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Una novela de
Rafael Pezoa
Estimada Señora Julieta:
Usted no me conoce y tampoco tendría por qué hacerlo. Nunca nos hemos visto ni hemos
hablado y hasta hace unos cinco años usted era para mí una completa desconocida. Sin embargo
hoy se mucho de usted y sobre todo se muchas cosas que a usted le interesan y que podrían
menguar las angustias que aquejan su espíritu.
Hace ya casi una década, su esposo falleció en extrañas circunstancias, dejándola en la
más completa incertidumbre y para aliviar esa incertidumbre es que le escribo.
Yo no sé si usted cree o no en la vida más allá de la muerte y no debe importarme tan
poco, sólo me remito a cumplir la misión que se me ha encomendado. Aquella misión ha
consistido en reunir la mayor cantidad de antecedentes, ordenarlos y redactar la historia que le
envío a continuación.
Yo formó parte de esta historia, pero cuando hablo de asuntos que me atañen, enfrento el
relato en tercera persona, como narrador omnisciente, que es la condición que otorga tener como
fuente de información los testimonios de los muertos. Además mi historia no es lo más
importante. Lo fundamental es que usted conozca la generalidad del asunto y entienda como se
fueron sucediendo los hechos, para que pueda completar el puzle que se ha apoderado de su
pensamiento. Las piezas que le faltan se las entrego a continuación. Por favor lea con atención y
evite hacer juicios hasta conocer todos los antecedentes.
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La Familia
I
En el invierno de 1978 nació Gabriel Gracia de Triana Espanolick. Ese
mismo día falleció su madre, la señora Kurova Espanolick, dejándolo al cuidado de
su padre Fernando Gracia de Triana, que se dedicaba a ilustrar libros de cuentos.
El feliz nacimiento de Gabriel y el sentido fallecimiento de Kurova sucedieron en el
hospital Carlos Van Buren de Valparaíso. Era viernes en la tarde y llovía.
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La observó largo rato oculto tras un árbol, intentando descifrar el origen de
la enorme inquietud que su avistamiento le provocaba, hasta comprender que la
soledad de ella había conmovido su propia soledad.
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lugar para malos entendidos, creciendo entre ellos un amor tranquilo, armonioso y
para todos los demás, extraño.
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II
Hasta que cumplió siete años, el mundo de Gabriel estuvo reducido al
interior de la casa en que siempre había vivido y a las conversaciones que
sostenía con Anastasia Pérez, la niñera que había contratado Fernando, para que
se ocupara de cuidarlo mientras él leía, escribía y recordaba a Kurova en la azotea
de la casa, donde permanecía encerrado desde su viudez.
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había vivido su vida de tal manera que no obstante ser un asesino, fue capaz de
generar en torno a su leyenda, amor, gratitud y veneración.
III
De este modo, el mundo del Pequeño Gabriel tuvo dos grandes influencias:
la candidez e ingenuidad de los cuentos de hadas, representado por su padre,
donde reinaban la fe, las buenas acciones y los niños, y por otra parte, la
oscuridad de los cuentos de misterio, donde reinaban la noche, la muerte, la
astucia y los adultos, representado por Anastasia.
Cada uno de estos mundos tenía sus mártires venerados y ambos estaban
en el cementerio: el del mundo de las hadas estaba en el cementerio católico y era
su madre, a quien visitaba constantemente llevando flores, tomado de la mano de
su padre. El del mundo de la oscuridad era el cenotafio de Dubois, en el
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cementerio de Playa Ancha, a quien visitaba constantemente llevando velas,
tomado de la mano de la señorita Pérez.
IV
El mismo día que Gabriel cumplía siete años, Anastasia Pérez se acercó a
Fernando para recordarle que su hijo debía asistir a la escuela. A él le pareció que
todavía estaba muy pequeño para salir de casa; pero Anastasia le explicó que,
aun cuando Gabriel ya sabía leer hace tiempo, porque ella misma le había
enseñado, necesitaba ejercitarse en matemáticas y ciencias.
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cometer los mismos errores siendo bueno y obediente desde el principio, aunque
la idea no lo entusiasmaba en absoluto.
La mañana del primer día de clases, llegó antes que todos los demás niños.
Por no saber qué hacer, se sentó en el asiento justo al frente del escritorio de la
profesora. Observó con disimulada curiosidad al resto de sus compañeros que no
se atrevían a entrar y miraban con temor desde la puerta, tomados de la mano de
sus madres. Gabriel pensó también en su madre, pero no tenía ningún recuerdo
de ella y sólo pudo visualizarla como en el rígido retrato que ocupaba un lugar de
honor en el salón de su casa.
Los niños fueron ingresando lentamente y cuando cada uno estuvo sentado
en su asiento, la profesora seriamente comenzó a pasar la lista del curso.
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V
Hasta muchos años después Gabriel pudo recordar la lista del primer año
de enseñanza básica. Regularmente se sorprendía a si mismo repitiendo
mentalmente y en orden alfabético aquella sucesión monótona de apellidos, para
distraerse en algo durante las horas muertas y cuando no podía dormir, repetía la
lista de memoria, una y otra vez, como quien cuenta ovejas, pero siempre, aunque
fuera casi imperceptible, se demoraba un poco más al pronunciar: “Riquelme Soto
Josefina” el nombre de la persona cuyo trágico destino le había ennegrecido el
corazón:
VI
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Al final de la clase, la escuela no le pareció tan terrible y fue tal su alivio,
que el resto de la tarde estuvo de un ánimo excelente. Caminó de regreso a casa
en compañía de Anastasia, quien había ido a buscarlo a la salida de la escuela,
disfrutando de todo el paisaje que le ofrecía la ciudad.
Miraba los cerros repletos de colores, olía el aire del mar y escuchaba a las
gaviotas que confundían sus graznidos con el ruido vital del puerto. Era tan
notorio su buen ánimo, que incluso fue capaz de contagiar a Anastasia, quien en
un arrebato de entusiasmo lo invitó a comer helados en una confitería que
encontraron al pasar.
VII
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Aquel cocodrilo le pareció poco más que un garabato y aunque no dijo
nada, su gesto reprobatorio ante semejante mamarracho fue tan notorio, que la
niña indignada le reprochó:
-¡Si eres capaz de dibujar un perro mejor que el mío entonces hazlo!-
Gabriel se sorprendió al ver la cara que ponía la niña cuando hubo visto el
perro que el había dibujado e incluso llegó a sonreír cuando ella dijo:
VIII
En los recreos solían dirigirse a los sectores más recónditos del patio de la
escuela a capturar insectos, los que después lanzaban sobre alguna telaraña para
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observar cómo eran devorados, o bien los descuartizaban lentamente para ir
estudiando sus partes con una lupa, la que ocasionalmente utilizaban quemando
filas de hormigas los días soleados.
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Ovidio
Ovidio se había dedicado a la pedagogía para tener contacto con los niños
en su estado más puro, cuando todavía estaban inmaculados y eran felices. Le
gustaba observar como a los más tímidos se les erizaba hasta la piel cuando se
paseaba junto a sus asientos y le gustaba porque sentía que en ese temor
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desaforado radicaba la verdadera inocencia: mientras más miedo siente un niño,
más ingenua es su concepción del mundo y mientras más ingenua es su
concepción del mundo, más desamparado resulta su aspecto y mientras más
desamparados se vieran los niños, más lo conmovían, porque aun no habían sido
endurecidos por la tragedias crueles, inherentes al transcurso de la vida.
II
Cada vez que Ovidio reflexionaba más de un minuto sobre algún asunto,
terminaba recordando el desgraciado ultraje acontecido en su niñez, ese recuerdo
le fruncía el ceño y todos sus sentimientos cordiales se transformaban en
amargura. Entonces debía concentrarse un instante, cerrar los ojos y retomar.
III
El profesor Ovidio supo desde el día en que fue manoseado por una
anciana, que algo se había confundido en su interior, pero tardó varios años de
soterrada búsqueda en comprender qué había sido.
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niño, los pellejos flácidos de su sexo senil. Entonces lloraba después de eyacular,
sintiendo que traicionaba su propia dignidad.
IV
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una manifiesta sensualidad, una inmundicia de sátiros y ninfas precoces que sólo
esperaban la madurez de sus genitales para follarse como animales unos a otros.
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Quedó estupefacto, pero al notar que ninguno reparaba en su cuestionable
reflejo que aún permanecía horizontal, terminó por sacarse completamente los
pantalones de baño y nadar libre, desnudo como los niños, haciendo divertidas
piruetas en el agua. Todos reían a más no poder y lo perseguían gritando y
salpicando hasta darle alcance, intentando treparse en él y tratar de hundirlo, sin
reparar, para la felicidad de Ovidio, en los lugares donde posaban sus manos.
VI
VII
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Julieta vivía con su abuela en la calle General Rivera del Cerro Miraflores,
en una casita de madera que se sostenía malamente en pie. Su abuela se llamaba
Cirila y sufría de un asma severa que la mantenía la mayor parte del día postrada,
matando el tiempo, contando de oído las múltiples goteras de la casa o
descifrando las melodías que la mala señal de su radio transistor a pilas, de vez
en cuando le permitía oír.
VIII
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La primera vez que Julieta vio a Ovidio, le pareció que aquel joven taciturno
era el vivo reflejo de la desolación. En ese primer encuentro él ni siquiera la miró a
los ojos y se limitó cortésmente a pedirle una caja de fósforos, le entregó las
monedas a cambio y se marchó, pero ella se quedó mucho tiempo con su imagen
en las pupilas.
Una tarde en que la lluvia parecía durar para siempre, Julieta, cansada de
esperar alguna iniciativa de su enamorado, decidió que la próxima vez que él se
presentara, se las arreglaría para llamar su atención. Apenas hubo terminado de
hacer la promesa, como invocado por un conjuro, Ovidio entró al almacén.
Julieta quedó en silencio, casi sin aliento, durante varios minutos después
de sus intempestivas palabras y habría permanecido así durante todo el resto de
la tarde si no hubiera sido por su abuela que tosía lejos, allá en el segundo piso
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de la casa y pedía ayuda a duras penas entre los espacios que le permitía el
ahogo.
IX
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X
La tía Eudivigis, de las tres hermanas, fue la con más autoridad. Siempre
había sido respetada en la familia por su carácter enérgico y decidido y por su
capacidad para sobreponerse a las miserias de la vida. Se había casado cuatro
veces y las cuatro veces vio morir a sus respectivos esposos, además nunca pudo
concebir hijos.
La tía Eudivigis fue la figura paterna de Ovidio. Era ella quien imponía la
disciplina y quien tomaba las decisiones. Se trataba de una mujer severa, pero
justa y dueña de un gran vigor, que lamentablemente para el niño Ovidio, no
menguó ni con los años ni con el alzheimer.
XI
Una noche, la tía Eudivigis, entró sin bacilar a la habitación que ocupaba
Ovidio y que seis décadas antes, ella compartiera con su primer esposo. El niño
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semidormido apenas se percató de su presencia, hasta que la sintió deslizarse
bajo la ropa de cama.
Cuando la tía Clara vio lo que estaba sucediendo, lanzó un grito espantoso
y con todas sus fuerzas logró retirar a Eudivigis, que en su confusión no
comprendía por qué la arrancaban de los brazos de su esposo y lanzaba
escupitajos a diestra y siniestra.
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volvió donde el niño que permanecía acurrucado en un rincón, completamente
rasguñado y sangrando levemente, pero sin llorar.
XII
De esta forma tan peculiar, Ovidio dejó de ser un niño y la tía Eudivigis
permaneció encerrada hasta el día de su muerte que acontecería en silencio dos
años después.
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XIII
Decidió que la solución ante aquel inconveniente era sencilla: bastaba con
nunca más ingresar en aquel almacén y asunto acabado, pero cuando hubo
pasado la impresión y la sensación de sorpresa fue menguando, comenzó a dar a
su imaginación ciertas concesiones que lo harían cambiar de opinión.
Aquella noche fue la mejor que había tenido desde los siete años, durmió
con un sueño pesado, profundo, lento, sin escuchar la respiración aflautada de su
tía, sin pensamientos obsesivos que se filtran a las pesadillas, sin miedo.
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Entonces, un renovado y esperanzado Ovidio Márraga, de veintiún años de
edad deshizo su camino por avenida Alemania, llegó a la esquina con general
Rivera y descendió por esa calle sin detenerse hasta llegar a las puertas de la
menestra, donde Julieta al verlo, casi soltó el canasto con el pan batido que
recibía para la venta de la mañana.
XIV
– ¡Presente!-
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XV
Al mismo tiempo, justo sobre ella en el piso de arriba, Ovidio miraba por la
ventana las luces lejanas de los cerros, obsesionado con una mujer cincuenta
años menor, sintiendo que se acercaba el desastre que había pendido sobre su
cabeza desde hacía ya muchas décadas y cuyo desenlace había retrasado
siguiendo los conductos regulares de una vida respetable.
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XVI
Dos semanas y cuatro días después de ver por primera vez a Josefina
Riquelme, el profesor Ovidio se asustó al comprender que inconscientemente
buscaba la forma de relacionar todas las actividades de su vida con la niña y tres
días más tarde, se asustó aun más cuando comprendió que todo lo que no tuviera
alguna relación con ella le importaba un carajo.
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En la soledad de la hora de la siesta, Ovidio lloraba despacio con ese
llantito de los viejos, avergonzado por nunca haber tenido los cojones de ser lo
que la vida había hecho de él: un cabrón mal parido al que le gustaría más que
cualquier otra cosa, acostarse con niñitos indefensos hasta quedar completamente
satisfecho, como nunca había podido sentirse en toda su infame existencia.
XVII
-Prométeme que si alguna vez Ovidio llega a estar muy triste, tan triste que
pareciera que la tristeza le fuera a arrebatar la vida, le vas a decir de mi parte que
nada de lo que ha pasado es su culpa.-
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Julieta corrió junto a él y sin decir palabra lo dejó llorar por horas y horas
hasta que se quedó dormido, refugiado en sus faldas mientras le acariciaba la
cabeza.
XVIII
Decidió que las cosas tendrían que cambiar, que estaba demasiado viejo
para dejarse vencer y sin despertar a su esposa, salió en dirección al colegio con
la firme intención de renunciar a su trabajo y así verse libre de tentación.
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La tía Clara, la mujer silenciosa que hizo las veces de madre, le mandaba a
decir desde la muerte que recordara los hechos en su verdadera dimensión, que
no perdiera la noción de la realidad y la realidad era que él no había elegido nada
de lo que le estaba sucediendo y que aun cuando bastaría que sus deseos ocultos
salieran al juicio abierto de la sociedad, para terminar apedreado en la plaza
pública, salvo por esas pequeñas libertades que durante su juventud se permitió
con los huérfanos de la piscina, en realidad no había hecho mal a nadie, y nadie,
salvo él mismo, tendría algo que objetarle.
Por un instante, todo le pareció muy sencillo ¡Podía escapar! Y pasar sus
años de vejez encerrado como un monje, consolándose de vez en cuando con su
esposa, recordando a los niños de las gastadas fotografías que escondía tras el
espejo del baño, hasta que la edad consumiera las últimas chispas de libido y al
fin pudiera morir en paz, redimido, victorioso.
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Josefina
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Podrían ir al patio y quedarse ahí, hasta que les saliera agua de los zapatos
o jugar a esconderse del auxiliar, dibujar con tiza de colores en el pizarrón y
atemorizarse con los ruidos desconocidos en los pasillos desiertos.
II
Desde su escondite, Gabriel vio como las piernas del profesor caminaron en
dirección a Josefina cuyo cuerpecito temblaba de miedo.
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En seguida, los brazos del profesor levantaron en vilo el cuerpo paralizado
de Josefina hasta depositarla sobre la mesa que ocupaba de escritorio.
III
Aguardó largos minutos sin atreverse a salir, oyendo con atención, hasta
que un llantito apenas audible lo hizo reaccionar.
Sobre la mesa del profesor, con la ropa rasgada y las manos atadas con
una bufanda, se encontraba el despojo de Josefina.
IV
Corrió en busca de ayuda con los ojos inundados en lágrimas por los
pasillos del colegio vacío, mientras sus gritos de auxilio se apagaban rápidamente
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en medio del temporal, hasta que la fatiga lo obligó a sentarse en la escalera, para
descargar toda la angustia en un vómito inducido por el desamparo absoluto.
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La Fatalidad
En toda su carrera no había faltado una sola vez a clases y no iba hacerlo
justo antes de retirarse, para que un chaparrón cualquiera viniera a ensuciarle los
antecedentes.
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Ovidio Márraga se desquitó ese día de todos los tormentosos años de
represión y conoció por un instante breve como era la plenitud que tanto había
soñado.
Caminó rápidamente hasta la puerta, nadie lo vio salir. Siguió por la calle
vacía donde la lluvia se reventaba contra el suelo empapándole la camisa y
lavándole las lágrimas. Pensó en Julieta, pensó en su tía abuela montada sobre él,
caminó y caminó contra el viento implacable sin darse cuenta, hasta que se
encontró frente al mar en Playa Ancha y se lanzó a las aguas desbocadas por el
temporal, desde la piedra que todos llaman feliz.
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Anastasia
Mientras ella habitaba ahí en ese escondrijo sórdido, triste y húmedo, otras
niñas de largas cabelleras rubias, bien amadas por sus padres, decoraban la casa
para celebrar su fiesta de cumpleaños.
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Anastasia sabía que nadie esperaba nada de ella, que nadie pensaba que
llegaría a hacer algo más que perderse en algún prostíbulo pobre, o que se
embarazara en la adolescencia y envejeciera prematuramente luchando contra la
miseria.
Pero no siempre había sido así. Cuando niña, muy niña, creía que su mala
fortuna era transitoria y que en cualquier momento alguien vendría por ella y se la
llevaría a formar un hogar como cualquier otro, en una pequeña casita blanca con
un florido antejardín.
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Pero cuando tenía siete años de edad, ocurrió un hecho que se
transformaría en una marca en el destino de Anastasia y la llevaría a abjurar de
todo aquello.
Sucedió en verano, durante los largos días de las vacaciones. Los niños del
hogar se organizaron y decidieron escaparse a la piscina pública, donde conocían
una abertura en la reja para escabullirse. En rigor, tanto los cuidadores del hogar,
como los cuidadores de la piscina sabían de esta supuesta fuga e intromisión,
pero todos hacían caso omiso, en parte por pereza en parte por compasión.
Anastasia se esforzaba por ser la mejor entre todos los niños y no sólo
cuando estaba frente al tío Miguel; había decidido ser buena auténticamente, para
que él fijara en ella su atención y en parte lo logró: Anastasia era una de las
favoritas a la hora de las fotografías y siempre la desafiaba para que realizara
extrañas piruetas, sola o acompañada de otros niños, casi siempre sin ropa,
mientras el clic de la cámara no paraba de sonar.
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Todo sucedió muy rápido, de pronto, Raquel, una de las niñas mayores y
más temidas en el orfanato, comenzó a apuntar con su dedo el pene del tío
Miguel, a burlarse de él y a reír a carcajadas, mientras gritaba:
Fue como si con esas palabras lo hiciera aparecer. Después todos los niños
más grandes comenzaron a reír, hasta que el tío Miguel se enfureció, le dio una
fuerte cachetada a Raquel que le hizo saltar la sangre de la nariz y salió corriendo
de la piscina a medio vestir.
De pronto, recordó los dibujos de los baños y pudo hacer una relación
exacta del pene del tío Miguel al los dibujos en la pared del baño y pensó que si
estaba dibujado en la pared del baño debía tratarse de algo fuera de lo permitido,
porque según su experiencia, en el baño se escriben y dibujan las cosas que
afuera se callan o avergüenzan.
II
No quería escuchar las inmundicias que desde aquel incidente las niñas
mayores decían respecto al tío y sus verdaderas intenciones y todos los días
durante el resto del verano, se escabullía sola a la piscina esperando que volviera
a llegar.
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Creía que su perseverancia y lealtad serían premiadas y que finalmente el
tío Miguel vendría por ella, pero terminó el verano y el tío no volvió a aparecer.
III
Decidió que los cuentos infantiles eran una falacia. Un aparato creado para
engañar a los niños y así como los niños a quien la vida les ha otorgado familia y
felicidad, se identifican con las rubias princesas, ella en su entorno de abandono y
oscuridad, comenzó a identificarse con todos aquellos personajes a quienes les
tocaba perder.
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Figura I: “Cuentos para la infancia y el hogar”
de los Hermanos Grimm.
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Entonces todo cambió, y cayó de golpe en un mundo rudo y feroz. Leyó los
mismos cuentos que había leído muchas veces, pero esta vez había en ellos algo
muy diferente, porqué esta vez Anastasia había encontrado la verdad, la fuente
original de la mayoría de los cuentos que nos cuentan en la vida.
IV
Y descubrió muchas cosas por entonces: que el hambre es capaz de hacer
que los padres vendan a sus hijos o los envíen a perderse en el bosque.
Que es válido matar a otros niños para salvar la propia vida. Que siempre se ha
engañado a los demás para triunfar. Y que todo eso estaba escrito desde el siglo
XIX, pero que pertenecían a la tradición oral desde mucho antes que los hermanos
Grimm decidieran rescatarlas.
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Se sintió mucho menos desdichada al enterarse que era la madre y no la
madrastra quien mandó a matar y luego envenenó a Blancanieves por envidia a su
belleza. Maldad que fue castigada con la pena de calzar unas zapatillas de hierro
ardiente y obligada a bailar sobre ellas hasta caer muerta.
-En la vida, pasa como en los cuentos de los hermanos Grimm, todos tratan
de suavizarla, para que no resulte tan atroz, pero sigue siendo atroz-
Pensó.
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Y aunque su autoprofecía no era para nada alentadora, se sintió aliviada de
no tener que cargar con el peso del optimismo vano, en la que la mayoría del
mundo se enceguece y pudo descansar de los anhelos que le habían impuesto y
asumió su vida estoicamente, como la niña de las zapatillas rojas, ante el verdugo
que debía cortarle los pies.
VI
Los hermanos Grimm le habían abierto los ojos, a la edad en que algunos
niños aun se orinan por las noches en la cama. Entendió que si se asume con
crudeza la realidad, podemos tener claridad sobre lo que es y lo que no es posible,
sin caer en la amargura de anhelar cosas que nunca llegarán o lo que es peor,
trabajar toda una vida, pero de forma equivocada, por algo que es perfectamente
posible.
VII
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aprovecharla. Entonces se esmeró en aprender ortografía y gramática, historia,
matemáticas y ciencias naturales y leía por adelantado todos los libros de clases,
que repartía el estado.
Fuera del horario de clases, se le veía siempre apartada del resto de sus
compañeras y pasaba las tardes en la biblioteca del liceo.
La bibliotecaria, era una anciana muy huraña, a quien le molestaba que los
estudiantes fueran a perturbarla en su trabajo de jubilada, pero le gustaba
Anastasia, porque siempre estaba en silencio. Algunas veces, incluso, la dejaba a
cargo mientras ella tenía algún trámite que atender, entonces Anastasia se
sentaba en su escritorio y aprovechaba de Ocupar la Máquina de escribir.
“Hubo una vez una niña, que no tenía padres y que vivía en un orfanato”…
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Estuvo a punto de escribir: “muy triste” pero decidió que por el momento
dejaría el cuento hasta ahí y reflexionaría al respecto
Fue así cómo la próxima vez que la bibliotecaria le pidió que se hiciera
cargo, mientras ella regresaba, Anastasia terminó de escribir:
“Hubo una vez una niña, que no tenía padres y que vivía en un orfanato”…
“Y que vivió triste hasta que se dio cuenta que debía aprender a cuidarse
sola. Entonces pensó en lo poco que tenía y prometió hacer lo mejor posible con
aquello”.
47
VIII
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IX
Perrault, realizó primero esta labor, casi un siglo antes que los hermanos
Grimm, pero como Perrault fue un connotado lameculos del Rey Luis XIV y la
familia real, fue modificando de inmediato las historias al gusto de su majestad y
los valores de la corte, puliendo los asuntos grotescos y omitiendo la crudeza. Aun
así sus versiones eran bastante más fuertes de lo que estamos acostumbrados
hoy.
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X
XI
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En el siglo XIX los hermanos Grimm realizan una recopilación de cuentos
de la tradición oral alemana, entre ellos uno correspondiente a Perrault: “La
cenicienta” y además dejan el legado de Blancanieves, pulgarcito y Hansel y
Gretel.
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XII
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Gabriel
II
Todo fue ambiguo y difuso por unos días. En su mente se repetía una y otra
vez la tragedia que había presenciado, mezclada con algunas palabras que
provenían de muy lejos. No sabía diferenciar cuando estaba dormido o despierto,
su alrededor adoptaba tintes de pesadilla, tosía incansablemente y le costaba
respirar.
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La culpa por no haber sido capaz de hacer nada para impedir la tragedia,
hacía que el pecho se le contrajera, castigándolo por la cobardía de permanecer
oculto bajo la mesa.
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La noticia del suicidio del profesor viajó desde la realidad para traerlo de
vuelta, como una voz poderosa que lo sacudió de aquellos delirios afiebrados.
III
Deseaba que todo volviera a ser como antes, pero intuía que aquello sería
imposible. Resignado a la incertidumbre decidió esperar lo que el futuro le
deparaba.
Cuando estuvo a una calle del colegio, los recuerdos hicieron que volviera a
sentir el terrible dolor del miedo en el estómago, pero el deseo por saber lo que
había pasado con Josefina era más poderoso y siguió caminando.
Entró la señorita San Martín como siempre los días lunes en la primera
hora. Al verlo de vuelta lo saludó con gran alegría y le dio la bienvenida a nombre
de toda la clase, pero Gabriel no estaba feliz.
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Cuando hubo terminado la jornada, a pesar de su timidez, esperó a que la
señorita San Martín saliera del colegio para preguntarle si sabía algo acerca de
Josefina.
La profesora le dio una de las peores noticias que Gabriel habría de oír en
su vida:
Josefina se había retirado del colegio y trasladado a otra ciudad con el resto
de su familia.
IV
Esa tarde no repitió como tantas otras veces el camino de regreso a casa.
En cambio, le dio autonomía a sus pasos para dirigirse donde ellos quisieran,
entregando sus pensamientos al descanso de sumergirse en la desgracia.
Caminó sin rumbo, porque ya no veía ni edificios ni calles, tan solo ramas y
musgo y oscuridad entre los troncos de los árboles.
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De pronto, sintió la fuerza de una mano que le apretaba el hombro y
comprendió que estaba a punto de oscurecer y se encontraba muy lejos de casa.
-Pero hasta los niños perdidos encuentran un nuevo lugar donde regresar-
57
VI
VII
Una mañana, aconteció un suceso que marcó el inicio del triste camino que
Gabriel habría de tomar.
-Si lo dejo en libertad sus últimos momentos serán las horas de agonía y
temor aguardando que un gato lo devore y sufrirá mucho antes de morir-
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El niño le rogó que lo mantuvieran dentro de casa para curarlo, pero
Anastasia, seriamente le explicó que ya estaba muy mal herido, que sólo le
quedaba sentir dolor hasta sucumbir.
Al oír estas palabras, Gabriel dio un pequeño salto hacia atrás, pero
Anastasia se acercó nuevamente y en tono cariñoso continuó argumentando:
-La acción más bondadosa que podemos realizar, es terminar con el dolor
de esta criatura ¿Por qué no deberíamos hacerlo? Ven, dame tu mano-
Al sentir el leve sonido del cuello del gorrión al quebrarse, Gabriel quedó
aterrado y sorprendido de lo sencillo que resultaba quitarle la vida a alguien, pero
antes que pudiera arrepentirse, su niñera le dio un gran abrazo y lo felicitó por ser
tan bueno y valiente y lo besó una y otra vez.
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Fotografía iX: Gabriel Gracia de Triana
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Emile Dubois
II
Ninguna de las dos era muy comunicativa, así que lo de ellas no era
conversar, su relación se basaba más bien en las historias milagreras que la
bibliotecaria le contaba y en el resumen que Anastasia le hacía de los libros que
leía.
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la fuerza de su miedo y de su angustia, pidió que por favor la pierna de su esposo
sanara.
Desde aquel momento, según sus palabras, la herida tardó seis días en
sanar.
III
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ubicación, entonces, para resguardar su memoria, los devotos habían erigido en el
último rincón del cementerio un altar donde rendirle homenaje.
IV
La historia de Dubois, rompía todos los esquemas de los cuentos que había
leído, incluso los de los hermanos Grimm, porque aun cuando aquellas historias a
veces no tenía finales felices y como en el caso de la caperucita original de
Perrault, hasta los Lobos podían triunfar, los seres de la oscuridad, siempre
resultaban repudiados y sus victorias solían comprender el fracaso de los buenos.
Según lo que le había contado la señora Marta, Emile Dubois llegó a Chile
envuelto en un nebuloso pasado.
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De acuerdo a lo que pudo inferir de los recortes de prensa y libros que
había leído al respecto, a Dubois le gustaba la buena vida, tenía un espíritu
altanero y el suficiente amor por si mismo cómo para aborrecer la pobreza.
Dubois tenía el coraje suficiente para escoger morir antes que vivir aferrado
a una existencia miserable; sin embargo nunca sería un vil ladrón que debe
merodear como un roedor en la oscuridad, oculto y temeroso de los dueños de la
abundancia.
VI
El día que Anastasia se enteró que Dubois tuvo un gran amor, una mujer
llamada Úrsula Morales que lo siguió incondicionalmente en sus correrías hasta
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Valparaíso, con la cual tuvo un hijo y se casó un día antes de su ejecución,
comenzó a fantasear con que esa mujer era ella misma y pasaba las horas
muertas tratando de imaginar cómo habría sido la vida junto a un hombre a su
parecer tan formidable, pero con el tiempo las ensoñaciones ya no bastaron y su
ánimo se vio invadido por una enorme tristeza que pensó nunca dejaría de
acompañarla.
VII
Primero era necesario procurar la confianza plena de los padres, para que
jamás sospecharan de las actividades que ella y el niño realizaran juntos.
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Lo más difícil resultaba vencer el celo de las madres. Los padres no
presentaban dificultad, era asunto de seducirlos o lograr mantener algún tipo de
complicidad con ellos para comprometer sus decisiones. Pero las madres,
bastante más astutas, podían llegar a sospechar de sus intenciones y separarla
del niño a mitad de camino, haciéndole perder años valiosos.
VIII
Desde que cumplió diecisiete años, pasaba todas las tardes en el hospital
Carlos Van Buren en la sala de espera de la maternidad, observando como un
cuervo a las personas que ahí pululaban, estudiando a las familias de las madres
que morían en el parto, aguardando la oportunidad que le permitiría llevar a buen
término su plan.
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La conjunción se dio al día siguiente. El 24 de Junio de 1978, nació Gabriel,
murió Kurova y enviudó Fernando Gracia de Triana, quien desesperadamente
comenzó a buscar a alguien que criara a su hijo.
IX
Los primeros años fueron los más aburridos. Para dejar transcurrir las
horas, se dedicó a fantasear con el futuro de Gabriel mientras lo veía dormir,
preocupándose con una disciplina obsesiva de sus cuidados.
67
Algunas noches se quedaba junto a él oyéndolo respirar, como si temiera
que se le fuera el aliento en un descuido y sobretodo, se preocupó de no dejar que
crecieran en ella sentimientos maternales. Estaba criando a una leyenda, no a un
hijo. Entonces lo imaginaba ya hecho hombre, así evitaba la tentación de
arrullarlo.
68
Hace once años que nos sabía nada de ella, pero así es la vida, las
personas se diluyen en el tiempo.
XI
A esa hora debía encontrarse hace rato en casa; sin embargo aquella
desobediencia le agradó. Las desobediencias marcan el inicio de todas las buenas
historias.
Preguntó Anastasia
69
Gabriel, con la mirada perdida y el tono desencantado, como pensando en
voz alta dijo:
-Sin embargo, hasta los niños perdidos encuentran un nuevo lugar donde
regresar-
70
Nacimiento del asesino
71
Fotografía X: Foto de carnicería
II
Una mañana, algunas semanas después que cumpliera trece años de edad,
Anastasia ingresó al baño como todas las mañanas, para envolver el cuerpo
mojado de Gabriel con una toalla.
72
Esa tarde, cuando regresó del colegio, Gabriel encontró la casa más
silenciosa de lo usual. Le extrañó que Anastasia no saliera a recibirlo como
siempre desde que tenía memoria. Buscó en la cocina, la mesa estaba puesta y
en las ollas humeaba el almuerzo, pero de Anastasia nada.
III
73
Tampoco tenía demasiado contacto con muchachos y los que conocía
nunca llegaron a agradarle del todo; sin embargo, en compensación tenía unos
sueños eróticos descomunales, verdaderas orgías multiorgásmicas, donde era
capaz de delirar de placer.
IV
74
Entonces decidió dar el paso, mal que mal, Gabriel no era su hijo y ella
nunca había tomado en cuenta los convencionalismos morales. Sin embargo aun
era demasiado pronto y se le ocurrió que podría utilizar toda esa energía a su
favor.
Había pasado todos esos años recordándola en secreto, tres años, desde
que la vio por última vez.
Tiempo atrás, cuando de alguna forma pudo acostumbrarse a vivir sin ella y
terminó reemplazando su compañía por la de Anastasia, sobrevivió racionalizando
aquellos recuerdos tormentosos, hasta que luego de una gran depuración,
quedaron reducidos a imágenes distantes, mudas.
75
Sin embargo, las pesadillas se fueron distanciando poco a poco, gracias a
las palabras desencantadas que día a día le regalaba Anastasia, encontrando en
ella un refugio donde podía descargar toda su desdicha.
VI
76
Mientras lo tranquilizaba, le recordó que para alcanzar a la princesa había
que matar dragones. Gabriel le suplicó que le indicara lo que debía hacer y sin
dejar de acariciarlo, Anastasia le respondió:
Debió hacer memoria hasta que recordó al carnicero que tiempo atrás había
golpeado a los cachorros y pensó en él toda la noche.
VII
Matar era sencillo en pájaros, gatos y perritos, triste casi siempre, pero fácil.
Sin embargo ¿Asesinar a un ser humano?
77
Definitivamente para el caso de esta víctima, el uso de la fuerza quedó
descartada, pero afortunadamente, existen muchas formas de morir.
VIII
-El nombre científico del arácnido es Loxoseceles laeta comúnmente conocida como
araña de rincón. Igual al resto de los artrópodos de ocho patas, su cuerpo se divide en cefalotórax
nocturnos, es un arácnido extremadamente tímido y le teme a la luz, razón por la cual, es difícil
verlo durante el día, resultando casi desconocido para la mayoría de las personas.-
“Las arañas del género Loxosceles se ubican en el grupo de arañas capaces de producir
la muerte al ser humano. El envenenamiento producido por estas arañas puede ser de
diagnóstico difícil ya que el momento de la picadura suele pasar inadvertido. La aparición de
78
síntomas no es inmediata y algunos son inespecíficos. Generalmente habitan en el interior o cerca
de las viviendas, se les puede encontrar en cualquier refugio oscuro, protegido, relativamente seco
y aireado.
Dentro de las viviendas prefiere los rincones, por lo cual se les suele llamar arañas de
rincón. Las picaduras son defensivas y casi todas se producen cuando no hay alternativa de
huida, al ser aplastadas contra el cuerpo entre los pliegues de la ropa o de las sábanas.
La picadura suele producir una sensación punzante, de poca intensidad, esto se debe al
pequeño tamaño de los quelíceros de la araña. Es muy frecuente que el accidente se produzca
durante el sueño. El veneno suele liberarse entre 6 y 24 horas posteriores a la picadura.
79
IX
Antes de dormir, ubicaba todos los frascos en fila sobre el velador y dejaba
que el sueño se lo llevara, observando los abdómenes abultados de los arácnidos.
No resultó muy difícil aprenderse el itinerario del carnicero. Así fue como lo
anotó en su cuaderno:
- 9:00 AM. El Carnicero sale a la calle por una puerta lateral y sube la cortina
metálica de su carnicería.
- 9:16 AM. Tres perritos vagabundos mueven sus colas desde la puerta,
pidiendo algún desperdicio para comer. El carnicero les lanza agua caliente
con la que limpia los mesones, para alejarlos.
80
- 10:58 a 13:00 hrs. Comienzan a llegar los clientes, en su mayoría dueñas
de casa que cocinarán para sus familias aquellos trozos de carne muerta.
Mayor afluencia de clientes.
- 14.00 Cierra las puertas de la carnicería sin bajar las cortinas metálicas,
luego sube las escaleras hasta su casa ubicada en el segundo piso.
- 16: 23 Un tipo viejo y gordo junto a uno más joven y delgado han llegado
hasta la carnicería. Conversan. El carnicero muy enojado agita un cheque
frente a ellos y los amenaza. El viejo y el joven se van
- 18:30 Sale por la puerta lateral hacia la calle, baja la cortina metálica y la
asegura con los candados que lleva en su mano. Luego sube al segundo
piso.
81
Luego de espiarlo cinco días consecutivos, Gabriel supo que aquel
itinerario, salvo en los detalles, era invariable. Entonces tomó la decisión de
ejecutar el plan.
XI
A las dos de la tarde metió uno a uno los frascos en un bolso y salió de
casa sin dar ninguna explicación.
82
Anastasia intentó retenerlo vanamente, enrostrándole por primera vez sus
continuas ausencias. Gabriel ni siquiera la escuchó, había decidido que no se le
acercaría hasta regresar con el trofeo de la muerte, para dejar en claro qué tan
lejos podía llegar su determinación.
XII
El día que Gabriel asesinó por primera vez a un ser humano fue
perfectamente claro y el sol radiante acentuaba el colorido triste del puerto.
Lo siguió hasta que vio la robusta silueta del carnicero perderse tras las
puertas del bar.
83
XIII
Hasta el momento no tenía bien claro como haría para ingresar a la casa,
pensaba detener la puerta justo en el instante antes que esta se cerrara, después
del manotazo descuidado que le propinara con torpeza su ebria y confiada víctima.
84
Luego abrió su bolso, cogió uno a uno los frascos con las arañas y los puso
encima de la cama.
Escogió la que parecía más temible, descorrió la tapa con lentitud y la dejó
en libertad justo sobre el ombligo del carnicero y así, una a una, hasta completar
las seis.
XIV
Ella dejo que la desvistiera y una vez desnuda, con los ojos aun húmedos
por el llanto, se tendió sobre la cama y sintió como su cuerpo se encendía de
ansiedad.
85
XV
XVI
86
Compró los periódicos y aun cuando se anunciaban varias muertes,
ninguna podía atribuírsele.
Al atardecer, estaba segura que Gabriel había mentido y tuvo esa certeza
durante dos días, pero la mañana del miércoles, el titular del diario decía:
87
Para estar más segura corrió y corrió sin detenerse hasta llegar frente a las
puertas de la carnicería donde un letrero de cartón mal pintado decía:
XVII
Esa noche, Anastasia desplegó para Gabriel todos los deleites que había
soñado en sus innumerables noches de ardientes soledades.
Gabriel se dejó llevar por las caricias con la serenidad del que disfruta una
recompensa bien ganada.
De pronto supo donde había conocido esa paz y cayó en cuenta que
provenía de los tiempos en que jugaba con Josefina.
88
Fernando
Pero una noche soñó que su esposa Kurova lo llamaba desde la cocina.
II
Deseaba con fervor que aquel sueño se hiciera realidad y así poder
encontrarse de frente, aunque fuera un breve instante, con la mujer que tanto
había amado, pero no halló más que un perfecto orden de sillas vacías en su
disciplinada soledad.
89
Como vivía sumido en la candidez de princesas que se desmayaban al
recibir un beso, lo primero que pensó Fernando era que Anastasia se encontraba
enferma o lloraba.
III
¡Gabriel!
90
Volvió a su habitación con una angustia que apenas lo dejaba respirar, sin
que los amantes se hubieran enterado de su intromisión. Subió las escaleras, llegó
hasta su habitación y completamente desorientado se quedó oyendo aquellos
estertores carnales, hasta que volvió el silencio.
IV
Había llegado la hora de intervenir ¡Más vale tarde que nunca! Tal vez de
ese modo lograría alcanzar el perdón de su esposa que probablemente ya no
descansaba en paz.
Aguardó hasta esa hora para informarle que estaba despedida y que si
volvía a encontrarse con su hijo, la denunciaría a las autoridades bajo los cargos
de pederasta y asunto terminado.
91
perfil de joven bondadoso y noble de su hijo, que todas las moralejas de los
cuentos recomendaban.
VI
92
VII
Todo comenzó cuando vio por primera vez Blancanieves y los siete enanos
en el cine en 1938, tenía diez años y fue tal el impacto que provocó en él aquella
película que decidió comenzar a dibujar, para realizar sus propios personajes; sin
embargo su talento para el dibujo no fue suficiente y debió cambiarlo por la
escritura.
VIII
Fue por entonces cuando comenzó a enviar a sus cuentos a los estudios
Disney en California.
93
que le había puesto un rostro a todos los personajes de los cuentos, representaba
sus narraciones en imágenes, para saber si coincidían con las de su propia
imaginación.
Eso era todo, quería comprobar que tan cercana o distante podía ser la
imaginación de dos hombres ante un mismo asunto.
IX
94
vieja tabla Ouija, la desempolvó, se sentó frente a ella y comenzó a invocar el
espíritu de su esposa, para pedirle orientación en aquel asunto tan delicado.
95
Sin obtener respuesta, decidió dejar de lado aquel juguete, pero cuando ya
estaba a punto de plegarla para introducirla a su caja, una fuerza sobrenatural
empujó su dedo y la copa hasta la palabra:
Hello.
Yes.
Yes.
XI
96
Las demás palabras se obtienen luego que la copa es arrastrada letra por letra en
el abecedario del tablero y muchas veces, para no perder el hilo de la
conversación, Fernando debía ir anotando con la otra mano, las palabras que
descifraba.
97
Creer en Matar
La muerte del carnicero transcurrió sin pena ni gloria por el historial criminal
de Valparaíso.
II
98
Comenzó a pensar entonces si podría un asesino otorgar la felicidad con la
muerte.
III
Era un día lluvioso y justo después que la campana había llamado a clases,
vio a un compañero que casi se resbala al bajar por la escalera mojada.
Luego, se escondió en el último de los retretes del baño y esperó ahí hasta
que unos gritos en el patio dieron la voz de alarma.
99
Nadie atribuyó más que a la torpeza del anciano la razón de su muerte y
salvo una vieja profesora de manualidades que fue su novia en la juventud, los
demás simplemente estuvieron felices de sacarse de encima el rigor de un hombre
siniestro y abusador.
IV
100
maestranza abandonada, un día de temporal en que cayó a una alcantarilla
abierta.
Gabriel se había dado cuenta que las personas tienen una rutina en la cual
confían y si alguien viene y altera los componentes de esa rutina, puede
desencadenar un desenlace fatal.
VI
101
VII
Más tarde cayó en cuenta que aquel concepto de la retribución de los actos
tenía un nombre: le llamaban Karma.
Anastasia no creía realmente en el karma. Ella creía que las únicas leyes
superiores que existían eran físicas, como la ley de la gravedad: amorales y
neutras. Por lo tanto, Anastasia creía que cuando alguien muere, se apaga su
conciencia y ya.
102
Ante la iglesia se impone la voluntad de dios, ante Dubois se impone la
voluntad de los hombres y ese acto de rebelión es capaz de destrabar el camino
hacía el deseo concedido. Anastasia creía en la efectividad del rito de externalizar
los anhelos profundos.
VIII
103
IX
Gabriel quedó sin palabras, Anastasia siempre le hablaba así, de golpe, sin
titubeos y con una seguridad que lo pasmaba.
104
Rápidamente se preguntó qué tipo de karma significaría el ultraje de
Josefina e intentó explicarlo desde este nuevo punto de vista.
Josefina tenía una deuda pendiente, porque en otra vida, siendo adulta,
había ultrajado a un Ovidio niño, otorgándole el derecho al Ovidio adulto de esta
vida, a ultrajarla a ella durante su infancia.
XI
Visto así, el karma le pareció poco más que una de ley del talión metafísica,
una forma de explicar las miserias para obtener resignación ante la propia culpa,
basada en supuestos jamás comprobables. Una verdadera mierda. Sin embargo
un discurso muy astuto.
Bajo este precepto las personas debían aceptar el dolor y las injusticias sin
chistar, diciendo ante todas las atrocidades de la vida ¡Me lo merezco!
105
Comentó este último pensamiento con Anastasia, quien contenta de ver
como había fructificado en Gabriel la lógica que le había inculcado, le explicó que
la idea del karma es una muy buena fórmula de control social y de apaciguar a las
masas disconformes: nada mejor qué culpar a los miserables de sus miserias, a
través del cuento de las vidas pasadas. Además, sirve también para validar a los
afortunados en su fortuna.
Anastasia sabía que las doctrinas creadoras de la ley del Karma surgieron
en sociedades altamente jerarquizadas, donde las elites impusieron un discurso
que permitiera mantener el sistema de castas de servidos y castas de servidores;
lo de siempre: la única manera de mantener un gobierno es convencer a los
gobernados que las cosas están bien como están.
Luego le explicó que Emile Dubois había comprendido igual que ellos, la
falsedad de los preceptos morales de su época y amparado en la seguridad de las
injusticias sociales, decidió no someterse e ir directamente por lo suyo, por esa
razón se había transformado en una deidad. Las personas deifican a los héroes y
a los rebeldes.
XII
Llegó a creer que sólo ellos dos se daban cuenta que la realidad es un caos
y que no existía ningún orden superior que fiscalizara las minucias de los seres
humanos, solo así lograba explicarse tanta miseria.
106
Esta idea, completamente premeditada por Anastasia, tenía un claro
objetivo: persuadir a Gabriel de la conveniencia de ayudarla a vengarse de su
destino. Así que esa misma noche quedó fundado en la calle vista naves del cerro
placeres el tribunal Kármico de Valparaíso.
107
El tribunal Kármico de Valparaíso
De este modo Gabriel calmaba sus ansias de dar sentido a sus crímenes y
Anastasia preparaba el camino para su objetivo final; sin embargo existía un gran
obstáculo: el rango de información que poseían para juzgar era muy limitado; se
reducía simplemente a los cuchicheos del barrio y a los murmullos del colegio.
108
Figura IV: panfleto
109
II
Una vez, cuando estaba a punto de salir del internado, La señora Marta
extrajo del cajón de su escritorio, un viejo cuaderno donde había reunido todos los
recortes de prensa que en su vida había conseguido sobre el caso de “Emilio”,
como ella le llamaba y se lo prestó durante una semana, para que lo leyera. De
este modo Anastasia supo como acontecieron los hechos.
Entendió que el pueblo vio en Dubois la representación del pago por todas
las injusticias. Tras cada asesinato de un hombre rico, el pueblo se regocijaba, no
por el muerto en particular, si no por la muerte de un hombre rico en un país lleno
de pobres.
110
III
111
José leyó aquellas palabras en el panfleto, mientras su abuela acomodaba
las flores y prendía unas velas para Emilio y luego de pensarlo un rato,
comprendiendo que no tenía nada que perder, anotó el odiado nombre de Vicente
y por primera vez sintió que la rabia acumulada durante aquellos meses,
menguaba el punzante malestar que acongojaba su corazón.
IV
Vicente Santander.
112
V
Marcelo Andrade calló por las escaleras del cerro Yungay un día que volvía
ebrio a su casa.
Jorge Silva murió por culpa de una cornisa que se desprendió y cayó sobre
su cabeza.
113
VI
Después de todas esas muertes, era tanta la fama que habían adquirido
sus panfletos, que ya podía contar con varias decenas de candidatos, cada cual
acompañado de su fechoría y Gabriel sentía que al fin había encontrado la manera
de poner su talento al servicio de los demás.
Por cada infame que despachaba, aparecían diez más y leyendo las
acusaciones, cayó en cuenta que ser un asesino no era para nada la peor
condición moral de un humano.
VII
“Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy
extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas,
encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes,
devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus despensas. Nadie
acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer
114
Por más que pretendían exterminarlos o al menos ahuyentarlos, parecía que cada vez
acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, se
enseñoreaba de las calles y de las casas, y hasta los mismos gatos huían asustados.
peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron:
Al poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie
había visto antes y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón
en Hamelín".
Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta
una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos
seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta. Y así, caminando y
tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas
de la ciudad.
Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al
Los hamelineses, al verse libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya
tranquilos y satisfechos, volvieron a sus quehaceres y tan contentos estaban que organizaron una
115
gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy
entrada la noche.
monedas de oro prometidas como recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados
por su avaricia, le contestaron: "¡Vete de nuestra ciudad!, ¿O acaso crees que te pagaremos
tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?". Y dicho esto, los hombres del Consejo de
hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente. Pero esta vez
no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad los que arrebatados por aquel
sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico. Cogidos de la mano y sonrientes,
formaban una gran hilera, sordos a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos
los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adonde y los niños al igual que los ratones,
Esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de
Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.”
116
VIII
Cuando Anastasia terminó de leer “El Flautista de Hamelin” tenía un brillo extraño
en los ojos, que Gabriel no supo interpretar, pero que le causó escalofríos.
Recordó los tiempos en que junto a Josefina jugaban en el patio del colegio
y se vio a si mismo completamente libre, lleno de optimismo, en una vida que
parecía fabricada a la medida de la felicidad, pero que desde la terrible intromisión
del profesor de matemáticas con sus aberraciones de hombre adulto, se había
transformado en un mal lugar donde estaba obligado a permanecer.
117
La vida está sobrevalorada, pensó, mal que mal solo se trata de un puñado
de tiempo, y matar a alguien es simplemente acortar su estadía en un lugar hostil.
IX
Siempre comenzaba por ahí la lectura y siempre leía primero aquel cuento.
Algo en la historia la cautivaba y le provocaba una agradable nostalgia.
Imaginaba que de alguna forma, ella era uno de esos niños que el flautista
se llevó de Hamelin.
118
Le gustaba también el flautista: su determinación, su crudeza, su falta de
compasión.
Por eso le gustaba ese cuento, porque no había nada de príncipes, nada de
princesas, ni hadas, ni batallas, ni dragones, simplemente un trato entre el ser
humano desesperado, habitando entre las ratas con la ciudad convertida en un
pozo séptico, clamando ayuda y un desconocido extravagante que ofrecía una
solución. Una promesa incumplida y un castigo ejemplar:
Le gustaba ese cuento, le gustaba sentirse parte de los niños que se llevó
el flautista, porque le gustaba sentir que en alguna parte, alguien había lamentado
su partida.
Al flautista le habían negado una bolsa con oro, a ella le habían negado
todo lo que se supone que necesitamos para ser felices y en vez de resignarse
119
como el resto, quería pegar un grito, el único grito en su vida silenciosa. Un grito
aterrador que se escuchara por todos lados y que le permitiera vengarse de todos.
Asesinar a todos los niños de la ciudad, salvo a los huérfanos. Para hacer
justicia, para que por una vez tuvieran las mismas oportunidades, para que por
una vez fueran valorados y obligar a la ciudadanía a que se ocupara realmente de
ellos.
Y sucedió que Gabriel estuvo de acuerdo, porque sentía que había nacido
para consagrar su vida a una causa sublime.
120
La rueda de la fortuna
El tiempo que duraron los preparativos fue para Gabriel una época feliz:
primero porque tenía una meta clara y concreta que no le permitía caer en
tormentos existenciales y segundo porque había decidido su propia muerte al
terminar la tarea.
II
Aprendió que un veneno no es más que una sustancia que interrumpe los
procesos vitales naturales al entrar en contacto con un organismo. Que pueden
ser de origen mineral, vegetal o animal y que según sus efectos pueden dividirse
en corrosivos, irritantes, y narcóticos.
121
Los venenos irritantes actúan sobre las mucosas, provocando irritación o
inflamación gastrointestinal, acompañada de dolor y vómitos. Los venenos
irritantes pueden tener efectos acumulativos, absorbiéndose poco a poco, sin
provocar lesiones aparentes, hasta que repentinamente producen su efecto, como
el arsénico.
III
Una dosis pequeña, bien administrada, produce una muerte inmediata, casi
sin dolor.
122
Después y aprovechando una campaña de vacunación contra la rubeola y
el sarampión orientada a todos los niños hasta los 12 años, le pareció que lo más
efectivo sería envenenar las vacunas con algún veneno que tardara algunas horas
en actuar, pero cayó en cuenta que estas campañas de vacunación se concretan
en casi un trimestre, tiempo durante el cual ya habrían fallecido muchos niños y el
veneno sería detectado.
En este afán se le pasó por la cabeza envenenar los juguetes, los chupetes,
las mamaderas, los pañales, los algodones de azúcar, las manzanas confitadas,
los helados, los caramelos, los pasteles, el chocolate y la leche, los almuerzos de
las escuelas etc. Sin descansar ni ser descubierto hasta que solo quedaran vivos
los niños huérfanos de la ciudad.
Pero rápidamente se dio cuenta que sería una tarea demasiado grande,
que podría tardar años y complicarse hasta el fracaso.
IV
123
Si bien el envenenamiento resultaría general, sería detectado cuando
comenzaran a morir los más pequeños, permitiendo a los adultos salvarse.
Por otra parte, las fuentes del agua potable están concentradas en un par
de puntos estratégicos, haciendo el trabajo mucho más sencillo que envenenar
miles de unidades.
Lo único problemático sería evitar que el veneno fuera ingerido por los
niños huérfanos.
Sin ir más lejos, fue ella quien propuso que antes de comenzar el
envenenamiento, robaran y acapararan la mayor cantidad posibles de antídotos y
que ella misma se encargaría de idear la forma de hacerlos llegar solo a los
orfanatos, para que Gabriel no se concentrara más que en planificar el correcto
envenenamiento del agua. El antídoto resultó llamarse dimercaprol.
124
V
Anastasia estaba viviendo los mejores días de su vida y por primera vez
sintió que era feliz.
VI
Recogió uno a uno aquellos barquitos de papel, sin saber que pensar.
125
Aquella noche, le costó conciliar el sueño y por primera vez en mucho
tiempo, pensó en su madre, en cómo habría sido su vida, si ella no hubiera
muerto.
¡Gabriel!
VII
Gabriel se acercó despacio, hasta que quedaron frente a frente muy juntos,
separados solamente por los barrotes de la reja.
126
-Vengo por mi zapato-
Josefina abrió la puerta del Jardín se sentó junto a él, apoyó la cabeza de
Gabriel en su regazo y lo dejó llorar hasta que fue capaz de ponerse en pié y
juntos salieron a la calle.
VIII
Caminaron por el puerto todo el día. A veces reían de buena gana y a veces
simplemente compartían el silencio.
127
Josefina apoyó su cabeza en el hombro de Gabriel y antes que la rueda
comenzara a dar la vuelta nuevamente, le dijo al oído:
Después, Gabriel caminó por la ciudad que dormía, sintiendo que el mundo
se había abierto ante él. Pensó en la inmensa cantidad de lugares y cosas que
desconocía, pensó que nunca había estado en la montaña, que las montañas
podían ser un buen lugar y sin regresar ni siquiera a buscar equipaje, fue en busca
de ellas.
IX
Anastasia, esperó en una angustia feroz durante diez días, donde envejeció
diez años cada día.
128
valles de la muerte, solitaria y cabizbaja, que ha tratado de hablarle pero
Anastasia se escabulle.
Kurova también me ha dicho que pronto la muerte vendrá por mí, pero que
nuestro hijo vive y que alcanzará la sabiduría.
Le manda a decir que busque detrás del espejo del baño y encontrará las
fotos que les tomó desnudos a los niños en la piscina en su juventud. Una de esas
fotografías debe ser el único retrato que existe de Anastasia Pérez, el único
vestigio de su paso por la tierra.
Desde entonces, mis días han sido felices. Paso las tardes hablando con
los muertos a través de la ouija, quienes me han entregado todos los detalles para
hilvanar este relato.
129