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Pío XI, de nombre secular Achille Damiano Ambrogio Ratti (Desio, Reino de Lombardía-Venecia,

31 de mayo de 1857-Ciudad del Vaticano, 10 de febrero de 1939), fue el 259.º papa de la Iglesia
católica, y primer soberano de la Ciudad del Vaticano entre 1922 y 1939, con lo que su
pontificado abarca casi todo el período de entreguerras.

Índice

1 Biografía

1.1 Primeros años y estudios

1.2 Funciones durante el sacerdocio

1.3 Educador

1.4 Episcopado y cardenalato

1.5 Elección Papal

1.6 Papado

1.6.1 Pío XI y la Italia fascista

1.6.2 Conflictos con el nazismo

1.6.3 Pío XI y España

1.6.4 Últimos años

1.7 Muerte

2 Encíclicas

3 Véase también

4 Referencias

5 Bibliografía

6 Enlaces externos

Biografía

Primeros años y estudios

Nació el 31 de mayo de 1857, en Desio, en la casa que actualmente alberga el Museo Casa Natal
Pío XI y el Centro Internacional de Estudios y Documentación de Pío XI. Era el cuarto de cinco
hijos, y fue bautizado el día después de su nacimiento como Ambrogio Damiano Achille Ratti (el
nombre de Ambrogio, en honor de su abuelo, quien era su padrino de bautismo). Su padre
Francesco Ratti había sido director de varias fábricas de seda, pero su escaso éxito obligó a su
familia a constantes traslados por motivos de trabajo. Su madre Teresa Galli, originaria de
Saronno, era la hija de un hotelero. En las biografías de Achille Ratti, se mencionan sus
hermanos, pero jamás se habla de uno de ellos, Cipriano Ratti, quien emigró a Valparaíso (Chile)
con su esposa María Maga, con la que tuvo tres hijos: Gioconda, Fernando y Juan. En 1904 se
estaba formando una colonia italiana en la comuna de Lumaco y los empresarios lo llevaron con
su familia para que formara una banda de músicos (en Italia era director de una filarmónica). La
historia de este hermano del papa es muy particular, puesto que desapareció sin dejar rastros
dejando a su familia, de los cuales aún hay descendientes en Capitán Pastene, pueblo cabecera
de la colonia. Se cree que fue mandado buscar por su hermano ya papa.[cita requerida]

Comenzó su carrera eclesiástica siguiendo el ejemplo de su tío Damiano Ratti, estudiando


primero en el seminario de Seveso (1867), y luego en Monza. Desde 1874 formó parte de la
Tercera Orden Franciscana. En 1875 comenzó sus estudios de teología, los tres primeros años en
el Seminario Mayor de Milán y el último seminario en Seveso. En 1879 estuvo en Roma en el
Colegio Lombardo. Fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1879 en Roma.

Ratti era un hombre de vasta erudición, y obtuvo tres grados durante sus años de estudios en
Roma: filosofía en la Academia de Santo Tomás de Aquino en Roma, derecho canónico en la
Pontificia Universidad Gregoriana y teología en La Sapienza. También tuvo una fuerte pasión
tanto por los estudios literarios (Dante y Alessandro Manzoni eran sus preferidos), como para los
estudios científicos, de modo que estaba en duda la conveniencia de emprender el estudio de
las matemáticas. En este sentido fue gran amigo y, por cierto tiempo, colaborador de Giuseppe
Mercalli, notable geólogo e inventor de la escala de magnitud de terremotos del mismo nombre,
que era conocido como un maestro en el seminario de Milán.

Funciones durante el sacerdocio

Achille Damiano Ambrogio Ratti, en su etapa como joven sacerdote.

Desde 1882 hasta 1907 fue profesor de teología en el Seminario de San Pedro Mártir, y de
sagrada elocuencia y lengua hebrea en el Seminario Teológico de Milán. Entre 1907 y 1911 fue
prefecto de la Biblioteca Ambrosiana de Milán. Llamado por Pío X a la curia romana, se convierte
en viceprefecto de la Biblioteca Vaticana en 1912; prefecto de la misma, canónigo de la Patriarcal
Basílica Vaticana y protonotario apostólico en 1914. En 1918 es nombrado visitador apostólico
en Polonia y Lituania.

Realizó varias misiones diplomáticas a pedido del Papa León XIII. Entre junio de 1891 y 1893
visitó el Imperio austriaco y Francia junto a Giacomo Radini-Tedeschi, compañero de Ratti en el
Pontificio Seminario Lombardo de Roma.1

Educador

Ratti también era un educador válido, no solo en el entorno escolar. Desde 1878 fue profesor de
matemáticas en el seminario menor.

Como capellán del Cenáculo de Milán, una comunidad religiosa dedicada a la educación de las
niñas (celebrada de 1892 a 1914), pudo ejercer una actividad pastoral y educativa muy eficaz, al
entrar en contacto con niñas y niños de todos los estados y condiciones. Pero, sobre todo, con la
buena sociedad milanesa: Gonzaga, Castiglione, Borromeo, Della Somaglia, Belgioioso, Greppi,
Thaon de Revel, Jacini, Osio, Gallarati Scotti.

Este ambiente fue atravesado por diferentes opiniones: algunas familias estaban más cerca de la
monarquía y el catolicismo liberal , otras eran intransigentes, en línea con el observador católico
de Don Davide Albertario . A pesar de no mostrar una simpatía explícita por ninguna de las dos
corrientes, el joven Don Ratti tenía relaciones muy estrechas con los Gallarati Scotti, que eran
intransigentes; fue catequista y tutor del joven Tommaso Gallarati Scotti , hijo de Gian Carlo,
príncipe de Molfetta, y de María Luisa Melzi d'Eril, quien más tarde se convirtió en una conocida
diplomática y escritora.

Episcopado y cardenalato

En 1919 el papa Benedicto XV lo nombró arzobispo titular de Naupactus al ser designado nuncio
en Polonia. Fue consagrado por el Primado y Regente de Polonia Aleksander Kakowski.2 En 1921
su sede titular fue cambiada por la de Adana. Este mismo año fue nombrado arzobispo de Milán
y el mismo día cardenal presbítero del título de SS. Silvestro e Martino ai Monti.
Elección Papal

Artículo principal: Cónclave de 1922

El 6 de febrero de 1922, en el cónclave que siguió a la muerte de Benedicto XV, resultó elegido
papa. Era un hombre de estudio, de una cultura excepcional y además estaba muy bragado en
los asuntos de la curia romana, pero su experiencia pastoral y cardenalicia se limitaba a unos
pocos meses.

Fue coronado tres días después de su elección por el cardenal Gaetano Bisleti, protodiácono de
S. Agata in Suburra. La ceremonia tuvo lugar en la explanada de la Basílica de San Pedro. Desde
la autoproclamación de la «cautividad» de la Iglesia católica por el beato Pío IX en 1870, era esta
la primera coronación pública de un papa. Sus predecesores habían sido coronados en
ceremonias restringidas, ya sea en la Basílica de San Pedro o en la más exclusiva Capilla Sixtina
(caso este último de León XIII, san Pío X y Benedicto XV).

Papado

Pío XI, luego de su elección.

Por su extensa actividad, Pío XI habría de merecer diversos títulos: «el Papa de las encíclicas»,
por haber escrito una treintena de estas; «el Papa de los concordatos», al buscar mejorar las
condiciones de la Iglesia en diversos países mediante la firma de 23 convenios; «el Papa de la
Acción Católica», pues uno de los principales objetivos de su pontificado fue organizar a los
laicos a través de la Acción Católica, con el fin de cristianizar todos los sectores de la sociedad;
«el Papa de las misiones», por su impulso a la actividad misionera y, «el Papa de las
canonizaciones», por haber elevado a los altares a 33 santos y haber dado cauce en su
pontificado a 500 beatificaciones. Entre los santos proclamados por este Papa se encuentran
santo Tomás Moro, san Juan María Vianney, san Roberto Belarmino, por decir algunos. Entre las
canonizaciones más recordadas se encuentran las de santa Teresa de Lisieux (1925), san Juan
Bosco (1934), y santa Bernadette Soubirous, la vidente de Lourdes, esta última proclamada santa
durante el Jubileo de la Redención (1933).3 Además, durante su papado también proclamó
Doctores de la Iglesia a San Juan de la Cruz y san Alberto Magno.

Pío XI y la Italia fascista


Pio XI junto a su sucesor, Eugenio Pacelli (Futuro Pio XII)

Como se señaló anteriormente, el papado de Pío XI se caracterizó por la resolución de la llamada


«cuestión romana», tema pendiente desde la ocupación de los Estados Pontificios por el Reino
de Italia en 1870. Los pactos de Letrán firmados en febrero de 1929 por el secretario de estado
de la Santa Sede, Pietro Gasparri, en representación de Pío XI, y por el primer ministro de Italia
Benito Mussolini, crearon el Estado de la Ciudad del Vaticano, reconociendo su soberanía e
independencia. Estos acuerdos habían sido buscados por ambas partes, y a ambas convenían.
Mussolini quería un acercamiento a los católicos, cuya posición ante el fascismo había sido
bastante fría. Por su parte, la Iglesia católica obtenía el reconocimiento de derecho de su Estado
que, aunque reducido a una mínima expresión territorial, lo colocaba dentro del concierto de las
naciones del mundo, con capacidad de establecer relaciones diplomáticas. Además, se
indemnizó a la Santa Sede por los territorios perdidos en 1870; se declaró a la religión católica
como única reconocida en toda Italia, y se estableció igualmente el derecho de la Santa Sede a
imponer en Italia el nuevo Código de Derecho Canónico. En opinión de Pío XI, la expresión más
significativa de este nuevo Código se hallaba en su artículo 34, en el que el Estado reconocía al
sacramento del matrimonio todos los efectos civiles. Todo eso condujo a Pío XI a calificar a
Benito Mussolini como «un hombre de la Providencia».4 En 1925, el Partido Popular Italiano
fundado por el sacerdote católico Luigi Sturzo había sido declarado ilegal por el régimen fascista.
En las elecciones italianas de marzo de 1929, se animó a los católicos italianos a que votaran a
los fascistas.

También, Pío XI bendijo los cañones italianos que partieron para la guerra contra Abisinia.5 A
pesar del escándalo que produjo esta guerra entre muchos sectores católicos del mundo
occidental, tras la anexión italiana de Abisinia el Papa lo comparó con "el triunfo de los buenos"
e impulsó la italianización de las misiones cristianas en el África Oriental Italiana.6 Pío XI llegó a
felicitar por el triunfo militar al Mariscal Rodolfo Graziani, que por sus matanzas contra la
población civil llegó a ser conocido como el Carnicero de Etiopía.7 Como el historiador John
Pollard ha manifestado, el apoyo del papado a la guerra de Abisinia supuso un golpe a su
credibilidad como estado neutral, echando por tierra algunos de los beneficios obtenidos en los
Pactos de Letrán de 1929.6

El 18 de noviembre de 1926, Pío XI daba al mundo su novena encíclica, la Iniquis afflictisque,


primera de tres encíclicas en que el pontífice elevaría su voz para protestar y dar a conocer al
mundo civilizado, comenzando por el católico, las graves dificultades que ese momento padecía
la Iglesia en México, que con la promulgación de la constitución de 1917, incorporó la libertad de
cultos y limitó los privilegios de la iglesia católica : «Movidos por la conciencia de Nuestro deber
apostólico, seremos Nosotros quienes gritaremos para que, desde este Padre común, todo el
mundo católico escuche, por una parte, cómo ha sido la desenfrenada tiranía de los enemigos de
la Iglesia y, por otra, la heroica virtud y perseverancia de los Obispos, de los sacerdotes, de las
familias religiosas y de los laicos». En Iniquis afflictisque Pio XI denunciaba lo que consideraba
una persecución que, en sus propias palabras, «ni en los primeros tiempos de la Iglesia ni en los
tiempos sucesivos los cristianos fueron tratados en un modo más cruel, ni sucedió nunca en
lugar alguno que, conculcando y violando los derechos de Dios y de la Iglesia, un restringido
número de hombres, sin ningún respeto por su propio honor, sin ningún sentimiento de piedad
hacia sus propios conciudadanos, sofocara de manera absoluta la libertad de la mayoría con
argucias tan premeditadas, añadiéndole una apariencia de legislación para disfrazar la
arbitrariedad». Esto alentaría la violencia en México en lo que se denominarían las guerras
cristeras, que le costaría luego a los gobiernos de Calles y de Portes Gil y al pueblo mexicano 3
años más de conflictos. 8

Conflictos con el nazismo

Firma del Reichskonkordat el 20 de julio de 1933. De izquierda a derecha: el prelado alemán


Ludwig Kaas, el vicecanciller alemán Franz von Papen, en representación de Alemania, Mons.
Giuseppe Pizzardo, el cardenal Eugenio Pacelli, Mons. Alfredo Ottaviani, y el embajador alemán
Rudolf Buttmann.

De tono similar fue el acuerdo o concordato celebrado con la Alemania nazi el 20 de julio de
1933, cuando el cardenal alemán Faulhaber lo llamó el mejor amigo de los nazis, y que implicó,
como el Tratado de Letrán para Italia, la imposición del Código de Derecho Canónico en
Alemania y la desarticulación de la intervención en política de los católicos. En el caso de
Alemania, el Partido del Centro del excanciller Heinrich Brüning y de clara raíz democristiana fue
disuelto, con lo que los nazis quedaron sin oposición legal alguna en su país, en 1934 para no
entorpecer sus relaciones con los fascistas prohibió a la conferencia mundial judía que
mencionará su nombre a propósito de una supuesta defensa de los judíos.

Pío XI en su despacho.

A pesar de su intransigente anticomunismo, que compartía con quien era uno de sus
colaboradores más cercanos, Eugenio Pacelli, el futuro Pío XII, hacia el final de su pontificado, en
marzo de 1937, Pío XI publicó la encíclica Mit brennender Sorge (Con ardiente preocupación),
sobre la situación de la Iglesia Católica en el Reich Alemán. Dirigida «a los venerables hermanos,
arzobispos, obispos y otros ordinarios de Alemania en paz y comunión con la Sede Apostólica»,
fue dada el 14 de marzo de 1937. En ese contexto, la referencia a espíritus superficiales que caen
«en el error de hablar de un Dios nacional, de una religión nacional, y emprender la loca tarea de
aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la estrechez étnica de una sola raza, a Dios», no
deja dudas de su reprobación al régimen nazi.9

Algunas frases del documento son las siguientes:

Solamente espíritus superficiales pueden caer en el error de hablar de un Dios nacional, de una
religión nacional, y emprender la loca tarea de aprisionar en los límites de un pueblo solo, en la
estrechez étnica de una sola raza, a Dios, creador del mundo, rey y legislador de los pueblos,
ante cuya grandeza las naciones son como gotas de agua en el caldero (Is 40, 5).

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