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Ana Meyer

“La profecía de Lacan”, entrevista realizada a J-A. Miller

J-A. Miller: “En dirección a la adolescencia”. Intervención de Clausura de la 3ra. Jornada


del Institut de l’ Enfant “Interpretar al niño”, 21/03/2015

Algunas puntuaciones:

J-A Miller: “El empuje del ‘Uno’ se traduce hoy en el derecho de cada uno a su propio goce,
convertido ahora en un derecho humano.”

Miller cita a Giorgio Agamben, quien en su Filosofía del poder, desarrolla un tipo de tratado
teoloó gico-políótico del sujeto contemporaó neo. Nos presenta el enfrentamiento directo de
nuestra civilizacioó n con el vacíóo que siempre lo habita.

Las profecíóas de Lacan:

Miller comienza diciendo que la eó poca estaó marcada por la cifra. Siendo el Islam el que pone
maó s acento en el Uno uó nico.
Es imposible parar pues la supremacíóa del Uno; proviene del lenguaje mismo, frenesíó que
Lacan asimilaba a la pulsioó n de muerte. Siendo el retorno de la religioó n la compensacioó n
necesaria para la situacioó n.
Lacan profetizaba despueó s de 1968, el ascenso del racismo.
Del mismo modo que en la “Proposicioó n de octubre del 67” se adelantoó a nuestra eó poca al
decir: “Nuestro porvenir de mercados comunes seraó balanceado por la extensioó n cada vez
maó s dura de los procesos de segregacioó n” [Ed. Manantial paó g.22].
El Uno!, el Uno, le digo! El Uno, el culto de la identidad a síó mismo, la dificultad de soportar al
Otro, quien no goza de la misma manera.
Da como ej. el caso del asesino noruego, del tipo Uno-solo, mata en nombre de una identidad
europea imaginaria, mata a sus hermanos, no a los musulmanes.
Dice Miller que “este acontencimiento, contingente, traó gico, e insensato, es un espejo del
mundo.”
Malraux decíóa que “el siglo XXI seraó metafíósico y míóstico” mientras que Toynbee profetizaba
que las Iglesias reemplazaríóan un díóa a las civilizaciones degradadas.

J-A Miller: “En direccioó n a la adolescencia”. Intervencioó n de Clausura de la 3era. Jornada del
Institut de l’ Enfant “Interpretar al ninñ o”, 21/03/2015

Realiza una nueva afirmacioó n del retorno de la religioó n donde dice: “La mutacioó n del orden
simboó lico que ve al Nombre del Padre dejar un lugar vacíóo, ilustra ahuecado el lugar donde ha
venido bruscamente a inscribirse otra tradicioó n, que no fue invitada , pero que se encontraba
en marcha y se llama Islam
El dios del Islam no es un padre, es el Dios Uno y UÚ nico. En el Islam no hay castracioó n, lo que
representa una tabla de salvacioó n para los adolescentes desorientados de hoy que se
encaminan hacia esa nueva religioó n donde el nuó mero de fieles no para de crecer.

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Miller se pregunta si el cuerpo del Otro no se encarna en el grupo o en la secta; si no se
obtiene un cierto goce del cuerpo del Otro del que se forma parte.
Plantea entonces, “hay una nueva alianza entre la identificacioó n y la pulsioó n de muerte”.
Se trata de la voluntad de muerte inscripta en el Otro.
A esta operacioó n Miller la llama el “triunfo islaó mico” parafraseando al “triunfo de la religion”.

[Para conjurarlo, se lanza a la búsqueda loca de un significante amo, como Hamlet se


lanzaba a la tumba. Él sitúa en el centro de su reflexión lo que llama la arqueología del
mando, una arqueología que, aunque no le gusta citar a Lacan, tiene un lazo profundo con
su teoría. Es una influencia secreta. Lo cito: “Creo que se podría dar una buena
descripción de las sociedades supuestamente democráticas en las cuales vivimos con la
simple constatación de que, en el seno de estas sociedades, la ontología del mando tomó
el lugar de la ontología de la aserción, no bajo la forma clara de un imperativo, sino bajo
la forma más insidiosa del consejo, de la invitación, de la advertencia dada en nombre
de la seguridad, de modo que la obediencia a una orden toma la forma de una
cooperación y, a menudo, la de una orden dada a sí mismo. No pienso aquí solamente en
la esfera de la publicidad ni en la de las prescripciones de la seguridad pública dadas
como invitaciones, sino también en la esfera de los dispositivos tecnológicos. Estos
dispositivos se definen porque el sujeto que los utiliza cree mandar (y en efecto, aprieta
teclas definidas como ‘comandos’), pero en realidad creyendo mandar no hace más que
obedecer a un mando inscrito en la estructura misma del dispositivo. El ciudadano libre
de las sociedades democrático-tecnológicas es un ser que obedece sin cesar en el gesto
mismo de pulsar un comando”.28
Agamben pone así en exergo el papel, en nuestras máquinas tecnológicas de último grito,
de la tecla fundamental que se llama ‘comando’, cuando ella nos convierte en servidores
fieles del dispositivo tecnológico. Es la paradoja del mando bajo la máscara de la
cooperación, en la que se puede reconocer lo que Jacques-Alain Miller y Jean-Claude
Milner habían señalado con su crítica del movimiento de la evaluación.
J-A Miller es lo que muestra en………. ]

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