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PUNTOS DE EDUCACION

Formar al hombre, formar al cristiano, formar al jefe


UNA EXPLICACION AL LECTOR
La Acción Católica pretende como uno de sus objetivos principales la
formación integralmente cristiana de sus socios. Está profundamente convencida
que toda acción no es sino la proyección de un ideal. Es por tanto necesario, en
primer lugar, inculcar claramente nuestros ideales cristianos. A esta labor de
formación se dirigen los círculos de estudio que se tienen en todas las sesiones de
Acción Católica.
La Acción Católica Chilena durante un período de diez años ha desarrollado
los temas más importantes de orden dogmático. Le ha tocado ahora su sitio al
problema educacional que será puesto en la tabla de las sesiones de sus seis ramas
durante este año y probablemente durante una parte del próximo.
Para facilitar el desarrollo de este estudio y para adaptarlo a los problemas
peculiares de nuestra Patria en el momento presente hemos redactado estos temas.
La necesidad de un desarrollo amplio de la materia que se ha de tratar en los círculos
se ha hecho presente en forma evidente en los años anteriores. El envío de un simple
esquema es del todo insuficiente, pues ocurre con frecuencia en nuestros centros que
no tienen los socios la suficiente preparación para guiarse por el solo esquema en la
ampliación de los conceptos allí propuestos. Podría haberse recurrido a simples
recomendaciones bibliográficas, pero, a más de la dificultad de tener que
recomendar varios libros, no contemplan éstos las necesidades peculiares de Chile ni
las finalidades propias de la Acción Católica. Por eso, confiando en el Señor, hemos
acatado la orden de la Jerarquía y emprendido la redacción de estos temas
educacionales.
Al escribir estos cursos hemos tenido principalmente en vista las necesidades
de la rama de los Jóvenes Católicos, pero estamos persuadidos que será muy fácil su
adaptación a las otras ramas que deseen servirse de ellos, ya que las variaciones y
aplicación son accidentales en un tema como el propuesto.
El argumento de la educación puede tener múltiples desarrollos. El escogido en
estas clases no es el de un tratado filosófico, ni histórico, ni metodológico, sino una
exposición de alcance práctico sobre los principios básicos de la educación y sobre
las principales aplicaciones concretas a los valores educativos que es necesario
desarrollar en nuestra juventud para formar cristianos integrales. Por eso, frente a
temas filosóficos como la finalidad de la educación, el sujeto de la educación, las
sociedades encargadas de dar educación, desarrollamos una multitud de temas de
orden eminentemente práctico. Tales son entre otros, la realidad nacional en el orden
de educación; la educación para recibir los sacramentos de la confesión y la
Eucaristía; la acción educadora del director espiritual; la educación cívica; la
formación de la virilidad; la educación del esfuerzo; la acción educadora del libro; de
la naturaleza; del canto. Junto a estos temas exponemos también otros de
trascendencia religiosa decisiva para un joven de Acción Católica, como ser,
Jesucristo, Ideal de la Educación, La Educación Integral, que comprende el desarrollo
de todos los valores divinos y humanos del sujeto; la educación misional, que
ensancha el horizonte cristiano del joven, y otros varios que aparecerán en el
desarrollo de estas clases.
¡Qué difícil resulta escribir unas clases o círculos que puedan servir a todos los
miembros de una rama de la A.C.; cuánto más a todos los socios de la Acción
Católica, esparcidos en sus seis diferentes ramas! Aún dentro de una misma rama, la
diferencia de edad, de formación, de cultura religiosa, dificultan enormemente la
comprensión unánime del tema. Entendemos, pues, sobradamente que la presente
exposición no cuadrará en forma perfecta a las necesidades de toda la A.C., ni aun
siquiera a la totalidad de la Rama de los Jóvenes. Hay centros campesinos, y aun
algunos de las ciudades que por diferentes circunstancias reclaman un tema aún más
fundamental que el presente, como materia ordinaria de sus círculos. Al reconocerlo
así, no podemos menos de pensar que algunos de los temas que hemos desarrollado,
simplificados en la forma de su exposición pueden servir para acentuar ciertas ideas
fundamentales en todos los socios de la A.C.
El método seguido en estos círculos es el siguiente. Con el fin de facilitar la
participación activa de la mayor parte de los socios y de despertar en ellos el interés
por el tema que se va a tratar, se inicia cada círculo con un cuestionario. Las
preguntas propuestas, que pueden variarse enormemente, sirven para fijar los
conceptos existentes en la mente de los que participan en la reunión sobre el tema
que se va a discutir. Con mucha frecuencia verán éstos que sus ideas son imprecisas
y que sería muy interesante para ellos el completarlas más ya que se trata de un tema
de importancia. Así preparados los ánimos, comienza el relator su exposición. La
materia que proponemos como base para el desarrollo, es tal vez demasiado
abundante, pues algunos círculos pueden prolongarse dos o más sesiones. No hay
ninguna dificultad para continuar efectivamente la exposición de un tema en varias
sesiones siguientes, y si así no se hace, el relator queda con libertad para escoger
aquellas ideas que le parezcan más importantes insistiendo en ellas y dejando las
otras. Esto podrá permitir también a otro u otros de los socios que se hayan
interesado por el tema, completar la exposición en la parte no tocada por el relator.
La exposición se termina con algunas conclusiones concretas, precisas, que sirvan
para fijar las ideas centrales que convenga recordar o esforzarse en llevar a la
práctica. A continuación se propone un nuevo cuestionario que permita al relator
darse cuenta si las ideas principales han sido asimiladas por sus oyentes. El diálogo a
que este cuestionario dará lugar permitirá sin duda a los socios vencer su ordinaria
timidez y participar en forma más efectiva en la exposición del tema. Se termina
cada círculo con algunas objeciones ordinarias que son un resumen de las opiniones
más comúnmente esparcidas que contradicen nuestros puntos de vista. Si hay
tiempo para hacerlas, servirán éstos para precisar más claramente nuestros
conceptos habiendo tenido ocasión de mirarlos por su aspecto positivo no menos
que por la crítica que de ellos se hace.
El trabajo de redacción de estas clases ha sido hecho en colaboración con varios
amigos de la Acción Católica. Citamos entre otros a Gustavo Arteaga, Ramón Salas,
Raimundo Barros, Hernán Larraín, Carlos Aldunate, Andrés Cox, estudiantes de la
Compañía de Jesús que han aceptado gustosos el tomar a su cargo la exposición de
algunos de estos círculos. En otros nos hemos servido también de trabajos
interesantes publicados en revistas o libros y transcritos largamente para aprovechar
de sus excelentes ideas, ya que un plan destinado a orientar los círculos de estudio
no debe aspirar a ser original sino a recoger lo mejor que se haya dicho sobre la
materia. El fin de esta publicación, que es orientar a los relatores en la exposición de
su tema, nos excusa también de presentar un trabajo más acabado, ya que son los
mismos relatores los llamados a perfeccionar estas exposiciones.
Terminamos la redacción de estos temas en vísperas de la fiesta de la Ascención
del Señor. Dios quiera que las mentes de nuestros jóvenes cautivadas por la sublime
belleza de Cristo que sube a los cielos, se resuelvan a amar por encima de todas las
cosas a Aquel que es nuestro más rico tesoro. "Que allí estén fijos nuestros corazones
donde están los goces verdaderos" como nos enseña a pedir la Iglesia. El fin
primordial de toda educación cristiana es grabar fijamente la imagen de Cristo en las
mentes juveniles, y que de ese conocimiento de la Verdad, resulte una vida que sea
un trasunto de la Vida verdadera que el Redentor nos mereció con el precio de la
suya.
ALBERTO HURTADO CRUCHAGA, S.I.
Asesor Nacional de los Jóvenes Católicos de Chile
I
IMPORTANCIA DE LA EDUCACION
CUESTIONARIO PREVIO: ¿Qué es educar? ¿Qué aspectos del hombre abarca
la educación? ¿Qué importancia tiene para el hombre una educación determinada?
¿Por qué se han librado tan grandes batallas en torno a un programa o a un sistema
de educación? ¿Conoces algunas de esas luchas por la escuela? ¿Por qué se interesa
un miembro de la Acción Católica por el problema de la educación?
Exposición. Cada época se caracteriza por un interés dominante que atrae la
atención de los grandes pensadores. Los siglos XV y XVI fueron siglos del arte y la
literatura; el siglo XVIII marcó una revolución filosófica que culminó en una
revolución política; el siglo XIX, el siglo de los grandes descubrimientos científicos;
el siglo XX, es el siglo del niño, el siglo de la educación.
Interés mundial por la educación. Nunca se había visto hasta ahora una serie
tan grande de esfuerzos combinados de hombres de talento y de medios materiales
puestos a su disposición para mejorar la educación de la niñez. Las mejores cabezas
de Inglaterra dedican sus mejores energías al estudio de la Educación. En la nueva
Universidad de Londres el Instituto Pedagógico será uno de los más grandiosos
edificios. La mayor universidad norteamericana, Colombia University que reúne
33.000 alumnos considera como su principal instituto el Pedagógico. Las cuatro
universidades belgas han fundado institutos para estudiar la ciencia de la educación.
En París se ha organizado recientemente un gran museo escolar, y se está
produciendo una abundancia extraordinaria de obras sobre la formación humanista
que hacen recordar las bellas páginas de Platón. Filósofos como Gentile en Italia, uno
de los hombres más conocidos en su Patria se han ocupado personalmente de la
reforma escolar con la ayuda de las más altas personalidades. Hitler en su libro "Mi
lucha" consigna con especial interés las reformas escolares que propicia como la base
de su nueva concepción social. En Chile se ha afirmado que "Gobernar es educar".
Nuevas tendencias pedagógicas se diseñan en todo el mundo, sobre las cuales
se habla mucho un tiempo, varias de las cuales pasan pronto al silencio, pero que
indican la inquietud que hay por producir un nuevo tipo de hombres. Instituciones
como las escuelas Montessori, Agazzi, Decroly, la Casa de los niños de Ginebra
constituyen verdaderos centros de peregrinación pedagógica, donde se dan cita
junto al maestro filipino, el indio, el holandés, el colombiano.
Todos los modernos sistemas filosóficos y científicos tienen repercusiones
enormes en el campo de la educación, como ser los sistemas de "psicología
profunda" tan en boga en Alemania cuya manifestación más conocida es el sistema
del psicoanálisis de Freud y el sistema de la psicología individual de Adler que es
quien ha introducido el vocablo tan conocido del "complejo de inferioridad" y no
menos los sistemas pragmatistas norteamericanos cuyo representante más conocido
es Dewey que enseñan el valor relativo de todos nuestros conocimientos y la no
existencia de una verdad absoluta, como lo enseña la filosofía católica. Todos estos
sistemas se han aplicado en instituciones educacionales, y son célebres, por ejemplo,
las clínicas psicológicas de Viena anexas a las escuelas.
Ramas nuevas de la filosofía como la psicología experimental y la
psicopedagogía han consagrado inmensos esfuerzos a hacer avanzar la educación.
Cada año se realizan experiencias costosísimas, algunas de las cuales consumen
centenares de miles de pesos como ser la experiencia de Mac Dougall para investigar
si se podían transmitir por herencia las cualidades que uno había adquirido en la
vida; las de Terman para estudiar las condiciones en que trabajan los niños de
inteligencia superior; las observaciones de los profesores Bühler que se turnaron
durante dos años consecutivos sin un minuto de interrupción junto a la cuna y
actividades de un niño hasta sus dos años para estudiar hasta sus menores
reacciones, ya que todo es interesante cuando se trata del niño, en quien la
humanidad reconoce la esperanza de un mundo mejor.
Por eso los gobiernos se han puesto de acuerdo y junto a la Sociedad de las
Naciones y a la Oficina Internacional del Trabajo han establecido la "Oficina
Internacional de Educación" que procura unificar y orientar las tendencias
pedagógicas de los distintos países para divulgar las conclusiones más interesantes.
Esto nos hace comprender pues, que uno de los temas que más se tratan en el
mundo en el momento actual es el tema educacional. El número de obras impresas
estos últimos años sobre educación es incalculable. Rufino Blanco ha publicado tres
gruesos volúmenes conteniendo nada más que la lista de obras pedagógicas escritas
en el siglo XX. Es una bibliografía que aterra al lector. Las solas enciclopedias
pedagógicas podrían llenar un gran armario y las hay escritas en todas las lenguas.
Es imponente ver reunido en las bibliotecas modernas el vastísimo material
pedagógico. El Secretariado de Educación de Londres, el Museo Escolar de París, el
Museo Pedagógico de Bruselas y sobre todo la biblioteca "Commenius" de Leipzig
tienen innumerables salas dedicadas solamente a la educación; la última biblioteca a
que aludimos tiene más de 400.000 libros sobre educación en su inmensa mayoría en
alemán.
Estas someras ideas nos hacen concebir que hay un interés mundial por el
problema educacional, un inmenso afán de investigar y de progresar en la solución
de los problemas de la formación de la inteligencia y del carácter del niño. No
puede, pues, un católico culto desinteresarse de un problema de tan amplias
proporciones. Ha de procurar conocer las conclusiones a que va llegando la ciencia
de la educación para contribuir a educar mejor a sus hermanos los hombres, y sus
hijos aquellos a quienes Dios llame a la paternidad: cualquier conclusión que
contribuya a hacer mejor la vida, a dar más alegría, más felicidad verdadera no
puede ser despreciada por un católico digno de este nombre que debe ser un
enamorado de la caridad. Debe, además, el católico procurar contribuir con todas sus
fuerzas al avance de la educación aportando su grano de arena sea de contribución
intelectual, sea de trabajo positivo de educador, sea al menos de simpatía y de
aliento a los que se dedican a este tarea; en todo caso el apoyo de su oración por
aquellos que procuran hacer las almas más semejantes a la Verdad, que es Cristo:
"Yo soy la Verdad".
IMPORTANCIA DE LA EDUCACION BAJO EL ASPECTO SOBRENATURAL
En nuestra época la gran batalla ha pasado a ser "la batalla del niño". Todos se
dan cuenta que lo que importa para obtener un ideal social que refleje su concepción
de la vida es apoderarse del niño y formarlo desde pequeño en su punto de vista. Es
casi imposible modificar una masa de hombres cuando han llegado a cierta edad; es
como torcer a los añosos árboles, pero orientarlos cuando son pequeños es tarea fácil;
y, en general toda la influencia que se ejercite en ellos durará de ordinario toda la
vida. Lo que se escribe en el alma del niño es como lo que se escribe en los tiernos
arbolitos que al crecer se ensanchan pero no dejan de llevar con caracteres mayores
lo que en pequeño se grabó en ellos. La influencia de los primeros años de la vida es
decisiva en la orientación definitiva; son éstos los años en que se forman los hábitos,
las costumbres. En general, un hombre se gobierna toda la vida por los hábitos, por
las costumbres, por las maneras de ver adquiridas en la primera infancia. Por eso
decía un poeta: "El corazón del hombre virgen es un vaso profundo; cuando la
primera agua que allí se arroja es impura, podrá volcarse en él toda el agua del mar,
pero no lavará la mancha, porque el abismo es inmenso y la mancha está en el
fondo".
La formación del alma del niño se puede comparar a la fabricación de una
lente; fortunas inmensas se gastan en purificar y volver a purificar los elementos que
intervienen en la fabricación del cristal ya que un granito de arena, una burbuja que
se forme puede causar enormes desviaciones que falsearán totalmente los datos que
va a revelarnos esa lente. Así mismo todo lo que se haga pasar por el alma del niño,
todo lo que se arroje en su corazón va a quedar allí profundamente sepultado y va a
ser causa de orientaciones en la vida totalmente diferentes. Aun desde el punto de
vista psicológico reconocen los grandes pedagogos modernos de las escuelas de
psicología profunda que la mayor parte de las neurosis han sido producidas en los
primeros años de la vida por perturbaciones que alteraron el psiquismo ordinario.
Una orientación cristiana o una orientación pagana; una orientación comunista
o una orientación evangélica; una orientación de fervor o de tibieza son el germen de
toda una vida. El hombre tiene la libertad para obrar, pero la influencia del ambiente
condiciona y hasta destruye en ciertos casos la libertad para determinadas acciones
ya que la influencia educadora le quitó la posibilidad de comprender otro punto de
vista. Por eso el comunismo no menos que el catolicismo reclaman al niño: el
catolicismo para darlo a Dios, el comunismo para quitárselo; el totalitarismo
filosófico para hacerlo creer en la Raza.
Para comprender ciertas actitudes del niño basta muchas veces comprender su
ambiente educativo: un hogar frío, mundano, una escuela neutra o mixta en sentido
religioso formarán ordinariamente al apático en materia religiosa. La piedad
ferviente de los católicos norteamericanos tiene como una de sus principales causas
que la educación en los primeros años de toda la niñez católica está confiada a las
religiosas, las que han sabido dar ese sello de piedad e infundir a los niños ese valor
para resistir al ambiente materialista que los rodea que ha hecho perder su fe a la
mayoría de los protestantes.
Tal importancia atribuye la Iglesia a la acción educadora que hace inmensos
esfuerzos por realizar a pesar de las dificultades con que tropieza de parte de las
leyes, a pesar de la sostenida campaña que ha de mantener para allegar recursos que
le permitan mantener sus escuelas. El presupuesto escolar consume la inmensa
mayoría de las entradas de que dispone la Iglesia. Además, una gran parte de los
sacerdotes y la inmensa mayoría de los religiosos y religiosas están consagrados
completamente a la labor educativa, pues, están convencidos que es el mayor
servicio que pueden hacer a la causa de Cristo.
Por esto la Iglesia en el Derecho Canónico y en la Moral ha puesto trabas a los
matrimonios de católicos con no católicos por el peligro que ve para la educación de
los hijos, y cuando llega a conceder el permiso para la celebración de estos
matrimonios no es sin la previa promesa juramentada de la parte acatólica de no
oponerse a la educación cristiana de sus hijos. Cuando se pide el bautismo para un
niño, salvo el caso del peligro de muerte, la Iglesia no lo concede sino cuando se
prevé que tendrá una educación cristiana, pues no quiere exponer el bautizado a ser
un apóstata como sería muy de temer si no puede dársele educación cristiana. A
diferencia del protestantismo, la Iglesia no cree que la salvación se opere sólo por la
fe, sino que requiere también las obras que sean fruto de esa fe y para que estas
obras estén de acuerdo con la fe que supone el bautismo se requiere en forma normal
una educación cristiana.
EL PENSAMIENTO DEL PAPA
En un momento solemne de su vida, en su jubileo sacerdotal, nuestro Soberano
Pontífice Pío XI dio al mundo como recuerdo de esa fecha una encíclica sobre la
educación cristiana, en la que puntualiza las principales ideas sobre esta materia.
Refiriéndose a la importancia de la educación cristiana dice: "Es, pues, de suma
importancia no errar en la educación, como no errar en la dirección al fin último, con
la cual está íntima y necesariamente ligada toda la obra de la educación. En efecto,
puesto que la educación esencialmente consiste en la formación del hombre tal cual
debe ser y como debe portarse en esta vida terrena para conseguir el fin sublime
para el cual fue creado, es evidente que así como no puede existir educación
verdadera que no esté totalmente orientada al fin último, así en el orden actual de la
Providencia, o sea después que Dios se nos ha revelado en su Unigénito Hijo, único
"Camino, Verdad y Vida", no puede existir educación completa y perfecta si la
educación no es cristiana.
"En lo cual se hace patente la importancia suprema de la educación cristiana, no
sólo para los individuos, sino también para las familias y toda la sociedad humana,
ya que la perfección de ésta no puede menos de resultar de la perfección de los
elementos que la componen. E igualmente, de los principios indicados, resulta clara
y manifiesta la excelencia insuperable de la causa de la educación cristiana, por ser la
que atiende en último término a asegurar la consecución del Bien Supremo, Dios, a
las almas de los educandos y el máximo bienestar posible en esta tierra a la sociedad
humana. Y esto de la manera más eficaz que sea realizable por parte del hombre,
cooperando con Dios al perfeccionamiento de los individuos y de la sociedad en
cuanto la educación imprime en los ánimos la primera, la más potente y la más
duradera dirección de la vida, según la sentencia del Sabio: "La senda por la cual
comenzó el joven a andar desde un principio, esa misma seguirá también cuando
viejo". Por eso decía con razón San Juan Crisóstomo: "¿Qué cosa hay mayor que
dirigir las almas, que moldear las costumbres de los jovencitos?".
"Pero no hay palabra que tanto nos revele la grandeza, belleza y excelencia
sobrenatural de la obra de la educación cristiana como la sublime expresión del amor
con que Jesús, Señor Nuestro, identificándose con los niños declara: 'Cualquiera que
acogiere a uno de estos niños por amor mío, a mí me acoge' " (Mc. IX, 36).
CONCLUSIONES
La importancia suma de preocuparnos seriamente del problema educativo y de
formarnos convicciones precisas sobre este punto. Deberíamos avergonzarnos de no
conocer exactamente el pensamiento de la Iglesia en materia de tanta importancia.
Comprar, leer y meditar la encíclica sobre la educación cristiana de la juventud.
(Editorial Splendor, Av. O'Higgins 1626, Santiago).
Preguntarme desde luego: ¿Qué puedo hacer yo por influir como educador en
las almas de los niños que me rodean? ¿Podría colaborar en el apostolado
catequístico?, ¿en la formación del aspirantado de la Acción Católica?
Discutir estas conclusiones y llegar a algo práctico.
RECAPITULACION. Dirigir las siguientes o parecidas preguntas a los
asistentes al círculo de estudios:
¿Estás convencido de la importancia del problema educativo? ¿Habrá otro
problema de mayor trascendencia? ¿Por qué? Díme, sinceramente, ¿te has
preocupado seriamente de conocer la situación educacional de tu Patria? ¿Has
reflexionado sobre la educación que has recibido? ¿Has meditado en los aciertos y
desaciertos de que has sido objeto? ¿Cuáles te parecen los aciertos? ¿Cuáles los
desaciertos? ¿Te has dado cuenta que estás influyendo silenciosa, pero
profundamente con tu ejemplo en todos los que te rodean, sobre todo en los niños?
¿Será esto una exageración? Haz un examen de conciencia sobre cuál puede ser la
influencia que estás ejerciendo en torno tuyo. ¿Has pensado en la gravedad del
pecado de escándalo que puede darse al ejercer una influencia torpe, con las
palabras, actitudes, revistas que tienes, libros, conversaciones sobre biógrafos, etc.,
en los niños que todo lo miran, todo lo oyen y van modelando su vida por tus
ejemplos y los de los demás que los rodean? ¿Tienes algo que corregir en esto?
¡Piénsalo!
Dificultades que podrían proponerse para hacer comprender más la misma
materia, dando origen a un debate.
Nadie tiene derecho a inmiscuirse en materia educacional: todos obran mal al
preocuparse de educar, de orientar. No hacen más que faltarle el respeto al niño;
atropellar sus legítimos derechos... Déjele crecer con espontaneidad y él mismo
encontrará su camino en la vida.
Es perder el tiempo gastar energías en los niños que serán maleados por el
ambiente en la edad en que están indefensos: mucho mejor es procurar tratar con los
jóvenes y con los adultos que son capaces de entender los argumentos y de tomar
actitudes de utilidad inmediata.
Los cristianos educados en la fe desde pequeños no tienen el valor de sus
convicciones: repiten gestos... Sería mejor dedicarse a conquistar adultos, ya que la fe
de los convertidos es más valiente y convencida.
II
ENCUESTA SOBRE LA REALIDAD EDUCACIONAL CHILENA
Al terminar este primer Círculo sobre lo que es la Educación, díctese a los
socios la siguiente encuesta que deberán traer contestada a la sesión siguiente:
¿En qué se diferencia la instrucción y la educación?
¿Qué es más importante, la instrucción o la educación?
¿Es Chile un pueblo instruido?
¿Cuál es el porcentaje de analfabetos...?
Los conocimientos que da la escuela chilena ¿son útiles para el pueblo?
¿Cuál es el nivel educacional de nuestro pueblo?
¿Es el chileno un hombre culto, respetuoso, previsor?
¿En qué proporción los hogares chilenos están constituidos civilmente...
religiosamente...?
¿Hay estabilidad en la vida del hogar del pueblo? ¿La hay en el hogar culto...?
¿Se preocupan los padres de la educación de la castidad de sus hijos... de sus
diversiones...?
¿Qué consecuencias se derivan para Chile de la falta de educación?
¿Por qué se preocupa un miembro de A.C. de estos problemas?
¿Qué podemos hacer por solucionar estos problemas?
III
LA REALIDAD EDUCACIONAL CHILENA
Este círculo debe venir precedido de la encuesta sobre la realidad nacional en
materia de educación que acabamos de exponer.
Exposición. Después de haber estudiado la importancia extrema del problema
educativo pasemos a estudiar la realidad nacional en orden a la educación. Nos
daremos cuenta que, precisamente, por ser tan importante la solución del problema
educacional y por estar tan lejos de tener en Chile una solución adecuada hemos de
tratar con toda el alma como católicos y como chilenos por levantar intelectual y
espiritualmente el nivel educativo de nuestro pueblo. Y como no hay verdadera
elevación moral, ni siquiera material que no vaya acompañada de un ideal religioso
nos hemos de esforzar por animar todas nuestras actividades de un espíritu
profundamente cristiano.
El más grave de los problemas chilenos en el orden humano es la falta de una
verdadera educación. Problema éste más grave aún que el problema de la escasez de
salarios, la lucha de clases, el problema político y aun la misma desorganización de
la familia, porque encierra en sí todos estos problemas y los acrecienta.
ANALFABETISMO
El primer hecho que salta a la vista es la gran ignorancia de las masas. Las
estadísticas arrojan resultados bien pesimistas. Tenemos aún en Chile un 25% de la
población adulta analfabeta. Las estadísticas de 1939 afirman que aún hay en Chile
1.200.000 adultos analfabetos. Si desfilaran en fila a un metro de distancia el uno del
otro demorarían más de ocho días en pasar.
El número de niños en edad escolar asciende a 912.550, de los cuales sólo
611.494 están matriculados en la escuela, pero no asisten más que 499.911, quedando
por tanto más de 400.000 niños sin recibir instrucción primaria, o sea, el 42% de la
población en edad escolar no sale del analfabetismo. Y no es posible hacerse gran
ilusión respecto al grado de conocimientos que adquieren los que han cursado la
escuela primaria. La gran mayoría sale semianalfabeta, debido a la distancia de la
escuela, a la pobreza, a veces suma de los padres, a su falta de interés por la
educación. Cada año ingresan a la escuela primaria unos 215.000 niños, pero de ellos
terminan sus estudios primarios unos 10.000, esto es, un 5%.
¿Qué podrá esperar la Patria del sufragio de ciudadanos que carecen de la más
elemental cultura? Y advertimos que la cultura que no dé la escuela no la obtendrá
por otro camino nuestro pueblo, ya que son tan pocas las influencias educadoras que
se encuentran en nuestra vida. En los países europeos, los monumentos, las
tradiciones de los hogares, el ambiente, contribuyen poderosamente a elevar la
mentalidad general.
¿Qué ha de pensar un miembro de la Acción Católica de esta situación de
nuestra Patria? No puede menos de dolerse al ver a sus hermanos tan desprovistos
de estos conocimientos que bien empleados pueden servirles para elevarlos más a
Dios. De aquí que, si puede hacerse, debe preocuparse de los que le están
encomendados para hacerlos más instruidos, sacándolos del analfabetismo al menos.
Los jóvenes de Acción Católica deben prepararse para influir un día en los destinos
de la Patria.
FALTA DE EDUCACION
Más grave aún que el problema del analfabetismo es la falta de educación que
capacite a nuestro pueblo para llevar una vida digna de hombre. Más importante
que deletrear un silabario y saber firmarse es saber vivir correctamente, saber
vestirse, saber comer, saber tener un hogar.
La impresión que produce nuestro pueblo en materia de educación es bien
penosa. La mayoría de los pobres se presentan vestidos con sumo descuido y
suciedad, rotos y harapientos. Nuestro sistema de locomoción popular avergonzaría
a un pueblo primitivo.
La constitución de la familia chilena es desastrosa. La inmensa mayoría de los
hogares obreros se forman al azar por razones pasionales del momento o para
escapar a una situación difícil: la mujer con frecuencia se casa para tener quien la
defienda; y el hombre para tener quien lo cuide... Una desaveniencia originada por el
alcohol rompe esa unión; el hombre se va con otra mujer sin cuidarse más de la
primera y de los hijos; y la pobre mujer cargada de niños, se deja tomar por otro
hombre que busca sus servicios. La actual ley de matrimonio civil distinto del
religioso, dificulta inmensamente la constitución de los hogares chilenos.
La educación familiar falta casi en absoluto. La madre ignora las funciones de
dueña de casa; trabaja en medio del más absoluto desorden, ignora el valor
alimenticio de las comidas y la forma de cocinarlas para que sean agradables;
compra los artículos más caros; cocina bien el domingo y el lunes y pasa hambre el
resto de la semana. La mayoría de las mujeres obreras no saben lavar ni tejer. En un
barrio obrero el 65% de las mujeres no había tomado nunca un par de palillos.
En los campos el huerto está abandonado, no hay hortalizas ni árboles frutales.
Las casas no presentan el aspecto de alegría de los chalets obreros de Estados Unidos
o Europa que se ven allí adornados con flores y las ventanas cubiertas con una
cortina que da aire de hogar a la modesta casa.
El sentido de la responsabilidad falta también; a esto se debe el abandono tan
frecuente del hogar y las taras sociales con que se contagian nuestras familias. En
Iquique, ciudad de 30.000 habitantes ha habido más de mil niños abandonados por
sus padres que han adquirido todas las taras del vicio.
La mortalidad infantil es otro indicio de la gran falta de educación de nuestro
pueblo. La cuarta parte de nuestra población muere antes de terminar el primer año
de vida y la mitad antes de cumplir los nueve años según datos que nos da el Dr.
Salvador Allende en su libro "La realidad Médico-Social Chilena". ¡Es un triste
récord el de nuestra patria! La ausencia de la madre en el hogar, justificada por
motivos económicos hace que los niños queden entregados en manos del hermano
mayorcito. Conocemos el caso de un niño de ocho años que cuida de sus cinco
hermanos, incluso de la guagua.
La vivienda obrera es otro indicio de la falta de educación de que adolece
nuestro pueblo. En las ciudades no se puede hablar de la casa obrera sino de la pieza
en la que vive toda la familia, y a veces varias familias, con escasa luz, sin medios
higiénicos, amontonados en una cama, en la cual duermen hasta siete personas. La
Asociación de Arquitectos de Chile, estima que un millón quinientos mil habitantes
carecen de viviendas adecuadas. En el 12% de los conventillos estudiados
prolijamente había ocho personas por pieza, no siendo ninguna mayor de nueve
metros cuadrados. ¡Qué higiene y qué moral puede haber en tales habitaciones! Las
piezas son caras y consumen una buena parte del presupuesto obrero. Esa pieza no
tiene de ordinario más ventilación que la puerta. Allí se come, se duerme, se trabaja,
a veces se cocina. Cuando hay un enfermo, las ocho o diez personas que viven en la
pieza han de respirar el aire cargado de microbios. ¿Qué moral puede haber en esa
familias en las que los padres, las hermanas mayores, los hermanos, los pequeñitos,
duermen en una misma cama viendo todo lo que puede verse estimulados a veces
por el alcohol? Todas las más bajas y más repugnantes miserias que puedan
describirse son realidad, realidad viviente en nuestro mundo obrero. ¿Hasta dónde
hay culpa? o mejor, ¿de quién es la culpa de lo horrible que se produce?
El impudor cunde en forma alarmante, y al llegar ciertas horas no se pueden
presenciar las escenas que ocurren en ciertos barrios populares... es raro encontrar
una niña que haya llegado a los 15 años que no haya tenido algún accidente. A la
maternidad llegan a veces madres de 14 años.
Las enfermedades sociales cunden en nuestro pueblo y según informes del
Ministro de Salubridad, el 8% de la población de Chile está contagiada por la sífilis.
Más de 10.000 enfermos ingresan cada año a los hospitales por la sífilis. El 30% de las
mujeres embarazadas tratadas por la dirección de sanidad eran sifilíticas y en
algunas clínicas antivenéreas han llegado a perderse más del 60% de los seres antes
de nacer.
El problema económico del pobre, su escasez de salarios no es más que una
repercusión de su falta de educación. Para mejorar el salario no basta únicamente
clamar por leyes sociales, aunque hay que hacerlo, sino que hay que clamar también
por una colaboración eficiente del mismo obrero a la producción, colaboración que
supone una preparación que está lejos de tener y un espíritu de trabajo constante que
harta falta hace por desgracia. La Inspección General del Trabajo estimaba a fines de
1938 en 828.000 el número de obreros que ganaban menos de $ 10 diarios, de los
cuales 474.000, casi todos campesinos tenían menos de $ 5,00 diarios, lo cual nos
indica que más de la mitad de la población obrera de Chile tiene un salario inferior al
vital.
El alcoholismo indicio de falta de educación hace graves estragos en nuestra
raza, la debilita, la degenera, le impide una ascensión social. En 1938 de 314.560
detenidos, 138.607 lo fueron por ebriedad. Unos 100.000 accidentados por ebriedad
hay cada año. Más de 500.000.000 de pesos consume nuestro pueblo cada año en
alcohol y más de 200.000.000 de pesos pierde cada año por no trabajar los días lunes.
No cabe dudarlo: el problema social chileno tiene una honda raíz educativa. Es
necesario clamar: "gobernar es educar".
Esta miseria material y moral en que vive nuestro pueblo lo trae
profundamente amargado, se vuelve hosco, taciturno... con frecuencia en su pecho
se enconan odios profundos para los que tienen. A medida que van introduciéndose
los medios modernos de locomoción y con ellos la literatura social casi siempre roja,
y los agitadores, el antiguo afecto se va cambiando en recelo y hasta en enconada
guerra.
La Acción Católica y la educación popular: ¿Por qué se preocupa la A.C. de un
problema a primera vista tan material como es éste? La respuesta no puede ser
dudosa para quien ha comprendido el mensaje cristiano que ante todo es amor a
Dios y amor al prójimo. El socio de A.C. que ame a Chile y que se interese por su
Pueblo, no puede menos de comprender que la primordial necesidad chilena es que
se devuelva la fe a las conciencias. Triste es confesarlo, la masa obrera chilena se aleja
día a día de la Iglesia: "está como absorbida por la conquista del pan cotidiano hasta
el punto que le es casi imposible pensar en la salvación de su alma". Para elevar
nuestro pueblo a una visión espiritual de la vida hay que comenzar por educarlo.
Cuanto pueda hacer, por tanto, un joven católico por levantar el nivel material,
moral y religioso de nuestro pueblo constituirá una actuación lógica de su
cristianismo. Sería hacer una caricatura de la A.C. el reducirla a un simple
comentario del Evangelio y a unas cuantas prácticas religiosas en común. Estas
actividades han de ser el alimento espiritual para que sus socios puedan realizar una
intensa labor de apostolado cristiano. Instaurare Omnia in Christo, era el lema de Su
Santidad Pío XI: Instaurarlo todo en Cristo. Por tanto también la instrucción, la
educación, el sentido humano de nuestro pueblo.
Conclusiones: Preguntar a los socios en la misma reunión qué consecuencias
prácticas deducen ellos de este estudio que acabamos de hacer.
Los socios de las Conferencias de S. Vicente de Paúl que se interesen no sólo
por llevar un socorro material a los pobres sino sobre todo por elevar su vida moral.
Darse cuenta en las visitas a los pobres y en el trato con aquellos con quienes
estamos relacionados si tienen bien bien constituido su hogar, bautizados sus hijos,
inscritos sus nacimientos.
Ordenar una encuesta sobre el aprovechamiento del salario por parte del
pueblo, sobre sus diversiones, sobre la forma en que vive y los alimentos que usa.
Los socios que tengan fundo o trato con obreros que se persuadan de su
responsabilidad de educarlos y de orientarlos en la organización de su vida.
Las madres, hermanas y novias de los socios, tienen un inmenso campo de
trabajo en la educación de la familia obrera.
RECAPITULACION. ¿Qué impresión te produce el panorama espiritual de
Chile? Entre las necesidades de nuestra Patria ¿cuál te parece ser la más urgente?
¿Qué remedios podrían sugerirse para mejorar al nivel moral de nuestro pueblo?
¿Será posible exigir a los católicos una campaña de abstencionismo alcohólico?
OBJECIONES. Es inútil preocuparse de levantar el nivel de nuestro pueblo;
todo cuanto se haga es tiempo perdido. Entabla el patrón las piezas y echan las
tablas al fuego. Se construyen casas con varias habitaciones y echan a los chanchos o
arriendan las piezas; se les da un huerto, y lo dejan perderse. Mientras más salario
más bebida. El temperamento salvaje de nuestro pueblo es incapaz de cultura. Las
encíclicas sociales son un indicio de la adaptación de la Iglesia a las teorías
comunistas, destinadas al fracaso.
Las teorías sociales recomendadas por las encíclicas podrán servir a lo más para
Europa pero son del todo ineptas para Chile.
IV
¿A QUIENES CORRESPONDE EDUCAR?
CUESTIONARIO. ¿Quiénes tienen derecho para ocuparse de la educación de la
niñez? ¿En qué se fundan los derechos de la Iglesia para dar educación? La familia
¿en qué basa sus pretensiones? ¿Cuáles son los fundamentos y límites de la acción
educadora del Estado?
Exposición. En este círculo trataremos de determinar claramente a quiénes
corresponde la misión de educar, distinguiendo los títulos de la Iglesia, Familia y
Estado, sociedades en las que nace todo hombre.
La educación corresponde en primer lugar a la Iglesia ya que su Divino
Fundador, Jesucristo, verdadero Dios y por tanto dueño absoluto de los hombres,
dijo a sus Apóstoles: "A Mí se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id,
pues, e instruid a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo: enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he
mandado. Y estad ciertos que yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación
de los siglos". De aquí se deduce que Jesucristo instituyó a la Iglesia como maestra
de la verdad sobrenatural; y este testimonio de Jesucristo constituye para la Iglesia
no sólo un permiso de enseñar sino un mandato de hacerlo.
Por otra parte, a la Iglesia en virtud de los poderes dados por Cristo es con
absoluta verdad madre de los cristianos a los cuales engendra por el bautismo y
alimenta con sus sacramentos. Con razón afirma San Agustín: "No tendrá a Dios por
Padre el que rehusare tener a la Iglesia por Madre".
De estos títulos se deriva el derecho de la Iglesia de enseñar, derecho que debe
ser respetado por todas las autoridades humanas. Este derecho tiene como objeto
propio la formación en la fe y en la moral cristiana a sus fieles; y al mismo tiempo la
autoriza a enseñar todo aquello que sea necesario para obtener este fin primario. Por
esto la Iglesia tiene derecho absoluto de enseñar cuanto convenga, para dar una
educación cristiana a sus hijos. Todas las acciones humanas, y por tanto también las
de orden educativo, deben tender al fin último del hombre y no pueden apartarse de
las normas de la ley divina que custodia la Iglesia.
El liberalismo doctrinario ha pretendido substraer de la influencia de la Iglesia
toda la enseñanza humana, pero la Iglesia siempre ha reclamado el derecho que
tiene a inmiscuirse en cuanto diga relación, aunque sea indirecta, con el orden
sobrenatural. Cristo entregó a la Iglesia toda la verdad y la Iglesia hace uso del
derecho cuando expone una parte cualquiera de esta verdad.
De lo anteriormente dicho se deduce que la Iglesia tiene derecho de enseñar las
ciencias y las artes, no menos que de dar la educación física y social. Cuando la
Iglesia no puede dar por sí misma una educación completa a sus hijos, puede por
cierto vigilar la que se da en otros establecimientos, en todo lo que se relaciona con la
religión y la moral. Esta injerencia maternal de la Iglesia no es una intromisión en
asuntos extraños y es sumamente útil para los pueblos y para las familias. La
intervención de la Iglesia, cuando los gobiernos la permitan, impedirá los trastornos
que mentes desenfrenadas podrían acarrear con grave daño a la paz.
En cuanto a las personas a quienes se extiende el magisterio de la Iglesia, Cristo
confió a ella "todas las gentes". Se extenderá, pues, en primer lugar, a todos los fieles,
de los cuales es ella verdadera madre. Imponente sería hacer un prolijo recuento de
los millares de escuelas, colegios y universidades que para ellos ha creado a fin de
instruirlos y educarlos. Millones de alumnos en cada generación han recibido el
influjo maternal de la Iglesia y de ella han aprendido a gobernar sus pasiones e
incluso las verdades más desprovistas en apariencia, de carácter sobrenatural.
Los infieles son también terreno cultivable por la Iglesia ya que están llamados
a entrar en el Reino de Dios y a conseguir su eterna salvación. Este derecho lo viene
ejercitando desde los tiempos apostólicos y es especialmente imponente su
realización en los tiempos modernos. En las heladas estepas de Alaska como bajo el
sol Ecuatoriano, la Iglesia prepara el camino de la fe en las almas mediante millares
de escuelas, colegios y universidades.
La misión de enseñanza de la Iglesia no contradice en forma alguna a los
legítimos derechos del Estado ni de la familia, como tampoco a la justa libertad de
los hombres de ciencia para emprender sus investigaciones. La verdad nunca se
opone a la verdad, sino que la confirma.
DERECHOS DE LA FAMILIA
La fecundidad, principio de vida, que comunica Dios a la familia, es también el
principio del derecho que tienen los padres para educar al hijo para desarrollar esa
vida que ellos le han dado. Este derecho de educar en la familia no es sólo un
derecho, es una obligación estricta y lo recibe la familia, no del Estado, que es
posterior a la familia, sino directamente de Dios. El Estado no puede, pues, atentar
en forma alguna contra el derecho de la familia sino que debe respetarlo y
reconocerle las garantías que necesita para desarrollarse con plenitud. Santo Tomás
afirma explícitamente este principio cuando dice: "El hijo naturalmente es algo del
padre, así, pues es de derecho natural que el hijo, antes de la razón, esté bajo el
cuidado del padre. Sería, pues, contra la justicia natural, que el niño antes del uso de
la razón fuese substraído del cuidado de los padres, o de alguna manera se
dispusiese de él contra la voluntad de los padres". Y como la obligación paterna
continúa hasta que los hijos están en condición de proveerse a sí mismos, perdura
también el mismo inviolable derecho de los padres de educar a sus hijos.
La legislación canónica no sólo reconoce este derecho de la familia, sino que
también lo urge gravísimamente: "Los padres están gravísimamente obligados a
procurar con todo empeño la educación ya religiosa y moral, ya física y civil, y a
proveer asimismo al bien temporal de la misma prole" (Canon 1113).
Frente a esta concepción no sólo de nuestra fe, sino también de la razón se
levantan las teorías totalitarias que niegan ese derecho de la familia, como en Rusia,
en que el niño es considerado como del Estado; o en el régimen filosófico-político del
nazismo que posterga horriblemente los derechos familiares. Es el Estado el señor
absoluto que puede imprimir a la educación el rumbo que desea y orientarla para
obtener un tipo de hombres que tengan como realidad suprema el programa del
Partido dominante. Esta concepción es un atropello brutal de los derechos naturales
del padre sobre sus hijos. Los hijos son algo del padre, y una como extensión de la
persona paterna; ellos entran en la comunidad civil no directamente como
ciudadanos, sino mediante la familia. Las células fundamentales de la sociedad civil
son las familias.
Claro está que los derechos de los padres no son absolutos, sino siempre
respetando la finalidad que Dios ha impuesto a sus hijos. Los padres no son
déspotas sino administradores o apoderados de Dios en la educación de sus hijos, a
los cuales han de educar en todo momento con sujeción a los planes divinos. De aquí
que no pueden enviarlos a los colegios que su capricho dictamine, sino a aquellos en
que se imparta instrucción cristiana, quedando bien en claro que es un deber
gravísimo éste de dar instrucción religiosa a sus hijos. No pueden por tanto los
padres mandar a sus hijos a los colegios protestantes, bajo ningún pretexto, ni
tampoco a aquellos en que no se da instrucción religiosa. Por grandes que sean los
sacrificios que hacen los padres de familia para costear la educación cristiana de sus
hijos deben animarse a no tomar el camino fácil de una instrucción gratuita si ha de
ser con detrimento de sus almas. Hay que respetar la jerarquía de valores que coloca
como el valor supremo el bien espiritual que tiene proyecciones de eternidad. Todos
los bienes de orden temporal deben sacrificarse ante el bien espiritual de orden
eterno.
Los liceos fiscales son instituciones que no pueden llamarse anticatólicas ya que
se da en ellos instrucción religiosa, aunque ésta es demasiado escasa e insuficiente y
perdida muchas veces por el ambiente frío, materialista y a veces anticristiano que
existe en la práctica, formado por profesores hostiles al cristianismo. No puede sin
embargo condenarse al padre de familia que envía sus hijos al liceo, pero hay que
exhortarlo a que lo envíe a un colegio donde la instrucción religiosa sea más práctica,
cualquiera que sea el sacrificio que tal educación traiga consigo. El dinero gastado en
esa educación, será el mejor gastado de los dineros.
En cuanto a la universidad deben también los padres y los mismos hijos
escoger las universidades católicas, como lo urge gravemente la moral. La razón
principal es para recibir la educación en un ambiente positivamente católico, evitar
que las mentes de los alumnos sean perturbadas con doctrinas erróneas que su poca
preparación no los capacita para apreciarlas en su justo valor, recibir en cambio
todas aquellas disciplinas auxiliares que complementan la educación cristiana,
conocer el criterio de la Iglesia en puntos discutidos y desarrollar su vida en un
ambiente que favorezca la expansión de las virtudes. Es absurdo juzgar al niño, y
aun al joven universitario como a un hombre plenamente formado que pueda oírlo
todo, discutirlo todo y al que convenga exponer a un ambiente hostil para fortificar
su fe. Lo que resultará es que admitirá esa cabecita en formación doctrinas que le
harán un profundo perjuicio, sin darse cuenta siquiera que ha recibido el veneno.
Cuando en un caso particular movidos por graves razones estiman los padres
que deben colocar a sus hijos en un colegio acatólico o en una universidad laica
deberán solicitar el permiso del Obispo y tomar tales precauciones que alejen el
peligro próximo de perversión para su hijo. Nunca podrá justificarse el envío de los
hijos a una escuela, colegio o universidad donde haya peligro próximo de que
pierdan la fe: en tal caso es preferible mil veces que permanezcan ignorantes, incluso
analfabetos, antes que se expongan a la pérdida del mayor de los bienes. Felizmente
en Chile no faltan los medios para las familias católicas de poder dar educación
profunda y cristiana a sus hijos en los establecimientos bendecidos o permitidos por
la Iglesia.
El Estado debe guardarse de entrabar este derecho de la Iglesia, y por desgracia
no siempre lo respeta. Así en las modernas concepciones de la educación totalitaria,
el Estado se introduce hasta en lo más íntimo de las conciencias y aunque las familias
y los alumnos no lo deseen les imparte una educación teñida totalmente de
partidismo político. Esas clases son un atropello al derecho de los padres de inspirar
ellos mismos la educación de sus hijos. Algunos países han reconocido ampliamente
este derecho. Así, p. ej., la Corte Suprema de los Estados Unidos declaró en un fallo
notable "que no competía al Estado ninguna potestad general de establecer un tipo
uniforme de educación de la juventud... ya que el niño no es una mera criatura del
Estado. Quienes lo alimentan y lo dirigen tienen el derecho, junto con el alto deber
de educarlo y prepararlo para el cumplimiento de sus deberes".
La Iglesia, por su parte, es tan celosa en reconocer este derecho de los padres
que, a pesar de predicar con inmensa insistencia el deber de bautizar y educar
cristianamente a los niños, no consiente sin embargo en que se bautice a los niños de
los infieles, contra la voluntad de sus padres, mientras los hijos no puedan
determinarse por sí mismos a abrazar la fe, salvo en rarísimos casos.
DERECHOS DEL ESTADO
La sociedad civil tiene también derecho a inmiscuirse en la educación, no a
título de paternidad como la Iglesia y la familia, sino por la autoridad que tiene para
promover el bien común temporal. Por tanto al Estado pertenece un derecho de
educar pero en forma muy diferente del que pertenece a la Iglesia y a la familia.
La autoridad civil ha de limitar su ingerencia en materia educacional a proteger
con sus leyes y medidas gubernativas los derechos anteriores de la Iglesia y de la
familia, removiendo las causas que dificultan la buena enseñanza. Y cuando los
padres no puedan dar una educación adecuada será deber del Estado suplir su falta,
pero siempre dentro del respeto al derecho natural y a la Iglesia.
Al Estado pertenece también promover por medio de facilidades
gubernamentales la enseñanza y la cultura intelectual, moral y física. Esta acción en
favor de la educación conviene que la haga el Estado antes que todo favoreciendo la
labor de la Iglesia, de las familias, de las instituciones privadas, más bien que
erigiéndose él en institución docente. Esto no significa que el Estado no pueda
construir escuelas y universidades para suplir la labor privada: puede hacerlo, como
puede también exigir un control de la seriedad y calidad de la instrucción privada,
pero en tal forma que no venga a equivaler a una tiranía y en la práctica a la
supresión de la enseñanza libre. Es también ilícito e injusto todo monopolio
educativo que fuerce a las familias a acudir a las escuelas del Estado, contra los
deberes de la conciencia cristiana, o aun contra sus legítimas preferencias. Ojalá que
en esta materia imitaran los Estados el respeto de que dan muestra las legislaciones
belga, holandesa, inglesa, americana y las de varios otros grandes países que
reconocen el derecho de los particulares de abrir escuelas, colegios y universidades,
controlan discretamente su actividad, subvencionan sus establecimientos, reconocen
sus exámenes y títulos. Y ciertamente que estos países donde una justa libertad de
enseñanza es reconocida, el nivel cultural aumenta y los ciudadanos se sienten
contentos de poder transmitir a sus hijos una educación conforme a sus creencias y
preferencias. ¡Ojalá que entre nosotros desaparecieran las trabas impuestas por
nuestras leyes que impiden el pleno desenvolvimiento de la educación privada!
Legítimas aspiraciones de los católicos chilenos son las siguientes:
1ª) Reconocimiento práctico del derecho de dar enseñanza según las creencias
de los padres, subvencionando el Estado en forma plenamente suficiente a las
escuelas libres para que puedan desenvolverse con la ayuda del Estado. Esta ayuda,
por otra parte, no es más que la devolución a los contribuyentes de sus dineros en
una forma que satisfaga a sus deseos. En el régimen actual la subvención es exigua,
pagada con grandes retardos, y pesa sobre ella la amenaza de ser suprimida. Si el
Estado diera subvenciones suficientes y proporcionales al número de alumnos que
grupe cada escuela tendríamos los católicos la alegría de poder dar a nuestros
alumnos una enseñanza que refleje nuestro sentir. Hoy la inmensa mayoría de los
alumnos católicos han de ir a las escuelas oficiales, donde no encuentran el ambiente
que deberían encontrar.
2ª) Reconocimiento del derecho de fijar sus programas, tomar sus exámenes,
recibir subvenciones gubernamentales a los colegios de segunda enseñanza que
reúnan ciertas garantias prudentes. Los colegios deben poder abrir diferentes cauces
a la educación de los jóvenes y al mismo tiempo deben tener la tranquilidad
suficiente para confiar en que su enseñanza va a ser respetada en los exámenes, pues
de lo contrario todos los derechos pasan a ser ilusión.
3ª) Reconocimiento de los títulos universitarios de las universidades que
reúnan condiciones de seriedad en su enseñanza y administración.
4ª) Por parte del Gobierno, que se abran nuevas posibilidades de orden más
práctico para tantos alumnos que buscan una orientación que les sirva para la vida a
fin de disminuir el inmenso proletariado intelectual.
Estas aspiraciones son justas. Ojalá lleguen en Chile a convertirse en realidad.
El Estado puede reservarse con exclusividad, sin embargo, algunos aspectos de
la educación necesarios para la recta administración de la cosa pública y para la
defensa interna y externa de la paz, como ser la instrucción que prepara a sus
oficiales para el ejército y armada y podría también hacerlo para otros servicios
público.
Claro está que el Estado no debe exagerar, como lo hacen los movimientos
ultranacionalistas, este espíritu de militarismo, de violencia, de exaltación del
atletismo que son las desviaciones de los legítimos esfuerzos en pro de la disciplina,
fortaleza, educación física. En los ejercicios militares de los civiles hay que cuidar
que no se desvíe el espíritu del descanso dominical, sacando en exceso a los jóvenes
de sus deberes religiosos y de su vida de hogar.
Una vez expuesto el campo de las tres sociedades que tienen a su cargo la
educación de la niñez hay que desear que esas tres realicen su misión en íntima
unión y comprensión. De la lucha el perjudicado será el niño; de la unión todos
sacarán utilidad. San Agustín decía hace ya muchos siglos: "Por cierto los que dicen
que la doctrina de Cristo es enemiga del Estado, que presenten un ejército tal como
la doctrina de Cristo enseña que deben ser los soldados; que presenten tales
súbditos, tales maridos, tales cónyuges, tales padres, tales hijos, tales señores, tales
siervos, tales reyes, tales jueces y finalmente tales contribuyentes del fisco cuales la
doctrina cristiana mandan que sean, y atrévanse a llamarla nociva al Estado; más
bien no duden un instante en proclamarla, donde ella se observe la gran salvación
del Estado".
CONCLUSIONES. Leer la Encíclica sobre la educación cristiana de la juventud
de S.S. Pío XI. Posesionarse del criterio de la importancia de una educación en que la
Iglesia haga oír su voz maternal. Cualquier sacrificio por obtener o por dar esta
educación. El criterio de la educación cristiana abraza incluso la vida universitaria:
por tanto recapacitar sobre este punto si se trata de la elección de la Universidad.
RECAPITULACION. ¿Qué sociedades tienen derecho a la educación del niño?
¿En qué se funda el derecho de cada una? ¿A quién pertenece primariamente el niño,
al Estado o a la familia? ¿Qué piensas de la concepción totalitaria que impone una
instrucción partidista obligatoria para todos los ciudadanos? ¿Puede un joven
católico ingresar a un colegio o universidad no católicos? ¿Cuál debe ser el punto de
vista central de un padre de familia al determinar la elección de escuela para sus
hijos?
OBJECIONES. El niño nace ciudadano y es ante todo ciudadano, es por tanto el
Estado a quien incumbe determinar según las conveniencias nacionales, como
suprema ley, todo cuanto corresponde a la educación.
Frente al fracaso de las democracias no hay más concepción posible que una
educación totalitaria que cree en los niños la mística de la Patria; es ésta la única
manera de hacer frente a los gravísimos problemas de nuestro siglo.
La unión es absolutamente necesaria en un país: ella no puede realizarse sin la
educación. El Estado debe, pues, fijar los criterios nacionales para producir esa
unidad tan necesaria en nuestros tiempos.
V
DESORIENTACION EDUCACIONAL*
CUESTIONARIO. ¿Qué relaciones hay entre filosofía y educación? La filosofía
marxista y la racista ¿tienen una pedagogía propia? La concepción sobre el hombre y
la vida ¿cómo influyen en la educación?
Exposición. Conviene tener ideas claras sobre qué es educación y cómo han de
ser educados los niños. Porque actualmente no hay acuerdos sobre estos puntos; los
hombres no convienen en lo que deben aprender los jóvenes en orden a la virtud o a
la vida más noble; ni ven claro si la educación ha de procurar el desarrollo de la
inteligencia o del carácter moral... De ninguna manera está claro si se ha de cultivar
lo que es útil para la vida, o lo que lleva a la virtud o la ciencia abstracta... Y acerca
de la virtud no hay nada confesado igualmente por todos; pues no todos aprecian la
misma virtud, de modo que, como es natural, también difieren en el cultivo de ella
(nota 1).
En este cuadro, Aristóteles nos presenta la desorientación de su tiempo; nos
dice que "es confuso el examen de estas cuestiones" porque "no hay acuerdo sobre
qué es educación y cómo han de ser educados los niños".
¿Podemos aplicar las palabras del filósofo a nuestros tiempos? ¿Sabemos
nosotros qué es educación y cómo han de ser educados los niños?
Basta observar las diversas doctrinas y métodos que se defienden y ensayan -
doctrinas y métodos muchas veces son contradictorios entre sí- para llegar a la
conclusión que las palabras de Aristóteles son todavía de triste actualidad. En
Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, Chile... ¡qué panorama tan variado de
doctrinas y métodos educacionales!
La educación es uno de los problemas más trascendentales que debe plantearse
todo gobierno, y ¿podemos decir que se haya solventado perfectamente en alguna
parte?
Creo que un breve examen de algunos de los principales sistemas nos dará la
clave de la presente desorientación como también nos indicará la base necesaria para
toda educación verdadera.
PUNTO DE PARTIDA. ENSEÑANZA LAICA
Como punto de partida y término de comparación nos servirá un sistema de
enseñanza por todos conocidos. Es la que muchos llaman escuela tradicional, laica
en su doctrina y receptiva en su forma (nota 2).
Laica es aquella enseñanza que pretende guardar la neutralidad en materia
religiosa. Porque "cada hombre es libre de abrazar y profesar la religión que haya
creído verdadera, según la luz de la razón" (nota 3).
Enseñanza puramente receptiva es la que se caracteriza por la pasividad del
alumno. Oír al profesor, aprenderse de memoria lo que enseña. El papel del
estudiante se reduce a absorber, recibir.
Saltan a la vista los graves defectos de que adolece tal enseñanza. En primer
lugar, la pretendida neutralidad de la escuela laica "no es posible porque de hecho
viene a hacerse irreligiosa" (nota 4). Los campos del conocimiento y de la moral están
tan íntimamente compenetrados con la existencia de la Iglesia y las verdades por ella
enseñadas, que "la escuela no puede tener respecto de nuestra Religión la actitud que
se traduce por las palabras: Yo no te conozco" (nota 5).
Además: el solo pretender una neutralidad en materia tan importante como es
la Religión, ya es un grave error pedagógico porque el centro de la gravedad de la
instrucción y de la educación no está, en manera alguna, en la adquisición de toda
suerte de conocimientos, sino en el espíritu que anima a la escuela, en el ideal que se
ha fijado, en la filosofía de la vida en que se inicia la juventud (nota 6).
Al contrario, la enseñanza laica, careciendo de espíritu e ideal y verdadera
filosofía, perdiendo con la Religión la brújula orientadora de las verdades eternas, ha
venido a caer en la mera instrucción.
En efecto, en vez de simples medios de una educación integral las diversas
materias se han disputado el primer puesto como fines, y, no habiendo ninguna
razón para que una primase sobre las demás, hemos llegado a los programas
enciclopédicos en que el pobre niño ha de aprender de todo sin ningún principio de
unidad en aquella colección de materias y bolillas.
En segundo lugar la forma puramente receptiva no es pedagógica. Huelga aquí
todo comentario. Sólo advertiré que al caracterizar la enseñanza tradicional como
laica y receptiva, no pretendo afirmar que la pasividad sea esencial a la neutralidad
en materia religiosa. Únicamente afirmo el hecho que la enseñanza tradicional ha
sido y es laica y receptiva. Con todo, alguna relación puede hallarse entre estas dos
notas: como apuntamos más arriba, los programas enciclopédicos provienen en gran
parte de la falta de filosofía verdadera de la educación que, bien definido el fin,
unifique y subordine las diversas materias según su relativa importancia. Ahora
bien, con programas enciclopédicos es imposible toda enseñanza que no sea
receptiva.
He aquí pues la educación predominante en gran parte de Europa durante el
siglo pasado y que todavía en muchos países del viejo mundo y en todos o casi todos
de nuestra América Latina.
ENSEÑANZA ANTICRISTIANA. MEDIO DE PROPAGANDA,
RUSIA, MEXICO, ETCETERA.
Hemos visto que la enseñanza laica se propone la neutralidad en materia
religiosa, pretende ser una educación sin verdadera filosofía; una educación que no
forme el criterio del niño. La educación neutra es una contradicción pedagógica.
De aquí que los gobiernos más o menos centralizados hayan tomado
frecuentemente la enseñanza como medio de propaganda. Rusia, México, Italia,
Alemania, etc... han procurado formar una juventud que afirme y continúe la forma
de gobierno implantada.
Así conocemos la educación comunista y antirreligiosa de Rusia y México.
En Rusia "la propaganda bolchevique antirreligiosa constituye un aspecto
indispensable de la educación comunista. Hacer de los niños ateos militantes; hacer
de ellos hombres sin creencias y sin prejuicios religiosos libres de todo vestigio del
capitalismo, tal es la honorable obligación del maestro bolchevique, a quien el
partido y el gobierno han concedido derechos enormes y a quien se ha confiado la
educación y la instrucción de la actual generación...".
Ante todo el maestro debe impregnar sus enseñanzas en el espíritu del ateísmo
militante. Textos de la editorial "Para la educación comunista", publica el Órgano del
Comisariato de Instrucción Pública (nota 7).
En México no es menor la propaganda antirreligiosa, pues el artículo 3º de la
Constitución, reformado en 1935, no deja lugar a duda. "La educación que imparte el
Estado será socialista, y, además de excluir toda doctrina religiosa, combatirá el
fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y
actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto
del Universo y de la vida social" (nota 8).
Tales objetivos de educación socialista y atea no son letra muerta, sino que se
realizan en la práctica. Pruébanlo los medios verdaderamente diabólicos con que los
gobernantes de México pretenden conseguir su fin. Los libros publicados con
expresa recomendación oficial; la formación de los maestros y las protestas legales
que han de firmar; los programas de estudios con sus temas antirreligiosos, temas
sexuales, temas marxistas; los libros de texto...., todo está encaminado a cumplir lo
que exige el Plan de Acción de la Escuela Primaria Socialista (pp. 7-16): una escuela
"científica... desfanatizante... coeducativa... emancipadora" (nota 9).
La enseñanza mexicana y rusa no difieren, pues, de la enseñanza laica
tradicional sino en la falta de neutralidad; se proponen como fin la formación de
ateos y comunistas convencidos, usando muchas veces de todos los medios
modernos a su alcance, lícitos e ilícitos. Con todo, el método es generalmente
receptivo ya que los desórdenes de un alumnado sin moral han hecho necesario un
régimen autoritario que contrasta irónicamente con las "libertades y derechos
populares" del comunismo (nota 10).
ENSEÑANZA RACISTA
Aunque bien podría incluirse en el capítulo Medio de Propaganda, la nueva
educación implantada en Alemania merece capítulo aparte.
En Rusia y México procúrase arrancar al niño toda idea religiosa, infiltrarle el
odio de clase _en una palabra_ formar de él un comunista ateo. Para ésto se recurre a
todos los medios, incluso la corrupción moral. En Alemania es otro el fin; se trata de
saturar al niño en una nueva religión: el culto de la raza germana, sus glorias, su
superioridad. Conservar la raza, perfeccionarla, multiplicarla; de ésto depende la
grandeza del Tercer Reich.
En el nuevo plan de estudios (nota 11), declara el Ministro, Sr. Rust, que "todas
las formas de educación tienen un fin: la formación del hombre nacional-socialista"
(p. 14); la concepción nacional-socialista del mundo no es una materia o una
aplicación práctica de la educación, sino su fundamento" (p. 19).
Alfredo Baeumler en su artículo Die deutsche Schule in ihrem Zusammenhang
mit den geistigen Stroemungen der deutschen Geschichte (nota 12), dice que la
educación alemana sólo puede entenderse como instrumento del pueblo alemán que
lucha por la unidad de su concepción del mundo; y saluda la última reforma del
Ministro del Reich, Rust, es en la historia de la educación alemana un acontecimiento
del todo nuevo... Por vez primera en la historia de la educación alemana, es posible:
primero, ponernos delante un modelo de hombre que sea obligatorio y luego
conformar la educación a esta imagen. La imagen es la del hombre nacional" (nota
13).
Tal es el fin de la educación alemana: el hombre nacional-socialista con su
Weltanschauung o concepción de la vida y del mundo; fin inadmisible por ser
inadmisible esta concepción de la vida (nota 14).
En cuanto a pedagogía, rompe la educación alemana con el mito de una
formación puramente intelectualista. Afirma con razón que no sólo se ha de formar
el entendimiento del niño sino también su voluntad, su corazón, todo su ser; pero
cae en el error cuando "el Nacional - Socialismo declara su convicción... que nadie
puede percibir una realidad que no le afecte interiormente... Sería imposible la
percepción sin la pasión de participación en aquello que queremos percibir" (nota
15).
Está condenada por S.S. Pío XI la proposición que dice: "El fin esencial de la
educación es desarrollar las características de la raza y enardecer los espíritus en un
amor ardiente a la propia raza cual si se tratase de un bien supremo" y en realidad
todo el plan pedagógico alemán está trazado según este criterio erróneo. El estudio
de la raza, especialmente en la biología, es el eje de los nuevos estudios.
"Considerado como comunidad de sangre, con cuyo pasado está ligado cada
individuo por sus abuelos y con cuyo futuro está ligado cada individuo por sus
nietos, posee el concepto de pueblo un significado nuevo. Este significado constituirá
para la juventud una obligación de conservar pura la herencia de sus padres y de
tener en cuenta las leyes eternas de la sangre y de la raza. Una vez alcanzada esta
finalidad, se habrá cumplido en la biología con lo que demanda el Führer en Mein
Kampf:: "El trabajo de formación y de educación debe encontrar su coronamiento en
el grabar a fuego instintiva e intelectualmente el sentido de raza y el sentimiento de
raza en el corazón y en el cerebro de la juventud a él confiada. Ningún niño y
ninguna niña debe dejar el Colegio sin haber sido guiado al último conocimiento de
la necesidad y de la esencia de la pureza de sangre. Con esto se creará el punto de
partida para la conservación de las bases raciales de nuestro pueblo, y por medio de
ellas, a su vez, la seguridad de las condiciones para su ulterior desarrollo cultural".
(Plan de Estudios, p. 142).
"La necesidad de la cooperación con las otras materias nace especialmente de la
misión de la biología en la formación del concepto de la vida". El estudio del alemán
y su literatura, la historia, la geografía, la física, y química, las matemáticas, el dibujo,
la gimnasia...; explica brevemente el Ministro cómo han de completar la biología y
ser completados por ella, (p. 150).
Los medios que emplea el Nacional- Socialismo para poner en práctica sus
ideas pedagógicas, son de una rigidez y tiranía verdaderamente prusianas:
supresión de colegios católicos; reglamentación y uniformidad en los demás,
verdadero monopolio en todo el sentido de la palabra. La formación clásica, tan
floreciente antes en Alemania y Austria, ha recibido un duro golpe con la limitación
del número de los Gimnasium (colegios de estudios clásicos) y la exclusión de ellos a
las mujeres (nota 17). "La misión del Gimnasium del futuro ya no será el satisfacer
las ambiciones culturales de aquellos a cuyos ojos el antiguo Real u Oberrealschule
(establecimientos de programas científicos) no eran suficientemente "distinguidos".
El Gimnasium alemán del futuro está destinado solamente para aquellos cuya
intención seria es el dedicarse a los clásicos" (nota 18).
No me detendré más en esta parte del artículo, pues basta lo dicho para hacer
resaltar la nota característica de la nueva educación alemana: educar sobre todo el
corazón, el criterio del niño, su Weltanschauung, en el sentido nacional-socialista.
Por el fin concreto que se propone, apártase de la enseñanza laica; mientras que la
especial atención al cultivo de la afectividad y voluntad del educando distinguen la
educación nazi de la forma puramente receptiva de la enseñanza tradicional.
LA ESCUELA NUEVA
Bajo este título quiero englobar las numerosas tendencias pedagógicas
modernas, llamadas también: escuela activa, educación progresiva, educación
fundamental, etc.
El Profesor Lourenco Fihlo (nota 19 ) distingue dos grandes grupos:
I. Los sistemas empíricos de experimentación y ensayo
Thomas Arnold y F.W. Sanderson de las public schools de Inglaterra; las New
Schools de Cecil Reddie y de J.H. Badley; Edmond Demolins y l'Ecole des Roches;
Hermann Lietz y las Landerziehungsheime; la Freischulgemeinde de G. Wineken; la
Odenwaldschule de P. Geheeb; Kerschnsteiner en las escuelas públicas de Munich;
Parkhurst y Washburne en Estados Unidos; Cousinet, Gentile, Radice, etc.
II. Los sistemas de aplicación científica
María Montessori con sus principios de libertad, actividad e individualización
del niño con su "material" especialmente adaptado a los jardines de la infancia y sus
lecciones "materializadas" para la enseñanza primaria; Ovid Decroly con sus "centros
de interés" que encierran las tres etapas de observación, asociación (geografía,
historia, técnica, ontológica) y expresión; John Dewey y su sistema de proyectos.
Es imposile examinar en un artículo, aún sumariamente, cada una de estas
formas de la escuela nueva; pero puédense señalar algunos rasgos ciertamente
dignos de estudio y comunes a casi todos estos nuevos sistemas.
"La escuela nueva quiere que la actividad sea libremente consentida; afirma
que sólo el esfuerzo espontáneo aceptado por el niño posee un valor educativo".
Creo que estas palabras de A. Richard (nota 20 )encierran la esencia de la
escuela nueva.
Numerosas son las doctrinas filosóficas en que los diversos innovadores han
basado sus sistemas; más numerosos aún los distintos métodos empleados; pero
todos aceptan el principio arriba expuesto aunque es de advertir que la palabra
"espontáneo" se presta a diversas interpretaciones.
Más concretas son las siguientes bases aprobadas por The Progressive
Education Association de Baltimore, aunque no de una aceptación tan universal:
1º Libertad para el desarrollo natural. La conducta del alumno deber ser regida
por él mismo, de acuerdo con las necesidades sociales de la comunidad, mejor que
por leyes arbitrarias. Debe facilitarse amplia oportunidad para la iniciativa y
autoexpresión, situando a los niños en un ambiente rico en material interesante, que
ha de entregarse al libre uso de cada alumno.
2º El interés, móvil de todo el trabajo. El interés ha de ser satisfecho y
desarrollado mediante: a) contacto directo e indirecto con el mundo y sus
actividades, y uso de la experiencia así conseguida; b) aplicación del conocimiento
obtenido y correlación entre las diversas materias; c) conciencia de que el saber es un
todo, íntimamente relacionado.
3º El maestro no impondrá el trabajo, siendo apenas un guía. Es esencial que el
maestro conozca los fines y principios generales de la educación progresiva, y tenga
libertad para el desarrollo de la iniciativa y originalidad" (nota 21).
No hay duda que muchas innovaciones de la escuela nueva han sido muy
felices; pero adolece también de graves defectos por la falta de una filosofía
pedagógica verdadera. W.A. Kelly analiza brevemente algunas características de las
teorías progresistas:
1. Se toman en cuenta circunstancias presentes, transitorias, como si fueran de
primera importancia; mientras que los verdaderos valores no se consideran. Basadas
enteramente en una interpretación materialista de la vida, estas teorías llevan al
culto del éxito y a la megalomanía... La Educación sufre una bancarrota espiritual...
2. Sólo se aprecia lo nuevo, lo moderno; lo antiguo ya no tiene valor, aún
cuando sea inútil lo nuevo y dañoso lo moderno. La vida está en moverse, cambiar.
Así se innova mucho en cuanto a métodos y se olvidan los fines, lo esencial.
3. Estas teorías están basadas sobre la doctrina de entrenamiento específico.
Todo es práctico. No hay formación general. Los sentidos _ la actividad. Los
caprichos del niño se convierten en leyes. Se multiplican los métodos rápidos; se
exageran los aspectos vocacionales. La educación busca la competencia más bien que
la cultura.
4. Al razonamiento disciplinado se sustituyen los llamados "life-situations".
Perfección, disciplina, trabajo serio... se convierten en juego; y cuanto más se
entremezcla la idea de juego en el plan de enseñanza, tanto más se acerca la
educación a una desintegración completa.
5. Se subraya exageradamente el éxito y la expresión personal, descuidándose
el control personal. Sólo se considera al individuo en relación a la sociedad
(concepción incompleta). Programas que crían superficialmente con invocaciones
sociales, experiencias personales.
6. Dicen que buscan la integración de la personalidad pero hacen esto
imposible porque omiten la religión; divorcian los intereses educacionales de los
intereses espirituales (nota 22).
Tales son las diferencias de las teorías progresistas, deficiencias que comparten
en mayor o menor grado casi todos los métodos de la escuela nueva cuando no están
basados en una filosofía directiva verdadera. Lo reprochable no es tanto la
innovación cuanto la falta de doctrina verdadera que dirija y contenga en sus justos
límites la tal innovación. Es de notar que la educación funcional es casi siempre laica.
Resumen y conclusión.
"A la verdad, nunca como en los tiempos presentes se ha hablado tanto de
educación; por esto se multiplican los maestros de nuevas teorías pedagógicas, se
inventan, proponen y discuten métodos y medios no sólo para facilitar, sino para
crear una educación nueva de infalible eficacia, capaz de formar las nuevas
generaciones para la ansiada felicidad de la tierra" (nota 23).
¿Han encontrado esta educación nueva de infalible eficacia? ¿Han acertado los
hombres en la verdadera educación?
Hemos examinado brevemente la enseñanza tradicional; la que se propone por
fin la formación de un comunista ateo o de un nacional-socialista; por último la
escuela nueva _ y podemos concluir con Rodolfo Eucken: "El campo de la educación
y de la instrucción sufre especialmente una falta de dirección capital de la vida, una
ausencia de verdades eternas... Reforma de la enseñanza, es el grito de hoy día, pero
carecemos de filosofía de la educación, carecemos de ideal de educación firmemente
anclado en una concepción total de la vida; y estas faltas no nos inquietan ni poco ni
mucho" (nota 24).
Afortunadamente el campo educacional no está limitado dentro de los tres o
cuatro sistemas arriba examinados. La Iglesia posee una filosofía y educa
verdaderamente a la juventud donde quiera encuentra algunos restos de libertad y
dispone de los medios humanos adecuados. Hay también muchos que, sin ser
católicos hacen una hermosa obra cultural porque pueden repetir con Foerster:
"Estoy convencido de que toda doctrina profunda de la educación es inseparable de
la concepción filosófica de la vida y de la teología" (nota 25). Por último, en algunos
países como Inglaterra, la tradición ha impedido que la enseñanza decayera tanto
como en otras partes; pero aún la tradición vale poco, a la larga, si no está fundada
en una doctrina verdadera de la vida.
Necesitamos saber qué es educar; necesitamos una orientación antes de poner
manos a la obra; necesitamos una filosofía directiva de la educación para fundarla en
la verdad.
CONCLUSIONES. Ser como la abeja que liba su miel de todas las flores, así
nosotros tomaremos los buenos elementos que nos aporta cada sistema educativo,
pero no nos dejaremos engañar por el nombre de ciencia con que se cubren muchos
errores.
Apreciar en lo que vale la fijeza de rumbos de la pedagogía católica que es
substancialmente la misma ahora que cuando la Iglesia comenzó a enseñar. Esta
fijeza de rumbos se debe a que la Iglesia tiene una concepción bien clara sobre el fin
de la vida y por tanto sobre el fin de la educación.
RECAPITULACION. ¿Cuáles son las ideas básicas del laicismo en educación?
¿En qué se funda la pedagogía racista? ¿En qué, la enseñanza comunista? ¿Por qué se
oponen estas doctrinas al catolicismo? La educación nueva ¿es un movimiento hostil
a la Iglesia? ¿Tiene sugerencias interesantes?
OBJECIONES. La educación ha de ser laica para respetar la libertad del niño y
dejarle a él la elección de filosofía y religión.
La pedagogía totalitaria tiene asegurado el porvenir: es la concepción a la que
se orientan los grandes países. En la concepción totalitaria, no hay un sitio
independiente para la Iglesia... Por tanto marchamos a la liquidación de la escuela
católica.
VI
LA EDUCACION DE DIRIGENTES
CUESTIONARIO. ¿Qué cualidades ha de tener un dirigente que tenga pasta de
jefe? ¿Cuáles han de ser las aspiraciones centrales de un jefe? ¿Cómo cultivar el
idealismo que tanto necesita un dirigente? ¿Cómo fomentar el espíritu de
organización?
¡Jefes! ¿Jefes! es el gran clamor de nuestra época. La civilización moderna, así
como va nivelando los medios de transporte, de alumbrado, de diversión, va
nivelando también los hombres y, por desgracia, nivelándolos por lo bajo. Se va
produciendo un tipo de hombres que es standard, como es standard el tipo de autos
que se construyen en un año... Todos tienen las mismas aspiraciones: gozar lo más
que se pueda, con el mínimo de esfuerzo; apurar la felicidad de la vida con la
fruición con que se chupa un buen habano, sin preocuparse de que también la pobre
vida humana va a quedar dentro de muy poco reducida a una colilla inútil. Todos
lamentan terriblemente este descenso de los valores humanos en la sociedad de
nuestros días, envilecimiento de los ideales, falta de esfuerzo, falta de generosidad,
inconciencia para juzgar las grandes realidades de la vida, inconstancia en lo
comenzado. En el fondo de nuestra época bulle un inmenso egoísmo que
empequeñece los hombres, mata los ideales generosos y corre peligro de hacer
perecer nuestra sociedad. En estas circunstancias todos los hombres honrados y
patriotas claman pidiendo ¡Jefes! ¡Jefes! hombres que sobresalgan de la masa, se
impongan por su valor personal, su preparación, sus virtudes.
La Acción Católica también adolece del mismo defecto. Le hacen falta jefes. Las
tropas podrían reunirse. Habría muchos soldados de buena voluntad que acudirían
presto si encontrasen un jefe que los agrupara y los entusiasmara con ideales
superiores encarnados en su misma vida. De hecho donde quiera que aparecen esos
jefes, la A.C. cambia de aspecto. Por más abandonado que sea un barrio o un pueblo,
por más frío que sea el ambiente de una parroquia, donde aparece un jefe auténtico
se agrupan los católicos en torno suyo y renace la vida espiritual. Mil ejemplos
podríamos citar para comprobarlo. La gracia del Espíritu Santo no falta. Lo que falta
son colaboradores entusiastas de la obra de Dios, que comprendan su misión y se
lancen a la conquista de las almas.
¿Qué cualidades se requieren para ser jefe? Un proverbio inglés dice que en
toda gran empresa intervienen tres hombres: un soñador, un trabajador, un
organizador. El jefe es la síntesis de los tres. Su misión es conducir. El jefe no se
improvisa la víspera de un combate; ni cae de las nubes, ni es un artículo de
importación. Es un hombre que tiene cualidades extraordinarias y las desarrolla:
Soñador es la primera cualidad que el citado adagio requiere en el jefe. Esto
quiere decir idealismo, entusiasmo, corazón grande y generoso, que vibre ante
ideales superiores. El jefe no puede considerar la vida únicamente bajo el punto de
vista de sus obligaciones, sino de sus posibilidades; no se fija tanto en las sanciones
que se seguirán de una determinada conducta cuanto en la belleza de su obrar en el
sentido del ideal. Jóvenes de esta pasta los hay y no pocos. La juventud es la edad
del heroísmo y la gracia de Dios depositada en los corazones fuerza por abrirse paso
en muchas almas hacia planos superiores. El exceso del mal de la época en que nos
ha tocado vivir excita en las almas nobles un deseo de cumbres. El jefe debe ser un
perpetuo inconformista con el mal de su época; jamás resignado a la vulgaridad,
jamás pactando con las pequeñeces e imperfecciones. Es lo suficientemente realista
para saber que "es necesario que haya escándalo", pero al mismo tiempo está lleno
de esa confianza "que vence al mundo". El es una perpetua oposición al mundo en lo
que tiene de malo. Nunca se resigna al evangelio del pecado. Por eso es
incomprendido: se le tacha de soñador, de quimérico, de quijote, y no por eso se
desalienta. Observa el mal, lo juzga con serenidad, pero no lo hace norma de su vida,
sino que procura cambiarlo; no es un iluso, sino un hombre de fe.
En cuanto a su vida interior, el jefe aspira a ser un santo. No pacta con la
mediocridad. Participa del pensamiento de León Bloy "que la única tristeza que
puede tener un cristiano es la de no ser un santo". Le repugna una vida interior
señalada únicamente por los límites del pecado y de la obligación. Aspira a darse
enteramente a Dios, y no se asusta al proponerse como ideal de su vida el mismo de
San Pablo: "mi vivir es Cristo". "¿Qué haría Cristo en mi lugar?" es su pregunta en
cada una de sus dificultades, y todos sus problemas los soluciona a la luz de ese
Cristo cuya vida él prolonga. Y con todo esto no es escrupuloso, ni corazón achicado,
pudibundo, ni mojigato... Goza de libertad de espíritu: de esa santa libertad de los
hijos de Dios, ausente de miedos y puerilidades.
En cuanto a su acción, el jefe la contempla como integrada en el gran
organismo que se llama humanidad, a la cual aspira levantar a la altura de los planes
divinos; pretende influir en toda ella por su oración, por sus obras repletas de
divinidad, por su incorporación en Cristo y por su influencia personal en el medio
en que le cabe actuar. Sin timideces ni falsas humildades es audazmente
conquistador; es atrevido, sin dejar de ser prudente; es divino, sin dejar de ser
profundamente humano.
Estos ideales los cultiva mediante una formación interior seria. Vida espiritual
intensa que procura basarse en un conocimiento íntimo y personal de Cristo. Para
eso estudia su religión, conoce sus dogmas, medita cada día la vida de Cristo o sus
enseñanzas o los ejemplos de los santos con el fin de asemejarse más a ellos. Uno de
los jefes que más ha revolucionado el mundo en la época moderna al leer las vidas
de Fco. de Asís y Domingo de Guzmán, decía: "Esto hizo Francisco, esto hizo
Domingo, pues eso he de hacer yo"... Excelente escuela de jefes donde se despierta
de ordinario la primera chispa de idealismo son los ejercicios espirituales.
Organizador ha de ser quien aspira a ser jefe. ¡Cuánto idealismo quedan en el
aire y no logran realizarse jamás, porque el jefe no fue un organizador! Sobre todo,
¡Cuántas influencias no duran más que la vida de la persona, ni van más lejos de su
irradiación personal por falta de una organización fuerte en que se encuadren esos
ideales. Un jefe no puede contentarse con su acción personal que es muy limitada;
eso indicaría falta de ideales. Para que esa acción trascienda más allá se necesita una
fuerte organización. Es necesario someterse a una reglamentación, perder horas en
movimiento de oficinas, en cartas y tarjetas y listas y cárdexs, en organizarse, por
más que protesten los ultraidealistas, que nunca llegan a ser jefes auténticos, porque
no tienen el inmenso valor de aceptar las realidades. Pierden su vida en ideales,
discursos, en concepciones grandiosas y, tal vez por un verdadero complejo de
inferioridad, protestan contra la organización. De ahí que al perderse su influencia
personal desaparece su obra sin dejar rastros.
Si hay una obra que requiera organización es la A.C., precisamente por ser
"católica", esto es de proyecciones nacionales, más aun universales. Para una obra de
estas proporciones es necesaria una organización, y una aceptación seria aunque no
escrupulosa de los reglamentos. De aquí que un jefe de A.C. necesite como condición
básica tener cualidades de organizador. No basta la plenitud de sus ideales, la
facilidad de su palabra, la simpatía de su persona: ha de ser también profundamente
realista y por tanto, también organizador.
Claro está que un hombre meticuloso, que haga de la organización el centro de
un movimiento, fracasará. Fracasará también quien pretenda dar a una obra una
organización mayor de la que puede soportar en el momento preciso de su
desarrollo: esto equivaldría a cargar a David con las armas de Goliat... Y no menos
fracasará quien pretenda urgir una organización donde faltan los ideales. Ideales
primero, ideales intensos; sin ellos no podrá subsistir una organización; pero
después de los ideales, organización.
¡Que nuestros jefes de A.C. colaboren en la organización del movimiento! Que
se impongan el prosaico sacrificio de ser exactos en cumplir los acuerdos de los
respectivos consejos, en enviar sus actas de oficialización, las tarjetas registros, los
cambios de dirección, en exigir el pago de las cuotas, en no faltar a ninguna de las
reuniones, en una palabra, en llevar adelante todo el pesado mecanismo de la
organización, no porque la organización sea apostolado en sí, sino porque es una
condición previa a todo apostolado fecundo, duradero, universal.
Trabajador es la tercera cualidad de un buen jefe. Que no se contente con soñar,
ni con borronear planes de organización, sino que se esfuerce por llevarlos a la
práctica aceptando todos los sacrificios que sean necesarios para realizar sus planes.
¡Y cuántos sacrificios trae consigo la realización de cualquiera empresa de
importancia, sobre todo si ésta es de orden espiritual! Incomprensiones, críticas,
verdaderos boycots de parte de algunos, personalismos estrechos de parte de otros;
la inconstancia de los colaboradores, la interpretación errada de sus mejores
intenciones.... Esto de parte de los que colaboran con él, sin contar con las
dificultades que nacen de uno mismo, que son con frecuencia las mayores;
desaliento, pesadez de ánimo, cansancio, aburrimiento de la empresa, solicitaciones
a una vida más libre, más alegre, más divertida... El apóstol ha de luchar consigo y
con los demás. Si quiere ser en verdad apóstol ha de morir como el grano de trigo, ha
de podrirse en la tierra para comenzar a germinar y, tal vez, los frutos no los vea él,
sino los que vendrán después.
El jefe ha de ir siempre adelante en el trabajo: ha de enseñar a los otros a
trabajar, más con su ejemplo que con palabras; no puede contentarse con ser un
burócrata que ordena y contempla los trabajos de los demás.
Trabajo constante ha de ser el del jefe. Constancia es una virtud, por desgracia,
muy poco común en nuestras tierras americanas, cuyos habitantes se mueven más
por la gana que por el deber. Cuando tienen gana hacen cualquier sacrificio por más
árduo que sea; cuando no tienen gana nada ni nadie puede sacarlos de su inercia...
Esa vida de gana es una de las peores calamidades que puede ocurrir a un
movimiento como el de la A.C.
Finalmente, el trabajo del jefe ha de ser un trabajo alegre. Y la alegría ha de ser
una nota que encuadre y eleve todas sus actividades. No ir gimiendo y llorando con
la carga; quejándose siempre de su asesor, de sus colaboradores, de los compañeros,
de los tiempos que nunca encuentra buenos, de las costumbres que están
pervertidas. Un Jeremías no sirve para jefe. Ha de ser alegre, e irradiar su alegría,
con una franca y viril sonrisa en los labios, con un cántico en el alma. "Canta y
avanza" era una consigna de San Agustín que podría darse a todos los jefes.
CONCLUSIONES. Dar inmensa importancia a la Escuela de Dirigentes, que
cada año organiza el Consejo de la A.C.
Dar responsabilidades a los socios para ir descubriendo los que tienen pasta de
jefes.
Formarse mediante la meditación, la práctica de los sacramentos, el espíritu de
sacrificio para llegar a ser un jefe cristiano. El dirigente cristiano no está para ser
servido, sino para servir.
RECAPITULACION. ¿Hay o no crisis de jefes en Chile? ¿A qué se debe esta
crisis de jefes? ¿Cómo podríamos formar jefes auténticamente cristianos? ¿Qué
podríamos hacer en nuestro Centro por formar mejor a nuestros dirigentes?
VII
LA PRIMERA ASPIRACION DE LA EDUCACION:
CENTRAR LA VIDA
CUESTIONARIO. ¿Qué quiere decir centrar la vida? ¿Cómo centrar la vida?
¿Cómo orienta la vida el pagano? ¿Cómo el cristiano?
Exposición. En esta vida hay actitudes bien definidas. La del materialista para
quien no hay más valores que el dinero, el placer, el honor: todo lo que acarree un
bienestar sensible. La del comunista convencido, para quien su ideal es la
comunidad humana, y laborar su grandeza, su programa: tales Lenín, Stalin y miles
de obreros y soldados que han inmolado su vida por la causa... La del racista que se
presenta a luchar por su causa aspirando sólo a la grandeza de su Patria por la que
no trepida en sumergirse en un submarino o dejarse caer de un paracaídas... La del
joven que gozando de la vida en su Patria o en el extranjero, sin que nadie lo obligue,
por convicción y por amor deja sus comodidades, su familia, la esperanza de volver
a verlos para inmolarse por la causa que estima santa... A veces cruza los mares con
peligro de ser torpedeado antes de llegar a su destino; a veces llega hasta parecer
buscar la muerte con tal de servir mejor a su Patria: tales esos aviadores suicidas, los
paracaidistas, los jinetes de torpedos vidas... En nuestra época hay muchos que
tienen una concepción bien definida de la vida y que viven en conformidad a esa
concepción, por más errónea que ella sea, pero ante sus conciencias es la única que
vale; y estos hombres, por más grave que sea su error merecen todo el respeto de la
humanidad. Son caballeros de la verdad subjetiva, son consecuentes consigo mismo,
tienen una hermosa virtud: la sinceridad, la lealtad.
Hay también otro grupo de hombres plenamente convencidos de su causa, que
han centrado su vida. Los santos; los santos con mayúscula que están en los altares y
los innumerables santos anónimos, que podríamos llamar santos con minúscula, que
se debaten en la vida cotidiana contra el mal que los cerca y realizan su vida en la
pureza y en la caridad. Santos, o si queremos para no espantar con la palabra,
cristianos simplemente, católicos integrales los hay en todas las condiciones, edades,
situaciones, regiones: entre nuestros mapuches y entre los congoleses, no menos que
entre los yankees con virtudes tan auténticamente cristianas como las de San
Sebastián, Santa Inés, San Pablo. Los de nuestro siglo se llaman Miguel Agustín Pro,
Manuel Bonilla de San Martín, Irurita Obispo de Barcelona, Salvador Palma Vicuña,
Vicente Phillippi, Arturo Tocornal Fernández, Juana Fernández Solar, Monseñor
Carlos Labbé... y la lista se haría interminable, pudiendo cada uno de nosotros
agregar nombres y más nombres a ella.
Otros hay que no tienen centrada su vida, que no han definido propiamente su
posición. Son hombres que hablan del cielo y piensan en el suelo; hombres que
profesan una fe con la palabra y una vida diferente con los actos o que reducen su fe
a las raras actuaciones religiosas del año, o del día si se quiere, pero que el resto de
su vida actúan en disconformidad con esa fe. Son los burgueses del espíritu... los que
quieren gozar aquí y allá; no renuncian al cielo, pero con tal que les dejen poseer la
tierra. Son los hombres que no tienen el valor de mirar la verdad y sacar sus
consecuencias... Y de éstos todos participamos más o menos, a ratos por desgracia
somos plenamente burgueses, a ratos nos escapamos a la vida de la fe.
¿Qué les falta a estos hombres para tener centrada su vida? Fe y carácter. Más
luz en la inteligencia; más fuerza en la voluntad... No les falta gracia, porque ésta se
derrama con abundancia excesiva sobre todos nosotros pero es necesario que le
abramos las puertas del alma ya que "con gran respeto nos trata el Señor" y solicita
nuestro concurso hasta para que admitamos sus dones. Magna reverentia disponis
nos Domine...
El primer elemento para centrar una vida es: ver, y casi anterior a éste, querer
ver, ya que se trata de una certeza libre. Muchas veces no vemos porque no
queremos ver y no hay peor ciego que el que no quiere ver. La luz de la verdad
requiere que le abramos bien amplias las puertas del alma, que quitemos los
obstáculos conscientes e inconscientes, las complicidades de nuestro amor propio,
que hagamos a un lado los temores de lo que tendríamos que dejar, de lo que
deberíamos abrazar... y ¡hay tan pocos hombres que tengan el valor de mirar de
frente estas verdades y sacar todas sus consecuencias! Como el avestruz prefieren
esconder la cabeza en tierra y persuadirse que no hay más realidad que esa tierra
que les da aparente seguridad.
Sin un ideal claramente visto es imposible construir una vida humana de
verdadero valer, ya que toda acción no es más que la proyección de un ideal. De la
naturaleza de mi ideal dependerá el carácter de mi obrar. Y en nuestro siglo de
agitación y de ruido los grandes ideales no brillan: se confunden con las miles
lucecitas que se encienden artificialmente todos los días. No se niega el gran ideal,
pero no se lo toma más en serio que otra aspiración cualquiera que es necesario
satisfacer. En otras palabras el ideal central a dejado de ser central; no hay el valor de
negarlo, pero no hay tampoco el valor de sacrificarle los ideales que se le oponen, y
viene a resultar el servicio de dos, o de múltiples señores a la vez. El Señor, el único
Señor no puede aceptar que se le tenga en el mismo grado o a veces en inferior grado
a esos idealillos que no son sino sombras en comparación de la única luz verdadera,
muñecos ante la realidad del Ser que es "El que es".
Una verdad hay, la más conocida de las verdades, pero la menos meditada que
tiene el valor de centrar una vida cuando se la penetra a fondo; centró la vida de
Francisco Javier hace cuatrocientos años y continúa centrando vidas a millares cada
año: es la realidad de mi origen y destino.
¿Qué es el hombre? Antes de él una eternidad en que no era... un instante en
que cruza por este mundo para extinguirse muy pronto los rastros sensibles de su
paso por esta tierra y detrás de él una eternidad en que no podrá dejar de ser aunque
quiera... ¡en que no podrá dejar de ser aunque quiera! meditémoslo bien.
Y antes del hombre existe un ser que es por esencia la plenitud del ser en quien
hay toda la belleza que puede ser concebida: la grandiosidad de las cordilleras, la
inmensidad de los mares, la serenidad del firmamento, la armonía de la música, la
gracia del rostro humano, la fuerza de la tempestad, la placidez de los campos... todo
eso quitado cuanto tiene de limitación está en El, está desde toda eternidad, está para
toda eternidad. Es El la fuente de todo ser, la causa de todo cuando ha existido, que
ha comenzado a ser por El, continúa siendo lo que es por El y cesará de existir
cuando El lo determine. El espíritu creado, si no cesa de existir, no es por una
realidad íntima al espíritu mismo, sino porque el Creador nos ha revelado que no
quiere destruirlo, sino que lo ha creado para un destino eterno.
Allí en Dios, está el centro de la vida. De El viene y a El va y el que reconoce
esta verdad tiene ya la luz orientadora: su esfuerzo debe consistir en encaminar la
vida toda a dejarse poseer por esa luz: mientras más se oriente hacia esa zona
luminosa que es El, más se acercará al centro de su vida, más segura estará su
existencia. El ideal debe ser tender una línea recta que una mi vida con la vida de ese
Ser, fuente de mi ser... Una recta; no un zig-zag, como lo pretenden mis engañosas
pasiones.
Dios y yo. ¡Conózcate a ti y conózcame a mí! La plenitud del ser; y la indigencia
esencial. Su esencia es ser. La mía; no ser por mí, sino por El. Entiéndalo bien: ésta es
la esencia de ambos seres. Hasta en el más íntimo de mis actos hallo la huella de la
dependencia: sin el concurso divino ese acto no podría haber jamás existido. Aquí
los filósofos se han perdido en disquisiciones al querer poner en lenguaje humano
esta total y absoluta dependencia del hombre respecto a Dios. Pero una consecuencia
fluye clara. Mi vida no puede tener otro destino que Dios. "Nos criaste, Señor, para
Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti", como expresaba S.
Agustín después de haber hallado el descanso en Dios tras largo y azaroso viaje de
su vida. Todo cuanto tengo, todo cuanto soy, hasta lo más íntimo de mi ser, por ser
de Dios es para Dios... Y como no hay nada, nada, absolutamente nada que escape al
dominio de Dios, no hay tampoco nada que pueda dejar de tender a El. No hay un
segundo de mi vida que no sea de Dios. Consecuentemente para centrar mi vida la
he de colocar en Dios, las veinticuatro horas del día.
¿Qué significa esto de colocar mi vida en Dios? Hacer su voluntad. Toda su
voluntad. Hay voluntades de Dios que son obligatorias y cuya violación implica
pecado mortal, otras implican pecado venial, otras que acarrean simplemente una
imperfección. El estado de ánimo de quien aspira a centrar verdaderamente su vida
debe ser buscar la voluntad de Dios íntegra y total, no contentándose con huir del
pecado sino procurando conocer _casi diría con el lenguaje del verdadero amor,
adivinar_ la voluntad de Dios para realizarla. Basta que descubra que algo es querer
divino para que tienda a realizarlo. Es aplicar al amor de Dios las reglas del
verdadero amor que procura agradar en todo, sin preocuparse del grado de
obligatoriedad de lo que se pide.
El que ha centrado su vida ¡qué lejos está de aquel criterio estrecho que
convierte su religión en una casuística! ¿a qué me obliga Dios? Su visión en cambio
es esta otra: ¿qué puedo darle yo a Dios?, ¿que agradaría a mi Creador, a mi Señor?
Este criterio se afirma tanto más todavía cuando uno piensa que ese Señor y
Criador es nuestro Amigo: ya no os llamaré siervos, sino amigos... Amigos nos dice
en los momentos más solemnes de su vida, Amigo que ha dado su vida por este
pobrecillo que soy yo. "Me amó a mí, también a mí y se entregó a sí mismo por mí...
Así amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Unigénito. Nadie da mayores muestras
de amistad que el amigo que da la vida por el amigo... Y Jesús la dio por mí. ¿Será
posible que me contente con preguntarle? ¿Estoy obligado? ¿No deberé más bien
entregarme sin reserva?
Y este Amigo, es todavía más que amigo... es mi Hermano, con su sangre me
adquirió el ser hijo de su Padre, templo de su Espíritu: "Vendremos a él y haremos
en él nuestra morada". Vino a este mundo a hacerse hombre para que yo fuese
elevado a la categoría de hijo de Dios.
¿Podrá decirse que ha centrado su vida quien conociendo estas verdades no se
entrega totalmente al Autor de su vida, Amigo, Redentor y Esperanza suprema?
Pero aún hay más. Hay más de parte de Dios y de parte mía. Esta breve vida de
hoy tiene trascendencia eterna. Todo lo material terminará; yo dejaré de poseerlo y la
realidad que hoy aparece dejará de ser. Mi breve vida se extinguirá dentro de muy
poco. Las realidades de aquí bajo desaparecerán como nubes que se deshacen y
frente a mí no quedará sino la única Realidad, el que es mi Señor, mi Amigo, mi
Hermano, mi Padre, mi Santificador. El se descubrirá como la fuente de la felicidad:
ante mis ojos ansiosos de luz sólo habrá una luz, pero ésta infinita en su esplendor;
ante mi voluntad hambrienta de amor, no habrá más que un objeto de amor, pero
éste inconmensurable que me tiende sus brazos o me rechaza para saciarme de dicha
o para llenarme de dolor. Y esta existencia mía, a la que no puedo renunciar ni aun
suicidándome, está destinada a esa eternidad, está atraída por ella más que la piedra
por la ley de la gravedad. ¿Cómo podré centrar mi vida sino en función de ese
destino eterno? Centrar mi vida, viene pues a ser equivalente a orientarla hacia la
eternidad, según el querer divino.
En toda vida que aspira a centrarse ha de estar presente como en Luis Gonzaga
el pensamiento: "Quid hoc ad aeternitatem", ¿de qué me sirve esto para la eternidad?
Este pensamiento ha de ser el que reduzca los juicios y apreciaciones a su verdadero
valor, el que aliente en la humillación, el que impulse a todos los grandes heroísmos,
incluso a perder la vida, y lo que es más a perderla gota a gota por poseer a Dios y
ser poseído de El por una eternidad.
Las palabras de Ignacio a Javier: "Javier ¿qué te importa ganar todo el mundo si
al fin pierdes tu alma? guardan todo su valer en nuestros días y nos están
estimulando continuamente no sólo a buscar estrictamente lo que me conduce a
salvar el alma, sino todo aquello que puede ser agradable a quien es el Dueño eterno
de los siglos. No hay sacrificio que parezca penoso a quien recuerde aquella estrofa
tan conocida:
Yo ¿para qué nací? Para salvarme;
Que tengo de morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Triste cosa será, pero posible...
¡Posible! ¿y río y duermo y quiero holgarme?
¡Posible! ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo? ¿En qué me encanto?
¡Loco debo de ser, pues no soy santo!
La santidad es lisa y llanamente la conclusión de quien quiera centrar
verdaderamente su vida. La santidad que no consiste en arrobamiento, en gustos
sensibles extraordinarios, ni tampoco _de ley ordinaria_ en sacrificios espantosos,
sino en "conocer y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida y en todas
otras cosas" y después de hallada en seguirla por el cumplimiento fiel del deber de
estado. Una fórmula de la santidad, y resumen de una vida centrada sería ésta:
"¿Qué haría Cristo si estuviera en mi lugar?" y lo que el Amigo y Hermano haría,
hacerlo yo, seguro así de agradar al Padre y de realizar mi destino de eternidad.
Una vida centrada ¡qué raro resulta encontrarla! Pero una vez que se halla,
descubre uno que esa vida se ha convertido en una columna de fortaleza para los
débiles en que pueden apoyarse todos los dolientes; semeja también a un añoso pino
que ha hundido sus raíces muy hondas en la tierra del conocimiento de Dios y
levanta erguida y recta su flecha hacia el cielo como un suspiro en busca de su
Creador; pueden sacudirlo los vientos, pero no lo arrancarán, sino que afianzarán
más y más sus raíces, ni siquiera lo desgajarán sino que su mole compacta al ser
sacudida se vuelve más fuerte, más limpia, más hermosa. Así es en el alma de
aquellos que han centrado su vida. Una inmensa paz los inunda incluso en medio de
la tribulación: "superabundo gaudio", rebalso de alegría en medio de mis
tribulaciones. Saben que sus dolores no son perdidos, que sus sufrimientos tienen un
sentido porque está donde Dios quiere que estén, obrando como El quiere que obren
y por tanto que recogerán en alegría lo que sembraron en el dolor.
La misión de la Acción Católica es contribuir a centrar muchas vidas
mostrándoles el horizonte amplio de su destino, para lo cual se afana
empeñosamente en quitar el tupido bosque de prejuicios, de concepciones erradas
que impiden ver el origen y el destino eterno del ser, y en dar fuerzas sobrenaturales
para abrazar la visión de eternidad. Los ejercicios, los retiros, contribuyen
especialmente a la primera misión, no menos que la lectura del Evangelio y los
círculos de formación. La Eucaristía y la oración son el alimento de una vida
centrada y las van estabilizando cada vez más en Dios.
El día en que hayamos centrado nuestras vidas, comenzaremos a vivir y
habremos descubierto cuán bello es vivir en el Señor.
CONCLUSIONES. Hacer ejercicios y meditar en prolongado silencio el sentido
de mi vida.
Preguntarme con frecuencia: Yo ¿para qué nací?, ¿de qué me sirve esto para la
eternidad?
RECAPITULACION. ¿Cuál es el fin de mi vida? ¿Cuál es el fin de todo lo que
me rodea? ¿Qué proporción hay entre tiempo y eternidad? En la práctica ¿qué vale
más, tiempo o eternidad?
OBJECIONES. La ciencia moderna es agnóstica: desconoce a Dios, ¿para qué
empeñarme en mantener un concepto medieval de mi vida?
La sociedad necesita hombres que se preocupen de lo positivo: eso es lo que
hace progresar los pueblos. Basta echar una mirada al progreso de los pueblos
protestantes menos espirituales que los católicos, y el atraso de éstos.
VI
JESUCRISTO, MODELO EN LA
FORMACION DEL JOVEN*
CUESTIONARIO. ¿Es necesario un ideal para formar mi personalidad? ¿Qué
condiciones ha de tener el ideal que oriente la formación de mi carácter? ¿Qué
cualidades desearía yo encontrar en la persona que escoja yo como modelo de mi
vida? ¿Cuáles son los hombres que más fuertemente me han impresionado? ¿Por
qué? Entre todas las grandes figuras de la humanidad ¿cuál es el mejor modelo para
la juventud contemporánea? ¿En qué consiste el atractivo que Jesucristo ha ejercido
permanentemente sobre los hombres? ¿Cómo podría yo imitar a Cristo?
Exposición. Los hombres siempre se han sentido movidos a la imitación de las
grandes figuras de la humanidad; y ciertamente el contacto con los héroes ha sido
siempre un excelente medio de formación moral. Entre los antiguos, hombres como
Sócrates, Alejandro; entre los modernos Napoleón, Hitler, Churchill, Dollfus,
suscitan ardientemente el entusiasmo de los jóvenes y la lectura de sus vidas los
estimulan a empresas de aliento.
Ninguno de los hombres cuya imitación puede proponerse un joven, reúne sin
embargo, todas las condiciones necesarias para constituir el ideal auténtico de una
personalidad bien formada. Todos ellos tienen sus lagunas, sus deficiencias, a veces
rasgos horribles junto a grandes virtudes. En el ideal auténtico de una juventud no
debe encontrarse sombra alguna.
Hay sin embargo un ser que constituye ese ideal en la plenitud de la palabra.
Un ser cuyas notas fundamentales aparecen siempre de actualidad, siempre a
propósito para orientar lo que hay de mejor en el hombre, para subrayar sus más
bellas cualidades: este ser es Jesús. Todo en El es grande. Todo es perfecto. Un joven
que mire a este ideal y procure traspasar esas líneas fundamentales a su propia vida,
habrá sublimado cuanto hay de más noble en su ser y se acercará al tipo perfecto del
joven ideal.
La inteligencia de Cristo podemos decir con toda verdad, que "es la luz". En su
talento no se ven nubes ni brumas; y aunque se han encontrado manchas en el sol,
no se las ha encontrado en la inteligencia de Cristo. Está siempre lleno de los secretos
de Dios, pero no le causan sorpresa; habla de ellos naturalmente como nacido en ese
secreto y en esa gloria. Es admirable la serenidad de Jesús en semejante luz. Vive en
las alturas sin esfuerzo alguno, mientras los hombres para elevarse un poco en su
pensamiento hacen contorsiones, se pierden y suben a tan pocos metros sobre el
nivel de los demás...
Conoce a los hombres perfectamente, penetra el corazón de sus apóstoles y en
el momento mismo en que multiplican sus protestas de afecto les anuncia con
dulzura, pero con franqueza su próxima caída. Conoce el corazón de los pecadores y
sabe distinguir la debilidad, del pecado; las apariencias hipócritas de la virtud
substancial.
No hay quien no admire en Cristo, su justicia y su rectitud sólo temperada por
su bondad, para juzgar el corazón de los hombres y apreciar sus intenciones.
La ciencia de lo futuro está tan clara a sus ojos como la de lo presente. Penetra
el corazón de Pedro y el de Judas, y no menos la gran revolución que comenzará al
pie de su Cruz, esa Cruz que todo lo atraerá a sí. La ciencia de lo porvenir nada tiene
que lo impresione, que lo turbe, porque encierra todos los tiempos en su
entendimiento.
Junto a esta elevación y profundidad de su espíritu admiramos en Jesús la
inmensa fecundidad de su acción espiritual. Cada una de sus palabras es fecunda.
Encierra la semilla de virtudes venideras: "Bienaventurados los pobres, los que
lloran, los limpios, los que sufren persecución". Y de estas palabras han salido los
apóstoles, las vírgenes, los mártires, los bienhechores de la humanidad. "Dad al
César lo que es del César!" dice Jesús y al decirlo asienta la distinción de poderes en
que se basa la civilización moderna.
Estas bellas cualidades intelectuales van envueltas en la máxima sencillez de
expresión y simplicidad externa. Jamás pensamientos tan elevados se han expresado
con menos palabras, ni con un lenguaje más sencillo. Su vocabulario es corto,
transparente, variado de materia.
El corazón de Cristo es aún más admirable, si cabe, que su entendimiento. Ama
y lo da todo, y lo da sacrificándose y muriendo por nosotros. "Su hora" es aquella en
que pondrá en el calvario elevar sus dolores a la altura de su amor. Frente a nuestro
menguado cariño que ama poco y se sacrifica poco, está el amor de Cristo que lo da
todo por los que ama.
Mientras el hombre ama a pocos seres, forma estrecho nido de cariños, ya que
no tiene sino una gota de amor y la economiza, Jesús ama a todos los hombres, los
ama con el mismo fuego: los pequeños, los grandes, los pobres, los ricos, los justos,
los pecadores, los desamparados del mundo... ninguno quedó abandonado. Nadie
fue sobradamente manchado para este corazón tan puro, ni sobradamente vulgar
para este corazón tan noble. Hasta parece que no le basta esta inmensidad y
encuentra en sus palabras y en sus ruegos, amorosos anhelos con los cuales abraza a
todas las criaturas, y a un mundo que no conocemos.
Y este amor fue el más puro de los amores, a pesar que vivió en medio del
mundo, y se sentó a la mesa de los pecadores, sin que jamás su conducta pudiera
despertar siquiera la sombra de una duda.
La mayor pobreza del hombre consiste en poder tan poco en favor de aquellos
a quienes ama. El amor de Jesús en cambio, tiene la plena seguridad de curar,
consolar, hacer felices a aquellos a quienes ama: "Venid a Mí todos los que estáis
cansados y hallaréis descanso para vuestras almas". Estas palabras, nadie se
atrevería a decírselas a un padre, a un amigo, a un hijo, y El las dijo al mundo entero:
"Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba". Dichoso el que puede hablar así a los que
ama, que puede ofrecerles la paz en vez de estériles lágrimas.
La fuerza es una belleza incomparable del hombre. En Jesús están todas las
fuerzas: la fuerza modesta en el triunfo, el medio del entusiasmo de las multitudes;
la fuerza paciente ante la tenacidad de sus discípulos, las astucias de sus enemigos;
la fuerza serena y radiante ante las injurias, las bofetadas, los salivazos y las varas; la
fuerza resignada en las máximas calamidades de la naturaleza humana; la fuerza
máxima de la confianza en la eficacia íntima de su obra; en que podría levantar al
mundo que lo levantaría después de su muerte; que lo levantaría mediante doce
pobres trabajadores, groseros, sin talento. ¡Qué admirable resulta esta riqueza única,
este admirable equilibrio de talento, corazón y fuerza! En sus cualidades ni una
laguna, ni un desfallecimiento, ni una falta, como tampoco ni un exceso, ni un
esfuerzo. Su grandeza es tranquila, dulce sencillez, sublime paz.
La conciencia de Cristo es la conciencia del Santo de los santos. Lo único que no
encuentro en Cristo y que encuentro en todos los demás hombres, es el pesar del
pecado, el triste recuerdo de pasadas faltas, e igualmente las santas lágrimas del
arrepentimiento, las firmes resoluciones de obrar mejor. Nadie puede imaginarse a
un hombre, por más santo que sea, que no tenga pecado. Si alguno dice: "soy santo;
en mí no hay pecado", al punto cae de su pedestal. San Pablo se llamaba "El primero
de los pecadores; un hombre vendido al pecado". San Francisco de Asís: "el mayor
pecador del mundo" y el Conde de Maistre decía: "No sé lo que es el corazón de un
malvado, sólo conozco el de un hombre honrado: es espantoso".
Sin embargo dijo: "Soy santo... ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Sed
santos como yo soy santo". Y por más que la humanidad ha buscado alguna culpa
que echarle en rostro; por más que sus enemigos lo espiaron y los enemigos de
veinte siglos siguen hurgando en cada una de las palabras y pasos de la vida de
Cristo, jamás han encontrado en El sombra de pecado. Si se hubiera descubierto la
más mínima falta en su vida, la Iglesia estaría destruida.
La vida de Cristo está de tal manera identificada con la belleza moral, que
alejarse de ella es alejarse del bien, y copiarla es alcanzarlo. En su alma florecen
todas las virtudes; cada una de ellas en su desarrollo total: perfecta en flores, frutos y
aromas. Los hombres miran de lejos ese ideal y se ponen en marcha para alcanzarlo,
pero ven siempre entre sus vidas y la de Cristo una distancia infinita. Las virtudes, al
parecer más opuestas, están en el alma de Cristo en perfecta armonía. Nadie más
austero que Jesús y nadie más tierno; nadie tan poseído de su gloria interior, ni nadie
más humilde. ¿Quién más consciente de su santidad? y por otra parte ¿qué penitente
más austero? ¿Quién como El conoció la miseria humana y a quien a su vez amó más
al hombre, lo despreció menos y esperó más de él? Y esta virtud de Cristo es sencilla,
natural, sin esfuerzo alguno: vive en la cumbre del bien sin hacer contorsiones de
asceta para llegar hasta allá. Nada del esfuerzo de Juan Bautista ni de la singularidad
de su vida. En Cristo todo es sencillo, llano, común; sin embargo hay en El una
virtud que sobrepuja a todo lo que ha producido la humanidad en materia de
desprendimiento, de empresa, de caridad con los hombres, de unión con Dios, que
no parece casi nada al primer golpe de vista, pero que al punto desespera a los que
intentan acercársele.
El dolor, la piedra de toque de la perfección se encuentra en toda la vida de
Cristo. Todas las pruebas vienen sobre El para hacer brillar todas las virtudes. Había
dicho: "Bienaventurados los pobres" y se le expone desnudo en una Cruz;
"Bienaventurados los mansos", y es atado a una columna abofeteado, flagelado, sin
dejar escapar una queja; "Bienaventurados los misericordiosos" y al ser entregado
con un beso, negado por el Jefe de sus apóstoles, escupido en el rostro, no tiene más
que una frase, una mirada, una palabra de perdón y de amor. "Bienaventurados los
que padecen persecución por la justicia", y Jesús, después de haberlo dado todo al
mundo: su entendimiento, su corazón, su vida, no recibe sino la infamia de la Cruz;
y esta Cruz la había El deseado con un inmenso deseo y la acepta con una íntima
entrega al Padre y a los hombres.
La unión con el Padre de los cielos es completa. Diríase que hay en El, en lo
más íntimo de su alma, no sé que huésped invisible que no lo abandona. Habla con
El como con un confidente; contempla su faz, para todos invisible, menos para El
mismo; tiene un trato íntimo con su Padre, del que en ciertos momentos escapan
frases que no son sino fragmentos del misterioso coloquio que se continúa
interiormente.
Grandes obras realizó Jesús; todas ellas encaminadas al bien de sus semejantes.
Estas obras revisten a veces los caracteres de un milagro; pero más que la realidad
misma de estas obras, sorprende en Jesús la manera sobrehumana de ejecutarlas. Es
admirable la modestia y reserva de Jesús el uso de su poder sobrenatural.
Constantemente da muestras de que ha sido enviado no para destruir la vida de los
hombres sino para salvarlos. En tal forma que aun sus adversarios dejaron de tenerle
miedo y se atrevían a discutirle sus pretensiones y hasta lo llevaron a la muerte.
Jamás usó de sus poderes en su propia defensa ni para hacer mal a nadie, sino sólo
para hacer el bien a los necesitados. Parecía desalmado por su propia voluntad; no
castigaba la malicia más que con frases de reconvención.
Junto al amor empleado sólo para la misericordia en el uso de los poderes
sobrenaturales de Cristo se advierte también su sublime inteligencia. No se contenta
con curar las enfermedades: sube hasta las almas. Por entre los males de los cuerpos
Jesús ve a las almas enfermas; a ellas aplica su elevado y bienhechor poder; más que
actos de compasión y de bondad son actos de redención. Y una vez que ha redimido
con qué embelesadora delicadeza despide a las almas sin heridas. "Vete en paz; no
vuelvas a pecar... Muchos pecados se te han perdonado, porque has amado mucho".
Después de haber recorrido a grandes rasgos la figura de Cristo, creemos que
nadie pondrá en duda que Jesús constituye el modelo ideal de toda perfección
moral. La medida de su perfección no se encuentra en parte alguna ya que no hay
punto de referencia entre los demás seres, ni entre los que le precedieron, ni siquiera
entre aquellos más perfectos que El hizo brotar. Mil novecientos años hace que esta
figura ha sido mirada con intenso deseo de imitación, pero nadie la ha igualado.
Entre esas copias hay algunas que arrebatan de admiración por su pureza, otras
por su fuerza, pero ninguna puede servir como término de comparación.
Cuando se trata de los simples mortales hay entre los hombres y el ideal una
tremenda desproporción: el ideal supera infinitamente a la realidad; tratándose de
Jesús, la realidad que es El es el ideal y nadie hasta ahora ha podido descubrir un
ideal que sea superior a la realidad que encarna Cristo. Por esto, pintores como Fra
Angelico, Leonardo da Vinci, Velásquez, se desesperaban para reproducir en la tela
lo que ellos se daban plenamente cuenta que era superior a su inmenso genio
artístico. Jesús constituye el único caso en que la perfección suprema del arte resulta
inferior a la verdad histórica, y aun la imaginación del genio no alcanza a idealizar la
realidad.
Si la belleza moral de Cristo no tiene límites, tampoco los tiene su personalidad.
Cada hombre es hijo de un pueblo, lleva su sello, pertenece a su tiempo, refleja sus
intereses, sus pasiones, sus goces, sus dolores. Los grandes hombres de la historia se
han apoyado para sus conquistas, en la mentalidad de su pueblo y de su época.
Todos ellos son hijos de su patria. Y Jesucristo no es hebreo, ni griego, ni antiguo, ni
moderno. Es el Hombre; en El se halla la especie humana entera.
Esta figura de Cristo, junto con ser tan universal, es profundamente personal.
No depende ni de la multitud que lo aclama, ni de sus discípulos, ni de su siglo.
Nadie pudo jamás gloriarse de haber sido su maestro ni nada particular, de haberle
impreso un sello que lo limite. En El se ve la Humanidad; es el modelo universal
propuesto a la imitación de todos. Todas las edades lo copian: el niño, la joven, la
madre, el anciano; todas las condiciones se acercan a El para hallar un consuelo, una
ayuda: el pobre como el rico, el prisionero en su calabozo y el rey en su trono. La
marcha de la vida trae a la escena nuevos actores. Jesucristo no es extraño ni para el
griego, aun cuando no haya enseñado filosofía, ni para el romano amante de las
batallas, y entre los pieles rojas de América y los negros salvajes del Africa ha
producido virtudes tan puras e iguales a las que hizo brotar entre los romanos
degenerados del bajo imperio. Tan universal, simpática y accesible es a todos los
hombres esta figura; imitada por todos, aunque jamás igualada.
La acción de Cristo hace 19 siglos que se ha puesto en marcha. Nada la limita
en el tiempo ni en el espacio; se adelanta a todos, deja atrás a los genios y a los jefes,
sin jamás ser sobrepujado por ninguno de sus discípulos como lo han sido todos los
demás grandes maestros. Los pensamientos de Cristo continúan iluminando el
mundo: en ciertos momentos parecen obscuros, no por falta de luz sino por exceso
de ella; de ahí que durante 19 siglos los más grandes genios religiosos y los mayores
enemigos de Cristo los estudian, sin lograr comprenderlos en toda su plenitud los
primeros, ni destruirlos los segundos. Lo más grandes genios pretenden volar con
Jesús pero, muy pronto, como los polluelos del águila, se cansan mientras Jesús se
remonta hacia el infinito.
Todos los que han estudiado la sublime fisonomía de Cristo abren extasiados
sus ojos y dejan escapar palabras de un profundo respeto a El, incluso los más
profundamente incrédulos como Renán, Strauss, Parker. Renán termina así su obra:
"Descansa ahora en tu gloria, noble Iniciador; tu obra está terminada... Mil veces más
vivo, mil veces más amado después de tu muerte y durante tu paso aquí abajo,
vendrás a ser de tal modo la piedra angular del género humano que arrancar tu
nombre de este mundo, sería conmoverlo hasta sus cimientos. Entre tú y Dios no se
hará distinción, enteramente vencedor de la muerte, toma posesión de tu Reino,
donde te seguirán, por el camino real que tú has trazado, siglos de adoradores".
Una vez que hemos echado esta rapidísima mirada a la fisonomía de Jesús, no
nos queda sino concluir la necesidad absoluta de conocerlo a Él, que como nos dice
San Pablo: "Es imagen de Dios invisible... la cabeza del cuerpo de la Iglesia y el
principio. En El mora toda plenitud y plugo al Padre reconciliar en El todas las cosas
consigo". (Col. I-15-20). Conocerlo a El es la vida eterna: "Esta es la vida eterna, oh
Padre, que te conozcan a Ti y al que enviaste, Jesucristo". "El es el camino, la Verdad
y la Vida". El debe ser, por consiguiente, el modelo que ha de proponerse quien
pretende perfeccionar su personalidad. El es el gran ideal de la educación cristiana.
La primera tarea de un joven debe ser, por consiguiente, conocer a Cristo, meditar
cada uno de sus ejemplos y cada una de sus palabras. La misión del educador es
pintar en el alma del educando la imagen de Jesús: Mirar a Cristo y mirar al alma
que quiere perfeccionarse para acomodar los rasgos de ésta a los rasgos de Jesús. El
ideal supremo de una vida en Cristo sería éste: Obrar como Cristo; obrar como
obraría Cristo si estuviera en mi lugar. ¿Qué haría Jesús en las circunstancias en que
yo estoy? ¿Cómo resolvería Jesús este problema? El que ha conseguido esta finalidad
ha conseguido un tesoro bueno sobre todo bien, ha alcanzado el fin de la perfecta
educación.
CONCLUSIONES. Adquirir el Santo evangelio y libros como: "Con el Amigo",
de Hoornaert; "Jesucristo", de Bougaud; "El Cristo Histórico", de Larson; "Jesucristo
es Dios", de Laburú; una buena vida Jesús como la de Berthe; Vilariño, u otras.
Poner en la sala de sesiones (y cada socio en su pieza) una imagen de Cristo
como el Divino ideal de su vida.
Meditar cada día un cuarto de hora sobre algún pasaje referente a Jesús.
RECAPITULACION. Interrogar a los asistentes sobre las cualidades que más
hayan llamado la atención en la persona de Jesús y sobre la manera práctica de
introducir en nuestras vidas la perfección del Maestro.
IX
LA EDUCACION DEL ESFUERZO
CUESTIONARIO. ¿Qué piensas del espíritu de sacrificio de los jóvenes en
nuestros días? ¿Son más o menos sacrificados que antes? ¿Por qué te parece que
obran así? ¿Qué manifestaciones descubres en que se revela su poco espíritu de
sacrificio? ¿El cristianismo tiene una doctrina sobre el sacrificio? ¿Recuerdas algunas
máximas del cristianismo sobre el espíritu de sacrificio?
Exposición. Uno de los rasgos más salientes que deja ver la generación
contemporánea es un formidable descenso del espíritu de sacrificio, del sentido del
esfuerzo, de la noción de responsabilidad.
La gran crisis actual antes que una crisis política o económica es una crisis
moral: crisis de hombres y proviene de una falta de aprecio de los grandes valores
divinos y humanos.
COMO SE MANIFIESTA EL RECHAZO DEL ESFUERZO
La sociedad moderna ha puesto como los grandes valores los que se compran
con dinero, el gran ídolo de nuestro tiempo... "Poderoso caballero es don dinero" se
dice entre nosotros y en Norteamérica se habla del "allmighty dollar". La comodidad,
el placer, los viajes, las alegrías costosas son propuestas en todas formas a la
generación de nuestros días. Las exhiben los escaparates de las tiendas, los afiches
inteligentes de los comerciantes; los predica cada noche la radio por cuenta de mil y
mil comerciantes empeñados en dar salida a sus productos. Y el biógrafo, el gran
predicador de nuestro siglo que tiene semanalmente más de 300.000.000 de
espectadores en más de 90.000 salas, verdaderos templos mundanos, enseña esta
verdad en todos los tonos: en la pantalla y en la canción. La confortable vida
moderna que surge en las grandes ciudades con bellas y lujosas habitaciones, en
departamentos calefaccionados, en las playas de moda, todo esto despierta el apetito
del goce en los que llegan a conocer la civilización de nuestra época... ¡Felices los que
todavía la ignoran! Y todos, ricos y pobres ambicionan este standard de vida. De
aquí se sigue que aunque las condiciones de vida humana hayan mejorado en
nuestro siglo y el obrero culto de nuestra época tenga hoy un standard de vida
superior al de los nobles de hace doscientos años, con todo, el odio es más profundo
porque la distancia es mayor, las comodidades más apetecibles y todos aspiran a
gozar de ellas para eliminar el sacrificio de sus vidas.
La generación actual aspira, como lo dice Carrel, a una vida de fin de semana, a
un perpetuo week-end con el máximum de placer y el mínimum de esfuerzo. Este
camino de la indisciplina ha desmoronado el vigor individual y amenaza las
naciones. La juventud de ahora -prosigue Carrel- necesita nuevos aportes de
disciplina, de moralidad, de inteligencia. Un Estado depende últimamente del valor
de sus ciudadanos. Hemos perfeccionado las flores, los frutos, los animales pero
hemos olvidado simplemente aplicar estos conocimientos científicos al florecimiento
de nosotros mismos. Inmensas potencialidades duermen en nosotros mismos que
esperan actuarse. Debemos renovar a nuestros niños en una triple dirección: física,
intelectual y moral. Si queremos experimentar la alegría de vivir plenamente
debemos disciplinarnos en estos tres planos de vida. El instrumento que hemos de
emplear en esta reconstrucción de nosotros mismos es la disciplina, disciplina que se
encuentra dentro de nosotros mismos insospechados almacenes de energía. Es triste
constatar que la academia de Platón los jóvenes debatían problemas políticos y
morales entre sí con sus mayores. Durante el siglo XII no faltaban alumnos que
caminaban 100 millas para oír una explicación de Abelardo, mientras hoy día
nuestra juventud en gran parte acude a refugiarse en un biógrafo o a escuchar un
concierto de radio.
Y si de este ambiente de indolencia pasamos a otras demostraciones en que se
traduce fuertemente la falta de esfuerzo, las conclusiones serán más graves todavía.
Los jóvenes en general se forman en el ambiente de que hay que gozar, que la vida es
corta, que no hay para que sacrificarse inútilmente. De ahí los escándalos cotidianos
en todo el mundo. En Europa los jóvenes crecieron con la convicción de que iban a
servir de carnaza en una guerra que nadie podía atajar, en lo que por desgracia no se
equivocaron. En esta situación abrieron las puertas al placer y se dieron a una vida
fácil despreciando los "prejuicios de moral y de religión".
En este punto se ha llegado a extremos inauditos en Europa y en América,
ostentándose la impudicia más repugnante en representaciones teatrales y
espectáculos groseros que habrían ofendido en tiempos del paganismo romano.
El descenso de la natalidad es alarmante, consecuencia de la vida cristiana
como puede comprobarse en algunos países al comparar el fervor de piedad en las
distintas regiones con las cifras de su natalidad. Este descenso es tan fuerte en
algunas regiones que no llega a cubrir el número de defunciones. La causa de esta
disminución es evidente: a un problema económico real se viene a juntar de
ordinario un deseo de evitar el sacrificio, de no negarse los goces de la vida, de no
disminuir sus entradas, de no descender del standard de la vida que tiene... Se
multiplican las razones que en muchos casos suponen dificultades reales, pero en
muchos otros solamente un deseo de placer, como se constata al comprobar que las
familias más pudientes son en muchos casos las que más limitan la familia. A todo el
cristianismo pide el heroísmo, pero los matrimonios modernos tiemblan ante la
palabra heroísmo y la mayor parte la rechazan.
El número de divorcios es alarmante. Así en Alemania hace 60 años sobre
10.000 matrimonios había anualmente 80 divorcios, hace 30 años, 133; hace 15 años
278. En Francia los divorcios han sido de 30.000 algunos años; en Chile las
disoluciones de matrimonio han sobrepasado de mil estos últimos años, siendo estas
disoluciones divorcios auténticos. La razón del divorcio es también la falta de
espíritu de sacrificio, el rechazo del esfuerzo: no hay valor para aceptar una vida
dura, donde hay incomprensiones, molestias, a veces nimiedades... Se opta por el
camino fácil de separarse en busca de una solución alegre que les permita "rehacer
su vida".
El número de abortos declarados es alarmante. Este crimen de homicidio tan
real como cualquier otro crimen de homicidio se comete centenares de miles de
veces cada año por padres desnaturalizados que no se horrorizan siquiera de la
monstruosidad que han cometido. En Alemania el Dr. Clement estima en cerca de un
millón el número de abortos que se ejecutan cada año, de modo que la mitad de las
vidas en gestación no llegan a nacer por el crimen de sus padres. Esta proporción
pavorosa se repite en otros países. En Chile médicos conocedores del problema
estiman en 50.000 los abortos anuales, cifra claro está sujeta a errores.
Estos problemas que constituyen un escándalo moral horrible, por desgracia no
escandalizan mayormente a muchos contemporáneos, pues el mundo los comenta;
en la mesa se conversa de estas cosas delante de los niños. Los diarios no tienen
ningún reparo en divulgar estos argumentos, y en las familias hay bien poco cuidado
para que los niños no lean esta clase de periódicos o para formarles un criterio recto
en estas materias.
Este relajamiento moral se traduce en el criterio fácil que se tiene para salir de
situaciones difíciles: se vende la honra, se da el sablazo, o se recurre al juego. El
recurso acostumbrado a la ley de la mentira e hipocresía; el lujo que reina en ese
ambiente falso de fiestas sociales en que se gasta lo que no tiene y se muestra un
exterior que no corresponde a un interior verdadero. El criterio de coimas con que se
abren todas las puertas, criterio que se llama con frecuencia "gramática parda" y que
en el fondo es la mentira y la cobardía social hechas costumbre. Y donde no rige la
coima rige el empeño... Cuando se trata de un puesto se sabe que más la preparación
valen los empeños, y eso hace que se rehuya la verdadera preparación para
dedicarse a cultivar amistades importantes... Todos saben que personas muy
altamente colocadas han hecho su situación en forma muy dudosa.
Las lecturas nocivas, que son el alimento cotidiano de la masa, estos folletones
insulsos que no tienen más mérito que describir en forma provocativa los asuntos
más escabrosos, han formado un criterio de desvergüenza en materia de lo que todo
el mundo hasta ahora había llamado "pecado" y que la Iglesia inspirada por Dios
sigue y seguirá llamando así. Estos libros andan de mano en mano, son leídos en las
góndolas y carros. Revistas inmorales circulan libremente. De ahí que la
desvergüenza se ostente públicamente y el impudor reine en los teatros, en los
paseos públicos, por no decir nada de las playas que son con frecuencia exhibición
de carne humana... La gente que se llama de "mundo" llega a estimar una cualidad el
ser arrojado en estas materias y el tener "experiencia" de la vida... Es el hedonismo
predicado como criterio... Pero no habrá un hombre sano que pueda aprobar
semejante criterio. Cuando una nación adopta el criterio del placer, esa nación está al
borde del abismo. Hay que enseñar a los jóvenes desde muy temprano que la
juventud no se ha hecho para el placer, sino para el heroísmo.
En la vida religiosa el rechazo del esfuerzo de nuestra época es demasiado
evidente. La moral cristiana que supone esfuerzo es rechazada por muchos, que
gritan contra la intolerancia de la Iglesia y que piden una atenuación de la severidad
de sus preceptos. Piden que la Iglesia "se modernice", se pliegue a la psicología de la
comodidad... La asistencia a actos religiosos disminuye en forma alarmante, no por
falta de fe _al principio al menos_ sino por falta de abnegación. Los ayunos,
abstinencias, las largas ceremonias en que se complacían antaño van siendo
abandonadas. Las rudas disciplinas con que se terminaban las misiones ya no se
oyen. Las peregrinaciones austeras no se conciben, y hasta el tosco traje de nuestros
frailes parece chocar en este siglo de la molicie... Nuestros frailes y monjas al
pasearse por el centro de nuestras ciudades dan la impresión de personas venidas de
otro mundo...
En la vida social la disminución del esfuerzo de nota en el poco interés por
producir un acercamiento entre las clases sociales. Las diferentes clases sociales
viven sin procurar acercarse... Muchos pobres levantan el puño, y no pocos piden
que se saque el sable para hacer bajar estos puños... Claro está que no está una
conducta universal, pero sí muy generalizada. Nuestra clase alta es culta, exquisita,
refinada en el trato entre sí y por eso le es difícil un contacto con personas en quienes
no ven la misma finura y modales. Le falta además el esfuerzo para acortar esas
distancias. La vida antigua hacía más fácil el contacto de las diferentes clases
sociales. En el hogar se vivía en mayor unión con la servidumbre por el hecho mismo
que se salía menos y se vivía en su interior más realmente que ahora la vida de una
gran familia. Ahora las diversiones fuera de la casa: biógrafo, casino, playas, reducen
a un mínimum la vida de hogar, como se reducen también el hogar al menos en las
grandes ciudades y la antigua casa va siendo reemplazada por el departamento muy
cómodo, pero en el cual es imposible la vida de hogar. En ellos no hay espacio,
molestan los niños, y los servicios se van haciendo cada vez en forma más y más
anónima por empresas que alejan al productor del consumidor.
En los campos la convivencia casi permanente de los dueños de fundo hacía
antes más fáciles los contactos sociales entre ricos y pobres, pero estos contactos se
han perdido con frecuencia en nuestra moderna civilización porque la mujer no tiene
valor para "irse a enterrar al campo" y el marido se siente bastante atraído por las
comodidades de la ciudad... El ausentismo de los patrones, provocado por un deseo
de comodidad, ha acarreado una mayor distancia entre ellos y sus trabajadores.
En la convivencia social se nota también un fuerte relajamiento del esfuerzo.
Las formas sociales de cultura y respeto se van perdiendo... No se ve ya que un joven
ceda el paso a la señora, que le deje la vereda, que le dé su asiento en la góndola o en
un carro. Y presencia al viajero escenas de madres que vienen con un niño en brazos
y hasta con un canasto, fatigadas de tanto trabajo y un joven imberbe no piensa
levantarse, engolfado en la lectura de una revista, o chacoteando con un compañero.
Va desapareciendo ese respeto mutuo, el único que puede hacer agradable la
convivencia humana; y va desapareciendo porque ese respeto se alimenta de
sacrificio y la generación materialista de nuestra época rehuye todo lo que signifique
sacrificio.
En el orden afectivo la baja del esfuerzo no es menos aparente. Los diques que
reprimían la vida social, o la retardaban hasta una edad conveniente se ha roto y los
jovencitos desde muy pequeños participan en la vida mundana, sobre todo si tienen
medios de fortuna. Llevan entonces una vida hueca, superficial, prematura. Se
traban pronto, demasiado pronto, relaciones afectivas que no duran, que no pueden
durar, que han sido iniciadas por ligereza por dar rienda suelta a un afectillo que
pujaba por abrirse paso y que se han llamado amor, siendo así que no era más que
un amorío pasajero.
La frecuentación excesiva del biógrafo es una de las causas más funestas de este
ingreso prematuro en la vida social, de este cultivo de las relaciones afectivas de la
época en que los jóvenes no están preparados para ello. En Estados Unidos cada
semana se venden 70.000.000 de entradas, de las cuales 28.000.000 las compran niños
que aprenden desde tan temprano lo que no están preparados para recibir y que no
va a hacer sino relajar su capacidad de esfuerzo.
LAS TENDENCIAS PEDAGOGICAS MODERNAS Y EL ESFUERZO
Fuertemente se ha diseñado estos últimos años una tendencia que propugna
una supresión del esfuerzo en el niño. Se caracteriza por una incesante búsqueda de
métodos para disminuir el esfuerzo en la enseñanza. El método de lectura global de
Decroly, el método sensorial de Froebel, Montessori, y otros. El ideal de las llamadas
"Escuela Nueva", "Escuela Activa", "Escuela Serena", "Escuela Progresista" que tienen
muchos centros y sobre todo muchísimos libros de divulgación es ahorrar el
esfuerzo del estudio y no separar el estudio de la vida cotidiana. Encierran estas
escuelas elementos pedagógicos de valor indiscutible, sobre todo tratándose de la
enseñanza de anormales, pero al generalizarlos a todos, incluso a los niños de talento
superior, y especialmente al generalizarlos como el único método de enseñanza
encierran el enorme peligro de anular el esfuerzo y formar generaciones de
perezosos. Pretenden estos pedagogos que el niño ha de aprender caminando,
jugando, haciendo observaciones que le atraigan. El principio que domina esta
pedagogía en su aspecto "instrucción" es que hay que seguir los intereses
espontáneos del niño y no dar al niño nada que él no apetezca espontáneamente. El
papel del profesor viene a reducirse a estimular intereses en el niño, a procurar que
se despierten en él intereses espontáneos. Es una pedagogía en la cual el guía es el
niño; la norma sus intereses.
En el aspecto disciplinar el método sigue parejas con el intelectual. Se concede a
los alumnos una gran libertad. Las clases no son salones donde se va a escuchar una
lección, sino salas de trabajo en las cuales el alumno en íntima colaboración con el
profesor se ocupa de un punto interesante. El profesor más que el representante de
la autoridad es el compañero más autorizado que orienta a sus alumnos en la
búsqueda de la verdad. En algunos establecimientos sobre todo en Alemania se llegó
a entregar la dirección del colegio al consejo de alumnos, en el cual se sentaba como
un camarada el Director del establecimiento. En otras escuelas, tristemente célebres -
las escuelas de Hamburgo- los alumnos iban a las clases que querían, asistían cuando
les venía bien, se retiraban de clase si se aburrían...Los castigos en esta concepción
pedagógica están ausentes; la emulación de un alumno con otro, también está
ausente. Queda únicamente en pie que el alumno ha de obrar por principios
internos, por convicciones personales, que ha de emularse consigo mismo, no con
sus compañeros.
Estos métodos felizmente no han surgido entre nosotros, aunque hay una
fuerte tendencia en parte no pequeña del profesorado primario nacional para
implantarlos. Por eso Adolfo Ferriére, el gran propagandista de la "Educación
Nueva", a su vuelta a Ginebra declaró que el país más preparado en el mundo
después de la que entonces era Austria para recibir la Educación Nueva, era Chile.
Puntos hay muy interesantes en estos métodos, pero encierran peligros para educar
una generación fuerte. Por eso Alain en su libro "Propos sur l'education" afirma: "Es
necesario que el niño conozca el poder que tiene de gobernarse, que tenga el
sentimiento que el trabajo sobre sí mismo es difícil y es bello, que los verdaderos
problemas son amargos al gustarlos, que el placer no llegará sino al que ha vencido
la acritud.. Yo no prometería por tanto el placer, sino que daría la dificultad vencida
como término, como fin.
Otro educador hacía tiempo había puesto como "primera regla de educación no
facilitar demasiado los ejercicios que tienen como fin la dificultad vencida".
Alexis Carrel afirma también con fuerza esta misma idea: "La generación joven
lo que necesita es cultivar con fuerza algunas inhibiciones; y la Escuela Nueva las ha
descuidado en gran escala. Nos ha enseñado en cambio la fuerza del motivo; ha
vigorizado los ideales de la vida. Sin embargo ha de darse cuenta que es necesario
insistir a cada niño que tiene un círculo de influencias en su casa, entre los amigos y
la comunidad que contribuyen a construir o a destruir la raza. Por métodos que cada
uno debe descubrir ha de adquirir más conciencia del valor de la justicia personal, de
la lealtad y de la consideración por los demás. Tal vez los pedagogos de la educación
nueva no se han dado bastante cuenta que mientras menos disciplina haya fuera del
hombre, más disciplina se necesita en su interior. Si nosotros no nos imponemos una
disciplina seria y no la imponemos a los otros, día llegará en que otros más crueles
que nosotros nos la impondrán".
REMEDIOS PARA OBTENER EL ESFUERZO
Es, pues, necesario que nos convenzamos que es peligroso enervar las
voluntades y empeñarse en cubrir de flores los caminos de la infancia. Las flores no
nacen en todas las estaciones. A los niños demasiado felices _los hay_ les faltan las
experiencias más útiles. Es necesario hasta cierto punto que el niño padezca las
experiencias de sus errores. Es necesario que gane sus alegrías con el sudor de su
frente; que conozca las dificultades y las contrariedades. Si lo queremos hacer feliz,
no se lo digamos demasiado. Si queremos obtener de él un esfuerzo no le
propongamos un placer... Y este método que se ha de aplicar al niño desde la
infancia es el mismo que ha de seguirse empleando con los jóvenes en los centros de
Acción Católica. Es antipedagógico invitar a un niño o a un joven a una actividad
diciéndole: Ya verás que es bien interesante, que es divertido... Justamente
recibiremos luego esta desconcertante respuesta: ¿No es más que esto? Bah..., no me
interesa". Esta es la causa de tantos caprichos en la infancia, no menos que de tantas
decepciones y de tantas inconstacias en los trabajos de Acción Católica.
No olvidemos nunca el siguiente pensamiento profundamente bello en su
verdad: "El hombre es naturalmente gozador. Pero por muy degradado que sea ha
menester sobre todo de grandeza y de superación. El heroísmo constituye una de las
exigencias más hondas de nuestra naturaleza. Los grandes conductores, los que
determinan las grandes transformaciones de la historia, no fueron quienes
prometieron más placer, sino más sacrificio... La juventud, sobre todo, se deja
arrastrar por el fascinador llamado del heroísmo. En un mundo de cobardía,
egoísmo y delincuencia hay que proponer el ideal íntegro del sacrificio, que para
nosotros es el ideal de la santidad".
La desorientación de nuestra juventud en el sentido del esfuerzo tiene como
una de sus principales causas la organización misma de la vida moderna, toda ella
orientada en el sentido de la comodidad, de la disminución del esfuerzo y del
sacrificio. Los remedios pues habrán de considerar esta situación de partida. Sería
clamar en el desierto pedir que se abandonasen las conquistas de la ciencia, que por
otra parte trae ventajas no despreciables... No se trata pues de abandonar el teléfono,
el auto, la radio, pero sí de aprender a usarlos como medios para un fin. Para esto es
necesario hacer comprender a nuestros niños y jóvenes que se han de servir de estos
instrumentos no por el puro placer, sino para realizar mejor su misión. Que su alma
se petrifique en el esfuerzo contra ella misma, contra sus pasiones, contra el
ambiente, contra todas las perezas que se oponen al cumplimiento del deber.
Dos o tres años antes de su muerte el Embajador norteamericano en París
evocaba ante un auditorio de jóvenes uno de los más vivos recuerdos de su
juventud. Era él entonces profesor de aldea. Un día penetra en la clase un visitante
desconocido y dirigiéndose a los jóvenes les dice estas solas palabras: "What ever
you do, do it with all your might". "Con toda el alma haced cuanto hagáis". Este
pensamiento tan sencillo ha quedado como el lema de mi vida.
Hay que insistir mucho a los niños y no menos a los jóvenes en la necesidad de
hacer bien todo lo que se hace, de hacerlo terminado, perfecto, hasta donde sea
posible. Exigir la corrección en todo desde la puntualidad para presentarse en la
reunión, la manera de saludar, la manera de vestir, la manera de sentarse, la cortesía
a la persona que se acerca a pedir un servicio, el trato respetuoso y lleno de afecto
con sus padres, jovial y alegre y bromista con sus compañeros pero siempre dentro
de un gran respeto hacia ellos; el trato con la servidumbre lleno de dignidad, de
consideración del valor humano del servicio que le prestan que no lo paga con
dinero; el modo cristiano de viajar en un góndola, el ceder el asiento a los sacerdotes,
mujeres y ancianos. Y no sólo el respeto a las personas hasta el respeto a las cosas,
que en cierto sentido -no panteísta- participan de la redención, en cuanto Cristo se
sirvió de ellas y las elevó al grado de instrumentos de la divinidad; por tanto no tirar
basuras en las calles; no fumar donde no debe hacerse, no dar portazos, urbanidad
en el comer, dignidad en el sentarse aún cuando se está solo... Toda la vida familiar,
social, íntima hecha con el mismo respeto, con igual esfuerzo porque los motivos
para obrar así son siempre los mismos. Esta concepción de la vida supone un
inmenso esfuerzo interior que es inmensamente más difícil de exigir que el esfuerzo
exterior, pero florecerá en la más bella de las virtudes que es la caridad. La cortesía
es la flor de la caridad.
Cuando predomina, en cambio, la cultura puramente de fachada, de apariencia
para el público mientras se vive en desorden íntimo se prepara el futuro déspota.
Hay personas que viven a sus anchas a solas y cultísimos en público; desarreglados,
sucios, en casa y muy correctos en público, atrevidos con la servidumbre y
cultísimos con las señoritas de sociedad... ¡Pasta de tiranos!
Luego, otro principio fundamental que hay que inculcar a todos desde
pequeños, pero también cuando jóvenes y aún cuando hombres es éste: "que
mientras no se ha cumplido el deber no hay derecho al placer". Hay, pues, que hacer
comprender a los niños y jóvenes que mientras está el deber por cumplirse ya que
pueden gritar y hasta amenazar con el suicidio que no se les dejará tranquilos
mientras no lo hayan cumplido. Kipling, recordando su educación de angloindio en
un colegio inglés nos revela el secreto de esta educación: "Todos estos famosos
profesores, sin decirnos por qué nos mostraban nuestro deber, que hay que terminar
el deber, el deber de cada día... y que no hay excusa que valga. ¿Por qué buscar
excusas? ¿Está terminado el trabajo? Mi compañero tiene también que terminarlo... y
al fin de cuentas soy responsable ante Dios y ante mi conciencia del deber que tengo
que realizar".
No se admiten vanas palabras, gestos inútiles. Hay que hacer comprender a los
demás y demostrémoslo con el ejemplo, que el deber es algo muy sagrado, tan
sagrado como no matar. Que hay un respeto al deber que distingue al caballero.
Que tratándose del deber "no hay tutía"... aunque se burlen los compañeros,
aunque no pueda acudir a una cita... El cumplimiento del deber es el único medio
para ser tratado como hombre.
La colaboración de los mayores, de los padres en primer lugar, es necesaria
para obtener este espíritu de esfuerzo de los jóvenes. A veces los mayores enseñan
con sus mentiras el camino de la mentira para los niños, excusan sus faltas, justifican
injustificadamente sus inasistencias. Que los niños vean que deber y verdad son dos
palabras llenas de sentido, del más amplio sentido. Nuestro deber ha de aparecer
como la gran devoción de la vida. La devotion du dévoir fue el tema de las
conferencias cuaresmales del P. Pinard de la Boullaye. Para nosotros también el
deber ha de significar una devoción, la traducción de nuestra naturaleza humana y
de nuestra elevación sobrenatural.
CONCLUSIONES. Examinar la conducta que observemos en el Centro de A.C.,
puntualidad, caridad, respeto, etc. Cultivar estas mismas virtudes en nuestras vidas
privadas.
No negarme nunca ante ningún sacrificio que me pide el deber de estado.
Determinarme un plan de vida de que ordene mis principales actividades y, a
ser posible, un horario si fuese muy desordenado.
RECAPITULACION. ¿A qué se debe la falta de esfuerzo de nuestra
generación? ¿Qué influencia tiene el biógrafo en esta tendencia a la vida fácil?
¿Influye la religión en el sentido del esfuerzo? ¿Qué pensar de los educadores que
siguen los intereses del niño?
OBLIGACIONES. La naturaleza es el mejor guía. Sigamos sus instintos y no
nos equivocaremos.
No se puede pedir esfuerzo a una generación debilitada como la nuestra.
La pedagogía del esfuerzo forma hipócritas y neuróticos.
X
EDUCACION DE LA RESPONSABILIDAD
CUESTIONARIO. ¿Qué piensas de la manera de afrontar responsabilidades
que tienen tus amigos? ¿Son constantes en lo comenzado? ¿Qué consecuencias traerá
para Chile esta falta de responsabilidad?
Exposición. Cada época tiene su manera propia de ser formada por la cultura,
la ideología general, el estado económico, las grandes corrientes filosóficas, literarias,
sociales, y por mil fenómenos que orientan la mentalidad de una generación.
Uno de los rasgos más salientes que llaman la atención a quien estudia
cuidadosamente nuestra época es la falta de responsabilidad que se echa de ver en
nuestros días. La impresión general que deja ver la joven generación contemporánea
es la de no tomar nada en serio, la de no cuidarse de guardar la palabra empeñada,
de proseguir las obras comenzadas. Los ejemplos que podríamos citar son
innumerables. Jóvenes que toman a su cargo una obra, la protección de una familia
pobre, un apostolado, determinado y por la más mínima dificultad desisten con toda
naturalidad de lo comenzado sin detenerse a pensar en las consecuencias que su
actitud acarreará para los demás. Se inscriben en la A.C., comienzan a asistir a las
reuniones, pero por el más mínimo motivo dejan de seguir asistiendo... Ofrece su
cuota, pero el día menos pensado dejan de pagarla "porque sí". ¡La puntualidad! no
la conocen muchos. No han reflexionado sobre el valor del tiempo para los demás,
sobre el respeto que deben a sus semejantes a quienes no debieran exponerlos a
perder ni siquiera un minuto de su tiempo.
No se valoriza cada cosa por su aspecto intrínseco y por tanto no se le da el
sitio que le corresponde en una jerarquía de valores bien ordenada. Se encarga a un
joven la preparación de un círculo de estudios, y no lo prepara o lo hace
superficialmente para salir del paso. ¿Cuántos se dan cuenta que ese tema tal vez no
lo oirán más sus compañeros; que quizás se alejarán de esa actividad al sentirse
defraudados en sus esperanzas de formación o de apostolado? Y el fracaso de una
obra a la que han ofrecido su actividad no parece preocuparlos mayormente ni les
hace perder un momento de sueño ni la olímpica paz de su espíritu.
La vida religiosa es también tomada superficialmente. Se la concibe como un
conjunto de prácticas que hay que hacer ritualmente, más que como una donación
entera de la persona a Dios, como un ponerse en sus manos para realizar el doble
mandamiento de amor a Dios y al prójimo. La moral se ha convertido para muchos
no en una vida entregada en manos del Creador, sino en una casuística que les
permita moverse con libertad. De aquí el rehuir las responsabilidades que a cada
uno incumben en la sociedad religiosa y civil en que cada uno vive.
El sentimiento se despierta con facilidad, pero ¡cuán a flor de tierra! Emoción
pasajera que no mueva una vida. En los grandes dolores ¡cuán poca reflexión! La
horrible guerra que nos azota es mirada sobre todo como una ocasión de mostrar sus
simpatías intransigentes por uno de los bandos en lucha más que como un problema
humano trágico que debiera conmovernos hasta lo más íntimo del ser. En la tragedia
del terremoto del sur, todavía presenta en nuestro espíritu, fue profundamente
significativa la actitud de muchos jóvenes que partieron generosamente para el lugar
de la catástrofe, pero al ver la realidad de lo ocurrido y lo que se esperaba de ellos se
contentaron con pasearse como turistas, sacar unas fotografías de las ruinas y
volverse a contar sus impresiones del terremoto.
Las conversaciones corrientes son un reflejo de esta superficialidad que denota
una falta absoluta de responsabilidad: fiestas, diversiones, biógrafos, pelambres,
escándalos, algún chiste son el elemento ordinario de la mayor parte de las
conversaciones que traducen una trágica ligereza.
La vida cívica no es concebida en forma más consciente. La juventud moderna
se apasiona mucho más por la política que por el trabajo más oscuro, más
sacrificado, más lento de la Acción Católica. Fascinada por los resultados inmediatos
descuida una formación profesional seria y la adquisición de conocimientos
sistemáticos de historia, sociología y demás ciencias que le capacitarían para ejercer
una influencia profunda en lo porvenir. Entre los movimientos ideológicos que la
solicitan prefiere los más extremos, los que hieren más fuertemente su emotividad; y
debido a esta misma ligereza de formación, de la cual al menos globalmente se da
cuenta nuestra juventud, prefiere sentirse masa, ser gobernada y dirigida dejando a
otros el trabajo de pensar y de dirigir.
La falta de síntesis ideológica de la juventud moderna hace que aborde la vida
sin una orientación definida. Con mucha frecuencia no sabe al terminar sus
humanidades qué carrera ha de seguir, o se determina por motivos completamente
secundarios, circunstanciales, que no debieron haber sido los móviles de su
conducta.
Otra de las características de nuestra juventud ante el problema de la
responsabilidad es la falta de sacrificio que demuestra para aceptar las
responsabilidades que le incumben. No sólo no profundiza conscientemente cuál sea
su responsabilidad, sino que de ordinario cuando llega a conocer cuál sea ésta, no
afronta los sacrificios necesarios para realizarla. Un espíritu de comodidad, de
indolencia, de falta de esfuerzo... un ansia de placer ha invadido nuestro mundo
moderno. Alexis Carrel se ha quejado amargamente en su obra "El hombre, un
desconocido" y más recientemente en un magnífico artículo "Rehaga su propio yo",
publicado en el primer número castellano de Selecciones. Con qué amargos acentos
lamenta el autor la baja pavorosa de costumbres de la joven generación que
transcurre su vida en perpetua diversión.
Aburguesamiento de la juventud; instalación de lleno en el ambiente de este
mundo y pérdida total, de parte de muchos, de la visión de eternidad en la vida y
consiguientemente ansia de placer desmedida. Se ha olvidado que ella ha sido hecha
no para el placer, sino para el heroísmo. Quiere evitar todas las molestias de la
acción. El amor gigantesco de un Francisco de Asís que lo renuncia todo por Cristo,
el de Francisco Javier que abandona toda comodidad para ganar almas para Cristo,
el celo de San Pablo que aspira incluso a ser anatema por ganar sus hermanos para
Jesús, eso está muy lejos de ser siquiera comprendido por el espíritu de la mayor
parte de nuestros contemporáneos.
La inconstancia en el bien comenzado es consecuencia natural de esta actitud
espiritual. Como no hay arraigo ideológico suficiente, falta el espíritu de sacrificio
para hacer frente a los compromisos en los días malos y difíciles y de ahí que es la
gana, la que determina la conducta. Si hay gana se acude; si no hay gana, no se
acude y se abandona la obra comenzada, como trágicamente lo estamos
comprobando todos los días, con gravísimo daño en las obras comenzadas.
La Acción Católica tiene la grave misión de crear este sentido de
responsabilidad. La formación que se da en sus círculos de estudio va disipando la
inconsciencia y ayuda a precisar conceptos sobre el destino de la vida humana, la
misión del hombre sobre la tierra, el sentido de eternidad de nuestras obras, sobre
los fundamentos del apostolado, sobre dogmas tan trascendentales como cielo,
infierno, redención. Los ejercicios espirituales y los retiros mensuales van
acentuando estos conceptos, sobre todo si se obtiene que el ejercitante logre meditar
en forma personal y adquiera el hábito de la meditación diaria. Los trabajos escritos
que se encargan al socio de A.C. contribuyen mucho a hacerlo pensar y a ponerlo
frente a problemas cuyos contornos debe delinear al poner por escrito sus ideas. Las
encuestas bien dirigidas son auxiliares preciosos para crear el sentido de la
responsabilidad en el joven pues lo obligan a encarar situaciones en las que nunca tal
vez había pensado.
Una concepción justa de la A.C. es la que se da cuenta que la misión de la A.C.
es la misma de la Iglesia; esto es llenar la vida entera y cada una de sus actuaciones
del espíritu de Cristo: "Instaurar todas las cosas en Cristo". En este sentido la A.C.
debe preocuparse de dar una solución a problemas de orden educacional, social,
recreativo, deportivo, etc., a todas las actividades que preocupan a un joven,
excluidas las de política partidista. Frente a cada una de estas actividades debe
responsabilizar a un joven, dándole instrucciones bien concretas de cuál debe ser su
actuación y de qué es lo que se espera de él. No hay mejor camino para formar jefes
que dar responsabilidades concretas, lo más concretas posibles. Al encargado de
cada una de estas actividades ha de darle el Presidente las instrucciones precisas
para que pueda actuar, pero dejando su realización a cargo del responsable, el cual
deberá solucionar las dificultades de ejecución que se presenten. No basta dar la
responsabilidad: es además necesario pedir cuenta frecuente de cómo se ha
ejecutado. En cada reunión del centro deberían los responsables dar cuenta de sus
actividades, para que los demás se sientan estimulados y puedan también
aprovecharse mutuamente con el intercambio de experiencias.
Es un pésimo dirigente de A.C. el que para mejor cumplir su cargo suprime la
responsabilidad de sus subordinados y pretende darles todo el trabajo realizado, no
dejando nada a su iniciativa. Mientras más alto es el cargo del dirigente más deberá
contentarse con tener en sus manos las líneas generales de los diferentes problemas,
dejando la realización de las actividades que entrañan en manos de los
subordinados.
Si la A.C. logra formar la conciencia, despertar el esfuerzo y dar
responsabilidades concretas será una gran escuela de dirigentes. Tiene medios
sobrenaturales y naturales abundantes para obtener este resultado. A cada uno de
los dirigentes corresponde hacer uso de ellos para formar en Chile el sentido de la
responsabilidad.
CONCLUSIONES. Fiel a mi deber. Constante en lo comenzado. Examen de
conciencia de mis compromisos. ¿Qué he de tomar? ¿Qué he de dejar? ¿Qué he de
modificar?
Introducir en el centro el sistema de responsables.
RECAPITULACION. ¿Qué impresión te deja la irresponsabilidad de nuestra
época? ¿Cómo combatir el dominio de "la gana" en mi vida? ¿Qué medidas
podríamos tener para inculcar más la virtud de la constancia en nuestros socios?
OBJECIONES. Las críticas que se hacen de la irresponsabilidad general son
exageradas. Esas faltas son sin importancia: no constituyen pecado.
Nuestro siglo es incapaz de un esfuerzo serio, ya que los nervios de nuestra
generación están gastados. Hay que ser indulgentes.
XI
LA EDUCACION PARA EL HEROISMO
CUESTIONARIO. ¿Cuál es el sentido cristiano de la vida? ¿Cuál el sentido
pagano? ¿Qué significa tener una mústica en la vida? ¿Cuál es la mústica cristiana?
Exposición. Más aguda que la crisis económica, que es atroz, más grave incluso
que el conflicto internacional, el más sanguinario que ha conmovido a la humanidad
es la actual crisis de hombres.
Relajación, superficialidad, falta de disciplina para la vida. Los jóvenes de
nuestro tiempo no dan la impresión en general de ser como los fuertes robles, sino
como los fofos ombúes. Su continente no es el del militar puro nervio, cuyas piernas
parecen de piedra al adoptar la posición firme, o cuando virilmente marcha con paso
de parada, sino más bien la actitud débil del que es pura carne, de mirada indolente
y de aire desmazalado.
La Patria necesita un nuevo tipo de hombre. No se puede tallar la efigie del
Chile nuevo en madera podrida. Una personalidad decadente no puede ser el sostén
de una humanidad mejor. La nueva concepción del hombre que saldrá después de
esta atroz guerra tendrá que diferir sustancialmente de la concepción de la mayoría
de nuestros contemporáneos. Merecería el calificativo de loco quien imaginara que
con simples paliativos, con un poco de reboque y unos puntales podrá adaptarse la
actual construcción ideológica a la nueva humanidad que ha de nacer si el mundo no
llega a su fin.
Y esta nueva era se presiente... Todos la desean, menos unos cuantos
explotadores del vicio; todos comprenden que así se va a la ruina, y parecen estar
todos esperando como el alumbramiento de una humanidad mejor, una nueva
manera de vida, una nueva civilización. Pero esto engendra en nosotros, cristianos,
una responsabilidad formidable, como pocas veces la hubo en la historia: quizás
antes de la caída del Imperio Romano, y fue correspondida, y antes del
Renacimiento y fue desatendida. Somos nosotros los depositarios de la verdad, los
portadores de la luz, los que poseemos la vida. Y si nuestra verdad no se manifiesta,
si nuestra luz no alumbra, nuestra vida no enciende otras vidas, la culpa será
nuestra, exclusivamente nuestra. ¡Vosotros los que tenéis la luz! ¿qué habéis hecho
de la luz? se nos podrá preguntar con trágica amargura... Los que profesan la ley de
Jesucristo, los que concurren a los templos, los que declaran abiertamente que son
católicos, y se ofenderían si se les tachara de paganos, ellos son los que con su
ejemplo han de recordar el concepto de la auténtica cristiandad, los que han de
mostrar al mundo más con su ejemplo que con sus palabras la belleza de la doctrina
de Cristo, su eterna juventud, y cómo es la solución de los problemas que se
presentan en todos los campos de la vida, en el terreno económico no menos que en
el artístico, en el científico no menos que en el estrictamente religioso. Eso es ser sal
de la tierra, levadura de toda la masa, luz puesta en lo alto del monte que ilumina
toda la tierra.
Para que el cristiano pueda cumplir con su misión regeneradora tiene que
tomar una posición heroica, salir de su concepción burguesa que es la antítesis de la
primera, en otros términos tomar al pie de la letra las enseñanzas totalitarias de
Cristo: el reino de los cielos padece violencia y sólo los esforzados lo arrebatan; el
que quiera venir en pos de Mí tome su cruz y sígame cargado con ella; el grano de
trigo que aspira a dar fruto, muera primero; sólo así dará fruto en abundancia. El
que ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí... El que pone la
mano al arado y vuelve los ojos atrás no es apto para el Reino de los cielos.
Sentimientos éstos que han sido admirablemente interpretados por este librito
popular en la piedad cristiana, cual ningún otro después del Evangelio, la Imitación
de Cristo: "Déjalo todo y lo hallarás todo... Tanto aprovecharás cuanta violencia te
hicieres... Sal de ti y me hallarás a Mí".
Esta es la doctrina del cristianismo auténtico combativa contra sí mismo, viril,
austera que se complace en mirar con ojos enternecidos la imagen de su Cristo "el de
las carnes en gajos abiertos, el de las venas vaciadas en ríos..." Así lo representa su
piedad y en esa imagen encuentra el valor de las grandes renunciamientos. "Me amó,
y se entregó a la muerte por mí, también por mí". Este pensamiento volvía loco el
corazón de Paulo de Tarso de la primera generación de cristianos, que entregó
virilmente su cabeza al hacha del verdugo después de haber padecido azotes,
naufragios, cárceles, veneno por Cristo. No menores renunciamientos han sufrido los
auténticos cristianos de nuestra generación, como un Manuel Bonilla de San Martín
crucificado un Viernes Santo por los perseguidores de Cristo en México y que escribe
a su novia minutos antes del suplicio, un pensamiento de fe tan ardiente y tan viril
como el de Paulo: "Amada Luz: En los postreros momentos de mi existencia te
escribo las presentes letras... Ha querido Dios aceptar el sacrificio de mi vida... Mi
sangre se derramará hasta la última gota por confesar la fe de quien es el Creador de
todo lo existente. El recuerdo mío jamás se borre de tu memoria, amada mía. Sufro
porque te abandono. Me cogieron prisionero y dentro de poco me fusilarán. No hay
poder humano que me salve. Estoy en las manos de Dios y El sabrá lo que decida de
mi vida. Confórmate porque así lo ha querido Dios. Recibe el recuerdo de un
corazón que te amó hasta la muerte y te seguirá amando en la eternidad".
Y entre Pablo de Tarso y Manuel Bonilla de San Martín, veinte siglos de
cristianismo que ha producido en los seguidores auténticos de Cristo el mismo
espíritu heroico que llevaba a Ignacio de Antioquía a pedir que no le compraran la
liberación del martirio porque aspiraba a ser triturado como trigo entre los dientes
de los leones para ser ofrecido como una hostia en unión con Cristo.
El heroísmo es algo permanente en la Iglesia. El pasado siglo el P. Damián de
Veuster marcha a la leprosería consciente de que iba a contraer la lepra pero salvaría
así las almas de esos pobres.
Al descubrir en sí la horrible enfermedad, escribe a su Provincial: "Como ya le
escribí, mi muy reverendo Padre, hace una decena de años que yo suponía que ya
tenía los gérmenes de esta terrible enfermedad en mi organismo, consecuencia
natural y prevista de un largo tiempo de permanencia entre los leprosos. Así es que
no se entristezca al saber que uno de sus hijos espirituales ha sido condecorado no
solamente con la real cruz de honor, sino también con la cruz un poco más pesada y
menos honrosa, de la lepra, con que ha querido permitir el Señor que yo sea
estigmatizado".
Ese es el auténtico sentido del cristianismo. Este es el que en cada período de la
historia se han encargado los santos de recordar a una humanidad que, llevada por
la ley de la inercia, ha decaído de sus altos ideales a una concepción egoísta y
sensual.
Una generación de santos se impone para que en nuestra época se despierte en
la masa de los cristianos el sentido heroico de su fe,,y arrastre en pos de sí a sus
contemporáneos haciendo nacer una nueva civilización.
El mundo actual está muy lejos del heroísmo... Me refiero a la masa de nuestros
contemporáneos. Se han instalado en el placer, en el hedonismo; su Dios es el
confort, su ambición; el dinero que compra el confort, su miedo supremo; el dolor y
la muerte. Nuestros contemporáneos se han arrellenado lo más cómodamente
posible en este mundo, buscando el relajamiento muscular y espiritual. La vida
burguesa es un baño tibio, la del héroe la racha de lluvia helada que azota el rostro.
El burgués se distrae en la vida, el héroe se inquieta; espera, busca, mientras el
primero se adormece en el placer. El burgués ama las aventuras que lo entretienen:
sus autores son Zola, Ibsen, Dumas, las carnalidades de D'Annunzio, o una insulsa
revista pornográfica, mientras el héroe no tiene tiempo ni humor para esas letras
muertas cuando ve el mundo lleno de almas que salvar, de hombres que regenerar.
El burgués es un hombre sin amor verdadero, es lo más un filántropo, pero en
el fondo es absolutamente egoísta... Si hace una caridad hay algo frío en ese gesto: no
va a poner el remedio al mal que le reclama, no va a la reforma de la situación
injusta, va a tapar esa boca para que no grite, para no oír un llanto intranquilizador.
Por eso no acepta las reformas sociales de fondo, nada que pueda amargar su propio
bienestar... El burgués es un hombre que quiere seguir poseyendo y está poseído de
miedo a todo lo que pueda amargar su posesión, miedo a las luchas, miedo al
imprevisto... Por eso ama con pasión el ejército, la policía, las medidas de seguridad,
las palabras discretas y vagas. Su símbolo es la calefacción central, su himno el
silbato tranquilizador del policía que a altas horas de la noche le asegura que hay
alguien que vela sobre su sueño y sobre su caja de fondos.
Este espíritu burgués que estamos describiendo, valiéndonos de interesantes
reflexiones de Mons. Francheschi, no está acantonado en una clase social. Hay ricos
que no son burgueses, y hay pobres muy burgueses. No depende de la renta que se
posee: cabe estar impregnado de él con muy poco dinero y colocarse por encima de
él poseyendo gran fortuna. El burguesismo pertenece a la psicología y a la moral, no
a la economía: es ante todo el olvido de que la vida presente es ruta y no término. En
otras palabras es una inversión de los fines: lo eterno sometido a lo temporal, lo
espiritual a lo material, la vida futura a la presente.
¿Qué posición ha tomado el cristianismo ante este espíritu burgués? ¿Ha
reaccionado violentamente contra esta concepción individualista y egoísta de la
vida? La Iglesia, sí. Las enseñanzas del Evangelio se han perpetuado en las de los
Pontífices. Los santos en todos los tiempos. La masa cristiana también en ciertas
épocas en grados muy diferentes... Hasta fines de la Edad Media se puede decir que
el espíritu cristiano era una oposición al espíritu burgués, llámese éste paganismo o,
como se quiera. El cristiano es cristiano en todas partes o no lo es en ninguna. El
cristianismo impregna todo el orden temporal, el privado y el público; las
instituciones y costumbres se conforman a la ley del Evangelio y el hombre vive en
un ambiente en que lo sobrenatural es natural.
Pero viene el Renacimiento que vuelve a poner en el ambiente el criterio
pagano, la mentalidad de gozo y de placer; viene luego, la Reforma que le enseña al
individuo a abrirse solo su camino en la vida, que va introduciendo el desprecio de
las obras, matando el nexo íntimo entre la fe y las costumbres para arrinconar la vida
religiosa en una fe en Cristo, en una confianza en los méritos de su sangre,
despreocupándose de llenar la vida de un obrar conforme a esa fe. Viene luego el
fenómeno económico de la valoración del dinero, valoración casi desconocida hasta
entonces, como que ni siquiera admitía la Iglesia que pudiera producir créditos el
dinero al ser dado en préstamo. Estos tres elementos van actuando sobre la
conciencia de los cristianos desvirtuada por la relajación de las costumbres, aún en
muchos sectores eclesiásticos, por la ignorancia religiosa que había ido cerniéndose
lentamente sobre las generaciones que precedieron y sobre todo las que siguieron a
la Reforma. El paganismo, el individualismo, el economismo arrinconaron la vida
cristiana a los lugares de culto, mientras el paganismo fue siendo el criterio que
dominaba en las relaciones temporales. Las fuerzas de reacción estaban muy
debilitadas y los cristianos vieron desarticularse la concepción tradicional de su fe en
la masa de los creyentes que guardaban un sentido religioso para ciertas actitudes de
su vida y se movían ordinariamente como si fuesen paganos.
"La falsa relación entre el cristianismo en sí y el cristianismo de la cristiandad
consiste en lo siguiente: aquél habla siempre de la eternidad y piensa de continuo en
el Eterno, mientras éste habla del mismo modo, pero piensa en la vida terrestre. Esto
no es exacto si se trata de la cristiandad medieval; pero en lo que hace a la de
nuestros días, menester es confesar que ella, como ambiente, si piensa quizás en lo
terreno mientras se halla en el templo, no hace otro tanto cuando actúa fuera de él: lo
social, lo profesional, lo civil, lo público escapan a la influencia vivificadora de su
cristianismo. Y entonces, debilitado por ese naturalismo al que se resignó, habiendo
perdido el sentido de su deber tanto con Dios cuanto con sus hermanos, el hombre
cristiano de hoy día, salvo excepciones brillantes y numerosas, se dejó vencer por la
tentación del burguesismo, olvidó el tono heroico, la interpretación mística del
mundo y de sí mismo. Y como estaba espantado por las convulsiones
revolucionarias, sin comprender que nacían precisamente de ese naturalismo, o si se
prefiere de ese laicismo social, se volvió tradicionalista" (nota 26). Este burguesismo
es la antítesis del cristianismo. Cristiano burgués, quiere decir: burgués y no
cristiano.
Pero del exceso del mal viene el remedio. Ante los males del burguesismo han
nacido falsas místicas que han sido abrazadas con una fuerza tal que ha hecho abrir
los ojos a los que inconscientemente las engendraron, y el exceso del mal más el
soplo suave del Espíritu Santo están haciendo abrir los ojos a los cristianos, que están
recobrando el sentido heroico de la vida.
Verdades cristianas que los cristianos dejaron volverse locos constituyen el
fondo de estos movimientos abrazados con pasión ardiente por sus seguidores. En
medio de esta sociedad aburguesada ha habido almas inquietas, temperamentos que
habrían sido de místicos si hubiesen sido bien guiados, almas nacidas para la lucha y
que han reaccionado violentamente contra este estado de cosas: Lenin, Hitler,
Mussolini, Stalin todos estos grandes conductores de hombres de nuestro siglo se
han creído llamados a operar una gran revolución, haciendo un llamado a lo más
antiburgués que hay en el hombre, al fondo de heroísmo que hay en cada uno de
ellos.
"Como dice un pensador de nuestro siglo 'El hombre es naturalmente gozador,
pero por muy degradado que sea ha menester sobre todo de grandeza y superación'.
El heroísmo constituye una de las exigencias más hondas de nuestra naturaleza. Los
grandes conductores, los que determinaron las mayores transformaciones de la
historia, no fueron quienes prometieron más placer, sino más sacrificios... La
juventud sobre todo se deja arrastrar por el fascinador llamado del heroísmo. En un
mundo de cobardía, egoísmo y delicuescencia el nazismo y el comunismo han
propuesto a la juventud este ideal. Mi héroe -escribe un joven alemán- he aquí como
lo veo: erguido, echado atrás el busto, lanzando con una gran carcajada su granada
de mano en un nido de ametralladoras, y alcanzado en el empuje de su gesto por la
bala que lo mata. Su último destello de pensamiento al caer es ¡todo por Alemania!
Ha bebido la copa amarga con la risa orgullosa de los paganos; la vació hasta la hez
de un solo golpe, y Andrés Gide defiende a los intelectuales comunizantes como él
de los ataques de los burgueses: 'nuevos títulos de nobleza, nuevas formas de
santidad, de abnegación, de heroísmo (y no como lo dicen Uds. de nuevas
facilidades) he aquí lo necesitamos... vosotros en cambio proponéis el estancamiento
en el confort de la herencia que deseáis conservar' ".
Y si de las declaraciones literarias pasamos a los hechos encontramos que la
realidad confirma y sobrepasa las declaraciones. "Lo horrible del choque entre
Alemania Nazi y la Rusia soviética nace de ahí: no nos hallamos en presencia de dos
intereses sino de dos místicos. Es ridículo pensar que la primera nación es la
prisionera de Hitler y la Gestapo, y la segunda es encarcelada por Stalin y la G.P.U.
La verdad es que la tensión ha ganado a ambas poblaciones. Los jefes nazis
reconocen que los soviéticos luchan hasta el fin y la mayoría prefiere morir a
rendirse.
"Lo peligroso de estas tendencias no está tanto en su economía, ni en su
política, como su mística. Si no modificaran más que el régimen de la producción, o
el de las relaciones internacionales, sin despertar en sus fieles una tensión, un
sentido del esfuerzo, una entrega de todo el ser a la tarea, serían poco temibles. La
tiranía zarista en Rusia, el despecho producido por el tratado de Versalles en
Alemania, crearon un ambiente propicio al estallido de las nuevas orientaciones,
difundieron una angustia profunda. Pero si a los oprimidos y a los desilusionados
no se les hubiera ofrecido más que un poco de libertad o de pan no habrían entrado
por el camino que vienen recorriendo, que supone una conciencia de poseídos por el
ideal místico de una misión que realizar.
Mística diabólica, si se quiere, pero que supone en ellos una abnegación y una
grandeza titánicas. Como dice el P. Ducattillon "entre estos movimientos y el
cristianismo no se trata de la lucha entre una moral y una desvergüenza, entre un
ideal y un egoísmo, sino entre dos concepciones de la moral y del ideal. No se ha
comprendido cosa alguna de lo que hoy sucede en el mundo sino se ha percibido
esto: el peligro que hoy nos amenaza es grande, porque es el de una virtud; lo que
hay más pernicioso en el mundo no es el vicio, sino la virtud cuando ha sido
falseada".
La fuerza de ambos totalitarismos comunista y nazi está en que propician la
abnegación, el renunciamiento, el esfuerzo, el sacrificio de la comodidad y de la
vida, la fusión del individuo en la colectividad y esto no sólo en virtud de un
principio económico, sino en virtud de una concepción total de la existencia. Estos
totalitarismos abarcan al hombre entero y le infunden una mística que nada tiene de
común con el ambiente liberal en que aparecen.
Estos movimientos no han podido menos de hacer abrir los ojos a muchos
católicos de alma generosa que vivían como entumecidos en el ambiente burgués del
siglo y más numerosos que nunca, se han puesto en pie y han ido a engrosar las filas
de un movimiento auténticamente cristiano, presidido realmente por la cruz que
aspira a vivir heroicamente la vida de Cristo: "Mi vivir es Cristo". Y esto no sólo en la
penumbra del templo, sino en medio de los hombres, en la profesión, o en el trabajo,
en todas las actividades de la vida.
Estos fieles son los preparadores, no sabemos si próximos o remotos, de una
nueva civilización cristiana.
"La lucha no está empeñada entre el mundo burgués y las fuerzas de la falsa
mística... aun cuando el primero lograra imponerse por la fuerza abrumadora de su
instrumental, al día siguiente de la victoria las fuerzas internas de la disolución que
lo trabajan harían estallar sus instituciones. El verdadero combate se libra entre las
místicas diabólicas y los cristianos que comprendieron y acataron el sentido heroico
de su fe. Estos hombres se hallan condenados a arrastrar el peso muerto de los
burgueses cristianos, incomprensivos, carga que ellos no crearon, pero que pesa
sobre sus espaldas".
"¿Qué resultará del conflicto? Puede ser que las cuentas del mundo presente
sean excesivamente abrumadoras, y que éste acabe mal. Pero el fin de un mundo no
es el fin del mundo. No sabemos para que tiempo trabajamos. Aun cuando fuera
verdad que un renacimiento católico viniera demasiado tarde para un mundo que
recogió la herencia de Lutero, Descartes y Rousseau, vendría muy temprano para
otra época de cultura. Los apóstoles y los mártires que vivieron en los cuatro
primeros siglos de la Iglesia pudieron creer que iban a salvar, cristianizándola, la
civilización romana; en realidad no hicieron más que almacenar elementos para una
civilización que no imaginaban siquiera: la medieval. ¿Por qué no habría de suceder
otro tanto en nuestro siglo?".
"Quizás para purificar el mundo por el fuego y la sangre, haga falta una ola de
totalitarismo pagano... Consumida la escoria subsistirá el metal vivo. Pero para ello
se necesita que los católicos comprendan que dentro del templo, como fuera de él,
han de animarse a ser otro Cristo".
CONCLUSIONES. Comprender que ser cristiano es "ser Cristo", aceptar su
cruz, su pobreza, sus humillaciones, sus dolores. Fe en Cristo y rechazo de la Cruz
son incompatibles.
La mayor parte de mi Cruz es mi deber de estado y mis deberes de Acción
Católica.
Generosamente aceptar los sacrificios que mis jefes me impongan, sin jamás
alejarme.
RECAPITULACION. ¿Cuál es tu concepción de la vida cristiana? ¿Por qué se
han alejado tantas almas de la Iglesia? ¿Cómo orientar la juventud católica
ofreciéndole placer o pidiéndole sacrificio?
OBJECIONES. Presentar la Cruz sin alejar las almas de la Iglesia. Se
ahuyentarán.
La Iglesia si quiere seguir con el siglo deberá suavizar su moral; su criterio
sobre fuerza, matrimonio, etc.
XII
ENCUESTA SOBRE LA EDUCACION
RELIGIOSA EN CHILE
¿Sabes cuántos niños hay en edad escolar en Chile?
¿Cuántos asisten a la escuela católica?
En las escuelas oficiales ¿cuántos tienen educación religiosa?
¿Quieres darte cuenta de la ignorancia religiosa en el pueblo: interroga a seis
niños pobres sobre las preguntas fundamentales del catecismo y oraciones del
Padrenuestro, Avemaría, acto de contrición... Ofréceles un premio y te responderán.
¿Cuántos las conocen entre los seis?
Pregunta a seis jóvenes de tu misma situación tomados al azar, si saben lo que
es la Misa, por qué se va a Misa; si saben lo que es la Gracia, para qué sirve el
Bautismo.
¿Qué piensas de la situación religiosa de los alumnos de liceos fiscales y de los
universitarios?
¿Qué alcance tiene esta situación para el porvenir de Chile?
¿Qué impresión tienes sobre el conocimiento y práctica religiosa de los obreros?
¿Te has dado cuenta si hay campaña protestante en tu parroquia?
¿Hacen prosélitos? ¿Por qué?
¿Qué piensas hacer tú para ayudar a resolver el problema de la ignorancia
religiosa en Chile?
¿Qué relaciones ves entre la enseñanza religiosa y el aspirantado de la A.C.?
XIII
LA EDUCACION RELIGIOSA EN CHILE
CUESTIONARIO. ¿Qué impresión tienes sobre el grado de conocimiento de
nuestra fe que hay en la masa de los que se llaman católicos? ¿Podrías darme
algunas apreciaciones personales sobre este punto? La gente culta, tus compañeros,
¿conocen bien su religión? Tú ¿sabes lo que es el Cuerpo Místico de Cristo, la Gracia
Santificante, la esencia de la Misa? ¿Cuánto tiempo semanalmente das tú a tu
formación religiosa? ¿Será suficiente?
Exposición. Una anécdota: un muchachón por sobrenombre Gañote, tipo del
joven de arrabal, no malo, pero descuidado, ha sido llevado apuñaleado al hospital.
Lo visita el Capellán y traba con él el siguiente diálogo:
_Compañero: ¿nunca te hablaron de Dios? ¿Nunca te enseñaron su ley?
_Nunca.
_¿No has ido al catecismo?
_¿Catecismo?... Espere... una vez en la escuela... yo estaba en segundo grau... y
vino un cura como usté y la directora dijo... el que quiera aprender catecismo que se
quede... después de hora.
Yo le pregunté a la maestra:
¿Qué es catecismo, señorita? Y ella me contestó: Es cosa de religión, de Dios,
pero si no quiere, puede irse... y yo me fui, tenía hambre, era después de la hora de
irse...
_Bien... yo te enseñaré el amor de Dios...
_¿Es uno que murió en la cruz?
_Sí... pues Ese es el Hijo de Dios... que vino al mundo para salvarnos...
_¿El Hijo de Dios? Pero... ¿Dios tiene hijo?
_Sí, y tú eres su hijo también...
_¿Quién... yo? Yo soy una mugre... avise... Usted quiere burlarse.
_No; de tal manera te quiso Dios que mandó a su Hijo para buscarte...
_Entonces, ¿usté es Jesucristo?... ¿Usté?
_Sí, yo soy Jesucristo, porque El me mandó hasta ti... te abrazo en su nombre...
en su nombre te bendigo.
Gañote sobre la almohada de su celda llora y ruge:
_Soy una mugre... ¡Hijo de Dios!... ¡Mugre pura!
_¿Cuántos Gañotes de corazón sincero, malos porque nadie les ha enseñado a
ser buenos y muchos a ser malos, vuelven de nuevo al Padre apenas un corazón de
apóstol se los muestra.
En los arrabales de todas nuestras ciudades muchos Gañotes pobremente
vestidos esperan a un sacerdote o a un joven de alma de apóstol que les explique el
Evangelio y les hable de Jesucristo. Cuando ese joven llegue brotará una mies de
trigo purísimo... lo que falta son operarios para tanta mies (nota 27).
La ignorancia de las masas. El gran escándalo del siglo XX es que la Iglesia ha
perdido a la clase obrera, decía con profundo dolor S.S. Pío XI. Las preocupaciones
de orden material se han adueñado de las masas. Salir de su pobreza, a veces de la
miseria, ha sido su interés dominante. Las preocupaciones espirituales han ido poco
a poco relegándose a segundo término y cuando los proletarios se han dirigido a los
intelectuales en busca de solución los han hallado dominados por un subjetivismo
agnóstico que provocaba en ellos escepticismo o al menos frialdad religiosa. Una
inmensa ignorancia domina a las masas obreras. Los que guardan su fe la conservan
como una tradición de familia, como un sentimiento, no como una vida que se
adueña de ellos.
Debido a esta ignorancia se ha perdido la fe religiosa. En Francia un apóstol de
los barrios obreros se pregunta con angustia: "En la actualidad ¿son fieles a sus
deberes religiosos más del 2 ó 3% de los obreros? La respuesta es muy dudosa". Las
barriadas excéntricas de París apenas reúnen los domingos entre hombres, mujeres y
niños un 5 o un 6% de los fieles. Un buen número de obreros ni bautizan siquiera a
sus hijos. La actual guerra ha confirmado una vez más que el pueblo francés tiene un
fondo fundamental de cristianismo pero sin conocimientos ni prácticas religiosas.
Lo que acabamos de afirmar de Francia lo repite uno de los fundadores de la
J.O.C. a propósito de los trabajadores belgas: una tercera parte de los obreros de 14 a
16 años yace en una profunda ignorancia religiosa y moral. Por eso al llegar a los 16
años las nueve décimas partes abandonan las prácticas religiosas.
En los otros países católicos la ignorancia es grande y la frialdad religiosa su
triste consecuencia. La conocida revista "Razón y Fe" afirma en 1940 que en la
España actual reconquistada por Franco hay regiones donde apenas el 1% de los
obreros se acerca a la Iglesia.
En los países protestantes la indiferencia, la apostasía y, por tanto, la ignorancia
religiosa son inmensamente mayores. Los pueblos protestantes son pueblos
religiosos sin religión: saben más de los dioses paganos y de los personajes de la
mitología que de la redención cristiana. (Sobre este punto consultar el prólogo del
libro ¿Es Chile un País Católico? del P. Hurtado, Santiago 1941).
La ignorancia religiosa en Chile. Estos últimos años se han producido en Chile
fenómenos que han influido notablemente en el cambio de concepciones religiosas
de la masa; el éxodo de los campos a las ciudades ha venido creando grupos sin
arraigo alguno, hambrientos de placer y diversión despreocupados de todo
problema religioso. A esto viene a juntarse la propaganda roja anticristiana que
durante tantos años se ha estado esgrimiendo en Chile en la escuela y en el liceo
contra la religión. Y por encima de estas causas la escasez pavorosa de sacerdotes
que puedan transmitir los conocimientos fundamentales. Hace unos veinte años era
inusitado encontrar en los campos gente que no supiera los fundamentos de la
religión; hoy por desgracia, con mucha frecuencia los jóvenes ignoran los misterios
centrales del cristianismo y hasta las oraciones en común. Los pocos rezos que
logran rezar muchos hasta la mitad... son deformados horriblemente, lo que
demuestra que no han captado su sentido. Hay poblaciones en que apenas si se
encuentra un grupo reducido de niños que sepan responder a las preguntas del
catecismo. Esto lo han podido comprobar obispos y sacerdotes que han recorrido el
país.
¿Conciencia de las ideas fundamentales del cristianismo? ¿Darse cuenta de lo
que es ser cristiano? ¿De las obligaciones que encarna? ¡Qué poquísimos aún en la
clase alta!
Las dificultades con que tropieza la enseñanza religiosa en Chile son
inmensas... en primer lugar, la familia de nuestro pueblo, salvo honrosas
excepciones, no tiene formación religiosa; su fe es simple y con frecuencia mezclada
de supersticiones.
El sacerdote que es llamado por principal misión a enseñar la religión, apenas
puede hacerlo en Chile. Si cada sacerdote en Chile no tuviera otro trabajo que
enseñar religión a los niños en edad escolar tendrían en algunos sitios varios de ellos
más de mil niños a su cargo, en los sitios en que tendrían menos les corresponderían
más de trescientos. En realidad, más del 80% de los niños escapan a la influencia
profunda del sacerdote.
Si los niños no reciben educación religiosa en el hogar ni del sacerdote, ¿la
recibirán en la escuela? Un resumen de los tristísimos datos que tenemos a la vista
después de prolijos estudios, nos da la siguiente conclusión: Hay en Chile poco más
de 900.000 niños en edad escolar. De éstos hay cerca de 700.000 que no reciben
enseñanza religiosa ordinaria en la escuela y la mayor parte absolutamente ninguna.
Meditemos bien esta cifra: 700.000 niños en edad escolar no aprenden regularmente
del sacerdote ni de la escuela a conocer a Dios y a observar sus mandamientos. Son
apenas 230.000 niños los que reciben educación religiosa ordinaria.
La enseñanza catequística en general es pobre, con poco método y menos
atracción y apenas deja en las mentes unas pocas verdades confusas. Se ve en los
catecismos muchos niños menores de cinco años que sólo molestan y los mayores no
pasan de 12 años, de modo que su instrucción religiosa no supera al aprendizaje de
memoria de las oraciones y verdades fundamentales. La enseñanza religiosa no
puede ser realizada sino por maestros bien formados que hagan vivir los dogmas de
la fe y que no se contenten con un conjunto de fórmulas muertas incapaces de
arrancar los sacrificios que exige la vida cristiana. Catequistas seglares preparados
para dar la enseñanza religiosa hay pocos. En algunas ciudades y pueblos hay
personas abnegadas que cumplen bien la misión de catequistas pero son muy
escasas. En los fundos se prepara rápidamente a los niños de primera comunión con
ocho días de catecismo del que poco queda, pero hay que dar gracias porque
siguiera se hace esto... La mayor parte de las catequistas de los fundos hacen una
clase de catecismo tan pobre y aburrida que sería maravilla que los niños se
interesaran por la religión y no se aburrieran horriblemente.
Para obviar estas dificultades se fundó en Santiago el Hogar Catequístico
Femenino, una de las obras de mayor trascendencia en el campo del apostolado.
Jóvenes de Santiago y grupos de niñas venidas de provincias se preparan durante un
año con clases de religión, metodología, y ramas auxiliares, a dar un examen de
competencia ante un tribunal mixto de profesores designados por el Episcopado y
por el Gobierno. Hay ya 267 niñas que han recibido su diploma, después de grandes
sacrificios. Pero que son tan pocas para 3.367 escuelas primarias en cada una de las
cuales hay centenares de alumnos.
Los hombres en un momento de entusiasmo iniciaron su preparación
catequística para dar el examen que los habilite como profesores de religión en las
escuelas, pero poquísimos lograron llegar hasta el examen... Sería una vergüenza
que los católicos chilenos, teniendo una ley que les permite las entradas a las
escuelas oficiales a enseñar lo que ellos más aman, su religión, por desidia, por
cobardía o por no molestarse, dejaran inactiva su fe. ¡Qué hermoso argumento
tendrían los no católicos de la frialdad de los católicos chilenos si habiéndoles abierto
las puertas de las escuelas, por pereza no penetraron en ellas! ¡Querría decir que
eran católicos nominales! Que respondan a ese reto ¡pero ojalá que respondan con
hechos!
La enseñanza religiosa en los liceos. Hay en Chile 28.117 alumnos en los liceos
fiscales. Entre éstos, aquéllos cuya familia lo desea, pueden tener una hora de
religión por semana durante el primer ciclo de humanidades, esto es, hasta el tercer
año. Una hora por semana durante el primer ciclo es totalmente insuficiente como
enseñanza religiosa. A esto se agrega la poca estima que se atribuye a dicha
enseñanza, considerada como un ramo técnico en la misma categoría que el dibujo,
la gimnasia, los trabajos manuales. Además es muy frecuente encontrar un
porcentaje elevado de profesores que son totalmente contrarios al catolicismo y que
no desperdician ocasión para demoler las creencias religiosas, espaldeándose
cobardemente con el nombre de la ciencia. Hay otros cuya moral es pobrísima y que
no trepidan en aconsejar a los alumnos una actitud en la relación de los sexos
absolutamente inmoral, que ellos estiman la única posible para el hombre, pues
desconocen el apoyo de la gracia. Esto hace que hombres bien conocedores de
nuestro alumnado estudiantil no trepiden en afirmar que hay liceos en que existe un
porcentaje apreciable de niños que tienen enfermedades vergonzosas, leen de
preferencia libros reprobables y sus preocupaciones y lenguaje giran casi siempre
alrededor de asuntos de carácter erótico. Consecuencia lógica de la supresión
práctica de la enseñanza religiosa y moral para dejar convertida la escuela en un
almacén de nociones desprovisto de todo idealismo.
¡Cuántos niños hay que piden pan y no hay quien se los parta! La A.C. tiene
una obligación gravísima de preocuparse de la formación intelectual y moral de los
liceanos. En ellos reside en gran parte el porvenir de la Patria. Ellos por su parte
manifiestan espléndida voluntad para recibir la educación cristiana, dondequiera
que se ha iniciado el trabajo. En el Congreso Eucarístico de Santiago hubo más de
mil alumnos mayores de los liceos fiscales que hicieron pública declaración de su fe.
En muchos liceos de Chile hay pequeños círculos de estudio que es necesario
fomentar y desarrollar para dar esta ocasión al menos a tantos jóvenes de conocer el
Camino, la Verdad y la Vida de sus vidas.
Los católicos franceses y los católicos austríacos frente al liceo oficial han
puesto el hogar católico donde el alumno recibe la formación cristiana, encuentra a
su director espiritual, su capilla, salas de estudio, bibliotecas de consulta, salas y
patios de juego, y la compañía amistosa de jóvenes de las mismas creencias que
pasan a ser sus hermanos mayores.
La Educación cristiana de los universitarios y empleados. Es bastante frecuente
encontrar entre el alumnado universitario jóvenes que no están bautizados, muchos
están desprovistos de toda creencia y aun de todo conocimiento religioso. Buen
número de alumnos universitarios, y en mayor proporción dígase lo mismo de los
empleados y agricultores, no tienen en materia religiosa más formación que los
alumnos de la enseñanza primaria. Desconocen su fe y lo que es más grave, aceptan
sobre ella las más absurdas leyendas.
Un trabajo de recristianización del ambiente universitario y profesional se
impone. Quien está llamado a hacerlo es la Acción Católica y dondequiera que lo ha
iniciado los resultados recogidos han sido muy superiores al trabajo que se ha
gastado. Varias de las escuelas universitarias francesas han vuelto a ser católicas en
su gran mayoría y donde los creyentes no han llegado a imponerse numéricamente
están tan prestigiados y son hombres de tal capacidad que obtienen por mérito los
puestos que suponen mayor preparación. Entre nosotros igual cosa ha sucedido en el
Instituto Pedagógico, Escuela de Medicina y otras facultades universitarias en que
los alumnos católicos han logrado imponerse en todo sentido, a base de obras que
han comenzado por despertar en ellos la conciencia de su fe dormida.
CONCLUSIONES. Afirmarnos más y más en el propósito de intensificar la
formación individual en nuestro centro de A.C.
Hacer interesantes las sesiones de formación: preparar bien el Evangelio y las
explicaciones de formación. Sin formación no hay A.C.
Atraer mensualmente por lo menos a los simpatizantes para que reciban alguna
formación religiosa.
La campaña del libro religioso: Evangelio, Silabario del Cristianismo,
Catecismo, folletos sobre la Misa, etc.
Estudiar qué podremos hacer por penetrar en cada una de las escuelas de la
Parroquia y trabajar intensamente en la enseñanza del catecismo a los niños.
RECAPITULACION. ¿Qué impresión te deja el grado de cultura religiosa de
nuestra Patria? ¿Será posible que haya práctica religiosa en Chile en las actuales
circunstancias? ¿Sabes cuántos hombres van a misa los domingos? Frente al
movimiento comunista, racista y a todos los "ismos" anticatólicos ¿cuál será el
trabajo más urgente? ¿Será la política? ¿Qué podremos hacer los jóvenes de este
centro por levantar nuestro nivel religioso en primer lugar...?, ¿el de los jóvenes de
nuestra edad...?, ¿el de los niños de las escuelas que no conocen a Cristo?
OBJECIONES. Es inútil la enseñanza de la Religión en nuestro pueblo dada su
escasa cultura. Vale más la pena dejarlos en su ignorancia: así al menos no pecarán.
Es inmoral enseñar la religión a un niño antes que tenga su criterio formado. La
religión la debe escoger cada uno al llegar a la virilidad. Mucho más importante y
más propio de un hombre es trabajar en la política, organizar meetings, hacer
campañas de radio, de prensa que enseñar la religión a los niños: es tiempo perdido
el que se gasta en ellos.
XIV
LA EDUCACION RELIGIOSA DE UN JOVEN DE A.C.
CUESTIONARIO. ¿Cuáles son tus aspiraciones en materia de cultura religiosa?
¿Qué materias relacionadas con la religión crees tú que debes conocer? ¿Cuánto
tiempo será lógico que consagre un joven de A.C. a su cultura religiosa? ¿Qué
piensas del nivel de cultura religiosa de tus amigos? ¿Qué piensas de la formación
religiosa que se da aquí en este círculo? ¿Qué lados buenos y qué defectos le
encuentras? ¿Qué impresión te quedó de la formación religiosa de tu colegio o
escuela? ¿Te dejó alguna huella para la vida? ¿Has podido apoyarte en ella para
defenderte en las luchas morales y para construir tu carácter? ¿Qué ideas te han
quedado más precisas de las que recibiste en tu formación religiosa?
Explicación. La formación religiosa sólida, integral de los jóvenes es el primer
objetivo a que aspira la A.C. Sin formación religiosa seria no hay vida católica, y
mucho menos puede haber Acción Católica, ya que toda acción no es más que la
proyección de un ideal.
Ahora bien, como por desgracia lo hemos lamentado en otras ocasiones, la
formación en las escuelas oficiales es casi nula en muchas y simplemente nula en
otras; aun en los colegios católicos absorbidos los alumnos por un programa
vastísimo de materias profanas, quedan en la formación del joven inmensas lagunas
y los mismos conocimientos que adquiere son superficiales y desligados de la vida.
La primera tarea, pues, de un buen centro de A.C. es dar a sus miembros una sólida
formación religiosa.
El Santo Evangelio puede ser una excelente introducción. Al mismo tiempo que
un alimento para nuestra piedad y para nuestra moral, las palabras de Cristo son
espíritu y vida; son como una espada de dos filos que penetra hasta el fondo del
alma. Por eso es muy de aconsejar en los círculos de estudio la lectura del Santo
Evangelio. No es sin embargo absolutamente indispensable, en el sentido que su
omisión signifique la falta de un elemento esencial a la Acción Católica o a la piedad
cristiana. "La exposición hecha por el Asesor acerca de algún punto dogmático,
moral, social, como su exhortación, puede, cuando él lo juzgue conveniente,
reemplazar la lectura del evangelio. No está de más recordar que la autoridad del
Santo Evangelio no es superior a la autoridad de la Iglesia que lo acredita como
palabra de Cristo, y tiene la misión de explicarlo". (De una carta de Mons. Caro al
Asesor Arquidiocesano de la A.C. de Santiago).
La lectura del Santo Evangelio ha de recomendarse insistentemente a todos los
socios de la A.C. y una de las primeras campañas que debería realizar un centro de
A.C. habría de ser la venta del Evangelio a cada uno de los socios, la venta del
Evangelio en la puerta de la iglesia y en cada una de las casas de la Parroquia.
Deberían igualmente proveerse de fondos para poder regalar Evangelios a los presos
y enfermos. A todos los fieles debería aconsejarse que tuviesen el Santo Evangelio en
su velador, que lo leyesen y meditasen con frecuencia, a ser posible cada noche, y
que esta lectura la hiciesen, no como una lectura cualquiera, sino como quien
escucha humilde y reverente las palabras de Dios. Es imprescindible para un joven
cristiano acudir a las fuentes mismas de la revelación y ponerse en contacto directo
con ellas. Una vez adquirido un sólido conocimiento del Sto. Evangelio, conviene
también que los jóvenes lean el resto de la Sgda. Biblia, precediendo eso sí en el
círculo de estudios o en el trato con su director espiritual una formación que lo
capacite para comprender el texto sagrado, y para venerar con humildad las
obscuridades que en él encuentren. Una lectura directa y sin preparación del texto
sagrado, puede desconcertar a aquellos jóvenes que ignoran la esencia de la
inspiración divina que dignifica los libros sagrados y las líneas fundamentales de la
economía de la creación. La Iglesia no prohíbe a sus fieles la lectura de la Sagrada
Escritura, antes bien la aconseja insistentemente, pero exige en ellos una preparación
suficiente para que puedan hacerla con fruto.
Tratándose de la lectura de la Sagrada Escritura, conviene también notar que si
bien es la fuente más excelsa de nuestros dogmas,, no es la única y que al lado de las
Sagradas Escrituras está también el depósito de la tradición transmitida oralmente al
principio, por escrito después en las obras de los Padres de la Iglesia y otros
documentos antiquísimos que nos transmiten la revelación divina. La Sagrada
Escritura y la tradición son las fuentes remotas en las cuales se apoya nuestra fe; la
fuente inmediata es el magisterio de la Iglesia: la enseñanza oficial de Cristo por
boca de Pedro y de los apóstoles y de sus sucesores. Este magisterio de la Iglesia no
es más que la realización de la orden de Cristo dada a sus apóstoles: "Id y enseñad a
todas las naciones...". El mandato de Cristo fue, pues que la Iglesia enseñara: parte
de esa enseñanza está contenida en el Nuevo Testamento, parte en la tradición
primitiva; y toda ella nos consta a nosotros auténticamente en la enseñanza actual de
la misma Iglesia. Estas ideas son las que distinguen substancialmente la actitud
protestante de la católica en lo referente a las fuentes de la revelación. Para el
protestante no hay más fuente de revelación que la Sagrada Biblia y ésta interpretada
libremente por cada fiel, con las luces que él cree que le comunica el Espíritu Santo.
Para el católico la Sagrada Biblia ocupa un lugar de preferencia, pero no de
exclusividad; aprecia enormemente las luces que el Espíritu Santo comunica a cada
alma en la lectura de la Sagrada Escritura, exhorta a esta lectura y a impetrar esas
luces, pero sabe que jamás una interpretación privada podrá prevalecer contra una
interpretación oficial de la misma Iglesia; recibe con veneración esas mismas
interpretaciones de la Iglesia; y en sus dudas, si la Iglesia se digna dar una
interpretación, la aceptará fielmente, sabiendo que su Madre la Iglesia está asistida
por el Espíritu Santo y que Cristo está con ella hasta la consumación de los siglos.
El estudio del dogma. La A.C. debe dar además una exposición del dogma
viva, fresca, interesante con sus aplicaciones prácticas, sus rasgos hermosos y
edificantes y su relación con las necesidades vitales del alma humana.
El estudio del dogma no debe ser demasiado científico, es decir demasiado
árido. Las fórmulas escuetas son necesarias para precisar pero no bastan para
infundir amor a la Religión. "El árbol de la ciencia no es todavía el árbol de la vida".
Los apóstoles del cristianismo no sacaron su fuerza incontrastable de conceptos fríos,
sino del contacto íntimo y personal con Cristo.
Primer fundamento de toda vida religiosa es la noción recta de Dios y de
nuestras relaciones con El. Al hacerlo hemos de avivar el espíritu de obediencia y de
amor ofreciéndolos a Dios; hemos de hacer patente la acción de la Divina
Providencia y hemos de enseñar a verla en todas las circunstancias de la vida; hemos
de constatar que Dios es santo, pero no hemos de tratar su santidad negativamente,
como mera excepción de pecado, sino que la hemos de ver de un modo positivo
como belleza sin par. ¡Cuán hermoso ha de ser Dios si tan bello es este mundo! Dios
es justo, pero no un tirano sin entrañas. Hemos de borrar de nuestras mentes esa
imagen del Dios carabinero o del Dios agente de aduana, o del Dios que mira con
microscopio el fondo de la conciencia. Dios juzga, Dios castiga, pero también Dios
premia, premia hasta el más leve buen pensamiento. En una palabra Dios es "Amor"
y este concepto del Dios ha de ser el que llene nuestra vida. Como lo dice
hermosamente San Juan nosotros nos fiamos de Dios; creemos en su caridad".
Junto al conocimiento de Dios ha de ocupar lugar prominente el conocimiento
de Nuestro Señor Jesucristo, de lo cual hemos hablado ya en otra lección.
Los sacramentos de la Iglesia, canales ordinarios de la gracia los hemos de
conocer mejor. Hemos de penetrar el sentido íntimo y profundo de cada sacramento
y el valor de vida que de cada uno se desprende: el bautismo es el principio de la
construcción del templo espiritual que es nuestra propia vida elevada por la gracia,
No sólo nos perdona el pecado sino que nos trae la vida divina a nuestra propia
alma. Hace de nosotros templos de Dios, custodias ambulantes de Cristo. Dios en mí
y yo en El, es la consecuencia que no puede menos de sacar quien ha meditado a
fondo lo que significa su bautismo. ¡Qué apoyo oral más inmenso podemos aquí
encontrar para toda nuestra vida espiritual!
La confirmación, el sacramento de la A.C. que nos confiere la misión apostólica,
el obrar en nombre de la Iglesia, una participación más explícita en el sacerdocio real
de Jesucristo. En ella se nos da el Espíritu Santo con todos sus dones que son
realidades realísimas, que transforman las almas que los poseen.
Uno de los elementos más sólidos de toda vida espiritual de un militante de la
A.C. ha de ser el conocimiento íntimo que tenga del dogma del Cuerpo Místico de
Cristo y de sus corolarios o antecedentes según se los considere: la comunión de los
santos y la habitación de Dios en nuestras almas. Estos dogmas que constituyen el
núcleo de teología de San Pablo fueron el alimento de los primitivos cristianos y,
felizmente, vuelven a ponerse en el primer sitio de la conciencia cristiana en nuestro
tiempo. Movimientos espirituales como la J.O.C. y lo mismo puede decirse en
general de todos los movimientos de juventud contemporáneos, han logrado
producir una verdadera mística en sus adherentes a base de una comprensión vivida
de estos dogmas.
En esta concepción Cristo no es sólo un personaje histórico que nació, vivió y
murió hace mil novecientos años, sino que es un ser vivo, tan vivo ahora como antes
y con el cual estoy en relaciones de intimidad tan reales y tan cercanas ahora como
antes; El y yo formamos realmente uno, no con unidad que destruya nuestra
individualidad, ni que llegue a constituir una unión hipostática como la que existe
entre las dos naturales de Cristo, pero sí con una unidad que los teólogos llaman
mística, esto es, misteriosa pero no menos real que las anteriores. El y yo formamos
un cuerpo. El es la cabeza, yo y mis hermanos los hombres, los miembros de ese
cuerpo. Entre El y nosotros hay una comunidad de vida: la vida de la cabeza es la
vida de los miembros; su espíritu circula en nosotros. Con toda verdad podemos
repetir como un mártir mexicano segundos antes de ser fusilado: Cristo vive en mí y
yo vivo en Cristo. El alma de todo este cuerpo misterioso es el Espíritu Santo, el alma
de la Iglesia. Todos los cristianos somos consecuentemente templos del Espíritu de
Dios. ¡Qué respeto tan profundo ha de inspirarnos esta idea si mediante una oración
continua la asimilamos en nuestra vida. Incorporar este principio en nuestra fe, en
nuestra vida cristiana ha de ser una de las tareas primordiales de toda educación que
dé la Acción Católica. Consecuentemente a esta unidad misteriosa que hay entre los
miembros y la cabeza en este Cuerpo Místico que es la Iglesia, se sigue el dogma de
la comunión de los santos: nuestras buenas obras son participables; nosotros vivimos
sobrenaturalmente por la vida de Cristo; y nuestros hermanos reciben un aumento
de esa misma vida por nuestra mayor vida en Cristo. ¡Dogma, el más social de los
dogmas! Solidaridad más íntima que la que ha podido soñar ninguna internacional
comunista. No somos camaradas, somos hermanos, miembros de miembro, células
de un mismo cuerpo, ramas de un mismo árbol, sarmientos de una misma vid.
Para hacer vivir estos dogmas deberíamos en los círculos de estudio recordar
las parábolas de la vid y de los sarmientos; las metáforas tan frecuentes en San Pablo
y en San Pedro del cuerpo humano, del edificio del cual formamos parte como
piedras, del injerto; las frases de Cristo en el juicio final premiándonos o
castigándonos por lo que hayamos hecho a los pobres como hecho a El y muchos
otros lugares en que se repite esta misma idea. Podríamos tomar la edición del
Nuevo Testamento hecha en la Imprenta "San Francisco" y ver en el índice la palabra
Cuerpo Místico y comentar estos pasajes. Con mucho fruto se podrían comentar los
capítulos de la obra del católico Glorieux "Cuerpo Místico y Apostolado" (Ed.
Difusión). Como lectura espiritual para los jóvenes no nos cansamos de recomendar
las obras del P. Plus, gran vulgarizador de estos dogmas, en particular, "Dios en
Nosotros", "Cristo en Nuestros Prójimos", "Frente a la Vida", "Irradiar a Cristo". Para
jóvenes de sólida formación recomendamos especialmente "Cristo Vida del Alma" de
Dom Marmión.
Estos temas que aquí no hacemos sino tocar para establecerlos como
constitutivos esenciales de una sólida vida espiritual han de ser ampliamente
declarados en las reuniones de A.C., han de ser materia de la meditación cotidiana
de los jóvenes, de sus lecturas, de la formación que dé el director espiritual y se han
de ver en maravillosa síntesis al hacerse los ejercicios anuales. Así estos dogmas se
incorporarán en la vida, crearán una mística y nuestros militantes serán soldados
apasionados por Cristo y por su causa.
La formación moral. Independencia moral falta muchas veces a nuestros
jóvenes; no menos que el vigor de acción que pudiera merecerles el debido respeto a
los demás. Jóvenes buenos son a veces impotentes, débiles; agotan sus fuerzas en la
lucha contra el mal, pero no saben levantarse hasta las grandes acciones.
La justa enseñanza moral ha de tener blanco preparar a los jóvenes para la gran
lucha moral de la vida moderna, a fin de que puedan cumplir sus deberes no
solamente en los puestos ordinarios sino que en todas las manifestaciones de la vida
privada y pública.
La lucha contra los pecados no es más que un aspecto de la educación cristiana.
No tiene menor importancia para las virtudes positivas, para una vida consciente y
real que brota de un carácter realmente cristiano. La continua moralización de color
negativo, es, a la larga,, ineficaz y no llega a levantar por sí sola la voluntad.
Desgraciadamente muchos hay que colocan demasiado en el primer término lo
negativo: los pecados contra los mandamientos, mientras la virtud y la perfección
quedan relegadas en el olvido.
Todo joven sano odia lo negativo y no quiere ser bueno en el sentido negativo.
Cuando niños con frecuencia oyeron este aviso: No hagas tal o cual cosa ¡Qué aviso
más desagradable! El niño malo siempre hizo algo: fué valiente, atrevido y todos lo
envidiaban no porque hacía el mal, sino porque hacía algo. Por eso el educador
moral no ha de decir al joven: "no hagas esto", sino "haz esto otro".
Esta concepción positiva se armoniza perfectamente con una formación
dogmática, adecuada. La doctrina de que somos creados a imagen y semejanza de
Dios debidamente presentada, sirve de magnífica fuerza motriz para la santificación.
Del hecho de que Dios es veraz hemos de deducir no sólo que no es lícito mentir,
sino que hemos de ser veraces a imitación de Dios. Dios es santo, por tanto mi alma
ha de estar limpia; Dios es bondadoso: también yo seré amable; Dios es
misericordioso, yo perdonaré. El ejemplo de Cristo es aún más directamente eficaz
para mover los corazones a la práctica de toda virtud.
El examen de conciencia que es un excelente medio de formación ha de ser más
positivo. No mirar tanto los pecados que hicimos cuanto el bien que habríamos
podido hacer que no hicimos: ¡Cómo habríamos podido ser más amables, más
puntuales, más cometidos, más mortificados, más comprensivos, más leales, más
sinceros!
Uno de los capítulos de la formación moral, descuidados hasta ahora por
desgracia, es el de nuestra responsabilidad social. Hemos de pensar que al recibir
más dones que nuestros semejantes en talento, fortuna, formación, tenemos una
doble responsabilidad; personal y social. Esta doctrina es de incalculable valor
moral. La acción de estos jóvenes selectos ejerce una influencia desiciva sobre la gran
muchedumbre que se encuentra a nivel espiritual más bajo. La parábola de los
talentos es la parábola de la responsabilidad y habría de ser explicada con mucha
frecuencia y frente a esta parábola hemos de citar el panorama de las realidades
sociales que nuestros jóvenes han de mortificar con su ejemplo, con su palabra, con
su acción, con su plegaria. En este sentido nos parece que un estudio de la realidad
nacional, tal como lo hace el libro "¿Es Chile un País Católico?" tiene un valor
educativo. En esto se funda la insistencia del método jocista en el valor de las
encuestas que nos darán a conocer la realidad ambiente que nosotros estamos
llamados a mortificar. Notemos bien esta última frase: "que nosotros estamos
llamados a mortificar"...
El conocimiento de la historia eclesiástica. La historia eclesiástica ha de tener en
nuestra vida espiritual un papel educativo. No ha de ser una lista de herejías ni un
catálogo de Papas y Concilios, sino una lección del mundo cristiano, una fuente de
energía para vivir y morir por la fe.
La contemplación de las innumerables vicisitudes por que ha pasado la Iglesia
ha de acostumbrarnos a escudriñar el elemento divino y humano que hay en ella, y
brotará en nuestra alma una conciencia llena de amor para con la Iglesia. "La cruz
permanece en pie mientras va dando vueltas la tierra" dijo San Agustín, pensamiento
que es la clave de la historia eclesiástica.
En lugar de una lista de herejías, de luchas e investigaduras, de continuas
rebeliones la historia de la Iglesia debe ser el conocimiento de todo cuanto dió la
Esposa de Cristo a la literatura, a las artes, a la burguesía, al obrero, a la familia. A
más de la historia eclesiástica general deberíamos conocer con especial cariño la
historia eclesiástica de nuestra propia Patria, de nuestra Parroquia, de nuestro
Colegio: vincular nuestra vida humana con nuestra vida divina hasta en sus menores
detalles.
La propagación de la fe entre los pueblos salvajes, apasionadora epopeya
religiosa de nuestros días, despierta en nuestras almas la conciencia católica y la
fraternidad humana. Por otra parte, los detalles de la vida y la labor de los
misioneros que desafían los mil y un peligros que los acechan por todas partes
interesan naturalmente la fogosa fantasía del joven despertando el interés,
compasión y espíritu de sacrificio en el corazón juvenil, que se entusiasma por todos
los grandes ideales.
La vida de los santos nos muestra la fuerza viva en el cristianismo. sus
ejemplos nos incitan a la acción. Y qué acciones más heroicas, más humanas, más
avasalladoras que las cruzadas, que la labor tierna y poética de Francisco de Asís, la
reforma eclesiástica que operó Ignacio de Loyola por la Compañía, la abnegación
heroica de Damián de Veuster que consagró su vida a los leprosos, la intrepidez del
Padre De Smet apóstol de los pieles rojas, el heroísmo del capellán irlandés
Guillermo Doyle, la abnegación y santidad del Cura de Ars. Al estudiar estas
grandes cumbres de la humanidad el joven sentirá animarse su corazón y al mismo
tiempo crecerán también su noble orgullo, su alegría y su conciencia católica por
poder pertenecer él también a la Iglesia.
El estudio de la apologética. Una apologética que consiste en solucionar una
tras otra cuantas dificultades se han presentado contra la religión es no sólo una
apologética absurda sino también dañina. Dejará más dudas en el alma del joven que
las que pretendía resolver.
Una apologética en cambio, que positivamente justifique ante la inteligencia, la
autoridad divina y eclesiástica en que descansa nuestra fe que toque las cuestiones
fundamentales de la existencia de Dios, la espiritualidad del alma, la divinidad de
Jesucristo, el origen sobrenatural del cristianismo, la realidad heroica de la Iglesia
primitiva, la constitución íntima de la Iglesia, las órdenes religiosas, el celibato, etc.
es una apologética provechosa, más aún, necesaria. Un joven culto no tiene el
derecho de desentenderse de cuestiones tan fundamentales como las que aquí hemos
indicado, no sólo para ensanchar el campo de sus conocimientos, sino también por la
obligación de caridad que tiene de iluminar las conciencias de sus hermanos y
eliminar las dificultades que les impide llegar a la fe. Claro está que hemos de
recordar frecuentemente que la mejor apologética no reemplaza a la gracia de Dios y
que en todo camino hacia Cristo hay una atracción del Padre, una gracia que
debemos pedir y suplicar con instancia.
El centro de toda esta apologética debe ser Cristo. Como decía Chamberlain: "El
que vió una vez aunque con ojos medio vendados a Jesús no puede olvidarlo más".
CONCLUSION. ¿Qué acuerdos tomaremos referente a nuestros círculos de
estudio, a nuestras lecturas, a la venta de libros, a la propaganda oral y escrita, a las
conferencias por radio en las calles?
Tomar en serio la reunión mensual de los simpatizantes y darle máxima
importancia a la charla de formación. Salirnos de ella de los temas trillados para ir a
explotar tan rico campo de estudios como el que se ha insinuado en esta clase.
Lo que más necesita Chile en el momento actual es un grupo de católicos bien
penetrados de sus doctrinas básicas, hombres de vida interior en el pleno sentido de
la palabra, y dispuestos luego a irradiar su fe.
RECAPITULACION. ¿Qué impresión te produce este panorama de
conocimientos que deben constituir el tesoro espiritual de un joven católico? ¿Será
demasiado pedir tanta variedad de conocimientos? Estas lecturas requieren mucho
tiempo ¿No será exagerado en una época de tanta actividad externa como la nuestra,
pedirle a un joven que consagre tanto tiempo de su vida espiritual? Si alguien opina
así ¿ha pensado en los años que exige la universidad para doctorarse en medicina, en
ingeniería, en derecho... y ¿serán más importantes estos conocimientos que aquéllos?
¿Has pensado alguna vez en lo que significa poner una jerarquía de valores en la
vida?
OBJECIONES. La mentalidad media de nuestra masa es incapaz de captar
verdades tan sublimes como los conceptos dogmáticos que aquí se han expuesto
verbigracia el Cuerpo Místico de Cristo: no entenderá nada.
Más fácil es alimentar las conciencias católicas con los dogmas del temor; como
se trata de gente que espiritualmente está a la altura de los niños es esto lo único que
pueden captar.
Unas cuantas conferencias sobre la muerte, el infierno, el juicio, bien repetidas,
y el culto de los santos, es lo que de hecho ha captado nuestro pueblo. ¿Por qué
empeñamos en usar otros moldes?
La apologética es peligrosa, no sirve más que para crear dudas y es el reflejo del
orgullo intelectual de quienes pretenden justificar racionalmente todos nuestros
dogmas.
XV
COMO ENSEÑAR LA RELIGION
CUESTIONARIO. ¿Qué pensarías al ver a un Ministro de Estado enseñando la
religión en una escuela primaria? ¿Conoces los nombres de algunas grandes
personas que se han dedicado a la enseñanza de la religión? ¿La juventud Católica
Chilena se ha preocupado de la enseñanza religiosa hasta el momento actual? ¿Qué
cualidades ha de tener el profesor de religión? ¿Cuál es la virtud que se exige de
preferencia en un catequista?
Exposición. El personaje más grande del mundo ¿Quién ha sido?...Vergüenza
da que muchos comiencen a revolver nombres en su cabeza al proponérseles esta
pregunta. Seguramente que en un concurso caerían varios antes de dar la verdadera
respuesta... y sin embargo es tan simple: ese personaje es Cristo, y Cristo dedicó lo
más importante de su vida pública a la enseñanza del catecismo a las
muchedumbres incluyendo a los niños. Los mayores santos y los mayores sabios del
cristianismo no temieron menguar su autoridad mezclándose con los niños. Es harto
conocido el parecer del anciano San Jerónimo que en la misma época en que todo el
cristianismo acudía a él como a un oráculo escribió de esta manera a una madre de
familia: "Mándame sus hijos y me servirá de alegría poderles enseñar los elementos
de la fe". San Gregorio aún siendo Papa procuraba encontrar tiempo para catequizar
a los niños. Dieron ejemplo semejante Orígenes, San Agustín, Alcuino, San Carlos
Borromeo, San Francisco Javier, Fenelón, Dupanloup, San Juan Bosco, etc. Gerson, el
sabio canciller de la Universidad de París, escribe estas hermosas palabras: "Jesús,
¿quién se ruborizará de ser humilde con los párvulos después de ver tu ejemplo,
quién se atreverá hinchado o engreído con su grandeza o ciencia a despreciar la
ignorancia o la flaqueza de los párvulos, cuando tú que eres bendito en todos los
siglos en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría inclinas
mansamente tus brazos benditos hacia los pequeños para darles un casto abrazo y
estrecharlos?".
Grandeza demuestra el joven que por el alma de los niños sabe interrumpir sus
ocupaciones predilectas y encontrar un tiempo para darles.
La enseñanza del catecismo a los niños es asunto de la mayor importancia. No
podrá hacerla sino quien tiene un corazón que late al unísono del de Cristo, que sabe
volverse niño con los niños, que sabe ser comprensivo con los jóvenes, que tiene una
paciencia a toda prueba, contra la cual nada pueden las muchas debilidades,
imperfecciones e incorrecciones de la juventud, que sabe castigar de modo que se
sienta aún en el castigo su amor; que en el joven más "intratable" descubre la débil
luz de la buena voluntad y procura avivar su llama; que, finalmente, sabe ser
optimista.
El niño olvida pronto lo que ha aprendido pero no olvida aún en la edad
madura al que fue su profesor, y la doctrina vivida de sus ejemplos, Por esto no
titubeamos en expresar la tesis que es más importante escoger bien un profesor de
catecismo que un profesor de universidad. La falta de un profesor universitario
puede ser suplida por los colegas, pero el profesor de religión es el único maestro
que la juventud tiene para conocer a Dios. Ante el alumno el maestro representa a
toda la Iglesia; por él aprende a amar la religión o a volverle la espalda. En este
sentido tiene razón el filósofo que dice que todo el sistema de nuestro pensar no es
otra cosa que la historia de nuestro corazón. Por cada alma que queremos ganar
debemos dar un trozo de la nuestra.
La más urgente tarea en el momento actual es la educación de la juventud.
Deber más perentorio que la integridad de la Patria, es la reconquista de la
integridad de la juventud. Necesitamos una generación que viva una vida cristiana,
que respete las leyes, que ame a los hombres, que sepa sacrificarse y sufrirlo todo.
El título más hermoso que puede obtener un hombre es el contenido en las
palabras de San Pablo: "Pedagogo para Cristo". El alma del niño es una página en
blanco; nada más grande que escribir en ella las primeras lecciones. Todas las veces
que despertemos una alegría en el alma del joven resonarán en la nuestra los
antiguos recuerdos de nuestra pasada juventud. No podemos desear más hermosa
inscripción sepulcral que la que compuso para sí un maestro de juventudes: "Aquí
descansa quien sólo pide a Dios, que a la vera de su tumba recen dos corazones
agradecidos: el uno por haber conservado, gracias a él la inocencia; el otro por haber
vuelto con su ayuda, al camino recto después de la caída. Que uno bendiga mi
palabra por haber conservado puro su corazón; que otro me bendiga en la tumba por
el piadoso dolor del arrepentimiento. Sólo así descansaré, sabiendo, por qué he
vivido, por qué he abandonado el mundo y lo he abandonado todo, por qué me he
esforzado a cosas más altas".
Las cualidades del profesor de religión. El primer requisito que ha de llenar el
alma de un joven que aspira a formar la imagen de Cristo en la mente de los niños es
el amor sobrenatural hacia ellos, El Evangelio lo encontramos lleno del amor de
Cristo a los niños: tras largas fatigas dice: "Dejad que los niños vengan a mí". Cuando
entró en Jerusalén los niños cantaban a su paso el Hosanna; anuncia que Dios los
quiere de un modo especial; porque el que quiere a un niño a El acoge; defiende al
niño amonestado severamente que el que quiere escandalizarlo mejor sería que se
colgase una piedra de molino al cuello y se lanzara a lo profundo del mar; a los
mismos Apóstoles exige que se hagan semejantes a los niños; se alegra con la vuelta
del hijo pródigo y aún al llevar la Cruz a cuestas todavía se preocupa de los niños:
"Llorad por vosotros mismas y por vuestros hijos". Por eso es importantísimo insistir
en que para formar a los niños antes que nada hay que amarlos. Para abrir las almas
hay que amarlas: con la llave misteriosa del amor se abren espontáneamente las
puertas más secretas del corazón. De aquí que San Gregorio Magno el gran Papa
catequista afirma: "Quien no tiene amor a otro que no se encargue de formarlo".
Inútil parece advertir que este amor debe ser sobrenatural y no de los sentidos:
amor al alma inmortal de los niños.
Si los alumnos no ven en su profesor más que al maestro, la enseñanza será de
pocos resultados. Pero si en su profesor los más pequeños ven a su madre, los
mayores a su padre y los jóvenes al hermano mayor, entonces el catequista habrá
llegado no sólo al entendimiento de sus alumnos sino también a su corazón, a su
alma; entonces su enseñanza no será mera instrucción sino educación verdadera y
profundamente religiosa.
El profesor que haya granjeado el amor de sus alumnos seguirá ejerciendo su
influencia en el espíritu de éstos aún después que sus recuerdos y hasta su nombre
hayan desaparecido de la memoria de ellos. En la historia de las conversiones más
que una argumentación religiosa está de por medio el influjo de una personalidad.
El hombre traslada su amor y su odio del representante a lo representado, de la
persona a la doctrina y a los dogmas; rarísimas veces al revés.
Este amor a los niños debe imitar a la providencia que envía igualmente su
rocío sobre la rosa que sobre la espina; así nosotros hemos de querer no solamente a
los buenos y amables sino a los mal educados y descuidados. Más aún, al estar ante
los niños que debo formar, mi amabilidad como la de Jesús, se ha de dirigir
especialmente a aquel más feo y harapiento con la tristeza reflejada en su cara
infantil: he de reconocer en él al doliente que empieza pronto a sufrir y he de
abrazarlo con predilección.
El interés por los alumnos: El profesor ha de tener un corazón cálido y abierto
para sentir todos los pesares y necesidades de los jóvenes aún sus penas materiales.
El alumno ha de sentir que él necesita del catequista, de su dirección espiritual
y en él ha de ver su primer y más íntimo amigo, a quien puede decirlo todo, al cual
tiene siempre acceso libre. Porta patet sed cor magis, reza una antigua inscripción:
"está abierta la puerta pero lo está todavía más el corazón". Al meditar estas palabras
comprende uno el por qué del fracaso de tantos trabajos catequísticos: hay
enseñanza, pero no hay amor...
El profesor, a ser posible, ha de anotar las direcciones de sus alumnos para
visitarlos en caso de enfermedad o de dolor.
No hay espectáculo más hermoso que el de un catequista mezclándose con los
chicos como la luz amable de la luna con las estrellas. "Si no os volvéis y hacéis
semejantes a los niños, no entraréis en el reino de los cielos". Estas palabras pueden
aplicarse a los catequistas: si no os volvéis y hacéis semejantes a los niños, no los
introduciréis en el reino de los cielos. "No escuchamos bien a quien no amamos,
decía San Gregorio Magno". La juventud tiene un sentido muy fino para distinguir el
verdadero amor. San Gregorio Taumaturgo escribió este hermoso pensamiento a
Orígenes que fue su profesor de religión y el de su hermano: "Cuando íbamos a la
escuela nuestro Ángel de la Guarda descansaba, no por estar cansado sino porque no
eran necesarios sus buenos oficios... Con amor nos ganaste el corazón... nuestras
almas, las nuestras y la tuya se fundían como las de David y Jonatás".
El amor al alumno nos dará confianza en el mismo alumno. Nos hará suponer
que siempre tendrá un poco de buena voluntad y de nobleza. Esta confianza
creadora es la que descubre y activa en los jóvenes la buena voluntad más oculta. El
educador ha de creer a pie juntillas que en el alma del peor de sus alumnos, en el
fondo -aunque muy ocultamente- hay una chispa de bien. Quien carezca de este
optimismo pedagógico pronto llegará a desistir de toda la obra educativa en el sector
de la juventud. Stanley Hall al escribir su autobiografía y recordar sus años de
juventud dice: "los jóvenes son seres especiales, inocentes como ángeles, orgullosos
como príncipes, valientes como héroes, vanos como el pavo real, obstinados como el
asno, reacios como el potro, sentimentales como las muchachas. Se puede lograr
mucho de ellos con amor; la dureza inmerecida los exacerba casi siempre".
Amor y autoridad. Este amor ha de ir unido con la debida autoridad y si es
necesario con la fuerza; pero la autoridad no ha de imponerse con represiones sino
que ha de brotar natural y espontáneamente de la personalidad del catequista. La
autoridad sin amor nos conduciría a una educación brutal; la blandura sin disciplina,
a una educación femenina, la autoridad y el amor a una educación humana. Es
menester el amor, pero un amor cristiano, es decir un amor que en virtud de su
inflexibilidad por el bien el alma infunda fuerza y no afemine mediante una
condescendencia continua con todos los caprichos del niño. "Haya amor, pero que
no ablande; haya vigor, pero que no exaspere; haya celo, pero no duro en demasía".
El elogio más hermoso que se ha hecho de Lacordaire es éste: "Era duro como el
diamante y dulce como una madre".
El que cercena faltas y defectos con castigo corporal mata el sentimiento del
honor y no faltarán sus tristes consecuencias. Si el dentista mata los nervios de la
muela que duele, ésta no dolerá más: pero dentro de poco caerá a pedazos, Una
influencia parecida tiene la educación que quiere mejorar al hombre con azotes.
Ha de ser el educador ejemplo de sus alumnos. "Sed mis imitadores así como
yo lo soy de Cristo". Todo agente da origen a algo semejante a él; por tanto, la
imagen de Cristo que irá formándose en el alma del joven se parecerá siempre a la
de su maestro de aquí que éste haya de apacentar a sus alumnos no sólo con la
palabra sino también con el ejemplo.
En el centro de la enseñanza está el maestro con su propio saber y
personalidad; no es el libro de texto el que domina en la escuela sino la palabra viva
que sale de boca del maestro. "Es mucho más fácil enseñar que educar; para lo
primero basta saber algo, para lo segundo es menester ser algo". El maestro no
enseña tanto por lo que dice cuanto por lo que hace; no por lo que sabe sino por lo
que es; no por los cuadernos de apuntes que dicta a sus alumnos sino por ejemplo
vivo de su personalidad.
Si es verdad lo que se cuenta de Fray Angélico que para dar a sus cuadros más
espiritualidad, los pintaba de rodillas, cuánto más necesario será que tenga un alma
saturada de oración el maestro de la juventud, que tiene por misión pintar a Cristo
en los corazones de sus alumnos.
Foerster el gran pedagogo protestante abiertamente afirma: Hemos de
aprender a rezar porque sólo podremos educar realmente si por lo menos una vez al
día levantamos nuestro corazón y nuestros pensamientos al fin principal de la
educación y hacemos votos de cumplir con obediencia y sabiduría todo cuanto exige
de nosotros y de exigir el cumplimiento obediente y gozoso de las mismas cosas, a la
juventud confiada a nuestros cuidados".
Lo menos, pues que los niños pueden exigir de su profesor de religión es que él
mismo se sienta obligado a hacer todo lo que les enseña. El que carga el peso sobre
los hombros de los otros y él no lo toca siquiera con el dedo meñique, no sirve para
educador. "Así como el alma no puede dejar ni un solo momento el cuerpo sin que
éste muera, así también el educador no puede cesar un solo momento de dar buen
ejemplo sin derribar en el espíritu de sus alumnos el edificio moral. Es más hermoso
hacer lo que se ha de decir que decir lo que se ha de hacer.
Descendiendo a algunos detalles ha de saber contener sus arranques de cólera,
sus instintos, sus pasiones, si quiere obtener que los demás los dominen. Ha de tener
orden en su vida, por tanto puntualidad en la llegada a clases. Todos los educadores
de la juventud realmente experimentarán que la mejor preocupación para la labor
educativa es el trabajo serio dedicado a su propia personalidad.
CONCLUSION. Hacer una encuesta del número de niños que hay en la
parroquia; de los que tienen y de los que no tienen enseñanza religiosa. Esto hará
palpar a la A.C. parroquial su inmensa responsabilidad ante la niñez hambrienta
espiritualmente del barrio.
Penetrar en las escuelas fiscales y organizar cursos de catecismo dentro de ellas
o si esto no fuera posible en una casa vecina. Estos cursos deberían llevarse con
miras a la organización del aspirantado de la Acción Católica.
Si algunos socios del centro se encuentran plenamente decididos a trabajar en
catequesis que el directorio del centro dirija una petición al Consejo Diocesano
respectivo solicitando la creación de un curso de pedagogía catequística.
RECAPITULACION. ¿Qué podríamos hacer por propagar la enseñanza del
catecismo en el barrio? ¿Quiénes se ofrecerían para una labor catequística? ¿Qué
sería necesario dar a los futuros catequistas para equiparlos para su misión? ¿Cómo
podrá formarse el catequista intelectual y espiritualmente para cumplir su cargo?
OBJECIONES. Es imposible interesarse por los niños en la forma que se nos
propone en esta conferencia: el catequista tiene una masa de niños y lo más que
puede hacer es tenerlos tranquilos para lo cual se necesita mucho rigor.
Es una larga tarea superior a las fuerzas de la interesarse por cada niño en
particular; además jamás se ha pretendido llegar tan allá en la enseñanza de la
religión.
Si el profesor ha de practicar las virtudes que predica, nunca podríamos
enseñar.
XVI
EL SACERDOTE, EDUCADOR POR EXCELENCIA
CUESTIONARIO. ¿Qué tiene que ver el sacerdote con la educación? ¿Cuál es la
misión del sacerdote? ¿Tiene el sacerdote una actuación en el campo de las ciencias,
literatura, arte? ¿Ha ejercido el sacerdocio católico una influencia educadora en el
mundo? ¿Qué grandes figuras de sacerdotes educadores conoces? ¿Algunos
sacerdotes que hayan ejercido influencia profunda en Chile?
Exposición. Tres sociedades hay a las cuales pertenece al niño y que deben
resolver el problema de la educación: la Iglesia, la familia, el Estado. A las dos
primeras en virtud de su maternidad; al Estado por cuanto debe ocuparse del bien
común.
La Iglesia ejerce su misión educadora por medio de todos sus hijos: los padres
de familia cristianos son educadores en su hogar, los seglares pueden colaborar en
las escuelas, colegios y universidades, en la educación popular que se realiza
mediante conferencias, conversaciones amistosas, la prensa, la radio, etc. Pero quien
en la Iglesia ejerce una acción educadora más profunda es el sacerdote.
Amplitud de la misión del sacerdote. Antes de considerar al sacerdote
estrictamente como educador echemos una mirada a la amplitud total de su misión.
Embajador divino, el sacerdote, habla a los hombres en nombre de Cristo a quien
representa en la tierra: les transmite su doctrina, les recuerda sus ejemplos, los anima
a la práctica de todas las virtudes cristianas. Es él, sal de la tierra llamado a dar sabor
a la vida cristiana donde él ejerce su ministerio, a iluminar las tinieblas del
paganismo que amenaza cada día volver a apoderarse de la tierra; es un ejemplo
puesto ante todos para enseñar a los hombres el valor de la abnegación, del
heroísmo, de la castidad, del desprendimiento, del amor a Dios... Todas estas
lecciones enseña un buen sacerdote, el que es de veras sacerdote. Como embajador
de Cristo se ocupa el sacerdote de todos los que Cristo ama, en especial de los pobres
y desvalidos; y él en realidad podría llamarse el padre de los pobres. Al sacerdote
acuden todos los pobres, los del alma como los del cuerpo en busca de un aliento.
Los unos le abren las dolencias de su espíritu, sus tragedias de hogar: la esposa le
habla de los hijos que no son lo que debieran ser... de sus angustias religiosas, o de la
miseria que ronda su casa y amenaza quitarles el techo y el pan. Saben todos que en
esos momentos de amargura hay muchos oídos que se cierran y muchos ojos que no
quieren ver, pero nunca los del sacerdote que es de veras sacerdote. Por eso el
sacerdote pasa gran parte de su día dando consuelo, disipando los pesimismos
infecundos y sembrando alegría en las almas, muchas veces a costa de sus propias
alegrías y renunciando a todo para poder servir en forma más generosa. Por sus
hermanos el sacerdote renuncia a sus bienes y vive de ordinario pobremente,
renuncia a formar un hogar a fin de no estar atado en la práctica de la caridad por un
hogar pequeño, pues, él es el padre de un hogar inmenso: de sus feligreses, de todos
los pobres, de todos los tristes y necesitados, el padre de las viudas y de los
huérfanos; el padre de los enfermos y de los niños... Todos lo llaman a él "Padre", y
él es en realidad su padre, el padre de sus almas y a veces el que cuida hasta de sus
necesidades materiales.
La representación de Cristo, el sacerdote la ejercita en forma especial cuando
perdona, cuando consagra y cuando enseña.
Los pobres pecadores envilecidos por el pecado se acercan al sacerdote
pidiéndole el perdón de sus culpas, y los que hace un instante "roto el lazo que al
cielo los unía" vivían bajo las órdenes de Satán, eran sus esclavos, muertos a la vida
sobrenatural, incapaces de merecer para el cielo y desheredados de la visión de Dios
han renacido una vez que el sacerdote ha perdonado sus culpas. Dios ha vuelto a
vivir, en esos pródigos arrepentidos y sus obras adquieren todas un valor para el
cielo. Ese milagro, mayor que la resurrección de un muerto lo realizó un pobre
sacerdote dignificado con los poderes de Cristo.
Y no menor milagro es el que realiza cuando revestido de los sagrados
ornamentos sube las gradas del altar e inclinándose sobre la hostia y el cáliz los toma
entre sus manos y con profundo recogimiento dice: "Esto es mi Cuerpo... Este es el
cáliz de mi Sangre, que será derramada por muchos para remisión de los pecados". Y
en esos momentos sobre la mesa del altar desaparecen el pan y el vino y Cristo en
virtud de las palabras de su sacerdote ha descendido a ser el Dios que habita en
medio de su pueblo. Allí sobre el altar por manos y labios del sacerdote Jesús repite
su oblación del Jueves Santo que unida íntimamente a la inmolación del Viernes
Santo constituyeron el sacrificio redentor. En forma de pan Jesús visita a sus
enfermos, los del alma y los del cuerpo y los fortifica; y desde el Sagrario espera las
cuitas y confidencias de los dolientes que vengan a El en súplica de ayuda y de alivio
para la pesada carga de la vida. Ha sido su sacerdote quien allí lo puso.
Y cuando en nombre del Maestro el sacerdote enseña, resuena en el templo la
palabra de Cristo:"quien a vosotros escucha, a Mí me escucha; quien a vosotros
desprecia, a Mí desprecia..." Es Cristo quien habla por él. Su enseñanza no pretende
como la del profesor universitario curar el cáncer o la lepra, que aún permanecen
irreductibles; ni enseñar los delitos y cuasi delitos que han de ser castigados en la
cárcel; ni indicar resistencia de los materiales que destruyen los años o los
cataclismos... Su enseñanza tiende a salvar al náufrago de la vida, a perdonar al
pecador, a construir a Cristo en las almas, a extender el reino de la justicia, del amor
y de la paz... ¡Qué sublime es la enseñanza del sacerdote y cuánto más grande su
misión que la de todos los sabios y grandes de este mundo! El no tiene por oficio
matar, sino dar la vida; no condenar, sino salvar.
Sin sacerdotes no hay sacramentos; sin sacramentos, no hay gracia, no hay
divinización del hombre, no hay cielo. Por eso nada tan necesario como la Iglesia, y
en la Iglesia nada tan necesario como los sacerdotes.
Y viniendo más de propósito a la misión del sacerdote como educador, es él
quien forma el alma del pueblo; su labor llega donde no alcanza la obra de maestro
humano alguno porque habla en nombre de Dios y sus argumentos tienen alcance
no sólo temporal, sino eterno, porque cuenta en su ministerio con el auxilio especial
de Dios que comunica a las almas mediante los sacramentos, el consejo, el ejemplo,
de manera que no sólo propone la doctrina, sino que da los medios más eficaces para
realizarla. La enseñanza del sacerdote no procede de temor, sino de amor, de amor a
quien por amarlo a él murió en una cruz, y alcanza al dominio más íntimo del
hombre, el de la conciencia, a donde no llegan las leyes humanas que sólo legislan
sobre las acciones externas. El pueblo abre su alma de par en par al sacerdote, y éste
valiéndose de ella hace revivir los hogares, acerca los padres a los hijos, apaga los
odios, une los ricos a los pobres. El sacerdote enseña a los obreros el cumplimiento
de sus deberes y a los patrones puede obligarlos en la forma más absoluta a ser
justos en todo y a suplir las lagunas de la justicia con una esplendida caridad. Los
escándalos sociales no se corregirán con leyes, que son burladas tan pronto han sido
dictadas, sino con una purificación de las conciencias y una elevación del hombre a
vivir su cristianismo.
Además de esta misión general de purificación y elevación que realiza el
sacerdote por el hecho de serlo, la mayor que se puede realizar en este mundo, el
sacerdote puede también dedicarse en forma especial a realizar una labor
técnicamente educacional. Claro está que al realizar esta labor de profesor, nunca
olvida el sacerdote que más importancia que las ciencias o artes que enseña tiene el
alma de sus alumnos, y el alma de los que contempla su labor. Sabe que la ciencia
tiene un valor en sí, pero este valor es insignificante frente al infinito valor de las
almas.
En el campo estrictamente educacional hemos encontrado siempre a grandes y
virtuosos sacerdotes. Por no referirnos sino a estos últimos siglos, hombres como
Newman, Balmes, el P. Girard, Lacordaire, Dupanloup, San Juan Bosco, D. Andrés
Manjón y tantísimos otros. Y en Chile podemos recordar los nombres del Abate
Molina, los Padres Olivares, Rosales, Alonso de Ovalle.
Tanto en Chile como en el extranjero vemos con admiración la inmensa labor
educacional que realiza el sacerdote. En el mundo son varios millones de alumnos
los que reciben educación cristiana dada por el sacerdote. Bástenos recordar que en
nuestra Patria hay 120.000 niños en las escuelas primarias católicas; unos 20.000
acuden a los colegios y universidades de la Iglesia, sin contar los que reciben
educación religiosa dada por el sacerdote en los liceos y escuelas primarias oficiales.
La labor educacional de la Iglesia es inmensa en su extensión y no lo es menos en
profundiad.
Entre las figuras de sacerdotes contemporáneos dedicados a una labor científica
podemos citar nombres tan destacados como Rodés y Puig en astronomía, Vitoria y
Saz en química, Pujuila en biología, Algué el hombre que ha arrancado tantas vidas a
la muerte con su sistema para prever los tifones en los mares asiáticos, Maréchal,
Picart, Sertillanges en filosofía; Cuevas, García Villada en historia, Laurent y Llovera
en el estudio de los clásicos; y en el estudio de la lengua mapuche ¿quiénes sino los
capuchinos han sido los que nos han revelado los secretos de la construcción
gramatical araucana? En la música, en el arte, en todos los dominios de lo humano
encontramos nombres de sacerdotes que ocupan un lugar prominente por sus
valiosos aportes. La obra educacional del sacerdocio católico es inmensa y sería
necesaria una enciclopedia como la de Espasa para indicar las actividades
educacionales en que han colaborado y colaboran en forma extraordinaria los
sacerdotes católicos.
Un aspecto digno de especial mención es la labor educativa que los sacerdotes
y religiosos realizan con los pobres y con los seres más abandonados en este mundo.
Los Salesianos Hermanos de las Escuelas Cristianas, las Monjitas de la Providencia
por no citar sino algunos nombres, tienen grandes establecimientos educacionales
para formar a los niños más pobres y aún para darles educación manual que los
prepare para ejercer un oficio en la vida. No hay congregación religiosa que junto
con tener colegios pagados no tenga escuelas gratuitas para los que no pueden pagar
sus estudios; y ciertamente son muchísimos más los que reciben educación gratuita
de la Iglesia, que los alumnos que pagan sus estudios.
La educación de los sordomudos, de los retardados mentales, la reeducación de
las mujeres perdidas, los reformatorios de niños corrompidos en casi todo el mundo
están a cargo de religiosos o religiosas, siendo notables en estas obras los Padres
Capuchinos, Religiosas del Buen Pastor, Hermanos de la Caridad de Gante, y tantas
otras congregaciones, algunas de carácter exclusivamente diocesano. En el solo
hospital-escuela "La Piccola Casa de la Divina Providencia" de Turín, hay 12
congregaciones religiosas distintas para cuidar y educar a unos 9.000 enfermos.
Y junto a esta labor con los retardados mentales y mujeres perdidas la Iglesia se
ocupa de las Universidades y son célebres en el mundo las grandes universidades
del Sagrado Corazón de Milán, gobernada por el P. Gemelli, franciscano; Instituto
Católico de París, universidades de Lille, Tolosa, Fordham, Washington, Tokio,
Shanghay, Lovaina, Nimega y tantas otras esparcidas en el mundo entero. En Chile,
el sacerdocio católico regenta las Universidades Católicas de Santiago, la mejor
universidad libre de la América del Sur y Valparaíso y escuelas de carácter
universitario como las de leyes de Valparaíso y Concepción, Escuela de Santa Teresa
para la formación de profesoras, etc. Y toda esta inmensa labor educativa la realiza la
Iglesia casi sin ayuda del Gobierno sino que sostenida por la inmensa caridad de los
fieles y el aporte desinteresado de sus profesores católicos, sobre todo de sus
sacerdotes, religiosos y religiosas.
Crisis Sacerdotal. Después de haber echado un rápido vistazo a la inmensa
labor educacional de la Iglesia hemos de señalar, por lo que respecta a América del
Sur y en especial a Chile, la honda crisis de vocaciones al sacerdocio que se hace
sentir cada día con mayor gravedad. El clero católico cuenta actualmente en el
mundo entero con unos 231.000 sacerdotes, o sea un sacerdote por cada mil católicos.
Esta proporción de católicos por sacerdote es mucho menor en la mayor parte de los
países europeos; en Inglaterra hay un sacerdote por cada 400 católicos; en España,
uno por cada 640. En Estados Unidos, uno por cada 630 católicos. Pero en América
del Sur, la proporción es pavorosa: para 130.000 habitantes hay sólo 15.000
sacerdotes, lo que da un promedio teórico de 1 por cada 9.000 almas, promedio que
en la realidad hay casi que duplicarlo, debiendo prácticamente cada sacerdote de
América tener a su cargo unas 15.000 almas.
¿Cómo va a poder existir un cultivo espiritual serio, una fe profunda y racional
como la exige la Iglesia? ¿Cómo va a poder existir moralidad en el pueblo, cultura,
educación familiar y social, si el llamado por Dios a impartir la educación
sobrenatural y a elevar los valores naturales no puede ejercer su ministerio por lo
dilatado del campo? En ninguna parte del mundo toma tanto sentido la palabra del
Maestro: "La mies es mucha y los operarios pocos".
En Chile para 5.000.000 de habitantes, apenas hay 1.615 sacerdotes entre
seculares y regulares, chilenos y extranjeros. Este número se descompone así: 780 del
clero secular, 835 regulares. En todo Chile hay 451 parroquias, lo que da un término
medio superior a 10.000 fieles por parroquia. Si un párroco no puede atender a más
de 1.000 feligreses, bien podremos ver cuán deficiente y casi nula es la atención
espiritual que pueden tener los 9.000 restantes. En términos exactos e impresionantes
podemos decir que en Chile hay más de 4.000.000 de fieles que están casi al margen
de una debida acción pastoral de la Parroquia. Y debemos notar que hay parroquias
que pasan en mucho de los 10.000 fieles, y llegan algunas a tener hasta 40.000.
Tómese en cuenta, además, que son muchas las parroquias que, por falta de
sacerdote, se encuentran actualmente vacantes, y considérense también las
condiciones de la mayoría de nuestras diócesis, cuyas parroquias son de extensión
inmensa, algunas casi tan grandes como toda Bélgica, su población vive diseminada,
no hay medios de comunicación fáciles y podrá entonces medirse en toda su
magnitud el estado de abandono de las almas.
Y lo que debiera avergonzarnos a nosotros, católicos chilenos, es ver que
nuestra católica Nación ha tenido que llamar en su auxilio sacerdotes extranjeros,
pues la piedad de los hombres de Chile no tiene el valor de aceptar los sacrificios del
sacerdocio. Entre los sacerdotes que cultivan nuestra Patria 700 son extranjeros. ¡Sólo
915 sacerdotes han dado los católicos de Chile! Los sacerdotes extranjeros han
realizado entre nosotros una inmensa labor, tomando a su cargo puestos difíciles.
Muchos de ellos son los que evangelizan la Pampa nortina, las inmensas llanuras de
Magallanes y del Aysén y los que han abierto colegios para educar a nuestra
juventud. Pero nosotros, país católico, debiéramos sentir remordimientos al ver
privados a los países paganos de ese auxilio sacerdotal que ellos tienen más derecho
a reclamar que nosotros. Si los sacerdotes extranjeros nos abandonaran, la vida
lánguida del catolicismo chileno vendría a perecer en algunas regiones.
Consecuencias gravísimas de la escasez de sacerdotes son elabandono religioso
casi total en que viven tantos hermanos nuestros, de alma bellísima, de excelente
voluntad, pero que no tienen quien los cultive. En el norte hay inmensas salitreras
que no tienen quien las atienda; en el sur parroquias con 14 capillas a cargo de un
sacerdote a veces anciano... Por eso en una localidad, como hay muchas,
encontramos en una sola cuadra 11 familias sin matrimonio religioso, una mujer de
pelo blanco sin haber hecho la primera comunión... Las almas de buena voluntad al
asistir a un moribundo procuran acompañarlo con oraciones rezadas a media lengua
supliendo así la falta del sacerdote. El silencio de muchos de nuestros pueblos y
campos es un silencio religioso en la plenitud de la palabra. ¡Cuánta culpa tenemos
los católicos! Muchos jóvenes hay que sueñan con grandes ideales e ignoran tal vez
que tienen en nuestra pampas y valles el más bello campo de apostolado, la más
noble empresa que pueden soñar.
Refiriéndonos más concretamente al problema educacional, la escasez de
sacerdotes se traduce en que el clero no puede desarrollar su misión educadora
como debiera. Cerca de 700.000 niños chilenos no reciben una instrucción religiosa
regular porque no hay sacerdotes que los puedan atender en debida forma, y el
número de catequistas es muy escaso y porque los padres a su vez no han recibido
cuando niños una instrucción religiosa sólida. Por eso se va perdiendo la fe
gradualmente en las almas y quedando en lugar del conocimiento de nuestro
dogma, del amor hondo a Jesucristo, un conjunto de nociones semisupersticiosas que
están aún demostrado el hambre religiosa de nuestro pueblo. Los liceos no están
atendidos como debieran serlo. Allí crece una muchacha hambrienta de verdad que
sería cristiana, si hubiese quien les partiese el pan del espíritu. Los alumnos de liceos
son cerca de 30.000 jóvenes, de los cuales los más favorecidos por el sacerdote tienen
una hora semanal de enseñanza religiosa durante el primer ciclo de humanidades.
En las universidades de Santiago, Concepción, escuelas universitarias
establecidas en otras ciudades hay grupos enormes de jóvenes que aspiran a tener
una cultura integral, pero no encuentran quién pueda acercárseles a ellos en forma lo
bastante íntima y personal para captar su confianza y hablarles de Cristo, en quien se
armoniza todo el saber humano.
Colegios católicos piden todas las ciudades del país; muchas ofrecen locales
espléndidos, pero no hay sacerdotes que puedan ir a regentarlos. Y da pena ver en
algunas localidades magníficos establecimientos, dotados de cuánto puede
necesitarse para la instrucción, que están con sus puertas cerradas porque no se ha
podido encontrar una comunidad religiosa que se haga cargo de ellos. No hay
religiosos en Chile, no pueden venir del extranjero y, entretantos los niños crecen sin
Dios, sin educación sólida, sin recibir verdaderos valores patrióticos y humanos.
De todo este estudio fluye espontánea la conclusión: orar al Señor de la mies
para que envíe operarios a su mies, porque la mies es mucha y los operarios pocos.
CONCLUSIONES. Orar por las vocaciones.
Realizar una semana de oración y estudio sobre el sacerdocio; su grandeza, su
necesidad en nuestra Patria. Pedir propaganda al Consejo Nacional de la Juventud
Católica, sobre el problema de las vocaciones.
Comprar varios ejemplares y difundirlos, del libro: ¿Es Chile un País Católico?
del R.P. Alberto Hurtado S.I. que expone en toda su amplitud el problema de la falta
de sacerdotes y sus gravísimas consecuencias.
Ayudar generosamente a la obra de las vocaciones. Si el centro o la parroquia
da una vocación que no vaya a frustrarse por falta de recursos para seguir los
estudios. En tal caso que los jóvenes del Centro reúnan fondos para ayudarlo.
RECAPITULACION. ¿Puede el sacerdote inmiscuirse en la educación? ¿Por
qué? ¿Cómo podríamos hacer ver la necesidad del sacerdote para la labor
educacional? En la práctica ¿qué ha hecho el sacerdote para difundir la verdad?
¿Hay un problema de escasez de sacerdotes en América del Sur?¿Cuántos sacerdotes
hay en Chile? ¿Cuántos serían necesarios? ¿Dónde se echa de ver la falta de
sacerdotes?
OBJECIONES. El sacerdote no tiene que inmiscuirse en la educación: el
sacerdote en la Iglesia y sacristía. Fuera de esos sitios no tiene nada que hacer.
El sacerdote metido a educador retarda el libre desarrollo del pensamiento
científico: su labor es obscurantista y su mentalidad no ha dejado de ser inquisitorial.
Es un crimen la educación religiosa de los niños: hay que dejarlos crecer sin
hablarles de ninguna idea confesional. Cuando sean mayores elegirán ellos la
creencia religiosa que más les agrade.
XVII
¿SEGUIRA HABIENDO EDUCACION RELIGIOSA EN CHILE? LA
VOCACION AL SACERDOCIO
CUESTIONARIO. ¿De qué dependerá que siga habiendo educación religiosa en
Chile, y de que ésta mejore? ¿En el momento actual, se nota aumento o disminución
de vocaciones sacerdotales? ¿Qué se requiere para tener vocación? ¿Se necesita tener
gusto por el sacerdocio? ¿Se necesita ser ya un santo cuando se es llamado? ¿Se
necesita una moción divina sensible y especialísima?
Exposición. El porvenir de nuestra educación cristiana, y más aún, de la misma
Iglesia Católica en Chile está íntimamente ligado a la solución de la crisis sacerdotal.
Por eso consagramos este círculo al estudio de estos dos puntos: cómo se presenta el
problema vocacional entre la juventud chilena; y segundo: estudio concreto de los
elementos que constituyen la vocación al sacerdocio y a la vida religiosa.
El mejor índice para juzgar de la vitalidad del catolicismo en una Nación es el
número y fervor de su clero. "Dejad veinte años sin cura a un pueblo y volverá a su
estado salvaje", decía el santo Cura de Ars. Y se comprende: una generación sin
instrucción religiosa, sin predicación, sin sacramentos, sin Dios, ¡qué campo tan fértil
para los propagandistas de todos los errores y para el desenfreno de todos los vicios.
¿Cuál será, pues, el porvenir de la educación religiosa en Chile? El mismo que
el porvenir de la Iglesia Católica, que está en íntima relación con el número y calidad
de su sacerdocio. Si no hubiera fervor, ni generosidad de parte de los católicos para
ingresar al sacerdocio o a la vida religiosa, el porvenir sería negro... Si las vocaciones
llegasen a disminuir todavía más, querría decir que la Iglesia chilena estaría a punto
de perecer, o no sería más numerosa que las sectas protestantes. La población que en
Chile frecuenta regularmente la Iglesia no pasa de quinientos a seiscientas mil
personas: los otros no acuden, los unos por dejación, los otros por imposibilidad
física absoluta dadas las grandes distancias, los otros porque no tienen sacerdote que
atienda el culto. Pero si esto no se remedia, la masa de la población seguiría
perdiendo más y más su fe, y volvería de nuevo al paganismo, llámese éste:
comunismo, racismo, etc.
Si no aumentan los sacerdotes, la educación religiosa no puede progresar y
seguiremos teniendo un descenso a las prácticas con harta frecuencia supersticiosas:
nuestro pueblo se irá contentando más y más con el culto de algunos santos, con
prender velas al carretero muerto junto al camino, con las mandas a las ánimas y las
oraciones y bailes ante sus imágenes, prácticas del todo insuficientes y a veces
perniciosas. En esto termina un catolicismo que no está continuamente cultivado por
las manos cariñosas de un sacerdote celoso, como un jardín no cultivado se convierte
al poco tiempo en un tupido malezal.
Disminución del clero. En los años 1933-1939 han muerto en todo Chile 166
sacerdotes, lo que da un promedio de 23,8, digamos 24 sacerdotes seculares por año;
en este mismo período se han ordenado 97 sacerdotes 13,8, digamos 14 sacerdotes
seculares por año, lo que deja un déficit anual de 10 ordenaciones sobre las
defunciones. Para el futuro inmediato se puede prever por el número de
seminaristas que hay actualmente en los seminarios mayores de Chile que dicho
déficit se mantendrá, esto es que cada año morirán 10 sacerdotes seculares más que
los que se ordenarán ese mismo año en Chile. Si no se remediara esta situación en 50
años nuestro clero secular habría bajado de 780 a 569 sacerdotes, esto es habría
disminuido en 211, mientras las obras católicas requieren cada día más sacerdotes
por su mayor especialización, más asesores para la Acción Católica, para la acción
social, para la formación de dirigentes obreros, de sindicatos cristianos, para una
penetración católica en las universidades, liceos, para las misiones en los campos,
etc.
En las órdenes religiosas el problema es no menos grave, porque las dos
terceras partes de los religiosos son extranjeros y la mayor parte de estas
comunidades no tienen novicios chilenos. Si de los 835 religiosos dejáramos de
contar con los 546 que son aproximadamente los extranjeros, las comunidades
quedarían reducidas a 289 religiosos chilenos, número del todo insuficiente para
mantener las obras de gran aliento que ahora están desarrollando en el país. En las
órdenes religiosas consideradas en general el número de nuevos sacerdotes viene
apenas a reemplazar a sus muertos.
¡Qué sería de la vida católica de Chile si dejáramos de contar con los 546
religiosos extranjeros! ¡Cuántos colegios tendrían que cerrarse, donde se ha iniciado
la recristianización de los grupos de selección; 115 parroquias quedarían vacantes;
no menos que muchos puestos en la Acción Católica, capellanías de hospitales, etc.
Muchas almas dejarían de tener con quien confesarse y dirigirse espiritualmente, y
muchas escuelas no tendrían maestros de religión.
Igual cosa se diga de la ayuda que prestan las religiosas a la vida católica de
Chile. Ellas educan a las futuras madres, cuyo nivel de vida cristiana influirá en la
vida de la Nación. Socorren espiritual y materialmente a miles de niños pobres en
asilos, patronatos, orfanatorios, atienden a los asilos de ancianos, hospitales, etc. La
fe tan profunda de los católicos norteamericanos reconoce como una de sus causas la
labor educacional de las religiosas que tienen en sus manos la formación de todos los
niños católicos en la escuela primaria. Ellas con tacto exquisito han arraigado en el
alma de los niños la semilla de la fe.
"La obra de las obras" llamada Pío XI a la del cultivo de vocaciones; "la causa
misma de Dios y de la Iglesia" dice de ella Pío XII; y el Cardenal Pizzardo en su
calidad de Presidente del Oficio de la Acción Católica dice al Episcopado Chileno
que a esta obra "va indisolublemente ligada la salvación de las almas redimidas por
la Sangre inmaculada de Jesucristo". Los últimos Pontífices se han dirigido
particularmente al Episcopado Chileno instándolo con la mayor solicitud a
preocuparse del aumento de vocaciones en Chile y han reiterado que ponen sus
esperanzas en la Acción Católica.
Para poder interesarse en el problema de las vocaciones hay que saber en
primer lugar:
Qué es una vocación
La vocación es un llamamiento de Cristo al joven para que consagre su vida al
apostolado o a la práctica de la perfección cristiana. Es un renovarse en el transcurso
de los siglos de las palabras de Cristo al joven del Evangelio: "Si quieres ser perfecto,
ve, vende lo que tienes, dalo a los pobres, sígueme y tendrás un tesoro en el Reino de
los cielos".
La vocación no es en general un llamamiento oblitgatorio para el joven sino
una invitación a su generosidad que no compromete directamente la salvación
eterna de su alma, caso de no seguirla. Más que el problema de qué me exige Dios, la
vocación me plantea este otro: ¿Qué quiero darle yo a Cristo? ¿Qué quiero hacer por
Jesús para manifestarle la sinceridad de mi adhesión a El?
Ahora bien, ¿cómo se manifiesta esta elección personal? Algunos han creído
erróneamente que no podía haber votación al sacerdocio sin una moción sensible del
Espíritu Santo, sin un don místico extraordinario como el que tuvieron San Luis
Gonzaga o Estanislao de Koska. Otros erróneamente también han pensado que para
tener vocación se necesita tener atractivo por el sacerdocio, gusto natural por la vida
y ministerios del sacerdote.
La enseñanza oficial de la Iglesia es muy diferente. Pío XI en un documento
oficial sobre el sacerdocio destinado a los católicos del mundo, dice: "La vocación se
revela más que en un sentimiento del corazón o en un sensible atractivo que a veces
puede faltar, en la recta intención de quien aspira al sacerdocio unido a aquel
conjunto de dotes físicas, intelectuales y morales que lo hacen idóneo para tal estado.
Quien se dirige al sacerdocio únicamente por el noble motivo de consagrarse al
servicio de Dios y a la salvación de las almas, y juntamente, a lo menos con el fin de
alcanzar seriamente una sólida piedad, una pureza de vida a toda prueba, una
ciencia suficiente, éste muestra que ha sido llamado por Dios al estado sacerdotal". El
documento es bien preciso. El Sumo Pontífice con su autoridad de Maestro supremo
de la cristiandad enseña que no se necesita atractivo sensible, ni un sentimiento del
corazón, sino cualidades y recta intención.
La misma doctrina había sido sostenida en el Código de Derecho Canónico
(Canon 538): "Todo católico que no tenga impedimento legítimo y que sea impulsado
por una recta intención y se encuentre apto para llevar la carga de la vida religiosa,
puede ser admitido en religión". Para entrar en la vida religiosa se necesita vocación;
y el Código no exige para que un sujeto tenga vocación, sino la ausencia de legítimos
impedimentos, recta intención y aptitud para la vida religiosa.
Pío X había aprobado la misma doctrina al aceptar oficialmente las siguientes
proposiciones contenidas en la obra del Canónigo José Lahitton: "La vocación
sacerdotal": "La condición que hay que examinar de arte del ordenando y que se
llama también vocación sacerdotal, no consiste en ningún modo, al menos
necesariamente o por regla ordinaria en cierto atractivo interior del sujeto, o
invitaciones del Espíritu, para que el ordenado sea regularmente llamado por el
Obispo. No se exige de él más que la intención recta y la idoneidad que consiste en
tales dotes de naturaleza y gracia y en tan comprobada probidad de vida y
suficiencia de doctrina que haga concebir la esperanza fundada de que el sujeto sea
capaz de cumplir las funciones del sacerdocio y guardar santamente sus
obligaciones".
La opinión, pues, de que es necesaria una atracción sensible, fue rechazada de
plano por esta decisión de Pío X. Es indudable que en la mayor parte de las mejores
vocaciones no hay tal atracción, antes bien el sujeto experimenta una repulsión
natural, un deseo espontáneo de la naturaleza que lo aleja del sacerdocio y lo inclina
al matrimonio o a la vida del mundo. En la época ruda y materialista que vivimos, es
normal sentir una fuerte repugnancia a una vida que toda ella es sacrificio, negación
de sí misma, a veces hasta el heroísmo. La parte animal del hombre no deja de hablar
a pesar del llamamiento sobrenatural de Dios, y a veces estas voces animales
resuenan con más fuerza que la suave voz de Dios que se hace oír en el silencio y
recogimiento tan raros en este siglo de ruido y movimiento. Pero junto a estas
mociones espontáneas de la naturaleza hay en los escogidos por Dios un deseo de la
voluntad de hacer lo que Dios quiera, de ser generosos con su Redentor.
Estas condiciones generales de la vocación: cualidades y recta intención de
servir a Dios son el único requisito de cuya existencia ha de cerciorarse el Obispo al
ordenar a un sujeto, el director espiritual para aprobar una consulta sobre vocación,
el propio interesado para saber si puede o no ingresar en el camino del sacerdocio.
Pero hay siempre algo que hace que un joven se proponga el problema de su
vocación, y es, podríamos decirlo, la condición previa e indispensable para resolver
una vocación. No se ha de examinar como la vocación misma, pero es lo que plantea
el problema, y es la manifestación primera de la elección divina de un sujeto. Esta
condición consiste en una preocupación interior que lleva el joven escogido por Dios
a proponerse el problema del sacerdocio: una inquietud de ánimo que lo mueve a
mirar al cielo; una predicación que lo hace aspirar a mayor perfección; la muerte de
una persona querida que le enseña la vanidad de la vida; un libro que cae en sus
manos; unos ejercicios que lo mueven a buscar la santidad, y hacen que conciba
como algo posible para él, aunque con grandes repugnancias a veces, la idea del
sacerdocio o de la vida religiosa. Estos medios externos existen siempre en el
comienzo de una vocación, y son la condición para la vida, sin que sea la vida
misma. La elección divina de un joven para el sacerdocio o para la vida religiosa, se
manifiesta, pues, primero dotándolo de las cualidades que lo hacen idóneo para el
estado sacerdotal, luego poniéndolo en tales circunstancias que se le presente el
sacerdocio como posible para él; y luego ayudándolo a formar una voluntad
sobrenatural actual de abrazar ese estado por un fin recto: la mayor gloria de Dios, la
salvación de su alma, el apostolado entre los demás. Esto y no más es la vocación
divina al sacerdocio o a la vida religiosa.
Hemos hablado de las cualidades requeridas para el sacerdocio ¿de qué
cualidades se trata? De las que lo hacen idóneo para los ministerios y género de vida
que va a seguir: aptitudes intelectuales, el talento suficiente para los estudios que son
necesarios para el sacerdocio, o bien para la vida religiosa; aptitudes físicas, salud
suficiente para llevar la vida que va abrazar, que no exige fuerzas físicas
extraordinarias, pero sí un equilibrio de facultades, una salud mental y nerviosa, la
ausencia de taras neuróticas; independencia económica, de modo que no sea
absolutamente necesario para asegurar la vida de sus padres o de las personas que
Dios ha puesto a su cuidado; una ausencia de dificultades invencibles para las cosas
de piedad; y sobre todo las cualidades morales; la posibilidad con la gracia de Dios
de seguir guardando la castidad o de recuperarla si la ha perdido, y si se trata de la
vida religiosa, el poder también con la ayuda divina, guardar los voto de obediencia
y pobreza, lo que supone que se trata de una persona con la docilidad necesaria para
seguir las instrucciones de su superior y que pueda adaptarse a la austeridad de la
vida religiosa, que no es la miseria, pero sí el trabajo personal y un marco sencillo de
vida.
¡Cuántos jóvenes católicos han recibido de Dios estas cualidades y si
encontrasen la cooperación humana podrían ser santos sacerdotes!
La cooperación humana. Dos graves errores se cometen al juzgar la
cooperación humana a la vocación divina. Uno que condena S.S. Pío XI es el de
aquellos que inficionados de errores positivistas y naturalistas tratan la vocación
sacerdotal con el mismo criterio que los fenómenos naturales que pueden ser sujetos
a experimentación, como si la gracia no intervienese para nada en esta materia.
Se acercan a este error aquellos que en su proceder no condían en los medios
sobrenaturales, sino que creen que la vocación es un asunto de pura propaganda
humana, como si se tratase de reclutar voluntarios para una empresa comercial.
Al otro extremo están los que a pesar de las reiteradas y solemnes declaraciones
de la Iglesia que piden y reclaman con insistencia la cooperación humana no quieren
prestarla, o no se atreven a intervenir en un asunto en el que creen ellos que no
tienen ninguna injerencia, pues no harían sino estorbar la acción del Espíritu Santo,
el único maestro y director de las conciencias.
La Iglesia, con todo, en repetidas ocasiones ha manifestado un sentir contrario:
En el Código de D. C. (canon 1353) exhorta a todos los sacerdotes y especialmente a
los párrocos "a apartar con peculiares cuidados de los contagios del siglo a aquellos
niños que dan indicios de vocación eclesiástica, a formarlos en la piedad y cultivar
en ellos el germen de la vocación divina".
S.S. Pío XI en su encíclica sobre el sacerdocio dice: "Es necesario no olvidar las
diligencias humanas, y por consiguiente la preciosa semilla de la vocación que Dios
deposita largamente en los corazones generosos de tantos jóvenes; y, por
consiguiente, alabamos y recomendamos con toda nuestra alma aquellas obras
saludables que en mil formas y con mil santas industrias sugeridas por el Espíritu
Santo, miran a custodiar y promover y a ayudar las vocaciones sacerdotales.
Para un católico no cabe, pues, dudar sobre si los fieles y más aún los
sacerdotes deben colaborar positivamente a la obra de las vocaciones. Están
obligados a hacerlo y deberán dar cuenta al Señor de no haberlo hecho, sobre todo
en los gravísimos tiempos que estamos corriendo, de abandono espiritual de las
masas.
Y si de la región de los principios que nos recuerdan los documentos pontificios
y episcopales, bajamos al orden de las realidades veremos que como afirma el Padre
Doncoeur: "Se puede decir que los grandes renacimientos de vocaciones tienen todos
por origen el corazón de un obispo" (nota 28) o de un celoso sacerdote que
impresionado por el problema de la escasez de operarios en la viña lanza un
vibrante llamado a los católicos y consagra su vida a tan noble causa. La obra
maravillosa del P. Delbrel. S.J. en Francia, suscitó un intenso movimiento vocacional
continuado ahora por el P. Doncoeur. No es la gracia la que falta: es la colaboración
humana. Pues, como muy bien dice el P. Doncoeur: "No hemos comprendido aún
bastante que Dios pide la colaboración humana para el llamamiento y para la
respuesta".
¿Cómo colaborar? La primera colaboración es la que nos enseñó explícitamente
el Maestro: Rogad al Señor de la mies, que envíe operarios a la mies, porque la mies
es mucha y los operarios pocos. La vocación sacerdotal es obra de Dios, ya que como
Nuestro Señor dijo a sus apóstoles: ""No me elegisteis vosotros a Mí, sino que yo soy
quien os ha elegido a vosotros". Hay, pues, que pedir al Maestro que multiplique sus
gracias y dé más y más gracias a los llamados para que se dejen escoger.
Debiera, pues, elevarse sin interrupción en toda nuestra Patria una verdadera
cruzada de oraciones públicas y privadas; un verdadero clamor de plegarias en los
centros de Acción Católica, en los hogares, en los colegios y en las comunidades
religiosas. La oración por las vocaciones debiera rezarle todo cristiano. La primera
oración vocacional debería ser el Santo Sacrificio de la Misa, acompañado de nuestro
propio sacrificio en unión de la Víctima divina para que su sangre redima más y más
almas.
Junto a la oración debe unirse la predicación frecuente de lo que es el sacerdote,
su misión, la colaboración de la familia. ¡Cuántos jóvenes podrían ser excelentes
sacerdotes si se les abriera el campo de posibilidades y comprendieran que también
ellos pueden ser sacerdotes.
Los centros de Acción Católica tienen una misión especial en materia de
vocaciones. A ellos les toca orar por los sacerdotes, formar ambiente a esta idea,
dedicar cada año por lo menos una jornada de retiro, de oración, de estudio a esta
materia. La Acción Católica especialmente en Italia ha sido una escuela fecunda de
numerosísimas vocaciones sacerdotales. En Argentina, país que sufre aún más que el
nuestro del problema de la crisis sacerdotal, en los últimos 10 años la A.C. ha dado
más de 600 vocaciones a los seminarios y congregaciones religiosos. Muchos de estos
jóvenes son profesionales distinguidos, y todos ellos se han formado en las filas de la
Acción Católica, la mayor parte como instructores de aspirantes: allí han
comprendido la sublimidad del apostolado cristiano y se han decidido a entregarse
ellos mismos.
Todos los grandes movimientos de juventudes católicas de estos últimos años
han florecido con vocaciones sacerdotales y religiosas. Nueva Alemania en 15 años
dio más de 2.000 vocaciones. El movimiento iniciado entre los 570 alumnos del
politécnico de París, de los cuales hace unos 30 años apenas 4 se declaran católicos
llegando ahora a ser unos 440 católicos, ha dado más de un centenar de vocaciones.
Los católicos están comprendiendo su responsabilidad para con la Iglesia y así,
en Estados Unidos hay 23.579 seminaristas; 3.114 sobre el año anterior; 1 seminarista
por cada 870 católicos. En Indochina, 2.600 seminaristas indígenas, 1 por cada 570
católicos. En China, 6.727 seminaristas, 1 por cada 420 católicos.
¿Y en Chile? Unos 500 de los cuales sólo 155 en los seminarios mayores, o sea 1
por cada 10.000 chilenos.
Los Propagandistas en España apenas formados comenzaron a dar magníficas
vocaciones entre ellas algún diputado, el director de "El Debate" el gran periódico
católico español, y muchos otros. Un movimiento de juventudes que no da
vocaciones es señal de que no ha captado el espíritu cristiano; sus miembros no se
han penetrado de lo que es la Iglesia, y no se han empapado en los grandes dogmas
de nuestra vida sobrenatural; cuerpo místico, gracia santificante, santo sacrificio de
la misa, perdón de los pecados, salvación de las almas.
Es natural que no todos los buenos aspiren al sacerdocio. Joven bueno no es
sinónimo de candidato al seminario, pues entonces ¿acaso sólo los malos o los flojos
se habían de quedar para formar los futuros hogares?, ¿qué resultaría entonces del
mundo? La gracia divina se distribuye con sabiduría infinita para que todos los
estados de la vida puedan contar con miembros santos de este Cuerpo místico que es
la Iglesia. Pero no hay ningún peligro de que se exagere entre nosotros la necesidad
de pensar en el sacerdocio ya que las vocaciones escasean tanto. Esperamos
confiados, sin embargo, en que éstas han de aumentar, ya que como dice Santo
Tomás "Dios nunca abandona su Iglesia hasta el punto que carezca de ministros
idóneos".
Un trabajo muy propio de la Acción Católica y muy necesario para el aumento
del sacerdocio es la cristianización del hogar. Si escasean tanto los sacerdotes en
nuestro tiempo es particularmente porque el ambiente materialista, mundado y
hasta pagano impide que germine la vocación. Y si germina, el materialismo de
muchos padres lo ahoga, sin darse cuenta de la responsabilidad gravísima que
contrae del alma de su hijo, y de aquellos que su hijo pudo haber salvado si hubiera
seguido los impulsos de la gracia.
La ayuda económica. Absolutamente necesaria es la cooperación económica a
la obra de las vocaciones. Es necesario ayudar a los noviciados y seminarios a hacer
frente a la educación de los futuros sacerdotes, lo que demanda cuantiosos gastos.
Dar educación completa, y si se trata de los religiosos, vestir y alimentar a los
jóvenes que durante 7 a 15 años han de seguir una formación concretada
exclusivamente a los estudios que conducen al sacerdocio. Supone un inmenso
sacrificio económico. Hay que correr con todos los gastos de los futuros sacerdotes y
para esta obra no cuentan de ordinario los seminarios y noviciados con recursos
suficientes.
Con frecuencia se presenta también el caso de jóvenes de grandes cualidades
que aspiran al sacerdocio pero no pueden seguir la voz de Dios porque son el sostén
de sus familias.
La mejor manera de realizar esta ayuda consistiría en fundar una beca con
cuyos intereses pueda estar continuamente formándose un joven aspirante al
sacerdocio.
¡Qué consuelo mayor para un corazón cristiano que haber contribuido con su
dinero, economizado tal vez a costa de grandes sacrificios, a mantener
perpetuamente un Ministro del Señor, que le deba a él la realización de su vocación,
que sin su ayuda habría sido frustrada! Esa hostia santa que un sacerdote y después
otro y otro... irá elevando cada día al Altísimo... es él quien la ofrece... Es también por
él, su bienhechor, por quien la ofrece. Esas millares de absoluciones, esas almas
arrancadas al infierno es él quien con su limosna habrá contribuido a salvarla y esto
perpetuamente... ¡Qué uso más digno puede un hombre hacer de los bienes que el
Señor le ha dado!
Si alguien no tiene dinero, que ofrezca sus sufrimientos para que el Señor de la
mies envíe muchos operarios a sus mies.
CONCLUSIONES. Orar por las vocaciones al sacerdocio. Organizar una
semana de oración y estudio por las vocaciones.
Estudiar todos los años en algunas reuniones el problema del sacerdocio; su
grandeza, su necesidad, el problema chileno.
Comprar algunos libros que toquen este tema para que puedan leerlo los socios
del centro, como ser: Encíclica sobre el sacerdocio de S.S. Pío XI. ¿Es Chile un país
católico? del P. Alberto Hurtado, S.I.; Hacia las cumbres, de Mons. M. Larraín y
Groussau; Mi seminarista de Mons. Juan Subercaseaux; La elección de carrera.
Algunas biografías como las del Cura de Ars, de Trochu; San Francisco de Asís,
de Jörgensen; P. Pro, de Dragon; P. Doyle, de O'Rahilly; P. Damián, de Craven.
Hacer una colecta o tener una alcancía para ayudar a sostener a un estudiante
al sacerdocio.
Si alguno tiene dudas sobre su vocación que consulte a un director espiritual
prudente que tenga verdadero interés por el problema de las vocaciones.
RECAPITULACION. ¿Qué piensas del porvenir del sacerdocio en Chile? ¿Qué
relaciones tiene el porvenir de la educación religiosa en Chile?
¿Habrá derecho a quedarse pasivo ante el problema sacerdotal? ¿Qué podemos
hacer? ¿En qué consiste la vocación? ¿De qué cualidades se trata? ¿Es obligatorio
seguir la voz de Dios que llama al sacerdocio? ¿Qué podrá pensar de sí mismo quien
sintiéndose llamado al sacerdocio rechaza ese llamamiento?
OBJECIONES. Si la teoría del Papa sobre las vocaciones fuera verdadera, todos
tendrían vocación, ya que es tan fácil tener las aptitudes y la recta intención.
Más bien se hace en el mundo que en el sacerdocio. Lo que hace falta son
buenos seglares que den ejemplo entre sus hermanos de cómo se puede ser cristiano
en el mundo.
¡Sobran sacerdotes! Con la mitad andaríamos mejor.
No hay que pensar en vocación antes de conocer bien la vida: hay que salir,
divertirse, conocerlo todo, todo... para que después no vaya a arrepentirse.
Antes de los 25 años un joven está capacitado para pensar en el sacerdocio. El
celibato sacerdotal es imposible...
XVIII
ACCION EDUCADORA DE LA IGLESIA*
CUESTIONARIO. ¿Qué ha hecho la Iglesia por educar al pueblo? ¿Conoces
algunas grandes figuras de educadores católicos? ¿En qué ha consistido su labor?
Exposición. La Iglesia católica, fundada por Jesucristo cuando el Imperio
Romano estaba en todo su apogeo, tuvo que sufrir durante tres siglos las
persecuciones del poder civil que veía un peligro en una institución que no adoraba
a los antiguos dioses.
En 313 Constantinos decreta la libertad de culto, pero antes de 80 años nuevas
penalidades afligen a la Iglesia: son las invasiones bárbaras que barren el imperio
destruyendo ciudades y dispersando los habitantes. Esta prueba dura más de 500
años. No hay comercio, no hay industria, la población está dispersa en el bosque y
quebradas y sólo empieza a agruparse cuando aparece algún hombre osado y
valiente que logra construir una fortaleza e imponerse con la fuerza de su brazo a los
invasores extranjeros o bandidos nacionales.
En estas circunstancias, los obispos y monasterios tuvieron que recurrir
también a anchos fosos y resistentes fortificaciones para defenderse de los asaltos y
defender a los que quisieran vivir cerca del castillo.
Aquí nacieron las escuelas y más tarde las universidades.
Los benedictinos habían sido fundados en 529. Su fin era la vida contemplativa:
los monjes se dedicaban a la oración y al culto divino en grandes monasterios
construidos en la soledad. Pero los monjes tenían también una disposición de S.
Benito por la que debían estudiar varias horas al día. De aquí la necesidad de una
biblioteca en cada monasterio. Además debían los monjes instruir a los que habían
ingresado en la orden con la aspiración al sacerdocio y a los niños que habían sido
puestos por los padres en el monasterio con el fin de recibir alguna instrucción.
A fines del siglo VIII y principios del IX conoció la obra educadora de la Iglesia
un gran florecimiento. Carlomagno había logrado conquistarse un imperio y lo
conservaba en cierta paz y seguridad. Su obra le había costado 53 campañas
militares.
Se rodeó de ilustres maestros y con su carácter enérgico y autoritario quiso
organizar la educación en sus vastos dominios. Sólo la Iglesia podía ayudarlo en esta
tarea; así es que a ella acude el emperador. Ilustres monjes enseñan en la escuela de
Palacio, centro intelectual del imperio que tenía aneja una academia de la cual eran
miembros el emperador y los principales personajes de la corte; las catedrales y
monasterios de Francia, Alemania, los Países Bajos e Italia abren escuelas donde
acuden nobles y plebeyos mientras que las escuelas presbiteriales se multiplicaron
hasta el punto de que las poseyeran las localidades más pobres.
La obra de Carlomagno no es única en los comienzos de la Edad Media.
Alfredo el Grande realizaba medio siglo más tarde la misma obra civilizadora en
Inglaterra, mientras que Irlanda, libre de invasiones danesas y normandas era
famosa por el número de sus monasterios y el saber de sus monjes. Estos se
esparcían por Europa para comunicar sus luces a naciones menos favorecidas.
Porque el hecho es, que después de la muerte de Carlomagno, conoció Europa
otros dos siglos de guerras internas e invasiones del exterior.
La Iglesia tuvo que recomenzar en muchas partes la obra destruida. Nuevas
herejías vinieron a dificultar la empresa pero también mandó Dios nuevos auxiliares
para triunfar de los obstáculos.
Ayudaron a los obispos y benedictinos dos nuevas órdenes religiosas: los
dominicos y los franciscanos que abrieron escuelas en todas partes y ocuparon
cátedras en las universidades donde descollaron sabios como Sto. Tomás de Aquino
y S. buenaventura.
Pero la Iglesia no se contentó con las escuelas y universidades para educar a la
Europa Medieval. Había muchos niños y campesinos que nunca irían a la escuela.
¿Cómo educar también a éstos?
La predicación popular, los cantos, los estatutos de las corporaciones y gremios
de artesanos, el arte, todo debía conducir a una mayor educación del pueblo.
Las catedrales magníficas que levantó la generosidad de los obispos y del clero
ayudados con la cooperación de todas las clases de la sociedad, fueron verdaderas
biblias de piedra. Toda la historia sagrada estaba reproducida en las estatuas, en los
bajos relieves y en las hermosas vidrieras de las catedrales orientadas de este a oeste
eran hechas transparentes por la luz. El sol poniente solía iluminar con sus últimos
rayos el gran retablo del juicio final.
Así pudo la Iglesia educar generación tras generación en aquellos tiempos
tumultuosos de la Edad Media. Con sus escuelas y universidades, con sus bibliotecas
y grandes hombres, con su arte y su liturgia pudo convertir esa anarquía primitiva
en una sociedad verdaderamente internacional, en que todos los países del occidente
se reconocían en la misma fe, en las mismas costumbres y en el mismo arte.
Nunca ha vuelto Europa a experimentar ese sentimiento de familia que
permitía al peregrino, estudiante o artista trasladarse de un país a otro, aun en
tiempos de guerra, seguro de encontrar en todas partes las mismas instituciones que
lo acogían con caridad verdaderamente cristiana y fraternal. Y ese espíritu de familia
se debió en primer lugar a la educación que daba la Iglesia y que en todos los países
era la misma.
El Renacimiento fue un período difícil para la Iglesia, pero Dios le deparó los
hombres necesarios para traspasar la crisis.
Las enormes riquezas acumuladas en pocas manos, la miseria de los demás; los
vicios que florecen en estas circunstancias; el nacionalismo creciente que subdividiría
la familia europea; el individualismo que se extendió al campo religioso con la
rebelión de Lutero, fueron obstáculos a la obra educadora de la Iglesia.
El Renacimiento fue una época de grandes fuerzas nuevas, pero mal
encauzadas. Todo el esfuerzo de la Iglesia será dirigir esta fuerza viva, desviarla del
error, señalarle la verdad claramente establecida y precederle muchas veces con el
ejemplo.
Los autores renacentistas escriben en latín y en griego. San Ignacio funda en
1540 la Compañía de Jesús cuyos alumnos leerán a Homero y Demóstenes, Virgilio y
Cicerón y rivalizarán entre sí con versos griegos y discursos latinos.
La pintura y escultura reciben un nuevo impulso, los Papas cuidan que sea
Roma la capital del arte y que las obras maestras de los artistas sirvan para glorificar
a Dios en sus templos.
La música hace nuevos progresos y de ella se aprovecha S. Felipe Neri para
atraer a la juventud de Roma y entre cantos y paseos hacerla llevar una vida más
cristiana. Tanta parte tenía la música en estas representaciones, que son consideradas
como el origen de la ópera.
El siglo XVI es el siglo de la rebelión de Lutero. Europa que gozaba antes de la
unidad espiritual del catolicismo, se divide ahora en dos campos irreconciliables. Y
así como acudió Lutero al poder civil y a su rapacidad para que el gobierno
impusiera la nueva religión a sus súbditos, del mismo modo espera que el gobierno
tome la educación, en gran parte, en sus manos, para infiltrar desde un principio las
nuevas doctrinas en el alma de los niños.
La Iglesia comprende más que nunca la importancia de la educación católica en
los países protestantes y encuentra para esta nueva empresa la orden recién fundada
de los jesuitas.
Estos son los verdaderos fundadores de la educación secundaria como hoy la
conocemos; sus colegios gratuitos y sus seminarios comenzaron su obra educadora
en todos los países de Europa formando una nueva generación de católicos que
detendrían y luego harían retroceder las fuerzas protestantes.
El concilio de Trento, reunido en la segunda mitad del siglo XVI para definir
claramente la posición de la Iglesia entre los nuevos errores, determinó lo siguiente:
establecer escuelas que sean dirigidas por maestros piadosos e instruidos; enseñar en
ellas la religión y demás conocimientos elementales, principalmente la gramática,
base de toda enseñanza científica. Cada iglesia debería tener en adelante a lo menos
un maestro que enseñara gratuitamente la gramática a pobres y ricos. Se favorecería
particularmente a las órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza secundaria. Los
obispos establecerían en sus diócesis seminarios para la formación del clero. Las
universidades colocadas bajo la inspección de la Iglesia serían preservadas del
contacto con los herejes.
Los frutos del concilio de Trento duran hasta hoy. El primer resultado fue el
gran impulso dado a la enseñanza del catecismo. Las Asociaciones o Hermandades
de la Doctrina Cristiana estaban formadas por todas clases de personajes: hombres y
mujeres, viejos y jóvenes, ricos y pobres que ayudaban en este hermoso apostolado.
Otro fruto fue la fundación de Institutos religiosos dedicados a la educación:
Siglo XVI: San José de Calasanz funda las Escuelas Pías; S. Carlos Borromeo, los
Oblatos de S. Ambrosio; San Felipe Neri, la Congregación del Oratorio.
Siglo XVII: San Juan Bautista de la Salle funda la Congregación de las Escuelas
Cristianas.
Siglo XVIII: El Beato Griñón de Montfort es el fundador de los Hermanos del
Espíritu Santo.
Hasta el siglo XVIII la Iglesia Católica tuvo que combatir, en el campo
educacional, los errores propagados por maestros heréticos que gozaban muchas
veces del favor de algunos gobiernos, pero que casi nunca eran propuestos como los
educadores oficiales del país.
Las ideas filosóficas del siglo XVIII acariciaron el concepto de un Estado
Educador, un Estado que tomase las escuelas en sus manos, prescribiera las
enseñanzas (por supuesto no católicas) que debían darse en ellas e hiciera obligatoria
la asistencia a tales instituciones. Era el entusiasmo por el despotismo ilustrado que
llevaría las luces de las ciencias a todos los individuos aunque debiera emplear la
violencia para salir con su intento.
Napoleón, íntimamente persuadido de estas ideas, es el primero que organiza
militarmente un sistema completo de instrucción nacional, desde la Universidad
hasta la última escuela rural.
Así es como se encuentra la Iglesia, desde principios del siglo pasado hasta
nuestros días, ante un nuevo enemigo, el Estado docente; digo enemigo, porque,
aunque la educación pública podría cooperar con la Iglesia en la gran obra de la
cristianizaión y civilización de los pueblos, el hecho es que la dirección de la
educación oficial ha estado casi siempre en manos de hombres acatólicos, si no eran
abiertamente anticristianos.
Las dificultades nunca amilanan a la Iglesia, sino que hacen aparecer más
claramente su enorme fecundidad.
En el siglo XIX se multiplican las obras destinadas a la educación de la
juventud; sólo puedo nombrar algunas: Los Hermanos Maristas, los Hermanos de la
Instrucción Cristiana, las Hijas de María Inmaculada, los Clérigos de S. Viátor, los
Hermanos de S. Gabriel, del Sagrado Corazón, de la Santa Cruz, de la Doctrina
Cristiana, de la Caridad, los Javierinos, los Hijos de la Sagrada Familia, Los
Salesianos, obra genial de S. Juan Bosco, etc.
Para la educación femenina se fundaron las Marianistas, las Hermanas de
Nuestra Señora, las de la Misericordia, la Sociedad del Sagrado Corazón, la
Congregación de la Sagrada Familia, la de Religiosas de la Asunción, de María
Auxiliadora, y otras muchas más.
El siglo XIX es también el siglo de los grandes pedagogos católicos.
Monseñor Spalding el gran obispo norteamericano, y Monseñor Dupanlop, el
obispo francés; el eminentísimo cardenal Juan Henrique Newman, uno de los
campeones más extraordinarios del catolicismo inglés; el cardenal Mercier, que tanto
brillo dio a la Universidad Católica de Lovaina; Otto Willmann, representante de la
pedagogía católica en los países de lengua alemana. Iluminados por la fe y las
enseñanzas de la Iglesia, han podido estos hombres (y otros muchos cuyos nombres
he omitido en favor de la brevedad) trazar las líneas de la verdadera educación
integral de una manera que no le ha sido posible a ningún autor heterodoxo. Sólo la
Iglesia católica puede ver claro en materia tan compleja, pues no se trata sólo de un
entrenamiento físico sino también y principalmente de la formación de las almas.
OBRA EDUCADORA DE LA IGLESIA EN NUESTRO PROPIO PAIS
Antes de cumplir un siglo de vida colonial, habían llegado ya todas las grandes
órdenes religiosas: dominicos, franciscanos, mercedarios, jesuitas y agustinos. Se
levantaron iglesias, se abrieron misiones entre los infieles, las procesiones de Corpus
y de Semana Santa se celebraban con todo el brillo que entonces era posible en una
pobre colonia recién fundada.
Los jesuitas, orden educadora al par que misionera, se dedicaron pronto a la
formación intelectual y moral de la niñez.
Llegados a Chile en 1593, los seis primeros padres se dividen entre sí el campo
de apostolado; cuatro de ellos predicarán a los españoles, a los indios y a los negros;
los dos restantes se dedican a enseñar el catecismo y abrir una pequeña escuela para
los niños españoles e indígenas.
Un poco más tarde se inicia un curso de filosofía a que acuden entre otros
jóvenes, once religiosos de Sto. Domingo y seis de S. Francisco. En 1608 ya se abre la
cátedra de teología siendo tan prósperos los estudios que trece años más tarde podía
esta facultad, por una bula de Gregoria XV, conferir grados académicos.
El internado San Francisco Javier data también de este tiempo (1611). Fue tan
grande el entusiasmo de los vecinos que se reunió en la iglesia toda la Real
Audiencia, los dos Cabildos eclesiástico y civil, con "lo más y mejor de la ciudad"
para acompañar procesionalmente y con repiques de campanas a los 14 estudiantes
que iban con sus profesores a fundar el nuevo establecimiento.
Otros centros de educación abrieron los jesuitas en Santiago mismo (Colegio de
S. Pablo), en La Serena, Valparaíso, Quillota, Bucalemu, San Fernando, Chillán (para
hijos de caciques indígenas), Rere, Concepción, Arauco, Castro, etc.
De las escuelas del sur conservamos este rasgo típico. Por falta de papel para
escribir, se valían los niños de unas tablas bien cepilladas. Después de escrita y
corregida la tarea, lavaban la tabla, secándola luego al sol o al fuego, y ya tenían su
pizarrita lista para el día siguiente.
Auxiliares y complementos de los colegios eran las Congregaciones Marianas.
En estas asociaciones, junto con el amor a la Sma. Virgen, progresaban los
estudiantes en las virtudes de una vida verdaderamente cristiana, dando muestras
de ello en su celo y caridad para con el prójimo.
Más tarde la Congregación de caballeros completaba la educación moral
comenzada en el colegio.
Las escuelas, los colegios y los estudios superiores no eran la única obra
educadora de la Iglesia chilena.
Las órdenes religiosas fueron las que formaron las mejores (para no decir las
únicas) bibliotecas que entonces había en este país. Los jesuitas trajeron la primera
imprenta en 1748.
Así como la Iglesia de la Edad Media y del Renacimiento utilizaron el arte y la
música para educar al pueblo y enseñarle a honrar al Creador de toda belleza, de la
misma manera procedió la Iglesia colonial: los hermosos templos, las solemnes
procesiones, los cánticos sagrados, todo debía contribuir a suavizar las costumbres
de esos hijos de conquistadores, e infundir en sus almas el amor a Dios, a la vida
eterna y a los medios con que debían alcanzarla.
De fines del siglo XVIII datan también los primeros seminarios conciliares
chilenos: uno en Imperial y el otro en Santiago fundados por los obispos respectivos.
En la fundación de la Universidad de San Felipe, el suceso educacional más
importante en la Colonia, tuvo la Iglesia decisiva influencia y fueron sacerdotes sus
primeros maestros.
En el siglo XVIII don Manuel de Salas fundaba la "Academia de San Luís" de
enseñanza técnica y especializada. Entre los libros publicados en esa época más
dignos de mención, señalaremos: "Histórica Relación del Reino de Chile", por el
jesuita Alonso de Ovalle; "Historia General del Reino de Chile", por el Padre Diego
de Rosales; "Historia del Reino de Chile", por el jesuita Manuel de Olivares; "Historia
Natural de Chile", publicada en Bolivia en 1782 y cuyo autor Juan Ignacio Molina
sufría el destierro de su orden expulsada. La Iglesia y las órdenes religiosas, jugaron
un papel decisivo y principalísimo en la formación intelectual y moral de esa raza
naciente en la pacificación de la guerra araucana, y en elevar entre los españoles el
ambiente intelectual enteramente descuidado por la continua vida de campamentos.
En la República el redactor del primer periódico nacional fue el clérigo Camilo
Henríquez. En 1843 bajo la protección del Arzobispado se fundaba en Santiago "La
Revista Católica". Las escuelas normales de preceptoras se crearon en 1854 y fueron
dirigidas por monjas del Sagrado Corazón. Aparte de los Seminarios Diocesanos ha
establecido la Iglesia numerosos colegios privados que contribuyeron
poderosamente a la ilustración general. En ella se educan cerca de 20.000 alumnos, y
en las escuelas primarias abiertas por la Iglesia, más de 100.000 niños reciben
instrucción gratuita.
En 1888 se fundó en Santiago la Universidad Católica. Cuenta con seis
facultades: Ciencias Jurídicas y Sociales; Biología y Ciencias Médicas; Filosofía y
Ciencias de la Educación; Bellas Artes; Ciencias Físicas y Matemáticas y Agronomía
y Veterinaria. Tiene además el curso de subingeniería. En medio de indecibles
angustias se sostiene con donaciones de los católicos chilenos. Su enseñanza es
gratuita, su presupuesto no baja de dos millones de pesos. Posee un espléndido
edificio, cuenta con numeroso cuerpo de profesores; tiene valiosísima biblioteca,
material técnico con todos los adelantos modernos. El régimen es el de una gran
familia en que profesores y ex-alumnos se sienten como en su propia casa
interesándose todos por el progreso de la obra común.
Educadores católicos en Chile los ha habido notables. Citemos como ejemplo a
Don Andrés Bello y Don Domingo E. Sarmiento. Aquél atendió a la enseñanza
superior desde su elevado sitial de Rector de la Universidad de Chile (1843); y éste a
la primaria como Director de la Escuela de Preceptores (1842).
Don Domingo E. Sarmiento (1811-1888) era partidario de una enseñanza
benigna; desterró los castigos aflictivos, fomentando en cambio la emulación con un
sistema de puntos, notas y certificados semanales. Su "monitor de las Escuelas" es
como un preludio de la metodología chilena. La iniciativa de Sarmiento fueron los
cursillos de verano para la preparación rápida e intensiva de los maestros. La
enseñanza de la lectura fué su principal obsesión.
Don Andrés Bello (1781-1885) primer rector de la Universidad de Chile,
nacionalizado en Chile como premio de sus servicios. Bello no fué un teórico sino un
eminente educacionista práctico; dirigió los estudios de la juventud chilena
inspirándose en los de Inglaterra. Su método de enseñanza era amplio, intensivo y
ameno. Dotaba sus lecciones de un alto interés humano que tenía en cuenta con la
complejidad de su auditorio. "Un buen método de enseñanza, no tanto se propone
comunicar mucha ciencia al estudiante, cuanto dar a su entendimiento poderoso
impulso y rumbo cierto.
Excedería los límites de esta clase exponer los nombres y la labor educacional
que han realizado tantos otros pedagogos chilenos que han unido una fe profunda a
una ciencia y un arte educativo de todos reconocido.
CONCLUSIONES. La Iglesia se ha preocupado siempre de la Educación de la
Juventud con especial interés. A este fin han dedicado su vida miles de religiosos y
religiosas en congregaciones educacionales que se han ido fundando a medida que
aumentaban los obstáculos a la obra de la Iglesia.
En Chile los orígenes de la Patria están íntimamente vinculados a la labor
educativa de la Iglesia.
RECAPITULACION Y OBJECIONES. ¿Qué impresión te produce la obra
educacional de la Iglesia? ¿Qué podríamos hacer por popularizar estos
conocimientos? ¿No habría en el centro quien se animara a estudiar la Acción
educadora de la Iglesia en esta localidad, en esa parroquia? ¿Cómo hacer a Chile
consciente de lo que debe a la Iglesia?
OBJECIONES. La Iglesia ha sido la eterna enemiga de todas las ciencias. El
Obscurecimiento es su divisa. La Iglesia teme a la ciencia y a la investigación
histórica.
XIX
ALGUNOS GRANDES EDUCADORES CATOLICOS*
CUESTIONARIO. ¿Conoces algunas grandes figuras de la pedagogía católica?
¿Qué influencia han ejercido en el mundo hombres como Ignacio de Loyola, Juan
Bosco, Juan Bautista de La Salle, Marcelino Champagnat, etc? ¿Qué hay de común en
todos los grandes educadores católicos? ¿Qué procedimientos modernos han sido
ideados por pedagogos católicos?
Exposición. El ambiente educativo de la Iglesia no comprende tan sólo los
sacramentos, ni los templos, ni los actos de oración colectivos, sino también una gran
variedad de escuelas, asociaciones y todo género de instituciones tendientes a formar
la juventud en piedad religiosa no menos que el estudio de las letras, de las ciencias
e incluso en la cultura física. En esta inextinguible fecundidad de obras educativas es
notable constatar cómo el alma de todas ellas es el sacrificio y el amor que de Dios se
dirige a sus creaturas. La labor educacional de la Iglesia representa la fe
desinteresada y dolorosa que no omite sacrificios por perfeccionar bajo todos sus
aspectos a aquellos que Cristo remidió con su sangre. Sacrificio y amor son el resorte
de su éxito. Para poder constatar en forma más tangible este espíritu de la educación
cristiana, no nos contentemos con los grandes rasgos de la labor educacional que
acabamos de exponer, sino que descendamos a verla realizada en alguno de sus
grandes educadores. Contemplemos la obra de Ignacio de Loyola, de Juan Bautista
de la Salle, de Juan Bosco, de Marcelino Champagnat. Podríamos con no menor
derecho referirnos a la obra de Andrés Manjón, de Monseñor Spalding, de Félix
Dupanloup, de Otto Willmann y de muchos otros; pero para muestra basten algunos
botones.
IGNACIO DE LOYOLA
Debió actuar Ignacio en la época del Renacimiento. El triunfo en las cruzadas
había producido un repentino engrandecimiento económico en la vida social
europea. Aparecieron poderosas fortunas y el lujo exagerado invadió las cortes y los
palacios. La vida se hacía más al muelle. La caída de Constantinopla trajo un tesoro
de literatura clásica medieval. El arte greco-latino no sólo era estudiado sino, por
desgracia imitado y entroncado en la vida misma, produciendo una grieta profunda
en el sentir cristiano y apagando con su belleza sensible la luz de la vida espiritual,
de abnegación y sacrificio. El clero y los conventos experimentaron la nefasta
influencia pagana. La disciplina se relajó... ignorancia completa aun en lo más
rudimentario de la religión... fueron produciendo una frialdad, un ambiente propicio
para derrumbes más desicivos... En Alemania, como fruto de la ignorancia, falta de
vida sobrenatural y sobra de las malas costumbres habían germinado muchas
herejías y la rebelión de Lutero había hechado hondas raíces. Las Universidades se
despoblaban y el mal crecía en forma alarmante en este caos moral e intelectual...
Fué en esa época en la que apareció, vivió y lucho heróicamente Ignacio de Loyola.
Sabía como gran psicólogo y profundo conocedor del corazón humano que, para
reformar las costumbres había que enderezar las voluntades y que las voluntades no
pueden enderezarse si no se ilumina antes el entendimiento, y de aquí fué que hizo
de la educación y la enseñanza de la juventud, uno de los ministerios primarios de
su nueva Orden.
Idea de los Seminarios. Vió Ignacio el panorama de Europa y comprendió el
peligro que significaba para la fe la rebelión de Lutero que prendía ya en Italia y
Francia. El remedio no estaba en las armas ni en tratados diplomáticos, sino en la
formación de un clero santo, docto, abnegado, abrasado de amor a Jesucristo, que
con su acción inteligente y virtuosa fuera reconquistando esas inteligencias
extraviadas. De aquí nació su gran deseo por fundar Seminarios, colegios destinados
exclusivamente a la formación científica y espiritual del clero... modelo de éstos fué
el colegio Germánico inaugurado en Octubre de 1552 con especial aprobación de S.S
Julio III...
No alcanzó a ver realizado Ignacio en la vida el vasto plan de seminarios en los
cuales veía la salvación del problema heresiarca y de la corrupción social y al Papa...
Por fin en mayo de 1563, siendo Papa el Pontífice Pío IV, siete años después de la
muerte de Ignacio se aprobaba en el concilio de Trento el capítulo sobre los
seminarios y se imponían a toda la Iglesia. El santo desde el cielo veía su dueño
realizado. Seminarios Conciliares Diocesanos, colegios destinados exclusivamente a
la formación del clero.
Colegios y Universidades. Junto con la necesidad de formar un clero santo y
docto, comprendió que era indispensable para la reforma de las costumbres el
trabajar intensamente en la educación de la juventud, enteramente abandonada no
sólo en Alemania sino también en Italia, en Francia y en España. Impulsó cuanto
pudo la fundación de colegios y universidades en todas partes. Los colegios quería él
que fuesen como el semillero que preparase y asegurase un alumnado numeroso y
digno. Por eso al lado de cada Universidad que fundó o tomó a su cargo, procuró
existieran uno o dos colegios de jovencitos, ya fueran internados o no. Diez
Universidades tomó Ignacio durante su generalato: una en Portugal; dos en España;
dos en Italia y cuatro en Alemania. El 18 de febrero de1551 se inauguró el colegio
Romano con clases de humanidades, latín, griego y hebreo. Al año tenía 300
escolares. En 1560 asistían 900 estudiantes... Hoy concurren 2350 alumnos oriundos
de 52 naciones... Catorce Papas han recibido allí su educación, a más de numerosos
cardenales, Santos, Beatos, Mártires y apostólicos sacerdotes.
Por innumerables dificultades económicas tuvo que pasar el santo... "la renta
del colegio Romano, escribía en 1553, es fe y esperanza" y del Germánico añadía "va
muy bien y tiene la misma renta que el Romano". Dificultades, sacrificios,
privaciones, pero el amor solucionaba los problemas y seguía adelante. El 31 de julio
de1556 murió plácidamente en roma el primer general y fundador de la Compañía
de Jesús, Ignacio de Loyola. La dejaba sólidamente establecida en Italia, España,
Portugal, Francia, Flandes, Alemania, Brasil, Indostán, Málaca, etc... Contaba con
doce Provincias y no menos de mil sujetos, y dejaba fundados 49 colegios, 10
Universidades, dos Asilos para niños y niñas huérfanos; una casa para los
catecúmenos judíos; dos monasterios para pecadoras arrepentidas y una casa donde
las mismas pudieran vivir. Dos firmes pilares sostenían el edificio: los ejercicios
espirituales y las Constituciones. De estas últimas, del espíritu de ellas surgió el
cauce pedagógico que ha dirigido y formado a los alumnos y los profesores de los
colegios y universidades jesuítas, el Ratio Studiorum. Es imposible hablar de la labor
educacional de la Compañía sin hablar del Ratio. Todo en él está prescrito y
calculado, con el doble fin de formar maestros competentes y discípulos
aprovechados. A los primeros les señala sabias reglas para poseer cada materia de
enseñanza, y a los segundos la manera de sacar provecho de las lecciones que
reciben. El método es humanista, literatura greco-latina. Prelección, preceptiva y
ejercicio intenso de propia oración, asimilar la potencia creadora de los clásicos y
vivificarla con la luz y la fuerza sobrenatural y cristiana, he aquí el alma del Ratio.
Supone una intensa actividad por parte del alumno y del profesor y se vale para
excitarla en aquéllos del estímulo y de la emulación y sobre todo arraigando en su
alma sólidamente las virtudes cristianas. La frecuente práctica de los Sacramentos
era su firme base... Para terminar el estudio de la obra educacional de Ignacio
echemos un vistazo a la labor que efectúa la Compañía, su continuadora... 37
Universidades, con 60.000 alumnos; 220 Colegios con 90.000; Escuelas inferiores con
55.000 alumnos; Seminarios Pontificios; 9; Mayores 27; menores 26. Publicaciones
anuales de libros, 850; de revistas, 1.200. Dirige además la Universidad Gregoriana,
el Instituto Bíblico-Oriental, el seminario pontificio Germánico, Pío Latino, Pío
Brasileño y Maronita-Rúsico. Iñigo de Loyola desde el cielo contempla su obra, la
ama y la protege.
JUAN BAUSTISTA DE LA SALLE (1651-1719)
Renunciando los honores y las riquezas para entregarse de lleno a los pobres,
en unión con otros maestros se dedicó en 1680 a la enseñanza de los niños
especialmente de escasos recursos. En 1684 él y los 12 principales profesores
emitieron los votos de obediencia y perseverancia y tomaron el nombre de
Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Para que sus religiosos se dedicasen exclusivamente a la modesta pero hermosa
obra de enseñar a los pobres, les prohibió que fuesen sacerdotes ni cultivasen ciertas
ciencias ajenas a su misión peculiar.
S. Juan Bta. de la Salle es el verdadero legislador de la enseñanza primaria y el
organizador de la instrucción popular; bien merece el nombre que muchos le han
dado de padre de la pedagogía. Sus ideas pedagógicas contenidas y expuestas en La
Dirección de las Escuelas Cristianas, en las Cartas y sobre todo en La Escuela
Parroquial manifiestan la prudencia y habilidad del pedagogo, junto con la virtud y
el celo apostólico del santo.
Comprendió San Juan Bta. de la Salle el rol decisivo en el futuro del hombre la
educación de la niñez y a ella concentró todos sus esfuerzos, su experiencia y su
amor. "El niño es débil en inteligencia, en voluntad y en las facultades físicas. En la
educación de los alumnos, debe el maestro imitar la conducta de la Providencia
hacia los hombres: es decir, procede con fineza y suavidad.
Es preciso habituar poco a poco a un trabajo espontáneo, como el que
realizarían cuando no fuesen dirigidos por el maestro. Conviene cultivar los
sentidos, pero sobre todo desenvolver la inteligencia, rectificar el juicio, disciplinar la
voluntad e inclinar el corazón a la piedad. Es necesario formar el carácter del niño,
habituarlo al conocimiento y a la práctica da la virtud. La escuela debe ser el
noviciado del cristianismo, la preparación de los deberes de la vida cristiana y civil".
(Dirección Esc. Crist.). Sin descuidar la enseñanza popular, fundó el Santo también
Escuelas Normales para formar buenos maestros, pensionados para la enseñanza
primaria superior conforme a programas adecuados a las necesidades de los
tiempos. Los hermanos tienen escuelas especiales para el aprendizaje de la
agricultura, del comercio, de la industria y de las artes.
El campo de los Hermanos es muy vasto, lo que les permite extender los
beneficios de la educación y enseñanza cristiana no sólo a los que cursan los estudios
liberales, sino también los técnicos y experimentales; no sólo a los niños y jóvenes
sino también a los artesanos y alumnos de los talleres.
"A Juan Bta. de la Salle, decía Brunetiére, debemos la gratuitidad de la
enseñanza, las universidades populares, las escuelas normales, la constitución de la
enseñanza moderna. Sus discípulos han precedido en la vía del progreso a los que se
tienen por los precursores y los nuncios del siglo XX".
En 1719 moría el santo fundador... 200 Hermanos en 22 escuelas quedaban para
perpetuar su obra de abnegación y de amor. "El fruto principal de la escuela cristiana
es prevenir los desórdenes causados por la ignorancia, o impedir sus funestas
consecuencias, y preparar al alumno para el desempeño de sus deberes de cristiano
y de ciudadano" (Direct. Esc. Crist.). Actualmente 15.000 Hermanos esparcidos en 65
países dirigen 1.200 escuelas con 9.000 Aulas, frecuentadas por 320.000 Alumnos.
DON BOSCO (1815-1888)
"He consagrado mi vida al bien de los niños y nada ni nadie me apartará de la
senda que el Señor me ha trazado". He aquí el ideal, la vida entera, de este moderno
sacerdote y santo. En el mismo año de su ordenación sacerdotal 1841 inauguró su
apostolado con los niños pobres y abandonados.
Así nació el Oratorio festivo, mezcla de alegría, de juegos, de actos piadosos, de
catecismo, de honestas representaciones, de amenos paseos, acompañado de pan, de
vestido y trabajo. De 1841 a 1846 atraviesa por innumerables dificultades
económicas, pero su confianza en María Auxiliadora y en la divina Providencia, no
tenía límites. En 1846 tenía ya una casa propia. En 1847 se recogía el primer niño
interno, convirtiéndose así el Oratorio en Internado. En 1853 en el fondo de un
corredor se da comienzo en la mesita de un zapatero y el asiento de un sastre, al
aprendizaje de los oficios; tres años más tarde se da la primera clase de latín. Germen
de las futuras "Escuelas Profesionales" y de la clase de "Estudios Superiores". El
Oratorio necesitaba expansión y comienza a abrirse uno, después otro; los hijos del
pueblo encuentran pan, trabajo y porvenir. Los primeros discípulos se hacen
maestros y colaboradores de Don Bosco; de 1859 en adelante "Socios de su
Congregación". Forma sacerdotes, maestros de artes y oficios, infundiéndoles su
mismo espíritu. Don Bosco era pobre y se mantenía en la pobreza, pero confiaba en
Dios. "Las obras de Dios no se dejan para mañana" y el Padre de los cielos le daba
por medio de limosnas que el santo mendigaba casa por casa, todo lo necesario para
sus talleres, escuelas, iglesias, etc. El Señor es quien ha hecho la obra". Amor y
sacrificio.
Sistema educativo. Tuvo pocas pretensiones de escritor pedagógico; su
pedagogía práctica era una emanación directa de su vida sobrenatural y de su
santidad; con todo expuso minuciosamente la doctrina fundamental de su
pedagogía: el sistema preventivo. Lo prefiere al sistema represivo porque aquel se
funda "en la razón, la piedad y el cariño". No es sino la actuación de la bondad
serena y atenta que previene el mal para no verse en la precisión de castigarlo una
vez cometido; enseña a obrar bien por convicción, libremente. Se hace amar para
hacerse respetar. Usa exteriormente de la persuasión, de la fraternidad, del buen
ejemplo, de la mortificación, bajo un exterior placentero. Internamente se sirve de la
gracia divina, comunicada especialmente con la recepción frecuente y libre de los
sacramentos de la Confesión y Comunión. Este sistema exige y supone de parte del
maestro intenso trabajo y apostólica abnegación. Es necesario estar de continuo entre
los escolares y no dejarlos nunca inactivos. La continua vigilancia ha de impedir la
entrada del mal en la casa. S. Juan Bosco recomienda al director o al catequista,
dirigir todas las noches antes de acostarse, cuatro palabritas cariñosas -las buenas
noches- a los niños y algunos avisos sobre lo que deben hacer o evitar. Quiere el
santo que se deje amplia facultad al niño para brincar, correr, gritar, divertirse. La
gimnasia, la música, la declamación, el teatro y los paseos mantienen la salud del
cuerpo y del alma. El júbilo es circunstancia característica de las casas salesianas. El
Santo considera la instrucción como un medio de influir en la vida ulterior del niño y
como auxiliar precioso de la educación. Ante todo, debe guardar relación con las
disposiciones del escolar. Por ello se la fundamenta en un estudio atento del carácter,
aptitudes y dotes de cada uno. Danse en las instituciones salesianas la enseñanza
primaria, profesional, secundaria y superior. Considera Don Bosco la educación
moral como meta de la educación, no basta la instrucción. Necesita el niño principios
al mismo tiempo que caracteres civiles. La formación de la voluntad empero es
imposible sin el concurso de la religión. La confesión y comunión frecuentes, y la
misa diaria, son las columnas del edificio de la educación. Una disciplina bien
entendida completará la obra de la religión. Nada de castigos, si absolutamente se
necesita alguna vez castigar, trátase de inspirar más amor que miedo y de ningún
modo golpear a los niños. El corregir se ha de hacer en privado y con dominio.
Fue don Bosco uno de los primeros en comprender la necesidad del apostolado
de la prensa. Publicó más de 100 obras de diversos géneros. Instruye al pueblo
desenmascarando la herejía y la irreligiosidad con las "Lecturas Católicas" esparcidas
por millones. Se sienta con los jóvenes en los bancos de la escuela y redacta
manuales e historias. Publica los clásicos italianos y latinos expurgados y difunde los
autores cristianos. Ardiente propagador del bien, crea tipografías, fundiciones de
tipos, librerías, llegando a contar con una papelería para la difusión de sus libros
"quiere ir siempre a la vanguardia del progreso".
Fue un precursor al inaugurar las colonias de vacaciones. Las primeras se
establecieron en 1848. Desde entonces esos "paseos estivales" se repitieron cada año...
El 30 de enero de 1888 subía este santo a cuidar su obra desde el cielo, dejaba 64
fundaciones salesianas y 800 religiosos. Hoy los salesianos son 13.000; 812 casas en
48 provincias o rectorías.
Las Hijas de María Auxiliadora, congregación fundada por Don Bosco, cuentan
en la actualidad con 9.000 religiosas, más de 700 casas y educan cerca de 350.000
alumnas.
EL VENERABLE MARCELINO CHAMPAGNAT
(1780-1840)
Desde muy joven quedó impresionado por el abandono en que yacía la
educación en los medios rurales y concibió la idea de fundar una congregación
especialmente dedicada a la enseñanza de la población campesina. Ya sacerdote,
reunió algunos adolescentes, formándolos en las prácticas religiosas y en la
enseñanza y les confió la dirección de varias escuelas.
Tal es el origen de los Hermanos Maristas de la Enseñanza, a los cuales les
inculcó como uno de sus lemas: "Mostraos más bien padres que amos y señores,
entonces os respetarán y amarán sin reservas".
La formación de buenos catequistas fue para Champagnat la idea cumbre de su
vida, y al servicio de esta formación puso todos los medios divinos y humanos sin
descuidar el canto escolar y patriótico que es algo muy característico de su
pedagogía. En 1840, al morir este siervo de Dios, poseía la Institución 48 casas. En la
actualidad cuenta con más de nueve mil religiosos y regenta 650 establecimientos
que educan a 150.000 niños y jóvenes.
CONCLUSIONES. Divulgar las biografías de las grandes figuras del
catolicismo.
Dar a conocer la acción de la Iglesia: esto contribuiría a crear ese sentido de
legítimo orgullo del hijo ante la grandeza de su madre.
Estimar en lo que vale la obra educativa al ver esas grandes figuras consagrar
todos sus esfuerzos a salvar las almas por medio de la educación.
Persuadirme ante los ejemplos de estos maestros que las almas se conquistan
con la dulzura y la abnegación. "Más moscas se cazan con una gota de miel que con
un barril de vinagre".
RECAPITULACION. ¿Qué impresión te deja la obra educadora de estos
grandes santos? ¿Cuál es el rasgo que más te ha llamado la atención en ellos? ¿Qué
vale la objeción que la Iglesia no se ocupa de los pobres?
XX
EL EDUCADOR DEL ESPIRITU
La misión del director espiritual en la vida del joven de A.C.
CUESTIONARIO. ¿Quién tiene director espiritual? Entre los compañeros ¿hay
muchos que tengan director espiritual? ¿Para qué sirve el director espiritual? ¿Qué
cualidades exigirían Uds. en el director espiritual? ¿Con cuánta frecuencia
convendría ver el director espiritual? El director espiritual ¿ha de ser el confesor o
una persona distinta?
Exposición: Desorientación profunda se nota en el alma contemporánea sobre
todo en la época de la adolescencia en la que como en ninguna otra el joven necesita
ser comprendido. Los años de adolescencia que llegan hasta los 21, y también los de
juventud están marcados por una desorganización interior, por una anarquía de
tendencias que pretenden abrirse paso en el alma del joven. En estos años hace falta
un espíritu fuerte y bien esclarecido que guíe con seguridad el alma que recién se
abre a la vida. Esta misión corresponde de suyo a los padres de familia, a los
educadores del colegio, pero por desgracia tanto los unos como los otros rehuyen
con frecuencia el tomarla en serio.
Los padres de familia en Chile, en los hogares bien constituidos se preocupan
de ordinario de los asuntos de la casa. El padre del sustento y de acumular bienes
para asegurar el porvenir de los suyos; la madre es la dueña de casa: cuida de la ropa
de sus hijos, los atiende en sus enfermedades, hace dulce para el invierno, huesillos y
chuchoca... pero ¡el alma de sus hijos! es un cofre cerrado que muy pocos se atreven
a abrir y sin embargo, ¿de qué va a servir acumular bienes si el alma del niño no está
preparada para saberlos usar? ¡Qué infeliz resulta el cuidar que la camisa esté bien
planchada y los cuellos limpios si el alma del niño está sucia. ¿Cuánto más
importante que organizar la despensa es organizar la vida afectiva, intelectiva y
volitiva del niño, esperanza del hogar y semilla de generaciones?
El hogar popular, mucho menos que el hogar culto no se preocupa en absoluto
de la vida espiritual de los niños y adolescentes. Estos crecen como las flores
silvestres, regados con la lluvia de la Gracia y con los buenos ejemplos espontáneos
que producen las almas de nuestros pobres cuando no han sido reformadas por los
vicios.
La escuela fiscal: primaria, liceo y universidad, no forma: da nociones que han
de memorizarse, enseña conceptos para presentarlos en el examen, pero no organiza
ni mucho menos orienta el alma que se abre a la vida.
En los colegios católicos se preocupan más los directores de la formación
individual del alma de sus alumnos. No han desconocido esta misión, pero han
tenido personal suficientemente numeroso para realizarlo. La dirección espiritual
exige mucho tiempo, mucho tino, muchas cualidades sobrenaturales y naturales que
es raro encontrar aún en los establecimientos más escogidos.
Por eso crecen nuestros jóvenes tristes y desorientados sin haber encontrado en
las vidas quien subrayara las buenas tendencias y corrigiera las que iban desviadas.
Los que han tenido la suerte de encontrar un director de su alma pueden darse por
muy felices. Santa Teresa de Jesús afirmaba que el comienzo de toda vida espiritual
seria es un buen director espiritual.
El fin de la dirección espiritual es infundir fuerzas al alma del joven para que el
hombre de instinto se haga hombre de razón; el ser sentimental se transforma en ser
voluntario; del mundo natural se levante el joven al mundo sobrenatural. El director
ha de infundir amor a la vida moral, amor consciente, amor convencido. Todas las
manifestaciones de la vida del joven han de ir encaminadas a su fin último. El
director ha de inculcar al joven el pensamiento de que en todos los momentos debe
vivir según la voluntad de Dios, y su misión es ayudarlo a que conozca esta
voluntad en las diversas circunstancias de la vida. La imagen de Cristo ha de estar
siempre presente en el alma del joven, para amarla y para inspirarse en ella a fin de
obrar en cada momento como Cristo obraría si estuviera en su lugar.
A medida que vayan avanzando en años han de comprender mejor los jóvenes
que la religión los transformará si la dejan arraigarse plenamente en su vida. Sólo así
aprenderán que la religión es algo básico: un recto juicio del mundo, una vida y un
amor. Sólo así se conseguirá que jóvenes irreprochables en sus años de infancia no
descuiden su alma al concluir los estudios y no retrocedan ante la tentación.
El director espiritual ha de dar capacidad al alma que dirige para que pueda
vivir sin él. Por nada del mundo ha de disminuir su fuerza de obrar, de decidir, de
resolver. La verdadera dirección espiritual no aminora la libertad del alma, antes
bien la estimula y la robustece. El buen director sabe que Dios traza el camino de
cada alma, y no él. Su papel sólo consiste en darle ayuda para que la descubra.
El joven ha de darse a conocer a su director. Stanley Hall pregunta: "¿Qué
necesito para enseñar latín a un muchacho?". Un alemán contestaría: "He de saber
latín"; en cambio un americano contestaría: "He de conocer al muchacho... El director
espiritual ha de conocer la vida del espíritu y ha de conocer al muchacho. La
dirección espiritual es un "trato individual", y es precisamente en su carácter
"individual" en el que reside su mayor fuerza. Las pláticas, los ejercicios, los círculos
de estudio, son orientaciones "generales", los problemas de cada hombre son
"individuales". La dirección espiritual aplica esas normas generales al individuo. El
adagio "la gracia presupone la naturaleza" significa pedagógicamente que en la
economía de la salvación las leyes psicológicas no se suspenden; antes al contrario,
las leyes naturales han de aprovecharse para lograr el fin sobrenatural de la
educación. Por tanto todo joven que se interese por aprovechar en su vida espiritual
ha de darse a conocer en la forma más íntima que sea posible a su director espiritual:
ha de revelarle no sólo sus pecados esquemáticamente expuestos, sino también sus
tentaciones y aún más sus inclinaciones, sus aficiones, sus repugnancias: ha de hacer
del director espiritual el amigo de su alma en quien deposite toda su confianza. Sus
problemas afectivos, los primeros brotes de su amor ha de exponerlos llanamente al
director de su alma. Los niños ¡cuántas dificultades evitarían si los primeros indicios
de su crisis de la edad los dieran a conocer a su director! Esos fenómenos que para
muchos tienen el carácter de trágicos y de anormalidades que sólo a ellos ocurren
aparecerían entonces en la realidad del plan de Dios, sencilla y consoladora. La
manifestación de la propia alma consuela, aún sin recibir un consejo: se ha realizado
la descarga de algo que oprimía el corazón y que necesitaba salir para desahogo del
espíritu.
Aspiraciones de un buen director: A medida que vaya conociendo al joven ha
de ir aprovechándose de sus virtudes naturales, muchas de ellas latentes en el fondo
de su alma. En el joven de carácter alegre y bullicioso se esconden a veces
capacidades riquísimas, más valiosas que en aquéllos de temperamento apocado. Si
el director logra ganarlos para la gracia, ésta hará milagros en ellos. Es
absolutamente imprescindible tender un puente entre la vida natural del joven y su
vida sobrenatural, sólo así logrará asimilarse el mundo superior. Sin este proceso de
asimilación vivirán dos seres en un alma: el cristiano y el salvaje... o al menos el
católico tímido.
El joven no ha de ser educado para un ambiente teórico ni para vivir en un
invernadero, sino para vivir al aire libre, de su ambiente. No es completamente
bueno aquel que no sabe serlo cuando se encuentra entre personas malas... Da pena
ver algunos jóvenes tan buenos que no son buenos para nada... Se mueven en la vida
práctica como escogidos; se sienten seres de segundo orden. Se prescindió de su
naturaleza, de su ambiente, para edificar su vida espiritual. La recta educación
espiritual ha de dar por resultado una piedad robusta, varonil, sana y alegre que
prepare al joven para vivir independientemente con la santa libertad de los hijos de
Dios
El amor a Cristo: Uno de los medios más importantes de la educación
sobrenatural, casi la base de toda la educación, es infundir en los jóvenes el amor a
Jesucristo. El que ha mirado profundamente una vez siquiera los ojos de Jesús no lo
olvidará jamás..
En la Parroquia de Osorno hay una hermosa pintura de Peter Horn que
representa a Cristo, juez del mundo: su mirada nadie la puede esquivar... El alma
humana es un templo vivo de Dios en la cual nunca ha de faltar el cuadro de Cristo y
su mirada ha de penetrar hasta el fondo de su ser moldeándolo con las virtudes
propias del Redentor.
El alma del joven al irse fortaleciendo ha de ir precisando también más y más la
verdadera figura de Jesús. Del Jesús Niño ha de ir pasando al Jesús adolescente, al
Jesús jefe, al Jesús paciente. Ha de conocer un Cristo enérgico y varonil. El del
sermón de la montaña, el que arroja los mercaderes del Templo, el que calma las
tempestades, el que invita a los hombres a seguirlo dejándolo todo para poseerlo a
El. Y al mismo tiempo ese Cristo es el Dios bueno que acaricia al pródigo, busca la
ovejita perdida, perdona a la Magdalena, defiende a la adúltera y sale en busca de
Zaqueo. ¡Qué fuerza sentirá el joven que puede dialogar diariamente con este Cristo
en la Eucaristía! El director espiritual ha de procurar que los adolescentes y jóvenes
conozcan la figura de Cristo no solamente de segunda mano sino directamente por
medio de la Sagrada Escritura. El fin de toda dirección espiritual ha de ser sembrar el
amor a Jesucristo en el corazón de los jóvenes, hacer que traben verdadera amistad
con Cristo: un contacto vivo, sincero, entre él y ellos. Que se acostumbren a buscar
siempre y en todo a Cristo. Jesús no ha de ser para los jóvenes un mero recuerdo, un
cuadro pálido sino una realidad viva y grande a quien someten todos sus planes, a
quien descubran todas sus esperanzas y todos sus deseos, alguien que viva muy
cerquita de ellos alegrándose de sus triunfos y sufriendo con ellos en sus caídas.
El momento supremo de la vida de Pablo fue la visión de Jesús en el camino de
Damasco; el de María Magdalena, la mirada compasiva del Salvador; el gran
momento de Ignacio de Loyola, fue cuando conoció en Manresa la imagen del Señor.
En los años de juventud todos anhelan una amistad ideal. De este sentimiento
brota también el primer amor. Que se enamore pues el joven de Cristo, ya que en
vano buscará un ideal más perfecto, un amigo más sublime, un auxilio más noble. Su
suprema aspiración ha de ser reproducir la vida del Maestro; prolongar la
Encarnación; hacer del Hijo de Dios un chileno, así como la encarnación histórica lo
hizo accidentalmente un judío. Todo esto se resume en la gran máxima centro de
toda vida espiritual: Hacer lo que haría Cristo si estuviera en mi lugar.
"Acérquese toda alma a Cristo _dice San Ambrosio_ porque Cristo es todo para
nosotros. Si deseas curar la llaga, tienes al médico. Si ardes en fiebre, él es la fuente;
si la iniquidad te oprime, él es la justicia; si necesitas auxilio, él es la fuerza; si temes
la muerte, él es la vida; si anhelas el cielo él es el camino; si huyes de las tinieblas, él
es la luz; si tienes hambre, él es el alimento". Esta orientación céntrica de la dirección
espiritual que el director recordará a cada instante y propondrá con oportunidad
según sean los problemas del momento, será la gran fuerza en la vida del joven: el
cumplimiento de los mandamientos vendrá por añadidura.
Otras orientaciones de la dirección espiritual. Enseñar a orar es otra de las
grandes orientaciones de la dirección espiritual. La oración es la respiración del alma
religiosa, por eso el director no ha hecho nada si no ha enseñado a su discípulo a
orar.
Ha de enseñarle en primer lugar la oración vocal aunque no sea ésta la más
importante; que la haga con fervor como quien hable con Dios; que procure
acompañarla de alguna intención especial, por ejemplo, por salud de un amigo, por
la paz del mundo, etc; que no se preocupa tanto en multiplicar los rezos cuanto en
hacerlo con plenitud de conciencia y recogimiento. Estas oraciones vocales han de
ser completadas por una oración más personal. Esta oración personal constituye una
conversación sincera, real, íntima con Dios a base de sentimientos de gratitud,
admiración, respeto, alegría, esperanza. El joven de vida interior hará esta oración en
toda circunstancia de su vida: en sus viajes, en los deportes, en el teatro, en el amor.
Esta oración no será sino la sobrenaturalización de aquello que estaba haciendo en
forma natural. Ha de ser tan frecuente como la respiración. Puede decirse, sin
exagerar que del aprovechamiento de estos momentos depende en gran parte la vida
espiritual de los jóvenes.
La meditación diaria, aunque sea de un cuarto de hora cada mañana es una
excelente práctica indispensable para alimentar sobrenaturalmente el alma; en ella se
profundizan las grandes verdades cristianas y se adquiere el sentido sobrenatural de
la vida. En este rato de meditación desfilan ante el alma todos los problemas que la
preocupan y encuentran una solución a la luz de Cristo. Libros de meditación para
jóvenes podrían ser: Plus, Frente a la vida; el Santo Evangelio directamente
meditado; Zaffonato, Meditaciones para jóvenes; Meschler, Meditaciones de los
Ejercicios. Para almas más cultivadas: Charles, La Oración de todos los momentos;
Marmión, Cristo vida del alma; y otros libros de vida espiritual, a juicio de su
director.
El director espiritual tampoco debe descuidar el encauzar rectamente el deseo
de lectura que tienen los jóvenes. En primer lugar ha de procurar guiarlo en sus
lecturas, para que no acontezca lo que a una joven de tal manera absorta en la lectura
de un libro que no se dio cuenta que se incendiaba: "Se quemó durante la lectura".
Los libros queman muchas veces el alma de los jóvenes, sobre todo las novelas. Una
discreción en este punto se impone forzosamente. ¿Qué libros convengan a cada
uno? Lo sabrá quien conoce los libros y conoce a cada uno. La lectura de novelas no
ha de ser absorbente, ni puede tampoco aconsejarse su completa supresión: pocas,
bien escogidas, obras cumbres.
Un director experimentado abrirá horizontes al alma de un joven mostrándole
tantos campos que solicitan su estudio: el dogma, la moral, la historia eclesiástica, la
sociología, la psicología, la biografía, la historia, etc., campos en los cuales debe
adentrarse hasta donde pueda quien quiera que aspira a ser un jefe de juventudes.
Ejercicios espirituales cerrados, durante tres o cuatro días todos los años, son el
más poderoso estímulo para desprenderse de lo visible y adherir con espíritu de fe a
las realidades invisibles. Más de un millón de fieles en todo el mundo hacen cada
año los ejercicios espirituales; y en Chile, gracias a Dios, son varios miles los jóvenes
que periódicamente se retiran a ejercicios, con verdadero sacrificio en silencio y
oración. Un corto día, o al menos una mañana de retiro mensual ayudan
poderosamente a guardar el fruto de los ejercicios.
Antes de dormirse cada noche unos breves minutos de examen de conciencia;
la santa misa y la comunión, o al menos la comunión, lo más frecuente posible, ojalá
diaria, constituyen el programa de una vida espiritual que cuadra con las exigencias
de la Acción Católica. Sobre la confesión y comunión habrá círculos especiales
dedicados a estos puntos.
Frutos de la dirección espiritual. Afirmamos sin dudar que el joven que sea fiel
en acudir a su director espiritual (ojalá cada semana, al principio por lo menos, en
ningún caso dejando pasar más de un mes sin visitarlo) encauzará en forma bien
definida la vida de su alma. Si era escrupuloso habrá desechado los escrúpulos o al
menos habrá aprendido el camino de dominarlos; sabrá cómo vencer sus tentaciones
y se conocerá más a sí mismo; en todo caso conocerá más profundamente a Cristo y
habrá aprendido a recurrir a El en todas las circunstancias de su vida. Con razón
decía un buen director de juventudes que "el alma del cuidado de la juventud es el
cuidado del alma de la juventud",
A ser posible conviene que el director espiritual sea el mismo confesor, ya que
en ninguna parte como en la confesión está el alma tan preparada para recibir una
orientación espiritual.
CONCLUSIONES. Recomendar insistentemente a los socios de la A.C. y éstos a
sus amigos la dirección espiritual: Guerra al Padre Topete. Tener todos un confesor
fijo.
Que cada uno determine y ponga por escrito sus resoluciones referentes a las
prácticas fundamentales básicas que ha de incorporar a su vida cristiana.
Organizar una corrida de ejercicios para el centro y acordar la asistencia a
algunos retiros mensuales en la forma que cada centro crea conveniente.
RECAPITULACION. ¿Te has convencido de la utilidad de la dirección
espiritual? _ ¿Has notado en tu vida, en ciertas circunstancias al menos, que te ha
hecho falta tener junto a ti a un director espiritual? ¿Cuál debe ser la orientación
espiritual básica de un joven? ¿Cuáles las prácticas más importantes que alimenten
una vida cristiana? ¿Quiénes de Uds. han hecho ejercicios? ¿Qué ideas tienen de los
ejercicios los que no los han hecho? Uds. los que los han hecho ¿qué idea tienen de
los ejercicios?
OBJECIONES. Da mucha vergüenza a un joven ir al director espiritual siempre
con las mismas faltas.
Si el director espiritual es mi amigo se dificultan mis relaciones con él porque
conoce lo más íntimo de mi vida; si no lo es, no sirve, porque no me conoce... por
tanto mejor es confesarse con el Padre Topete.
No se saca nada con recomendar directores espirituales porque uno no los
encuentra. Los que tienen tiempo no sirven porque no entienden a los jóvenes; y los
que los entienden no tienen tiempo.
El programa de vida espiritual señalado en este círculo es exagerado para un
joven: podrá servir para un religioso pero no para un hombre de mundo.
XXI
EDUCACION EUCARISTICA DE LA JUVENTUD
CUESTIONARIO. ¿Qué piensas tú sobre la comunión frecuente? ¿Qué
dificultades opones a la comunión diaria? ¿No será una falta de respeto comulgar sin
devoción?, y cuando uno comulga diariamente, comulga con menos devoción.
¿Cómo ha de prepararse quien quiere comulgar todos los días?
Exposición. Con toda razón se ha dicho que el centro de la vida cristiana es el
sacramento de la Eucaristía. Todos los otros sacramentos se enderezan a él. El
bautismo confiere el derecho a recibirlo al hacer al hombre hijo de Dios. La
confirmación dada en la edad en que se es consciente, hace participar al cristiano del
sacerdocio real de Cristo y por tanto lo autoriza para acercarse al banquete sagrado.
La penitencia limpia las faltas del alma para comulgar dignamente; el orden
establece los ministros que han de perpetuar el sacrificio eucarístico.
La Iglesia ha comprendido siempre la grandeza del presente que le dejó Cristo
en la sagrada Eucaristía, y por esto los más grandes de sus teólogos, de sus artistas,
de sus poetas, han consagrado sus más bellas creaciones al culto de la Eucaristía. En
el centro de la ciudad medieval se levanta el templo; y el templo es lo que es por la
mesa del sacrificio, y por el tabernáculo de la reserva: Por esto la Eucaristía ha de ser
también el centro de toda vida cristiana. Y esto no es una exageración ni una figura
literaria. La vida cristiana así lo exige: la Eucaristía en el centro de nuestras
actividades.
No es éste el lugar para tratar de las garantías que nos da Cristo sobre la
realidad de su presencia eucarística, ni sobre la esencia del sacrificio de la misa. Lo
hacemos en otras clases. Aquí nos cabe recordar con profunda gratitud el don
recibido y ver cómo podremos aprovecharnos fructuosamente de él.
La Eucaristía y la juventud. La instrucción religiosa de la juventud no ha de
tener otro objeto que poner el alma de los jóvenes en contacto con Cristo, hacer que
lo conozcan y llevarlos a su amor. En la comunión frecuente aprenden los jóvenes a
saborear mediante una experiencia íntima ¡cuán dulce es el Señor! En la comunión
entra al alma el Maestro de todos los tiempos y en un silencio misterioso, cuando la
voluntad se ablanda, y está para traducirse en acción, el gran pedagogo hace el
trabajo más serio en la vida del joven.
Con vivo colorido San Cirilo de Jerusalén nos muestra los efectos de la
comunión: "Si te hincha el veneno del orgullo toma este Sacramento y el pan
humilde te hará humilde. Si la avaricia se apodera de ti, toma el pan celestial y el pan
generoso te hará generoso. Si la risa nociva de la envidia sopla hacia ti, toma el pan
de los ángeles, y éste te comunicará amor verdadero. Si te has entregado al exceso en
la comida y en la bebida, toma el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y el Cuerpo que ha
soportado tantas mortificaciones seguramente te sostendrá en la moderación. Si te
ataca la pereza y te vuelves frío como el hielo, de modo que no te gusta rezar ni
hacer ninguna obra buena, fortalécete con el Cuerpo de Cristo y seguramente te
llenarás de fervor. Finalmente, si te sientes inclinado a impureza, entonces,
principalmente entonces, toma el mayor de los sacramentos, y el Cuerpo
completamente puro de Cristo te hará puro".
Cuando preguntaron a San Carlos Borromeo qué lo había conservado puro en
medio de las tentaciones de la gran ciudad y de la corte respondió: "La santa
comunión que recibía todos los domingos y días festivos". Y no es raro que así
suceda; en la comunión la savia divina se transmite de la vid a los sarmientos.
Después de comulgar, puede con verdad decir el joven: "Tú en mí yo en Ti"; o como
San Pablo: Vivo yo; ya no yo, vive Cristo en mí; o como en otro lugar decía el
apóstol: Mi vivir es Cristo.
Preparación psicológica para comulgar con provecho. Varias veces hemos
recordado en estas clases el conocido adagio teológico: La gracia presupone la
naturaleza; la gracia no destruye la naturaleza, sino que la eleva. Querer por tanto,
construir una vida espiritual prescindiendo de lo natural, sería absurdo y locura.
Al hablar de los efectos de la penitencia veíamos la necesidad de una
preparación psicológica. Esta se funda en que en los sacramentos además de conferir
la Gracia la confieren ex opere operato también ex opere operantis. Es cierto que en
la sagrada comunión recibimos el Cuerpo de Cristo aunque la preparación no sea
perfecta ni la disposición del alma sea completamente adecuada; pero no es menos
cierto que la medida con que la Gracia se nos comunica es incomparable mayor si
nos preparamos debidamente a la recepción de la Eucaristía.
Ante todo quede bien sentado que el mero hecho de comulgar con frecuencia
no es garantía de un resultado completo; y sería fundamentalmente erróneo el
proceder de un director espiritual que se contentara con empujar a la comunión
diaria. Si no procurara crear en el alma de los jóvenes el ambiente espiritual
necesario, la comunión frecuente daría frutos sí, pero no el que debiera dar. Pronto
se convertiría en una costumbre, después en una cosa aburrida y terminaría por
abandonarse.
La comunión frecuente ha de hacerse, pues, con toda conciencia, lo cual no
quiere decir, con todo fervor sensible. El fervor sensible escapa a nuestra preparación
y por más empeño que pongamos habrá muchas veces en que no lo sentiremos. En
tales casos, la ausencia de fervor sensible no ha de ser motivo que justifique nuestro
alejamiento de la comunión. Si Dios Nuestro Señor no interviene en forma
extraordinaria, acontecerá con la sagrada Eucaristía lo que con tantas otras
manifestaciones humanas; nos acostumbraremos a ella como se acostumbra el hijo a
ver a su madre; el amigo al trato con el amigo; y el esposo a tratar con su esposa,
trato lleno de amor, pero después de algún tiempo este amor tal vez no se sensibiliza
en cada actuación. Sin embargo así como este trato humano fortalece el vínculo del
amor, así también el trato divino con Jesús Sacramentado aumenta nuestro amor
para con El.
Lo que se requiere de parte del que comulga es el deseo de la voluntad de
recibir a Cristo, de honrarlo y de aprovecharse de su visita para mejorar en su vida,
haciéndose más semejante a El. Y para esta recepción se prepara en la medida de sus
fuerzas.
Hay una preparación remota para la comunión que consiste en luchar por amor
a Cristo para mantenerse en estado de gracia, y aun para ir eliminando las faltas
veniales e imperfecciones de la vida, y también en el esfuerzo por llenar su vida con
una oración sencilla que consista en el recuerdo de la presencia de Dios y en cortas
jaculatorias. La preparación más inmediata podría consistir en el rezo atento de las
oraciones. La lectura breve de un libro de piedad llenará la fantasía de imágenes
piadosas y recogerá el espíritu. Al salir de la casa para ir a la iglesia, es una excelente
práctica el ir recogido: no leyendo el diario o andando distraído, sino pensando a
dónde voy y qué voy a hacer...; esto preparará el espíritu para estar actuando en el
momento de la Comunión.
Un devocionario no constituye el ideal de la piedad pero suele ayudar para los
momentos de sequedad: entre no decir nada y estar distraído o bien, emplear
fórmulas ajenas, sobre todo cuando éstas son de la Iglesia o de las grandes almas que
ha habido en ella, no cabe duda que es la más agradable a Cristo este segundo
camino. Las oraciones de preparación del sacerdote que están en el misal cotidiano,
alguno de los salmos o de los himnos que allí mismo se encuentran, o bien algunos
libros como el de Dom Guéranguer para la Sagrada Comunión; las Bienvenidas a
Jesús de la Madre Loyola, pueden ser de provecho.
Es un hecho consolador el que haya aumentado el número de comuniones,
pero es triste la frecuente falta de preparación y de acción de gracias. Algunos llegan
de la calle y sin mayor preparación se acercan a comulgar; otros -y son muchos-
todavía no han cerrado el Sagrario y se encuentran en el patio conversando... Esta
preparación y esta acción de gracias son del todo insuficientes y causa del poco fruto
que algunos reciben en la Eucaristía.
Un excelente tema de acción de gracias consiste en preguntar a Cristo con
profunda sinceridad: "¿Estás contento de mí, Señor? ¿Qué más me pides? ¿Qué
harías tú el día de hoy... en tal y tal circunstancia...? Dame fuerzas, Señor. Avivar la
fe actuándose en esa presencia que llena nuestro pecho y recordar -como es absoluta
verdad- que en la Comunión está Cristo en mí tan presente como estuvo en la tierra,
como está ahora resucitado en el cielo: con sus ojos que me miran, sus oídos que me
oyen, su corazón que palpita de amor por mí... toda su humanidad, viva, sensible,
junto a toda divinidad. Por tanto ¿qué me impide conversar con El?
Otra manera de dar gracias, después de la Comunión es recordar algún pasaje
evangélico y actuar nuestra fe en que ese mismo Cristo está dentro de mí; sus
sentimientos son los mismos de su vida terrestre; los míos ¿cuáles son? Expóngale
mis problemas como aquellos enfermos atribulados y oiga sus respuestas. Podemos
también señalar una intención espiritual bien precisa a nuestras comuniones: orar
por la paz del mundo, las misiones, las vocaciones al sacerdocio, o bien por
necesidades que me tocan muy cerca y al orar por estas intenciones recuerde que allí,
dentro de mí, está quien puede solucionarlas.
Útil es también hacer alguna mortificación en acción de gracias para unir mis
dolores al precio de la Pasión y completar lo que le falta, según la valiente expresión
de San Pablo. El mejor sacrificio es la disposición en que conscientemente me actúo
de vivir en espíritu cristiano, sin reservas ni regateos.
Fines de la Comunión frecuente. Al mirar desolados la situación mundial y la
de nuestra Patria vemos que unos buscan la solución en el Eje, otros en las
Democracias; nosotros antes que todo la hemos de buscar en Cristo. La reforma de
nuestras vidas en Cristo es la finalidad primera de la sagrada Comunión. Esa
reforma de nuestras vidas traerá consigo una reforma nacional... Una campaña de
verdadera chilenidad ha de empujar a los jóvenes al Sagrario.
Notemos bien que el fin principal de la comunión no es "premiar al alma
piadosa", sino como lo dice Pío X, en su famoso decreto: "la purificación de los
defectos cotidianos, la defensa contra el pecado grave y refrenar las malas
inclinaciones". Estas ideas no son sino el eco de la Palabra: "Mi Cuerpo es
verdaderamente comida y mi sangre, verdaderamente bebida". Cuando el hombre se
une íntimamente con Dios, con la fuente inagotable de todas las buenas cualidades,
entonces se hace mejor, más espiritual, más puro y más fuerte para dominar las
pasiones; se ennoblece.
El hombre al comulgar realiza la más grande de las acciones: transformarse en
la divinidad. Si Eva comió la manzana prohibida fue para ser como Dios. Si el ángel
pecó en el cielo fue porque quiso ser como Dios, igual a El. Y todas estas aspiraciones
que siempre habían sido frustradas antes de Cristo las puede realizar el cristiano
comulgando: "Tú en mí y yo en Ti": no dos sino uno. Y la vida que vive el que
comulga es la vida de Cristo. La comunión es una transfusión no de sangre, sino de
vida divina que hace que estos dos seres vivan una misma vida.
Si uno desea trabajar por la humanidad: ¿qué trabajo puede haber más eficaz
que tener en sí mismo al Dios Omnipotente que enfrena los males y enciende de un
beso el día? Al Dios de reyes y gobernantes, al que hace llover sobre los campos y
crecer cuanto se mueve en el mundo. Al tenerlo a El, lo tengo todo: y de El todo lo
puedo obtener, pues, para eso viene a mí: para comunicarme sus bienes y
enriquecerme con sus presentes.
Si buscamos la felicidad propia y ajena ¿dónde la encontraremos? si no es
uniéndonos al que es la felicidad, al que va a constituir durante una eternidad la
alegría de los escogidos, uniéndonos a Aquel cuya contemplación es tan
infinitamente variada que durante una infinita duración será siempre nueva,
siempre atrayente: será el cielo. El cielo en la tierra es recibir a Cristo con la debida
preparación, con la fe honda e intensa del que sabe apreciar tan rico tesoro.
"Por qué comulgo" es el título de un sugestivo artículo de periódico de un gran
escritor francés... Y he aquí su respuesta en pocas palabras: Cuando joven me
enamoré; murió la mujer objeto de mi amor, la única que he amado de veras y de la
cual no he recibido desengaños, tal vez porque murió temprano. Después me
dediqué a los negocios y he tenido éxito: he hecho fortuna, una buena fortuna, y lo
que es más que hacerla, la conservo... Me casé al mediodía de mi vida, no por amor,
sino por necesidad de compañía... Y la vida me ha fastidiado. Me he dedicado a
recorrer en auto Europa: conozco todos sus museos, sus playas hermosas, sus
mejores teatros, pero al fin he llegado a aburrirme horriblemente. No me han
quedado sino dos gustos: la música y la naturaleza, pero al final de mis días me voy
quedando sordo y ciego y ya la naturaleza y la música no me hablan como antes... y
he vuelto entonces a buscar el consuelo en el Dios que alegró mi juventud. Y junto al
tabernáculo he hallado la paz y el valor para subir las últimas gradas de la escala de
la vida...
Cuántas veces se ha de comulgar. Mi Cuerpo es comida, mi Sangre es bebida...
alimento. ¿Cada cuánto tiempo se toma el alimento? ¿Cómo no van a andar débiles
en la fe los que tan de tarde en tarde reciben el alimento espiritual? La Acción
Católica es un ejército de selección, de aquellos que aspiran a vivir íntegramente su
fe y más aún a irradiarla, a ser avanzada en la conquista de las almas. No puede,
pues, concebirse un militante de Acción Católica sin comunión frecuente. ¿Cuál ha
de ser esa frecuencia? Los reglamentos no imponen otra obligación que la que
establece la Santa Madre Iglesia, y la voluntad de la Iglesia es que se deje máxima
libertad a cada uno para comulgar o no comulgar según su deseo, y que nadie pueda
aparecer forzado a comulgar. Por eso las comuniones reglamentarias obligatorias en
sentido estricto son contra el espíritu de la Iglesia.
Por otra parte la Iglesia, sobre todo desde Pío X, exhorta instantemente a los
fieles a la comunión diaria y esto desde una edad muy temprana. Las dificultades de
los tiempos exigen remedios poderosos: por eso no ha dudado un instante el
Pontífice en invitar a todos los fieles a acercarse diariamente a la Eucaristía y se ha
ocupado detenidamente en deshacer los prejuicios que podría alegar nuestra timidez
o una mal entendida piedad para la comunión frecuente.
Por eso pensamos que la Mesa Directiva de cada centro ha de preocuparse de ir
preparando las almas de sus socios para irse acercando más y más frecuentemente a
la Comunión. Hoy día hay una variedad inmensa en esto, pues mientras hay centros
cuyos socios en su gran mayoría comulgan diariamente, hay otros, donde por
desgracia el verdadero criterio sobre la Eucaristía aun no ha penetrado: sus socios
apenas comulgan una vez al año. ¿Se podrá esperar de ellos que irradien a Cristo,
cuando tan poco lo aprecian, ya que casi nunca lo reciben? Con profundo dolor
puede uno constatar que en algunas parroquias nadie o apenas nadie se acerca a la
Eucaristía durante semanas enteras... ¿Podrá haber vida cristiana en estas
circunstancias? ¿Cuál es la situación de mi Parroquia? ¿Cuál es la situación de los
socios de nuestro centro? Estudiémosla.
El Directorio del Centro, habría de aspirar primero a que todos los meses haya
un número grande de socios que comulguen... pero pronto habrá que pensar en la
comunión semanal: no por vía de imposición, sino de suave invitación. Si bien la
comunión no puede imponerse como obligatoria, sería muy de recomendar que la
Misa en común se impusiera como obligatoria todos los domingos en los centros.
Una vez llegados a la realización de la Misa en común, será muy fácil a los dirigentes
invitar a los más piadosos a la comunión semanal. Una vez que el grupo de socios
vea que cada domingo son cuatro o cinco los compañeros que se acercan a comulgar,
no será ningún problema para ellos acercarse igualmente a la Eucaristía. El ejemplo
arrastra. Hay que insistir en todos los tonos -sin forzar- sino por vía de exhortación
en la ventaja inmensa de la comunión frecuente, hasta obtener que moralmente
hablando todos los socios comulguen por lo menos cada semana. Cuando un centro
entre por este camino, podremos descansar tranquilos, pues habremos entrado por el
verdadero camino de la Acción Católica, y podremos estar ciertos que nuestra acción
no es un puro dinamismo humano, sino que procede del espíritu de Cristo.
Más aún no hemos de descansar en exponer las ventajas de la Comunión diaria
y, en la conversación íntima, los que ya hayan gustado de este medio sobrenatural lo
darán a conocer a sus hermanos, con sencillez pero con persuasión. Nadie podrá
despreciar al joven que no ha visto lo que él ve, que no tiene la fuerza para acercarse
cada día a la Eucaristía; no lo ha de tildar como mal católico, sino que ha de rogar en
el secreto de su corazón porque Cristo se manifieste a su amigo, como ha tenido la
dignación de manifestarse a él. Cuando la Acción Católica cuente con un grupo
numeroso de centros en todas las diócesis de Chile que comulgan diariamente,
podrá decir que ha sobrepasado la primer etapa y que está en vísperas de producir
los frutos que de ella espera Cristo.
CONCLUSIONES. La Misa semanal en común, dialogada y cantada,
procurando mediante propaganda individual que en ella comulgue un grupo, que
ha de tratarse que sea cada vez más numeroso.
Que cada socio haga un examen de conciencia de cuántas veces comulga él, por
qué no lo hace más frecuentemente y saque sus resoluciones. Tal vez sería
instructivo si este examen hecho anónimamente lo entregaran los que acepten
hacerlo al Asesor para que él pueda sacar conclusiones que lo ayuden a dirigir una
campaña de la comunión frecuente.
Mientras no se pueda llegar a la comunión diaria, sería muy provechosa una
cadena de comuniones todos los días de la semana, entre los que libremente se
comprometan, por las intenciones del Centro, y cuando ocurra por otras grandes
intenciones de la Iglesia.
Que el Centro compre un stock de libros sobre la Misa y sobre la Comunión y
haga campaña para venderlos, primero a los socios del centro y luego a los jóvenes
de la Parroquia, a la puerta de la iglesia, o yendo a las casas: Plus, La Eucaristía;
Treviño, La Eucaristía: Tu Misa y tu vida; Desplanques; La Misa de los que no son
sacerdotes; Parsh, Sigamos la santa Misa; Lefebvre, Para comprender la santa Misa.
(Todos estos libros se pueden pedir con descuento al Consejo Nacional de la Acción
Católica, Casilla 1071, o bien a la Librería Cultura Católica, Avda. O'Higgins 1626).
RECAPITULACION. Hagamos un examen de conciencia, no individual, sino
colectivo; la juventud de nuestra parroquia, ¿cada cuánto tiempo comulga? ¿Por qué
tan poco? ¿Y nosotros los socios del centro? ¿Qué razones podríamos tener para no
comulgar semanalmente? ¿Incluso para no aspirar a la comunión diaria?
OBJECIONES. No comulgo con frecuencia porque me acostumbro y pierdo la
devoción. Mejor hacerlo de tiempo en tiempo.
No comulgo con frecuencia, porque no soy digno: me veo asaltado de malos
pensamientos, tengo que oír conversaciones torpes, y con frecuencia, dirá alguno,
caigo, incluso en faltas externas.
No tengo tiempo: soy estudiante, soy empleado... La clase; los estudios; la
oficina.
Me parece falta de respeto acercarse a comulgar con la preparación tan escasa
que tienen uno en la vida cotidiana. Mejor una vez al mes, haciéndolo bien.
XXII
EDUCACION PARA LA RECEPCION DEL
SACRAMENTO DE LA PENITENCIA*
CUESTIONARIO. ¿Cómo podrá un joven sacar fruto de la confesión? ¿Sabes tú
lo que es el psicoanálisis? ¿En qué se diferencia la confesión del psicoanálisis?
Exposición. Los protestantes admiten que el hombre se salva por su confianza
en los méritos de Cristo. La sangre de Cristo borra la multitud de nuestros pecados y
de nuestra parte lo que se requiere es tener una confianza ciega de que así sucederá.
Lutero llegó a afirmar: "Cree fuertemente y peca fuertemente".
Los católicos en cambio, estamos íntimamente convencidos que la Gracia se nos
comunica mediante los sacramentos que son sus canales ordinarios, y que sin la
Gracia santificante es imposible alcanzar la salvación. No es, por tanto, únicamente
un problema de confianza, sino un problema de sacramentos. En el catecismo se
estudia en qué forma se entiende la necesidad de los sacramentos para aquellos que
no pueden recibirlos realmente.
Siendo esto así aparece claramente la importancia inmensa de los sacramentos
en nuestra vida espiritual. Su estudio constituye una de las partes más importantes
del catecismo: pero no constituye la materia de este círculo sino cómo hemos de
educarnos para recibir con provecho los sacramentos cuya grandeza ya conocemos
por el catecismo.
Es una triste realidad que muchos jóvenes que se acercan con frecuencia a los
sacramentos de la Penitencia y Eucaristía no sacan de ellos todo el fruto que
pudieran esperar: siempre aprovechan sus almas y aumenta el caudal de la gracia
que poseen, pero no obtienen las fuerzas para vencer las tentaciones y para construir
su carácter en la medida que estos sacramentos están llamados a producir. Este
menor resultado se debe a que estos sacramentos exigen una colaboración resuelta
de parte del que los recibe. ¿En qué ha de consistir esta colaboración? En primer
lugar el examen de conciencia tiene una importancia grande. No en vano se
aconsejaba ya en la antigüedad: "Conócete a ti mismo". Este conocimiento propio,
esta mirada seria, penetrante, en nuestro propio espíritu es tan importante como
desagradable. El que desconoce el estado de su propia alma, ¿cómo podrá esperar
adelanto? No se trata de una mirada superficial. No; esto no basta; sino de un
riguroso examen de conciencia cuyo resultado he de comunicar a otra persona
experimentada. Esto no significa ni trae consigo el escrúpulo, porque desde el
principio he de distinguir claramente lo que es pecado de lo que es necesario para el
progreso de mi alma. Si se tratara de convertir el examen en un puro escrutinio de
pecados, de manera que estuviese yo pesando y repesando mi grado de
responsabilidad y de libertad en las faltas, el examen sería una tortura y me llevaría
al escrúpulo y quizás a la locura. El pecado mortal, cuando existe, aparece aún sin
examen: a lo más si se trata de una confesión de mucho tiempo será necesario
recogerse para ver el número de veces y recordar ciertas circunstancias que puedan
cambiar la naturaleza de la falta. Aún en estos casos no sería necesario un largo
examen para descubrir el número y calidad de nuestras faltas. Quien necesitara
mucho tiempo para descubrir sus pecados mortales equivaldría al chauffeur que
necesitara de larga investigación para saber si ha atropellado a alguien en su
automóvil y cuántas víctimas ha hecho. No; no tienen razón las almas escrupulosas
para inquietarse en el examen de los pecados cuya confesión es estrictamente
obligatoria para la confesión. Los otros pecados, esto es, los veniales, cuyo
discernimiento y examen es más difícil, han de saber los escrupulosos, que no son
materia necesaria del sacramento de la penitencia, por tanto, si me olvidara de
acusarlos aún por negligencia, la confesión no dejaría de ser válida y provechosa.
Pero frente a este mínimun de condiciones exigidas para la validez del
sacramento hay otra finalidad bien precisa del examen de conciencia y de una
inmensa utilidad para las almas que se acercan con frecuencia a la confesión: es el
estudio de sí mismos; el conocimiento de sus defectos para corregirlos.
Para quien quiera tender honradamente al fin de su vida no podrá menos de
aparecer deforme todo lo que a ese fin no conduce. El sabe que no podrá evitar la
totalidad de sus faltas; conoce las fragilidades de su ánimo; recuerda humildemente
el pensamiento de la Sagrada Escritura, que siete veces al día cae el justo; pero no
quiere pactar con la mediocridad: cae cada día; se reconoce cada día, se levanta cada
día más alto de lo que antes estaba. No tolera por nada que sobre su tumba puedan
grabar como sobre las de muchos de sus contemporáneos el triste epitafio: "aquí
descansa un hombre que no supo por qué vivió".
Ejemplo magnífico del recto examen de conciencia son las "confesiones" de San
Agustín, humilde oración en que el gran genio del Cristianismo descubre a Dios los
tropiezos más leves de su vida, los confiesa y se arrepiente de ellos; pero de tal
manera que sus faltas pasadas no son un cable que lo ata al remordimiento, sino un
lazo de amor que lo une a su Creador. Para San Agustín el examen de conciencia no
es propio tormento, ni arrepentimiento flojo y escrúpulo vano. "Quiero mencionar
_escribe_ todos los horrores que he cometido... no porque encentre complacencia en
ellos sino por amarte, Dios mío... Quiero pagar tu amor con mi corazón. Es amargo
para mí este recuerdo; pero repaso una vez más mis caminos malos para más sentir
tu embelesadora dulzura".
Tan solo el que con toda claridad divisa ante sí un ideal según el cual haya de
moldear su propia alma podrá examinarse bien y con provecho. La humildad
humana en ninguna parte encuentra mejor fundamento que en la contemplación
sencilla de la imagen sublime de Dios poderoso y santo y de su propia alma tan
imperfecta y mezquina. Recuérdese a este propósito la escena de los últimos años de
la vida de San Francisco, cuando ya favorecido por los estigmas de la Pasión, reduce
su plegaria a esta vista amorosa del doble abismo: el de la santidad infinita de Dios,
el de su propia nada y miseria. El mismo pensamiento alimentaba el alma grande de
San Agustín: conózcate a Ti, Dios mío y conózcame a mí.
El dolor y el firme propósito para que den todo sus resultados requieren
también un esfuerzo del penitente. Mientras el examen de conciencia se dirige a la
razón y le da a conocer la diferencia entre el ideal divino y la situación verdadera de
su alma, el dolor mueve la voluntad y el afecto. El arrepentimiento no es cobardía,
no es traición a nosotros mismos, ni una cosa meramente negativa _como creía
Nietzsche, sino el despertar de nuestro mejor "yo", el cambio de la traición por la
fidelidad. Cobardía era la de los paganos que atribuían sus pecados a las
constelaciones nocivas; cobardía la de los hombres modernos que buscan la causa de
todas sus faltas en la herencia y en la influencia irresistible del medio ambiente. Pero
no es cobardía, sino gran valor, el acto del católico, que de rodillas, con profunda
humildad se da tres golpes de pecho: por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima
culpa.
El arrepentimiento no es cosa negativa; parte de un alejamiento del pecado,
pero termina en un acercamiento al bien. El odio al pecado y el propósito firme son
las dos caras de una sola medalla, no pueden separarse. El hombre que se arrepiente
de sus pecados quema lo que adoraba antes y ahora, lo que antes quemaba, renace y
empieza una vida nueva.
La confesión del pecado tiene también cuando se hace con el debido espíritu
una enorme significación. En la confesión, el joven reconoce, con la cabeza inclinada,
que una ley santa lo gobierna a él y que cometió una infracción contra la misma.
Además, en la confesión el joven se acusa a sí mismo. No es lo mismo que si lo
hubiese acusado otro o si lo hubiese cogido in fraganti. El que se acusa a sí mismo
oye con gusto la amonestación. Descubre todos los repliegues de su corazón, dice
todo cuanto ha ocultado a sus mejores amigos, a sus mismos padres; aún más, se
siente feliz de haber podido hablar por fin delante de alguien con toda sinceridad.
No hay en el mundo otro medio que pueda compararse con éste para educar
eficazmente el espíritu de sinceridad y honradez. En la confesión no ha de insistir
mucho el penitente en la acusación esquemática de sus pecados, como quien
presenta un inventario de bienes para el pago de la contribución: por el contrario, ha
de hacer una manifestación espontánea, profunda, sincera, de lo que grava al propio
espíritu; ha de procurar el penitente mirar su propia alma con los ojos de Cristo: ver
cuán pequeña, cuán cobarde, cuán egoísta, cuán tímida es; y esa impresión humilde
de su propio "yo" la ha de transmitir confiadamente a Cristo representado por el
sacerdote. La actitud del penitente ha de ser la de Magdalena quien en su mirada
revela a Cristo la inmensa tragedia de su espíritu y en los mismos ojos descubre la
infinita confianza de su alma.
En nuestra época pululan los falsos profetas: libros, folletos, piezas de biógrafo,
tildan de rancia la virtud, llaman heroísmo al pecado; y leyes de la naturaleza a las
bajas concupiscencias... ¡Bendita confesión! que da nuevo vigor a la conciencia
relajada y mediante el juicio imparcial del confesor restaura los fundamentos de la
integridad moral. No lograremos que los jóvenes no pequen más, pero al menos
lograremos que no vivan tranquilos en el pecado, sino que sientan siempre como un
aguijonazo, como la punta de una espina que se quedó clavada en la herida.
Además, si tenemos el cuidado de buscar un director espiritual es muy
probable que su experiencia, a diferencia de la dejación de los padres de familia, nos
muestre caminos de liberación. Si el penitente se equivoca en lo que toca al estado de
su alma la mirada penetrante del confesor descubrirá el engaño. Esta práctica es
siempre útil en la vida, pero sobre todo tratándose de los adolescentes y mucho más
en los comienzos de la crisis de la pubertad.
La confesión tiene además una ventaja inmensa para las almas buenas. No van
éstas a acusar pecados graves, sino a tomar fuerzas para preservarse de los graves y
para perfeccionarse cada día más. Toda la fuerza del sacramento que en unos casos
se aplica para resucitar el muerto, en las almas buenas se aplica para fortalecer la
salud. Por tanto, el que se confiesa con frecuencia no se confiesa porque tiene
muchos pecados, sino para no tenerlos. Cada confesión, además de cancelación de
pecados, es acumulación de energía.
La confesión y el psicoanálisis. ¿Quién no ha oído hablar de psicoanálisis? ¡Lo
famosos complejos están tan de moda! Segismundo Freud, judío vienés, muerto hace
poco, introdujo este sistema de psicología, una de cuyas tesis básicas es que la causa
de muchas enfermedades nerviosas es la especie borrada o expulsada de la
conciencia y que justamente por yacer sepultada en la subconciencia hace un trabajo
destructor. Estas especies sepultadas en el subconsciente, de ordinario de origen
sexual, ocasionan perturbaciones espirituales o neurosis. Según los representantes de
esta teoría, el oficio principal del médico es descubrir estas impresiones veladas aun
para el mismo paciente, sometiéndolo mediante numerosas preguntas (análisis
psicológico) a una especie de confesión. En cuanto el enfermo advierte cuál es la
causa de su perturbación, cesa la enfermedad.
Muchas verdades de orden terapéutico podrá haber en el psicoanálisis, pero
hay un grave error al afirmar el pansexualismo, esto es que en la vida del hombre
todas las manifestaciones son de origen sexual desde las más insignificantes hasta
llegar al arte y aun a la religión. La religión para Freud es la manifestación más
noble, la sublimación más excelsa de las inclinaciones sexuales.
La educación psicoanalítica al tacharlo todo de erótico abre el camino al peor
de los charlatanismos. El interrogatorio psicoanalítico que se prolonga durante
meses entre el médico y el niño, fácilmente tiene que despertar un exceso de
sentimientos sexuales, por eso el gran psicólogo W. Stern dice: "El psicoanálisis de
Freud aplicado a los niños no solamente es una aberración científica sino también un
pecado pedagógico". Sabemos que hay médicos de gran conciencia que lo aplican
con prudencia y discreción y que ha dado excelentes resultados en algunos casos,
pero es sumamente peligroso generalizarlo en exceso y sobre todo aplicado por
persona sin conciencia.
El psicoanálisis ha resultado ahora una apología de la confesión. Hace algunos
años se levantaban acusaciones en masa contra la confesión, y la moral católica
afirmando que aquélla es un matadero espiritual y la casuística de nuestra moral, un
tormento del espíritu. Y he aquí que hoy día son precisamente los psicoanalistas los
que se ponen a confesar, confesiones que duran meses y aún años, con tales
tormentos y con preguntas tan inverosímiles que ni el más famoso casuista las habría
podido inventar.
Pero hay diferencias fundamentales entre ambos métodos. El psicoanálisis
termina poniendo a flor de conciencia las impresiones inconscientes; la confesión no
se preocupa de lo inconsciente sino que se contenta con pedir el descubrimiento
humilde de lo que está bien patente en la plenitud de la conciencia. El psicoanálisis
se da por satisfecho con descubrir el mal. La confesión exige un sincero propósito y
un hondo dolor.
Hubo un tiempo en que la Iglesia católica tuvo que defender la confesión de los
duros ataques de quienes la tildaban de sacrificio sobrehumano. ¡Confesar los
propios pecados a otro hombre! Y he aquí que la flamante psicología de nuestros
días manda al hombre confesarse no sólo de lo consciente sino hasta los recónditos
abismos de su subconciencia a otro hombre que no es sacerdote sino médico de
enfermedades nerviosas, que no tiene la gracia sacramental ni las ayudas especiales
que Jesús promedió a sus ministros.
Lo que el penitente debe buscar en el confesor. Encontrar un buen confesor es
una gracia de Dios de resultados incalculables para el alma. Atienda el joven a
buscar uno que sea lo que realmente debe ser: "padre, juez, doctor, médico" (San
Alfonso). Ojalá que el confesor dirija al joven en cada confesión una amonestación
seria en perfecta consonancia con sus necesidades personales; esta amonestación
debería versar sobre el defecto principal de que se acusa el joven para ayudarle a
vencerlo dándole remedios bien concretos y precisos. El sacramento de la Penitencia
es el sacramento del despertar de la conciencia y de la orientación de la misma.
Aprovechemos, pues, ese momento para abrirnos con plenitud y solicitar del
confesor una franca dirección en la vida.
Especialmente cuando un joven tiene debilidades en las cuales reincide con
frecuencia necesita encontrar un director espiritual comprensivo ¡que por nada del
mundo pierda la paciencia con ellos! Muchas veces son precisamente los jóvenes de
mejores disposiciones los que luchan más tiempo. ¿Qué sería de estos jóvenes si
también el sacerdote los abandonara? "Encontrar una hermosa alma humana es
ganancia; ganancia mayor es conservarla; y la mayor y más difícil ganancia es salvar
aquella que ya se había perdido".
San Francisco de Sales, modelo de directores de alma, dirigiéndose a las
personas que están en el mundo les dice: "Nadie hay tan bueno por naturaleza que
no pueda volverse malo por efecto de las malas costumbres, pero por otra parte no
hay naturaleza tan mala que, con la gracia de Dios y con paciencia no se pueda
refrenar y vencer".
Confesor y penitente han de contribuir a crear una profunda confianza en las
propias fuerzas ayudadas por la gracia. "La alegría es la bóveda celestial bajo la cual
pueden crecer y multiplicarse todos los seres menos las serpientes venenosas".
Mientras más incorregible parece un joven, más ánimo y más esfuerzo ha de recibir
de su director.
De todas las criaturas de la tierra la que crece más despacio es el hombre, pero
también es la que adquiere mayor perfección. Cuando los fracasos parecen incitarnos
al desaliento recordemos que muchas veces la semilla sembrada germina más tarde,
acaso después de largos años. Cuando un árbol ha sido más sacudido por los vientos
y logra arraigar, sus raíces son más profundas.
CONCLUSIONES. Consagrar algún día de retiro a ahondar en la institución
divina del sacramento de la Penitencia para apreciar este medio de inmenso
consuelo y provecho para el alma.
Que cada uno saque el propósito de examinar cómo hace y cómo debería hacer
sus confesiones.
Que las confesiones sean lo más positivas posible: esto es, que no sólo miren a
acusar los pecados cometidos, sino a animarse a plantar en el alma las virtudes que
faltan. Que el Centro se preocupe de recomendar a los jóvenes algunos sacerdotes
que puedan ser no sólo confesores sino directores espirituales...
RECAPITULACION. ¿Qué impresión te produce la confesión concebida en la
forma expuesta en este círculo? ¿Crees que un joven podrá aprovecharse de ella para
su formación moral? ¿Qué idea central has sacado de cómo debe ser una buena
confesión? ¿Quiénes de Uds. tienen director espiritual? Pregunto a los que no lo
tienen: ¿ven alguna dificultad en el hecho de estar siempre cambiando de confesor?
A los que lo tienen ¿han notado mayor progreso en la vida espiritual desde que
tienen confesor fijo? ¿Qué semejanzas y qué desemejanzas hay entre la confesión y el
psicoanálisis? ¿Qué saca con confesarse un joven que al dia siguiente vuelve a caer
en la misma falta?
OBJECIONES. La confesión es inútil, siempre me quedo con las mismas faltas.
No avanzo nada. Podría imprimir un formulario para mis confesiones y estoy seguro
de que sería el mismo en todas ellas.
Jesucristo no puede haber instituido la confesión ya que de ella se siguen tantos
abusos.
Yo no me confieso con frecuencia porque no siento dolor de mis faltas. Al
principio sí sentía; pero ahora me dejan frío mis pecados.
XXIII
EDUCACION POLITICA DEL CIUDADANO
CUESTIONARIO. ¿Tiene alguna misión educadora la Acción Católica en el
terreno político? ¿En qué se diferencian la Acción Católica y la acción política? La
Iglesia ¿se confunde con algún partido político? ¿Abomina la Iglesia de la política?
¿Reconoce la Iglesia el derecho de los miembros de Acción Católica de inscribirse y
aun de trabajar en los partidos políticos? ¿Es lícito el abstencionismo político?
Exposición. Acción Católica y acción política son dos campos distintos, la
distinción básica la dan los fines de una y otra. El fin de la acción política es la
perfección del Estado. El fin de la Acción Católica es la perfección de la Iglesia. La
distinción es teóricamente fácil, prácticamente difícil. El Sumo Pontífice en una
entrevista a don Ángel Herrera, Presidente de la Acción Católica Española, le decía
textualmente: "Son muy pocos los que captan bien la distinción: ambos conceptos de
Acción Católica y Acción Política son conceptos claro, pero pueden ser al mismo
tiempo claros y diferentes: para mí son clarísimos".
Para aclarar estos conceptos en la mente de nuestros militantes, escribimos este
círculo teniendo presente la recomendación de la Santa Sede que se enseñe a los
miembros de la Acción Católica, la relación y las distinciones de ambos
movimientos. Esta exposición se basará en los documentos pontificios y de nuestro
Episcopado, que son los que tienen la máxima autoridad en la materia; citará en
particular la carta dirigida al Episcopado Chileno por el actual Sumo Pontífice,
cuando era Secretario de Estado, sobre las relaciones de la Acción Católica y la
acción Política.
LA ACCION CATOLICA Y LA GRAN POLITICA
¿Qué es política? Sin cesar distingue la Iglesia dos conceptos: la gran política o
política de bien común y la política de partidos.
La gran política consiste en la colaboración al bien común subordinado a éste
los intereses particulares, asegurando así la prosperidad pública (Carta del Cardenal
Gasparri a Mons. Skwireckas). La gran política forma parte de la ética general, es
decir, promueve y defiende la santidad de la familia y de la educación, los derechos
de Dios y de las conciencias.
La Iglesia considera la participación en esta política "como un deber de justicia
y de caridad cristiana" y se esfuerza porque sus hijos cooperen al bien público ya en
la administración, ya en el gobierno del Estado (Carta de S.E. el Cardenal Pacelli, 1º
de julio de 1934; León XIII cum multa; Pío XI, discurso a la Federación Universitaria
Católica Italiana; Guerry, L'Action Catholique, págs. 81-87, Lallement; Principios
Católicos de Acción Cívica, pág. 33).
Un católico, por tanto, no puede desentenderse de la gran política, ni
considerar como algo indigno de su fe en Cristo detenerse en los asuntos temporales
que son el campo propio de la política. "Por el contrario, su carácter mismo de
católico exige que haga el mejor uso de sus derechos y deberes de ciudadano para el
bien de la Religión inseparable del bien de la Patria" (Carta "Paterna" a los Obispos
de México). Al interesarse por la política realiza el católico sus más grandes deberes
cristianos ya que mientras es más vasto e importante el campo en el cual se puede
trabajar, más imperioso es el deber correspondiente. Y tal es el dominio de la política
que mira a los intereses de la sociedad entera y que, bajo este aspecto, es el campo de
la más amplia caridad, de la caridad política, del cual se puede decir que no tiene
otro superior si no es el de la religión. Este es el aspecto bajo el cual los católicos y la
Iglesia deben considerar la política" (Discurso de Pío XI a la Federación Universitaria
Católica Italiana).
De aquí se deduce que contradice al sentir católico, la escuela apolítica. "No
cabe duda que debe ser reprobado el abstencionismo absoluto, en cuanto que, la
participación en la política constituye para los fieles, en el sentido ya expuesto, un
deber verdadero y propio, fundado en la justicia legal y en la caridad" (Carta de S.E.
el Cardenal Pacelli).
Fiel a este concepto "la Acción Católica, sin hacer ella misma política, en el
sentido estricto de la palabra, prepara a sus militantes para hacer una buena
política", es decir, una política que se inspira en todo en los principios del
cristianismo, los únicos que pueden traer a los pueblos la prosperidad y la paz;
eliminará así el hecho que a pesar de ser monstruoso no es raro, de que hombres que
hacen profesión de catolicismo tengan una conciencia en su vida privada y otra en su
vida pública" (Carta al Cardenal Patriarca de Lisboa). Por esto "La A.C. no prohibirá
a sus adherentes una participación tan amplia como sea posible en la vida pública;
antes al contrario, ella los hará más aptos para llenar las funciones públicas gracias a
una severa formación en la santidad de la vida y en el cumplimiento de sus deberes
cristianos. ¿No es acaso ella la llamada a procurar a la sociedad sus mejores
ciudadanos, al Estado sus más íntegros y más expertos magistrados? (Carta al
Cardenal Bertram).
Por esta razón los católicos que presiden o forman parte de la A.C., como
ciudadanos están obligados a usar su derecho de voto. "Faltarían gravemente a su
deber si en la medida de sus posibilidades no contribuyesen a dirigir la política de su
ciudad, de su provincia, de su Nación, pues si permanecen ociosos, las riendas del
gobierno caerán en manos de los que no ofrecen sino débiles perspectivas de
salvación" (Peculiari quadam).
LA ACCION CATOLICA Y LA POLITICA DE PARTIDOS
Frente a la gran política hay que situar la política de partidos, es decir, la
tendencia al bien común tal como la conciben diferentes "agrupaciones de
ciudadanos que se proponen resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales,
según sus propias escuelas e ideologías, las cuales, aunque no se aparten de la
doctrina católica, pueden llegar a diferentes conclusiones" (Carta de S.E. el Cardenal
Pacelli). "Es natural que la Acción Católica, lo mismo que la Iglesia esté por encima y
fuera de todos los partidos políticos, ya que ella ha sido establecida no para defender
los intereses particulares de tal o cual grupo, sino para procurar el verdadero bien de
las almas extendiendo lo más posible el Reino de Nuestro Señor Jesucristo en los
individuos, las familias, la sociedad; y para reunir bajo sus estandartes pacíficos en
una concordia perfecta y disciplinada, a todos los fieles deseosos de contribuir a una
obra tan santa y tan amplia de apostolado" (Discurso Pío XI Fed. Cat. Univ. Italiana).
Nunca insistiremos bastante en que la A.C. "no debe ser una esclava en las
querellas políticas ni encerrarse en las estrechas fronteras de un partido, cualquier
que éste sea" (Carta Quae Nobis). En otras palabras, un partido político, aunque se
proponga inspirarse en la doctrina de la Iglesia y defender sus derechos, no puede
arrogarse la representación de todos los fieles, ya que su programa completo no
podrá tener nunca un valor absoluto para todos, y sus actuaciones prácticas están
sujetas al error. Es evidente que la Iglesia no podría vincularse a la actividad de un
partido político sin comprometer su carácter sobrenatural y la universalidad de su
misión" (Carta de S.E. el Cardenal Pacelli).
"Sólo en momentos de grave peligro tienen los obispo el derecho y el deber de
intervenir, es decir, cuando sea necesario, hacer un llamado a la "unión" de todos los
católicos, para que, puesta a un lado toda divergencia política se levanten en defensa
de los derechos amenazados de la Iglesia. Pero es evidente que en tal hipótesis no
harían ellos política de partidos" (Carta de S.E. Cardenal Pacelli).
Respecto a los partidos políticos la Santa Sede inculca a los obispos y sacerdotes
que se abstengan de hacer propaganda en favor de un determinado partido político.
Desea la Iglesia que se inculque a los ciudadanos, "la gravísima obligación que les
incumbe de trabajar siempre y en todas partes, también en la cosa pública, según el
dictado de la conciencia, ante Dios, por el mayor bien de la Religión y de la Patria;
pero de tal manera que, declarada la obligación general, al sacerdote no aparezca
defendiendo a un partido más que otro, a menos que uno de ellos sea abiertamente
contrario a la religión.
"Debe dejarse a los fieles la libertad que les compete como ciudadanos, de
constituir particulares agrupaciones políticas, y militar en ellas, siempre que éstas
den suficientes garantías de respeto a los derechos de la Iglesia y de las almas.
"Es sin embargo obligación de todos los fieles aunque militen en distintos
partidos, no sólo observar siempre, hacia todos, y especialmente hacia sus hermanos
en la fe, aquella caridad, que es como el distintivo de los cristianos, sino también
anteponer siempre los supremos intereses de la religión a los del partido, y estar
siempre prontos a obedecer a sus pastores, cuando, en circunstancias especiales, los
llamen a unirse para la defensa de los principios superiores" (Carta de S. E. Cardenal
Pacelli al Episcopado chileno).
LA ACCION CATOLICA ESTA FUERA Y POR ENCIMA DE LOS PARTIDOS
POLITICOS
Estas normas generales tan claras y tan precisas de la Iglesia sobre la gran
política de partidos, en lo que se refiere a los católicos, encuentran todavía
precisiones más exactas al referirse a la Acción Católica, a sus dirigentes y a sus
socios.
"La A. C. por su naturaleza misma, prepara a los jóvenes asociados para
manejar con rectitud las cosas y asuntos políticos, educando y formando su espíritu
en los principios de la Religión católica, de tal modo que resulten aptos y preparados
para resolver, guardando el orden debido, aún las cuestiones que se agitan en el
campo político" (Carta de S. E. Cardenal Pacelli).
Todo lo que ha sido dicho sobre la distinción entre la Iglesia y la política se
aplica al pie de la letra a la A. C. que es la participación de los seglares en el
apostolado jerárquico de la Iglesia. "La A. C. se levanta y se desarrolla por encima y
fuera de todo partido político. No hace política de un partido ni es un partido
político" (Discurso de Pío XI a la Fed. de Hombres de la A. C. Italiana). Este mismo
principio lo inculca claramente nuestro Santo Padre Pío XII en su carta como
Secretario de Estado al Episcopado chileno: "Siendo participación del apostolado de
la Iglesia y dependiendo directamente de la Jerarquía eclesiástica, la A. C. debe
mantenerse absolutamente ajena a las luchas de los partidos políticos aún aquellos
que estén formados por católicos. Por consiguiente, las asociaciones de jóvenes
católicos, ni deben ser partidos políticos y convendrá además, que los dirigentes de
dichas asociaciones no sean, al mismo tiempo, dirigentes de partidos o de asambleas
políticas, para que no se mezclen faltando al orden debido, cosas muy diferentes las
unas de las otras".
Para salvaguardiar hasta el fin esta separación de la A. C. con la política de un
determinado partido, cualquiera que éste sea, que es lo que pretende dejar bien claro
en la Santa Sede, ordena que, "si pareciere oportuno proporcionar a la juventud una
especial y más alta instrucción en materia política diferente de aquella formación
general de la conciencia ciudadana, ella deberá ser dada, no en las sedes o reuniones
de los socios de la A. C. sino en otro lugar, y por hombres que se distingan por la
probidad de sus costumbres y por la integral y firme profesión de la doctrina;
quedando atrás a salvo y claramente establecido el principio de que en ningún modo
es oportuno que la misma Jerarquía de la Iglesia forme e instruya asociaciones
políticas de jóvenes, y sobre todo que ella dirija a los jóvenes católicos de tal suerte,
que éstos se inclinen a uno más que otro de los partidos políticos, que den suficientes
garantías para la conveniente defensa de la causa y derechos de la Iglesia" (Carta de
S. E. el Cardenal Pacelli).
LA ACCION CATOLICA DEBE ABRIR SUS PUERTAS A TODOS LOS
CATOLICOS
Una vez sentado claramente este principio de la Independencia de la A. C.
respecto a la política de un determinado partido y después de haber establecido, no
en virtud de un principio dogmático, sino de un principio prudencial que los
dirigentes políticos sean a la vez dirigentes de A. C., procura la Iglesia evitar otro
escollo. Es éste el de separar de tal manera la política de partidos de la Acción
Católica que parezca algo incompatible el de ser dirigente y aun simple miembro de
un partido político de la A. C.
Este principio lo sienta claramente la carta del Cardenal Pacelli al Episcopado
chileno cuando afirma que" los jóvenes inscritos en las asociaciones de la A. C.
pueden, como privados ciudadanos adherirse a los partidos políticos, que den
garantías suficientes para la salvaguardia de los intereses religiosos. Traten, sin
embargo, de cumplir siempre sus deberes de católicos, y no antepongan las
conveniencias del partido a los superiores intereses y santos mandamientos de Dios
y de la Iglesia".
Esta misma doctrina ha sido ampliamente expuesta en carta autógrafa, del
Excmo. Sr. Arzobispo de Santiago, de 14 de noviembre de 1941, que contiene normas
dadas al Consejo Arquidiocesano de la Juventud Católica de Santiago.
"Debe enseñarse a los jóvenes que no hay oposición alguna entre ser militante
de la A.C. y ser militante, y aun dirigente de un partido político al cual, según las
normas dadas por la Santa Sede, puedan pertenecer los católicos. Unicamente se ha
declarado que, en general, no conviene que los dirigentes de la A.C. sean a la vez
dirigentes de partidos políticos. Y si pueden ser militantes, pueden actuar como tales
en las asambleas de A.C. y de Juventud Católica y aun hablar en ellas, siempre que
no sea de política de partidos, sin que esto signifique en forma alguna que la Acción
Catíloca esté unida o se confunda con la política de partidos, como un dirigente de
sociedad comercial, podría hablar como militante de juventud o de Acción Católica,
sin que por eso se tuviera la sociedad comercial que dirige como unida con la Acción
Católica, que a la vez lo fuera de un partido político, sólo significaría solidaridad con
las opiniones políticas y las odiosidades de partidos en el espíritu de aquellos que se
empeñan en encontrar lo que no hay en tal actuación. La Acción Católica debe ser la
casa común, como lo es la misma Iglesia Católica, de todos los católicos, cualquiera
que sean sus opiniones sobre materias discutibles o contingentes. No se ha de
pretender cerrar en la A.C. las puertas a los que no se las cierra la Santa Iglesia. En la
Acción Católica es donde se ha de encontrar siempre no sólo el ideal superior que ha
de unir todos los corazones, sino también la sincera caridad que allanará para ello
todas las dificultades".
No es conveniente restringir el movimiento de Acción Católica sólo a los
jóvenes que no trabajen activamente en la política de partidos que están dentro de
las normas señaladas por la Santa Iglesia para que los católicos puedan adherirse a
ellos. Por el contrario, y ésta es ciertamente la doctrina de la Sta. Iglesia, que ha
hecho llamado general a todos los católicos a trabajar en la A.C. y que ha declarado
tantas veces que la A.C. es parte integrante de la vida cristiana, y a la cual, por cierto,
están llamados todos los católicos, creemos yo, y el Rvdmo. Asesor Nacional que
deben abrirse las puertas de la A.C. en la forma más amplia a todos los católicos que
quieran acudir al llamado del Supremo Pastor por la extensión de su Reino,
cualquiera que sea su opinión política y su figuración en los partidos, siempre dentro
de las normas de la Santa Iglesia.
"Si los católicos divididos tan hondamente, no pueden encontrarse ni siquiera
en la Acción Católica, ¿dónde estaría la unidad de la Iglesia? y ¿qué esperanzas
habría de contar en las filas de la Acción Católica con esa muchedumbre de católicos
que, dentro de las normas Pontificias sienten la necesidad de trabajar como católicos
en un campo en que se combate con la mayor fuerza y eficacia a nuestra Santa
Religión y donde, por lo mismo, se encontrarán luchando los más decididos, los más
inteligentes o de más vigorosas iniciativas?
"¿No es el espíritu de la A.C. llevar el espíritu de Cristo a todas las actividades
humanas? ¿Y quedaría excluída precisamente una de las que más lo necesitan y
donde es necesario también luchar por el Reino de Cristo?
Estas normas tan claras y precisas dadas a uno de nuestros Consejos por el
Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Santiago, son la expresión más precisa del
derecho que tiene la Acción Católica de llamar a sus filas a todos los católicos,
cualesquiera que sean su actividad y sus opiniones sobre puntos contingentes,
siempre que estén dentro de las normas de nuestra Santa Madre Iglesia. Y puede la
Acción Católica no sólo llamarlos a sus filas sino también cualquier cargo con la
única limitación de que no ocupen los puestos dirigentes de la Acción Católica los
que a su vez son dirigentes de partidos políticos; y esto por razones de oportunidad
y prudencia.
Es indudable que la aplicación de este principio tan claro ha de pesarse con
prudencia para evitar erróneas interpretaciones. La aplicación de este principio
corresponde a las autoridades dirigentes de la Acción católica. Abiertamente lo
declara en su carta al Consejo Arquidiocesano de Santiago el Excmo. y Rvdmo. Sr.
Arzobispo de Santiago: "El juzgar de la oportunidad o inoportunidad de hacer uso
del derecho que tiene la dirección de la Acción Católica de llamar a determinados
católicos a participar y a hablar en sus asambleas, corresponde a esa misma dirección
de A.C. Puede, pues, si se trata de un movimiento general de atracción hacia la A.C.
de los que aun no pertenecen a ella, el Consejo Nacional salvo el parecer de la
Comisión Episcopal (que no es distinto del expresado aquí); o el Consejo Diocesano,
si se trata de un movimiento restringido a la Diócesis, resolver lo que estime más
conveniente en cada caso. Cuando la Jerarquía, consultada oportunamente,
manifiesta una determinada opinión o resolución sobre la conveniencia o
inconveniencia de aplicar las normas dichas u otras cualesquiera, es natural que
todos los miembros de la A.C. la acaten con toda sinceridad y voluntad, ya que la
Acción Católica es esencialmente, participación en el apostolado de la Jerarquía y
colaboración con ella. Obrar de otro modo sería destrirse a sí mismo negando o
haciendo caso omiso de aquello que es precisamente su razón de ser y su esencia
misma".
Las ideas expuestas en los últimos párrafos vienen a completar las normas
sobre la independencia de la Acción Católica respecto a la política de partidos. se
reconoce, pues, el derecho de incorporarse en ella también a aquellos que militan en
la política de partidos y se deja claramente establecido el principio de que es la
autoridad propia de la Acción Católica a quien incumbe aplicar dicho principio. Si
en una diócesis determinada pareciere más prudente restringir en parte la aplicación
de este principio, es al Consejo Diocesano, en todo aquello que no afecte al
movimiento nacional, a quien corresponde hacer dicha aplicación. Cuando se trata
de una medida acordada por el Consejo Nacional, no podrá dejar de aplicarse por
ningún Consejo Diocesano si no es con la expresa autorización del Excmo. Sr. Obispo
Diocesano, o del Consejo Nacional que dictó la orden.
La independencia de la A.C. respecto a los partidos políticos queda más
ampliamente garantida si ésta en vez de cerrar sus puertas a los que trabajan
activamente en política, se las abre generosamente a todos, sin preocuparse de cuál
sea su color político dentro de las normas dadas por la Iglesia cristiana y
preocupándose que ni directa ni indirectamente se vaya propagando partidos dentro
de sus locales ni el el campo de sus actividades.
Participación de los jóvenes en la política activa
Un último problema se plantea en las relaciones de la Acción Católica y la
política: es el de la participación de los jóvenes y especialmente de los alumnos de la
enseñanza secundaria en la política activa.El derecho de los jóvenes de intervenir en
la poítica activa está ampliamente reconocido en la carta de S.E. Cardenal Pacelli, no
menos que en otros documentos pontificios similares. Con todo, no podemos menos
de recordar la conveniencia de que los jóvenes retarden su incorporación a la política
activa hasta tanto no tengan un criterio plenamente formado. La política fácilmente
enardece los ánimos, apasiona, divide, y necesita la juventud para estos torneos
llevar un caudal amplio de formación espiritual, de vida sobrenatural, de caridad
cristiana, de prudencia, que no son fáciles de encontrar en esa edad. Por eso
estimamos que, por lo menos, mientras no haya derecho de sufragio, sería, como
norma general, más conveniente, que se dedicase preferentemente, a las actividades
de la Acción Católica sin mezclarse en forma habitual en las luchas partidistas.
Este principio, como bien se comprenderá, vale especialmente para los alumnos
de la enseñanza secundaria, los cuales, por desgracia, se ven arrastrados desde muy
temprano a la política de partidos, gastando en esta actividad la mayor parte de las
energías que debieran consagrar a su formación sobrenatural, intelectual, social y
cívica. Por esto, la Comisión Episcopal, en varias ocasiones, ha prohibido
terminantemente que dentro de los colegios católicos se haga propaganda partidista.
Desgraciadamente, los alumnos, desde muy temprano, están, de hecho, inscritos en
asociaciones políticas. Ha de inculcárseles que no es ésta su mejor escuela, pero si
persistieren en su propósito, no por eso han de ser abandonados por la Acción
Católica. Precisamente por el mayor peligro en que se encuentran de tener que
soportar una actividad superior a sus cortos años necesitan más que otros del influjo
sobrenatural y de la sólida formación que sólo la Acción Católica puede dar.
La consideración del gran número de jóvenes que escapan hoy a la influencia
de la Acción Católica para consagrarse a actividades políticas, nos mueve a estimular
el celo de los dirigentes para no dejar abandonados a esos jóvenes que, tal vez,
necesitan en forma más urgente que otros empaparse en los principios
sobrenaturales que informa la Acción Católica.
La crisis de nuestra patria es crisis de valores morales
No nos cansemos de inculcar a los jóvenes que se interesan generosamente por
el bien de Chile, oportuna e inoportunamente, esta idea: que nada grande podrán
hacer si primero no se transforman ellos mismos en cristianos integrales, en hombres
que vivan plenamente a Cristo y que aspiren a vivir la vida como viviría Cristo si
estuviese en su lugar. Mientras más aspira a dar, mientras más amplia pretende uno
que sea su influencia, más necesita recogerse interiormente y más honda ha de ser su
formación. Comprendan los jóvenes que la mejor escuela de la política es la Acción
Católica, de una política que no busque sus intereses, sino sinceramente los de la
Patria, que son los de Cristo.
La gran crisis de nuestra nación es una crisis de valores morales; en otros
términos, una crisis de cristianismo, y ésta no podrá ser solucionada sino por
hombres que tengan la integridad de valores morales que dan una fe plenamente
conocida y vivida en todas las circunstancias y momentos. Esos hombres son los que
produce una Acción Católica auténtica como la que aspiramos a poseer en Chile con
el concurso leal de todos los Consejos, centros y militantes.
CONCLUSIONES. Procuremos sembrar la idea central que el cristiano porque
es cristiano debe ser el mejor ciudadano.
La colaboración más urgente que los jóvenes en el momento actual pueden
prestar a su Patria es la de trabajar por su recristianización.
Desarrollar en nosotros un criterio equilibrado para juzgar los problemas
políticos que esté dominado por la caridad cristiana. Política sin caridad no es
política cristiana.
Mientras no es está formado hay un deber preferente de formación que la
Acción Católica está llamada a dar.
El ingreso prematuro en la política es fatal para los jóvenes y repercutirá en un
daño nacional. No se puede cerrar las puertas de la Acción Católica a ningún joven
que trabaje en política de partidos, siempre que éstos den garantías a la Iglesia.
RECAPITULACION. ¿En qué se funda el deber de los católicos de interesarse
por la gran política? _ ¿En qué se funda la distinción de la Acción Católica y la
política de partidos? ¿Convendrá restringir el movimiento de Acción Católica a sólo
los que no trabajan en política? _ Puede un dirigente de A.C. ser dirigente de un
partido político? ¿Qué alcance tiene esta medida? ¿Se funda en razones de prudencia
o en un principio inalterable?
OBJECIONES. En la Acción Católica no deben estar los que trabajan en política,
para que no hagan aparecer a ésta como ligada al régimen y a los hombres del
partido.
Un católico debe abstenerse de votar si no encuentra un partido o un candidato
que sea la encarnación total de sus principios. Si vota por un candidato que tiene
defectos apoya a un hombre en lo que tiene de malo.
La acción política es más urgente: ella soluciona los problemas a corto plazo; la
Acción Católica, a largo plazo.
La Acción política es más atrayente, más interesante, da más acción, mientras la
A.C. gasta demasiado tiempo en formación...
XXIV
MISION EDUCATIVA DE LA IGLESIA,
ENTRE FIELES*
CUESTIONARIO. ¿Qué papel desempeña cada católico ante el mundo infiel?
¿Existe un problema misional? ¿En qué consiste? ¿Qué va de un país católico a un
país de misiones? ¿Qué deberes brotan del concepto mismo de misión, para el
católico, y para la Iglesia de un país católico? ¿Cuál es la actitud de Chile respecto de
las Misiones? ¿Qué actitud le corresponde, dada su situación internamente precaria?
¿Qué me corresponde hacer a mí como persona particular, como miembro vivo de la
A.C.?
Exposición. Antes de descender al terreno de la acción práctica, explicaremos
un poco el aspecto teórico o, si se quiere, teológico de las Misiones, indispensable
para dar a las cosas su merecido valor, y de cuya ignorancia brotan como la mala
hierba mil objeciones tontas, y multitud de prejuicios perniciosos a una obra de
trascendencia mundial, a la vez que vital en la vida de la Iglesia.
1. Elevémonos a una visión de conjunto, procurando penetrar en al plan
providencial de Dios. El amor divino extendido a toda la creación se concentra en el
hombre; abre sus ojos el cielo, y se lo promete y se lo da por suyo, bajo la sola
condición de justa necesidad ética, de sumisión racional a Dios Creador. El hombre
con su pecado destruye el plan de Dios, pero no agota su amor. Dios salva al
hombre, haciéndose hombre; como Dios, Jesucristo paga dignamente la deuda
contraída con Dios; como hombre, es fiador adecuado del hombre pecador. En esta
forma Dios salva al mundo por Jesucristo. El Redentor nos ha hecho posible la
amistad con Dios, nos ha hallado gracia ante el Creador; ahora sólo falta que cada
uno de nosotros corramos a la fuente de gracia que Cristo hizo brotar de nuestra
tierra, y bebamos. Esto es, falta sólo la cooperación individual de cada hombre a las
gracias merecidas por Jesucristo.
Aquí tenemos en germen la idea misionera: todos los hombres han de acudir a
Jesucristo para salvarse, porque Jesucristo es el único mediador entre Dios y los
hombres.
2. Ahora bien, ¿qué significa esto de que cada hombre acuda a Jesucristo para
salvarse? O en otras palabras, ¿cómo se realiza en concreto la salvación de cada
hombre? Por medio de la santa Iglesia Católica, fundada por Jesucristo para este
efecto.
Imaginémonos por un instante el mundo sin la Iglesia de Cristo, y
comprenderemos cómo la Iglesia nos salva. Jesucristo en el cielo, nosotros acá abajo;
¿qué hacer para borrar la mancha del pecado original al nacer? ¿Saltos contra la
pared, como los canutos, ritos inventados por nosotros, de cuya eficacia no nos
constaría? ¡Qué problema desesperante para el caído en pecado mortal! ¿Cómo lavar
su alma? ¿con penitencias y sacrificios tal vez ingratos a Dios, con lágrimas, con
maceraciones, con peregrinaciones quizás del todo inútiles? ¿Cómo tomar fuerzas
para la brega diaria contra el pecado, contra los defectos de carácter, contra las
adversidades económicas, sentimentales, familiares, etc., sin un recurso espiritual tal
como la santa Comunión? ¡Qué castigos no habría caído sobre el mundo si una
Víctima propiciatoria no se inmolara continuamente en nuestro favor, si un Sacrificio
Latréutico no glorificara dignamente a Dios, si un Intercesor a quien Dios, no puede
desoír, no se hiciera eco de nuestras miserables súplicas a la divinidad! En fin,
además de otras muchas calamidades, ¡qué caos en las ideas, qué cismas en los
pueblos, qué oscuridad en las inteligencias, qué degradación en las costumbres, y
sobre todo, qué pavorosa imposibilidad de regeneración, si el Evangelio de
Jesucristo no estuviera custodiado por una autoridad infalible, visible, docente, que
haga sentir su voz a todos los hombres de buena voluntad! La Iglesia viene a
prolongar la obra redentora de Jesucristo, no en cuanto a adquirir nuevos méritos,
pues los de Jesucristo son suficientísimos, sino en cuanto los aplica a cada hombre en
particular, en forma visible y tranquilizadora, por medio de los sacramentos, de la
oración litúrgica, del sacrificio de la Misa. Es al mismo tiempo depositaria del tesoro
de la Revelación, y en este sentido, intérprete fiel de la palabra divina, luz de las
inteligencia, llena de las más satisfactorias garantías de infalibilidad, por cuanto está
directamente asistida por la Verdad infinita, del Espíritu Santo.
3. Así entendido el plan de Dios, resulta que la Iglesia es el medio único de
salvación. Fuera de la Iglesia no hay salvación. Porque en efecto, la vida de la gracia
sólo se halla en Jesucristo, y en su Cuerpo Místico, la Iglesia; lo que equivale a decir,
que sólo los bautizados se salvan, porque solamente ellos poseen en sí la vida divina
de la gracia que nos confiere el derecho a la vida eterna del cielo. La Teología
distingue un triple bautismo: sacramental, de deseo, y de fuego. El bautismo
sacramental es el que hemos recibido de mano del sacerdote, por el cual se nos borró
el pecado original y quedamos hechos hijos de Dios. El bautismo de deseo es una
disposición de la voluntad que pide ardientemente el bautismo que no ha podido
recibir sacramentalmente por falta de ministro. Se puede considerar también como
un bautismo de deseo implícito el caso de aquel que vive correctamente según la ley
natural que le dicta su conciencia, haciéndose así digno, por la gran misericordia y
paternal amor de Dios, de recibir aquellas gracias sobrenaturales que ordinariamente
Dios comunica por medio de los sacramentos. Esto se entiende de aquellos
solamente que sin culpa ignoran la Revelación, la existencia de la Iglesia verdadera,
la necesidad del bautismo de agua o sacramental. Finalmente, el bautismo de fuego
es una heroica disposición de la voluntad, en virtud de la cual un hombre prefiere
dar su vida, y la da de hecho, antes que ofender al Dios que conoce como supremo
Hacedor y legislador de todas las cosas; tal es el caso de muchos catecúmenos que
instruidos por el misionero en las verdades de la fe, antes de recibir el bautismo han
dado su vida por defender la fe que estaban conociendo.
Todos éstos son hijos de la Iglesia, unos oficialmente unidos a ella por el
bautismo sacramental, de la Redención de Jesucristo. El resto de los hombres está
fuera de la Iglesia, y por tanto para ellos no hay salvación posible. Son aquellos que o
rechazan positivamente las gracias de Jesucristo, o los que infieles a ellas caen en el
pecado mortal. Consolémonos sin embargo, pues como Dios quiere que todos los
hombres se salven y pone de su parte todo lo que le corresponde para que ésta su
voluntad salvífica sea una realidad, a todos y a cada uno de los hombres da los
auxilios necesarios para que si quieren, se salven.
4. Notemos aquí la misión educadora de la Iglesia: es de un triple carácter:
redentor, santificador, civilizador. "Id, predicad el Evangelio a toda creatura,
bautizándola en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo". Esta orden de
Jesucristo no es un mandato arbitrario, sino que es la expresión explícita del papel
que su Iglesia ha de desempeñar en el mundo. Medio único de salvación, esta
semillita plantada por Jesucristo debe extenderse por todo el mundo a fin de estar al
alcance de todos los hombre, y ofrecerles así el bautismo que trajo Cristo, por el cual
pasa el hombre de su estado puramente natural, a formar parte del mundo de la
gracia, con prerrogativas y derechos de orden sobrenatural. En esta forma, la Iglesia
redime al hombre, aplicándole la gracia bautismal. Al hijo de ira, esclavo del
demonio, abominable pecador, lo transforma en hijo adoptivo, heredero del cielo,
hermano de Jesucristo, miembro vivo de su cuerpo místico.
"Sed perfectos, como mi Padre celestial es perfecto". La Iglesia de Jesucristo no
sólo redime al hombre sino que también lo perfecciona y santifica. La vida de la
gracia puede ser lánguida o vibrante, pobre o rica, arrastrada o sublime. Los
sacramentos y toda comunicación de la gracia al hombre tiende a santificarlo al
máximum a hacer de cada hombre un santo. Si en mil y mil casos, que son los
ordinarios la gracia no produce sus efectos maravillosos de santificación, es por
culpa del hombre que no coopera dignamente a la gracia, distribuida con profusión
en la Iglesia.
La Iglesia militante se compone de hombres de carne y hueso, cuyas vidas se
desarrolla entre mil necesidades de orden material y espiritual, cuya satisfacción da
el nivel de cultura de los pueblos. La Iglesia es para el hombre, y nada del hombre le
es indiferente. La cultura humana es también tarea de la Iglesia, en cuanto la cultura,
como todo perfeccionamiento puramente humano, es la base natural del edificio
sobrenatural, propiedad exclusiva de la Iglesia. Los focos misioneros repartidos en
las inmensidades del Asia, África, Oceanía, son también centros de cultura humana;
recordemos los chilenos la gran deuda cultural que tenemos con la Iglesia de los
siglos de la conquista y colonia. Cada uno de los países de América tiene largas
historias que contar, y todo nuestro actual patrimonio científico, artístico, histórico,
literario, está señalado aquí y allá por insignes religiosos, misioneros que fueron de
nuestras tierras, portadores de grandes valores culturales. El espíritu cristiano, de
nuestros antepasados informa todas las manifestaciones de cultura de América
constituyéndose por esto la Iglesia en madre no sólo de nuestras almas, sino también
de nuestra vida humana. Y como lo fue ayer en América, lo es hoy en todas sus
misiones, de diverso modo y en diversos grados, según las circunstancias de tiempos
y personas y recursos: si ayer vino al impulso del mismo viento que hinchaba las
velas de los bergantines conquistadores, apoyada por la Sacra Majestad, hoy penetra
sola, casi a escondidas, con los solos recursos que la deparan corazones buenos
tocados por la Providencia de Dios.
5. Pues bien esta triple misión la Iglesia ha de extenderla a todo el mundo. No
se trata de una simple misión de misericordia, ni siquiera de fina caridad; es una
necesidad de la Iglesia extenderse por todo el globo, no reconocer a su acción
benéfica otros límites que los del mundo. Expliquemos esta idea, que es fundamental
para la comprensión de lo que son las Misiones.
Decíamos que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Jesucristo. San Pablo hace uso
de esta metáfora en mil ocasiones hasta el punto de persuadirnos que no es una
simple metáfora sino que respecto de esa bella realidad, los cuerpos materiales que
conocemos se transforman en metáfora. La razón es la siguiente: porque la unión de
los miembros, la independencia de acción, junto con la cooperación a los efectos
comunes, las leyes de reparación, la común conspiración de todos y cada uno de los
miembros al beneficio de los demás, que son las cualidades por las que se define un
cuerpo, en ninguna parte se realizan más perfectas y bellamente que en el Cuerpo
Místico de Jesucristo, la Iglesia.
Este cuerpo, como todos, nació pequeñito: en Pentecostés, la Virgen Santísima,
los Apóstoles y un reducido grupo de discípulos del Señor, constituyeron el primer
núcleo de la Iglesia. Esa célula comenzó a crecer, y no ha dejado de crecer
vigorosamente, impulsada por su intrínseco principio de vida, que es la vida misma
de Jesucristo. Asentemos por tanto esta idea, que la Iglesia es un organismo en
crecimiento. De ella sacaremos consecuencias importantes.
6. a) La primera es ésta: no puede dejar de crecer hasta llegar a su edad adulta,
hasta el porte que por su intrínseca naturaleza le corresponde, del mismo modo que
un niño no puede dejar de crecer hasta ser hombre, so pena de transformarse en un
fenómeno. Esto quiere decir que las misiones, que son el natural crecimiento de la
Iglesia no dejarán de existir nunca, mientras la Iglesia no llegue al límite que por su
misma naturaleza de medio único de salvación universal le está fijado.
b) ¿Por dónde crece el cuerpo? ¿Hay en el organismo algún miembro
encargado de hacerlo crecer? Nada de eso. Todo crece armónicamente, ni sólo por
los pies, ni sólo por la cabeza, sino por pies, manos, cabeza y tronco, en forma
insensible y constante. Así la Iglesia: crece por todos sus miembros a la vez, sin que
ninguno sea órgano de crecimiento, o mejor, siéndolo todos al mismo tiempo.
Notemos de paso lo absurdo de este raciocinio tan comúnmente aceptado aún por
personas espirituales: la caridad ordenada comienza por casa; muchos millones de
paganos quedan por convertir, pero no nos corresponde preocuparnos de ellos,
mientras en nuestra tierra tengamos tan pavorosos problemas religiosos y cifras tan
desconsoladora que remediar. Esta conclusión, aparentemente tan razonable y de
tanta prudencia es tan absurdo como esto: suponiendo que la voluntad tuviera
dominio sobre las fuerzas ciegas de la naturaleza, raciocinemos así: yo, intelectual,
necesito de mi cabeza para ganarme la vida; pues bien, todas las fuerzas de mi
cuerpo las guiaré a la cabeza, a fin de que se beneficie en forma especial, crezca
descomunalmente, y se transforme en la más bella, hermosa, útil y admirable cabeza
de la humanidad entera. ¿Y el resultado? El más grotesco fenómeno que jamás se
hubiera visto, que comprometería no sólo las leyes de la estética, sino aún las
posibilidades de vida. ¿Dónde está el vicio de este raciocinio, en lo que a la Iglesia se
refiere? En esto: no puede aplicarse a un miembro lo que es propio de un cuerpo.
Tratándose de seres aislados, vale el principio que la caridad bien ordenada
comienza por casa. Pero tratándose del cuerpo total de la Iglesia no vale, pues en
este caso la casa es todo el cuerpo, toda la Iglesia, ni se puede hacer disección de
partes para atenderlas por separado, como no se puede atender a la pierna o al
brazo, sin atender a la cabeza o a los ojos. Raciocinar en otra forma significaría
olvidarse del dogma del Cuerpo Místico de Jesucristo.
c) ¿Hasta cuándo ha de crecer la Iglesia? La medida nos la da su misma
naturaleza: es un cuerpo, crecerá hasta llegar a su desarrollo perfecto. La Iglesia ha
sido fundada para llevar la doctrina y gracia de Cristo a todos los hombres,
conforme al mandato de que ya hablamos "Id y enseñad a todo el mundo". La Iglesia
es el granito de mostaza plantado por la mano de Dios, que crecerá hasta anidar en
sus ramas a todos los pueblos del orbe, es el redil que debe encerrar dentro de sí a
todas las ovejas del buen Pastor, es en fin el medio único y necesario de salvación,
que debe llegar a todos los hombres. Por tanto, cuando la santa Iglesia se halle
establecida en forma estable, dentro de lo que permiten las mudanzas humanas, esto
es, cuando se encuentre establecida en todo el mundo habrá llegado a su definitivo
porte, y ya no crecerá más; comenzará entonces el proceso de asimilación y
robustecimiento.
7. Con lo expuesto aparece lo específico de las misiones: la acción redentora,
santificadora y civilizadora de la Iglesia es común en ella a todos los pueblos, sean o
no de misiones. La Iglesia redime al recién nacido, santifica al que frecuenta los
sacramentos, civiliza con su espíritu y su doctrina. Pero la Iglesia como misionera
tiene una acción que no es común a los demás aspectos de la misma Iglesia; su vida
en las misiones crece; en los demás países sólo se intensifica. Esto es lo específico de
las misiones: el crecimiento de la Iglesia. Por esta razón el que haya misiones es
signo natural de que la Iglesia no ha llegado todavía a su plenitud; como a la inversa,
el día que cesen las misiones, por el mismo hecho podremos decir que la Iglesia por
fin ha llegado a su edad adulta, para comenzar entonces a afirmarse en lo adquirido.
Del mismo modo que el cuerpo del niño cuando ya no crece más, es porque se ha
desarrollado convenientemente conforme a su naturaleza y fuerzas.
Tenemos entonces ya todos los elementos de orden teórico para comprender
con precisión lo que significan dentro de la Iglesia las misiones. Recapitulemos
brevísimamente: Dios crea al hombre para el cielo; el hombre peca, desbaratando el
plan de Dios; Dios redime al hombre caído, por medio de Jesucristo; Cristo deposita
sus méritos infinitos en la Iglesia, y la encarga de aplicarlos a cada hombre en
particular; por lo cual la Iglesia comienza a extenderse por todo el mundo, a fin de
quedar al alcance de todos los hombres; cuando logra la Iglesia establecerse en forma
estable en una región, deja de ser misionera; cuando vive precariamente, es Iglesia
misionera. Esta última idea merece párrafo aparte.
8. En concreto y en la práctica, ¿en qué conoce un país que es de misiones y uno
que no lo es? En el país católico, la Iglesia lleva una vida normal, mientras que en el
país de misiones lleva una vida en condiciones extraordinarias. En el primero, la
Iglesia está plantada; en el segundo, no. En el primero, ordinariamente todo el
mundo tiene a su alcance los sacramentos; en el segundo carecen de ellos. En país
católico hay una Jerarquía eclesiástica organizada, mientras que en país de misión, la
Jerarquía, cuando existe, se halla en estado rudimentario. Una serie de factores de
diverso orden forman los elementos necesarios para juzgar del estado de la Iglesia en
un país. La formación de la Jerarquía es el más importante, que a su vez está
condicionado a otros muchos de orden social, económico, político, etc. Importa la
tradición católica, que de ordinario no existe en países de misiones. Es necesario,
tener un mínimum de posibilidades de acción, a fin de que el apostolado se ejerza
con fruto. No puede descuidarse el factor político, que interviene a veces, como en
China, en forma definitiva. El juicio que declara una región del globo como territorio
de misiones, o que transforma un territorio de misiones en territorio católico, es
atribución de la Congregación de Propaganda Fide en Roma, que juzga por los
informes que recibe y por los de los visitadores que envía. Puede haber países
católicos que lleven una vida religiosa lánguida; y entonces no aparece clara la
diferencia con un país de misiones, habiendo lugar para la trillada frase: "Aquí
tenemos nuestras misiones". Sin embargo la diferencia es grande. En primer lugar, la
Jerarquía, como en Chile, está perfectamente establecida; a ningún católico se le
oculta que la existencia de la jerarquía es factor de primera necesidad en la vida
religiosa, pues de los Obispos desciende al clero la potestad de la predicación,
administración de los sacramentos, etc. En segundo lugar, la proporción de
sacerdotes por habitantes es mucho menor, ya que en el peor de los casos, como
sucede en Temuco o Antofagasta, la proporción no sube de uno por diez mil;
mientras que en China o India o África, a cada paso se encuentran proporciones de
uno por cincuenta o sesenta mil y más, como en Pengpú. En tercer lugar, en nuestros
países existe la tradición católica, que facilita inmensamente el apostolado, porque el
pueblo busca al sacerdote, mantiene prácticas religiosas, y es dócil a la predicación,
como lo experimentan a diario los misioneros rurales, y aun los dirigentes de
movimientos y sindicatos de obreros de fábricas. En cuarto lugar, la Iglesia de
nuestros países se encuentra a veces unida al Estado, como en Argentina; otras,
favorecidas por él en forma privada, o al menos tolerada sin verdaderas
incomodidades cosa que en misiones no sucede de ordinario, como, v. gr. en Japón,
India, China, donde la predicación católica se toma como ofensa a la religión
nacional, si bien es cierto que en estos últimos años la Iglesia se ha acreditado en tal
forma que ya se la mira con más simpatías. Estos y otros factores hacen de las
misiones un problema que la Iglesia tiene que resolver a toda costa por su carácter
de salvadora del mundo, como queda expuesto.
9. Vengamos ya a la solución práctica del problema misional. Establezcamos
ante todo, las diversas incumbencias que según la constitución interna de la Iglesia,
virgen en su seno.
Las Misiones son ante todo un apostolado; por eso caen directamente bajo la
protección y cuidados apostólicos del Santo Padre, cabeza visible de la Iglesia, que
desempeña en el mundo el oficio pastoral que el mismo Jesucristo ejercitó en
Palestina. Del Papa se deriva inmediatamente a los Obispos, como pastores del
rebaño de Jesucristo; de éstos a los sacerdotes, y finalmente, no como oficio
directamente apostólico, sino en cuanto son miembros del cuerpo total de la Iglesia,
a los simples fieles (Rerum Ecclesiae).
Directamente a nosotros nos interesa la obligación de los fieles. Ningún fiel hijo
de la Iglesia de Cristo está obligado bajo pecado a ayudar a las misiones. Cada
miembro de la Iglesia que esté en estado de gracia, coopera, aunque no sepa, a las
Misiones, como a todas las demás obras de la Iglesia con sus acciones meritorias e
impetratorias, porque como lo hemos dicho ya varias veces, la Iglesia es un cuerpo
perfecto, en el cual cada miembro, independiente en su acción individual, ejerce a la
vez una acción de conjunto, beneficiando a todo el cuerpo.
Viene bien hacer notar aquí el valor misionero de la Santa Eucaristía. Es el
alimento de la Iglesia; cualquier alimento desempeña diversas funciones principales
según sea el estado del cuerpo que deba alimentar. Al niño lo hace crecer, porque
está en estado de crecimiento. Al joven lo robustece, porque está en época de
asimilación; al viejo lo sostiene, porque ya declina por la edad decrépita. De aquí el
valor misionero de la Eucaristía, cada cristiano, comulgando coopera
admirablemente al crecimiento de la Iglesia. Y esto es palpable: la inmensa
expansión misional que en estos últimos tiempos reconoce la Iglesia, coincide
exactamente con el impulso eucarístico tan profundo y extendido que dio Pío X.
Los fieles si bien no están obligados bajo pecado a ayudar a las misiones, están
urgidos a hacerlo por la caridad de Cristo. Así lo dice Pío XI en la encíclica citada:
"Ningún fiel cristiano debe tratar de rehuir este deber... Convenzámonos de que
nadie debe ser tenido por tan pobre y desnudo, nadie por tan débil, hambriento y
sediento, como el que carece del conocimiento y de la gracia de Dios; y con eso ante
los ojos, recordemos que quien es misericordioso con los más necesitados del
mundo, no quedará a su vez desprovisto de la misericordia de Dios y de su
recompensa".
Si todo cristiano debe interesarse por las misiones, mucho más los miembros de
la Acción Católica. La Iglesia de Cristo es mundial; esto es, debe cubrir todo el
mundo; un día llegará, en que, podamos decir los católicos, la Iglesia es de todo el
mundo, está en todo el mundo, viviendo su vida normal. Pero hoy es todavía un
futuro que carece de realidad, y "católica" no significa más que "tiende a cubrir todo
el mundo", sin conseguirlo todavía. La consecuencia fluye: ningún "católico", ni
menos la misma "A. Católica" pueden desinteresarse del problema misional, pues es
el problema más "católico" de todos cuantos tiene la santa Iglesia.
10. La cooperación misionera es doble, como dobles son los elementos que
constituyen las obras de la Iglesia; el fin es sobrenatural, pero el ambiente es natural,
los hombres que la forman. De modo que los medios adecuados para el fin son de
dos tipos, naturales como la limosna, el cine, el arte; y sobrenaturales, como la Misa,
los sacramentos, la oración, el sacrificio. Cuando la vida cristiana se informa del
espíritu misionero, adquiere un matiz nuevo, de hermosas proyecciones. En efecto,
los deseos y la oración misionera son los más desinteresados como que están
inspirados por el puro amor a la Iglesia. La plegaria misionera es la más universal,
por cuanto interesa inmediatamente al mismo catolicismo de la Iglesia. Es la que está
más en consecuencia con los ideales de Cristo. En este sentido, cada miembro de la
A.C. debe ser un misionero, imprimiendo a toda su vida interior un espíritu
misionero, del cual se derivan espontáneamente, como de su fuente, las demás
ayudas a las misiones.
11. ¿Qué ha hecho Chile por las misiones? Poco. Es comprensible: somos pocos,
tiernos y pobres; sin embargo, nada de esto nos disculpa del todo, porque nuestro
óbolo es todavía inferior a lo que podría ser. Con todo vamos por buen camino: en la
Iglesia chilena va creciendo una planta que no en todas partes se ve, la LEM. El
espíritu misionero, para ser eficaz, debe concretarse en una Obra; y a su vez la Obra
es prenda y principio de fervor misionero. Chile da sus limosnas a Propaganda Fide,
a pesar de las crisis porque atravesamos. Finalmente, Chile ha dado un misionero al
Asia amarilla; pero uno es muy poco; y entendámoslo, espíritu misionero que no
produce misioneros, es una ilusión. Roguemos al Señor de la mies que envíe
operarios a su mies.
OBJECIONES. 1. Las misiones son una de tantas obras de la Iglesia, por tanto
no me toca directamente. 2. Demasiado hay por reformar y cristianizar en Chile,
para preocuparnos de los africanos o budistas mongoles. 3. Siempre ha habido
misiones en la Iglesia; ¿a qué entonces esta furia misionera de hoy día, cuando hay
tanta crisis económica y espiritual en los países católicos? La preocupación misionera
mejor sería dejarla para tiempos mejores. 4. No siempre obliga el bien más universal;
por tanto, de que en China, v. gr. haya más paganos que en Chile, no se sigue que
debamos socorrer a los Chinos.
XXV
ACCION EDUCADORA DE LA FAMILIA
CUESTIONARIO. ¿Cuál es la misión primordial del matrimonio? Además de
engendrar hijos ¿qué otra misión fundamental tiene el matrimonio? ¿Cuál es el
elemento más poderoso de que dispone el padre y en general todo educador para
formar a sus hijos? ¿Qué impresión tienes sobre los ejemplos que reciben los niños
en los hogares modernos? ¿Qué ejemplo dan de ordinario los hogares pudientes a
sus hijos? ¿Qué ejemplos ven los niños en los hogares populares? ¿Contribuye el
ambiente familiar chileno para elevar el nivel espiritual de la juventud? ¿Qué habría
que remediar en este sentido?
Exposición. "¡De tal palo tal astilla!". Es un adagio bien conocido en nuestro
idioma; lo mismo que "¡nadie da lo que no tiene!". Ambos proverbios encierran una
pedagogía profunda. Lo que sean sus padres en el orden intelectual, en el orden
moral, en el espiritual eso serán sus hijos y... de ordinario un poco menos. Se puede
aplicar a la familia lo que el santo Cura de Ars decía refiriéndose al Párroco: "Un
cura santo, una buena parroquia, un cura bueno, una parroquia tibia; un cura tibio,
una parroquia pésima...". Hay en el orden moral una ley que se asemeja a la de la
degradación de la energía en el orden físico. Por eso es muy importante señalar con
precisión la influencia educadora del hogar y los medios precisos en que ha de
insistirse para formar un hogar cristiano.
Es indiscutible que hay un gran bajón en la vida de hogar en Chile en estos
últimos años. Hasta hace unos veinte años nuestros hogares eran un orgullo nacional
por la severidad de sus costumbres, por la unión que reinaba entre ellos, por el
espíritu de trabajo y moralidad de los hijos. Desgraciadamente muchos factores que
analizaremos van minando esa institución básica que hemos de salvar con urgencia,
pues es la célula fundamental de la sociedad, la primera escuela, la más alta
universidad. No nos acontezca como a un país de Europa cuyo Jefe de Estado se
lamentaba que la guerra, antes que en el campo de batalla, se había perdido en el
terreno familiar.
ENEMIGOS DE UN AMBIENTE FAMILIAR EDUCATIVO
El primer enemigo del hogar cristiano es la inexistencia misma del hogar.
¡Cuántos hogares modernos son todo menos un hogar!... Son un auto, un par de
butacas en el biógrafo -con frecuencia no juntas- una mesa de bridge, en que la
madre mata las tardes y una diversión de club o de cantina para el marido según
sean sus medios de fortuna, pero para el caso es lo mismo... Todo menos un hogar.
¡antes que todo, pues, hay que tender a que haya hogar! Por eso no podemos menos
de mirar con profunda simpatía la idea que vienen propiciando nuestras leyes de
dar facilidades a los empleados y trabajadores para que adquieran su casa, su
pequeña casa. Hay que aconsejar con insistencia esta idea y sugerir continuamente
que cada uno con sus ahorros vaya trabajando por adquirir el hogar futuro, que
venga a ser nido donde haya amor y cariño. Esa mirada al futuro hogar es
sumamente educativa y convendría aconsejarla al muchacho desde que empieza a
tomar su vida en serio. Muchos hogares se deshacen por culpa de la mujer: si
muchos maridos se alejan es porque ella comenzó por alejarse en primer lugar,
llevada de un deseo de vida hueca... Con frecuencia empieza por jugar una partida
de bridge; la partida se prolonga... el marido encuentra la casa en desorden, la mujer
ausente... él se aleja disgustado; el hogar se triza... se rompe.
Otras veces el marido se aleja porque la mujer no hace nada por alegrar la vida
del hogar ni siquiera por conservarlo: no es dueña de casa; es gastadora, todo se le
hace poco; no sabe pegar un botón. Pasó su juventud pintándose las uñas y
arrancándose las cejas, y llegó al matrimonio creyendo que podía seguir haciendo lo
mismo, o si quiso enmendar rumbos no supo cómo hacerlo. De aquí que nunca
inculcaremos bastante a los jóvenes que se fijen bien en la compañera que va a elegir
si quieren formar un hogar cristiano, un hogar que sea el ambiente que ellos desean
para educar a sus hijos. El matrimonio no cambia de ordinario a la mujer, como no
cambia tampoco al marido. El adagio "genio y figura hasta la sepultura" tiene un
valor grande en el orden de las realidades.
Si mucho puede hacer la mujer porque haya hogar, mucho más puede hacer el
hombre por desunirlo, ya que sus faltas son más graves y de más trascendencia de
las que podríamos llamar ligerezas de la mujer. La infidelidad del marido es una
falta por desgracia demasiado frecuente y que el vocabulario corriente parece
excusar con inaudita inconciencia. ¡Con cuánta frecuencia el marido tiene un hogar
doble, mantiene culpablemente un hogar que no es el suyo y al cual reserva su
cariño, su ternura, su dinero, mientras no tiene para el propio más que la dureza, la
terquedad, la tacañería. ¿Cómo va a tener dinero para su casa si tiene que mantener
dos y si la que no es su mujer reclama gastos superfluos, lujos, regalos que jamás
pensó en dar a quienes tendrían derecho a reclamarlos? ¿Cómo va a tener cariño
para su mujer e hijos si gasta su amor en quien con celo avasallador reclama un
alimento artificial, para matar la amargura del pecado? A veces la maldad no llega a
tanto: no es el hogar doble, es la infidelidad ocasional... y esa ocasión se repie con
frecuencia... Comidas con amigos; el club aristocrático o la cantina de barrio para el
caso son lo mismo. ¡Cuántas veces esas reuniones terminan en la diversión ilícita que
llena de amargura el corazón de la esposa que espera en vano hasta altas horas de la
noche, mientras el marido pierde la gracia santificante de su alma, su dignidad de
hombre, su fe de esposo, su autoridad de padre...
Bien se comprende que en estas condiciones el ambiente del hogar no
contribuye a educar a los hijos. Las trizaduras, a veces las quebraduras de la unión
conyugal trascienden a los hijos. Ven ellos a su madre triste y llorosa, su cabello que
encanece, sus ojos surcados de ojeras; la sorprenden a veces llorando... Alguna vez
perciben una discusión. Saben que su padre no frecuenta los sacramentos. Al
principio estuvieron engañados, pero pronto llegaron a sospechar la realidad. Una
incógnita se levanta en el alma del niño. ¿Qué será? Al descubrir la realidad se siente
convulsionado, su carácter se cierra, se vuelve hosco, no acude a su padre en busca
del consejo que tenía el derecho de pedir... Cuando llega la edad de las pasiones y se
levantan las primeras tentaciones no tiene delante de sí el ideal de sus padres si es
que ha sorprendido en ellos debilidades que quitan su fuerza al amor. Por eso hay
que insistir tanto a los jóvenes desde muy temprano en el criterio de rectitud moral,
ya que esas faltas de adultos no son sino la aplicación de un criterio que adquirieron
tal vez al entrar a la pubertad... "en materia pasional todo es lícito al hombre". Los
que aplican cuando niños o cuando jóvenes este criterio tienen grave peligro de
seguir aplicándolo cuando hombres. Creerán corregirlo al contraer matrimonio, pero
desacostumbrados al vencimiento no aprenderán después lo que debieron haber
aprendido desde jóvenes.
No hay que cansarse de repetir a los jóvenes el consejo de Alexis Carrel: "el
éxito del matrimonio requiere saber contenerse; requiere carácter, carácter que en
algunos individuos debe llegar al heroísmo. Antes del matrimonio el estado ideal es
castidad. La castidad requiere entrenamiento moral prematuro. Es la más alta
expresión de la autodisciplina".
LAS PEQUEÑAS VIRTUDES DEL HOGAR
El hogar-escuela a más de la gran virtud de la mutua fidelidad requiere mil
otras virtudes que podríamos llamar pequeñas. La presencia de ambos esposos en el
hogar, sabiendo el marido desentenderse de negocios, de club, de diversiones con
amigos; y la esposa de las tertulias, comadreos, partidas para darse el uno al otro. En
un Santiago no tan lejano teníamos ocasión de presenciar ejemplos como el de Don
Ramón Barros Luco que aun siendo Presidente de la República y de avanzada edad
salía cada tarde del brazo de su esposa, dando muestra de la unión íntima del hogar.
El respeto mutuo. Que cada uno de los miembros del hogar trate a los demás
con el mayor respeto y delicadeza. El marido que trata con poca consideración a su
mujer, que le echa la culpa de todo ¿cómo va a formar un hogar cristiano? ¡Palabras
altas en la mesa, delante de los hijos, delante de los empleados! ¿Cómo van los niños
a respetar a su madre si no la respeta su propio marido? Es, pues, necesario saber
callar, saber disimular y el santo propósito de no hacer jamás una escena delante de
los que sólo pueden formarse admirando a su madre. Del fracaso de la educación de
los hijos que no culpa a nadie el padre que no supo respetar a su mujer.
Esta educación del respeto debe irse adquiriendo desde la primera infancia:
respeto de los hermanos entre sí, respeto con los sirvientes, respeto a los pobres, los
mendigos y hasta a los borrachos. Respeto a todo ser humano por ser imagen -a
veces muy desteñida- de Dios, pero en todo caso imagen del Creador, hijo de Dios,
hermano de Cristo, templo actual o llamado al menos a serlo, del Espíritu Santo.
Este respeto, claro está debe dirigirse antes que todo a los padres en quienes
debe el hijo ver los representantes de Dios, y a quienes debe amar con toda la ternura
de su corazón. ¡La veneración por la madre! Ojalá meditaran los jóvenes las
hermosas palabras de Mons. Ramón Ángel Jara, uno de nuestros más grandes
oradores, estampadas en un álbum donde vacía lo que él pensaba de su madre:
"Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y algo de
ángel por la incansable solicitud de sus cuidados.
"Una mujer que siendo joven tiene la reflexión de la anciana, y en la vejez
trabaja con el vigor de la juventud.
"Una mujer que si es ignorante descubre los secretos de la vida con más acierto
que un sabio, y si es instruida se acomoda a la simplicidad de los niños.
"Una mujer que siendo pobre, se satisface con la felicidad de los que ama;
siendo rica, daría con gusto sus tesoros por no sufrir en su corazón la herida de la
ingratitud.
"Una mujer que siendo vigorosa, se estremece con el vagido de un niño; y
siendo débil se reviste a veces de la bravura del león.
"Una mujer que mientras vive, no sabemos estimular, porque a su lado todos
los dolores se olvidan, pero después de muerta daríamos todo lo que somos y todo
lo que tenemos por mirarla de nuevo, por recibir de ella un acento de sus labios. De
esa mujer no me exijáis el nombre a mí, si no queréis que empape con lágrimas estas
páginas, porque yo la vi pasar en mi camino".
EL SACRIFICIO EN EL HOGAR
Hay un punto fundamental para que el hogar sea realmente una escuela y es el
ambiente de un gran idealismo en el hogar, que se traduzca en la aceptación
generosa de todos los sacrificios anexos al deber de Estado. Toda acción no es más
que la proyección de un ideal. Si no hay ambiente de idealismo generoso no habrá
vida honesta, porque no habrá fuerza para aceptar los sacrificios que supone la
honradez de la vida. En psicología se prueba claramente que el elemento más
poderoso para orientar una vida es la visión clara de un ideal. Esto vale más que la
repetición de actos, que los castigos y amenazas, o más bien todos estos medios son
inútiles donde no hay un gran idealismo que impulse al joven a superarse a sí
mismo.
Pero no puede menos de negarse que hay en Chile una baja grande de
idealismo y de sacrificio; esta crisis de idealismo es tanto más grave cuanto toma las
clases superiores de la sociedad... Es harto triste ver que los ídolos de nuestro tiempo
son "el amor y la platita", la comodidad, la diversión... la palabra sacrificio suena mal
en nuestra época y se pide que se la cambie. Las diversiones aumentan en forma
pavorosa y la inmensa mayoría de nuestros contemporáneos aspira a una existencia
de perpetuo week-end, a una existencia de fin de semana con un mínimun de
esfuerzo y un máximum de placer.
Los centros de diversión se multiplican en forma alarmante. Los biógrafos han
aumentado en el mundo de 8.000 que había en 1914 a 89.000 en 1938, que reciben
cada semana 300.000.000 de espectadores. En Santiago hay más de 100 salas de
biógrafo. Y mientras aumentan los biógrafos, los autos, las comodidades y
diversiones, disminuyen los hijos en forma pavorosa, de manera que en algunos
países el número de nacimientos no llega a cubrir el número de defunciones. "Entre
tener un hijo o tener un auto, prefiero un auto. Es más cómodo" decía una señora
tipo 1942... Todo este ambiente materialista está invadiendo el hogar del rico y el
hogar del pobre y lo va haciendo degenerar.
Cuando hay un dolor no se tiene el valor de soportarlo y de ahí que cundan las
drogas, las bebidas, los calmantes. Si el dolor se produce en el hogar, se rompe el
matrimonio con un fácil proceso de anulación... Cada uno de estos últimos años ha
habido más de mil nulidades de matrimonio, divorcios auténticos que dejan a los
hijos sin madre o sin padre y los exponen a ser unos descentrados en la vida... La
Iglesia ha condenado con ex comunión a los que intentan fraudulentamente anular
su matrimonio civil. No han faltado críticas que tachan a la Iglesia de intolerante e
incomprensiva, y muchos de los que hacen estas críticas ¡creen conservar su fe
cristiana!... Guardan del catolicismo el nombre, las prácticas, los santos, las mandas,
los escapularios, el Cristo en la cabecera de la cama... pero no se resignan a llevar la
imagen de Cristo en el fondo del corazón, a vivir crucificado con Cristo.
Esta falta de espíritu de sacrificio en el hogar se traduce también en la falta de
práctica religiosa: apenas un 10% de los hogares chilenos van a Misa el domingo,
quedando sin cumplir el precepto muchos católicos conscientes de su deber y que
podrían hacerlo sin dificultad... Igualmente por falta de espíritu de sacrificio se
niegan los padres con demasiada frecuencia a permitir a sus hijos la entrada al
seminario o a un noviciado cuando lo desean, porque quieren al hijo para ellos para
servirse de él: estiman que los hijos son para los padres y no los padres para los
hijos... Esa misma falta de espíritu de sacrificio es la que ahuyenta a tantos jóvenes
de la vocación sacerdotal, porque supone sacrificios y renunciamientos. De aquí que
lamentamos la falta tan inmensa de sacerdotes que deja sin atención religiosa a más
de 4.000.000 chilenos... Muchos son los llamados, pero pocos se dejan escoger por
miedo al sacrificio...
Hogar sin ideales será hogar sin sacrificio. Hogar sin sacrificio será hogar
mundano, hogar pagano, hogar que llevará a la Patria a la ruina y el alma al infierno.
Cuando el placer es la consigna de una generación decae y esa nación pierde su sitio
preponderante.
COMO SE HA DE EDUCAR EL HOGAR
La educación en el hogar se ha de hacer más por lo que el padre hace que por lo
que dice, más por la vida que muestra que por las palabras que enseña, más por lo
que es que por lo que tiene. Ser y hacer, vivir y enseñar, son verbos diferentes y los
primeros son mucho más valiosos que los segundos. Es casi nula una educación que
no se basa en el ejemplo. Si los hechos contradicen a las palabras no hacen impresión
alguna: las palabras vuelan, los ejemplos mueven; más aún suelen causar
desprestigio y provocar una reacción contraria las lecciones de honestidad
predicadas por quienes no acomodan a ellas sus vidas. "Nuestras obras nos siguen",
es el hermoso título de una novela que es una profunda realidad; nos siguen y nos
sancionan en nuestros hijos.
La educación del ejemplo es, pues, la primera educación, y la que se da todos
los días. Es imposible que la realidad de una vida no se transparente entre quienes
viven continuamente juntos. Y el niño que es perspicaz, comienza por sospechar esa
realidad y terminar por descubrirla.
¿Cuándo ha de comenzar a darse ese ejemplo? Una madre lo preguntaba a un
gran educador y éste le respondió: "¿Cuántos años tiene su niño?". Dos años -
contestóle. "Pues, ha perdido Ud. dos años". Ese ejemplo ha de darse desde los
primeros días de la vida del niño, y esos primeros años son de una influencia
trascendental a juicio de todos los psicólogos. Napoleón iba aún más lejos y afirmaba
que la educación de un niño comienza cien años antes que nazca el niño. Las
modernas experiencias de psicología dan razón al aserto de Napoleón, pues, tienden
a confirmar que incluso cualidades adquiridas por trabajo personal van modificando
nuestro sistema nervioso y tienden a transmitirse, no en forma que supriman la
libertad, pero sí tienden a modificar las condiciones internas de la vida del niño. Hay
una célebre experiencia psicológica de Mac Dougall que ha costado varios cientos de
miles de pesos que parece probar este aserto. Esto nos llevaría a la conclusión
alentadora que no hay esfuerzo perdido... que todo lo que hagamos nos irá
transformando y tenderá a transmitirse a los descendientes.
CONCLUSIONES. Apreciar enormemente la influencia educadora del hogar.
Respetar el hogar como un santuario y a cada una de las personas que lo componen.
Veneración por las madres, el culto cristiano de la madre; el respeto a los hermanos,
sirvientes, pobres.
Los que aspiren a formar un hogar que se fijen en buscar una compañera que
reúna las condiciones de la esposa ideal, "que más que el superfluo ornato del
cuerpo cultive la hermosura de la virtud" (del ritual Toledano en la exhortación
matrimonial). En el pololeo cultivar el respeto a la futura madre de sus hijos.
Convencerse íntimamente que no hay hogar sin ideal, ni ideal sin sacrificio. Sin
sacrificio se vuelve al paganismo, se arruina la Nación.
Cultivar el espíritu de sacrificio: privación en las diversiones; mayor austeridad
de vida; renunciar a golosinas, comidas a deshora; sacrificar lo superfluo e incluso
algo de lo necesario para ayudar a los demás.
Ser intolerante con los que pretenden rehacer su vida atropellando los precepto
del Evangelio: matrimonios de divorciados, escándalos públicos.
RECAPITULACION. ¿Cuál es la influencia primera que recibe un niño? ¿Cuál
la más profunda? ¿Desde qué edad hay que preocuparse de dar ejemplo a los que
nos rodean? ¿Qué sentido tiene el pensamiento de Napoleón que la educación de un
niño comienza 100 años antes que nazca? ¿Qué sentido tiene el pensamiento:
"Nuestros actos nos siguen"? ¿Cuáles serían las virtudes de una esposa que sea una
madre ideal?
OBJECIONES. La vida de hogar tomada en la forma de esta conferencia es un
martirio y el hombre tiene el derecho a su vida.
La juventud vivida en este ambiente de respeto no es juventud. Conviene que
el joven lleve al matrimonio una experiencia de la vida que lo preserve del deseo de
salir después en busca de aventuras.
La vida de hogar es monótona... hay que reducirla al mínimo. La estabilidad en
el hogar es una quimera... El hombre es incapaz de sobreponerse al tedio de una vida
cuyos ideales se han perdido. Hay, pues, que rehacerla. Los hijos no pueden ser un
obstáculo a que el hombre goce de su corta vida...
La fidelidad absoluta en el hombre ¡imposible! ¡¡¡Hay tales circunstancias!!!...
XXVI
VALOR EDUCATIVO DE LA LITURGIA*
CUESTIONARIO. ¿Qué es la liturgia? ¿Cómo podemos aprovechar la liturgia
en la educación cristiana? ¿Qué valor educativo tienen las ceremonias religiosas, el
culto público, el arte católico, los períodos litúrgicos?
Exposición. Liturgia es el culto oficial de la Iglesia, o sea, es la oración del
Cuerpo Místico de Cristo como tal. Esta oración oficial está revestida de formas
externas. De aquí que se llame también liturgia todo el conjunto de ceremonias, de
música, objetos de culto con que significamos a Dios nuestra oración. Con todo, más
que las ceremonias externas, merece propiamente el nombre de liturgia el acto de
adoración de la sociedad cristiana que es la Iglesia. El valor educativo de la liturgia
parte de la base que el hombre es un compuesto del cuerpo y alma y que el alma se
vale del cuerpo para recibir primero y para comunicar después sus conocimientos,
sus afectos, sus emociones. Excelente pedagoga, la Iglesia utiliza los objetos, todos: el
incienso, la cera, el aceite, el agua, la sal, la ceniza, los gestos externos, la señal de la
cruz, los golpes de pecho, el arrodillarse, etc., como medios que inciten al hombre a
despertar en el interior de su espíritu un sentimiento correspondiente ante la
Divinidad.
La idea central que la Iglesia quiere recordar a sus fieles es el sitio fundamental
que ocupa Cristo en su vida. La Iglesia vive porque murió Cristo. Alrededor del
sacrificio de Cristo, la Iglesia centra los actos principales de su liturgia. Así el acto
litúrgico por excelencia es la Santa Misa, memorial permanente del Sacrificio de
Cristo. La Cruz de Jesús preside sus templos y sus altares; haciendo una cruz se
bendicen los objetos y se comienzan todos los actos litúrgicos para recordar a los
fieles el valor central de la Pasión. La vida de Cristo, como que es el modelo para
todo cristiano, es también la norma para la composición del año litúrgico, que
considera los principales períodos de la vida del Señor: la preparación de su venida,
el Nacimiento, los hechos más salientes de su vida pública como la Transfiguración,
la Institución de la Sagrada Eucaristía, su Resurrección y Ascensión a los cielos. En
cada uno de estos períodos el alma de los fieles va empapándose de un sentimiento
correspondiente. Ya es una súplica ardiente por la venida del que los ha de redimir,
ya es el goce de estar con Jesús Niño pobrecito y humilde; o ya es el sentimiento de
dolor que despierta en el alma el recuerdo de su Pasión, sentimiento largamente
preparado por la Cuaresma. Su resurrección nos inunda de profunda alegría y el
recuerdo de las apariciones de Cristo deja en el alma un sabor de intimidad. Su
ascensión a los Cielos arrebata estos corazones a lo alto donde mora Cristo, nuestro
Tesoro y de donde ha de venir lleno de gloria y majestad a juzgar a los vivos y a los
muertos.
De lo que acabamos de ver aparece cómo la liturgia pone de relieve a Cristo
ante los ojos de los cristianos. Asimismo los demás dogmas de nuestra fe constituyen
en la piedad litúrgica su fondo más íntimo. "La ley de orar es la ley de creer" decían
los antiguos y fiel a este principio, la liturgia recuerda continuamente a los fieles el
sitio preeminente de la Santísima Trinidad en la vida cristiana. "En el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo", El "Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al
Espíritu Santo" resuena a cada momento en sus oficios. Sitúa perfectamente la
liturgia el sitio céntrico del Padre a quien se va por el Hijo en el Espíritu Santo.
Bástenos recordar algunos ejemplos. En el ofrecimiento de la Hostia: "recibe, oh
Padre Santo, esta Hostia...". Al término de las oraciones, la fórmula "Por Cristo
Nuestro Señor"; y no menos aquella otra "En Unidad del Espíritu Santo".
En los libros principales de la liturgia católica, el Misal y el Breviario, se nos
recuerda cada día algún pasaje de las Sagradas Escrituras, el libro destinado por
excelencia a iluminar nuestra fe.
A más de iluminar la inteligencia, la liturgia mueve la voluntad y la fortifica. Es
cierto que la liturgia insiste más en mostrar la verdad y vivirla que en un fin
directamente moralizador; pero no es menos cierto que esta misma exposición de la
verdad constituye el mejor argumento moral. Además, los sermones de los Santos
Padres que nos recuerda al Breviario; el ayuno cuaresmal, verdadera escuela de
carácter, y las exhortaciones continuas en sus oraciones a despreciar los bienes
perecederos para aspirar a los eternos, tienen un valor moralizador enorme.
La sensibilidad es tal vez la facultad humana más influenciada por la liturgia.
Todos los grandes genios han estado de acuerdo en la belleza de nuestro culto.
Protestantes, judíos, ateos, alaban la majestad de nuestros templos góticos y de
nuestras basílicas romanas, la sublimidad del canto gregoriano y el esplendor de las
acciones litúrgicas. San Agustín, aún pagano, dice: "Oh, cuánto lloré conmovido por
los suavísimos signos y cantos de la Iglesia... el corazón se encendía en afecto y los
ojos se deshacían en lágrimas". Fue la liturgia la que convirtió a Huysmans, "el hijo
espiritual de la liturgia católica", como lo llama el Marqués de Segur. Obra de la
liturgia fueron las conversiones de Joergensen, Claudel y Newmann quien aún
protestante, escribía: "Hay tanta belleza, tanta excelencia en los oficios del breviario
que si los controversistas católicos lo presentaran a un protestante sincero e
imparcial como el "Devocionario Romano", éste no tardaría en formar un juicio
favorable de la Iglesia Católica". Evers, pastor protestante, a quien Newmann atrajo
al catolicismo declaró que "La estrella que lo condujo al seno de la Iglesia Católica
fue el estudio del Breviario Romano".
La liturgia no se contenta con crear belleza y causar emoción sino que mediante
su simbolismo lleva al hombre a Dios. Las actitudes del cuerpo como el arrodillarse
y los golpes de pecho en señal de humildad, contribuyen a despertar el sentimiento
del arrepentimiento; la alegría y la firmeza se manifiestan en la actitud de pie; la
adoración en la postración o inclinación profunda, etc.
Los elementos materiales empleados en los sacramentos nos ayudan a
comprender admirablemente el efecto sobrenatural que esos mismos elementos han
operado en el alma. La sal del bautismo simbolizará la incorruptibilidad; el agua, la
limpieza del alma; el óleo de la Confirmación, la fuerza que daba a los antiguos
atletas el aceite con que friccionaban sus miembros. En el incienso simboliza la
oración que sube al cielo: "que mi oración, Señor, suba a tu presencia como este
incienso" dice el sacerdote al inciensan el altar. La luz nos simboliza la alegría y al
mismo tiempo a Cristo, luz del mundo. El fuego que consume la cera y el aceite nos
muestra la adoración que rendimos a Dios por medio de estos objetos. Estos
simbolismos tienen, como se ve, un gran valor educativo: enseñan a aprovechar los
dones de Dios en la adoración y acción de gracias que damos a ese mismo Dios. Lo
tienen además porque hacen que el hombre se sienta muy humano, hermano de los
hombres de todos los tiempos, que han usado esa misma agua, esa misma sal, el
mismo pan y el mismo vino, para rendir su culto a la Divinidad. Educan, en fin,
porque hacen que el hombre aún el más sencillo, incorpore a su vida las
concepciones más abstractas mediante estos símbolos concretos.
No sólo usa la Iglesia en su simbolismo estos elementos dados por la naturaleza
sino que crea ella misma objetos simbólicos: por ejemplo los Ornamentos Sagrados.
¡Cómo sabe la Iglesia infundir en sus hijos la alegría pascual vistiéndose de blanco y
oro; la tristeza del Viernes Santo y el día de Difuntos usando las vestiduras de luto;
la Penitencia Cuaresmal con el austero morado de sus ornamentos; la sangre de los
mártires y el fuego del Espíritu Santo, con el Rojo; la pureza de las Vírgenes y
confesores, con el blanco inmaculado!...
No es raro, pues, que genios como Paul Claudel, hablando de su conversión,
digan: "La lectura del oficio de difuntos y del de Navidad, las funciones de Semana
Santa, el sublime canto del Exsultet, me parecían inmensamente más ricos que los
acentos de Sófocles y de Píndaro: éstos me parecían huecos ante aquéllos; mi alma se
inundaba de respeto, gozo, gratitud, arrepentimiento y veneración. Poco a poco,
lenta y penosamente, veía yo en mi corazón que el arte y la poesía son también cosas
divinas".
Todas las artes han sido aprovechadas por la liturgia para unir al hombre con
Dios. La música, empleada en todos los tiempos como expresión espontánea de
todos los sentimientos humanos, ha sido admirablemente aprovechada por la Iglesia.
La música gregoriana nos presentará un triunfal y solemne Vexilla Regis, un fúnebre
Dies irae, exultantes Allelluyas y plácida recitación de sus salmos.
La arquitectura de nuestros templos góticos eleva el alma como la aguda flecha
a sus catedrales. Las pinturas, esculturas y mosaicos describen ante los ojos de los
rudos las maravillas del mundo sobrenatural con un lenguaje concreto.
Miguel Ángel, Da Vinci, Rafael y tantos otros estamparon su genio en las bellas
imágenes del Señor, su Madre, sus santos, para hacernos palpables estos modelos de
vida cristiana. Estas realizaciones artísticas nos hacen sensible la idea de nuestra
hermandad con estos seres extraordinarios que han vivido en este mundo y no entre
las nubes del cielo.
El tiempo litúrgico del que algo hemos dicho es uno de los grandes elementos
pedagógicos de la Iglesia. Va siguiendo la Iglesia la vida de su Cabeza y va haciendo
pasar al hombre por los grandes sentimientos humanos y aún por los sentimientos
mismos de Dios. El Adviento es tiempo de Penitencia, de espera y de espera gozosa.
Las ansias de Redención que tan bien sabe infiltrar la Iglesia con las profecías de
Isaías, etc. se van agudizando hasta que aparece el sol de Navidad. Todo es alegría
inocente, ingenua con el "Niño que nos ha nacido", con María, José y los pastores.
Seguimos de fiesta hasta la Epifanía donde el Niño se hace Rey de los gentiles. Por
varias semanas permanecemos llenos de gozo, pero ya un gozo más marcial, que el
familiar de Navidad. Para no pasar bruscamente del estallido alegre de la Epifanía a
la severa penitencia de cuaresma, nos prepara la Iglesia con la ante-cuaresma, tres
semanas en que ya se de viste morado y se deja el gozoso aleluya, pero todavía las
flores y el órgano alegran sus funciones. Imponiendo la ceniza, recuerdo de la gran
verdad que "somos polvo y en polvo os vamos a convertir", comienzan los cuarenta
días de penitencia y reflexión sobre el fin del hombre, la Redención, el pecado. Estos
sentimientos llegan más a la honda tristeza en la Semana Santa: dolor humano unido
al gran dolor redentor de Cristo; por lo mismo, dolor que nunca es desesperado sino
que siempre está lleno de la Resurrección. Las lamentaciones de Jeremías, los
Improperios del Viernes Santo, los responsorios del Breviario y todos los oficios de
Semana Santa son verdaderas obras de arte del sentimiento cristiano. Llega por fin
Pascua: ¡Alleluya, alleluya! Estalla en nuestros corazones este grito, por la alegría
triunfal de nuestro Jefe resucitado: el color blanco, las jubilosas campanas, los
múltiples alleluyas, el órgano y el coro con sus melodías maravillosas nos saturan de
alegría pascual, preludio de la del cielo. Ascensión, tristeza mezclada de gozo
esperando al Espíritu Santo que nos llene de dones en Pentecostés. Y viene luego a
todo el resto del año, esas "semanas después de Pentecostés": ya la liturgia no es tan
dramática y movida como lo ha sido hasta aquí, pero en su serena calma habitual es
hermosa y su claridad es el resplandor que tienen obras clásicas.
Hemos visto rápidamente cómo el hombre que vive la vida de la Iglesia en la
liturgia ha pasado por todos los sentimientos nobles que debe tener un ser humano
elevado; su reflexión, penitencia, gozo, tristeza, entusiasmo, ternura. Esto a través
del ciclo litúrgico. Si a esto agregamos las fiestas del Señor, la Virgen y los santos; el
amor reparador que evoca el Sagrado Corazón; el ardor marcial que suscita la fiesta
de Cristo Rey; la pureza y ternura que despierta el recuerdo de las fiestas de la
Virgen, no menos que el ansia de la imitación, propia de las fiestas de los santos
nuestros hermanos de carne y gracia, tendremos que, en realidad, la liturgia es gran
maestra en el arte de educar.
Un valor educativo inmenso reside también en el estilo litúrgico. Es realmente
imponente una misa pontificial: los movimientos reposados y graves de los
ministros, la cera, el oro, el incienso, el cántico, dejan la impresión de grandeza y
respeto. Una bendición con el Santísimo Sacramento penetra en el alma de la
presencia del Dios que el sacerdote toma la custodia y con digna lentitud traza la
señal de la cruz sobre los fieles. El orden, tan necesario el la vida, queda de relieve en
una ceremonia litúrgica donde todo está previsto para que no haya precipitado ni
movimientos nerviosos. La sobriedad es característica de la liturgia: no hay en ella ni
llantos, ni alaridos de dolor ni rugidos de alegría: las postraciones son raras en
momentos de suma importancia. Por eso es que la liturgia no cansa y se puede
repetir siempre en forma igual, ya que los sentimientos que exige son los que todo
hombre noble e idealista puede pedir a su alma.
Rezar la Misa y no rezar en la Misa. Rezar las mismas oraciones del sacerdote;
en la misa cantada entonar las melodías sublimes de la Iglesia. Hasta donde sea
posible introducir en nuestras devociones las horas del Brevario Romano que se
encuentran en el libro "Alabanzas al Señor".
Rezar antes de las comidas, antes de comenzar cualquier acción las sugestivas y
elevadoras oraciones que para ellas tiene la Iglesia. Que no haya ninguna parte de
nuestra vida, fuera del espíritu de Nuestra Madre la Iglesia, que tiene bendiciones
litúrgicas para el vino y el pan, para el fuego y la casa, para las semillas y los
campos, cosas todas tan antiguas como el hombre; pero que también tienen su
bendición litúrgica, para los ferrocarriles y telégrafos, para los aeroplanos y
sismógrafos, no queriendo dejar ninguno de los modernos inventos sin que sea ella
quien los introduzca en la vida cristiana como medio para llevar las almas al cielo.
Obras litúrgicas que deberían figurar en nuestro centro son las siguientes: El
Misal; "Guía del año litúrgico" de Dom Pío Parch; "Sigamos la Santa Misa", del
mismo autor; "La misa y su Liturgia" de Dom Vandeur; la "Flor de la Liturgia" de
Azcárate; "Liturgia" de Lefebvre; la Enciclopedia de Bloud et Gay. Un librito que no
debiera faltar en ningún centro y de fácil adquisición es el de Monseñor Manuel
Larraín, "Piedad y Liturgia" que ha tenido ya tres ediciones en nuestro país.
El dialogar la misa debería ser una práctica habitual de todos los centros de A.
C. Igualmente el aprender a cantar las misas solemnes. ¡Qué hermoso es, decía Pío X,
oír resonar la Catedral con los solemnes tonos de la Misa de Angelis cantada por
todo el pueblo!
La misa diaria seguirla, más aún, decirla junto con el sacerdote en nuestro
Misal.
Nuestra actitud, no sólo en la Iglesia, sino hasta en la casa y en la calle tendrá
esa compostura propia de un cristiano que ha aprendido a tratar con Dios.
Rezar antes de comer y por la mañana y por la noche. Y en el estudio y en el
trabajo, las oraciones que nos da la Iglesia.
Pedir la bendición de la Iglesia para nuestras casas y para todas las
circunstancias importantes de la vida.
En las reuniones de A. C. pedir al asesor una explicación de la época litúrgica
que se está viviendo.
RECAPITULACION. ¿En qué forma puede ayudar la liturgia en la educación?
¿Cuáles son los principales aspectos de la vida humana en los cuales ejerce una
influencia la liturgia? ¿Cómo vivir el ciclo litúrgico?
OBJECIONES. La Iglesia habla, canta y reza en un idioma extraño al mío: el
latín, como queriendo reservar sus oraciones para los sacerdotes.
Responderemos aquí a esta objeción ya que no se ha tratado el punto en la
exposición del tema: El latín era lengua popular y universal en la época en que la
Iglesia compuso el Canon de la misa, y gran parte del Breviario y además libros
litúrgicos. La Iglesia, amante de la tradición, no menos que de la unidad dentro de la
gran variedad de sus miembros, ha preferido guardar esta lengua que de hecho ha
contribuido enormemente a evitar divisiones doctrinales. Es un hecho que hay
mayor cohesión en la Iglesia latina que en las iglesias orientales, cada una con su
lengua y rito propios.
Junto a esta aspiración de unidad que da el latín procura la Iglesia vulgarizar
hasta donde es posible el uso de las traducciones del misal y del breviario,
conservando así las ventajas del latín y ayudando a los fieles a entender todas sus
oraciones y ceremonias.
XXVII
EL LIBRO Y LA EDUCACION*
CUESTIONARIO. ¿Podemos prescindir de la lectura de lo que los hombres han
producido? ¿Qué papel desempeña la lectura en la formación integral? ¿Qué
significa el libro para el joven de la A. C.? ¿Qué criterio hemos de tener en la elección
de los libros? ¿Qué daños produce la mala lectura? ¿Cómo hemos de leer? ¿Cómo
hemos de propagar la buena lectura?
Exposición. Necesidad de la lectura. El hombre es un ser limitado y lo que
producimos nosotros mismos es tan poco que la vanidad parece increíble. La historia
de la humanidad ha enseñado que es imposible todo progreso si se prescinde de la
colaboración de los demás. Se creía hasta hace poco que Homero había escrito sus
magníficas epopeyas sin antecedentes literarios, pero modernos estudios han
descubierto los modelos de que se sirvió y la existencia de otros poetas y
documentos anteriores, de los que Homero sólo fué un discípulo e imitador. Así se
ha establecido es la literatura, como una ley universal, el hecho de la imitación,
compatible con la originalidad.
La lectura es un elemento indispensable para nuestra formación integral. Ella
nutre el entendimiento con la verdad, deleita nuestras facultades estéticas con la
belleza y mueve nuestra voluntad con el bien. La lectura ha sido para muchos
hombres ilustres la chispa que iluminó su genio. La Biblia despertó el genio de
Bossuet, como "El tratado del hombre" de Descartes despertó el de Malebranche. San
Agustín con las Epístolas de San Pablo, San Ignacio con los Evangelios y las vidas de
los santos se encendieron en deseos de perfección.
Sin lectura nunca seremos eruditos. Los conocimientos adquiridos en la
escuela, colegio o universidad pusieron sólo fundamentos del edificio que después
habíamos de construir con nuestra propia formación. Esos estudios metódicos
organizan nuestra cabeza formando casilleros que después hay que llenar de nuevos
conocimientos.
El gran obstáculo para la adquisición de la potencia literaria es la esterilidad
literaria o incapacidad de encontrar ideas susceptibles de ser desarrolladas o que
puedan ayudar al desarrollo.
Proviniendo esa esterilidad de la ignorancia o falta de instrucción se la ha
combatir por el estudio y la lectura.
No se aprende a escribir sin leer. "Nuestros conocimientos son los gérmenes de
nuestras producciones" ha dicho con razón Buffon en su inmortal discurso sobre el
estilo. El talento no se crea, se transfunde por infusión. De las veinte lecciones a que
reduce Albalat el Arte de escribir la tercera está dedicada a la lectura.
"La lectura, dice este autor, es la base del arte de escribir. Es necesario leer lo
que los otros han escrito, a fin de escribir uno mismo para ser leído. La lectura disipa
la sequedad, activa las facultades, pone en libertad la imaginación. La lectura es el
gran secreto, ella enseña desde la ortografía hasta la construcción de frases".
La lectura no es menos necesaria como preparación para la acción. ¿Y dónde
encontrar la doctrina que fecundará la acción? En los libros. El libro es el más fiel
guardián del pensamiento humano, el maestro siempre dispuesto a responder
sabiamente a nuestras preguntas.
A la acción disolvente de los periódicos sin doctrina, a la molicie de las
costumbres, a la confusión de ideas reinantes, hay que oponer una doctrina común
asimilada en la lectura de autores escogidos.
Existe en el mundo más ignorancia de lo que nos podemos figurar. Hay más
ignorancia que hostilidad. Contra esta ignorancia el remedio es enseñar. La lectura
es necesaria al apóstol para renovar sus ideas. El que no lee consume pronto su
caudal de conocimientos, repite y se hace fastidioso. Sus horizontes, siempre los
mismos se limitan cada vez más. Se termina siendo trivial por falta de nuevos modos
de presentar la doctrina.
Selección de libros. ¿Qué libros hay que leer para recoger tan preciosos frutos?
Hay muchos libros en nuestros días. Aún entre los buenos es necesaria la elección.
"No leáis los libros buenos" decía un profesor a sus discípulos, y ante la sorpresa de
éstos añadía "leed sólo los mejores". "El arte de no leer, dice Schopenhauer, es de lo
más importante. Leed exclusivamente las obras de los grandes espíritus, sólo éstas
forman e instruyen realmente". Y Voltaire decía: "con los libros hay que ser como con
los hombres, elegir algunos amigos en la multitud, vivir con ellos y descuidarse del
resto".
La lectura, decíamos, es un medio de formación, por lo tanto elijamos sólo
aquellos libros que contribuyen a hacernos hombres. La primera norma será la
exclusión de todo libro que éste fuera de la doctrina y la moral de la Iglesia. El libro
contra las costumbres desfigura el bien así como el libro contra la fe desfigura la
verdad. Esta regla es negativa y por ella sólo excluímos lo que no es bueno. Es
necesario saber cómo elegiremos aún entre los buenos los que más nos convienen,
los mejores. Ni basta tener principios generales para la elección de los libros; lo
difícil es aplicarlos al caso particular. ¿Este libro será formativo, sano, apto para mis
necesidades? El mejor medio para no errar en esta materia es la consulta a una
persona entendida.. Muy sabio es el consejo que se da a los hijos de consultar
siempre sus lecturas con sus padres experimentados. Un sacerdote, el director
espiritual son los más indicados para aconsejarnos el libro que ha de cooperar a su
acción de enriquecer nuestras inteligencias y formar nuestras voluntades.
"Al elegir libros para vuestras lecturas, dice Monseñor Baunard, dad
preferencia siempre a los viejos sobre los nuevos. Los libros viejos tienen la ventaja
de haber recibido la sanción del tiempo, que no permanece fiel más que a lo que es
verdaderamente digno de vivir".
LOS MALOS LIBROS
El pecado capital de los tiempos actuales es haber convertido en instrumento
de perdición el invento de Gutenberg que la bondad de Dios concedió para iluminar
y santificar las almas. Los libros buenos que salen de las prensas son en número
insignificantes al lado de los malos. El escándalo de un orador no pasa más allá de
donde su voz llega; pero una débil hoja que se lleva el viento recorre el mundo y
resiste a la acción del tiempo mejor que grabada en mármol.
Hay venenos para el alma como hay venenos para el cuerpo; las falsas máximas
producen una muerte tan segura como las substancias venenosas. El que lee un libro
por este solo hecho se hace, en cierto modo, discípulo del autor, a cuyo magisterio se
confía y entrega.
Aún los mismos que poseyendo más altas dotes intelectuales disciernen con
exactitud lo verdadero de lo falso pueden correr serios peligros entregándose a las
malas lecturas. El hombre está inclinado al vicio y aunque conozca, como dice el
poeta, lo mejor, abraza lo peor, porque una cosa dicta la razón y otra cosa persuade
la concupiscencia. La lección continuada de obras anticatólicas concluye arrancando
del alma la fe.
De todas variedades de formas literarias la novela es la más leída y por lo
mismo la más cultivada. "Puede decirse, afirma Valera, que es el único libro que lee
la generalidad de los que leen".
Las novelas ocupan las cuatro quintas partes de los estantes de las librerías
públicas. La idea novelesca va infiltrando poco a poco en conciencia social, llegando
a adquirir a veces fuerza bastante para derribar lo que parecía más firmemente
establecido.
La Iglesia prohíbe novelas, pero no las novelas. "La buena novela, dice un
autor, la novela que aspira a deleitar por medio de la belleza, no puede menos de
contribuir mucho al triunfo de la verdad y del bien, por la íntima relación que existe
entre lo bello, lo verdadero y lo bueno". Puestas al servicio del bien pueden ser un
elemento altamente moralizador y de gran influjo en el desarrollo de la cultura. Pero
desgraciadamente por lo mismo que es tan popular y leída la novela, de ningún otro
género se ha abusado más y de ella se han servido los que se proponen corromper la
sociedad halagando todos los malos instintos, y lisonjeando las más bajas pasiones.
La Santa Sede ha condenado muchas novelas cuyos nombres y autores se
publican en los llamados "Índices de libros prohibidos". Esas novelas al ser
prohibidas lo están en todo el mundo y en cualquier lengua que se traduzcan. No se
las puede editar ni poner en venta bajo pena de pecado mortal. Pecan igualmente los
que las retienen sin permiso.
No hay que creer que se pueden leer todos los libros que no se hayan
nominalmente censurado. No son honradas todas las personas que no están en las
cárceles.
Aún tratándose de libros buenos, para decidir en casos particulares si conviene
leerlos, es preciso tener presentes las ocupaciones del lector, su edad, su sexo, su
formación, y hasta su temperamento.
Hay que temer la complicidad secreta que encuentra el libro en nosotros, en
nuestra sensualidad y en nuestra curiosidad.
Se ha llevado cuenta de las locuras producidas por las malas lecturas; y se han
hecho estadística judiciales de los crímenes por ellas sugeridos, y de los suicidios de
que han sido causa. Pero ¿quién puede contar los suicidios de las almas?
METODO EN LA LECTURA
Saber leer es un verdadero arte. Emilio Faguet tiene un interesante libro
titulado "El arte de leer". ¿En qué consiste este arte? Debemos, contesta el autor
citado, antes de nada preguntarnos para qué y por qué leemos. ¿Es para instruirnos?
¿Es para juzgar las obras? ¿Es para simple deleite o regocijo?
En el primer caso debemos leer lentamente; con la pluma en la mano anotando
todo cuánto nos enseñe el libro, todo lo que haya de desconocido para nosotros.
Después debemos releer muy despacio cuánto hayamos escrito. En el segundo caso
cuando se leen las obras para juzgarlas, también hay que leer lentamente, tomando
notas a cada momento incluso sobre fichas o tarjetas de índice. Insiste
principalmente Faguet en la necesidad de leer lentamente. Hay que renovar
constantemente la atención. Es increíble lo que leemos distraídos. Se dirá que
muchos libros no se pueden leer despacio, ni resisten una lectura demasiado atenta;
pero se responde que ésos son precisamente los que no se han de leer.
Para dar otros preceptos sobre el arte de leer se han de establecer diferencias
según las diversas clases de obras. Es evidente que no se ha de leer del mismo modo
un libro de ideas, que un libro de sentimientos o un libro de poesías. Una obra de
sentimientos se puede leer un poco menos lentamente que una obra filosófica. Hay
que evitar, sin embargo, el apresuramiento. El arte de leer es el arte de pensar con
ayuda. Por lo tanto está sujeto a las mismas regla generales que el arte de pensar. No
hay que exagerar la lentitud de modo que se llegue a perder el hilo del libro.
El arte de leer depende en gran parte del arte de tomar notas sobre lo que se
lee. Leer sin tomar notas, dice un autor, es como no leer. Hay que desconfiar de la
memoria. Tengamos cuidado en hacernos una memoria suplementaria, "una
memoria de papel" como la llamaba Montaigne. No se lee bien sino con la pluma en
la mano.
¿Qué hemos de anotar? En primer lugar los títulos de todos los libros que
leamos. A veces conviene escribirse el plan de libro, el encadenamiento de las ideas.
No hemos de caer en la manía de copiarlo todo. Algunos pasajes cortos, una
sentencia fecunda, un nombre propio, una referencia, nuestro propio juicio.
¿Cómo hemos de anotar? Hay muchas maneras de clasificar las notas. Las más
prácticas son el sistema de carpetas y el de ficheros.
En cada carpeta se reúne todo lo relacionado a una materia determinada. Todo
lo que hemos escrito o leído u oído referente a ese tema lo juntamos en esa carpeta
que con el tiempo nos suministrará un material precioso para cualquier escrito o
conferencia sobre ese tema.
En el sistema de fichas se escribe sobre papeles de unos 10 por 15 cm. que se
pueden clasificar por orden alfabético con los nombres de los autores o por materias.
Las fichas suelen tener tres objetos diversos: 1) notas de erudición; 2) citas notables;
3) transcripción de propios juicios. Uno de los métodos más modernos de
clasificación es el llamado decimal. Cada ficha lleva un número en el que la primera
cifra indica a cuál de las diez categorías pertenece. La segunda indica la subdivisión
de esa categoría y así sucesivamente. La primera división general establecida es la
siguiente: Obras generales; 1 Filosofía; 2 Teología, Religión; 3 Ciencias sociales,
derecho; 4 Filosofía, Lingüistica; 5 Ciencias puras; 6 Ciencias aplicadas, Medicina,
Industria, Agricultura, etc.; 7 Bellas Artes; 8 Literatura; 9 Historia, Geografía,
Biografía.
No nos contentemos con leer. Hagamos leer a los demás. La A.C. deberá
considerar como una obligación suya la propaganda de la buena lectura. Con este
fin, conviene ir formando en los centros bibliotecas a la que puedan acudir todos sus
socios, facilitando así la lectura de obras interesantes y formativas no siempre de
fácil adquisición. Muchas veces leemos un libro y lo guardamos para no volverlo a
leer; ¿por qué no facilitarlo a un amigo o llevarlo a una de esas bibliotecas en que
muchos se podrán aprovechar de su lectura?
Conviene también difundir el buen libro procurando facilitar su compra para lo
cual ayuda tener a la vista del público las obras que se desean difundir y que se
pueden adquirir a menos precio en alguna librería o editorial católica. Estas
empresas merecen todo el apoyo de los católicos, sin el cual muchas veces se ven
forzadas a terminar su fructuosa labor por razones económicas o por lo menos
restringen su actividad quedando en situación muy inferior a la de nuestros
enemigos.
Con limosnas si es posible, con la difusión de sus libros, con nuestra
colaboración en sus asuntos, con nuestros propios escritos ayudemos a las editoriales
católicas. Hagamos todos, cada cual en su esfera lo que a los escritores pedía León
XIII: "Trabajar con mucho empeño en convertir en medicina de la sociedad civil y en
defensa de la Iglesia lo que emplean los adversarios en la ruina de ambas".
CONCLUSIONES. Consideremos la lectura como un factor necesario para
completar nuestra formación intelectual y un ejercicio de capital importancia para
aprender a hablar y escribir correctamente.
Estimemos el libro como una de las armas más eficaces para luchar por la causa
del bien.
No leamos el primer libro que cae en nuestras manos sin primero examinar su
calidad y, si fuese necesario, consultar la conveniencia de leerlo.
Temamos los estragos que pueden hacer en nuestras almas los malos libros y
mortifiquemos nuestra sensualidad y curiosidad.
Sigamos en nuestras lecturas un plan previamente trazado que armónicamente
y gradualmente nos entere de los problemas religiosos, sociales y cívicos. Puédese
consultar un plan escrito por el P. Alberto Hurtado S.J. Almanaque Alfa 1940,
Santiago.
Leamos lentamente con atención y reflexión y aún tomando notas para nuestro
archivo personal.
Propaguemos la buena lectura con espíritu apostólico colaborando en la
formación de bibliotecas y venta de libros.
RECAPITULACION. ¿Qué utilidades nos ofrece la lectura? ¿Se puede aprender
a escribir o a hablar sin leer las obras maestras del género humano?
¿Podemos fiarnos de nosotros mismos en la lectura de obras peligrosas?
¿En qué consiste el arte de leer?
¿Cómo se puede hacer la propaganda del libro?
XXVIII
VALOR EDUCATIVO DEL CANTO*
CUESTIONARIO. ¿Cómo podríamos aprovechar el canto en la educación? El
orador ¿qué ventajas puede sacar del canto? ¿Qué influencia moral ejerce la música?
¿Qué influencia religiosa tiene el canto? ¿Cuáles son los cánticos más a propósito
para un centro de Acción Católica?
Exposición. Es un hecho de experiencia que la cultura musical de un pueblo
está en razón directa de su cultura general; en otros términos: el cultivo del canto,
sobre todo popular, es una excelente medida de la cultura de una nación.
La música es un arma poderosa en manos del educador. Una obra bella, si se la
presenta en forma musical, penetra mucho más fácilmente que presentada en forma
intuitiva. Por eso, desde Aristóteles, uno de los partidarios más fervorosos de la
música como el elemento pedagógico, hasta nuestros modernos educadores, se ha
sostenido la necesidad de la música en una pedagogía integral. Un educador
español, el Padre Andrés Mendo, S.J. (1658), exponía ya en aquel entonces esta idea
diciendo: "Es conveniente que los estudiantes se recreen tañendo instrumentos
músicos y formando bien ejercitados y deleitables conciertos corales, puesto que los
cantos suavemente componen el carácter, distraen de las preocupaciones y dan el
más admirable deleite". Hay además, el más grande vínculo entre las Musas y la
Música, no sólo en el nombre sino aún en la realidad.
Entre los sabios antiguos este aprecio por la música era unánime. Pitágoras
llamaba a la filosofía, música; decía que todos los dioses, o eran músicos o afectuosos
amigos de la música. Platón aseguraba que los cuerpos, las almas, toda la
maravillosa arquitectura del ser humano, era una armonía, y que la música, por eso,
no sólo era un placer para el oído, sino un instrumento poderoso para mejorar las
costumbres y modelar los espíritus. Los atenienses ordenaban que se instruyese a la
juventud en la música, para así educarla mejor. Ascrepíeades y Herófilo curaban con
la armonía de instrumentos musicales los accesos de frenesí y de fiebre. Y aún en el
libro de los reyes (I Reyes, 26) leemos que Saúl se vió libre de las furias malignas que
los alborotaban con el encanto de una cítara suavemente moderada.
Al leer las alabanzas unánimes tributadas a la música por su valor educativo no
podemos menos de admirarnos del escaso uso que de ella hacemos en los centros de
A.C. y en la educación catequística, no menos que en los colegios en que se da una
educación cristiana.
Una de las causas del éxito de la propaganda protestante, reside ciertamente en
el uso frecuente del canto popular en sus reuniones callejeras y religiosas.
Nuestro pueblo es profundamente amigo de la música. Para convencerse no
hay más que verlo marchar detrás de una banda militar o haciendo cola en la
boletería de un teatro cuando se canta una buena ópera. Reproduce con exactitud y
con gracia las canciones del cine y de la opereta. Acoge con benevolencia en los
carros de tercera el interminable desfile de ciegos que estación tras estación suben al
tren a entonar sus cantares.
Los antiguos misioneros que recorrieron nuestra Patria aprovecharon
admirablemente el canto como elemento educativo y aun ahora, después de más de
300 años, vemos tanto en el extremo norte como en el sur y centro de Chile que se
conservan admirablemente esas viejas canciones y se repiten de boca en boca, y se
transmiten de padres a hijos. Es notable analizar la profundidad de los conceptos
religiosos escondida en las viejas canciones de nuestros misioneros: en ellas está todo
el dogma, y hay unción extraordinaria. Al perderse el ambiente religioso en que esas
canciones nacieron, no se ha perdido, sin embargo, el amor por esas queridas
tonadas religiosas; y vemos el hecho extraordinario que en muchos de nuestros
campos se esconden grupos numerosos de payadores que tienen en secreto sus
reuniones para cantar "cantares divinos".
Una concepción realista de la Acción Católica campesina debería, sin duda
alguna, aprovechar enormemente del canto como valor educativo; y no menos lo
deberían hacer los centros de las ciudades.
Pasemos, pues, a estudiar más en concreto las ventajas y frutos que podemos
sacar del canto popular.
Canto y oratoria. Nuestros jóvenes si quieren ser oradores han de adquirir una
correcta fonación, y nada ayuda tanto como el canto para aprender a sacar
correctamente la voz. Los maestros de la oratoria griegos y latinos prestaban tal
importancia a la voz del orador que muchos de ellos se hacían acompañar de un
músico para dar una entonación armoniosa a su voz. La voz del orador ha de ser
bien timbrada, melodiosa, expresiva, extensa. Sus pulmones han de ser aptos para el
trabajo de los grandes períodos sin fatiga del organismo. Para todas estas cualidades
nada tan útil como el ejercicio del canto bien dirigido. Los pulmones adquieren
aquella capacidad que le es propia, y no menos la regularidad en el dominio de la
inspiración y expiración. La voz se coloca debidamente, y el timbre se hace
agradable y variado. La sensibilidad estética se afina y se acostumbre el orador a
percibir claramente el ritmo.
Por el afinamiento estético que produce la música despierta ideas en
consonancia con su armonía. El lenguaje armónico impresiona nuestro espíritu y le
comunica ideas. El ideal del lenguaje es establecer un verdadero ritmo entre nuestros
afectos y los sonidos con que esos afectos son expresados. En la música, donde el
orden está más marcado, el ritmo se hace más sensible e inteligible, por donde
podemos llegar a obtener mediante el canto un acrecentamiento de la armonía en el
individuo que se traducirá en una mayor facilidad para producir pensamientos y
afectos, y en una mejor expresión de los mismos.
Esta influencia del canto y de la música en la facultad creadora del individuo
podemos constatarla en nosotros mismos. Una música alegre, melancólica, marcial,
produce en nosotros sentimientos, afectos, ideas, en consonancia con la melodía que
hemos escuchado.
Estos argumentos han movido a algunos educadores a incluir la enseñanza del
canto y la música entre las disciplinas escolares como medios de despertar en los
alumnos los talentos naturales, despertar en ellos el sentido de lo bello, prepararlos
mediante el desarrollo de la armonía interior a la lectura de los autores clásicos. Sin
un oído bien educado no es posible el estudio de Homero, de Virgilio, de Horacio,
cuya lengua armoniosa debe saborearse con todo el matiz de sus sonidos. Muchos no
gustan las obras de los grandes maestros por falta de educación musical. En esas
obras el ritmo de la frase y del período están tan estrechamente unidos al ritmo del
pensamiento y del sentimiento que es imposible comprender y sentir plenamente el
fondo del discurso sin gustar de la forma.
Influencia profiláctica del canto. Aun para el desarrollo corporal el canto tiene
un valor. La elasticidad de los cartílagos, músculos y ligamentos de la garganta
adquirida con el canto retardan muchos años la decadencia fisiológica. La disciplina
pulmonar, fruto del canto, es un poderoso auxiliar en la buena oxigenación de
nuestros pulmones. El ejercicio del canto acostumbra inconscientemente a las
inspiraciones profundas necesarias para llevar el aire hasta las últimas celdillas,
mejorando en esta forma el ritmo de la circulación y las palpitaciones del corazón.
Este entrenamiento es una buena profilaxis contra la tuberculosis. Sobre este punto
no citamos, por no halagarnos, innumerables testimonios médicos.
Valor disciplinar del canto. Don Andrés Manjón decía: "No concibo escuelas sin
disciplina, ni disciplina sin canto".
Una asamblea de niños o jóvenes congregados es un grupo de acumuladores
que es necesario descargar hábilmente si queremos obtener que la disciplina no
decaiga. ¿Cómo descargar los nervios electrizados de esos niños y jóvenes?
Sencillamente haciéndolos cantar. El gran pedagogo de los gitanos andaluces, don
Andrés Manjón cuando veía menearse inquietos los piececitos de sus alumnos, los
hacía cantar, obteniendo inmediatamente después del canto una reanudación de la
disciplina. En unos ejercicios espirituales, en una misión, donde la gente ha de estar
mucho rato escuchando, es necesario que haya canto, pero no canto del coro, sino de
todos los oyentes, que respiren fuertemente, abran sus boca, canten, descarguen los
acumuladores de sus nervios.
Cuando el cuerpo está cansado, el espíritu también se cansa y hasta los hábitos
más arraigados parecen flaquear. Es entonces el momento de oxigenar los pulmones
y aun los oídos, de levantar el espíritu abatido a regiones más nobles, de embellecer
la sensibilidad. Si en esos momentos brota de los labios la canción patriótica o la
ingenua y linda tonada popular reaccionarán los espíritus y renacerá una corriente
de sano optimismo. Se ha realizado una cura al aire libre de la sensibilidad cansada
mediante una corriente de belleza que tonifica y embellece los espíritus.
El canto en común tiene una gran fuerza unitiva. Una canción patriótica
vincula afectos, sentimientos y voluntades en forma más decidida que un discurso.
Propulsa el trabajo desinteresado y educa socialmente.
El joven que sabe cantar tiene inconscientemente en sus manos un arma
poderosísima para borrar de su espíritu las negras nubes de la melancolía y del
fastidio. En un colegio el canto coral ¡cómo suaviza la austeridad del reglamento! Es
impresionante presenciar las ceremonias religiosas en algunos colegios europeos.
Centenares de alumnos llenan la iglesia y desde que entran están cantando: el canto
los aquieta y disciplina. Momentos antes de salir, cuando parece imposible contener
los centenares de pies movedizos que ansían correr, flotan por los aires las notas
encantadoras del Magnificat. Esta melodía, ágil, graciosa, serena el ambiente
inquieto y bullicioso y produce un clima de paz que deja una íntima impresión
religiosa.
Influencia moral de la música. Es un hecho tristísimo, síntoma de la
descomposición social, la existencia de una inundación de cantos y músicas
detestables que suenan por todas partes infiltrándonos con sus acentos pedagogos la
molicie, la idiotez, la sensualidad. La radio en nuestros días, no menos que la
película sonora, constituyen un verdadero asedio de música malsana. ¡Cuánta
canción sensual que hace mecerse a los jóvenes con sus marcados acordes en un
ambiente de pura carne! Qué música y letra ¡Dios mío! Una verdadera escuela de
ordinariez, de malicia, de lascivia. ¿Cómo no van a enervarse los espíritus y los
cuerpos con esas músicas verdaderamente torpes, con letras refinadamente soeces y
provocativas.
Da profunda pena ver a los niños, aun pequeños, cantar letras de sentido tan
torpe que reflejan una concepción del mundo en que el dinero, la honra, y sobre todo
el sexo, son los ídolos de todos venerados; con bocas que apenas pueden modular
palabras, entonan inocentes nuestros pequeñuelos canciones que jamás debieran
pronunciar labios puros.
Nuestros niños y jóvenes cantan y cantarán lo que oyen. El canto malo sólo
podrá ser corregido por un canto bueno; por otro más artístico, más sugestivo, más
infantil, más moralizador.
Goethe decía: "Grande es el valor poético del canto popular, pero su valor,
moral, instructivo y educador, es todavía más elevado". Fray Luis de León, en su
inmortal oda a Salinas, atribuye a la música de este maestro el mágico poder de
hacer volver al alma "a cobrar el tino y memoria perdida, de su origen primero
esclarecida":
El aire se serena
y viste de hermosura y luz no usada,
Salinas, cuando suena
la música extremada
por vuestra sabia mano gobernada.
A cuyo son divino
el alma, que en olvido está sumida
torna a cobrar el tino
y memoria perdida
de su origen primero esclarecida.
Este es el poder y fuerza de la música bella, especialmente del canto popular:
despertar en nosotros el ritmo de lo eterno, desasirnos de lo que nos degrada, hacer
que el alma se conozca y se sublime.
Selecciones musicales. El repertorio ordinario, apto para realizar la labor
educativa de que hemos hablado, no es ciertamente la música erudita clásica, a no
ser para espíritus muy selectos, ni al otro extremo lo que se ha llamado cantos
escolares, que son ramplones, La música llamada educadora ha de ser en alguna
manera infantil, fresca, sencilla, diáfana, espontánea, natural, variada, alegre y
activa.
Entre los argumentos de la música educativa hay dos que conviene que formen
el fondo de esas canciones: el religioso y el patriótico. Pero notemos bien que no es
necesario que estos sentimientos aparezcan de frentón, pero sí que estén latentes en
los afectos que forman la canción misma. El amor ha de ser un amor cristiano. La
naturaleza ha de hablarnos en su verdadero sentido. El arte todo ha de tener una
inspiración que jamás esté en desacuerdo con nuestra moral y que deje traslucir el
fondo divino que late en todo afecto cristiano.
Para que la música tenga todo su valor educativo conviene que vaya
acompañado de una letra a propósito. La música, desligada de toda palabra no
expresa por sí misma ideas; sólo expresa sentimientos. Ahora bien, esta capacidad de
expresar sentimientos puede ser admirablemente encauzada por la letra oportuna.
La fantasía verá entonces cómo alrededor de las ideas se agolpan formas que la
imaginación ve deslizarse como sobras de ensueño; la fantasía abrirá sus alas y
tenderá el vuelo; y por efecto de asociaciones rápidas de las cuales ni siquiera
tenemos conciencia, se agolparán a nuestra mente imágenes y conceptos como las
olas encadenadas que el viento impele.
Canto popular y patriotismo. El canto popular es el más a propósito para
guardar la tradición patriótica y para desarrollarla poderosamente. La canción
popular brota espontánea del alma de un pueblo; es el reflejo más vivo de su
mentalidad. Es alegre y recatada, profundamente ingenua, no sólo en su contextura
sino hasta en su ambiente y aspiraciones. La esencia del canto popular ha dicho,
Millet, consiste en la ingenuidad y en la plenitud dentro de las más sencillas formas.
El cantar popular es crédulo como el pueblo, sencillo ante las maravillas del mundo;
tiene un sentido gracioso, una virginidad pura, una inocencia que sobrepasa toda
sabiduría.
Es imposible escuchar una canción chilena sin sentirse chileno. En un gran
teatro norteamericano, compatriotas nuestros al oír interpretar maravillosamente
canciones de su tierra, sin haber cantado jamás, las acompañaron desde sus asientos
ante la admiración de todos los espectadores. Con mucha razón ha dicho un
pensador que más que la misma lengua, la canción popular es el alma de la raza.
Nuestro pueblo manifiesta en sus cantares todos sus sentimientos y penas, sus
ansias y sus amores; canta al nacer del niño y junto a la cuna del que duerme, canta a
los juegos infantiles, al terruño, su fe, sus esperanzas, la muerte, las sanas alegrías
del campo y de la casa. Toda la vida, en fin, se escapa como aroma de fuertes
corazones que nos dicen con su canto lo que no sabrían o no se atreverían a hablar:
"La música es el acento
"Que el mundo arrobado lanza
"Cuando a dar forma no alcanza
"A su mejor pensamiento".
Menéndez y Pelayo dijo que la canción popular era la reintegradora de la
consciencia de la raza. Fomentar, pues, el canto popular es acercar nuestra juventud
a las fuentes más puras de nuestra vieja espiritualidad.
Canto litúrgico y oración. No es posible cantar una melodía litúrgica sin sentir
la hermandad de los hijos de Dios. "Una asamblea de santos, cantando cosas santas,
con música santa, no puede menos de producir santos sentimientos en quienes la
oyen". Así dijo el Cardenal Gomá. No debemos cantar en la iglesia por cantar ni por
amenizar. Debemos cantar para mejor orar. Santo Tomás dice que el canto ha de ser
"una elevación de la mente a Dios que prorrumpe en voces"; o bien una "exaltación
del ánimo fijo en la eternidad que se exterioriza en palabras". Entonces el canto
participará a su manera del inmenso valor educativo de la oración. A las palabras se
unirá la armonía, y la mente de los fieles se sentirá transportada a mundos
misteriosos enardeciendo la sensibilidad.
¿Quién no ha sentido el gozo santo y la alegría, la compunción y el
arrepentimiento, el amor a Dios y el escalofrío de la presencia divina ante uno de
esos cantares divinos de la Iglesia entonado por una multitud de fieles? ¡Inmensa
eficacia de la música que con dulce poder nos tiraniza!
La música nos ofrece, pues, un campo de apostolado muy propio de la Acción
Católica. Será ella un medio muy a propósito para disponer los ánimos a la suave
moción del Espíritu Santo, para remover su sentimiento religioso, unir sus afectos y
voluntades y hacer de los fieles un corazón y un alma.
CONCLUSIONES. Aprender a cantar variados y hermosos cánticos religiosos
para la Iglesia, para las reuniones sociales, asambleas y no menos para las
excursiones. Adquirir para cada socio el cancionero de la Juventud Católica.
Perder el respeto humano y cantar fuerte siempre que se organice canto
colectivo.
"La fuerza por la alegría"; "Canta y avanza", son hermosos lemas que meditaré.
RECAPITULACION. ¿Por qué cantamos en las reuniones de Acción Católica?
¿Por qué son tan pobres los cantos corales en nuestras reuniones religiosas? ¿Qué
podríamos hacer para desarrollar el canto religioso y el profano? ¿No podríamos
divulgar más el cántico religioso como una obra de apostolado? ¿Quién conoce
cantares populares a propósito para ir enriqueciendo el repertorio?
*Este capítulo reproduce un artículo de Carlos Aldunate Lyon. S.I. publicada en
Estudios, Argentina (Sept. 1934).
NOTAS
1 Aristóteles, Política L. VIII. c I.
2 Distingamos bien entre la doctrina de la educación y los métodos
pedagógicos; porque hay sistemas que difieren únicamente en el fin propuesto, otros
que difieren únicamente en los métodos que se emplean.
3 Error 15 del Syllabus.
4 Pío XI. Encíclica: divini illias Magistri.
5 Cardenal Verdier: La Question Scolaire, pág. 48 (Beauchesne, 1934).
6 De Hovre: Filosofía Pedagógica, pág. 45 (Razón y Ec. Madrid).
7 Véanse la documentada revista Cartas de Roma (Vía Carlo Alberto 2 - Roma
128), págs. 8 y 9 (1937). Puédense consultar en la misma revista los artículos: "La
Escuela Soviética" (1937), págs. 89-94, 105-111; "El Problema de la Educación en la
URSS." (1938), págs. 208-213: "La Propaganda Atea en el Alma del Niño" (1938),
págs. 33-41. Véanse también: Hechos y Dichos (Julio 1936): La enseñanza en el
pueblo sin Dios.
8 Cartas de Roma (1938), págs. 37-106: "Visitando una Exposición; México".
Véase también: "La tragedia de los niños españoles en México"; Cartas de Roma
(1937), págs. 143-146 y 1938, págs. 11-13; "La Revolución en la Escuela mexicana
(1939), págs. 98-104.
9 Cartas de Roma (1939), pág. 98-104: "La Revolución en la Escuela Mexicana".
10 Véase los artículos citados. Algunas veces ha sido necesario recurrir a las
fuerzas armadas para restablecer el orden en algunos colegios secundarios y aun
primarios.
11 Erziehug und Unterricht an der Höheren Schule, publicación oficial del
"Reichs - und Preussischen Ministeriums für Wissemschaft, Erziehung und
Volksbildung" (Weidmanssche Verlagsbuchhandlung, Berlin, 1938).
12 Weltanschaung und Schule (Marzo 1938).
13 Véase: Internacionale Zeitschrift für Erziehung (1939), pág. 151.
14 Véase en Criterio (14 julio 1938) la condenación de las 8 proposiciones
nacional-socialistas, comentadas por el R.P. Ives de la Briere S.J.
15 Palabras del Ministro. Véase: Intern. Zeitschr. für Erz. (1939), pág. 98.
16 Véase el artículo citado en Criterio.
17 La pedagogía alemana ha comprendido que "la educación de la niña ha de
dirigirse según otras leyes de la de los niños". El Führer ha dicho: "La educación de
la mujer debe tener por fin, absolutamente, la futura madre" (págs. 17 y 18 del Plan
de estudios). No se puede aprobar el absolutismo alemán pero tienen razón en
repudiar no solamente la coeducación (condenada por Pío XI en Divini illius
Magistri), sino también los programas comunes para ambos sexos.
18 Theodor Wilhelm: Scholars or Soldiers? (Inter. Zeitschr. für Erz: -1939-, pág.
94).
19 La Escuela Nueva (Editorial Labor).
20 Citado por Eugéne Dévaud en su libro: Pour une Ecole active selou L'ordre
chrétien (Desclée), pág. 41.
21 Véase el libro de Lourengo Filho, antes citado.
22 Véase el artículo de William A. Kelly, Ph.D.: Needed: A Directive
Philosophy of Education (Thought. June 1938).
23 S.S. Pío XI en la Encíclica sobre la Educación Cristiana de la Juventud: Divini
illius Magistri.
24 Grudlinien einer neuen Lebenscanschaung, pág 284 (citado por De Hovre en
su Filosofía Pedagógica, pág. 86).
25 Schule und Charakter (también citado por De Hovre, pág. 364).
*Este capítulo está inspirado en "Jesucristo", por Mons. Bougaud.
*Este capítulo reproduce varios pasajes de un artículo de Mons. Francheschi,
"Heroísmos y Aburguesamiento" publicado en Cristo, Bs. Aires 1941.
26 Este párrafo, como los demás entre comillas, son parte del interesantísimo
artículo de Mons. Francheschi (Criterio, Bs. Aires 1941) que no hemos podido menos
de transcribir en gran parte para provecho de los círculos de estudio de la Acción
Católica, por ser de extraordinario vigor y nitidez.
27 Del libro de Vanini, "58º", citado por Criterio, Bs. Aires, 1941.
*Este círculo está inspirado en la obra de Mons. Tihamer Toth: "Formación
religiosa de los jóvenes".
*Trabajo del P. Carlos Aldunate Lyon, S.J.
*Trabajo de Hernán Larraín Acuña, S.J.
*Este capítulo está inspirado en la obra de Mons. Tihamer Toth: "Formación
religiosa de los jóvenes".
*Trabajo del P. Andrés Cox Balmaceda S.J.
*Trabajo del H. Raimundo Barros S.J.
*Trabajo del P. Gustavo Arteaga S.J.
*Este capítulo ha sido inspirado en un interesante folleto de la colección F.A.E.
sobre el valor educativo del canto y de la música.

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