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El juego y en general las actividades lúdicas o de expresión han estado ausentes por
mucho tiempo de las situaciones de evaluación psicológica. Su uso se ha restringido al
ámbito pedagógico y en pocas ocasiones la psicología se ha apoyado en él como
técnica terapéutica.
Como recurso pedagógico el juego es una actividad que permite crear condiciones
para evocar muy naturalmente situaciones de la vida real, y a partir de éstas,
introducir nuevos aprendizajes conceptuales, evaluar la asimilación de los
conocimientos, aplicar los conceptos a situaciones reales, generar en el niño la
búsqueda de estrategias cognoscitivas para la solución de problemas. Por otra parte,
el juego es una actividad altamente motivante y un facilitador de los cambios
actitudinales del niño. El aprendizaje de nuevos valores, de nuevas formas de
comportamiento, de nuevas habilidades de interacción social son más fácilmente
asimiladas por el niño cuando se imparten a través de una situación de juego.
A pesar de constituirse en la actividad más habitual de los niños, para los psicólogos
son aún desconocidos sus orígenes psicológicos, sus componentes principales en los
diferentes periodos de desarrollo, las formas y características principales en cada uno
de ellos y, en general, su función en el desarrollo psíquico infantil. Pocos estudios se han
referido a la correspondencia entre los niveles de desarrollo mental y las formas de
juego en cada etapa. Esto ha incidido en el temor que experimenta el psicólogo al
hacer uso de estas formas de juego en situaciones de evaluación o de intervención
terapéutica.
Hacia el sexto u octavo año, señala Piaget, los juegos simbólicos ceden su lugar a los
juegos de reglas que imponen a un tiempo cooperación y obligaciones. El niño utiliza
la realidad para “hacer como”, revistiendo a cada objeto de significaciones a la
medida de sus deseos. Este proceso suprime el soporte concreto de los objetos por
medio del paso a la imagen mental y a su verbalización, y también por los juegos de
reglas, anticipación de las leyes sociales del adulto. La evaluación supone un paso de
los juegos del cuerpo a los juegos mentales.