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HISTORIA DE LA FILOSOFIA ANTIGUA

Rosa María Longo Bedaguer


Adriana Ema Fernández Vecchi
CAPITULO III

SOFISTAS

EL SIGLO DE PERICLES

El movimiento sofístico se desarrolló en el siglo V a. de C., cuando el Imperio


Ateniense produjo una renovación cultural que se apartó de las tradiciones y puso el
acento en el hombre mismo y sus realizaciones. Este cambio respondió a razones
históricas.

En la segunda mitad del siglo VI a. de C. las polis griegas estaban


geográficamente muy dispersas y esta atomización indujo a los persas, comandados
por Jerjes, a ampliar y consolidar su imperio. Comenzaron apoderándose de los
estados Jonios con la intención de conquistar luego toda la Hélade. Atenas, por su
parte, había logrado una evolución económica de envergadura con la producción de
vinos y aceites, sobre todo con su comercialización por vía marítima, y no solamente
no estaba dispuesta a ser sometida, sino que aspiraba a una mayor expansión política
para mejorar su comercio y obtener materias primas baratas.

Con el fin de impedir el avance de los persas las polis griegas se unieron y
formaron la Liga marítima de Delos en el 478, comandada por Atenas en razón de su
poderío naval. Luego de una larga lucha vencieron a los persas en la batalla de
Salamina, pero Atenas, en lugar de devolver la autonomía a los confederados,
mantuvo la hegemonía económica y los sometió a sus reglas, transformándose en
centro imperial. Los antiguos aliados se convirtieron en colonias, a veces
políticamente independientes, pero siempre subordinadas económicamente.

“Cuantos estados hay, están sometidos a Atenas, por necesidad los fuertes y por
miedo los débiles. No hay estado que no necesite importar o exportar algo y eso no
les está permitido si no dependen de los amos del mar.”1

Atenas, al dominar el mar Egeo, usufructuó la riqueza de griegos y bárbaros y la


moneda ática se tornó moneda imperial. Los atenienses disfrutaron de un gran
bienestar económico y florecieron todas las artes. Es el siglo de las grandes tragedias
de Esquilo, Sófocles y Eurípides, de las comedias de Aristófanes, de la construcción
del Partenón y de las magníficas obras de Fidias e Ictino. Se promovió en la

1Pseudo Jenofonte, Constitución de los atenienses, Traductor G. Ramírez Vidal, Universidad


Nacional Autónoma de México, D.F., 2005, II,3.
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sociedad la educación del gusto artístico y la vida intelectual favoreciendo la
participación y disfrute del arte y del teatro. Desde la política se concretó la realización
plena de la democracia pues todos los ciudadanos pudieron participar directamente
en las asambleas populares y tribunales de justicia; esta política fue factible por las
reformas de Pericles que, además de limitar los poderes del Areópago dominado por
la aristocracia tradicional, estableció un régimen de indemnizaciones que permitió la
participación de grupos sociales que no habían podido actuar en el pasado como
representantes ni integrar las actividades gubernamentales por falta de tiempo y
cultura. Esta democracia participativa que promovía la igualdad y la libertad se
convirtió en el paradigma de las concepciones de la democracia posteriores.

El florecimiento de las artes y las letras, el apoyo a la vida intelectual, la libertad


ciudadana y la libertad de expresión que reinó en el siglo V, crearon el ambiente
propicio para que hombres como Sócrates, Anaxágoras, Heródoto, Tucídides o los
trágicos, pudiesen desplegar su genio. Por estas realizaciones fue llamado el ‘siglo de
oro’.

Al mismo tiempo, las circunstancias políticas y económicas que posibilitaron el


rápido y fácil enriquecimiento de los ciudadanos, cambiaron las costumbres de la
polis, impulsando a los atenienses a la creación de necesidades superfluas que iban
más allá de las necesidades naturales. Una fuerte clase media conformada por
nuevos ricos, exaltó el lujo, la ostentación personal y el derroche. La tradicional
economía agraria fue desplazada por los comerciantes, artesanos y pequeños
industriales que florecieron en esa época, y la producción dejó de limitarse a la
subsistencia y buscó expresamente la obtención de ganancias. Comenzó a medirse el
éxito con relación a las actividades productivas y militares y no por la virtud,
priorizando la acción individual a la cohesión social y, al acentuar el individualismo
como principio rector de las conductas, se dislocaron las interrelaciones humanas y se
modificó la axiología social.

El auge económico posibilitó también el ocio, que en algunos casos fue dedicado
al pensamiento y al arte, pero que la mayoría de los ciudadanos usaron para
aumentar sus riquezas, tanto a través de cargos públicos, como presionando para que
se aprobasen decretos convenientes. A pesar de los criterios formales que se
establecieron para preservar la justicia, la falta de experiencia y conocimiento de
muchos de los participantes y, fundamentalmente el cambio de valores que priorizó la
riqueza y la ambición personal por sobre el bien común, llevó a una progresiva
corrupción que generó inestabilidad moral y jurídica. Esta forma de vida debilitó la
energía y cohesión atenienses y permitió que las colonias, comandadas por los
Espartanos, rompieran su hegemonía a fines del siglo V al vencerlos en la guerra del

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Peloponeso, reemplazando temporáriamente a la democracia ateniense por una
tiranía, llamada la ‘Tiranía de los Treinta’. Atenas dejó definitivamente de ser un
imperio, no obstante, continuó siendo el centro cultural del mundo antiguo. Estas
características morales llevaron a la mayoría de los filósofos a catalogar al siglo como
el de la decadencia.

La filosofía también tomó un nuevo camino. Los primeros filósofos se ocuparon de


investigar la naturaleza, la physis, pero en el siglo V el interés de los pensadores va a
centrarse en el ser humano y en el lugar que ocupa en la sociedad: la reflexión ética y
moral, la justificación del poder político, los fundamentos de la justicia y el estudio del
lenguaje como vehículo del conocimiento.

LA CORRIENTE SOFÍSTICA
La democracia participativa del siglo V implicó la necesidad de desarrollar el uso
de la palabra y del razonamiento para poder defender intereses y creencias propias
en el contexto argumentativo de las asambleas. Las personas que nunca habían
intervenido en la organización de la Polis necesitaban una enseñanza apropiada para
actuar políticamente; cubrieron esta necesidad un grupo de profesores y
conferencistas provenientes de otras colonias griegas que se llamaban a sí mismos
'sofistas', o sea, persona sabia o hábil. Enseñaban materias humanísticas y retórica,
temas imprescindibles para participar en la sociedad y política ateniense, tratando de
llenar el vacío cultural de la mayoría de los ciudadanos. Cobraban por sus clases y los
más reconocidos, como Protágoras, Gorgias, Hippias o Trasímaco sólo podían ser
contratados por ciudadanos ricos que tenían necesidad de manejar la gramática para
expresarse en un lenguaje elocuente y de conocer las técnicas polémicas para hacer
valer sus buenas o malas razones. Capacitaban a sus alumnos para acceder a
cargos públicos y triunfar en el Ágora por lo cual, enseñaban a pensar y hablar
poniendo énfasis en la resolución práctica de los problemas y desconfiando de cualquier
patrón invariable o absoluto de conducta.
El movimiento sofístico se expandió por toda la Hélade y, aunque no se los puede
considerar como una escuela filosófica, conformaron un conjunto de teorías que
guardaban puntos comunes entre sí, como la importancia del lenguaje, la experiencia
como criterio de certeza, el relativismo y escepticismo ético-gnoseológico, y la
prioridad del objetivo práctico-utilitario. Estos principios se encuentran defendidos y
desarrollados por los sofistas más importantes.

Fueron ampliamente aceptados e incluso se les encomendaron tareas políticas


importantes, como la confección de la constitución para la colonia de Turio encargada
a Protágoras; sin embargo, su oposición a las normas tradicionales hizo que los
círculos aristocráticos mostraran una gran animosidad en su contra, desvalorizando y
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en algunos casos deformando su accionar.

Se sabe que escribieron varias obras, pero la mayoría se ha perdido o sólo


quedan fragmentos que, junto con los comentarios críticos de los filósofos posteriores,
conforman las fuentes para su conocimiento. De su actividad lo más relevante fue el
estudio del lenguaje, del que dejaron importantes aportes sobre gramática y
semiótica y un valioso desarrollo del arte de la retórica.

EL ARTE DE LA ARGUMENTACIÓN

“Declaraba Protágoras poder convertir a la opinión más débil en la más fuerte.”


(Aristóteles, Retórica 1402 a 23)55

“Protágoras fue el primero en decir que había dos argumentos contradictorios


sobre cada cosa.” (Diógene Laercio, IX, 51)56

“El encantamiento inspirado por las palabras puede provocar el placer y evitar el
dolor, pues su fuerza, unida con el sentimiento del alma, mitiga, persuade y
enajena por medio de su magia.” (Gorgias, Elogio de Helena, X)

“Lo bello y digno de estimación es ser capaz de ofrecer un discurso adecuado y


bello ante un tribunal, ante el Consejo o cualquier otra magistratura en la que se
produzca el debate, convencer y retirarse llevando, no estas nimiedades [si es
virtuoso o verdadero], sino el mayor premio, la salvación de uno mismo, la de sus
propios bienes y la de sus amigos.” (Hipias Mayor 304 b)57

“El arte de la retórica es la capacidad de persuadir a cualquiera por medio de


discursos, ya a los jueces en el tribunal, ya a los senadores en el senado, ya a los
asambleístas en la asamblea y en cualquier otra reunión que revista el carácter de
una reunión cívica. Con tal poder harás esclavo tuyo al médico o al profesor de
gimnasia.”(Gorgias, 452 e)58

La sofística sostuvo que el leguaje, que es una creación del hombre para poder
explicar el mundo que lo rodea, es autónomo e independiente. El lenguaje no es el
medio para nombrar al Ser sino que lo produce, esto es, que el Ser es un efecto del
decir. La realidad está configurada por el lenguaje, porque los hombres sólo pueden
concebirla según las teorías que la describen. Si el discurso, desvinculado de los
referentes ontológicos, es quien construye la realidad, la verdad queda restringida al
lenguaje usado y su aceptación, a la elocuencia del orador. Por lo tanto, las técnicas
que otorgan un manejo convincente del mismo, son de especial importancia pues
permiten modelar lo real e indicar lo bueno o lo malo.

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Enseñaban Retórica o sea el arte de hablar correctamente para persuadir;
también era relevante la Erística o destreza en la esgrima verbal para triunfar en los
debates, cuya técnica consistía en mostrar las incoherencias argumentativas del
interlocutor. Aseveraban que cualquier argumento podía ser defendido con éxito
porque la verdad o justeza depende del poder de persuasión con que se la sostenga o
de la utilidad que tuviera y no de los contenidos en sí mismos.

La retórica, en tanto daba más importancia a la forma de expresarse que al


contenido, no se atenía a la verdad, sino que sólo perseguía un resultado convincente
aunque fuese meramente verosímil; además, como la eficacia del discurso se
vinculaba a la resolución práctica del interés del alumno–cliente, podía derivar en
conclusiones opuestas. Según la tradición se dieron casos donde un deudor y su
acreedor fueron a un mismo sofista que les enseñó a argumentar para no pagar al
primero, y para poder cobrar al segundo; son los llamados discursos dobles que
responden a la conveniencia individual y no a la verdad o a la justicia.
Sobre la base del relativismo argumentativo sostuvieron el relativismo
gnoseológico y ético que en algunos casos derivó en escepticismo y en otros en
nihilismo.

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