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Viaje al Oeste. Las aventuras del rey mono

Article  in  National geographic · January 2004

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Dolors Folch
University Pompeu Fabra
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El gran viaje
Barcelona, novembre del 2004
National Geographic Historia

No cabe concebir periplo más noble que el de Tripitaka, el monje Tang que
durante 14 años arrostró más peligros que Ulises para ir desde China a la lejana India en
busca de las sagradas escrituras budistas. Ambos pasaron por aventuras sin fin, en las
que monstruos perversos intentaban apartarlos de su propósito y devorarlos, pérfidas y
falsas mujeres buscaban seducirlos y en las que también algun que otro soberano
complaciente les ayudaba a reponer fuerzas. Ambas narraciones se basan en un hecho
real y ambos centran toda su atención en el viaje, que progresa por la voluntad
indomable de sus protagonistas. Pero las similitudes acaban aquí. A diferencia de
Ulises, a Tripitaka no le impulsaba la añoranza ni de su tierra ni de su familia, sino un
anhelo religioso que convierte sus aventuras en un intrincado camino de perfección
espiritual. Ulises, por otra parte, aunque viajó acompañado, destacaba de forma absoluta
sobre sus compañeros y fue siempre capaz de resolver sus asuntos. No así Tripitaka,
cuyo ánimo se derrumbaba con frecuencia ante los enjambres de monstruos que le
acechaban entre nubes y montañas y que lloraba aterrado ante las dificultades insolubles
que amenazaban su noble empresa. El verdadero Xuanzang, el monje Tang que fur a la
India en busca de las escrituras budistas, realizó hacia mediados del siglo VII uno de los
viajes más extraordinarios de toda la historia, pero su personaje novelado nunca hubiera
llegado a buen fin a no ser por los compañeros que le proporcionó el propio Buda para
asegurar el buen fin del periplo. Un grupo en verdad extravagante, compuesto por
antiguos monstruos convertidos a la ley budista, que buscan también la redención
espiritual al acompañar al monje Tang y protegerlo de los innumerables peligros. Cuatro
son sus compañeros: un caballo con poderes mágicos, el bonzo Sha, un antiguo
monstruo de excelentes intenciones y probada lealtad pero de escasas luces, el cerdo
Bajie, un glotón incorregible, constantemente acosado por las dudas sobre la
oportunidad de tan árduo viaje, añorando siempre vinos y mujeres, con una fuerza
descomunal y unos celos inextinguibles del discípulo más brillante, el que en gran parte
es el auténtico héroe de la novela y sin duda el personaje más popular de la literatura
china, el mono Sun Wukung. Irascible, indomable, intensamente leal, inteligente y
recurrente es el héroe de todos los niños chinos. Sus interminables luchas con
monstruos de toda calaña y su tierna admiración por la intensidad espiritual de su
maestro se combinan con un fresco descaro, mientras su magia portentosa alterna con
un sólido sentido de la realidad. Su maestro le enternece y le exaspera, como don
Quijote a Sancho Panza, y la relación entre ambos es uno de los ejes de toda la obra.
El maestro y sus cuatro discípulos recorren cuarenta mil kilómetros a lo largo de
14 años: pero el grueso de sus aventuras se centra en las tierras altas del Huanghe o Rio
Amarillo y en los aledaños del Tibet. El mar, como sucede en toda la creación literaria
china, no aparece para nada, mientras las descripciones de montañas, ríos y desiertos
son de una aguda veracidad y recogen unas capas de simbolismo que veremos
reproducirse en siglos venideros, resonando incluso en la reciente gran novela de Gao
Xinjiang, la Montaña Mágica, merecedora del premio Nobel. De hecho, el abigarrado
mundo de monstruos y diablillos que, desde lo alto de montes y cascadas hasta lo
profundo de ríos y cavernas acecha a los viajeros, refleja bien el complejo mundo de
creencias que pueblan aún hoy la religión popular china. Pero otros aspectos, más
articulados, del horizonte religioso de los chinos, estan tambien presentes a lo largo de
la narración: el Emperador de Jade, que reina en los cielos sobre una corte de
funcionarios marcada por la etiqueta y por los sistemas de promoción; Buda, hacia el
que el maestro Tang siente una inquebrantable veneración, pero al que el mono trata a
menudo con impaciencia; Laozi, atareado siempre con la elaboración de pócimas,
rodeado por una corte de taoístas que incurren a menudo en múltiples entuertos;
Confucio, poco más que una sombra, pero siempre un referente de compostura personal
y social. La intervenciones de todos ellos, a través de una infinidad de personajes
secundarios, garantizaban al final el éxito de la empresa, pero sus retrasos y descuidos
les valen a menudo los improperios del indomable mono.
Comprender el mundo chino es una empresa harto compleja: la lectura de este
libro, por lo demás laboriosísima, ya que tiene 2.200 páginas ayuda a entender los
recovecos de un horizonte espiritual que difiere de forma sustancial del nuestro.
Este libro ha sido traducido a una multitud de lenguas entre las que destacan la
edición japonesa del siglo XVIII, la fragmentada pero excelente versión de Arthur
Waley y la cuidadísima versión de André Levy, publicada por la Pléiade. Waley publicó
también un librito delicioso, The Real Tripitaka, en el que recoge la verdadera historia
de la peregrinación del monje Tang.
La edición española es encomiable por el enorme esfuerzo que representa traducir
y editar un volumen de este grosor y características, aunque es sorprendente que eluda
el nombre del autor (mencionando incluso en portada que se trata de un texto anónimo)
cuando desde 1921 la autoría de Wu Cheng’en quedó firmemente establecida. Viaje
hacia el Oeste es claramente un libro de autor: aunque en él resuenen los ecos del
folklore popular, de la tradición budista y de la mitología popular, el texto tiene la
tensión que se deriva de la organización y trasnformación que impone un autor único.
El libro mantiene una lengua fluida y vivaz y todo el texto está bien trabajado por los
traductores y esmeradamente revisado por el editor. Las notas, por el contrario, son tan
insuficientes como poco esclarecedoras y se echa a faltar un glosario que aclare al
profano, por ejemplo que Buda, Sidharta, Sakyamuni y Tathagata son una misma
persona y que facilite la memorización de los múltiples nombres que reciben los
viajeros. Lo que es absurdo es el sistema de transcripción adoptado, una modalidad
particular, made in Taiwan que confunde a los lectores y hará difícil la utilización
académica de este texto clásico de la literatura china.

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