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Querido Amigo:
Isaías profetizó del Señor Jesucristo,
Antes de morir, Jesús dio vida eterna a uno de los ladrones que fue
crucificado juntamente con Él. Este hombre creyó que Jesús era el
Hijo de Dios y le dijo,
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino (Lucas 23:42).
Su fe sin duda trajo gozo al corazón del Salvador. Jesús le contestó,
El Cristo Incomparable
Hace dos mil años hubo un Hombre nacido contrario a las leyes
de la vida. Este Hombre vivía en pobreza y fue criado en humildad.
No era un viajero. Sólo una vez cruzó la frontera del país en el cual
vivía y esto fue durante su exilio en la niñez.
No poseía ni riquezas ni influencia. Sus familiares no eran de
renombre ni tuvieron instrucción o enseñanzas formales.
En su infancia asustó a un rey; en su niñez asombró a los doctores;
de hombre gobernó el curso de la naturaleza, andaba sobre las olas
como si fueran pavimento y calmó al mar.
Sanó a las multitudes sin medicinas y no cobraba por sus
servicios.
Nunca escribió un libro; sin embargo, todas las bibliotecas del
país no podrían contener los libros que se han escrito acerca de Él.
Nunca escribió una sola melodía, sin embargo ha provisto el
tema de más melodías que todos los compositores juntos en el
mundo.
Nunca fundó un colegio o universidad, pero todos los centros de
enseñanza juntos no han tenido tantos discípulos como Él.
Nunca estuvo al frente de un ejército, ni adiestró soldados, ni
disparó armas; sin embargo ningún líder ha tenido tantos
voluntarios quienes, bajo sus órdenes, han hecho a tantos rebeldes
entregar las armas y rendirse sin un solo disparo.
Nunca practicó psicología, sin embargo ha sanado más
corazones quebrantados que todos los doctores de todos los
tiempos.
Una vez cada semana las ruedas del comercio se paran y
multitudes van a las iglesias a adorarle y para rendirle homenaje y
respeto a Él.
Los nombres de los grandes próceres antiguos de Grecia y Roma
han venido y se han ido. Los nombres de los científicos, filósofos y
teólogos del pasado han venido y se han ido; pero el nombre de este
Hombre, crece más y más. Aunque el tiempo ha esparcido dos mil
años entre el pueblo de esta generación y la escena de Su
crucifixión, todavía Él vive. Herodes no lo pudo destruir, la tumba
no lo pudo detener.
Él se para en las cúpulas más elevadas de la gloria celestial,
proclamado por Dios, reconocido por ángeles, adorado por santos y
temido por los demonios, como el Cristo viviente, nuestro Señor y
Salvador personal.
O vamos a estar con Él para siempre o vamos a estar para siempre
sin Él.