relación de las ciencias entre sl. Su
determinaciones sociales que lo marcan. Su .psicologíar, e-n ¡¿rr¡o especialización no podrla corregirse mediante el ideal de la polimatla,
Ou.
zona de Ia irracionalidad, remite en igual medida que [a ratio Áo- de alguien que fuera experto tanto en sociologla como en psicologla.
mentos sociales. Las diferencias específicas de los individuos son " ran- El grito de guerra que pide Ia integración de las ciencias es expresión
to nlarcas de la presión social como cifras de la libertad humana. La de desamparo, no de progreso. Antes es de esperar que la insistencia
oposición enrre esros dos ámbitos no puede verse escamoteada por un en algo específico, escindido, reviente su carácter monadológico y sal-
esquema de generalización científica, pero rampoco debe converti¡se vaguarde en su núcleo lo universal, que la slntesis conceptual de lo re-
en absoluta. De lo cont.ario se tomaría literalménte la autoconcienci¿r almente disgregado ofrezca apoyo a la disgregación. El conocimienio
del individuo, ella misma producto eflmero de una sociedad inclivi- no tiene poder para otra totalidad que la antagó níca, y sólo en virtud
dualista. La divergencia enrre individuo y sociedad es en esencia de ori- de la contradicción es capaz en general de afcanzar la totalidad. El he-
gen social, se ve perperuada socialmente, y sus manifestaciones han de cho de que la dotación específicamente psicológica contenga casi siem-
explicarse ya de antemano en clave social. Incluso el materialismo vul- pre un momento irracional, en cualquier caso antisistemático, no cons-
gar, que pone sólidos inrereses de lucro a la [-¡ase de 1as formas de reac- tituye él mismo luta azaf psicológico, sino que deriva del objeto, de la
ción individual, tiene razón frente al psicólogo que deriva de las co- irracionalidad escindida en tanto que complemento de la ratio domi-
rrespondientes infancias los modos de conducta económicos de los nante. El éxito de la estrategia científica de Freud no deja de basarse
adultos, modos que se rigen por leyes económicas objetivas, y en las a la postre en el hecho de que en él a la perspicacia psicológica se le
cuales la consritución individual de los contratantes no interviene en uniera un carácter sistemático, entreverado de exclusivismo y afiín de
absoluto o sólo lo hace como mero apéndice . Incluso si fuera posible, dominio. Mienuas que justamente la intención de forzar sus hallaz-
tai como 1o pide P¿rrsons, trna adaptación de los concepros psicológi- gos hasta abarcarlo todo hizo madurar el punto de falsedad del psi-
cos a las precisas ex-ige,cias de la teoría de la sociedad ,"*ltari" de po"." coanálisis, debe su fuerza de sugestión precisamente a ese afán de to-
ayuda, ya que los fenóme nos específicamente sociales se han emanci- talidad. Se lo recibe como ftrmula mágica que promete resolverlo todo.
pado de la psicología gracias a la conexión de determinaciones abstractas Grandes efectos intelectuales están siempre conjurados con un mo-
r,1
,,,,r,, ¡1,, r.lr rrt i.r, cie dorninio
L:t;.itos sociu/igirus

sobrc los seres humanos; al colectivo


I
I .\ioLre l¿ reldtión tntre socio/og/a 1t psicohgia
del núcleo de la teoría psicoanalítica, del conflicto enrre el
49

l,r ( t r,,.r r ) r( r rc lo seduce lo narcisista y aislado del que da órdenes, corno 'crriegan
.v,r y el ellors. Hartmann se aferra a una esféra psicológica sui géneris.
,l ¡rr.Pi. Freud sabía bienrs. La ideología de las personalidades gran- I )e hecho, la conducta de un psicótico, pero también la de algulen que
,lts y fucrtes tiende a adscribir a éstas, .o-o,"rrgo humano, lo ñ-,hu_ ¡r,rdece una neurosis car.acterial, que va por el mundo .r.,rá-rrdo.. irr-
n'rano, el disponer brutalmente de todo lo que es1,-,ntrario. Es propio
. vitablemente perjuicios a pesar del fur-rcionamie nto en sí unormal, de
de la impotencia de la verdad en su existencla el hecho d. q,r. p"., ,., sLr inteligencia, son incomparablemente mucho más upsicológicas,
verdad t€nga que desatar justamente ese momento ,1. .oa..i¿rr. que
ll de un hombre de negocios que puede o no poseer ios ,"rg-os d.l ."-
F.l psicoanalista Heinz Harrmann, que se pronunció sobre las in-
r:ícter propio del rol en el que se mueve, pero que, una vez ql,. h" ,..p-
vestigaciones de Parsons, comparte con éste la simpatía por un lenguaje
r,rclo esre rol, no puede comportarse de situaiión en situaiión de for_
conceptu¿rl común a ambas disciplinas; concede sin .*b"rgo, .i .r_ r,:r cliferente a como 1o hace, mientras no se le califique dc neurótico.
plícita oposición al psicologismo predominante de la ortod"oxia freu- (licrto es que ni siquiera el modo de comportamienio perfectamente
diana, que las ciencias sociales podiían realizar predicciones váiidas sin rr¿rcisista del psicótico está privado de su aspecro social. Incluso de-
tener en cuenra esrrucruras individuales de 1a personalidadr6. Ha¡rmann
tcr¡rinados tipos de enfermedades mentaies pueden construirse muy
recurre en eilo a la difere,cia intra-analítica e,tr. acciones del yo con.s-
lrien de acuerdo con el modelo de una sociedad enferma. Hace trein-
ciente o preconsciente y acciones del inconscienre. En lugar á...r.o- ta ¿íros que Lukács concebía ya la esquizofrenia como consecuencia ex-
traer, como los revisionistas, el inconsciente a i,flujos so'ciales direc-
trcma de la enajenación social del sujeto respecto de ia objetividad. pero
tos con vistas a hacer una interpretación social, se adhiere a la distinción
irLrnque ia oclusión de la esfera psicológica en personas autisras posee
freudiana enrre yo y ello. El yo, la instancia escindida por la energía cll¿r misma un origen social, estable.., ,rn" véz constituid", ,r" .r-
pulsional origin^aria, cuya rarea consisre en uexam.inarrti la realidad] y tructura de motivación psicológica ¡elativamente uniforme y cerrada.
que en esencia facilita la l¡bor de la adaptación, se desmarca, según la (lontrariamente, el yo dueño de'sí mismo se motiva en la relación,
lógica de Harrmann, de la morivación psicológica y cjercc, .,r'rrr,o am-
plia de miras, con la ¡ealidad; la mayoría de las veces su psicología ya
que principio de realidad, la función lógico-objetivrrrt.. El psicoaná- sólo sigue apareciendo como perturbación, y se la co'tiene *.iirrr,.
iisis estricto, que sabe del enf¡entamiento de la, iu..r". psíquicas, pue-
.:l drástico predomi.io de la ratio en la que roman cuerpo inte¡eses so-
de hacer valer la objetividad de las leyes del rnovimiento e.orrómi.o ciales_objetivos. Las meras del yo no se identifican y".on 1.. metas pul-
frente a las excitaciones p.ulsionales subjetivas, antes que cloctrinas que,
sionales prirnarias, no se pueden traducir ya a eiias y las co'tradicen
con el solo objetivo de elaborar un conrinuo entre stciedad y p.iq"., de.múltiples formas. No es cuestión que se limite a la simple termi-
nología el. ampliar o no el concepro de lo psicológico, de modo q.r.
It uTodavía ho1' los individu.s de la masa
, neccsi¡an er espejismo tle que el cauilillo también.abarque la ulogicización, de la ener[ía psíquica. Ert. .orl.epto
los ama a todos por ieual y con raztin, pcro el propio caudillo no precisa amar
a nadic sólo recibe su susrancia de la oposición de li iriacionalidad con lo ra-
más, le es iícito poseer una naruraleza il. seRoi, narcisistr, pero segur¿
"ü.,rlrt"rr.,r."
de,sí e independiente» (Sigmuncl Frerd, Massenpsltchobgie untl lcb,,,l,r,rürr, cional como algo extralógico. No resulta casuai que el psicoanálisis se
op.-r¡1..,
vol. 3, Londres, 1 940, p. 1 38 | Psicohgítt tle ks m)sas in,ilisis del ya, en' op. "r,
cit.,'vol. 7',
concibiera dentro del ámbito de la vida privada, de los conflictos fa-
,1 1,
M¿drid, Biblfuteca Nueva, 19971). rniliares, de la esfera dei consumo hablando en términos económicos:
r" Cfr. Hcinz Henrlr.r,rNN,
"The Application olpsvchoanalytic Concepts ro Social éste es su dorninio, ya que el juego de fuerzas propiamente psicológi-
Scicrrtc',. cn 7.he l\¡,tlnana.l¡,ric ()uarteily, vol. XIX, ntim.3 (1950), p.3gi.
cas está delimitado al sector privado y apenas iieni poder .obr. l" i.-
' ' L-r pruche de reali.l¡d la colocaremos, como urr¿r cle las grandes instit.ciones rler
¡,o, junto a las censuras entre sistemas psíquicos que ya conoccmos, y espcraremos que
féra de la producción material.
el anLilisis de los afectos narcisistas no, ,,vuá. a deicubri. ot.". i.rtitu.i,rrr.s
seniejantis,
(Sigmund F.reud, Metapsltchologisrhc l.:)rginzurtg zur Tiaumlehra 18 cfr. Theodor \x/.
fComplemcnto
- -riopriro_ AD.iiN., nZu. verháltnis ,on psvchoanalvse unci Gesellscharis-
t la doctrird rle los sueíiosJ, en op. t:it., uJ. tO, tq46,
lógico
¡t.424.) theorie,,Py,che6(1952),p. lTss. lrhoru:,Filpsieorn.ilisisr.risado,, suptn,p¡t. 1()ss.].
l
50 Esrritos sociológicos I \obrr l¡ relación entrc sot'iología 1 psinlogía 5l
[.:r st¡r:rr':rt itin tlc los rctos sociales en ios que se reproduce la vida
suelos, padecer ataques de llanto convulsivo o descubrir conjuras ima-
rlt los lrorrrlrrts, l,cllos rnismos, les impide llegar a ver el mecanismo,
v los tlcj:r il n)('r'cc(l clc esa sentencia según la cual todo se reduciría al ¡linarias, es una rnera máscara de la locura sociall9. No se trata sólo de
,¡rre ei ámbito psicológico encoja tanto más cuanto más se adentra en
se r hrun,rrro rrrisnro, que anteriormente no se había consumido tanto
.l terreno de la ideología en lugar de hacerlo en el campo de la penetra-
corno ( r) lrr rlpoca de la cadena de montaje. El hecho de que las ten-
, ir'rn intelectual de la objetividad, sino t¿rmbién de que los restos de Io
clcnci,rs so,. irrlrs se impongan a través de las cabezas de los hombres, que
éstos rro reconozcan estas tendencias como suyas propias, conforma el ¡rsicológico se pervierten, convirtiéndose en caricarura y esperpenro.
lrl hecho de que la psicología se convirriera en enfermedad, no expre-
vclo social. Sob¡e todo aquellos cuyo trabajo los mantiene vivos a ellos
srr sólo la falsa conciencia que la sociedad tiene de sí misma, sino a la
y a l:r rotalidad, y cuya vida depende no obsranre de forma invisibie de
i,c'z también eso en lo que se han convertido de hecho los hombres den-
esa totalidad, no alcanzan a reconocer que la sociedad es tanto sll sus-
t r<¡ de ella. Pues el sustrato de la psicología, el individuo, refleja él mis-
tancia como su contrario. Lo impenetrable de ia objetividad alienada
mo la actualmente superada forma de Ia socialización. Del mismo modo
arroja a los sujetos de vuelta a sus limiradas identidades, y les presen-
t¡ue el puro róEe rL de la fllosofia, el polo de concreción del conoci-
ta como reflejado en un espejo su ser-para-sí escindido, el sujeto mo-
rniento, es, en tanto que indeterminado, absolutamente abstracto, así
nadológico y su psicología, como si se rratara de lo esencial. El culto a
tiulbién lo es el concrero presunramente social, el corresponcliente in-
la psicología con el que se engatusa a Ia humanidad, y que entretanro en
dividuo en cuanro contraranre, que obtiene su ser determinado úni-
Estados Unidos ha preparado con Freud un insípido alimento popular,
c¿lmente del acto abstrac¡o de intercambio, desligado de su definición
es el complemento de la deshumanización, la ilusión de los impotentes
específica, de algo cósico. Este fue el núcleo en rorno al cual cristali-
de que su destino dependa de su constitución natural. De forma harto
zó el carácter individual, y la psicología cosificadora 1o mide con su
irónica, precisamente Ia ciencia en ia que esperaban encontrarse a sí mis-
mos como sujetos los vuelve a transfo¡ma¡, de acuerdo con su propia ¡rropio patrón. El individuo aislado, el sujeto puro de la auroconser-
vación, encarna, en absoluta oposición a la sociedad, el principio más
configuración, en objetos, por encargo de una concepción general que
íntimo de ésta. Aquello de 1o que se compone todo lo que en él en-
no tolera ya madriguera alguna en la que pudiera esconderse una sub-
trechoca, sus upropiedadesr, es todo ello alavez elemento de la tota-
jetividad no preparada socialmente, de algún modo independiente. La
lidad social. Es mónada en el sentido estricto de que representa el todo
psicología, como algo interior relativamente independiente frente a lo
con sus cont¡adicciones, sin ser, sin embargo, consciente de ese todo.
exterior, se ha convertido en verdadera enfermedad para una sociedad
Pero en la forma de sus contradicciones no comunica permanente y
que la busca sin cesar: de ahí tomó su herencia la psicoterapia. El suje-
universaimente con el todo, esta forma no procede directamente de su
to en el que preponderaba la psicología como algo que se ha sustraído
experiencia. La sociedad ha acuñado en él la individualización, y ésta
a la racionalidad social se tuvo desde siempre por anómalo, por algo
participa en su destino como una relación social. La upsicodinámica,
estrafalario; en la e¡a totalitaria su sede es el campo de trabajos forza-
es la reproducción de conflicros sociales en el individuo, pero no de
dos o de concentración, donde use le termina, y se le integra con éxi-
tal modo que se limitara ir copiar las tensiones sociales actuales, sino
to. Sin embargo, el resto de la psicología, el ser humano del que se tra-
que desarrolla también, al existir como algo impermeable a la socie-
ta, se desplaza a la cúspide de las jerarquías totalitarias, a la que llegan
dacl y escindido de e[la, una vez más la patogénesis de una totalidad
con facilidad locos o tullidos psíquicos, porque su defecto, justo 1o pro-
social a partir de sí misma, sot¡re la que asimismo impera la maldición
piamente psicológico, armoniza a la perfección con la irracionalidad de
de la fragmentación.
los fines, de las decisior-res supremas, para las que se moviiiza entonces
cor.no medios toda la racionalidad de sus sistemas, que sólo difieren ya
1e nl-a locura es algo raro
merced a una retórica huer:r. Tlmbién esta última esfera ¡eservada de en los individuos -pero constituye la regla en grupos, par-
tidos, pueblos y épocas, (Fricdrich Nietzschc,,/ezralts uon (iut und Biise, Aforismo 156
lo inconcebible, que pen.nite y prescribe a los dictadores rodar por los
fed. cast.: Más ¿llá del bicn 1 del mttl, Mad¡id, Alianza, r19B2l).
52 Escritos sociolóscqs I Sobre la relación mtre sociologla y psicología 53
.
El psicologismo en cualquiera de sus formas, enfocar sin más es- bién en individualmente irracional. En esa misma medida, las neuro-
pecificaciones al individuo, es ideología. El psicologismo convierte má- sis habría que derivarlas de hecho, según su forma, de la esrructura de
gicamente la forma individualisra de Ia socialización en una definición una sociedad en la que no resultan desmontables. Incluso la cura lo-
extrasocial, natural, del individuo. Ha cambiado racialmente su fun- grada lleva el estigma de la lesión, de la adapración fallida que se exa-
ción con otras concepciones de la ilustración. Tan pronto como se gera_a sí rnisma patológicamente. El triunfo del yo lo es de la ceguera
explican partiendo de la mente los procesos pendientes entre sujetos producida por lo partiéular. Ésre es el fundamento de la falsedaá ob-
absuactos, realmente sustraldos a toda espontaneidad individual, se hu- jetiva de toda psicoterapia que anima a los terapeutas al vértigo. En la
maniza lo cosificado de forma consoladora. Pero los enajenados de sl medida en que el sanado se asemeja a la totalidad demente, ie vuelve
mismos siguen siendo, a pesar de ello, seres humanos, las tendencias de verdad enfermo, sin que aquel en el que fracasa Ia cura esruviera
históricas no se realizan sólo contra ellos, sino en ellos y con ellos, y por ello más sano.
sus cualidades psicológicas promedio intervienen incluso en su com- La separación entre sociología y psicología es incorrecra y correcra a
portamiento social promedio. Ni ellos ni sus motivaciones se agotxrl la vez. Incorrecta por aceptar sin más Ia renuncia al conocimiento de la
en la racionalidad objetiva y en ocasiones acrúan en conrra de ella. A pe- totalidad que ordenó esa separación; correcra en la medida en que re-
sar de lo cual son sus funcionarios. Incluso las condiciones de la recal- gistra la fractura, que se produce de hecho, como demasiado irreionci-
da en la psicología están prerrazadas socialmenre como exigencias ex- liahle como para permirir una precipitada unificación conceptual. La so-
cesivas del sujeto a través de la realidad. Por lo demás, el momenrc ciología, en su sentido específico, desde luego reblandecidoáe conrinuo
pulsional manifiesto o reprimido se encuenrra en la objetividad social subjetivamente, también por Max \íeber, reriene el momento objetivo
sólo como un componente, el de la necesidad, y en la actualidad se ha del proceso social. Sin embargo, cuanro más estrictamente prescinde de
convertido por completo en función del afán de lucro. La ratio subje- los sujetos y su espontaneidad, con mayor exclusividad se las tiene que
tiva y su raison d'étre se separan. Incluso aquel a quien la razó¡ calcu- ver con úÍ cd?ut rnortaurn cosificado, por así decir, científico-natural.
ladora le renta todas las ventajas que le promere, no es capaz de dis- De ahí la tentación de imitar ideales y métodos propios de las ciencias
frutar estas ventajas como suerte, sino que en tanto que consumidor naturales con los que no se capta cabalmenre nunca el objeto social mis-
ha de adherirse úna vez más a lo prescrito §ocialmente, a la oferta de mo. Mientras alardean de su objedvidad estricta, se tienen que confor-
los que controlan la producción. Las necesidades estuvieron siempre mar con lo que les viene ya mediado por la organización científica --con
mediadas socialmente; hoy se han convertido en totalmente externas sectores y factores-, como si fueran éstos propiamente el tema. Resulta
a sus portadores, y slr satisfacción se ha transformado en seguir las re- entonces una sociología sin sociedad, conrrafigura de una situación en
glas de juego de los anuncios. Lo esencial de la racionalidad de auto- la que los seres humanos se olvidan de sl mismos. La constatación de
conservación de cada individuo está condenado a la irracionalidad, por- hallazgos concretos, que sólo empezaúan a significar algo interpretados
que se fracasó en la formación de un sujeto total racional y social. En desde una ley fundamental relativa a la totalidad, se desliza poi delanre
ello vuelve a r.rabajar inversamenre cada individuo. EI mandato freu- de ésta. Lapsicologla, por el contrario, percibe el interés del sujeto, pero
diano nDonde era Ello, debe hacerse Yo»20 contiene algo de vaclo es. asimismo aislada, nabsffacramente». Prescinde del proceso de producción
toico, de falta de evidencia. El individuo ajustado a Ia realidad, «sano», social y establece también por su parre algo producido de un modo ab-
es tan poco firme ante las crisis como poco económico es el sujeto ra- soluto, el individuo en su forma burguesa. Ambas disciplinas se perca-
cional económico. La consecuencia social irracional se convierte tam- tan de su insuficiencia sin ser capaces, no obsrante, de corregirse. Su dua-
lismo inevitable no se puede mantener puro. La sociologla intenta
arrasuar dentro de sí el nfactor subjetivo» y cree que con ello profundi-
'" Sigmund Frerd, Neue Folgr dar Vorlesungen zur EinJ.iihrung in die Pslthoanalyse
[Nueua serie de lecciones de introduct:itín alpsicoanálisisJ, en op. cit., Lección 31, vol. 15, za en compafación con Ia mera recogida de datos. De este modo incu-
1944. p. 86. rre por doquier en aporías. Como su propio concepto de objetividad lo
54 Escritos sociológicos I Sobre la rekción entre sociologla 1t
psicobgía 55

obtiene del resultado coagulado y no del proceso que lo hace madurar origen, que los grupos de intereses, que marcan la pauta, las dirigen por
y que no puede cosificarse en tanto que totalidad, se deja seducir sin m¿ís unos pocos canales con métodos probados ya hace tiempo por la técni-
a poner a la base de sus hallazgos estadísticos a los individuos particu- ca psicológica en Estados totalita¡ios y no roralirarios. El inconsciente,
lares y sus contenidos de conciencia como si fueran datos unívocos de cuidadosamente protegido mediante manipulación del rayo visual del
una vez por todas. Entonces la amenaza por doquier el psicologismo: ha yo, se encuentrafeliz en su pobreza e indiferencia con la homogeneiza-
de traer a colación la conciencia que los hombres tienen de sl mismos, ción y el mundo de la administración. Por eso los propagandistas tora-
su nopinión», por filaz que sea, pataaclarar sus acciones, alll donde es- litarios no son tampoco en modo alguno esos genios por los que los tie-
tán determinadas objetivamente y donde la opinión misma precisarla de nen sus subordinados. tabajan aliados no sólo con los batallones más
aclaración, o bien ha de buscar casi policialmente esas fuerzas pulsiona- fuertes de la realidad y no sólo con numerosos inrereses a corto plazo de
les inconscientes que reaccionan a la totalidad social, pero no la moti- los individuos, sino también con esas inclinaciones psicológicas que com-
van. EI nacionalsocialismo pudo tal.vez aprovechar la pulsión de muer- patibilizan de modo óptimo con el principio de realidad más desconsi-
te de sus partidarios, pero con seguridad surgió de la voluntad de vivir derado. Lo que a una mirada absúacta sobre el individuo le parece más
bien materialmente de los grupos más poderosos. Inversamente, la psi- fácil, ceder aI instinto, resulta en concrero socialmente lo más diftcil, por-
cología se encuenua confrontada con el hecho de que los mecanismos que está penado por Ia sociedad y hoy presupone justo Ia fuerza que pre-
que descubre no explican la conducta socialmente relevante. Por muy cisamente se le escapa al que actúa de forma irracional. Ello y súper-yo
atinada que pueda ser su posición relativa a la din{mica individual, en sellan la afianza a la que ya apuntaba la teoría, y justo alll donde las nia-
1o que respecta a políticay economfa reviste frecuentemente el caráctet sas actúan instintivamente, se encuentran preformadas por Ia censura y
de lo absurdo y demente. Por ello Ia psicologla profunda con inquietu- tienen la bendición del poder. ful pues, la tesis según la cual en época
des autocríticas se ve empujada a ampliaciones sociopsicológicas. Estas totalitaria las masas acrúan contra el propio interés no expresa toda Ia
se limitan a reforzar aún miís la falsedad, aguando por un lado la com- verdad y sóIo valdría en cualquier caso ex postfdcto. Lx acciones indi-
prensión psicológica, sobre todo la distinción entre consciente e in- viduales a las que se ven movidos los adeptos, y cuyo tránsito a la locu-
consciente, y falseando por otro las fuerzas pulsionales sociales como psi- ra representa un valor límite, garantizan siempre de entrada una saris-
cológicas, concretarnente las de una psicologla del yo superficial. De facción anticipada. La decepción sólo se sigue cuando se presenta la
hecho Ia racionalidad de la conducta de los seres humanos individuales cuenta. In actu, Ias acciones totalitarias parecen a los actores tan racio-
no resulta en modo alguno transparente a sí misma, sino que es am- nales como irracionales a sus rivales. Sólo sucumben a la dialéctica en
pliamente heterónoma y forzada y ha de mezclarse por ello con lo in- virtud de la razón misma.
consciente para conseguir ser en alguna medida funcional. Prácticamente Esta dialéctica afecta, sin embargo, no sólo al comportamiento del
nadie calcula su vida como totalidad o siquiera de forma general las con- sujeto respecto del mundo exrerior, sino también al sujeto en cuanto
secuencias de sus propios actos, a pesar de que en los palses más avan- tal. El mecanismo de la adaptación a las ¡elaciones petrificadas es a la
zados cualquiera calcule indiscutiblemente más de lo que pueda soñar vez un mecanismo de petrificación del sujeto en sí mismo: cuanro más
la sabiduría académica psicológica. En la sociedad plenamente sociali- ajustado a la realidad se torna, tanto más se convierre él mismo en cosa,
zada,lamayoría de las situaciones en las que tienen lugar toma de de- tanto menos vivo sigue en general, tanto más absurdo resulta todo su
cisiones están prediseñadas, y la racionalidad del yo se ve reducida a la nrealismor, que destruye todo aquello en virtud de lo cual entró pro-
elección de los pasos más pequeños. En general no se trata más que de piamente en juego la razón de auroconservación, realismo que riene
alternativas mlnimas, de sopesar el mal menor, y se Ie llama «realista» a además como consecuencia la amefiaza de la vida desnuda. El sujeto
quien toma correctalnente tales decisiones. Frente a ello, las irraciona- se descompone en la maquinaria de la producción social que se pro-
lidades individuales cuentan poco. Las posibilidades de elección del in- longa en su interior y en un residuo irresoluble que degenera en cu-
consciente están también tan reducidas, si es que no son escasas ya en riosidad en tanto que esfera reservada e impotente frente al prollfero
5(r Estritos sociológicos I Sobre la relación entre sociología y psicolo§a 57

c()nrl)()n( nl( ,(rircional». Finalmente no es la pulsión reprimida, refre-


Lo traumático es 10 abstracto. En ello se asemeja Io inconsciente a la
nrr,l,r, si¡¡o justo la
originaria, la que quiere la propia consumación, la sociedad, de la que nada sabe, y que obedece ella misrna a la ley abs-
(luc apafece como «enferma, y el amor como neurosis. La praxis del
tracta, y le es útil como aglutinante. No puede reprocharse a Freud que
psicoanáiisis que, segÍrn su ideología, sigue pretendiendo cu¡ar las neu-
descuidara lo social concreto, sino que se conformara demasiado fá-
rosis, con el visto bueno de la praxis omniporente y de su t¡adición,
cilmente con el origen social de ese carácter abstracto, con la rigidez
deshabitúa a los seres humanos del amor y Ia felicidad en beneficio de
del inconsciente que reconoce con la incorruptibilidad del científico.
ln capacidacl clc rrabajo y de la heabhl, sex li.fe. La felicidad se convier-
El empobrecimiento a través de la tradición sin fin de lo negativo, la
tc cn infrurtilisrno y el método carárrico en algo malvado, hostil, in- hipostasió como una determinación antropológica. Lo histórico se tor-
huniano. [)e csre modo la dinámica social afecta también a la forma
na invariante, lo psfquico, por el contrario, se vuelve suceso histórico.
nr:ís rcciente de la ciencia psicológica. A pesar de la disparidad entre
En el tránsito de Io imaginario psicológico a la ¡ealidad histórica, ol-
psicologí:r y sociedad, que tendencialmente se alejan cada vez más la
vida Freud la modificación, por él mismo descubierta, de todo lo real
una de la otra, la sociedad se exriende e introduce por todo io psico-
dentro del inconsciente y por eso extrae conclusiones erróneas sobre
lógico como lo represor, como censura y súper-yo. En Ia estela de la
sucesos reales como el asesinato del padre por la horda primordial. El
integración se fusiona la conducta social-¡acional con los residuos psi-
cortocircuito entre inconsciente y realidad confiere al psicoanálisis sus
cológicos. Sin embargo, los revisionistas que ven esto describen de un
rasgos apócrifos. Con ellos, por ejemplo con la interpretación cruda-
modo excesivamente simplista la comunicación entre las instancias yo
mente literal de la leyenda de Moisés, le resulta tarea fácil a Ia ciencia
y ello, mutuamente enajenadas. Éstos afirman una interdependencia oficial el defenderse. Lo que Kardiner ha denominado «mitos» de Freud,
directa entre vida pulsional y experiencia social. Pero ésta sólo se cum-
el cambio brusco de lo intramental en facticidad incierta, tiene lugar
ple, desde el prisma de las tópicas, en esa capa exrerna del yo a la que,
sobre todo donde Freud practica también psicologla del yo, si bien sólo
según Freud, incumbe el examen de la realidad. No obsranre, en el in,
psicología del yo del inconsciente, y trat; aI e[J como si poseyera Ia
terior de la dinámica pulsional, la realidad se nrraduce, al lenguaje dei acuta Íazón de un director de banco vienés, a Ia que, por cierto, se ase-
ello. Tán verdad es esro en la concepción freudiana del inconsciente, meja realmente en ocasiones. En su muy discutible empeño por en-
como que ¡esulta algo arcaico, cuando no «atemporalr, que las rela- contrar asidero en hechos irrebatibles, se manifiesta en Freud un com-
ciones y motivaciones sociales concretas no entren en ese ámbito sin
ponente social afirmado sin reparos, la creencia en los criterios usuales
transformación, sólo ureducidasr. La asimultaneidad de inconsciente
de la misma ciencia a la que desafiaba. Por mor de estos criterios, el
y consciente es el1a misma un esrigma del contradictorio desarrollo so-
niño freudiano es un pequeño hombre y su mundo es el de un varón.
cial. En el inconsciente sedimenta aquello que no alcanza a acompa- De este modo, Ia psicologla autárquica, aunque se lo prohlba,lehaú
ñar al suieto, lo que ha de pagar la factura del progreso y la ilustra-
guiños a Ia sociedad, a los que ésta corresponde casi tan poco como la
ción. El retraso se convieme en uinrcmporalr. A él ha ido a parar psicología versada en sociologla.
también la exigencia de felicidad, que de hecho presenta un aspecro La psique desligada de la dialéctica social, abstracta por sl misma
uarcaico, tan pronto como apunta exclusivamente a la deformada fi-
y analizada minuciosamente, se adecúa a la perfección como nobjeto
gura de Lrna satisfacción de carácter somático localizada, escindida de
de investigación» dentro de la sociedad que «emplea» los sujetos como
la consumación total, que se transforma en some fun de forma tanto
simples puntos de referencia de una fuerza de trabajo abstracta. A Freud
más radical cuanto más aplicadamente se afana en pos de una vida cons-
se Ie ha reprochado con gusto un pensamiento mecanicista. Su deter-
ciente propia de la edadadulta. Dcl mismo -oio q.,. la sociedad se
minismo recuerda a la ciencia natural, al igual que ciertas categorías
encapsula ante la psicología, así lo hace la psicología respecro de Ia so-
implícitas, como la de conservación de Ia energía, la convertibilidad
ciedad y se enrontece. Bajo ia presión social, la capa psicológica ya sólo
de una forma de energía en otra, la subsunción de sucesos consecuti-
¡eivindica 1o siempre igual y liracasa anre la experiencia de 1o específico.
vos bajo leyes universales. Sustancialmente su actirud nnaturalista, se
58 Escrítos socioló11icos I Sobre /,t re/acidn ente soriologia 1, psicología 59

conclcta cn la cxclusión por principio de lo nuevo, en la reducción pendencia de su contenido de verdad, desempeñan funciones en la eco-
de la vicla rnent¿rl a la repetición de Io ya sido alguna vez. Todo ello nomía psíquica del hablante, la mayoría de 1as veces funciones de de-
tiene un scnticlo eminentemente ilustrado. Hasta que no llega Freud, no fel-rsa frente a tendencias inconscientes. Desde un punto de vista psi-
se supera la crítica kantiana de la ontología del alma, de la npsicología coanalítico, estos enunciados están por lo general expuestos a la crítica,
¡acion:rlr: lo psíquico que él reelabora se subordina, como una pieza del de acuerdo con una analogía a menudo señalada con la doctrina mar-
correspondiente mundo ya consrituido, al esquema de ordenación de la xista de Ia ideología: poseen objetivamente una función encubridora,
forn.ración conceptual empírica. Freud ha puesro fin a la transfiguración y el analista br.isca probar tanto su falsedad como su necesidad y sacar
ideológica de lo psíquico como rudimento del animismo. La ideología a la luz lo encubierto. Sin embargo, la crític¿r psicológica inmanente
dei alma se hir visto sacudida dei modo más enérgico por la teoría de la de la racionalización no se encue.ntra en modo alguno en armonía prees-
sexualidad infanril. L¿r teoría analítica denuncia ia falta de libertad y tablecida con su contenido objetivo. El mismo enunciado puede ser
la degradación de los seres humanos en la sociedad sin libertades, de verdadero y falso, según se 1o mida por el rasero de la realidad o por
modo análogo a como la crítica materialista lo hace respecro de una su posición en la psicodinámica; en efecto, seme.jante carácter doble
situación dominada ciegamente por la economía. Pero, bajo su mira- r:s esencial a las racionalizaciones, ya que lo inconsciente sigue la iínea
da médica conjurada con la muerre, la falta de libertad cuaja consti- de la mínima resistencia, es decir, se apoya en lo que la ¡ealiclad le ofre-
tuyéndose en invariante antropológica, y con eilo el aparato concep- ce, y además opera tanto más libre de ataques cuanto más adecuados
tual cuasicientífico descuida en su objeto lo que no es sólo objeto: el sean los momentos reales en los que se apoya. En la racionalización,
potencial de la espontaneidad. Cuanto más estrictamente se piensa el ám- que es ambas cosas, ratio y manifestación de lo irraciona[, el sujeto psi-
bito psicológico conro campo de fuerza autárquico, cerrado en sí mis- cológico deja de ser rreramente psicológico. Por eso, el analista orgu-
mo, tanto más completamenre se desubjetiviza la subjetividad. El alma lloso de su realismo se convie¡te en un terco dogmático tan prollto
arrojada sobre sí misma, por así deci¡ privada de objeto, se petrifica con- como desplaza los momentos reales de la racionalización en beneflcio
virtiéndose en objeto. No puede desgajarse de su inmenencia, sino que del sistema cerrado de la inmanencia psicológica. Pero igual de cues-
se agota en sus ecuaciones energéticas. El alma estudiada esrrictamenre tionable resultaría invetsamente una sociología que aceptílse raciona-
por sus propias leyes se torna en algo inanimado: el alma se¡ía sólo un lizaciones á la lettre. La racionalización privada, el autoengaño del es-
tanteo en busca de lo que ella misrna no es. Esto no se lin-rita a ser un píritu subjetivo, no es lo mismo que la icieología, la lalsedad dc Io
mero estado de cosas de carácter gnoseológico, sino que se prolonga has- objetivo. No obstante, los mecanismos de defensa del individuo bus-
ta el resultado de la terapia, en esos seres humanos desesperadamente can una y otra vez refuerzos entre los ya establecidos y muchas veces
ajustados a la realidad, que se han lecreado literaimente É"r,".orrr.r- acreditados de la sociedad. En las racionalizaciones, esto es, en el he-
tirse en instrumentos para pocler imponerse con más éxito en su res- cho de que lo objetivamente verdaderr¡ pucda entrar al servicio de lo
tringida esfera de intereses, en su usubietivismo,. falso subjetivo, tal como se puede constatar de mhltiples formas en la
Tan pronto como la conceptualización psicológica procede algurra psicología social de típicos mecanisn-ros de defensa contemporáneos,
vez de un modo tan consecuente como en Freud, venga en ella la des- sale a la 1uz no sólo la neurosis, sino la falsa sociedad. lncluso la ver-
cuidada divergencia entre psicología y sociedad. Esto se puede de- dad ob jetiva es necesariamente mentire micntras no sea la verdad com-
mostrar por ejemplo con el concepto de la racionalización, que intro- pieta clel sujeto, y es apta, t¿lnto por su función como por su indife-
dujera originariamente Jones21, y que luego pasó al conjunto de la teoría rencia frente a la génesis subjetiva, para cubrir intereses meramente
analítica. Este concepto abarca todos los enunciados que, con inde- particuiares. Las racionalizaciones son cicatrices de la ratio en estado
de i¡racionalidad.
2rCfr.ErnestJoNl:S,«RationalizationinEvery,f)ayL,ifc,,JournalofAbnormalpsy- Ferenczi, tal vez el menos errado y nrás libre de los psicoanalistas,
chologt (1908). no ha hecho sino tratar las racionalizaciones, ei súper-yo, esas normas
60 Escriros sociológhos I Sobre la relación entre sociología 1 psicología 61

colectivas de la conducta individual que la moral sin reflexiones psico- poco deberla existir en absoluto en la sociedad vigente, ya que esas fuer-
lógicas denomina conciencia. Apenas hay otro lugar en el que se mues- zas no poseen iguales derechos. Se enseña al individuo a olvidar los con-
tre de forma ran conrundente la transformacién histórica del psicoa- flictos objetivos que se repiten necesariamente en cada uno, en lugar
náIisis, su tránsito desde un medio radical de ilustración hacia üno de de ayudarle a resolverlos. El hombre integral que ya no notara la di-
adaptación práctica a las relaciones existentes. Antaño se destacaban del vergencia privada de las instancias psicológicas y la irreconcialibilidad
súper-yo los rasgos coercitivos y se pedía al anrílisis que los liquidara. La de los deseos de yo y ello no habrla superado de este modo en sí mis-
intención ilustrada no tolera ninguna instancia de control inconscien- mo la divergencia social. Confundiría la oportunidad casual de su eco-
te, aunque fuera para el control del inconsciente. En la literatura psi- nomía pslquica con la situación objetiva. Su integración serla la falsa
coanalítica contemporánea apenas ha quedado yatadade ello. Después reconciliación con un mundo ir¡econciliado , e irla a parar presumible-
de que Freud, movido por las dificultades de los nsistemas, originarios mente a Ia nidentificación con el agresorr, mera máscara escénica de la
consciente, preconsciente e inconsciente, organizara la topologla ana- sumisión. El concepto de integración que hoy se impone cada vez más,
Iítica con las categorías ello, yo y súper-yo, resukaba cómódo árientar sobre todo en la terapia, reniega del principio genético e hipostasia pre-
la imagen analítica de la vida correcra según la armonla de estas ins- suntas fuerzas originarias del psiquismo tales como conciencia e instinto,
tancias. En especial los psicópatas, cuyo concepto es hoy tabú, se los ha entre las que habrla que establecer un equilibrio, en lugar de que se las
explicado por la carencia de un srlper-yo bien áesarrollado que, no obs- comprenda como momentos de una autoescisión que no se puede re-
tante, serla necesario en cierto modo dentro de unos límites razonables. solver en el terreno psíquico. La talante polémica de Freud contra el
Sin.embargo, tolerar iracionalidades sólo porque proceden de la so- concepto de psicosíntesis22, wa expresión prestigiosa que inventaron
ciedad y porque una sociedad organizadano podría pensarse sin ellas, académicos ávidos de negocio para reclamar como suya la construcción
es burlarse del principio analítico. La difereniiación, últimamenre €n y mancaf a fuego el conocimienio como algo mecanicista, cuando no
boga, entre un súper-yo «neurótico», esto es, coercitivo, y otro ((sano», como descomposición, habrla que extenderla también al ideal de inte-
es decir, conscienre, evidencia rasgos de construcción ad hoc. Un súper- gración, la copia desvaída de Ia vieja y fallida personalidad. Resulta dis-
yo oconsciente, perderla con su opacidad justo la autoridad en viitud cutible si el concepto del ser humano plena, totalmente desarrollado
de la cual lo mantiene férreamente la teoría apologética. La ética kan- en todas sus facetas sirve de ejemplo. El ideal del carácter genital, que
tiana, en cuyo cenrro se halla el concepto de Ia conciencia pensado de
un modo totalmente apsicológico y coordinado con el carácter inteli- :2 nPero no pucdo crcer... que con esta psicosíntesis nos toquc en sucrtc una nuc-
gible, no puede mezclarse con el psicoanálisis revisado que inhibe la ilus- v¿rrarea. Si me pennitiera ser franco y clescortés, diría que se trat¿ de una fiase sin idea
alguna. Mc limito a seíralar que sólo represent¿r la extcnsirjn sin conteniclo de una com-
tración de lo psíquico por miedo a que, de 1o contrarlo, a la concien-
paración, o... una explotación injustificada de una denorninación de orieen.... Lo psí,
cia,le pueda ir la vida en ello. Kant sabía bien por qué oponla la idea quico es:rlgo tan exclusivo y especial quc ningun,r comparación individualizada puede
de libertad a Ia psicologla: paraél el juego de fuerzai con el que tiene reproducir su naturaleza... La comparación co¡r el análisis químico se encuentra limi-
que vérselas el psicoanálisis forma parte del «fenómeno», del ieino de tada por el hccho de habérnosias en la vida psíquica con esfucrzos rluc cstán someticlos
a Lrna presión tendente a la unificación y a la síntesis... lrl enfermo neurótico nos en-
la causalidad. El núcleo de su doctrina de la libertad lo constituye la
frcnta a una vicl:r psíquica desearrada, escindide ¡ror las resistcnci.rs, 1. nrientras nt¡sorros
idea, irreconciliable con Io empírico, de que la objetividad moral
-üas analiz-arnos, apartamos las resistcncias, est¿r vida psíquica se amalgama, la gran unidad
la cual se halla a su vezlaideade Ia corrécta disposición del mundo- a la que llamamos yo inserta en sí misma todas Ias cxcitaciones pulsionales que hasta el
no puede medirse por la situacién de los hombrés tal como son en un momento se encontraban sep:rraclas cle clla, desvinculadas y aparte. De este modo se ile-
momento dado. La tolerancia psicológica embellecedora de la conciencia va a cabo h psicosintesis en el paciente tratado analíticamentc, sin nuestra intervención,
autonrática e inevitablemcnte... No es verdad que en el enfenno algo se encuentre des-
destruye_jusiamenre esa ob;eiividadll valorarla como un simple me-
complresto en sus elementos esperando tranquilamcntc que nosotros lo compongamos
dio. EI objetivo de una npersonalidad bien integrada, resuka r.proba- de algún modo, (Sigmund Frcud, Vege der pslchoana$tischen Therapie [Nueuos t'dmi-
ble porque exige al individuo ese balance de fuerá que no exist., y tam- nos de h rrapia psicoanaliticaf, en op. cit., vol. L2, 1947, pp. 185 ss.).
(,., Escritos sociológicos I I
¡,,1,n, h rrlación entre sociología ¡r psicología 63

tsr,rlr.r , rr 1,,,1i,r lr.rtc r.rnos veintc aíros entre los psicoanalistas, los cu:rles .. las arregla de otra forma con los seres humanos. Se sabe también lo
( nrr( r.rrr(() lrlrrr llegado a preferir ei de gente equilibrada con un superego
nrucho que 1a investidura libidinal de la técnica es hoy un comporra-
rr,, ll ,lLuclopped, lo bautizó ya Benjarnin corno usigfrido rubio». Al ser
nriento de regresivos, pero sin 1as regresiones difícilmente se hubieran
hunrano «correcro» en el sentido del proyecto f¡eudiano, esto es, al hon-r-
rcelizado los inventos técnicos clue puedan expulsar de la tierra el ham-
bre lib¡e de las mutilaciones causadas por las represiones, podría con-
lrre y los paclecimientos sin senticlo. Los psicólogos pueden reprochar-
fundírselo en Ia sociedad consumisra vigente con el animal de rapiña
lcs soberanamente a los políticos inconformistas no haber dominado
provisto de un s¿rno apetiro, y con ello se vería afectada ia utopía abs- su complejo de Edipo, pero, sin la espontaneidad de éstos, la sociedad
tracte cie un sr-rjeto realizado, con independencia de ia sociedad, que goza
seguiría siendo eternamente esa que reproduce el complejo de Edipo
hoy clc grrrn prcdilección como nimagen del ser humanor. Los repro-
cn cacla uno de sus miembros. Sea lo que fuere lo que se eleve por en-
clrcs rlc la psicología conrra el animal gregario que es su chivo expiato-
cima de lo existente, está amenazado de ruina y se encuentra con ello,
rio, la crítica de la sociedad los puede cargar a la ctrenra, y con inre- la mayoría de las veces, en manos de 1o existente. Frente al sujeto sin
reses, del se¡ humano amo, cuya libertad sigue siendo falsa, avidez
subjetividad, con capacidad de adaptación ilimitada, resulta desde lue-
neurótica, uoralr, mientras presupone ia carencia de libertad. Toda ima-
go lo contrario, el carácter, algo arcaico. Ért. r. manifiesta al final no
gen de1 ser humano es icieología a excepción de la negativa. Si ho¡ por
como libertad, sino como fase superada de la carencia de libe¡tad: en
ejemplo, se apela al ser humano pleno fi'cnte a los rasgos de la especia-
inglés americano se dice uhe is quite a characterr, significa lo mismo
lizactóln enmarañados con la división del traba.jo, enronces se promere
que ser una figura extraña, alguien raro, un pobre diablo. Criticables re-
un premio a lo más indifurenciado, rosco y primirivo y a[ final se en-
sultan hoy no sólo, como en tiempos de Nietzsche, los ideales psicoló-
salza ia extroversión delos go-gettel, esos que son lo suficientemente re-
gicos, sino el ideal psicológico como tal en cualquiera de sus formas.
pugnantes como para mosrrar su valienre hombría en una vida repug-
El ser humano ha dejado de ser ya la clave de la hr-rmanidad. Los mo-
nante. 'Iodo 1o que, desde el punto cle vista hum¿rno, remite hoy
dales y afabilidades aprobados hoy en día son meras modaiidades de jue-
verdaderamente a una situación superior es siempre a la vez, de acuer-
go d. le proprganda directira.
do con el patrón de lo existente, Io dañado, no por ejcmplo lo más ar-
EI cuidado del súper-yo divide arbitrariamente la ilustración psi-
mónico. La tesis de Mandeville, según la cual los vicios privados serían
coanalítica. Pero la proclamación de 1a ausencia de conciencia moral
virtudes públicas, puede trasladarse a la relación entre psicología y so-
en la socieclad s¿rnciona el terror. Así de grave es el conflicto entre las
ciedad: lo cuestionable caracreriológicamente represenra de múltiples
comprensiones social y psicológica. lmpotente resultó el consuelo que
fbrmas 1o objetivamente mejor; no el normal, sino más bien el espe-
ciertamente se encontraba ya preconfigurado en Kant: que las realiza-
cialista capaz de resisrir es aquel sobre quien reposa la posibilidad de li-
ciones de la conciencia moral, ejecutadas hasta ahora irracionalmente
belación de las cadenas. Así corno en los inicios de la era burguesa sólo
y con indecibles faux frais psicológicos, se podrían llevar a cabo me-
la interiorización cle Ia represión capacitó a los ser.es humanos para aquel
diante una comprensión consciente de las necesidades vitales de la ge-
alrmento de la productividad que les podría hoy y aquí obsequiar con
neralidad, prescindiendo de lo insano, en cuya denuncia consiste la fi-
toda abund¿rncia, igualmente los defectos psicológicos der.rtr-o de1 com-
losofía de Nietzsche. La idea de ia síntesis superadora de [a antinomia
plicado toclo represcntar-r algo radicalmente diferente a lo que represenran
entre lo universal y lo particular es mera ideología mientras la renun-
en la econonríe psí<1uic:r del individuo. La psicología podría fácilmen-
cia pulsional exigida socialmente al individuo no se legitime objetiva-
te diagnosticar, por cjenrplo, de neurótica Ia conducta del coleccionis-
mente en su verdad y necesidad, ni le procure más tarde al sujeto la
ta anticuario y colocrrrle cn el mismo grupo del síndrome ana[; pero sin
meta pulsional aplazada. Semejante irracionalidad se ve acallada por
la fiiacitin de 1:r libiclo u lrr.s cosns, apenas sería posible la tradición, ni
la instancia de la conciencia moral. Los deseos de la economía psíqui-
incltrso le hum¿rniclad rnisrnl. Una sociedad que se deshace de ese sín-
ca y los del proceso vita] de la sociedad no pueden expresarse en modo
dronre para tir¿r tocl¿rs las cos:rs como latas de conservas, a duras penas
alguno con una fórmula común. Lo que la sociedad reciama con ra-

UMVER"§IDAD DE ANTTOQIJIA
RISLIOTTCA CF,lrrrn ¿L
(¡,1 l:|.;t:ritos sotiológicos I \t,ltt /¿ re/aci.ón entre socioktgía 1, psito/ogid 65

zótr clc c¿d¿r individuo para mantenerse con vida es siempre alavez ridad que llega a constituir l¿r identiclad. Pero el yo uexaminador de la
sinrazón para todo individuo y al final incluso para la sociedad; lo que rcalidad, no limita meramente con algo no psicológico, exrerno, a lo
a la Psicología se le antoja mera racionalización, es algo socialmente quc se adapta, sino que se constiruye mediantc momentos ol-rjetivos sus-
necesario en rnúltiples respectos. En la socied¿rd antagónica, los seres traíclos a [a conexión inmanente de lo psíquico, mediante la adecuaciór-r
humanos son, cada individuo, desigual a sí mismo, carácrer social2J y de sus juicios a est:rclos de cosas. Si bien incluso algo origir-rariamenre
carácter psicológico en uno, y dañado a priori en virtud de semejante psíquico debe poner freno al juego de firerz¿rs psíquicas y controlarlo
escisión. No es casual que ei arte realista burgués tenga como rcma pli- con la realidad: éste es un criterio fundamental de su usaludr. El con-
mordial el que una existencia sin merma ni mutilación no pueda com- cepto del yo es dialéctico, psíquico y no psíquico, un fragmento de li-
patibilizarse con ia sociedad burguesa: desde Don Quijote, pasando por bido y el representanre del mundo. Esta dialéctica no la trató Freud.
el Tom Jones de Fielding, hasta [egar a Ibscn y los modernistas. Lo l)or eso sus definiciones del yo en clave inmanenrc-psicológica se con-
correcto se torna falso, se convierte en locura o culpa. tradicen involuntariamenre enrre sí y rompen la con-rpletud y coherencia
Lo que al sujeto le parece su propia esencia, y en lo que cree poseer- clel sistema que perseguía. De entre las contr¿rdicciones, la más mani-
se a sí mismo frente a las necesidades socia-les enajenadas, resulta mer¿r fiesta es la de que el yo incluya lo que la conciencia lleva a cabo, pero
ilusión si se compara con esas necesidades. Esto otorga a todo lo psico- que se le represente por su parte esencialmente como incorrsciente. La
lógico un punto de vanidad y nadería. Cuando la gran filosofía idealista, tópica externa y simplificadora le hace una justiciir slrmarrle.nre imper-
en Kant y Hegel, infravaloraba como casual e irrelevante la esfera que hoy fecta al desplazar a la conciencia a ia capa más exrerna del yo, la zona
se denomina psicología, en oposición a la esfera de 1o trascendental, del inmediatamente lirnítroté con la rcalidad2a. La. contradicción, sin em-
espíritu objetivo, escrutaba la sociedad mejor que el empirismo, que se bargo, resulta del hecho de clue ei yo debe ser, en ranro que corcicn-
tiene por escéptico pero se mantiene en la fachada individualista. Casi cia, 1o opuesto a la represión, así como la instancia represora, en talrt()
se diría que cuanto más exactamente se entienda al hombre en clave psi- que inconsciente de sí. Es lícito, desde luego, reducir la introducción
cológica, tanto más se aleja uno del conocimiento de su destino social y del yo a la intención de ordenar en cierto n-rodo las relaciones confu-
de la sociedad misma, y con ello de los seres humanos en sí, sin que 1a sas. En el sistema freudiano faita en general un criterio suficicnte para
comprensión psicológica tenga que sacrificar por eso, sin embargo, su pro- la distinción entre funciones del yo upositivas, y unegativasr, sol¡re todo
pia verdad. Pero la sociedad conternporánea es utotalitaria, también en ¡,:specto de la sublimación y la represión. Er-r lugar- de ello se rnencio-
el hecho de que en ella, tal vez de un modo más perfecto que nunca an- na de pasada y desde fuera, con una ciert:r confianza cicga, el concep-
tes, los seres humanos, en cuanto tales, se acomodan con la energía de su to de lo socialmente útil o productivo. Sin embargo, en un¿1 sociedad
yo al paso de la sociedad; en el hecho de que lievan ofuscrdamente su au- irracional, e[ yo no puecle en modo alguno cumplir adecuadamente 1a
toenajenación hasta alcanzar una imagen engañosa de la igualdad entre función que le asigna esra misma socied:rd. Sobre el yo recaen necesa-
lo quc son p:rra sí y lo que son en sí mismos. Como adaptarse, de acuer- riamente labolcs psíquicas que son inconrpatibles con la concepción psi-
do con la posibilidad objetiva, no se precisa )¡a, no l]asta ya tampoco una coanalítica del mismo. Para poder afirmarse en 1a realidad, el yo tiene
simple aclaptaci<in para mantenerse en la existencia. La autoconservación que conocerla y funcionar de un modo conscienre. Sin cmbalgo, para que
ya sólo hacc fcliz a los individuos en la medida en que no logren la fbr- el individuo lleve a cabo las renuncias con frecu.encia :rbsur-d:rs que le
mación tlc str yo nrctli:urte una regresión autorrecetada. son impuestas, el yo ha de establecer prohibiciorrcs inconscientes y
El yo crrc clt'nu,r rlc le psicología también en tanto que forma de or- mantenerse él mismo en la inconsciencia. ll¡eud no ha silenciado que
ganiz:rcirin clc tocl,rs l:rs cxt irrrciones psíquicas, como el principio de iden- ia renuncia pulsional exigida al individuo no se corresponde con las
compensaciones, que serían las únicas con que podría justific:rrla la
r' (.1;. \V¿lre r Brt ¡l¡trri..r, uZunr rt,scnwiirrigen gesellschaftlichen Standort des fran-
zósisclrt r¡ Schrifistcllcrs,, Zrit¡tltri.l) fi¡r .\ozia.lfirx'hung 3 (1934), p. 66. r1 Cfr. Sigmurd Freucl, ap. cit.,vol. 15. pp- 6:3 v 81
66 Escritos sociohgicos I Sobre h relación enne sociología y psicologla 67

Asl es como surge la apariencia de una armonla entre el principio de rea-


conciencia25. Pero, dado que la vida pulsional no obedece a la filosofta
tidad y el principio de placer. Con la transposición del yo al inconsciente
estoica de ese investigador suyo que la analiza detenidamente -nadie sa-
se üansforma a su vez la cualidad de la pulsión, que asimismo se ve des-
bla esto mejor que é1 mismo-, el yo racional no basta, evidentemente,
viada a metas propiamente yoicas que contradicen aquello a 1o que se di-
de acuerdo con el principio de economla pslquica establecido por Freud.
rige la libido primaria. La forma de la energla pulsional en la que se apo-
El yo ha de tornarse incluso inconsciente, ha de convertirse en una pie-
ya el yo según el tipo analítico freudiano, cuando avanzahacia el sumo
za dela dinámica pulsional, sobre Ia que sin embargo ha de alzarse a su
sacrificio, el de la conciencia misma, es el narcisismo. A él apuntan con
vez.Larealización cognoscitiva que el yo ha de llevar a cabo por mor de
firerza probatoria irresistible todos los hallazgos de la psicologíasocia!7 re'
la autoconservación, la tiene que suspender al mismo tiempo por mor
Iativos a las regresiones hoy predominantes, en las que el yo se niega y al
de la autoconservación, Ia autoconciencia ha de desdecirse. La contra-
mismo tiempo sé refuerza de una forma falsa e irracional. El narcisismo
dicción conceptual que tan elegantemente puede demostrarse contra
socializado, como el que caracteriza a los movimientos y actirudes de ma-
Freud no es por tanto debida a una carencia de limpieza lógica, sino a
sas del m¿ís reciente estilo, aúna sin contemplación alguna la racionalidad
Ia necesidad vital.
parcial del propio interés con las deformaciones irracionales del tipo des-
El yo se ve predispuesto a su doble papel, en tanto que soporte de Ia
tructivo y autodestructivo, cuya interpretación conectó Freud con los ha-
realidad es siempre alavez no-yo, por su propia estnrctura. En la medi-
llazgos de Mac Dougall y Le Bon. La introducción del narcisismo se cuen-
da en que ha de representar tanto las necesidades libidinosas como las de
ta entre sus descubrimientos más grandiosos, sin que la teoría se haya
autoconservación real que no son compatibles con éstas, se ve exigido en
mostrado hasta hoy a su altura. En el narcisismo se mantiene la función
demasla de forma continua. El yo no dispone en modo alguno de esa fir-
autoconservadora del yo, al menos en apariencia, pero escinüda alavez
mezay seguridad en las que insiste frente aI ello. Grandes psicólogos del
de la correspondiente función de la conciencia y puesta en manos de Ia
yo como Marcel Proust han señalado precisamente esta caquexia, la de la
irracionalidad. Todos los mecanismos de defensa tienen un sello narcisis-
forma de identidad psicológica. l-a culpa reside desde luego más en la di-
ta: el yo experimenta tanto su debilidad frente a la pulsión como su im-
nrímica propia de lo psíquico que en el tiempo que fluye. Donde el yo no
potencia real a modo de nagravio narcisistar. l,a tarea de defensa Ia reali-
logra Io que le es propio, su rasgo diferencial, tiene que realizar una re-
za de forma inconsciente, en mlnima medida el yo mismo, sino más bien
gresión, sobre todo a lo que Freud denominó libido delyo26, con la que
un derivado psicodinámico, una libido por así decir llena de impurezas,
se encuentra estrechamente emparentado, o cuando menos fusionar sus
orientada al yo ¡ de este modo, sin sublimar e indiferenciada. Resulta cues-
funciones conscientes con las inconscientes. Lo que propiamente aspira-
tionable incluso si el yo ejerce la función represiva, Ia más importa¡te de
ba a ir m¿ís allá del inconsciente urelve a ponerse al servicio de éste y con
Ias denominadas defensas. Td,vezhabrlaque considerar lo nrepresor, mis-
ello a fortalecer en lo posible sus impulsos. Éste es el esquema psicodiná-
mo como libido narcisista rebotada de sus metas reales y orientada por ello
mico de las nracionalizaciones». La psicologla analítica del yo no se ha de-
al sujeto, la cual se fusiona después, desde luego, con momentos yoicos
dicado hasta ahora a seguir con la suficiente energla el repliegue del yo al
específicos. Entonces la npsicologla social, no serfa en esencia psicología
ello, porque se dejó imponer por el sistema freudiano los sólidos concep-
del yo, como hoy se deseada qúe fuera, sino psicología de la libido.
tos de yo y ello. EI yo que se retrae a sl mismo al inconsciente no se limi-
Freud tuvo a la represión y a la sublimación por igualmente precarias.
ta a desaparecer, sino que conserva alguna de las cualidades que habla ad-
Consideró eL quantum libidinal del ello en tan gran medida mayor que el
quirido como agente social. Pero las somete aI primado del inconsciente.
del yo, que aquél, en caso de conflicto, volverla a afirmar siempre su su-
premacla. No sólo serían, como han enseñado los teólogos desde siempre,
r5 (lfi. Sisrruncl l\cu<|, l)it n/¿ul¡malh, Sexualmoralunddiemod¿rne Sextalitiit [L¿tmo-
ral yxutl ntulnrt.l,' .1 b. srxurtlir.l,ttl ttoirrnaJ, en op. cit., vol.7, 1941, pp. 143 ss. 27 Cltr.
2(' Ofr'. Sigmuncl Frcutl, Kttt.zo Abris dcr PqtchoanaQse \Tilliam BucHANAN y Hadley CAN'fRIL, How N¿tions See E¿ch Otber. Ur-
[Compendio del psicoanálisis],
bana, 1953, p. 57.
er uf,. , ¡r.. rol. l.a. p. 4)0 v ¡,t"i,n.
og E:(r¡tos iolisiils I
I psicología
soL
Sobre la relación entre sociología 69

el espírirLr solícito y la calne débil, sino que son frágiles los mecanismos simple estado de cosas de la psicología del yo que ocupa el primer plano.
mismos clc la fbrmación del yo. Por eso se asocia con ranra facilidad pre- En realidad se movilizan selecdvamente los mecanismos de defensa infan-
cisamente con las regresiones que mediante su represión se le aplican a la tiles que se adaptan mejor denuo del esquema de los conflictos sociales del
pulsión. L,str¡ les da a los revisionistas, en cierto modo, la ¡az-ón cuando yo según la situación histórica. Só1o esto, no la muy citada satisfacción de
leprochan a Freud la infravaloración de los elementos sociales mediados los deseos, explica la violencia que ejerce la cultu¡a de masas sobre los se-
por el ¡r y sin embargo psicológicamente relevantes. Karen Horne¡ por res humanos. No existe la «personalidad neurótica de nuesrro tiempo,
ejen-rplo, sostiene contra Freud que resulta ilegítimo derivar el sentimien- -ya
el simple nombre supone una maniobra de desvío-, pero la situación ob-
to de impotencia de la temprana infancia y del complejo de Edipo; éste jetiva marca su dirección a las regresiones. Los conflictos en el iírea del nar-
procedería de la impotencia social reai, tal como ésra se puede experimentar
cisismo llaman mrís la atención que hace sesenta años, mienrras que la his-
ya durante la infancia, por la que cierramenre Horney no muestra inrerés
teria de Ia conversión retrocede. Tánto miís inconfundibles resultan las
alguno. Ahora bien, sin duda sería dogmático querer separar el omnipre-
manifestaciones de las tendencias pffanoides. Falta por saber si hay más pa-
sente sentimiento de impotencia2s, que precisamente los revisionistas han
ranoicos que antes; no se dispone de cifras compararivas ni siquiera en re-
desc¡ito de forma bastante sutil, de sus condicionantes sociales actuales. lación al pasado reciente. Pero desde luego que invita especlficamenre a la
Pero las experiencias de la impotenci¿r real son todo menos irracionales;
paranoia una situación que amenaza a todos y que supera'las fantasías pa-
no sor.r rri siquiera algo propiamente psicológico. Sólo ellas permiten es- ranoides con algunas conquistas; paranoia para la que tal vez sean espe-
peral alguna resistenci¿r contra el sistema social, mientras los seres huma- cialmente favorables las encrucijadas dialécticas de la historia. Frente al his-
nos no hayan vuelto a apr:opiárselo. Lo que saben de su impotencia en la
toricismo de fachada de los reüsionistas; sigue valiendo Ia tesis de Hartmann
socieclad, pertenece al yo, desde luego irl tejido entero de sus ¡elaciones
de que una estructura social dada selecciona29 tendencias psicológicas es-
con 1a realidad, no sólo al juicio plenamente conscienre . Sin embargo, tan
peclficas y no por ejemplo las nexpresa». En contraposición a la cruda doc-
pronto como la experiencia se torna «sentimicnto» de in-rpotencia, hace trina freudiana de la atemporalidad del inconsciente inrervienen ya con se-
acto de presencia lo específicamenre psicológico: en efécto, el hecho cle
guridad componentes históricos concretos en la experiencia infantil
que ios individuos no ,:srén capacitados para experime ntar su impotencia, tempra¡a. Pero las formas de reacción mimética de los niños pequeños que
para verla con sus propios ojos. Semcjante represión de la irnpotencia apun-
se dán cuenta de que el padre no les garantiza la protección por la que te-
ta no sólo a la desproporción entre el individuo y su fuerz.a dentro de l¿r men no son del yo. Precisamente de cara a ellas resulta incluso la psicolo-
totalidad, sino más ¿rún a1 nalcisismo herido y a la angtrstia de ver que la gía de Freud demasiado «yoica»». Su grandioso descubrirniento de la se-
falsa superpotcnci:r, ante la cual toclos tienen n-rorivo para bajar la cabeza,
xualidad infantil sólo llega a deshacerse de lo que tiene de violento cuando
se compone en verdad de eilos rnismos. 'Iier-ren que reelaborar la experiencia
aprende a entender las excitaciones infinitamente sutiles y, sin embargo, ab-
dc la irnpotencia hasta convertirla en «sentimiento» y sedimentarla psico-
solutamente sexuales de los niños. Su mundo perceptivo es tan diferente
lógicamente, para no seguir ¡rensándola. La intcriorizan, como se hizo des-
del de los adultos que en él un olor fugaz o un gesto pertenecen a ese or-
de siempre con los mandamienros sociales. La psicología del ello se ve des-
den de magnitud que el analista, de acuerdo con el patrón del mundo adul-
pert.rLl¿ por_le psicologra del yo con la ayuda cle la demagogia y de la cultura
to, únicamente quisiera atribuírselo a Ia observación del coito parental.
de mr.,rs. E\l¡s sc limiran a aclrninisrrar 1,, que les suminisrr.r como nra- En ningún lugar resultan tan claras las dificultades en las que el yo pone
teria prima l:r psicodinámica cle aquellos con los que configurirn las ma-
a la psicologla como en la teoría de los denominados mecanismos de de-
sas. AJ yo a¡renrs le c¡ucda ya más que, o bien transformar la realidad, o
fensa de Anna Freud. Parte ésta de lo que el andisis conoce en primera ins-
bien retr:rcrsc de nucv<, al cllo. Esto k; entienden mal los revisionisras como
tancia como resistencia a Ia toma de conciencia del ello. nComo la tarea del
método analítico consiste en crear un acceso a la conciencia para las re-
rr (lfi'. llrich Fitor¡rt¡, nZur¡r (iefiihl der C)hnmacht,, Zeitrhrifi/iir Sozial/omhung6
(19.17), pp. 95 s. r') Clr. Heinz Harrmann, o1t. tit., p.388-
70 Escritos sociológicos I ','i,ti lt re/¿ción ntre s0d0hgi/1 ! psicologírt 71

presentaciones qLre reproducen 1a pulsión rePrimida, y fomentar Por tan- ,,ir'r'e ella, y en modo alguno sólo ella, verdaderamente patológico. Así, la
to tales choques, la acción defensiva del yo contra la representación de la ,, ru:rl teoría psicoanalítica cree agotar el fenómeno de la música con [a te-
pulsión se convierte automáticamente en resistencia activa contra el üaba- ',r\, ;rpoyada en obserwaciones clínicas, de la defensa conüa 1a paranoia y
jo analítico.r:}o El concepto de defensa, destacado ya por Freud.¡ ls5 «Es- r( r)(lría, si fuera consecuente, que proscribir toda música36. Desde ahí no
tudios sob¡e ia histeriar3l, se aplica luego a1 conjunto de la psicología del , , r, rlie ya una gran distancia con esos psicoanálisis biográficos que creen po-

yo y se elabora una list¿r de nueve mecanismos de defensa conocidos por Ia ,l, r crruncia¡ algo esencial sobre Beethoven cuando remiten a los caracte-
práctica clínica, todos los cuales van a representar medidas inconscientes r(s l)aranoicos de la persona privada, y luego se preguntan sorprendidos
del yo contra el ello: urepresión, regresión, formación reactiva, aislamien- , .rno un ser humano así pudo habe¡ escrito una música cuya celebridad
to, anulación retroactiva, proyección, introyección, vuelta hacia la propia ,, lcs impone más bien como un contenido de verdad, la captación de ia
persona, transformación en lo contrariorlz. A los cuales nse añade un dé- , ,,,r1 les impide su sistema. Semejantes relaciones de Ia teoría de Ia defensa
cimo, que es más propio del estudio de la normalidad que del estudio de , ,,rr l¿ nivelación del psicoanálisis a un principio de realidad interpretado
la neurosis, a saber, la sublimación o desplazamiento de la rneta pulsional,:r3. ,l( rrn modo conformista no escasean siquiera en la obra de Anna Freud.
La duda suscitada por la enumerabilidad de estos mecanismos, tan pul- Lsrrr dedica un capítulo a la relación del yo y el ello en la pubertad. Para
cramente delimitados, se confirma tras un análisis más detallado. Ya Sig- ( sr:r autora la pubertad es esencialmente el conflicto entrc el uimpacto de

mund Freud había convertido el concepto originariamente central de la re- l,r libido en lo psíquico,l'y la defensa frente al ello mediante el yo. A la
presión en un simple ucaso especial de defensar3a. Resulta, sin embargo, l,.rse de este conflicto se supone también la uintelectualización en la pu-
incuestionable que represión y regresión, que él sabiamente jamás deslin- l,.rraclr3S. uExiste un tipo de adolescentes en los que el salto hacia delante
dó de forma estricta, cooperan en todas las uactividades yoicas, tratadas por , n cl desarrollo intelectual no es menos sorprendente y llamativo que el pro-
Arna Freud, mientras que otras de esas actividades, como la uanulación re- ((so de desarrollo en los demás ámbitos... Los intereses concretos del pe-
troactiva» o la nidentificación cbn e1 agresorr35, muy plausiblemente des- r iockr de latencia pueden transformarse, empezando desde 1a prepubertad,

crita por l,nna Freud, apenas se pueden colocar en el mismo plano lógico ( n absüactos de forma cada vez más sorplendente. Especialmente los jó-
que el mecanismo de represión y reeresión, como casos especiales del mis- \'('nes que ha descrito Bernfeld dentro de su tipo de la "pubertad ¡rrolon-
mo. En la 1,u,,"Oort.,Un de mecanismos bast¿urte heterogéneos se anuncia 1ircla", tienen un deseo incansable de pensar sobre ternas abstractos, de
levemente un cierto desánimo de la teoría estricta frente al material de ob- ,l,rrles vueltas y hablar sobre eIlos. Muchísimas amistades juveniles se
servación empírico. De un modo ¿rún más radical que Freud, renunci¿r su I r rndamentan y mantienen sobre la base cle esta necesidad de cavilar y dis-

hija a separar entre sí represión y sublimación al verse subsumidas ambas t trtir juntos. Los temas que ocupan a estos jóvenes y los problemas que in-
bajo el concepto c1e defensa. Lo que en Freud aún podía pasar por ulogrcr t.ntan resolver pertenecen a una am¡rlia gama. Se trata de ordinario de las
culturalr: el logro psíquico que no favorece de forn-ra irunediata la satisfacción lirrmas del amor libre o del matrimonio y de la formación de una familia,
de la pulsión o la autoconservación del correspondiente individuo, lo con- ,lc la libertad o ia profesión, de la vida viaje¡a o sedentaria, de cuestiones
r.cl¿rtivas a la cosmovisión, tales como religión o librepensamiento, de las
30 Anna Fru.un, D¿s fth uru/ dit Abuehrmecl¡¡nismen, i,ondres, 1946, pp. 36 ,lifLrentes formas de política, de revolución o sometimiento, de la amistad
s.
rnisma en todas sus formas. Cuando en el análisis tenemos ocasiól-r de ob-
[ed. cast.: Elyo.y los m.eutnisntos de deferra, f]arcelona, Paidós, 1997].
3r(ifr.SigmundFreud,ZurPslcltothoa.piedoHlstcri4cnoP.cit.,vol.l,l,ondres, tcner información veraz sobre las conversaciones de los jóvenes o seguimos
1952, p.269.
3r Anna Freud, ap. cit., p. 52. 3" Respecto a la controversia psicoanalítica sobrc la música r'éase en especial Heinz
3r Anna Fretd, op. cit. «Contribution to Psychoanaiysis of Mtsicr, Am.erican [mago, ro1. VIII, núm. 2
li¡c:xL-.n,
3a Cfr. Sigrnund Freud, Hemmung Sl,mpton und Angst (junio de 1951), pp. 129 ss.; en especial p. 157.
ftnhibición, síntoma 1 ,tngus-
tial, en op. cit.,vol. 14, Londrcs, 1948, p. 196, y Anna Freud, op. cit., p.51. 'r7 Anna Freucl, ap. cit., p. 167.
:r5 Anna Freud, ap. rá, pp. 125 ss. r8 Anna Freud, ap. cit., p. L82.
72 Escritos sociológicos I ,\iohre la relación entre slciologla y psicología 73

-como han hecho muchos investigadores de la pubertad- los diarios y ano- l¡r rradición de Ia vieja enemistad burguesa contra lo espiritual. De su ar-
taciones de los jóvenes, no sólo quedamos sorprendidos por Ia amplitud y rcnal se saca incluso ese estereotipo que, debido a la impotencia del ideal,
ausencia de barreras del pensamiento joven, sino también llenos de respe- rrrr denuncia las condiciones que Io asfixian, sino al ideal mismo y aaqlre-
to por la gran cantidad de empatía y comprensión, por la aparenre supe- llos que lo cultivan. Por mucho que pueda diferir 1o que Anna Freud de-
rioridad y ocasionalmente casi sabiduría en el üatamiento de los proble- rurmina el ucomportamiento de los jóvenes, del contenido de sus con-
mas más diflciles.r39 Pero esre respeto desaparece rápidamente: «Nuestra cicncias, y ciertamente por motivos reales no menos que por psicológicos,
posición cambia cuando reorientamos nuesüo punto de mira desde el se- no obstante esta diferencia contiene un potencial más elevado que Ia nor-
guimiento de los procesos intelectuales mismos a su inserción en Ia üda rrra de la identidad inmediata entre ser y conciencia: que a uno sólo le es
del joven. Encontramos entonces con sorpresa que toda esta elevada capa- lfcito pensar como su existencia se lo va permitiendo' Como si los adultos
cidad de comprensión tiene poco o absolutamente nada que ver con la con- cirrecieran de la desconsideración, infidelidad y crudeza de sentimientos que
ducta del joven. Su empatía respecto de la vida pslquica ajena no Io apar- Anna Freud reprocha a los njóvenes, -sólo que la brutalidad pierde más
ta de la má grosera falta de consideración de cara a los objetos má próximos. tarde esa ambivalencia, que al menos le es propia mientras se halla en con-
Su elevada concepción del amor y del compromiso del amante no tiene in- flicto con el saber en torno a Io mejor posible y revolviéndose contra eso
fluencia alguna sobre las permaflentes infidelidades y rudezas en lo senti- con Io que después se identifica-. nsabemosr, dice Anna Freud, nque no
mental de que se hace responsable en sus cambiantes enamoramientos. La se üata aqul en modo alguno de intelectualidad en el sentido habitual,al.
inserción dentro de la vida social no se ve facilitada rampoco en modo al- l.a intelectualidad nen el sentido habitualr, por muy habitual que sea, se Ie
guno por el hecho de que la comprensión y el interés por la construcción cnfrenta a la juventud quimérica sin que Ia psicología reflexione sobre el
de Ia sociedad supere frecuentemente con mucho a Ia comprensión e inte- hecho de que incluso la ohabitual, procede de la intelectualidad menos ha-
rés de los años posteriores. La multiplicidad de sus intereses no impide que bitual, y que prácticamente ningún intelectual era ya como bachiller o jo-
los jóvenes concenffen su vida propiamente en un único punto: en ocu- ven estudiante universitario tan vulgar como tiempo después, cuando en
parse de su propia personalidadrao. Con semejantes juicios, el psicoanáli- la lucha competitiva hace dinero con el espíritu en la emPresa. El joven,
sis, que en su momento se dispuso a quebrantar el poder de Ia imagen del respecto del cual Anna Freud calcula por adelantado que «evidentemente
padre sobre los seres humanos, se ha colocado decididamente del lado de y"ii.nt" satisfacción con sólo pensar, cavilar y discutirra2, dene todos los
los padres que, o bien responden con una sonrisa irónica a las ideas de al- motivos para sentirse satisfecho: en lu§ar de nencontrar una Pauta Para sus
tos nrelos de sus hijos, o bien conflan en que la vida les enseñe modales, y accionesrZ3 como un burgués provinciano, tiene que desacostumbrarse lo
que consideren miís importanre ganar dinero que formarse ideas estúpidas. suficientemente r:ípido a su privilegio. «l,as imágenes ideales de amistad y
Se calumnia calificándolo de simple narcisismo al esplritu que se distancia fidelidad eterna no han de ser nada más que un reflejo de la preocupación
de las metas inmediatas, y al que le da¡ la oportunidad para ello en esos por su propio yo, que experimenta en lo poco sostenibles que se han con-
pocos años, en los que dispone de sus fuerzas, antes de que éstas se vean venid-toáas *t nl*r y tormentosas relaciones objetualesra4, se lee algo
absorbidas y embotadas por la obligación de adquirir de Ia vida. A partir después, y se le agradece a Margit Dubowitz, de Budapest, la indicación
de la impotencia y falibilidad de aquellos que aún creen que ello sería po- de nque la meditacién de los jóvenes sobre el sentido de Ia vida y la muer-
sible, se constituye la culpa de su vanidad; se le achaca a su insuficiencia te significa un reflejo del tratajo de destrucción en el propio interiorr45.
subjetiva, algo en lo que tiene mucha más culpa el orden que se lo impide Falta saber si la pausa para tomar aliento que realiza el esPíriü.r, que la exis-
de continuo y que rompe en los seres humanos eso en lo que son diferen-
11 Anna Freud, ap. cit., p.185
tes. La teorla psicológica de los mecanismos de defensa se inserta denuo de
"l Anna Freud, ap. clr, p. 186.
4:j Anna Freud, ap. r:1r., pp. 185 ss.
re Anna Freud, op. cit., pp. 1 B3 ss.
14 Anna Freud, op. rit., p. 187.
'o Anna Freud, r7. cit., pp. I 84 ss. 'i5 Anna Freud, ap. cit., p. 187, n.
I
¡

74 Escritos sociológicoi I \,,hrc /r¿ ¡.e /¿ción entre sociologíd y psinlogia 75

tencia burguesa concede al menos a los mejor situados que se ofrecen como lr,r de dominar io contradictorio, sin-rultánearnente también como ins-
material de prueba del psicoan:ílisis, es de hecho rar vana e incapazparala r:rncia represora, el análisis debe a la vez -asimismo de un modo dei
acción como lo parece en los pacientes asociados por el diván; ,égu..m.rr- todo consecuente- desmontar del yo, en efecto, los mecanismos de de-
te no habría ni amistad ni incluso fidelidad, ni siquiera p..rr"-Lrrto, ,o- ll'nsa que se manillestan en las resistencias, siu los que, sin embargo,
bre nada esencial, sin esta palrsa para tomar aliento. La sociedad actual se rro resultaría pensabie la identidad del principio yoico frente a la mul-
preparadesde luego pT? ahorrársela, en el senddo y con la ayuda del psi- riplicidad de los impulsos que pugnan por aflorar. De lo cual se sigue
coanálisis integado. El balance de Ia economía psiquica ,. áoo ...i.r- .,1 al¡surdo práctico-terapéutico de que los mecanismos de defensa unas
riamente como defensa, ilusión y neurosis, con las que elyo atacalas con- veces han de qr-rebrantarse y otras reforzarse, segírn 1os casos -una pers-
diciones que obligan a la defensa, la ilusión y la neurosisi el psicologismo pectiva que Anna Freud aprueba de forma e*presa4".
consecuente que susrinrye la génesis del pensamienro por su verdad, sé con- En los ¡rsicóticos hal¡ría que cuidar las defensas, en los neuróticos ha-
vierte en_sabotaje alaverdad y le suministra rpoyo l" situación negariva bría que vence¡las. En los primeros la función de defensa dei yo debe im-
"
cuyos reflejos negarivos el psicologismo condena simultáneamente. Ii b,ro- pedir el caos instintivo y el derrumbe, y se tiene por suficiente \fia suP-
g-u:sfa mrdfl_es incapaz de pensar alavezvalidezy génesis en su unidad y portiue therapy. En las neurosis se mantiene Íérreamente la tradicional
diferencia. El muro del uabajo coagulado, el resulaáo objedvo, ,. l. ru.i- técnica catártica, porque aquí el yo podría apañárselas con ia pulsión. Esta
ve impenetrable y se convierte en algo eterno, mienrras que la dinámica incongnrente praxis dualista se extiende sin más por encima del parentesco
que,. en verdad, como trabajo constituye incluso ,rn rno-..rto de la obje- radical entre neurosis y psicosis que enseira el psicoanálisis. Si uno se re-
tividad, se aparra de ésa y se traslada a la subjetividad aislada. Sin embi- presenta de hecho un continuo entre neutosis compulsiva y esquizofre-
go, con ello el componente de la din¿ímica subjetiva se ve degradado a mera nia, resulta injustificable urgir aquí a tomar conciencia e intenta¡ alií man-
apariencia y simultríneamente aplicado contra la .ompr"rrriór, de la obje- tener a los pacientes ufuncionalmente capaces», protegiéndolos del mayor
tividad: cada una de estas comprensiones se conviefte, en tanto que mero de los peligros, lo que por otra parte se considera como curativo. Si últi-
reflejo del sujeto, en sospechosa de ser firtil. La lucha husserliana contra el lnamente se está contando la clebilidad yoica entre las estructuras neuró-
psicologismo, que coincide temporaLmente de forma exacta con el surgi- ticas l-nás esenciales4T, parece entonces cuestionable todo procedimiento
miento del psicoandisis, la doctrina del absolutismo lógico, q.r. ,.prr" á. que recorte ahn más el yo. El :rntagonismo social se reproduce en ei obje-
su gjnesis la validez de las constructos intelectuales en todos^los niveles y tivo del análisis que ya no sabe ni puede sal¡er adónde pretende llevar al
Ios. fetichiza,-consdüye el complemento de una forma de proceder que eÁ
pacicnte, a la felicidad de la libertad o a la felicidad en la ausencia de li-
lo intelecual sólo percibe Ia génesis, pero no su relación con la ob.¡etiüdad, bertad. Escurre el bulto tratando c¿rtárticamente largo y tendido al paciente
y que finalmenre desmonta la idea de la verdad misma en beneácio de la
reproducción de lo existente, Ambos enfoques enfrentados entre sí de for- 4(' ul-a situación de delensa por angustia antc [¿r intensidad de la pulsión es la Írni-
ma extrema, ambos ideados por cierto en laAustria de un semifeudalismo ca en la que cl an:rlista no puedc mantener sus promcsas. Esta lucha, sumamente seria,
obsoleto y.apologético, terminan en lo mismo. Una vez que algo es como clcl yo contr:r el desbo¡clamiento por partc del ello, como se da por ejemplo en el bro-
es, bien se lo absolutiza como contenido de nintencíonesr, o biá se Io pro- tc psicótico, es ante todo una cucsti(rn cuantitativa. En esta lucha el yo sólo reclarna
tege de toda crltica subordinando esta crltica, por su parre, a la psicológla. como ayuda más fuerza. Doncle el análisis se Ia pueda dar hacicnclo conscientes conte-
niclos inconscientes clcl ello, produce también atluí un cfccto terapéutico. Pero donde
Las funciones yoicas separad*r p.rorr-i.rte pór el psicoinálisii se
el análisis descubre, al hacer conscientes las actir.iclarles yoicas inconscientes, los proce-
encuentran entretejidas de forma indisoluble. Su diferencia es en ver- sr¡s delensivos v Ios desactiva, produce corno efecto el clebiii¡amiento del yo y lavorcce
dad la que se da entre las pretensiones de la sociedad y las del indivi- el proceso de la enfermedad, (Anna F-reud, op. ti., ¡tp.76 ss.). Pcro, de acue¡do con la
du9. reoría, esta usituaci(rn íurica,, la angustia ante la inrensidad de la pulsión, sería el fun-
l9r eso en Ia psicología del yo no se puede r.p"rá. el grano de Ia damento de toda defensa.
paja. El método carárrico originario exige que lo inconscieáte se haga 1; Cfr. Herr-a.n Nuug¡ttc, «Ichstárke und Ichschwáche", Intern¿tit¡nale Ztitscb-
consciente. Pero, como la teorla freudiana definió el yo, que de hecño rifi Jiir l\1,chonnafise, vol. 24 (1939).
76 Escritos sociológicos I Sobre la relacián entre sociología psicologla 77
!
pudiente que puede pagarlo; al pobre, en cambio, que rápidamente ha de
ción del yo asciende el narcisismo o sus derivados colectiüstas. La diferen-
estar de nuevo capacitado para ganar su sueldo, r.ii-itá a prestarle apo- ciación la frena la brutalidad de lo exterior, Ia equiparadora sociedad total,
yo psicoterapéurico -una división que al rico lo convierte en neurótico y
y aprovecha el núcleo primitivo de Io inconsciente. Ambas se ponen de
al pobre en psicótico-. Esto se ve corroborado por la esradística q,r. h"
acuerdo en la aniquilación de la instancia mediadora; los esdmulos triun-
documentado correlaciones entre esquizofre nia y bfo sntussocialas.
eue- fales arcaicos, la victoria del ello sobre el yo armonizan con el triunfo de la
da abierto, por lo demrís, si ha de preferirse realmente el procedimie-nto
sociedad sobre el individuo. EI psicoanálisis, eri su forma auténtica e his-
más profundo al superficial, si no salen mejor parados los pacientes que
tó¡icamente ya superada, obtiene su verdad «imo informe de los poderes
al menos siguen siendo capaces de tabajar y ná tienen qué hipot..rr'..,
de destrucción que proliferan en lo particular en medio de lo general des-
alma al ana]ista, ante la vaga perspectiva de que un dí" se canceie la ffans-
t¡uctivo. Lo falso en él sigue siendo lo que, sin embargo, ha aprendido del
ferencia que se intensifica año rras año. T,¿ terapia psicológica misma está
decurso histórico, su pretensión-de totalidad que, frente a lo que asegura-
aquejada de la contradicción que se da entre sócioiogla y psicologla: em-
ba el primer Freud, que el análisis únicamente querla añadir algo a lo ya
piece lo que empiece, es falso. Si el análisis disuelve las ñrirt..rJi"r, .n-
conocido, culmina en esa sentencia del ultimo Freud, segrin la cual «tam-
tonces debilita ilyo,y la fijación en el analista es más que un simple es-
bién la sociologla, que trata del comportamiento de los seres humanos en
tadio transitorio, a saber, el sucedáneo de Ia insta¡cia d" qrr. .. pri.,ru ,l
la sociedad, rro p,r.d. ser otra cosa que psicología aplicad»rae. Hay o hubo
paciente; si se refuerza al Fo, enronces se revitalizan también, según la teo-
un ¿ímbito natal de Io psicoanalltico de evidencia especlfica; cuanto más se
ría ortodoxa, de forma reiterada las fuerzas mediante las que se"ma¡tiene
alelade é1, tanto más se ven amenazadas sus tesis por la alternativa de Ia su-
lo inconsciente abajo, los mecanismos de defensa qrr. po*it.., a lo in- perficialidad o el sistema delirante. Cuando uno se üabuca y se le escapa
consciente seguir activando su esencia destructiva.
una palabra con regusto sexual; cuando uno padece agorafobia o cuando
Lapsicología no es ninguna reserva de lo particular protegida de lo ge-
una muchacha es sonámbula, entonces el an¿ílisis no sólo tiene sus mejo-
neral' cuanto más se incrementan los antagonismos sociiles, áto mris rñr-
res posibilidades terapéuticas, sino también su objeto adecuado, el indiü-
nifiestamente pierde su senrido el mismoioncepto -del todo liberar e in-
duo relativamente autónomo, monadológico, como escenario del conflic-
dividualista- de Ia psicología. El mundo preburgués no conoce aún la
to inconsciente entre la excitación pulsional y la prohibición. Cuanto más
psicología, el mundo roralmenre socializado no laionoc. ya. A éste le co-
se aleja de esta zona, tanto más dictatorialmente ha de cambia¡ de direc-
rresponde eI revisionismo analltico, el cual resulta al despraza-
"d..rádo El ción, tanto más ha de arrastra¡ lo que pertenece a la realidad hacia el reino
miento de fuerzas que se da entre la sociedad y el individuo. podtr so- de sombras de la inmanencia pslquica. La ilusión que experimenta en ello
cial apenas precisa ya de las agencias mediadoras del yo y la indiüiuaridad.
no difiere en modo alguno de Ia de la nomnipotencia de los pensamientos,
Esto se manifiesta precisamente como un crecimiento de la denominad.a
que él mismo había criticado por infantil. La culpa no la tiene, por ejem-
psicología del yo, mientras que en realidad la dinámica individual psicoló-
plo, el hecho de que el yo fuera una segunda fuente autónoma de lo psí-
gica se ve sustituida por la adaptación, en parre conscienre, .r p-L..g."-
quico, frente al ello, en el que se concentró con razón mientras que seguía
siva, del indiüduo a la sociedad. los rudimentos irracionales ,ig*.r .L.r-
teniendo su objeto adecuado, sino el hecho de que, para bien o para mal,
do inyectados en la maquinaria como aceite lubricante de la hJmanidad.
se ha independizado dela pura inmediatez de las estimulaciones pulsiona-
Acordes con el dempo son esos tipos que ni poseen un yo ni actúan pro-
les, mediante 1o cual surgió, por cierto, el ámbito de dominio del psicoa-
piamente de un modo inconsciente, sino que reproducen de forma rjleja
n¿ílisis, esa zona de conflicto. El yo, en tanto que surgido, es un fragmen-
e] rasgg objetivo..Ejercen conjuntamenre un ritual sin sentido, sigu.n el
to de pulsión y a la vez otra cosa. Esto no puede pensarlo la lógica
ritmo forzado de la repetición, empobrecen afectivamente: con Ia j.rarrr.-
psicoanalÍtica, y tiené que reducirlo todo al común denominador de Io que
el yo fue en su momento. Al revocar Ia diferenciación que se llama yo, el
't8 Cfr. August B. HoLr-rNcsu¡-,qo y Frederick C. R¡:ol.:u, usocia[ Stratification
ancl Schizophrmia,¡, American Sotio/ogiitl Ru,ie,r, vol. l.), nrim. 3, pp. 302 ss. re Sigmund Freud, ap. cit., vol. 15, p. 194.
il
78 Escritos sociohgicos I
psicoanálisis se convierre él mismo en 1o último que querla ser: un frag-
mento de regresión. Pues la esencia no es lo repitidá
sino lo general en tanto que diferenciado. Lo humano "bstra.ramenrÉ,
se configura
como sentido parala diferencia en su experiencia más poderosa, iá de
los sexos. El p-sicoanálisis, en su nivelación de todo lo que llama in-
consciente, y finalmente de todo lo humano, p"r... ..t"r sometido a
un mecanismo del tipo de la homosexualidad: no ver nada que sea di-
ferente. Así los homosexuales evidencian una especie de daltánismo de
la experiencia, la incapacidad para el conocimiento de lo individuali-
zado; para ellos todas las mujeres son niguales, en un doble sentido, Postscripturn
F.ste esquema: la incapacidad de ¿mar
-pues amar se refiere indisolu-
blemente a lo general en lo particular-is el fundamento de la frial-
dad analítica, atacada demasiado superficialmenre por los revisionis-,
tas, que se amalgama con una tendencia a la agresión que debe ocultar El 6 de noviembre de 1965 tuvo lugar una sesión de trabajo in-
la verdadera dirección pulsional. No sólo en la forma áecadente con la terna, vinculada a la Asamblea General y la Reunión del Comité de la
que se pres-enta en el mercado, ya en su origen el psicoanálisis se adap- Sociedad Alemana de Sociologla. Se dedicó a la relación entre socio-
ta a la cosificación dominante. Cuando .tn Lél.bré pedagogo psi.oaá- logía y psicologla; Ia convocatoria partió del presidente honorífico Leo-
lista formula el principio según el cual hay qu. ,r.g,r.*ilei a los niños pold von \7iese, quien disertó sobre el carácter social y privado' La se-
asociales y esquizoides lo mucho que se les (uiere,-esta pretensión de gunda pon.ncia, a cargo de Alexander Mitscherlich, que se reproduce
aqul., abordó también la cuestión; a Io cual siguió un debate inusual-
1-:r 1.,r.. niño repulsivamente agresivo se burla de todo aquello que
defendía el psicoanálisis; precisamente Freud había rechazadoin rr, *o- mente animado.
mento el mandato del amor indiferenciado a todo ser humano5o. Este Si me permito añadir algunas consideraciones, es porque me mue-
amor cohabita con el desprecio por los seres humanos: por eso es tan ven a ello, sobre todo, las reflexiones que Mitscherlich realizó. Yo mis-
útil como rama eipecífica del redentor de almas. Tiende, según su prin- mo había publicado sobre idéntico asunto un tratado, en el primer vo-
cipjg, a capturar y controlar las excitaciones esponráneas que libeia: lo lumen de Sociohígica, titulado usobre la relación entre Sociología y
indiferenciado, el concepto bajo el que subsume las desviaciones, es en Psicologíar. Este tratado precisa tanto más de una confrontación con
todos los casos simultáneamente un fragmento de dominación. La téc- el texto de Mitscherlich cuanto que ya no me satisface en diversos res-
nica que fue concebida para curar la pulsión de su aderezo burgués, la pectos. Lo formularé en forma de tesis.
adereza mediante su emancipación misma. Entrena a los s.res'lruma- 1." En vista de la actual impotencia del individuo -de todos los in-
nos, a los que estimula, para que reconozcan su pulsión como miem- dividuos-, Ia sociedad y las ciencias que se ocuPan de ella, sociología
bros útiles del todo destructivo. y economía, tienen preeminencia en la explicación de los procesos y
iendencias sociales. También allí donde el individuo actúa indivi
-Weber,
dualmente, socialmente en cambio en el sentido de Max el ór-
1955
gano de semejante actividad, la ratio, es una instancia en esencia so-
cial, no psicológica. Por eso la doctrina weberiana de Ia comprensión
50 uUn amor quc no srlcccitna nos p:1rece que sacrifica una parre cie su propio valor,
.
al comctcr una injusticia con el .bjc«r... .o todos los seres hr,manos so. digr,^ dÉ.",
' Cf. Alrxander MtrscHLL?LrcH, nDds soziale und d¡s perstínliche ich,, Kólner Zeitschrift
dos, (Siemund Freud, Das Unbclry.r in lcr Kultur [El malestar en la culiura], en op."*r-
cit.,
vol. 14, p.461). für Soziologie und Sozialpsychologie 18 (1966), pp. 2l-36. INota del Ed.]

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