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SOFISTAS
EL SIGLO DE PERICLES
Con el fin de impedir el avance de los persas las polis griegas se unieron y
formaron la Liga marítima de Delos en el 478, comandada por Atenas en razón de su
poderío naval. Luego de una larga lucha vencieron a los persas en la batalla de
Salamina, pero Atenas, en lugar de devolver la autonomía a los confederados,
mantuvo la hegemonía económica y los sometió a sus reglas, transformándose en
centro imperial. Los antiguos aliados se convirtieron en colonias, a veces
políticamente independientes, pero siempre subordinadas económicamente.
“Cuantos estados hay, están sometidos a Atenas, por necesidad los fuertes y por
miedo los débiles. No hay estado que no necesite importar o exportar algo y eso no
les está permitido si no dependen de los amos del mar.”1
El auge económico posibilitó también el ocio, que en algunos casos fue dedicado
al pensamiento y al arte, pero que la mayoría de los ciudadanos usaron para
aumentar sus riquezas, tanto a través de cargos públicos, como presionando para que
se aprobasen decretos convenientes. A pesar de los criterios formales que se
establecieron para preservar la justicia, la falta de experiencia y conocimiento de
muchos de los participantes y, fundamentalmente el cambio de valores que priorizó la
riqueza y la ambición personal por sobre el bien común, llevó a una progresiva
corrupción que generó inestabilidad moral y jurídica. Esta forma de vida debilitó la
energía y cohesión atenienses y permitió que las colonias, comandadas por los
Espartanos, rompieran su hegemonía a fines del siglo V al vencerlos en la guerra del
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Peloponeso, reemplazando temporáriamente a la democracia ateniense por una
tiranía, llamada la ‘Tiranía de los Treinta’. Atenas dejó definitivamente de ser un
imperio, no obstante, continuó siendo el centro cultural del mundo antiguo. Estas
características morales llevaron a la mayoría de los filósofos a catalogar al siglo como
el de la decadencia.
LA CORRIENTE SOFÍSTICA
La democracia participativa del siglo V implicó la necesidad de desarrollar el uso
de la palabra y del razonamiento para poder defender intereses y creencias propias
en el contexto argumentativo de las asambleas. Las personas que nunca habían
intervenido en la organización de la Polis necesitaban una enseñanza apropiada para
actuar políticamente; cubrieron esta necesidad un grupo de profesores y
conferencistas provenientes de otras colonias griegas que se llamaban a sí mismos
'sofistas', o sea, persona sabia o hábil. Enseñaban materias humanísticas y retórica,
temas imprescindibles para participar en la sociedad y política ateniense, tratando de
llenar el vacío cultural de la mayoría de los ciudadanos. Cobraban por sus clases y los
más reconocidos, como Protágoras, Gorgias, Hippias o Trasímaco sólo podían ser
contratados por ciudadanos ricos que tenían necesidad de manejar la gramática para
expresarse en un lenguaje elocuente y de conocer las técnicas polémicas para hacer
valer sus buenas o malas razones. Capacitaban a sus alumnos para acceder a
cargos públicos y triunfar en el Ágora por lo cual, enseñaban a pensar y hablar
poniendo énfasis en la resolución práctica de los problemas y desconfiando de cualquier
patrón invariable o absoluto de conducta.
El movimiento sofístico se expandió por toda la Hélade y, aunque no se los puede
considerar como una escuela filosófica, conformaron un conjunto de teorías que
guardaban puntos comunes entre sí, como la importancia del lenguaje, la experiencia
como criterio de certeza, el relativismo y escepticismo ético-gnoseológico, y la
prioridad del objetivo práctico-utilitario. Estos principios se encuentran defendidos y
desarrollados por los sofistas más importantes.
EL ARTE DE LA ARGUMENTACIÓN
“El encantamiento inspirado por las palabras puede provocar el placer y evitar el
dolor, pues su fuerza, unida con el sentimiento del alma, mitiga, persuade y
enajena por medio de su magia.” (Gorgias, Elogio de Helena, X)
La sofística sostuvo que el leguaje, que es una creación del hombre para poder
explicar el mundo que lo rodea, es autónomo e independiente. El lenguaje no es el
medio para nombrar al Ser sino que lo produce, esto es, que el Ser es un efecto del
decir. La realidad está configurada por el lenguaje, porque los hombres sólo pueden
concebirla según las teorías que la describen. Si el discurso, desvinculado de los
referentes ontológicos, es quien construye la realidad, la verdad queda restringida al
lenguaje usado y su aceptación, a la elocuencia del orador. Por lo tanto, las técnicas
que otorgan un manejo convincente del mismo, son de especial importancia pues
permiten modelar lo real e indicar lo bueno o lo malo.
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Enseñaban Retórica o sea el arte de hablar correctamente para persuadir;
también era relevante la Erística o destreza en la esgrima verbal para triunfar en los
debates, cuya técnica consistía en mostrar las incoherencias argumentativas del
interlocutor. Aseveraban que cualquier argumento podía ser defendido con éxito
porque la verdad o justeza depende del poder de persuasión con que se la sostenga o
de la utilidad que tuviera y no de los contenidos en sí mismos.