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ASPECTOS IMPORTANTES EN LA GOBERNABILIDAD DEL PRESIDENTE

DUQUE EN SU ACTUAL GOBIERNO


El presidente Duque hoy no cuenta con el Congreso ni con las Cortes. Y el apoyo
de su propio partido, el Centro Democrático, ha resultado un arma de doble filo.
En un par de meses, Iván Duque cumplirá su primer año al frente de la jefatura
del Estado es decir, llegará a la cuarta parte de su mandato. Sin embargo,
muchos perciben que le ha costado arrancar, Y para los más críticos, que no ha
arrancado todavía.
Duque se ha convertido en un presidente con un gobierno bastante solitario. No
cuenta con el apoyo del Congreso, su relación con las altas cortes atraviesa un
mal momento, y tiene un sector de oposición en su propio partido. A lo anterior,
se suman enfrentamientos con la ONU, el Banco de la República y el periódico
The New York Times.
En términos legislativos, el balance no ha sido positivo, El único proyecto que ha
salido adelante tal y como lo presentó el Ejecutivo fue el de la ley TIC que acaba
de ver la luz esta semana. Las otras dos leyes aprobadas, el Plan de Desarrollo
y la Ley de Financiamiento, pasaron luego de un tormentoso proceso de
amputación y amparo en el Congreso. Y ambas transitan por su revisión de
trámite y de fondo en la Corte Constitucional.
Decisiones, que significan para el Gobierno un punto de honor, se estrellan
contra un muro al llegar a las Cortes. Ese roce salió a flote en el polémico caso
del exguerrillero Jesús Santrich y en el episodio de las objeciones, en el que las
diferencias de criterios entre la rama ejecutiva y la judicial fueron evidentes.
En el caso Santrich, la reacción airada del presidente muy en sintonía con la
mayoría de los colombianos en términos estrictamente jurídicos pareció un
desafío a la JEP. En ese momento, las otras altas cortes salieron a respaldar esa
nueva jurisdicción. A ese ambiente tensionado se sumó esta semana otro mini
choqué de trenes, la Corte Constitucional echó para atrás el decreto presidencial
que prohíbe el porte de la dosis mínima, otro de los puntos que había defendido
con vehemencia la Casa de Nariño.
En el campo internacional, a Iván Duque tampoco le ha tocado fácil. Él y su
equipo se la jugaron por contar con Estados Unidos como el principal aliado en
dos causas que le darían fortaleza al país e imagen al presidente la lucha contra
la dictadura en Venezuela y la guerra contra el narcotráfico.
El liderazgo de Duque para ahogar el régimen dictatorial de Maduro lo ha
posicionado como líder regional y cabecilla de la causa democrática. Pero el
marco diplomático y la posibilidad de que Juan Guaidó derroque al dictador no
se ven cercana. Mientras tanto, la migración de venezolanos hacia Colombia
sigue en aumento, y el ELN se resguarda y fortalece militarmente en Venezuela
bajo la égida de Maduro y sus secuaces.
La lucha contra el narcotráfico, otra de las prioridades de este Gobierno, tampoco
ha tenido buen recibo en la Casa Blanca. Ante un grupo de periodistas, Trump
afirmó que Duque era un “muchacho con buenas intenciones”, pero que, desde
su llegada al poder, había más kilos de coca colombiana circulando en las calles
de Estados Unidos. La personalidad impredecible y pasional del presidente
gringo, el hecho de que esté en campaña para la reelección y el fantasma de la
descertificación podrían hacer que la alianza que Duque ha querido construir con
él no acabe como un matrimonio feliz. Todo ello a pesar de los esfuerzos del
Gobierno colombiano por luchar contra las drogas y erradicar los cultivos ilícitos.

Más allá de Estados Unidos, la comunidad internacional no ha visto con buenos


ojos los cambios que les quieren hacer a los acuerdos de paz. Los europeos, en
particular, están muy comprometidos con la implementación del acuerdo con las
Farc, y rechazan cualquier modificación al mismo, Tampoco han faltado
tensiones y cruces convincentes entre el Gobierno colombiano y Naciones
Unidas.
En la ONU han alzado la voz para reclamar una pronta sanción de la ley
estatutaria de la JEP, y avanzar en la protección de la vida de los excombatientes
y de los líderes sociales. Esas declaraciones no cayeron bien en Palacio, y el
Gobierno nacional respondió de manera enérgica muchas de ellas. Por ejemplo,
el alto consejero para el posconflicto, Emilio Archila, calificó de irresponsable el
informe de la ONU sobre el caso del exguerrillero Dimar Torres, asesinado por
un cabo del Ejército.
Por los lados de la economía las tensiones se están empezando a sentir. Ante
el ambiente de crispación política en torno a la paz, varios empresarios y
dirigentes gremiales han expresado cierta inquietud por la forma como la
incertidumbre podría afectar los negocios. Las cifras ya causan discordia y cada
cual las ve según su perspectiva.
Para esos efectos, muchos analistas y políticos han planteado la necesidad de
un cambio de ministros como una fórmula de darle un impulso político al
presidente, ya que el gabinete no ha dado los resultados esperados, con algunas
excepciones. Es cierto que estos nombramientos se dieron en el marco de una
intención válida y necesaria de cambiar el esquema de relacionamiento
clientelista entre el Ejecutivo y el Legislativo. Pero la realidad es que los ministros
deben tener la cancha y el olfato político necesarios para lograr que el presidente
tenga escuderos, el Gobierno apoyo político, los proyectos avancen, y todo en
sintonía con la opinión.
Paradójicamente, el mayor apoyo del presidente, el del uribismo y su partido, el
Centro Democrático, es un arma de doble filo. A esa colectividad la controla su
ala radical, encabezada por el expresidente Álvaro Uribe. Esta ha tratado de
embarcar a Duque en aventuras como acabar con la JEP, decretar la conmoción
interior o convocar a una constituyente

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