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1
Elaborado a partir de los Documentos:
Dujovney, S. y Hamra, D.; Hacia una mejor calidad de la Educación Rural. Dirección General de Cultura
y Educación de la Pcia. De Bs. As. 2003.
Hamra, D.; Orientaciones para el abordaje curricular de Ciencias Sociales para la EGB. Dirección
General de Cultura y Educación de la Pcia. De Bs. As. 2003.
2
1 Gojman, Silvia y Segal, Analía, .Selección de contenidos y estrategias didácticas en
3
Pagés, Joan, .El tiempo histórico., en Benejam, Pilar y Pages, Joan (comp.), Enseñar y aprender ciencias
sociales, geografía e historia en la educación secundaria. Barcelona, ICE-Horsori, 1997, pág. 201.
y conflictos..4 Su estudio permitirá a los alumnos identificar espacios
urbanos y rurales,
sus fisonomías y funciones, cómo se conectan a través de diferentes
circuitos productivos
y mediante distintos sistemas de transporte y comunicación.
Sujetos sociales. Son los que participan de la vida social y actúan de
acuerdo
al contexto con diferente grado de responsabilidad. .Individuales o
colectivos,
públicos o privados, comunitarios o institucionales son estos sujetos
los
protagonistas de las acciones correspondientes a la construcción de los
territorios.
[...] Son actores sociales portadores de ideas, puntos de vista e intereses
que se
traducen en acciones y decisiones que dejan huellas, o no en los territorios. 5
Este concepto se abordará al considerar quiénes intervienen en los casos
analizados, el desarrollo de sus conflictos y en relación con las escalas de
análisis
seleccionadas. Por ejemplo: son los actores sociales quiénes, a través de sus
decisiones, persiguiendo determinados objetivos, atendiendo a diversos
intereses
y mediante el trabajo, construyen y transforman el espacio social.
4
Vesentini, W., Sociedad y espacio, San Pablo, Atica, 1990.
4 Gurevich Raquel: .Conceptos y problemas en geografía.en Didáctica de las Ciencias Sociales II, Buenos
Aires, Paidós, 1998.
5
Gurevich Raquel: .Conceptos y problemas en geografía.en Didáctica de las Ciencias Sociales II, Buenos
Aires, Paidós, 1998.
inalterables a las transformaciones que se producen a su alrededor. Esta
dinámica
es la que posibilita el movimiento de la historia.
Integralidad. La vida de los pueblos no se desarrolla
aisladamente; en la
generación de un hecho social en algún lugar, confluyen un cúmulo de
factores
internos y externos que se articulan, determinan e influyen -a veces,
decisivamente- en el desarrollo de la sociedad. .Las relaciones entre
personas
y grupos pueden ser de intercambio, de convivencia, de interdependencia,
de
cooperación, de competencia o de conflicto. Es esencialmente en los últimos
siglos, cuando las relaciones sociales, económicas, políticas, culturales han
alcanzado un mayor grado de interacción y vinculación al punto de
globalizarse.
Multicausalidad. la explicación de los hechos sociales puede estar
dada a
partir de un sinnúmero de causas. Esto dependerá de la disciplina que
aborde
el estudio, de la complejidad de relaciones que se establecen entre
los
diversos planos sociales (económico, político, ideológico, social); de
condicionamientos del plano internacional en determinado contexto
histórico-
social; etc.
Intencionalidad de los sujetos sociales. Es un fenómeno
inherente al
accionar humano; las múltiples y complejas relaciones que establecen
hombres
y mujeres entre sí y con los otros, son producto de la voluntad y deseo de
éstos, a diferencia de lo que sucede con los fenómenos de la naturaleza.
Multiperspectividad. Esta diversidad de interpretaciones será
producto del
marco teórico del cual partan los investigadores, los autores de los libros de
texto, los entrevistados, el mismo docente. Lo interesante es presentar y
trabajar
con los alumnos varias visiones sobre un mismo hecho para que puedan
contrastarlas, analizarlas y sacar sus propias conclusiones en torno del
mismo.
Recursos didácticos
Del Atlántico
1. 1536. Pedro de Mendoza: Caballar
2. 1542. A. Núñez Cabeza de Vaca: Caballar
3. 1555. Goess: Vacuno
Del Norte
4. 1542. Diego de Rojas: Caballar
5. 1549 – 50. Núñez del Prado: Mular y Vacuno
6. 1550. Nuño de Chávez: Lanar y Caballar
7. 1586. Felipe de Cáceres: Caballar, Lanar, Cabrío, Vacuno
De Chile
8. 1552. F. de Aguirre: Vacunos
Del Paraguay
9. 1573. Juan de Garay: Caballar, Ovino
10. 1580. Juan de Garay: Caballar, Ovino, Vacuno
Trabajo y ciudadanía6
Jean Yves Calvez
Trabajo y ciudadanía están estrechamente ligados, sobre todo desde la Revolución Industrial. La
economía contemporánea tiene, ciertamente, una tendencia a separarlos, pero nosotros ¿debemos
admitir esta separación? Este será el principal punto que trataré a continuación.
En primer lugar me pregunto: el trabajo ¿hacía al ciudadano en la Edad Media? Bastante poco,
6
Anales de la educación común / Tercer siglo / año 2 / número 5 / Educación y trabajo / diciembre de 2006
Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires,
Dirección Provincial de Planeamiento
Versión digital del artículo publicado en pp. 20 a 25 de la edición en papel
pienso; podemos tomar como ejemplo al campesino, siervo atado a su señor y a la tierra. O bien
su relación política –y no verdaderamente una relación de ciudadanía– que consistía
precisamente en el vínculo feudal, lo más importante para el hombre de esa época. El artesano
era a menudo más independiente. Su status social contribuía a su ciudadanía. Las corporaciones
tenían un rol y gozaban, en principio, de reconocimiento en las ciudades e incluso en las aldeas:
ahí entonces, los hombres estaban presentes por su trabajo, por su profesión, no como
ciudadanos abstractos o en sí. (El campesino no era nadie fuera del vínculo con el señor).
La reciente oposición
No hace mucho tiempo se discutió, incluso con más vigor que como lo hiciera Hannah Arendt, la
idea de un carácter central del trabajo: a partir de la gran crisis que sufrió el empleo a mediados de
los años 70 luego de la repentina suba del precio del petróleo. Jim Rifkin anunció en ese momento
“el fin del
trabajo”. Otros llegaron más lejos y dijeron haberse equivocado largamente al reconocer tanto
significado al trabajo, más que nada una significación mayor de ciudadanía. Es perfectamente
posible,
dijeron, ser un ciudadano sin hacer ningún aporte laboral remunerado a la sociedad. Y se podría
asegurar a todos los ciudadanos un sueldo básico –“allocation universelle” [un subsidio universal]–
incluso si nadie asume un trabajo remunerado. Jean-Marc Ferry (1995), partidario de este “subsidio
universal” escribió palabras muy duras sobre el carácter “represivo” del trabajismo, entendamos por
esto la sociedad que impone a todos, en la medida de lo posible, el deber de trabajar y busca
garantizar la ocasión [para hacerlo]. Este sistema tendría como efecto y objetivo “someter” a los
hombres, impedir que surjan sus iniciativas, convertirlos casi en una dócil manada.
El sistema esclavista es, pues, compatible con sociedades que producen la mayor parte para el autoabastecimiento,
que no pueden generar grandes excedentes porque carecen de mercados internos importantes y la abundancia de
mano de obra, libre o esclava, agudiza las contradicciones por el constante incremento de la miseria. Ninguna sociedad
basada en la explotación humana puede crecer indefinidamente, ya que la expansión de los mercados encuentra sus
límites en los escasos recursos de los explotados; con mayor razón una sociedad esclavista que, por definición, se
basa en un trabajo humano no remunerado. Por eso mientras más se expandía la esclavitud, más se reducían los merca-
dos, lo que constituye la principal contradicción del sistema esclavista.
Una radiografía de las mujeres argentinas que avanzaron en su capacitación, la mantención del
hogar y el acceso al poder, pero todavía sufren discriminación laboral y económica –un
problema absolutamente invisibilizado– y otras agujeros en las políticas públicas incongruentes
con el nivel de desarrollo del país –como el embarazo adolescente o las muertes por aborto-
que no logran revertirse a pesar de los reclamos y los compromisos internacionales. Un informe
para saber quiénes somos, cómo estamos y todo lo que nos falta para que la igualdad sea una
palabra que nos beneficie a todas.
MAS TRABAJADORAS, PERO TODAVIA SIN IGUALDAD
Okupas: siete de cada diez hombres tiene trabajo. En cambio, menos de cinco de
cada diez mujeres está empleada. Algunas de las catalogadas como “inactivas” (por
el sistema de encuestas) son amas de casa por elección y otras no pueden trabajar
por falta de redes estatales, familiares y sociales que les den posibilidades de que
sus hijos estén cuidados. “La condición de inactividad presenta grandes diferencias
de género. Entre las mujeres inactivas la mayoría son amas de casa, mientras que
entre los hombres la mayoría es jubilado”, resalta la investigación “Rosa es distinto
que celeste”, de la consultora de Gustavo Quiroga “epm”. Esto significa que los
hombres tildados de inactivos (que no es lo mismo a desocupados que son los que
buscan empleo) lo son cuando ya llegan a grandes e igualmente reciben el ingreso
de su jubilación. En cambio, muchas mujeres son llamadas “inactivas” a pesara de
realizar tareas domésticas y de crianza de sus hijos y no perciben ninguna
retribución por esa tarea.
¿Trabajas o estudias? A pesar de que las mujeres llegan a recibirse de profesionales
más que los varones, el 24 por ciento de los hombres tildados de “inactivos” son
jóvenes que no necesitan o deciden no trabajar para poder estudiar (son, en su
mayoría, mantenidos por sus familias) mientras que las universitarias que pueden
dedicarse exclusivamente al estudio representan sólo all 13 por ciento de las
mujeres sin empleo.
Sin patronas: hay una gran diferencia, también, en los empleos y potencialidades y
cargos de mujeres y varones. Por ejemplo, sólo el 19 por ciento de las mujeres son
patronas o cuentapropistas y el 26 por ciento de los varones se manda a sí mismo y
a sus empleados/as. Muy pocas mujeres son patronas, pero casi todas tienen
patrones. Los costos no son gratuitos. “La sobrerrepresentación femenina en oficios
precarios produce bajos ingresos, inestabilidad, falta de cobertura social y pobres
condiciones y medio ambiente laboral”, advierte la Coordinación de Equidad de
Género e Igualdad de Oportunidades en el Trabajo.
Oficios femeninos: ya las mujeres no pueden ser sólo maestras o tocar el piano y
coser. Sin embargo, los estigmas de género siguen generando influencias: el 77,8
por ciento de las docentes son mujeres, el 70 por ciento de las integrantes de los
servicios sociales y de salud (con el mandato de ayudar al prójimo) son trabajadoras
sociales, enfermeras o médicas y apenas el 2,9 por ciento de los/las obreros/as
tienen casco y son señoras o señoritas dedicadas a la construcción, a pesar de
experiencias sindicales y de las Madres de Plaza de Mayo, que demostraron cómo
las mujeres pueden colocar ladrillos correctamente y con un gran empoderamiento
para ellas, su autoestima y su vida cotidiana.
Sin amos de casa: la tarea de quedarse full life en la casa, o ir a buscar a la puerta de
la escuela a los hijos e hijas, coser los agujeros de las medias o preparar unos fideos
para la cena sigue estando en manos de mujeres. Entre las mujeres que no trabajan,
el 44 por ciento son amas de casa (lo que quiere decir que, en realidad, trabajan
muchísimo pero en una tarea no reconocida socialmente), mientras que sólo el 7 por
ciento de los varones sin empleo se dedican a mirar los cuadernos, ir a reuniones de
padres/madres, sacar las telas de araña y limpiar el fondo de la heladera.
Dime cuántos hijos/as tienes y te diré cuánto puedes trabajar: no es cierto que
donde comen dos coman tres, ni que es lo mismo criar un hijo que tres o cuatro. En
la medida que las madres se tienen que hacer cargo de más hijos –que tendría que
ser una elección libre y que no condicionara sus potencialidades si fueran
debidamente apoyadas por el Estado y las condiciones sociales y familiares– son
menores sus posibilidades de tener un trabajo. Seis de cada diez mujeres que crían
un solo hijo trabajan. Pero ya cuando las madres tienen sus dos manos ocupadas
por dos chicos/as las puertas abiertas se comienzan a cerrar. El 44,7 por ciento de
las que cargan (a upa y todo lo demás) con dos niños o niñas se mantiene en el
sistema laboral. Mientras que apenas tres de cada diez valientes a las que ya no les
alcanzan las manos –con tres niños/as o más– se encuentran laboralmente activas.
Esto quiere decir que entre las mujeres que tienen un hijo y las que tienen tres o
más, las posibilidades de trabajar disminuyen a la mitad, según el informe “Políticas
de equidad de género, talleres de negociación colectiva”, de la Coordinación de
Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades en el Trabajo, que incluye datos de
la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), del tercer trimestre del 2008. Si
existiera un sistema con jardines maternales, redes de mujeres, subvenciones por
hijos, etc, las mujeres no tendrían que ser rehenes de su maternidad sino poder
realizarse en más de un plano de su vida.
Menos derechos: un gran agujero en el empleo femenino es que dos de cada diez
trabajadoras es empleada doméstica. O sea que el 20 por ciento de las mujeres
trabaja –cuidando los hijos o la casa– de las otras mujeres para que ellas puedan
trabajar. Y, por otro lado, cuentan con sueldos precarios, no suelen estar en blanco y
ni siquiera tienen licencia por maternidad, como el resto de las trabajadoras. Por eso,
hay un proyecto para igualar las condiciones laborales de las empleadas domésticas
al del resto de los y las asalariados/as. Mientras que, según datos del Ministerio de
Trabajo, las mujeres están sobrerrepresentadas al máximo en este oficio, ya que el
97,8 por ciento de las personas que se ocupan de las tareas domésticas en otras
casas o negocios son mujeres. El mayordomo Alfred sólo existe para cuidar a
“Batman”, pero en la realidad, los hombres vuelan de los cuidados hogareños.
Bolsillos sin fondo: la brecha salarial entre varones y mujeres (la diferencia salarial por
condición de género) es en promedio de 24,6 por ciento en la Argentina, pero llega al 26 por
ciento en el sector servicios y al 33,1 por ciento, por ejemplo, en la intermediación financiera,
según datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial del Ministerio de Trabajo, del
2008. Entre otras cosas, porque los jefes les preguntan: “¿A vos no te mantiene tu marido?”, les
critican que ellas faltan cuando sus hijos las enferman, subestiman sus ideas o les traban sus
ascensos.
Injusticia salarial: “A igual calificación los hombres ganan más que las mujeres, cualquiera sea
el estadístico que se utilice para medirlo. Por ejemplo, el sueldo promedio de un hombre cuya
actividad es calificada como profesional es de $4064 mensuales, mientras que para las mujeres
este valor desciende a $3409, es decir, un 16 por ciento menos. En el caso de personas que
realizan actividades no calificadas el sueldo promedio de las mujeres es un 24 por ciento menor
que el de los hombres”, sostiene el informe de la consultora “epm”, de Gustavo Quiroga, en
base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), del segundo trimestre del 2009.
Jefas, pero de familia: Tres de cada diez mujeres está al frente de su casa: en el 35 por ciento
de hogares las esposas, solteras o separadas son jefas de hogar. Ellas tienen la
responsabilidad de estar al frente de los gastos, pero no ganan como necesitan –ni como sus
pares varones– para que ese frente no les pese tanto como sucede en la actualidad.
El techo masculino rompe el cristal: “Los hombres no sólo tienen el sueldo promedio más
alto que las mujeres (cualquiera sea la clasificación laboral) sino que, además, en todos los
casos para ellos el techo salarial es mucho más alto que para el sexo femenino”, asegura
Gustavo Quiroga. Esto implica que no sólo las mujeres ganan menos, aun en las mismas
tareas que sus compañeros masculinos en la mayoría de los casos, sino que también gozan de
menos posibilidades de ascender y ganar más. Si se tiene en cuenta que ya en tres de cada
diez familias la responsabilidad de pagar las expensas, el supermercado y los libros del colegio,
entre otras cosas, cae en la billetera femenina, la desigualdad salarial implica no sólo una
desventaja de género sino un empobrecimiento para sus hijos e hijas.
Piso pegoteado: las diferencias laborales y salariales entre mujeres y varones ya constituyen
una realidad registrada por estadísticas oficiales y que hay que cambiar, aunque haya que tocar
muchas puertas (o techos) y dejar de pagar el derecho de piso, tan pegajoso como lo define la
Coordinación de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Trabajo.
Según esta área existen dos situaciones que perjudican a las mujeres: el techo de cristal (que
alude a la dificultad para ocupar altos cargos o prosperar en las carreras) y el piso pegajoso
(que habla de la concentración de las mujeres en trabajos de poca calificación y movilidad, con
bajas remuneraciones). Basta de techos y pisos: puertas abiertas a más y mejores
oportunidades.
Salud pisoteada: “Los problemas de salud ocupacional de las mujeres no son, en general
abordados por los empleadores, sindicatos, investigadores y gestores de políticas, lo que
contribuye a aumentar más las inequidades por razón de género en la salud ocupacional”,
remarca el informe “Políticas de equidad de género, talleres de negociación colectiva”, del
Ministerio de Trabajo.
En fin, hay un sinfín de deudas de género en la Argentina (un país que, en el imaginario social
mayoritario, se jacta de no ser machista) porque hay mujeres empresarias, en la política o en la
universidad. Sin embargo, esos pasos adelante no representan el final de la igualdad, sino
rasgos de un país contradictorio que, a veces, por mirar el promedio, se olvida de la más
jóvenes, pobres y excluidas, de los cuerpos perdidos en camillas clandestinas y de los bolsillos
rotos de las mujeres que todavía pierden por ser mujeres.
A principios del siglo XX los frigoríficos Armour y Swift, de capital extranjero, fueron los
más importantes establecimientos fabriles de la región. Hasta la finalización de la primera guerra
mundial, la industria de la carne fue la base de la economía primaria exportadora de la Argentina. La
guerra influyó favorablemente en la producción de los frigoríficos de Berisso, porque las carnes
enlatadas del Swift abastecían a los ejércitos beligerantes. Desde 1914 a 1918, aumentó la faena de
ganado para exportación, pero para los años ‘20 la producción y la venta comenzaron a declinar. Con
el estallido de la crisis económica de 1929 y la difusión del discurso nacionalista en los años ’30, se
intentó limitar el peso económico de los “trusts de la carne” de Chicago (la National Packing
Company).7 Del mismo modo, con la segunda guerra mundial, el abastecimiento alimenticio de las
potencias en conflicto implicó una reactivación de las actividades de las empresas cárnicas. 8
En los frigoríficos de Berisso se faenaban sobre todo bovinos, pero también ovinos,
porcinos y aves, que se exportaban congelados, cocidos o como conservas. Dentro de los
frigoríficos, convivían otras industrias: fabricas de latas, de cajones, de toneles, de bolsas, de llaves,
de clavos, etc. Cada fábrica tenía su propia usina, planta de tratamiento de aguas, calderas para la
producción de vapor, compresores que producían el frío para las cámaras, sectores de
almacenamiento de las materias procesadas, talleres para el mantenimiento, oficinas de planeamiento
y control, laboratorios de análisis y de pruebas, etc. Cabe mencionar que las oficinas técnicas eran
espacios físicos de experimentación e investigación (adaptaban máquinas, mejoraban herramientas,
elaboraban planes de trabajo y circuitos de producción). Consideramos que los frigoríficos Armour y
Swift, dada la magnitud de su infraestructura edilicia, la concentración del número de trabajadores y
la complejidad de su organización tecnológica y administrativa, pueden ser abordados como testigos
privilegiados del pasado industrial del país. A la vez, poseen un significado relevante para la historia
social y cultural de la localidad de Berisso en particular.
Los conjuntos edilicios del Swift y Armour seguían los principios constructivos de las
plantas de Chicago, como así también su compleja estructura administrativa y de producción. Puede
señalarse que el establecimiento de los frigoríficos requería grandes espacios para la ubicación de los
corrales para el ganado y de los edificios, además de necesitar suficiente agua para llevar a cabo el
proceso productivo. También era fundamental la cercanía al puerto de embarque. A lo largo del
tiempo, los edificios de los frigoríficos berissenses se fueron modificando y ampliando, según las
necesidades productivas y los adelantos tecnológicos implementados. Al inicio de la producción de
carnes, la mayoría de las construcciones eran de madera, salvo las cámaras frías y algunos
departamentos que se realizaban de mampostería. Las primitivas instalaciones de “La Plata Cold
Storage”, luego de la adquisición de la compañía Swift, dieron paso a otras de hierro, cal y ladrillos,
capaces de resistir una edificación de varios pisos. Existían normas constructivas establecidas por el
“Reglamento para frigoríficos, saladeros y fábricas de carnes conservadas”. Según esta normativa,
ciertas secciones (por ejemplo las destinadas a la matanza o al lavado) debían estar separadas por
paredes impermeabilizadas o azulejadas para facilitar la limpieza; los pisos tenían una pendiente que
facilitaba el desagote de la sangre y el agua; las salas tenían que ser amplias, ventiladas y luminosas;
las mesadas y recipientes debían ser de hierro galvanizado, para lograr condiciones de higiene. La
intervención estatal en el establecimiento de normas para el procesamiento de ganado derivaba de la
9
importancia que tenía el producto para el comercio de exportación argentino.
Según consta en los planos conservados y las fotografías antiguas, los diferentes cuerpos
edilicios del Swift y el Armour estaban constituidos por diferentes espacios en los que se organizaba
7
Cf. Smith, P. Carne y política en la Argentina. Buenos Aires, Paidós, 1983.
8
Buxedas, M. La industria frigorífica en el Río de La Plata.1959-1977 Buenos Aires, CLACSO, 1983. Parte I “El
marco global de la producción de carne vacuna en el Río de La Plata” Parte III “La Industria exportadora argentina”
9
Cf. Lobato, M. “Una visión del mundo del trabajo. Obreros inmigrantes en la industria frigorífica. 1900-1930”. En:
Devoto, F y Miguez, E. Asociacionismo, trabajo e identidad étnica. Buenos Aires, CEMLA-CSER-IEHS, 1992.
cada una de las fases del proceso productivo. Internamente, la fábrica se asemejaba a una ciudad: las
calles tenían direcciones obligatorias, con velocidades permitidas y carteles de prohibiciones.
Alrededor del edificio donde se encontraba la playa de matanza, se distribuían las dependencias y
oficinas separadas por largas calles internas y unidas por puentes aéreos que permitían el tránsito de
los obreros y los productos cárnicos. Mediante canaletas y tuberías, se lograba que los cortes se
desplazaran entre los diferentes pisos por medio de la gravedad o por zorras mecánicas. Debido a
esto, las zonas de matanza se ubicaban en los pisos superiores, en los intermedios se realizaban
procesos que requerían un tratamiento posterior, mientras que la planta baja se destinaba a los
últimos pasos del proceso de industrialización. Los obreros describían a los frigoríficos como lugares
ruidosos y espacios malolientes, como ambientes sanguinolentos e insalubres (por la humedad, el
polvo, la suciedad). Los pisos estaban cubiertos constantemente de sangre y agua. En algunos
sectores y rincones se acumulaban los restos de los animales, de los cuales emanaban olores
nauseabundos. Los trabajadores rememoraban sobre todo ciertas escenas de la playa de matanza
donde los hombres y las máquinas actuaban sincronizadamente. “El animal venía, lo mataban, caía,
lo colgaban, lo degollaban, cuereaban, abrían, y en cada garrón se le ponía una roldana, tiraba el
ginche (...) era terrible, era bravo, porque la noria no paraba”. Los relatos aluden a las formas
tayloristas de organización del trabajo en los frigoríficos (división de las tareas, imposición de un
determinado ritmo e intensidad, continuidad y sincronización de las labores, en una palabra
estandarización).
Esta organización del trabajo se relacionaba con la necesidad de disminuir los tiempos de
elaboración de los productos y de vigilancia o control de los obreros. La organización del espacio
fabril admite también una lectura que se relaciona con la evolución de la tecnología mecánica y
su impacto sobre los trabajadores. El perfeccionamiento de las máquinas y las herramientas a
partir de la década del 30 (sistema de trolley para el desplazamiento de las reses, guinches que
elevaban y trasladaban los cadáveres, sierras y cuchillos eléctricos, mesadas y cintas mecánicas)
le daban continuidad al trabajo. “La racionalidad y eficiencia asociadas a la organización
científica del trabajo fue un rasgo característico de la organización industrial en los frigoríficos
(...) La introducción de nuevas maquinarias, la modificación de algunas construcciones, la
incorporación de algunos métodos de racionalización eran los indicios clave asociados con
cambios en las formas de trabajo”. Las propagandas que colocaban el Swift y el Armour en
diarios y revistas (La Prensa, La Nación, El Día, El Hogar, La Res, Swiftlandia) difundían cierto
esquema de valores interrelacionados: modernidad, eficiencia, productividad, racionalización y
progreso.
En la década del ‘30 y sobre todo en los ’40, el Swift y el Armour realizaron algunas
construcciones para mejorar las condiciones de trabajo obreras: baños, vestuarios, comedores,
guarderías, servicios médicos y, sobre todo, clubes sociales y deportivos. El objetivo era generar un
ambiente de trabajo más agradable, estimular el rendimiento de los trabajadores y evitar conflictos
laborales. Con los deportes (en primer lugar el fútbol y luego el basquet) se favorecía la
socialización y colaboración de los obreros. Para el Sindicato de la Carne de Berisso (que apoyó la
realización de los juegos provinciales patrocinados por la Junta Deportiva Obrera) el deporte
ayudaba a “confraternizar y conocernos mutuamente con los compañeros de otros gremios” y
constituía otro “eslabón de la gran cadena sindical”. 10 Además, la competencia deportiva ayudaba a
10
Cit. en el periódico Conciencia obrera, 1949. Plotkin, M. op. cit
crear la idea de un “nosotros”, que unía a las compañías frigoríficas con sus asalariados. El Swift
editaba una revista (Swiftlandia) y el Armour tenía un grupo teatral que organizaba funciones en la
localidad. Cabe destacar que los clubes sociales de las fábricas, con sus fiestas, bailes, kermesses o
pic-nics cumplieron una importante función socio-cultural, como un medio de integración de los
obreros.
“Nubes de bicicletas
iban como bandadas,
la boca de la fábrica
los tragaba.
Entre todas,
mi viejo pedaleaba.”
WalterVasiloff. Vivencias berissenses.
Bibliografía:
Costa, M. E. y Sánchez, D. Percepciones, vivencias cotidianas y afirmación de identidades populares
en torno a la calle Nueva York de Beriso. En: Panella, C.(comp.) Berisso. Escenas de su historia. La
Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 2003.
Lobato, M. La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso
(1904-1970). Buenos Aires, Prometeo, 2001.
Trabajo y ciudadanía13
Jean Yves Calvez
Trabajo y ciudadanía están estrechamente ligados, sobre todo desde la Revolución Industrial. La
economía contemporánea tiene, ciertamente, una tendencia a separarlos, pero nosotros ¿debemos
admitir esta separación? Este será el principal punto que trataré a continuación.
En primer lugar me pregunto: el trabajo ¿hacía al ciudadano en la Edad Media? Bastante poco,
pienso; podemos tomar como ejemplo al campesino, siervo atado a su señor y a la tierra. O bien
su relación política –y no verdaderamente una relación de ciudadanía– que consistía
precisamente en el vínculo feudal, lo más importante para el hombre de esa época. El artesano
era a menudo más independiente. Su status social contribuía a su ciudadanía. Las corporaciones
tenían un rol y gozaban, en principio, de reconocimiento en las ciudades e incluso en las aldeas:
ahí entonces, los hombres estaban presentes por su trabajo, por su profesión, no como
ciudadanos abstractos o en sí. (El campesino no era nadie fuera del vínculo con el señor).
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Anales de la educación común / Tercer siglo / año 2 / número 5 / Educación y trabajo / diciembre de 2006
Publicación de la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires,
Dirección Provincial de Planeamiento
Versión digital del artículo publicado en pp. 20 a 25 de la edición en papel
precario, va encontrando poco a poco –demasiado poco al principio– pero pronto, mayor protección
en la ciudadanía. El amplio derecho del trabajo derivó de esta. Principalmente a principios del siglo
XX, el trabajo dejó de ser un asunto meramente privado o contractual.
La reciente oposición
No hace mucho tiempo se discutió, incluso con más vigor que como lo hiciera Hannah Arendt, la
idea de un carácter central del trabajo: a partir de la gran crisis que sufrió el empleo a mediados de
los años 70 luego de la repentina suba del precio del petróleo. Jim Rifkin anunció en ese momento
“el fin del
trabajo”. Otros llegaron más lejos y dijeron haberse equivocado largamente al reconocer tanto
significado al trabajo, más que nada una significación mayor de ciudadanía. Es perfectamente
posible,
dijeron, ser un ciudadano sin hacer ningún aporte laboral remunerado a la sociedad. Y se podría
asegurar a todos los ciudadanos un sueldo básico –“allocation universelle” [un subsidio universal]–
incluso si nadie asume un trabajo remunerado. Jean-Marc Ferry (1995), partidario de este “subsidio
universal” escribió palabras muy duras sobre el carácter “represivo” del trabajismo, entendamos por
esto la sociedad que impone a todos, en la medida de lo posible, el deber de trabajar y busca
garantizar la ocasión [para hacerlo]. Este sistema tendría como efecto y objetivo “someter” a los
hombres, impedir que surjan sus iniciativas, convertirlos casi en una dócil manada.
El sistema esclavista es, pues, compatible con sociedades que producen la mayor parte para el autoabastecimiento,
que no pueden generar grandes excedentes porque carecen de mercados internos importantes y la abundancia de
mano de obra, libre o esclava, agudiza las contradicciones por el constante incremento de la miseria. Ninguna sociedad
basada en la explotación humana puede crecer indefinidamente, ya que la expansión de los mercados encuentra sus
límites en los escasos recursos de los explotados; con mayor razón una sociedad esclavista que, por definición, se
basa en un trabajo humano no remunerado. Por eso mientras más se expandía la esclavitud, más se reducían los merca-
dos, lo que constituye la principal contradicción del sistema esclavista.
Una radiografía de las mujeres argentinas que avanzaron en su capacitación, la mantención del
hogar y el acceso al poder, pero todavía sufren discriminación laboral y económica –un
problema absolutamente invisibilizado– y otras agujeros en las políticas públicas incongruentes
con el nivel de desarrollo del país –como el embarazo adolescente o las muertes por aborto-
que no logran revertirse a pesar de los reclamos y los compromisos internacionales. Un informe
para saber quiénes somos, cómo estamos y todo lo que nos falta para que la igualdad sea una
palabra que nos beneficie a todas.
Okupas: siete de cada diez hombres tiene trabajo. En cambio, menos de cinco de
cada diez mujeres está empleada. Algunas de las catalogadas como “inactivas” (por
el sistema de encuestas) son amas de casa por elección y otras no pueden trabajar
por falta de redes estatales, familiares y sociales que les den posibilidades de que
sus hijos estén cuidados. “La condición de inactividad presenta grandes diferencias
de género. Entre las mujeres inactivas la mayoría son amas de casa, mientras que
entre los hombres la mayoría es jubilado”, resalta la investigación “Rosa es distinto
que celeste”, de la consultora de Gustavo Quiroga “epm”. Esto significa que los
hombres tildados de inactivos (que no es lo mismo a desocupados que son los que
buscan empleo) lo son cuando ya llegan a grandes e igualmente reciben el ingreso
de su jubilación. En cambio, muchas mujeres son llamadas “inactivas” a pesara de
realizar tareas domésticas y de crianza de sus hijos y no perciben ninguna
retribución por esa tarea.
¿Trabajas o estudias? A pesar de que las mujeres llegan a recibirse de profesionales
más que los varones, el 24 por ciento de los hombres tildados de “inactivos” son
jóvenes que no necesitan o deciden no trabajar para poder estudiar (son, en su
mayoría, mantenidos por sus familias) mientras que las universitarias que pueden
dedicarse exclusivamente al estudio representan sólo all 13 por ciento de las
mujeres sin empleo.
Sin patronas: hay una gran diferencia, también, en los empleos y potencialidades y
cargos de mujeres y varones. Por ejemplo, sólo el 19 por ciento de las mujeres son
patronas o cuentapropistas y el 26 por ciento de los varones se manda a sí mismo y
a sus empleados/as. Muy pocas mujeres son patronas, pero casi todas tienen
patrones. Los costos no son gratuitos. “La sobrerrepresentación femenina en oficios
precarios produce bajos ingresos, inestabilidad, falta de cobertura social y pobres
condiciones y medio ambiente laboral”, advierte la Coordinación de Equidad de
Género e Igualdad de Oportunidades en el Trabajo.
Oficios femeninos: ya las mujeres no pueden ser sólo maestras o tocar el piano y
coser. Sin embargo, los estigmas de género siguen generando influencias: el 77,8
por ciento de las docentes son mujeres, el 70 por ciento de las integrantes de los
servicios sociales y de salud (con el mandato de ayudar al prójimo) son trabajadoras
sociales, enfermeras o médicas y apenas el 2,9 por ciento de los/las obreros/as
tienen casco y son señoras o señoritas dedicadas a la construcción, a pesar de
experiencias sindicales y de las Madres de Plaza de Mayo, que demostraron cómo
las mujeres pueden colocar ladrillos correctamente y con un gran empoderamiento
para ellas, su autoestima y su vida cotidiana.
Sin amos de casa: la tarea de quedarse full life en la casa, o ir a buscar a la puerta de
la escuela a los hijos e hijas, coser los agujeros de las medias o preparar unos fideos
para la cena sigue estando en manos de mujeres. Entre las mujeres que no trabajan,
el 44 por ciento son amas de casa (lo que quiere decir que, en realidad, trabajan
muchísimo pero en una tarea no reconocida socialmente), mientras que sólo el 7 por
ciento de los varones sin empleo se dedican a mirar los cuadernos, ir a reuniones de
padres/madres, sacar las telas de araña y limpiar el fondo de la heladera.
Dime cuántos hijos/as tienes y te diré cuánto puedes trabajar: no es cierto que
donde comen dos coman tres, ni que es lo mismo criar un hijo que tres o cuatro. En
la medida que las madres se tienen que hacer cargo de más hijos –que tendría que
ser una elección libre y que no condicionara sus potencialidades si fueran
debidamente apoyadas por el Estado y las condiciones sociales y familiares– son
menores sus posibilidades de tener un trabajo. Seis de cada diez mujeres que crían
un solo hijo trabajan. Pero ya cuando las madres tienen sus dos manos ocupadas
por dos chicos/as las puertas abiertas se comienzan a cerrar. El 44,7 por ciento de
las que cargan (a upa y todo lo demás) con dos niños o niñas se mantiene en el
sistema laboral. Mientras que apenas tres de cada diez valientes a las que ya no les
alcanzan las manos –con tres niños/as o más– se encuentran laboralmente activas.
Esto quiere decir que entre las mujeres que tienen un hijo y las que tienen tres o
más, las posibilidades de trabajar disminuyen a la mitad, según el informe “Políticas
de equidad de género, talleres de negociación colectiva”, de la Coordinación de
Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades en el Trabajo, que incluye datos de
la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), del tercer trimestre del 2008. Si
existiera un sistema con jardines maternales, redes de mujeres, subvenciones por
hijos, etc, las mujeres no tendrían que ser rehenes de su maternidad sino poder
realizarse en más de un plano de su vida.
Menos derechos: un gran agujero en el empleo femenino es que dos de cada diez
trabajadoras es empleada doméstica. O sea que el 20 por ciento de las mujeres
trabaja –cuidando los hijos o la casa– de las otras mujeres para que ellas puedan
trabajar. Y, por otro lado, cuentan con sueldos precarios, no suelen estar en blanco y
ni siquiera tienen licencia por maternidad, como el resto de las trabajadoras. Por eso,
hay un proyecto para igualar las condiciones laborales de las empleadas domésticas
al del resto de los y las asalariados/as. Mientras que, según datos del Ministerio de
Trabajo, las mujeres están sobrerrepresentadas al máximo en este oficio, ya que el
97,8 por ciento de las personas que se ocupan de las tareas domésticas en otras
casas o negocios son mujeres. El mayordomo Alfred sólo existe para cuidar a
“Batman”, pero en la realidad, los hombres vuelan de los cuidados hogareños.
Bolsillos sin fondo: la brecha salarial entre varones y mujeres (la diferencia salarial por
condición de género) es en promedio de 24,6 por ciento en la Argentina, pero llega al 26 por
ciento en el sector servicios y al 33,1 por ciento, por ejemplo, en la intermediación financiera,
según datos del Observatorio de Empleo y Dinámica Empresarial del Ministerio de Trabajo, del
2008. Entre otras cosas, porque los jefes les preguntan: “¿A vos no te mantiene tu marido?”, les
critican que ellas faltan cuando sus hijos las enferman, subestiman sus ideas o les traban sus
ascensos.
Injusticia salarial: “A igual calificación los hombres ganan más que las mujeres, cualquiera sea
el estadístico que se utilice para medirlo. Por ejemplo, el sueldo promedio de un hombre cuya
actividad es calificada como profesional es de $4064 mensuales, mientras que para las mujeres
este valor desciende a $3409, es decir, un 16 por ciento menos. En el caso de personas que
realizan actividades no calificadas el sueldo promedio de las mujeres es un 24 por ciento menor
que el de los hombres”, sostiene el informe de la consultora “epm”, de Gustavo Quiroga, en
base a datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), del segundo trimestre del 2009.
Jefas, pero de familia: Tres de cada diez mujeres está al frente de su casa: en el 35 por ciento
de hogares las esposas, solteras o separadas son jefas de hogar. Ellas tienen la
responsabilidad de estar al frente de los gastos, pero no ganan como necesitan –ni como sus
pares varones– para que ese frente no les pese tanto como sucede en la actualidad.
El techo masculino rompe el cristal: “Los hombres no sólo tienen el sueldo promedio más
alto que las mujeres (cualquiera sea la clasificación laboral) sino que, además, en todos los
casos para ellos el techo salarial es mucho más alto que para el sexo femenino”, asegura
Gustavo Quiroga. Esto implica que no sólo las mujeres ganan menos, aun en las mismas
tareas que sus compañeros masculinos en la mayoría de los casos, sino que también gozan de
menos posibilidades de ascender y ganar más. Si se tiene en cuenta que ya en tres de cada
diez familias la responsabilidad de pagar las expensas, el supermercado y los libros del colegio,
entre otras cosas, cae en la billetera femenina, la desigualdad salarial implica no sólo una
desventaja de género sino un empobrecimiento para sus hijos e hijas.
Piso pegoteado: las diferencias laborales y salariales entre mujeres y varones ya constituyen
una realidad registrada por estadísticas oficiales y que hay que cambiar, aunque haya que tocar
muchas puertas (o techos) y dejar de pagar el derecho de piso, tan pegajoso como lo define la
Coordinación de Equidad de Género e Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Trabajo.
Según esta área existen dos situaciones que perjudican a las mujeres: el techo de cristal (que
alude a la dificultad para ocupar altos cargos o prosperar en las carreras) y el piso pegajoso
(que habla de la concentración de las mujeres en trabajos de poca calificación y movilidad, con
bajas remuneraciones). Basta de techos y pisos: puertas abiertas a más y mejores
oportunidades.
Salud pisoteada: “Los problemas de salud ocupacional de las mujeres no son, en general
abordados por los empleadores, sindicatos, investigadores y gestores de políticas, lo que
contribuye a aumentar más las inequidades por razón de género en la salud ocupacional”,
remarca el informe “Políticas de equidad de género, talleres de negociación colectiva”, del
Ministerio de Trabajo.
En fin, hay un sinfín de deudas de género en la Argentina (un país que, en el imaginario social
mayoritario, se jacta de no ser machista) porque hay mujeres empresarias, en la política o en la
universidad. Sin embargo, esos pasos adelante no representan el final de la igualdad, sino
rasgos de un país contradictorio que, a veces, por mirar el promedio, se olvida de la más
jóvenes, pobres y excluidas, de los cuerpos perdidos en camillas clandestinas y de los bolsillos
rotos de las mujeres que todavía pierden por ser mujeres.
A principios del siglo XX los frigoríficos Armour y Swift, de capital extranjero, fueron los
más importantes establecimientos fabriles de la región. Hasta la finalización de la primera guerra
mundial, la industria de la carne fue la base de la economía primaria exportadora de la Argentina. La
guerra influyó favorablemente en la producción de los frigoríficos de Berisso, porque las carnes
enlatadas del Swift abastecían a los ejércitos beligerantes. Desde 1914 a 1918, aumentó la faena de
ganado para exportación, pero para los años ‘20 la producción y la venta comenzaron a declinar. Con
el estallido de la crisis económica de 1929 y la difusión del discurso nacionalista en los años ’30, se
intentó limitar el peso económico de los “trusts de la carne” de Chicago (la National Packing
Company).14 Del mismo modo, con la segunda guerra mundial, el abastecimiento alimenticio de las
potencias en conflicto implicó una reactivación de las actividades de las empresas cárnicas. 15
En los frigoríficos de Berisso se faenaban sobre todo bovinos, pero también ovinos,
porcinos y aves, que se exportaban congelados, cocidos o como conservas. Dentro de los
frigoríficos, convivían otras industrias: fabricas de latas, de cajones, de toneles, de bolsas, de llaves,
de clavos, etc. Cada fábrica tenía su propia usina, planta de tratamiento de aguas, calderas para la
producción de vapor, compresores que producían el frío para las cámaras, sectores de
almacenamiento de las materias procesadas, talleres para el mantenimiento, oficinas de planeamiento
y control, laboratorios de análisis y de pruebas, etc. Cabe mencionar que las oficinas técnicas eran
14
Cf. Smith, P. Carne y política en la Argentina. Buenos Aires, Paidós, 1983.
15
Buxedas, M. La industria frigorífica en el Río de La Plata.1959-1977 Buenos Aires, CLACSO, 1983. Parte I “El
marco global de la producción de carne vacuna en el Río de La Plata” Parte III “La Industria exportadora argentina”
espacios físicos de experimentación e investigación (adaptaban máquinas, mejoraban herramientas,
elaboraban planes de trabajo y circuitos de producción). Consideramos que los frigoríficos Armour y
Swift, dada la magnitud de su infraestructura edilicia, la concentración del número de trabajadores y
la complejidad de su organización tecnológica y administrativa, pueden ser abordados como testigos
privilegiados del pasado industrial del país. A la vez, poseen un significado relevante para la historia
social y cultural de la localidad de Berisso en particular.
Los conjuntos edilicios del Swift y Armour seguían los principios constructivos de las
plantas de Chicago, como así también su compleja estructura administrativa y de producción. Puede
señalarse que el establecimiento de los frigoríficos requería grandes espacios para la ubicación de los
corrales para el ganado y de los edificios, además de necesitar suficiente agua para llevar a cabo el
proceso productivo. También era fundamental la cercanía al puerto de embarque. A lo largo del
tiempo, los edificios de los frigoríficos berissenses se fueron modificando y ampliando, según las
necesidades productivas y los adelantos tecnológicos implementados. Al inicio de la producción de
carnes, la mayoría de las construcciones eran de madera, salvo las cámaras frías y algunos
departamentos que se realizaban de mampostería. Las primitivas instalaciones de “La Plata Cold
Storage”, luego de la adquisición de la compañía Swift, dieron paso a otras de hierro, cal y ladrillos,
capaces de resistir una edificación de varios pisos. Existían normas constructivas establecidas por el
“Reglamento para frigoríficos, saladeros y fábricas de carnes conservadas”. Según esta normativa,
ciertas secciones (por ejemplo las destinadas a la matanza o al lavado) debían estar separadas por
paredes impermeabilizadas o azulejadas para facilitar la limpieza; los pisos tenían una pendiente que
facilitaba el desagote de la sangre y el agua; las salas tenían que ser amplias, ventiladas y luminosas;
las mesadas y recipientes debían ser de hierro galvanizado, para lograr condiciones de higiene. La
intervención estatal en el establecimiento de normas para el procesamiento de ganado derivaba de la
16
importancia que tenía el producto para el comercio de exportación argentino.
Según consta en los planos conservados y las fotografías antiguas, los diferentes cuerpos
edilicios del Swift y el Armour estaban constituidos por diferentes espacios en los que se organizaba
cada una de las fases del proceso productivo. Internamente, la fábrica se asemejaba a una ciudad: las
calles tenían direcciones obligatorias, con velocidades permitidas y carteles de prohibiciones.
Alrededor del edificio donde se encontraba la playa de matanza, se distribuían las dependencias y
oficinas separadas por largas calles internas y unidas por puentes aéreos que permitían el tránsito de
los obreros y los productos cárnicos. Mediante canaletas y tuberías, se lograba que los cortes se
desplazaran entre los diferentes pisos por medio de la gravedad o por zorras mecánicas. Debido a
esto, las zonas de matanza se ubicaban en los pisos superiores, en los intermedios se realizaban
procesos que requerían un tratamiento posterior, mientras que la planta baja se destinaba a los
últimos pasos del proceso de industrialización. Los obreros describían a los frigoríficos como lugares
ruidosos y espacios malolientes, como ambientes sanguinolentos e insalubres (por la humedad, el
polvo, la suciedad). Los pisos estaban cubiertos constantemente de sangre y agua. En algunos
16
Cf. Lobato, M. “Una visión del mundo del trabajo. Obreros inmigrantes en la industria frigorífica. 1900-1930”. En:
Devoto, F y Miguez, E. Asociacionismo, trabajo e identidad étnica. Buenos Aires, CEMLA-CSER-IEHS, 1992.
sectores y rincones se acumulaban los restos de los animales, de los cuales emanaban olores
nauseabundos. Los trabajadores rememoraban sobre todo ciertas escenas de la playa de matanza
donde los hombres y las máquinas actuaban sincronizadamente. “El animal venía, lo mataban, caía,
lo colgaban, lo degollaban, cuereaban, abrían, y en cada garrón se le ponía una roldana, tiraba el
ginche (...) era terrible, era bravo, porque la noria no paraba”. Los relatos aluden a las formas
tayloristas de organización del trabajo en los frigoríficos (división de las tareas, imposición de un
determinado ritmo e intensidad, continuidad y sincronización de las labores, en una palabra
estandarización).
Esta organización del trabajo se relacionaba con la necesidad de disminuir los tiempos de
elaboración de los productos y de vigilancia o control de los obreros. La organización del espacio
fabril admite también una lectura que se relaciona con la evolución de la tecnología mecánica y
su impacto sobre los trabajadores. El perfeccionamiento de las máquinas y las herramientas a
partir de la década del 30 (sistema de trolley para el desplazamiento de las reses, guinches que
elevaban y trasladaban los cadáveres, sierras y cuchillos eléctricos, mesadas y cintas mecánicas)
le daban continuidad al trabajo. “La racionalidad y eficiencia asociadas a la organización
científica del trabajo fue un rasgo característico de la organización industrial en los frigoríficos
(...) La introducción de nuevas maquinarias, la modificación de algunas construcciones, la
incorporación de algunos métodos de racionalización eran los indicios clave asociados con
cambios en las formas de trabajo”. Las propagandas que colocaban el Swift y el Armour en
diarios y revistas (La Prensa, La Nación, El Día, El Hogar, La Res, Swiftlandia) difundían cierto
esquema de valores interrelacionados: modernidad, eficiencia, productividad, racionalización y
progreso.
En la década del ‘30 y sobre todo en los ’40, el Swift y el Armour realizaron algunas
construcciones para mejorar las condiciones de trabajo obreras: baños, vestuarios, comedores,
guarderías, servicios médicos y, sobre todo, clubes sociales y deportivos. El objetivo era generar un
ambiente de trabajo más agradable, estimular el rendimiento de los trabajadores y evitar conflictos
laborales. Con los deportes (en primer lugar el fútbol y luego el basquet) se favorecía la
socialización y colaboración de los obreros. Para el Sindicato de la Carne de Berisso (que apoyó la
realización de los juegos provinciales patrocinados por la Junta Deportiva Obrera) el deporte
ayudaba a “confraternizar y conocernos mutuamente con los compañeros de otros gremios” y
constituía otro “eslabón de la gran cadena sindical”. 17 Además, la competencia deportiva ayudaba a
crear la idea de un “nosotros”, que unía a las compañías frigoríficas con sus asalariados. El Swift
editaba una revista (Swiftlandia) y el Armour tenía un grupo teatral que organizaba funciones en la
localidad. Cabe destacar que los clubes sociales de las fábricas, con sus fiestas, bailes, kermesses o
pic-nics cumplieron una importante función socio-cultural, como un medio de integración de los
obreros.
“Nubes de bicicletas
iban como bandadas,
la boca de la fábrica
los tragaba.
Entre todas,
mi viejo pedaleaba.”
17
Cit. en el periódico Conciencia obrera, 1949. Plotkin, M. op. cit
WalterVasiloff. Vivencias berissenses.
18
Prieto Castillo, D. Comunicación y percepción en las migraciones. Barcelona, Serbal/UNESCO, 1984.
local.19 Por otra parte, señala que los lazos personales, las dependencias y los favores entre familias,
amigos, “paisanos”, fueron factores fundamentales a la hora de determinar quién emigraba, cómo
elegían su destino, dónde se establecían, cómo obtenían trabajo y con quién se relacionaban.
Los testimonios orales dan cuenta de ese momento en que los trabajadores inmigrantes
arribaron a Berisso con expectativas de empleo y apelaron a sus lazos familiares o de amistad, para
obtener una ubicación. Pedro relata: “Los paisanos de mi pueblo venían a Berisso, porque tenían
gente conocida; uno es un pariente mío.” (...) “...llegué a La Plata y pregunté ¿Berisso?, y me
dijeron el 25; entonces tomé el tranvía 25, hasta el fondo, me bajé y llegué. Alexis tenía fonda (...)
entro allá y encuentro a Nicola Peteff, que conocíamos de Bulgaria, después estaba mi tío Josefo,
Ivalino, todos”. Juan, refiriéndose a un amigo que lo alojó en su pieza, cuenta que cuando llegó “él
me dio ropa, yo no tenía; me bañé y me acosté a dormir. A la mañana me llama -Levantate me dice-
Me levanté a las seis, a las siete me llevó a la puerta del frigorífico”. Desde el momento en que
alguien llegaba a la localidad, la ayuda se materializaba brindándole casa, comida, diciéndole cómo
conseguir trabajo, realizando el gesto de acompañarlo al portón de la fábrica donde se realizaba la
contratación. En el portón, los obreros eran elegidos por su físico y por su origen para los diversos
tipos de tareas. Los que llegaban desde tierras nórdicas se destinaban a las cámaras de los
frigoríficos y a los eslavos, por ser corpulentos, se los ubicaba en la zona de cargas. Constantino, que
trabajó en el Swift, recuerda: “Era emocionante ver a esos hombres rústicos y fuertes gritar: ¡A mí,
a mí!, pidiendo trabajo (...) Se amontonaban en la puerta del frigorífico esperando enganchar algo
(...) Ganábamos centavos en el frigorífico, pero en ese entonces valían”.
Se debe señalar que, cuando el Swift y el Armour abrieron sus puertas en la década del ‘10,
contaban con unos 3.000 trabajadores. En los años ’30, la crisis económica afectó al comercio de
carnes y provocó una abrupta disminución de la faena. En los años ’40, durante los períodos de
máxima actividad, ambas compañías empleaban entre 10 y 15.000 asalariados, pero cuando
disminuía la demanda se reducían a 5.000. Durante el periodo expansivo de la producción de carnes,
los obreros vivían prácticamente en las fábricas con intensos ritmos de trabajo, a pesar de las
denuncias del gremio de los frigoríficos. Los trabajadores, sobre todo los menos calificados, rotaban
de sección o de tarea según las necesidades de la empresa. Las continuas entradas y salidas, así como
la alternancia entre los dos frigoríficos, constituyeron un rasgo de esta experiencia obrera signada
por la precariedad, la amenaza de desocupación
Desde la apertura de las empresas hasta la crisis de 1930, la mayoría de los trabajadores
provenía de algún punto de Europa o Asia Menor; a comienzos de los ’40, la cantidad de extranjeros
comienza a declinar por la disminución de los flujos inmigratorios, la nacionalización de gran parte
de la población y por los movimientos de migraciones internas (santiagueños, correntinos,
tucumanos, catamarqueños). En este proceso de migraciones internas, los lazos familiares también
fueron agentes activos para la integración al trabajo fabril. Un obrero del Armour decía: “Yo vine el
año 41 (...) acostumbraba ir a trabajar tanto en la provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Tucumán,
19
Devoto, Fernando. Historia de la inmigración en la Argentina. Buenos Aires, Sudamericana, 2003.
por todos lados (...) hice la cosecha y me vine. Yo tenía un hermano acá en Berisso. Digo que me
voy a quedar un día o dos y me voy (...) al tercer día me iba a ir y me dice ¿por qué no te quedás a
trabajar en el frigorífico? El trabajaba en la base naval y a veces trabajaba de changas en el
frigorífico; bueno, un día fui y me tomaron”.
El ingreso al mundo del trabajo tenía importantes consecuencias para la vida personal de
los inmigrantes, ya que la fábrica era un ámbito de sociabilidad, un lugar donde confluían hombres y
mujeres de hablas diferentes, de costumbres diversas. La fábrica era un espacio donde se forjaban
solidaridades, se constituían identidades y se desarrollaban modos de pensar y actuar.
Bibliografía:
Costa, M. E. y Sánchez, D. Percepciones, vivencias cotidianas y afirmación de identidades populares
en torno a la calle Nueva York de Beriso. En: Panella, C.(comp.) Berisso. Escenas de su historia. La
Plata, Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 2003.
Lobato, M. La vida en las fábricas. Trabajo, protesta y política en una comunidad obrera, Berisso
(1904-1970). Buenos Aires, Prometeo, 2001.