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EL ANHELO DE LIBERTAD HA MUERTO

No es ya que la libertad nos dé miedo; es que de ningún modo la queremos. Nos horroriza, y por eso
hablamos y hablamos de ella sin procurar vivirla en ningún momento. Cuanto más se habla de una
cosa, menos presente está en la vida de las personas: y hablamos de “libertad” cuando, en realidad,
no queremos ser libres; y hablamos del “amor”, cuando solo se da excepcionalmente, acaso entre
los niños, acaso entre los pobres, acaso entre los erráticos; y hablamos de “democracia”, para
aceptar despotismos entre votaciones periódicas; y hablamos de “educación” mientras encerramos a
los menores en escuelas diseñadas para acabar con su curiosidad natural y su deseo de saber.
Porque podríamos ser “libres” de los médicos; y lo que hacemos es suplicar más hospitales y más
profesionistas de la “medicalización integral del cuerpo”, que va, estrictamente, contra la libertad y
contra la salud.
Porque podríamos ser “libres” de los profesores, y lo que hacemos es demandar más escuelas y más
agentes del adoctrinamiento político-ideológico y de la reforma moral de la infancia y de la
juventud. Contra la libertad y contra la educación avanzan las escuelas y los docentes.
Porque podríamos ser “libres” de los jueces y de los abogados, y lo que hacemos es poner denuncias
y pleitos cada vez que alguien nos falta o nos humilla. Que el Derecho se inventó para acabar con la
Justicia y con las formas comunitarias de arreglar los asuntos y hacer las paces.
Que podríamos ser “libres” de los medios de comunicación y lo que hacemos en perdernos todos los
días en ellos, navegando a la deriva, para tener algo que opinar sin haber pensado antes. Que los
media crecieron para imponer la “doxa”, enemigos afilados del saber que brota de la propia
experiencia y de la reflexión personal.
Que podríamos ser “libres” de las policías y de los ejércitos; y nos dedicamos más bien a reclamarle
al Estado más seguridad en las calles y en el barrio, como si las gentes, observando y cooperando,
no hubieran sabido tradicionalmente asegurarse la tranquilidad colectiva sin tener que pagar
mercenarios deplorables.
Porque podríamos ser “libres” de la red estatal o privada de transporte ciudadano; y hemos
permitido que la bicicleta se pudriera a la intemperie, olvidada y oxidada. Que los buses y los trenes
sancionan la esclerosis de nuestro ser físico y la defunción del placer de tener un cuerpo y de usarlo
para moverse.
Que podríamos ser “libres” de casi todo; pero en realidad no queremos ya serlo, que amamos las
cadenas y nos horroriza la libertad al alcance..
Y sí, hablaremos todos los días contra la opresión y a favor de la libertad, nosotros los oprimidos a
gusto y los alérgicos a la libertad concreta, inmediata, accesible.
El anhelo de libertad ha muerto. Hoy se lucha por la administración pública de grilletes y de
venenos (todos los "servicios" brindados por el Estado), por el entierro definitivo del organismo que
nos había erigido en “animales humanos”. La “ciudadanía” es el cementerio de la libertad...
Pedro García Olivo
Buenos Aires, 1 del noviembre de 2018

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