Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1
trataremos de apreciar el papel de la noción de espacio en la investigación
arquitectónica actual. Nos pemandaremos, en particular si un proceso involuntivo
no minara la arquitectura que, al beneficio de nuevos objetivos mediaticos, parece
operar un regreso reductor al dibujo y renunciar a la creación del espacio-tiempo
soñado por los C.IA.M. (concgreso internacional de arquitectura moderna).
El uso común de los diccionarios está corroborado por los tratados y por el
conjunto de reflexiones específicas sobre la arquitectura después del siglo XV.
Spatium, ignorado de Vitruvio, no figura ni en la ignagural De re aedificatoria de
Alberti ni en sus sucesores de los siglos siguientes. No es que el espacio
arquitectónico, en el sentido actual, no haya sido concientemente elaborado e
esas épocas. Pero los conceptos directores de la teoría y de la práctica
arquitectónica son esos de proporción, de armonía, de conveniencia, de efecto, de
orden, de distribución, más tarde de tipo, y por supuesto, siempre de perspectiva,
en la medida misma donde la arquitectura como perteneciendo a las artes del
dibujo. En el siglo XII, ni Blondel ni Milizia, ni Laugier ni aun Ledoux no nos hablan
de espacio.
2
En el siglo XIX, más curiosamente, el término es ausente de los capítulos de
la Estética que Hegel consagra a la arquitectura y que marcaran sin embargo los
trabjos sobre el espacio arquitectónico de los historiadores de arte y de la cultura
del final del siglo XIX y XX. No lo encontramos tan poco en Quatremère de
Quincy, ni aun en Viollet-le-Duc, que fue por tanto, en sus Entretiens sur
l’architecture , uno de los primeros a poner en relación la especificidad de las
culturas y eso que nosotros llamamos hoy en día sus espacios. Pero el problema
espacial es en él abordado en términos de sistema constructivo y, como lo ha bien
señalado Henri Focillon (1945), de formas. Sin embargo, a la misma época,
Haussmann, rápidamente seguido por los urbanistas, utiliza corrientemente el
término espacio para designar, en las dos dimensiones del plano urbano, las
superficies libres y distribuibles.
De hecho, no son los arquitectos que han, los primeros, asociado espacio y
arquitectura, sino los historiadores de arte de lengua alemana del final del siglo
XIX. Rompiendo con los métodos arqueológicos-filosóficos, bibliográficos,
icnográficos, definieron el espacio como el elemento constitutivo de todas las artes
visuales y, en una perspectiva neo-kantiana, hicieron de él el fundamento de la
creación estética en sus determinaciones sucesivas. En la huella de los trabajos
de K. Fiedler, A. Riegl a mostrado el papel de la visión y el tacto enla construcción
de nuestro espacio vivido, y lanza el concepto de Raumbildung (construcción del
espacio). No tiene sin embargo al principio que incipientemente (Römische
Kunstindustrie , 1901) la cuestión de las relaciones especificas de la arquitectura y
del espacio vivido. Esto deberia ser profundizado en 1905 por Schmarzow en Die
Grundbegriffe der Kunstwissenschaft (Los Conceptos fundamentales de la ciencia
del arte), despues por H. Wölfflin, desde su tesis de doctorado (1886), pero sobre
todo en Renaissance und Barok (Renacimento y Baroco) (1888), dond él pone en
evidencia la unión entre Raumform (forma espacial) y Lebensgefühl (sentimiento
vital). A ese libro de Wölfflin responde, en 1914, la tesis magistral de su alumno
P. Frankl, Die Entwicklungsphasen der neueren Baukunst (Las Fases del desarrllo
de la arquitectura post-medieval).
3
prácticos de la arquitectura, a partir de los años 1920. Estos adoptaron una
recorrido comprometido, estimulados por esas de las vanguardias literarias y
plásticas, en particular por “los alientos tan prodigiosamente creadoras del
cubismo” (Le Corbusier): se trata de lograr una verdadera revolución y elaboración
de un nuevo espacio, que Le Corbusier calificara de “indecible” (1945).
2. Historiografia
La arquitectua como arte del espacio
Haciendo eco a los trabajos de lengua alemana, Henri Focillon daba, desde
la Vie des formes (1943), una formulación simplificada pero elocuente del espacio:
“El espacio es el lugar de la obra de arte; [este] la define y […] la crea tal que él es
necesario”, y el privilegio de la arquitectura se tiene a lo que “las tres dimensiones
no son únicamente [su] lugar […], [pero también su] materia, como el peso y el
equilibrio […]; es en el espacio verdadero que se ejerce ese arte, este donde se
mueve nuestra marca y que ocupa la actividad de nuestro cuerpo”.
4
Para ciertos historiadores (A. Riegl, W. Worringer, por ejemplo), no podemos
hablar de arquitectura mientras que no aparezca el espacio hueco, penetrable y
que parezca una refutación de la exterioridad inerete a l acondición humana. Para
otros como S. Giedion, « la primer concepción del espacio arquitectónico es una
arquitectura de volúmenes en el espacio”. Tal es el caso de los grandes
monumentos geométricos de las civilizaciones arcaicas de Sumaria y de Egipto:
pirámides, Zigurates, obeliscos, templos, que privilegian la verticalidad y que,
puestos en un espacio sin límites, recuerdan el hombre a su finidad. Las columnas
papiroformes de Karnak son tan altas y tan juntas que ellas dejan apenas adivinar
un vacío. Las salas hipostilas egipcias son, permaneciendo, unos lugares de paso
y no de reagrupamiento. En cuanto a las bovedas orientales, ni en Egipto ni en
Mesopotamia ellas no son ofrecidas a la luz y por lo tanto a la vista que le confiere
una existencia espacial. Para S. Giedion, la arquitectura griega pertenece, ella
también, a ese primer periodo. A pesar de su complejidad, ella no da tan poco
puesto al espacio interior (no penetramos en la cela del templo): ella confronta el
espectador a unas configuraciones de volúmenes, trabajado por unos relieves en
hueco o en esculturas, que ilustran la definición celebre de Le Corbusier, según la
cual la arquitectura es “el juego sabio, correcto y magnifico de los volúmenes bajo
la luz”.
5
de este ultimo será entonces realizar, en se recorrido dialéctico, la interpenetración
de sos precedentes modos de especialización.
6
(espacio interior), forma corpórea (envolvente teutónica), forma visible (apariencia
óptica) y, elementos heterogéneos en ese arsenal formal, destinación. Esos cuatro
analizadores simples, sin embargo susceptibles de recubrir unas oposiciones
complejas, le permiten escapar al dualismo repetitivo de Wölfflin. Ellos lo ponen en
medida de establecer unas periodizaciones finitas en el desarrollo de los espacios
de los cuales ellos sirven también a definir la especificidad, y que son propios a
grandes unidades históricas autónomas.
Es una unidad así que representa para Frankl, en la historia del arte
occidental, el periodo comprendido entre los años 1420 y 1900. Él la llama post-
medieval porque ella inaugura por la voluntad deliberada, explicitada en sus
escritos y en sus obras, por Brunelleschi y los artistas del Quattrocento, romper
con el espacio gótico y con su estética. Por primera vez, ese periodo está también
unificado por la integración consiente y voluntaria de referencias históricas.
7
espacio gótico. En cuanto a la tercera fase del post-medieval, los
Entwicklungsphasen la presenta de manera negativa: el espacio arquitectónico
pierde progresivamente su dimensión estética y su complejidad. Haciendo
abstracción de las nuevas técnicas constructivas y del florecimiento de edificios
con estructura metálica, Frankl no considera que la arquitectura neoclásica y
ecléctica. En esa perspectiva, él pone en evidencia el papel jugado a todo lo largo
del siglo XIX por el progreso de la arqueología que consagra “el divorcio de la
historia de la arquitectura con el desarrollo artístico” Ese tiempo de parada
preludia para él el nacimiento, en los países occidentales, de un nuevo espacio,
fruto de una nueva tradición cultural.
8
sabiamente teorizada, como esa del Renacimiento. Ella no sale a la
conceptualización ni en sus creadores ni en sus destinatarios, pero se devela al
historiador analista como la forma estética de una visión del mundo: visión del
mundo informada por esa voluntad de arte (Kunstwollen ) que escapa a las tomas
del lenguaje y que, en la estela de K. Fiedler, Riegl fue el primero en nombrar. La
interpretación iconológica, en el sentido de Panofsky, consiste entonces en poner
la forma espacial de la arquitectura en relación de homología con otras formas
simbólicas sincrónicas (religiosa, cosmológica, política, gnoseológica, jurídica…)
que sugiriendo una aproximación metafórica, mientras que inversamente la
experiencia del espacio arquitectónico permite una comprensión intuitiva y
sistemática de esas formas no artísticas.
9
simbólica del mundo que suplía al conocimiento racional. Ella realiza el primer
paso, el mas inmediato, en la aventura del conocimiento en búsqueda del espíritu
absoluto.
10
mundo que se despliega en un nuevo espacio… Sobre todo, la intuición hegeliana
ha sido desarrollada, detallada, de una parte, en el estudio de las grandes
civilizaciones no occidentales y de sus espacios, de otra parte, en la interpretación
de los espacios creados por la arquitectura occidental.
11
derivar el lenguaje formal completamente de la realidad cultural, su fisonomía
diferente de esa de otra cultura y sobre todo del universo ambiente”. Así,
rechazando para la finalidad de su investigación el análisis de los procesos
técnicos o de las filiaciones, es en la singularidad, frecuentemente multiforme y a
veces prestada (seudomórfica), de sus espacios respectivos que Spengler ve
desvelarse la cultura apoliniana de la Grecia antigua, el universo mágico del Islam,
el alma faustiana del Occidente, o aun el sentimiento cósmico de Egipto que “se
expresa en la única dirección de la profundidad como esencia de la extensión” y
para resumirse “en la palabra de camino”.
12
ingenieros, que ponían en obra los nuevos materiales (hierro, concreto) y las
nuevas técnicas nacidas en el marco de la era industrial: espacios de los trabajos
de genio civil, mercados gigantescos que exponían a la vista el trabajo en tensión
de sus estructuras aéreas… Los arquitectos del movimiento moderno vieron ahí el
anuncio y los medios de una revolución que ellos querían en toda consciencia,
sobre el modelo de ese que fue logrado por Brunelleschi y sus contemporáneos
cuando rompían con el espacio medieval. Pero, esta vez, es la tradición de la
perspectiva con un punto de vista fijo que se trata de relegar, al beneficio de la
mirada errante del observador en movimiento. De hecho, el aporte de las nuevas
técnicas de construcción está integrado en la puesta en marcha de las
vanguardias plásticas de los años 1910: los arquitectos querían apropiarse la
multiplicidad de los untos de vista propuestos por el cubismo, la experiencia
dinámica del espacio tal que la describían los manifiestos futuristas o que
expresaba, desde 1912, la pintura de Marcel Duchamp. Ellos querían conquistar la
dimensión del tiempo y multiplicar así las relaciones potenciales del espacio
edificado. La historia no se sirve más de la caución estética. Las referencias
ocasionales a tratamiento volumétrico o a las proporciones de los monumentos de
la Antigüedad griega, a las formas cúbicas de la arquitectura vernácula de
Estanque mediterráneo o aun a los elementos modulados de los interiores
japoneses no son admitidos que en la medida donde los confirman la visón cubista
o sirven la investigación de estandarización.
13
integración directa del medio ambiente exterior: que este sea acogido al interior
del edificio por un juego de transparencias (Mies van der Rohe), o bien que él
juega un papel dinámico en la estructuración de ese espacio interior (Wright). La
libertad del plano no únicamente refuta las convenciones y las tradiciones del
habitar, sino desestabiliza las costumbres de la sensibilidad estética: Le Corbusier
arremete por la repartición improbable de las columnas cargueras en el espacio a
vivir; Aalto desorienta por unos volúmenes que ningún plano puede traducir; Mies
obliga al contrario estructurar mentalmente un espacio del cual él suprime los
obstáculos y las cualificaciones. Los pioneros del movimiento moderno
continuaran, después de la Segunda Guerra mundial, de engranar el armazón de
sus arquitecturas-manifiestas: en Nueva York, el museo Guggenheim de Wright es
de los edificios que inducen más interesantemente una experiencia insólita y
dinámica de un espacio que es develado y impuesto a medida de un recorrido .
14
reducir a la transparencia mecánica de un muro en vidrio. En guisa del espacio-
tiempo, lo inédito de esas construcciones se resume exteriormente en su cambio
de escala, interiormente en un espacio doméstico en el cual los cerramientos
tradicionales han desaparecido en beneficio de los volúmenes mas bastos,
diversificables, de ahora en adelante estructurados en función de unas redes y
bloques técnicos necesarios a las salas de agua y a las cocinas.
15
ha contribuido a desarrollar a una escala planetaria parece traducir una situación
de crisis, una regresión del espacio arquitectónico por muy paradójica que ella
concibe con una focalización de las ciencias antropológicas sobre el espacio
humano.
16
antropológicas, que conciernen esencialmente la dimensión existencial, y de
alguna manera cotidiana, del espacio concebido, pero dejan completamente la
cuestión de su dimensión estética.
Esa evolución podría bien no ser que una doble involución del espacio
arquitectónico, hacia lo colosal y lo iconográfico. De otra parte, en efecto, se
afirma una estética de lo gigantesco que no traduce mas el sentimiento de la
trascendencia cósmica, sino reflejan el individualismo de un universo de la
concurrencia. En Nueva York y en Chicago, la verticalidad y la densidad de los
volúmenes dejan surgir una belleza no concertada, que parece hacer eco a esa de
los espacios de la alta Antigüedad, sobre todo en los sectores donde permanecen
las masas lithiques, llenas y austeras, levantadas en la Segunda Guerra Mundial.
Pero la estética de lo colosal logra rara vez esa fuerza trágica y llega a disociar y
automatizar sus objetivos. Podemos constarlo, por ejemplo, en París, con el arco
de Defensa : altar singular y solitario al dios insaciable de la técnica.
17
Pero los arquitectos, que llenan de imágenes y decoraciones, no seguían
menos una búsqueda de su falta bajo la forma de un discurso sobre el espacio.
Después de haber descubierto la poética de Bachelard, ellos se apoyaron sobre
unos textos de Heidegger y de sus epígonos y esto es sin duda un señuelo. Ya
que, en esa reflexión sobre el ser de los entes, el espacio en cuestión es por
debajo del espacio de la arquitectura. es una permanencia que es un
Urphenomene, un habitar que no se conquista necesariamente por y en la
arquitectura. Como lo escribe Goethe, citado por Heidegger: “no es necesario
siempre que la verdad se incorpore; es suficiente que, como el cantos de las
campanas su marejada se extienda por el aire, sonría de la necesidad.” En efecto,
la técnica puede bien construir todos los espacios que ella imagina: no se trata por
tanto ni de arquitectura, en el sentido completo de la palabra, ni de ese espacio
que es también ese de la palabra poética si, como piensa M. Blanchot, “hablar, se
establece en ese punto donde la palabra tiene necesidad del espacio para retener
y ser la extensión”.
___________________________________
© 1999 Encyclopædia Universalis France S.A. Tous droits de propriété intellectuelle et industrielle réservés.
18