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LA OBRA MÁS HERMOSA DE DIOS

Persigue enseñar de manera práctica, qué es lo más especial que Dios ha creado. Consiste en llevar una caja del tamaño de una
caja de zapatos, al grupo. Decirles que dentro de ésta, se haya la creación más especial de todas las otras creaciones hechas por
Dios. Todos querrán ver lo que hay dentro de esta caja, algunos pueden intentar deducir qué es, el líder debe hacer el
compromiso de mostrarles a algunos (en forma individual) lo que hay dentro de la caja, pero deberá advertirles que no podrán
decirle a los demás hasta que el líder lo haya enseñado a todos de una vez.

Quieres tú también saber lo que había dentro de esta caja?, pues había un ESPEJO!!! Es decir, la obra más especial de todas las
demás hechas por Dios, somos tu y yo... con este ejemplo práctico puedes enseñarles autoestima, partiendo del principio que
Dios nos hizo con sus propias manos, y para El somos lo más especial.

Oración introductoria
Señor, tú me has dicho que si no estoy unido a la vid no puedo dar fruto. Yo sé que tú eres esa vid, y que la oración es lo que me
une a ti. Ayúdame en esta meditación a conocerte más para estar tan unido a ti que no pueda separarme jamás y así pueda llevar
mucho fruto de amor en mi vida.

Petición
Señor, que jamás me separe de ti.

Meditación del Papa


Para realizar esto, debéis permanecer unidos a Cristo. Sus palabras son la base de vuestra eficacia: "Yo soy la vid. Vosotros los
sarmientos... porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Él os llama también hoy a un mayor amor, porque os invita a una
permanente conversión del corazón. Os llama a una mayor unión con El en su Iglesia, pues es allí donde le encontráis. Y la unión
con Cristo en su Iglesia es la condición esencial de toda vuestra eficacia apostólica. Es Cristo quien os confía vuestra misión, una
misión que, sin embargo, está coordinada dentro de la unidad de su Cuerpo mediante los Pastores de la Iglesia. Esto explica el
gran valor que tiene una amorosa comunión de fe y disciplina con vuestros obispos quienes, como dice la Carta a los Hebreos,
"velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas" (He 13,17).
Habéis escuchado la Buena Noticia de la salvación y la habéis abrazado con alegría, produciendo frutos de justicia y santidad de
vida. Pero es importante que la gracia de la fe se desarrolle en vosotros y en todos los creyentes con la ayuda de Dios, y os
conduzca a un conocimiento más profundo de la persona y del mensaje de nuestro Señor Jesucristo (cf. Catechesi tradendae
CTR 19). La necesidad de una catequesis sistemática es una de las mayores necesidades de la Iglesia en este momento. Es un
gran reto para vosotros como católicos. Como seglares, estáis llamados, individual y colectivamente, a hacer frente a este reto.
Entre todas las oportunidades que tenéis abiertas para el ejercicio del apostolado individual, la familia ocupa un lugar de
primordial importancia. La familia puede proporcionar una respuesta eficaz a la secularización del mundo; la familia
tiene un carisma especial para transmitir la fe y para estimular en su desarrollo una evangelización inicial. Dentro de
la intimidad de la familia, cada individuo puede encontrar la oportunidad para dar un testimonio personal del amor de Cristo.
Los padres tienen el derecho y el deber de catequizar a sus hijos; tienen el inmenso privilegio de ser los primeros en enseñar a
sus hijos a rezar. Con palabras de mi predecesor Juan Pablo I, me gustaría "estimular a los padres en su papel de educadores de
los hijos; ellos son los primeros catequistas y los mejores. ¡Qué gran tarea tienen y qué reto! Enseñar a sus hijos a amar a Dios, a
hacer de este amor una realidad de su vida. Y, por gracia de Dios, qué fácilmente aciertan algunas familias a cumplir la misión de
ser primum seminarium; el germen de una vocación al sacerdocio se alimenta a través de la oración familiar, el ejemplo de fe y
apoyo de amor" (Discurso en Filipinas de Juan Pablo II el 20 de febrero de 1981)
Jesús es la vid y a través de Él --como la linfa en el árbol-- hace llegar a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo.
Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús nos quiere hacer entender la importancia de estar
unidos con Él.

Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en la cual se encuentra el manantial de la vida de
ellos. Así es para nosotros los cristianos. Insertados con el bautismo en Cristo, hemos recibido de Él gratuitamente el don de la
vida nueva y podemos quedarnos en comunión vital con Cristo. (Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2015).

Reflexión
Cristo quiere que esté unido a Él, no sólo para que yo pueda seguir vivo, es decir en vida de gracia, sino también para que mi
testimonio como cristiano sea verdadero y coherente, mi oración debe ser un querer llenarme de Dios para después poderlo
transmitir.

Propósito
Buscar unirme a Dios a lo largo de este día para que sea Él quien actúe a través de mí en cada uno de mis actos.

Diálogo con Cristo


Jesús, haz que no tenga miedo de ser un auténtico cristiano, sabiendo que lo único que me pides es vivir siempre unido a ti, y que
la recompensa que me das eres tú mismo. Que no quiera huir del sacrificio y la renuncia con tal de que cada vez sea más
semejante a ti.

Los Evangelios de hoy y de mañana presentan una parte de la reflexión de Jesús sobre la parábola de la vid. Para entender bien
todo el alcance de esta parábola, es importante estudiar bien las palabras que Jesús usó. Y es igualmente importante observar de
cerca una vid o una planta para ver cómo crece y cómo se enlazan tronco y ramos, y cómo el fruto nace del tronco y de los ramos.

• Juan 15,1-2: Jesús presenta la comparación de la vid. En el Antiguo Testamento, la imagen de la vid indicaba el pueblo de Israel
(Is 5,1-2). El pueblo era como una vid que Dios plantó con mucho cariño en las costas de los montes de Palestina (Sal 80,9-12).
Pero la vid no correspondió a lo que Dios esperaba. En vez de unos racimos de uva buena dio un fruto amargo que no servía para
nada (Is 5,3-4). Jesús es la nueva vid, la vid verdadera. En una única frase el nos da toda la comparación. El dice: “Yo soy la vid
verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé
más fruto". La poda es dura, pero es necesaria. Purifica la vid, para que crezca y produzca más frutos.

• Juan 15,3-6: Jesús explica y aplica la parábola. Los discípulos ya son puros. Ya fueron podados por la palabra que escucharon
de Jesús. Hasta hoy, Dios hace la poda en nosotros por medio de su Palabra que nos llega por medio de la Biblia y de muchos
otros medios. Jesús alarga la parábola y dice: "¡Yo soy la vid y vosotros los sarmientos!" No se trata de dos cosas distintas: de un
lado la vid, de otro, los ramos. ¡No! No hay una vid sin ramos. Nosotros somos parte de Jesús. Jesús es el todo. Para que un
ramo pueda producir frutos, debe estar unido a la vid. Sólo así consigue recibir la savia. "¡Sin mí, no podéis hacer nada!” Ramo
que no produce fruto es cortado. Se seca y se le recoge para quemarlo. No sirve para nada ya, ni siquiera ¡para hacer leña!

• Juan 15,7-8: Permanecer en el amor. Nuestro modelo es aquello que Jesús mismo vive en su relación con el Padre. El
dice:"Como el Padre me amó, yo también os he amado. ¡Permaneced en mi Amor!" Insiste en decir que debemos permanecer en
él y que sus palabras deben permanecer en nosotros. Y llega a decir: "¡Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis!" Pues lo que el padre más quiere es que nos volvamos discípulos y discípulas de
Jesús y así demos mucho fruto.

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