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Facultad de Ciencias Sociales

Seminario de Historia del Arte


Apellidos y nombre: López Auccatinco, Jeison Raúl Código: 15150006

Vendedores ambulantes: oficios e imagen en las acuarelas de Pancho


Fierro

Introducción
En la rutina diaria, en el tránsito que supone el ir y venir de nuestros hogares al centro
de labores, no puede pasar por desapercibido ni un solo día en que nos topemos con
aquellos personajes que deambulan por las calles, subiendo a los medios de transportes
o quienes se ubican en un solo lugar ofreciendo sus productos desde tempranas horas
del día, hasta muy entrada la noche. El vendedor ambulante está en todo lugar y a toda
hora.

Durante muchos años, ellos han configurado una imagen de la ciudad, le agregaron su
colorido y su bullicio, su entusiasmo y su pujanza. Pero también, con ello, añadieron
desorden y caos, expresado en el tráfico peatonal y vehicular. Solo basta con adentrarse
en el centro histórico de Lima, Jr. De la Unión, Av. Abancay, el Parque Universitario y
muchos lugares más, las calles a veces se ven saturadas con estos personajes que día a
día tratan de salir adelante mediante el empleo informal. Ante la admiración o el
descontento que este fenómeno social puede suscitar, uno reflexiona, piensa y se
pregunta ¿y en años pasados?, ¿Cómo era el comercio ambulatorio?, la respuesta más
cercana a esta pregunta, la hallaremos en nuestros padres, años más atrás, en nuestros
abuelos; pero y si quisiéramos remontarnos a muchos años atrás, más precisamente a
los primeros años republicanos de nuestro país, ¿a quién o qué acudiríamos? Bien
podríamos recurrir a la historia, quien a través de un análisis de fuentes documentales
podría brindarnos una cierta idea acerca de los aspectos que conformaron el comercio
ambulatorio de la época, sin embargo, otra opción, quizá más fidedigna y variopinta,
sería por medio del arte, específicamente en las acuarelas de Pancho Fierro, gran pintor
y referente del arte peruano del siglo XIX.

Este pintor decimonónico se ha caracterizado por su vasta producción artística sobre


acuarelas, retratando en ellas la cotidianidad de la Lima de su época, sus costumbres,

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fiestas y personajes entre los que se encuentran la élite limeña, monjas, militares,
criollos y por supuesto, los vendedores ambulantes.

En este sentido, el presente trabajo de investigación aborda la temática de los


vendedores ambulantes a partir de las acuarelas de Pancho Fierro, sobre las cuales se
llevará a cabo un análisis pictórico aunado a una determinada bibliografía que nos
servirá de base de apoyo. Este trabajo está segmentado en dos partes, en la primera se
mostrará al acuarelista y algunas cuestiones bibliográficas que nos permitan entender
mejor la dinámica en sus obras y en la segunda parte someteremos a análisis un
conjunto de acuarelas que se han captado de distintas instituciones culturales como el
MUCEN, MALI, la Pinacoteca Ignacio Merino y una que otras más.

Pancho Fierro

Retrato de Pancho Fierro por Nicolás Palas (1888). Museo Nacional de la Cultura
Peruano, Lima.

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Paseando por el centro histórico de Lima, más específicamente por la oficina de Correos
uno puede percatarse de los diferentes puestos de venta que ofrecen desde peluches
hasta monedas y billetes antiguos que nos invitan a echar más que una simple
observancia a lo ofertado; en ese andar, pude percatarme de un conjunto de estampas
medianas que retrataban a personas un tanto distintas, a la época actual, por la forma
de vestir y los quehaceres que realizaban, esto me remontaba, sin lugar a dudas a un
Perú republicano reciente. Las tapadas, la zamacueca y personajes variopintos que me
encontraba observando, eran reproducciones de las diversas acuarelas que había
producido Pancho Fierro a lo largo de su vida.

Este hombre había retratado la vida cotidiana en la república con los personajes de todo
tipo y las costumbres de todo nivel, a él le debemos esa memoria fotográfica que
tenemos de la Lima de aquellos años. Tradicionalmente se menciona que son pocos los
detalles que se conocen de la vida de Fierro, sin embargo, queremos mencionar el
trabajo que realizó Gustavo León y León Durán (2004) quien ha revelado datos inéditos
de la biografía de Fierro esbozando una teoría acerca del origen de su nombre.

Pancho Fierro fue un Mulato que nació en Lima alrededor de 1809, siendo sus padres
don Nicolás Rodríguez del Fierro, español y Carmen Fierro, esclava de la familia de
Nicolás. Aparentemente, su habilidad para la pintura fue innata, no se conoce que haya
realizado estudios de pintura, pues desde temprana edad demostró gran talento para
este arte, complementado con una formación autodidacta que siguió a lo largo de los
años. Su actividad se relacionó de manera permanente con su destreza manual y se
ganaba la vida pintando letreros y carteles taurinos, moldeando pequeñas figuras para
adornar los nacimientos navideños y realizando decoraciones murales. Y tal como
veníamos mencionando, plasmó en innumerables acuarelas diversas escenas de la vida
limeña, retratando a tipos de todos los estratos sociales y de todos los oficios,
constituyendo un invalorable testimonio de las costumbres cotidianas en la capital
peruana durante el segundo tercio del siglo XIX. Por referencias se le describe
obsequioso en modales y de elegancia mulata en el vestido, vistosos y colorinero.
Pancho Fierro es considerado como una personalidad privilegiada, Maribel Arrelucea
(2011) menciona:

Fue un hombre extraordinario testigo envidiable del siglo XIX, vivió los grandes
acontecimientos de la historia peruana, entre los últimos tiempos del Virreinato, el
establecimiento de la república y la Guerra con Chile. Podría afirmarse que su
existencia estuvo marcada por una muerte simbólica, nació en plena agonía del
Virreinato y su propia muerte, un 28 de Julio de 1879, Día de la Independencia
peruana, coincidió con la crisis/muerte del Estado republicano inicial (p.270).

De ello se desprende el hecho de que en sus primeros años de vida y juventud el sistema
colonial y los patrones culturales habían calado de manera significativa, pues bajo ese
sistema se había educado y formado; entonces llegó la república y vino a alterar todo

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ese orden colonial, al mismo tiempo que suscitaba curiosidad en Pancho Fierro por este
nuevo periodo que se estaba abriendo ante sus ojos. Y así como Pancho Fierro fue un
hombre de mentalidad, costumbres y gustos coloniales que pasó lentamente a vivir los
tiempos republicanos, también sucedió otro tanto con la sociedad peruana. Este punto
es de vital importancia para volver a apreciar esa mirada al pasado colonial que algunos
han catalogado como “nostálgica”.

Como sabemos, las dos primeras décadas del siglo XIX significaron para España un
contexto de crisis política y social, la irrupción de las huestes de Napoleón había
asestado un primer golpe mortal, las Cortes de Cádiz se prefiguraron como el inicio de
la separación de la corona con las colonias y ya, por último, las guerras independentistas
terminarían con el poderío de la monarquía española en América. Este cambio en el
sistema político y los posteriores conflictos que estallarían de mano de los caudillos
militares, mostrarían un panorama incierto ante lo cual surgió la nostalgia, un
mecanismo de defensa […] el pasado colonial fue visto como un pasado reciente mejor,
un mundo feliz, una arcadia (Arrelucea, 2011, p.273).

En base a eso, tanto la literatura como la pintura, hallaron claros referentes en las figuras
de Ricardo Palma y Pancho Fierro quienes añoraban ese pasado mejor. En la nostalgia
de esta mirada hacia el pasado se encuentra también la añoranza por un carácter
nacional perdido que, de diversas maneras, las obras de Fierro permiten recobrar. Sus
acuarelas son, a la vez, símbolos de nacionalidad e ilustraciones del pasado.

Las narraciones que se han ido tejiendo en torno a la obra de Fierro se asientan sobre
los términos de las bellas artes, pero su trabajo, compuesto por cientos de acuarelas
de tipos y costumbres, se forma dentro de un género que escapa las categorías
tradicionales de la historia del arte. Desde México hasta Argentina, la imagen
costumbrista sirvió para reproducir imaginarios nacionales bajo esquemas
compartidos de representación. Así como el cuadro de costumbres literario encontró
su lugar en diarios y revistas, el costumbrismo visual circuló a través de formas de
bajo costo como la acuarela y la litografía. Y en todos los casos también, el
costumbrismo se estableció como el cimiento de discursos de diferenciación, que
afirmaban la originalidad de las tradiciones locales. En el Perú, el costumbrismo ha
jugado un papel instrumental en la definición del criollismo. Si durante la época
colonial la palabra «criollo» se utilizó principalmente para designar al español nacido
en América, tras la independencia el término sirvió para definir una suerte de
hispanismo nacionalizado. Pero lo criollo adquirió también otras connotaciones.
Inserto dentro de un discurso dicotómico sobre la nación, el término se convirtió en
sinónimo de costeño e incluso de limeño, en oposición a lo indígena y lo andino,
constituyendo una subcultura autónoma, que otorga a Lima un lugar tan privilegiado
como problemático en la formación de la nación (Burke & Majluf, 2008, pág. 1).

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Estudiosos van a mencionar que Pancho Fierro en el arte y Manuel Ascencio Segura en
el teatro ayudan a crear esta nueva “nación imaginada” usando la terminología de
Benedict Anderson (Watson, 2006, pág. 42).

El costumbrismo pictórico, dado el caso y entendido como la representación de tipos y


costumbres locales, había llegado a configurar una de las modalidades de mayor
esplendor durante las primeras décadas de vida republicana. La pintura costumbrista
sería un valioso instrumento para la definición de la memoria colectiva y de los rasgos
característicos del país. Para la tercera década del siglo XIX se consolida esta modalidad
en torno a la figura emblemática de Pancho Fierro, cuya popularidad trascendió no solo
las fronteras nacionales, sino también el tiempo, pues de no ser así, no seríamos capaces
de observar aquellas estampas que adornan los puestos de venta en la oficina de
correos.

Conjunto de acuarelas, Pancho Fierro. Museo del Banco Central de Reserva del Perú,
Lima.

Esta colección como se menciona pertenece al MUCEN que, aunque con pocas muestras,
presenta a modo de síntesis algunos de los temas más recurrentes en las acuarelas de
Pancho Fierro: la tapada limeña, funcionarios públicos, militares, la rabona, pregoneros
como la vendedora de pescado y viajeros. Aunque, entre ellas no se hallen acuarelas
que retraten el baile de la Zamacueca y diversas festividades de la época.

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Vendedores ambulantes o pregoneros
Un personaje importante en el comercio al menudeo en la antigüedad era el llamado
pregonero, que a voz en grito hacían patente su presencia y las mercancías con las que
pretendían comerciar, siempre a una hora regular, siguiendo un recorrido
preestablecido por lo que su puntualidad, más o menos exacta, siempre estaba
garantizada para aquellas amas de casa que podían hacer sus tareas sin problemas, con
la comodidad de saber que ciertos productos serían llevados hasta sus puertas con la
consiguiente comodidad a la hora de sus quehaceres domésticos.

Esta modalidad había sido traída de España y en las colonias del siglo XIX Lima era una
ciudad de agitado y exquisito tránsito. Al caminar de las personas se le sumaban también
el puntual discurrir de estos pregoneros. Postres, productos de pan llevar y hasta el
ceviche iban flotando en las avenidas de las manos de obstinados vendedores (Porcari,
2005).

De esta forma, Lima se veía configurada por estos personajes peculiares que ejercían
oficios de todo tipo, siendo así, no resultaría extraño que Pancho Fierro trate de
retratarlos ya que formaban parte de la cotidianidad. Los oficios ambulantes eran de
todo tipo, bien uno podría encontrarse con un mantequero al transitar por la vía pública,
como también con vendedoras de pescado, tizaneras, tamaleras, heladeros y más; el
oficio ambulante tal como hoy en día estaba al alcance de la mano y de la vista.

Una entrevista a Pablo Macera acerca de la venta ambulatoria el día 28 de julio del 2015
en El Comercio, ofrece interesantes nociones acerca del tema en cuestión. Este
menciona que fue con la introducción de la moneda colonial y la creación de mercados
en las principales plazas públicas, que el ambulante ingresa a la escena gastronómica
como respuesta a una necesidad (tal como hoy, las necesidades muchas veces impulsan
a sacar adelante negocios que empiezan como pequeños puestos de venta), más
adelante continúa, que aquellos españoles y criollos que no fueron favorecidos por el
reparto de bienes y tierras que dirigió la Corona española, fueron los primeros en hallar
una alternativa laboral en la venta callejera.

El devenir de los años y las nuevas circunstancias harán que entren en escena otro tipo
de actores, tales como indígenas, mestizos, negros que serán fielmente retratados en
las acuarelas de Pancho Fierro, sin embargo, todos ellos, no se dedicarán a cualquier
tipo de venta callejera, Macera menciona que existían clases de ambulantes, donde la
raza y labor estaban asociadas.

Ahora, pasemos a observar algunas acuarelas que atestiguan muy bien este tema del
comercio ambulatorio de inicios de vida republicana en el Perú.

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Vendedora de pescados en burro por Pancho Fierro. Museo del Banco Central de
Reserva, Lima.

Esta acuarela nos presenta a una mujer con sombrero y una especie de poncho montada
en un caballo llevando consigo los pescados que se encuentran en una canasta a cada
lado.

La ocupación principal de los indios chorrillanos era la pesa, y las mujeres conducían a
Lima el pescado para venderlo, bien recorriendo las calles o bien en un puesto de
mercado. Antes del establecimiento del ferrocarril entre Lima y Chorrillos, la pescadora
servía a su vez como mensajera.

La pescadora en su excursión por las calles de Lima, vociferaba su llegada de esta forma:
¿quién merca pescado? ¡Corvina, pejerreyes! Pescado Fresco.

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Vendedora de Sandías por Pancho Fierro (1848). Museo de Arte de Lima, Lima.

Montada en un burro, una mujer anda sentada sobre el lomo de este, trae consigo una
cantidad determinada de sandías sostenidas por una manta. En diversos diarios de
viajeros se ha dado cuenta de cómo es que estos personajes ofertaban sus productos,
en este caso se daba al grito de: ¡la sandillera... sandillas...!

Unas veces, como esta, se cuenta que iba en burro o mula, otras veces llevaba consigo
a su bebe y el paciente animal camina por las calles soportando el peso de la mercancía,
el de la vendedora y él bebe. Se dice que su recorrido era de seis de la mañana a seis de
la tarde.

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Bizcochero por Pancho Fierro (1848). Museo de Arte de Lima, Lima.

Este personaje de tez oscura trae a ambas manos un objeto, en la derecha pareciera
traer un palo mientras que en la otra trae una canasta, cabe decir que viene descalzo.

Con un rodete o rodela sobre la cabeza, para descansar la tabla, el bizcochero da la voz
desde las seis de la mañana pregonando en variados tonos: - ay bizcochuelo! Esto parece
una equivalencia de quejarse, bien por el peso de la repleta y colmada tabla, bien por ir
caminando a pie de un extremo a otro de la ciudad. El bizcochero, que generalmente es
indio o zambo, percibe un pago de su trabajo del pastelero, este le paga un tanto por
ciento sobre la cantidad que diariamente vende.

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Tizanera por Pancho Fierro (1848). Museo de Arte de Lima, Lima.

Sentado sus reales en las plazas, plazoletas, mercado y lugares públicos, la tizanera, de
a pie, se estaciona, silenciosa, en conocidos lugares, teniendo a su lado una grande olla
de barro metida entre una canasta de caña entretejida

Dicha olla está tapada con un plato de loza ordinaria, lleno de limones agrios, teniendo
encima un vasito con tisana, cubierta, a su vez, con otro plato pequeño.

Hay también tizaneras ambulantes, con la olla encanastada en la cabeza; y otras jalando
su borrico; regularmente, éstas dan al aire su pregón en estos terminos; ¡la tizanera se
va! tiiizaaaana con nieeeve!

Rara vez es el tal líquido una bebida provechosa, sino agua sucia con pequeños trozos
de cáscaras de piña o de limón. La tizanera ocupaba la segunda escala de los vendedores
de fresco, y generalmente era negra, vieja y gorda. (Prince, 1992)

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Heladero por Pancho Fierro (1848). Museo de Arte de Lima, Lima.

Esta acuarela nos presenta al heladero, un personaje que es retratado con pantalones
de color azul, una camisa con manga larga de color blanco y un chaleco de color medio
amarillento, los rasgos físicos permiten intuir que se trata de un criollo. Sobre la cabeza
lleva una especie de recipiente, que es donde se almacena el helado mientras que en la
mano derecha sostiene una cuchareta, según Carlos Prince.

Manuel Atanasio Fuentes ha señalado que durante las primeras décadas del siglo XIX
era posible identificar un gremio de heladeros compuesto de indios, en esta acuarela no
ha sido posible identificar el año de su producción por lo cual, presumimos que ante el
advenimiento de los años probablemente este oficio también fuera ejercido por algunos
criollos. El mismo autor nos cuenta que los heladeros ambulantes de Lima, para 1860,
salían a las calles ofreciendo helados de piña y de leche. También los vendían en las
corridas de toros (El Comercio, Lima, 26 de abril de 2004, pág. e-2)

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Vendedora de chicha por Pancho Fierro (1858). Museo de Arte de Lima, Lima

Una mujer de tez morena se nos presenta en esta acuarela, lleva en la cabeza un cántaro
de barro, lleva una manta en la espalda en la que carga a su hijo mientras que con la
mano izquierda sostiene una canastilla.

Para la época en que escribe Lima Antigua (1890), al escribir sobre la chichera, Carlos
Prince menciona que la chichera ambulante ya había desaparecido para aquellos años;
el negocio había prosperado y era posible ubicar puestos de chichería en cada rincón de
la ciudad y cuando tiene lugar alguna festividad religiosa, se estaciona en los contornos
de la iglesia favorecida, con una mesita bien surtida y aderezada (Prince, 1890, pág. 11).

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El mantequero por Pancho Fierro (1858). Museo de Arte de Lima. Lima.

En esta acuarela se nos presenta a un hombre de tez morena, lleva ropa simple, una
camisa con las mangas largas arremangadas un pantalón azul y unas sandalias. Sobre la
cabeza lleva puesta una batea sostenida por su mano derecha mientras que en la mano
izquierda sostiene un palo.

Los antiguos mantequeros fueron negros, encargados de distribuir grasa en años en los
que el aceite ni la mantequilla eran aún utilizados para la cocina limeña. Prince menciona
que el mantequero era temido en las calles al pasar, se le cedía el paso por la vereda si
era necesario puesto que tropezar con él sería un gran infortunio para el transeúnte que
terminaría con las prendas de vestir completamente arruinadas. Este es un aspecto muy
peculiar que nos menciona Carlos Prince.

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Conclusiones
La Lima de Pancho Fierro era una ciudad variopinta, una en la que las calles se veían
configuradas por el andar de personajes pintorescos como los vendedores ambulantes,
sus acuarelas dan fe y cuenta de ello; el paisaje ha cambiado notoriamente, hoy por hoy
no es posible identificar a los mismos personajes de las primeras décadas de la república,
los nuevos tiempos han traído también nuevas manifestaciones de comercio ambulante,
siendo pocos los casos en los que se ha mantenido una tradición como en el caso de los
heladeros, que ante la ola de calor de los primeros meses del año principalmente, toman
las calles y los medios de transporte; los sabores ahora, no son solamente de piña y leche
como en antaño.

La vendedora de pescados que se trasladaba en burro desde Chorrillos a Lima, trayendo


consigo el pescado en canastas, dejó su lugar a personas que ahora se trasladan en
triciclos motorizados ofreciendo su pescado ayudados por un equipo de sonido. Y así
otros pocos oficios más se reinventaron adecuándose a los nuevos tiempos, a la
modernidad.

Hoy por hoy también somos testigos de que no existe oficio ambulatorio que sea
exclusivamente de un grupo social determinado por la casta. Como habíamos
mencionado, este factor si se tenía presente, en tal sentido podemos remitirnos a los
heladeros de quienes se decía que era ejercido principalmente por indígena o en el caso
de los fruteros cuyo oficio se decía que era ejercido principalmente por negros y negras
bozales.

Una de las formas más notables de rememorar aquellos años remotos de costumbres
variopintas y callejuelas adornadas por el trajín de estos personajes, sea quizá a través
del arte, y en este caso, las acuarelas de pancho fierro, quienes han reflejado en gran
medida aquel fenómeno social que nos acompaña desde tiempos más remotos que la
república misma.

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Bibliografía

Arrelucea, M. (2011). Raza, género y cultura en las acuarelas de Pancho Fierro.


Arqueología y Sociedad, 267-293.

Burke, M., & Majluf, N. (2008). Tipos del Perú. La Lima criolla de Pancho Fierro. Madrid:
El Viso.

Durán, G. L. (2004). Apuntes históricos genealógicos de Francisco Fierro: Pancho Fierro.


Lima: Biblioteca Nacional del Perú.

Palma, A. (1935). Pancho Fierro, acuarelista limeño. Sanmarti y Cia.

Palma, R. (1991). Tradiciones peruanas . Lima: Norma.

Porcari, C. C. (2005). Calles sabrosas. Gaceta Cultural del Perú, revista del Instituto
Nacional de Cultura, 14-16.

Prince, C. (1992). Lima Antigua. (C. C. Porcari, Ed.) Lima: Instituto Latinoamericano de
Cultura y Desarrollo.

Sabogal, J. (1945). Pancho Fierro: Estampas del pintor peruano . Buenos Aires: Nova.

Watson, M. (2006). Arte y literatura en el costumbrismo peruano decimonónico.


Revista de la Casa Museo Ricardo Palma(6), 40-61.

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