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Manifiesto “Just Give Me Internet”

Kelvin Huggins Vivas


Tríada
Manifiesto I: “The Priceless Object” (09/09/18)
Manifiesto II: Devaes (09/05/19)
Manifiesto III: “Just Give Me Internet” (09/09/19)
Para aquellos que desean cambiar el mundo,
aquí está el cómo.
(Desde cero).
III de III

“La humanidad sobre todas las cosas”


La libertad, tan ansiada, debe ser masivamente entendida. Es materia que debe ser del dominio
popular absoluto. Es una responsabilidad comprenderla como responsabilidad. Eso es la libertad.

La invitación es a entender a la libertad de forma popular como sinónimo de responsabilidad


individual, y que es indelegable. Tan popular como quien disfruta del baile, de una canción o
una comida en compañía. La razón de esta necesidad, es que se acabó el tiempo en el que asumirla
como una licencia para actuar sin mayores consecuencias podría ser tolerado. La explotación de
recursos limitados, la interconectividad entre los distintos pueblos y ciudades, las diferencias en
criterios en cómo vivir la vida, cómo desenvolverse y qué deparan los planos más carentes de
evidencia, ofrecen todas las posibilidades para el desastre. En nombre de una libertad mal
entendida, mal interpretada, se han cometido los peores crímenes y las peores injusticias. Pues
bien, formalmente corresponde entender tal libertad popularmente como sinónimo de
responsabilidad. Confundir en esencia ambos conceptos, entremezclarlos, intercambiarlos.
Pensar en responsabilidad cuando se esté visualizando la dicha de la libertad. Pensar en que se
está en libertad en caso de que agobie la responsabilidad de las consecuencias de lo que nos hace
libres.

Algunas culturas han aceptado en su seno que la responsabilidad es sinónimo de culpa, y por eso
para algunos es difícil de entrada aceptar que la responsabilidad, en su acepción de capacidad de
responder por uno mismo por algo, contando con sus talentos y virtudes, no lleva implícita tal
carga. El miedo como forma de control es de los elementos más utilizados a través de la historia
humana, no en vano, la ilusión de libertad se ha sabido ofrecer a costa de una pérdida en la
capacidad individual de responder por sí mismo, cediendo el poder propio a un tercero. Cabe
entonces entender en su total dimensión a la ansiada libertad, y este entendimiento debe ser
masivo y rasgo común entre cada pueblo y cada cultura.

Pero ¿estos conceptos son semánticamente intercambiables? No. No del todo. Hace falta análisis,
un paso previo de entendimiento. Hace falta haber formado un criterio mínimo para entender a
la responsabilidad como libertad. Puede señalarse que no se siente igual decir que se tiene la
responsabilidad de entregar un trabajo, a decir que se tiene la libertad de entregar un trabajo. En el
primer caso, se siente obligación y dificultad de tomar una decisión distinta al compromiso de
entrega. En el segundo caso, suele interpretarse que tal entrega puede ser optativa, sujeta a una
fácil negación del responsable. No es posible el intercambio propuesto. Cabe aquí empezar a
adentrarse en la total dimensión de la ansiada libertad, en la que la clave que supera a toda
semántica y la acerca a la totalidad de su significado es la intervención de la más pura consciencia,
en cada propósito individual, en cada decisión.

Se suele decir que si una idea no puede ser simplemente explicada, no está bien comprendida de
antemano. Entonces ¿qué ocurre cuando civilizaciones enteras se rigen por conceptos ambiguos?
¿cómo entienden miles de millones de personas a la ansiada libertad cuando es enseñada en libros
y escuelas sin la implícita responsabilidad en todas sus acepciones? ¿Podría esto explicarnos el
conflictivo día a día de nuestras sociedades? ¿Puede ayudarnos a comprender nuestra historia de
levantamientos en armas por tanta vil manipulación del lenguaje como lo critica el “Priceless
Object”? Y por último, tal sesgo cognitivo sobre la responsabilidad que nos ofrece la definición de
libertad ¿quién tendrá la responsabilidad de corregirla? ¿quién se tomará la libertad?
Casi con total exactitud, se puede decir que en nombre de la libertad se han cometido los peores
actos. En ninguno, está reconocida la responsabilidad propia de quienes lo perpetran o quienes
lo siguen. Siempre se señala a algún chivo expiatorio, algún enemigo externo, grupo étnico, a
alguna ideología colectiva o mecanismo financiero. Se señalan tradiciones antiguas, herencias de
rencores en la más pintoresca variedad de colores. La responsabilidad no es entendida como
libertad, y el espacio para los conflictos se hace cada vez más pequeño. La capacidad de daño, se
hace cada vez más grande, perdurable y extendida.

Por supuesto, cada idioma y cultura ofrece variantes. Destaca que en el mundo occidental al
menos, la acepción de libertad con la posibilidad de desligarse de su natural responsabilidad, es
comúnmente aceptada. Ya sería objeto de algunas líneas distintas a estas señalar las variantes con
culturas orientales.

Sin embargo, sí es propósito de estas líneas señalar una posición sobre la ansiada libertad. Sobre
la responsabilidad como su otra cara en la moneda. Sobre su carácter indelegable. Y muy en
particular, elevar este concepto ad infinitum. A nuevas esferas respecto a lo comúnmente
conocido. Todo esto, de forma abierta y libre para todos. Para las masas, para lo popular y
cotidiano. Para todos.

Recibiendo los manifiestos de “Priceless Object” y Devaes. Considerando lo superlativo del objeto
más costoso del mundo y de la propuesta supranacional. Este escrito breve es de la misma naturaleza
de la de sus dos predecesores. Parte entonces de la responsabilidad hacia la ansiada libertad y de
cómo no podía ser delegada.

Haciendo de la libertad algo propio, como el mayor anhelo de los seres conscientes. Destiladas
ya las cualidades humanas de las más densas y bestiales de dicho anhelo. Se toma la era que
ofrece el título de ciudadano a cada nacimiento. Se toma su declaración de los Derechos
Humanos. Se toma la crítica, con su escultura esculpida en arcilla. Se toma a Devaes y a su
propuesta. Se manifiesta que la tierra propia está dentro del mundo y se recibe la Ciudadanía de
Devaes. Se Calca. Se une en Poder de Voto y Poder de Compra. Solo se pide internet. Se visten
los lentes blancos para ver realmente al mundo.
Se hace un instante de pausa en el dolor recordado, en las vidas perdidas y las injusticias vividas.
Se permanece un instante en la pausa sobre el dolor causado, el dolor padecido y el dolor viviente.
Se reconoce en esa pausa a los otros como propios, a los propios como otros. Se deja en esa pausa
todo lo aprendido, lo efímero de las ilusorias bellezas, el orgullo a la ostentación y el gesto ruin.
Se presenta esa pausa a voluntad, para descansar de tanto andar, para descansar de todo orgullo,
todo prejuicio. De la pose.

Se hace una pausa a toda cualidad aprendida. A las maravillas del intelecto. Al templo de la razón.

A cada vendetta, cada reclamo, cada apellido y cada nombre. Se postra en una pausa cada
nacimiento y muerte, la vejez no aceptada, el anonimato. Cada llanto nuevo y cada gloria.

Se hablan todos los idiomas, en una pausa.


Se tienen todas las nacionalidades y todo el entendimiento. Se subyuga el oído al canto de todas
las tierras. En una pausa se deja reposar el cansancio de la vista. El miedo en el olfato. Se reposa
en el poder absoluto.

Una pausa que interrumpe el insomnio y el hambre. A cada bandera y todo himno. Al dolor de
todos los seres sintientes. A lo bueno y a lo malo. En esa estrella mía, en esa pausa, cabe plena la
libertad de todo lo que se ve y lo que no. Se presenta entonces, desde esa pausa, a la libertad de
todas las libertades.

La total dimensión para comprender la ansiada libertad. Dimensión a la que Devaes le queda
pequeña, que sirve para desarrollar consciencia. El principio que le supera. La superlatividad de
la responsabilidad individual indelegable, como sinónimo de libertad.

La libertad, tan ansiada, masivamente entendida. Materia del dominio popular. Disfrutada como
el baile, una canción o una comida en compañía. Responsabilidad comprendida como
responsabilidad:

“La humanidad sobre todas las cosas”.

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