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ELEMENTOS DE ANÁLISIS PARA LA APLICACIÓN DE LA PERSPECTIVA DE

GÉNERO EN LA LABOR JURISDICCIONAL

1. Introducción. 2. La perspectiva de género como metodología para el estudio del derecho.


3. Elementos teóricos para el análisis con perspectiva de género. 4. Algunos principios rectores
para la aplicación de la perspectiva de género. 5. Análisis del caso “Campo algodonero”. 6.
Conclusiones

Gertrudis Bocanegra*

1. Introducción

En la actualidad, actitudes como la exclusión, la discriminación, la desigualdad y la


violencia contra las mujeres, constituyen una realidad que se manifiesta en todas las
prácticas sociales y, desafortunadamente, el ejercicio del derecho no escapa a ello. En
muchos de sus ámbitos de aplicación, ya sea en la administración pública, en el ámbito
legislativo o en el jurisdiccional, aún permean en las y los operadores jurídicos1 prejuicios
por razón de género, que generan ese tipo de actitudes, no obstante, la existencia de
ordenamientos locales, nacionales e internacionales, que buscan combatirlas y erradicarlas.

¿Cómo entender la relación paradójica entre la existencia de ordenamientos


jurídicos protectores de los derechos humanos de las mujeres, y al mismo tiempo, actitudes
que generan situaciones fácticas opuestas? Para tratar de comprender esta situación,
recurrimos a una herramienta analítica y metodológica conocida como perspectiva de
género, que nos va a permitir no sólo deconstruir2 la realidad en la que intervienen las y los
operadores del derecho, sino también, entender esta paradoja y proponer alternativas de
solución. Es por ello que nuestra reflexión se centrará en el análisis de la perspectiva de
género y la forma en que puede aplicarse en la actividad jurisdiccional.

* Seudónimo, en homenaje a una de las heroínas de la Guerra de Independencia de México. Tan importante
en la lucha armada, tan olvidada en los libros de historia.
1
Por operadores jurídicos entenderemos a los encargados de realizar interpretación y aplicación del derecho,
en ejercicio de sus funciones, generalmente esta categoría hace referencia a todo agente de poder. Sagües,
Néstor, Teoría de la Constitución, Argentina, Astrea, 2001, pp. 148-149.
2
La deconstrucción puede ser entendida como una “demolición” de las estructuras sobre las cuales se
construye una teoría y de ahí volver a pensar al derecho, a construir nuevamente la estructura, pero no con
elementos tradicionales, sino que, en el caso de nuestra propuesta, a través del género. Sobre el concepto de
deconstrucción, Cfr. Kennedy, Duncan, Libertad y restricción en la decisión judicial, Ediciones Uniandes,
Bogotá, 1986, p. 47.

1
2. La perspectiva de género como metodología para el estudio del derecho

Para comprender a la perspectiva de género como una herramienta metodológica


para el estudio del derecho, debemos primeramente conocer el significado de género.
Comúnmente este vocablo es utilizado para referirse al estudio de las mujeres, y aún
cuando tiene antecedentes en la teoría feminista, la teoría de género enmarca contenidos en
los que están relacionados mujeres y hombres; por ello, su comprensión nos exige
profundizar más allá de una mera noción gramatical.

El término “género” tuvo su origen en el medio anglosajón, en donde era utilizado


para referirse directamente a los sexos;3 así, en inglés, se alude al gender de un animal, de
una planta o de una persona, porque son seres sexuados. En cambio, “género” en español
alude a la clase, especie o tipo a la que pertenecen las cosas, los sustantivos o pronombres;
a un grupo taxonómico; a los artículos o mercancías que son objeto de comercio; a la tela; a
cada una de las categorías o clases en que se pueden ordenar las obras musicales según
rasgos comunes de forma y de contenido, entre otros.4

De lo anterior tenemos que, mientras en el mundo anglosajón se utiliza la palabra


“género” con una fuerte referencia al sexo, en el mundo hispanohablante únicamente se
utiliza al género para realizar clasificaciones, sin que ello limite los parámetros de
clasificación a alguno en particular.

Por otro lado, para entender la importancia, alcances y límites de la perspectiva de


género, es necesario acudir a elementos teóricos que nos permitan dilucidar su contenido.
En ese orden de ideas, el género se define como el “conjunto de prácticas, creencias,
representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los integrantes de un grupo
humano en función de una simbolización de la diferencia anatómica entre hombres y
mujeres”.5 Esta definición nos lleva a establecer una primera distinción entre sexo y género,
pues mientras el primero hace referencia a cuestiones anatómicas y biológicas, el segundo

3
Cfr. Diccionario práctico Español-Inglés, Larousse, México, 1989, p. 404.
4
Cfr. Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Espasa, 20ª edición, Madrid, 1984, pp.
685-686.
5
Lamas, Marta, Cuerpo: diferencia sexual y género, Taurus, México, 2002, p. 134.

2
se constriñe al ámbito cultural y social dentro del cual se simbolizan las diferencias
anatómicas a través de lo femenino o masculino.

De esta forma, podemos afirmar que el género se construye, “se hace” en un tiempo
y lugar determinados; “hacer género” significa “crear diferencias entre niñas y niños,
mujeres y hombres, diferencias que no son naturales, esenciales o biológicas. Una vez que
las diferencias han sido construidas, se utilizan para reforzar “la esencialidad del género”.6
Así, el género es una construcción social en la que el cuerpo biológicamente determinado
se construye como una realidad sexuada, en la que se asignan roles en función de la
pertenencia a un sexo, es decir, a través del género, se realiza una interpretación social de lo
biológico para determinar cómo debe ser lo femenino y lo masculino.

Una característica del género, es su naturaleza relacional, que refleja no sólo un


aspecto de lo que es una persona, sino algo más importante: lo que hace esa persona, y lo
que hace recurrentemente en interacción con otros. Desde este punto de vista, tanto los
hombres como las mujeres son definidos uno en relación con el otro; de manera que una
mujer bajo distintos ámbitos relacionales, puede ser vista como madre, hija, hermana,
cónyuge, amiga, maestra, etc. Sin duda alguna, una de las principales aportaciones de los
estudios de género, es aceptar que no se puede entender a mujeres y hombres a través de
estudios completamente separados.

Otro aspecto importante sobre el género que no debemos perder de vista, es su


carácter simbólico; al respecto, recordemos que un símbolo tiene como función primordial
clasificar y jerarquizar al mundo para explicar al “yo” (o al “nosotros”) como lo correcto, lo
que está dentro, lo adecuado; en oposición al “otro”, lo que es extraño, inadecuado,
excluido.7 En toda cultura se establece una organización simbólica que expresa de múltiples
formas esta separación entre lo propio y lo extraño, y una de las formas en que se ve
reflejada esta separación del mundo lo constituye el género. De esta manera, el mundo se
divide en masculino y femenino, y en función de ello, se estructura psíquica, cultural y

6
West Candace y H. Zimmerman Don, “Haciendo género”, en Navarro Marysa y R. Stimpson, Catherine,
Sexualidad, género y roles sexuales, Fondo de Cultura Económica, México, 1999, p. 128.
7
Cfr. Serret, Estela, El género y lo simbólico. La constitución imaginaria de la identidad femenina, UAM
Azcapotzalco, México, 2001, p. 91.

3
socialmente la vida de mujeres y hombres, al grado de establecer un orden social tan
arraigado que se vuelve natural, y ya no requiere justificación.

Una constante que permanece dentro de la categoría de género, es la oposición entre


el hombre y la mujer, entre lo masculino y lo femenino; factor que no se limita a ser una
mera traducción cultural y social de las diferencias naturales del sexo, sino que constituye
también la primera manera de representar las relaciones significantes de poder;8 por ello, el
género también constituye el principio mismo de producción y de reproducción de un orden
social en el que hombres y mujeres son entendidos no en un plano de igualdad, sino bajo un
orden jerárquico,9 caracterizado por el dominio de lo “masculino” sobre lo “femenino”.10
El problema grave radica en que el orden social jerárquico y desigual generado por este tipo
de representaciones sociales, se torna como algo natural, y que a la postre se vuelve normal
e incuestionable, cuando en realidad, como lo hemos visto, se trata de una construcción
social, simbólica y relacional; de ahí que los estudios de género nos permitan deconstruir
estructuras sociales y observar que ninguna jerarquía ni subordinación son necesariamente
el resultado de un orden natural.

Entendida la categoría de género, procedamos a analizar el significado de la palabra


“perspectiva”. La Real Academia Española, refiere que dicho concepto proviene del latín
tardío perspectīva [ars], que significa “óptica”. Para efectos de nuestro estudio, nos
interesa el significado que hace referencia al “conjunto de objetos que desde un punto
determinado se presentan a la vista del espectador, especialmente cuando están
lejanos…visión, considerada en principio más ajustada a la realidad, que viene favorecida
por la observación ya distante, espacial o temporalmente de cualquier hecho o fenómeno”.11

Otro significado referido por el Diccionario de la Real Academia Española del


término “perspectiva”, es el de “apariencia o representación engañosa y falaz de las

8
W. Scott, Joan, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Navarro Marysa y R. Stimpson,
Catherine, Sexualidad, género y roles sexuales, op. cit., nota 6, p. 61.
9
Conway Jill, Bourque Susan y Scott, Joan, “El concepto de género”, en Lamas, Martha (Comp.), El género:
la construcción cultural de la diferencia sexual, Miguel Ángel Porrúa, México, 1996, p. 32.
10
Bargel Lucie, Fassin Eric y Lattém Stéphane, “Usos sociológicos y usos sociales del género. El trabajo de
las interpretaciones” en Fassin, Eric, Género, sexualidades y política democrática, PUEG-Colegio de
México-UNAM, México, 2009, (Cuadernos Simone de Beauvoir), p. 47.
11
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, op. cit., nota 4, pp. 1049-1050.

4
cosas”.12 Sin embargo, este significado no es aplicable para la propuesta que busca
desarrollar este trabajo, pues no pretendemos presentar a la perspectiva de género como un
mecanismo para manipular las decisiones de los juzgadores, ni para encubrir una realidad;
por el contrario, buscamos visibilizar un problema histórico en el cual se hacen evidentes
las relaciones de poder entre hombres y mujeres que han devenido en situaciones de
jerarquización y desigualdad, por lo tanto, para efectos de nuestro estudio, analizar con
perspectiva de género, significa observar cualquier hecho o fenómeno desde el enfoque de
género, es decir, desde el reconocimiento de las estructuras sociales en las que las mujeres
se encuentran subordinadas respecto de los hombres.

Ahora bien, nuestra propuesta consiste en utilizar a la perspectiva de género como


una metodología para el estudio del derecho y aplicarla al ámbito jurisdiccional. ¿Cómo
pretendemos cumplir este objetivo? En principio, enfocaremos nuestra atención en una de
las principales formas a través de la cual se representa al género: el lenguaje, que es
precisamente el punto en donde converge con el derecho.

De acuerdo con la concepción aristotélica, el hombre -que ha tenido un monopolio


en la elaboración del lenguaje-, forma imágenes o pensamientos de los objetos de
conocimiento que tiene ante sí, y los expresa a través de voces o sonidos, y éstos a su vez
los simboliza. Pero las imágenes y los objetos que representa no cambian, a diferencia de
los sonidos y la escritura, que varían de un pueblo a otro,13 ello explica la convencionalidad
de las simbolizaciones que se realizan a través del lenguaje.

Con un tono más crítico, Nietzsche niega cualquier proceso lógico en el origen del
lenguaje, pues afirma que éste último, únicamente designa las relaciones de las cosas con
respecto a los hombres, y para expresarlas, apela a las metáforas más audaces, pues en
realidad lo que representamos a través de las palabras, son sólo impulsos nerviosos de
nuestro contacto con el mundo; en consecuencia, para el autor germano, el lenguaje es una
metáfora. Sin embargo, la importancia de observar al lenguaje como metáfora, nos permite
advertir un proceso muy interesante:

12
Idem.
13
Aristóteles, Tratados de Lógica (Organón), Tomo II, (Trad. Miguel Candel Sanmartín), Madrid, Gredos,
1998, pp. 25-81.

5
“En el ámbito de esos esquemas es posible algo que jamás podría conseguirse bajo las
primitivas impresiones intuitivas: construir un orden piramidal por castas y grados;
instituir un mundo nuevo de leyes, privilegios, subordinaciones y delimitaciones, que
ahora se contrapone al otro mundo de las primitivas impresiones intuitivas como lo más
firme, lo más general, lo mejor conocido y lo más humano y por tanto, como una
instancia reguladora e imperativa”.14

Este esquema analítico nos permite observar el contenido fuertemente


ideológico con el cual se puede construir el lenguaje, y con base en ello, justificar un
orden socialmente establecido. Karl Olivecrona, afirma que el lenguaje jurídico
constituye el medio a través del cual se pretende influir en la conducta de los hombres
para dirigirla de cierta forma,15 y se materializa en las disposiciones jurídicas,
pronunciamientos judiciales, contratos, entre otros actos jurídicos; pero si la
construcción del lenguaje depende del hombre, ésta se torna arbitraria y en ella puede
estar implícita una ideología16 determinada como lo observaba Nietzsche; así existe
entonces, la posibilidad de alguna ideología subyacente en el lenguaje utilizado en
cualquier acto jurídico que lleve a cabo el operador del derecho.

Y es en dicha labor, donde la perspectiva de género juega un papel fundamental,


pues constituye una herramienta metodológica que proporciona elementos de análisis
para develar la presencia de un tipo de ideología: la ideología patriarcal, que ha estado
presente a lo largo de la historia, no solo en la construcción de ordenamientos jurídicos,
sino también en el criterio adoptado por los emisores de decisiones jurisdiccionales.

Hacer un análisis con perspectiva de género, consiste en tomar las variables


“femenino” y “masculino” como centrales, precisando en todo momento desde que
género parte el análisis, y cuáles son los efectos o circunstancias en uno y otro, y las
relaciones entre ambos.17 En tal empresa, debe tenerse un cuidado especial, pues

14
Cfr. Nietzsche, Friedrich, “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral”, p. 9, consultado el 5 de julio de
2010 en http://www.edu.mec.gub.uy/biblioteca%20digital/libros/N/Nietzsche%20-
%20Sobre%20verdad%20y%20mentira%20en%20sentido%20ex.pdf
15
Olivecrona, Karl, Lenguaje jurídico y realidad, Distribuciones Fontamara, Argentina, 2007, p. 47.
16
Utilizamos el término ideología para referirnos al conjunto de creencias, en cuanto no tienen otra validez
que la de expresar una determinada fase de las relaciones económicas y, por lo tanto, de servir a la defensa de
los intereses que prevalecen en cada fase de la historia. Cfr. Abbagnano, Nicola, Diccionario de filosofía,
Fondo de Cultura Económica, México, 2ª ed., 5ª reimpr., 1987, p. 645.
17
Facio Montejo, Alda, Cuando el género suena, cambios trae, (una metodología para el análisis de género
del fenómeno legal), ILANUD, Costa Rica, 1992, p. 42.

6
comúnmente se piensa que la sola inclusión de la categoría “mujer” dentro del estudio a
realizarse, indica que se utilizó la perspectiva de género, lo cual es erróneo, pues ésta
última, no implica un análisis sesgado hacia el género femenino, sino una perspectiva
que incluye a ambos géneros, en donde se resaltan, particularmente, las desigualdades
de poder que hay entre ambos.

La perspectiva de género no se reduce a un análisis exclusivamente teórico,


sino que ha sido adoptada en distintos instrumentos normativos (lo que permite ampliar
nuestro marco analítico), tan es así, que forma parte de los compromisos
internacionales asumidos por nuestro país, circunstancia que exige un conocimiento
profundo de la perspectiva de género por parte de los aplicadores del derecho.

3. Elementos teóricos para el análisis con perspectiva de género

En este apartado pretendemos identificar algunas de las herramientas teóricas que


nos proporciona la perspectiva de género para el estudio del derecho, y que constituyen una
serie de presupuestos sobre los cuales el juzgador no sólo podrá interpretar las normas
jurídicas aplicables a casos concretos, sino también las circunstancias inherentes a los
hechos implicados en los mismos. En aras de cumplir con ese objetivo, inicialmente
abordaremos el origen y rasgos de la ideología patriarcal.

3.1 Identificación de la ideología patriarcal

La ideología patriarcal generalmente se manifiesta a través de la dominación del


hombre hacia la mujer. Celia Amorós, afirma que el patriarcado es interclasista, en la
medida en que se establece un pacto entre los varones, a través del cual se constituye el
sistema de dominación masculina, en el que los varones conforman un género universal.18
Y si bien, el patriarcado no ha respondido a los intereses de todos los varones, pues ha
establecido criterios como la edad, las posiciones social, económica, política e incluso
étnica o religiosa, por medio de los cuales son excluidos de la construcción social, aun así
continúan conservando una posición jerárquica superior sobre las mujeres, lo que en
consecuencia genera que estas últimas sufran una doble o triple exclusión, por razones de

18
Amorós, Celia, Hacia una crítica de la razón patriarcal, Anthropos, 2ª ed., 1991, España, p. 25.

7
género y por cuestiones de tipo social, económica, étnica o religiosa, que generalmente se
traducen en actos discriminatorios.

La identificación de la ideología patriarcal puede realizarse a través del


cuestionamiento a las normas jurídicas y criterios judiciales, partiendo del principio de
igualdad. Si una disposición jurídica prevé situaciones de desigualdad no justificadas entre
hombres y mujeres, esto indica la existencia de una indebida normalización de jerarquías de
hombres sobre mujeres.

Al respecto, cabe mencionar que dentro del orden jurídico mexicano, son pocas las
legislaciones en las que se ven reflejados los esfuerzos por combatir tales desigualdades.
Un claro ejemplo, podemos ilustrarlo con el Código Civil del Estado de México, en cuyo
artículo 4.18, se reconoce expresamente el valor económico del trabajo doméstico,19 como
una aportación económica dentro del matrimonio, que permite a la mujer o al hombre, el
derecho de conservar hasta el 50% del patrimonio que haya constituido su cónyuge, y
recibir alimentos en caso de divorcio, aunque el matrimonio se haya celebrado bajo el
régimen de separación de bienes. En ese contexto, se ha observado que en 25 códigos
civiles de la República Mexicana, no se asignan responsabilidades iguales a los cónyuges;
ocho, exigen el consentimiento del marido para que la mujer trabaje; siete, obligan a ésta a
vivir donde aquél decida y todos hacen recaer solamente en la madre la obligación de
registrar a los hijos nacidos fuera del matrimonio.20

Desde la perspectiva de género, es posible advertir la existencia de un trato desigual


implícito en los ordenamientos jurídicos, en los cuales se da una consideración distinta e
injustificada a hombres y mujeres, que lejos de reconocer sus experiencias de vida y
establecer responsabilidades compartidas, generan y perpetúan una concepción que justifica
la supremacía y dominación de los primeros sobre estas últimas, sin atender a ningún otro
parámetro que no sea la exclusiva razón de pertenecer a un género determinado.

19
Cfr. Artículo 4.18 del Código Civil del Estado de México.
20
Cfr. Coloquio Nacional sobre el Análisis de la aplicación del Protocolo Facultativo de la Convención
sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer CEDAW, Memoria, Instituto
Nacional de las Mujeres, México, 2002, p. 13.

8
3.2 Distinción de predeterminaciones naturales de construcciones sociales

La dominación de hombres sobre mujeres se lleva a cabo con el establecimiento de


una serie de roles asignados en función de las diferencias sexuales, con base en los cuales
se explica y justifica la inferioridad de la mujer, por cuestiones “naturales y biológicas”.
A través de la perspectiva de género, podemos observar que la posición de la mujer no está
determinada biológica, sino culturalmente, y que bajo ninguna circunstancia se justifica su
subordinación al hombre.

Ahora bien, ¿cómo podemos advertir las predeterminaciones naturales de las


construcciones sociales? Al respecto, es posible realizar un cuestionamiento a las normas
jurídicas o criterios judiciales, para observar si en ellos se han normalizado prejuicios en
razón de género, tales como: “el marido es el proveedor natural de la familia”; “la mujer es
la encargada de cuidar y educar a los hijos”; “la mujer es un objeto sexual, sin capacidad de
decisión sobre su cuerpo”; “las mujeres son bonitas; los hombres son inteligentes”; “la
mujer debe ser honesta, casta y pura; es débil y necesita protección”.

Para identificar ese fenómeno, analizaremos el siguiente caso. Durante mucho


tiempo se sostuvo como criterio de jurisprudencia emitido por la Primera Sala de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, que dentro del matrimonio existía la obligación
“natural” por parte de la mujer, del débito carnal; en ese orden de ideas, cuando el esposo
obligaba a la mujer a mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad a través de la
violencia, no se consideraba violación, sino que en todo caso, constituía un ejercicio
indebido de un derecho, y la negativa se podía traducir en un abandono de las obligaciones
maritales, justificada únicamente en el caso de enfermedad.21 Este criterio, a la luz de la
perspectiva de género, nos permite observar una actitud discriminatoria hacia la mujer y de
vulneración de su dignidad humana, al reducirla meramente a un “objeto sexual”, obligada
al débito carnal, privándola con ello del derecho a ejercer su sexualidad de manera libre y
sin violencia.

21
Cfr. Contradicción de Tesis 5/92, entre las sustentadas por los Tribunales Colegiados Primero y Tercero del
Sexto Circuito, del que derivaron diversos criterios de jurisprudencia, dentro del ellos, el localizado en Octava
Época, Primera Sala, Semanario Judicial de la Federación, Tomo XIII, Mayo de 1994, p. 63, cuyo rubro
refiere: “EJERCICIO INDEBIDO DE UN DERECHO Y NO DE VIOLACIÓN, DELITO DE”.

9
Afortunadamente, el 27 de mayo de 2005 el Magistrado Presidente del Segundo
Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito, formuló ante la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, la solicitud para modificar el criterio referido, y en ese sentido, el
6 de junio de ese año, las y los integrantes de nuestro máximo tribunal, afirmaron que no
aplicaba la figura de “ejercicio indebido de un derecho” para la violación entre cónyuges,
pues ello llevaría implícito el reconocimiento de un derecho de propiedad del hombre sobre
la mujer, lo que derivaría en tener, en todo caso, la facultad de abusar de lo propio,
situación discriminatoria e inequitativa, pues regularmente las mujeres no están en la
posibilidad de imponer la cópula al hombre. Lo más importante de este nuevo criterio,
radicó en el énfasis otorgado a la protección del derecho de libertad sexual, bien jurídico
tutelado en el tipo penal de violación; por lo tanto, si la conducta de un varón es idéntica a
la descrita en la ley como violación, los juzgadores y juzgadoras concluyeron que se
constataba la afectación al bien jurídico protegido, que es la libertad sexual, el cual no
admitía distinción de ningún tipo, y mucho menos por razón de género.22

De esta forma, podemos concluir que la aplicación de la perspectiva de género en la


interpretación de los ordenamientos jurídicos, nos lleva a evitar la normalización de actos
discriminatorios, que tienen su origen en prejuicios a partir de los cuales se han asignado
roles tanto a hombres como mujeres, ubicando a estas últimas, en una situación de
inferioridad, y nos permite aplicar de forma adecuada los principios de dignidad, igualdad y
no discriminación, para así materializar el respeto a los derechos fundamentales.

3.3 Análisis contextual

Uno de los pilares sobre los cuales se cimentó la Modernidad fue la idea de que a
través de la Ilustración, el hombre podía alcanzar su mayoría de edad,23 es decir, debía
servirse de su propio entendimiento para ser libre; así, se construyó como categoría
fundamental a la razón, que sería la encargada de diseñar al mundo y en consecuencia, al

22
Cfr. Varios 9/2005-PS. Solicitud de modificación a la tesis de jurisprudencia 1a./J. 10/94, derivada de la
contradicción de tesis 5/92, entre las sustentadas por los Tribunales Colegiados Primero y Tercero del Sexto
Circuito. Solicitante: Segundo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito. 16 de noviembre
de 2005. Cinco votos. Ponente: Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Secretaria: Ana Carolina
Cienfuegos Posada.
23
Kant, Immanuel, ¿Qué es la Ilustración?, consultado el 30 de julio de 2010 en
http://www.paginasobrefilosofia.com/html/kantpre/textoIlustracion.html

10
derecho, al cual se le asignó como característica fundamental el universalismo y la
abstracción, para concretar aspiraciones como la igualdad y la libertad.

Ahora bien, cuando hablamos de universalismo nos referimos al conjunto de valores


y principios-guía válidos para todos los hombres y mujeres en todos los tiempos y bajo
cualquier clima, 24 con esta característica se declaró el principio universal de la igualdad y
de la libertad, desafortunadamente, como lo observa Giacomo Marramao, este
universalismo se ha utilizado para justificar la “conversión” del bárbaro o del “infiel” y ha
constituido una forma esencialmente dirigida a la neutralización de toda “alteridad”
cultural, que acarrea una paradoja innegable: los criterios universalistas están
confeccionados dentro de un envoltorio unidimensional típico, en todo y por todo, de la
matriz cultural específica que los ha generado,25 es decir, un grupo de poder de los países
de Occidente.

Sobre la abstracción, Hanna Arendt refiere que el derecho moderno se ha


caracterizado por su discurso de los derechos del hombre, en tanto que confiere “la
abstracta desnudez de aquel que sólo es nada más que un hombre”,26 pero esta circunstancia
puede constituir el peor de los peligros, advierte esta filósofa, porque lleva a una
abstracción de las diferencias, que reduce al individuo a no ser más que un “ejemplar de
una especie animal llamada hombre”.27 Por ello, Arendt sugiere evitar las trampas del
humanismo abstracto, porque descuida las particularidades inherentes a los diversos grupos
de una misma sociedad, solo siendo miembros de una comunidad política y participando en
la vida de ésta, es que los seres humanos ven reconocida y preservada efectivamente su
dignidad.

Tanto el universalismo como la abstracción han sido criticados por la perspectiva de


género, como una forma de invisibilizar a las mujeres, ya que de manera reiterada se habla
24
Cfr. Marramao, Giacomo, “Paradojas del universalismo”, en Revista Internacional de Filosofía Política,
No. 1, Madrid, 1993, p. 8, consultado el 5 de agosto de 2010, en http://e-
spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:filopoli-1993-1-4E344283-F06B-A7C9-70FB-24614C7D0E86&
24614C7D0E86&dsID=paradojas_universalismo.pdf
25
Idem.
26
Renaut Alain y Sosoe, Lukas, “H. Arendt y la idea del derecho moderno”, en Dikaiosyne, No. II, Revista de
filosofía práctica de la Universidad de los Andes, Mérida-Venezuela, Diciembre 2003, p. 143, consultado el 5
de agosto de 2010, en http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/19058/2/articulo10.pdf
27
Idem.

11
del hombre (como un concepto universal y abstracto) sin utilizar referencia alguna de la
mujer a través del lenguaje; también se neutraliza el ejercicio de los derechos de las
mujeres, ya que se construyen normas jurídicas “universales y abstractas” que no dan
cuenta de las condiciones de vida específicas para hombres y mujeres.

En atención a estas circunstancias, se plantea como propuesta de la perspectiva de


género, centrar el análisis en la experiencia vivida por mujeres y hombres, es decir, generar
conocimientos -y por ende, normas jurídicas-, que den cuenta de las condiciones de vida
específicas de cada uno, que posibiliten un análisis de la construcción de la identidad de
género,28 por lo tanto, nuestros conocimientos deben ubicarse en una situación contextual,
es decir, debemos considerar a mujeres y hombre desde su posición relacional y tomar en
cuenta no sólo las condiciones de género, sino también las condiciones políticas, sociales,
culturales, históricas, económicas, lingüísticas y discursivas, etc., para advertir si ellas no
generan una situación de desventaja (exclusión, discriminación, etc.) y encaminar el
análisis y posible resolución de un problema, hacia el respeto de los derechos
fundamentales.

3.4 Crítica al concepto de igualdad

Una de las autoras más consolidadas sobre la teoría de género, es Catharine A.


MacKinnon, quien afirma la existencia de una tensión inherente entre el concepto de
igualdad, que presupone similitud, semejanza; y el concepto de sexo, que presupone
diferencia.29 Esta tensión puede generar dos situaciones: con la primera, se neutraliza la
visión de género ya que se establece un estándar único en el que la igualdad para las
mujeres se materializa, solo si ellas se conciben como lo mismo que los hombres, es decir,
se establece una igualdad formal, en donde no importan si se trata de hombres o de mujeres,
pues se consideran todos iguales; con la segunda situación, se exige un reconocimiento de
la diferencia, es decir, las mujeres se conciben como diferentes a los hombres, y se
establece una regla de beneficio especial o regla de protección especial, en virtud de que se

28
Nicolás Lazo, Gemma, “Debates en epistemología feminista: del empiricismo y el standpoint a las críticas
posmodernas sobre el sujeto y el punto de vista”, en Nicolás Gemma y Bodelón Encarna, Género y
dominación. Críticas feministas del derecho y el poder, Anthropos, Barcelona, 2009, p. 55.
29
MacKinnon, A. Catharine, “Diferencia y dominio: sobre la discriminación sexual”, en Navarro, Marysa y
R. Stimpson, Catherine, Sexualidad, género y roles sexuales, op. cit., nota 6, p. 78.

12
valora o compensa a las mujeres por lo que han llegado a ser en tanto mujeres, bajo las
condiciones existentes.

Nos parece interesante la crítica que realiza esta autora al concepto de igualdad,
porque a final de cuentas, en cualquiera de las dos situaciones, se restringe la concepción de
la mujer a estándares masculinos ¿somos iguales o diferentes a ellos? Es por ello que, la
perspectiva de género plantea el análisis de una igualdad formal (jurídica) y una igualdad
material, ya que hasta ahora, la igualdad jurídica o igualdad ante la ley de hombres y
mujeres, se ha reducido a otorgar a las mujeres los mismos derechos que ya gozan los
hombres y darle una protección especial, en ciertos casos, pero esto es insuficiente. Por lo
que la pretensión de la perspectiva de género es alcanzar una igualdad material, la cual
exige considerar tanto a hombres como a mujeres iguales en el goce de los derechos
humanos que cada cual necesite,30 no se trata sólo de dar a cada sexo un tratamiento
exactamente igual, lo importante es reconocer las diferencias entre ellos, situarlos
contextualmente y sobre todo, garantizar la protección y ejercicio de sus derechos.

3.5 Uso del lenguaje no sexista

El lenguaje constituye un sistema de símbolos y su finalidad principal es la


comunicación; sin embargo, es posible que la ideología patriarcal se encuentre implícita en
el lenguaje, a través de una de sus principales manifestaciones, el androcentrismo, que para
este supuesto, opera con dos reglas fundamentales: considerar al género masculino como
universal, por lo tanto, utiliza la expresión “hombre” para referir a hombres y mujeres; e
invisibilizar la presencia de las mujeres31 al no hacer referencia a ellas de manera expresa.

Para evitar el androcentrismo en el lenguaje, la perspectiva de género propone el uso


de un lenguaje no sexista, con la finalidad de visibilizar a las mujeres y equilibrar las
asimetrías de género,32 para lo cual recomienda que debemos tener especial cuidado en el

30
Facio Montejo, Alda, Cuando el género suena, cambios trae, (una metodología para el análisis de género
del fenómeno legal), op. cit., nota 17, p. 20.
31
Bengoechea Bartolomé, Mercedes, El lenguaje instrumento de igualdad, pp. 6-7, consultado el 10 de agosto
de 2010 en http://www.fongdcam.org/manuales/genero/datos/docs/1_ARTICULOS_Y_DOCUMENTOS_
DE_REFERENCIA/H_USO_NO_SEXISTA_DE_LA_LENGUA/El_lenguaje_instrumento_de_igualdad.pdf
32
Sobre algunas formas para evitar el uso del lenguaje no sexista, Cfr. CONAPRED, 10 recomendaciones
para el uso no sexista del lenguaje, 2ª ed., Textos del Caracol, Núm. 1, México, 2009, p. 11 y ss.

13
uso de expresiones que tiendan a establecer jerarquías, exclusiones o discriminación, evitar
el uso de expresiones que denotan desprecio, subordinación o ridiculización de las mujeres,
y utilizar un lenguaje incluyente, que contemple a mujeres y hombre como un “todo”, es
decir, como integrantes de la humanidad.

Con estos elementos teóricos, procederemos a analizar los elementos normativos


que nos proporcionarán argumentos jurídicos para aplicar la perspectiva de género en el
ámbito jurisdiccional, y en general, en cualquier campo de aplicación del derecho.

4. Algunos principios rectores para la aplicación de la perspectiva de género

Uno de los primeros documentos en donde se discute la necesidad de incluir la


perspectiva de género, como estrategia para fomentar la igualdad de los sexos en las
políticas y programas gubernamentales, fue la Plataforma de Acción de Beijing de la Cuarta
Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer,33 celebrada en Beijing, en
1995, pero no es sino hasta el 18 de julio de 1997, en las conclusiones 1997/2, convenidas
por el Consejo Económico y Social, cuando se establecen una serie de directrices para
entender esta estrategia:

“La incorporación de la perspectiva de género es el proceso de evaluación de las


consecuencias para las mujeres y los hombres de cualquier actividad planificada,
inclusive las leyes, políticas o programas, en todos los sectores y a todos los niveles.
Es una estrategia destinada a hacer que las preocupaciones y experiencias de las
mujeres, así como de los hombres, sean un elementos integrante de la elaboración, la
aplicación, la supervisión y la evaluación de las políticas y los programas en todas las
esferas políticas, económicas y sociales, a fin de que las mujeres y los hombres se
beneficien por igual y se impida que se perpetúe la desigualad. El objetivo final es
lograr la igualdad entre los géneros”.34

En este sentido, encontramos otra referencia normativa sobre la perspectiva de


género en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que en
su artículo 5º refiere:

33
Cfr. “Declaración de Beijing”, Anexo I, No. 38 en Informe de la Cuarta Conferencia Mundial sobre la
Mujer, Beijing, 4 a 15 de septiembre de 1995, Naciones Unidas, Nueva York, 1996, p. 5.
34
Subrayado nuestro. Cfr. Conclusiones convenidas 1997/2 del Consejo Económico y Social de las Naciones
Unidas, consultado el 12 de agosto de 2010 en http://www.un.org/womenwatch/osagi/pdf/ECOSOCAC1997.
2.PDF

14
“Artículo 5. Para los efectos de la presente ley se entenderá por:

(…)

Perspectiva de género. Es una visión científica, analítica y política sobre las mujeres
y los hombres. Se propone eliminar las causas de opresión de género como la
desigualdad, la injusticia y la jerarquización de las personas basadas en el género.
Promueve la igualdad entre los géneros a través de la equidad, el adelanto y el
bienestar de las mujeres; contribuye a construir una sociedad en donde las mujeres y
los hombres tengan el mismo valor, la igualdad de derechos y oportunidades para
acceder a los recursos económicos y a la representación política y social en los
ámbitos de toma de decisiones;”35

A diferencia de la primera definición, en donde la perspectiva de género se concibe


como una estrategia, en éste última, se concibe como una visión científica, analítica y
política, es decir, le da un carácter mayormente metodológico. La contribución de la
primera definición consiste en que toma como punto de referencia, el impacto que puede
tener, tanto para mujeres como para hombres, la realización de cierta actividad; además,
propone tomar en cuenta las preocupaciones y experiencias de mujeres y hombres en la
implementación de políticas y programas gubernamentales. Por su parte, la definición
proporcionada por la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia
recobra algunos elementos teóricos, como la referencia a eliminar las causas de opresión de
género, incluso afirmaríamos que va más lejos, pues no se ciñe a cuestiones meramente
jurídicas, ya que hace referencia a la construcción de una sociedad en donde hombres y
mujeres tengan el mismo valor. Ambas definiciones coinciden de manera general en que, lo
que pretenden lograr es la igualdad entre hombres y mujeres, situación que confirma que la
perspectiva de género no se reduce al estudio de las mujeres, aunque comúnmente
observamos estudios que se centra en ellas, porque su objetivo busca eliminar esa
desigualdad estructural por razón de género.

Sobre el particular, Teresita de Barbieri señala que “no hay que perder de vista que
las categorías de análisis que se usan en todas estas organizaciones son sometidas el
escrutinio de los países miembros y, por lo tanto, resultado de consensos políticos. Como

35
Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, publicada en la Primera Sección del
Diario Oficial de la Federación el 1 de febrero de 2007.

15
consecuencia, rara vez corresponden con algunas de las definiciones teóricas elaboradas en
la academia, no es de extrañar entonces, el empobrecimiento de las mismas”.36

No obstante el señalamiento antes referido, consideramos que estas referencias


normativas sobre la perspectiva de género nos permiten tener un primer acercamiento sobre
la forma de aplicarla a la función jurisdiccional. Debemos reconocer que la incorporación
de la perspectiva de género se realiza de manera diferente, dependiendo del tipo de materia
a la cual va dirigida, lo que indica que no hay una fórmula fija ni plan que pueda utilizarse
para todo contexto, pero esto no constituye un obstáculo para establecer una serie de
directrices que nos proporcionen elementos para incorporarla en la fundamentación y
motivación de las resoluciones judiciales.

En este sentido, la Organización de las Naciones Unidas considera que deben


definirse varios puntos de partida generales, para la aplicación de la perspectiva de género,
dentro de los cuales menciona a los siguientes:37

1. Formular preguntas acerca de las responsabilidades, actividades, intereses y


prioridades de las mujeres y los hombres, y la manera en que la experiencia y
percepción de los problemas puede diferir para ambos.
2. Poner en tela de juicio los supuestos acerca de “familias”, “hogares” o
“personas” que puedan estar implícitos en la forma de plantear un problema,
particularmente, se debe advertir si en ellos existe alguna normalización de
prejuicios por razón de género, que puedan generar algún tipo de
discriminación.
3. Obtener los datos o información que permitan analizar las experiencias y la
situación tanto de las mujeres como de los hombres.
4. Recabar aportes y opiniones, tanto de mujeres como de hombres, acerca de las
decisiones que afectarán a su manera de vivir.

36
Bartra, Eli, (Comp.), Debates en torno a una metodología feminista, 2ª edición, Programa Universitario de
Estudios de Género, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2002, pp. 128-129.
37
La incorporación de la perspectiva de género. Una visión general. Organización de las Naciones Unidas,
Nueva York, 2002, pp. 3-5.

16
5. Velar porque se preste atención a las actividades en las cuales las mujeres son
dominantes desde el punto de vista numérico.
6. No dar por sentado que todas las mujeres o todos los hombres comparten las
mismas necesidades y perspectivas.
7. Analizar el problema para determinar las consecuencias desde una perspectiva
de género y procurar identificar maneras de formular directrices que respalden
una distribución equitativa de los beneficios y las oportunidades.

Estas directrices le ayudan a juzgador o juzgadora, identificar las experiencias y


circunstancias vividas y diferenciadas de mujeres y hombres. El siguiente aspecto para la
aplicación de la perspectiva de género exige tener presentes los principios rectores a través
de los cuales se puede aplicar, lo cual no implica que se trate de argumentos exclusivos de
la metodología que venimos analizando, pues comparten elementos con la teoría de los
derechos fundamentales, y son, entre otros:

4.1 Principio de igualdad

Luigi Ferrajoli refiere que el principio de igualdad debe ser entendido en un doble
sentido: de tutela de las diferencias personales y de reducción de las desigualdades
materiales,38 es decir, la igualdad implica no solo eliminar todo tipo de distinción arbitraria
en el trato a las personas, sino también considerar las diferencias sociales o cualquier tipo
de desventaja -por ejemplo, el género-, con la finalidad de implementar medidas de
tratamiento diferenciado para otorgar igualdad de oportunidades a todos.

Sobre el primer aspecto del principio de igualdad a que alude Luigi Ferrajoli,
encontramos que el artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos
Mexicanos, consagra que “todo individuo”39 -sea éste mexicano o extranjero-, goza de las
garantías que otorga la Constitución, sin que puedan restringirse ni suspenderse, sino en los
casos y con las condiciones que ella misma establece; en este tenor, el artículo 4º del
referido ordenamiento constitucional establece la igualdad ante la ley del hombre y la

38
Cfr. Ferrajoli, Luigi, “Sobre los derechos fundamentales” en Carbonell, Miguel (Ed.), Teoría del
neoconstitucionalismo, México, Trotta/ Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM, Madrid, 2007, p. 79 y
ss.
39
Para evitar el uso de un lenguaje sexista, la expresión correcta debió ser “toda persona”.

17
mujer, misma que se reglamenta a través de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres
y Hombres, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 2 de agosto de 2006.

Por cuanto hace a la reducción de las desigualdades materiales, encontramos


compromisos internacionales adquiridos por México para implementar acciones
afirmativas,40 incluso, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo
17, numeral 4, establece la obligación de los Estados de adoptar medidas para asegurar la
igualdad de derechos y la equivalencia de responsabilidades de los cónyuges en cuanto al
matrimonio.41

Un ejemplo ilustrativo de aplicación del principio de igualdad en el desarrollo de las


responsabilidad entre hombres y mujeres, lo constituyen las licencias de paternidad,
reconocidas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) a favor
de sus trabajadores, ya que a través de ellas, se enfatiza la responsabilidad compartida de
padres y madres en la crianza, cuidado y atención al recién nacido, motivo por el cual se le
otorgan al trabajador diez días hábiles continuos, con goce de sueldo, contados a partir del
nacimiento del hijo o hija; el TEPJF prevé la posibilidad de que este derecho se extienda
por cinco días hábiles continuos más, cuando se trata de parto múltiple; incluso, en caso de
muerte de la madre, el padre del niño o niña recién nacidos, podrá tomar licencia por el
periodo que hubiere correspondido a aquélla.42

40
Hay quienes sostienen que las acciones afirmativas vulneran el principio de igualdad y es que, no obstante
que impliquen un trato diferenciado en relación con los hombres, su existencia de justifica porque busca
generar una igualdad no sólo formal sino también material, entre hombres y mujeres, por eso la necesidad de
que sean sólo de carácter temporal, en este sentido, se ha adoptado en el artículo 4º de la Convención para la
Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, el siguiente compromiso internacional:
“1. La adopción por los Estados Partes de medidas especiales de carácter temporal, encaminadas a acelerar la
igualdad de facto entre el hombre y la mujer, no se considerará discriminación en la forma definida en la
presente Convención, pero de ningún modo entrañará, como consecuencia, el mantenimiento de normas
desiguales o separadas; estas medidas cesarán cuando se hayan alcanzado los objetivos de igualdad de
oportunidad y trato”. Compromiso reiterado a través de la Recomendación General No. 5, del Séptimo
Periodo de Sesiones de 1988, del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, Cfr.
Compilación de los principales instrumentos internacionales sobre derechos humanos de las mujeres, 4ª ed.,
INMUJERES, México, 2008, p. 24.
41
Cfr. Convención Americana de Derechos Humanos, aprobada por el Senado el 18 de diciembre de 1980 y
publicada en el Diario Oficial de la Federación el 7 de mayo de 1981.
42
Cfr. Acuerdo General de la Comisión de Administración que contiene los criterios para conceder licencias
de maternidad y paternidad al personal del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación,
principalmente los artículos 4º, 6º y 7º, consultado el 20 de agosto de 2010 en
http://www.trife.org.mx/secretaria_general/acuerdos/superior/archivos/Acuerdo_Maternidad.pdf

18
Sin duda, el ejemplo antes mencionado constituye un avance en la aplicación de la
perspectiva de género, en aras de materializar el principio de igualdad para el desarrollo de
responsabilidades compartidas de mujeres y hombres en el cuidado y atención de los hijos.

4.2 Principio de no discriminación

Jesús Rodríguez Zepeda refiere que el principio de no discriminación es el derecho


de toda persona, a ser tratada de manera homogénea, sin exclusión, distinción o restricción
arbitraria, de modo que le sea posible el ejercicio de sus derechos y libertades
fundamentales y el libre acceso a las oportunidades socialmente disponibles.43

La regulación jurídica del principio de no discriminación la encontramos en


diversos instrumentos internacionales, por ejemplo, la Convención Americana de Derechos
Humanos, en su artículo 24 consagra el principio de no discriminación y el principio de
igualdad ante la ley, al establecer que: “Todas las personas son iguales ante la ley. En
consecuencia, tienen derecho, sin discriminación, a igual protección de la ley”. Aunque, no
cabe duda que es la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer, (CEDAW) la que establece de manera más detallada lo que
podemos entender por discriminación:

“Artículo 1. A los efectos de la presente Convención, la expresión “discriminación contra la


mujer” denotará toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por
objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer,
independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de
los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica,
social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.”

A nivel local, en el artículo 1º de nuestra Carta Magna, como resultado las reformas
publicadas el 14 de agosto de 2001 en el Diario Oficial de la Federación, se consagra el
principio de no discriminación por motivos étnicos o nacionales, de género, de edad, de
discapacidad, condición social, condiciones de salud, religión, opiniones, preferencias,
estado civil, o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular
o menoscabar los derechos y libertades de las personas; de igual forma, tenemos la ley
reglamentaria de este precepto constitucional: la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la

43
Rodríguez Zepeda, Jesús, “Una idea teórica de la no discriminación”, en Torres Martínez, Carlos de la,
(Coord.), Derecho a la no discriminación, México, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2006, p. 45.

19
Discriminación,44 que si bien no se centra en cuestiones de género, su objeto es eliminar
toda forma de discriminación contra cualquier persona.

Generalmente se piensa que la discriminación, para que lo sea, debe advertirse de


manera explícita en las leyes y los códigos de un determinado país, pero a través de la
perspectiva de género, podemos observar que no es así, pues es posible que una ley
discrimine en el resultado, como bien se advierte de la definición del artículo 1 de la
CEDAW, es decir, una ley puede ser discriminatoria aún cuando no se haya promulgado
con la intención o con el objeto de discriminar, siempre que tenga por resultado hacerlo, es
más, una ley podría ser discriminatoria aunque se haya promulgado con la intención de
proteger a la mujer.

Un ejemplo claro de discriminación por resultado lo encontramos en algunos


códigos penales de las distintas entidades federativas de nuestro país, que al establecer el
tipo penal de estupro, hacen alusión de manera reiterada a la calidad específica en el sujeto
pasivo consistente en que sea una mujer “casta y honesta”,45 elementos normativos que
consideramos extremadamente peligrosos, por el tipo de interpretación que se puede
realizar de ellos, al respecto, en abril de 1999, los Tribunales Colegiados emitieron un
criterio que si bien es una tesis aislada, resulta ilustrativo para entender la forma en cómo
puede operar la discriminación por resultado, en la ley y, en consecuencia, en los criterios
judiciales, la tesis referida establece:

“ESTUPRO. NO SE SURTE EL REQUISITO DE HONESTIDAD SI LA


MUJER AGRAVIADA ANTERIORMENTE HABÍA VIVIDO CON EL
SUJETO ACTIVO. El término de honestidad en la mujer pasivo de dicho injusto,
entraña un comportamiento socialmente aceptable, de modo que si en una ocasión,
anterior a la de los hechos denunciados, ya se había ido con el acusado, con quien
había vivido en su casa, ello constituye una acción que sin duda la moralidad
media rechaza, por lo que aun cuando después, ya de nuevo viviendo en el seno del
hogar paterno, el mismo inculpado la hubiese engañado con la promesa de
matrimonio para lograr la cópula, resulta que no se surte el delito, dado que faltó el

44
Este ordenamiento jurídico fue publicado en el Diario Oficial de la Federación, el 11 de junio de 2003.
45
Por ejemplo, el Código Penal para el Estado de Aguascalientes refiere en el artículo 23 que: “El estupro
consiste en realizar cópula con mujer casta, mayor de doce y menos de dieciséis años de edad, obteniendo su
consentimiento por medio de seducción o engaño”; de forma similar se precisa la calidad específica del sujeto
pasivo como “mujer casta y honesta, en los códigos penales del Estado de Baja California (Art. 182), Estado
de México (Art. 271), Nayarit (Art. 258), Querétaro (Art. 167), Sinaloa (Art. 184), Sonora (Art. 215) y
Veracruz (Art. 185).

20
elemento normativo de la honestidad si se tiene en cuenta que otrora se había
separado de su hogar para vivir con una persona sin estar casada, lo que no
corresponde a una conducta adecuada de una mujer consciente de su pudor y
dignidad personal”.46

De conformidad con el criterio anterior, la honestidad tiene como uno de sus


parámetros fundamentales, un comportamiento “socialmente aceptable”, sin embargo, aquí
encontramos un problema serio, porque para determinar ese comportamiento, es difícil salir
de una cultura de “doble moral” en la cual se le asigna a la mujer un rol dentro de la
sociedad, según el cual, el vivir con una persona sin estar casada es mal visto; en
consecuencia, esa mujer ya no sería “honesta”. El problema es que, este parámetro no se
utiliza para juzgar a un hombre, al contrario, cuando éste tiene su relación conyugal y
además de ello, mantiene una relación extramatrimonial, llega a causar admiración entre
sus congéneres porque demuestra su “hombría”, por ello consideramos que tanto la ley
como la interpretación jurídica que realizan los Colegiados en este caso, resulta
discriminatorio hacia la mujer.

La perspectiva de género en el caso que nos ocupa, nos permite advertir que no solo
existe un trato discriminatorio a la mujer al exigir que sea “casta y honesta”, sino también
se discrimina al hombre, en aquellas entidades federativas en las cuales se excluye que
pueda ser sujeto pasivo del delito y en consecuencia, que el agresor pueda ser castigado.
Esperemos que, en un contexto en el cual nos preguntamos sobre el contenido sustancial de
los derechos protegidos en los ordenamientos jurídicos, se reelaboren este tipo de figuras
con la finalidad de proteger los derechos de hombres y mujeres.

4.3 Principio de dignidad

El concepto de dignidad, en su sentido moderno, conjunta el principio de igualdad


con el principio de la diferencia y la forma en como estos interactúan. Es decir, establece,
por un lado, que todas las personas son acreedoras a una igual consideración y, por el otro,

46
Subrayado nuestro. Registro No. 194207, Localización: Novena Época, Instancia: Tribunales Colegiados de
Circuito, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, IX, Abril de 1999, Página: 539, Tesis:
VI.4o.21 P, Tesis Aislada, Materia(s): Penal.

21
reconoce que las sociedades modernas están marcadas por una pluralidad que hace vigente
el principio de la diferencia.47

En un sentido más amplio, Cerroni refiere que la dignidad está constituida por los
merecimientos de la condición humana, es decir, por “el merecimiento de lo que ofertado
por todo lo preexistente al ser humano, le es imprescindible para vivir o, creado por el ser
humano, es posible su acceso conforme a principios y modalidades decididas en procesos
democráticos ateniendo a circunstancias sociales y del propio individuo”,48 como se puede
observar, el concepto de dignidad es muy amplio y puede implicar conocimientos no sólo
de carácter jurídico, sino filosófico, ético, político, incluso religioso.

Tanto la legislación a nivel internacional49 como nuestro legislación en el ámbito


interno,50 hacen referencia al principio de dignidad humana, pero en ninguna de ellas
encontramos una definición que lo explicite; por ello, vale la pena rescatar el criterio
utilizado por el Tribunal Constitucional Alemán, el cual ha decidido tomar como parámetro
para delimitar el contenido del principio de dignidad, la llamada “fórmula de objeto”, que
consiste en un criterio interpretativo según el cual, se debe censurar todo acto autoritario
que trate al hombre como objeto,51 de esta manera se determinaría aquello que atenta contra
la dignidad. Consideramos que dado que el principio de dignidad tiene un contenido
eminentemente axiológico, debemos utilizar criterios que nos permitan delimitarlo, y si
bien, la “fórmula de objeto” puede abarcar cuestiones muy amplias, sí otorga por lo menos
una guía importante para determinar aquello que no debe considerarse digno.

47
Cfr. Taylor, Charles. El multiculturalismo y la política del reconocimiento, Fondo de Cultura Económica,
México, 2001, p. 46.
48
Citado en Martínez Roaro, Ester, Sexualidad, derecho y cristinianismo. Visión bioética desde una
perspectiva de género, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2ª edición, 1998, México, p. 212.
49
La Carta de las Naciones Unidas, en su nota introductoria, reafirma la fe en los derechos fundamentales del
hombre, en la dignidad y el valor de la persona y en la igualdad de derechos del hombre y la mujer; la
Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce que los seres humanos nacen libres e iguales en
dignidad (Art. 1º); la Convención Americana de los Derechos Humanos consagra el derecho de toda persona
al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad (Art. 11); la CEDAW protege el derecho de la
mujer a que se respete la dignidad inherente a su persona (Art. 4), entre otros.
50
El tercer párrafo del artículo 1º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos prohíbe
cualquier tipo de discriminación que atente contra la dignidad humana; la Ley de Acceso de las Mujeres a una
Vida Libre de Violencia reconoce dentro de sus principios rectores, el respeto a la dignidad humana de las
mujeres (Art. 4).
51
Cfr. Von Münch, Ingo, “La dignidad del hombre en el derecho constitucional”, Revista Española de
Derecho Constitucional, Año 2, Núm. 5, Mayo-agosto, 1982, p. 19, consultado el 27 de agosto de 2010,1º, en
http://www.cepc.es/rap/Publicaciones/Revistas/6/REDC_005_009.pdf

22
Lo expuesto anteriormente, nos permite afirmar que dentro de la actividad
jurisdiccional, es importante que el juzgador y juzgadora interpreten los derechos de
manera sistemática, a la luz no sólo de los ordenamientos jurídicos nacionales, sino sobre
todo, de los compromisos internacionales adquiridos por nuestro país y que obligan al
Estado Mexicano a adoptar una perspectiva de género; asimismo, es necesario que
consideren los elementos teóricos y principios rectores abordados en este estudio, que no
son restrictivos sino sólo de carácter enunciativo.

5. Análisis caso “Campo algodonero”

Por último, decidimos recurrir al análisis de algunos aspectos de la sentencia


emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso González y
otros, conocido como “Campo Algodonero” vs. México,52 debido a que constituye un caso
paradigmático de aplicación de la perspectiva de género, en la que ésta última se toma
como una metodología para la interpretación y argumentación judicial.

Por cuestiones de espacio, nos vemos obligados a realizar un recorte metodológico


en el análisis de esta sentencia debido a que nuestra intención no consiste en desglosar
detalladamente cada uno de los argumentos esgrimidos por el Estado Mexicano para su
defensa, ni mucho menos los vertidos por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, o por los representantes y familiares de las víctimas; sino que, lo que
pretendemos mostrar es que es posible aplicar la perspectiva de género en la labor
jurisdiccional, sin que esto signifique el recurrir a elementos teóricos y abstractos que no
encuentran sustento normativo, al contrario, buscamos presentar a través de un esbozo
general, un ejemplo concreto en el cual se recurre a elementos metodológicos de la
perspectiva de género reconocidos en normas internacionales.

Para cumplir nuestra pretensión, centraremos nuestro estudio en el contexto que


rodeó a la desaparición y ulterior muerte de las jóvenes Claudia Ivette González, Esmeralda
Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez (éstas dos últimas menores de edad),
cuyos cuerpos fueron encontrados en un campo algodonero de Ciudad Juárez el día 6 de
52
Cfr. Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso González y otras (“Campo algodonero”) vs.
México, sentencia de 16 de noviembre de 2009, consultado el 30 de agosto de 2010 en
http://www.equidad.scjn.gob.mx/IMG/pdf/Sentencia_Campo_Algodonero.pdf

23
noviembre de 2001; posteriormente, referiremos brevemente algunas cuestiones
relacionadas con los hechos, es decir, con las condiciones en las cuales estos hechos fueron
atribuidos al Estado Mexicano, a título de responsabilidad internacional, derivada de su
incumplimiento a diversas obligaciones consagradas en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y en la “Convención Belém do Pará”.

a) Análisis contextual del caso “Campo Algodonero”. Una de las contribuciones más
importantes a la teoría de la interpretación jurídica realizada en esta sentencia, es el uso del
análisis contextual, a través del cual, la CIDH desglosa una serie de aspectos que giran en
torno, no sólo a la vida de las víctimas, sino sobre todo, a la vida de las mujeres en Ciudad
Juárez; los aspectos de carácter económico, social, cultural, demográfico, etc. le permiten
allegarse de mayores elementos para determinar la posible existencia de una
responsabilidad internacional y la gravedad de ésta, para efectos de reparación de daño.

El primer elemento contextual que toma en cuenta la Corte es la situación


socioeconómica de Ciudad Juárez, escenario que le permite identificar la desigualdad social
imperante; luego, analiza su ubicación geográfica, y advierte que su condición de ciudad
fronteriza constituye un factor que ha propiciado el desarrollo de la delincuencia
organizada. A través de diversos informes rendidos por mecanismos nacionales e
internacionales de vigilancia de los derechos humanos,53 se da cuenta de la existencia de
constantes desapariciones y homicidios de mujeres y niñas, sin embargo, detecta la falta de
cifras coincidentes que permitan conocer el verdadero índice de homicidios, pero que no le
obstaculizan constatar la existencia de un alto grado de violencia contra las mujeres a partir
de 1993.

Dentro del caudal probatorio ofrecido en el proceso, la Corte observó que las
víctimas de los homicidios perpetrados en Ciudad Juárez eran predominantemente mujeres
jóvenes, -inclusive niñas-, trabajadoras; de escasos recursos; estudiantes o migrantes; y que

53
Dentro de las cuales se encuentran, entre otras: la Recomendación 44/1998 emitida por la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, el 15 de mayo de 1998; el Informe de la misión de la Relatora Especial
sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Naciones Unidas, E/CN.4/2000/3, Add.3, de 25
de noviembre de 1999; el Informe de la Misión del Relator Especial sobre la Independencia de Magistrados y
Abogados, E/CN.4/2002/72/Ad.1, Naciones Unidas, emitido el 24 de enero de 2002; el Informe de México
producido por el CEDAW bajo el artículo 8º del Protocolo Facultativo de la Convención y la respuesta del
Gobierno de México.

24
los homicidios presentaban patrones conductuales similares. El Estado Mexicano negó esta
última circunstancia y en su defensa adujo que se trataba de homicidios independientes
unos de otros, pero la mayoría de informes internacionales concluyeron que una tercera
parte del total de los homicidios de mujeres, “son aquellos en los que se repite un patrón en
el que por lo general la víctima no conoce a su victimario y es privada de su libertad y
sometida a vejaciones y sufrimientos múltiples, hasta la muerte”.54

b) Identificación de la ideología patriarcal en el caso “Campo Algodonero”. En este


punto, vale la pena reiterar que el Estado Mexicano argumentó, a través de una defensa sin
perspectiva de género, que no había una causa en común de los homicidios de las tres
jóvenes; sin embargo, paradójicamente, admitió que en Ciudad Juárez existía una cultura de
discriminación contra la mujer, que tuvo su origen con la modificación de los roles
familiares generada por la incorporación de ésta a la vida laboral, principalmente en las
maquilas, a raíz de la firma del Tratado de Libre Comercio, en 1993. Cuando la mujer se
incorpora al campo de trabajo se convierte en proveedora del hogar, acontecimiento que
desencadenó conflictos al interior de las familias, derivados de la prevaleciente cultura
patriarcal, en la cual, tradicionalmente, es el hombre el encargado de proveer al hogar.

El reconocimiento de la discriminación contra la mujer efectuado por el Estado


Mexicano, se vio robustecido con el Informe de la Relatora sobre la Violencia contra la
Mujer de la Organización de las Naciones Unidas, de 2006, en el cual se explica que,
efectivamente, hay una desigualdad de género en la sociedad mexicana y que ciertas
fuerzas de cambio, dentro de las cuales se encuentra la incorporación de las mujeres a la
fuerza de trabajo,55 han puesto en entredicho las bases del “machismo”, generando una
mayor situación de violencia contra ellas.

La aplicación de la perspectiva de género pudo haber impedido que las autoridades


mexicanas hubieran minimizado el problema que tenían ante sí en Ciudad Juárez, y les

54
Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso González y otras (“Campo algodonero”) vs. México,
op. cit., nota 52, p. 38.
55
“Estos factores, aunque a la larga permitan a las mujeres superar la discriminación estructural, pueden
exacerbar la violencia y el sufrimiento a corto plazo…La incapacidad de los hombres para desempeñar su
papel tradicionalmente machista de proveedores de sustento conduce al abandono familiar, la inestabilidad en
las relaciones o al alcoholismo, lo que a su vez hace más probable que se recurra a la violencia…” Ibidem, p.
41.

25
habría permitido, no solo reconocer un patrón conductual en los homicidios, sino sobre
todo, emprender medidas para actuar de manera diligente durante el desarrollo de la
investigación y el proceso de los crímenes y tomas acciones encaminadas a prevenir otros
crímenes de similar naturaleza.

c) Distinción de predeterminaciones naturales de construcciones sociales y


discriminación contra la mujer en el caso “Campo Algodonero”. La Corte consideró
relevante poner en evidencia las irregularidades en las investigaciones y en los procesos
seguidos por los homicidios de las tres jóvenes, que no sólo consistieron en demora,
inactividad de expedientes, negligencia e irregularidades en la recolección de pruebas e
identificación de las víctimas, pérdida de información, etc., -hechos de por sí ya
lamentables-; sino sobre todo, en actitudes discriminatorias de las autoridades que
reforzaron una situación de violencia de género.

Las actitudes discriminatorias a que alude la Corte, tuvieron como base la


prevalencia de estereotipos arraigados en la sociedad mexicana y fueron proyectados por
los funcionarios mexicanos hacia los familiares de las víctimas en expresiones como: la
inferioridad de la mujer; el cuestionamiento de su “falta de moralidad”, porque “una mujer
buena está en su casa”; la reiterada alusión de que se trataba de “muchachas corrientes” que
seguramente andaban con el novio de “voladas”, etc., estereotipos que propiciaron un
estigma de culpabilidad hacia las propias víctimas, bajo argumentos como su forma de
vestir, lugar de trabajo, salir solas o falta de cuidado de los padres.

Advertir la presencia de estereotipos tiene como efecto inmediato evitar algún tipo
de discriminación por razón de género; pero sin duda, su efecto mediato consiste en
proporcionar herramientas analíticas a las autoridades, para pronosticar la magnitud de los
problemas que tiene ante sí, y diseñar estrategias que le permitan no ser omiso en sus
deberes y actuar de manera eficaz, lo cual, redundaría en beneficio de las garantías de
acceso a la justicia y protección judicial, que fueron vulneradas en el caso “Campo
Algodonero”.

26
Con apoyo en este análisis, la Corte concluyó que a partir de 1993, en Ciudad Juárez
se ha presentado un aumento de homicidios de mujeres,56 algunos de los cuales presentan
altos grados de violencia, incluyendo la sexual, propiciados por una cultura de
discriminación contra la mujer así como por respuestas ineficientes y actitudes indiferentes
relacionadas con la investigación de dichos crímenes que tienden a perpetuar la violencia
contra la mujer.57

d) Análisis de los hechos a la luz de la perspectiva de género. A través del desahogo de


las pruebas, la Corte determinó que no era posible acreditar que las autoridades mexicanas
tuvieron demoras en el inicio de las investigaciones sobre la desaparición de las víctimas,
sin embargo, consideró que tampoco habían quedado acreditadas las gestiones concretas
(ya no sólo formales) que hubiere realizado para demostrar que buscó efectivamente a las
víctimas.

Lo interesante de esta determinación radica en que ya no sólo se responsabiliza al


Estado por su actuar, sino también por las omisiones en que incurrió, muchas de ellas
derivadas de la existencia de prejuicios en contra de la mujer, que generaron la
minimización del problema y la falta de acciones para atender una situación de inminente
riesgo de las jóvenes, cuando se reportó su desaparición.

La Corte observó también falta de diligencia en la realización de los peritajes


efectuados a los cuerpos de las víctimas, pues si bien, dichas experticiales concluyeron que
las jóvenes presentaban muestras de haber sufrido graves agresiones físicas antes de su
muerte y aún cuando refirieron la posible existencia de un móvil sexual, no realizaron
debidamente las investigaciones para profundizar y comprobar este hecho, es más, ni
siquiera se efectuaron las diligencias debidas para determinar la identidad de algunas de las
víctimas y aún así se procedió indebidamente a la entrega de los restos a los familiares.

56
La Corte fue muy cuidadosa en el uso de los términos y aclaró que no era posible determinar para este caso,
la existencia de feminicidios, más bien por cuestiones técnicas, debido a que la Comisión no calificó a los
hechos acontecidos en Juárez como tales, motivo por el cual, la Corte prefirió referirse a ellos como
“homicidios de mujer por razones de género”, caracterizados por ser privaciones de la vida a mujeres, por el
solo hecho de serlo, aunque, debemos tener muy claro que no todo homicidio cometido contra una mujer,
necesariamente, es por cuestiones de género. Cfr. Ibidem, párrafo 137 y ss.
57
Ibidem, p. 48.

27
De igual forma se observó que existieron irregularidades en la custodia de la escena
del crimen, porque no se tomaron fotografías, no se marcaron las evidencias, no se cerró la
zona contigua al cadáver, entre otras muchas irregularidades.

Derivado de ello, con la perspectiva de género como eje medular para la elaboración
de la sentencia emitida por la Corte, se concluyó que el Estado Mexicano era responsable
internacionalmente por: su incumplimiento con su deber de investigar y garantizar los
derechos a la vida, integridad personal y libertad personal de Claudia Ivette González,
Esmeralda Herrera Monreal y Laura Berenice Ramos Monárrez; violar el deber de no
discriminación en contra de las víctimas; vulnerar los derechos del niño en contra de las
jóvenes menores de edad; violar los derechos de acceso a la justicia y protección judicial en
perjuicio de los familiares de las víctimas, entre otros derechos.

Aunque son varias las aristas desde las cuales se pudo haber abordado el estudio de
la sentencia, recobramos sólo algunas para mostrar la viabilidad de la perspectiva de género
en la labor jurisdiccional y la enorme responsabilidad que tiene el Estado Mexicano para
aplicarla, pues las omisiones estatales también pueden devenir en responsabilidad
internacional, cuando con ellas se vulneran derechos humanos.

6. Conclusiones

En un principio referimos que el reto de la presente reflexión consistía en recurrir a


la perspectiva de género para deconstruir una realidad en la cual la desigualdad,
discriminación, exclusión y violencia por razón de género siguen estando presentes en la
vida de hombres y mujeres; y, posteriormente, utilizar los elementos analíticos que nos
brinda dicha perspectiva para proponer alternativas de solución.

Así las cosas, pudimos observar que el carácter social, el simbólico y el relacional
del género, explican la forma en que se ha justificado la inferioridad de la mujer respecto
del hombre, al grado de considerarla natural y por ende, incuestionable. No obstante, la
propuesta aquí vertida enfatizó la necesidad observar la realidad a través de la
identificación de la variable “femenina” y “masculina” y a partir de allí, aplicar las

28
directrices, elementos teóricos y principios rectores que desde nuestro punto de vista,
constituyen los cimientos para la aplicación de la perspectiva de género.

Lo que en apariencia constituye una discusión eminentemente teórica y si se quiere,


hasta filosófica, en realidad se trata de un fuerzo por facilitar al juzgador y juzgadora, la
adquisición de un aparato crítico que le permita visualizar la trascendencia del género en la
vida de hombres y mujeres y la relación que esto guarda con el derecho; y acercarlos al
conocimiento de algunos ordenamientos jurídicos nacionales e internacionales con los
cuales puede fundamentar y motivar sus resoluciones con perspectiva de género.

Sabemos que las y los operadores del derecho tienen un alto margen de restricción
determinado por los hechos probados y el marco jurídico aplicable; no obstante, ello no
constituye un impedimento para la aplicación de la perspectiva de género, en principio,
porque ya forma parte de los compromisos internacionales asumidos por nuestro país, pero
sobre todo, porque a través de su aplicación es posible dar una interpretación distinta a los
hechos y al derecho.

Al respecto, consideramos de suma importancia el estudio -aunque breve-, del caso


“Campo Algodonero”, en el cual, la aplicación de la perspectiva de género se hizo tangible,
en un primer momento, a través del análisis de los presupuestos contextuales, que
permitieron a las y los juzgadores visibilizar la violencia de género en Ciudad Juárez,
acaecida a partir de 1993 y ocurrida en un contexto de discriminación sistemática contra la
mujer, ya que, de no haberse aplicado la perspectiva de género, únicamente se hubiera
advertido el aumento del índice de criminalidad de homicidios contra las mujeres, sin que
ello implicara observar que los homicidios ocurrían bajo un patrón conductual: el género.

En atención a ello, podemos concluir que la diferencia de un análisis en el que se


aplica la perspectiva de género, con uno en el que no se aplica, consiste en que, a través del
primero, se advierte no sólo la trascendencia de la comisión de un conducta (que en el caso
específico lo constituye el delito de homicidio), sino sobre todo, el ambiente contextual y
las repercusiones sociales que esto genera. Además, permite guiar el criterio del juzgador
para determinar la gravedad de la conducta y las medidas que adoptará ante ello.

29
De esta forma, podemos concluir la viabilidad de la aplicación de la perspectiva de
género en la actividad jurisdiccional, pero dejamos la discusión no sólo en el tintero, sino
sobre todo, en el nivel de compromiso de los propios juzgadores y juzgadoras para que,
desde sus trincheras y a través de la actividad que realizan a diario, fomenten su inquietud
intelectual y profesional por conocer este tipo de herramientas metodológicas, las critiquen
y enriquezcan, en aras de la materialización de los principios de dignidad, igualdad y no
discriminación.

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dentro del ellos, el localizado en Octava Época, Primera Sala, Semanario Judicial de
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Circuito, Fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, IX, Abril de
1999, Página: 539, Tesis: VI.4o.21 P, Tesis Aislada, Materia(s): Penal. “ESTUPRO.
NO SE SURTE EL REQUISITO DE HONESTIDAD SI LA MUJER
AGRAVIADA ANTERIORMENTE HABÍA VIVIDO CON EL SUJETO
ACTIVO.”

Varios 9/2005-PS. Solicitud de modificación a la tesis de jurisprudencia 1a./J. 10/94,


derivada de la contradicción de tesis 5/92, entre las sustentadas por los Tribunales
Colegiados Primero y Tercero del Sexto Circuito. Solicitante: Segundo Tribunal
Colegiado en Materia Penal del Segundo Circuito. 16 de noviembre de 2005. Cinco
votos. Ponente: Olga Sánchez Cordero de García Villegas. Secretaria: Ana Carolina
Cienfuegos Posada.

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