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XVIII en La conquista del Perú (1748) de Francisco del Castillo y Representación verdadera
El 23 de agosto de 1750, mientras iba en su carruaje a cazar, el rey de España fue abordado por un
mestizo americano, quien le entregó una carta y –presumiblemente– desapareció. La carta era un
nación indiana hace a la majestad del señor rey de las Españas y emperador de las Indias, el señor
Don Fernando VI, pidiendo los atienda y remedie, sacándolos del afrentoso vituperio y oprobio en
que están más de doscientos años / Exclamación de los indios americanos, usando para ella de la
misma que hizo el profeta Jeremías a Dios en el capítulo 5 y último de sus lamentaciones1 . Su
portador era el mestizo Fray Calixto de San José Túpac Inca. El evento era excepcional y marcaba,
a la vez, el fin de un largo proceso de escritura y transporte del memorial, que involucraba una
compleja red de relaciones; y el inicio de una nueva etapa en la resistencia indígena andina. La larga
tradición de los memoriales indígenas se basaba en la esperanza de que las injusticias de la corona
se cometían por ignorancia del rey. Así, qué mejor que entregarle en la mano la información
necesaria para actuar con justicia y proteger a los indígenas. Los resultados obtenidos: silencio,
1El memorial, cuyo extenso título se consigna más abajo, es citado y publicado bajo los nombres
Representación verdadera, Exclamación verdadera o Exclamación reivindicacionista.
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Hacia mediados del siglo XVIII las elites indígenas rearticuladas son capaces de avanzar sus
agendas políticas. Así, para comprender mejor esas agendas y las estrategias empleadas para
alcanzarlas, exploraré en este trabajo sucintamente dos encargos hechos por el cabildo de naturales
Representación verdadera a Fray Calixto de San José Túpac Inca; y por el otro, la escritura para su
representación de la comedia histórica La conquista del Perú, a Fray Francisco del Castillo, el
recepción, propongo que al menos un sector de la élite indígena de mediados del siglo XVIII estaba
administración virreinal, y que entre estas se contaba la rebelión armada, la cual es planteada como
REPRESENTACIÓN VERDADERA
La Representación verdadera contiene una denuncia del sistema colonial y una propuesta concreta
de reformas. En su primera parte, emplea el bíblico Libro de las lamentaciones de Jeremías para
establecer un paralelo entre el excesivo sufrimiento de los hebreos y de los indígenas, invocando al
rey a retomar su responsabilidad por el bienestar de “su pueblo”. El libro de Jeremías contiene cinco
capítulos, los cuatro primeros describen cómo el pueblo de Dios peca y es justamente castigado; en
el quinto, Jeremías reclama que su nación lleva demasiado tiempo olvidada de Dios, a quien pide
que vuelva a su pueblo. Es este último capítulo el que sirve de hipertexto para las denuncias de la
Representación verdadera, que son presentadas como lamentaciones. El texto inicia así:
Cap. 5). ¡Oh, Señor! ¡Oh, Monarca Católico! ¡Oh, Emperador de las Indias piadoso, muy
católico y muy cristiano! ¡Oh, Señor, acordaos ya de lo que nos ha sucedido en más de dos
siglos de oprobios! Atended y ved nuestra afrenta, nuestra herencia (lloraba Jeremías con
todo su pueblo). Y nuestro pueblo cristiano, indiano, os clama llorando, y os dice su lamento
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así: (Haereditas nostra versa est ad alienos domus nostra ad estranios). Vuestra herencia,
Señor, que como a hijo mayor de la Católica Iglesia, mayor monarca, mayor católico, os
cupo en suerte, se ha pasado a los extraños, vuestra casa a los extranjeros” (Loayza 1948: 7).
pero integrándolas en una única lamentación: la del pueblo abandonado por su protector y guía.
Además, se establece que el vínculo que liga a los indígenas con el rey es religioso, no cultural ni
racial. Se establece una identidad inicial con el rey: nuestra herencia/vuestra herencia, que permite
la diferenciación con los invasores: los extraños/los extranjeros. En este párrafo, como a lo largo de
toda la parte de denuncia del memorial, se emplean literalmente versículos en latín de las
elegido de Dios, que ha pecado y es, por tanto, justamente castigado. Jeremías sabe que Dios los
abandonó por una causa justa y, pagados los pecados, volverá con su pueblo y contra su enemigo, a
quien con justicia perseguirá y destruirá. Pero, ¿cómo convertir a los españoles en los enemigos del
rey de España? ¿O en los enemigos de los americanos y conseguir que el rey de España considere a
los indígenas su pueblo por encima de los españoles? Es necesaria alguna estrategia. La que plantea
discursivo: “nuestro pueblo cristiano, indiano” (Loayza 7). Dios lo es de un solo pueblo: Jerusalén;
el rey de España, en cambio, de varios pueblos cristianos, entre ellos, el indiano. Así, el nosotros es
primero cristiano y por lo tanto legítimo pueblo del rey, pero a la vez indiano, lo cual le otorga la
especificidad sobre la cual se construye el discurso de distanciamiento con los españoles, extraños,
extranjeros; y segundo, situar a los españoles como los otros, aquellos de quien el rey los debe
defender. Ahora bien, los españoles no son (no pueden ser) planteados como enemigos. Como los
indianos, son cristianos, y por lo tanto parte del pueblo del rey. De hecho, una primera
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reivindicación pasa por recordarle al rey que ambos –y no sólo los españoles– integran su pueblo:
“Conviene a saber: que los indios, vuestros vasallos, son iguales a vuestros vasallos españoles, los
nobles a los nobles e hidalgos, y los demás a los restantes del estado general” (25).
Pero para que funcione la comparación con las lamentaciones de Jeremías, y para alcanzar la
autonomía que se buscará en la segunda parte respecto de los españoles, es necesario otrificarlos,
distanciarse de ellos, ¿cómo hacer esto sin distanciarse a la vez del rey? La clave está en la noción
de extrañamiento, separación. Son los españoles “que de nosotros viven segregados, separados y
distinguidos” los que “se han extrañado de nosotros, teniéndonos por extraños, siendo naturales
vuestros” (7). Españoles e indianos no son naturalmente extraños los unos a los otros, en tanto
ambos son “naturales” al rey. Este triángulo, definido por su identidad cristiana, los unifica e iguala.
Sin embargo, los españoles se han extrañado de nosotros, han establecido una distancia de
Calixto no lamenta este extrañamiento, lamenta que, una vez realizado, los indígenas queden
me parece uno de los elementos más relevantes de la Representación verdadera pues se aleja tanto
de la concepción milenarista del retorno al incario como de una reforma integradora de todos los
estamentos coloniales.
Otro elemento destacable es la relación que los indígenas plantean con “Nuestros antiguos
padres, los Reyes Incas” (11). Como en las lamentaciones de Jeremías, se atribuye el abandono del
pueblo por su protector como castigo a los pecados cometidos. Es interesante, sin embargo, como
otra vez una estrategia barroca permite justificar el castigo y rechazarlo a la vez:
Nuestros antiguos padres, los Reyes Incas y demás gentiles pecaron en la prolongada y
multiplicada idolatría, es verdad; pero ya no son nuestros padres, y ellos y nosotros cargamos
hasta ahora sus iniquidades. ¿No sois vos, Señor, nuestro Padre, nuestro Señor y nuestro
Rey? ¿Hasta cuándo hemos de pagar la idolatría ajena con tanta afrenta propia? (11).
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Aquí se establece una paradójica distinción entre la figura del pueblo y del protector que es
impensable en el libro de Jeremías. Para Jeremías la voluntad de Dios es inapelable, entre otros
motivos porque no hay más allá de Dios. Los indígenas en cambio, han renunciado a sus anteriores
padres para abrazar al nuevo, el rey de España. Este argumento que los exime de la culpa por la que
son castigados convierte en frágil su identidad con el rey. ¿Si renunciaron a sus antiguos padres, por
qué no podrían renunciar al actual? De hecho, leído en el párrafo es también posible leer una
advertencia al rey: eres nuestro protector, sé justo o dejarás de serlo. Este tono desafiante y
dubitativo (“¿No sois vos, Señor, nuestro Padre, nuestro Señor y nuestro Rey?”) es otra novedad de
del rey es incontestable, se le pide justicia porque se le considera magnánimo. La injusticia sólo es
posible porque el rey no está enterado de ella. Aquí, en cambio, vemos el cuestionamiento directo y
la amenaza velada. A la vez, tenemos otra vez la separación entre la identidad indígena y la incaica.
Los indígenas son primero cristianos y luego indianos, lo incaico es parte de un pasado cultural que
verdadera hace una crítica macrosocial de las injusticias de la administración colonial. Así, no hay
referencias a situaciones o hechos concretos sino que se establece una descripción y crítica global.
Hay, sin embargo, dos excepciones significativas y puestas juntas en la narración. La primera es la
referencia a la celebración por la coronación del nuevo rey realizada en Lima en 1748 y es
presentada, como contraparte de la anterior, para resaltar la lealtad de los indígenas al rey. Fray
“Señor, es preciso que seamos nosotros los que os contemos la verdad; porque no habiendo
en estas partes, quienes por nosotros vean, y sean nuestros cronistas y panegiristas, salga la
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verdad de la tierra y abatimiento del Indio, para que vuestra justicia vea desde el alto cielo de
Luego explica que tal sublevación fue hecha por “un indio o mestizo, no con[o]cido por
nosotros” (16) y aclara que “siendo quienes causaron estos ruidos, los mismos españoles,
corregidores y soldados, con sus exorbitantes molestias y faltas de caridad discreta” (17),
enfatizando además que los sublevados eran “bárbaros incultos y recién convertidos” (17). Critica
además la excesiva atención que el hecho llamó en la corte de Lima, siendo que “entre millones de
indios y mestizos, que hay en el Reino y Sierra, [no hubo] ningún levantado, ni movido un dedo
para apoyar esta Rebelión” (18). Así, si bien aclara que los sublevados no tienen nada que ver con
las élites indígenas a las que Fray Calixto representa (no conocido por nosotros), que tampoco
pertenecen al mismo pueblo de cristianos indianos, al menos no en la misma medida ya que son
“bárbaros incultos y recién convertidos”, a la vez justifica su accionar, ocasionado por las
exorbitantes molestias de los españoles. Ahora bien, en un nivel más profundo, la sola mención a la
rebelión ocasionada por culpa de los españoles en un texto en el que se denuncian también las
exorbitantes molestias de estos sobre el pueblo indígena representa también una velada amenaza.
Según Fray Calixto, los sublevados al mando de Juan Santos Atahualpa no tienen nada que ver con
las élites indígenas que claman justicia a su rey protector y no han conseguido a su favor mover ni
¿Dejarían de ser sus hijos los indígenas? ¿Se rebelarían? ¿Y de hacerlo, no serían acaso capaces de
La segunda parte del memorial abandona el tono del lamento para convertirse en un
documento propositivo. Comienza con una alusión a San Pedro: “(Vis non timere? Fat bonum)
‘Quieres no temer? Obra bien’ Por esto se proponen estos eficaces remedios” (41), para explicar
luego cada uno de sus remedios. Lo primero que hay que resaltar es que en este párrafo aparece por
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única vez una cita en latín inmediatamente traducida al castellano, lo que la destaca por encima de
todas las otras. Si se presume que el lector –el rey–, no entiende latín, esta se convierte en la única
cita suficientemente relevante como para ser traducida. Y si lo entiende, la cita se convierte en
enfática: ¿Quieres no temer? Obra bien. Y amenazadora. Luego se proponen los once remedios: 1.
Cumplir con los indios cristianos las leyes de la iglesia. 2. Aplicar las cédulas y leyes existentes de
los reyes (en favor de los indios). 3. Que se permita viajar a los indios a España. 4. Que los indios
puedan acceder a la propiedad y al comercio con los mismos derechos que los españoles. 5. Que
puedan tratar y contratar sin alcabalas. 6. Que se les abran las escuelas en todas las ciudades, villas
y lugares. 7. Que se les dé acceso a los colegios reales y seminarios. 8. Que accedan, hombres y
mujeres, a los mismos beneficios eclesiásticos de que gozan los españoles. 9. Que se les otorguen
las mismas dignidades eclesiásticas que a los españoles. 10. Que las mitas y servicios personales
dejen de ser únicamente tareas de indios. 11. Que se elimine a los corregidores españoles y se ponga
Cada uno de estos, y sobre todo el último, aparecen justificados y persiguen, en la mayoría de
los casos, la equiparación del trato entre súbditos de la corona. La mayoría, además, atañen directa y
principalmente a las élites indígenas. Dos, sin embargo, me parecen especialmente resaltantes: el
décimo, que implica la ruptura de los estamentos clasistas y racistas del reino pues plantea que
“habiendo en el Reino tanta gente libre y ociosa, como muchos que se dicen ser españoles” (43) no
es justo que sólo los indios cumplan estas dos tareas. Cabe imaginar qué habría pasado de
comerciante indígena rico hubiese tenido sirvientes criollos? ¿O que se encontrasen en el duro
trabajo de las mitas indígenas, criollos y mestizos o mulatos explotados? El undécimo remedio, me
parece también relevante, pero este más bien porque se contrapone a casi todos los anteriores. Si
estos proponían la no diferenciación entre súbditos del rey, aquí tenemos otra vez la diferenciación,
el acto que sucede al extrañamiento. Este remedio nos recuerda que todos los demás se enmarcan
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bajo esa noción de territorialidad sobre la cual se construye el nosotros del discurso. Los indígenas
aspiran a los mismos derechos de los españoles, pero al estar en tierras indianas, hay algunos
tiempo. El autor pide al rey que “se considere todo lo expresado con madura y será reflexión” (35),
aunque en la línea siguiente le recuerda la amenaza establecida en varios lugares del memorial:
“si se quitan tantos yerros, se seguirán muchos y grandísimos bienes; y no atajándose los que
se están viendo, pueden sobrevenir inmensos y gravísimos males, que se deben temer
La Conquista del Perú, por otro lado, se compone de una loa y una comedia histórica escritas por el
criollo Fray Francisco del Castillo, conocido como el ciego de La Merced, por encargo recibido del
coronación del rey Fernando VI en 1748, aunque, como bien señala Raquel Chang-Rodríguez
“hasta hoy no hay documentación alguna que confirme su puesta en escena” (471). Francisco del
Castillo era un personaje vinculado al poder virreinal, tenía como mecenas a José Perfecto de Salas,
fiscal de la Real Audiencia y asesor del virrey Amat y era muy cercano al inquisidor de Lima,
Cristóbal Sánchez Calderón (Chang-Rodríguez: 470), con lo cual escribir una obra que defienda los
intereses de las élites indígenas siendo criollo parece un encargo problemático. Si bien es posible,
como sostiene Emanuel Velayos, que “su perspectiva no es la representada en la obra, sino que
escribe para reivindicar los intereses de otro” y que su propia perspectiva aparezca únicamente
“como una huella interna de distanciamiento, en la que la identidad criolla borrada del texto se hace
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patente por el hecho mismo de no reconocerse plenamente con lo presentado en la obra”, también es
posible que haya habido flujos ideológicos entre los distintos sectores de la sociedad virreinal2.
La comedia gira en torno a tres historias: la intriga de amor que conecta a Titu Atauchi, Mama
Huaco, Rumiñagüi, Huacolda y Culliscacha; el ocaso del imperio incaico con los anuncios de
Huayna Cápac, la rivalidad entre Huáscar y Atahualpa y la sumisión de este último voluntariamente
a los españoles; y la historia de los conquistadores, haciendo especial énfasis en la historia de Pedro
de Candía. La fuente de la obra son los Comentarios reales, aunque se hacen modificaciones
significativas que Reverte Bernal atribuye a la visión “prohispánica” del autor, mientras para
durante las décadas finales del siglo XVIII” (472). Chang vincula estas alteraciones a la ideología
criolla, señala así que “no sería desacertado aseverar que La conquista del Perú anticipa la
negar esta posibilidad, me interesa más bien vincular esta obra a la ideología de las élites indígenas,
Representación verdadera.
Desde el punto de vista del contenido, quizá la única conexión resaltante tiene que ver con la
cristianismo. Antes, en la propia obra, Huayna Cápac había anunciado el fin de su imperio y había
dicho que sus súbditos debían someterse al nuevo imperio que vendría pues: “Es, a saber, que a este
Imperio / Vendrá una noble nación / Que os hará muchas ventajas, / En gobierno y en valor. / A
estos os rendiréis luego / Sin mostrar alteración / Siendo la obediencia ley /A quien tendrá ley
2Sobre el grado de autonomía ideológica del texto véase Velayos (2010). Para este autor, a pesar de que la
obra es escrita respondiendo a los fines ideológicos de las élites indígenas, a su vez “revela la manera en que
un criollo imaginaba el espacio que las élites indígenas debían ocupar en el ordenamiento social y político
del Imperio. Imaginación que también consigna, censurándolas, las ambiciones subalternas y las agendas
ocultas de aquellos sectores indígenas que no aceptaban el marco imperial de demandas institucionales”.
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mejor”. Esto puede equivalerse con el fragmento, en la Representación verdadera, en la que los
indígenas recuerdan al rey que los incas fueron pero ya no son sus padres. Es decir, se establece un
vínculo con la corona a partir de la ruptura del vínculo con el imperio inca sin que eso signifique
verdadera. Este personaje, compañero inicial de Pizarro, sufriría luego vejaciones por parte de este
que lo llevaron a rebelarse. De alguna manera, recuperarlo como protagonista para ensalzarlo
permite una lectura que reivindique o cuando menos justifique su rebelión. Lo cual nos lleva al
contexto de producción y recepción de ambas obras. Las dos son escritas al inicio del ciclo de
rebeliones indígenas que durará décadas3 . Si bien es posible que no haya conexión entre las
rebeliones y estos textos, dada la pluralidad de agendas y agentes existente. La presencia de figuras
como Antonio Garro e Isidoro Cala, la referencia a Santos Huayna Cápac4 y otros datos permiten
sospechar vínculos aun por esclarecer. Así, es posible que ambas obras hayan sido parte de una
agenda reformista que se radicalizó al no obtener resultados. A la vez, es posible que, al menos en
su fase inicial, esa agenda haya sido vehiculizada por una red mixta y amplia de sujetos indígenas,
3 Cabe recalcar que apenas dos años antes de esta celebración había ocurrido el devastador terremoto de Lima. La ciudad en
reconstrucción es, por lo tanto, el escenario de estas celebraciones. Es posible que este contexto de transformación haya influido
también en el clima de cambio que se respira en el memorial que nos ocupa.
4 Tanto en la Representación verdadera como en el Planctus indorum se llama al líder rebelde Juan Santos Huayna Capac. Este dato,
aunque menor, presenta dos aspectos interesantes: el primero es el vínculo entre estos dos textos, pues no se conoce otra referencia a
este líder con ese nombre; el segundo es la posibilidad de que el cambio de nombre no obedezca a un error sino a una decisión
consciente de asociar al líder indígena con el último inca de autoridad indiscutida, Huayna Capac, en lugar de con uno de sus hijos,
cuyo recuerdo era bien o mal valorado según el partido que se hubiese tomado en la guerra civil.
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