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CURSO DEL NUEVO TESTAMENTO

CARTA A LOS EFESIOS

Introducción

Para ubicarnos en el estudio de esta epístola, recordemos que una de las tareas de Pablo
conforme llevaba el evangelio, fue preparar a sus discípulos a fin de dejarlos a cargo de
las iglesias que instalaba. Así, durante su segundo viaje misionero, después que el
Espíritu Santo le impidió predicar en Asia (Hch. 16: 6), se dirigió hacia el oeste, a
Macedonia, hacia Filipos, hasta Berea, y luego visitó Atenas y siguió hasta Corinto;
finalmente, en el camino de regreso, Pablo visitó Éfeso. Cuando llegó a Éfeso, le
acompañaban Aquilas y Priscila y les encomendó continuasen la obra de Dios en ese
lugar (Hch. 18: 18, 19, 26). Es posible que la pareja estuviese presente el día de
Pentecostés (Hch. 2: 9) cuando los apóstoles fueron facultados para hablar en lenguas
entre los asistentes a esa festividad en Jerusalén y fueron de los primeros conversos al
cristianismo.
La ciudad de Éfeso era la capital de la provincia romana de Asia (Turquía moderna); allí
se encontraba una de las siete maravillas del mundo antiguo: el templo de Diana, la diosa
Artemisa de los griegos (Hch. 19: 23-41) -cuanto veces más grande que el Partenón-,
pero en su concepción oriental de la diosa de la fertilidad; un ídolo de madera, vulgar, con
muchos pechos. Esta majestuosa edificación cuya construcción tardó unos 200 años,
contaba con 127 hermosas columnas, algunas de ellas artísticamente talladas y pintadas.
La ciudad era una gran sede de cultura y educación, con una famosa biblioteca y un
teatro con capacidad para 25,000 personas 1/. Éfeso era un centro comercial con un
próspero negocio de fabricación de estatuas y con un puerto cercano muy activo, que ya
no existe en la actualidad por estar lleno de sedimentos.

Museo arqueológico de Éfeso. Fachada de la biblioteca de Éfeso


Copia romana de la estatua de
Diana

Pablo durante dos años enseñó en la escuela de alguien llamado Tirano, y el evangelio se

1/
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Éfeso

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extendió en cada centro de la provincia de Asia. Evidentemente fue en ese tiempo que las
iglesias mencionadas en el segundo y tercer capítulo de Apocalipsis fueron fundadas por
el ministerio de Pablo.
En la presentación de esta epístola, el apóstol Pablo, se dirige «a los santos y fieles en
Cristo Jesús que están en Efeso» (1: 1), esto es a los que han sido hechos santos
mediante la salvación en Jesucristo. Mas ¿a quien estaba destinada?
La carta fue escrita por el apóstol Pablo probablemente durante el tiempo que estuvo
preso en Roma, por el año 62 d. C, y pudo haber sido destinada para su distribución entre
varios grupos cristianos de Asia Menor, dentro de la cual la ciudad de Éfeso era la
principal, por lo que con ese nombre llegó a conocerse a dicha carta.
Es menester comentar que desde su prisión en Roma, Pablo envió a cuatro mensajeros
para igual número de iglesias con cartas específicas: la Carta a los Filipenses, mediante
Epafrodito (Fil. 4: 18); la carta a los Efesios con Tíquico (Ef. 6: 21); la carta a los
Colosenses por medio de Epafras (Col. 4: 12), y la carta a Filemón, por intermedio de
Onésimo, un esclavo fugitivo de Colosas, para quien era su amo (Flm. 10).
En esencia la Epístola a los Efesios nos presenta a la Iglesia, la cual es el cuerpo de
Cristo. Ésta es la Iglesia invisible de la cual Cristo es la Cabeza. El cuerpo de la carta está
dividida en dos partes con aproximadamente la misma extensión. En la primera parte, que
va desde Ef. 1: 3 a 3: 21, comprendida desde la bendición hasta una doxología, Pablo
ruega a Dios para que los gentiles convertidos en cristianos capten la magnitud del
misterio de su vocación en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. La segunda parte (Ef.
4: 1 a 6: 22) el apóstol les exhorta a vivir en conformidad al dicho misterio de su vocación
mediante una vida “digna”.

La iglesia es un cuerpo
La primera declaración de la bendición de Dios para los creyentes destaca que fuimos
escogidos desde antes de la fundación del mundo y predestinados para ser salvos y sin
mancha delante de él, por medio de Cristo Jesús. En Romanos 8: 14-17 y en Gálatas
4: 46 se nos dice que somos hijos de Dios por la acción salvadora de Cristo y por la
recepción del Espíritu Santo, no por nuestra naturaleza sino por la infinita gracia de Dios:
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos
santos y sin mancha delante de él,
en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,
para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las
riquezas de su gracia,
que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se
había propuesto en sí mismo,
de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los
tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra.
En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al
propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad,
a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente
esperábamos en Cristo.

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En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de


vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo
de la promesa,
que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida,
para alabanza de su gloria». (Ef. 1: 3-14)

Como anotamos en el estudio de la carta a los Gálatas, por amor, Dios nos predestinó
para ser adoptados como hijos suyos (v. 5), conocida la adopción como se entendía en
esos tiempos en las distintas regions del imperio romano 2/.
Pablo, a continuación en el versículo 9 hace una sorprendente afirmación: «dándonos a
conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí
mismo», esto es no por nuestra capacidad, sino que Dios ha permitido que le conozcamos
por su propia revelación en las Escrituras, en Su creación y en Jesucristo, su Hijo Amado,
ya que nada de Él puede ser ni desvelado ni comprendido por el hombre; Él “nos ha
hecho partícipes de su designio secreto”, «misterio que en otras generaciones no se dio a
conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y
profetas por el Espíritu: que los gentiles son coherederos y miembros del mismo .cuerpo,
y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio» (Ef. 3: 5-6).
Podemos tener conocimiento de la voluntad de Dios por su revelación y no mediante
elucubraciones filosóficas propias del pensar humano, dentro de las cuales los ateos
afirman que los dioses son creación de la mente humana.
Por su inmenso amor, Dios nos ha concedido su gracia3 «en el Amado», por quien
tenemos «redención por su sangre, el perdón de pecados» (Ef. 1: 6-7); fuimos liberados
mediante el pago de un rescate inmerecido, que nunca pudimos pagar, y que tenemos en
Cristo sacrificado.
A continuación en el versículo 17 del capítulo 1, Pablo les escribe para decirles:
«… no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis
oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé
espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos
de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha
llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la
supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la
operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los
muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado
y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en
este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y
lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la
plenitud de Aquel que todo lo llena en todo». (1: 17-22).

2/
La adopción en el Imperio Romano y conforme a sus leyes tenía como base la patria potestad del “Pater
Familia”, título que tenía un especial significado puesto que el Pater familia jamás dejaba desamparados
sus hijos, porque la familia era indivisible. El Pater tenía derecho sobre la vida y sobre la muerte de sus
hijos, y ningún hijo tenía que responder de sus actos ante la ley, solo ante su padre y en caso de que
hubiese cometido un delito la ley se dirigía al padre y le informaba del delito cometido y este marcaba el
castigo al que se tenía que someter. El hijo adoptado llegaba hasta ser declarado heredero universal del
padre.
3/
El poderoso Rey de Babilonia, Nabucodonosor (Dn. 4: 28-34), nada podía hacer para librarse de aquella
situación y por ello reconoce que solo el Dios Altísimo que anunciaba el profeta Daniel tenía dicha
capacidad.

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En el Nuevo Testamento se revela que existe una guerra en los ámbitos espirituales
donde existe una jerarquía u organización invisible con poderes malignos que engañan y
manipulan las conducta humana para hacer avanzar el reino del mal, en contraposición al
Reino de Dios (más adelante en Efesios 6 Pablo da mayor información a los cristianos).
Los siguientes versículos dar la certeza de la salvación por la Gracia de Dios, apartados
para no ser más “hijos de ira”:
«Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este
mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en
los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en
otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de
los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es
don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe ». (2: 1-3, 8-9).

En el diseño original de Dios, tanto de su creación como de estas sus criaturas, por su
voluntad de ser redimidas en Cristo, somos hemos nuevas criaturas y retornamos al
diseño inicial, para que anduviésemos en buenas obras (2: 10).

Reconciliados con Dios


Ahora, en los siguientes versículos nos es revelado el misterio de la voluntad de Dios
respecto de la esperanza de los gentiles de ser parte comun con el Pueblo de Israel:
«Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la
carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en
la carne.
En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a
los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis
sido hechos cercanos por la sangre de Cristo.
Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared
intermedia de separación,
aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en
ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo
la paz,
y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en
ella las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los
que estaban cerca;
porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu
al Padre». (2: 11-18).

Por causa del pecado, el hombre, la creación preferida de Dios, pasó del orden cósmico al
caos y por esta razón quedó sujeto (esclavizado) en la muerte, la corrupción y el pecado,
esto es porque un cuerpo muerto y en estado de putrefacción no tiene la mínima
posibilidad de hacer nada para cambiar su destino toda vez que la muerte ha marcado
dicho destino. Mas por el poder del evangelio, a pesar de estar muertos en nuestros
delitos y pecados, lejanos de Dios y ajenos a su promesa, Dios por su infinita Gracia nos
dio vida en Cristo, y nos resucito e hizo justicia en Él, para redimirnos y adoptarnos como

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hijos para vivir en los lugares celestiales con Él; el caos del cosmos se transforma en
orden, en una nueva creación que incluye a todos los creyentes sin importar su origen,
raza, color o condición económica y social. (ver Ro. 9: 23-24, Gal. 3: 28, Col. 3: 11).

Bajo el antiguo pacto, los gentiles estaban excluídos de la nación de Israel, y se les
consideraba ajenos a las promesas del pacto de Dios, alejados de Dios, sin esperanza en
esta vida, y sin la posibilidad de conocer al verdadero Dios. Por la preciosa sangre de
nuestro Salvador, por el sacrificio del nuevo pacto en Cristo, los gentiles creyentes en
Jesucristo fueron (fuimos) junto con los judios creyentes en Cristo a la nación de Israel.
Los gentiles fueron incorporados para gozar de la promesa por medio del nuevo pacto, e
incluidos como herederos -junto a los patriarcas-, de todas las promesas de Dios.

La iglesia un edificio

«Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y


miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el
edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en
quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el
Espíritu» (2: 19-22).

En la Iglesia, cada uno es llamado para ser morada de Dios en el Espíiritu y por ende,
cuando se hayan cumplido los tiempos de Dios, este edificio que ha sido edificado en la
Palabra de Dios, reunuido como una familia de Dios, será transformado en un templo
santo en el Señor.
Es ahora, que por medio de la Iglesia, es dada a conocer a los principados y potestades
en los lugares celestials, el misterio de la obra redentora de Jesucristo (Ef. 3: 1-6), por
medio de su muerte, resurrección y ascención para estar con el Padre, a quien
corresponde toda la Gloria por todos los siglos.

Los ministerios en la Iglesia

En el verso 1 de este capítulo cuatro, se inicia la segunda parte de la Carta que estamos
estudiando.
Pablo, aun cuando está preso y sufriendo en la cárcel por servir a Cristo y por falsas
asusaciones de los judaizanes (Hch. 21: 27-29), declara a los creyentes en Éfeso que
Cristo es su único amo y Señor, y los (nos) invita a vivir «como es digno de la vocación
con que fuisteis llamados» (4: 1):

«con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los
otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz;
un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza
de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el
cual es sobre todos, y por todos, y en todos». (4: 2-6).

Para ello Cristo ha dado cinco oficios ministeriales o dones para alimentar y equipar a Su
Iglesia, no a manera de control jerárquico o de competencia eclesiástica:

«Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas;


a otros, pastores y maestros,

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a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del
cuerpo de Cristo,
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de
doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las
artimañas del error,
sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la
cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí
por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de
cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor». (Ef. 4: 11-16)

Los ministerios otorgados por Cristo para la edificación de la Iglesia, son dados conforme
a la voluntad de Dios y las necesidades de la Iglesia, de manera que ninguno es menor
que el resto, ni requieren de creyentes que todo lo pueden, sino que se realizan en la
Iglesia conforme a los dones y capacidades de cada uno. Hay diferentes dones: los
dados por el Padre (Ro. 12: 3-8), los otorgados por el Hijo (Ef. 4; 1 Co. 5: 8) y los dados
por el Espíritu Santo (1 Co. 12: 4-11).
Pablo menciona la necesidad de no perder la fe, en particular por los embates del
enemigo, que se presenta a la manera de herejias, que destruyen la unidad de la Iglesia.
En esos tiempos, y se sigue presentando aún hoy, se tenia la influencia de los judaizanes
que se tratan en la Carta a los Gálatas, de los carismáticos que advierte en la Carta a los
Corintios y de los gnósticos, que es tratada en las cartas a los Corintios, a los Colocenses,
y a los Efesios, específicamente esta última influencia favorecida por el ambiente filosófico
en que fueron criados los gentiles. En la actualidad los cristianos vivimos en una sociedad
que cada vez es más permisiva con respecto a los valofes éticos.
El apostol Pablo, insiste que la vida del Cristiano debe seguir como modelo a Cristo (Ef. 4:
31-32). Una de las causas de division, rencor y decaimiento de la vida espiritual de la
Iglesia, es la falta de perdón. Nuestro Señor Jesucristo enseñó que debemos perdonar,
como Dios nos ha perdonado. (Mt. 6¨14-15; 18: 21-35).

La Iglesia como esposa de Cristo

Ante las preguntas: ¿como debo tratar a mi esposa? ¿como debo conducirme con mi
marido?, Pablo enseña que las relaciones terrenales entre los cónyuges deben tomar
como modelo la relación de Cristo con su Iglesia (Ef. 5: 21-33): Cristo es el Esposo divino
que ama, cuida y sustenta a la Iglesia, y se sacrificó por élla; en tanto que la Iglesia, la
Esposa espiritual le debe respecto a Cristo como Cabeza de la Iglesia, responde a su
liderazgo, y es la ayuda idonea (Gn. 2: 18) de Cristo para llevar amor, consuelo y perdón
entre los hermanos, así como trabajar en el ministerio de la reconciliación de los hombres
con Dios, por medio de Jesucristo. Por tanto el esposo es cabeza de la mujer, como Cristo
lo es de Su Iglesia porque Cristo es Cabeza del varón. La Biblia no ubica al varón por
encima de la mujer, sino que llama a cada esposo a ejercer un liderazgo responsable con
su esposa, y las esposas deben sujetarse a sus maridos, no como servidumbre, sino por
la autoridad que representan.
Pablo enseña del comportamiento de los hijos hacia los padres, y de estos para con los
hijos (6: 1-4). Pero también del comportamiento de los siervos con respecto de sus amos
y de éstos con sus trabajadores (vv. 5-9).

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La armadura del cristiano

En Efesios 6: 10-20, el apóstol toma un simil del ejército para enseñar a los creyentes en
su lucha diaria con el reino del mal. Nos llama a tomar toda la armadura de Dios, para que
a la manera de soldados, estemos firmes contra las fuerzas del infierno, porque no
temenos lucha contra fuerzas físicas, sino contra poderes invisibles; para que podamos
«resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes» (v. 13).
«Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la
coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de
fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que
es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos».
(vv. 14-18).
La armadura de Dios no es tan sólo una protección pasiva contra el enemigo, sino que es
un instrument poderoso para luchas contra las fuerzas de Satanás. Finalmente la última
recomendación de Pablo es que: debemos orar «en todo tiempo con toda oración y
súplica en el Espíritu» (v. 18).

La cabeza simboliza el alma, el


conocimiento, el entendimiento, los
Yelmo de la salvación
sentimientos, los juicios y la voluntad.
Marcos (12: 33).
Orando en todo tiempo con
Cuidemos nuestra boca y nuestra
toda oración y súplica en el
lengua (Stgo.3 :1-12)
Espíritu
Ceñidos los lomos con la El cuerpo simboliza la acción
verdad y vestidos con la protegida por la verdad y la justicia de
coraza de justicia. Dios.
Escudo de la fe Para apagar los dardos del enemigo.
Con ella venceremos al enemigo de
La espada del Espíritu que es nuestras almas y trabajaremos para
la Palabra de Dios. extender el Reino de Dios en el
mundo.

Los pies simbolizan los pasos de


Calzados los pies con el nuestro caminar, la acción de la
apresto del evangelio de la guerra espiritual y la invasión de
paz. territorios. Llevemos paz de Dios (Dt.
18: 23), (Jn. 14: 27).

Siguiendo a Pablo, se concluye este capítulo: «La gracia sea con todos los que aman a
nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable. Amén». (v. 24).

Antonio Morales Nájar 25 de abril de 2018 7/7

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