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Liturgia y Teología Sacramental

David Eliecer DE LA CRUZ TAPIA

LA PRESENCIA SACRAMENTAL DE JESUCRISTO EN LA


PERSONA DEL MINISTRO, EN LA SAGRADA ESCRITURA
Y CUANDO EL PUEBLO DE DIOS SUPLICA Y CANTA
SALMOS EN LA MISA: ¿CUÁL ES LA DIFERENCIA CON
LA PRESENCIA DE JESUCRISTO EN LAS ESPECIES
EUCARÍSTICAS?

Trabajo presentado al profesor


Guillermo Rosas
Gonzalo Guzmán

SANTIAGO DE CHILE, 5 junio 2018


Índice.

Introducción ............................................................................................................................ 1

¿Qué es un sacramento? ......................................................................................................... 2

Presencia sacramental de Jesucristo en la persona del ministro en la Misa. .......................... 2

Presencia sacramental de Jesucristo cuando se proclama la Sagrada Escritura en la Misa.... 4

Presencia sacramental de Jesucristo cuando el Pueblo de Dios suplica y canta salmos en la


Misa. ....................................................................................................................................... 8

¿Cuál es la diferencia de la presencia sacramental de Jesucristo en las especies eucarísticas


con la presencia sacramental de ministro, la Sagrada Escritura proclamada y con el Pueblo
de Dios que suplica y canta salmos en la Misa? ..................................................................... 9

Conclusiones......................................................................................................................... 14

Bibliografía ........................................................................................................................... 16

I
“Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá
sed.” (Jn 6, 35)

Introducción

En el presente documento, haré una reflexión sobre la acción litúrgica de la Iglesia, en la


cual está presente Cristo, como lo afirma Sacrosanctum Concilio N° 71, en el sacrificio de la
Misa. La reflexión está orientada a los diferentes tipos de presencia sacramental que aparecen
dentro de la Misa. Se trata de hacer una breve apreciación de cómo se da la presencia
sacramental de Cristo, cuándo está en la persona del ministro, la proclamación de la Palabra,
cuando el pueblo suplica, canta salmos y en las especies eucarísticas. Comprender como se
conjugan y la pregunta de fondo, ¿Existe alguna diferencia entre la presencia sacramental de
las especies eucarísticas con las otras presencias mencionadas?

A simple vista se puede catalogar que no hay una diferencia entre las diversas presencias
sacramentales en la Misa, pues todas son reales y están dentro del culto, pero a medida que
se introduzca en la reflexión se orientará dónde está centrada esa diferencia de las presencias
sacramentales. Las reflexiones están apoyadas en la Sagrada Escritura, en documentos
dogmáticos, libros sobre la Eucaristía y la reflexión propia. Al final presentare algunas
conclusiones, al preguntarme sobre las diferencias entre las presencias sacramentales dadas
en la Misa y las especies eucarísticas.

1
“[…] Para realizar una obra tan grande, Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción
litúrgica. Está presente en el sacrificio de la Misa, sea en la persona del ministro, "ofreciéndose ahora por
ministerio de los sacerdotes el mismo que entonces se ofreció en la cruz", sea sobre todo bajo las especies
eucarísticas. Está presente con su fuerza en los Sacramentos, de modo que, cuando alguien bautiza, es Cristo
quien bautiza. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien
habla. Está presente, por último, cuando la Iglesia suplica y canta salmos, el mismo que prometió: "Donde están
dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos" (Mt., 18,20).” Concilio Vaticano II,
«Sacrosanctum Concilium (4 diciembre 1963) Constitución sobre la Sagrada Liturgia», en Concilio Vaticano
II, http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-
ii_const_19631204_sacrosanctum-concilium_sp.html.

1
¿Qué es un sacramento?

Al iniciar la reflexión surge la pregunta: ¿Qué es un sacramento? Es la pregunta que


resalta para poder comprender la importancia de cada una de las presencias sacramentales en
la Misa. San Agustín, define sacramento como: signo visible de la gracia invisible. Por ende,
los signos ayudan vivir al hombre las realidades que le sobrepasan. Los signos son un
lenguaje por el cual el ser humano puede trasmitir realidades. En Jn 1, 14a,2 “[…] y la Palabra
se hizo carne, y puso su morada entre nosotros” se puede dilucidar, Dios se encarna en un
momento histórico con su respectiva cultura y lo hace con la finalidad de la salvación del
hombre. La trasmisión del mensaje de salvación es dada en signos y palabras.

La misión de trasmitir con fidelidad el mensaje de salvación es encargada a los apóstoles


que son Iglesia primitiva. El Espíritu Santo es el guía y él es quien evoca en la Iglesia ese
camino de conversión a Jesucristo. Y en este sentido “[…] los sacramentos son acciones
litúrgicas mediante las cuales la Iglesia celebra la presencia de Dios de un modo más
consciente”.3

Presencia sacramental de Jesucristo en la persona del ministro en la Misa.

¿Cómo se hace presente Jesús en la persona del ministro? Es la pregunta que emerge al
escritor de este artículo desde hace algunos años. En la constitución dogmática Sacrosanctum
Concilium N°33 pone de manifiesto lo siguiente: “[…] las oraciones que dirige a Dios el
sacerdote —que preside la asamblea representando a Cristo— se dicen en nombre de todo el
pueblo santo y de todos los circunstantes”.4

El ministro obra “[…] in persona Christi”.5 Podemos deducir que, el ministro es un tipo
de presencia sacramental de Cristo, al ser un signo visible, pues el ministro en nombre de la

2
Biblia de Jerusalén tercera edición.
3
Casiano Floristán, Diccionario abreviado de liturgia, 2.a ed. (Navarra: Verbo Divino, 2010), 276.
4
Concilio Vaticano II, «Sacrosanctum Concilium (4 diciembre 1963) Constitución sobre la Sagrada Liturgia».
5
Dionisio Borobio, Celebrar para vivir: liturgia y sacramentos de la Iglesia, Lux mundi 81 (Salamanca:
Sígueme, 2003), 172.

2
Iglesia, es únicamente el administrador de una gracia dada. Por eso, está ejerciendo las veces
de la persona de Cristo.

El ser humano es un ser simbólico y necesita de mediaciones para vivir los misterios de
la fe. Por lo cual, el ministro que preside la eucaristía en nombre de Cristo es un signo visible
de la gracia invisible. Por nuestra fe, creemos que Cristo está y se hace presente en el ministro
que preside, pero esto no se lo debe comprender como algo mágico, entendiendo que cuando
se inicia la Eucaristía el sacerdote deja de ser humano o se transforma físicamente en otro ser
-Cristo- sino más bien, el ministro es la presencia visible de Cristo en la celebración de la
Eucaristía, pero sin dejar de lado su humanidad.

La “[…] mediación eclesial del ministro o presbítero, que concreta y visibiliza la


intervención de la Iglesia”,6 es un momento privilegiado para el ministro y la asamblea,
puesto que el presbítero es el mediador de la súplica del pueblo y el ejecutor del mandato de
Jesús en la última cena (Cfr. Lc 22, 19). El presbítero no hace un nuevo sacrificio, sino que
hace presente el misterio de nuestra fe cristiana.

En este sentido, “[…] el ministro no debe considerarse como un mago revestido de


poderes que puede manipular a su antojo la gracia de Dios. Él no obra con su poder propio,
sino manifestando la presencia viva del poder de Dios y como condesando en sí la
participación de la Iglesia”.7

El ministro representa a Cristo, pero no es Cristo, hay sacramentalidad dada por el


orden sacerdotal, y por ende su densidad sacramental es muy diferente de las demás
presencias sacramentales dentro de la celebración de la misa. El ministro en se autoproclama
el mago con poderes propios, pues el ministro sigue siendo pueblo, el hecho de ser presbítero
no lo separa de la realidad del mundo, no lo vuelve Dios, sino es el que manifiesta la presencia
real y viva del poder de Dios en el mundo.

Nuestra fe cristiana afirma que: “[…] Jesucristo, por su Espíritu, está presente en esta
Iglesia, que camina con ella, que la guía, que no nos dejó huérfanos. Sacramento de esta

6
Ibíd.
7
Ibíd.

3
presencia y de este ministerio en la comunidad son el Papa para la Iglesia universal, los
obispos en sus Iglesias diocesanas y los presbíteros en sus comunidades”.8

Jesús en su amor infinito por la humanidad no nos abandonó, pues nos prometió el
Espíritu Santo, quien actúa en la Iglesia, y se hace presente en los presbíteros en cada una de
las comunidades, donde hay cristianos que se reúnen a celebrar la Eucaristía. Para concluir
este punto de la reflexión se pondrá de manifiesto lo propuesto por Borobio en el libro
Celebrar para vivir:

[…] El ministro no es autor ni dueño de los sacramentos. No podemos identificarlo con Cristo,
pues no es Cristo ni podemos identificarlo con la Iglesia, pues no es Iglesia. Su intervención no
suplanta la intervención soberanamente libre del Cristo pascual, ni reduce o hace superfina la
intervención de la comunidad, ni sustituye la fe del sujeto o su participación. Y, sin embargo, hay que
decir que la intervención mediadora del ministro ordenado es absolutamente necesaria. Porque
concretiza la intervención de la Iglesia -re-presentándola- en una situación concreta y sacramental.
Porque saca de la ambigüedad las disposiciones del sujeto, y significa para él el encuentro personal
con Cristo y la comunión con la Iglesia.9

Presencia sacramental de Jesucristo cuando se proclama la Sagrada Escritura en la


Misa.

La teología no tiene un acceso directo a Dios, sino del Dios que se ha comunicado, se ha
revelado. La mediación de Dios es su revelación contenida particularmente en la Sagrada
Escritura y Tradición. Por ende, en la Misa la proclamación de la Sagrada Escritura es una
presencia sacramental de Jesucristo, puesto que Él mismo se ha revelado en palabras
humanas y ha dejado un lugar teológico como es el sacramento de la Misa, dónde se puede
llegar a tener una comunicación entre Dios y el hombre.

8
Floristán, Diccionario abreviado de liturgia, 254.
9
Borobio, Celebrar para vivir, 172–73.

4
Por eso en IGMR afirma que; “[…] cuando en la Iglesia se leen las Sagradas Escrituras,
Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en su Palabra anuncia el Evangelio”.10 Es
la presencia sacramental de Jesucristo que proclama su propia vida. La Palabra no es muerta
sino llena de vida, pues la fe del cristiano lleva a generar un movimiento interno de
transformación de vida. En este sentido, llamamos “[…] Palabra de Dios a lo que se contiene
en la Escritura y se proclama en la asamblea”11; pues es el mismo Jesús hablando a nuestro
corazón para asumir compromisos de conversión de vida.

Si la Palabra proclamada, no tuviese un poder efectivo de mover los corazones de los


creyentes sería una palabra muerta. La fe de los cristianos entra en juego cuando escuchan la
proclamación de la Sagrada Escritura en la misa; por ende, es una presencia sacramental con
un mayor grado de densidad puesto que es “[…] Dios habla a su pueblo, le descubre el
misterio de la Redención y Salvación, y le ofrece el alimento espiritual; y el mismo Cristo,
por su Palabra, se hace presente en medio de los fieles”.12

La presencia sacramental en la proclamación de las Sagradas Escrutaras es de alto


grado de densidad siendo un momento privilegiado para el cristiano asistente de la Eucaristía,
pues, es Jesús mismo quién te indica cuál es el camino y la manera como Él desea salvar. El
cristiano no celebra a un Dios muerto, sino a un Dios vivo, presente en la vida de la
comunidad que se reúne a orar y pedir. Está atenta al mensaje de salvación proclamado. Por
lo cual, el camino de conversión del cristiano es un proceso de seguimiento y de este proceso
se desprende una conversión moral, pues en primer lugar encontró un nuevo tesoro (Cfr. Mt
13,44), y deja a un lado otros tesoros para llegar a estar con ese único tesoro que es Jesucristo
y el encuentro con Él transforma la vida.

Por eso, “[…] Palabra de Dios es pro-vocación (interpela), en la convocación


(asamblea), para la in-vocación (respuesta)”.13 Es un momento dialogante entre Jesús que
habla y el hombre que responde. La proclamación de la Palabra en la Misa es un momento
privilegiado y lleno de densidad sacramental. Esta presencia de Jesús es viva, pue se actualiza

10
Conferencia Episcopal de Chile, Introducción General al Misal Romano, 3.a ed., Pastoral Litúrgica 7
(Santiago: Conferencia Episcopal de Chile, 2007).
11
Borobio, Celebrar para vivir, 302.
12
Ibíd, 303.
13
Ibíd.

5
en cada momento cuando el hombre entra en diálogo con Jesús desde su propia realidad. La
vida del creyente es iluminada por los criterios de Evangelio y Dios por medio de Jesucristo
y la asistencia del Espiritu Santo busca la salvación del hombre.

Y se vuelve a recalcar en Sacrosanctum Concilium N°21 que: “[…] Jesús está


presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quién
habla”.14 Si no fuese así, podríamos escuchar en la misa cualquier texto edificante, o la vida
de algún buen santo, o un sin número de escritos buenos y llenos de reflexión, pero que no
son palabras inspiradas por Dios. Sólo la Sagrada Escritura es texto inspirado por Dios, es la
vida misma de Jesús puesta por escrito para la salvación del hombre.

En la misa es un momento dinámico y dialogante cuando se proclama la Palabra, pues


la persona que escucha, puede disponer de diferentes maneras el corazón; tomamos de
referencia la parábola del sembrador (Cf. Mt 13, 1-9) “[…] quien tenga el corazón dispuesto
a escucharlo, su fruto se multiplicara”. Por ende, es el mismo Cristo el cual está «presente en
su Palabra, ésta hace presente a Cristo en los que la escuchan. (…) Palabra que Dios nos
dirige es una forma especial de hacerse presente en nosotros”.15 Él mismo es el sembrador y
en cada celebración eucarística sale a sembrar en los corazones de los creyentes, para que
crean en Él y tengan vida en abundancia. Por ende, es una presencia viva y sacramental de
amor infinito de Dios por la humanidad.

La proclamación de la Sagrada Escritura en la Eucaristía es sacramental pues por la


fe creemos que Jesucristo es quién proclama un camino de salvación y conversión. Se puede
afirmar lo siguiente: “[…] proclamar la Palabra en la asamblea eucarística, es hacer presente
entre nosotros al que permanece en su Palabra, con fuerza salvadora y su virtud
transformante, más allá del espacio y tiempo, en un hoy que se extiende hasta la eternidad”.16

Por eso, la efectividad sacramental de la Palabra es de alta densidad, pues hace


presente el misterio de salvación, lo pone al alcance del hombre, de su entendimiento, con
palabras sencillas Jesucristo explica por medio de su Palabra el camino de conversión y de

14
Concilio Vaticano II, «Sacrosanctum Concilium (4 diciembre 1963) Constitución sobre la Sagrada Liturgia».
15
Borobio, Celebrar para vivir, 303.
16
Ibíd, 304.

6
recorrido que debe seguir el ser humano hasta el día del encuentro definitivo con Él. Esta es
una presencia sacramental en la medida que el hombre acepte la Sagrada Escritura como
palabra viva, dicha por Jesucristo mismo, pues él está esperando una respuesta al dialogo
implantado en la Misa, pues Jesucristo habla, pero el hombre responde también a este
dialogo.

Ya en la Constitución dogmática Dei Verbum N°21 se tiene presente lo siguiente:


“[…] la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el mismo Cuerpo
del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de
la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la Sagrada Liturgia”.17

Para finalizar este apartado, se considera que, la presencia sacramental de Jesucristo en la


proclamación de la Palabra es viva y real. El escuchar atentos el mensaje de salvación activa
el canal auditivo para interiorizar lo escuchado. La sacramentalidad es una riqueza pues
intervienen diferentes canales de comprensión del hombre. El escuchar la proclamación de
la Sagradas Escrituras es un acto de fe del creyente, pues, pone de manifiesto la fe en su
Salvador; el creyente tiene la convicción de que, la Palabra escuchada le invita a realizar un
compromiso de vida y camino de seguimiento a Jesucristo.

En definitiva, escuchar la Palabra en la misa (acción litúrgica) “[…] es una proclamación,


es decir, una declaración solemne de lo que Dios dice en ese momento a la asamblea
congregada (…) Dios es quién habla a través del ministro”.18 Es una acción sacramental
escuchar a Dios, quien nos exhorta a acoger su mensaje para ser seguidores fieles de su plan
de Salvación.

17
Concilio Vaticano II, «Dei Verbum (18 noviembre 1965) Constitución Dogmática sobre la Divina
Revelación», En Concilio Vaticano II, 21,
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651118_dei-
verbum_sp.html.
18
Aquilino de Pedro Hernández, La nueva celebración eucarística: rito y espiritualidad, CRISTO HOY 21
(Santander: Sal Terrae, 1976), 98.

7
Presencia sacramental de Jesucristo cuando el Pueblo de Dios suplica y canta salmos en
la Misa.

Para iniciar con este apartado considero oportuno traer a coloquio lo siguiente, la
comprensión de Iglesia desde la visión paulina, (Cfr.1 Cor 12, 12-27) Pablo compara a la
Iglesia como el cuerpo de Jesucristo. Por ende, estamos unidos a Jesucristo puesto que, “[…]
nosotros suplicamos que, participando del Cuerpo y Sangre de Cristo, seamos reunidos por
el Espíritu Santo en un sólo Cuerpo”.19 En este sentido, cuando el Pueblo suplica, es una
parte del “cuerpo” que aclama a Dios, pero a su vez Jesucristo está presente por medio del
Espíritu Santo en esa misma Iglesia suplicante. Es un diálogo entre Dios y el hombre. De esta
manera, “[…] la asamblea del pueblo de Dios es la primera realidad sacramental de la misa
(…) hay que considerarla también como una obra de Dios”.20

Se afirma lo siguiente: “[…] Cristo está presente en la asamblea, no de modo pasivo (…)
sino de modo activo y reconocido (…) Cristo es el centro de la acción litúrgica, y el mediador
eficaz de la alabanza y santificación en la eucaristía”.21

La asamblea reunida tiene un significado que es “[…] una realidad misteriosa y


transcendente de la Iglesia, cuerpo de Cristo y sacramento de unidad, presencia en el mundo
de la realidad escatológica del Reino (Cf. LG1; 48)”,22 pero como significante tiene otra
connotación, pues no se reúnen en torno al culto eucarístico para jugar, comer o pasarla bien,
sino es el espacio sacramental para celebrar como comunidad la fe. El creyente tiene la
certeza de que Jesucristo esta presente en su prójimo, pues la persona que tiene a su lado es
presencia sacramental de Cristo, es imagen de Dios, luego se deduce que es una presencia
sacramental y real de Dios en la celebración eucarística.

19
Juliano Alves Dias, Sacrificium Laudis: a hermenêutica da continuidade de Bento XVI e o retorno do
catolicismo tradicional (1969-2009) «traducción propia» (UNESP, 2010), 72, acceso el 18 de abril de 2018,
http://dx.doi.org/10.7476/9788579831249.
20
Maurice. Brouard, Enciclopedia de la Eucaristía, Biblioteca manual Desclée 40 (Bilbao: Desclée de Brouwer,
2004), 435.
21
Borobio, Celebrar para vivir, 296.
22
Julián López Martin, La liturgia de la iglesia: teología, historia, espiritualidad y pastoral, Sapientia fidei
(Biblioteca de Autores Cristianos (España)). Serie de manuales de teología (Madrid: Biblioteca de Autores
Cristianos, 1994), 99.

8
Las exigencias del Evangelio son radicales por ese motivo surge la pregunta ¿Cómo tener
un encuentro de hermanos en la Eucaristía para celebrar la fe, si muchas veces hay divisiones,
odios, egoísmos? Se considera que “[…] no es posible una verdadera celebración, si no existe
una verdadera conversión, un auténtico y consecuente deseo de reconciliación”.23 (Cf. Mt 5,
23-24.) en esa razón, Jesucristo presente en el hermano (presencia sacramental) exige hacer
un proceso de camino y de conversión de vida, pues sino hay un proceso de conversión el
encuentro con Jesucristo sería infructuoso, por eso el verdadero encontró exige la vivencia
cada día más radical del Evangelio. En consecuencia, nos debe llevar a “[…] ser capaces de
descubrir a Cristo en los hermanos”.24

Cuando la asamblea canta o suplica también es una presencia sacramental de


Jesucristo, pero con una menor densidad, de modo que al ser creados a imagen y semejanza
de Dios (Cf. Gen 1, 26), el cristiano es sacramento por tener a Dios en su ser. Y cuando canta
y suplica es el hombre junto a Jesucristo que alaban, canta y suplica al Padre, manifestado en
las diversas oraciones y salmos. Jesús mismo nos enseñó a orar (Cf. Mt 6, 5-15) a
comunicarnos con el Padre; y el pueblo de Dios también alaba y genera oraciones, por
ejemplo: el Gloria que “[…] es un himno antiquísimo y venerable por el que la Iglesia
congregada en el Espíritu Santo glorifica a Dios Padre y al Cordero, y le suplica”.25

¿Cuál es la diferencia de la presencia sacramental de Jesucristo en las especies


eucarísticas con la presencia sacramental de ministro, la Sagrada Escritura proclamada
y con el Pueblo de Dios que suplica y canta salmos en la Misa?

Para iniciar este apartado tomaré como punto de partida el siguiente versículo “Hagan lo
mismo en memoria mía” (Lc 22, 17-19). Puesto que, “[…]Cristo instituyó en la iglesia el
sacramento admirable de la Eucaristía, por el cual se significa y realiza la unidad de la
Iglesia”.26 Para profundizar, propondré las siguientes reflexiones sobre la presencia

23
Borobio, Celebrar para vivir, 294.
24
Ibíd, 298.
25
Conferencia Episcopal de Chile, Introducción General al Misal Romano, 30.
26
Salvador Pié-Ninot, Eclesiología: la sacramentalidad de la comunidad cristiana, Lux mundi 86 (Salamanca:
Sígueme, 2007), 274.

9
sacramental de Jesucristo en las especies eucarísticas y así poder llegar a determinar cuál es
la diferencia esencial con los otros modos de presencia sacramental en la Misa.

Jesús en la celebración pascual (última cena) elige el “[…] pan y vino como signos para
el memorial de su auto-donación hasta la muerte y de su resurrección”.27 Por eso, el pan y el
vino no es una elección del hombre, sino un signo elegido por Jesucristo, es una presencia
sacramental del misterio pascual. Por esta razón, se puede comprender que:

[…] El pan y el vino son, en primer tiempo (significante primero = desde lo que se ve) , signo
material-cósmico; en un segundo tiempo (significante segundo = la actitud interna, que en parte se ve
y en parte no se ve) (…) en actitud de unión con la oblación de Cristo; en un tercer tiempo, con la
consagración, serán presencia del sacrificio de Cristo (realidad significada = misterio presente que
no se ve) y símbolo eficaz de una oblación realizada de una vez para siempre en la Cruz, pero que se
actualiza y se hace presente en y por la oblación de la Iglesia.28

Por consiguiente, la presencia sacramental de Jesucristo en el pan y el vino es la


donación de su “[…]persona completa de un modo real, no meramente intencional”.29 Si no
fuese real su presencia en las especies eucarísticas, los creyentes estuvieran comiendo
únicamente un pedazo de pan sin levadura. Este misterio de la presencia real en la Eucaristía
no se lo puede entender racionalmente en toda su plenitud, de manera que está en el ámbito
de la fe de la Iglesia y de cada creyente. Esto implica un acto de fe profundo, en primer lugar,
creer en la instauración del sacramento de la eucaristía realizada por Jesús, de su institución
dada por Él mismo y en un segundo lugar, el acto de fe más profundo, creer en su Palabra de
que va a estar presente en ese pedazo de pan y ese poco de vino en relación al mandato de
Jesús: «Haced esto en memoria mía” (Lc 22,19) como “[…] la entrega de su cuerpo-sangre
tiene un sentido realista, y no un sentido metafórico simbólico”.30

De ahí es un sacramento, por ser un “[…] regalo visible, es presente en la Eucaristía:


el don visible es Jesucristo mismo, que está sustancialmente presente bajo las apariencias del

27
Dionisio Borobio, Eucaristía, 2.a ed., Sapientia fidei 23 (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 2005),
178.
28
Borobio, Celebrar para vivir, 320.
29
Floristán, Diccionario abreviado de liturgia, 331.
30
Borobio, Eucaristía, 291.

10
pan y el vino”31 de manera que, cuando el ministro que preside la misa hace el memorial de
la Eucaristía, no es un acto mágico, pues el ministro en nombre de Jesucristo vuelve hacer
presente el sacrificio hecho de una vez y para siempre hecho por Jesús por eso es un
memorial, no es un nuevo sacrificio y el ministro al rezar la “[…] plegaria eucarística: aquél
en el que la presencia de Cristo en su Iglesia adquiere la mayor densidad posible; Cristo se
hace presente en su realidad completa, como Dios y como hombre”.32

Hay que estar atentos pues, la presencia real de Cristo en los dones del pan y del vino
no está en una “[…] forma carnal; es una presencia real, verdadera y sustancial y no
puramente metafórica o alegórica; pero real no en un sentido biológico, sino escatológico, y
por ello espiritual y personal”.33 Este es el misterio de nuestra fe cristina católica. Pues, el
pan y el vino dejan de ser pan y vino en el sentido biológico, ahora son cuerpo y sangre de
Cristo, la cual derramó para la salvación de los hombres. Entonces al ser pan y vino materiales
ahora pasan a ser pan y vino espirituales, ya no es un alimento que únicamente sacia el
hambre corporal sino ahora es un alimento que salva, un alimento de vida eterna, un alimento
salvador de vida, un alimento dador de vida en plenitud.

En el Concilio de Trento se define la “[…] transubstanciación”34 es un “[…] cambio


ontológico sustancial, en virtud de la Palabra de Cristo, el poder del Espíritu y la intención
de fe de la Iglesia (…) por el que en el pan y el vino se contiene la realidad nueva del cuerpo
y sangre de Cristo resucitado”.35 Esta presencia real no depende de la fe individual de la
persona, pues es una donación de Jesucristo al mundo, en cumplimiento de su palabra de

31
Grace Farley, «The Eucharist: A Sacrifice We Offer» (ProQuest Dissertations Publishing, 2016), 21, acceso
el 15 de mayo de 2018, http://search.proquest.com/docview/1884650305/?pq-origsite=primo.
32
Pedro Hernández, La nueva celebración eucarística: rito y espiritualidad, 160.
33
M. Gesteira Garza, La Eucaristía misterio de comunión, 2.a ed., Verdad e imagen 123 (Salamanca: Sígueme,
1992), 330.
34
Para comprender de mejor manera el concepto se pone como referencia lo siguiente: “[…] And Because that
Christ, our Redeemer, declared that which He offered under the species of bread to be truly His own body,
therefore has it ever been a firm belief in the Church of God, and this holy Synod doth now declare it anew,
that, by the consecration of the bread and of the wine, a conversion is made of the whole substance of the bread
into the substance of the body of Christ our Lord, and of the whole substance of the wine into the substance of
His blood; which conversion is, by the holy Catholic Church, suitably and properly called Transubstantiation.
(The canons and decrees of the sacred and oecumenical Council of Trent, Ed. and trans. J. Waterworth (London:
Dolman, 1848), 75-91, retrieved from http://history.hanover.edu/texts/trent/ct13.html, 78)”. Tomado de: Farley,
«The Eucharist», 21.
35
Borobio, Eucaristía, 288.

11
quedarse junto al mundo hasta el final de los días, pero si necesita ser reconocida por la fe
del creyente.

Esta presencia real en las especies eucarísticas es “[…] somática especial, en el pan
y el vino consagrados. Se trata siempre de la presencia real y personal de Cristo, aunque
diversamente significada, que alcanza su plenitud y su máxima identidad-densidad en la
presencia en el pan y el vino transformados, destinada a una presencia y una trasformación
personal”.36

En términos generales se ha hecho una reflexión sobre la presencia sacramental en las


especies eucarísticas, por ende, considero que la diferencia con los otros modos de presencias
sacramentales dados en la Misa está dada en que “[…] contiene su acción más densa: en ella
está presente Cristo con una intensidad no igualada en ningún otro momento”.37

La Eucaristía es un sacramento instituido por Jesús en el cual se nos da él mismo


como comida de vida y de salvación. Por esta razón, la presencia sacramental en el ministro,
en el Pueblo que suplica, aclama y en la proclamación de la Palabra no hacen competencia o
quedan excluidas con referencia a la presencia sacramental de Cristo en la Eucaristía cada
una tiene su propia originalidad y responden a la dinámica de dar culto, alabanza y gloria a
Dios, sino que; “[…] tal presencia se llama real, no por exclusión, como si las otras no fueran
reales, sino por antonomasia, porque es también corporal y substancial, pues por ella
ciertamente se hace presente Cristo, Dios y hombre, entero e íntegro”.38

Para el hombre existen varias formas de hacerse presente y de estar presente, por
ejemplo, con palabras, cartas, imágenes, signos, entre otras formas, pero “[…] de entre todas
estas formas de presencia, las más excelentes desde un punto de vista humano, son la
presencia física por el propio cuerpo y la presencia espiritual por el amor”.39 De manera que,
la presencia real de Jesucristo en las especies eucarísticas tiene una densidad mayor pues es
Jesucristo haciéndose comida y bebida de salvación, es un encuentro personal físico y

36
Ibíd, 285.
37
Pedro Hernández, La nueva celebración eucarística: rito y espiritualidad, 139.
38
Papa Pablo VI, Mysterium Fidei: carta encíclica de Su Santidad Paulo VI al Episcopado, clero y fieles de
todo el mundo., Magisterium 5 (Santiago: Paulinas, 1965).
39
Borobio, Celebrar para vivir, 342.

12
espiritual, por tanto su densidad es mayor que la presencia sacramental del ministro o de la
proclamación de la Palabra. Con esto no se dice que las otras presencias no sean reales, pero
su densidad es diferente. Entonces resulta que, “[…] la Eucaristía debe entenderse también
desde la inter-personalidad, es decir, como presencia de persona a persona, como encuentro
interpersonal a nivel propio”.40

40
Maurice. Brouard, Enciclopedia de la Eucaristía, 839.

13
Conclusiones

Al iniciar este trabajo de investigación reflexiva planteaba una pregunta de fondo,


sobre la presencia sacramental de Jesucristo en la persona del ministro, en la Sagrada
Escritura y cuando el Pueblo de Dios suplica y cantan salmos en la Misa: ¿Cuál es la
diferencia con la presencia de Jesucristo en las especies eucarísticas? La respuesta más
inmediata es que sí. De lo cual se desprende las siguientes conclusiones:

– Cada presencia sacramental encontrada en la Misa, es única y nos lleva de maneras


distintas a encontrarnos con Dios. Por tanto, son parte de la economía de la Salvación; que
las presencias sacramentales de la Misa en su conjunto nos animan a establecer un diálogo
vivo y eficaz con Jesucristo.

– El Catecismo de la Iglesia Católica N°1374, nos deja bien claro cuál es la diferencia
esencial de las presencias sacramentales dentro de la Misa pues pone de manifiesto lo
siguiente:

[…] El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía
por encima de todos los sacramentos y hace de ella "como la perfección de la vida espiritual y el fin
al que tienden todos los sacramentos" (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae 3, q. 73, a. 3). En
el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el
Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente,
Cristo entero" (Concilio de Trento: DS 1651).41

– La Constitución dogmática Sacrosanctum Concilium N°7, nos da a comprender que


las diversas presencias sacramentales presentes en el Sacrificio de la Misa, son tan reales y
significativas para el creyente, pero cada una de estas presencias tiene una diferente densidad
sacramental. Según la reflexión realizada se llego a determinar que la presencia sacramental
en las especies eucarísticas es de la mayor densidad posible, pues Jesucristo con su divinidad
y humanidad está por completo en el pan y en el vino, siendo su cuerpo y sangre. Es el
encuentro más profundo entre Dios que se dona y el hombre que lo recibe.

41
Iglesia Católica. Papa (1978-2005: Juan Pablo II), Catecismo de la Iglesia Católica. (Santafé de Bogotá: San
Pablo, 2000).

14
– La presencia real de Jesucristo en las especies eucarísticas llevan al creyente a un
encuentro personal entre Dios y el hombre, un encuentro tan humano y tan divino por esta
razón es estar en la presencia de Dios. Y esta presencia genera un diálogo de amor y
compromiso, pues este encuentro lleva al creyente a realizar un camino de conversión de
vida. Pues, Dios busca la salvación del hombre.

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Bibliografía

Documentos magisteriales:

Concilio Vaticano II. «Dei Verbum (18 noviembre 1965) Constitución Dogmática
sobre la Divina Revelación». En Concilio Vaticano II.
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/v
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Concilio Vaticano II. «Sacrosanctum Concilium (4 diciembre 1963) Constitución
sobre la Sagrada Liturgia». En Concilio Vaticano II.
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/v
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Conferencia Episcopal de Chile. Introducción General al Misal Romano. 3.a ed.
Pastoral Litúrgica 7. Santiago: Conferencia Episcopal de Chile, 2007.
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Santafé de Bogotá: San Pablo, 2000.
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Monografías:

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Borobio, Dionisio. Eucaristía. 2.a ed. Sapientia fidei 23. Madrid: Biblioteca de
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Gesteira Garza, M. La Eucaristía misterio de comunión. 2.a ed. Verdad e imagen 123.
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López Martin, Julián. La liturgia de la Iglesia: teología, historia, espiritualidad y
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Maurice. Brouard. Enciclopedia de la Eucaristía. Biblioteca manual Desclée 40.
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Estudios:

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2016. Acceso el 15 de mayo de 2018.
http://search.proquest.com/docview/1884650305/?pq-origsite=primo.

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de 2018. http://dx.doi.org/10.7476/9788579831249.
Pedro Hernández, Aquilino de. La nueva celebración eucarística: rito y espiritualidad.
CRISTO HOY 21. Santander: Sal Terrae, 1976.

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