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Murad, David Sebastián - DNI: 33207311.

Cátedra: Bigalli, C. - Com.: 0064.

Miércoles de 17:00 a 20:00 hs.

Fecha de Entrega y Defensa: miércoles 23 de noviembre de 2011.

Ensayo Final: “Sodoma y Gomorra”:

 Sodoma y Gomorra – Génesis 19 (Antiguo Testamento):

Antes de exponer este breve comentario sobre el texto bíblico elegido, es


necesario aclarar que en función del abordaje que se hará del mismo, podrá
perfectamente advertirse que pudo haberse optado por el texto de “El Diluvio
Universal” en su lugar. El hilo común a ambos pasajes bíblicos, a nuestro modo de ver,
es el mecanismo discursivo con que “Dios” LEGITIMA el castigo divino; fundamento
constituido y representado en los personajes de Lot -en “Sodoma y Gomorra”- y Noé
-en “El Diluvio Universal”-.

Así las cosas, adelantamos de alguna manera, entonces, la perspectiva con que
atravesaremos el capítulo 19 del Génesis, pues muy a pesar del genocidio padecido por
los habitantes de las ciudades de Sodoma y de Gomorra, al acento de nuestro ensayo
estará dado por la presencia y significación de los personajes de Lot y su familia en esta
particular historia.

En un corto resumen del texto, y a los efectos de precisar la sencilla base


interpretativa que del mismo hemos hecho, y de la cual derivaremos las observaciones
de nuestro ensayo, podemos decir que Dios destruye -castigo divino de por medio- las
ciudades de Sodoma y Gomorra, debido a los pecados cometidos en exceso por sus
habitantes. Dejamos de lado aquí el debate existente sobre si los ciudadanos castigados
respondían de sus pecados por practicar la homosexualidad, entre otros actos; no por
restarle importancia al tema, pues no sería poca cosa advertir que tenemos un Dios

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homofóbico, con todas las consecuencias que este discurso ha tenido a lo largo de la
historia -a pesar tampoco de ser un gran descubrimiento-, sino porque téngase el plexo
axiológico que se tenga sobre lo que constituye o no un pecado para Dios, nuestro
análisis girará en torno a la legitimación del castigo en términos de auto-
determinación/determinación del individuo pecador: es decir, su libertad.

Precisamente por esto, nuestras observaciones apuntan a la figura de Lot y de su


familia, quienes en el relato fueron advertidos por Dios -a través de dos ángeles- de la
destrucción de la ciudad, con el objetivo de salvar sus vidas.

Es en este punto donde se produce un quiebre en el objeto cognoscente de Dios.


Hay personas buenas y personas malas o pecadoras. Dios no castiga a la humanidad por
llevar de manera intrínseca, inherente a su ser, el pecado adentro suyo. El relato bíblico
cuida discursivamente de no caer en un determinismo absoluto, ya que si así lo hiciera
no habría retribución, el castigo divino perdería todo sentido. Y es que, como expuso
con gran coherencia el profesor P. Dorado Montero, si estoy determinado, no puedo ser
responsable de nada.

El efecto que el texto bíblico hubiera tenido, sin la presencia de Lot, podría
haber sido catastrófico. Con un marcado pesimismo, la inevitable conclusión sería que
el ser humano está determinado a ser pecador. Dios se habría quedado corto en destruir
las ciudades de Sodoma y Gomorra, y debería haber limpiado al ser humano de la faz de
la Tierra (devorándose también a sí mismo). De allí a la rebelión del hombre contra
Dios no habría mucha distancia. Desafortunadamente, tenemos a tipos como Lot, que a
pesar de su mundo circundante, con actitudes claramente sociópatas, retroalimentan el
mecanismo discursivo, sirviendo de molde para fundar una doctrina opuesta: la del libre
albedrío absoluto. En otras palabras, la existencia de Dios reposa en la de Lot.

Lot y su familia son la excusa perfecta para legitimar la destrucción de las


ciudades de Sodoma y de Gomorra. Lot es la representación de la libertad absoluta. Es
la contracara, el anverso del mal ejercicio de libertad ejercido por los habitantes
pecadores. Si Lot pudo mantenerse alejado del pecado, entonces todos pueden hacerlo.
Es una opción vinculada al esfuerzo individual, y ajena al contexto socio-cultural,
existencial del ser humano de carne y hueso. El pecado, claro está, es universal. El buen

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hombre de Dios también lo es. La opción entre uno y otro está en manos del libre
albedrío de cada uno.

Así es como el relato bíblico justifica el castigo divino. Cuidándose de retribuir


libertad; discurso criminológico que nos recuerda al esbozado por G. Gentile -ideólogo
filosófico y pedagógico del fascismo, y Ministro de Educación del Duce-, para quien
siempre hay libertad, dejándose la cuestión de la imputabilidad a la punibilidad, pero
siempre aplicando un castigo, trátese ya de una pena o de una medida de seguridad.

Como anticipamos, el mismo razonamiento puede seguirse del texto de “El


Diluvio Universal”, donde Dios elimina todo ser viviente del mundo, salvando a Noé y
a su familia, para que luego -borrón y cuenta nueva de por medio- éstos re-pueblen la
Tierra. Cualquier similitud con las teorías Nazis que terminaron con los desafortunados
acontecimientos que todos conocemos, es pura consecuencia.

Sin embargo, cabe un serio cuestionamiento a la idea de que el ser humano es


absolutamente libre. Desde luego, existen muchísimos cuestionamientos autorizados,
aunque nosotros nos referíamos y limitamos al que podría extraerse -con relativo
carácter manifiesto- del pasaje bíblico en examen. Se trata de la siguiente pregunta: si el
habitante pecador de Sodoma y de Gomorra, sabe que al incurrir en sus actos va a sufrir
un castigo divino, ¿por qué aún así peca? Sería una encubierta inversión lógica contestar
que “peca porque es castigado”. El texto del Génesis no avanza a este respecto, y no lo
hace con perversa inteligencia, pues era difícil -aun en esos tiempos- sostener que la
persona peca porque le gusta morir calcinada bajo el fuego y el azufre; lo mismo que
hoy en día es irracional y falso sostener que el pobre es pobre porque quiere.

Más aún, si Dios nos da la libertad de elegir entre pecar y no pecar, pero al
mismo tiempo asegura el castigo divino del pecador, ¿existe realmente una libertad allí?
La interrogante nos lleva a examinar otros factores determinativos existentes en las
ciudades destruidas, que bien podrían paliar y debilitar esta pretendida libertad
absoluta. Claro está, la debilidad apuntada se lleva consigo la fuerza legitimadora del
castigo divino. Hasta podría hacernos dudar de las actitudes sociópatas de Lot y de su
familia. Pero no avancemos tanto; nos contentaremos con señalar que la falsedad de la

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premisa del libre albedrío, que legitima el castigo de Dios, se muestra evidente a poco
se analice la propia letra del texto bíblico.

El razonamiento es similar al que se hace de un fumador que sabe que cada


cigarrillo que termina, lo acerca un poco más al cáncer de pulmón -sin mencionar la
disminución inmediata y constante de su calidad de vida-. El fumador responde que
sabe que se está matando, pero que elige él mismo la conducción de su vida. No es que
exijamos la espontánea racionalidad de un sujeto de estas características, pero es claro
que hay allí, en esa actitud irracional, muy poco de libertad. Habrá que buscar los
factores determinativos que la modelen; habrá que indagar -como diría J. P. Sartre- en
su libertad existencial.

Al fin de cuentas, el castigo divino de Dios pierde legitimidad. Pretende retribuir


libertad con un alcance impropio y contradictorio del concepto. Dios entiende la libertad
en términos inhumanos. Exige lo imposible, y bajo el manto encubierto de su falsa
posibilidad, representada en Lot y su familia, realiza nada más y nada menos que un
genocidio; aunque a uno finalmente le quede la sensación de que Dios es uno de esos
individuos que difícilmente caiga en las redes de la criminalización secundaria, y quede
impune por protección política.

David S. Murad

DNI: 33.207.311

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