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fu n d a m e n to s biblim -teológicos del m a trim o n io y la fa m ilia
1 William J. Goode, The Family, New Jersey, Prentice f lili, 1976, p. i. Véase también Berta
Corredor, La familia en América ¡Áitina, Centro de Investigaciones Sociahs, Bogotá, 1982. Un
trabajo m is actual y transcultura] es el de Wen-Skiing Tseng y Jin Hsti, Culture and Family,
Problems and Therapy, The Haworth Press, Nueva York, 1991.
3 Bernard Faber, «Family», Enciclopedia Americana II, edición internacional, Americana
Corporation, Nueva York 1982, p. 218.
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La fa m ilia en los tiem pos bíblicos
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F undam entos biblico-tcolágicas del m a trim o n io y la fa m ilia
m iem bro de una fam ilia. Cada fam ilia a su vez estaba unida a otras
familias que formaban un clan. El clan a su vez estaba unido en grupos
m ás extensos, form ando las tribus, de m odo que toda la nación de
Israel era en efecto, una gran familia de fam ilias.
La familia en el Antiguo Testam ento era definitivam ente patriarcal.
U no de los términos para designarla es «casa paterna» (bet ab). Las
genealogías se presentan siempre a través de la línea paterna. El padre
tenía sobre los hijos, incluso los casados, si vivían con él, y sobre sus
mujeres, una autoridad total, que antiguamente llegaba hasta el derecho
de vida o muerte. La desobediencia y la m aldición a los padres eran
castigadas con la muerte (Éx. 21:15-17; I-v. 20:9; Pr. 20:20). A medida
que el sistema legal evolucionó, ese derecho del padre fue transferido
a las cortes, pero en esencia no cam bió: ante la queja de un padre, la
corte generalm ente pronunciaba sentencia de m uerte.5
O tro de los términos usados en el Antiguo T estam ento para fam ilia
en el hebreo es mishpahah, que significa fam ilia, pero tam bién clan,
tribu, pueblo, y describe al grupo de personas que habitan en un mismo
lugar o en varias aldeas, que tienen intereses y deberes com unes, y
cuyos m iem bros son conscientes de los lazos de sangre que los unen,
por lo que se llaman «hermanos» (1 S. 20:29).6
O tra palabra en el Antiguo Testam ento para design ar fam ilia era
«casa» (bet o bayit ).7 Se la usa para denotar vivienda, y figuradam ente
el lu g ar don de Jeh o vá h ab ita (e sp e cia lm en te co n re fe re n c ia al
tabernáculo o al tem plo). Tam bién significa fam ilia, descendencia y
hasta un pueblo entero, com o en «la casa de Israel» (Jos. 24:15 y Ez.
20:40). La palabra «casa» aparece m ás de dos m il veces en toda la
Biblia.8
Los patriarcas hebreos seguían las costum bres de sus vecinos con
respecto a tener más de una esposa; es decir, eran p olígam os. Una
fam ilia de aquellos tiem pos, con frecu en cia, in clu ía al esp oso, sus
esposas y sus hijos, sus concubinas y sus hijos, los h ijos casados, las
nueras y los nietos, esclavos de am bos sexos y sus h ijos nacidos bajo
ese techo, los extranjeros resid entes en su p red io, las viu d as y los
5 ídem.
4 Ruland De Vaux, /nsfiíucíones del Antiguo Testamento, Herdcr, Barcelona, 1976, pp.
50-51.
7 C. Cavcmo, «Family», The Internaliarial Standard liible Encydopedia II. Eerdmans, GramI
Rapids, 1969, [>. 1094; Arch. K. Dichic, «House* , ISBE III, p. 1434.
* Roy D. Wyatt, «Casa», Diccionario ilustrado de la Biblia. Caribe, M iam i, 1974, pp.
106-107.
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La fa m ilia en los tiem pos bíblicos
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F undam entos bíblico-teológicos de! m a trim o n io y ¡a fa m ilia
La condición de la mujer
Aunque las m ujeres hacían gran parte de los trabajos duros de la
casa y del campo, ocupaban un lugar secundario tanto en la sociedad
com o en la familia. Las solteras estaban bajo la tutela de su padre o
de un guardián. Al parecer, las m ujeres eran tratadas m ás bien com o
prendas de valor al ser «compradas» por sus futuros esposos, e incluso
vendidas com o esclavas (Éx. 21:7). Por norm a, sólo los hijos varones
tenían derecho a la herencia, y el hijo m ayor tenía derecho a una doble
porción de la propiedad de su padre. Sólo si no había varones en la
fam ilia, las hijas podían heredar a su padre. Si una fam ilia no tenía
hijos, la propiedad pasaba al pariente varón m ás cercan o.'3
El com prom iso nupcial (o el acto de con traer esp onsales) era un
contrato entre dos jóvenes realizado frente a dos testigos. La pareja se
intercambiaba anillos o brazaletes. El novio o su familia tenía que pagar
una sum a de dinero, llam ada m ohar, al p adre de la novia. A veces
podía pagarlo en trabajo (Gn. 29:15-30). Al parecer, el padre sólo podía
gastar el interés de esc capital, el cual debía devolverse a la hija a la
m uerte de sus padres o si ella en v iu d a b a . L ab án p a re c e h ab er
quebrantado esa costum bre (Gn. 31:15). El padre de la m uchacha, a
cam bio, le daba una dote que solía consistir en sirvientas, regalos o
tierras. El matrimonio era un evento más bien civil (familiar y comunal)
antes que religioso. La boda se celebraba cuando el novio tenía ya su
casa lista. Con sus amigos iba a la casa de la novia, en donde ella lo
esperaba ataviada con su vestido esp ecial para la ocasión y con un
*3 Pat Alexander, ory. ed.r F.erdmans Family Fnqjdoptdio o f the Bible, Eerdmans, Grand Rapids,
»978, p. 196-
16
I*a fa m ilia en los tiem pos bíblicos
14 Ibtd., p. 198.
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F undam entos bíblico-teológicos del m a trim o n io y la fa m ilia
En los escritos de los profetas se observa que la fam ilia, llam ada a
ser el altar de la fe y de la instrucción espiritual, se convertía a veces
en el foco de desorientación (Jer. 9:13-14; Am . 2:4). El deterioro de la
fam ilia era un poderoso reco rd ato rio p ara « vo lverse a D ios» (M i.
7:6-7). Varios de los profetas levantaron sus voces para hacer volver
al pueblo a una relación fam iliar m ás justa y satisfactoria com o parte
de su com prom iso con Dios. O seas fue un testim on io vivien te de la
preocupación de Dios por la m onogam ia. M iqueas abogó por el am or
en la fam ilia y el respeto p or los p ro ge n ito res. Isaías p ro cla m ó la
fidelidad conyugal de Yahweh, el esposo, hacia Israel. Ezequiel continuó
favoreciendo el m atrimonio m onogám ico y el reconocim iento de un
lugar m ás alto para la mujer tanto en la fam ilia com o en la sociedad.
Con el paso del tiempo evolucionó la estructura de la familia en Israel.
La vida urbana trajo cambios. El tipo de vivienda en aldeas y ciudades
restringió el número de personas que podían vivir en el m ism o lugar.
D ism inuyó el núm ero de esclavos en cada casa. El ju ic io de un hijo
rebelde pasó a m anos de los an cian os de la ciu d ad (Dt.
21:18-21). Precisamente en la época postexílica, según los relatos de los
libros sapienciales, la familia judía se nos m uestra m ás evolucionada:
el amor marital y la educación de los hijos son preocupaciones constantes
y la monogamia se supone como la forma corriente de relación conyugal.^
15 Claudio Gancho. «Familia», Enciclopedia de la Hiblia III, segunda edición, Garriga, Barcelona,
1969 . pp 431-433
16 Gerhard Kiltel. « Oikos», Theological Dictionary o f the New Testament. Eerdmans, 1967.
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lx¡ fa m ilia en los tiem pos bíblicos
de Israel» (Mt. 10:6; Hch. 2:36; Heb. 8:8-10) y de «la casa de David»
(Le. 1:27, 69; 2:4) para indicarla línea de fam ilia o el linaje.
l a s mujeres, siguiendo la tradición del Antiguo Testamento, tampoco
eran consideradas «iguales» a los hom bres. 1.a m ujer estaba obligada
a obedecer a su m arido com o a su dueño... y esta obediencia era un
deber religioso. Adem ás, estaban excluidas de la vida pública. Joachim
Jerem ías escribe:
Según Josefo, el historiador judío del primer siglo, tanto los derechos
com o los deberes religiosos de las m ujeres eran lim itados;jSólo podían
entrar en el tem plo al atrio de los gentiles y al de las m ujeres. Había
rabinos que sostenían que a la m ujer no se le debía enseñar la ley. Las
escuelas, don de se en señ ab a la ley y adem ás a leer y escrib ir, eran
exclusivamente para varones. Sólo a algunas hijas de familias de elevado
rango social les era permitido estudiar. En las sinagogas había separación
entre hombres y mujeres. En el culto, la m ujer sólo escuchaba; le estaba
prohibido enseñar. En casa, la m ujer no podía bendecir la com ida. En
general, la m ujer en la cultura ju d ía estaba segregada a un segundo
plano, al igual que las m ujeres de las culturas vecinas de la ép oca.'8
Si la m ujer ocupaba un lugar secundario en la vida dom éstica, y sus
deb eres y d erech os religio so s estaban lim itad os, en la vida pública
no participaba en absoluto. Cuando la m ujer judía de Jerusalén salía
de casa , lleva b a la cara cu b ierta con dos velo s y otros a ta vío s que
im posibilitaban reconocerlos rasgos de sus cara. La m ujer que salía
sin llevar la cabeza y la cara cubiertas ofendía las buenas costum bres
al punto de exponerse a que su m arido ejerciera el derecho — ¡incluso
el deber!— de despedirla, sin que estuviese obligado a pagarle la sum a
estipulada en el contrato en caso de divorcio. En síntesis, las m ujeres
17 Joachim Jerem ías, Jerusalén en tiempos de Jesús, Cristiandad, M adrid, 1985, pp.
385- 386.
18 Idem.
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F undam entos biblico-teológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
debían pasar inadvertidas ante el público. Era una gran deshonor para
un alum no de los escribas hablar con una m ujer en la calle. El escriba
Yosé Yojanáti, que vivió un poco antes del tiempo de Jesús, recomendaba
no hablar m ucho con una mujer, incluso con la p ropia.19
M ien tras m ás n otab le era una fa m ilia , m ás e s tric ta s eran las
restricciones impuestas a las mujeres. Las solteras estaban restringidas
al um bral de la casa paterna y las casadas debían p ortar siem pre el
velo. En las clases populares y en el cam po, por razones económ icas,
parece que estas restricciones no se aplicaban en su totalid ad , y las
m ujeres podían ayudar a sus m aridos en sus trabajos y negocios.
Los esponsales, que precedían al contrato m atrimonial, se realizaban
cuando las jó ven es tenían entre doce y doce años y m edio de edad.
Hasta ese m om ento, la joven estaba totalm ente bajo la potestad del
padre: no tenía derecho a poseer el fruto de su trabajo, ni a rechazar
el m atrim on io d ecidido p or su padre. C on los esp o n sa les el jo v e n
«adquiría» a la novia. Joachim Jerem ías se pregunta si existía acaso
una diferencia entre la adquisición de una esposa y la adquisición de
una esclava, y se responde que no, aparte de dos hechos: a) la esposa
conservaba el derecho jurídicam ente reconocido de poseer los bienes
(no de disponer de ellos) que habia traído de su casa y b) la esposa
tenía el am paro del contrato m atrim onial que le aseguraba recibir una
sum a de dinero en caso de divorcio o de m uerte del esp oso.20
A un qu e los varon es eran co n sid erad o s a d u lto s a los trece años,
después de una ceremonia que los hacía «hijos de la ley» y que ocurría
generalm ente en el tem plo (Le. 2:41-42), accedían a los esponsales y
al m atrim onio unos años más tarde que las niñas. Un dicho atribuido
al rabino Samuel «el Joven» (fin del siglo 1) contem pla que «a los cinco
años se está listo para la Escritura; a los diez para el M ishna; a los trece
para el cum plim iento de los m andam ientos; a los quince años para el
Talm ud; a los diez y ocho para la alcoba de la novia...»21
El m atrim onio tenía lugar ordinariam ente un año después de los
esponsales. Allí pasaba la novia definitivam ente del p oder del padre
al poder del esposo. La joven pareja generalm ente iba a vivir con la
fam ilia del esposo. Allí, adem ás de enfrentar la desven taja de tener
que adaptarse a una com unidad extraña, la jo v en q ued ab a en total
20
La fa m ilia en los tiem pos bíblicos
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Fundamentos biblico-teoliíyicos del m a trim o n io y la fa m ilia
Del m ism o modo que las ovejas o cualquier otro animal no puede
estar sin pastor, así los niños no p ueden v iv ir sin tu to r ni los
esclavos sin amo. Y de todas las criaturas salvajes, el niño es la
más intratable, en tanto que, por encima de todas ellas, posee una
fuente de razonamiento que aún no ha sido dom ada, y por lo tanto
es traicionero, astuto e insolente. El niño debe ser sujetado con
m uchos frenos — primero, cuando deja el cuidado de la niñera y
la madre, con un tutor que guíe su ignorancia, y luego con maestros
de toda clase de tem as y lecciones— para que se transform e en
un niño libre. Pero, por otra p arte, d eb e se r tra tad o com o un
esclavo; y todo hom bre lib re que lo en cu en tre en falta deberá
castigar tanto al niño como al tutor.2?
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¡xi fa m ilia en ios tiem pos bíblicos
jesús y la familia
Jesús validó la institución familiar. Él mismo llegó al mundo a través
de una familia en la cual, además de padres, tuvo hermanos y hermanas
(Mt. 13:55-57). Jesús experim entó una niñez de crecim iento integral,
tanto físico como intelectual, social y espiritual (Le. 2:52). Com o adulto,
aunque rabino itinerante, sin hogar fijo (Le. 9:58), supo disfrutar de
38 Rosa ben Harícinas, Mishpa, Ahoth 3.11, citado por ihíd., p. 25.
** íbftí-, p. 27.
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F undam entos bíblico-teológicos de! m a trim o n io y la fa m ilia
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1*0fa m ilia en los tiem pos bíblicos
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F undam entos bíblico-teológicos del m a trim o n io y la fa m ilia
31 Junias o Junia es la forma griega de un nombre femenino muy usado en el mundo romano.
C. E. B. Cranfield (The International CriticaI Commentary, T. & T. Clark Ltd., 1979, pp. 788-
789) afirma que «es completamente correcto dar por sentado que la persona referida era una
mujer» y que «lo más probable era que Andrónico y Junias eran esposo y esposa... paisanos de
Hablo». En cuanto a la designación de «apóstoles», el mismo autor, en concordancia con otros
comentaristas, afirma que bay al menos dos significados para el uso de esta palabra en el Nuevo
Testamento: el sentido limitado, que designa a los que vieron a Jesús cara a cara y a quienes él
comisionó, y el sentido amplio, que denota aquellos misioneros itinerantes (Hch. 14:4, 14; 1
Co 12:28; Ef. 4:10 . Cranfield afirma que es en este último sentido que Junias es reconocida,
junto con su esposo, como «insigne» en la labor apostólica. Tomás Hanks («What kind of Church?
Poor, feminist, gender-benders?», estudio bíblico no publicado sobre Romanos 16:1-27, P 0
afirma: «El hecho de que Junias era mujer y apóstol fue umversalmente reconocido a través
del período patrístico, pero la corrupción del texto'en la edad media cambió su nombre a una
forma masculina con el propósito de oscurecer este hecho».
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¡xi fa m ilia en los tiem pos bíblicos
Conclusión
Cuando venim os a la Biblia para buscar elementos orientadores para
la vida fam iliar y el trabajo pastoral con fam ilias, no venim os con las
m aletas vacías. Traem os, por un lado, siglos de tradiciones cristianas
que han interiorizado en nosotros valores, creencias, actitudes respecto
al m atrim onio, a la fam ilia, a las relaciones entre hom bre y m ujer, etc.
Por otro lado, acarream os, sin ser necesariam ente conscientes, tanto
los patrones culturales que hemos heredado de generación en generación
com o los que se van form ando alrededor nuestro aquí y ahora. Al llegar
a la B ib lia nos en co n tra m o s que el m en saje e tern o de D ios se ha
encarnado profundam ente en sociedades hum anas en el tiem po y el
espacio, y com o tales su jetas a cam bio. De m odo que p ara afirm ar
nuestras bases teológicas sobre el m atrim onio y la familia no podem os
sim plem ente hacer un listado de versículos sobre la niñez, el noviazgo,
el m atrim onio, la fam ilia, y los hijos. Com o hemos visto, necesitam os
indagar sobre los contextos culturales, los m om entos históricos, las
costum bres y las lim itaciones sociales en m edio de los cuales se dieron
lós textos sagrados.
Después de ese ejercicio, la pregunta crucial debe encararse: ¿cómo
interpretar, usar y aplicar los textos bíblicos de hace veinte siglos o
33 Walter Schmithals, Der Rómerbricf: Ein Komentar, Gord Mohn, Gütcrsloh, 1988, citado
por Tomás Hanks, op. cif., p. 2.
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Fundamentar, biblico-teológicos del m a trim o n io y la fa m ilia
más a las condiciones tan distintas y en cam bio continuo de finales del
siglo xx? I ¿ profesora Foulkes, desde su perspectiva de m aestra de la
Biblia y m ujer, afirma que hay que com enzar con Jesús. Jesús desafió
los patrones culturales imperantes y sancionados por la religión que
restringían los espacios hum anos necesarios para el desarrollo pleno
de mujeres, niños, siervos y m arginados. Jesús, por su palabra y obra,
abrió esos espacios facilitando a sus seguidores encontrar su lugar en
la com unidad de redim idos y en la com unidad hum ana. A firm a que
aunque esos espacios se interrum pieran, com o en el caso de la lectura
rabínica que San Pablo hace de Génesis 2-3 en 1 Tim oteo 2, no se altera
el im pulso básico ya dem ostrado en su lanzam iento.
Lo que la Iglesia en cada época posterior está llam ada a exam inar
es cómo lanzarse hacia adelante sobre la línea ascendente marcada
por Jesús, por Pablo y sus compañeros de misión y por las primeras
comunidades. La tradición cristiana, a m enudo m uy influenciada
por corrientes que no parten de Jesús ni de su obra liberadora,
ha perdido de vista esa trayectoria iniciada. Es responsabilidad
nuestra, en m edio de nuestra cultura pero en fidelidad a Jesús,
tratar de recuperarla y adelantarla.33
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L a fa m ilia en los tiem pos bíblicas
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2
• Jorpe Atienda, ecuatoriano, ha vivido también en Colombia, Sudáfrica y Canadá con su familia,
desarrollando la evangelización y el trabajo pastoral con estudiantes universitarios. Sus estudios
doctorales en los Estados Unidos fueron hechos en el área de la terapia y la pastoral familiar.
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Funda memos bíblico-teológicos d el m a trim o n io ¡/ ¿a fa m ilia
El proyecto divino
Con respecto al texto «imagen y sem ejanza de Dios» (im ago D eí),
somos conscientes de la historia y de la variedad de su tratam iento.1
De todas form as, nos encontram os frente al hecho trascendental de
que el ser hum ano fue cread o «a im agen y sem e ja n za de D ios»,
entendiéndose por ello que Dios ha dejado algo de sí m ism o en el ser
hum ano, lo cual le da una dignidad especial.
Somos conscientes tam bién de que un entendim iento m ás acabado
de este texto es imposible aparte de la encarnación. Jesús encarnado
en m edio de los seres hum anos nos m uestra m ejor que nadie lo que
significa la imago Dei. Aunque participamos plenamente de la afirmación
de que Jesús es el cam ino para entender la im ago D ei (Col. 1:15), por
razones de espacio nos limitamos solamente al tratamiento de los textos
en el libro de Génesis.
Antes de la creación del ser hum ano se da la creación del universo.
Éste, una vez terminado, no parece tener un fin en sí m ism o, sino que
cobra su propósito con la presencia del Hom bre. La naturaleza sirve
de plataform a a la existencia hum ana. «Entonces... hagam os» dice el
1 Reinhold Niebuhr (The Nature and Destiny o f Man I, Charles Scnbncrs & Sons, Nueva York,
1964, p -151) presenta un excelente resumen. G. C. Bcrkower (Man: The. Image o f God), Ecrdmans,
Grand Rupids, 1972, p. 67) afirma que con la «imago Dei» la Escritura no nos permite sistematizar,
comprenderlo requeriría el estudio de toda la Escritura. Destaca, sin embargo, que aquí radica
la «unicidad» del ser humano. Lconard Verduin, al tratar el tema en Somewhat Ijtss than God
(Eerdmaná, Grand Rapids, 1979, pp- 27-28 y 51), se indina a interpretar la «imago Dei» como
«ser soberano-creado» y como «ser moral». Gresham Machen (F.I hombre. Estandarte de la
Verdad, Lima, 1969, pp. 152-154), inspirándose en autores de la teología reformada, entiende
la «imago Dei» como el «alma» en el hombre. Virginia Mollenkott (Man, Women and the Biblc,
Abingdon Press. Nashville, 1977, pp. 58SS.) se acerca apologéticamente al texto, donde ve el
«carácter andrógino» de Dios. Esto le permite rechazar la ecuación «Dios = masculinidad» y
establecer la ecuación «Dios = masculinidad + femineidad». Karl Barth (Churc/i Vogmatics III,
libro 1, T.& T. Clark Edimburgo, 1958, pp. 207-220) expresa que el contenido del texto bíblico
ha de entenderse como la «diferencia entre el hombre y la mujer». La analogía con el Creador
no es una «analogía del ser» sino una «analogía de ¡a relación». En la capacidad relaciona! del
hombre y la mujer, Barth entiende la «imago Dei». James Nelson (tmbodiment: An Approach
toSexuality and Christian Theology, Augsburg, Minneapolis, 1978, p. 247) mira el texto a través
del lente de la «sexualidad humana». Lo que somos (hom bre-mujer), dice él, refleja lo que
Dios es. El carácter «andrógino» de Dios está involucrado aqui. Puebla, en sus deliberaciones
sobre la Iglesia y América Latina (CElJ\M-Puebla, Canal, Bogotá, 1979, pp. 105-112), también
reflexionó sobre el hombre y afirmó que sólo una visión cristiana del ser humano es integral
frente a las posiciones pardales predicadas por el capitalismo, el marxismo, el freudianismo, etc.
El argentino Severino Croatto (Aa sexualidad en (os ferros bíblicos. Metanoia, Rosario, 1991, pp.
17-18) afirma que la «imagen de Dios» en Génesis conlleva una idea democratizado» del concepto
corriente de la época. Cuando la «imagen» o representación de la divinidad correspondía sólo
el rey, en tanto que era hombre, Génesis propone «varón y hembra» en general.
32
Persona, p areja y fa m ilia
2 Frank Slagg, Polarities ufMan ‘s Existcncc in Biblical Perspeclive, Westminster Press, Filadelfia,
1 9 7 9 , p p . 2Ó SS.
33
Fundamentos bíhlico-íeulóyicos del m a trim o n io y lo fa m ilia
3 ídem.
4 James Olthuis, I Plcdge Yau my Trolh. Harpcr & Row, Nueva York, 1976, p. 4.
34
P ersona, p a rejo y fa m ilia
1 Corinne Hutt, Males and Females, (Penguin Education, Harmondsworth, Middlesex, 1972,
P- 139
Manford Brauch, «Theology for Marriage and Family», conferencias de clases no publicadas,
Eastern Baptist Theological Seminary, Filadelfia, 1982.
35
F undam entos biblico-teoìógicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
7 Beatnz M dano de Couch, La mujer y ta Iglesia, Hl Escudo, Buenos Aires, 1972, p. 22.
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Persona, pareja y fa m ilia
La restauración
Afortunadam ente, la gracia del Creador no ha dejado al ser hum ano
en dicha condición. D ios co n cib ió un plan de redención an u n ciado
ya en el m ism o co n tex to de la C aida (Gn. 3:1-20 ). La p resen cia de
J e su c risto co m o S e ñ o r y S a lv a d o r sig n ifica p ara la h u m a n id a d la
posibilidad de conversión: de un estado de no-relación (Gn. 3:7-20)
a uno de relació n (Jn. 1:11-12) y, en co n secu en cia, co n v ersió n a ia
posibilidad de volver a ser «persona» en plenitud de todo lo que ello
im plica.
La presencia de Jesucristo en la historia m arca el advenim iento de
una nueva era. Con 61, el Reino de Dios anuncia las «buenas nuevas»
de la restauración de la im ago D e i: superar la experiencia de la Caída,
ya que ésta no puede verse com o normativa de las relaciones humanas.
El advenim iento de la nueva era en Cristo suscita el surgim iento de )
la «nueva hum anidad» (Ef. 2:14-16). Las divisiones dadas a lo largo
de la historia (raza, educación, sexo, clase) desaparecen, porque en
Cristo «ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ;
ni m ujer» (Gá. 3:28).
Pero el Reino de Dios ha traído algo m ás que la sola restauración
de la im ago Dei; ha traíd o un m odelo y tam bién unos recu rsos. El
m odelo apunta a la meta a la cual ha de aspirar la pareja y la familia:
los recursos a los instrum entos que ha de usar para lograr dicha meta. ,
El texto al cual nos referim os para reflexionar sobre el m odelo e s '
E fesios 5:21-33. En este p asaje San Pablo retom a G én esis 1 al 3, y
sostiene la igualdad y la diferencia del hom bre y de la m ujer que los
llevan a la experiencia de la unión: «y los dos serán una sola carne»
(Ef. 5:31). El matrimonio se da sobre las mismas condiciones de Génesis
1 y 2. Lo nuevo ahora es la introducción de un m odelo que la pareja
ha de seguir al relacionarse. Este m odelo es descrito por San Pablo a
la luz de la relación establecida entre «Cristo y la Iglesia» (Ef. 5:23). .
Marido y m ujer se han de relacionar entre sí de la manera en que Cristo
se relaciona con la Iglesia. ¿Q ué im plica este m odelo? Creem os que '
varios elem entos:
En prim er lugar, el m odelo implica un motivo. El trato entre esp oso'
y esposa está m ediado por el amor. Esto es posible sólo con una visión .
noble del ser hum ano: un concepto de m uy alta dignidad del otro. El
hombre ve en la mujer un objeto de amor, así como Cristo ve a la Iglesia. ¡
El hom bre está llam ado a am ar a la mujer, así com o «Cristo am ó a la
Iglesia». Este amor no apunta a una obligación; es más bien una acción,
una decisión de la voluntad. El amor queda así rescatado de la dictadura
37
F undam entos bibüco-teológicoa del m a trim o n io y la fa m ilia
de los sentim ientos —algo tan propio de n uestro m edio latin o— con
los cu ales a m enudo se lo co n fu n d e. E ste «am ad» no es tam p oco
conm iseración o lástima, ni «sobre-estim ar» al uno y «sub-estim ar»
al otro. Este «amad» es la valoración del otro que provoca en mí acciones
y no sólo sentimientos. Este «amad» es entrega, no de cosas — relación
m ediada por el co n su m ism o— sin o de «uno m ism o» (Ef. 5:25). AI
entregar mi ser me valoro y valoro al otro. Al entregar mi ser, hago
disponible lo que soy y mi presencia para que el otro cuente conm igo,
y en ese encuentro ambos hallam os la realización p!ena./Esto es ir más
allá del justo reclamo de los movimientos fem inistas de «derechos para
la mujer». Es, a su vez, una bom ba en la base m ism a del m achism o.
En segundo lugar, el m odelo nos ofrece un ideal. El hom bre ha de
buscar para la mujer lo que Cristo busca para la Iglesia, «santificarla...
a fin de lograr una Iglesia gloriosa, sin m an ch a, ni arru ga, ni cosa
sem ejante» (Ef. 5:26). Queda descartado para el hom bre el buscar en
el m atrim on io a una e m p lea d a , una o fic in is ta , un m ed io p ara la
expresión de su sexualidad o una m adre para su s hijos. A l en trar a
fo rm ar «una sola carn e» , el h o m b re, p o r su e n tre g a , b u sca la
«promoción» de ella. El hom bre no puede aspirar a nada m enos que
esto porque, entonces, él m ism o se desvaloriza. Por «prom oción» de
ella en ten d em o s el estím u lo p ara su cre c im ie n to (sa n tid a d ) y la
conservación de su identidad (sin mancha, ni arruga). Sólo así el marido
inspirará «respeto» (Ef. 5:33) en su m ujer y ésta, a su vez, valorará
_al hombre.
En tercer lugar, el modelo nos brinda una estructura. Con el m odelo
no sólo nos llega una dinám ica y un id eal, sin o tam b ién un orden.
Reconocem os que aquí entram os en un terreno de controversia. San
Pablo anota que el marido es «cabeza» de la m ujer, la cual ha de ser
su «cuerpo» y quien debe sujetarse a su m arido (Ef. 5:23). A quí se
describen tres elementos de útil consideración: «cabeza» = autoridad-
liderazgo; «cuerpo» = interdependencia; «sujeción» = papel. Es m ás
que evidente que el texto no está hablando de condición sino de posición,
y esto sign ifica «función» y no c la sifica c ió n , e s d ecir, no sig n ifica
superioridad o inferioridad. Si la pareja se une con un «propósito»,
en to n ces va a requ erir que ex ista una estru c tu ra que fa c ilite su
consecución. Los estudiosos de la familia com o sistem a ven a la pareja
como un «sub-sistema» y admiten el hecho de que autoridad o liderazgo,
interdependencia y distribución de papeles son esenciales para que un
sistema funcione. Si bien es cierto que el funcionam iento de un sistema
d ep en de de m ás elem en to s que los m e n cio n a d o s, esto s son m uy
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P ersona, p a reja y fa m ilia
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F undam entas bíblico-leológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
40
Persona, p a reja y fa m ilia
* Vías«, por ejemplo, Nicolás Caparros, Crisis ele la fam ilia, Fundamentos, Madrid, 1973, pp,
I7ss.
' Federico Kngels, El origen de lo fam ilia, la propiedad privada 1/ el Estado, Progreso, Moscú,
1968, pp. 19-25.
10 B. F. Skinner, VValden Dos, Fontanella, Barcelona, 1968. Alvin Toffler, El ~shock» delfuturo,
Plaza y Jánes, Barcelona, 1971.
" Eugene Tisserand, ¿Familia o Comunidad?, Paulinas, Madrid, 1980
41
F undam entos bíblico-teolfigicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
12 Elizabeth A. Carter y M. MeGoIdrick, eds , The Changing Family Life Cycle- A Framework
fo r Family Therapy, segunda ediciAn, Allyn and Bacon, Needham Heights, 1989, cap. 1; Goode
J. Williams, The Family, Prentice Hall, Nueva Jersey, 1964, cap. 1.
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P ersona, pareja y fa m ilia
43
fu n d a meníos bíblico- teológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
■
* Elizabeth Aclitemeier, The CommittedMarriage, Westminster Press, Filadelfia. 1976.
16 Bruno Manno, Parenting as a Religións Experiencc, MFL, pp. 8-20.
” Véase, por ejemplo, Dorothy de Quijada, ¿Qué es el Matrimonio'1 (F.IRENE, Quito, 1986) y el
manual Educación para la vitla (EIRENE, Quito, 1993).
■*Véase, por ejemplo, .lorgc Atienda, «Proyecto de enriquecimiento matrimonial» (UCU, Bogotá)
o el 'l'rogram a de Enriquecimiento Matrimonial» (E1RENF., Quito, 1992)
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Persona, p a reja y fa m ilia
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F undam entos bfblico-teológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
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9
* Este articulo, escrito en junio de 1979, fue publicado por la Fraternidad Teológica Latinoamericana.
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F u n dam entos bíblico-teológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
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E l d ivorcio y las iglesias evangélicas
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F undam entos bíblico-teoiógicos del m a trim o n io y la fa m ilia
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E t divo rcio y ¡as iglesias evangélicas
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F u n dam entos bíblico-teológicos del m a trim o n io y la fa m ilia
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FA divorcio y /as iglesias e vangélicas
C read or p ara Ja p areja y estrop ea lo que D ios d esea in d estru ctib le.
Independientem ente de la ñdelidad y el am or de los cónyuges, resulta
verdaderam ente difícil el m atrim onio indisoluble. La separación y el
divorcio son ciertam en te un m al — un m al que no cab e d isim u la r—,
por cuanto suponen un fracaso del proyecto amoroso de vida en com ún
de la pareja, pero a veces son m ales inevitables. El lenguaje bíblico al
respecto es m uy realista. Y si, por un lado, proclam a sin am bigüedades
las altas m etas a las que Dios llam ó al H om bre al crearlo — y lo llam a
ahora en C risto al re cre a rlo — , p or o tra p arte, no es m enos claro al
describir el fracaso de ciertas parejas.
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F undam entos biblico-teológicos del m a trim o n io y la fa m ilia
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E l d ivorcio y las iglesias e vangélicas
M ateo 19:9 revela que Jesús perm ite el divorcio en caso de adulterio.
Porque esta ruptura no depende de Dios sino de los cónyuges. Se trata
del fracaso del am or hum ano; no es cuestión de que el am or de Dios
in stitu y a el d iv o rc io , co m o a n tes in stitu y ó el m atrim o n io . E sto es
inim aginable, puesto que el divorcio es siem pre un mal, incluso cuando
es un m al m enor.
Lo que hace Jesucristo es señalar la realidad del divorcio com o un
hecho innegable producido por la infidelidad. La com prensión de este
punto es capital para entender la doctrina bíblica sobre el divorcio.
Según M ateo 19:9 h ay m ás todavía: parece justificad o afirm ar que
cuando un cónyuge repudia al otro por adulterio, este repudio expresa
la disolución —la q u ieb ra— del lazo m atrim onial y, p or consiguiente,
el hom bre (o la m ujer) queda libre para volver a casarse, sin caer en
la re s p o n s a b ilid a d de un n u e vo a d u lte rio . El d iv o rc io d isu e lv e el
m atrim onio.
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F u n dam entos bfblico-teológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
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E l d ivorcio y las iglesias e vangélicas
incluso, com o mal m enor, en dos ocasiones: i) Por quiebra del principio
«serán los dos una sola carne». Es la quiebra del adulterio, que destruye
el vínculo matrimonial. 2) Por quiebra espiritual de la relación conyugal;
cuan d o se produce el divo rcio originado en la parte no creyen te por
no tolerar la nueva v id a en C risto del consorte cristiano.
La dinám ica que descubrim os en estos textos responde a una tensión
entre la revelación de la voluntad divina (matrim onio indisoluble como
ideal q u e debe proclam ar y viv ir la Iglesia) y la m isericordia de Dios
que actúa en favor del h om b re y dentro de las situaciones concretas
en que éste se halla. Lo fundam ental es com prender que el evangelio
que proclam am os es una «buena noticia», y debe serlo tam bién para
los m atrim on ios rotos y las p arejas destrozadas. Es la vida hum ana
—y no leyes a b stra ctas— la q u e ten em os con nuestro m ensaje. E llo
e x p lic a ta m b ié n q u e la e n s e ñ a n za d e l N u evo T e sta m e n to va y a
desarrollándose en gran parte a m edida que surgen problem as morales
(p en sem o s, p or ejem p lo en 1 C o rin tio s y en la ep ístola a Filem ón).
Respecto al divorcio, quizá nos habríam os quedado solam ente con las
palabras de Jesús en los sinópticos, de no haberse planteado la cuestión
de los m atrim onios m ixtos en Corinto, lo que dio lugar a la am pliación
del tem a por parte de Pablo en 1 C orintios 7.
Si en las iglesias del N uevo Testam ento hubieran surgido situaciones
análogas a las de nuestros días, ¿cuál habría sido la normativa apostólica?
A partir de unos principios básicos inalterables, junto con los ejemplos
prácticos que la Escritura nos ofrece, ¿no puede la Iglesia establecer
u n a o rien ta ció n — siem p re co n co rd e con la Palabra de D ios— para
las cuestiones que no están explícitam ente decididas en la Biblia?
D ado que el N uevo T estam ento señala dos casos inequívocos en los
que hay que admitir la realidad del divorcio, y tomando en consideración
lo que hem os dicho acerca d el llam ado «derecho paulino», ¿tenem os
derecho a condenar a aquellos herm anos y a aquellas iglesias que creen
q u e D io s p u ed e a rre g la r ta m b ié n o tra s situ a c io n e s de q u ie b ra
m atrim onial y ofrecer su perdón y su ayuda a los divorciados?
Ú nicam ente en el contexto am plio de la intención de Dios C reador
y S a lv ad o r, ta l co m o se nos re v e la en J e su cristo y p o r su P alabra,
podem os defin ir y ap licar lo q u e es el bien y la verdad de D ios para
todas las situaciones concretas del hom bre y de la m ujer.
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F undam entos bíbüco-leológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
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El d ivo rcio y las iglesias evangélicas
Conclusiones
N o hem os inten tado so lu cio n ar todos los problem as exegéticos y
pastorales con esta declaración expositiva sobre el divorcio. El espacio
no lo permite y, p or otro lado, este estudio no ha pretendido sino sentar
las b ases doctrinales m ínim as p arar proseguir una reflexión que cada
vez se hace m ás necesaria.
Com o conclusiones m ín im as nos atrevem os a hacer las siguientes
recom endaciones, en un esp íritu d e diálogo constructivo, sin ánim o
dogmático y abierto al contacto con todos aquellos hermanos que tienen
responsabilidad pastoral en las iglesias:
1. Denuncia
a) En cuanto al matrimonio
Dios no puede ordenar o bendecir el divorcio. El divorcio es siem pre
consecuencia del pecado que divide y corrom pe. La indisolubilidad es
la buena voluntad de Dios para el m atrim onio.
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1
2. Realismo
Seam os realistas, com o la Biblia mism a. Jesucristo prim ero, y los
apóstoles después, discernieron y señalaron la realidad frustrante para
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El d ivo rcio y las iglesias e vangélicas
3. Compasión
El realismo bíblico es compasivo. Toda acción y toda postura relativas
al divo rcio (y a la sep aración ) deberían se r adoptadas con « tem or y
tem blor», m otivadas adem ás por una sincera com pasión (librem ente:
com pasión = p adecim iento c o n ju n ta m e n te ).
El o b jetivo p rim o rd ial de n u estra m ediación cristian a y p astoral
d e b e se r sie m p re la r e c o n c ilia ció n , com o so lu ció n in fin ita m e n te
preferible al divorcio. N uestro consejo, nuestra oración y nuestra ayuda
com o iglesias y com o creyentes deben estar encam inadas sob re todo
a este fin. Para ello convendrá ahondar en la idea del arrepentim iento
(a diferencia de la m oderna m oda legislativa), lo que implica lógicam ente
una consideración no m enos profunda de culpa. En la práctica no se
hallarían probablem ente m uchos casos en los que una sola de las partes
fuese la única culpable y la otra completamente inocente. M uy a menudo,
por no decir siem pre, la culpa debe com partirse y, consecuentem ente,
el arrepentim iento y el esfuerzo hacia la reconciliación tam bién.
Cada m atrim onio, al igual que cada situación conyugal conflictiva,
debiera ser co n sid erad o in divid ualm en te com o un caso esp ecífico y
co n creto . L as g e n e ra liza c io n e s, las am b igü ed ad es, ta n to co m o lo s
lega lism o s y la e stre ch e z de m iras, son consejeros p elig ro so s. T a n
lam e n ta b le es la a ctitu d m io p e q u e se aco m od a a m od os y m odas
vigentes en la sociedad perm isiva que nos rodea y que nos im pulsa a
ser indulgentes en extremo, como el legalismo farisaico y deshumanizado
que sólo se atiene a unas reglas y a unos textos sacados de contexto,
sin intentar siquiera aplicarlos com pasiva y am orosam ente (es decir,
hum ana y cristianam ente) en cada caso.
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Fiindamenfos bíbiico-teológicos d el m a trim o n io y la fa m ilia
4. Evangelización
La problemática divonásta puede convertirse tam bién en una ocasión
d e te stim o n io , si v e rd a d e ra m e n te la p a sto ra l d e n u e stras ig le sia s
responde a la vocación compasiva y cristiana que acabam os de exponer.
N o seam os ilusos. Difícilm ente se da una sociedad cuya legislación
(en este caso, las leyes reguladoras del divorcio) se homologue totalmente
con la ley bíblica. Ni el antidivorcismo a ultranza de los últimos cuarenta
años, ni las futuras leyes sobre divorcio en España p ueden responder
al ideal bíblico.
E sto sup on e para las iglesias y para los cristia n o s una con stan te
vigilancia, porque debem os nuestra lealtad p rim era a la P alabra de
Dios. Por lo tanto, harem os bien en som eter a crítica cualquier proyecto
divorcista a la luz de la doctrina revelada.
N uestro testim onio en este ám bito, com o en tantos otros, seguirá
siendo difícil. En la dem ocracia permisiva, com o antes en la dictadura
in sp ira d a en el n acio n a l-ca to licism o , ten e m o s q u e v iv ir b a jo
ordenam ientos jurídicos rara vez inspirados en la Biblia.
Tam poco es para espantarse. El pueblo de Dios ha vivid o siem pre
en estas condiciones. De lo que se trata, ahora, es de que nosotros,
com o cristianos, lo entendam os así, con claro d iscern im ien to de las
señ ales de los tiem pos y del eterno m ensaje d e la P ala b ra de D ios,
vivien do y sirvien do a nu estros sem ejantes en p len a coh eren cia de
fe.
V eam os pues, no sólo los problem as sino las oportunidades de dar
te stim o n io del evan g elio , p o rqu e C risto es ta m b ién la so lu c ió n al
problem a del divorcio, com o lo es de toda ruptura y división. Sólo él
puede sensibilizar el corazón endurecido de todo ser hum ano y de todo
cónyuge. A ún más, sólo él puede dar un corazón nuevo y unos nuevos
ideales a las parejas que, tratando de subsistir por sus pobres y escasos
recursos, ha naufragado o está a punto de hacerlo.
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Fundamentos biblico-teotógicos d el m a trim o n io y ta fa m ilia
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