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Educación en condiciones de encierro

Dr. Rolando Tapia


1.3 Desarrollo histórico
1.3.1 El origen de la cárcel en tanto institución
Entre los autores más representativos para abordar esta temática tenemos a (Miquelarena
Meritello: n.d.) quien presenta un enfoque para describir el origen y la evolución de la cárcel en el
mundo a través del tiempo, basado en un análisis de los antecedentes históricos tanto generales como
penitenciarios, de los primeros centros penitenciarios, de la implementación del sistema celular, del
sistema mixto de Auburn, de las primeras cárceles en Europa, del surgimiento del Derecho
Penitenciario, del sistema semicircular de Bentham, de los avances en materia penitenciaria, de la
aparición de los sistemas progresivos, de la Irlanda de Crofton, de los sistemas de tratamiento en
España, de los sistemas progresivos en Alemania, de las tendencias modernas, de la aparición de
disposiciones internacionales y de la crisis de las teorías modernas. Este enfoque ofrece una idea global
acerca de la evolución del concepto de cárcel y del proceso de educación en condiciones de encierro. A
continuación se presentará una visión de cada uno de estos puntos siguiendo las ideas del autor.
Para explicar los antecedentes históricos generales que dieron origen al concepto de cárcel tal
como se conoce hoy en día, (Miquelarena Meritello: n.d.) describe el paso del modelo feudal al modelo
capitalista como clave, en el proceso de conformación de una nueva sociedad distinta de la anterior
desde el punto de vista económico, político, cultural, tecnológico y por ende social. En el plano
económico se pasó de un modelo de producción agrario a un modelo de producción mercantil, y en el
plano político, de los reinos tradicionales establecidos a los nuevos estados concebidos como naciones.
Fenómenos como la Ilustración y la Revolución Industrial produjeron cambios culturales y
tecnológicos trascendentales, que aunados a los ocurridos en el orden económico y político condujeron
al nacimiento de una nueva sociedad, organizada de forma diferente y con nuevas necesidades. Esta
nueva realidad propició el surgimiento de instituciones como las fabricas y las escuelas, que cambiaron
el modelo de sociedad. Las fabricas propiciaron el éxodo masivo de los campos a las ciudades y un
cambio radical en la forma de vivir de las personas, por su parte las escuelas se consolidaron como las
instituciones encargadas de formar ciudadanos capaces de convivir en sociedad a través del ejercicio de
derechos y del respeto a los deberes consagrados en las normas. Ante este nuevo escenario, los estados
se vieron en la necesidad de formular leyes para regular la convivencia, los hombres comenzaron a
laborar masivamente en las fábricas, los niños y jóvenes a asistir a las escuelas y las mujeres quedaron
a cargo del hogar, sin embargo el sector de la población conformado por los pobres, enfermos,
ladrones, sin oficio, huérfanos, algunas personas mayores, personas con problemas mentales, y en
general todos aquellos con dificultades para adaptarse a este nuevo modelo de sociedad, quedaron
excluidos del sistema. Bajo este contexto surgieron las cárceles, como espacios de reclusión y
tratamiento para los desadaptados a la sociedad; desde su concepción inicial las cárceles tenían como
objetivo la privación de libertad como una forma de humanizar las penas en el sentido que buscaban
sustituir las prácticas pecuniarias y de castigo corporal para incorporar elementos destinados a mejorar
las conductas morales de quienes no lograban adaptarse a las reglas que regían la nueva sociedad. A
medida que las industrias y tecnologías continuaron creciendo y extendiéndose, las formas de
producción fueron modificándose y el trabajo se fue segmentando, generándose la tercerización de la
economía, así en medio de este contexto muchas personas no lograron adaptarse a la nueva realidad
económica y laboral y empezaron a tener dificultades para integrarse a la sociedad, lo que ocasionó que
muchos de ellos comenzaran a satisfacer sus necesidades cometiendo actos delictivos. Cada sociedad
empezó entonces a buscar sus propios mecanismos para reprimir las conductas antisociales, como
ejemplo de ello se tienen las practicas del descuartizamiento, la crucifixión, la lapidación, la
mutilación, la exposición pública, y la realización de trabajos forzados; con el pasar del tiempo estas
practicas fueron evolucionando hasta llegar a las mas modernas caracterizadas por el aislamiento del
delincuente bajo la custodia de otras personas.
La nueva visión y estructura de la sociedad impulsaron la necesidad de combatir el crimen a través de
la detención y no del castigo, con lo cual surgieron los primeros centros penitenciarios. (Reyes: 2015)
señala que muchos filósofos comenzaron a hacerse preguntas acerca de cómo enfrentar el delito, como
tratar al delincuente y cuáles deberían ser las sanciones a las que deberían ser sometidos y resalta la
importancia que le dieron ilustres filósofos al tema del tratamiento del delito, mencionando como
ejemplos a Hesíodo, Pitágoras, Heráclito, Protágoras, Sócrates, Platón y a Aristóteles. Frases celebres
de Pitágoras como: Educad a los niños y no será́ necesario castigar a los hombres, o Cultivad las
matemáticas: todos nuestros crímenes son errores de cálculo, o La libertad dijo un día a la ley “Tú me
estorbas” La ley respondió́ a la libertad: “Yo te guardo”, muestran el interés que tuvo en el tema. Por
su parte el pensamiento de Sócrates, tal como se describe en ("Biografía de Sócrates", 2017), se centró
particularmente en la ética del ser humano, el argumentaba que el hombre sabio era necesariamente
virtuoso y el hombre ignorante era necesariamente vicioso y quien poseía la sabiduría poseía todas las
virtudes, Sócrates pensaba que nadie obraba mal a sabiendas, así que a su juicio la mejor manera de
combatir el delito era combatir la ignorancia, pues un hombre sabio era capaz de conocer los beneficios
de las buenas obras. Por su parte (Peña Mateos: 1997) indica que los indicios obtenidos del estudio de
civilizaciones antiguas, como las de China, Egipto, Israel y Babilonia muestran las primeras prisiones
como lugares de vigilancia y resguardo de los desadaptados y en ocasiones hasta de tormento, pues en
sus instalaciones se aplicaban métodos para indagar en profundidad sobre los crímenes cometidos por
los prisioneros. (García Valdés: 1982) citado por (Miquelarena Meritello: n.d.), señala que tras realizar
una revisión de los derechos antiguos y ordenamientos medievales, se puede establecer que para la
época las prisiones eran consideradas lugares de retención, y operaban bajo el concepto de “cárceles de
custodia”. (Conde-Pumpido: 1990) también citado por (Miquelarena Meritello: n.d.) hace el siguiente
un símil: “la pena es una medicina contra el autor del delito, el tratamiento su aplicación y la cárcel el
hospital”. De acuerdo a lo expuesto por (Miquelarena Meritello: n.d.) la filosofía del correccionalismo
del siglo XIX argumentaba que el reo debía ser sometido a un proceso de reajuste moral, intelectual y
jurídico, para convencerlo de su mal proceder y evitar ser sometido en el futuro a nuevas penas,
asimismo señala que a pesar de no haber unanimidad en este hallazgo, el sistema de prisión mas
antiguo del que se tiene registro data del año 1166 y está constituido por una cárcel que mandó a
construir Enrique II de Inglaterra en Claredon, conocida por ser el lugar donde este promulgó varias
constituciones. En la Edad Media existían recintos carcelarios privados, aunque en general las medidas
de restricción de libertad en cárceles eran administradas por los gobernantes, quienes impartían la pena
para el reo en función de su estatus social y la severidad del delito cometido, y en ocasiones podían
devolverle la libertad al reo a cambio de un pago en forma de dinero o de especies.
Los primeros centros penitenciarios surgidos durante la Edad Media se empleaban para recluir a los
delincuentes, enfermos mentales, mendigos y prostitutas, entre otros, antes de aplicar los duros castigos
a los que posteriormente serían sometidos. Estas personas permanecían confinados en estos centros
muchas veces en condiciones muy difíciles, pues los lugares donde funcionaban normalmente no
habían sido concebidos para alojar personas. El Derecho Penal Punitivo del siglo XVIII se caracterizó
por la aplicación de castigos crueles al delincuente que buscaban generar miedo y por ende a través de
esta vía disminuir la comisión de delitos, muchos de estos castigos no tenían en cuenta la gravedad del
delito cometido y en muchas ocasiones llegaban a cometerse errores al aplicarlos a personas inocentes,
por otra parte los reyes y demás personas que tenían el poder intentaban disminuir la criminalidad
aplicando penas a los rebeldes y los desadaptados que muchas veces no estaban autorizadas en las
leyes. Hasta el siglo XVI las prisiones o cárceles eran utilizadas para custodiar a los detenidos hasta el
momento del juicio, sin embargo el auge de la criminalidad en Europa fue tal que la privación de la
libertad en estos lugares se convirtió en una pena mas, dada la imposibilidad de aplicar a todos los
delincuentes las penas que tradicionalmente se venían aplicando, de esta manera paulatinamente los
estados europeos incorporaron la prisión como pena, sin prescindir de los castigos corporales, las
sanciones pecuniarias y el destierro. (Miquelarena Meritello: n.d.)
Tal como lo señala (Miquelarena Meritello: n.d.) el primer centro penitenciario del que se tiene
referencia, en el que los detenidos realizaban trabajos es “The House of Correction of Bridewell”,
ubicado en Londres. De acuerdo a lo mencionado en (“Background - Houses of Correction - London
Lives”: n.d.) las “Casas de corrección” fueron establecidas a finales del siglo XVI como lugares para el
castigo y la reforma de los pobres condenados por ofensas menores, a través del trabajo duro. La de
Bridewell fue primera y estaba ubicada en Londres, luego a principios del siglo XVII, surgieron las
casas de Middlesex y Westminster. Bridewell fue prisión y hospital simultáneamente, y fue establecida
en 1553 con el propósito de castigar a los pobres desordenados y de proteger a los niños sin hogar en la
ciudad de Londres. Bridewell fue la primera casa de corrección del país y una importante institución
caritativa. Sus registros proporcionan evidencia valiosa tanto de delitos menores como de aprendizajes
de indigentes en el siglo XVIII. Pequeños infractores fueron ubicados en Bridewell por policías y
magistrados de la Ciudad como, y ocasionalmente por padres y maestros. Los oficiales debían llevar
diariamente vagabundos y personas ociosas a la prisión, sin embargo, a partir de 1785 sólo los
magistrados tenían esta potestad. Los prisioneros estaban acusados de una amplia gama de delitos,
incluyendo el vicio, la vagancia y delitos contra la propiedad. Se tienen registros de que para el año
1797 se tenían recluidas 188 mujeres por prostitución, 43 mujeres y 95 hombres por actos menores de
deshonestidad, y unos 979 vagabundos. El propósito de la casa de corrección era castigar y corregir a
los delincuentes, y no simplemente mantenerlos encarcelados, por lo tanto la mayoría de los prisioneros
recibían castigos, que eran determinados por los gobernadores, siendo los mas comunes el azote y el
trabajo duro. Al igual que otras prisiones del siglo XVIII, Bridewell fue inicialmente una prisión
abierta, donde diferentes categorías de delincuentes podrían mezclarse y los visitantes podrían traer
dinero, comida, licores y regalos. Sin embargo, hombres y mujeres se mantuvieron separados, y a
finales del siglo XVIII se introdujo una mayor segregación de los presos y el aislamiento. Las
prisiones eran lugares notoriamente insalubres, pero como hospital y prisión, Bridewell estaba más
avanzado que cualquier otra prisión del siglo XVIII en la prestación de atención médica, contaba con
personal médico y los prisioneros eran examinados regularmente para detectar enfermedades. Las
condiciones de higiene ayudaron a prevenir la propagación de enfermedades. Tal fue el nivel de
tratamiento e instalaciones disponibles que se especula que algunos pobres usaran a Bridewell como un
medio de acceso a la atención médica.
El siglo XVII fue testigo de un renovado interés en reformar a los delincuentes a través del trabajo y
dio lugar al surgimiento de casas establecidas con este propósito y a la aprobación de estatutos que
prescribían las casas de corrección como castigo para delitos menores, incluyendo la vagancia.
Durante el siglo XVIII las casas de corrección evolucionaron en respuesta al mayor escrutinio legal. El
número de prisioneros no disminuyó, pero los tipos de personas encarceladas cambiaron. Al igual que
otras cárceles, en el último cuarto del siglo fueron afectadas por el movimiento de reforma
penitenciaria (“Background - Houses of Correction - London Lives”: n.d.).
Luego de Bridewell, se abrieron casas de trabajo en otras ciudades inglesas y europeas con la misión de
recluir a los acusados por delitos menores, pero sin una estructura de organización orientada a
transformar al delincuente; en Ámsterdam aparecen “Rasphuis” y “Sphinuis”. “Rasphuis” fue una
prisión establecida en 1596 con el fin de recluir jóvenes delincuentes masculinos, a los que se les
asignaba la tarea de raspar la madera del árbol de Brasil para obtener un polvo que se suministraba
como materia prima para la industria de la pintura y “Sphinuis” fue otra prisión en la que las mujeres se
desempeñaban como hilanderas. Años mas tarde surgió una nueva prisión en la que los familiares de
jóvenes rebeldes con problemas de conducta los recluían para su reforma.
Las casas de trabajo fueron el primer intento formal de reeducar a los delincuentes detenidos, sin
embargo, no siempre se consiguieron los cambios psicológicos y sociales que se buscaba producir en
los detenidos. El siglo XVII se caracterizó por la aplicación de penas crueles, como las torturas como
formas de castigo y como forma de forzar la confesión, las mutilaciones y hasta la pena de muerte. El
sistema penal era arbitrario, característico del absolutismo monárquico, los reos carecían de defensa en
los juicios y en general existía una desproporción entre el delito y la pena. Con el paso del tiempo,
algunos Estados, especialmente aquellos con mayor poder político y económico, vieron en los
condenados una importante fuerza productiva y la empezaron a explotar, países como Francia,
Inglaterra, España y Portugal, utilizaron a los reos como mano de obra para ejecutar trabajos forzosos.
En el Siglo XVII Suiza lideró una concepción distinta de las cárceles basada en el trabajo útil para los
presos y no en el tormento ineficaz, practicado en muchos recintos europeos para la época
(Miquelarena Meritello: n.d.).
Entretanto en Norte América existían las corrientes impulsadas por William Penn, quien de acuerdo a
lo expresado en (“Brief Biography of William Penn: n.d.) fundó la Provincia de Pennsylvania, Colonia
Británica Norteamericana, que posteriormente se convirtió en el Estado de Pennsylvania y cuyos
principios democráticos sirvieron como inspiración para la Constitución de los Estados Unidos. Penn
defendía el juicio libre y justo por parte de un jurado para los reos, no creía en el castigo físico,
defendía el derecho del reo a una pena acorde con el delito cometido y apoyaba la pena de muerte solo
para el delito de asesinato premeditado. Pennsylvania contó así con un régimen penitenciario de corte
humanitario hasta la muerte de Penn en el año 1718, cuando el régimen existente fue sustituido por el
antiguo código inglés, plagado de prácticas crueles y poco humanas. En este contexto surge en
Filadelfia el sistema celular o de aislamiento, siendo la Prisión de Walnut Street en Pensilvania la mas
representativa del sistema, esta tenía una serie de pequeñas celdas para ubicar a los prisioneros de
manera individual, las celdas y los corredores que las conectaban estaban dispuestos de tal manera de
evitar que los prisioneros se comunicaran entre sí, en esta prisión se utilizaba el aislamiento como
forma de penitencia para permitir el autoexamen del reo, pues se creía en este último como un medio
para la salvación. El sistema celular estaba fundamentado en la idea de que el aislamiento de los
prisioneros impedía la corrupción de las prisiones y propiciaba el arrepentimiento de los mismos. En la
Prisión de Walnut Street el número de celdas resultó insuficiente para todos los reos por lo que
hacinamiento terminó socavando el objetivo del aislamiento. Los reclusos que fueron aislados sufrieron
afectaciones psicológicas importantes y finalmente se optó por asignarle trabajo a los reclusos en las
celdas, a los que podían dedicarles hasta ocho horas al día. Instituciones similares fueron construidas en
Newgate, Nueva York y en Trenton, Nueva Jersey, de la experiencia en estas pudo comprobarse que el
aislamiento prolongado producía graves efectos en los prisioneros, inhabilitándolos en el futuro para
readaptarse a la sociedad pues los convertía en seres resentidos, desadaptados y con grandes complejos.
(Miquelarena Meritello: n.d.)
A raíz de las dificultades evidenciadas en el sistema celular, surgió el sistema de Auburn,
implementado en la Prisión del mismo nombre construida en Nueva York en el año 1817. Este sistema
fue creado por Elam Lynds, modificó el sistema reformatorio instaurado en Pennsylvania, y sustituyó
el esquema de oración, contemplación y aislamiento por el trabajo duro. De acuerdo a lo descrito por
(Acosta Muñoz: n.d.), bajo el sistema de Auburn los prisioneros debían trabajar arduamente durante el
día y los ingresos producto de su labor debían ser utilizados para ayudar a mantener la prisión; los
prisioneros eran segregados sexo y por delitos y forzados a utilizar un uniforme de acuerdo al crimen
cometido, en el interior de las cárceles existían comedores comunales donde los prisioneros compartían
las comidas, sin embargo había un estricto código de silencio que debía ser respetado en todo
momento, así los prisioneros comían y trabajaban juntos, pero en completo silencio; los reos que
violaban el código de silencio eran sometidos a severos castigos y penas corporales; y por la noches los
prisioneros eran ubicados en celdas individuales. Tal como lo señala (Miquelarena Meritello: n.d.) el
sistema mixto de Auburn buscaba mantener las ventajas de la incomunicación pero otorgando alguna
flexibilidad en este aspecto para evitar los inconvenientes del aislamiento total, así sin abandonar
totalmente los principios del sistema celular, este combinaba la acción socializadora realizada durante
el día con el aislamiento nocturno orientado hacia la meditación, sin embargo el sistema tuvo
problemas porque la tarea de impedir la comunicación entre los prisioneros mientras estos realizaban
tareas en conjunto resultaba difícil y en ocasiones imposible de cumplir
El origen de los centros penitenciarios concebidos para servir de prisión ocurre en Europa a partir del
siglo XVIII, entre los mas emblemáticos se tienen el Hospicio de San Michelle en Roma y la Prisión de
Gante en Bélgica. El edificio de San Michelle fue construido en 1704 y fue diseñado para garantizar el
trabajo diario conjunto de los presos y la separación de estos durante las noches. La prisión de Gante
data de 1773, esta contaba con varios pisos cada uno de ellos rodeados de celdas, dormitorios,
comedores, salas, almacenes y talleres para que los presos trabajaran. En ambas prisiones los presos
trabajaban juntos durante el día y permanecían aislados durante la noche. Entre los oficios que
desempeñaban se tienen el cardado, el hilado, el tejido, y la confección de trajes y zapatos entre otros.
("Realidades desdibujadas - 3º Evolución de la Prisión": 2015).
(Caro P.: 2013) trata la influencia de John Howard, filántropo e inspector de prisiones inglés, sobre la
Reforma Penitenciaria Europea de finales del Siglo XVIII. Howard tenía ideas sobre lo que debía ser la
infraestructura, segregación, seguridad e higiene en los establecimientos de reclusión, específicamente
sostenía que las cárceles debían tener condiciones de higiene adecuadas para evitar enfermedades y
epidemias, los condenados por delitos mayores y menores debían ser separados, debía incentivarse el
trabajo de los condenados, y debía adoptarse el sistema celular de aislamiento en una celda para evitar
la promiscuidad y desviaciones morales de los presos; asimismo se oponía firmemente a la aplicación
de la tortura como medio para lograr la confesión, así como a la aplicación de castigos físicos a los
reclusos. Las ideas de Howard tienen lugar a finales del Siglo XVIII, cuando estaba ocurriendo en
Europa un cambio de los sistemas punitivos de la época, Europa intentaba pasar de un sistema
castigador, autoritario y desigual a un sistema mas humanista y democrático concebido para lograr la
regeneración de los delincuentes y su posterior reincorporación a la sociedad como ciudadanos útiles.
Howard publicó en 1777 la obra El Estado de las prisiones en Inglaterra y Wales, en ella describe los
horrores que presenció en las cárceles que visitaba, une las mejores características de los
establecimientos que visitaba en Europa y propone lineamientos generales para la estructura y
administración de las prisiones futuras, con el objetivo de mitigar las miserias de los reclusos y mejorar
sus posibilidades de regeneración moral. (Miquelarena Meritello: n.d.) afirma que el origen del
Derecho Penitenciario estuvo dado por la obra de Howard.
Como antecedentes al trabajo de Howard, (Caro P.: 2013) señala a la Revolución Francesa entre los
hechos históricos que hicieron posible el movimiento reformador del sistema penitenciario de la época,
al desarrollo del sistema legal de los Estados Unidos, y a las obras de los filósofos europeos Cesare
Beccaria, a través de El Tratado de los delitos y de las penas (1764) y de Jeremy Bentham, a través del
Tratado de legislación civil y penal (1802). Ambos autores buscaban humanizar los procesos legales,
específicamente abolir la pena de muerte y minimizar los castigos y tormentos físicos a los que se
sometía a acusados y a sentenciados; establecer castigos proporcionales a los castigos y un sistema
penal mas racional para la determinación de las penas. Paralelamente intentaban cambiar el propósito
de la reclusión, del encierro a un mecanismo de rehabilitación fundamentado en la penitencia y la
reflexión. Así estas ideas dan origen a las llamadas Penitenciarías y a los nuevos diseños
arquitectónicos de las cárceles. Los aportes de Beccaria y Bentham impulsaron un cambio significativo
en materia penal que junto a los relatos de la realidad carcelaria Europea de Howard y las propuestas
derivadas, permitieron la materialización de una reforma que reviste de carácter humano el ámbito
penal y la apertura de una visión más humanista de rehabilitación de los criminales. (Miquelarena
Meritello: n.d.) señala que Howard y Beccaria tenían el objetivo de crear un Derecho Penal humanista,
centrado en el trabajo como elemento resocializador que permitiera evitar el ocio y preparar al recluso
para ser reinsertado en la sociedad.
Jeremy Bentham, filósofo inglés, creador de la teoría de la mayor felicidad para el mayor número,
conocida como Utilitarismo, realizó aportes al movimiento penitenciario. En el año 1786 se encontraba
en Rusia donde inició el estudio de una reforma del régimen penitenciario, proponiendo como resultado
de sus investigaciones y de la aplicación práctica de sus ideas, el proyecto de un edificio que sería la
nueva prisión modelo, conocido como sistema semicircular, que consistía en una edificación
semicircular donde los prisioneros estarían expuestos de manera constante a la vigilancia de los
guardianes, sin que estos pudieran verlos. Bentham defendió su proyecto por largo tiempo, pero no se
tiene registro de resultados tangibles. Adicionalmente aportó al movimiento penitenciario de la época a
través de obras como The Rationale of Reward (1825) y The Rationale of Punishment (1830), entre
otras.
Antes en el siglo XVIII Estados Unidos adoptó el sistema celular, siendo la prisión de Wallnut Street,
la mas representativa, en ella el preso era completamente aislado con la intención de crear un ambiente
propicio para la meditación, el contacto con otros reos ocurría sólo cuando este realizaba algún trabajo.
A finales del siglo XVIII los norteamericanos deciden migrar de su sistema a un nuevo modelo
caracterizado por el uso de mecanismos tendientes a la rehabilitación del preso. Rápidamente los
avances de los norteamericanos en materia penitenciaria fueron conocidos en el mundo, al punto que el
Gobierno de Francia envió a Alexis de Tocqueville, pensador, jurista, político e historiador francés y a
Gustave Beaumont, magistrado y reformador de prisiones francés, para observar el sistema de prisiones
norteamericano. Asimismo otros Gobiernos europeos envían emisarios a Norteamérica con el mismo
propósito.
Los sistemas progresivos surgen a finales del siglo XIX, estos estaban caracterizados porque la
intensidad de las sanciones impuestas a los detenidos iban atenuándose gradualmente, con el objetivo
de restablecer su equilibrio moral, en el sentido de que pudiera por si mismo satisfacer sus necesidades
básicas y realizarse personalmente con miras a su posterior reinserción a la sociedad civil. En el
sistema progresivo inglés el tiempo de la condena se dividía en tres etapas por la cuáles debía pasar el
preso que mostraba buen comportamiento, la primera estaba constituida por el régimen Filadélfico que
consistía en prisión celular rigurosa durante nueve meses; la segunda etapa contemplaba el modelo de
Auburn, consistente en trabajo común; y la tercera contemplaba la libertad anticipada o condicionada
con posibilidad de revocación. En Irlanda, Walter Croffton, administrador y reformador penal, obró a
favor de la libertad condicional, para mejorar el estado de las instituciones carcelarias existentes, en su
momento la aplicación de la medida fue vista como un mal necesario frente a la imposibilidad de aislar
individualmente a todos los reclusos dada la insuficiencia de las prisiones en su país, Crofton tenía
dudas acerca de la libertad condicional por las dificultades existentes para su control, sin embargo esta
terminó implantándose. El sistema Progresivo, conocido como Sistema Irlandés o de Croffton, estuvo
basado en el conocimiento del recluso y se dividió en cuatro períodos, el primer período era el celular
continuo integrado a su vez por dos etapas, la primera de completo silencio y alimentación restringida y
la segunda con un poco mas de flexibilidad en estas dos condiciones, el segundo período identificado
con el Sistema Auburn, el tercer período de prisión intermedia, con trabajo fuera de la cárcel y el cuarto
período de libertad condicional bajo vigilancia. El sistema Progresivo Irlandés fue posterior al Ingles,
en este el trabajo al aire libre del segundo período se desarrollaba sin necesidad de silencio. Entre las
ventajas asociadas a este sistema se tienen: el estímulo para la buena conducta, la readaptación social;
la existencia de fases graduales sucesivas, el contacto controlado entre reclusos y el incremento del
trabajo. En contraparte el sistema facilita la simulación para el logro de la libertad condicional,
alimenta la explotación del trabajo de los penados por parte del Estado, fomenta la comunicación entre
empresas criminales y menoscaba la intimidación de la pena (Acosta Muñoz, n.d.).
En España se aplicó también el sistema progresivo, en este caso bajo la tutela del Coronel Montesinos,
allí el tiempo de condena se dividió en tres fases: aislamiento, trabajo en oficios elegidos por el
detenido, y libertad intermedia. El sistema mostró un buen grado de organización y humanidad en el
trato de los prisioneros. En Alemania se trabajó con este tipo de sistemas, en el año 1842 George
Michael Von Obermayer, quien para el momento era director de la prisión de Munich, implementó un
programa por etapas, la primera de vida común con otros presos pero con la obligación de permanecer
en silencio, y una segunda etapa en el que el reo era ubicado con otros, formando grupos de veinticinco
a treinta, con el objetivo de que a través del trabajo y la buena conducta pudiera alcanzarse una tercera
etapa de libertad anticipada (Miquelarena Meritello: n.d.).
(Ramos Vázquez: 2014) aborda la colaboración internacional en materia penitenciaria a través de los
congresos penitenciarios internacionales. La reforma penitenciaria fue un asunto global y como
mecanismo conjunto de cooperación entre países se organizaron Congresos Penitenciarios
internacionales. El primer congreso penitenciario fue en Frankfurt en 1846 y el segundo fue celebrado
en Bruselas en 1847. Esta iniciativa internacional fue interrumpida por la Revolución de 1848, dándose
la próxima reunión internacional para tratar el tema penitenciario en el año 1870 en Cincinnati. En
1872 se crea en Inglaterra la Comisión Penitenciaria Internacional, por iniciativa de Enoch Cobb
Wines, quien para entonces era Secretario de la Asociación de Prisiones de New York, con el objetivo
de conocer en su conjunto la evolución de la reforma penitenciaria, así en 1872 se celebra en Londres
el primer congreso internacional organizado por esta Comisión, las siguientes convocatorias fueron en
Estocolmo en 1878, en Roma en 1885, en San Petersburgo en 1890, en París en 1895, en Bruselas en
1900, en Budapest en 1905 y en Washington en 1910. Para el año 1915 estaba prevista la realización
del siguiente Congreso en Londres, sin embrago esta convocatoria no se concretó a causa de la guerra.
Aunque los presidentes de la Comisión Penitenciaria Internacional fueron cambiando, es notorio el
trabajo realizado por Luis Guillaume, Secretario de la Comisión y de todos los Congresos, en el sentido
de que paulatinamente se aumentó el número de participantes y se concretaron resultados importantes,
pasándose en este último punto desde al ámbito doctrinal a producirse conclusiones concretas que
fueron acogidas por las legislaciones de algunos de los países participantes. El primero de los
Congresos, celebrado en Londres en 1972, sirvió para conocer los principios logrados en Cincinnati y
para el intercambio de información sobre el estado de las prisiones en los países participantes. Entre los
resultados de los últimos congresos organizados por la Comisión resalta el interés por establecer un
orden jurídico internacional que regule la materia, la realización de estudios para detectar los
principales problemas de la administración penitenciaria, y la redacción y posterior publicación de de
recomendaciones o reglas básicas para la administración penal y penitenciaria.
(Miquelarena Meritello: n.d.) señala que para comienzos del siglo XX las tendencias en materia
penitenciaria apuntaban a evitar que los ambientes en los que se había desenvuelto el delincuente para
cometer los delitos por los cuáles se encontraba en prisión, se replicaran dentro de la prisión. Ello
implicaba cambios en los regímenes carcelarios así como en la propia configuración física de las
cárceles, siendo esto en muchas ocasiones irrealizable por los costos que implicaba. Por otra parte para
el momento se buscaba que el detenido aceptara voluntaria y sinceramente su pena como un camino
para su propia regeneración como individuo que hacía parte de una sociedad y por tanto percibiera su
encierro como un tratamiento mas que como un castigo.
Entre los años 1945 y 1980 surgieron distintas disposiciones internacionales acerca de los derechos de
las personas privadas de libertad, de aplicación directa en los países firmantes, entre ellas destacan la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), las Reglas Mínimas para el Tratamiento de
los Reclusos adoptadas por las Naciones Unidas (1955), el Pacto de San José́ de Costa Rica (1966) y
las Reglas Mínimas del Consejo de Europa para el Tratamiento de Reclusos (1973). En 1974 surge la
Ley Sueca Penitenciaria, un instrumento normativo de mucha influencia. En general esta ley contenía
normas que dotaban al estado de recursos para hacer mas efectivo el tratamiento y reinserción los
reclusos a los sociedad. Esta ley influyó de una manera importante en Europa, siendo acogidas sus
normas por Italia, Alemania, España y Portugal. En Alemania en el año 1976 surgió la Ley
Penitenciaria de 1976, en la cual se estipulaba que el objetivo de las penas a las que era sometido el
recluso era prepararlo para una reinserción a la sociedad, como un ser regenerado y responsable. Así
entre los años 1970 y 1980, surgen en Alemania exitosos centros penitenciarios como Honenasperg y
Gelsen, en los que se hicieron importantes inversiones en infraestructura y en personal profesional
calificado para ayudar a los delincuentes en su capacitación para la reinserción a la sociedad. A finales
del siglo XX se produce un cambio en las políticas penitenciarias que se venían impulsando, motivado
por los altos costos que estas representaban. La necesidad de reducir el gasto público y la idea de que el
Estado y sus ciudadanos no tienen porqué cubrir los gastos producidos por los delincuentes, condujeron
aun cierto abandono de las prácticas de tratamiento de los reclusos. Estados Unidos por ejemplo, dio
inicio a la construcción de cárceles privadas, mas rentables desde el punto de vista económico y de la
seguridad. (Miquelarena Meritello: n.d.)
1.3.2 En Argentina
(Martino: 2015) presenta una visión de la evolución de las cárceles federales argentinas, desde el año
1553 hasta la actualidad. A continuación se presentan los elementos mas resaltantes extraídos del
documento. Las primeras cárceles en Argentina fueron los lugares donde los acusados de delitos eran
recluidos mientras se conocía la decisión sobre el castigo. Para la época se hacia distinción entre cárcel
y presidio, el primero era el lugar de espera de la condena y el segundo era el lugar donde esta se
cumplía. Entre los presidios de Argentina se tenían el de Luján, el de Montevideo, el de la Isla Martín
García y el de Carmen de Patagones. Algunas cárceles se ubicaron en los conventos jesuitas una vez
que estos fueron expulsados de allí, existían también las cárceles coloniales que dependían de los
Cabildos y las cárceles privadas; las dependientes de los Cabildos se caracterizaban por funcionar en
edificios con muy malas condiciones. Entre las penas que podía decidir la autoridad judicial del
momento se tenía la prisión, el sometimiento a azotes y el trabajo en obras públicas, esta última
permitió que a través del trabajo de los presos se empedraran e iluminaran las calles de la ciudad, e
incluso se restauraran edificios, en este caso los presos trabajaban por la comida que recibían.
Los delitos por los cuáles una persona podía terminar en la cárcel eran muy variados, entre se tienen
deudas por el incumplimiento de pagos, incumplimiento de promesas matrimoniales, malas conductas
en el ámbito doméstico, ociosidad o falta de oficio, y la vida escandalosa de las mujeres, asimismo las
personas con problemas mentales podían terminar encarceladas. Existían cárceles destinadas a las
mujeres que pagaban por delitos contemplados en la ley, e incluso por tener una vida licenciosa o por
estar en proceso de separación de sus esposos. Muchas mujeres estaban en prisión por estafa, vagancia,
ebriedad, raterismo y demás infracciones a las ordenanzas y reglamentos, pero mayoritariamente caían
en prisión por ejercer la prostitución o por cometer crímenes pasionales. Las que tenían 16 años o
menos eran ubicadas en casas de familia para realizar trabajos domésticos.
En un principio las mujeres eran ubicadas junto a los hombres en las cárceles del Cabildo y ayudaban
con la preparación de la comida, sin embargo en 1718 se estableció una Real Cédula en la que se
promulgó la aplicación de un impuesto a la exportación de cueros, con el objeto de que el dinero
recaudado permitiera construir un edificio exclusivo para mujeres, donde las mujeres de vida licenciosa
pudieran ser corregidas. En el año 1774 el virrey Juan José́ Vértiz hizo del conocimiento formal de la
Corona la construcción de la edificación llamada “Casa de Recogidas”. Es así como la ciudad de
Buenos Aires fue pionera en el proceso de separar en las cárceles a la población femenina de la
masculina (Martino: 2015).
Para el año 1820 existían tanto las cárceles de mujeres como las casas de corrección, las cárceles de
mujeres se ubicaban dentro de las cárceles públicas o en el Cabildo como un recinto separado de los
hombres, mientras que las casas de corrección funcionaban aparte. En el barrio “Alto de San Pedro”
hacían vida los sacerdotes betlemitas, allí funcionaba un establecimiento conocido como Residencia,
donde se atendían enfermos y mujeres que no seguían los estereotipos morales de la época. En el año
1890 la Residencia pasó a ser administrada por los hermanos de la Congregación del Buen Pastor,
orientada a la rehabilitación de mujeres. El lugar contaba con espacios confinados para ubicar a
mujeres difíciles de controlar. Esta instalación fue posteriormente el “Asilo correccional de Mujeres”
donde se les instruía para realizar oficios del hogar, jardinería, costura, bordado, planchado, zurcido y
otras actividades. La Congregación del Buen Pastor estuvo a cargo de estas instalaciones hasta el año
1970.
Para el año 1832 existían cinco cárceles en Buenos Aires, una destinada a los deudores, otra adscrita a
la policía donde se ubicaba a los delincuentes que no cumplían los los reglamentos, otra destinada a
militares y marineros, una cárcel publica para acusados y condenados, y otra para los convictos y
condenados a trabajos públicos. Durante el año 1840, mientras gobernaba Rosas, se pone en evidencia
que la ociosidad representaba un grave problema en las cárceles y se intentó adoptar algunas medidas
para subsanarlo.
Cuando el General Justo José de Urquiza asumió la Presidencia de la Confederación, ubicó la sede de
su gobierno en Paraná́ , Provincia de Entre Ríos. Para el momento, Buenos Aires que era todavía
independiente de la Confederación, trabajaba fuertemente en la construcción de obras publicas, entre
las que se encontraban las cárceles. La Confederación y Buenos Aires mantenían relaciones muy
competitivas por lo que el General Urquiza para no quedarse atrás en avances penitenciarios con
relación a Buenos Aires, promulgó en el año 1855 el Primer Reglamento para las cárceles aplicable
para todo el territorio de la Confederación, este fue realizado por el Superior Tribunal de Justicia de la
Confederación y plasmaba muchas de las ideas de John Howard. El Reglamento de Urquiza establecía
que siempre que fuera posible los presos debían ocupar calabozos diferentes de acuerdo al delito
cometido y al sexo, así los procesados por delitos graves y leves, los presos por deudas y las mujeres,
debían ocupar espacios separados. Las mujeres debían tener restringido cualquier tipo de comunicación
con los presos hombres y guardias de las cárceles. El Reglamento no tenía indicaciones claras sobre el
estudio, el trabajo o la práctica de oficios por parte de los reclusos, sin embargo señalaba que en caso
de realizarse trabajos, estos debían cumplirse en silencio. Se mencionaba la posibilidad de realizar
trabajos públicos para la colonia, en cuyo caso la forma de cumplir la pena se llamaba presidio urbano,
bajo esta modalidad los presos podían salir de la cárcel bajo custodia a efectuar trabajos públicos. El
presidio urbano, contemplado en el Reglamento de la Confederación era una pena que sustituía a la
condena a muerte en la que el preso debía realizar trabajos públicos externos, duros y penosos, a
beneficio del Estado, como la construcción de canales, de obras de fortificación y de caminos (Martino:
2015).
En el período comprendido entre el Virreinato y la caída de Rosas se hicieron esfuerzos por limitar las
penas como la mutilación, la galera o la muerte, imponiéndose la prisión como una forma alternativa
para el cumplimiento de la pena. Sin embargo, los salteadores, seductores, quebrados y ladrones
públicos estaban exentos de la prisión como forma de pena. En el año 1811 el Primer Triunvirato dictó
el Decreto de Seguridad Individual, en cuyo Artículo 69 se establecía que las cárceles estaban
destinadas a la seguridad y no al castigo de los reos, por lo que a los custodios que aplicaran medidas
con el pretexto de la seguridad pero con la intención real de mortificar y atormentar a los reos debía
castigárseles severamente. Posteriormente el Artículo 18 de la Constitución de 1853 establecía
textualmente que:
Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos
detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos mas
allá́ de lo que aquella exija, hará́ responsable al juez que la autorice.
En el año 1866 fue aprobado el Código Penal elaborado por Carlos Tejedor, el cual permitió regular el
funcionamiento de las cárceles argentinas. El Código clasificaba a los delincuentes por categoría,
establecía penas como la de muerte, presidio, penitenciaria, confinamiento, prisión y arresto, aplicables
de acuerdo al delito cometido. El Código contemplaba la penitenciaria como una pena orientada a la
corrección del condenado, quien a través del trabajo debía reformarse. Para estos casos el código
establecía que los sentenciados a la penitenciaria debían efectuar trabajos forzosos, y debían hacerlos
sin cadena, salvo que existiera un alto riesgo de fuga. Asimismo establecía que el producto del trabajo
debía destinarse a cubrir los gastos por concepto de permanencia del recluso en el establecimiento
carcelario, a satisfacer la responsabilidad civil, y a formar parte de un fondo de ahorro al que el
condenado pudiera acceder una vez cumplida la condena. La penitenciaria estaba concebida para
regenerar al condenado, inculcándole hábitos de trabajo, sin embargo fue muy criticada en la época por
quienes pensaban que el condenado era un ser sin posibilidades de regeneración y que en ocasiones
podría hasta estar a gusto en prisión, los detractores de esta pena opinaban que el objetivo de las
prisiones era evitar que los delincuentes reincidieran en sus acciones y así proteger a la sociedad. En el
Código existían otras penas menores a la penitenciaria como el confinamiento, la prisión y el arresto
(Martino: 2015).
En el año 1877 se inauguró la Penitenciaria de Buenos Aires, la cual pasó a llamarse Penitenciaria
Nacional cuando la Provincia de Buenos Aires de federalizó en el año 1880. A esta fueron trasladados
710 presos de la cárcel del Cabildo. La Penitenciaria era una edificación con largos pabellones en lugar
de la tradicional configuración de celdas. Los presos que ingresaban a ella generalmente debían
cumplir largas condenas. Los presos ingresaban atados con grillos de dos en dos, luego les quitaban los
grillos, les afeitaban, les cortaban el pelo y les bañaban, para luego pesarlos y entregarles un uniforme
que debían usar durante su reclusión. Eran registrados e identificados a través de un número que
llevaban impreso en el uniforme y se les informaba acerca de las normas que debían cumplir, luego
eran ubicados en sus celdas donde debían permanecer en silencio.
Se trataba de que los hombres y las mujeres estuvieran recluidos en establecimientos independientes,
sin embargo por razones de espacio esto no siempre era posible, por lo que en algunas ocasiones las
cárceles albergaban a hombres y mujeres, pero siempre ubicados en celdas diferentes, sin embargo a
pesar de ello se generaban conflictos entre los presos hombres por la cercanía de las mujeres, casos de
este tipo de problemas sucedían en las cárceles de Córdoba.
En el año 1877 se inauguraron las prisiones de San Nicolás de los Arroyos, Dolores y Mercedes, todas
en Buenos Aires, y en el año 1882 la Penitenciaria Nacional, antes penitenciaria de Buenos Aires, fue
reemplazada por el Gran presidio de Sierra Chica. También fueron puestas en funcionamiento las
penitenciarias de Córdoba y Mendoza, cuyo funcionamiento estuvo afectado como en el resto de los
presidios por la superpoblación carcelaria, sin embargo eran edificaciones concebidas para servir de
prisiones, y por tanto poseían mejores condiciones físicas. Como casos emblemáticos de algunas
cárceles con problemas se tienen el de la cárcel de Neuquén, conocida como “cárcel miseria” y el del
Penal Choele-Choel. En la primera había un sobrepoblación de reclusos, estos además no contaban con
uniforme lo que hacía que se confundieran con los celadores, existía una gran corrupción
administrativa y los presos se alimentaban de manera precaria. En el Penal Choele-Choel el problema
de la alimentación era aún mas grave al punto que en el año 1908 hubo una fuga masiva de presos que
escaparon para no morir de hambre.
En general la situación de la cárceles en Argentina no era la mejor, en el año1920 el penalista José́ Peco
señalaba que Argentina carecía de un régimen carcelario, y que el sistema se caracterizaba por el caos,
el ocio, el desaseo y el desorden, muy contrapuestos a los ideales de uniformidad, ,trabajo, limpieza, y
regularidad. Peco además argumentaba que la justicia penal consagrada en la Constitución había sido
reemplazada por una justicia penal implantada discrecionalmente en las cárceles (Martino: 2015).
Entre los años 1933 y 1940 se construyeron once nuevas cárceles, entre ellas General Roca, Santa
Rosa, Coronda y Santa Fe concebidas como cárceles modelos. Adicionalmente las cárceles de
Neuquén y la casa Correccional de Mujeres de Capital, que se encontraban en condiciones muy
precarias, fueron modificadas mediante la construcción de talleres. Sin embargo en la década de los
años 30, se comenzaron a aplicar torturas muy crueles en algunas cárceles argentinas. Adicionalmente
privaba una gran desorganización y en algunos casos la decisión de enviar un preso a una cárcel no
dependía de un juez sino de las autoridades de las Penitenciarias.
A pesar de que el escenario carcelario en Argentina no era el mejor, es importante mencionar los
cambios introducidos por Roberto Pettinato, destacado penitenciarista argentino, quien tuvo una larga y
prospera carrera profesional en el campo penitenciario. En el año 1934 ingresó como ayudante
principal al Servicio Penitenciario Federal Argentino, en el año 1947 se encargó de la Dirección
General de Institutos Penales, en 1948 asumió la dirección de la Escuela Penitenciaria de Argentina de
la que fue creador y en 1953 fue confirmado como Director Nacional de Institutos penales. Pettinato
consideraba que las personas detenidas eran sujetos de derechos, lo cual para el momento no era
admitido; entre su legado destaca la eliminación del uniforme a rayas y la sustitución por un traje
oscuro , el cierre del Penal de Ushuaia por razones humanitarias, la promoción nacional e internacional
del principio de resocialización como fundamental para el trato de los presos, la necesidad de cárceles
sanas y limpias pensadas para proporcionar seguridad a la sociedad y no castigo a los presos, la
promoción de la alfabetización de los presos y del beneficio para los reclusos de realizar deportes, así
como el mantenimiento y el fortalecimiento de los lazos familiares de los reclusos. En el año 1930
Pettinato fue nombrado Jefe de la Sección Penal de la cárcel de Ushuaia, allí habilitó instalaciones
deportivas y mejoró el régimen de alimentación de los penados; impulsó la práctica de deportes, al
punto de que se empezaron a realizar torneos deportivos entre equipos de reclusos, asimismo fomentó
los vínculos familiares como mecanismo de resocialización del condenado, para ello flexibilizó el
régimen de visitas para los penados con buena conducta, creo locutorios sin rejas, e introdujo “las
visitas íntimas” para las esposas de los penados con buena conducta, lo que implicó la construcción de
espacios apropiados para ello en las cárceles donde era permitida la medida. En la Penitenciaría
Nacional aplicó lo que se conoció como régimen atenuado de disciplina, el cual consistía en un
régimen flexibilizado para los reclusos que estaban próximos a salir en libertad, con el objeto de que el
paso de la prisión a la libertad se diera de manera gradual; los reclusos sujetos a este régimen eran
trasladados a un pabellón en el que las celdas permanecían con las puertas abiertas durante el día, bajo
este régimen los reclusos comían en un comedor común, leían, escuchaban radio, jugaban juegos
recreativos y recibían a sus familias en un ambiente que intentaba emular la vida en el hogar (Martino:
2015).
A principios de siglo XX las condiciones de las prisiones federales, de los sistemas carcelarios
provinciales, y de las celdas de las comisarías locales eran muy malas. En general su capacidad estaba
excedida en un 65% de su capacidad, y se carecía de presupuesto para talleres, escuelas o bibliotecas.
Para el año 1950 existían más de 50 establecimientos carcelarios, en muchos de los cuáles cohabitaban
procesados, condenados y presos políticos, estos últimos concentrados en la Penitenciaria Nacional, en
la cárcel de encausados, en el presidio de Ushuaia, en la cárcel de Neuquén, en Villa Devoto o en
Secciones especiales de la Policía.
La cárcel de Ushuaia es un caso emblemático dentro de la historia penal argentina. Su construcción
data del año 1902, las celdas estaban dispuestas en pabellones con forma radial, permitían alojar como
máximo a uno o dos reclusos y carecían de ventilación. Tenía capacidad para unas 380 personas, sin
embargo llegó a albergar a unas 580, se caracterizó por las malas condiciones físicas y los malos tratos
a los presos. En el año 1934 el Diputado Manuel Ramírez visitó la cárcel, en su informe posterior
señalaba que en el recinto se encontraban mezclados delincuentes que habían cometido delitos de
distinta severidad, novatos y reincidentes, no existiendo un régimen carcelario equitativo, señalaba
también que la práctica de trabajos y tratos inhumanos, incluso de sadismo. Finalmente en el año 1947
el Presidente Juan Domingo Perón, firmó un decreto para cerrar la cárcel de Ushuaia (Martino: 2015).
La cárcel de Caseros representa otro establecimiento carcelario importante cuando se estudia el
régimen penitenciario argentino. Fue una cárcel de Buenos Aires concebida bajo el modelo Panóptico,
e ideada durante el gobierno de Arturo Frondizi en 1960 por la Comisión Nacional de Construcciones
penitenciarias, sin embargo fue efectivamente inaugurada durante el gobierno de Jorge Videla en el año
1979. Esta cárcel ha sido descrita como de arquitectura atroz y de triste memoria. En el terreno donde
se construyó existía otro edificio construido en el año 1877 y que servía de sede a la Casa de
Corrección de Menores Varones. La cárcel de Caseros fue cerrada en el año 2001, y tal como se
menciona en (Centro de Arquelogía Urbana: 2016), durante la primera mitad de la década de 2000 se
dio en la ciudad una amplia discusión acerca de la idea de demoler las cárceles de Caseros, en medio de
la polémica se tomaron una gran cantidad de fotografías muchas de las cuáles reflejan lo dura que fue
la vida carcelaria en su interior.
Otra prisión emblemática en Argentina es el hoy Instituto de Detención de Villa Devoto, la cual es el
único establecimiento penitenciario en funcionamiento dentro de la Ciudad de Buenos Aires. Fue
inaugurada en el año 1927 e inicialmente destinada para ebrios y vagos pero posteriormente sirvió a
procesados por delitos comunes. Desde un principio tuvo mas ocupantes que los debía de acuerdo a su
capacidad. En ella se mezclaban procesados y condenados, lo que impidió desarrollar adecuadamente
un sistema de readaptación. Informes de 1934 señalan que los presos recibían muy mala alimentación,
carecían de ropa y dormían en el suelo, además reinaba la arbitrariedad y la falta de aseo. Asimismo se
reportaban fugas constantes y gritos de los reclusos castigados, a pesar de que la cárcel operaba bajo un
régimen de silencio. En el año 1978 esta cárcel fue escenario de un motín en el que mas de 60 internos
perdieron la vida y unos 85 resultaron heridos. La capacidad inicial de esta cárcel era de 900 personas,
sin embargo se tienen reportes de que para el año 1994 habían 2.800 reclusos, y para 2006 habían 2110
cuando la capacidad había sido ampliada a 1694 personas. En la actualidad se busca la reinserción
social del recluso, por lo que se desarrollan una serie de actividades en pro de este objetivo. En el año
2006, por ejemplo entró en funcionamiento es sus instalaciones el primer templo judío ubicado en un
centro penitenciario en América Latina y recientemente grupos de artistas han presentado sus obras de
teatro dentro del penal.
(Cesano: 2014) realiza un análisis historiográfico de la prisión en Argentina entre 1890 y 1920
tomando como referencia a la Penitenciaría Nacional de Buenos Aires y de algunos espacios
provinciales o territoriales. Entre 1890 y 1910 la Penitenciaria Nacional era orgullo de los criminólogos
positivistas y vista como prisión modelo, era un edificio rectangular de gran extensión, con celdas
limpias e individuales, dotadas de luz y ventanas, con cocina dotada con moderno equipamiento y
grandes talleres de manufactura. La cárcel albergaba de 700 a 900 reclusos, los cuales recibían
vigilancia, alimentación e instrucción por parte de unos 200 empleados. Esta prisión era vista como un
modelo de modernidad punitiva, en el que se contaba con numerosos y bien equipados talleres donde
los penados trabajaban como si estuvieran en una industria; los penados tenían acceso a cursos de
escuela primaria, de música, de dibujo industrial, de escritura a maquina y contabilidad. Sin embargo,
el escenario de la Penitenciaria Nacional no era el mismo en el resto del territorio argentino en el cual
señala la existencia de pantanos punitivos. Para 1910 la Penitenciaria era una de las 65 cárceles de
Argentina y alojaba alrededor del diez por ciento de una población de algo mas de ocho mil reclusos.
Ante esta realidad Ceseano se preguntaba “¿Hasta qué punto el proyecto de modernización punitiva,
encarnado en el modelo de la Penitenciaría Nacional, tuvo repercusión, hacia giro de siglo, en el resto
de las provincias y territorios nacionales que integraban la Argentina?” y la respuesta parece ser que
muy poco, luego de realizar análisis de otros centros penitenciarios. Del análisis de las cárceles de
Neuquén y del resto de la Patagonia, se concluye que los proyectos de modernización punitiva no
alcanzaron un espacio hegemónico en el sur, el cual se caracterizó por la precariedad,
desfinanciamiento, arbitrariedad e incoherencia. Del estudio de la institución penitenciaria del
Territorio Nacional de Santa Cruz, se evidenció la existencia de diversos problemas, entre ellos las
carencias materiales y de un edificio propio donde funcionar. Con relación a la Penitenciaría de
Tucumán, se señala que esta no fue acompañada en su desarrollo institucional por quienes reclamaron
su construcción, ni tampoco por los gobernantes y legisladores que aprobaron los diferentes proyectos,
calificándola como un fracaso en muchos de sus objetivos institucionales. La construcción de la
Penitenciaria Provincial de Córdoba se dio de una manera accidentada debido a las condiciones
económicas que imperaban al momento de su construcción, por lo que se dice que la política
penitenciaria cordobesa estuvo caracterizada por una dinámica coyuntural, que hacía que las decisiones
tuvieran que ser replanteadas constantemente por razones económicas, e imperó la necesidad de
concluirla rápidamente para poder trasladar a los presos que que se encontraban en la antigua prisión
pública, sacrificando aspectos claves como las condiciones de seguridad de la nueva edificación.
(Silva: 2012) por su parte analiza las políticas penitenciarias del estado nacional entre 1930 y 1960,
concluyendo que durante el período se observa un proceso constante de unificación de la normativa
penitenciaria a nivel nacional. Los gobiernos conservadores establecieron un marco regulatorio para las
actividades penitenciarias bajo jurisdicción nacional, sin embargo es posterior la unificación de la
normativa de los sistemas carcelarios provinciales con la del gobierno central, la cual permitió que los
regímenes provinciales adoptaran disposiciones nacionales influenciadas por ideas internacionales, y
que el estado tuviese una mayor influencia en los sistemas penitenciarios provinciales. Por otra parte
durante el período analizado se estableció un régimen progresivo, el diagnóstico del delincuente y la
individualidad de la pena. Finalmente se evidenció el uso de las cárceles como instrumentos de
represión política.
1.3.3 En Entre Ríos
Entre Ríos es una de las veintitrés provincias de Argentina. Limita al norte con la provincia de
Corrientes, al sur con la provincia de Buenos Aires, al este con la República Oriental del Uruguay y al
oeste con la provincia de Santa Fe y su capital es Paraná. A continuación se presentan datos relevantes
sobre las condiciones generales del sistema penitenciario de esta provincia que cuenta con nueve
unidades penales, algunos aspectos relacionados con la educación de los privados de libertad, así como
algunos datos estadísticos.
En el año 2012 el Servicio Penitenciario de la provincia firmó un convenio de acciones conjuntas con
el Instituto Latinoamericano de Naciones Unidas para la prevención del delito y tratamiento del
delincuente (Ilanud). Este organismo desarrolla programas y proyectos en materia de criminalidad y
justicia penal, y promueve el respeto a los derechos fundamentales de los privados de libertad. El
representante del Ilanud Argentina en el año 2012 consideró que Entre Ríos era la provincia que mejor
funciona en materia penitenciaria en Argentina, y se mostró optimista acerca de la implementación de
un programa conjunto debido a que el número de internos en la unidades penales era relativamente bajo
y las condiciones de las instalaciones del Servicio Penitenciario eran óptimas. El proyecto a desarrollar
con el Servicio Penitenciario de Entre Ríos pretendía potenciar capacidades institucionales del Sistema
Penitenciario que permitieran adecuar el modelo conceptual, referencial y operativo de las Naciones
Unidas a través de un programa de capacitación de los recursos humanos pensado para que estos sean
agentes de la restitución de derechos y obligaciones de la población privada de libertad en prisión y de
la reinserción a la sociedad del recluso una vez cumplida su condena (Informe Digital: 2012),
A juicio del Director del Servicio Penitenciario la provincia se distingue del resto del país por aplicar
políticas orientadas al trabajo y la educación de los internos. La educación en general, el aprendizaje de
oficios y el trabajo al que tienen acceso los reclusos representan actividades productivas mientras
cumplen su condena y herramientas útiles para su reinserción a la sociedad cuando recuperen su
libertad. El 70% de los internos de la Provincia trabaja, estudia, participa en cursos de oficio y
capacitaciones, y las edificaciones carcelarias han sido acondicionadas gradualmente para que este tipo
de actividades se puedan realizar. Por otra parte el desempeño de estas actividades se toma en cuenta
cuando se otorgan beneficios y los internos que trabajan reciben salarios como una forma de estímulo.
Así el sistema penitenciario de Entre Ríos puede afirmarse es efectivo por los bajos niveles de conflicto
que se presentan así como por el bajo nivel de reincidencia (Diario Junio Digital: 2014).
Como contraparte a las visiones antes mostradas, el número de internos entre condenados y procesados
de Entre Ríos, pasó de 746 en el año 2011 a 1.752 en el año 2017, lo que pone las unidades penales de
la Provincia al borde del colapso, pues la capacidad de las cárceles está sobrepasada. Ante el
incremento de la población penal se ha tenido que ubicar a algunos internos en lugares donde antes
funcionaban oficinas, talleres, depósitos e incluso en una capilla en el caso de Paraná. Este incremento
se atribuye a la puesta en marcha del nuevo Código de Procedimiento Penal en la provincia que acelera
los plazos de resolución de las causas penales y a la intensificación de los procedimientos contra el
narcotráfico. Así el Gobierno estudia la construcción de una nueva unidad penal, y está en búsqueda de
financiamiento, ya que es imposible financiar un proyecto de este tipo con fondos de la Provincia. La
nueva cárcel debería tener características cónsonas con los conceptos actuales de seguridad, mas
adaptados a la educación y al trabajo que a muros altos, personal armado e internos en situación de
aislamiento. La situación mas crítica es la de Gualeguaychú, por ser la unidad penitenciaria más
deteriorada y la que menos posibilidades ofrece para desarrollar actividades para la población penal.
(Elentreríos: 2017)
El 14 de marzo de 2017 se concretó la firma de un nuevo acuerdo entre el Servicio Penitenciario y el
Consejo General de Educación con el objetivo de garantizar que las personas privadas de libertad
puedan terminar la educación obligatoria. Esta medida tiene como objetivo darle la oportunidad de
terminar la educación obligatoria a los internos que no la hayan finalizado. Según el director del
Servicio Penitenciario de Entre Ríos, el interés de los internos por la capacitación crece de manera
importante en la medida en que estos aprecian resultados positivos. El convenio firmado está
enmarcado dentro la Ley de Educación Provincial Nº 9890 que incorpora la modalidad de Educación
en Contexto de Privación de la Libertad en el Sistema Educativo. El Consejo de Educación ha venido
asistiendo a las Unidades Penales ofertando distintas posibilidades de estudios para los internos, así que
el Convenio firmado permite profundizar estas acciones (El Día Online: 2017).
La Provincia de Entre Ríos está adherida a la Ley Nacional Nº 26995, de acuerdo a la cual es
responsabilidad de las áreas de educación de las provincias, brindar la posibilidad de estudios a los
internos. Los reclusos que concreten sus estudios de manera satisfactoria en tiempos razonables pueden
recibir beneficios relacionados con el cumplimiento de la pena, lo cual busca incentivar el estudio en la
población penal. Las unidades penales con las que cuenta la provincia cuentan colegios primarios,
secundarios y ofrecen la posibilidad de tomar cursos de capacitación con el aval del Consejo General
de Educación (El Día Online: 2017).
Los artículos 92 y 93 de la Ley Provincial de Educación de Entre Ríos, rezan textualmente lo siguiente:
Artículo 92: La Educación en Contextos de Privación de Libertad es la modalidad que brinda
la posibilidad a las personas que se encuentran privadas o restringidas de libertad, en
establecimientos carcelarios o en instituciones de régimen cerrado como en otras situaciones
que le impidan la asistencia a establecimientos educativos donde se dicte educación obligatoria,
que puedan acceder a propuestas educativas las que serán supervisadas por las autoridades del
nivel o modalidad que corresponda.
Artículo 93: Son objetivos de esta modalidad: a) Garantizar el cumplimiento de la escolaridad
obligatoria a todas las personas privadas de libertad dentro de las instituciones de encierro o
fuera de ellas cuando las condiciones de detención lo permitan. b) Ofrecer formación técnico-
profesional en todos los niveles y modalidades. c) Favorecer el acceso y permanencia en la
Educación Superior y un sistema gratuito de educación a distancia. d) Asegurar alternativas de
Educación no-formal. e) Estimular la creación artística, la Educación Física, la práctica de
deportes y la participación de diferentes manifestaciones culturales.
De acuerdo a (Estadísticas penitenciarias en la Argentina. Informe Preliminar del Sistema Nacional de
Estadísticas sobre Ejecución de la Pena (SNEEP)., 2002), para el año 2002, la Provincia de Entre Ríos
contaba con 7 unidades penales y un total de 877 privados de libertad. Para el año 2013 Entre Ríos
aparece como la tercera provincia de Argentina con mayor numero de presos federales, precedida por
Mendoza y Córdoba, y seguida por Santa Fe.

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