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Capítulo 1

La normalidad en psicopatología

Introducción
Se describen los principales debates epistemológicos respecto a las categorías conceptuales
de normalidad y patología en psicología y psiquiatría. Ambas categorías deben ser exploradas
desde una posición crítica que las conciba de forma amplia y multidisciplinaria, considerando
la diversidad conceptual, práctica y filosófica en las que se encuentra inmerso el debate sobre
lo que se entiende por normalidad y anormalidad.

La comunidad científica postula que es necesario responder a la creciente complejidad y di-


versidad de los procesos sociales que no se ajustan a las concepciones más conservadoras de
las ciencias. La versión única resulta insuficiente para explicarlos y no satisfacen la demanda
de dar sentido al mundo y a la propia existencia humana que por sí misma, presenta un sinfín
de problemas de diversa índole y complejidad1.

Desde que imperan las lógicas del poder por el control del saber, la normalidad y anormalidad
se han legitimado como categorías únicas y homogéneas, pretendiendo clasificar a la huma-
nidad para entenderla, administrarla y asistirla a partir de estándares 2. La homogenización
epistemológica y metodológica es incorporada a la labor profesional de psicólogos y psiquia-
tras, reduciendo y simplificando su capacidad de acción sobre la heterogeneidad socio-cultu-
ral, histórica y subjetiva de los problemas de orden psicológico, provocando una grave impo-
sición de diagnósticos unilaterales que terminan en la estigmatización social.

Frente a esto, la comunidad académica, desde distintas perspectivas teóricas y prácticas, for-
mularon enérgicos cuestionamientos sobre la validez y aplicabilidad de los distintos plantea-
mientos universalizados sobre normalidad y la patología en salud mental, obligándose a re-
conocer e incorporar nuevos debates para dar un nuevo significado a ambas categorías; en
principio, por la responsabilidad de conciliar necesariamente los planteamientos filosóficos y
empíricos con la multiplicidad de expresiones sociocultural que no encajan en parámetros
universales de normalidad o anormalidad. Luego, por una demanda de orden ético al respeto
por las diversidades ideológicas y contextuales.

Diversidad de postulados teóricos sobre lo psicopatológico


Comprender los debates teórico-epistemológicos que subyacen a favor o contra lo que se
entiende por psicopatología, merece un acercamiento multidisciplinario y mejor aún interdis-
ciplinario. Implica una revisión a priori de los enfoques más difundidos y utilizados por las
concepciones más conservadoras, como son las propuestas de American Psychiatric Asso-
ciation plasmados en la quinta versión del “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Di-
sorders” (DSM-5) o en la décima versión de la Clasificación Internacional de Enfermedades
(CIE-10) de la Organización Mundial de la Salud OMS. Ambos documentos responden a

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criterios estadísticos utilizados, preferentemente, por las orientaciones biológicas y cognitivo-
conductuales. Por otro lado, la revisión de los enfoques presenta lecturas críticas, complejas,
diversas y de mayor amplitud de la psicología humana como son cortes constructivistas, ana-
líticos y psicoculturales con visión histórica3,4.

Enfoque biológico: la salud como lo normal y la enfermedad como patología


Se refiere a los fundamentos médicos que parten de los principios de salud enfermedad en
cuanto al estado de las funciones biológicas del cuerpo humano. En este enfoque, lo normal
se opone a lo anormal de forma irrefutable; se entiende por normal el correcto funciona-
miento de las distintas estructuras orgánicas corporales por lo que tal estado es sinónimo de
salud y, por tanto, es principio universal de normalidad. Lo disfuncional tendría un origen
orgánico que llevaría a lo patológico y/o a la enfermedad5.

Al igual que el enfoque estadístico, se fundamenta en los principios kraepelianos. Emil Krae-
pelin establece el paradigma psiquiátrico de la enfermedad mental como modelo análogo de
la enfermedad somática que explica un fenómeno biológico e identifica sus funciones, para
luego analizar mecanismos causales vinculados a los efectos adaptativos a través de la expe-
rimentación. También parte de los principios de herencia genética. Del mismo modo, los
fenómenos mentales y conductuales (percepción, memoria, pensamiento, etc.) están conce-
bidos como procesos orientados a la adaptación siendo predecibles, ciñéndose a su vez a los
fundamentos innatistas de la obra de Galton6,7.

Cuadro 1. Principales enfoques teóricos-epistemológicos sobre psicopatología.


Enfoque Manifestación Métodos utilizados Características de sus cate-
epistemológico efectiva mediante gorías fundamentales
disciplinas
Positivismo Funcionalismo. Aplicación de modelos experi- El órgano conductor es el ce-
–cientificista. mentales en laboratorio para rebro que se adapta o no a
evaluar la normalidad o anor- condiciones del entorno en
malidad de un organismo biló- cuanto a tres condiciones: re-
gico mediante exposiciones producción, evolución y fun-
observables, visibles y cuantifi- ciones naturales.
cables.
El ser humano es visto como
una estructura orgánica-gené-
tica funcional uniforme.
Mecanicismo. Verificación de hechos a partir El mundo es percibido como
de la ley newtoniana de la iner- una máquina sin sentimientos,
cia. donde la razón mecánica ex-
La eficiencia productiva es cluye a la emoción humana. El
medida con estándares de cali- ser humano es un recurso con
dad y es la máxima referencia funciones biológicas automáti-
de normalidad. Se esperan re- cas susceptibles de perfección
sultados sistemáticos a corto mecánica, estricto determi-
plazo. nismo y cuantificación. La
vida psíquica es atomizada.

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Estadístico. Aplicación de escalas psicomé- El individuo y el mundo son
tricas con la pretensión de me- organismos con funciones es-
dir los procesos psíquicos con tándares y universales, se desa-
métodos matemáticos a fin de rrolla mediante leyes genera-
predecirlos. Se esperan resulta- les. Las manifestaciones fuera
dos sistemáticos, comproba- de los estándares (DSM y
bles y medibles. CIE) son las anormalidades.
Fenomenología, Histórico-cultural. Los métodos se adaptan al El pasado, presente y futuro
estructuralismo contexto. Las propuestas se están interconectados, la reali-
fenomenológico construyen con y no para los dad social es situada y la cul-
y constructi- actores. tura deviene de estas dos ca-
vismo. racterísticas. Existe la catego-
ría ecológica como elemento
determinante de la cultura.
Subjetividad social Los métodos se adaptan al Análisis profundo, etnografía,
e individual. contexto. historia de vida.
Las organizaciones y los seres
tienen imaginación y son capa-
ces de pensar y de crear más
allá de su conocimiento y expe-
riencias previas o de estándares
estipulados.
Identificar las múltiples causas
de un fenómeno.

Fuente:
Díaz Emilio Moyano. Cartografía de la psicología contemporánea: pluralismo y modernidad. LOM
Ediciones. 2008; 376 pág.
Silva José de Souza. ¿Una época de cambios o un cambio de época? Elementos de referencia para
interpretar las contradicciones del momento actual. Publicación mensual del Instituto Científico de
Culturas Indígenas. 2001; 25.
Mendonça Figueiredo Luis Claudio. Matrices do pensamento psicológico. 19ed. Vozes Editora; 2012.
208 p.
Elaboración: autores.

Para explicar los procesos psíquicos se emplean los mismos principios de salud enfermedad
de Kraepelin. De tal modo, las cuestiones subjetivas-emocionales y cognitivas son compren-
didas de forma unívoca como expresiones de “la mente”, en un sentido biológico funcional
de la misma y el comportamiento como su reflejo. Se espera que, al igual que el organismo
(biológico) funciona dentro de estándares normativos, los aspectos psicológicos también de-
ben hacerlo y, por consiguiente, al igual que el médico clínico, el psiquiatra y el psicólogo
adeptos cumplen una labor curativa-asistencial que elimina, disminuye o alivia el dolor que
aqueja al denominado enfermo mental poseedor de una determinada patología. Las formas
practicas del biologismo funcionalista se presentan mediante el método experimental, del
cual se derivan los criterios diagnósticos asumidos como y desde la base de la clasificación
taxonómica contenida en el DSM y la CIE en sus diferentes versiones, al punto de descartar
cualquier otro debate teórico sobre la etiología de la “enfermedad mental” 5,8.

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Al ser una postura sustentada en la función con base orgánica (natural), concibe a la subjeti-
vidad como una categoría eminentemente cognoscitiva (para el conocimiento) y excluye as-
pectos ontológicos de la misma, apartando toda posibilidad de reconocimiento de su impor-
tancia para la construcción del ser, evidenciándose una tenaz escisión entre sujeto y ob-
jeto/ser y saber, incluso advierte a la subjetividad como una amenaza distorsionante del saber
científico, razón mayor para encapsularla con fines de control y finalmente, neutralizándola
para excluirla de todo lo pensado como saber científico9.

La “enfermedad mental”, al igual que cualquier otra patología clínica, se produce al existir
anormalidad biológica subyacente de orden genético, neurológico o bioquímico. La psicopa-
tología es representada por la exposición a agentes que afectan al cuerpo humano y en este
caso a la mente; desde la herencia griega-hipocrática, a partir de una perturbación de la ar-
monía de la función normal que ya no es una entidad extrafisiológica y que obliga el esfuerzo
del organismo para obtener una nueva estabilidad. Es decir, el cuerpo busca aminorar las
manifestaciones preexistentes que varían en intensidad respecto del estado normal 10. En tal
sentido, el tratamiento desde la medicina contempla medidas que actúan a nivel funcional-
orgánico, variando entre el uso químico-farmacológico, choque eléctrico o intervenciones
quirúrgicas, con la finalidad de corregir anomalías orgánicas que anteceden a la así llamada
patología. Para el caso de la psicología, se trabaja en la modificación de la conducta y el
pensamiento mediante intervenciones en el nivel de las cogniciones4,8,11.

Enfoque estadístico: la psicometría como puntero del diagnóstico en “enfermedad


mental”
Resulta de la predisposición o tendencia a descubrir o concebir patrones que permiten la
predicción de los sistemas y de las leyes generales de la vida que, aparentemente, estarían
sujetas a escalas de valores que respondan a un orden natural de las cosas, situación que debe
ser descifrada y clasificada5.

En la segunda mitad del siglo XIX, el filósofo matemático Johann Friedrich Herbart intro-
duce una propuesta teórica sobre modelos formales; pretende representar mediante la esté-
tica a la dinámica de los procesos mentales, para más tarde alcanzar el estatus científico e
influir en estudios sobre la memoria, como fueron los trabajos realizados por Ebinghaus o
aquel trabajo sobre la duración de los fenómenos psíquicos de Wundt, entre otros3,12.

Los modelos estadísticos, también conocidos como paradigma cuantitativo, se sustentan en


el paradigma kraepeliniano que justifica el rigor que acompaña su metodología fundada en la
observación y obtención de datos estadísticos. Por ello, la normalidad de los aspectos psíqui-
cos y conductuales quedan comprendidos dentro de lo que se denomina área de normalidad
según la campana de Gauss, es decir una desviación estándar localizada por encima y por
debajo de la media aritmética indican la existencia de patología. Entre las limitaciones de este
enfoque se señalan la no discriminación entre las desviaciones por exceso y por defecto, es
decir que el genio es tan anormal como el sujeto en situación de discapacidad intelectual. Del
mismo modo los porcentajes estadísticos no explican ni describen lo que podría ser normal



o no, en vista de que la diferenciación entre normalidad y patología resulta de la comparación
entre el sujeto con la misma muestra, siendo el error más grave la intención de universalizar
los resultados. Así, los criterios estadísticos pueden caer en un relativismo extremo, obligando
a los profesionales de la salud mental a repensar los aspectos de normalidad y patología en
conjunto con otros enfoques epistemológicos3,11.

Los criterios estadísticos utilizan instrumentos de medición estandarizados como la CIE-10


o DSM-V y una gran variedad de pruebas, entrevistas e instrumentos psicométricos mediante
los cuales, como parte de metodologías deductivas, se realizaron diversos estudios epidemio-
lógicos en salud mental13. En un intento por incluir los aspectos culturales, el DSM incorpora
información sobre los denominados “síndromes dependientes de la cultura” y conceptos
culturales del malestar, sin embargo omite un análisis a profundidad de las implicaciones que
dichos marcos culturales tienen en la elaboración de estas clasificaciones, los criterios diag-
nósticos, y las formas en que cada cultura configura y resignifica las experiencias de sufri-
miento para evidenciar que las propias categorías diagnósticas derivan de una construcción
que responde a determinados parámetros culturales. En el DSM-5, incluso podría contribuir
a que se pierda información psicosocial relevante sobre sujetos sometidos a tratamientos en
salud mental8,14. En otras palabras, no existen referentes universales para establecer pautas
diagnósticas de estos instrumentos, debido a que por sí mismos, están sujetos a parámetros
de orden histórico, social y cultural determinados.

El enfoque cultural: diversidad histórico - cultural frente a los estándares de norma-


lidad. ¿Es posible determinar lo normal y lo anormal partiendo de los aspectos his-
tórico culturales de la existencia humana?
La experiencia demostró que los parámetros biologicistas son insuficientes para entender y
abordar la gran variedad de manifestaciones sociales e individuales que rigen la vida de las
poblaciones del mundo. Incluso, estas se encuentran en franca confrontación con los princi-
pios del discurso de normalidad del cientificismo, mismo que define las relaciones de poder
entre los paradigmas “válidos” y los “no válidos”, colocando a estos últimos en entredicho
frente a los enfoques clásicos del saber, cómo son: a) el enfoque biológico y b) el estadístico 15.

Existen detractores en el campo de la psicología y la psiquiatría que cuestionan la rigidez del


enfoque psicopatológico positivista; las investigaciones y aportes teóricos que sustentan nue-
vos y distintos debates no cuentan con el aval y reconocimiento de los llamados estándares
científicos, sobre todo desde las tradiciones anglosajonas y eurocentristas; asimismo, no re-
ciben aportes indispensables para garantizar su desarrollo3. Latinoamérica es la muestra de
este amplio debate, tanto práctico como epistemológico. A partir de los años 50, la separación
entre ciencia y vida es advertida por algunas disciplinas de las ciencias sociales, obligándoles
a rescatar líneas de pensamiento que no estuvieron silentes y efectuaron aportes desechados
al calificarlos como "no científicos" en base a las premisas positivistas predominantes 16.


En el caso de los enfoques constructivistas y fenomenológicos, la normalidad también es una
construcción sociocultural indeterminada, inestable y puede generar incertidumbre. Los as-
pectos que podrían crear desequilibrio, dependiendo del contexto cultural, pueden ser estu-
diados desde la teoría del conflicto social, teoría del caos o desde las teorías de la complejidad.
Todas estas observan la diversidad y la incertidumbre como elementos propios del devenir y
por tanto del hacer ciencia, siendo consecuentes con la existencia de múltiples y diferentes
realidades. Del mismo modo, se caracterizan por negar la existencia de normas universales
que rigen la racionalidad y que guían las decisiones cognoscitivas, sosteniendo por el contra-
rio que tales reglas son convenciones específicas de cada sociedad o cultura y resultan de un
proceso de construcción histórica17,18.

Las problemáticas psíquicas tendrían su origen en contradicciones y ambigüedades sociales


y subjetivas. Es aquí que el psicólogo o el psiquiatra pretenden asumir sus responsabilidades
como agentes de adaptación y rehabilitación5. Esto implica entender los actos cotidianos de
la vida de las personas, como una respuesta a determinado acuerdo y pautas culturales (situa-
das, míticas y simbólicas) que prevalecen en determinada dinámica social 1,11.

El diagnostico psiquiátrico y psicológico merece ser interpretado desde la experiencia de la


persona a partir de orientaciones profesionales y desde la multiplicidad de factores sociales
(especialidad clínica, condiciones institucionales, laborales y factores de pensamiento cultural
que este reproduce). Por otro lado, son determinantes los aspectos culturales sobre las diver-
sas concepciones del cuerpo, las emociones o la personalidad, ligadas a concepciones cultu-
rales y creencias sobre lo que es catalogado como normal o anormal, condición demostrada
por numerosos estudios etnográficos. De tal forma que “…en la actualidad, la presencia
prolongada de síntomas como dolores de cabeza, vértigo y fatiga, dificultad para dormir,
falta de apetito y energía, asociados con sentimientos de infelicidad, desesperanza y ansiedad
son considerados dentro de esta sociedad como expresión de un problema médico y conlleva
al diagnóstico de neurastenia (trastorno que ha sido excluido de los manuales de clasificación
DSM). En Occidente… esos mismos síntomas serían interpretados como indicadores de un
trastorno depresivo mayor (Kleinman, 1991) …la experiencia del yo dividido, típicamente
asociado con la esquizofrenia en las sociedades occidentales, podría ser consecuencia de la
concepción que en estos pueblos lleva a caracterizar a las personas como individuos. En
China y en otras sociedades no occidentales, en donde las nociones de identidad personal
resultan menos marcadas, esta clase de experiencia pareciera ser menos central. Según Pless-
ner (1970), lo que ocurre en occidente es el predominio de una orientación metateórica que
ha intensificado la experiencia de la identidad personal y la mismidad… el taijinkyofusho,
una especie de fobia a las relaciones interpersonales que ocurre en pacientes japoneses y que
a diferencia de la fobia social (asociada a sentimientos de inadecuación, vergüenza y temor a
la crítica), se caracteriza por un profundo temor a ofender a otros… (Kleinman, 1991). La
anorexia nerviosa… podría ser un trastorno dependiente de la cultura…pareciera no tener
una tasa importante de prevalencia fuera de las culturas occidentales, con la excepción de
algunas sociedades industrializadas notablemente influenciadas en sus costumbres por los

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valores de la cultura anglo europea (Kleiman, 1991). Incluso en un plano histórico, los com-
portamientos anoréxicos dentro de occidente no parecen responder a las mismas motivacio-
nes y sus patrones difieren… en el presente parecen estar… asociadas con ciertos ideales
estéticos que sobrevalúan la delgadez (Littlewood y Lipsedge, 1987)” 8.

La forma de concebir el cuerpo a partir de las prácticas y creencias culturales también cambia
las emociones, así como la personalidad; del mismo modo, las concepciones de los normal o
anormal se sujetarán a variaciones culturales8. El enfoque cultural que asume algunas prácti-
cas de la psiquiatría y la psicología son tomados desde la antropología y la sociología;
Durkheim y Strauss son dos referentes importantes para entender los aspectos sociológicos
y culturales de la psicología humana, al poner en evidencia las graves limitaciones de los dos
paradigmas más utilizados (biológico y estadístico)1.

Para los enfoques culturales, las condiciones de vida y las problemáticas que presentan cada
estructura social, están directamente ligadas a aspectos de construcción histórica, cultural,
étnica y de género, específicos y situados. Ciertos criterios, conductas o condiciones de vida
que son trastornos para una cultura pueden ser aceptados en otras. Estas diferencias repre-
sentan un reto para las posturas cientificistas, pues no existen límites claros entre lo normal
y lo patológico por una parte y tienen limitaciones al momento de distinguir trastornos men-
tales de simples conductas desviadas11.

La sola presencia de “síntomas” no es indicador suficiente de afirmar la presencia de un


trastorno mental por lo que debería, además presentarse una disfunción interna, los mismos
síntomas que podrían derivarse de una disfunción interna que en otros contextos tomarían
un sentido distinto pues pueden resultar de reacciones normales a elementos estresantes del
ambiente. En tal escenario, los significados y valores culturales necesariamente constituyen
un componente indispensable para una definición válida de lo que es un trastorno mental8.

Conclusiones
La diversidad en los campos teórico-disciplinarios (historia, antropología, psicología, medi-
cina, sociología, lingüística, semiología, política y otros) deben reconocer que es imposible
pensar de forma simétrica y lineal la totalidad de situaciones que se catalogan como normales
o patológicas, reales o irreales; los aportes que arrojan cada uno de ellos contribuye a nocio-
nes explicativas más que categorías ontológicas irrefutables. Siempre habrá algo que escape
del conocimiento o de una interpretación única, así como aquellos puntos ciegos o campos
restringidos y la multiplicidad de acercamientos interpretativos del mundo y del mismo indi-
viduo.

De tal modo, los psicólogos y psiquiatras deben contemplar todos los parámetros expuestos
antes de dar un diagnóstico o su presunción; finamente, deben reconocer sus limitaciones y
asimetrías al encontrarse con otros saberes que responden a diversidades culturales. La cons-
trucción de la enfermedad sobre una base patológica puede ser imprecisa, lo que implica
serios reparos para los médicos y psicólogos; no obstante, esta condición debe considerarse

7
una oportunidad para investigar y debatir aspectos y condiciones ante un posible diagnóstico,
evitando posiciones acríticas que predominan en la práctica clínica actual3.

Una posición crítica frente a los saberes de la psiquiatría y de la psicología, como la de cual-
quier otro saber pretendidamente científico, es entender que estos saberes dependen, además,
de factores políticos y sociales generales, de aspectos que tienen que ver con: a) el lugar de
observación, b) las condiciones materiales, c) el destino laboral de los profesionales, d) la
pertenencia a una u otra escuela o tradición de pensamiento, etc.

Debe reconocerse la importante influencia que la psiquiatría y la psicología tienen sobre otras
disciplinas (neurociencias y psicofarmacología por citar ejemplos), alineadas a intereses co-
merciales, enfoques historiográficos, antropológicos, y sociológicos. La finalidad última de
las ciencias médicas y de la psicología, es superar las razones dogmáticas que en ocasiones
carecen de criterios lo suficientemente fundamentados que puedan descartar las considera-
ciones culturales, étnicas y de género del principio clínico y en la elaboración misma de los
diagnósticos y taxonomías psicopatológicas8,17.
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