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FILOSOFIA DEL DESEO

¿Qué es el deseo? ¿Una pulsión que nos inclina irremediablemente hacia un objetivo irracional, o
quizá una necesidad interna elegida deliberadamente negociación racional mediante? Para
algunos, el deseo es la causa del sufrimiento mismo y su aniquilación, el secreto de la felicidad.
Para otros, el deseo da sentido a la vida y es móvil de inspiración y productividad.

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El deseo

¿Qué es el deseo? ¿Una pulsión que nos inclina irremediablemente hacia un objetivo irracional, o
quizá una necesidad interna elegida deliberadamente negociación racional mediante? Para
algunos, el deseo es la causa del sufrimiento mismo y su aniquilación, el secreto de la felicidad.
Para otros, el deseo da sentido a la vida y es móvil de inspiración y productividad. Efectivamente,
las apreciaciones varían sutilmente a veces y terminantemente otras tantas. Recorreremos
brevemente estas diferentes ideas, siguiendo entre otras fuentes, el diccionario de filosofía de
José Ferrater Mora, las diferentes posiciones filosóficas relativas al concepto de deseo.

El deseo en el mundo antiguo

Si nos remontamos a Aristóteles, el deseo es uno de los componentes del apetito y no sería
necesariamente irracional, sino que por el contrario, podría ser un acto premeditado, que tiene
como objeto algo sobre lo que se ha de decidir. En este sentido, aquello que es llamado “elección”
o “preferencia” sería un “deseo deliberado”.

Pero Platón, hace un análisis muy diferente: en primer lugar, plantea un contraste entre deseo y
razón, aunque en rigor, admite la existencia de diferentes tipos de deseos, los necesarios y los
innecesarios e incluso considera la posibilidad de que el deseo pertenezca exclusivamente a la
naturaleza del alma. Así, es frecuente en la filosofía de la antigüedad, considerar al deseo como
una pasión del alma. En efecto, cuando se acentuaba el carácter racional del alma, esto podía
considerarse como un obstáculo para el predominio de la razón, aunque de todas formas, el
término “pasión” no debería necesariamente entenderse en aquel contexto de modo
exclusivamente despectivo (por ejemplo, Zenón de Citio hablaba del deseo como de una de las
cuatro “pasiones” -las otras tres eran el temor, el dolor y el placer-)
El deseo en tiempos medievales

Para Tomás de Aquino, el deseo no es tan solo un apetito sensitivo. Para este filósofo medieval, el
deseo puede ser sensible o racional y expresa la aspiración por algo que no se posee. Sin embargo,
Tomás diferenciará entre el deseo y el amor o delectación. En efecto, el deseo puede ser bueno o
malo, pero esto dependerá del objeto hacia el cuál éste se enfoca.

El deseo en la modernidad

Ya en tiempos modernos, el deseo suele aparecer bajo el concepto de “pasión del alma” y en un
sentido bastante amplio aparece el interés psicológico por el término. Descartes lo verá como una
agitación del alma causada por los espíritus que la disponen a querer para el porvenir de las cosas
que se representa como convenientes para ella. Y del mismo modo, para Locke, el deseo es la
ansiedad que surge acomo consecuencia de la ausencia de algo cuyo goce presente comprende la
idea de deleite. Para Spinoza, el deseo es simplemente el apetito acompañado por la conciencia de
sí mismo.

Luego, según Hegel, la conciencia de sí mismo es el estado de deseo en general, porque la


condición de deseo y de trabajo o esfuerzo aparece en el proceso en que la conciencia vuelve a sí
misma en el curso de sus transformaciones como conciencia infeliz.

Pero para Sartre el deseo no es pura subjetividad aunque tampoco pura apetencia. En efecto, la
intencionalidad del deseo no se agota en el “hacia algo” sino que simultáneamente es algo para sí
mismo y para el otro deseado. En este sentido general y especialmente en el caso del deseo
sexual, para Sarte, el deseo tiene un ideal imposible porque aspira a poseer la trascendencia del
otro como pura trascendencia y como cuerpo aspirando reducir al otro a su “simple facticidad” y a
la vez, pretende que esa felicidad sea una perpetua representación de su trascendencia
anonadora.

El deseo como pulsión de vida

Desde el punto de vista psicoanalítico, el deseo podría interpretarse como la pulsión de vida
(Eros), la cual tiende a la creatvidad. Esta fuerza inspiradora se contrapone con la pulsión de
muerte. En este sentido, existe una suerte de equilibrio entre ambas pulsiones. La angustia de
muerte podría originarse en el temor de no poder satisfascer el deseo, lo cual nos define como
sujetos finitos. Y esta finitud se manifiesta en una pulsión interna autodestructiva cuyas vicisitudes
dependen del otro par pulsional.

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El deseo en la filosofía oriental

En el contexto del budismo, el deseo es considerado la causa de todo sufrimiento. De hecho, las
cuatro verdades nobles definen a la vida como sufrimiento (Dukkha) y al deseo como la causa de
esta realidad (Samudaya). Lo que sigue es que para eliminar el sufrimiento es necesario eliminar el
deseo (Nirodha) lo cual abre las puertas de la iluminación para quien estuviera dispuesto a seguir
un camino espiritual (Magga). Esta mirada negativa del deseo se contrapone con la perspectiva
positiva que sobrevuela de un modo u otro a las diferentes concepciones occidentales. Mientras
que para occidente, aun con particulares matices, el deseo aparece siempre como un motor
movilizador, para el budismo, el deseo simplemente paraliza e impide el progreso espiritual.

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