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TOMÁS DE AQUINO

El fragmento que hay que comentar pertenece a la Suma Teológica, compuesta por Tomás
de Aquino (1224-1274) entre 1265 y 1274 (cuya tercera y última parte no llegó a terminar y
fue completada póstumamente por sus discípulos). Es la obra más famosa de la teología
medieval y su influencia sobre la filosofía posterior ha sido notable, especialmente en el
catolicismo. Esta obra pertenece a un género teológico característico del siglo XIII, el de las
sumas teológicas, concebidas como manuales de educación teológica que consistían en
exposiciones completas y ordenadas de las distintas partes de la doctrina cristiana. El
fragmento que hay que comentar pertenece a la cuestión 2 de la primera parte de la Suma
Teológica, en el cual Tomás de Aquino discute la cuestión de la existencia de Dios.

En el fragmento propuesto se nos presenta la tercera de las cinco vías empleadas por
Tomás de Aquino para demostrar la existencia de Dios. Esta es denominada como la vía de
la contingencia y forma parte del grupo de las estáticas, siendo el otro grupo las dinámicas.
Se apoya en la limitación temporal y su punto de partida es la constatación de que las cosas
están en continuo devenir. Unas cosas se pro-ducen y, por tanto, tienen posibilidad de existir;
otras se destruyen y, así, pueden no existir. Esto significa que las cosas no son necesarias, sino
contingentes (finitud de los seres creados). Por otra parte, lo que es necesario no necesita de
ninguna causa para existir: existe por sí mismo. En cambio, lo contingente no tiene en sí mismo
la razón de su existir, de tal manera que si úni-camente hubiera seres contingentes, en realidad
podría no haber nada.

La estructura de la Suma de Santo Tomás se divide en el título del artículo, objeciones, en


cambio, solución y respuesta a las objeciones. Podemos localizar este texto en el artículo tres,
en el cual mediante el uso de dichas vías se trata la existencia de Dios.

Para tratar de comprender el fragmento en su plenitud, debemos apoyarnos en la rama de la


filosofía tomista que desarrolla la metafísica, cuyos inicios tuvieron lugar en 1200 con Amaury de
Bene, que enseñaba que “todo es uno”. Este razonamiento dio lugar a que posteriormente, en
1215, se proclamara la teoría de la creación, donde se formula la radical diferencia entre Dios y
las criaturas; convirtiéndose, de esta manera, en una de las innovaciones aportadas por el
cristianismo (cuya percepción de la creación es la de un acto racional y libre, producto de la
voluntad divina), al pensamiento filosófico.
Regresando a la teoría de la creación postulada en el Concilio IV de Letrán, destacamos que el
tema predominante del fragmento se basa en la diferencia entre los seres contingentes y el ser
necesario, es decir, Dios. Mientras que los primeros “pueden existir o no existir”, es decir, no
existen necesariamente ya que su esencia no es existir y pueden dejar de hacerlo, Dios existe
por sí mismo y no puede no existir. Esto se justifica aportando el argumento de que si nada
existía en un principio, “es imposible que nada empezara a existir” ya que “si, pues nada existía,
es imposible que algo empezara a existir” (principio de causalidad). Esta distinción entre esencia
y existencia fue tomada como inspiración de la teoría aristotélica. Los rasgos más
predominantes que Santo Tomás toma de este filósofo fueron la concepción analógica del ser
(“El ser es uno pero existen muchas formas de ser”), la teoría hilemórfica (las sustancias
corpóreas están compuestas de materia y forma), la teoría de las cuatro causas de los entes
móviles y la teoría del movimiento (paso de la potencia al acto).
“Lo necesario” es considerado aquello que no necesita una causa exterior para existir y que
tiene capacidad de existir por sí mismo; y Dios, cuya esencia es su existencia, es considerado
este ser.

En segundo lugar, argumentaré el texto por medio de la rama de la teología. Santo Tomás
buscó un fundamento racional a la existencia de Dios. Ésta es evidente por sí misma pero no
para nosotros, por lo que es necesario demostrar su existencia.
En primer lugar, en el artículo 1, Dios, ¿evidente en sí mismo?, se lleva a cabo una crítica al
argumento ontológico de San Anselmo, formulado con objeto de convencer de la existencia de
Dios a un ateo o agnóstico y que va del conocimiento de la causa al efecto, es decir a priori.
Este rasgo es uno de los motivos de crítica de Tomás de Aquino, que, como expresa en el
fragmento, “no es posible que en los seres necesarios se busque la causa de su necesidad…”,
piensa que no es demostrable a priori ya que una cosa es que exista la Idea de Dios y otra es
que exista en la realidad, fuera de la mente y que, además, hay que probarla a posteriori
partiendo de la observación de los objetos sensibles (estudiando los efectos, llegamos a la
causa). También, el filósofo opina que el punto de partida del argumento es un error ya que no
tenemos un concepto claro de lo que es Dios (esto se debe al carácter empirista de su filosofía),
y, por lo tanto, no podemos intentar justificar mediante ese concepto que exista necesariamente,
mientras que él dice, como he dicho en la posterioridad, que la existencia de Dios es evidente
por sí misma pero no para nosotros.
Que San Anselmo ignore el hecho de que no todo el mundo atribuye el mismo significado al
nombre de Dios es de nuevo otro causante del desacuerdo de Santo Tomás, que considera que
se equivoca al dar el paso de la existencia ideal a la existencia real ya que el hecho de que algo
se piense no implica necesariamente que exista en la realidad.
Una vez más, retomando la influencia de Aristóteles, Tomás de Aquino dirá que todo
conocimiento parte del conocimiento sensible, y el conocimiento de Dios no puede ser percibido
por los sentidos.
Pasando al artículo 2; La existencia de Dios, ¿es o no demostrable?, desarrolla su argumento a
posteriori, llamado argumento cosmológico, en el que desarrolla su propia demostración de la
existencia de Dios y toma como punto de partida la experiencia sensible, es decir, el
conocimiento de los seres creados sobre el mundo.
Elige el principio de causalidad, siguiendo a Aristóteles, como proceso de demostración de dicho
principio, pero con la variación de que él lo hace a nivel metafísico. Podemos diferenciar dos
direcciones contrarias en el mismo, una va de la causa al efecto y, la otra, del efecto a la causa,
“es preciso admitir algo que sea absolutamente necesario, cuya causa de su necesidad no esté
en otro, sino que él sea causa de la necesidad de los demás” (Refiriéndose al “ser necesario”,
Dios).
El argumento parte de los efectos de Dios para demostrar inductivamente (de lo particular a lo
general) que Dios es la causa de dichos efectos. Santo Tomás confirma su existencia pero no
dice qué es la esencia de Dios.

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