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Ser optimistas

Decidí hace unos meses no buscar noticias. Es decir, me entero de las que llegan, de las
que es imposible no saber y que hacen parte del día a día. Cuando se ama leer y escribir
como lo hago yo y cuando te mueve lo público esta es una dura decisión. La razón de mi
elección, fue el tufillo de tristeza y pesimismo de las noticias nuestras.

De eso quiero hablar hoy, de la necesidad que tenemos de ser optimistas.

Estoy convencida que quien no lo es, va en contravía de la vida, de las personas y el


devenir diario. Por experiencia sé que el optimismo es necesario. En mi vida anterior
era triste y opaca, talvez por el marco de relaciones que tuve y que terminaron
acorralándome en un cuadrado oscuro.

Como le sobreviví a eso, me prometí vestirme de buena actitud y dar testimonio de los
réditos de imaginar un mundo mejor. Los optimistas somos activos, risueños y para
muchos ilusos. A lo que me opongo, pues para ser feliz hay que trabajar mucho.

¿Por qué?

El cerebro réptil que tenemos, está predispuesto a sobrevivir, tiende a defenderse


siempre y tiene miedo a los cambios. Entonces si lo dejamos actuar, nos deja sin ganas,
temerosos, tristes e inmóviles.

La buena noticia es que la mente y las emociones, como la buena letra y los músculos,
se trabajan. En la mente de cada uno, que se puede entrenar, está el cuarto de control
para mejorar nuestras vidas.

Cuando se es optimista, la buena actitud, nos permite lograr ventaja de las situaciones,
y no ver todo como problemas sin solución.

De igual forma, la aceptación de los otros, juega un papel importante. Y ahí, redes
sociales y tecnologías, inciden en el dilema de estar conectados. El afecto sano, pero eso
no se logra vía like. Mientras no logremos entendernos y fortalecer relaciones con los
otros, para saber la sociedad que necesitamos, será difícil trabajar para lograrla.

Además, no debe pensarse que ser felices es solo placer. Para nada, la meta es tener
vidas placenteras, con comprensión, entendimiento, sentido, bienestar, alegría,
experiencias surtidas y muchos cuestionamientos, eso es necesario. ¿Qué tal una vida
libreteada y plana? Sería fatal.

Otra cosa es que cada uno es feliz a su manera y a su ritmo: la felicidad es subjetiva y
depende de cada persona y lo que esta haga para lograrlo. Por eso es bueno no parar,
seguir adelante y tener la actitud de crecer y hacer las cosas, pese a los obstáculos que
existan.
Seguir nos permite saber ¿hasta dónde somos capaces de llegar? y esto le favorece a
nuestro entorno. Las sociedades felices son resultado de la sensación subjetiva de sus
individuos, sumada a los tangibles: transparencia, corrupción, generosidad social,
solidaridad y ayuda, que debemos fomentar si queremos tener en paz el cerebro reptil
que llevamos dentro.

Por eso es oportuno trabajar y vivir hoy, vivir un día a la vez, administrar las emociones
y las relaciones humanas no sólo las virtuales. No se trata de ser felices siempre, la
apuesta está en desafiar los reveses básicos con los que viene cada día. Doy fe que
funciona y es benéfico.

© Maritza Zabala Rodríguez


@mazarito1

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