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Discurso económico

Por Alfredo Zaiat

En estos años de bienvenida tensión con el establishment, expresión de una renovada vitalidad de
la sociedad, se ha perfeccionado un recurso dialéctico para abordar cuestiones económicas que
alimenta la confusión general. Es un fenómeno muy peculiar, que ha sido naturalizado por gran
parte de los analistas consolidando un sentido común que adormece a ciertos sectores de la
población. Se trata de depositar en el otro la responsabilidad primaria de un acontecimiento de la
economía. El caso más paradigmático se refiere al alza de los precios. La mayoría de los
empresarios con presencia en los medios manifiesta preocupación por la evolución de la inflación.
Presentan argumentos con rostros adustos acerca del inquietante sendero que estiman tendrán
los precios. Pero en esas explicaciones no surgen quiénes son los que definen los aumentos. La
población con ingresos fijos no es la encargada de aplicar los ajustes en los valores de bienes y
servicios; más bien los padece. La persistente tarea de remarcación la realizan los mismos que
expresan intranquilidad por la inflación, quienes a la vez agudizan las expectativas negativas
pronosticando porcentajes crecientes de dos dígitos. Para cualquiera que pueda liberarse del
discurso económico dominante, esa máscara del ocultamiento se desintegra cuando se precisa el
lugar que ocupa cada uno de los agentes económicos en el circuito productivo.

Las empresas, más aún las que ejercen posición dominante en mercados sensibles, son las
principales responsables del alza de precios; no son víctimas de la inflación como se lamentan sus
principales ejecutivos en cuanto micrófono o púlpito se encuentre a su alcance. La evolución de
los precios es el caso más grosero de ese discurso económico que subvierte el sentido, aunque
se reitera en otras cuestiones. Por ejemplo, los subsidios son dañinos para el supuesto equilibrio
de la economía cuando benefician a la mayoría de la población, no así cuando se aplican a
inversiones de las grandes empresas; el poner fin al negocio especulativo de las AFJP fue “una
confiscación”, cuando el grosero 30 por ciento del aporte previsional de los trabajadores que se
destinaba a comisiones de esas Administraciones era “el buen funcionamiento del mercado libre”;
los millonarios paquetes de rescate a bancos son para salvar el sistema global, mientras fondos
girados a los sectores populares se los descalifica como “clientelismo”; la pobreza es un
“escándalo”, pero los grupos de mayor capacidad contributiva se resisten a pagar impuestos;
Eduardo “quien puso dólares recibirá dólares” Duhalde es presentado como el padre del proceso
de crecimiento sostenido, cuando fue el responsable de la más brutal transferencia de ingresos
desde los sectores populares hacia grupos concentrados (megadevaluación y pesificación
asimétrica). La sucesión de tergiversaciones sobre la sustancia de procesos económicos resulta
abrumadora frente a una sociedad indefensa ante ese poder arrollador. En esa instancia, los
economistas de la city aparecen en el mundo mediático como instrumentos funcionales al poder
para convalidar ese desorden conceptual.
El humor viene a colaborar en la comprensión de ese comportamiento del poder económico. Con
ironía, el humorista gráfico español, conocido como El Roto, en una ilustración le hizo decir a un
banquero: “La operación ha sido un éxito: hemos conseguido que parezca crisis lo que fue un
saqueo”.

Esa mención fue reproducida en un esclarecedor ensayo de Emmánuel Lizcano, “La economía
como ideología”, publicado en Revista de Ciencias Sociales, segunda época, de la Universidad
Nacional de Quilmes. En ese documento se explica que “la apropiación del diagnóstico y de la
gestión de ‘la crisis’ por los expertos en economía, lejos de mantenerse dentro de los estrictos
márgenes de su especialidad, se orientan principalmente a modelar sensibilidades y emociones
de cara a promover la aceptación general de un modelo de dominación que quienes detentan el
poder perciben en peligro”. Para agregar que “los discursos pretendidamente económicos sobre
‘la crisis’ funcionarían así como discursos estrictamente ideológicos orientados a legitimar las
actuales formas de poder”. El investigador español, profesor de Sociología de la Universidad
Nacional de Educación a Distancia, menciona que la reciente crisis que afectó a la mayoría no ha
provocado reacciones populares que hayan necesitado ser sofocadas por la fuerza. Más bien, se
han visto reconvertidas en resignación ante la fatalidad y, en no pocas ocasiones, en renovadas
adhesiones al sistema. Esto significa que el interés del poder económico en la defensa de sus
privilegios es instalado como uno de beneficio general con aceptación mayoritaria. Los
antecedentes locales más cercanos de ese comportamiento se encuentran en el conflicto con la
trama multinacional sojera por las retenciones, en la disputa con el Grupo Clarín y en la tensión
con el Grupo Techint por la nacionalización de sus compañías en Venezuela, que en este último
caso ha derivado en una campaña para disminuir el vínculo comercial con ese país pese a que es
extraordinariamente beneficioso para decenas de pymes argentinas. En esa instancia es donde la
retórica económica pasa a ocupar un papel político central, puesto que mediante ella los intereses
del poder económico pueden transformarse en ideas rectoras de la sociedad.

Lizcano avanza en el análisis del discurso económico explicando que se ha construido sobre
metáforas que naturalizan y personifican a la economía y a los agentes e instituciones
económicos. “Nada más lógico, por tanto, que cualquier alteración de los mismos se narre en
términos de catástrofes de la naturaleza y enfermedades propias de las personas humanas”,
señala. Menciona entonces cómo se refieren los economistas a situaciones de crisis, afirmando
que una “tormenta” sacude al mundo, o que los mercados se “agitan”, o las Bolsas “sufren”
brutales “sacudidas”, o existe una “sequía” crediticia, o el “tsunami” financiero provoca el
desplome de los precios. El experto español destaca que poco importa que las metáforas sean
incongruentes entre sí: por ejemplo “tormentas” y “sequías”. Lo significativo es que “la crisis es
una catástrofe natural que, por tanto, se desencadena por sí misma y a todos nos pone en peligro.
No hay, pues, responsables, sólo damnificados”. Instituciones económicas que fueron dotadas de
vida natural y, por lo tanto, se humanizan, generan lamentos en gran parte de la población
cuando, en realidad, las padecen por sus acciones.
De esa forma, los causantes de daños económicos, por ejemplo banqueros durante una crisis
financiera o grandes empresas en períodos de suba de precios, quedan ocultos en su
responsabilidad detrás de metáforas médicas o meteorológicas. En ese sentido, Lizcano afirma
que esas metáforas inducen a una mezcla de miedo y compasión, de anonadamiento ante el
desastre provocado por las fuerzas de una naturaleza desatada y de solidaridad ante sus
víctimas. En referencia a la actual crisis financiera global, destaca que ese proceso de engaño
colectivo “no puede dejar de haber contribuido a la sorprendente resignación con que la población
del planeta ha asumido sin rechistar, salvo excepciones, que su dinero se desviara gratuitamente
hacia bancos que después se negarían a devolvérselo, siquiera en forma de onerosos créditos”.

Esos discursos económicos van moldeando la sociedad bajo el criterio de las emociones y las
creencias, ocultando la tensión de los intereses de los grupos sociales en el espacio económico.
Es decir, transforman unos hechos económicos que serían muy fáciles de comprender, como
quiénes son los responsables del alza de precios, en acontecimientos que adquieren autonomía
de sus principales protagonistas. Con su palabra dominante articulada en un discurso económico
que se amplifica en el espacio público obtienen legitimidad social, logrando que sus propios
intereses, que son de una minoría privilegiada, terminen asociados al bienestar general.

Zaiat Alfredo (05/12/2009). Discurso económico, Página 12. Recuperado de:


https://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-136486-2009-12-05.html

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