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REPRESENTACIÓN DE LA MASCULINIDAD EN DOS OBRAS DE HÉCTOR

ABAD FACIOLINCE: FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO Y ANGOSTA

GUSTAVO ADOLFO RAMÍREZ CRUZ


Código 0738101

UNIVERSIDAD DEL VALLE


FACULTAD DE HUMANIDADES
ESCUELA DE ESTUDIOS LITERARIOS
LICENCIATURA EN LITERATURA
Santiago de Cali Febrero de 2014
REPRESENTACIÓN DE LA MASCULINIDAD EN DOS OBRAS DE HÉCTOR
ABAD FACIOLINCE: FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO Y ANGOSTA

GUSTAVO ADOLFO RAMÍREZ CRUZ

Requisito parcial para optar por el título de Licenciado en Literatura

Asesor
ÓSCAR ÁGREDO PIEDRAHÍTA
Comunicador social

UNIVERSIDAD DEL VALLE


HUMANIDADES
ESCUELA DE ESTUDIOS LITERARIOS
LICENCIATURA EN LITERATURA
Santiago de Cali Febrero de 2014
AGRADECIMIENTOS

Durante el desarrollo de este trabajo conté con el apoyo de diferentes personas a las cuales
quiero agradecer:

A mi madre, por su paciencia inquebrantable y por sus deseos de hacer de mí un hombre


bueno

A los profesores, por su tiempo y orientación.

Al profesor Óscar Ágredo, por motivarme a encontrar nuevas formas de entender el mundo.

A mis amigos, por la buena compañía.

CONTENIDO
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………..……….6

OBJETIVOS…………………………………………………………………….……......10
Objetivo
general……………………………………………………………..........................10
Objetivos
específicos……..……………………………………………….…….....................10

POR QUÉ LA PREOCUPACIÓN POR LA MASCULINIDAD……………………...11

MARCO CONCEPTUAL………………………………………………………..…….23

CAPITULO I: MASCULINIDADES EN ANGOSTA…………....……..…………….47


1.1 RESEÑA DE ANGOSTA………………………………………..…..…………..47
1.2 LOS “SEKTORES” Y LAS MASCULINIDADES………………….………….58
1.3 JACOBO LINCE………………………………...…………………..………..…64
1.4 ANDRÉS ZULETA………………………………………….…………………..72
1.5 OTRAS ASCULINIDADES…………………………………….………………77
1.6 LAS MUJERES DE ANGOSTA…….……………………………………..…....80
1.6.1 Beatriz…………………………………………………………………...…82
1.6.2 Camila……………………………………………………………………...84
1.6.3 Candela…………………………………………………………………….88

CAPITULO II: MASCULINIDADES EN FRAGMENTOS DE AMOR


FURTIVO………………………………..……………………………….…..………..…92
2.1 RESEÑA DE FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO……………………...….92
2.2 PARTICULARIDADADES EN FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO….…..96
2.3 RODRIGO: ENTRE EL COMPRENSIVO LIBERAL Y EL ATORMENTADO
CONSERVADOR………………………………………………………………100
2.4 MASCULINIDADES NARRADAS POR SUSASNA…………….…………...106

2.4.1 Personajes que ayudan a definir a Rodrigo y a Susana.........……………108


2.4.1.1 El ciego, el fotógrafo, el nadador y el aprendiz...………………109
2.4.2 El eunuco……………………………………………………………...…114
2.4.3 Personajes con descripciones detalladas…………………………………116
2.4.3.1 El ornitólogo……………………………………………………..117
2.4.3.2 Bertulfo, el ganadero……………….……………………………119
2.4.3.3 El pintor…………………………………………………………121
2.4.3.3 El científico…………………………………………..………….123
2.5 SUSANA………………………………………………………………………..125

CONCLUSIONES……………………………………………………………………..135
GLORSARIO…………………………………………………………………………..145

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS……………………………………………..…149

WEBGRAFÍA………………………………………………………………..……....…151
INTRODUCCIÓN

En el desarrollo del programa de licenciatura en literatura de la Universidad del Valle,

tuve un breve contacto con algunas asignaturas que abordaban algunos estudios de género,

principalmente enfocados hacia el papel subordinado de las mujeres en un mundo dominado

por hombres.

Frente a esta temática, pensaba que también los personajes masculinos tenían una

historia que contar con respecto a sus problemas, sus dilemas, sus frustraciones. Quizás

sentía cierta conmiseración, cierta solidaridad, o quizás me veía reflejado en ellos. Además,

pensaba que, aunque la sociedad aún está lejos de ser igualitaria en lo que concierne al

género, las mujeres de mi entorno no parecían tan subordinadas ni los hombres tan

dominantes.

Mi intención era encontrar formas de estudiar la situación de los hombres y las mujeres

en relación con mi propia realidad. Quería orientarme hacía una literatura en la cual los

personajes masculinos desarrollaran conflictos relacionados con su condición de hombres,

en una sociedad en constante evolución.

Por eso el proyecto se volcó sobre Angosta y Fragmentos de amor furtivo, del escritor

Héctor Abad Faciolince, porque en ambas obras el autor presenta unos personajes con

preocupaciones, dilemas, y conflictos actuales. Además, las historias se desarrollan en un

contexto urbano, aspecto que invita a una reflexión de la masculinidad en un espacio en el

que conviven múltiples ideologías y diversas fuerzas en pugna: capitalismo, comunismo,

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machismo, feminismo, movimientos de libertad sexual, tradiciones religiosas, mecanismos

de control político y social, delincuencia, intentos de anarquismo, etc.

En las novelas aparecen personajes que presentan ciertas rupturas propias de las

sociedades contemporáneas, en cuanto a la sexualidad, el género, las clases sociales, entre

otros aspectos relacionados con la construcción de su identidad. Los personajes principales

masculinos desarrollan sus historias a través de territorios ambiguos, en la indefinición:

algunos se mueven en el límite que divide las clases sociales, o en la frontera imaginaria que

divide los géneros, o entre ideologías patriarcales y modernas. De esta forma, los

acercamientos a las masculinidades presentan algunos matices que enriquecen su estudio.

Además, en el análisis de las novelas se busca un primer acercamiento a unos

personajes que deben replantear sus concepciones sobre sí mismos y sobre las mujeres, ya

que se encuentran en mundo que sufre fuertes cambios en las relaciones de género. Las

mujeres de las novelas han alcanzado cierto grado de independencia económica y sexual,

situación que obliga a los hombres a interactuar de forma diferente con ellas.

Por lo tanto, por un lado trataré de describir las características particulares de cada

personaje en relación con su masculinidad y la forma como interactúan sus concepciones

con el mundo que los rodea y con las mujeres de su entorno. Habrá que tener en cuenta la

imagen que cada uno de ellos tiene sobre las mujeres y la forma como sus prejuicios influyen

en sus relaciones con ellas.

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Por otro lado, buscaré aquellas transformaciones que sufren los personajes en relación

con su masculinidad, es decir, aquellos cambios en la forma de entender el hecho de ser

hombres. Se tratará principalmente de entender las reacciones de algunos personajes

masculinos ante la gran cantidad de modificaciones que se presentan en su entorno, sobre

todo en lo referente a las variaciones que han ocurrido en la manera de relacionarse con las

mujeres.

Este será esencialmente un trabajo exploratorio, que no busca agotar todo lo referente

a la masculinidad ni a los estudios de género que se presenten en las novelas. Sólo se trata

de rastrear algunas situaciones que se ponen en escena con relación al hecho de ser hombre,

para acercarnos a la manera como el autor ha representado el asunto de la masculinidad a

través del narrador y, sobre todo, de los personajes.

Para esto utilizaré algunos conceptos pertenecientes a las ciencias sociales,

principalmente los conceptos elaborados por R. W. Connell, quien además de ayudarnos a

entender la manera como se organizan algunas sociedades con respecto al género, nos

permite entender los cambios que se han venido presentando y los diferentes ámbitos en los

que se presentan. Este autor también resulta útil para comprender las interacciones entre la

masculinidad y el contexto económico, político, ideológico, etc. de cada comunidad.

También, se utilizarán conceptos de antropólogos como Kimmel, Marqués, Kaufman,

entre otros, que nos den las herramientas para entender las características del patriarcado y,

al mismo tiempo, nos muestren las consecuencias que ha traído la puesta en crisis de este

sistema. Asunto que resulta de suma importancia en el desarrollo de las novelas.

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Además, tendremos en cuenta enfoques más locales, como los propuestos por Mara

Viveros y Eleonor Faur, que sean útiles en el desentrañamiento de los valores culturales,

machistas o no, que atraviesan las novelas y, sobre todo, el desarrollo de la historia de los

personajes. Además, el uso de estos enfoques, entre otros propuestos por mujeres que buscan

sociedades más equitativas, nos permitirá tener una mirada más crítica sobre las relaciones

de género dentro de las obras.

Con esto no se pretende tratar a los personajes como si fueran personas de carne y

hueso a quienes aplicarles unas teorías, sino como una guía en la búsqueda de ciertos

aspectos sociales y culturales con respecto a la masculinidad que hayan quedado plasmados,

o por lo menos insinuados, dentro de las novelas.

En este trabajo se realizará principalmente un acercamiento a los sistemas de orden

social y sus rupturas, que se presentan con respecto al género dentro de las Fragmentos de

amor furtivo y Angosta. Y una búsqueda de los significados, valores y expectativas con

respecto al hecho de ser hombre que se presenten en el imaginario de los personajes y en las

obras en general.

OBJETIVOS

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Objetivo general:

Realizar un acercamiento a la forma como está representada la masculinidad en Angosta y

Fragmentos de amor furtivo, de Hector Abad Faciolince

Objetivos específicos:

1. Encontrar los valores simbólicos que presentan las novelas con respecto al hecho de ser

hombre.

2. Describir el sistema de organización social en el cual están inmersos los personajes.

3. Realizar un panorama acerca de los cambios que han originado la participación de las

mujeres en las diferentes esferas del espacio público, con respecto a la situación de los

hombres dentro de las novelas.

POR QUÉ LA PREOCUPACIÓN POR LA MASCULINIDAD

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Todos los seres humanos vivimos inmersos en una serie de prácticas, creencias,

saberes, costumbres y normas de conducta que la sociedad en la que vivimos nos ha

transmitido. En muchas ocasiones, ignoramos la gran influencia que tiene la cultura en la

que nos desarrollamos en nuestra manera de pensar y actuar. Debido a que estamos

expuestos a sus efectos desde el momento en que nacemos, nos parece que muchas

construcciones culturales son hechos naturales, es decir, inalterables.

Un ejemplo de este fenómeno es la concepción que tenemos sobre lo que significa ser

hombre y sobre el comportamiento que acompaña esta categoría. Anteriormente, al igual

que muchas personas de mi entorno familiar, social y hasta académico, pensaba que para ser

considerado un hombre de verdad tenía que cumplir con ciertas características: fortaleza,

tolerancia al dolor, limitadas expresiones de afecto, valentía y temeridad, rigidez al caminar,

voz grave y firme, etc. Todas estas actitudes y poses histriónicas me parecían absolutamente

inherentes a lo masculino, como si sólo existiera una forma correcta de ser, de existir.

Mi manera de ser y de pensar acerca de este tema estaba totalmente influenciada por

mi entorno, el cual ejercía presión sobre mí para que siguiera los parámetros propios de lo

que yo creía era la “masculinidad”. Del mismo modo, yo reproducía esas exigencias

presionando a otros a comportarse de forma similar. Hacía parte de grupos de hombres

imbuidos en un sistema de creencias que trata de homogenizar a todos y que identifica

cualquier diferencia como una anomalía, una falta a la norma.

Recuerdo que ante cualquier actitud o comportamiento que yo y mi grupo de pares

consideráramos como poco masculino para un hombre, inmediatamente emitíamos voces de

censura mediante chistes y burlas: “Ay mucha niña, mucha loca, mucho marica”. Todo aquel

que faltara a la norma se le consideraba femenino u homosexual, porque asociábamos todo

11
lo que se alejara de lo masculino como propio de las mujeres y de hombres que quieren ser

mujeres. Además, en la censura estaba implícita cierta subvaloración de las mujeres y de los

homosexuales: la expresión de sentimientos, la delicadeza, la suavidad, la pasividad, el

nerviosismo, entre otras actitudes, eran consideradas como negativas y especialmente como

signos de debilidad y estupidez.

De esta manera, consideraba como natural el hecho de que ser hombre estuviera

relacionado con algunos parámetros, y despreciaba, de cierta forma, algunas actitudes y

espacios femeninos. Todo esto inconscientemente, porque la exposición permanente a esta

cultura machista me impedía darme cuenta de que estaba reproduciendo formas de

discriminación y violencia. La cultura es algo así como la fuerza de gravedad, estamos tan

acostumbrados a su acción que nos olvidamos que está ahí, empujando constantemente.

Cuando me encontré con el tema de la masculinidad, en el desarrollo de una de mis

clases de la universidad, fue la apertura a un mundo de descubrimientos. El darme cuenta

que no existe una única manera de ser hombre y que la masculinidad se trata de una

construcción cultural que depende del contexto de cada sociedad en particular, fue muy

revelador.

Siempre había pensado que existía una esencia masculina y una femenina, es decir que

las diferencias sociales entre hombres y mujeres eran absolutamente naturales. Sin embargo,

cuando se empieza a pensar que ambos son víctimas de mandatos culturales que los obligan

a desempeñar roles que en muchos casos conllevan a la frustración y el enfrentamiento, se

constituye el primer paso para lograr relaciones de género más justas y satisfactorias.

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Porque hay que tener en cuenta que no sólo las mujeres sufren con la subordinación a

la que se ven sometidas por el sistema patriarcal. Los hombres, por su parte, se ven

obligados a soportar la gran carga que su papel exige: debes ser fuertes, inteligentes,

prácticos, insensibles, arriesgados, importantes, entre otras cualidades que garanticen su

posición de poder. El problema es que para muchos este molde resulta imposible de llenar y

esto genera frustración y sufrimiento.

Otro asunto que genera frustración entre los hombres es el hecho de que las relaciones

de género se han desestabilizado, principalmente por el ingreso de las mujeres al mundo

laboral y por su participación en diferentes esferas de la vida pública: la política, la

economía, la educación, etc. Esto ha hecho que los límites que anteriormente parecían tan

definidos (El hombre en la vida pública y la mujer en la privada) se empiecen a desdibujar.

De esta manera, algunos hombres sienten que sus espacios han sido invadidos y que han

perdido importancia en algunos ámbitos, como el familiar y el laboral.

Aunque nuestras sociedades están muy lejos de ser justas e igualitarias, el estudio de

las masculinidades, como las diferentes formas de encarar el hecho de ser hombre, resulta

de suma importancia y de gran actualidad en la búsqueda de mayor equidad, ya que nos

permite empezar a desdibujar aquellas creencias que pretenden encasillar a hombres y

mujeres. Además, nos ayuda a entender el panorama de un mundo que parece existir en

medio de una gran cantidad de ideologías y formas de pensar que se entremezclan, algunas

muy conservadoras y otras más liberales.

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Vivimos en una sociedad con una fuerte ideología patriarcal, pero que, al mismo

tiempo, presenta fuerzas que emergen en busca de cambio y una gran cantidad de sujetos

que no encajan en los modelos tradicionales: hombres que se han abierto a su lado

emocional, mujeres que sobresalen por su liderazgo, poder de decisión y capacidad de

acción; personas que transitan en las fronteras de los géneros o que simplemente tienen una

orientación sexual diferente a la heterosexual, como por ejemplo las personas de la

comunidad LGTBI, y muchos otros que simplemente no quieren una etiqueta que los

clasifique. En este contexto es que los estudios de género invitan a la comprensión del otro,

en busca de alejar el miedo a lo desconocido y crear ambientes de tolerancia, justicia y

comprensión.

En un mundo en constante transformación, es difícil concretar qué significa ser

hombre dentro de nuestra sociedad. Habrá que preguntarse cuáles son los valores que se

transmiten a los varones, de qué forma ocurre dichas transmisión, y qué importancia tiene

este fenómeno en la vida diaria de las personas. Algunos padres, por ejemplo, transmiten

modelos patriarcales, de importancia y ejercicio del poder, que en muchos casos no están

acorde a la situación de las sociedades actuales; se les enseña a los niños varones a creer en

una falsa superioridad sobre las mujeres y cuando llegan a ser adultos deben enfrentarse con

una realidad diferente: deben obedecer a mujeres que ocupan cargos superiores y por lo

tanto van a ejercer poder sobre ellos; también llegan a relacionarse con mujeres de mayor

poder adquisitivo y esto los hace sentir incómodos.

Existen, también, casos en que los niños son educados en hogares sin modelos

masculinos presentes, en hogares dirigidos por abuelas o madres que trabajan y dejan a sus

hijos al cuidado de terceros. Por lo tanto, el modelo del hombre como el jefe de familia

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parece no tener mucho sentido para estos chicos. Posiblemente en el futuro no estarán

dispuestos a desempeñar el rol de padres lo realizarán de forma negativa.

En otros casos, el padre está presente pero se caracteriza por ser una figura distante,

que permanece la mayor parte del tiempo ocupado y que tiene poco contacto con sus hijos,

tal vez porque él también fue educado así. Entonces, el modelo que se transmite es el de un

hombre apático y enfocado principalmente en el trabajo y en sus propios asuntos.

Teniendo en cuenta esos modelos tan poco satisfactorios: hombres machistas y

frustrados, padres ausentes, seres distantes y apáticos, etc., resulta comprensible que algunos

varones expresen su masculinidad de forma peligrosa, autodestructiva y violenta. Por

ejemplo: un hombre que no se sienta satisfecho con su masculinidad, como podría ocurrir

en los casos anteriormente nombrados, tratará de reafirmar contantemente su identidad a

través de peleas, consumo de alcohol, actos arriesgados, búsqueda insaciable de conquistas,

entre otras cosas.

Por supuesto que hay buenos padres y madres que transmiten a sus hijos varones

modelos de masculinidad abierta a las diferentes posibilidades de la experiencia humana, a

veces atribuidas sólo a lo femenino: cercanía, expresión de sentimientos, cuidado del entorno

y de otras personas, empatía, solidaridad, etc. Sin embargo, un vistazo general a la condición

de los hombres, evidencia un gran número de problemas derivados del uso de la violencia y

de prácticas arriesgadas que derivan en inconvenientes de salud.

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Anteriormente, en contextos sin la velocidad ni las exigencias de las sociedades

contemporáneas, los niños estaban en contacto directo con sus padres, aprendiendo los

oficios, las prácticas y las actitudes propias de un tipo de masculinidad que, aunque

patriarcal, transmitía cierta satisfacción y sobre todo mayor estabilidad en la identidad. Ser

honesto, honrado, comprometido con su familia y su comunidad, son algunos de esos valores

que podríamos llamar positivos.

Con respecto a las mujeres, en las sociedades contemporáneas muchas de ellas no

están dispuestas a quedarse en casa cuidando de la casa y los niños, y esperando

complacientes a sus maridos. Por lo tanto, si el rol de la mujer ha cambiado, el de los

hombres también debe hacerlo. El problema es que muchos no están preparados para estos

cambios, porque de una u otra forma siguen esperando encontrar mujeres pasivas y sumisas

que los complazcan.

Los hombres contemporáneos siguen estando influenciados por formas de

masculinidad tradicionales. Si bien, muchos han sido educados por padres distantes o

ausentes, los medios de comunicación se han encargado de seguir reproduciendo esos

modelos; es común encontrar, en el cine, la televisión y el internet, personajes haciendo

despliegue de éxito, poder, heroísmo, valentía. Se constituyen en seres capaces de realizar

actos sorprendentes, casi siempre con la violencia como principal mecanismo, que les

permiten ubicarse en la cima del mundo y ganar el derecho a quedarse con la chica. A todo

esto se le suma que el dinero y el lujo han aparecido en la escena como señal de aceptación

y validación social.

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Por un lado, los personajes de la ficción son, a grandes rasgos, hombres capaces de

sobresalir en algún aspecto. Son los más fuertes, o los más hábiles, o los más inteligentes, o

los más exitosos, seductores y adinerados. De esta manera, la masculinidad es reproducida

como un asunto hiperbólico, que en la mayoría de los casos resulta inalcanzable para los

sujetos de carne y hueso. Quienes logran alcanzar ciertos niveles de notoriedad

probablemente se sientan satisfechos, a pesar de la carga y esfuerzo que esto conlleva. Pero

aquellos que persiguen esos ideales sin alcanzarlos, se sentirán frustrados, inestables e

incompletos.

Por otro lado, también existen hombres “reales” que a través de los medios de

comunicación se convierten en modelos. En el fútbol, por ejemplo, he escuchado muchas

veces la siguiente frase: “Ganamos porque jugamos como hombres”, para referirse al hecho

de que los jugadores se esforzaron al máximo en busca de su objetivo y no desfallecieron

ante las dificultades. Lo curioso es que pareciera que las mujeres no pueden ser

perseverantes y entregar toda su energía en una actividad física y además que los miembros

del equipo contrario fueron inferiores en hombría. Así, los futbolistas se convierten en

modelos a seguir por su habilidad, perseverancia, y por su capacidad de acción ante la

presión y las dificultades, pero, al mismo tiempo, reproducen ideas que subvaloran el mundo

femenino y que llevan a entender la masculinidad como una constante competencia.

Sin embargo, merece la pena resaltar que algunos modelos futbolísticos han empezado

a cambiar considerablemente. Actualmente, muchos jugadores internacionales, como el caso

del portugués estrella del Real Madrid Cristiano Ronaldo, exhiben cierta vanidad con

respecto a sus apariencias, actitud que anteriormente era considerada como femenina.

Además, muchos de ellos han dejado de lado los excesos de sus predecesores: mujeres,

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licor, exagerada vida nocturna, constantes polémicas, peleas, rebeldía, y han encarado

formas de ser más tranquilas. Para ejemplificar este fenómeno basta con comparar al

emblemático y pendenciero Maradona con el tímido y discreto Leonel Messi.

En el ámbito local, el delantero estrella de la selección Colombia, Radamel Falcao, es

un hombre conocido por su profesionalismo, su carácter hogareño, sus buenos modales, y

por su cabello bien cuidado. De igual manera, este personaje se diferencia en gran medida

de su predecesor Faustino Asprilla, quien era conocido como parrandero y mujeriego. Estas

comparaciones evidencian ciertos cambios en los modelos de masculinidad que los medios

exponen, que son, de cierta manera, más positivos, pero que de igual forma se basan en el

éxito y el dinero.

La política también es un espacio en el que se reproducen ciertos modelos de

masculinidad que se difunden a través de los medios de comunicación. El expresidente de

Colombia, Álvaro Uribe Vélez, es un claro ejemplo de este fenómeno. A través de la radio

y la televisión, se construyó la imagen de un hombre fuerte, dominante, trabajador

incansable, intransigente, poseedor de la verdad, decidido, hábil estratega y, sobre todo, la

de un líder enérgico capaz de resolver cualquier problema, incluyendo la contención de

forma violenta de diferentes amenazas contra el estado (FARC O ELN). Así, se erigió en un

modelo de masculinidad en el que prevalecía la acción incansable y la capacidad de

confrontación, imposición y hasta destrucción del otro, entendido como todo aquel que

piense diferente y vaya en contra de sus intereses.

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Frente a este panorama, parece que abundan modelos de masculinidad que invitan a la

confrontación, a la búsqueda imperiosa del dinero y el éxito y a la imposición sobre otros

hombres y sobre las mujeres. Estos modelos tienen un mayor efecto en una sociedad que

exige de sus miembros largas jornadas laborales de trabajo automatizado y que desarrolla

una dinámica individualista que aleja a las personas de comportamientos solidarios y

cooperativos.

Las personas en la actualidad son educadas para encajar en un sistema capitalista e

individualista en el que lo más importante es el ejercicio de una racionalidad productiva, que

no está al servicio de la comunidad sino que tiene como objetivo la obtención de dinero para

poder comprar tantas cosas como sea posible. En ese orden de ideas, con el dinero como

meta principal, la educación de los nuevos hombres y mujeres estará encaminada a

desarrollar habilidades para su adquisición, acumulación, y administración.

Por lo tanto, las familias, tradicionales o no, se crean con el objetivo de acumular de

manera conjunta ciertos bienes: casa, carro, finca, etc., asunto que ocupa la mayor parte del

tiempo y el esfuerzo. En cuanto a los nuevos miembros, su educación es delegada a las

escuelas, colegios y universidades, donde deben aprender las habilidades necesarias para

que en el futuro estén en la capacidad de ganar dinero y continuar con la cadena productiva.

De esta manera, los varones contemporáneos crecen con el mandato imperioso de

conseguir dinero e influenciados por los modelos de masculinidad que ofrecen los medios

de comunicación. Además, son expuestos a un sistema educativo precario que le da mayor

importancia a la racionalidad, que tiene poco espacio para estudiar los deseos y necesidades

19
de sus estudiantes y que está diseñado para producir miembros útiles al sistema capitalista.

De ahí que asignaturas como matemática, física y química, parecen tener una mayor

importancia dentro de la academia, porque son más productivas para el sistema

Entonces, si muchos padres y madres están muy ocupados para encargarse de la

educación de sus hijos, las escuelas, los colegios y las universidades tienen un papel

preponderante. Desde la academia deben abrirse espacios de reflexión acerca de la forma

como los hombres están encarando su masculinidad y las mujeres su feminidad. Se debe

invitar a comprender que los géneros son construcciones sociales y no camisas de fuerza que

obligan a seguir un camino ya trazado. Todo esto para formar ciudadanos más críticos y

satisfechos con su identidad que, en el caso de los hombres, los alejen de modelos violentos

y apáticos.

Los hombres debemos entender que el ejercicio de nuestra masculinidad no conlleva

necesariamente a convertirnos en tipos rudos, autosuficientes, egocéntricos e incapaces de

expresar nuestras emociones. Debemos darnos la oportunidad de explorar aquellas facetas

de la experiencia humana que tradicionalmente han sido asociadas con lo femenino: ser

capaces de manifestar libremente nuestros sentimientos, expresar de manera abierta afecto

por las personas que nos rodean, cuidar del otro, ser solidarios, sensibles, empáticos. Es

necesario que dejemos de pensar que la masculinidad es un asunto que se puede perder ante

la más mínima señal de debilidad, podemos decir que tenemos miedo, que no somos capaces,

que necesitamos ayuda, que necesitamos apoyo, sin que por eso dejemos de ser hombres.

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Con todo lo dicho anteriormente, resulta evidente la importancia de este tema en

particular y mi profundo interés por el mismo. En cuanto a su aplicación a la literatura,

considero que esta puede entrar en contacto con diferentes disciplinas y que el estudio de

algunas construcciones culturales y sociales, en este caso la masculinidad, le pueden aportar

grandes posibilidades de análisis.

Asimismo, en la literatura se pueden hallar aspectos culturales que nos ayudan a

explorar diversos aspectos del mundo en el que vivimos. En una obra literaria podemos

analizar las representaciones de la masculinidad que el autor nos ha transmitido, bien sea

porque coinciden con su visión particular del hecho de ser hombre, o simplemente porque

esos aspectos que han sido puestos en escena, intencionalmente o no, son de nuestro interés.

Finalmente, por el lado de la práctica educativa, creo que los futuros docentes

debemos encontrar la manera de acercar textos en los que se evidencien la temática de la

masculinidad a las realidades sociales de los estudiantes de bachillerato. Considero que si

enseñamos algunas obras a la luz de algunos conceptos sobre la forma como se construyen

las masculinidades, podríamos lograr que los estudiantes se sientan identificados con los

mecanismos que rigen la realidad de las novelas, debido a que, de una u otra manera, esos

mecanismos están íntimamente ligados con su realidad, ya que en todos los contextos

sociales se construye una idea particular de lo que significa ser hombre y cada uno establece

una relación con dicha construcción.

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En conclusión, el análisis de las masculinidades es una labor que podría traer nuevos

horizontes de análisis para la literatura, pero sobre todo que podría desembocar en una

importante actividad educativa que ayude a formar sujetos más críticos, libres y felices.

MARCO CONCEPTUAL

Hablar de masculinidad necesariamente implica hablar de una perspectiva de género.

En consecuencia, resulta imperioso encontrar un anclaje conceptual sobre lo que significa el

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concepto género, y obviamente su derivación hacia la masculinidad. Para el análisis de las

novelas en cuestión, es necesario hallar ciertos criterios que nos permitan acercarnos a las

concepciones que las obras nos ofrecen sobre las diferentes formas de encarar la condición

de hombre, en busca de esbozar la visión particular de cada una de ellas sobre este tema.

ORIGENES DEL CONCEPTO “GÉNERO”

El concepto género tuvo su origen en la medicina y solo empezó a ser utilizado en la

década de los cincuenta por el doctor Jonh Money. Según Ana García (2003), el concepto

surgió ante la imposibilidad que tuvo el doctor Money para explicar los casos de

Hermafroditismo. Se presentaban sujetos que evidenciaban comportamientos asociados a un

determinado sexo, como consecuencia de la asignación que le habían hecho sus padres en

relación con su órgano sexual externo. Sin embargo, resultaba que estos comportamientos,

asociados a un determinado sexo, iban en contravía con la configuración genética y

hormonal de los pacientes.

Money necesitaba un concepto vinculado a la realidad del sexo, pero diferente de él,

que explicase estas contradicciones. El termino elegido fue la palabra género, que en latín

(genus-eris) significa origen, nacimiento. Necesitaba un constructo que recogiese el papel

que la biografía social posnatal desempeña en el proceso de convertir a las personas en

mujeres y varones. Un papel que incluso puede modificar los designios de la biología.

(García, 2003, Pag.24)

García (2003) explica que Money utilizó el concepto de “rol de género” para salvar el

obstáculo terminológico que presentaba la definición tradicional de rol sexual que, al estar

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muy centrada en las actividades erótico-genitales del sexo, no era útil para describir algunos

casos de hermafroditismo. Su definición de rol de género, citado por García (2003), es la

siguiente: “Todo cuanto una persona dice o hace para indicar a los demás o a sí misma el

grado en que es niño o varón, o niña o mujer respectivamente” (pág. 25). Además, Money

afirmaba que un varón podía tener un rol masculino aunque no tuviera pene y no pudiera

copular como un varón.

Otro pionero en el desarrollo del concepto de género es el doctor Robert Stoller, quien

estableció más claramente la diferencia conceptual entre sexo y género. Era evidente que

esta diferenciación era necesaria, debido a que los casos de hermafroditismo resaltaban la

importancia del medio, en ese caso los padres, a lo hora de configurar la identidad de un

sujeto.

Stoller utiliza la palabra sexo para referirse a los componentes biológicos que

distinguen al macho de la hembra y que engloba los cromosomas, las gonadas, el estado

hormonal, el aparato genital externo y el aparato sexual interno, las características sexuales

secundarias y la organización cerebral. Stoller relaciona el adjetivo “sexual” con la anatomía

y la fisiología, mientras que el termino género lo reserva para señalar el dominio psicológico

de la sexualidad, que abarca los sentimientos, papeles, pensamientos, actitudes, tendencias

y fantasías que, aun hallándose ligados al sexo, no dependen de factores biológicos. Para

Stoller el género es de orden psicológico y cultural, alude a la masculinidad y a la feminidad

sin hacer referencia a la anatomía y a la fisiología. (García,2003)

El concepto género, desde sus orígenes, se estableció ante la necesidad de explicar la

importancia de los factores sociales en la adquisición de la identidad por parte de hombres

y mujeres. A partir de estos estudios, el abordaje de las características y comportamientos

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que conlleva el hecho de ser hombre o mujer tomaría un giro hacia el ámbito de lo social y

lo cultural.

DEFINIENDO EL CONCEPTO GÉNERO

Marta Lamas (1999) afirma que al término género se le ha dado diferentes usos que se

pueden agrupar en dos grandes grupos: para designar a las mujeres y para referirse a la

construcción social de la diferencia sexual, aludiendo a las relaciones sociales de los sexos.

El concepto género, en una primera instancia, está enfocado en las diferencias sociales

y culturales que una sociedad establece en torno a las categorías de hombre y mujer,

basándose en una supuesta diferenciación sexual claramente definida. Sin embargo, el

termino género abarca un espacio muy amplio y es utilizado como categoría de análisis en

diversos ámbitos (Lamas, 1999).

Por eso es necesario definir algunas categorías; Mara Viveros (2000), en su ensayo

Notas en torno de la categoría analítica de género, citando a Joan Scott, explica que existen

dos formas de ver el género: la primera, como un elemento constitutivo de las relaciones

sociales, y la segunda, como una forma primaria de relaciones de poder. Viveros, además,

describe las categorías que Scott estableció, en tanto el género como elemento de las

relaciones sociales:

-Un aspecto simbólico atinente a mitos y símbolos que evocan de manera diversa -y a

menudo contradictoria- representaciones de la vida sexual.

25
-Un aspecto normativo que expresa las interpretaciones de los significados de estos

símbolos y se manifiesta en doctrinas religiosas, educativas, científicas, políticas o jurídicas,

que definen qué es, qué debe hacer y qué se espera socialmente de un varón o de una mujer.

-Un aspecto institucional tocante a organizaciones sociales como las definidas por las

relaciones de parentesco y la familia, el mercado de trabajo, los organismos educativos y

políticos.

-Un aspecto subjetivo referido a las identidades de los hombres y las mujeres reales,

que no satisfacen necesariamente las prescripciones de la sociedad ni se acomodan a nuestras

categorías analíticas. (Pag 59-60)

En cuanto a los asuntos del poder, el género es una referencia recurrente para analizar

las formas del poder y de la dominación masculina, y para realizar fuertes críticas al poder

político, que se institucionaliza como preeminentemente masculino.

Hasta este punto, Viveros, a través del análisis de las posturas de Scott, deja entrever

que este tema puede ser estudiado desde un enfoque que ubica al género como un elemento

constitutivo de diversas formas de relación social y también como una herramienta de crítica

a la dominación masculina.

Posteriormente, en ese mismo texto, Viveros afirma que en el estudio de sociedades

concretas contemporáneas, la antropología ha seguido dos caminos: el primero, que se

enfoca en los valores simbólicos que se le atribuyen a las categorías hombre y mujer, y las

prácticas adscritas a estos. El segundo, de corte más sociológico, se enfoca en el orden social

y en las transformaciones que sufre dicho orden: sobre todo en lo que corresponde a la

26
separación entre lo público y lo privado, anteriormente adjudicado a lo masculino y lo

femenino respectivamente.

Es evidente los conceptos que se utilizarán en el análisis de las novelas provienen de

las ciencias sociales y su utilización se da principalmente en el estudio de comunidades

concretas. Sin embargo, aunque los personajes y las sociedades descritas en la literatura son

simples representaciones, estos conceptos nos ayudan a entender qué valores simbólicos han

quedado plasmados en las novelas y qué tipo de relaciones se establecen entre los personajes

y esos valores. Además, estas concepciones serán útiles para entender las formas de orden

social en las que están inmersos los personajes.

En cuanto a lo simbólico, Eleonor Faur (2004) nos ayuda a entender algunas

generalidades acerca de las dicotomías simbólicas que se establecen entre lo masculino y lo

femenino, principalmente en el mundo occidental:

La representación de la relación masculino-femenino suele asociarse a dos

polos de características opuestas y con visos de complementariedad. Así, se observan

que las nociones acerca de lo masculino se asocian con lo racional; fuerte; activo;

productivo; valiente; responsable y conquistador (de territorios y de parejas

ocasionales), mientras que lo femenino suele asociarse con lo emotivo; débil; pasivo;

asustadizo; y dependiente. En segundo lugar, este sistema de oposiciones binarias

presenta una doble particularidad: no sólo se considera que las características más

valoradas en el mundo occidental moderno coinciden con lo socialmente atribuido a

lo masculino, sino que además se suelen crear estereotipos al considerar que hombres

27
y mujeres efectivamente son así y no admiten rasgos del otro polo dentro de sí. (pág.

49- 50)

En este orden de ideas, lo femenino y lo masculino tienden a entenderse como dos

categorías simbólicas que se excluyen y que están llenas de prejuicios culturales que se

anidan en el imaginario colectivo, y que, sin embargo, no pueden ser tomadas como

totalizantes porque no todas las personas encajan en estos modelos.

LA MASCULINIDAD, UN CONCEPTO RELACIONAL

La masculinidad debe ser estudiada en relación con diferentes ámbitos de la vida

social: La política, la economía, la sexualidad, etc. La única forma en que se puede estudiar

el hecho de ser hombre es en relación directa con lo que significa ser mujer en una

comunidad determinada. Esto sucede porque solo podemos definirnos en la medida en que

nos contrastamos con el otro; por ejemplo, somos colombianos en tanto tenemos

características diferentes a los argentinos, peruanos, franceses, etc.

Pero el concepto es también inherentemente relacional. La masculinidad existe

sólo en contraste con la feminidad. Una cultura que no trata a las mujeres y a los

hombres como portadores de tipos de carácter polarizados, por lo menos en principio,

no tiene un concepto de masculinidad en el sentido de la cultura moderna

europea/americana. (Connell, 2003,Pág. 32)

28
La masculinidad está profundamente relacionada con la organización social que

establecen las dinámicas del género, y puede entenderse su funcionamiento a través de estas

relaciones. Sin embargo, este componente no agota todas las posibilidades del concepto.

Eleonor Faur (2004) afirma que existen cuatro tipos de estudios sobre la masculinidad y las

relaciones de género:

a) La psicología y sus estudios sobre construcción de la identidad y del deseo

en hombres y mujeres; b) La biología y sus intentos por explicar comportamientos a

partir de la diferencia genética y hormonal; c) La religión y sus esfuerzos por traducir

al lenguaje humano el orden presuntamente establecido por dios; y d) Las ciencias

humanas y sociales, y sus exploraciones sobre la construcción cultural de las

relaciones de género en la práctica concreta y en el nivel del discurso. (pág. 40)

Como anuncia el párrafo anterior, existen aspectos biológicos y psicológicos que

intentan explicar algunas diferencias entre hombres y mujeres. José Antonio Marina (2005)

dice con respecto a la tendencia de creer que todo es cultura: “Pero nos hemos excedido y

hemos llegado a pensar que todo era interpretación, que por debajo de esa hermenéutica

infinita no había nada, que todo era cultura y nada naturaleza” (pág. 18). En ese orden de

ideas, es interesante una mirada a algunos campos diferentes a las ciencias sociales.

El doctor en ciencias naturales Gerarld Huther (2011), en su libro Hombres El sexo

débil y su cerebro, nos entrega un amplio panorama sobre las diferencias entre hombres y

mujeres en cuanto genética, funcionamiento del cerebro, análisis hormonal, etc. Lo primero

que nos anuncia Huther es que no existe ningún gen responsable de que los hombres y las

29
mujeres tengan un aspecto diferente y mucho menos de que a menudo piensen de forma

diferente. Las verdaderas deferencias las origina la testosterona, la cual es responsable de

las particularidades masculinas, entre las que se cuentan las diferencias físicas ya conocidas

y unas pequeñas variaciones cerebrales.

En cuanto al cerebro femenino y masculino, este doctor afirma que funcionan de

manera diferente. Como primera medida hay que entender que el cerebro humano se moldea

según el uso que se le da y que su estructura se modifica de acuerdo a lo que hacemos,

vivimos, pensamos o aprendemos con entusiasmo.

Desde este conocimiento se esclarece la causa de que los hombres posean un cerebro

diferente al de las mujeres: desde pequeños se interesan por cosas diferentes, les importan

otras cosas y se entusiasman por otras cosas. Por una parte, debido a que son del sexo

masculino y se orientan más claramente hacia aquello que tanto niños como hombres

acometen con entusiasmo. Por otra porque vienen al mundo con un cerebro cuya

organización y estructura han sido determinadas por la influencia de las hormonas

masculinas y de la testosterona, influencia que reciben antes de su nacimiento. Los niños

tienen ya desde el comienzo un cerebro algo distinto que las niñas. (Huther, 2011, pág. 91)

Este autor concluye que es inevitable que los niños hagan algunas cosas mejor y otras

peor que las niñas. Por lo tanto, lo que resulta significativo para ellos será diferente a lo que

le interesa a las niñas, y en la medida en que crezcan se interesarán más en las actividades

propias de cada género. Además, Huther va más allá. Enumera algunas características en las

que los recién nacidos se diferencian de las niñas:

30
De recién nacidos son por regla general más impulsivos, más excitables

emocionalmente y más difíciles de tranquilizar. Después, durante el primer año de vida, su

capacidad para imponerse a los demás es mayor que la de las niñas, con frecuencia arrebatan

a otros niños sus juguetes y muestran interés por automóviles, excavadoras y locomotoras.

Ya a partir de los tres años aumenta su curiosidad por lo prohibido, por remover límites y

fronteras, y comienzan a pelearse entre sí. (pág. 92)

En esta visión nos dice que existen algunos aspectos que tienen cierta determinación

y que la visión social de la masculinidad y la feminidad no debe ser totalizante. Existen

algunas particularidades biológicas que hacen que hombres y mujeres sean un poco

diferentes desde el momento del nacimiento. Diferencias que se potencian a través de la

cultura y la sociedad.

En cuanto a lo psicológico, los estudios relacionados con el género se enfocan en la

identidad masculina. Juan Carlos Callingos (2003), afirma que la primera fuente de

identificación de niños y niñas es la madre, ya que con ella desarrollan un sentido de unidad:

no se diferencian de ella. Posteriormente, tanto niños como niñas encaran un proceso de

individuación como seres autónomos. Sin embargo, los niños deberán rechazar la

identificación con sus madres como condición indispensable para adquirir su propia

identidad masculina, es decir que los hombres adquieren su identidad por oposición a lo

femenino.

Según Callingos (2003): “La madre trata al hijo enfatizando su masculinidad en

oposición a ella y empujándolo a asumir un rol masculino en su relación con ella” (pág. 63).

Callingos explica que si bien la identificación masculina se presume comúnmente con el

31
padre o con una figura masculina, este en muchos casos está ausente por la lejanía del ámbito

social y laboral en el que se desempeña. Por lo tanto, en muchas sociedades se presenta una

identificación “posicional”, es decir con aspectos del rol del padre, no propiamente a través

de una experiencia personal. En las sociedades industriales entran en el terreno de la

identificación las figuras propuestas por los medios de comunicación, las cuales poseen unas

características socialmente valoradas.

Anthony Clare (2002), en su libro Hombres: la masculinidad en crisis desarrolla

teorías similares a las expuestas por Callingos, pero hace una salvedad que resulta definitiva

para el enfoque que desarrollará en este trabajo: Este psiquiatra se aleja del complejo de

Edipo y afirma que esta separación no produce miedo y cólera hacia el padre, sino hacia lo

femenino que ha dejado atrás. Se produce un temor a una nueva identificación con lo

femenino. Esta teoría entra en consonancia con la visión antropológica de Gilmore (1994),

quien estudió varias culturas en relación con la masculinidad, y encontró que en muchas de

ellas los jóvenes deben enfrentarse a ciertas pruebas para adquirir la condición de hombre y

para establecer un estatuto alejado de lo femenino.

Esas pruebas y la necesidad de afirmación se explican en relación con ese miedo a lo

femenino, ya que si la identidad masculina no desarrollara una especie de aversión por lo

femenino, entonces no sería necesario someterse a difíciles pruebas y a procesos adquisición

de características masculinas. En otras palabras, lo rituales le dan estabilidad a la identidad

masculina, aunque a veces se adquieran valores negativos como en el caso de las pandillas.

32
CONCEPTOS BÁSICOS SOBRE MASCULINIDAD

Para este trabajo se partirá principalmente de la definición de masculinidad de Connell

(2003):

La masculinidad, si se puede definir brevemente, es al mismo tiempo la

posición en las relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y

mujeres se comprometen con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas

en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura. (pág. 36)

También tendremos en cuenta algunos de los conceptos más significativos que este

autor expone en su ensayo La organización social de la masculinidad (Connell, 2003). Este

autor nos ofrece varias perspectivas que resultan muy útiles. Por un lado, su manera de

encarar el tema de la masculinidad nos ayuda en el campo de las relaciones sociales, en tanto

expone diferentes ámbitos de las formas de organización de los géneros; por otro lado, nos

permite abordar este tema desde una posición crítica frente a los sistemas de poder patriarcal.

Además, sus criterios nos posibilitan un primer acercamiento a aquellos cambios que han

originado las mujeres, en cuanto a su inserción paulatina en los diferentes campos de la vida

pública. Cambios que, por supuesto, afectan a los hombres. Estos conceptos serán expuestos

a continuación.

Existen tres grandes ámbitos en los que las relaciones de género se expresan a través

de relaciones de orden social, según Connell (2003).

33
1. las relaciones de poder: se practican en los modos de ejercer autoridad y de poner

reglas dentro de un ámbito determinado e históricamente corresponden a modelos de

dominación masculina y subordinación femenina.

2. las relaciones de producción: hacen a la división del trabajo y la distribución de los

recursos en el ámbito bajo análisis. Se relaciona tanto con el mundo público como con el

privado. En el hogar, incluye (como trabajo) la crianza de hijos e hijas y el mantenimiento

cotidiano del mismo. En el mundo laboral revisa la asignación de tareas, responsabilidades

y jerarquías entre hombres y mujeres.

3. las relaciones de afecto y la sexualidad: constituye el entramado de deseos, amores

y resquemores en los que participan hombres y mujeres. También atraviesa al ordenamiento

del deseo sexual en las relaciones entre géneros.

Estos tres ámbitos no son totalizantes, pero si dan una visión panorámica del asunto.

Además, no tienen límites establecidos y pueden entrar en constante interacción: el poder

está relacionado con la producción y con la sexualidad, por dar un ejemplo Estos aspectos

de la masculinidad se expresan a través de las relaciones de los tres pilares ya mencionados

anteriormente: relaciones de poder, relaciones de producción y vínculos emocionales y

sexuales.

Se parte, entonces, de pensar la masculinidad como una construcción cultural que se

reproduce socialmente y, por ello, no puede definirse fuera del contexto social, económico

e histórico. Esa construcción se desarrolla a lo largo de toda la vida, con la intervención de

distintas instituciones (la familia, la escuela, el Estado, la religión, los medios de

comunicación, etc.) que moldean modos de habitar el cuerpo, de sentir, de pensar y de actuar

el género. Pero a la vez, establecen posiciones institucionales signadas por la pertenencia de

34
género. Esto equivale a decir que existe un lugar privilegiado, una posición jerarquizada para

ciertas configuraciones masculinas dentro del sistema de relaciones sociales (Faur, 2004,

Pág. 54).

Existen además relaciones entre diferentes tipos de masculinidades. Según Connell

(2003) son las siguientes:

1. Masculinidad hegemónica: responde a la lógica corrientemente aceptada que tiende

a reproducir la dinámica del patriarcado (la dominación de los hombres y la subordinación

de las mujeres). Su perdurabilidad es incierta, pues existen fuerzas que procuran

deslegitimarla y constituir una nueva hegemonía continuamente. A la vez, la misma no

puede defenderse por la violencia directa sino que requiere de recursos de autoridad más

sutiles y aceptados socialmente. En nuestra sociedad, la masculinidad hegemónica estaría

representada por hombres blancos, de clase media, de mediana edad, alto nivel educativo,

heterosexuales, exitosos en su trabajo, proveedores principales del hogar, prestigiosos.

2. Masculinidad subordinada: entre grupos de hombres, también existen relaciones de

dominación y subordinación. Así, los hombres gay suelen ser discriminados por sus

congéneres a partir de una lógica homofóbica que los considera “femeninos” (lo que

equivaldría a una categoría de hombre inferior). Esta lógica discriminatoria frecuentemente

se plasma en procesos materiales, que restringen a los homosexuales en el acceso a ciertos

empleos o jerarquías en sus ocupaciones. Aunque esta no es la única masculinidad

subordinada es una de las más evidentes.

3. Complicidad: La mayoría de los hombres no responden al tipo ideal de la

masculinidad hegemónica. No obstante, colaboran en su manutención porque, de algún


35
modo, el sistema de dominación patriarcal les ofrece ciertos beneficios por el hecho de ser

hombres, que no sólo se expresa en el prestigio y el poder sino también en la posibilidad de

generar recursos económicos más altos que los de las mujeres y mayor valoración simbólica

de sus voces, de sus cuerpos y de su racionalidad. Según Connell, estos hombres pueden

tener fuertes compromisos con las mujeres y no ser violentos con ellas, pero aun así, la

obtención de esta suerte de “dividendo patriarcal” les resta motivos para intentar cambiar el

sistema de dominación masculina.

4. Marginación: las masculinidades marginadas coinciden con los grupos étnicos que

detentan menor poder en el contexto de Masculinidades y supremacía blanca. Esto configura

movimientos continuamente cambiantes, que se definen en situaciones particulares. La

marginación en este caso, se refiere al tipo de relación entre masculinidades (por ejemplo,

en las relaciones entre hombres blancos y hombres indígenas o afro-descendientes), pero en

el interior de los grupos étnicos pueden operar similares privilegios de género a los

encontrados en el conjunto de la sociedad. Vale decir, que de todos modos un hombre

indígena puede tener más poder dentro de su comunidad que una mujer de su misma etnia.

A pesar de que estas definiciones parecen darnos un acercamiento conceptual

importante, hay que tener en cuenta que la masculinidad es un concepto heterogéneo y que

es necesario considerar la subjetividad de cada individuo. Para abordar el tema de las

diferencias entre las concepciones culturales generales y las experiencias particulares de

cada individuo, utilizaremos algunas percepciones de Eleonor Faur (2004). Ella habla de

algunas características de la masculinidad latinoamericana, pero advierte que solo pueden

considerarse como un esbozo, porque no todos los hombres de esta región son iguales.

Expone que dicha masculinidad tiene componentes de productividad, iniciativa,

36
heterosexualidad, asunción de riesgos, capacidad para tomar decisiones, autonomía, fuerza,

disposición de mando y solapamiento de las emociones. Sin embargo, al mismo tiempo,

afirma:

Pero es evidente que ni todos los hombres “mandan” y ejercen el poder del mismo

modo, ni todos los hombres seducen mujeres a diestra y siniestra, ni todos los hombres tienen

trabajos espléndidos en los cuales perciben los ingresos necesarios para el funcionamiento

de sus familias. En este sentido, es claro que no existen en los hombres de carne y hueso

tipos “puros” de masculinidad. (Pag 56)

En este orden de ideas, podemos pensar que en cada contexto social existen hombres

con diferentes maneras de ser: algunos serán más o menos duros, o más o menos

conservadores. También pueden existir hombres pasivos, valientes, temerosos, sensibles,

toscos, cariñosos, etc.

De acuerdo a lo anterior, debemos tener en cuenta que la masculinidad, como parte de

un sistema social y simbólico de relaciones de género, está basada también en las

expectativas y los valores que yacen en el imaginario colectivo de una sociedad en particular.

Podríamos hablar de una masculinidad simbólica y una masculinidad subjetiva o “real”, en

tanto los hombres de carne y hueso muchas veces no encajan en las pretensiones de lo

simbólico ni en el orden social.

Faur (2004) expone que también se presentan diferentes masculinidades de acuerdo

con las instituciones: no es lo mismo el modelo de masculinidad que se genera en una

empresa de siderurgia al que se aparece en un grupo de investigación científica. En unos se

valorará en mayor medida la fuerza y en otros la racionalidad. También se presentan

37
diferencias en cuanto a masculinidades que se presentan en el mismo espacio pero en

diferente nivel jerárquico: no es lo mismo el obrero que el gerente de la fábrica.

El concepto género como construcción cultural y simbólica de las nociones de

masculinidad y feminidad, abre la posibilidad de deconstruir la polaridad

masculino/femenino, obligándonos, por una parte, a pluralizar estas nociones y a

referirnos, por tanto, a feminidades y masculinidades, descartando toda univocidad y,

por otra parte, permitiéndonos incorporar otras definiciones genéricas distintas a lo

femenino y lo masculino... (Arango, León y Viveros 1995,p.34)

A pesar de lo anterior, para el análisis de las masculinidades es útil contar con algunos

conceptos que parecen presentarse en muchos ambientes patriarcales. Uno de esos conceptos

es la tendencia, en las miradas antropológicas como en las psicológicas, a definir la

masculinidad como un aspecto de profunda inestabilidad que debe ser reafirmado

constantemente y durante toda la vida del individuo. (Callingos 2003, Gilmore 1994)

En algunas sociedades descritas por Gilmore (1994), los niños debían pasar por

fuertes procesos de iniciación en la vida adulta masculina caracterizados por rituales que

exigían fuerza física y fortaleza de carácter. Sin embargo, esto no era suficiente y su

masculinidad debía ser reafirmada constantemente basándose en tres imperativos básicos:

la fecundación, la provisión y la protección. Marina (2005) le llama a estos imperativos

preñador, protector y proveedor.

38
Faur (2004) dice que a estos imperativos se les puede sumar la conquista sexual, la

autonomía en el mundo público, la demostración de fuerza física o de valentía y la

competencia social. Además esta autora expresa que en el ámbito colombiano:

Los hombres perciben que se “hacen hombres” cuando a) pelean con

compañeros y demuestran frente a otros su fuerza y valentía, b) cuando ingresan al

mundo de la sexualidad y mantienen sus primeros vínculos sexuales y c) cuando

comienzan a trabajar. En la vida adulta, la masculinidad se ve reafirmada cuando

tienen hijos, e, incluso cuando se emborrachan junto a los amigos. Muchos de estos

pasajes suponen fuertes dosis de inseguridad para los hombres. (pág. 66)

CRISIS DE LA MASCULINIDAD

Como en muchos otros aspectos, Connell (2003) establece las bases teóricas para

encarar el tema de la crisis de la masculinidad. Este autor señala que la masculinidad no es

un sistema coherente que se destruye o se restaura como resultado de una crisis. No puede

ser analizada con un concepto estable e independiente, sino como parte de un sistema de

relaciones que incluye diversas formas de ser hombre y mujer.

La masculinidad no es un sistema en ese sentido. Es, más bien, una configuración de

práctica dentro de un sistema de relaciones de género. No podemos hablar lógicamente de la

39
crisis de una configuración; más bien podemos hablar de una ruptura o de una

transformación. Podemos, sin embargo, hablar de la crisis de un orden de género y de su

tendencia hacia la crisis. (Lomas; 2003, pág. 48)

Utilizando las tres estructuras de las relaciones de género de Connnell (2003)

explicadas anteriormente, es posible caracterizar la tendencia a la crisis en cada uno de estos

ámbitos:

-Relaciones de poder: este aspecto consiste en “un histórico colapso de la legitimidad

del poder patriarcal y un movimiento global por la emancipación de las mujeres” (Pág. 49.).

En este orden de ideas, las masculinidades se configuran de acuerdo con las diferentes

reacciones frente al feminismo; algunos hombres se encaminan hacia los cultos a la

masculinidad, mientras que otros a apoyar las reformas feministas.

-Relaciones de producción: los principales cambios que enuncia Connell son el

crecimiento en la posguerra del empleo de mujeres casadas en los países ricos y la

incorporación de mano de obra femenina en los países pobres. Ya sea en uno u otro ámbito,

el empoderamiento de la mujer como fuerza productiva destituye al macho productor de su

exclusiva posición de proveedor del hogar y evidencia su carácter prescindible.

-Relaciones de Cathexis (vínculo emocional): esta tendencia la crisis consiste en el

establecimiento de la relación homosexual como una opción publica de vínculo emocional

dentro del orden heterosexual.

40
En estos tres aspectos se desarrolla la tendencia a la crisis de que habla Connell. Cada

uno de ellos en constante relación con los otros dos. El poder que ejerce el patriarcado, por

ejemplo, está muy relacionado con la exclusividad de la producción económica masculina y

con la prohibición de la homosexualidad como un atentado al orden simbólico. Siguiendo

esta línea, es común encontrar las relaciones de poder como el centro de la discusión acerca

de la masculinidad, sin que se excluyan totalmente otros aspectos.

Michel Kaufman (1997) estudia las relaciones de género en cuanto al poder. Este autor

afirma que la adquisición de la masculinidad hegemónica es un proceso donde los hombres

suprimen sus necesidades emocionales, tales como la empatía, la compasión, el placer de

cuidar de otros, etc. Esta renuncia se hace para alcanzar los valores que tradicionalmente se

asocian con la masculinidad: tener un buen desempeño y conservar el control. “Tenemos

que vencer, estar encima de las cosas y dar las ordenes. Tenemos que mantener una coraza

dura, proveer y lograr objetivos. Mientras tanto, aprendemos a eliminar nuestros

sentimientos, a esconder nuestras emociones y suprimir nuestras necesidades” (pág. 70).

Según el mismo autor, estas prácticas pueden acarrear un enorme dolor, porque los

hombres de carne y hueso no pueden alcanzar tales ideales prácticos y simbólicos. Esto

sucede, por un lado, porque solo son ideales infantiles de omnipotencia y, por otro, porque

los hombres siguen teniendo necesidades afectivas que deben reprimir y ante las que

experimenta un profundo temor. “Este temor y este dolor tienen dimensiones intelectuales,

emocionales, viscerales- aunque ninguna es necesariamente consciente-, y cuanto más nos

sintamos presos del temor, más necesitamos ejercer el poder que nos otorgamos como

hombres” (Kaufman, 1997, pág. 71)

41
Siguiendo con Kaufman, los hombres debían hacer ciertos sacrificios con el objetivo

de alcanzar su estatus de poder. Existía un aparente equilibrio entre el dolor de la renuncia

a las posibilidades emocionales y la satisfacción del poder. Sin embargo, según él, este

equilibrio se ha desbalanceado:

El auge del feminismo ha alterado el balance entre el poder y el dolor de los

hombres. En sociedades y épocas en que el poder social masculino fue muy poco

cuestionado, este superaba tanto al dolor, que prácticamente lo disimulaba en su

totalidad. Cuando uno manda en el gallinero, da todas las órdenes y se encuentra más

cerca de Dios, no queda mucho campo para el dolor, al menos para el tipo de dolor

que parece estar ligado a las prácticas de la masculinidad. (pag 73)

Finalmente, Kaufman (1997) concluye que en tanto se desafíe el poder de los hombres

la compensación por el dolor será menor o, por lo menos, quedará en tela de juicio. Además

afirma que esta inestabilidad ha ocasionado que, frente a las experiencias individuales de

dolor e inquietud que los hombres experimentan relacionadas con el problema de género,

surjan expresiones sociales sumamente diversas, algunos hombres con deseos de volver a la

seguridad que ofrecía la masculinidad hegemónica y otros haciendo el intento de acceder a

los beneficios de sensibilidad y equilibrio emocional que el feminismo ofrece.

Según Bonino Méndez, (citado en Burin, 2000), existe un ideal de dominio y control

característico de las masculinidades tradicionales, el cual le ha dado paso a un nuevo ideal

genérico: ser sensible y empático. Este nuevo ideal se enmarca en los profundos

cuestionamientos que ha originado el movimiento feminista.

42
Esas características parecen a simple vista muy positivas, y dan la impresión de que

un cambio de mentalidad es suficiente para que comiencen a imperar un nuevo tipo de

masculinidades que apunten hacia estos nuevos ideales. Sin embargo, el mismo Bonino

advierte que en el cumplimiento de este nuevo ideal se pueden presentar dos tipos de

trastornos: primero, conflictos con los otros ideales; segundo, trastornos por la “pérdida del

norte” (patología de la perplejidad).

Parece ser que para muchos hombres abandonar su ideal de dominación es muy

complejo porque su identidad fue construida a partir de maneras tradicionales de ver el

mundo. Por otro lado, el no tener un horizonte claro hacia dónde ir, se presenta un fenómeno

de inseguridad que no permite la estabilidad de la propia identidad. Para Kaufman (1997),

los hombres viven entre el temor de ser demasiado machos para las mujeres, y muy poco

machos para los hombres.

Con su crítica al hombre patriarcal, las feministas hacen que la escisión se

vuelva insoportable. A la prohibición tradicional de mostrar feminidad se añade la de

expresar una virilidad controvertida. La nueva ecuación macho=mal hace que toda

una generación de hombres pierda su identidad. (Badinter, 1993)

Badinter (1993) además afirma que esta bancarrota masculina se expresa en escritores

como Norman Mailer y en el aumento, según los psicólogos, de los problemas de los

hombres. Los hombres se debaten entre mutilar su feminidad o su virilidad. Por supuesto,

estas apreciaciones no se pueden aplicar a toda clase de hombres, y mucho menos a todos

43
los grupos sociales; sólo sirven para esbozar posibles escenarios producto de los cambios en

la forma de percibir la masculinidad.

Como se ha visto, el remezón del feminismo trajo consigo la inestabilidad de la

identidad masculina. Ahora, miraremos cuáles son las reacciones de los hombres ante las

luchas femeninas por la igualdad. Aunque Luis Bonino Méndez (2003), en su artículo Los

hombres y la igualdad con las mujeres, hace una caracterización de las posiciones

masculinas enfocándose en España, me parece que sus clasificaciones se ajustan a diferentes

realidades. Puede que en diferentes proporciones, pero estos tres grupos se pueden presentar

en diferentes lugares del mundo.

Bonino (2003) expresa las reacciones masculinas al feminismo en tres grupos:

-Los contrarios a los cambios de las mujeres: Son hombres que suelen vivir con

mujeres que sólo se dedican a las labores domésticas. Se resisten al cambio y suelen ser

antifeministas y descalificadores de las reivindicaciones femeninas. Entienden la lucha no

como búsqueda de igualdad, sino como un intento de dominar a los varones y romper el

orden social.

-Los favorables a los cambios de las mujeres: son jóvenes con estudios superiores, sin

hijos, con mujeres que trabajan en el ámbito público y viven en grandes ciudades. Algunos

se consideran compañeros y están dispuestos a cambiar para alcanzar una convivencia

igualitaria. Otro grupo que va en aumento es el de los acompañantes pasivos, los cuales

ceden la iniciativa a las mujeres, provocando una inversión de los roles tradicionales. Existen

también los utilitarios, que se benefician de los cambios hechos por las mujeres sin ofrecer

44
nada a cambio. Tanto los compañeros como los utilitarios están a favor del cambio en las

mujeres, pero la mayoría cree que la lucha por la igualdad la deben afrontar sólo ellas.

-Los ambivalentes frente al cambio de las mujeres: generalmente son hombres con

mujeres que trabajan en el ámbito público, divorciados o con hijos. En algunos aspectos

están en acuerdo y en otros en descuerdo con los cambios de las mujeres. “Son los que más

se quejan, porque se sienten desorientados, incomprendidos y desconcertados por los

cambios de las mujeres, a quienes ya no pueden (ni muchas veces desean) controlar.”

(Lomas, 109). Estos sujetos se sienten debilitados y perplejos y aceptan, con inconfesado

disgusto, que las mujeres seguirán cambiando e intentan acomodarse a la situación.

Para finalizar, quiero hacer énfasis en algunos aspectos que, para Bonino (2003),

obstaculizan la aceptación de los hombres con respecto a los cambios femeninos:

-Si el varón ejerce autoridad se siente validado en su identidad, por la imagen que

recibe de sí mismo y la que recibe de los demás. Si no logra ejercerla, su narcicismo se ve

vulnerado, creando una herida difícil de soportar.

-La igualdad con lo femenino se vive como un riesgo de confusión, es decir, de

feminización o devaluación de la propia identidad masculina.

-Debido a la larga tradición del patriarcado, los hombres perciben la condición de

superioridad como un hecho “natural” y no perciben la necesidad de igualdad.

45
1. MASCULINIDADES EN ANGOSTA

Antes de iniciar con el análisis de la novela, me parece pertinente hacer una breve

reseña que les permita a los lectores de este trabajo ponerse en contexto.

1.1 RESEÑA DE ANGOSTA

A grandes rasgos, la novela es un ejercicio futurista en el que una ciudad llamada

Angosta, que podría representar cualquier ciudad colombiana e incluso latinoamericana, está

dividida en tres sectores ubicados en tres pisos térmicos respectivamente: En tierra caliente

está ubicado el “sektor”1 C (la boca del infierno), plagado de miseria y habitado en su

mayoría por empleadas domésticas y obreros, quienes reciben el rótulo de tercerones o

calentanos; en tierra templada se encuentra el “sektor” T (el purgatorio), en donde se ubican

1
En este trabajo se utilizará la palabra sektor, fiel a la ortografía original de la novela, porque hace
referencia al carácter violento y exclusivo de la separación. “la K se impuso gracias a la ortografía de uno de
los ejércitos de intervención” (Abad, 2003, pág. 24)

46
los segundones o tibios, compuestos principalmente por empleados y dueños de pequeñas

empresas; y en tierra fría se encuentra el “sektor” F (paradiso)2, ubicado en un altiplano

donde habitan los “dones”, quienes son terratenientes, ejecutivos, políticos, grandes

empresarios, etc.

Las divisiones entre estas tres castas no solo son económicas y sociales, sino que

también son físicas. Los “dones”, por el temor a perder su nivel de vida, decidieron crear

barreras de contención para separar a los segundones y tercerones. Para que estos últimos

pueda acceder a tierra fría deben contar con salvoconductos. La mayoría de los tercerones y

segundones que cuentan con este documento son personas que trabajan en ese “sektor”, los

cuales entran en la mañana y salen en la tarde, ya que no se les permite pasar la noche allí.

Ese es un derecho exclusivo de los “dones”, quienes son considerados una clase superior y

quienes consideran a las personas de los demás “sektores” como inferiores. Esta idea

también la comparten algunos segundones, habitantes de tierra templada, quienes aspiran a

acumular un millón de dólares para ser considerado un “don”, es decir, alguien que es

considerado superior socialmente y tiene el privilegio de vivir en tierra fría.

La historia de Angosta le llega al lector a través de un libro que lee uno de los

personajes principales de la novela, Jacobo Lince. Esa narración cuenta que comenzaron a

surgir problemas de violencia entre las personas ricas y pobres de la ciudad, a cause de las

grandes diferencias económicas y sociales. Se dice que a raíz de unos atentados perpetuados

por algunos grupos comunistas, los habitantes de tierra fría, conocidos como dones, con la

ayuda de algunos países garantes, acordonaron la zona y establecieron el paso restringido.

De esta manera, las personas adineradas, definidas como aquellas que tienen más de un

2
En Angosta se utiliza la palabra paradiso en lugar de paraíso, tal vez por su cercanía con la palabra
“Paradise” del inglés y por hacer referencia a una supuesta alta cultura.

47
millón de dólares, quedaron aisladas en tierra fría, alejados de la miseria y la violencia de

tierra caliente, habitada por tercerones.

En la mitad de los dos extremos socioeconómicos se encuentran los segundones,

quienes viven en tierra templada, entre el miedo de caer en la miseria de ser un tercerón y la

esperanza de algún día poder convertirse en un don e irse a vivir a tierra fría.

En este marco se desarrolla la historia de los dos protagonistas: Jacobo Lince, un

librero promiscuo, dueño de una librería llamada “La Cuña”, alrededor de la cual se mueven

una serie de personajes que se dedican a criticar la situación de Angosta pero que no pasan

de ser simples observadores; y Andrés Zuleta, un poeta incomprendido que trata de buscar

su lugar en el mundo. Sus historias se conectan en el hotel “La Comedia”, pues Lince vive

ahí desde hace algunos años y Zuleta llega a ese sitio después de abandonar su casa, donde

era maltratado constantemente. En el hotel también confluyen otras historias: un matemático

llamado Dan, hombre solitario y preocupado principalmente por un problema numérico; dos

libreros, bohemios y amantes de la tertulia y los libros: Jursich y Quiroz; Luisita, mujer

viuda y golpeada fuertemente por la violencia, entre muchos otros.

A través de las relaciones amorosas de Jacobo Lince se despliega el panorama de

violencia y exclusión que expone la novela. Este personaje es un hombre promiscuo que

tiene sexo con mujeres provenientes de los tres sectores de Angosta, y cada una de ellas

expone una realidad diferente de acuerdo al espacio en el que se mueve. Por un lado está

Beatriz, una chica adinerada, hija de un senador que desde la clandestinidad ordena

asesinatos selectivos, quien se fija en Jacobo atraída por la curiosidad que le despierta

48
entablar una relación con un sujeto proveniente de la zona templada. Por otro lado tenemos

a Candela, quien proviene de tierra caliente y se mueve en un mundo de una miseria y

brutalidad excesivas. Finalmente está Camila, una mujer atractiva de tierra templada, amante

de un mafioso que la considera su propiedad y por la que Jacobo recibe una paliza como

castigo por haberse acercado a ella.

Andrés Zuleta también nos conecta con la violencia de los tres espacios. Al igual que

Lince, él también tiene algún tipo de contacto sexual con Candela y Camila. Además, este

joven poeta consigue un trabajo en tierra fría: su labor era escribir algunos artículos de

denuncia en contra de una organización paramilitar llamada la Secur. En el desarrollo de su

investigación es descubierto y asesinado.

A raíz de la muerte de Zuleta, Jacobo tiene una trasformación. Deja a un lado su

postura de simple observador y crítico silencioso, y decide realizar una denuncia en contra

de los asesinos de Zuleta. A causa de esta denuncia, Jacobo recibe fuertes intimidaciones y

es obligado a abandonar Angosta, llevándose consigo a Candela, de quien parece haberse

enamorado al final de la novela.

En la obra se presentan diferentes agentes violentos provenientes de cada uno de los

“sektores”. En tierra caliente aparece un personaje oscuro y poderoso conocido como el

“Putas”, que dirige la delincuencia en su “sektor” y además tiene vínculos con fuerzas del

poder de tierra fría. En tierra fría el agente violento está representado por el senador Potrero,

el padre de Beatriz, quien pertenece al grupo de los siete sabios, los cuales ordenan

sistemáticamente el asesinato de personas que vayan en contra de sus políticas. En tierra

templada aparecen personajes violentos y oscuros como Gastón (Tequendama), quienes en

su búsqueda de respeto y ascensión social, se convierten en el brazo armado de los

49
poderosos. Cada uno de estos agentes contribuye a perpetuar la violencia, la desigualdad y

la exclusión que evidencia la novela

La exclusión.

El problema principal de Angosta es la exclusión y la violencia que viene como

consecuencia. En esta ciudad, unas pocas personas tienen acceso a un ambiente limpio y

bien organizado. Los otros deben repartirse entre el infierno de tierra caliente o el espacio

gris y atiborrado de la zona templada.

Todo en la sociedad de Angosta está organizado para excluir a las personas que se

consideran diferentes, principalmente porque tienen menos dinero. Esa es la lógica bajo la

cual funciona toda la ciudad. Lince trataba de explicárselo a Zuleta:

Mire, Zuleta, en Paradiso, donde usted trabaja, la gente no va los cafés, sino a

los clubes. Y eso ya es muy distinto, eso marca una diferencia sustancial. Ellos abren

uno y otro club para distinguirse y excluirse entre ellos. Esa es la lógica de sus vidas,

la misma lógica que le han contagiado a esta ciudad, la de la exclusión (Abad,

2003,pag.302).

Lince tiene toda la razón, la ciudad funciona bajo el dominio inevitable de esa lógica.

Además, los segundones también tienen sus propios comportamientos excluyentes. Candela,

con el resentimiento que caracteriza a los de tierra caliente por sentirse menospreciados,

aclara que los segundones también excluyen a los tercerones. Después de escuchar una

50
lectura sobre la camaradería e igualdad que reinaba en la librería alrededor de las tazas de

café, ella hace la siguiente intervención:

La cita es buena, Jacobo. Pero los tercerones no podemos permitirnos ese lujo.

Y hasta si entramos en La Cuña, piensan que vinimos a atracar, o se cansan de darnos

café gratis, porque abusamos con los terrones de azúcar, o porque se dan cuenta de

que en general no tenemos ni ganas ni paciencia para ponernos a leer. Mejor dicho,

para nosotros no existe ese regalo del café, sino la primera vez (Abad, 2003, pag.303).

Entonces, Candela nos muestra el profundo resentimiento que generan las dinámicas

de exclusión y hace evidente que esta situación puede ser uno de los detonantes que enciende

el fuego de la violencia en Angosta. Los habitantes de tierra caliente son estigmatizados,

vistos por el resto de la ciudad como una amenaza, como un sector condenado a la miseria

y el abandono.

Toda esa situación es el caldo de cultivo para organizaciones como el “Jamás”, quienes

están en contra del apartamiento y luchan en contra de los dones con el objetivo de acabar

con la desigualdad. Además, se producen bandas delincuenciales y una gran descomposición

social, producto de la pobreza y la falta de oportunidades, en ultimas, de la falta de atención

de las clase privilegiada, quienes tienen el monopolio de los recursos amparados en su poder

económico y militar.

Esa manera de percibir al otro (calentanos) como un ser diferente, extraño, peligroso

es descrita por el narrador como una creencia, en la mayoría de los casos, errónea:

51
La mayoría de la gente calentana, sin embargo, es pacífica y mansa, también

solidaria, por lo desesperada, pero la gente mansa, por mucha que sea, casi nunca se

nota. Están allá arrinconados, sin posibilidad alguna de mejorar sus vidas, con la

entrada prohibida en todo el mundo, empezando por los demás “sektores” de su propia

ciudad, donde les temen y los evitan como la propia peste (Abad, 2003,pag.195).

Esta ideología dominante que tiende a la estratificación basada principalmente en el

caudal económico se presenta en toda la ciudad y en todos los espacios. En la novela se

presenta como un problema que se ha arraigado en la cultura de la ciudad y de la que la

mayoría del mundo se hace participe sin darse cuenta. Por ejemplo, en “La comedia”

también hay una estratificación y los personajes que se encuentran en condiciones inferiores

son excluidos de algunas prácticas, como ocurre con la cena que organiza el señor Rey, el

dueño del hotel, para las personas más importantes del edificio.

En muchas situaciones se puede notar la tendencia que tienen los personajes de

clasificar al otro de acuerdo a los prejuicios que acompañen su lugar de procedencia. En una

ocasión, por ejemplo, Zuleta dice que el ascensorista ni siquiera se dignó a mirarlo,

seguramente porque su condición de inferioridad en “La Comedia” hace que incluso los

empleados lo perciban como un ser insignificante. En conclusión, la exclusión es asunto que

se presenta en múltiples espacios y no solo es un problema entre dones y calentanos, es un

asunto de los Angosteños en general, un problema de percepción.

52
Esa percepción del otro como un extraño no se hace basándose en el color de la piel o

en alguna ascendencia étnica. El narrador nos explica que la exclusión está basada

principalmente en aspectos económicos. Incluso los de tierra caliente perciben a los

segundones con desprecio, con una hostilidad irracional, casi animal. Cuando Lince baja a

tierra caliente, tan solo su presencia genera hostilidad. Su actitud insegura y temerosa lo

delata, generando rechazo.

Jacobo miraba para arriba, para atrás, hacia los lados; por cada uno de los rostros

que entraba en contacto (ojos hundidos en rabia, pelo cortado al rape, cejas juntas)

sentía miedo, y el los miraba a todos a los ojos, con desconfianza, tratando de prever

el momento del ataque. <<Si le da miedo, para qué sale, segundón güevón>>, le gritó

un muchacho, iracundo. (Abad, 2003, Pág. 145)

En el pasaje anterior también se remarca la importancia de algunos aspectos físicos

que resultan marcas de identidad para un determinado grupo, como es el pelo cortado al

rape. El narrador hace esta descripción como si fueran rasgos característicos de tierra

caliente.

Los dones, por su parte, utilizan la ropa y toda clase de cosas de máxima elegancia y

distinción como signo evidente de su condición de miembros de tierra fría. Para ellos es

indispensable tener cosas de última generación, para emitir un mensaje de opulencia, es

decir, para demostrar que son diferentes a los simples mortales de los sectores de abajo y así

ser identificados como verdaderos dones. “Una vez que todas las necesidades esenciales

53
están satisfechas, los dones tienen que buscar cómo distinguirse a través de detalles cada vez

más diminutos y rebuscados” (Abad, 2003, pág. 236)

Estas formas de comunicación son tan poderosas a la hora de la identificación y se

hacen tan necesarias en un sistema de estratificación social como este, marcado por el miedo

y la paranoia, que definen la postura y la forma como se deben tratar las personas, y como

son percibidas. Un ejemplo claro de esto es que cuando Candela estaba trabajando en tierra

fría, si se le olvidaba ponerse el carnet que la identificaba como tercerona, era confundida

con una doña porque usaba ropa fina que le había regalado Jacobo. Los hombres la

consideraban digna de deseo y la miraban como una mujer atractiva. En cambio, si exhibía

su carnet, los hombres le pasaban por el lado sin ponerle atención. La ropa se constituía

como un elemento comunicativo de gran alcance.

Los personajes de los diferentes niveles tienen maneras de vestir, posturas y hasta todo

un lenguaje que funciona en pro de la diferenciación. Mientras que los dones han establecido

el inglés como un idioma que marca su nivel social y que los relaciona más con el primer

mundo que con sus coterráneos de abajo, en los sectores inferiores se ha dado una cierta

degradación del español que también los identifica como miembros de sus “sektores”. Por

ejemplo, se dice “emano” en lugar de hermano. También se hace alusión al uso frecuente de

la palabra “gonorrea” en los sectores más marginales.

En resumen, las personas de los diferentes sectores están separadas por la política de

apartamiento que generan un ambiente de exclusión que lleva a la percepción del otro como

54
un enemigo. Además, existen una serie de sistemas simbólicos, entre los que se encuentran

el lenguaje, la ropa, los accesorios, etc. que ayudan a sustentar la idea de la diferencia.

La violencia.

La violencia es el mecanismo a través del cual las personas de los sectores entran en

relación con la política de apartamiento. Los dones para tratar de mantenerla y los calentanos

para intentar destruirla y poder arrebatarle al “sektor” de tierra fría su confort y su

abundancia de recursos. Los tibios, como su nombre lo dice, en el medio, sin intervenir

demasiado; la mayoría no odian a los dones porque tienen la esperanza de algún día poder

ascender.

Angosta es un lugar terriblemente violento, producto del enfrentamiento entre sus

propios habitantes, divididos en sectores. Es una herida abierta de la que emanan ríos

interminables de sangre.

…por un lado, algunos de los grupos más feroces y despiadados de la tierra;

guerrilleros polpotianos sin hígados, que secuestran y asesinan a todo aquello que les

huela a <<sangre de dones o cara de ricos>>. Y por otro lado los grupos aliados del

establecimiento, igualmente crueles, que creen que es posible eliminar el descontento

eliminando a los descontentos. (Abad, 2003, pag.309)

Este párrafo define el círculo de violencia en el que se desangra Angosta. Los grupos

guerrilleros hacen atentados en tierra fría, dejando algunos dones muertos, y estos, a su vez,

55
responden con tremendas batidas en tierra caliente. Entre el ejército y los grupos

paramilitares asesinan a los insurgentes y a todo aquel que quiera ir en contra de sus políticas.

La mayoría de los dones creen que la única forma de garantizar que su estatus no les

sea arrebatado es mediante el uso de la violencia. La novela muestra que los dones, como el

senador Potrero o como Palacio, el esposo de la ex de Lince, sienten que son merecedores

de sus riquezas y están en todo su derecho de defenderlas, piensan que los guerrilleros

quieren arrebatarles algo por lo que no han trabajado. Además, saben que los recursos no

son infinitos y que el hecho de dejar entrar personas en su espacio podría amenazar su estilo

de vida. Lo más importante para los de arriba es que los de abajo no les vayan a destrozar

su paradiso.

El “sektor” de tierra fría tiene todo un sistema para mantener el orden establecido.

Además del aparato del estado, los dones cuentan con un grupo de personas influyentes que

deciden asesinatos sistemáticos. Este grupo es conocido como los Siete Sabios. Sus

mandatos son ejecutados por un grupo de asesinos conocidos como la Secur, quienes se

encargan de realizar la llamada limpieza.

Cada uno de los miembros de los siete sabios representa algún sector de la sociedad,

con el objetivo de mantener el orden en todos los estamentos: religioso, político,

económicos, etc. Este grupo ejerce una constante vigilancia en todos los “sektores” de

Angosta y no temen eliminar a cualquier persona que atente contra el sistema.

56
Otro asunto a señalar consiste en el poder y la manipulación que los dones ejercen

sobre los medios de comunicación. Como en los otros ámbitos, existe un control legal, que

en este caso consiste en omitir la información poco conveniente aprovechando que son los

dueños de los medios. Si esas primeras medidas no funcionan, aparece la violencia como

mecanismo para callar las críticas y para mantener la estabilidad del sistema. Un claro

ejemplo de esta violencia es el asesinato de Andrés Zuleta y de Gonzalo Burgos, el dueño

de la ONG que quería denunciar los abusos de la Secur.

La novela además de darnos una visión de la violencia como consecuencia de la

exclusión, también se adentra en las huellas que deja este nefasto fenómeno en la vida de las

personas. En algunos pasajes, se deja a un lado las consideraciones sociales y económicas,

y se adentra en ese dolor personal que tienen los personajes, en la rabia y la impotencia de

esas madres, hermanas, amantes que pierden sus seres queridos.

Basta con pensar en Luisita, “la mujer más triste de Angosta”, para que el autor nos

muestre el dolor. Ella perdió a su esposo y a su hijo a manos de la Secur y a partir de allí

perdió también las ganas de vivir. Otro ejemplo es Candela, quien tiene un legado de

desplazamiento, pues sus antepasados provienen de Macondo, el mítico lugar de García

Márquez, y una vez en Angosta debió afrontar la pérdida de su hermano y, al final de la

novela, de su amado Andrés Zuleta. Jacobo también luce devastado al final, pues termina

dándose cuenta que la violencia se lleva todo lo que le importa: su librería, sus amigos, su

tranquilidad.

1.2 LOS “SEKTORES” Y LAS MASCULINIDADES

57
Como ya se ha explicado anteriormente, la masculinidad es un concepto relacional que

depende del contexto económico, político y social en el que se desarrolle. Por lo tanto, se

puede decir que cada comunidad establece uno o varios tipos de masculinidades de acuerdo

con sus condiciones y a su ideología. En el caso de Angosta, el universo ficcional creado

por Faciolince establece la configuración de tres castas perfectamente diferenciadas, y por

lo tanto, las características particulares de cada una de estas castas resultan de gran

importancia a la hora de entender las masculinidades de la novela y los contextos en los que

se desarrollan.

En ese orden de ideas, la percepción que los personajes y la comunidad tengan sobre

el hecho de ser hombre estará mediado por el “sektor” al que pertenezcan y evidentemente

por sus condiciones socioeconómicas. Asimismo, se establecerán relaciones de

jerarquización y subordinación entre las masculinidades de los diferentes sektores e incluso

dentro de estos.

Teniendo en cuenta lo anterior, para el análisis de la novela se tendrán en cuenta, tanto

el sistema de relaciones de género masculino-femenino, como las relaciones de género entre

los hombres. Es decir que se hará énfasis en los ejercicios de poder físico y simbólico que

realicen unos hombres sobre otros.

Para entender mejor la interacción entre las múltiples masculinidades que nos expone

Faciolince en Angosta, es necesario retomar algunos conceptos de Connell (2003), como

son: hegemonía, subordinación, complicidad y marginación. Estas relaciones se presentan

58
entre las masculinidades de la novela y su comprensión nos ayudará a entender las

diferencias que existen entre las variadas formas en que los personajes afrontan el hecho de

ser hombres. Además, estos conceptos nos permitirán entender cómo interactúa una forma

de ser hombre con otra, por ejemplo: la relación que tiene el ejercicio de la masculinidad de

un hombre de familia tibio con la masculinidad de los “dones”.

Connell define la masculinidad hegemónica como aquella que más se exalta en un

ámbito cultural especifico y además adopta una posición de liderazgo frente a otras

masculinidades y frente a las mujeres. Este ideal, aunque a veces es representado por

personajes de la ficción, normalmente coincide con el poder institucional, colectivo e

individual, y por lo tanto, está sostenido por el ejercicio exitoso de la autoridad.

En Angosta, la masculinidad hegemónica se ve claramente encarnada por los “dones”,

quienes evidentemente ocupan una posición de privilegio gracias al dinero, y se erigen como

la clase líder de toda la ciudad. Los “dones” son descritos como personas poderosas que

dirigen el destino y la organización de toda la sociedad. Además, son considerados por la

mayoría de los habitantes de Angosta como socialmente superiores, como un ideal al cual

aspirar. Los siete sabios son un claro ejemplo de esa superioridad y de la autoridad que

ejercen incluso sobre la vida de otros seres humanos.

Por supuesto, existen mujeres en esta clase social, pero los personajes poderosos son

todos hombres. Los “dones” parecen encajar perfectamente en el relato occidental de la

supremacía del hombre blanco, rico y heterosexual (Herrera, 2012). Recordemos que los

habitantes de F “por negros, indios, o mestizos que sean, siempre se llaman y se consideran

59
a sí mismos blancos y juzgan como negros e indios a todos los demás” (Abad 2003, pág.

20).

Coral Herrera (2012) afirma que occidente heredó la mirada aristotélica de ver la

realidad en pares opuestos y, por lo tanto, esto conllevó a que se separara el mundo en

extremos irreconciliables: negro-blanco, bueno-malo, favoreciendo así la aparición de

grandes antagonismos. En este orden de ideas, la novela expone una masculinidad

hegemónica que excluye y busca dominar todo lo que se le diferencie: los homosexuales,

los pobres y los pertenecientes a otras clases sociales (segundones y tercerones).

El elemento diferenciador por excelencia es el millón de dólares que se debe tener

para ser considerado un “don”. También existen ciertas marcas sociales como el pertenecer

a una familia que siga el modelo tradicional heterosexual, las buenas costumbres, etc. En la

novela sólo se nos exponen familias tradicionales, sobre todo en el caso de los dones.

Otro tipo de relación entre masculinidades es la subordinación, que consiste, según

Connell (2003), en que un grupo de hombres domina y otro es sometido, y puede presentarse

en cualquier espacio social. Este concepto está relacionado con el hecho de clasificar como

inferiores a todos aquellos grupos o personas que no coincidan con el concepto de

masculinidad imperante. Este autor también considera el principal caso de subordinación se

da en contra de los homosexuales:

La opresión ubica las masculinidades homosexuales en la parte más baja de una

jerarquía de género entre los hombres. La homosexualidad, en la ideología patriarcal,

60
es la bodega de todo lo que es simbólicamente expelido de la masculinidad

hegemónica, con asuntos que oscilan desde un gusto fastidioso por la decoración hasta

el placer receptivo anal. (Connell, 2003, pág. 40)

Andrés Zuleta sufre de subordinación porque se le considera homosexual a casusa de

que tiene ciertas características que podrían ser consideradas como femeninas. La novela

expresa claramente la dominación y la violencia que ejercen su padre y su hermano contra

él, por el simple hecho de no poseer ciertos valores que ellos consideran que debe tener un

hombre: fortaleza, asertividad, gusto por los deportes, etc.

Es clave tener en cuenta que la subordinación no la ejercen solamente quienes

encarnan la masculinidad hegemónica, sino que personas pertenecientes a grupos

marginados, como los segundones o los tercerones, e incluso las mujeres establecen sus

propias jerarquías y ejercen dominación sobre aquellos a los que consideran inferiores. La

mamá de Andrés Zuleta, por ejemplo, censura constantemente el carácter de su hijo por

considerarlo femenino.

El tercer tipo de relación que expone Connell se llama complicidad y consiste en la

aceptación del modelo de masculinidad hegemónica, por parte de algunos hombres, con el

afán de disfrutar los beneficios que el sistema patriarcal ofrece. Este tipo de complicidad se

presenta en la mayoría de los casos, debido a que casi ningún hombre cumple con los

requisitos que la masculinidad hegemónica impone. Jacobo, por ejemplo, se beneficia de los

dividendos de esta masculinidad cuando, a pesar de no encarnar todas las características de

un “don”, se vale de algunos presupuestos machistas para ejercer su copiosa actividad sexual

61
sin que se le censure demasiado. Otro ejemplo significativo lo constituye el papá de Zuleta,

quien es el líder de su hogar, al igual que lo es un don del suyo.

Por último, Connell habla de marginación en tanto la masculinidad dominante ejerce

mecanismos de exclusión frente a las masculinidades de otros grupos étnicos y otras clases

sociales. En Angosta, la separación entre los “dones”, los segundones y los tercerones dan

cuenta de este tipo de relación. Por lo tanto, los segundones y los tercerones no son

percibidos por los “dones” como simples hombres; son percibidos como hombres inferiores

por su pertenencia a una clase más baja. “Vos te llamás Jacobo Lince y sos un segundón de

mierda como cualquiera” (Abad, 2003, pag.171).

Con esto no quiero decir que se pueda establecer una suerte de perfiles de personalidad

en los que encajen perfectamente los personajes. Algunos “dones” desarrollan su historia

personal muy lejos del modelo de masculinidad hegemónica y algunos calentanos ejercen

poder y dominación desde la clandestinidad del “sektor” C.

La masculinidad hegemónica sólo es un modelo y no una clasificación exacta. Nos

sirve para entender esos valores que una comunidad determinada considera superiores para

los hombres. En el caso de Angosta, esas características están representadas en los “dones”,

sin que por ello se pueda afirmar que en toda tierra fría se presente un solo tipo de

masculinidad. Lo mismo ocurre con las masculinidades marginadas: no podemos hablar de

una “masculinidad calentana”, por ejemplo. Sólo podemos hablar de las relaciones que se

establecen entre unos hombres y otros, o entre algunos grupos.

62
En Angosta, tanto los segundones como los tercerones se establecen, con alguna

diferencia en cuanto al nivel de rechazo, como la contraparte de los “dones”, y sirven como

el elemento antagonista que le da coherencia a un sistema social basado en la oposición y la

exclusión: rico- pobre, blanco-negro, civilización- barbarie, etc.

<<"masculinidad hegemónica" y "las masculinidades marginadas", denominan no

tipos de carácter fijos sino configuraciones de práctica generadas en situaciones particulares,

en una estructura cambiante de relaciones>> (Connell, 2003, pág 43). En otras palabras,

estos conceptos sólo servirán para analizar de forma relacional situaciones particulares de la

novela, y no para abstraer conceptos globalizantes que abarquen toda la realidad.

Finalmente, antes de empezar el análisis de los dos personajes principales de la novela,

Jacobo Lince y Andrés Zuleta, es necesario considerar que los dos habitan un edificio que

recibe el nombre de “La Comedia”, donde parecen habitar seres marginales: homosexuales,

bohemios, prostitutas, personas sin familia. Por lo tanto, ambos parecen tener maneras

particulares de existir y de vivir su masculinidad, alejadas de lo común y del modelo

tradicional de su clase.

En ese orden de ideas, ninguno puede ser considerado un personaje estereotípico del

sektor T. Cada uno debe ser estudiado poniendo mucho énfasis a su situación particular, es

decir, enfocándose en las relaciones que ejercen con el contexto, con otros personajes y con

sus ideologías.

1.3 JACOBO LINCE

63
Jacobo es uno de los personajes principales de Angosta. Es un hombre de 39 años que

se gana la vida con una librería de viejo llamada La Cuña, haciendo artículos para la prensa

gracias a su profesión de periodista, y dando clases particulares de inglés. Es divorciado y

tiene una hija de la que poco habla, pero quien parece ser la única persona a la que quiere

verdaderamente. Su característica más llamativa es que tiene una aparente obsesión por

lograr el coito con mujeres jóvenes y bonitas.

No cree en nada trascendente, pues hace tiempo sustituyó la religión por el sexo.

Para él no es el espíritu, sino el deseo el que sopla dondequiera. De unos años para acá

sus relaciones son siempre carnales, nunca sentimentales. Trata de comerse (este verbo

en Angosta es lo que los machos dicen que hacen al copular) a todas las que conoce y

que puede, siempre y cuando huelan bien y manifiesten signos exteriores de fertilidad,

lo cual no quiere decir que las quiera embarazar: se hizo hace años la vasectomía

(Abad, 2003, pág. 11)

Para Lince el deseo por las mujeres es un asunto incontrolable, pues hace parte de su

naturaleza. Jacobo cree que su condición de hombre lo obliga a buscar una mujer tras otra,

debido a que este comportamiento está codificado en su ADN y en el de la mayoría de los

otros hombres. Siguiendo este principio, él vive su promiscuidad como una situación

inevitable.

No le gusta ser así, pero es así, y las veces que ha intentado contenerse su cabeza

lo engaña, lo lleva por vericuetos traicioneros hasta conducirlo (como tira la soga de

la argolla engarzada en la nariz del buey) a lo mismo, siempre a lo mismo. Ahora

64
piensa que lo mejor es no resistirse, no rebelarse, no pelear, dejarse ir tras el deseo que

sopla dondequiera (Abad, 2003, pag 41)

Entonces, Lince vive su promiscuidad con un tinte de resignación, como una

característica ineludible de su personalidad, y sobre todo, de su masculinidad. El personaje

está convencido de que el hecho de ser hombre está absolutamente influenciado por aspectos

biológicos que lo obligan a permanecer en la búsqueda constante de apareamiento. Él

considera que está programado genéticamente y que su programa reproductivo le dice todo

el tiempo: “fecunda, fecunda, fecunda. Mete tu miembro en toda vulva joven que se te

ofrezca, que para eso viniste a la vida” (Abad, 2003, p.118).

Jacobo considera que el ejercicio de su masculinidad consiste en que él, a diferencia

de las mujeres, posee un deseo sexual incontrolable. El mismo personaje elabora teorías que

justifican y definen un supuesto sistema de género. Lince afirma que las mujeres son

diferentes a los hombres porque la cópula trae mayores consecuencias para ellas: la progenie,

y esto conlleva a que ellas se alejen de la promiscuidad que él practica. Además, las mujeres

desarrollan miedo al abandono por parte de los machos proveedores y son menos propensas

a ser infieles. Lince también afirma que las mujeres tienen un deseo sexual inferior, salvo

contadas excepciones llamadas “perras”.

En resumen, el sistema de género propuesto por Jacobo consiste en que las mujeres

son menos promiscuas, menos infieles y con un deseo sexual inferior al de los hombres.

Siguiendo esta línea teórica, es fácil entender que Jacobo entienda que su masculinidad, por

oposición, se desarrolla cuando da rienda suelta a su deseo sexual y cuando tiene más de una

pareja sexual.

65
Jacobo, entonces, trata de justificar la sensación de placer y poderío que le otorga su

éxito con las mujeres a través de unos principios que lo ubican más del lado de lo animal

que de lo humano. A través de su discurso establece unos principios esencialistas de

masculinidad que estabilizan su identidad y que van acorde con su comportamiento.

De esta manera, la masculinidad de Jacobo se define por el papel que representa: el

papel del eterno cazador de mujeres. Por eso hace ese despliegue de rituales de cortejo, para

demostrarse a sí mismo que cumple con la imagen de cazador, de estratega, de conquistador,

que él considera como su rol natural.

Es claro que el discurso de Jacobo enmascara la satisfacción y la sensación de

invulnerabilidad que experimenta al poseer varias parejas sexuales, en otras palabras,

justifica el placer que le otorga su posición de privilegio, en tanto dueño del derecho a

copular con varias mujeres. Al mismo tiempo, es un ejercicio de reafirmación de su

masculinidad que le da cierta estabilidad a su existencia, debido a que el ejercicio de su

promiscuidad permite que exista coherencia entre el relato que el mismo ha construido y su

experiencia vital. Es decir que el hecho de cumplir con su supuesto mandato biológico es

suficiente para que se perciba a sí mismo como un verdadero hombre. Es por eso que Jacobo

no parece muy interesado en exponer sus conquistas, porque su identidad de género está

muy relacionada con su discurso.

Sin embargo, merece la pena señalar que, aunque la conducta de Jacobo se explica en

su propio discurso, este está influenciado por algunos imperativos sociales, es decir que su

66
discurso no es completamente una construcción personal. Si retomamos a Gilmore (1994),

de cierta forma Jacobo se ve influenciado por el imperativo social de ser el “preñador”.

Aunque se ha realizado la vasectomía, el ejercicio de su masculinidad le exige demostrar

que lo suyo es una decisión propia y no una imposibilidad. Este imperativo de la

masculinidad patriarcal está relacionado con ser sexualmente activo y con permanecer en

constante búsqueda de conquistas amorosas. Jacobo cumple con estos mandatos y la gente

a su alrededor se da cuenta de esto, por eso nadie duda de la masculinidad de Jacobo como

sucede con la de Andrés, el otro personaje principal.

Pese a todo esto, hay que tener en cuenta que, aunque Jacobo parece un machista sin

remedio y sus ideas parecen corroborarse en algunos apartes de la novela e incluso

encuentran eco en el narrador, la historia tiene aspectos que hacen que la percepción que

tenemos de él cambie, por lo menos parcialmente. Es un personaje que tiene nuevas formas

de encarar la masculinidad.

Jacobo, por ejemplo, es un personaje que entiende que la violencia no es un método

para resolver conflictos y el ejercicio de su masculinidad no tiene mucho que ver con el

despliegue de fuerza física o con la confrontación. Parece ser que Jacobo no es un hombre

totalmente patriarcal: su práctica vital no está determinada por el mandato del “protector”,

es decir que no se interesa en mostrarse fuerte y capaz de encarar situaciones peligrosas para

obtener respeto.

Otro aspecto que lleva a pensar que Jacobo representa una masculinidad menos

tradicional es el hecho de que es un hombre que reflexiona sobre su condición y sobre las

67
consecuencias negativas que su manera de actuar conlleva. Acerca de sus preferencias

afirma: “A mí me gusta el amor furtivo, profesor, y no creo que este preparado para ningún

otro, pero nunca he podido saber por qué es el único que me gusta, si no crea compromisos,

no crea huellas, ni cura la soledad” (Abad, 2003, pág. 116). Independientemente de su

constante auto justificación, Jacobo despliega grandes dosis de autocrítica con adjetivos

como: egoísta, narcisista o solitario imposible. Este hecho evidencia que él es un hombre

que comprende que sus actitudes son negativas porque le impiden desarrollar vínculos

afectivos satisfactorios y ese reconocimiento constituye un primer paso para la

transformación.

Finalmente, el aspecto más importante que tiene Jacobo, como una representación de

nuevas masculinidades, consiste en que, tras la muerte de Andrés Zuleta, este personaje sufre

una transformación empujado por el contexto social en el que vive. Su mundo de confort se

viene abajo: su librería de viejo es quemada por las manos oscuras de la Secur y es obligado

a salir del país debido a que recibe constantes amenazas por haberse vinculado con este caso

En el desarrollo de Angosta, Jacobo corre irremediablemente a recibir una lección: a

pesar de ser un hombre con un nivel cultural alto y de conocer bien la situación de Angosta,

nunca se preocupó por mejorar la situación de su ciudad, ni tampoco las condiciones de vida

de las personas que lo rodeaban. Le bastaba con dar un poco de dinero a quien pudiera

necesitarlo, pero no se comprometía con cambios sociales significativos. En conclusión, era

un pusilánime que vivía cómodamente su mediocridad hasta que la violencia tocó su puerta

y destruyó su tranquilo hábitat.

68
En ese mismo punto recibe una lección con respecto a las mujeres, el personaje se

siente solo y comienza a considerar la necesidad de establecer vínculos sentimentales que le

sirvan de soporte en los momentos difíciles. Busca algo real y duradero, y por eso trata de

aferrarse a Virginia.

Pero ahora, con Andrés muerto, de repente se sentía más monógamo y fiel que

nunca en su vida; quería que Candela lo acompañara esta vez y siempre, con todo su

deseo y con todas sus fuerzas. Había perdido la librería y la seguridad; quería algo

firme. Temía que Virginia se negara. Sentía que había dejado atrás un larguísimo

periodo de su vida, el de las parejas que cambian y se remplazan como ropa sucia, y

que había llegado el momento de envejecer en paz, amar la rutina y despertarse sin sed

y sin ansias mirando siempre el mismo rostro y las mismas orejas a su lado. (Abad,

2003, pag. 364)

Jacobo se da cuenta de la importancia de las relaciones afectivas y de que el desarrollo

de su papel de conquistador no le permite crear verdaderos vínculos emocionales con otras

personas. Candela lo consideraba “seco por dentro”, por ejemplo. Al final de la novela,

Jacobo termina convertido en un hombre subyugado a la voluntad de Virginia, quien no le

promete compañía ni afecto. Incluso cree que podría compartirla con Andrés dado el caso

de que estuviera vivo. Ha pasado de creer que necesita de los placeres sexuales de muchas

mujeres a creer que necesita la compañía y el afecto de una sola mujer, con el gran

inconveniente de que ella ama a otro.

69
Candela quiso irse con él al Cono Sur, o a cualquier parte. Antes quiso advertirle

claramente que no lo quería, que no estaba enamorada de él y que solamente quería

una persona, la cual ya estaba muerta. Jacobo no la podía culpar si en algún momento,

donde fuera, ella lo dejaba solo, tirado. <<No me vas a echar culpas, abuelo, si te dejo

tirado y más solo que un perro>> (Abad, 2003, pág. 365).

Teniendo en cuenta lo anterior, Angosta es una novela que termina castigando la

actitud machista de Jacobo, con respecto a su búsqueda interminable de conquistas y su falta

de vínculos emocionales y familiares. No hay que olvidar que Jacobo es un hombre que,

salvo su hija a quien ve poco, no tiene familia. Jacobo es un hombre solo, que el final de la

novela deja convertido en un personaje debilitado que se aferra a la compañía de una mujer

que no le da ninguna seguridad emocional, pero que parece ser su única opción para evitar

la soledad y la tristeza.

Otro punto que quiero señalar es el hecho de que los personajes femeninos de la novela

no encajan en las teorías que Jacobo nos ofrece. La novela nos muestra mujeres con niveles

de infidelidad y promiscuidad muy similares a los de Jacobo. Camila es novia del señor de

las apuestas cuando lleva a cabo sus encuentros furtivos con Jacobo, Candela tiene sexo con

este al mismo tiempo que con Andrés Zuleta, y Beatriz está a punto de casarse cuando decide

tener una aventura con su profesor de inglés.

Las mujeres, por lo tanto, no le tienen miedo al sexo como Jacobo cree. Quizás el gran

error de Jacobo es subestimar a las mujeres y creer que son seres simples que se dividen en

esposas, amantes o putas. Candela, por ejemplo, es un personaje complejo. Es una mujer

70
fuerte que no necesita la protección de ningún hombre y que defiende su independencia

(nunca cedió a las pretensiones del Putas, un personaje poderoso y oscuro de tierra caliente).

Además, a pesar de los numerosos beneficios que le trae la cercanía de Jacobo, ella nunca

parece deslumbrada por aquel macho “proveedor” y “seductor”. Por el contrario, prefiere la

compañía, la calidez, la sensibilidad y la comprensión que le ofrece un joven como Andrés

Zuleta. A pesar de que él no tenga seguridad económica y carezca de muchos otros atributos

que la sociedad considera masculinos, ella encuentra con él un verdadero vínculo afectivo y

una relación horizontal que le permite desarrollar su personalidad libremente.

1.4 ANDRÉS ZULETA

Andrés Zuleta es un joven de 25 años que llega a la Comedia después de haber dejado

la casa de sus padres, con quienes no se llevaba muy bien debido a que él no era lo que ellos

esperaban: Andrés no tenía una profesión respetable como su hermano Augusto, un militar

con un cargo importante; además, parecía tener cualidades que ellos consideraban como

femeninas: sensibilidad, introspección, pasividad, debilidad, etc. Estos aspectos resultaban

insoportables para los miembros de su familia.

Andrés parece todavía un adolescente, tanto en el aspecto como en el carácter,

que es voluble, inquieto en inestable. Nunca supo, de niño, lo que quería ser cuando

fuera mayor, y cuando se lo preguntaban decía cualquier cosa para salir del paso:

médico, abogado o bombero o pintor. Le daba igual y le sigue dando igual. No sabe

qué quiere ser, ni todavía sabe qué es…. (Abad, 2003, pág. 41)

71
En este aparte se puede percibir a un Andrés indefinido. En primer lugar, a pesar de

sus veinticinco años, edad en la que se le consideraría un adulto, es un sujeto sin

independencia económica y con el carácter débil de un niño. Además, no ejerce un rol social

que permita ubicarlo en un lugar dentro de su comunidad. Se considera a sí mismo poeta,

algo “luminoso y vergonzoso”, pero sus escritos no pasan de la intimidad y no gozan de

reconocimiento. Como dijimos anteriormente, el mundo occidental exige cierta definición

de la identidad, o se es una cosa o se es la otra. Andrés parece no encajar en ningún lado y

por eso termina en un refugio de seres marginales como es La Comedia (prostitutas,

homosexuales, bohemios), donde su carácter liminal3 pareciera poder existir.

Sumado a lo anterior, Andrés es una persona indefinida en cuanto a su orientación

sexual, porque al inicio de la novela le teme a las mujeres y “no estaba seguro de gustarles

ni de que le gustaran” (Abad, 2003, pág. 40) y tampoco accede a los acercamientos de

algunos hombres homosexuales. También es un indefinido en cuanto al sistema de género

de su familia, debido a que no posee las características necesarias para que su madre, su

padre y su hermano lo reconozcan como hombre. En esta situación, toda la familia reproduce

un modelo en el que se aspira a la masculinidad hegemónica de la novela, en el que los

miembros varones, al llegar a una cierta edad que define la adultez, deben aspirar a ser

importantes, fuertes y poderosos.

En cuanto al sistema de relaciones de género de la familia Zuleta, funciona con casi

los mismos elementos de un sistema patriarcal: La mujer debe ser, pasiva, sumisa y estar

3
Manuel Delgado, en El animal público, define la liminalidad como una posición intermedia entre dos
estados diferentes o estructuras. El liminal está en una posición de transición. Es decir que Andrés Zuleta se
encuentra entre el niño y el adulto.

72
confinada al ámbito de lo privado y el hombre debe ser activo, fuerte, autoritario,

autosuficiente y desempeñarse satisfactoriamente en el ámbito de lo público a través de una

profesión respetable. Por eso el orgullo de esta familia es Augusto Zuleta, el hermano mayor,

disciplinado y exitoso.

Además, el gusto por los deportes, especialmente por el fútbol, hace parte de ese

imaginario colectivo acerca de lo que significa ser hombre. El modelo de hombre con el que

creció Andrés es el de un hombre distante, “sentado frente al televisor, como siempre,

leyendo las páginas rosadas de la Gaceta Deportiva” (Abad, 2003, pág. 68). Por supuesto,

Andrés tampoco se siente muy atraído por esta actividad y por la idea de masculinidad que

esto representa.

Bajo este sistema de creencias es normal que la madre se sintiera como “una gallina

criando un pato”, o que su padre dijera que de lo único que no estaba satisfecho era de “haber

fecundado un hijo inepto y para colmo afeminado”. En ese sistema de género, una persona

que tenga genitales masculinos pero que no encare las características mínimas de la

masculinidad resulta inteligible para dicho sistema. Siguiendo a Coral Herrera (2012), todo

lo que se aleje de la “normalidad” tiende a generar rechazo a causa del desconocimiento y

del temor.

Por alguna razón que desconocemos, Andrés presenta algunas características y

algunos comportamientos que son descritos en la novela como femeninos, y esta situación

lleva a los miembros de su familia a considerarlo un homosexual. Angosta ofrece una gran

73
posibilidad para hacer reflexiones acerca del género y las ideas preconcebidas que se tienen

sobre este tema.

Contrario al pensamiento de su familia, durante el trascurso de la novela queda

demostrado que Andrés no tiene una orientación homosexual, y, sobre todo, que el hecho de

que un hombre tenga ciertos rasgos femeninos no lo hace un homosexual. En ese orden de

ideas, Angosta parece mostrarnos la incapacidad de los sistemas de género tradicionales para

agrupar a todas las personas y la gran variedad de comportamientos que pueden llegar a

presentar los seres humanos.

Cuando se piensa que las concepciones sobre lo femenino y lo masculino son

construcciones culturales y no realidades inalterables, se orienta la discusión hacia un

replanteamiento de los valores tradicionales de género y, sobre todo, se puede llegar a la

conclusión de que las personas no están obligadas a comportarse de un determinada forma,

porque se puede ser hombre o mujer de muchas maneras. Por eso precisamente se habla de

masculinidades (prural) en este trabajo, porque no existe una única manera de ser hombre y

el hecho de que un personaje tenga ciertos atributos femeninos no lo hace menos hombre.

De esta manera las identidades se pluralizan, en tanto las posibilidades de existir no se

limitan a dos dimensiones excluyentes.

Florence Thomas (1997) dice que se trata de hacer un esfuerzo por abrir los conceptos

y poner en circulación nuevas asociaciones, imágenes y metáforas, por ejemplo dejar de

asociar hombre con masculino y mujer con femenino; hombre con público y mujer con

privado; hombre con cultura y mujer con naturaleza; hombre con trabajo y mujer con

maternidad; hombre con activo y mujer con pasivo; hombre con razón y mujer con intuición;

hombre con reflexión y mujer con emoción; hombre con trascendencia y mujer con

74
inmanencia, entre muchas otras posibilidades.

Por lo tanto, lo que consideramos masculino y femenino son sólo dos aspectos de la

experiencia humana que no necesariamente se corresponden con las categorías de hombre y

mujer. Podemos pensar en un hombre tierno, sensible, comprometido con el cuidado de los

otros (aspectos femeninos), y, al mismo tiempo, autónomo, asertivo e independiente

(aspectos masculinos). En conclusión, un hombre puede construir su identidad desarrollando

aspectos femeninos sin que por ello deje de serlo.

En el caso de Andrés, él es un hombre que desarrolla en su experiencia vital algunos

aspectos femeninos y otros masculinos, en tanto, en el desarrollo de la novela, continúa

siendo una persona cálida y sensible, y al mismo tiempo muestra independencia, seguridad,

e incluso valor cuando decide investigar los asesinatos de la Secur. La novela nos muestra

que un hombre puede construir su identidad, siendo proporcionalmente más o menos

masculino y más o menos femenino.

Lo que ocurre con la familia Zuleta es que, basándose en su sistema de creencias, no

comprende la naturaleza de Andrés, no logra hacer inteligible su comportamiento y, en su

afán de clasificarlo, le impone el rótulo de “maricón”. En la oposición femenino-masculino

que ellos establecen, los límites son inviolables y cualquier cruce es entendido como una

desviación, una “anormalidad” que es rechazada inmediatamente. En este ámbito, el

homosexual es percibido como una falla, por eso necesitan rotularlo, para identificarlo y que

sus sistema tengo coherencia.

75
La presencia de lo femenino como rasgo definitorio de la homosexualidad no es

una constatación de hecho sino una necesidad estructural del arquetipo ideológico de

la homofobia. La manera más eficaz de justificar y favorecer la instauración de la

homofobia (mandato del tabú) es asociar la homosexualidad a la feminidad (<<alma

femenina en cuerpo de hombre>>) Pues es básicamente este cambio de género, esta

<<de-generación>>, lo que avala el desprecio: lo repudiable no es tanto el mantener

relaciones con otro hombre, sino <<perder la virilidad>>, atributo jerárquico

indiscutible frente a su opuesto <<inferior>>, la feminidad. (Chaves, 2009, pág. 57)

En Angosta, entonces, los géneros no son camisas de fuerza en las cuales deban

encajar todas las personas. En esta novela hay pequeñas muestras de que la experiencia

humana es mucho más compleja: un hombre puede tener características femeninas y una

mujer puede tener características masculinas, sin que por este hecho sean considerados

homosexuales. Por lo tanto, la novela nos entrega una realidad donde hay diversas maneras

de encarar el hecho de ser hombre y de ser mujer.

1.5 OTRAS MASCULINIDADES

Anteriormente explicamos que la masculinidad hegemónica correspondía a los

“dones”. Este tipo de masculinidad está ejemplificada principalmente en el senador Potrero,

hombre adinerado, en la cima de la escala social y política y con el imperativo inminente de

proteger el estilo de vida de los de su clase: desde la clandestinidad, pues él pertenece al

grupo de los siete sabios, que es un grupo de “dones” que ordena asesinatos selectivos que

76
tienen el objetivo de mantener a raya a segundones y tercerones que quieran destruir el orden

establecido.

De esta manera, se presenta un hombre que encarna un tipo de masculinidad con un

gran poder político, económico y social, que subordina no solo a las mujeres, sino a todas

las personas en general. En él se resumen todos los atributos de la masculinidad hegemónica

que muestra la novela: es un hombre adinerado, con una familia tradicional, con poder

político, y sobre todo, con una gran cantidad de hombres a su mando, quienes siguen sus

órdenes sin protestar. Su poder llega hasta el punto de poder decidir sobre la vida de todos

los miembros de Angosta, incluso sobre los mismos “dones”. Recordemos que, al final de

la novela, el grupo de los siete sabios da la orden de asesinar al señor Burgos, un don que

estaba empeñado en denunciar las acciones violentas de la Secur, el grupo armado que

ejecutaba las ordenes de los siete sabios.

Otro personaje que merece la pena resaltar es el Señor de las apuestas, quien a pesar

de ser un “don” está inmiscuido en actividades ilegales y de allí proviene su fortuna y por

ende la posibilidad de vivir en tierra fría. Este tipo de personaje encarna el estereotipo del

traqueto: un personaje con grandes cantidades de dinero, que resuelve sus problemas, en la

mayoría de los casos, a través de la violencia. Este es un hombre que ante la menor amenaza

reacciona violentamente, por ejemplo, manda golpear a Jacobo por acercarse a una de sus

posesiones: Camila.

Este tipo de personaje expresa su poder gracias a que posee una gran cantidad de

hombres dispuestos a realizar cualquier acto de violencia que sea necesario para defender

77
sus interese. Estos hombres constituyen unas masculinidades subordinadas, pues su

comportamiento es dirigido por un sujeto al que se considera socialmente superior y que

representa un ideal al cual aspirar. Además, el señor de las apuestas se vale de mujeres

hermosas, a quienes trata como posesiones muy preciadas, como símbolos de su virilidad,

pues lo erigen como el macho que es capaz de tener las mejores hembras a su disposición.

La novela también presenta un personaje que es cómplice de la masculinidad

hegemónica de los “dones”, pues se benéfica del poder y los privilegios de vivir en tierra

fría, a pesar de no estar de acuerdo con el uso excesivo de la violencia como mecanismo de

represión en contra de los demás “sektores”. Su nombre es Bruno Palacio y es el esposo de

la ex esposa de Jacobo. Este personaje parece alejarse de una masculinidad caracterizada

por el poder y el uso de la violencia, en cambio se vale de todo un lenguaje de signos de

opulencia y solvencia económica que reafirman su pertenencia a una clase privilegiada. Su

manera de definirse como hombre está atravesada por el uso de toda clase de artículos de

lujo que expongan su gran poderío económico. Este tipo de masculinidad está muy

influenciada por la capacidad de comprar artículos que resultan inalcanzables para otras

personas.

El ideal de vida de Palacio era, en general, la elegancia. ¿Qué era eso para él?

Empezaba como algo obvio, por los datos exteriores de la apariencia, que se ceñían a

una elección cuidadosa de la ropa, los muebles, los objetos, los cuadros, los carros, los

tapetes, los sitios de destino durante las distintas vacaciones, los licores, los platos, los

tabacos y los vinos. (Abad, 2003, pag 234)

Este tipo de signos de abundancia sirven como una marca, que sirve para demostrarles

a otros “dones” que son dignos de su clase social. De esta manera, el dinero se convierte en

78
una señal de masculinidad en tierra fría, pues en la novela las “doñas” no parecen entrar en

la el ámbito productivo.

1.6 LAS MUJERES DE ANGOSTA

En Angosta, gran parte de las mujeres son descritas superficialmente y, en la mayoría

de los casos, solo se conocen en relación con los personajes masculinos de la novela. A

diferencia de Candela y tal vez Camila, de quienes se debe hablar puntualmente, la novela

no muestra la manera de pensar ni de sentir de las mujeres, solo hace pequeñas referencias

en cuanto a sus características económicas, sociales y sexuales.

Las mujeres que pertenecen a una familia tradicional son seres sumisos y

absolutamente subordinados al sistema patriarcal. La mamá de Andrés, Berenice de Zuleta,

por ejemplo, es descrita como “Ama de casa, piadosa y sin mucha personalidad” (pág. 69).

Ella es la representación del estereotipo de la mujer tradicional de clase media.

Algo similar sucede con Ofelia Frías, la madre de Beatriz y esposa del senador Potrero.

Aunque es una “doña”, pertenece a tierra fría, no debe realizar labores domésticas y su

principal característica es el glamour y los buenos modales, está igualmente subordinada a

la autoridad de su marido y se dice que “es una mujer que no ha querido nunca enterarse de

los abismos de podredumbre de su esposo” (Abad, 2003, pág. 170). Es una mujer acomodada

que no tiene mayor injerencia en la vida económica, política y social de su comunidad, pero

que goza de un nivel de vida bastante alto.

79
Con características similares podemos encontrar a otros personajes. Dorotea, por

ejemplo, la ex esposa de Jacobo, quien se ha casado con un reconocido arquitecto y vive

cómodamente en tierra fría. Así mismo, Catalina de Rey, la esposa del dueño del hotel La

Comedia, quien “disfraza con buenos modales su perfecta ignorancia y su definitivo

aburrimiento. Vive en un mundo superficial y lamenta no poder vivir en un mundo más

superficial, en Tierra Fría”. (Abad, 2003, pág. 94)

Este tipo de mujeres, ya sean “doñas” o segundonas, se establecen como las

compañeras de los personajes masculinos y no presentan una manera de existir

independiente de su rol de esposas y madres; se constituyen como el complemento del

hombre.

La fórmula que expresa la ideología de la complementariedad no es Varón más

mujer igual a pareja o unidad superior, sino más bien Varón más Mujer igual a Varón

completo, Varón con sucursal o simplemente Varón asistido. Lo que tiende a esperar

el varón es una mujer que realice aquellas tareas de las que él no puede ocuparse, que

tenga aquellos sentimientos y actividades en los que él no puede entretenerse y que

asuma las tareas de comunicación que él no puede atender. El varón espera que su

complemento sea su criada, cocinera, secretaria, alumbradora y criadora de sus hijos

y agente de relaciones públicas. (Marqués, 1997, pág. 29)

Las mujeres que acompañan a los hombres más patriarcales de la novela parecen

encajar en este modelo estereotípico y no ocupan un lugar muy importante en el desarrollo

de la historia. Los personajes femeninos que Angosta explora de manera un poco más

80
profunda, son aquellos que desestabilizan los sistemas de relaciones de género y además

gozan de cierto grado de autonomía y empoderamiento. Por lo tanto, estas mujeres nos

ayudaran a entender mejor a los hombres de la obra.

1.6.1 Beatriz

Beatriz es hija del senador Potrero y habitante de Tierra Fría. “Es una doña pura,

inalcanzable, rodeada de muros y de luz, una luz que parece como sacada de sí misma porque

es una belleza que ilumina, Jacobo la conoció por sus clases de inglés” (Abad, 2003, Pág.

165)

Beatriz parece encajar perfectamente en el modelo de la “doña”: es una mujer bien

educada, con buenos modales, “con apuntes certeros, inteligentes y muy bien informados”

(pág. 169). Está comprometida para casarse con un “don” y necesita las clases de inglés para

aprender arte en Estados Unidos, conocimiento que seguramente completará su formación

de buena esposa de un “don”.

Sin embrago, Beatriz tiene algunas características particulares relacionadas con el

ejercicio del poder. Su posición económica y social la ubican jerárquicamente por encima

de muchos hombres, y parece poseer ciertos niveles de libertad e independencia que merecen

la pena resaltar.

Beatriz ejerce su poder en dos situaciones puntuales que tienen que ver con Jacobo, su

profesor de inglés; y Gastón, el guardaespaldas de su padre. En el primer episodio, se ha

descubierto que Jacobo es un falso profesor Irlandés y el violento Gastón está ansioso por

enviarlo a la Boca del Infierno. Doña Ofelia intercede un poco y sugiere que simplemente

81
sea despedido, pero Beatriz se niega rotundamente: “-No- dijo Beatriz, y era un no dicho

con tal intensidad que sonó como un nunca”. El senador Potrero le ordena a Gastón que se

retire y cede ante el capricho de su hija. De este modo, Jacobo continúa siendo el profesor

de Beatriz a pesar de su grave falta.

Este fragmento es otra muestra de que las relaciones de género están determinadas por

la clase a la que se pertenezca. En esta situación, Beatriz demostró que su opinión y sus

deseos están por encima de los de Gastón por el simple hecho de ser una “doña”.

A partir de ese momento, Beatriz comienza a desear a Jacobo porque considera muy

atractivo que él sea un segundón, como si fuera un plato exótico que quiere probar.

Fácilmente lo seduce y lo convierte en su amante. Este hecho invierte rotundamente el

sistema de relaciones de género patriarcal, en el que el hombre es el activo y la mujer pasiva.

Además, el sistema de creencias de Jacobo queda desvirtuado, ya que en esta situación ni es

cazador, ni seductor, ni estratega, es más bien el juguete sexual de una niña rica y caprichosa.

En el aparte anterior se pueden observar dos cosas. La primera es que las relaciones

patriarcales de género se han invertido entre Jacobo y Beatriz. Lo tradicional es que la mujer

se erija como objeto de deseo y el hombre como el sujeto deseante. Además, se espera que

el hombre tome la iniciática y la mujer espere pasivamente a ser cortejada (Abarca, 2000).

Sin embargo, en este caso él ha quedado convertido en una entidad pasiva que cumple los

deseos de ella. Y la segunda es que él se ha convertido en el objeto de deseo por ser un

segundón, aspecto que evidencia que los hombres de la novela son percibidos de acuerdo al

“sektor” al que pertenecen.

82
La segunda situación en la que Beatriz despliega su poder y la gran libertad que posee

es cuando organiza un encuentro sexual con Jacobo en la finca de su padre. Cuando Gastón

trata de evitar el encuentro sexual porque considera a Jacobo un ser inferior para la hija de

su patrón, ella le responde de forma altanera: “Ayer nadie me vigiló y no pasó nada. Yo no

me meto en lo que usted hace con sus armas, Gastón; no se meta usted en lo que yo hago

con mis piernas. (Abad, 2003, pág. 296)

Parece ser que Beatriz goza de ciertos niveles de libertad e igualdad sexual; La novela

parece ofrecernos un panorama en el que algunas mujeres son menos subordinadas y por lo

tanto más libres, por lo menos en el ámbito sexual.

1.6.2 Camila

Camila es una fotógrafa, estudiante de último año de periodismo, que es novia de un

hombre mafioso conocido como el Señor de las Apuestas. Este hombre paga todos sus gastos

y la mantiene constantemente vigilada. Jacobo intentó acercarse a ella con pretensiones

sexuales y recibió una paliza como escarmiento por parte de los secuaces de este hombre.

Es en este punto donde Camila, al igual que Beatriz, es una mujer que deja a un lado

la pasividad y van en busca de su objeto de deseo. Es ella quien debe ir hasta la Comedia

para llevar a cabo el encuentro furtivo con Jacobo. Está lejos de ser una mujer sumisa que

obedece fielmente los mandatos de su pareja, el señor de las apuestas, que en este caso le

exige exclusividad sexual.

83
Pero lo más importante de Camila es que, al igual que Jacobo, sufre una

transformación en el desarrollo de la novela y en la percepción que se tiene de ella. La novela

corre hacia un desenlace trágico que sacude a los personajes y que transforma su manera de

pensar y de ver el mundo. El narrador inicialmente nos describe a Camila como: “Frívola,

superficial, pero encantadora en toda su liviandad de buena amante, alimentada por

insaciables chorros de estrógenos” (Abad, 2003, pág. 56).

Parece que lo único que interesa de Camila es lo que concierne a su vida sexual. Sin

embargo, al final de la novela asistimos a la exposición de una mujer profundamente

vulnerable: golpeada y obligada a realizar actos sexuales humillantes. La novela muestra a

Camila como un ser humano víctima de una violencia sexual cruel y despiadada ejercida por

el Señor de las Apuestas. De esta manera comenzamos a entender sus dilemas. La novela

deja de lado la imagen de Camila como objeto sexual, para darle paso a una mujer valiente

que hace todo lo posible por alejarse de su opresor. Además ella está dispuesta a arriesgar

su vida para ir en busca de justicia en el asesinato de Andrés. Se da una transición de la

mujer como simple objeto hacia una mujer como sujeto activo, que trata de tomar en sus

manos el destino de su vida.

Camila nos ofrece un panorama muy revelador con respecto a las masculinidades de

la novela, como consecuencia de su relación con el señor de las apuestas, Jacobo y Andrés.

El primero, como ya dijimos, nos muestra un hombre violento y extremadamente machista,

con quien ella se relaciona con el objetivo de obtener beneficios económicos y del que no

obtiene ningún placer sexual: ella hace referencia al tamaño diminuto de su pene y a su

incapacidad para satisfacerla.

84
Con respecto a Jacobo, aunque él no es un hombre violento como el Señor de las

Apuestas, tiene la misma actitud patriarcal hacia las mujeres. “el patriarcado puro considera

siempre a la mujer como inferior y, por lo tanto, la única forma de relacionarse con ellas es

para obtener servicios específicos, domésticos, sexuales, o más sofisticadamente, de

consuelo; o también como objeto de posesión y ostentación (Marqués, 1997, pág. 27).

Porque Jacobo no sentía ningún amor por Camila, y ni siquiera afecto, solo un

deseo intenso e insolente de olerla y penetrarla, quizá lo mismo que sentía el Señor de

las Apuestas. Sacó un par de cuentas en su cabeza y concluyo que esa muchacha no

era otra cosa que unos sesenta o sesenta y cinco kilos de buena carne, nada más (Abad,

2003, pág., 136).

En ese aspecto, Jacobo no se diferenciaba mucho del Señor de las Apuestas. Ambos

ven a Camila como un simple objeto sexual y ninguno de los dos se interesa por ella como

ser humano. Sin embargo, la relación ente Jacobo y Camila surge por atracción, es decir que

no está mediada por asuntos económicos, ni tampoco por ejercicios del poder a través de la

violencia. Se basa principalmente en el deseo sexual y en la decisión de Camila de

relacionarse con un hombre que sólo espera de ella sexo y que no pretende oprimirla. Sus

encuentros con Jacobo representan una cierta rebeldía y le sirven a Camila para liberarse,

por lo menos sexualmente, y para vengarse del Señor de las apuestas. En este punto es

Jacobo quien parece convertirse en el objeto de Camila porque ella lo usa para fines muy

específicos.

En este punto es importante analizar cómo es percibido el cuerpo de la mujer. En este

discurso, el cuerpo de Camila es asimilado por algunos hombres como un producto de

consumo. Es simplemente una carne voluptuosa que está ahí para el goce sexual. Es un

85
cuerpo que se establece como deseable en tanto posee ciertas medidas, sobre todo en los

senos y en la cola. Es un cuerpo que sigue unos estándares construidos por el deseo

masculino.

Andrés, por su parte, no tenía ninguna pretensión cuando entra en contacto con

Camila. Es ella quien propicia todo el encuentro sexual y, como ella dice, “Había sido algo

casual, por combatir la soledad, pero bonito” (Abad, 2003, pag 338). Este fragmento insinúa

que Camila se acerca a Andrés con el afán de escapar de su situación de aislamiento afectivo.

Este joven desgarbado y de pocos atributos masculinos despierta un inesperado interés en

ella, quizás porque él es el único hombre de la novela que no la ha visto como un simple

objeto de deseo. Inicialmente, son simples compañeros de aventura, unidos por la

complicidad que acompaña al peligro. Los otros dos hombres en cuestión sólo comparten

con ella la cama.

Andrés, entonces, resulta ser un hombre atractivo a los ojos de Camila, a pesar de que

tiene ciertas características que son consideradas como femeninas. Podríamos aventurarnos

a decir que los hombres como Jacobo y el Señor de las apuestas le generan cierta

insatisfacción y soledad, y por eso una persona como Andrés despierta atracción en ella,

precisamente porque la ve como un ser humano.

El hecho de que la personalidad de Andrés encuentre aceptación en una mujer como

Camila, indica que una forma de entender la masculinidad más sensible y solidaria puede

llegar a ser más atractiva para un tipo de mujeres cansadas de la opresión del machismo y el

patriarcado. Además, este hecho insinúa que esas nuevas formas de masculinidades se

86
reafirman en la medida que encuentren correspondencia en las mujeres. Andrés comienza a

afianzar su identidad gracias a la aceptación de algunas mujeres de la obra.

Finalmente, quiero remarcar que Jacobo también sufre una suerte de transformación

con respecto a Camila y a las mujeres en general. Tras la muerte de Andrés, Jacobo es testigo

del sufrimiento de Camila y se da cuenta que ella es un ser humano vulnerable que necesita

ayuda. En consecuencia, debe dejar a un lado su actitud de acomodado pusilánime y debe

empezar a buscar el beneficio de las personas que lo rodean. A raíz de su propia situación,

pues él también está en peligro de muerte, empieza una preocupación por el otro, que en este

caso son las mujeres de su entorno.

De esta forma, Jacobo ayuda a Camila a salir del país y desea volver a verla algún día,

esta vez sin las connotaciones sexuales que siempre acompañaban su figura. Su despedida

es la de dos cómplices que esperan superar el peor impase de sus vidas.

1.6.3 Candela

Candela es quizás el personaje femenino más importante de Angosta para el asunto de

las masculinidades. Ella es, en primer lugar, quien tiene mayor incidencia sobre los

personajes masculinos principales: por un lado, ayuda a Andrés a definir su orientación

sexual y su identidad masculina a pesar de su afeminamiento. Y por otro lado, logra que al

final de la novela Jacobo se muestre interesado en establecer una relación sentimental.

87
En segundo lugar, Candela es una mujer transgresora del sistema de relaciones de

género patriarcal que desarrollan algunos personajes de la novela. Desde su aparición, es un

personaje femenino diferente a los demás: su vida es absolutamente independiente y no está

vinculada directamente con ningún hombre que ejerza algún tipo de dominación sobre ella.

Es una mujer fuerte y con una gran versatilidad, ya que se desarrolla efectivamente en los

tres sektores: se mueve fácilmente por tierra caliente, un sitio hostil que la novela asemeja

al infierno, vive cómodamente en tierra templada y trabaja con bastante suficiencia en tierra

fría.

En su primer encuentro con Jacobo, cuando él andaba perdido en Tierra Caliente, ella

es quien lo ayuda y lo protege del mundo hostil que amenaza con destruirlo. La única cosa

que evita que la gente de tierra caliente ataque a Jacobo es el hecho de que va acompañado

por Candela. “Fresco, que el hombrecito viene conmigo, es de confianza” (pág. 147), repetía

ella constantemente.

Este aconteciendo invierte los roles de la masculinidad patriarcal. Como ya dijimos

anteriormente, uno de los imperativos de dicha masculinidad es ser el macho protector. Sin

embargo, Jacobo dista mucho de encarnar este rol y es Candela quien representa al protector

en este caso. Ella se mueve de forma efectiva por tierra caliente, no requiere de ningún

hombre que la proteja.

Candela no es la damisela en apuros que necesita un hombre que la rescate y la

convierta en su esposa fiel y sumisa. Incluso cuando vive en la Comedia y Jacobo se ha

convertido en una especie de tutor con el que tiene sexo ocasionalmente, ella no le profesa

88
ninguna obediencia a Jacobo y se indigna ante cualquier tipo de control que él quiera ejercer

sobre ella.

Las particularidades de Candela se reconfirman cuando entabla una relación

sentimental con Andrés Zuleta, un hombre que no posee en apariencia ningún atributo

masculino deseable: no tiene el dinero suficiente para ser el soporte económico de una

pareja; no es fuerte ni física ni emocionalmente, por lo que muy seguramente no es un buen

representante de la figura del protector; y no parece tampoco un buen preñador, porque ni

siquiera está seguro de su orientación sexual.

Candela entonces evita esas características patriarcales, ante las cuales ella solo puede

relacionarse de manera subordinada y prefiere un hombre sensible y comprensivo como

Andrés, con quien puede compartir diferentes aspectos de su vida además del sexo. Andrés

le ofrece una verdadera relación en la que ambos comparten sus maneras de ver el mundo,

sus deseos, sus frustraciones sus miedos, sus vidas.

Jacobo le ayudaba a Candela de muchas maneras, pero no se acercaba a ella

afectivamente. Él podía ayudarle a conseguir trabajo, darle un sitio donde vivir, alimentarla,

etc., pero no se interesaba por ella de una forma personal y cercana: no conocía los intereses

de Virginia ni se preocupaba por sus deseos ni por sus sentimientos.

Candela, es entonces una mujer independiente y versátil, que no encaja en el sistema

de relaciones de género patriarcal, pues no necesita un hombre que cuide de ella, sino un

compañero con quien compartir su vida. Además, su relación con Andrés empieza por su

89
propia iniciativa y, al igual que Beatriz y Camila, está muy lejos de ser la doncella que espera

ser conquistada por el príncipe azul.

90
2. MASCULINIDADES EN FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO

Al igual que en el capítulo anterior, es necesario presentar una pequeña reseña que dé cuenta

de la historia que se desarrolla en la novela.

2.1 RESEÑA DE FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO

Fragmentos de amor furtivo es una novela del escritor Héctor Abad Faciolince,

publicada en 1998 por Alfaguara. Es la historia de una relación amorosa entre un hombre y

una mujer: Rodrigo y Susana. En esta novela se describen detalladamente un gran número

de situaciones en las que los personajes se ven envueltos con respecto a su vida en pareja.

Se muestran sus deseos, sus percepciones, sus ideologías, sus expectativas, sus temores, sus

inseguridades, etc.

La relación de Rodrigo y Susana empieza en el marco de una infidelidad, es decir, que

ella no había terminado su relación amorosa anterior cuando tuvo su primer encuentro sexual

con Rodrigo. Quizás por ese bautizo inmoral es que la confianza nunca termina de afianzar

las bases de su unión. Ella había estado casada por algunos años con un profesor

universitario llamado Isaías, quien los descubrió desnudos en la cama de un hotel en

Cartagena, en una ocasión en que habían coincidido en esa ciudad. Como consecuencia,

Isaías abandonó a Susana y nunca se volvió a saber de él. A partir de ese momento, los

encuentros entre Rodrigo y Susana se hicieron cada vez más frecuentes: “Rodrigo siguió

viendo a Susana, casi viviendo con ella, viéndola todos los días desde ese día” (Faciolince,

1998: pág. 17)

91
En ese punto de la novela, se despliegan dos asuntos importantes que marcaran el

desarrollo de la historia. El primero, que Rodrigo sufría de disfunción eréctil en sus primeros

encuentros sexuales, producto del estrés y la ansiedad. Este hecho nos muestra un hombre

inseguro que necesita de mayor intimidad para poder llegar con una erección hasta el

momento del coito.

Inicialmente se siente excitado, pero después su miembro se desinfla producto de su

inseguridad y el temor ante la situación. No es la imagen del hombre acechador, siempre

dispuesto, Rodrigo es, por el contrario, asustadizo y temeroso.

El otro asunto es que, en contraposición a la imagen de Rodrigo, Susana es una mujer

experimentada, segura de su cuerpo; de sus propias sensaciones y de las que puede provocar

en el otro. Es una mujer capaz de aceptar su sexualidad sin temores y sin prejuicios.

Susana demuestra su experiencia al curar la disfunción de Rodrigo a través de las

palabras. Le habla cariñosamente a su pene y logra que él tenga una erección que les permite

tener su primer encuentro sexual satisfactorio. Susana hace gala de sus habilidades y esto

asusta a Rodrigo, ya que él piensa que una mujer que tenga semejante conocimiento de las

artes amatorias no es muy confiable, es un ser peligroso porque es libre, no está atada a los

prejuicios de la sociedad y por lo tanto no temerá convertirse en una mujer infiel.

Los temores de Rodrigo se hacen evidentes para Susana. Ella decide hacer una oferta

que resultará definitiva para el desarrollo de su historia de amor. Ella decide mostrarse tal y

92
como es, con el objetivo de que Rodrigo termine por entregarle toda su confianza. Por eso

decide contarle la historia de sus anteriores parejas, para que él pueda entender su forma de

ser y el camino que ella ha recorrido para convertirse en la mujer que es.

Cuando Susana empieza a contar sus historias, Rodrigo comienza a entrar en estrecha

relación con ellas. Cada narración, cada personaje, pondrá en juego algún aspecto de la vida

de Susana y de Rodrigo. Él terminará por sentirse agredido por esos fantasmas del pasado.

Empezará a compararse con las caricaturas que ella hace de sus amantes y tratará, de una u

otra forma, de vencerlos.

En definitiva, en un juego maravilloso de espejos, Rodrigo se verá reflejado en cada

uno de los amantes de Susana, asistirá a la exposición de sus debilidades, de sus temores, de

sus inseguridades. Los anteriores amantes de Susana son personajes machistas, infieles,

egocéntricos, que terminan por contrastar con el hombre respetuoso y comprensivo que es

Rodrigo.

A través de esas narraciones, Susana evidencia de donde proviene su gran experiencia.

De esta manera queda claro por qué habla con la misma suficiencia con la que tiene sexo.

De sus amantes extrajo todo lo que pudo: experiencias sexuales, conocimientos y, sobre

todo, el deseo de no ser dominada y reprimida. Ella es producto del contacto con sus

amantes, de su experiencia de amor, tanto de las alegrías como de las decepciones.

Tras algunos años de relación, Rodrigo decide ponerle una trampa a Susana con el

objetivo de comprobar si ella era realmente fiel. A pesar del tiempo, Rodrigo nunca logro

93
dejar de lado la desconfianza que le generaba la libertad sexual de Susana. Él fingió ser un

desconocido y le puso una cita, a la que ella asistió motivada por la curiosidad y por la idea

de contar con un nuevo admirador. Evidentemente nadie llego a la cita.

A partir de ese momento, Rodrigo se distanció un poco de Susana, y ella, consiente de

haber sido engañada y de la trampa de Rodrigo, decidió tener una aventura como venganza.

Rodrigo también descubre las intenciones de Susana y se queda al acecho esperando el

encuentro amoroso. Parece ser que esos años de relación los han llevado a conocer

verdaderamente la naturaleza de sus parejas: Susana conoce las inseguridades de Rodrigo,

y él, a su vez, sabe de la naturaleza rebelde de ella y de la indignación que ha provocado la

falsa cita

Rodrigo, valiéndose de algunas artimañas, logra ver a Susana teniendo sexo con otro

hombre. De esta manera se confirman las inseguridades de Rodrigo, y su relación con Susana

entra en la recta final. La novela, entonces, es el esbozo de un sueño: Rodrigo se la pasa

haciendo grandes divagaciones acerca de la inexorable propensión de Susana a la infidelidad

y, sin embargo, guarda la esperanza de que no se lleve a cabo lo que él tantas veces ha

predicho.

Después de su decepcionante descubrimiento, él inicia una relación con una mujer más

joven llamada Amalia. Sin embargo, después de un tiempo Rodrigo se siente desencantado

y desea volver con Susana. Posteriormente Rodrigo y ella tratan de reconstruir su relación

pero la desconfianza y la rabia resultan insuperables para ambos; ella no puede perdonarle

94
que él se haya alejado tanto tiempo y que, además, haya estado a punto de tener un hijo con

otra mujer, pues Amalia, se practicó un aborto de un posible hijo de Rodrigo.

En el final de la novela, Rodrigo sufre un accidente en una avioneta y todo parece

indicar que ha muerto, aunque no se ha encontrado su cuerpo. En ese momento nos

enteramos, por palabras de Susana, que ella estaría dispuesta a regresar con él, en caso de

que estuviera vivo, y que él, antes del accidente, la llamaba constantemente con la intención

de reanudar su relación.

El hecho de que ambos añoraban el regreso, nos lleva a pensar que tal vez los dos

habían encontrado la compañía, el apoyo y el placer que necesitaban para sus vidas, a pesar

de los problemas de infidelidad que había sufrido su relación. En este punto, podríamos decir

que la novela concluye, o por lo menos insinúa, que la búsqueda de una relación marcada

por la exclusividad sexual, imperativo que resulta ausente en la mayoría de los personajes

de la obra, en muchas ocasiones no permite que se disfrute de forma más plena de los

diferentes aspectos del amor.

2.2 PARTICULARIDADES EN FRAGMENTOS DE AMOR FURTIVO

Hay que remarcar dos asuntos que resultan de suma importancia para la entender la

representación de las masculinidades que maneja la novela. Primero, la novela se desarrolla

en la ciudad de Medellín, en un contexto de violencia y pobreza. Sin embargo, se nos dice

que los personajes principales tienen sus encuentros en los suburbios, alejados de ese

contexto. Con este hecho se nos muestra a los personajes como seres que pertenecen a una

95
clase privilegiada, y por lo tanto, sus percepciones estarán atravesadas por la clase social y

por el nivel económico. En otras palabras, la imagen de masculinidad (principalmente la de

Rodrigo) que la novela ofrece no es una representación de la mayoría de la población, sino

una mirada particular enfocada en un hombre de clase media alta.

El otro aspecto a señalar es que el narrador de la novela nos pone de entrada frente a

un tipo de hombre alejado del estereotipo del hombre violento, de aquel que es capaz de

matar por el hecho de ver mancillado su honor, en este caso con una infidelidad: Isaías

reacciona de forma pasiva y solo decide abandonar a Susana. Incluso, el propio Rodrigo,

hacia el final de la novela, será capaz de presenciar la infidelidad de Susana y mantener la

compostura; lo único que hace es llevarse un zapato del hombre que estaba con ella, en un

acto de venganza que podríamos catalogar de infantil. En este orden de ideas, la novela nos

muestra un tipo de hombre con cierto nivel educativo y económico, el cual no usa la

violencia para solucionar sus problemas, y sobre todo, no reacciona violentamente ante la

infidelidad femenina.

Los aspectos anteriormente señalados expresan la necesidad de abordar el asunto de

la masculinidad con la presunción de hallar representaciones de un tipo particular de

hombre, y no la representación de una generalización, que para este caso sería Medellín.

Fragmentos de amor furtivo nos ofrece la visión de un hombre de clase media alta, con un

nivel educativo universitario, inmerso en un contexto en el que las relaciones de género han

cambiado gracias a la solvencia económica y a la independencia alcanzadas por las mujeres.

96
Además, es pertinente considerar que la masculinidad sólo se puede entender con

relación a lo femenino, entonces la única manera de entender a Rodrigo es mediante la

descripción de sus relaciones de género. Es decir que entenderemos a Rodrigo, en tanto

hombre, a través de su manera particular de interactuar con Susana y a través de las

consecuencias que dicha interacción acarrea.

La relación de Rodrigo y Susana se da en el marco de un sistema de relaciones de

género con tendencia a la crisis. Por lo tanto, la manera como Rodrigo se percibe a sí mismo

está determinada por una serie replanteamientos con respecto a las dimensiones de la

masculinidad y la feminidad en las sociedades contemporáneas. Estos replanteamientos han

originado y siguen originando fuertes cambios sociales. Rodrigo es consciente de este

fenómeno:

Por encima de todo, Susana parecía pasar por encima de todo. Era una libertad

infinita la que Rodrigo veía en ella. Era la libertad de una nueva generación de mujeres

que iba a acabar con todas las costumbres. El corazón le palpitaba, de gusto, de susto.

(Abad, 1998, pág. 178)

La novela se enmarca en un contexto de fuertes cambios originados, principalmente,

por las mujeres y los movimientos feministas. Siguiendo la línea de Connell (2003),

trataremos de explicar la situación de Rodrigo. Este autor expone tres niveles de relaciones

de género en los que se presenta la tendencia a la crisis: relaciones de poder, relaciones de

producción y relaciones afectivas. Basado en esos tres aspectos se puede definir la situación

del personaje.

97
En las relaciones de poder, Rodrigo ve desmoronarse el antiguo sistema de poder

patriarcal ante el carácter liberal y la actitud de mujer emancipada que evidencia Susana.

Ella no permite que Rodrigo le haga prohibiciones, por ejemplo.

En cuanto a las relaciones de producción, Susana tiene una capacidad productiva

similar a la de Rodrigo. Ella no depende económicamente de él, por lo que su relación se

instaura en un ambiente de equidad en cuanto al dinero, ya que no existe dependencia. Tanto

Rodrigo como Susana se mueven en el ámbito de lo público ya que ambos tienen trabajo.

En otras palabras, Susana no cumple con el antiguo rol femenino que la confinaba al ámbito

de lo privado, es decir que Susana no se queda en casa para cumplir con las labores

domésticas.

En cuanto a las relaciones afectivas: La relación de Rodrigo y Susana se desarrolla

bajo parámetros diferentes a los tradicionales: Ni Rodrigo es un hombre preeminentemente

activo, ni Susana es un ente pasivo que se convierte en objeto de deseo.

Además de los tres aspectos antes mencionados, hacen falta algunas características de

los personajes para completar el cuadro: Rodrigo es un hombre tímido, inseguro y hasta es

asustadizo y temeroso con las mujeres. Susana es, por el contrario, una mujer

experimentada, segura de su cuerpo; de sus propias sensaciones y de las que puede provocar

en el otro. Es una mujer capaz de aceptar su sexualidad sin temores y sin prejuicios. Es, de

cierta manera, una mujer libre de los preceptos que la religión y la moral imponen.

98
En el entrecruzamiento de estos caracteres tan diferentes se desarrolla la historia.

Rodrigo el inseguro, el temeroso, el prejuicioso y Susana la experimentada, la conocedora,

la libre. De esta manera se despliega la relación que van a establecer los dos personajes;

Susana va a tratar de liberar a Rodrigo de sus ideas preconcebidas acerca de las mujeres, de

las relaciones de pareja, del sexo, entre otros aspectos.

2.3 RODRIGO: ENTRE EL COMPRESIVO LIBERAL Y EL

ATORMENTADO CONSERVADOR

En Fragmentos de Amor furtivo la masculinidad de Rodrigo está definida por aquellos

aspectos que están relacionados con su vida en pareja y con el ejercicio de su sexualidad.

Todo lo que podemos decir de él girará en torno a este aspecto, ya que parece que el

despliegue de su masculinidad se da principalmente en este ámbito.

Rodrigo es un hombre que además de su autonomía en el mundo público (asunto que

comparte con mujeres como Susana), solo cuenta con la conquista sexual para afirmar su

identidad. Es decir que el aspecto más importante para ejercer su masculinidad y la

construcción de su identidad es establecer una relación con una mujer, en este caso Susana.

Humberto Abarca (2000) explica este fenómeno:

En Occidente hablamos del sexo como de una verdad última, una frontera: la

verdad evidente del cuerpo. Tenemos dos creencias profundas: suponemos que el

sexo es una vía para encontrar nuestra verdad -en nuestra cultura el sexo va unido a

un proyecto de identidad, a un núcleo duro e irreductible de verdad que nos define-

99
y tendemos a creer que nuestra sexualidad es el aspecto más espontáneo y natural

que tenemos. En nuestra cultura, género y sexualidad están íntimamente ligados:

atamos los actos a las identidades. (pág. 106)

Teniendo en cuenta que el sexo ayuda a definir la identidad de Rodrigo, se puede

entender la importancia que tiene para él lograr copular satisfactoriamente con una mujer.

Para Rodrigo es todo un reto, es la prueba máxima de su masculinidad. Es por eso que a

pesar de tener una buena erección al inico del encuentro sexual, esta termina por disminuir

al momento de la penetración. Rodrigo se siente presionado a cumplir como hombre, él

piensa que su masculinidad consiste en realizar un acto, una presentación frente a la mujer.

Susana entiende perfectamente la situación, esto le dice a Rodrigo: “El tuyo no es ni siquiera

caso, porque lo que esto tiene es sólo timidez, distensión por exceso de tensión, bobadas,

demasiado pensamiento, falta de animalidad. No todo puede razonarse y pensarse,

Rodrigo,…” (Abad, 1998, pág. 28)

Rodrigo posee el deseo sexual que se traduce en erección, pero cuando racionaliza el

acto en virtud de su masculinidad es entonces cuando falla. Este personaje ha dotado al

simple acto de follar de una significación simbólica que ejerce presión sobre sí mismo. En

este punto aparece Susana para ayudarlo a superar su inseguridad y para ayudarlo a

relacionarse de forma más satisfactoria con las mujeres.

Susana, al curar la disfunción de Rodrigo a través de las palabras, logra que él se sienta

más satisfecho con su masculinidad, lo hace sentir un hombre de verdad. La situación es

más o menos así: Susana le habla cariñosamente al pene de Rodrigo y logra que él tenga una

100
erección, lo cual les permite tener su primer encuentro sexual. Susana hace gala de sus

habilidades y esto asusta a Rodrigo, ya que él piensa que una mujer que tenga semejante

conocimiento de las artes amatorias no es muy confiable, es un ser peligroso porque es libre,

no está atada a los prejuicios de la sociedad y por lo tanto no temerá convertirse en una mujer

infiel. “Pero el monólogo de Susana, que hizo levantar la cabeza del miembro de Rodrigo,

asustó la cabeza del cuerpo de Rodrigo. Lo confirmó en los miedos del principio” (Abad,

1998, pág. 22).

Para lograr que Rodrigo la aceptara totalmente, Susana decide contarle acerca de sus

aventuras amorosas, de sus encuentros furtivos. Quiere que él termine aceptando su libertad.

Rodrigo, por su lado, creía que debía dejarla pero se sentía profundamente atraído hacia ella,

hacia sus historias y hacia el placer y la satisfacción que le generaba su relación con ella. El

sentía recelo ante esa mujer que había conocido tantos amantes, pero al mismo tiempo tenía

una extraña fascinación hacia ella; quería conocer los secretos de Susana, apoderarse de su

esencia a través de los relatos. En este orden de ideas, como lo señala la novela, Rodrigo se

convierte en el sultán que no consigue decapitar a Sherezada, porque ella, con sus historias,

lo atrapa cada noche.

Rodrigo se va debatir, durante gran parte de la novela, entre el deseo de dejar a Susana

y el deseo de continuar con ella. Estos deseos contrarios están respaldados en dos maneras

de pensar igualmente contrarias y en dos posturas claramente definidas. La del comprensivo

liberal y la del atormentado conservador. La primera lo impulsa a entender a Susana, a

mirarla como su igual: a comprender que Susana tiene el derecho a explorar su sexualidad

libremente, como lo hacen muchos hombres, sin que se le censure por eso. La segunda lo

101
lleva a pensar en Susana como un ser negativo, inmoral, que no encaja con los ideales que

su cultura ha construido alrededor de la figura de la mujer.

Estoy maleducado por una horrible tradición y no puedo evitarlo, o sólo puedo

evitarlo haciendo un gran esfuerzo. Lo peor es que -automáticamente desde el fondo

muy hondo de mi educación- se me ocurren pensamientos con los que no estoy de

acuerdo. No estoy de acuerdo con lo que pienso, no estoy de acuerdo conmigo mismo.

(Abad, 1998, pág. 50)

Rodrigo, inicialmente, se consideraba ajeno a la tradición que censuraba el libre

desarrollo e la sexualidad femenina. Esa tradición que consideraba la virginidad un símbolo

de pureza; que entronizaba la mujer fiel, sumisa y sacrificada por el hogar; y que despreciaba

la mujer que tenía sexo con diferentes hombres.

Él pensaba que el ser humano tenía el derecho de gozar libremente de su cuerpo,

incluyendo a las mujeres. Sin embargo, no estaba realmente convencido de esto, ahora que

se enfrentaba a una mujer libre como Susana, todas sus dudas, basadas en prejuicios que la

cultura le ha transmitido, brotaban en un caudal incontenible. Todas las ideas de la cultura

patriarcal también vivían en él. En otras palabras, en Rodrigo convivían una mirada liberal

y una mirada conservadora sobre la mujer. Con respecto a Susana, vivía feliz y atormentado

al mismo tiempo.

Él vivía furioso con ella; mientras Susana le relataba sus historias empezaba a

hervir por dentro y todos prejuicios y papeles antiguos afloraban a la conciencia:

102
machista, inquisidor, déspota, tirano, verdugo. Pero cuando lo pensaba mejor tenía que

reconocer la honda pureza de Susana, su delicada delicia corporal, la manera deleitosa

como tomaba las cosas del mundo, la intensidad con que vivía este breve paréntesis

entre dos nadas. (Abad, 1998, pág. 101)

Existe otro aspecto que ayuda a entender la inestabilidad de Rodrigo frente a Susana:

Se trata de la conocida dicotomía Activo/pasivo: los hombres deben tomar la iniciativa en

la conquista y las mujeres deben esperar pacientes a que llegue su príncipe azul, además son

los hombres quienes están en continuo control de las situaciones (Faur, 2004). En la medida

en que Susana toma la iniciativa, se invierte esta dicotomía y resulta entendible la desazón

que experimenta Rodrigo. A pesar de que él pretende asimilar fácilmente este cambio, es

evidente que le resulta incómodo este papel. Abarca explica este fenómeno de la siguiente

manera:

Desde el punto de vista tradicional, las palabras conquista y seducción están

generizadas: la primera define la actitud masculina ante la sexualidad, significa

"buscar por todas partes"; por definición, el segundo es su complemento femenino,

pasivo, significa 'conducir' (a alguna parte). ¿Qué resuena al interior de estos

significados sino el relato bíblico de la caída? La mujer conduce al hombre, se hace

notar y se hace conquistar, su conducta activa permanece al interior de una fantasía

masculina que mantiene su valor en la medida que es excepción a la norma. En

definitiva, seducción es señal para conquista: esos son los límites de lo permisible

establecidos por la norma sexual. (Abarca, 2000, Pag.107)

103
Vale la pena remarcar que este autor nos habla de que la conducta activa femenina es

una excepción que permanece en el terreno de la fantasía. Inicialmente, para Rodrigo fue

muy satisfactorio encontrarse con un tipo de mujer como Susana, que le proporcionara placer

y el desarrollo de sus fantasías sexuales. Sin embargo, esa mujer no resulta tan conveniente

a la hora de pensar en una relación afectiva enmarcada en la exclusividad de la fidelidad.

Rodrigo, sin embargo, no quería sentir la sumisión, la obsesión de excesiva

entrega, la terrible servidumbre del amor. Como buen macho suramericano prefería

dominar las circunstancias, no fuera a ser que un día, ya con la guardia baja, se diera

cuanta que Susana se frotaba la piel del pubis contra la ingle erguida de algún efebo

deleitoso (Abad, 1998, pág. 24)

De esta manera, con el tiempo afloraron los mecanismos ancestrales que la cultura

había insertado en Rodrigo y este pretende retomar el control, la iniciativa. “Pretendes

domarme, cambiarme, volverme una mujer igual a mi mamá. Yo no voy a dejarme, Rodrigo,

yo no voy a dejarme”, reclama Susana (Abad, 1998, pag. 233). Ella, quien al inicio de la

obra lo consideraba un hombre moderno, se ha dado cuenta que resulta muy difícil que él se

desprenda realmente de las ideologías patriarcales.

Rodrigo no resulta ser del todo un tipo liberal como parecía al principio. Es un hombre

inmerso en un contexto en el que se han presentado fuertes cambios, que él aún no termina

de aceptar. Es, sobre todo, un hombre con una gran influencia de la cultura patriarcal

tradicional, pero que al mismo tiempo lucha por establecer nuevas formas de masculinidad.

104
2.4 MASCULINIDADES NARRADAS POR SUSANA

Desde los primeros capítulos de Fragmentos de amor furtivo, Susana le narra a

Rodrigo un gran número de experiencias sexuales y afectivas que ella ha tenido con otros

hombres. Su objetivo principal es lograr que él la quiera por lo ella realmente es: una mujer

que desarrolla su vida alejada de los preceptos que la sociedad impone en cuanto a la vida

sexual y en cuanto a las actitudes de subordinación y sacrificio que se esperan de una mujer.

Yolanda Puyana (2000) explica que en los procesos de socialización femenina, es

decir, cuando se les enseña a las niñas el rol que deben desempeñar en la sociedad, se les

transmite la idea de la maternidad como meta primordial de la mujer. Además, afirma:

Aun se educa a las niñas para que reproduzcan cualidades de servicio y

subordinación atadas a una maternidad en la que prevalece el sufrimiento, un afecto

infinito hacia el otro que impide quererse a sí misma y el control del erotismo

femenino, bajo la exaltación de la virginidad (Pág. 97).

Susana, entonces, es una mujer que no desarrolla estas características como un ideal:

ella no parece ejercer autocontrol sobre su erotismo y tampoco tiene actitudes de sacrificio

y sumisión. La novela hace evidente que ella no encaja en el sistema de relaciones de género

tradicional y que este hecho hace que Rodrigo se sienta confundido y tenga que reevaluar

los valores de su masculinidad y la percepción de sí mismo.

105
De esta manera, en Fragmentos de amor furtivo, la forma como Rodrigo percibe su

masculinidad se definirá en parte gracias a la caracterización que el narrador hace de Susana

y, además, a través de las narraciones que ella hace de otros hombres. Es como un juego de

espejos en el que la novela define la imagen de Rodrigo a través de la imagen de Susana y

la de los otros hombres.

En los relatos de Susana, los personajes son hombres egocéntricos, narcisistas,

prepotentes, en algunos casos, o tímidos, temerosos y con fuetes inseguridades en otros. De

cualquier manera, ella exagera los rasgos negativos de los personajes de sus historias y

Rodrigo se establece, gracias a los relatos de Susana, como un equilibrio casi perfecto. “Al

fin un hombre que no se escandalizaría con sus historias, al fin un amigo amante, lo que se

dice un amor completo. Al fin. (Abad, 1998, pág. 45)

Susana termina resaltando las virtudes de Rodrigo con respecto a sus anteriores

parejas: es al mismo tiempo buen amante y buen compañero, no es ni tan inseguro como

para no poder relacionarse satisfactoriamente con ella, ni tan egocéntrico que sólo pretenda

su propio bienestar. En ese orden de ideas, cada historia entra en diálogo directo con Rodrigo

y logra que él se sienta complacido con la visión que Susana le devuelve de sí mismo.

El puro sexo, el sexo a secas, por bueno que sea, no basta. Esto es una banalidad,

Rodrigo, pero es cierto. Por eso no creo que lo del pajarero vuelva a repetirse. Puedes

estar tranquilo, al menos mientras tú de verdad estés conmigo. (…) Él a veces me

llama y me dice que a la orden, que lo use cuando quiera y cuando lo necesite, pero si

estoy contigo yo no lo necesito (Abad, 1998, pág 114).

106
Teniendo en cuenta lo anterior, a la hora de analizar los personajes masculinos que

expone Fragmentos de amor furtivo, debemos tener en cuenta que, a diferencia de Rodrigo,

los personajes son dibujados por Susana a través de sus relatos y, por lo tanto, solo

corresponden a su visión particular de mujer, es decir, a la visión de una mujer que rechaza

los hombres demasiado patriarcales y que traten de inhibir su vida sexual.

En ese orden de ideas, los relatos de Susana funcionan en dos direcciones: la primera,

para entender la historia de vida y las características de Susana con las que Rodrigo debe

confrontarse; y la segunda, para contrastar a Rodrigo con otros hombres, con el fin de definir

su condición de hombre frente al mundo.

2.4.1 Personajes que ayudan a definir a Rodrigo y a Susana

Como ya se dijo anteriormente, los personajes descritos por Susana ayudan a conocer

su naturaleza y al mismo tiempo sirven de contraste para Rodrigo. Sin embargo, no todos

los personajes tienen la misma importancia y en algunos casos parece que, salvo pequeñas

diferencias, las situaciones y el desarrollo de la relaciones se repitiera.

Debido a que la idea es contrastar a Rodrigo y entender un poco mejor a Susana, no

es necesario explorar detalladamente todos los personajes. Lo más conveniente es definir

ciertos estereotipos y poner a Rodrigo y a Susana en relación con estos. Existen dos grupos

de personajes en Fragmentos de amor furtivo: Primero, aquellos que parecen haber pasado

por la vida de Susana rápidamente y de los que no tenemos mayores descripciones; y

segundo, aquellos a quienes Susana describe minuciosamente.

107
En este primer grupo se encuentran personajes poco definidos, principalmente porque

lo que más importa es la situación de Susana y no las características de estos. Sin embargo,

de ellos se pueden sacar conclusiones muy importantes tanto para Susana como para

Rodrigo.

2.4.1.1 El ciego, el fotógrafo, el nadador y el aprendiz

Los personajes de los relatos de Susana no siempre son claros y a veces solo sirven

para mostrarle a Rodrigo su evolución como mujer. En el caso de sus primeros relatos,

parece que ella busca que él entienda el proceso que la llevó a convertirse en la persona que

es en el tiempo de la narración. En dicho proceso han intervenido algunos personajes

masculinos que parecen simples instrumentos de sus pretensiones, por eso no conocemos

muchas de sus características.

Estos primeros personajes tienen mucho que ver con la evolución de Susana con

relación a su cuerpo: pasó de tener problemas con su desnudez y con establecer intimidad

con otra persona a posar desnuda frente a un fotógrafo. Además, con las historias del nadador

y el aprendiz se observa cierta evolución. Con el primero tenía una relación basada en la

experimentación, el aprendizaje y el placer sexual. Con el segundo, Susana se ha convertido

en maestra y trata de transmitir los conocimientos sexuales que ha acumulado durante su

vida.

El primer personaje a tratar es Homero, el ciego, del que poco se sabe en la novela. Lo

más importante es que su incapacidad visual le resulta útil a Susana para perder su

108
virginidad, porque le permite tener sexo sin ser vista desnuda. Ella creía que el himen era

solo una membrana a la que se le daba más importancia de la que merecía y que ocasionaba

en las mujeres temor y angustia. Entonces, deshacerse de ella era, además de liberarse de la

obligación de mantenerse pura hasta el matrimonio, poder disfrutar de su vida sexual

libremente.

Este es el primer paso en la liberación de Susana y en la configuración de su

personalidad. Sin embargo, eso no quiere decir que ella sea una mujer que vea el sexo

desprovisto de todo significado: “Además lo que a mí me preocupaba era perder la intimidad

con mi cuerpo; que alguien me viera desnuda me parecía grave, no que alguien me atravesara

con su lanza o me cortara una inútil membrana” (Abad, 1998, pág. 51). De este modo,

utilizando al ciego pudo deshacerse de su virginidad sin compartir su intimidad.

Otro personaje que ayuda a mostrar la evolución de Susana en relación con su cuerpo

es el fotógrafo. Con el ciego, al perder su virginidad, toma control de su cuerpo al evitar que

los preceptos sociales y religiosos manden sobre él. Con el fotógrafo, explora las

posibilidades expresivas de su rostro y la sensualidad de su cuerpo.

Este personaje es un hombre simpático que toma fotos de mujeres sin blusa y sin

tapujos. Su característica principal es que logra obtener las poses, los ángulos, y los mejores

aspectos del cuerpo femenino a través de la fotografía. Es capaz de mirar el cuerpo de la

mujer “con unos ojos nuevos”, como dice Susana.

109
A ella le gustaba sentirse deseada por el fotógrafo y su gran anhelo era que la

excitación que le producía el ser observada y el deseo del fotógrafo quedaran inmortalizados

en la imagen. De esta manera, cuando el fotógrafo terminó de tomar las fotos y el deseo de

ambos fue saciado con algunos encuentros sexuales, ambos perdieron interés y se alejaron.

Aquí se puede observar un tipo de hombre que es sensible a la forma y a la estética del

cuerpo de la mujer, y que no concibe el cuerpo femenino como una simple fuente de placer

sexual. Sin embargo, la importancia de este personaje consiste en que, a través de la

experiencia que Susana tuvo con él, podemos ver a una Susana que tiene nuevas experiencias

con su cuerpo y que participa de manera activa en el establecimiento de su sexualidad.

Posteriormente, después de haber tenido sexo con el ciego y con un par de compañeros

de la universidad, Susana conoce a un nadador muy atractivo con el que establece una

relación marcada por los excesos de la juventud. Es un hombre apuesto, con un cuerpo

atlético y bien trabajado con el deporte y con una disposición permanente para el coito.

Tenían sexo “En la piscina, en el vestier, en la ducha, en la casa, en el cine, en el baño,

metidos en un clóset, en todas partes, a todas horas” (Abad, 1998, pág. 82).

En este punto, Susana descubre los placeres corporales que le puede ofrecer un buen

amante, pero al mismo tiempo se da cuenta que el sexo no es suficiente para establecer una

relación afectiva y que el nadador no la quería lo suficiente. A pesar de los innumerables

encuentros, a él no parece importarle que ella trate de dejarlo y no hace nada para detenerla.

Este joven solo busca placer y no está interesado en establecer ningún vínculo afectivo.

110
Estas características del nadador obedecen a un tipo de masculinidad relacionada con

la juventud y con la inestabilidad de la adolescencia. Según Marqués (1997), el adolescente

se siente inseguro de su capacidad para convertirse en un hombre adulto y por eso sus

discursos y sus prácticas se enfocan en lo más espectacular y rudo de la masculinidad. Este

personaje, por ejemplo, tiene un cuerpo esbelto que expone el culto a la fuerza que se

presenta en la adolescencia. Además, el desmesurado apetito sexual del nadador tiene todo

el carácter de exposición del imperativo del preñador.

Estas actitudes en busca de la reafirmación de la masculinidad tienen grandes

transformaciones en la edad adulta. No es gratuito que, al final de este capítulo, Susana se

refiera al nadador de la siguiente forma:

Dejó la natación. Estudió ingeniería farmacéutica. Ya no nada ni nada, le creció

la barriga, tiene como seis hijos, se acuesta con la esposa cuatro veces al año o cuando

menos por pascua resurrección. Tiene un buen puesto y cuando lo veo pasar veo que

pasa el tiempo y me da una nostalgia. (Abad,1998, pág. 86)

Como vemos, en las palabras de Susana se hace énfasis en dos características perdidas

del nadador: en su cuerpo esbelto y en su apetito sexual. Sin embargo ha ganado estabilidad

laboral y familiar. Susana expresa, con cierta ironía, los valores que una sociedad patriarcal

espera de un hombre joven y aquellos que espera de un hombre adulto: el imperativo radica

principalmente en que conforme una familia y se erija como el proveedor de esta.

111
Teniendo en cuenta estos aspectos, Rodrigo entra en contraste con las características

de la masculinidad joven del nadador. Rodrigo es un hombre con un trabajo de afinador de

pianos que le permite vivir cómodamente y que le da la estabilidad económica que exige

una masculinidad adulta. Además, a pesar de no estar casado con Susana, el cumple con

ciertas responsabilidades con la relación afectiva que tiene con ella: fidelidad, compromiso,

compañía, etc.

En cuanto a lo que tiene que ver con el sexo, después de escuchar a Susana, Rodrigo

reflexiona y se percibe a sí mismo como poseedor de una sabiduría sexual que los jóvenes

no poseían por falta de experiencia. “Era quizás mejor amante, aunque menos hermoso,

evidentemente” (Abad, 1998,pág. 85). Rodrigo construye las características de su vida

sexual en contraste con las del joven. “Pero él era capaz de abrazar por largo rato, sin sentir

el ímpetu irreprimible de salta encima, como un adolescente, y a veces esa serenidad también

es buena” (Abad, 1998,pág. 85).

Finalmente, el aprendiz termina de completar el cuadro de la evolución de Susana. En

ese capítulo, ella ha decidido tener sexo con algunos jóvenes que tomaban clases de natación

con ella, y al mismo tiempo transmitirles sus conocimientos sobre sexualidad. Su objetivo,

aparentemente, era enseñarles algunas cosas para enfrentar su vida sexual: algo de

planificación familiar y algunos consejos para aumentar el placer en las mujeres.

Parece ser que, después de su larga experiencia, Susana trata de contribuir a la

formación de un tipo de hombres que se preocupen más por el placer femenino y además

112
que puedan disfrutar de su sexualidad libremente, sin que tengan que cargar con el peso de

una prole numerosa.

2.4.2 El eunuco

A pesar de no ser un personaje que se describa detalladamente, merece un espacio

aparte porque nos ayuda a contextualizar la disfunción eréctil de Rodrigo. Ante la falta de

erección que presentó Rodrigo en sus primeros encuentros con Susana, ella decide contarle

la historia del eunuco: un hombre que estaba interesado en ella afectivamente pero que no

mostraba interés en ninguna clase de contacto físico, quizás porque no lograba tener una

erección. En este fragmento se puede evidenciar que los relatos de Susana buscan generar

una reacción en Rodrigo, en este caso tranquilidad y confianza.

Susana cuenta ese hombre no era un eunuco del cuerpo porque “su instrumento era

normal” (pag 33), sino que “Tal vez lo sería del espíritu o de partes del cuerpo menos

aparentes y accesibles, de esas que se esconden por alguna ruta extraviada de los sesos”

(pag. 34). Es decir, que según Susana, el problema de este hombre es probablemente

psicológico y sin embargo lo sigue llamando eunuco. Entonces, para ella, un hombre que no

logre tener una erección y por lo tanto no pueda tener sexo con una mujer, es un varón

humano castrado. Un ser al que le falta algo, incompleto.

En este punto vale la pena resaltar que la masculinidad patriarcal exige el despliegue

de ciertas habilidades sexuales y sobre todo pruebas de ello. Coral Herrera (2012) afirma,

que en la ideología patriarcal: “los hombres están obligados a demostrar su virilidad a través

113
del número de mujeres que puedan poseer. De este modo, un hombre está obligado a ser

promiscuo y a ser fértil” (pág. 18)

La situación de Rodrigo con respecto al eunuco es afortunada. El relato de Susana lo

deja en una posición que, aunque incómoda, resulta fácil de superar. El hecho de que Susana

compare la situación de un hombre castrado con la de un hombre que no puede tener erección

es muy significativo. Parece ser que la capacidad de tener relaciones sexuales es un requisito

indispensable en la concepción de masculinidad que tiene Susana: un hombre sin este

atributo no está completo. De este modo, Rodrigo no es un ser incompleto porque ella ha

comprobado que él tiene erecciones ante las primeras caricias y los primeros besos, es decir,

que ella sí despierta en él deseo sexual pero la ansiedad no le permite llevar a cabo el coito

satisfactoriamente.

José Manuel Salas (2001) dice, en consonancia con las teorías de Kimmel (1997) en

cuanto a la necesidad de probar permanente la virilidad, que los hombres deben, en el ámbito

sexual, seguir los siguientes mandatos:

• Siempre listo para tener sexo

• Siempre con el pene erecto, que “funciona” siempre

• Siempre durando mucho para eyacular

• Siempre dando satisfacción sexual a las mujeres (como nadie lo hace) (pág. 6)

Siguiendo estos imperativos es fácil entender que Rodrigo sienta tanta ansiedad ante

el encuentro con Susana, pues su encuentro sexual tiene un carácter de prueba. También es

posible comprender que Susana identifique la falta de erección del eunuco con un hombre

114
castrado, mutilado, incompleto, es decir, que no tiene ciertas características que se esperan

de él como hombre.

La figura del eunuco permite confrontar a Rodrigo, quien a pesar de no representar el

estereotipo del hombre macho, está inmerso en una cultura que tienen ciertas exigencias de

heterosexualidad y virilidad, las cuales influencian su modo de actuar y de percibirse a sí

mismo. Rodrigo necesita el acto sexual para reafirmar la visión de la masculinidad que su

cultura le ha impuesto, solo así se explica la ansiedad que le produce el encuentro con

Susana.

2.4.3 Personajes con descripciones detalladas.

En Fragmentos de amor furtivo se presentan unos personajes que son descritos de

forma más detallada y con los que Rodrigo ve contrastada su masculinidad de forma más

directa, pues se trata de hombres adultos al igual que él y no de jóvenes imberbes o de seres

mutilados psicológicamente.

Sin embargo, a pesar de que estos adultos tienen profesiones y maneras de pensar

diversas, la mayoría tienen características similares en cuanto a la forma de encarar sus

relaciones y de ejercer dominación sobre Susana. En los relatos que ella construye, los

hombres se configuran como seres distantes, con serias deficiencias afectivas y con una gran

disfuncionalidad emocional. Susana describe a unos personajes que están absortos en sus

maneras de pensar y en sus profesiones. Todos parecen darle prioridad a las disciplinas que

desarrollan en su vida pública y parecen poco interesados en desarrollar habilidades

afectivas y emocionales. A Susana le pasa lo mismo con casi todos los hombres: se aburre

de escuchar sus discursos egocéntricos y sus maneras intransigentes de ver el mundo, y la

115
relación termina porque ella no logra acomodarse a las percepciones y deseos que estos

hombres tienen sobre ella y sobre ellos mismos.

En ese sentido, tendremos en cuenta cuatro personajes solamente, en los cuales se

podrían encerrar los demás gracias a sus características estereotípicas. El ornitólogo, quien,

enfocado en el tamaño de su pene, es un hombre que solo se preocupa por lograr largas

faenas sexuales con las mujeres. Bertulfo, el ganadero, un personaje tosco y dominante, que

vive obsesionado por los animales de su finca y que ve a la mujer como una posesión más.

El pintor, representante de un tipo de hombre que encarna una masculinidad más flexible

pero igualmente jerarquizada. Y finalmente, el científico, representando un hombre que se

aleja de ciertos imperativos de la masculinidad tradicional como la violencia y la fuerza,

pero que desarrolla una relación igualmente machista con Susana.

2.4.3.1 El ornitólogo

Era un hombre rico y solitario que tenía como interés principal el estudio de los

pájaros. También se interesaba por tener encuentros sexuales ocasionales y Susana fue una

de sus parejas preferidas. Su principal característica era que tenía un pene descomunal: “qué

forma, qué textura, qué color. ¡Y sobre todo, qué tamaño!”, afirma Susana.

Según la descripción de Susana, este es un hombre basa su relación con las mujeres

exclusivamente en el sexo, quizás porque piensa que su gran pene y sus largos periodos de

tiempo realizando el coito son suficientes para las mujeres; él sólo está interesado en hacer

un gran despliegue de virilidad porque de este modo reafirma su identidad. Solo así se

explica que Susana pueda dormir mientras tienen sexo y que él no se percate de este

acontecimiento. Al ornitólogo no le interesa realmente su pareja, solo necesita un escenario

116
en el que pueda desplegar su potencial sexual. Susana dice al respecto: “Él prefiere, ante

todo, el sonsonete de su lora amaestrada que repite hace años lo mismo, “eres el más grande,

eres el más grande” y puede que hasta diga “tienes el más grande” ( Abad, 1998, pág. 110).

El ornitólogo equipara el tamaño de su miembro con su identidad. Es un hombre que

necesita una constante reafirmación de su masculinidad y para eso requiere a su lora y a las

mujeres. La primera para que se lo recuerde con palabras y las segundas para que hagan las

veces de público a sus representaciones de virilidad.

Rodrigo contrasta ante este hombre como el equilibrio perfecto. Según Susana,

Rodrigo tiene un pene y un desempeño en la cama bastante bueno. Además, el desarrollo

de su masculinidad no le impide, a diferencia de ornitólogo, establecer una relación afectiva

con Susana. Por eso ella hace énfasis en que con Rodrigo puede conversar, cocinar y además

tener un buen entendimiento erótico.

2.4.3.2 Bertulfo, el ganadero

Susana, a partir de su experiencia con el nadador, parece que se interesa más por

establecer relaciones personales y no solamente por hallar buen sexo. Es así como aparecen

otro tipo de personajes, como es el caso de Bertulfo, el ganadero, con quien tiene un vínculo

más allá de lo sexual.

117
Susana vivió con Bertulfo en gran finca ganadera y parece ser que ella es como la

señora de la casa. Sin embargo, este personaje no está muy interesado en el sexo y trata de

evitar, en la mayoría de las ocasiones, los acercamientos con Susana. En lugar de eso,

prefiere masturbarse en solitario, asunto que demuestra su egoísmo y su incapacidad para la

intimidad.

Don Betulfo parece representar el estereotipo del hombre del campo: el tipo duro de

pocos modales y ausencia de refinamientos, dominador y dueño de la naturaleza. “Don

Betulfo pisaba duro, hablaba duro, comía haciendo ruido, eructaba y se tiraba pedos sin

recato, pero en cuanto a la cama era tan frío como una vaca Holstein”. (Abad, 1998, pag

119)

Marqués (1997) habla de un concepto que puede resultar útil para entender a Bertulfo.

Se trata del termino Varón en precario y describe un tipo de situación en la que los varones

no están seguros de su condición de hombres y por lo tanto deben reafirmar constantemente

su masculinidad a través del seguimiento del modelo patriarcal.

Puede que encuentre alguna forma fácil de identificarse con el modelo: su

fortaleza física, su sexualidad o su éxito profesional; pero si no es así, anda angustiado

por demostrar en los terrenos más dispares y aún más sorprendentes que es varón, que

es digno de serlo, que es en algún sentido importante. (Marqués, 1997, pág. 24)

Es así como podemos entender la exposición de maneras bruscas que despliega

Bertulfo y su afán incansable por controlar todos los aspectos de su finca, como una manera

de esconder su inseguridad. Por eso, Susana parece señalar que esos comportamientos

118
parecen ser indicios de mucha virilidad, como si la falta de buenas maneras pudiera

interpretarse como cierta animalidad. Susana muestra a este personaje como un hombre

distante que solo quiere tenerla como uno más de sus animales. Si la masculinidad del

ornitólogo estaba relacionada con su pene, la de Bertulfo está relacionada con la posesión y

dominación de la naturaleza, incluyendo a las mujeres.

Un claro ejemplo de esta situación es que, a pesar de que Bertulfo no se interesaba

sexualmente en Susana, no permitía que ella tuviera un contacto muy directo con otros

hombres. “Y Bertulfo no me hacía nada, casi nunca, y a los otros no podía mirarlos mucho

rato porque si don Bertulfo me llegaba a ver mirándolos me mataba” (Abad, 1998, pág. 121)

La masculinidad de Bertulfo se basa en la construcción de una simple imagen. Por eso

necesita a Susana, para ella le ayude a completar el cuadro de su masculinidad, para que ella

deje constancia de su heterosexualidad ante los demás.

Lo que llamamos masculinidad es a menudo una valla que nos protege de ser

descubiertos como un fraude, un conjunto exagerado de actividades que le impiden a

los demás ver dentro de nosotros, y un esfuerzo frenético para mantener a raya aquellos

miedos que están dentro de nosotros. (Kimmel, pág. 56)

Bertulfo es representado como un hombre dominante de su entorno, tanto de los

asuntos de su finca, como de la mujer que está a su lado. Sin embargo, la novela evidencia

que los hombres no se corresponden con la imagen de masculinidad del imaginario colectivo

y, en este caso en particular, con la sexualidad que se le exige a este clase de hombres.

119
2.4.3.3 El pintor

El pintor fue el primer esposo de Susana. Tenía dos particularidades. La primera, que

era un personaje exhibicionista que le encantaba ser observado por Susana. Ella dice al

respecto: “Y se mostraba, se mostraba todo, como las mujeres en un strip tease” (pág. 135).

Ante tal afirmación, podemos inferir que, ante los ojos de Susana, el pintor realizaba una

inversión de los roles establecidos para lo femenino y lo masculino. Lo “normal” sería que

una mujer exhiba su cuerpo para provocar el deseo en un hombre, no al revés.

Los significados del orden sexual se vehiculan en discursos. Los agentes

humanos viven su experiencia sensual y sexual por la vía de las categorías de un

discurso del deseo que es dominante en sociedades dadas; y este discurso del deseo

es, en esencia, determinado por los requerimientos económicos del modo de

producción. El discurso posee una gramática que determina quién le hace qué cosa a

quién, y es esta gramática del sexo la que designa los objetos o sujetos de las prácticas

sexuales. (Abarca, 2000, 105)

Susana se da cuenta que este hombre pretende ser el objeto de deseo y su discurso

demuestra que, desde su perspectiva, esta actitud es poco masculina. Sin embargo, a ella no

parece importarle este tipo de inversiones, pues ella también es una trasgresora en tanto

mujer liberal. Por el contrario, las excentricidades del pintor la entusiasman y termina por

casarse con él.

120
La segunda particularidad del pintor es que, cuando se casa con Susana, no tiene los

medios económicos para contribuir económicamente con su matrimonio. Este personaje,

lejos de estar interesado en afirmar su masculinidad siendo el proveedor de su familia, delega

todas las responsabilidades económicas en Susana. Es tal la inversión de roles que tiene esta

pareja, que incluso cuando el pintor tiene la capacidad económica para ocupar el lugar del

proveedor no lo hace. En cuanto al orden social, el pintor no está interesado en ocupar el

lugar que la ideología tradicional parece haberle otorgado “Que tenía que ahorrar para el

futuro, me decía, y que por el momento era mejor que siguiéramos viviendo de mis

recursos” (Abad, 1998, pág. 137), recuerda Susana.

Con respecto a la relaciones de género entre el pintor y Susana, también podemos

recurrir al orden de lo simbólico para explicarlo. Retomando a Eleonor Faur, (2004), lo

masculino y lo femenino puede constituirse como categorías binarias y excluyentes,

representadas en muchas ocasiones por estereotipos. Los hombres y las mujeres reales no

necesariamente corresponden con estas características y con estos estereotipos. Por lo tanto,

las posibilidades de un hombre y una mujer no se reducen exclusivamente a las categorías

de masculino y femenino. En ese orden de ideas, El pintor puede tener ciertas actitudes que

puedes ser consideradas femeninas y Susana puede tener cualidades que se consideren

masculinas. En este caso, Susana es la proveedora.

Rodrigo se puede contrastar con este personaje en la medida en que él se establece

como un adulto responsable y mucho menos narcisista. Esta dispuesto a establecer con

Susana una verdadera relación de pareja, equitativa y placentera para ambos. Él, a diferencia

del pintor, no busca a Susana como sustento económico.

121
2.4.3.4 El científico

El científico es un sujeto muy racional, que en teoría debería estar libre de los

prejuicios que envuelven a la sociedad en general. Sin embargo, había cambiado las

pretensiones patriarcales de fuerza, agresividad y dominación por una visión de la

masculinidad que estaba enmarcada en la racionalidad. En la visión de género de este sujeto,

los hombres son significativamente más racionales que las mujeres. Susana dice que, según

el científico, “era indudable nuestro atraso neuronal para la resolución de problemas

matemáticos, incluso para comprender a fondo un juego tan simple como el ajedrez” (Abad,

1998, pág. 244)

Este personaje atribuye las diferencias entre hombres y mujeres a que los hombres y

las mujeres se especializaron durante miles de años en labores diferentes: las mujeres solo

se ocupaban de la crianza de los hijos por lo que sus cerebros no se desarrollaron mucho en

otros aspectos.

Estas creencias se explican en lo que Abarca llama el impacto del cartesianismo en la

sexualidad masculina. Dicho impacto es la concepción de “La dualidad mente/cuerpo, la

dualidad razón/emoción. Aquí está el fundamento del discurso de la sexualidad como

naturaleza.” (Abarca, 200, pág. 107). En este orden de ideas, el ejercicio de la masculinidad

del científico no le permite estar en contacto con sus emociones, ni relacionarse de forma

afectiva con Susana debido a que el cree que su racionalidad es incompatible con la

sensibilidad. Los asuntos del cuerpo y la emoción están reservados para las mujeres.

122
Esta masculinidad se define como la dominación del cuerpo por la mente, es decir, por

la capacidad de controlar las emociones. En ese sentido, este tipo de masculinidad no se

diferencia mucho de la de aquel hombre que valora su capacidad para soportar dolor o que

considera las lágrimas asunto de mujeres: ambas son formas de dominar las expresiones del

cuerpo.

En este aspecto, Mabel Burín (2000) afirma que la cultura patriarcal le ha ofrecido a

los hombres el poder en el ámbito público, al precio de dejar a un lado aspectos centrales de

la intimidad consigo mismos. El hecho de centrarse en el trabajo, en ganar dinero, y en

obtener éxito les ha alejado de los vínculos emocionales significativos.

Es en este espacio en el que se mueve Rodrigo, como representación de un tipo de

masculinidad que reflexiona sobre el orden patriarcal y sobre sus creencias acerca de las

mujeres. Además, es un sujeto que ha entrado en contacto con su lado emocional, ya que ha

empezado a interesarse por el desarrollo de su relación con Susana. Los demás personajes

se enfocan en sus propias concepciones sobre el mundo, mientras que él intenta entender la

naturaleza, los deseos, y los intereses de Susana.

2.5 SUSANA

Fragmentos de amor furtivo es una novela que se enfoca principalmente en la relación

que se da entre Rodrigo y Susana. Por lo tanto, la representación de la masculinidad que nos

ofrece Faciolince se centra en Rodrigo y en la interacción de este con Susana. La

masculinidad de Rodrigo se nos ofrece en relación directa con la feminidad de Susana.

123
Como ya dijimos anteriormente, la feminidad y la masculinidad no son sino

configuraciones de prácticas dentro de un sistema de relaciones de género (Connell, 2003).

En la contemporaneidad se presenta una tendencia a la crisis de ese orden, pues parece que

los límites establecidos entre un género y otro se han desestabilizado. En otras palabras, las

mujeres han empezado a ocupar espacios que anteriormente eran exclusivos de los hombres

y estos se han visto obligados a realizar actividades que tradicionalmente han sido

consideradas como femeninas: labores domésticas y cuidado de personas.

En cierto sentido, en Colombia ya es un lugar común referirse a la crisis de la

masculinidad y la feminidad, como expresión de los atributos culturalmente asignados

a los varones y las mujeres y entre sus reacciones subjetivas frente a los importantes

cambios sociales, económicos e ideológicos que se producen en el país durante los

últimos cuarenta años y que han sido protagonizados y propiciados de distintas

maneras por las mujeres (Viveros, 2000, pág. 77)

La novela se enfoca precisamente en la reacción subjetiva de Rodrigo frente a una

mujer, Susana, que no resulta inteligible a través del sistema patriarcal que la cultura le ha

heredado, pues, a pesar de que al inicio de la novela se nos presenta a Rodrigo como un

hombre “moderno”, rápidamente nos damos cuenta que en él sobreviven actitudes

claramente dominantes, sobre todo en lo referente a la vida sexual de Susana.

Por lo tanto, la representación de masculinidad de la novela es considerablemente

inestable, debido al contraste de las ideas patriarcales de Rodrigo con la realidad de Susana:

124
una mujer vigorosa, inteligente, lógica, con un trabajo que le otorga independencia y

autonomía económica y con una gran sabiduría con respecto a las relaciones interpersonales,

sobre todo en el ámbito sexual. Susana es una mujer que pone de manifiesto los conflictos

de la masculinidad de Rodrigo y allí reside su importancia. Merece la pena remarcar que,

aunque la novela se enmarca en la crisis de la contemporaneidad del sistema de género, esto

no quiere decir que Rodrigo haya sido totalmente trasformado por los cambios que se han

dado en su entorno.

Los cambios sociales y económicos no han modificado inmediatamente la

actuación de los hombres. Aunque puedan estar emergiendo cambios en las

condiciones sociales y subjetivas, las posiciones sociales disponibles para el sujeto

muestran la supervivencia de las formas tradicionales y eso crea enormes tensiones y

ambivalencias. (Millington, 2007 pág. 149)

En ese terreno de tensiones y ambivalencias se mueve Rodrigo y por eso necesario

analizar a Susana, para entender claramente cuáles son esas características que las formas

tradicionales de la masculinidad censuran y de las que Rodrigo no consigue librarse. Lo

más importante será analizar las categorías simbólicas de lo que podríamos llamar la

tradición occidental y algún acercamiento a ciertos principios de la cultura paisa 4, de

Medellín específicamente, con respecto a las mujeres, para identificar los valores y

expectativas que parecen sobrevivir en el imaginario de Rodrigo como hombre antioqueño.

4
Carlos Mario Carvajal (1998) afirma que en las nuevas generaciones de medellinenses, a pesar de presentar
cierta distensión moral y religiosa, sigue existiendo un principio ancestral: “la prohibición del goce y el
disfrute sexualmente abierto y libre de la mujer a riesgo de resquebrajar su propia imagen” (pag 69).

125
Acerca de lo que se puede esperar de una mujer, Coral Herrera (2012), en su libro Los

mitos románticos de la cultura occidental, explica que existen dos mitos en el mundo

occidental que ejercen una clara influencia en la división de roles: el príncipe azul y la

princesa maravillosa. “Él es el salvador, ella el descanso del guerrero, él es valiente, ella

miedosa, él es fuerte, ella vulnerable, él es varonil, ella es dulce, él dominador, ella es

sumisa” (pág. 13).

La princesa es una mujer discreta, sencilla, llena de amor y felicidad que quiere

colmar de cuidados y cariño a su esposo y que además le dará hijos de cuya paternidad

podrá estar seguro. Es una mujer buena frente a las mujeres malas, aquellas

representadas como seres malvados, egoístas, manipuladores, caprichosos,

insaciables, débiles y charlatanes. (Herrera, 2012, pág. 14)

Desde este punto de vista, Susana podría ser considerada una mujer mala porque está

lejos de ser discreta, sencilla, sumisa. El poder de atracción que ejerce en Rodrigo radica

principalmente en “su franqueza, su desfachatez”. Es una mujer que disfruta plenamente el

sexo y que despliega libremente sus encantos físicos e intelectuales. Sin embargo, este tipo

de mujer no le da garantías al macho que habita en Rodrigo.

Una mujer tan experta, una mujer que había traicionado a Isaías y lo había

olvidado en cuatro horas, una mujer que lo abordaba con tanto desparpajo, una mujer

que lo curaba de sus temores con solo recordar un episodio parecido con otro hombre,

tenía que ser una mujer arrasadora, engañera, peligrosísima, la más amenazante que

hubiera conocido jamás. (Faciolince, 1998, pág. 25)

126
Entonces, Susana tiene unas características que Rodrigo considera como negativas y

sobre todo peligrosas. Ese peligro sólo puede entenderse desde un punto de vista religioso.

La novela parece insinuar que el origen religioso de este asunto cuando Rodrigo se encuentra

con un pasaje bíblico que lo invita a alejarse de las mujeres “putas”, apelativo que

anteriormente él ha usado para referirse a Susana por su libertad sexual. “No sigas seducido

sus caminos. Porque son muchos los que ella ha herido y derribado; y han muerto a sus

manos los varones más fuertes” (Faciolince, 1998, pág. 41)

Además de no encajar en el estereotipo de la princesa, sobre Susana recae una mirada

religiosa que la censura y la convierte en un ser portador del pecado, capaz de llevar al

hombre a la perdición. Este modelo también divide a las mujeres en buenas y malas. Las

buenas son aquellas que siguen los preceptos religiosos cristianos de pureza y abnegación y

las malas quienes no lo hacen.

La mujer que representa el ideal cristiano es la virgen María, caracterizada por la

pureza, la abnegación y el sacrificio. Su contraparte podría estar encarnada en Lilith, quien

fue supuestamente la primera mujer que Dios le entregó a Adam, pero quien no estaba

dispuesta a ocupar un lugar inferior al del hombre y por eso fue expulsada del paraíso. Lilith

se corresponde con un ser peligroso, expulsado del paraíso por no obedecer los mandatos de

Dios y además relacionada con el demonio. A través del tiempo se ha trasformado, en

algunas representaciones literarias, en un ser oscuro, con gran apetito sexual y con un poder

de seducción que hacer perder a los hombres.

127
Desde esta perspectiva, Susana no es una mujer abnegada que trata de suprimir el

placer a cambio de una mejor vida en el más allá. Es, por el contario, una mujer que no teme

ir en búsqueda de placer sexual y es capaz de perseguir su objeto de deseo, y es por eso que

Rodrigo no puede evitar tener cierta apreciación negativa con respecto a ella.

Yo tengo la tesis de virus, la enamorada debe actuar como los virus. Estar ahí,

quieta, invisible (asintomático ¿no?), esperando a que el otro se debilite, se le bajen

las defensas, y en el mismo instante en que se le bajan, trac, caerle como un virus

virulento y devorarlo enterito (Abad, 1998, pág. 320).

En la novela, es ella quien lleva a Rodrigo a vivir su experiencia sexual de manera más

relajada y placentera, pues después de conocer a Susana parece que su disfunción eréctil ha

desaparecido. Parece ser que ella ha cambiado la forma como él se relaciona sexualmente

con otras mujeres. En ese sentido, podríamos decir que ella es quien encamina a Rodrigo a

disfrutar del erotismo humano y, aunque la novela no considera este aspecto como algo

negativo, sí se percibe, como ya vimos, una cierta censura en el imaginario colectivo hacia

este tipo de mujeres, que, al igual que Lilith, parecen conducir a los hombres a escenarios

de libertad sexual que la religión no aprueba.

José Antonio Marina afirma: “Una de las funciones tradicionales de la religión ha sido

ordenar el mundo. Y eso implicaba dar órdenes, imponer ritos salvadores, promulgar normas

de comportamiento” (Marina, 2005, 88). En ese orden de ideas, algunos conceptos sobre la

moral religiosa y social de la sociedad paisa podrían ayudarnos a construir un panorama

128
sobre aquellos mandatos que Susana rechaza, y a su vez, afectan la percepción que Rodrigo

tiene sobre las mujeres.

En lo que atañe con la moral femenina la iglesia es decididamente estricta y de

una sola pieza como lo es la cultura: la mujer debe conservar en su vida de soltera una

completa “pureza” simbolizando en ello una mente alejada de los pensamientos

relativos al sexo, de acciones o de simples deseos (Pineda, 1975, pág. 395).

Obviamente los personajes de Fragmentos de amor furtivo no se rigen totalmente por

esta norma y es obvio que esta descripción tiene casi cuarenta años. Sin embargo, este aparte

nos sirve para esbozar una tradición religiosa con la cual la novela dialoga constantemente.

Según el aparte anterior, los preceptos religiosos tienen gran influencia en el orden moral.

Por eso, a pesar de que Rodrigo no es un hombre que siga la doctrina cristiana e incluso se

considere alejado de esta, termina siendo afectado por las concepciones y las reglas que la

religión ha transmitido a la sociedad durante cientos de años.

En cuanto a Susana, ella no está interesada en conservar su pureza ni de pensamiento

ni de acción. Ella es una mujer que no necesita estar casada para iniciar su vida sexual.

Cuando pierde su virginidad, lo hace de forma deliberada y consciente de estar dejando atrás

el peso de las exigencias religiosas y sociales del patriarcado. Respecto a la virginidad,

Susana afirma lo siguiente: “Desde pequeña me habían dicho que era algo que yo debía

ofrecer en sacrificio algún día, pero solamente en el altar del matrimonio” (Faciolince, 1998,

pág. 50).

129
Entonces, Susana es un personaje que conoce las demandas de la sociedad en la que

vive y que decide conscientemente transgredir los límites que esta pretende imponerle,

principalmente en lo que corresponde a su vida sexual. Susana no suprime su deseo sexual

para encontrar correspondencia con los modelos de princesa y virgen María. Ella no está

dispuesta a encarar los ideales de amor maternal e incondicional subyugado a los deseos de

los hombres y en el que la infidelidad masculina es considerada como algo “normal” y la

infidelidad femenina como algo grave y hasta pecaminoso.

En un momento de debilidad y rabia ella había fallado, pero ese desliz sin

importancia se lo habían cobrado demasiado caro, y no iba a dejar que la volvieran

monja, no. No iba a rogar y a pedir perdón toda la vida por una acostada sin

importancia. (Abad, 1998, pág. 311)

En la novela, existe un sistema de género tradicional que de cierta manera está presente

en el imaginario de Rodrigo con el que Susana no coincide. Ella no corresponde con un

supuesto orden “natural” de las cosas. Uno de los aspectos más relevantes de la personalidad

de Susana es que no expresa aquella pasividad de la que habla Coral Herrera, en tanto que

las mujeres esperan a ser rescatadas o seducidas por el hombre. En este aspecto, podríamos

decir que Susana es una mujer con algunas características masculinas desde una división de

género tradicional. Ella va en busca de su objeto de deseo, en este caso Rodrigo, propiciando

los primeros acercamientos.

Otro aspecto en el que se invierte el sistema de género tradicional es el hecho de que

ella habla abiertamente de sus experiencias sexuales. Como hemos visto anteriormente, esta

130
es una actitud que se evidencia principalmente en hombres que necesitan reafirmar

constantemente su masculinidad. Susana, por supuesto, no necesita reafirmar su

masculinidad, pero sí necesita reafirmar su carácter transgresor de mujer activa (valor que

simbólicamente se le adjudica a lo masculin), de manera que le ofrezca a Rodrigo un relato

coherente que le permita comprender por qué ella es como es.

Pero ya que te cuento esto quiero te quiero confesar algo que las mujeres casi

nunca confiesan, y es muy cierto: a nosotras sí nos interesa el tamaño, el tamaño sí

importa o, mejor dicho, las mujeres los prefieren grandes. No descomunales por

largueza y calibre, pero sí notorios cuando se dejan al aire libre y se liberan de los

calzoncillos. Abad (pág. 1998, 110)

La novela hace evidente que Susana se aleja de las actitudes típicamente femeninas en

este aspecto: “Algunas mujeres conquistan a los hombres con el silencio. Es el truco más

viejo, dejarlos tranquilos con la aparente y total sumisión del silencio. No pierden el control,

no revelan lo que son. “(Faciolince, 1998, pág. 25).

De esta forma, Susana no trata de ocultar sus experiencias sexuales para mantenerse a

salvo del ojo inquisidor masculino, sino que decide abrirse a Rodrigo en su afán por

retenerlo. El relato de Susana trata de hacer comprender a Rodrigo que ella no es solo una

“puta”, desde el punto de vista tradicional, sino que es una mujer que ha adoptado algunas

actitudes y comportamientos, que han sido tradicionalmente atribuidos a los hombres,

porque no está dispuesta a vivir en una condición de inferioridad y porque pretende disfrutar

de los beneficios de su sexualidad. Susana dice lo siguiente:

131
El hombre, y la mujer más aun, están diseñados para empezar a hacer el amor

muy jóvenes. Así lo hizo la evolución para asegurar largas descendencias. Ahora

seguimos con ese mismo impulso y con la ventaja de no tener que cargar con el fardo

de una prole numerosa (Abad, 1998, pág. 232)

Finalmente, si bien ella no ejerce poder sobre Rodrigo, que según Mabel Burin (2000)

sería “contar con las herramientas necesarias para decidir sobre lo que los otros hacen” (pág.

102), podemos decir que ella tampoco deja que él ejerza poder sobre ella. Cuando ella se ve

amenazada por algún intento de restricción de Rodrigo, su discurso se transforma en una

barrera defensiva que salvaguarda su libertad: “Pretendes domarme, cambiarme, volverme

una mujer igual a mi mamá. Yo no voy a dejarme; Rodrigo, no voy a dejarme” (Faciolnce,

1998, pág. 235)

Para resumir, Susana va en contra de casi todas las normas e ideales de la tradición

cultural y religiosa de su entorno. No es ni la madre abnegada, ni la esposa sumisa, ni la

princesa esperando a su hombre ideal, ni la virgen que se mantiene pura hasta el matrimonio

para ser digna de su hombre. Por el contrario, es una mujer independiente que no está

dispuesta a entablar una relación en la que se encuentre en situación de inferioridad, y que

no acepta las obligaciones que el patriarcado pretende imponerle.

132
CONCLUSIOES

Las novelas de Héctor Abad Faciolince que aquí se han abordado son, con respecto a

sus temáticas, muy diferentes. Angosta es un ejercicio futurista acerca de una ciudad ficticia

agresiva y violenta que está dividida social y políticamente mediante fronteras físicas bien

definidas. Mientras que Fragmentos de amor furtivo se centra en la historia de dos amantes

que se aíslan del mundo exterior, hostil y violento, para vivir una relación erótica y afectiva.

Uno de los puntos de encuentro entre estas dos obras es el contexto de violencia y

división social en el que se desarrollan sus historias. Los personajes están fuertemente

influenciados por su condición socioeconómica, de ahí que sus formas de vida y sus visiones

de mundo dependan en gran medida de su condición.

En las dos obras, los personajes masculinos principales, Jacobo Lince en Angosta y

Rodrigo en Fragmentos de amor furtivo, pertenecen a una clase media alta, tienen un nivel

educativo universitario, algunos conocimientos que indican una suerte de alta cultura y el

dinero suficiente para suplir cómodamente todas sus necesidades. En ese orden de ideas, las

novelas insinúan que son hombres que tienen una visión de la masculinidad y de su relación

con las mujeres que los hacen diferentes a otros hombres de estratos sociales y culturales

diferentes.

133
Los personajes, por ejemplo, son hombres que desechan la violencia como mecanismo

para enfrentar sus problemas: Jacobo Lince decide huir en el momento que su librería es

quemada y su vida corre peligro; en el caso de Rodrigo, cuando descubre a su pareja teniendo

sexo con otro hombre, sólo recurre al acto infantil de llevarse un zapato para generar algún

tipo de incomodidad a su “rival”.

Otro aspecto en el que los personajes se asemejan es en el hecho de que ambos son

profundamente reflexivos acerca de su lugar en el mundo y de su posición frente a las

mujeres y sus modos de ser. Jacobo tiene un discurso bastante elaborado acerca de las

características bilógicas que lo impulsan a llevar una vida promiscua y analiza las diferencias

de su condición de macho con respecto a las hembras humanas. Rodrigo, por su parte, trata

de entender la libertad sexual de su pareja y confronta constantemente su propio discurso

con el de ella.

En resumen, son dos hombres a quienes su nivel cultural y educativo parece llevarlos

a rechazar la violencia y a reflexionar constantemente acerca de su relación con las mujeres.

Además, en la práctica no hacen grandes despliegues de poder y no desarrollan relaciones

de subordinación con otros hombres, ni tampoco con las mujeres. En cuanto a sus discursos,

evidentemente están plagados de tintes machistas que demuestran una fuerte influencia de

una cultura patriarcal Colombiana.

Existen varios puntos de encuentro entre las dos obras. Sin embargo, las

particularidades de cada personaje y el desenlace de sus historias son fundamentales para

aproximarnos a las conclusiones que nos dejan las novelas con respecto a la masculinidad.

134
Rodrigo desarrolla su historia de amor con Susana en el marco de una sociedad que

atraviesa una serie de cambios, tanto simbólicos como prácticos, en las formas de entender

la masculinidad y la feminidad. Rodrigo empieza una relación amorosa con una mujer para

la cual no está preparado, por lo menos en lo que se refiere a la vida sexual. Es decir, que la

cultura, tal vez su familia, le transmitió la imagen de una mujer que no logra encontrar en

Susana, y por esa razón vive atormentado.

Rodrigo es la representación de un tipo de hombre alejado de los imperativos

tradicionales, que exigían grandes despliegues de fortaleza física, apetito sexual, asertividad,

búsqueda del poder, etc. Pero que, al mismo tiempo, no logra deshacerse de algunos

prejuicios en cuanto a sus relaciones amorosas, particularmente en lo referente al estereotipo

de la mujer virtuosa que subyace en su imaginario: pasiva, sin experiencias sexuales previas,

de poco apetito sexual, fiel.

Rodrigo es un hombre capaz de aceptar los cambios que han ocurrido en su sociedad

en relación con las mujeres y es capaz de establecer una relación igualitaria con Susana. Él

entiende que las mujeres tienen derecho a desarrollarse laboralmente y que su masculinidad

no se ve afectada por realizar labores domésticas. Sin embargo, en sus reflexiones se

evidencia una fuerte censura a las mujeres que gozan de libertad sexual (Susana) y una

profunda desconfianza hacia ellas.

Además, la relación de Rodrigo y Susana acerca de su masculinidad y feminidad

parece que no está influenciada por el mandato tradicional de conformar una familia; de ser

135
padre (preñador, protector y proveedor) y ser madre respectivamente. A pesar de que logran

establecer una relación afectiva más allá de los encuentros sexuales, el imperativo social de

tener hijos y establecer una familia no parece influir en ellos. La novela expone una relación

amorosa que se desarrolla como una búsqueda de compañía y goce.

En ese contexto, Susana es la representación de la mujer que ha empezado a

experimentar cambios en cuanto a su condición social, gracias a que cuenta con un trabajo

que le otorga independencia económica y, sobre todo, gracias a que no está dispuesta a

establecer relaciones sentimentales con hombres que la obliguen a ocupar un lugar de

subordinada.

A través de Susana se expone una generación de mujeres que han encarado ciertas

libertades sexuales, que anteriormente eran exclusividad de los hombres. La novela, en la

voz de Susana, expone una desvalorización de la virginidad, de la pasividad sexual, y de la

discreción, como elementos de opresión del patriarcado hacia las mujeres. Ella entiende que

el mito mariano de la pureza sólo es un elemento más del patriarcado para cohibir a las

mujeres sexualmente y por eso su referencia al hecho de que ella no va a dejar que los

hombres la conviertan en una monja.

A través de los relatos de Susana, se expone la visión de una mujer que dibuja una

gran cantidad de personajes masculinos como seres egoístas, narcisistas, egocéntricos,

infieles y desleales. Además, estos hombres tienen como principal característica que quieren

imponer sus ideologías y sus maneras de entender el mundo. Sin importar sus profesiones y

136
sus condiciones, la mayoría son seres impositivos que se preocupan poco por entender la

forma de ser de Susana.

La falta de correspondencia entre los valores simbólicos que Rodrigo tiene con

respecto a las mujeres y las características de libertad sexual de Susana, ocasionan en él

confusión, frustración, inseguridad y, sobre todo, una profunda desconfianza. Por eso se

empeña en poner a prueba la fidelidad de Susana, porque para él esa fidelidad es símbolo de

respeto y un baluarte importantísimo de su masculinidad, ya que esta requiere exclusividad

y control sobre el cuerpo de su pareja.

En el desarrollo de la Fragmentos de amor furtivo, la relación de Rodrigo y Susana se

deteriora porque ninguno de los dos logra superar que el otro haya tenido sexo con otras

personas. Sin embargo, en el final, Susana quiere regresar con Rodrigo, situación que, según

ella, nunca había ocurrido con ninguno de sus amantes. Quizás su arrepentimiento se deba

al hecho de que Rodrigo probablemente esté muerto. Sin embargo, esta situación podría ser

interpretada como una cierta valoración positiva de la manera de ser de Rodrigo y de la

forma de encarar su masculinidad: poco dominante, igualitario, buen compañero y, sobre

todo, interesado en entender a Susana.

El gran error de Rodrigo es no haber podido dejar sus prejuicios a un lado y haber

aceptado a Susana tal y como era. En ese sentido parece que la novela concluyera que los

hombres deben hacer ajustes en su forma de entender las relaciones amorosas con las

mujeres, debido a que ellas cada vez se comportan con mayor libertad en el ámbito sexual y

están cada vez menos dispuestas a seguir los mandatos de fidelidad, castidad, sumisión,

pasividad, etc.

137
En lo que respecta a Angosta y a Jacobo Lince, a través de este personaje se desarrolla

una de las grandes propuestas de la novela con respecto al género. Jacobo pasa de percibir a

las mujeres como simples seres para su satisfacción y deleite, producto de su ideología

machista y de su incapacidad para relacionarse con ellas en aspectos diferentes al sexual, a

tener la necesidad de entablar verdaderos vínculos afectivos. En otras palabras, la figura de

la mujer es reivindicada y sus valores de compañía y de apoyo emocional y de cuidado de

las personas se tornan de gran importancia en un mundo que se torna hostil y peligroso.

Jacobo, cuando se siente solo, triste y envejecido, debe recurrir a Virginia en busca de

apoyo emocional. En este orden de ideas, la figura masculina se muestra debilitada y la

figura del personaje femenino es entronizada, como la portadora de una dimensión afectiva

que se hace necesaria en los momentos de crisis.

En general, las apreciaciones de Jacobo con respecto a las mujeres quedan

desvirtuadas: la mayoría de los personajes femeninos de la novela no corresponden con los

estereotipos que Lince les atribuye: él las considera poseedoras de menos apetito sexual y

por eso biológicamente menos infieles, sin embargo la mayoría de los personajes femeninos

son igualmente infieles que los hombres, su apetito sexual es similar.

En resumen, Jacobo recibe una gran lección al final de la novela, en tanto descubre la

importancia de la compañía y de la dimensión emocional de lo femenino. Además, encuentra

en las mujeres seres sensibles y con una dimensión humana y un atractivo más allá del simple

138
deseo sexual. Jacobo pasa de ser un tipo autosuficiente, a convertirse en un hombre

preocupado verdaderamente por las personas a su alrededor, sobre todo por las mujeres.

En Angosta, se presentan una serie de particularidades que tienen que ver con la

masculinidad que van más allá de la historia de Jacobo. Los hombres, por ejemplo, en

general se definen a sí mismos, o son definidos por el narrador, de acuerdo con la casta a la

que pertenecen y de acuerdo al lugar que ocupan en relación con otros hombres y con las

mujeres. En el desarrollo de la novela, se nos presenta un modelo de masculinidad que se

encuentra en el escalón superior de la estratificación social: “Los dones”.

Los “dones” pueden ser considerados los representantes de una masculinidad

hegemónica, porque ellos constituyen una idea de hombre a la cual aspirar, en tanto son la

clase que detenta el poder económico, político y social. Los “dones” ejercen dominación

sobre sus mujeres y sobre toda la población que ocupa los estratos inferiores.

Los “dones”, en el desarrollo de su masculinidad, tienen diferentes clases de

mecanismos, en su mayoría violentos, para expresar su poder y para establecer los límites

con otros hombres principalmente. Sin embargo, existe todo un lenguaje de la diferencia,

basado en la ropa, las posesiones lujosas, el idioma, la cultura, y el monopolio de algunos

saberes, que se establecen como símbolos de exclusión, incluso con respecto a las “doñas”,

en tanto los lugares de mayor ejercicio del poder y de mayor privilegio son ocupados

exclusivamente por hombres.

139
De esta manera, la mayoría de los personajes masculinos segundones y tercerones

constituyen unas formas de ser hombres en una relación de subordinación con los “dones”,

en tanto su forma de ser hombres estará siempre considerada como inferior en relación con

ellos, esto quiere decir que la idea de masculinidad del “don”, en la mayoría de los casos es

más aceptada y respetada que las demás.

La novela también expone la marginación que se ven obligados a soportar aquellos

personajes que no se ajustan a los mandatos que el sistema de género les impone. Sólo así

se entiende que en La Comedia confluyan prostitutas, homosexuales, lesbianas, entre otros

marginados por razones económicas y sociales.

Angosta, además, muestra una suerte de inversiones del sistema de género tradicional:

hombres con algunas características femeninas y mujeres con algunas características

masculinas, evidenciando ciertas inconsistencias entre lo que una sociedad patriarcal espera

de un hombre o una mujer y lo que realmente ocurre en la práctica. De esta manera la novela

expone que la experiencia humana es muy compleja y la adquisición de la identidad de

género va más allá de la orientación sexual, de la fortaleza o la debilidad, de la sensibilidad,

etc.

Andrés Zuleta es el gran epítome de la fuerte violencia simbólica que conlleva la

visión de una masculinidad patriarcal, la cual asume que los hombres que poseen

características tradicionalmente asociadas a la feminidad, como la sensibilidad y la

expresión sentimientos, deben ser homosexuales y, por lo tanto, subordinados. En general,

para la sociedad de Angosta, con un sistema de género bastante tradicional, un hombre que

140
evidencia características femeninas es asimilado por el sistema como una anomalía, como

un homosexual.

A través del caso de Andrés Zuleta, la novela muestra que un hombre con algunas

características femeninas no es necesariamente un homosexual. De esta manera, Angosta

expone que no siempre hay correspondencia entre las características que la sociedad asume

como femeninas y la orientación sexual. Un hombre que explora su lado femenino, por así

decirlo, no es siempre un homosexual.

Además, el caso de Andrés nos lleva a pensar que la experiencia vital de un hombre

no tiene que limitarse exclusivamente a las actitudes, posturas, espacios y comportamientos

asociados con lo masculino. La existencia humana se compone de aspectos tanto masculinos

como femeninos, que no necesariamente deben ser excluyentes e irreconciliables. En Andrés

confluyen características masculinas y femeninas, sin que esto signifique que él sea menos

hombre, simplemente se trata de nuevas formas de entender la masculinidad.

Finalmente, Angosta insinúa ciertas variaciones en la forma como las mujeres

perciben a los hombres. En una sociedad que se desarrolla en medio de cambios con respecto

a las relaciones de género, resulta lógico que algunas mujeres comiencen a relacionarse con

hombres menos patriarcales. Parece ser que Virginia, e incluso Camila, encuentran en

Andrés un tipo de hombre nuevo, que les atrae porque se relaciona con ellas de forma

horizontal, sin pretensiones de dominio.

141
En ese orden de ideas, podríamos concluir que los cambios en la mentalidad de las

mujeres, en tanto seres en búsqueda de igualdad, facilitan la existencia de nuevas formas de

entender la masculinidad, porque aquellos hombres como Andrés, con formas de ser menos

patriarcales, encuentran aceptación en ellas. Por lo tanto, los cambios que las mujeres han

originado en el orden social y en el imaginario de algunos hombres, generan y motivan la

aparición de nuevas masculinidades que puedan coexistir con ellas y que puedan entender

el mundo y sus transformaciones

142
GLOSARIO

Estereotipos de género: En toda sociedad es casi una costumbre agrupar a la gente bajo

un listado de características, por ejemplo, según sean hombres o mujeres. Estos estereotipos

son conocidos como estereotipos de género, pues las características que se asignan a cada

sexo se basan en los roles e identidades que socialmente se le han asignado a hombres y

mujeres. Se trata de generalizaciones (“los hombres son fuertes”), ideas simplificadas

(“todas las mujeres son románticas”), descripciones parciales (“para ser una verdadera mujer

hay que ser madre”) y distorsionadas (“en la familia el hombre tiene que traer el sustento y

la mujer cuidar de su marido y sus hijos”) sobre las características de los varones y las

mujeres. Con el tiempo estas ideas se naturalizan, es decir, se asumen como verdades

absolutas. (Tufro, 2012)

Género: Según Marta Lamas (1999), corresponde a las diferencias sociales y culturales

que una sociedad establece en torno a las categorías de hombre y mujer, basándose en una

supuesta diferenciación sexual claramente definida.

Apoyándonos en connell (2003), el género es un sistema de relaciones que no puede

desligarse de su contexto y por eso estará definido por las condiciones sociales, históricas,

culturales, políticas, etc.

Hombría: es todo aquello que los hombres piensan y hacen para ser considerados

hombres.

143
Machismo: engloba el conjunto de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias

destinadas a justificar conductas discriminatorias contra las mujeres.

Estereotipos de género machistas:

-Los hombres son más fuertes que las mujeres.

-Las mujeres son más tiernas, suaves y afectivas que los hombres.

-Los hombres “por naturaleza” necesitan más de una pareja y por lo tanto la infidelidad

debería ser tolerada.

-Las mujeres “por naturaleza” necesitan únicamente una pareja y la infidelidad por lo

tanto no debería ser tolerada.

-Los trabajos de los hombres son más importantes que los de las mujeres.

-Las mujeres son “propiedad” de los hombres y deben aceptar sus reglas.

-Los verdaderos hombres sólo son los heterosexuales.

(Tufró, 2012)

Masculinidad: según Connell, La masculinidad es al mismo tiempo la posición en las

relaciones de género, las prácticas por las cuales los hombres y mujeres se comprometen

con esa posición de género, y los efectos de estas prácticas en la experiencia corporal, en la

personalidad y en la cultura. David Gilmore (1994) afirma que la masculinidad se construye

desde un ideal que no es simplemente un reflejo de la psicología individual sino parte de una

cultura publica que determina una representación colectiva.

144
Masculinidad hegemónica: de acuerdo con Connell, en cualquier tiempo dado, se

exalta culturalmente una forma de masculinidad en lugar de otras. La masculinidad

hegemónica es aquella que garantiza (o se toma para garantizar) la posición dominante de

los hombres y la subordinación de las mujeres.

Patriarcado: se define como la organización social en la cual las relaciones se basan

en el dominio de los hombres sobre las mujeres. En este sistema se considera a los varones

superiores a las mujeres; el varón tiene derecho a exigir a la mujer fidelidad absoluta, o sea

monogamia, que sólo tenga una sola pareja, y él, por el contrario, puede tener varias mujeres

a la vez. Además, mujer está relegada al hogar y se le destina únicamente a ser madre o

esposa. (Tufró, 2012)

Preñador: en términos de Gilmore (1994), este mandato les dice a los hombres que ser

un “verdadero varón” es tener la capacidad de fecundar y tener hijos, especialmente del sexo

masculino. Además, este mandato deriva en la idea de que los hombres deben ser siempre

sexualmente activos, con lo cual, en definitiva, se fomentan las conquistas amorosas

permanentes.

Proveedor: es uno de los mandatos de la masculinidad patriarcal descritos por Gilmore

(1994), consiste obligación impuesta a los hombres a ser el jefe de familia, el que lleva el

sustento a la casa, el que mantiene a la familia económicamente.

Protector: según Gilmore (1994), es un mandato que le impone al hombre la

responsabilidad de cumplir la función de proteger a las demás personas, especialmente a las

145
mujeres. En muchas ocasiones la adquisición de estas habilidades conlleva a convertir a los

hombres en seres agresivos.

Sexo: Se llama sexo a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres. General-

mente una persona es de uno u otro sexo de acuerdo a sus órganos sexuales y reproductivos.

(Tufró, 2012)

146
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