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Sermón: Santiago 2:14-19 ¿Es tu fe una fe viva?

January 12, 2017 Pastor Roberto Quiñones

Sermón: Santiago 2:14-19 ¿Es tu fe una fe viva? Pastor Roberto Quiñones

Santiago 2:14-19 “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras?
¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del
mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais
las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es
muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo
te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y
tiemblan.”

Una de las cosas que más me incomodan es la de ir a comprar cosas de joyería. E incomodan
porque, honestamente, yo no sé si el precio que me dicen que vale la prenda realmente lo vale. Si me
dicen que una cadena es de oro 14 quilates, yo no sé si lo que me dicen es cierto o no. Alguien pudiera
comprar una pulsera de 18 quilates cuando en verdad era de 14 quilates. Y es posible que mí, que soy
menos que un neófito en ese departamento me vendan como oro unas pulseras que sean en enchape
de oro. Y es por eso que a mí no me gusta comprar cosas de joyería a menos que vaya acompañado. Y,
aun así, me han cogido de soquete.

Tal vez a ti te ha pasado algo parecido. Nos hemos “enamorado” de un producto y luego que lo
hemos comprado resulta que no era lo que decía que era. A veces las cosas no son como aparentar ser.
Esto mismo sucede en la vida cristiana. Hay algunos que aparentan ser cristianos cuando tristemente no
lo son.

Hermanos, no todos los que profesan la fe cristiana son necesariamente salvos. Hay una fe en
Cristo que no salva. Esto es importante. No toda fe en Cristo es fe salvadora. Una persona puede decir
que es cristiana sin serlo realmente.

Hay ejemplos en la Biblia de personas que profesaron fe en Jesús y nunca fueron salvos. El
ejemplo modelo lo tenemos en Simón el Mago. Veamos Hechos 8:9-23. Se nos dice que Simón creyó e
incluso fue bautizado y por tanto unido a la membresía de la iglesia, V. 13. Pero su conducta demostró
que su profesión de fe no era sincera. Que su fe no era fe salvadora, V. 20-21 “Entonces Pedro le dijo: Tu
dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte
ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios”. Había profesado su fe
externamente y había sido recibido en la membresía de la iglesia, pero había algo en él que no estaba
bien. ¿Qué cosa? Su corazón. Su corazón no había sido cambiado. Había hecho profesión de fe al punto
de bautizarse, pero su conducta demostraba que su fe no era una fe salvadora. No toda fe en Cristo es fe
salvadora.

Otro ejemplo lo vemos durante el ministerio de Jesús. En Juan 2:23-25 “Estando en Jerusalén en la
fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no
se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del
hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.” Aquí se nos dice explícitamente que estas personas
creyeron en el nombre de Jesús. “muchos creyeron en su nombre”. Y no dice Juan la causa instrumental
que provocó dicha fe: al ver los milagros que hizo Jesús. “viendo las señales que hacía”. Es decir, estas
personas estaban impresionadas por la manifestación de poder por parte de Jesús. Vieron sus milagros,
se gozaron con ellos, escucharon sus palabras y vieron en Jesús algo que no habían visto en los demás
hombres. Y creyeron en Jesús. Tenían fe en Jesús. Pero no eran salvos. ¿Cómo lo sabemos? Por lo que
nos dice Juan “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de
que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”. Jesús sabía que la fe
que profesaban en El, no era una fe salvadora. No toda fe en Jesús es fe salvadora.

Ahora bien, Santiago trata este tema súper importante en esta sección. Es súper importante
porque esto es una materia de vida o muerte. Una persona puede creer que es salvo cuando realmente
no lo sea. Y si esta persona se equivoca en este punto crucial le puede costar su destino eterno. Por eso
Santiago procura describirle a la iglesia cuáles son las marcas la fe salvadora. ¿Cuáles son esas marcas?
Veamos lo que nos dice Santiago.

I. La fe salvadora es una fe que obra

V. 14 “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá
la fe salvarle?” Lo primero que podemos ver es que Santiago está hablando de la fe que salva, de la fe
salvadora. Lo sabemos porque al final pregunta “¿Podrá la fe salvarle?”. ¿Esa fe que hemos estado
describiendo podrá salvarle? ¿Es esa una fe salvadora?
En este versículo 14 Santiago comienza una nueva sección. Y es una nueva sección súper
importante. ¿Sabes por qué? Porque esta sección, que va desde los versículos 14 hasta el 26, son el
corazón de esta epístola. Santiago procura llevar a los hermanos a entender que la fe que salva es una fe
viva. Es una gracia salvífica implantada por Dios Espíritu Santo en los corazones de los creyentes. Y esa fe
viva es una fe que obra.

Hermanos, la fe verdadera es una fe que inevitablemente produce frutos de obediencia. Si no hay


frutos de obediencia a la Palabra de Dios esa persona no posee la fe que salva. En otras palabras, una
vida de santidad es necesaria para la salvación. Como dice el autor de la epístola a los Hebreos 12:14 “sin
santidad nadie verá al Señor”. Fue Jesús quien dijo en Juan 14:21 “El que tiene mis mandamientos, y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me
manifestaré a él”.

Hermanos, aunque nosotros no somos salvos por las obras nadie puede ser salvo sin obras. Eso es
lo que Santiago pregunta en el versículo 14, “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que
tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”. Hay dos preguntas aquí. La contestación a la primera
es: esa fe sin obras no aprovecha. Y la contestación a la segunda es: no podrá salvarle. Una fe estéril no
es la fe que salva. Solo la fe que nos une a Cristo y nos hace una planta con Él es la fe que salva. Y esa fe
verdadera que salva es una fe que obra.

Pablo nos dice en Gálatas 5:6 “porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la
incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” La fe verdadera obra por el amor. ¿Cuál amor? El amor a
Dios. Servimos a los hermanos porque amamos a Dios. Le demostramos a Dios que le amamos cuando
amamos a nuestros hermanos, sus hijos. El amor a Dios es de la esencia de la fe salvadora nos dice Jesús:
El que me ama guarda mis mandamientos. Si no hay obras no hay fe salvadora.

Ahora bien, Santiago nos dice en qué consiste esas buenas obras. Entre muchas cosas, consiste en
proveer para las necesidades de nuestros hermanos en le fe. V. 15-16 “Y si un hermano o una hermana
están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en
paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué
aprovecha?”. Santiago nos da un ejemplo de lo que es hacer buenas obras. Y el ejemplo es el amor que
debe haber entre los hermanos. Si yo veo que un hermano o hermana tiene necesidad de las cosas más
básicas de la vida: ropa y comida, y pudiendo ayudarle no lo hago, y solo le digo: ve en paz. O le dice:
gracias por la información, voy a orar por ti. ¿la fe de esa persona, será una fe salvadora? ¿De qué
aprovecha tener esa fe en Dios? ¿De qué sirve tal clase de cristianismo? No sirve de nada. Esa es la idea.
V. 17 “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” En el contexto: obras de misericordia,
de amor, de servicio, de abnegación. Pero sin lugar a dudas incluye una vida de santidad, de
consagración a Dios, de separación del pecado y esfuerzo de agradar a Dios en todo.

Así lo enseñó Juan el Bautista en Lucas 3:11 “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que
tiene qué comer, haga lo mismo.” Lo mismo enseña el apóstol Juan en 1 Juan 3:17-18 “Pero el que tiene
bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el
amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad.”

Hablamos de aquél que tiene cómo ayudar, pero no lo hace. Si hay una persona que tiene una
necesidad de pagar $200 de renta y le pide ayuda a uno que solo tiene $35 en el banco, si él le dice me
gustaría ayudarte, pero no tengo dinero, pero oraré por ti que Dios abra puertas, ¿es eso malo?
Obviamente no. Pero eso no quita la realidad de que la fe salvadora obra por el amor: el amor a Dios y el
amor al prójimo.

Santiago nos dice que hay una segunda marca de la fe salvadora.

II. La fe salvadora nunca va sola

V. 18 “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te
mostraré mi fe por mis obras.” Santiago levanta una objeción en nombre de alguna persona. Y este le
dice a Santiago, pero Santiago, Dios es soberano en distribuir sus dones: a unos Él les da fe “Tú tienes fe”
y a otros Él les da obras “y yo tengo obras”. Pero Santiago les dice que la fe salvadora, aunque ella sola es
la base de nuestra justificación, no es una fe que está sola. Ese es todo el argumento del pasaje. La fe
que salva es una fe viva, es una fe que obra, es una fe obediente, es una fe que produce santidad. Esto
no es una elección: escoge tú tener fe salvadora sin obra que yo escojo tener fe salvadora con obras.
Santiago dice, eso no es así. Somos justificados por la fe solamente, pero no por una fe que es sola. La fe
salvífica va acompañada del fruto del Espíritu: en amor, fe, paciencia, benignidad, dominio propio,
bondad, etc. Se manifiesta porque lucha contra el pecado y anhela ser como Cristo Jesús.

De la parábola del sembrador Jesús nos dice en Mateo 13:23 “Mas el que fue sembrado en buena
tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por
uno.” La salvación no produce una sola gracia: fe, sino produce varias gracias salvadoras. Juan 15:8 “En
esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.”
Santiago nos dice que hay una tercera marca de la fe salvadora.

III. La fe salvadora es mucho más que creer la doctrina correcta.

V. 19 “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan.” Santiago
nos dice que una persona puede poseer la teología correcta, puede conocer y entender correctamente la
Palabra de Dios y aún así no ser salvo. El ejemplo lo son los demonios. Ellos saben quién es Dios. Ellos
saben que hay un solo Dios vivo y verdadero. Saben que Dios es trino. Que Jesús es el Salvador del
mundo. Conocen acerca de los cielos, del infierno, de la fe salvadora, del perdón de pecados, de la
doctrina de la santificación. Conocen acerca de la iglesia. Todo ese conocimiento ortodoxo, bíblico y
correcto que poseen los demonios no es suficiente para salvarlos.

De la misma manera, una persona puede conocer de la Palabra de Dios y todo lo que conoce ser
excelente, impecable, ortodoxo, y aun así no ser salvo. Puede deleitarse en el conocimiento de los cielos,
estar impresionado por la doctrina del infierno, de la Persona de Cristo, de los Atributos de Dios, tener
una colección de los mejores libros de teología en su casa y disfrutar el estudiarlos y enseñarlos
correctamente a los santos en la iglesia y aun así no ser salvo. Oh hermanos, yo he conocido a creyentes
reformados que honestamente yo no creo que sean salvos. Sus vidas demuestran que la verdad flota en
sus mentes y nunca ha llegado con poder transformador a sus corazones.

La fe salvadora es más que conocer la doctrina correcta, los demonios la conocen y tiemblan.
Tiemblan porque no les produce paz sino terror porque saben que no aman a Dios y porque nada de lo
que conocen o han experimentado en sus vidas demuestran que poseen la fe salvadora, aunque
Santiago nos dice que ellos creen. No hay frutos de santidad en sus vidas. Y tiemblan porque saben que
al fin terminarán en el mismo infierno.

Aplicaciones:
1. Pregúntate, ¿poseo yo la fe salvadora? Porque si no la posees y solo dices que la posee, no eres salvo.
Las promesas de salvación no son a los que profesan su fe solamente sino a los que poseen la fe
salvadora. ¿Hay frutos en tu vida de obediencia? ¿Hay frutos en tu vida de santidad?

2. Hay muchos en la Iglesia de Cristo que viven engañados acerca de su salvación. Creen que son salvos
cuando en realidad sus vidas no demuestran obediencia a Dios. En sus vidas no hay diferencia entre el
mundo y un cristiano. Piensan como el mundo, actúan como el mundo, poseen los mismos valores. Pero
se engañan porque para los cielos no van. Fue Jesús quien dijo en Mateo 5:20 “Porque os digo que si
vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.”

Quiera Dios que cada uno de nosotros jamás nos olvidemos que la fe salvadora es una fe que
obra, es una fe acompañada de otras gracias salvíficas y que es mucho más que tener la doctrina
correcta si esta no va acompañada de una vida de santidad y obediencia.

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