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Renato Ortiz
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•
!TESO
El ESriKITUVIVIFICA
CIENCIAS SOCIALES, GLOBALIZACIÓN Y PARADIGMAS
Renato Ortiz
Pensar las ciencias sociales r<~qui~r~ dr. llllít ltlr.tu:lón t•ndoblada tanto en
relación con el pasado como con el htturo, y clr UIIM preocupación
constante por la tradición y por los c:amhlo11. 1Hl(o t'rtlubhula porque las
transformaciones recientes nos obligan a romlclrr1t1 llr lhrrm& radical y
sistemática los problemas que nos cnvuclvrn, y 110 r• pur rl 11ólo hecho de
que nos enfrentemos con el final del siglo, a 1111 llf'l' c¡ur nr.y~r~amos en las
profecías milenaristas, lo que resultaría dt~sastroMu (Htm 1111 c·lrntUlco social:
las fechas históricas tienen sólo un valor rdativu. l.MII dC'nt:hu sociales
poseen una historia ya consolidada aumpw mudto dr lo '1'"' IIC' haga en la
actualidad nos parezca insuficiente. Dt~ ahr d lllll'l(ilnirnlo dr. estudios y
diagnósticos que buscan su restructuraciún, como rl C:ltlltl del informe
patrocinado por la Comisión Gulbenkian. CiC'rlalllt:lll~ 11«' trata de un
1
l. Wallerstein, Immanuel (coord.) Para abrir as ciincias sociai.1, Corl~l, S~to l'aulo, 1996
En español: Abrir las ciencias sociaws, CIIH-UNAM/Siglo XXI, México, 1\l!lli.
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2. Sobre la querella entre los antiguos y los modernos véase: Nisbet, Robert. Histmy ofthe
idi!a ofprogress, Basic Books, Nueva York, 1980.
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4. Un texto que trata este aspecto de manera inteligente es: Bourdieu, P.,J.C. Passeron y
J.C. Chamboredon. Le métier de sociowgue, Mouton, París/La Haya, 1973. En español: El
oficio de soci6wgo, Siglo XXI, México, 1975.
lENATO ÜRTIZ 23
en el siglo pasado. Una "ley" debía ser una explicación que aislara elemen-
tos atemporales que, en principio, podrían articularse en forma estruc-
tural. Cada uno de esos elementos constituiría un eslabón de una cadena
=explicativa. La idea de "ley sociológica" presupone así que los hecqos
so~;iC!les sean transhistóricos, lo que evidentemente no es verdad. De ahí lit
diftcultad para establecer explicaciones genéricas que involucren de m4-
nera simultánea formaciones sociales radicalmente distintas como las
soc;iedades primitivas y las sociedades modernas. Este tipo de interpreta-
ción, recurrente en el pensamiento evolucionista (baste recordar las "leyes
de los tres estados" en Comte, o los trabaJos de Tylor sobre la mente
primitiva), olvida que la ~!!xplicación sociológica está marcada por la
historicidad.
No resulta casual que autores tan diversos como Jean Claude Passeron
y Octávio Ianni utilicen imágenes similares para caracterizar la práctica
sociológica: hablan de la sociología como estenografía o taquigrafía de la.
realidad. 5 La comparación resulta sugerente. La taquigrafía y la estenogra-
fía son lenguajes sintéticos, formas abreviadas de enunciación. De la
riqueza de la lengua, de sus articulaciones y vericuetos, se retienen sólo
algunos trazos. Las notaciones taquigráficas o estenográficas incluyen así
un grado de abstracción que ciertamente la amplitud de la lengua no tiene.
Por ser más simples y reducidas ganan en universalización. Sin embargo,
este movimiento de universalización nunca se completa, pues los trazos de
esas escrituras se encuentran presos por la "literalidad de los enunciados"
a los residuos del contexto. El pen~miento sociológico representa siempr-e
una traducción, una mediación entre el ideal de la universalización ~ue
resulta necesario) y el enraizamiento de los fenómenos sociales. Por ello
la noción de paradigma, en el sentido en que la definía Kuhn, resulta
impropia para la caracterización de la naturaleza de las ciencias sociales
(Kuhn, 1975). Un paradigma es un referente teórico cuya validez se funda
sólo en' formulaciones abstractas. El paradigma entra en crisis cuando ya
no consigue explicar un conjunto de contradicciones que nacen del
propio seno de su orden explicativo. El impulso de cambio proviene de
una necesidad interna del sistema teórico que por resultar insatisfactorio
necesita ser revisado. Un paradigma es algo ahistórico, premisa que cier-
tamente no se aplica a la comprensión de las sociedades. En rigor, debe-
ti. Ianni, Octávio. "A sociologia numa época de globalismo", en Ferreira, Leila C.
(coord.), A sociolog;ia no lwriwnte do Século XXI, Bottempo, Sao Paulo, 1997.
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riamos decir que las ciencias sociales no son paradigmáticas, que operan
según otra modalidad. 6
La historicidad del objeto sociológico nos permite también entender
los desarrollos regionales y nacionales de las disciplinas. La historia de las
ciencias sociales es distinta en los diversos lugares en donde se enraíza.
Para evitar posibles malos entendidos clarifico mi argumentación: no se
trata de retomar el viejo debate sociología importada contra sociología
autóctona, vigente en los años cincuenta y sesenta en América Latina. Para
diversos autores -en Brasil, Guerreiro Ramos (1995) representa esta c<r
rriente de pensamiento-, la sociología debería ser un saber nacional, es
decir, un conjunto de métodos y de técnicas de investigación adecuados a
las realidades de cada país. De esta manera se preconizaba la existencia de
una "teoría nativa" que en principio sería superior y radicalmente opuesta
a las explicaciones exógenas (para muchos una prolongación cultural del
colonialismo). Dentro de esta perspectiva existe una ruptura entre la
"ciencia importada", o sea, europea y. norteamericana, y la "ciencia autén-
tica", cuya validez se confirmaría únicamente por su vocación nacionalista.
Esta forma de pensar estaba fuertemente marcada por una visión ideoló-
gica, pues se entendía por sociología un saber cuyo objetivo central sería
la "salvación nacional", un conocimiento al servicio de la solución de los
problemas socioeconómicos de cada país. Esta visión militante está por
completo desprovista de sentido. Ya en los años cincuenta y sesenta muchos
autores latinoamericanos (un tanto a contracorriente del ardor naciona-
lista de la época) la criticaron con razón. 7 Los procedimientos metodoló-
gicos son parte de una subcultura científica que trasciende la realidad de,
los lugares en particular. No existen dos ciencias, "central"/"periférica",
"occidental"/"oriental;;' "burguesa"/"proletaria", como si cada uno de
sus compartimientos encerrara verdades equivalentes y particulares. El
patrón de trabajo intelectual no se encuentra determinado por las especi-
6. Es común encontrar en los debates sobre las ciencias sociales la siguiente afirmación:
"el marxismo dejó de ser un paradigma a partir de la crisis del bloque soviético". Se
trata de una afirmación por completo ajena a los términos kuhnianos. En caso de que
el marxismo fuese un paradigma, lo que en efecto no es, las transformaciones del
bloque soviético, que son de naturaleza histórica, para nada habrían interferido con
su validez epistemológica.
7. En Brasil este papel le corresponde principalmente a F1orestan Fernandes. Véase: "O
padrao de trabalho cien tífico dos sociólogos brasileiros", en A sociologia no Brasi~ Vozes,
Petrópolis, 1977.
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8. El mismo debate que se verifica en América Latina se reproduce en Japón, donde las
ciencias sociales, fuertemente marcadas por el nacionalismo, contraponen el pensa-
miento "oriental" al determinismo racionalista "occidental". Véase: Dale, Peter. The
myth ofjapanese uniqtuness, Routledge, London, 1986. .
9. Sobre el estudio de la cultura popular en la Europa del siglo XIX y su relación con la
sociología y la antropología, véase: Ortiz, Renato. RnmO.nticos efolcloristas, Olho d 'Agua,
Sao Pauto, 1992.
RENATO ÜRTIZ 27
11
10. Hoy resulta común encontrarse con historiadores que hablan de la cultura de los
desamparados, subrayando una orientación de la historia desde abajo. Se olvida, no
obstante, que este tipo de interpretación es muy reciente. Es sólo a partir de mediados
de los años sesenta que los historiadores franceses comenzaron a interesarse por la
temática de la cultura popular. Véase: Muchembled, R Culture populaire et culture des
élites, Flammarion, París, 1978.
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11. Véase: Passeron, J.C. "História e sociología: identidad e social e identidade lógica de
urna disciplina", en O raciocínio sociológico, Vozes, Petrópolis, 1995.
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.
sociedad estaría definida por fronteras seguras, distante de las implicacio-
nes de orden cultural, estéticas y religiosas. /
A estas identidades disciplinarias se sobreponen aun otros tipos de
especializaciones, subdisciplinarias (sociología urbana, antropología indí-
gena, políticas públicas, historia del arte), y otro tipo de áreas (comunica-
ción, orientalismo, japonología), cada una de ellas orientada a aspectos
específicos de la realidad social, sea un tema, "lo urbano", o una región,
"el Oriente".
¿Cómo entender este movimiento de multiplicación de fronteras? Si
se retoma la clase inaugural de Max Weber sobre el oficio del científico
puede plantearse un argumento. La especialización se vincula con la idea
del progreso. La acumulación del conocimiento se hace mediante un
proceso de división del trabajo, forma de realización de un análisis más
detallado de un determinado fenómeno social. En este sentido Durkheim
afirma que la sociología no puede constituir un saber genérico, que debe
especializarse (Durkheim, 1975). Por esa razón son importantes las inves-
tigaciones empíricas, que generalmente se agrupan en torno a las subdis-
ciplinas y las áreas. Se enfocan en aspectos específicos que, vistos en el
contexto de determinados universos, permiten contar con detalles y enri-
quecer el análisis. En este sentido yo diría que la especialización incluye
un valor positivo.
No obstante, el desarrollo de las ciencias sociales durante el siglo XX,
con la formación de las universidades, centros e institutos de investigación,
departamentos, avanzó en sentido inverso. La especialización disciplina-
ria, subdisciplinaria y temática alcanzó un grado tal que comprometió la
frontera de la ciencia social. En otras palabras, esta primera delimitación,
necesaria para el desarrollo de un saber autónomo, genera límites en su
interior que imposibilitan su propia realización. Movimiento de fragmen-
tación que ya no atiende al mejoramiento del conocimiento sino a los
intereses de grupos profesionales que se disputan los presupuestos de
investigación y las posiciones de autoridad en el campo intelectual (Bour-
dieu, 1984). Un ejemplo lo representa el orientalismo. Se trata evidente-
mente de un universo en cuyo interior se acumulan tesis e informaciones
de importancia mayor. Cualquiera que pretenda estudiar el mundo mu-
sulmán debe necesariamente tomar en cuenta lo trabajado con anteriori-
dad por parte de los especialistas. Sin embargo, por estar confinados en
límites seguros, un conjunto de problemas dejan de formularse, muchas
veces por incómodos, ya que involucran intereses personales e ideologías
RENATO ÜRTIZ 31
políticas. Por esa razón un autor como Edward Sapir diría que el orienta-
lismo se transformó en un "discurso de poder", esto es, en una ideología
que legitima un conjunto de prácticas en relación con el mundo árabe, no
obstante sin contar con la capacidad de dudar sobre su propio fundamento
(Said, 1990). Algo semejante ocurre en relación con las disciplinas. La falta
de diálogo entre ellas no proviene de una dificultad epistemológica sino
que es simplemente la expresión del endurecimiento de las fronteras
disciplinarias. En rigor, la construcción del objeto en las ciencias sociales
no se vincula con una o con otra disciplina; no hay nada que de antemano
fye por necesidad nuestro interés en éste o en aquel universo disciplinario.
Sin embargo, la tradición de cada disciplina tiende a predeterminar las
preguntas, los asuntos, las técnicas de investigación y la teraúo.ología que
se emplea por parte de los investigadores. Ello nos encierra en una trampa
cuya función es básicamente la reproducción de las certezas adquiridas.
Las fronteras alimentan así el conservadurismo intelectual. Se pierde no
sólo en lo que se .refiere a la comunicación (las disciplinas dejan de
conversarunas con otras) sino sobre todo en lo que respecta a la creatividad,
pues las cuestiones que podrían plantearse desde un punto de vista
transdisciplinario se consideran como improcedentes dada la perspectiva
interna de cada disciplina. 12
Las discusiones que prevalecen acerca de la ínter y de la transdiscipli-
nariedad revelan justamente este insatisfactorio aspecto del desarrollo de
las ciencias sociales. Son ya varios los intentos por evitar los problemas que
proceden de esta fragmentación del trabajo: constitución de núcleos de
investigación alrededor de temas específicos reuniendo investigadores
de diversos horizontes; programas de formación profesional y de investi-
gación científica que trascienden las disciplinas; incentivos a la formación
pluridisciplinaria de los alumnos de posgrado. El informe de la Comisión
Gulbenkian realiza, en este sentido, una propuesta atrevida: la obligatorie-
dad de la doble adscripción departamental para los profesores (Wallers-
tein, 1996: 146). Todas esas sugerencias, muchas de ellas ya puestas en
práctica, incluyen, sin embargo, una dimensión institucional. Creo, por
tanto, que el tema de las fronteras nos da la oportunidad de reflexionar
12. Un texto sugerente que realiza una crítica pertinente de las dificultades que representa
un área de estudio, en este caso lajaponología, es: Reader, Ian. "Do we need more
japanese studies or less?", enjapanFarum., vol.l7, núm.l, 1995.
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14. En el caso brasileño este proceso de autonomización se llevó a efecto en Jos años cuarenta
y cincuenta. Véase: Arruda, M.A. "A sociología no Brasil: Flores tan Fernandes e a escola
paulista", en Miceli, S. (coord.), Histária das ciincias sociais no Brasil, vol.n, Sumaré, Sao
Pimlo, 1995. Acerca del ensayismo como lenguaje específico del pensamiento brasile-
ño, véase: Rugai Bastos, Elide. "O ensaísmo dos anos 20 e a formac;:ao nacional", en
Boletim de Intercambio, núm.5, Río de Janeiro, 1986.
34 PENSAR LAS CIENCIAS SOCIALES HOY
todavía más tardía (data de los años sesenta, setenta y, en algunos países,
de los años ochenta). La crítica al ensayismo revela, por tanto, la
necesidad de trazar el horizonte de una disciplina todavía desconocida. Su
contorno, de hecho, es aún vago; resulta preciso afirmarlo con mayor
énfasis, lograr mayor nitidez.
Pero ¿qué decir de ahora cuando las ciencias sociales ya cuentan con
una historia consolidada? Si consideramos la idea de "frontera" en el
sentido de especialización, creo que resulta posible imaginar las cosas de
otra manera. Si uno de los problemas con que nos enfrentamos es el de la
fragmentación del trabajo, de la segmentación disciplinaria, el ensayo
podría considerarse como una artimaña para romper con esta ausencia de
comunicación. Justamente por su condición de libertad, es decir, por no
mantenerse preso en la tradición de cada disciplina o área temática, el
ensayo tendría mejores oportunidades para escapar del conservadurismo
vigente. No estoy proponiendo, desde luego, su consideración como
sustituto de la reflexión analítica o de la investigación empírica; ello
resultaría insensato. No estoy alimentando tampoco una visión idílica o
romántica de la escritura ensayística (como los posmodernos en antropo-
logía). Tampoco creo que hoy resulte posible la escritura de textos a la
Ortega y Gasset. El eclecticismo de los autores anteriores resultó posible
dentro de una situación histórica específica en la que el pensamiento social
se estructuraba según otros parámetros. Pienso en el ensayo como la forma
deliberada de propiciar un corto circuito en las barreras impuestas por las
especializaciones. Deliberada en el sentido de una acción controlada cuyos
objetivos resultan explícitos. Esto significa que debe tomar en cuenta el
conocimiento que se acumula al interior de las especialidades; negarlo
sería desconocer la validez de las informaciones, de las verdades construidas
en cada una de ellas. Vi~ar de una disciplina a otra, de área en área, implica
transitar por las fronteras a partir de saberes ya constituidos. Desde esta
perspectiva la escritura ensayística, por trascender las especialidades, pue-
de funcionar como un estímulo al trabajo intelectual. Al escapar de la
· rutina disciplinaria se abre la posibilidad de imaginar nuevas hipótesis,
proponer cuestiones desde un punto de vista móvil y no enraizado en
lugares institucionales. Preguntas y dudas que, de regreso, podrían cobrar
un impacto positivo para el avance de las investigaciones realizadas en cada
una de las especializaciones existentes.
Convendría ahora reconsiderar la pregunta inicial anterior a esta
digresión. De la misma forma que los límites nacionales no desaparecen
RENATO ÜRTIZ 35
TTT
15. Fue éste precisamente el procedimiento que utilicé para la realización de Mundializarao
e cultura (Brasiliense, Sao Paulo, 1994).
38 PENSAR LAS CIENCIAS SOCIALES HOY
16. La crítica de Bourdieu a esta tendencia de naturalización de los conceptos resulta aquí
pertinente. Véase: "Lajeunessen'estqu'un mot", en Questions desociologie, Minuit, París,
1980.
. 40 PENSAR LAS CIENCIAS SOCIALES HOY
17. El trabajo de Maxime Rodinson es clásico: Islam y capitalismo, Siglo XXI, México, 1973.
18. Véase: Morishima, Michio (1982). Capitalis1TU! et confucianis1TU!, Flammarion, París.
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19. La literatura nihonjinrcm congrega un conjunto de textos que explican a Japón a partir
de un punto de vista centrado en el nacionalismo japonés.
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Estados Unidos a fines del siglo XIX, generando una tradición que se
prolonga hasta hoy. No puede olvidarse que el argumento "recursos que
se invierten en la investigación", y que resulta más abundante en los países
centrales, tiene también un papel determinante. De nada serviría imagi-
narnos el desarrollo de las ciencias sociales como un universo por comple-
to reflexivo y sin compromisos, distante de su materialización en departa-
mentos universitarios o institutos de investigación.
Existe, sin embargo, una dimensión que me gustaría recalcar, pues se
relaciona en forma directa con la problemática de la globalización. Ya
había anotado que los temas fundadores de las ciencias sociales en América
Latina son distintos de los que han sido materia de los pensadores euro-
peos. Agrego ahora otro elemento: en América Latina, en particular en lo
que respecta a disciplinas como la sociología y la ciencia política, la
discusión se centró históricamente en torno a la inacabada modernidad:
"ideas fuera de lugar", "ausencia de una revolución burguesa", "forma-
ción incompleta del Estado-nación", "inconsistencia en la formación de
los partidos políticos", "democratización restringida", "imposibilidad de
construcción de una cultura ciudadana". Yo diría que persiste una idea
fundamental que permea la totalidad de estos temas, la de la falta, 1(,1.
ausencio.. Pueden ennumerarse varias maneras en que los temas\e aborda-
ron, pero existe una constante que atraviesa el siglo, una tecla que nos
remite al mismo punto de manera invariable: el de la identidad nacional. 20
Es verdad que esta identidad se trabajará de manera diferencial a lo largo
de la historia, conforme a las inclinaciones teóricas e ideológicas de los
autores, pero la preocupación por la pregunta ¿quiénes somos? perman~
ce. La temática de la identidad·constituyó, así, el móvil de los artistas (J,os
modernistas en la década de los veinte), les políticos, ios literatos y lo~
intelectuales. Pero ¿qué significa esta ausencia? Toda identidad implica la
existens:i;¡,.Qe, una .refers:n.cia..~latinoamericanas· la
repreaenta la modernilllad. Por ello, para responder a la pregunta ¿quiénes
somos? debtamos pasar · necesariaJ!lente por una cuestión preliminas
~qut}U.9 que np t_()IDOS\1 La ausencia es justo la distancia que mide el
desfasamiento entre- aquello que anhelábamos ser y lo que somos en
realidad. Dentro de esta perspectiva, la construcción del objeto sociológico
Bibliografía