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Mateo 25: 1 – 13
aceite;
4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente
a recibirle!
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron
sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro
a nosotras y a vosotras, id
más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que
señor, ábrenos!
12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo
Los capítulos 24 y 25 de Mateo son una explicación del fin del mundo en palabras
de Jesús. La parábola de las 10 vírgenes ocurre en un contexto futuro en que el fin
del mundo tal y como lo conocemos, ha llegado. El encuentro entre el esposo y las
vírgenes que le esperan para entrar a la fiesta de bodas es inminente. El fin de los
tiempos ha llegado y el justo juez está próximo a regresar, esa es la idea de la
parábola.
En una sociedad tan extraña como la nuestra, ser cristianos no tienen ningún valor
social.
La parábola de las diez vírgenes no es solo una demostración de que la venida del
esposo será inesperada, es también una divina reprensión que nos permite
prepararnos ahora cuando aún hay tiempo para hacerlo. Lo que Jesús dijo en Mateo
25:1 – 13 es lo mismo que Pablo dijo en 2 Corintios 13:5 “Examinaos a vosotros
mismos si estáis en la fe”.
El engaño del cual Jesús nos advirtió en esta parábola no fue el de los falsos
maestro, el engaño del cual acá se habla es el engañarse a uno mismo. Al respecto
de esto habló el apóstol Pablo en Gálatas 6:3 – 4:
Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña, así
que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de
gloriarse
Lo que en esta tarde pretendo es, tal como el apóstol Pedro, “despertar con
exhortación nuestro limpio entendimiento” 2 Pedro 3:1 para que nuestra confianza
no descanse en falsedades, sino que estemos sobre “el fundamento que está
puesto, el cual es Jesucristo” 1 Corintios 3:11.
La parábola presenta dos grupos de personas, uno insensato, otro prudente, pero
más que eso, presenta dos tipos de personas, cristiano profesantes o nominales y
presenta también cristianos verdaderos. Cinco de estas entraron a la gloriosa fiesta
de bodas, y cinco no. Cinco eran de la íntima comunión del esposo, a las otras cinco
ni siquiera las conocía.
A manera de enseñanza, creo que debemos entender que todas las vírgenes de la
parábola compartían ciertos elementos en común, así como hoy día muchos
cristianos nominales tienen en común con los verdaderos cristianos, pero, así como
allá, estas cosas no fueron suficientes para que pudieran entrar a las bodas, así
también estás no son suficientes para que ningún cristiano pueda entrar al banquete
celestial prometido por Jesucristo que tendrá lugar al final de los siglos.
De la misma manera en que ambos grupos de vírgenes estaban las unas con las
otras, hoy día, en la iglesia, están los prudentes y los insensatos.
Estar en comunión con la gente de Dios es una bendición sin igual.
Hebreos 10:25 exhorta a “no dejar de congregarse, como algunos tienen por
costumbre”.
El señor Jesucristo ordenó a participar de la Santa Cena en comunión con los
demás creyentes de la localidad, en memoria de él.
Además, Jesucristo mismo estableció una iglesia física como institución
representante de Dios en la tierra. Mateo 16:18 dice “yo también te digo, que tú eres
Pedro, [a] y sobre esta roca[b] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella”.
No se puede ser cristiano sin estar en comunión con los demás santos de
Dios. Sin embargo, si se puede estar en comunión con los santos de Dios sin
ser cristiano.
No toda la que está en la iglesia es una virgen prudente. Puede que incluso seas un
pilar de la iglesia pero aún así llegará el día en que el señor de la iglesia te dirá “De
cierto, de cierto os digo: No os conozco”.
“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las
tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.
Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que
sus obras no sean reprendidas”. San Juan 3:19-20.
Hoy día, muchos tienen la lampara, pero no desean ser alumbrados por ella.
Puede ser que lo estemos repitiendo una y otra vez sin creer ni siquiera una sola
palabra de ello. Puede que sepamos quien es Cristo, puede que sepamos quienes
fueron los apóstoles, incluso puede ser que no dudemos de su existencia y estemos
bien informados de todas las evidencias documentales que en vida nos dejaron, y
aún así no ser verdaderos creyentes.
Si alguien cree que su profundo anhelo por el regreso del señor Jesucristo es una
garantía de su salvación, está profundamente equivocado. No se puede ser
cristiano sin esperar con todo nuestro ser la venida de nuestro señor, pero sin
duda alguna, se puede esperar la venida del señor sin ser cristiano.
Lo que hizo diferencia entre un grupo o el otro no fueron sus obras, su prontitud
para levantarse o su agilidad. Lo que permitió a unas a entrar a la fiesta mientras
que otras quedaron fuera fue el aceite en la lámpara.
Necesitamos aceite para esperar al esposo hasta el final. No permitamos que lo que
ocurrió a las vírgenes insensatas nos ocurra a nosotros: “Pero mientras ellas iban a
comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas;
y se cerró la puerta”.
Si el aceite se acaba, estamos acabados. ¿Cómo consigo más aceite? Lucas 11:13
dice: Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
Pídalo, es gratis. Pídalo, es por gracia. Pídalo, Dios desea que lo pida. Pídalo, y la
lámpara brillará mas fuerte que nunca.
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de
todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
Lucas 21:36
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de
glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre
vosotros aquel día. Lucas 21:34