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Mateo 12:17-19 Reina-Valera 1960 (RVR1960)

17
para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:
18
He aquí mi siervo, a quien he escogido; Mi Amado, en quien se agrada mi alma;
Pondré mi Espíritu sobre él, Y a los gentiles anunciará juicio. 19 No contenderá, ni
voceará, Ni nadie oirá en las calles su voz.

Romanos 7:23: “Otra ley en mis miembros”


Pablo vivió una vida crucificada. No sirvió a la ley del pecado con su mente. (Romanos
7:25) Según el grado de la luz* que tenía, se deleitó en la ley de Dios en el hombre
interior. (Romanos 7:22) Eso significaba que se deleitó en amor, en bondad, en
misericordia. Esa era la actitud de su mente. En aquellas áreas, donde había recibido
luz, allí crucificó al pecado en su cuerpo. Su mente, la cual servía a Dios, paró a estos
deseos pecaminosos.
Sin embargo había muchas áreas en la vida de Pablo donde todavía no había recibido
luz. Allí fue llevado cautivo a la ley del pecado en sus miembros, de manera que hizo
cosas que aborrecía. “Pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de
mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis
miembros.” Romanos 7:23.
Alguien que comete pecado de manera consciente no hace lo que aborrece, porque su
mente aprueba la acción. La concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado. La concepción sucede cuando en nuestra mente estamos de acuerdo con el
deseo. Entonces se da a luz al pecado. (Santiago 1:12-15 Nueva Traducción Viviente
(NTV) 12 Dios bendice a los que soportan con paciencia las pruebas y las tentaciones,
porque después de superarlas, recibirán la corona de vida que Dios ha prometido a
quienes lo aman. 13 Cuando sean tentados, acuérdense de no decir: «Dios me está
tentando». Dios nunca es tentado a hacer el mal[a] y jamás tienta a nadie. 14 La
tentación viene de nuestros propios deseos, los cuales nos seducen y nos
arrastran. 15 De esos deseos nacen los actos pecaminosos, y el pecado, cuando se deja
crecer, da a luz la muerte.) Tal persona sirve a la ley del pecado con su mente.

Pablo no escribió de ese tipo de pecado en Romanos 7. Él sirvió a la ley de Dios con su
mente, pero al mismo tiempo se manifestó pecado que aun estaba presente en
su carne, sin que él lo aprobara. Él sirvió a la ley del pecado con su carne. Esas
reacciones de la carne se pueden haber manifestado en forma de pensamientos o
sentimientos, las cuales tuvo que vencer (la tentación), pero también se manifestaron
en forma de acciones o palabras, las cuales nunca pasaron por su consciencia en forma
de una tentación. Más tarde recibió luz de esas acciones, cuando se dio cuenta que no
eran según la voluntad de Dios, por lo cual era algo que aborrecía (las obras del
cuerpo).
La ley es espiritual, pero Pablo entendía que él era carnal, vendido al pecado. Con su
mente servía a Dios, pero también se dio cuenta que no moraba el bien en su carne.
(Romanos 8:18) Así que, con su carne no podía hacer otra cosa que servir a la ley del
pecado. Su mente (la cual servía a Dios) estaba en contra de su carne (la cual servía al
pecado), y eso creó un conflicto de voluntades en su cuerpo. (Romanos 7:23)
“De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en
mí.”Romanos 7:17. No era Pablo (su mente consciente) quien hizo las cosas que
odiaba, sino era el pecado que moraba en él (en su carne). (Romanos 7:17) No lo había
visto, no había recibido luz sobre ese pecado. Por eso exclama: “!Miserable de mí!
¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:24.

La mente de un discípulo
Pablo responde a su propia pregunta: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor
nuestro.” Romanos 7:25. Antes de que Jesús venciera y nos dejara un ejemplo que
podemos seguir, no era posible para los seres humanos vencer sobre todo el pecado en
la carne. Pero ahora, Jesús nos ha dado el Espíritu Santo, el cual nos puede mostrar el
camino a través de la carne.
Así como Pablo, nosotros también recibimos una nueva mente cuando nos
arrepentimos y empezamos a servir a Dios, y ya no somos nosotros los que servimos al
pecado. Lo que viene de nuestra carne no se comete voluntariamente.
Cuando estamos en Cristo Jesús y servimos a la ley de Dios con nuestra mente,
entonces no hay condenación si hacemos las cosas que aborrecemos. (Romanos 8:1)
No somos condenados por ser tentados (por tener pensamientos o sentimientos que
nos seducen a pecar), ni por acciones que podemos haber hecho sin que pasaran
primero por nuestra mente consciente, para poder elegir.
Sin embargo está escrito que necesitamos hacer morir esas “obras del cuerpo” por el
Espíritu, entonces viviremos. (Romanos 8:13) Aquí se trata de ser un siervo del Espíritu.
El Espíritu nos mostrará nuestro pecado. Él nos guiará a toda la verdad y nos dará el
poder que necesitamos para vencer. Si somos fieles y obedientes a las ordenes del
Espíritu, entonces veremos y venceremos con el tiempo cada vez más de nuestra
naturaleza humana y pecaminosa.
No podemos ser más perfectos, o servir a Dios en un momento más allá del grado de la
luz que hemos recibido. Pero tenemos que andar en el Espíritu, eso quiere decir que
tenemos que actuar de acuerdo a la luz que hemos recibido. Entonces veremos más de
esa carne, más de ese cuerpo de pecado que con el tiempo debe ser destruido. Nos
consideramos muertos al pecado (Romanos 6:11), así que, cuando en la luz de Dios se
nos revela una nueva área, entonces ese pecado también será crucificado. Así somos
discípulos de Jesús, negándonos a nosotros mismos y tomando nuestra cruz cada día.
(Lucas 9:23-24)
¡Es glorioso andar en este camino! No deberíamos sentirnos mal cuando Dios nos da
más luz y llegamos a ver a nuestro pecado en esa luz, sino que deberíamos regocijarnos
y ser felices, pues ahora podemos hacer algo con respecto a eso. Ahora podemos hacer
morir las obras del cuerpo por el Espíritu. (Romanos 8:13; Santiago 1:2-3) No lo hace el
Espíritu por nosotros; nosotros lo tenemos que hacer por el Espíritu. Entonces
entramos a la santificación – cada vez más liberación conforme a la destrucción de
nuestro cuerpo de pecado, que sucede poco a poco, y es reemplazado por una nueva
creación – las virtudes, la vida de Cristo, naturaleza divina. (Romanos 5:5-6; 2 Corintios
4:10-11; 2 Corintios 5:17; 2 Pedro 1:3-8)

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