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CUADERNOS DE LENGUA ESPAÑOLA

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Graciela Reyes

El abecé de la pragmática

ARCO/LIBROS,S.L
Graciela Reyes

El abecé de la pragmática

ARCO/LIBROS,S.L.
CUADERNOS DE
Lengua Española
Dirección: L. Gómez Torrego

1. a edición, 1995.
2.a edición, 1996.
3.a edición, 1998.
4.a edición, 2000.
5.a edición, 2002.
6.a edición, 2003.
7.a edición, 2007.

© by Arco Libros, S.L., 2007


Juan Bautista de Toledo, 28. 28002 Madrid
ISBN: 978-84-7635-169-7
Depósito legal: M. 156-2007
Printed in Spain - Impreso por Lavel, S. A. (Madrid)
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN Pág-

1. Pragmática eres tú 7
2. El significado del hablante 8

CAPÍTULO I. E L SIGNIFICADO C O N T E X T U A L 13
1. Oración y enunciado 13
2. La codificación del contexto 15
3. Qué hacer con el exceso 17
4. El contexto, los contextos 19

CAPÍTULO I I . ¿ Q U É ES LA PRAGMÁTICA? 23

1. Definiciones 23
2. La sinfonía, los músicos y sus ejecuciones defectuosas 26
3. El lenguaje no es siempre gramatical ni siempre lógico ... 27
4. La teoría de los actos de habla 30
5. El significado intencional 34
6. La pragmática actual 35

CAPÍTULO III. L o D I C H O Y L O I M P L I C A D O : E L M O D E L O DE G R I CE ... 38

1. El principio de cooperación 38
2. Ejemplos de implicaturas 41
3. Tipos de implicaturas 43
4. Lógica y conversación 48

C A P Í T U L O IV. L o D I C H O Y L O I M P L I C A D O : L A TEORÍA D E L A RELE-


VANCIA 53

1. El concepto de relevancia 53
2. Interferencias y contexto 56
3. La explicatura 58
4. La relevancia de las metáforas 61

EJERCICIOS 65

BIBLIOGRAFÍA 69
INTRODUCCIÓN

1. PRAGMÁTICA ERES TÚ

Usamos el lenguaje todos los días, lo usamos descuidada-


mente, dificultosamente, placenteramente, artísticamente. Tene-
mos conciencia de usarlo con mayor o m e n o r corrección o efec-
tividad, pero rara vez nos paramos a pensar en el mecanismo
oculto que hace funcionar la comunicación , es decir, en los
principios que guían el empleo del lenguaje en nuestros diálo-
gos con los demás.
Las palabras significan p o r sí mismas, y, sin embargo, la co-
municación exige m u c h o más que intercambiar significados pre-
establecidos. Piénsese en la diferencia entre preguntar "¿Qué
quiere decir esa palabra?" y "¿Qué quieres decir con esa pala-
bra?" En el p r i m e r caso estamos pidiendo una i n f o r m a c i ón so-
bre el lenguaje, que se encuentra, por ejemplo, en el dicciona-
r i o . En el segundo caso, estamos planteando un p r o b l e ma de
interpretación que tiene que ver con la i n t e n c i ó n del hablante
al usar la palabra: estamos preguntando p o r el significado que
debemos interpretar en ese contexto.
La pragmática lingüística estudia esa segunda dimensión del
significado, analizando el lenguaje en uso, o, más específica-
mente, los procesos p o r medio de los cuales los seres humanos
producimos e interpretamos significados cuando usamos el len-
guaje.
En estos últimos años, la pragmática se ha afianzado y ex-
tendid o de manera notable, como atestiguan varios congresos
internacionales multitudinarios, nuevas revistas especializadas, y
un n ú m e r o creciente de libros, manuales, artículos y tesis doc-
torales.
El estudio del uso del lenguaje no es nada nuevo (lleva, pro-
bablemente, más de dos milenios), pero la pragmática es el p r i -
mer i n t e n t o de hacer, dentro de la lingüística, una teoría del
8 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

significado de las palabras en su relación con hablantes y con-


textos. El programa de la pragmática es muy provocativo: se tra-
ta de explicar, entre otras cosas, en qué consiste la interpreta-
c i ón de un enunciado, cuál es la f u n c i ó n del contexto, qué
relación hay entre el significado literal y el significado comuni-
cado, p o r qué hablamos con figuras, cómo afecta la funció n co-
municativa a la gramática de las lenguas.
Para estudiar estos fenómenos es preciso volverse hacia el
usuario y observar sistemáticamente qué hace con el lenguaje.
Somos nosotros los que nos comunicamos, no nuestros mensa-
jes, y por eso puede decirse que la pragmática trata de nosotros,
los hablantes. La pregunta ¿qué es la pragmática?, que es una
de las que debemos contestar en estas páginas, tiene algo en co-
m ú n con aquella del poema de Bécquer:

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?


Poesía eres tú.
(Rima X X I )

A "¿Qué es la pragmática?" podría contestarse también "Prag-


mática eres tú". Lo bello, fascinante y complejo de la mujer que
pregunta, en el poema de Bécquer, cualidades que la asimilan,
para el poeta, a la poesía misma, se transforma, en nuestra ver-
sión prosaica, en lo bello, fascinante y complejo de nuestra ca-
pacidad para comunicarnos p o r medio del lenguaje.

2. EL SIGNIFICADO DEL HABLANTE

La pragmática se ocupa de estudiar el significado lingüístico,


pero no el significado de las palabras aisladas de contexto, ni
de las oraciones aisladas de contexto, sino el significado de las
palabras (u oraciones, o fragmentos de oraciones) usadas en ac-
tos de comunicación. El significado del lenguaje usado se suele
llamar "significado del hablante", y se caracteriza por ser inten-
cional y depender de las circunstancias en que se produce el ac-
to de la palabra.
Las palabras que usamos constituyen casi siempre un esbozo,
un dibujo aproximado, una guía imprecisa y cambiante según la
ocasión, guía que tiene la v i r t u d , sin embargo, de suscitar cier-
tas imágenes mentales en nuestros interlocutores. Si esas imáge-
nes coinciden aproximadamente con las que queríamos provo-
INTRODUCCIÓN 9

car, consideramos que nos hemos comunicado . El proceso es


m u y complicado y cuanto más se lo analiza más se admira u n o
de que la comunicació n se realice con tanta frecuencia y for-
tuna.
Si al volver a casa después de unos días de vacaciones en-
contramos un mensaje en el contestador que dice algo como
Soy Juana, y quería decirte que el martes salgo para Roma

entendemos, entre otras cosas no dichas, que Juana no hablaba


desde Roma, que el día que l l a m ó era cualquiera menos el l u -
nes anterior a su salida (porque en ese caso hubiera dicho "ma-
ñana" o "mañana martes"), y también entendemos, o debería-
mos entender, entre otras cosas posibles, quién es Juana y para
qué nos da esa i n f o r m a c i ó n . La pragmática estudia los p r i n c i -
pios regulares que guían los procesos de interpretación lingüís-
tica. Al estudiar esos principios, la pragmática estudia también
la naturaleza del lenguaje como instrumento de comunicación.
La n o c i ó n de significado del hablante se opone a la de sig-
nificado convencional, a veces llamado literal, que es el que las
expresiones poseen p o r convención, el que comparte toda la co-
m u n i d a d de hablantes y suele estar registrado en gramáticas y
diccionarios. Este nivel de significado es estudiado p o r la se-
mántica. Problemas c o m o la ambigüedad y la polisemia de
ciertas expresiones corresponden al campo de estudio de la se-
mántica. En un sentido más estricto, la semántica estudia la co-
rrespondencia entre las oraciones y el m u n d o , es decir, las con-
diciones veritativas que deben cumplirse para que una oración
sea verdadera o falsa. Al usarse el lenguaje se produce n signifi-
cados que desbordan el valor veritativo de las oraciones; estos
significados residuales, no preestablecidos, deben ser teorizados
p o r la pragmática, que muchos lingüistas ven como un comple-
mento de la semántica y p o r lo tanto como una parte de la l i n -
güística.
El proceso de entender literalmente una expresión lingüísti-
ca es ya bastante complicado, sobre todo cuando el mensaje,
aunque explícito, es difícil de descifrar p o r su tema, p o r su vo-
cabulario, y a veces p o r q u e no conocemos suficientemente al
emisor o a las circunstancias en que fue e m itido . En otros ca-
sos, el significado convencional de las palabras no es suficiente.
Algunas expresiones como, p o r ejemplo, yo, este, allá, maña-
na, solo significan cuando se las pone en un contexto. Si alguien
10 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

golpea la puerta y dice Abre, soy yo debo reconocer la voz para


decidir a quié n le abriré o no la puerta, ya que la palabra yo no
remite a ninguna persona específica, sino que meramente seña-
la al que habla. Yo y otras expresiones similares dejan de refe-
rirse al m u n d o cuando se las saca de contexto: sin un p u n t o de
origen ( u n hablante en su lugar y tiempo, dotado de intenció n
comunicativa) resultan vacías.
Otras expresiones tienen pleno significado, pero este varía
según quién las use, cuándo, y con qué intención. Cuando de-
cimos no, a veces queremos decir quizá, e incluso sí, y decirle
que sí a un n i ñ o no es lo mismo que decirle que sí al juez. La
referencia al m u n d o de ciertas palabras puede también cambiar.
Tibio no significa lo mismo en El biberón está tibio y en La cerveza
está tibia: en cada caso la palabra tibio se refiere a una tempera-
tura diferente e implica una serie de cosas diferentes (entre es-
tas, p o r ejemplo, que el bebé ya puede tomar el biberón, y que
es imposible beber la cerveza).
La expresión el libro de Rosa no es fácil de descodificar, ya
que la relación entre "el l i b r o " y "Rosa" (si Rosa es la autora o
es la dueña del libro) depende de principios pragmáticos. C o m o
veremos en los capítulos m y rv, para seleccionar la interpreta-
ción correcta de una expresión como esta el oyente debe partir
del supuesto de que el hablante está diciendo algo pertinente y
comprensible, es decir, debe partir de principios pragmáticos
para establecer el significado de la expresión.
Pero una vez que se llega a entender lo que alguien ha di-
cho (lo explícito) falta todavía un gran paso para completar la
interpretación de un enunciado. El significado que el hablante
quiere comunicar tiene una parte explícita y una parte i m p l í c i -
ta, lo que no se dice pero también se comunica. Por "significa-
do del hablante" debemos entender el significado completo de
un enunciado, constituido por lo que el hablante quiere comu-
nicar explícita e implícitamente. La interpretación de este signi-
ficado es el resultado de una operación de descodificación (des-
codificamos los signos lingüísticos usados) y de la derivación de
inferencias: inferimos lo que se nos quiere decir, que no suele
estar totalmente explícito.
En las páginas que siguen intentaré explicar cómo estudia
la pragmática actual el funcionamiento del lenguaje. Me he pro-
puesto hacerlo de la manera más sencilla y menos técnica posi-
ble, para que la exposición resulte de algún provecho a quienes
se inician en la pragmática, y también a los lectores sin prepa-
INTRODUCCIÓN 11

ración en lingüística, que solo tengan interés por ver cómo se


estudia hoy en día el uso del lenguaje.
D e b i do a la falta de espacio, quedarán sin tratarse unos
cuantos temas. En la Bibliografía final se encontrará una lista
de introducciones generales a la pragmática, seguida de otra lis-
ta que incluye dos tipos de estudios: los citados en el texto y
otros que son recomendables.
La finalidad de los Ejercicios no es tanto comprobar los co-
nocimientos adquiridos cuanto estimular la práctica de cierto t i -
po de reflexiones sobre el lenguaje. Estos ejercicios admiten di-
ferentes respuestas correctas o adecuadas, p o r lo cual no se
encontrarán aquí las soluciones.
Quisiera que el lector tomara este l i b r i t o no solamente co-
mo una guía, sino sobre todo como una invitación a seguir es-
tudiando pragmática.
CAPÍTULO I

E L SIGNIFICADO C O N T E X T U A L

1. O R A C I Ó N Y ENUNCIADO

Hemos distinguido, en la Introducción, dos tipos de signifi-


cado, el significado de la oración y el significado del hablante,
y hemos dicho que la semántica estudia el p r i m e r tipo de signi-
ficado, y la pragmática, en cambio, el segundo.
El significado del hablante es el que expresan sus enuncia-
dos. El enunciado es una u n i d a d comunicativa que equivale a la
i n t e r v e n c i ó n o c o n t r i b u c i ó n de un hablante en un a conversa-
ción, y que puede consistir en una oración completa o en un
fragmento de oración. Los enunciados se puede n d e f i n ir así:
unidades lingüísticas (habladas o escritas) que están inherente-
mente contextualizadas (cf. Schiffrin, Approaches to discourse, pág.
41). A u n q u e no siempre tengan f o r m a de oración, suele decir-
se, para simplificar, que los enunciados son oraciones puestas
en uso, es decir, puestas en contexto.
Los ejemplos que suelen analizarse en pragmática son casi
siempre representaciones de enunciados, no verdaderos enun-
ciados, ya que carecen de contexto; para interpretarlos debemos
imaginar algún contexto, aunque sea m í n i m o . En los ejemplos
de este l i b r i t o (que proceden, en su mayor parte, de diálogos
reales) p o n d r é entre paréntesis, cuando me parezca necesario,
algunos datos del contexto.
Las oraciones tienen significados convencionales (o gramati-
cales). Véase la siguiente oración:

(1) El n i ñ o está enfermo.

Esta oración está compuesta p o r una serie de elementos léxicos


(el, niño, etc.), y estos elementos se h a n c o m b i n a d o según las
14 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

reglas de la gramática. Las reglas de concordancia exigen que


el sujeto y el verbo concuerden en n ú m e r o y persona, las reglas
sobre o r d e n de palabras estipulan que el artículo preceda al
nombre, etc. (1) reproduce una oración bien formada porque
respeta las reglas gramaticales del español. Si no las respetara,
diríamos que la oración es agramatical. La versión siguiente de
(1), por ejemplo, tiene una anomalía sintáctica, y así lo indica-
mos p o n i e n d o un asterisco:

(1') *Niño el está enfermo.

Tanto los significados de los elementos léxicos como el con-


j u n t o de reglas para combinarlos son convencionales, es decir, no
naturales, lo que significa que no obedecen a leyes físicas ni a
principios de lógica, sino que son arbitrarios y se han i d o con-
solidando a lo largo de la práctica del lenguaje en una c o m u n i -
dad. "Convencional" significa 'acordado', 'preestablecido'. Por
supuesto muchas de esas convenciones están motivadas precisa-
mente por las necesidades comunicativas de los hablantes, y esa
motivación se percibe mejor en los procesos de cambios l i n -
güísticos. Pero una vez que el cambio se ha impuesto, la nueva
forma o construcción pasa a formar parte de un sistema de re-
gularidades, y estas son convencionales.
Las lenguas humanas son convencionales, no "naturales". En
efecto: aunque la facultad del lenguaje es natural a la especie
humana y parte de su herencia biológica, las lenguas que ha-
blamos son productos culturales y por lo tanto convencionales
en sus estructuras fónicas, sintácticas y semánticas. No hay que
dejarse confundir p o r la expresión "lenguas naturales", que se
aplica a las lenguas humanas para distinguirlas de las lenguas
artificiales. N i n g u n a ley física nos obliga a pronuncia r de cierta
manera y no de otra una palabra, o nos obliga a mantener la
concordancia entre sustantivo y adjetivo, o nos obliga a decir la
sartén en lugar de el sartén (cuando lo decimos).
La gramática (en la que incluyo fonología, morfosintaxis y
semántica) es la disciplina lingüística que estudia las estructuras
convencionales de sonidos, combinaciones de morfemas y signi-
ficados. La pragmática, a su vez, estudia la p o r c i ó n de significa-
do que no es convencional o gramatical, es decir, que no está
codificado por reglas. Esta distinción es válida, pero, como ve-
remos enseguida, no es tan nítida como u n o quisiera.
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL 15

Volvamos a la oración (1). Para la semántica, que estudia el


significado lingüístico, este consiste en la relación entre las ex-
presiones y el m u n d o , o, más exactamente, en las condiciones
veritativas de la oración: las que deben cumplirse para que una
expresión describa una situación de manera verdadera. Así,
para explicar el significado de (1), hay que verificar la relación
entre la situación descrita y el m u n d o : el c o n t e n i do de la
oración, llamado proposición, es verdadero si el n i ñ o está en-
fermo.
Un hecho curioso y sin duda digno de estudio (por eso lo
estamos estudiando) es que los hablantes no usan la oración (1)
exclusivamente para decir que el n i ñ o está enfermo, que es lo
que la oración significa semánticamente. (1), como parte de un
diálogo, es decir, convertida en enunciado, puede tener otros
significados. Si una madre, por ejemplo, usa esa frase cuando la
invita una amiga suya a salir de compras, su enunciado puede
implicar, entre otras cosas, que no puede salir esa tarde. Las ora-
ciones, una vez puestas en uso, se llenan de significados nuevos,
incluso algunos que contradicen los significados semánticos (co-
mo veremos en el ejemplo (7), abajo). La semántica relaciona
unas formas lingüísticas con los objetos del m u n d o que esas for-
mas representan, y no se pregunta para qué le sirve a un ha-
blante emiti r esas formas en un contexto comunicativo: esa es
tarea de la pragmática.

2. LA CODIFICACIÓN DEL CONTEXTO

No siempre son nítidas, como hemos dicho, las diferencias


entre el significado semántico y el pragmático. Obsérvese, por
ejemplo, la siguiente oración:

(2) Un librito así va a interesarles.

Tenemos aquí un a oración b i e n formada, de acuerdo con las


reglas de la gramática española. No es fácil, sin embargo, esta-
blecer el significado o representación semántica de (2), porque
algunas de las palabras de la oración no significan nada, o no
significan fuera de contexto. Esas palabras son así y les. ¿Qué
quiere decir así? ¿Qué quiere decir les? Por supuesto, todos los
hablantes de español reconocemos esas formas; las podemos en-
contrar, incluso, en el diccionario, pero el diccionario no nos va
16 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

a ayudar a entender la oración (2), porque tenemos que saber


algo más: necesitamos datos del contexto.
Las lenguas humanas poseen elementos gramaticales que co-
difican algunos aspectos del contexto. Entre estos elementos se
encuentran los deícticos. El funcionamiento de los deícticos no
se puede estudiar sin acudir a la n o c i ó n de contexto, p o r q u e
los deícticos hacen conexiones entre lo que se dice y entidades
del contexto. Les, en el ejemplo (2), se refiere a ciertas perso-
nas presentes en el contexto. Para asignar referencia a les debe-
mos saber quiénes son esas personas. Lo mismo pasa con el ad-
verbio así: no tiene significado si no se lo asocia a un contexto.
Son deícticos los pronombres personales, que identifican a los
participantes del acto comunicativo; también lo son expresiones
como aquí, allí, ahora, ayer y los tiempos verbales, que relacio-
nan la acción del verbo con un t i e m p o m e d i d o desde el pre-
sente del hablante. El futuro va a interesarles solo puede enten-
derse a p a r t i r del presente del hablante que pr o duj o el
enunciado: el presente del hablante (y por lo tanto el hablante)
f o r m a n parte del significado temporal de los verbos.
De m o d o que para interpretar semánticamente (2), que con-
tiene deícticos, debemos insertar la oración en un contexto. Lo
mismo pasa con (3) y (4):

(3) Yo peso 60 kilos.


(4) No, este no, prefiero aquel.

Si no sabemos a q u i é n remite yo, en (3), mal podemos com-


prender la oración y por lo tanto hacer n i n g ú n j u i c i o sobre su
valor de verdad. Igualmente vacíos de significado, fuera de con-
texto, resultan las formas este, aquel, y el m o r f e m a de p r i m e r a
persona en (4).
Los deícticos están en el límite entre la semántica y la prag-
mática. ¿Hasta dónde llega la semántica, y dónde empieza la
pragmática? Para muchos lingüistas, la pragmática empieza con
los deícticos y otros elementos similares, que f o r m a n parte de la
gramática de una lengua, pero no son independientes del con-
texto. A partir del m o m e n t o en que, para asignar significado a
expresiones lingüísticas, debemos r e c u r r i r al contexto, estamos
haciendo pragmática.
El ejemplo (2) de arriba reproduce algo verdaderamente di-
cho (en este caso, escrito), cuando el director de esta serie y yo
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL 17

empezamos a discutir la idea de un cuaderno dedicado a la


pragmática. Así quería decir, en ese diálogo, un l i b r i t o con cier-
tas características ya comentadas antes p o r nosotros, y el pro-
n o m b r e personal les se refería a los profesores de lengua y a
otras personas interesadas en u n librit o de esas características;
toda esa i n f o r m a c i ó n formaba parte de nuestro contexto. Lo
que parece una oración oscura e incomprensible es, como enun-
ciado, perfectamente interpretable.
A l l á lejos y hace tiempo, cuando las líneas telefónicas se
unían, no era raro levantar el tubo del teléfono y escuchar una
conversación entre desconocidos. Q u i e n haya tenido tal expe-
riencia sabe que es m u y difícil entender la conversación ajena.
¿Quién es " m i cuñado", qué pasó el lunes, a quién vio ella, por
qué Juan dijo eso, qué significa "eso", y, en todo caso, quié n se-
rá Juan? Tampoco sabemos bien de qué se ríen cuando se ríen.
Adivinamos algunas cosas, pero no sabemos "de qué va", real-
mente, porque nos faltan los contextos. Toda la semántica del
m u n d o no nos sirve para curiosear la vida verbal ajena.
En otros intercambios lingüísticos el contexto se hace explí-
cito para evitar malentendidos. En la "conversación" con el ca-
j e r o automático, por ejemplo, nos queda poco que inferir, casi
todo lo pertinente a la transacción está previsto de antemano y
enunciado. Pero esas conversaciones son las menos interesantes,
son las menos humanas, precisamente.
El problema entre semántica y pragmática es un p r ob le ma
de límites, que podrí a plantearse así: ¿dónde empiezan los
significados contextúales? Las expresiones referenciales como
el niño, por ejemplo, en nuestra oración (1), ¿no r e m i t e n tam-
bién a un contexto que hay que conocer para asignar a la ora-
c i ó n valor de verdad? ¿Dónde termin a la semántica? ¿Hasta dón-
de llega el contexto?

3. Q U É HACER CON EL EXCESO

Dije arriba que muchos lingüistas creen que la pragmática


comienza en los deícticos y otras expresiones similares cuyo sig-
nificado depende del contexto. Debo agregar ahora que muchos
de esos lingüistas creen que la pragmática empieza y termina en
esas expresiones. Su argumento es más o menos así: si se quie-
re considerar a la pragmática una de las subdisciplinas de la l i n -
güística, debe asignársele un objeto lingüístico. Digamos que ese
18 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

objeto es la p o r c i ó n sobrante de significado, lo que no puede


ser analizado p o r el criterio del valor de verdad. Esa sobra, ese
exceso, está parcialmente incorporado a la gramática en los d i -
ferentes subsistemas deícticos (pronombres, adverbios, tiempos
verbales) y en fenómenos convencionales, o parcialmente con-
vencionales, como ciertas implicaciones (que veremos en el ca-
p í t u lo I I I ) . Lo que no está en la gramática no es lingüístico, y
por lo tanto no puede ser objeto de una ciencia lingüística.
Esta postura es válida, pero deja fuera de la lingüística m u -
chos fenómenos que, sin embargo, tienen que ver con el len-
guaje, con su estructura y su significado. El siguiente enuncia-
do, p r o d u c i d o durante una comida, tiene un significado
pragmático que no está relacionado directamente con su signi-
ficado semántico:

(5) Estas sopas de verdura quedan siempre un poco sosas, ¿no?

Q u i e n hace tal observación mientras toma la sopa no pretende,


quizá, i n f o r m ar a sus oyentes de las cualidades generales de cier-
tas sopas, sino indicar que su sopa está sosa y que le gustaría
ponerle sal. La finalidad del enunciado (5) podría ser pedir sal
(sin ofender al que hizo la sopa, por ejemplo), algo que cum-
ple de manera bastante indirecta, pero efectiva si obtiene como
consecuencia que alguno de los comensales lo tome como una
petición. Ni siquiera (6) significa lo mismo literal que pragmá-
ticamente:

(6) ¿Podrías pasarme la sal?

Semánticamente, la pregunta indaga sobre lo que el interlocu-


tor puede o no puede hacer. Pero, pragmáticamente, (6) f u n -
ciona como un pedido o una orden de pasar la sal.
En (7) el desnivel es todavía más n otor i o. Supóngase, para
seguir con la sopa, que Mafalda, que odia ese alimento (pun-
tualmente presente, p o r lo menos una vez al día, en las mesas
de todos los niños del país de Mafalda), lo prueba y dice, con
claras manifestaciones de náusea:

(7) ¡Qué rica sopa!

El significado de Mafalda no tiene m u c h o que ver con el valor


de verdad de la oración que usa. Si Mafalda dijera la verdad,
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL 19

e m i t i r ía algo como "¡Qué asquerosa sopa!". Pero no se trata


aquí de decir la verdad, sino de usar el lenguaje de cierta ma-
nera, de m o d o que signifique otra cosa que lo que convencio-
nalmente significan las palabras empleadas.
Ejemplos del tipo de (5), (6) y (7) muestran desniveles en-
tre el significado literal y el significado que podríamos llamar
"real", el que el hablante realmente quiere transmitir. No se tra-
ta de un mero exceso de significado, sino de un verdadero des-
plazamiento. El hablante quiere decir algo que está más allá de
sus palabras. Y esto sucede todos los días, es parte de nuestra
r u t i n a de hablantes. No hay, sin embargo, señales gramaticales
que nos orienten . No hay un m o r f e m a especial, p o r ejemplo,
que indique a la madre de Mafalda que Mafalda está hablando
con ironía, ni tampoco esa señora necesita la ayuda del morfe-
ma: le basta con conocer a su hija. (La ironía puede marcarse
con ciertos elementos lingüísticos como la entonación o el vo-
cabulario, pero estas marcas no son indispensables. Ni siquiera
los gestos lo son.)
La pragmática de los últimos años tiende a presentarse co-
mo una teoría sobre la p r o d u c c i ó n e interpretación de los sig-
nificados lingüísticos gramaticalizados y tambié n y sobre todo
los no gramaticalizados. La pragmática se propone estudiar to-
do el exceso posible, pero, como no es fácil delimitar el exceso,
tenemos en estos momentos (mediados de 1994), tendencias di-
ferentes d e n t ro de la pragmática.
Antes de pasar a una caracterización de esos modelos, lo que
haremos en el capítulo siguiente, debemos ver, aunque sea su-
mariamente, qué problemas presenta la n o c i ó n de contexto.

4. EL CONTEXTO, LOS CONTEXTOS

Hemos hablado hasta ahora de contexto, sin d e l i m i t a r esa


n o c i ó n , tan comprensible intuitivamente, y sin embargo tan d i -
fícil de definir, porque cada teoría lingüística le da un significa-
do diferente, y los significados técnicos se superponen a los del
lenguaje corriente, que también varían. En general, se entiende
p o r contexto, en lingüística, el conjunto de conocimientos y
creencias compartidos p o r los interlocutores de un intercambio
verbal y que son pertinentes para p r o d u c i r e interpretar sus
enunciados.
20 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

Los intentos de teorizar el exceso de significado han llevado


a varias teorías sobre el contexto. Se suelen deslindar tres üpos
de contexto: el lingüístico, el situacional y el sociocultural. El
p r i m e r o está formado por el material lingüístico que precede y
sigue a un enunciado, y se lo llama a veces cotexto. El segundo
tipo, o contexto situacional, es el conjunto de datos accesibles a
los participantes de una conversación, que se encuentran en el
c o n t o r n o físico inmediato. Por ejemplo: para que el enunciado
Cierre la puerta, por favor tenga sentido, es necesario que haya
ciertos requisitos contextúales que son parte de la situación de
habla: que haya una puerta en el lugar donde ocurre el diálo-
go, y que esté abierta, entre otras cosas. Finalmente, el contex-
to sociocultural es la configuración de datos que proceden de
condicionamientos sociales y culturales sobre el comportamien-
to verbal y su adecuación a diferentes circunstancias. Hay regu-
laciones sociales sobre cómo saludar, p o r ejemplo, o sobre qué
tratamiento o registro lingüístico usar en cada tipo de situación.
No todos los pragmatistas están dispuestos a i n c l u i r en sus
teorías los contextos socioculturales (como se verá revisando los
manuales de pragmática, donde a veces ni se los menciona) .
Pero estos contextos contribuyen activamente a la interpretación
de enunciados. Hasta las instituciones mismas funcionan como
contextos: el lenguaje legal, el religioso, el burocrático, han es-
tandarizado formas lingüísticas que p e r m i t e n el funcionamiento
de esas mismas instituciones.
U n o de los aspectos más interesantes del contexto sociocul-
tural está constituido por los marcos de referencia {frames): los
enunciados se interpretan siempre dentro de un marco metaco-
municativo que clasifica la situación de habla y el papel de los
participantes. Así, por ejemplo, el marco puede indicar "habla-
mos en serio" o "hablamos en broma". Los marcos generan ex-
pectativas y presuposiciones sin las cuales sería imposible el tra-
bajo de p r o d u c i r e interpretar lenguaje. Otras veces, los frames
nos proveen de una serie de datos necesarios para la comunica-
ción: son, cognoscitivamente, estructuras estereotípicas sobre
situaciones o conceptos, que nos p e r m i t e n asociar unos signifi-
cados con otros, de m o d o que si decimos, por ejemplo, "biblio-
teca", se cristalizará automáticamente un contexto constituido
por entidades como "libros", "estantes", "bibliotecarios", etc.
En situaciones de habla ritualizadas, el valor de verdad de
las oraciones que usamos pasa a segundo plano. La institución
del regalo, por ejemplo, exige en algunas sociedades que el que
EL SIGNIFICADO CONTEXTUAL 21
regala debe restar valor a lo que ofrece, y el que lo recibe debe
exagerar el valor de lo recibido. En esas sociedades, cualquier
transgresión a esta n o r m a se penaliza, al margen de la verdad
sobre el valor del obsequio. Del mismo m o d o , en nuestra socie-
dad no se puede decir a la flamante madre, con todo cariño y
verdad, "¡Qué bebé tan feo, por Dios!", salvo en broma (jamás
escuché tal broma, sin embargo). En cada ocasión decimos lo
que queremos decir pero también lo que se espera que diga-
mos, porque nuestra vida lingüística está fuertemente codificada
p o r normas sociales. Y estas codificaciones son parte del con-
texto, ya que determina n el significado de los enunciados.
A veces puede pasar que las condiciones sociales que rigen
el uso del lenguaje sean más fuertes que las reglas de la gramá-
tica, m a l que les pese a los gramáticos. Un buen ejemplo son
expresiones como la catedrático, la médico, la ingeniero, de uso nor-
ma l en España.
Tales expresiones son monstruos sintácticos, ya que violan la
sacrosanta concordancia de género entre el sustantivo y la per-
sona a quie n designan, que es una mujer, como muestra el ar-
tículo la. Los hablantes que dicen la catedrático jamás dirían la
secretario o la enfermero. En el Diccionario de uso del español de
María M o l i n e r se lee lo siguiente:
catedrático, -a (Admitida por la R. A. la forma femenina, se con-
sidera incorrecto el empleo de la masculina con el artículo fe-
menino) .

El hecho de que la Real Academia de la Lengua haya tenido


que admitir la f o r m a femenina indica que tal f o r m a es una re-
lativa novedad en los usos lingüísticos. C o m o sabemos, ciertas
profesiones son tradicionalmente masculinas y los hablantes si-
guen usando el masculino por inercia. También hay que recor-
dar que las formas femeninas arrastran una connotación peyo-
rativa, como si lo femenino fuera intrínsecamente inferior. De
ahí que algunas poetisas, contribuyendo a mantener los estereo-
tipos misóginos, no quieran ser llamadas poetisas, sino poetas,
ya que aceptan el hecho ratificado p o r la sociedad (y reflejado
en el lenguaje) de que lo femenino es inferior o cursi. El pobre
m o r f e m a -isa significa pues, en ciertos casos, no sólo 'género
femenino', sino, pongamos, 'cursi'. Quizá a ciertas mujeres ser
ingenieras les suene también peyorativo, o, en todo caso, raro,
demasiado marcado, excepto cuando se aplica (pero es desusa-
do) a la cónyuge del que tiene el título en cuestión.
22 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

Por estas razones, que no son lingüísticas, poca gente ha he-


cho caso a la Real Academia en lo de la catedrático. Personas cul-
tas dicen, en Castilla, Carmen es médico, o Su mujer es arquitecto,
oraciones que deberían llevar el asterisco que las excluye de la
gramática española. ¿Deben o no llevarlo? Ambas oraciones son
agramaticales, pero así se usan normalmente, es decir, son enun-
ciados que los castellanohablantes consideran correctos y ade-
cuados. Es difícil resolver el problema de cómo una expresión
puede estar fuera de la gramática y a la vez servir para los usos
normales y aceptados del lenguaje. C o m o es fácil imaginar, este
tipo de dilema da lugar a discusiones no siempre cordiales en-
tre los lingüistas. Algunos o p i n a n que el concepto de oración
bien formada no sirve, teóricamente, para mucho . Otros opinan
que si vamos a prestar atención a cómo habla la gente, jamás
podremos describir las estructuras básicas de la lengua, descrip-
ción que, dicen, es lo que debe interesar al lingüista. Sin contar
a los puristas, que piensan que todos hablamos mal, y cada vez
peor, además, de Cicerón acá (¿qué es esto de estudiar cómo
usa la gente el lenguaje, si la gente usa mal el lenguaje?).
Como muestran la catedrático y la poeta, la influencia de los
condicionamientos sociales es tan fuerte como para mover los
pilares de la gramática. ¿Debemos dejar estos condicionamien-
tos fuera de la lingüística? O, para volver a lo que decíamos al
p r i n c i p i o de este apartado, ¿hasta dónd e llega el contexto, y,
por lo tanto, cuál es el alcance de la pragmática?
Desgraciadamente, no podemos contestar a esta pregunta
dentro de los límites de este l i b r i t o . Pero quiero dejarla plantea-
da desde el p r i n c i p i o , porque así el lector ponderará mejor los
méritos y limitaciones de las soluciones que da la pragmática a
los problemas que vamos a tratar en los capítulos siguientes.
CAPÍTULO I I

¿QUÉ ES LA PRAGMÁTICA?

1. DEFINICIONES

Cuando se empezó a hablar de pragmática se la asociaba,


m e d i o en b r o m a y medio en serio, con un cubo de basura don-
de la lingüística tiraba los problemas de semántica e incluso de
sintaxis que no podía resolver satisfactoriamente (algunos de los
contenidos del cubo de basura se verán en este capítulo). Hasta
cierto punto, el problema de que la pragmática carece de u n i -
dad teórica y metodológica y de que es difícil definirla (aunque
haberla, la hay) sigue sin resolver.
En un l i b r o panorámico sobre la lingüística moderna, p u b l i -
cado en 1988, el autor del capítulo dedicado a la pragmática,
Laurence H o r n , comenta la d i f i c u l t a d de dar un a d e f i n i c i ó n ,
c o n t r a p o n i e n do esta dificulta d al hecho de que la pragmática
ya es, por derecho p r o p i o , una disciplina académica, con un i m -
presionante caudal de estudios realizados y ciertas líneas o ten-
dencias bien claras de investigación en curso.
Pero el campo de la pragmática sigue siendo muy amplio, y
todavía se discute si debe ser considerada una subdisciplina den-
tro de la lingüística, si es otra lingüística (¿la lingüística alterna-
tiva del fin del siglo?), o si es una ciencia social distinta de la
lingüística, como quieren algunos investigadores europeos.
La posición tomada en este l i b r i t o es que la pragmática es
una subdisciplina lingüística, y su objeto el significado del len-
guaje en uso. Hasta aquí me he valido, para caracterizar la prag-
mática así entendida, de metáforas que sugieren un cambio de
enfoque en el estudio del significado: he dicho, p o r ejemplo,
parodiando a Bécquer, que la pragmática "eres tú", el hablante,
y también que la pragmática estudia el exceso de significado, el
que desborda a la semántica. Estas metáforas sugieren apertura,
incluso apertura ilimitada, y es hora de acotar esa apertura. Para
24 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

eso nos resultarán útiles algunas definiciones o caracterizacio-


nes recientes de la pragmática. El lector puede quedarse con la
que más le guste (decisión que puede postergar hasta terminar
de leer este cuaderno).
Stephen Levinson, autor del más celebrado de los manuales
de pragmática, dice lo siguiente (cito por la versión española):

a partir de sucesiones de enunciados, junto con asunciones de


fondo acerca del uso del lenguaje, podemos calcular inferencias
muy detalladas acerca de la índole de las asunciones que hacen
los participantes y de los propósitos para los que se utilizan los
enunciados. Para participar en el uso ordinario del lenguaje, uno
tiene que ser capaz de hacer tales cálculos tanto en la produc-
ción como en la interpretación. Esta capacidad es independiente
de creencias, sentimientos y usos idiosincráticos [ . . . ] y se basa en
su mayor parte en principios bastante regulares y relativamente
abstractos. La pragmática puede entenderse como la descripción
de esta habilidad (Pragmática, pág. 46).

Nótese que si no tuviéramos esa capacidad a la que se refiere


Levinson, de nada nos valdría saber perfectamente la gramática
de nuestra lengua o de cualquier lengua: el c o n o c i m i e n t o de
las reglas gramaticales no es suficiente para usar el lenguaje
efectivamente, ni siquiera en diálogos sencillos. Nuestra capaci-
dad pragmática nos permite construir enunciados, es decir, tex-
tos que son parte de redes de textos, y nos permite interpretar
los enunciados ajenos. La caracterización de Levinson sugiere
que una lingüística concentrada en nuestra competencia l i n -
güística, o conocimiento de las reglas de la gramática, sería una
lingüística incompleta.
Para Georgia Green, hablar y escribir, y aún más comunicar-
se (palabra, dice ella, que muchos usan como equivalente a ha-
blar o escribir, como si todo uso del lenguaje alcanzara a cum-
p l i r la meta de la comunicación) son actos de fe, y la pragmática
es "el estudio de los mecanismos que sostienen esa fe" (Prag-
matics and Natural Language Understanding, pág. 1). Para Green,
la pragmática "está en la intersección de una cantidad de cam-
pos, dentro y fuera de la ciencia de la cognición: contribuyen a
su d o m i n i o no solo la lingüística, la psicología cognitiva, la an-
tropología cultural y la filosofía (lógica, semántica, teoría de la
acción), sino también la sociología (dinámica interpersonal y
convención social) y la retórica" (pág. 2; trad. mía).
H o r n , en el artículo de 1988 mencionado arriba, comenta
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 25

que la pragmática es todavía un conjunto de investigaciones d i -


fíciles de unificar, y afirma: "la pragmática se ha convertido en
depósito de todo tipo de consideraciones extragramaticales y de
los efectos de esos factores en la f o r m a gramatical y léxica"
("Teoría pragmática", pág. 147). Unos años después escribe, ci-
tando a Stalnaker, que la pragmática contemporánea "es el es-
tudio de los actos lingüísticos y de los contextos en que se rea-
lizan", y continúa: "abarca los aspectos del significado que
dependen del contexto; estos aspectos son abstraídos sistemáti-
camente p o r la semántica p u r a que trata de la f o r m a lógica"
("Pragmatics, Implicature, and Presupposition", pág. 260, trad.
mía.)
Para Dan Sperber y Deirdre Wilson, autores de la teoría de
la relevancia, que veremos en el capítulo rv, la pragmática es "el
estudio de la interpretación de los enunciados" (Relevance, pág.
10). "La tarea de la pragmática", escribe Diane Blakemore, pro-
ponente de la misma teoría, "es mostrar cómo el oyente es ca-
paz de convertir el blueprint [esbozo de significado ofrecido por
la oración] en una proposición completa, basándose en conoci-
m i e n t o contextual" (Understanding Utterances, pág. 43; trad. mía).
Jacob Mey nos da la siguiente definición:

El lenguaje es el medio principal por el que la gente se comuni-


ca. El uso del lenguaje para diferentes propósitos está gobernado
por las condiciones de la sociedad, en la medida en que esas con-
diciones determinan el acceso del usuario a ese medio de comu-
nicación, y el dominio que tiene de él.
Por lo tanto la pragmática es el estudio de las condiciones del uso hu-
mano del lenguaje en cuanto determinados por el contexto de la sociedad
[subrayado en el original].
(Pragmatics, pág. 42; trad. mía)

Mey se distancia de los estudios centrados exclusivamente en


los mecanismos psicológicos de interpretación (véanse las defi-
niciones de Sperber y Wilson y de Blakemore, especialmente)
para insistir en las condiciones sociales, políticas, culturales, his-
tóricas, que determinan nuestro uso del lenguaje, o, como él di-
ce, determinan "de quién es" el lenguaje.
26 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

2. IA SINFONÍA, LOS MÚSICOS Y SUS EJECUCIONES DEFECTUOSAS

Hay algo en c o m ú n en las definiciones anteriores y en otras


que no he citado: en todas se reconoce, explícita o implícita-
mente, la existencia de un significado lingüístico contextual,
que p o r eso parece estar a caballo entre lo propiamente l i n -
güístico (lo gramaticalizado) y lo extralingüístico. A la lingüís-
tica del siglo xx le ha costado m u c h o a d m i t i r que lo extralin-
güístico deba formar parte del objeto de la lingüística: es como
abrir la puerta al desorden y al r u i d o de la calle y desbaratar la
preciosa homogeneidad de lo solamente lingüístico.
Ferdinand de Saussure, padre de la lingüística moderna, dis-
tinguió tajantemente la lengua, o sistema gramatical virtualmen-
te existente en los cerebros de todos los individuos de una co-
m u n i d a d , del habla, actualización voluntaria de ese sistema en
actos lingüísticos individuales. Para Saussure el único objeto po-
sible de la lingüística es la lengua, que, dice, "puede comparar-
se con una sinfonía cuya realidad es independiente de la mane-
ra en que se ejecute; las faltas que puedan cometer los músicos
no c o m pr o m e t en lo más m í n i m o esa realidad" (Curso de lingüís-
tica general, pág. 63). Saussure reconoce que no hay lengua sin
habla y que esta es la fuerza motriz del lenguaje, pero elige la
lengua, sistema autónomo de signos, independientes de su uso,
como objeto bien deslindado y homogéneo de la lingüística. Al
eliminar todo lo que le parecía teóricamente intratable, expulsa
de la lingüística al hablante: para estudiar la sinfonía, Saussure
tiene que poner a los músicos de patitas en la calle, ahorrándo-
se así sus ejecuciones quizá defectuosas.
La lingüística generativa y transformaciona l fundada por
Chomsky, sin duda la más importante e influyente de las teorías
lingüísticas modernas, se propone hacer una caracterización for-
ma l de las propiedades sintácticas del lenguaje, abstrayendo el
lenguaje, para ello, de las ejecuciones (más o menos defectuo-
sas) de los hablantes, y concentrándose en la descripción del sis-
tema ideal o conjunto de conocimientos que posee un hablan-
te sobre su p r o p i a lengua. El corpus de enunciados de una
lengua sirve, en esta teoría, para confirmar (o no) la gramática
internalizada o conocimiento innato de esa lengua.
Saussure, Chomsky y todos los lingüistas que han observado
el lenguaje seriamente saben que este es un fenómeno extraor-
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 27

dinariamente complejo que no se puede explicar solamente co-


mo un conjunto de propiedades inscritas en el cerebro, aisladas
de toda situación real de empleo. La decisión de amputar el len-
guaje de estas situaciones no significa que nieguen la i m p o r t a n-
cia (obvia) del uso de la lengua, sino que no le dan cabida en
su teoría, que pretende explicar rasgos sistemáticos, generales y
universales del lenguaje.
Es esta voluntad teórica la que ha i d o cambiando en los úl-
timos treinta años, a medida que crece el desengaño por las for-
malizaciones que pretenden explicar propiedades sintácticas
fundadas, en ú l t i m a instancia, en las intuiciones de los mismos
lingüistas acerca de la aceptabilidad de esta o aquella frase, sin
r e c u r r i r nunca a lo que la gente dice realmente todos los días.
Actualmente n i n g ú n lingüista puede poner en duda que hay re-
gularidades lingüísticas que no dependen solamente de reglas
gramaticales, sino de la manera en que usamos el lenguaje. De
ahí que, mientras en los principios de la lingüística "científica"
el hablante salía por una puerta, tres o cuatro décadas después,
a fines de los sesenta, entraba p o r otra: casa con dos puertas
mala es de guardar, y el indeseable hablante fue invitado a en-
trar p o r la puerta de atrás del edificio teórico de la lingüística,
cuando esta se vio en dificultades para explicar ciertos fenóme-
nos que solo pueden explicarse acudiendo a la noción de con-
texto.
El valor explicativo del contexto para describir regularida-
des y generalidades del lenguaje se verá mejor con algunos
ejemplos.

3. EL LENGUAJE NO ES SIEMPRE GRAMATICAL


NT SIEMPRE LÓGICO

El caso de la catedrático, visto en el capítulo anterior, pone


en cuestión una n o c i ó n básica de la lingüística generativa, la no-
ción de oración bien formada. Según Chomsky y sus seguidores,
una lengua consiste en una serie de oraciones b i e n formadas;
de acuerdo con este criterio, las oraciones m a l formadas no per-
tenecen a la lengua o el dialecto estudiado. Para explicar que
la catedrático es un caso diferente que la enfermero hay que recu-
rrir, forzosamente, a nociones no lingüísticas, ya que esta abe-
rración gramatical no se puede explicar dentro de los confines
28 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

teóricos de un sistema gramatical a u t ó n o m o , i n d e p e n d i e n t e


del uso.
Un ejemplo clásico de fenómeno gramatical que no puede
explicarse satisfactoriamente sin acudir a información pragmáti-
ca es el del o rd en de palabras o distribución de la información
en la oración. Obsérvense los dos ejemplos siguientes:

(1) No hay tomates.


(2) Tomates no hay.

Las condiciones de verdad de (1) y (2) son idénticas, de m o d o


que si es cierto que no hay tomates, tanto (1) c o m o (2) son
verdaderos. Pero (1) y (2) no se pueden usar indistintamente;
el o r d e n de palabras del español es muy flexible, pero elegi-
mos un o r d en en lugar de los otros posibles p o r razones con-
textúales, no al azar. Para explicar la estructura comunicativa de
(1) y de (2) tenemos que r e c u r r i r al contexto en que ambos
textos pueden producirse. L i m i t é m o n o s a (2), que tiene u n a
construcción más llamativa que (1). Para e m i t i r (2), necesita-
mos un enunciado anterior, cercano, en el que se hayan men-
cionado los tomates, por ejemplo Voy a preparar salsa de tomates,
a lo cual puede contestarse con (2). O bien se precisa un frame
o marco de referencia ( u n conjunto de ideas estereotípicas so-
bre algo; cfr. capítulo I, § 4) como, p o r ejemplo, el marco de
referencia "ensalada". Si se está hablando de una ensalada, si se
están enumerando, pongamos, los ingredientes que hay en la
nevera para hacerla, resulta n o r m a l e m i t i r (2), aunque los
tomates no. se hayan mencionado antes, p o r q u e estos suelen
asociarse automáticamente con la ensalada, lo que los hace
presentes, disponibles, en el contexto. En términos de pragmá-
tica, la relevancia de nombrar los tomates al p r i n c i p i o de la ora-
ción, donde suele estar el tema del que se habla, lo ya conoci-
do, se debe a que el concepto 'tomate' se recupera más o
menos automáticamente a partir del de 'ensalada'. Y esto expli-
ca que la oración esté construida como está: la pragmática ex-
plica la gramática.
Tampoco puede considerarse exclusivamente como un pro-
blema gramatical independiente la fluctuación del p u n t o de vis-
ta del hablante, que lo lleva a proferir enunciados como el si-
guiente:
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 29
(3) [ A l encontrar las llaves, después de haberlas buscado un
buen rato] ¡Aquí estaban las malditas!

El hablante ha elegido el pasado en lugar del presente, que tam-


bién podía haber usado. El uso de un pasado como reacción a
una situación presente (la aparición de las llaves) es consecuen-
cia de un desplazamiento del p u n t o de vista: el hablante se re-
fiere al presente indirectamente, enfocando el pasado en el cual
estuvo buscando las llaves. Lo desconcertante es que el pasado
estaban equivale, lógicamente, a un presente, es decir, parecen
anularse distinciones muy básicas del sistema gramatical de la
lengua, en beneficio de lo que podemos llamar apropiadamen-
te el significado del hablante.
Los tratamientos nos dan un b u e n ejemplo de elementos
gramaticales que no aportan nada al valor estrictamente semán-
tico de la oración, pero que sin embargo codifican i n f o r m a c i ó n
important e sobre los interlocutores y su comunicación. El em-
pleo de tú y usted no altera las condiciones de verdad de un
enunciado, de m o d o que (4) y (5) tienen el mismo valor lógico:

(4) Tú eres el nuevo jefe, ¿verdad?


(5) Usted es el nuevo jefe, ¿verdad?

Ambos enunciados son lógicamente equivalentes, pero todo ha-


blante de español sabe que no tienen el mismo significado. Tú
transmite, entre otras cosas posibles, simpatía, familiaridad, per-
tenencia al mismo g r u p o , o bien muestra falta de respeto. La
elección de tú en lugar de usted (o viceversa) modela de
cierta manera la situación de habla y la relación entre los parti-
cipantes, y depende de una serie de presuposiciones sociocultu-
rales.
El traductor anónim o de la novela Jane Eyre, que leí con fas-
cinación en la adolescencia, decidió en el m o m e n t o apropiado
cambiar el tratamiento con que Mr. Rochester se dirigía a Jane
Eyre: de usted pasó a t ú . Com o el inglés no tiene esa distinción,
y el traductor quería ser fiel a ambas lenguas, reprodujo la ver-
sión original neutra siguiendo las normas de uso del español:
cuando Mr. Rochester ya no es el patrón, sino el amante, pue-
de tutear a la institutriz Jane Eyre. Pues bien, el m o m e n t o del
paso de usted a tú es memorable, y cambia drásticamente el
frame de los protagonistas y el curso de la novela, y le corta la
respiración a una lectora jovencita e impresionable. Un tú bien
30 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

usado vale más que m i l discursos, en ciertas circunstancias. Y en


el uso del lenguaje, todo es cuestión de circunstancias.
El lenguaje no es ni üene p o r qué ser "lógico". La conjun-
ción y, por ejemplo, no es equivalente a la conjunción lógica &.
De acuerdo con la lógica, dos proposiciones p y q pueden coor-
dinarse en cualquier orden, sin que se altere su equivalencia:
p & q es lo mismo que q & p. Según esto, Las rosas son rojas y los
claveles son blancos tiene el mismo valor de verdad que Los clave-
les son blancos y las rosas son rojas. Pero la conjunción y puede ad-
q u i r i r otros valores, como 'y después', 'y en consecuencia', etc.
Los siguientes ejemplos de enunciados no son equivalentes:

(6) Decidí descansar un rato y terminar el trabajo.


(7) Decidí terminar el trabajo y descansar un rato.

En ambos casos la conjunción y significa 'y después', y p o r


eso (6) y (7) tienen condiciones veritativas distintas; esto es
así no porque el ítem léxico y quiera decir a veces una cosa y
a veces otra, sino porque hay un p r i n c i p i o pragmático según
el cual contamos las acciones o sucesos en o r d en cronológico,
salvo que indiquemos lo contrario. C o m o este p r i n c i p i o guía la
interpretació n de (6) y (7), resulta que no podemos asignar
valor veritativo a estas oraciones sin i n t r o d u c i r un p r i n c i p i o
pragmático.
La consecuencia de lo que venimos diciendo es que las ex-
plicaciones pragmáticas son necesarias para describir una serie
de regularidades lingüísticas, y que es mu y difícil (y quizá teóri-
camente errado) estudiar el lenguaje como un sistema de reglas
autónomo, es decir, independiente del uso.

4. LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA

Las explicaciones pragmáticas de algunos fenómenos grama-


ticales (del tipo de las que acabamos de esbozar en los ejemplos
( l ) - ( 7 ) ) empezaron a interesar a los lingüistas a finales de los
años sesenta, cuando se i n t e n t ó ampliar el m o d e l o de la l i n -
güística generativa, centrada en la sintaxis. Surgieron por esos
años varias subespecializaciones o doctrinas (la semántica gene-
rativa, el análisis del discurso, la lingüística textual, entre ellas)
que intentaban dar cabida al hablante en la teoría de la lengua.
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 31

Algunos proyectos sucumbieron (la semántica generativa, p o r


ejemplo), pero el intent o tuvo éxito, como muestra la lozanía
presente de la pragmática.
Los lingüistas innovadores de los años sesenta encontraron
el campo ya cultivado p o r los filósofos d e l lenguaje que estu-
diaban, desde hacía tiempo, los actos de habla. El pionero, en-
tre los filósofos, fue J o h n Austin, a quien suele considerarse el
iniciador de la pragmática moderna. Su teoría fue perfecciona-
da y consolidada por un discípulo suyo, J o h n Searle.
La idea central de la teoría de los actos de habla es que el
lenguaje no solamente sirve para describir el m u n d o , sino tam-
b i é n para hacer cosas. En una serie de conferencias dadas en
H a r v a r d en 1955 y publicadas postumamente en 1962, Austin
analizó p o r primer a vez los usos del lenguaje corriente, y echó
las bases de la teoría de los actos de habla.
A u s t i n distinguió dos tipos de enunciados: los asertivos o
constatativos, estudiados durante dos m i l años p o r la filosofía,
que se caracterizan por admitir asignaciones de verdad o false-
dad, y los performativos, a los que solo pueden asignárseles con-
diciones de "felicidad". (8) es un constatativo, y (9) un perfor-
mativo:
(8) Está nevando.
(9) Sí, j u r o .

En los enunciados performativos se hace exactamente lo que


se dice, en el caso de (9) jurar. En este tipo de emisión hablar
es, literalmente, hacer. Las lenguas poseen cientos de verbos
que cumplen la función de performativos explícitos, es decir, que
n o m b r a n la acción que se hace precisamente cuando se la n o m -
bra y solamente mediante la palabra: Juro, prometo, declaro, niego,
pido, ordeno, bautizo, etc.
Al concepto de verdad (correspondencia entre la afirmación
de un estado de cosas y ese estado de cosas) se opone, en la
teoría de los actos de habla, el de felicidad, o sea, el de acción
llevada a buen término. La verdad de las oraciones con perfor-
mativos, como (9), es inverificable, porque los performativos no
pueden ser ciertos ni falsos, sino solo ser afortunados o desa-
fortunados, según salgan bien o mal.
El i n f o r t u n i o procede no de la mala correspondencia entre
el lenguaje y la verdad, sino de una insatisfacción (infelicidad):
32 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

la falta de coincidencia entre lo que el enunciado dice que ha-


ce y lo que en realidad hace. Para que haya m a t r i m o n i o, debe
decir Sí, quiero el contrayente y no el testigo, y no un actor que
hace el papel de contrayente en el escenario, etc., ni un con-
trayente a quien todavía no se lo han preguntado, etc. El per-
formativo hace lo que dice siempre y cuando lo use quien de-
be, como se debe, donde se debe, cuando se debe, y con quien
se debe.
Después de diseñar su teoría de los infortunios, Austin des-
construyó su oposición inicial entre actos performativos y actos
constatativos, a d m i t i e n do que todas las oraciones, también las
que afirman verdades o falsedades, sirven para c u m p l i r actos,
aunque no tengan performativos explícitos. Así, Está nevando es
una afirmación, aunque no contenga el verbo afirmar.
Esto nos permit e distinguir significado de fuerza: significado
del enunciado - l o que las palabras dicen- y fuerza de la enun-
ciación - l o que las palabras hacen, p o r ejemplo afirmar, jurar,
pedir, ordenar-. El acto por el que se produce significado es
locucionario (locutionary act); la fuerza, en cambio, es el poder de
hacer, y proviene del acto ilocucionario {illocutionary act). A esto
se agrega un tercer acto posible pero no siempre identificable,
el perlocucionario (perlocutionary act), p o r el cual se p r o d u c e n
efectos en el interlocutor (convencerlo, sorprenderlo, asustarlo).
Para Searle, los actos de habla son las unidades de la comu-
nicación lingüística, y se realizan de acuerdo con reglas: "hablar
consiste en realizar actos conforme a reglas" (Actos de habla, pág.
31). A g r u p a n d o los actos de habla p o r géneros (por ejemplo
prometer, ordenar, saludar, agradecer, etc.), Searle se propone
enunciar las condiciones que hacen posible realizar esos actos
de habla, y de las condiciones extraer reglas. Estas reglas son re-
glas semánticas constitutivas, que determinan qué tipo de emi-
sión lingüística, en qué circunstancias, cuenta como tal acto de
habla.
Entre las condiciones que p e r m i t e n la realización afortuna-
da de un acto lingüístico como, p o r ejemplo, el de pedir,
tenemos algunas de tipo general: las que hacen posible la
comunicación (por ejemplo, hablar inteligiblemente), y las con-
diciones de contenido proposicional (en este caso, que el con-
tenido de la emisión se refiera a un acto f u t u r o del oyente).
Otras son preparatorias (en la petición, que el oyente sea capaz
de hacer lo que se le pide, y que no parezca estar dispuesto a
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 33

hacerlo espontáneamente). La condició n de sinceridad estipula


que el hablante desea sinceramente que su interlocutor haga lo
que le pide, y la condició n esencial es la que hace que una pe-
tición sea una petición y no otro acto: dadas las condiciones an-
teriores, el acto de habla cuenta como un intento de que el oyen-
te haga lo que se le pide.
Las reglas correlativas de estas condiciones sirven para defi-
n i r los actos de habla. Estas reglas no son meramente regulati-
vas, son constitutivas, porque crean o definen una forma de com-
portamiento. Las reglas constitutivas del fútbol, por ejemplo, no
solamente regulan la manera de j u g a r al fútbol, sino que crean
la posibilidad misma de juga r al fútbol; esas reglas determinan
que, dadas ciertas condiciones, algunos movimientos cuenten
como goles, como faltas, etc. Hablar una lengua es también ac-
tuar según reglas constitutivas, de m o d o que la emisión de cier-
tas formas lingüísticas, dadas las condiciones necesarias, cuente
como determinado acto de habla en el marco institucional en
que se desarrolla nuestra actividad lingüística.
La regla constitutiva del acto de pedir, por ejemplo, extraída
de la condición esencial, es que la emisión de una determinada
f o r m a lingüística (nunca la f o r m a misma, sin ser usada, claro)
cuenta como el intento de que el oyente haga algo.
Searle afirma que hay una correlación entre la f o r m a l i n -
güística y el acto de habla, de m o d o que las afirmaciones se ha-
cen usando formas declarativas, y las preguntas usando interro-
gativos, etc., cuando el lenguaje se usa literalmente. Pero son
tantos los casos en que los hablantes usan el lenguaje de mane-
ra indirecta, no literal, que la teoría debe proporcionar una ex-
plicación adecuada.
Recuérdese nuestro ejemplo del comensal que pedía sal, en
el capítulo anterior. Su p e t i c i ó n era, literalmente, en un caso
una afirmación sobre las sopas, y en el otro una pregunta (esta
ú l t i m a típica: ¿Me quieres pasar la sal?). Searle explica los actos
de habla indirectos como la superposición de dos actos, u n o l i -
teral y el otro no. El oyente interpreta el "verdadero" acto de
habla (el no literal) gracias a su c o n o c i m i e n to del contexto
institucional y particular en que se realiza el acto, y a su capa-
cidad para interpretar (según principios que veremos en el ca-
pítulo siguiente) la intenció n del hablante al hacer la pregunta-
petición.
La teoría de los actos de habla influyó m u c h o en las nuevas
34 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

corrientes de lingüística que veían el lenguaje no solamente


como la asociación de unos sonidos y unos significados, según
quería la t r a d i c i ó n saussureana, sino como acción. A u n q u e
Searle no desarrolla una teoría de los contextos (problema que,
dijimos al final del capítulo anterior, sigue siendo nebuloso),
es evidente que las condiciones y reglas de los actos de habla
solo se cumplen en ciertos contextos, tanto institucionales como
particulares. El hecho de que un porcentaje tan alto de actos
de habla no lleve i n t e n c i ó n de literalidad nos advierte que el
papel del contexto sobrepasa al de las reglas mismas. Piénsese,
sin ir más lejos, en las ironías y metáforas de la conversación, o
en las "amenazas" e "insultos" tan frecuentes en los diálogos de
la i n t i m i d a d (Te voy a comer a besos, Tú lo que eres es un sinver-
güenza); en estos y tantos casos semejantes, es el contexto el que
da su justo significado a las formas usadas. En el contexto ope-
ran, como veremos en el capítulo siguiente, una serie de ex-
pectativas sobre la conducta lingüística de nuestro interlocutor,
que contribuyen a diseñar el significado de lo que nos quiere
decir.

5. EL SIGNIFICADO INTENCIONAL

Hemos dicho, a propósito de los actos de habla indirectos,


que la posibilidad de interpretarlos depende del reconocimien-
to de la intenció n del hablante. Esto es válido para todos los ac-
tos de habla, sean indirectos o directos. U n o de los pilares teó-
ricos de la pragmática es la n o c i ón de significado intencional.
En otra parte he tratado la diferencia entre decir, querer de-
cir y decir sin querer (véase La pragmática lingüística, cap. 2),
que aquí me l i m i t o a esquematizar. Lo que decimos tiene un
significado que depende de las expresiones usadas y está sujeto
a un análisis de sus condiciones veritativas; lo que queremos de-
cir tiene fuerza pragmática y es la pragmática la que conjetura
cuáles son los principios que nos p e r m i t e n interpretar esa fuer-
za. Lo que decimos sin querer queda fuera de la lingüística, en
p r i n c i p i o , aunque no es un tema ajeno a nuestra disciplina,
pues forma parte del significado.
Si alguien nos dice Qué frío hace aquí interpretaremos natu-
ralmente no solo el significado de sus palabras, sino la inten-
ción con que las dice, lo que nos llevará, por ejemplo, a cerrar
la ventana o encender la calefacción. Comunicarse es lograr que
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 35

el interlocutor reconozca nuestra intención, y no solamente el


significado literal de lo que decimos. Lo que la persona en cues-
t i ó n comunica sin querer, en el ejemplo, podría ser que está en-
ferma o cansada, o que se siente i n c ó m o d a p o r estar donde
está, etc. Lo que decimos sin querer, los lapsus linguae y otras
gracias y desdichas de la comunicación interesan, sobre todo, a
los psicólogos.
La pragmática estudia el significado intencional, lo que u n o
quiere decir. El filósofo Paul Grice, que elaboró dos teorías cla-
ves para la pragmática, la del significado "no natural" y la de las
implicaturas, describe el significado intencional, que él llama no
natural (meaning-nn), con la siguiente fórmula, donde H signifi-
ca 'hablante', O 'oyente', E 'enunciado' y z 'creencia o acto de
voluntad de O' (traduzco la versión, ligeramente modificada, de
Levinson, Pragmatics, pág. 16):

H quiere decir no naturalmente z cuando profiere E si y solo si:


(i) H intenta que E cause un efecto z en O.
(ii) H intenta que (i) se cumpla simplemente porque O reco-
noce la intención ( i ) .

Según esta fórmula, el significado no natural es un tipo especial


de intención destinada a ser reconocida como tal p o r quien la
recibe. La significación "natural" se produce, en cambio, sin i n -
tervención alguna de intencionalidad, como cuando decimos
Esta fiebre significa que hay infección; Está su abrigo en el perchero, lo
que significa que ha llegado.
Interpretar lo que otr o dice es reconocerle una intención co-
municativa, y esto es m u c h o más que reconocer el significado
de sus palabras. La comunicació n parte de un acuerdo previo
de los hablantes, de una lógica de la conversación que permite
pasar d e l significado de las palabras al significado de los
hablantes. De esa lógica hablaremos en los dos capítulos si-
guientes.

6. LA PRAGMÁTICA ACTUAL

Recapitulando lo anterior, vemos que la pragmática surgió


de un descontento dentro de la lingüística, que llevó a la bús-
queda de mejores explicaciones para ciertos fenómenos. Esa
36 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

búsqueda coincidió con las nuevas teorías de los filósofos sobre


la relación entre la f o r m a lingüística, el significado y el contex-
to. En los sesenta y los setenta los nuevos gramáticos reivindica-
r o n todo lo que quedaba "más allá" de la oración, y escribieron
manifiestos sobre la centralidad teórica del discurso frente a la
centralidad tradicional de la oración. Florecieron la lingüística
textual y las diversas corrientes de análisis del discurso, surgie-
r o n teorías funcionalistas en gramática, y se propuso el trabajo
interdisciplinar en conjunción con la psicología, la filosofía, la
sociología. La retórica (que muchos consideran la más antigua
de las lingüísticas del texto) y la teoría literaria fueron graciosa-
mente invitadas a formar parte de la lingüística. Como es de su-
poner, algunos lingüistas opinaban que de esa mezcolanza no
podía salir nada bueno.
La pragmática adquiere status de subdisciplina lingüística
(o, para algunos, disciplina independiente) cuando Grice pre-
senta una teoría m u y influyente sobre cómo inferimos los ha-
blantes el significado i m p l í c i t o . De esa teoría, que veremos en
el capítulo siguiente, han derivado las reflexiones más intere-
santes y más fecundas sobre los procesos mediante los cua-
les los hablantes producimos e interpretamos significado l i n -
güístico.
H o y en día, la pragmática sigue confundida con otras cien-
cias que estudian el discurso, y está en la intersección de una
serie de enfoques sobre la comunicación y la cognición, como
nota Green en la definición citada arriba. La pragmática com-
parte el interés por la relación entre lenguaje, sociedad y cultu-
ra con otras disciplinas del discurso, sobre todo con dos de ellas:
con la sociolingüística (especialmente la que estudia los proce-
sos de interacción lingüística), y con el análisis de la conversa-
ción. Tanto la pragmática como la sociolingüística y el análisis
de la conversación estudian la c o m u n i c a c i ón lingüística en la
complejidad de sus contextos. Sin embargo, la pragmática tra-
baja con enunciados construidos, como ya hemos notado, y tien-
de a concentrarse en el estudio de los procesos inferenciales p o r
los cuales comprendemos lo i m p l í c i t o . No todos los pragmatis-
tas, sin embargo, están dispuestos a descartar el tratamiento di-
recto de las condiciones sociales del uso del lenguaje, y sigue vi-
gente la pregunta sobre el alcance teórico de la n o c i ó n
"significado c o n t e xtua r , la pregunta que planteamos al final del
capítulo anterior.
La pragmática parece concentrarse, en estos últimos años,
¿QUE ES LA PRAGMÁTICA? 37

en dos conjuntos de problemas interconectados. El p r i m e r con-


j u n t o está f o r m a d o por asuntos relacionados con la estructura
de la lengua, y el segundo p o r los mecanismos inferenciales que
hacen posible la comunicación.
Los ejemplos ( l ) - ( 7 ) vistos en este capítulo ilustran algunos
problemas del p r i m e r tipo: se trata de fenómenos lingüísticos
como el o r d e n de palabras, el uso de los deícticos, y también la
estructura de los actos de habla, que no pueden explicarse co-
rrectamente sin ayuda de un análisis pragmático, y que por lo
tanto suelen aducirse para dar validez a la existencia de la
pragmática dentro de la lingüística. Podríamos hablar, en este
caso, de una pragmática entendida como c o m p l e m e n t o de la
gramática, que se pregunta, sobre todo, cómo afecta la función
comunicativa a la estructura gramatical de las lenguas.
Algunos de los ejemplos que vimos en la i n t r o d u c c i ó n y en
el capítulo i ilustraban, en cambio, el p r o b l e m a de la discre-
pancia entre el significado lógico o gramatical y el significado
contextual, y ponían de relieve los procesos p o r los cuales nos
entendemos. La ironía, como vimos en el ejemplo de la sopa de
Mafalda, consiste en decir una cosa y querer decir otra: ¿por
qué confiamos en que nuestro interlocutor va a entender lo que
no le decimos, p o r qué nuestro i n t e r l o c u t o r efectivamente lo
entiende (cuando lo entiende), y p o r qué elegimos esa manera
complicada de comunicarnos?
Si se compara el problema de la ironía con el problema del
o r d e n de palabras en la oración, por tomar dos ejemplos entre
tantos, se verán, contrapuestas, las dos tendencias de la prag-
mática actual. Por un lado, una pragmática interesada en anali-
zar la lengua en relación con su función comunicativa. Por otro,
una pragmática interesada en estudiar el contexto en que se
produce el enunciado y que determina en gran parte lo que ese
enunciado significa (los principios que guían la comprensión de
lo que se comunica implícitamente, como el significado i r ó n i -
co). En el p r i m e r caso, el análisis va del lenguaje al contexto,
con la i n t e n c i ó n de describir más adecuadamente la estructura
del código lingüístico. En el segundo caso, se analizan sobre to-
do los mecanismos de la comunicación, que p e r m i t e n explicar
el significado de los signos lingüísticos puestos en uso.
En los capítulos restantes veremos las dos teorías más i m -
portantes de la segunda tendencia en pragmática.
CAPÍTULO I I I

LO DICHO Y LO IMPLICADO:
E L M O D E L O D E GRICE

1. EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN

Lo que queremos comunica r cuando hablamos puede ser


más que lo que decimos. Lo que decimos está determinado p o r
las condiciones de verdad literales de nuestro enunciado. Lo
que queremos comunicar con lo que decimos depende del
contenido de lo dicho y de otro tipo de factores. C o mo hemos
visto, u n a de las tendencias más importantes de la pragmática
actual es la que estudia la relación entre lo dicho y lo comuni -
cado por implicación. Hay dos teorías en competencia, en estos
momentos: la teoría de Grice, a la que dedicaremos este capí-
tulo, y la teoría de la relevancia, que veremos en el capítulo si-
guiente.
Si la comunicación es un acto de fe (como dice Green, se-
g ú n vimos en el capítulo anterior, §1), es un acto de fe en el
lenguaje, pero, sobre todo, en el interlocutor. Tenemos con-
fianza no solo en las personas que conocemos, sino también en
interlocutores desconocidos e incluso hostiles. Sabemos que, en
circunstancias normales, cualquier desconocido va a prestarnos
atención si le dirigimos la palabra, y probablemente va a con-
testarnos. Pero además sabemos que nuestro interlocutor, cono-
cido o desconocido, amigo o enemigo, va a tratar, por lo gene-
ral, de entender lo que intentamos comunicarle. Y esto es así,
según la teoría de Grice, porque entre los hablantes hay un
acuerdo previo, tácito, de colaboración en la tarea de comuni-
carse. Grice llama a este acuerdo "principio de cooperación".
En u n a famosa conferencia de 1967 ("Logic a n d Con-
versation", incluida ahora en Studies in the Way of Words), Grice
sostuvo que hasta ese m o m e n t o no se había prestado debida
atención a la naturaleza e importancia de las condiciones que
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 39

g o b i e r n an la conversación. Supóngase, dice Grice, que A y B


están hablando de un amigo c o m ú n C, que trabaja en un ban-
co. A le pregunta a B qué tal le va a C en su trabajo, y B res-
ponde: Bien, creo; le gusta trabajar allí, y todavía no lo han metido
en la cárcel.
Según Grice, lo que B quiere decir, implica, o sugiere me-
diante sus palabras es diferente de lo que dice: lo que dice lite-
ralmente, p o r medio del significado convencional de las pala-
bras, es simplemente que C todavía no ha i d o a la cárcel. Lo
que quiere decir puede ser, p or ejemplo, que C es el t i p o de
persona a q u i e n tienta demasiado el dinero. Este significado adi-
cional es una implicatura de lo dicho. La implicatura ( t é r m i n o
acuñado por Grice) es un tipo de implicación pragmática, que
Grice intenta contrastar con las implicaciones lógicas, los entraña-
mientos y las consecuencias lógicas; estos tipos de implicación, a d i -
ferencia de las implicaturas, se infieren exclusivamente del con-
tenido lógico o semántico de una expresión. También debe
distinguirse la implicatura de otro tipo de inferencia, la presupo-
sición, que se deriva más directamente del significado semántico
de las expresiones, como veremos abajo, en § 3.
Hay, sin embargo, implicaturas que están asociadas al signifi-
cado de las expresiones, aunque no al valor de verdad de esas
expresiones, como explicaré en su momento. A las implicaturas
que (como en el ejemplo que acabamos de ver) no dependen
del significado convencional de las palabras emitidas, Grice las
llama implicaturas conversacionales. Para explicar las implicaturas
conversacionales, por lo tanto, no hay que analizar las propie-
dades semánticas de las palabras, sino los principios que regu-
lan la conversación. Vamos a concentrarnos, por ahora, en las
implicaturas conversacionales.
Dice Grice que nuestros intercambios comunicativos corrien-
tes no consisten en una sucesión de observaciones desconecta-
das, ya que esto no sería racional. La conversación comporta,
normalmente, un esfuerzo por colaborar con nuestro interlocu-
tor: los hablantes tienen por lo general algún propósito común ,
más o menos definido, y tratan de alcanzarlo. El p r i n c i p i o de
cooperación es el p r i n c i p i o general que guía a los interlocuto-
res en la conversación, y que vale también para otros compor-
tamientos. Grice lo f o r m u l a así: "Su aporte a la conversación de-
be ser, en cada etapa de esta, tal como lo exija la finalidad o la
dirección del intercambio verbal aceptada por ambas partes".
"Debemos" comportarnos así porque es lo que los demás es-
40 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

peran de nosotros, y nosotros de los demás. Tan fuerte es esa


expectativa, que, si el hablante parece no c u m p l i r con el p r i n -
cipio de cooperación, el oyente, en lugar de pensar que efecti-
vamente el hablante no cumple, va a pensar que el hablante
quiere decir otra cosa. Esa otra cosa será una implicatura, es de-
cir, un significado adicional comunicado p o r el hablante e infe-
r i d o p o r el oyente. Esta pirueta de la comunicación (comunicar
sin decir, y contar con que el oyente va a inferir lo implicado)
es posible siempre y cuando los hablantes descuenten el cum-
p l i m i e n t o del p r i n c i p i o de cooperación.
Este comprende ciertas categorías que Grice llama máximas,
que a su vez contienen submáximas. Siguiendo a Kant, Grice
enumera las máximas de cantidad, de cualidad, de relación y de
manera, y asigna a cada una submáximas específicas. Estos p r i n -
cipios de comportamiento son los siguientes (cf. Grice, "Logic
and conversation"):

M Á X I M A DE CANTIDAD:
1. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera
el propósito de la conversación.
2. Que su contribución no sea más informativa de lo reque-
rido.

M Á X I M A DE C U A L I D A D : que su contribución sea verdadera.


1. No diga nada que crea falso.
2. No diga nada de cuya verdad no tenga pruebas.

M Á X I M A DE R E L A C I Ó N: sea relevante ['relevante', que toma-


mos en préstamo del inglés, significa 'pertinente', 'que viene al
caso'].

M Á X I M A DE MANERA: sea claro.


1. Evite la oscuridad de expresión.
2. Evite la ambigüedad.
3. Sea breve (evite la prolijidad innecesaria).
4. Sea ordenado.

(Nótese que la submáxima 3 parece contravenirse a sí misma,


ya que es innecesariamente prolija. La máxima de manera está
enunciada en el o r i g i n a l c o n la expresión be perspicuous, "sea
perspicuo", expresión algo oscura, de m o d o que también pare-
ce contravenirse a sí misma. ¿Chistes de Grice?)
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 41

Pese a la enunciación imperativa de estas categorías, lo i m -


portante para la teoría de Grice no es tanto el c u m p l i m i e n t o de
estos supuestos mandatos como el hecho, m u c h o más intere-
sante, de que los interlocutores actúan como si descontaran su
c u m p l i m i e n t o . Sin esta actitud de los hablantes, no habría i m -
plicaturas, y quizá no habría conversación posible.
Las implicaturas conversacionales son supuestos que se origi-
nan en que el hablante diga lo que dice en determinado con-
texto compartido por los interlocutores, y en la presunción de
que está observando el p r i n c i p i o de cooperación.
La implicatura se produce en los siguientes casos: a) cuando
el hablante obedece las máximas, b) cuando parece violarlas pe-
ro no las viola, c) cuando tiene que violar una para no violar
otra a la que concede mayor importancia, y d) cuando viola una
máxima deliberada y abiertamente. Veamos algunos ejemplos.

2. EJEMPLOS DE IMPLICATURAS

a) Obediencia a las máximas

Los casos de implicatura por obediencia a las máximas son


los que requieren menos cálculo por parte del oyente. Supón-
gase que me doy cuenta, antes de ir a clase, de que se me ha
aflojado un b o t ó n del abrigo, y lo comento con la secretaria. Si
ella me dice:

(1) Yo tengo aguja e hilo

entiendo que me los está ofreciendo, pues no sería cooperativo,


ni racional, mencionar esos elementos para no ofrecérmelos. En
este caso, simplemente amplío lo que dice la secretaria y saco la
implicatura correspondiente. Recuérdense los casos de actos de
habla indirectos que vimos en el capítulo anterior, que son se-
mejantes, ya que requieren un cálculo m í n i m o p o r parte del
oyente. Más abajo, al considerar una subclase de implicaturas
conversacionales, las que Grice llama "generalizadas", veremos
cómo en algunos casos no se requiere n i n g ú n cálculo para sa-
car una implicatura, cuando las máximas son observadas por el
hablante.
42 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

b) Violación aparente

A veces el hablante parece violar las máximas, lo que puede


dar lugar a implicaturas, si el oyente cree, como es n o r m a l , que
el hablante obedece las máximas, o al menos que respeta el
p r i n c i p i o de cooperación.
Grice da, entre otros ejemplos, el de una carta de recomen-
dación que contiene i n f o r m a c i ó n insuficiente sobre el reco-
mendado. A l t e r á n d o l o un poquito, es como sigue. El profesor
de filosofía escribe una carta de recomendación para su alum-
no, que aspira a ingresar en un programa doctoral. La carta di-
ce, en síntesis, algo así:

(2) El Sr. X asiste siempre a clase, hace puntualmente todos sus


trabajos, y se expresa con propiedad.

La carta da menos informació n de la esperada, ya que no i n d i -


ca si el alumno tiene talento para la filosofía. El destinatario sa-
cará la implicatura de que el señor X no tiene n i n g ú n talento
filosófico, porque de lo contrario tendría que pensar que el au-
tor de la carta no quiere cooperar, y esto es improbable, ya que
se ha molestado en escribir la carta.

c) Choques entre máximas

A veces no podemos dar una información sin m e n t i r porque


no la sabemos, y por lo tanto damos información aproximada,
violando la m á x i m a de cantidad para no violar la de calidad.
Así, por ejemplo, si me preguntan dónde queda la biblioteca y
no lo sé con exactitud, diré algo como

(3) Queda más al sur, pasando el parque.

El oyente, al recibir esta i n f o r m a c i ón insuficiente, puede pensar


que no quiero cooperar, o, más probablemente, puede sacar la
i m p l i c a t u ra de que eso es todo lo que sé sobre el asunto.
A u n q u e la máxima de calidad, "Diga la verdad", parece ser de
jerarquía más alta que las otras, es decir, es la que tendemos a
obedecer primero, hay algunos hablantes que prefieren m e n t i r
a pasar p o r poco cooperativos. Si pedimos instrucciones sobre
cómo llegar a un sitio, p o r ejemplo, a alguien que debería sa-
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 43

berlo (por vivir en el lugar o por otro motivo) pero no lo sabe,


puede pasar que recibamos i n f o r m a c i ó n insuficiente e incluso
equivocada, si esa persona es incapaz de admitir su ignorancia.

d) Violación ostentosa

Finalmente, podemos calcular implicaturas si advertimos que


el interlocutor está violando las máximas con deliberación.
Imagínese un diálogo como el siguiente:

(4) N I Ñ O (por décima vez): -¿Cuándo comemos, mamá?


MADRE : -Cuando esta señora que ahora está escribiendo ter-
mine de hacer su trabajo y se levante de esta silla y vaya a
la cocina y ponga a calentar la cena...

La prolijidad de la respuesta (en abierta violación de una de las


submáximas de manera) tiene por misión que el n i ñ o infiera la
actitud de la madre ante su insistencia.

3. TIPOS DE IMPLICATURAS

Grice distingue tres tipos de implicaturas: las implicaturas


convencionales, las implicaturas conversacionales particulariza-
das, y las implicaturas conversacionales generalizadas.
Para caracterizar estos tipos de implicaturas, Grice tiene en
cuenta si son convencionales, si son calculables, si son cance-
lables, y si son separables. La propiedad "convencional" se opo-
ne, como sabemos, a la propiedad "conversacional". La propie-
dad que Grice llama "calculabilidad" se aplica a las implicaturas
que resultan de un proceso inferencial en el que el oyente ha
sopesado tres factores: lo que el hablante dice, los datos del
contexto, y el acuerdo m u t u o de respetar el p r i n c i p i o de coope-
ración.
Las implicaturas son cancelables cuando pueden eliminarse
sin que haya contradicción. Son, finalmente, separables, si desa-
parecen al enunciarse la expresión de otra manera.
Veamos caso por caso, incluyendo las presuposiciones, que
pertenecen también al grup o de las implicaciones pragmáticas.
44 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

I. IMPLICATURAS CONVENCIONALES Y PRESUPOSICIONES

Las implicaturas convencionales f o r m a n parte del contenido


de ciertas expresiones lingüísticas. Son significados adicionales,
pero no se calculan, pues vienen incorporados en el contenido
de las expresiones. Véase este ejemplo:

(5) María logró terminar la tesis.

Este enunciado significa que María t e r m i n ó la tesis, y que le cos-


tó algún esfuerzo terminarla, por la razón que fuera. La idea de
esfuerzo o dificultad está implícita en la construcción lograr + in-
finitivo, es una implicatura convencional de esa expresión.
Como todas las implicaturas, la implicatura convencional es
un significado adicional implícito. Pero las implicaturas conven-
cionales se diferencian de las conversacionales en que no re-
quieren n i n g ú n contexto específico, ya que están adheridas a
las construcciones lingüísticas. Por otra parte, como son i m p l i -
caturas, y no implicaciones lógicas, no ejercen ninguna influen-
cia sobre el valor de verdad de la oración en que aparecen.
Nótese que (5) tiene el mismo valor veritativo que (6):

(6) María terminó la tesis.

(5) y (6) significan, estrictamente, lo mismo, pero en (5) hay


un significado extra, la implicatura convencional 'tuvo que ha-
cer un esfuerzo para terminar la tesis' o algo semejante, que no
afecta la proposición básica 'María t e r m i n ó la tesis'.
Las expresiones subrayadas en los siguientes ejemplos provo-
can también implicaturas convencionales:

(7) Elisa es porteña, por lo tanto es pedante.


(8) Son pobres, pero honrados.

En (7), si Elisa es porteña y pedante la oración es verdadera,


sin necesidad del significado implícito añadido p o r por lo tanto,
que señala que ser pedante se sigue de ser porteña. En (8),
igualmente, las condiciones de verdad se satisfacen si los indivi-
duos de los que se habla son pobres y honrados; pero añade una
oposición independiente del valor veritativo de la oración.
Las implicaturas convencionales l i m i t a n lo apropiado del uso
LO D I C H O Y LO IMPLICADO: EL M O D E L O DE GRICE 45

de una expresión, ya que no su valor de verdad. (9), por ejem-


p l o , es un enunciado anómalo, como señala el signo de inte-
rrogación puesto al principio :

(9) ?Juanita es inteligente, pero escribió un libro buenísimo.

Por supuesto, si Juanita es inteligente y escribió un l i b r o buení-


simo, (9) es una proposición verdadera, pese a la contradicción
aportada p o r pero. Él uso de pero, sin embargo, convierte el
enunciado en poco aceptable pragmáticamente.
También son convencionales otras implicaciones estudiadas
desde hace muchos años p or la semántica: las presuposiciones.
Vale la pena que las consideremos aquí un momento, antes de
pasar a las implicaturas conversacionales.
Las presuposiciones son significados adicionales que están
implícitos en ciertas expresiones, y que cuentan para evaluar la
verdad de la oración; esto ú l t i m o las diferencia de las implica-
turas convencionales. La expresión dejar de + infinitivo acarrea,
por ejemplo, una presuposición:

(10) Gutiérrez dejó de llamarme.

En (10) hay una proposición presupuesta, 'Gutiérrez me llama-


ba', que debe ser cierta para que (10) sea cierto. La presuposi-
ción subsiste incluso si se niega la oración, como en (11):

(11) Gutiérrez no dejó de llamarme.

Otros ejemplos de presuposición son los siguientes:

(12) Lamento que sea difícil ('es difícil').


(13) Cuando me propuso casamiento, me eché a reír ('me pro-
puso casamiento').

Las presuposiciones y las implicaturas convencionales, p o r


ser significados convencionales de las expresiones, no se pue-
den anular fácilmente, es decir, no se pueden eliminar del con-
texto sin que el hablante se contradiga, como sucede en (14),
ejemplo de presuposición, y en (15), ejemplo de implicatur a
convencional (el asterisco indica que hay una anomalía semán-
tica) :
46 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

(14) *Gutiérrez dejó de llamarme, pero nunca me llamó.


(15) *María logró terminar la tesis, pero no la terminó.

Ambos tipos de implicación admiten, sin embargo, ser suspen-


didos:
(16) Qué bien que Luis haya dejado de fumar, si es que en rea-
lidad ha dejado.
(17) Julián es capricorniano, y por lo tanto perseverante, si es
cierto lo que dicen los astrólogos.

A lo largo de una conversación se van p r o d u c i e n d o signi-


ficados más flexibles, más matizados y sujetos a cambios que
los que admiten las oraciones aisladas de los lógicos, de m o d o
que, en el contexto adecuado, tambié n las implicaciones con-
vencionales puede n quedar anuladas sin que el hablante se
contradiga o se contradiga totalmente. Pero, a los efectos de dis-
tinguir lo convencional de lo conversacional, es ú t i l , en princi-
pio, considerar que las implicaciones convencionales tienen la
propiedad de ser no cancelables, j u n t o con la de ser no calcu-
lables.
Para distinguir las presuposiciones de las implicaturas con-
vencionales hay que tener en cuenta otra propiedad, la separa-
bilidad. Para Grice, las implicaciones, en general, no son sepa-
rables cuando se infieren del significado y no de la f o r m a de
una expresión, de m o d o que, si se dice lo mismo con otras pa-
labras, la implicación persiste. Las presuposiciones no son sepa-
rables, como muestran los ejemplos siguientes:

(18) Luis dejó de fumar ('antes fumaba').


(19) Luis ya no fuma ('antes fumaba').
(20) Luis no fuma más ('antes fumaba').

Las implicaturas convencionales, en cambio, son separables,


porque al decir algo con el mismo valor de verdad, usando una
expresión diferente, la implicatura desaparece:

(21) Son pobres, pero honrados (una condición se opone a la


otra).
(22) Son pobres y honrados (no hay oposición).
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 47

I I . IMPLICATURAS CONVERSACIONALES PARTICULARIZADAS

Se trata de las implicaturas que hemos ejemplificado arriba,


en § 2. Sus propiedades son las siguientes: son calculables, can-
celables y no separables.
Precisamente porque dependen de un contexto específico,
las implicaturas conversacionales particularizadas pueden cance-
larse o anularse. En el caso de la carta de recomendación, bas-
taría que el alumno descrito tan mezquinamente por su profe-
sor no aspirara a ingresar en un programa de filosofía, sino en
algún otro que requiriera precisamente las cualidades mencio-
nadas. Otra manera de anular la implicatura sería simplemente
agregar algo como Y además es muy bueno en filosofía.
Estas implicaturas no son separables, pues no están adheri-
das, como las convencionales, a ciertas expresiones lingüísticas.
Si en lugar de lo indicado en (2) el profesor dijera lo mismo
con otras palabras, p o r ejemplo:

(23) El Sr. X es aplicado, puntual, y escribe con gran correc-


ción,

la implicatura 'no sirve para la filosofía' seguiría vigente.

III. IMPLICATURAS CONVERSACIONALES GENERALIZADAS

Estas implicaturas, p o r ser conversacionales, se pueden can-


celar, pero se diferencian de las otras en que no dependen de
un contexto específico. El ejemplo clásico es el del artículo un,
usado como en el ejemplo siguiente:

(24) Marta va a encontrarse con un hombre esta noche.

Un implica que ese h o m b r e no es su marido, ni n i n g ú n miem-


bro inmediato de su familia, ni siquiera, diría Grice, un amigo
platónico. El artículo un, en muchos de sus usos, implica que
no hay una relación cercana entre la entidad a la que se refie-
re el artículo y el individuo pertinente del contexto. Lo mismo
sucede en (25):

(25) Entré en una casa.

Aquí una casa no puede ser ' m i casa'.


48 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

Las implicaturas generalizadas surgen de una asociación fre-


cuente entre una expresión y los contextos posibles de esa ex-
presión. Entre las implicaturas conversacionales particularizadas
y las generalizadas hay, solamente, una diferencia de grado en
cuanto a su dependencia del contexto.
La observación de la máxima de cantidad provoca implica-
turas conversacionales generalizadas. Véase el siguiente ejemplo:

(26) Julia escribió tres libros.

La p r i m e r a submáxima de cantidad ("que su c o n t r i b u c i ó n sea


todo lo informativa que requiera el propósito de la conversa-
ción") nos obliga a dar la cantidad de i n f o r m a c i ó n exacta, ni
más, ni menos. C o m o descontamos que el hablante c u m p l i r á
con esa máxima, entendemos, en el caso de (26), que Julia
escribió tres libros, y no dos, ni cinco. Pero ese significado
('exactamente tres') es una implicatura. La expresión tres, por sí
misma, no significa 'exactamente tres', sino que significa, estric-
tamente, 'por lo menos tres'. Nótese que si Julia escribió siete
libros, sigue siendo verdad que escribió tres. Pero sería muy po-
co cooperativo decir que escribió tres si escribió más de tres;
una información tan insuficiente se tomaría, en la conversación,
por equivalente a una mentira, aunque lógicamente no lo sea.
El numeral tres pertenece a un conjunto de expresiones que
pueden ordenarse en una escala, de m e n o r a mayor valor i n -
formativo. Las expresiones de este tipo son ambiguas, pues sig-
nifican 'por lo menos x' y 'exactamente x'. En la conversación,
sin embargo, solo vale el segundo significado, debido a la exi-
gencia de c u m p l i r la máxima de cantidad. Como se ve, la lógi-
ca p r o p i a de la conversación desambigua las expresiones l i n -
güísticas.
En el cuadro i se resumen las características de los tipos de
implicaciones que hemos visto.

4. LÓGICA Y CONVERSACIÓN

La lógica, dice Grice, acepta sin discusión que hay una d i -


vergencia de significado entre las expresiones del lenguaje for-
m a l , como A, v, y sus contrapartidas en el lenguaje natural
(y, o). Las expresiones lingüísticas carecen de la precisión de las
no lingüísticas, a las que se ha dotado de u n a interpretació n
LO D I C H O Y LO IMPLICADO: EL M O D E L O DE GRICE 49

IMPLICACIONES PRAGMÁTICAS

Tipos Propiedades Ejemplos

PRESUPOSICIÓN no calculable Juan dejó de fumar.


no cancelable
no separable

IMPI.ICATURA CONVENCIONAL no calculable Es pobre pero honrado.


no cancelable
separable

IMPI.ICATURA CONVERSACIONAL calculable X es aplicado y puntual


PARTICULARIZADA cancelable
no separable

IMPLICATURA CONVERSACIONAL calculable Entré en una casa.


GENERALIZADA cancelable
no separable

CUADRO I

con dos valores que es inequívoca e invariable. C o m o muchas


expresiones lingüísticas son, por el contrario, equívocas y varia-
bles, resulta d i f í c i l asignar valor de verdad a las oraciones en
que aparecen.
Para quienes ven el lenguaje natural como defectuoso, es de-
cir, no totalmente inteligible, lo p r o p i o sería, dice Grice, cons-
t r u i r un lenguaje ideal, cuyas oraciones fueran claras, determi-
nadas en cuanto a su valor de verdad, libres de implicaciones
metafísicas; de este m o d o , los fundamentos de las ciencias se-
rían filosóficamente seguros, ya que las afirmaciones de los cien-
tíficos se podrían expresar usando este lenguaje ideal.
Para los que, en cambio, confían en que el lenguaje natural
sirve para hacer ciencia, la exigencia de un lenguaje ideal des-
cansa en presupuestos equivocados, entre ellos que el rasero pa-
ra medir el grado de adecuación de una lengua es su capacidad
para servir a la ciencia. El lenguaje tiene muchas funciones i m -
50 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

portantes aparte de las que se relacionan con la investigación


científica; sabemos perfectamente bien lo que significa una ex-
presión sin necesidad de analizarla. Según Grice, el presupues-
to, c o m ú n a las dos partes, de que hay una divergencia entre las
expresiones de un lenguaje formal y las de las lenguas naturales
es erróneo, y deriva de una falta de atención a las condiciones
que gobiernan el uso del lenguaje en la conversación corriente,
y a la importancia de esas condiciones. Como hemos visto, Grice
se propuso elaborar un modelo que explicara esas condiciones.
El concepto de significado intencional (meaning-nn) y el re-
conocimiento de que existe un contrato que se cumple o se es-
pera que se cumpla en todos los intercambios comunicativos,
contribuyen a reivindicar el lenguaje natural, acusado de ambi-
güedad e imprecisión. Hay una lógica en el uso del lenguaje,
articulada por las máximas del p r i n c i p i o de cooperación: la co-
municación intencional obedece a una lógica según la cual pro-
ducimos e interpretamos significado lingüístico de un m o d o
muy eficiente.
Para los lingüistas, una consecuencia interesante de la teoría
de Grice es que permite hacer descripciones menos engorrosas
o incompletas de los significados de numerosas expresiones: en
lugar de atribuir a esas expresiones varios significados posibles,
se puede considerar que los diferentes significados son implica-
turas producidas de un m o d o perfectamente previsible al usarse
las expresiones en la comunicación.
Volvamos a un ejemplo ya visto en el capítulo anterior, el de
la conjunción copulativa. Como dijimos, y puede significar sola-
mente adición, o recubrirse de otros significados:

(27) Elena enseña lingüística y Pedro enseña historia.


(28) Llegamos a casa y encendimos la calefacción.
(29) No le aumentaron el sueldo y presentó la renuncia.

En (27) y significa solo adición, el valor básico de la conjunción


copulativa. En (28), en cambio, significa 'y luego', por lo que
resultaría inaceptable cambiar el orden de los dos sucesos. En
(29) y significa ' c o m o consecuencia', lo que i m p i d e también
que se cambie el orden y se mantenga el valor de verdad. Se
puede considerar, por lo tanto, o bien que la conjunción y es
ambigua, o bien que los significados de las palabras son, en ge-
neral, vagos, y dependen de las normas de uso del lenguaje.
LO DICHO Y LO IMPLICADO: EL MODELO DE GRICE 51

En el p r i m e r caso, la semántica tiene que p r o d u c ir inacaba-


bles listas de significados posibles para las palabras de aparien-
cia más inocente. Habría que prever casos como el siguiente:

(30) a. Compré un pañuelo azul.


b. Compré un pañuelo azul y rojo.

En (30a), azul significa 'totalmente azul'; en (30b), azul signifi-


ca 'parcialmente azul'. ¿Debemos asignar al adjetivo azul estos
dos significados, aparte de otros posibles? Si tomamos esa deci-
sión, la semántica tendría que habérselas con numerosos sig-
nificados para cada expresión, en contra del p r i n c i p i o de eco-
n o m í a o parsimonia teórica, que exige no m u l t i p l i c a r las
entidades más allá de lo necesario. Un enfoque pragmático es,
como corresponde, un enfoque económico. La n o c i ó n de i m -
plicatura justifica teóricamente que las expresiones del lenguaje
natural tienden a tener significados simples, unitarios y esta-
bles, que, u n a vez que las expresiones se p o n e n en contexto,
pueden recubrirse de otros significados o matices: una sobre-
carga pragmática fácil de ser concebida como un conjunto de
implicaturas.
En el modelo de Grice, el acto de comunicarse crea ciertas
expectativas que los hablantes aprovechan de un m o d o racional
y eficiente. Por eso la i n d e t e r m i n a c i ó n de las expresiones l i n -
güísticas no es un obstáculo para la comunicación. Un compor-
tamiento lingüístico bastante frecuente y siempre bien visto pa-
rece contradecir este p r i n c i p i o , sin embargo: la cortesía. Por
cortesía, el hablante se comporta a veces de un m o d o que pa-
rece irracional y poco eficiente.
Se ha propuesto resolver el problema agregando al conjunto
de máximas del p r i n c i p i o de cooperación otr o conjunto de má-
ximas, las correspondientes a un "principio de cortesía". Leech,
autor de la propuesta, distingue una serie de máximas en ac-
ción, entre ellas la de Tacto, la de Generosidad, la de Aproba-
c i ó n , la de Modestia (Leech, Principies of Pragmatics). Sostiene
Leech que muchas veces decimos, de una manera perfectamen-
te apropiada, cosas que son falsas o menos informativas que lo
requerido. Esto es verdad, y también que la cortesía está regu-
lada socialmente y que contribuye a la buena fortuna de la co-
municación. Sin embargo, los comportamientos corteses, aun-
que necesarios y efectivos, no se dan automáticamente p o r
descontados para avanzar en la conversación, como parece su-
52 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

ceder siempre con los principio s básicos de cooperación de


Grice: es muy difícil socavar la suposición de que nuestros i n -
terlocutores son cooperativos; la de que siempre son, p o r aña-
didura, corteses, es, en cambio, una suposición m u c h o más dé-
b i l . Resulta difícil no ser cooperativo en una conversación, pero
no es tan difícil ser descortés: esto revela que se trata de p r i n -
cipios de índole diferente.
En el paradigma actual de la pragmática que se conoce co-
mo "neogriceano", las máximas del p r i n c i p i o de cooperación se
han reducido, no amplificado. Remito al lector a dos versiones
recientes del m o d e lo de Grice, el de Levinson ( " M i n i m i z a t í on
and Conversatíonal Inference") y el de H o r n ("Toward a New
T a x o n o m y for Pragmatic Inference: Q-based and R-based I m p l i -
cature"). Otra revisión, que no es fiel al maestro, es la que ve-
remos en el capítulo siguiente.
CAPÍTULO IV

LO DICHO Y LO IMPLICADO:
L A T E O R Í A D E L A RELEVANCIA

1. EL CONCEPTO DE RELEVANCIA

La teoría de la relevancia, expuesta p o r sus autores, Dan


Sperber y D e i rd re W i l s o n , en un l i b r o publicado en 1986
(Relevance. Communication and cognition), no fue b i e n recibida
p o r el establishment de la pragmática. A u n q u e muchas de las
críticas siguen siendo válidas (véanse Levinson, "A Review of
Relevance", y Mey y Talbot, "Computation and the Soul"), este
modelo ha i do ganando aceptación en los últimos años, y hoy
en día puede considerarse, j u n t o con el modelo neogriceano,
una de las dos teorías más influyentes en pragmáüca.
A u n q u e está inspirada en Grice, la teoría de la relevancia
no puede tratarse como una mera extensión del programa de
Grice, ya que p r o p o n e u n a manera diferente de explicar el
proceso de la c o m u n i c a c i ó n lingüística. Muchos lingüistas
consideran que el m o d e l o de la relevancia supera al de Grice
en poder explicativo, y que además satisface la i n t u i c i ó n que
tenemos, c o m o usuarios d e l lenguaje, acerca de los proce-
sos de c o m u n i c a c i ó n verbal (véase W i l s o n y S m i t h, Relevance
Theory).
La relevancia (palabra técnica cuya versión más cercana en
el lenguaje corriente sería pertinencia) es el p r i n c i p i o que expli-
ca todos los actos comunicativos lingüísticos, sin excepción al-
guna: porque descontamos que nuestro interlocutor es relevan-
te le prestamos atención.
Grice nos enseñó que, para que la comunicació n sea posi-
ble, los hablantes deben tener ciertas expectativas sobre la con-
ducta de sus interlocutores. Según Grice, los hablantes damos
por descontado que, en la conversación y en otras tareas que
hacemos en compañía, somos cooperativos. Pero ¿por qué so-
54 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

mos cooperativos? Según Sperber y Wilson, porque tenemos al-


go que ganar: conocimiento del m u n d o .
En efecto, a cambio del esfuerzo de dedicar atención, tiem-
po, memoria, para entender lo que nos dicen, recibimos, o, p o r
lo menos, descontamos que siempre vamos a recibir, "efectos
cognoscitivos", es decir, una modificación o enriquecimiento de
nuestro conocimiento del m u n d o . Lo que esperamos de nues-
tro i n t e r l o c u t o r es que tenga la i n t e n c i ó n de ser relevante, o
sea, de decirnos algo que contribuya de algún m o d o a enrique-
cer nuestro conocimiento del m u n d o , sin exigirnos un esfuerzo
desmedido de interpretación, porque tendemos a equilibrar ga-
nancia y esfuerzo. Cuantos más efectos cognoscitivos produzca
un enunciado, y menos esfuerzo de interpretación exija, más re-
levante será.
Cada enunciado lingüístico i n t e n c i o n al viene con una ga-
rantía de relevancia. Como, según Sperber y Wilson, todas nues-
tras actividades informativas se orienta n hacia la meta general
y abstracta de mejorar nuestro c o n o c i m i e n t o del m u n d o , la
garantía de relevancia permite contar con que, si una persona
produce un estímulo verbal deliberado, ese estímulo merece
nuestra atención y el esfuerzo de interpretarlo, ya que p r o d u -
ce los efectos cognoscitivos que nos interesan, a corto o a largo
plazo.
En nuestro e n t o r no cognoscitivo hay i n f o r m a c i ó n inmediata-
mente accesible, que no necesita ser procesada, y hay informa-
ción totalmente desconectada, que exigiría un gran esfuerzo de
procesamiento, quizá en buena parte i n ú t i l . Un tercer tipo de
i n f o r m a c i ó n es nueva pero conectada con la que ya tenemos: la
c o n e x i ó n provoca más i n f o r m a c i ó n nueva, que no se hubiera
p o d i d o inferir sin la conexión. Esta i n f o r m a c i ó n es la más rele-
vante, pues produce un efecto de m u l t i p l i c a c i ó n , con menos
coste de procesamiento.
Los resultados de esta m u l t i p l i c a c i ón se llaman "efectos con-
textúales". U n a nueva i n f o r m a c i ó n puede tener efectos contex-
túales de dos maneras:
a) la i n f o r m a c i ó n nueva p e r m i t e reforzar i n f o r m a c i ó n ya
existente en la memoria;
b) la i n f o r m a c i ó n nueva contradice o debilita i n f o r m a c i ó n
anterior.
Cuando un íte m i n f o r m a t i v o tiene efectos contextúales en
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 55

un determinado contexto, Sperber y Wilson lo consideran rele-


vante- en ese contexto. El de relevancia no es un concepto ab-
soluto: hay grados de relevancia. Para medir la relevancia de un
enunciado, debe calcularse la relación entre efectos contextúa-
les y coste de procesamiento. La relevancia puede representarse
como una fracción:

Efectos cognoscitivos
Relevancia =
Esfuerzo de procesamiento

Según la teoría de la relevancia, lo que quiere decir el ha-


blante está determinado por su intención de ser relevante, y la
interpretación del oyente está guiada exclusivamente por la pre-
sunción de que lo que se le dice es relevante. La relevancia es
el engranaje oculto que pone en relación lo dicho y lo transmi-
tido p o r i m p l i c a c i ó n , y, del o t ro lado del circuito, la relación
entre lo transmitido y lo interpretado por el oyente.
Sperber y Wilson consideran que la pragmática es la teoría
de la interpretación de los enunciados, y destacan el papel fun-
damental de la inferencia en ese proceso de interpretación.
Entender un enunciado tiene dos aspectos: por un lado, se des-
codifican los signos lingüísticos; por otro, se salta el escalón que
va entre lo dicho y lo i m p l i c a d o , y esto no se hace mediante
más descodificación, sino mediante inferencias. A Grice debe-
mos la p r i m e r a elaboración de un modelo del proceso inferen-
cial. Sperber y Wilson han querido llegar más lejos, y explicar la
comunicación mediante un p r i n c i p i o no solo ú n i c o sino tam-
bién más general y más explicativo que las máximas de Grice, el
p r i n c i p i o de relevancia. Este p r i n c i p i o , p o r ser cognoscitivo,
puede postularse como universal.
U n a vez que se propone que la conducta lingüística de los
seres humanos está fundada en un p r i n c i p i o cognoscitivo u ni -
versal que incluye toda forma de cooperación, las máximas del
p r i n c i p i o de cooperación resultan superfluas: el p r i n c i p i o de re-
levancia basta para explicar la comunicació n lingüística. Este
p r i n c i p i o , a diferencia de las máximas, no admite ser seguido o
ser violado: los hablantes no "respetan" el p r i n c i p i o de relevan-
cia, ni lo pueden violar por más que quieran, ni tienen que co-
nocerlo, ni aprenderlo: se aplica a todos los actos de comunica-
ción intencional, sin excepción. Por supuesto el hablante puede
fracasar en su intento comunicativo y no ser relevante. Lo que
56 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

basta es que transmita, con su enunciado, la presunción de que


este es óptimamente relevante, porque esa relevancia determina
la interpretación de dicho enunciado.

2. INFERENCIAS Y CONTEXTO

La inferencia es un proceso de razonamiento deductivo. Se


parte de ciertas premisas para llegar a una conclusión que se si-
gue lógicamente de esas premisas. Lo interesante es cómo se-
leccionamos las premisas en nuestro trabajo interpretativo, que
es, como queda dicho, una búsqueda de relevancia. Véase un
ejemplo.

(1) A. -¿Vas a comprar el diccionario?


B. -Gasté todo el dinero que tenía.

En el esquema griceano, la respuesta de B parece violar la


m á x i m a de relevancia, pero el oyente hace un breve razona-
miento y descubre su relevancia: B no va a comprar el diccio-
nario porqu e no tiene dinero . Para Sperber y W i l s o n , esta es
una explicación post fado, y además insuficiente, ya que deja a
oscuras por qué se hace la conexión entre comprar el dicciona-
r i o y haber gastado el dinero.
Según la teoría de la relevancia, para interpretar la respues-
ta de B, A construye un contexto, que es, más o menos, el que
B esperaba que construyera. En este contexto figuran ciertos co-
nocimientos y creencias, por ejemplo que se necesita cierta can-
tidad de dinero para comprar un diccionario y que B no tiene
dinero. De estas premisas B saca la implicatura "B no va a com-
prar el diccionario". El contexto constituido por las premisas es
un subconjunto de las creencias y conocimientos de toda índo-
le que probablemente posee A; tal conjunto está formado por
conocimientos científicos, culturales, sociales, religiosos, p o l í t i -
cos, económicos, lingüísticos, y conocimientos que surgen de la
situación, conocimientos sobre el interlocuto r y su historia pa-
sada, sobre el m o d o en que gasta el dinero, sobre por qué ga-
na poco, sobre la relación entre ellos, etc. El contexto que el
oyente tiene a su alcance puede i n c l u i r también conocimientos
sobre los diccionarios, sobre cuáles son los mejores, sobre cómo
se hacen, sobre por qué son caros, etc. Nótese que toda esa i n -
formación está a disposición del hablante, y sin embargo este
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 57

sólo selecciona el subconjunto de conocimientos que le sirve pa-


ra interpretar lo que dice B. Y esto es así porque A sabe que B
quiere ser relevante, y la única interpretación consistente con el
p r i n c i p i o de relevancia es que B no puede comprar el diccio-
nario. Esa es, pues, la interpretación más plausible, y por lo tan-
to la implicatura más importante del enunciado de B. Digo "la
más importante" porque la respuesta de B es más rica en infor-
mación que un simple "No voy a comprar el diccionario", y per-
m i te i n f e r i r otras implicaturas también, es decir, se liga con
otros subconjuntos de conocimientos del oyente y produce más
efectos contextúales (por ejemplo, que a B no le alcanza el d i -
nero, o que B es una persona derrochona, etc.). Volveremos en-
seguida sobre este fenómeno.
El contexto, en la teoría de la relevancia, se define en tér-
minos psicológicos, no sociales, culturales, o discursivos, de mo-
do que la definición es unitaria, y evita las dificultades que he-
mos visto en el capítulo i. Las creencias operativas que f o r m a n
el contexto de cada interacción pueden derivar de la percep-
ción inmediata de la situación, de lo que se ha dicho antes, o
provenir de la memoria. Lo importante es que los interlocuto-
res comparten o creen compartir una versión parecida del con-
texto. La comunicación exitosa depende de cierto conocimien-
to mutuo : de lo que cada interlocutor sabe y sabe que el otro
sabe. Véase el siguiente caso:
(2) (Quique se acerca a la autora, que está sentada frente a la
computadora, trabajando.)
Quique: -¿Estás ocupada?
GR: - N o . Estoy jugando a un video game.
(Quique se ríe y se va.)

(Permítaseme decir, ya que viene al caso, que Quique y yo nos


comunicamos en dos lenguas, como millones de personas.
También nos comunicamos en dos dialectos del español, y en
varios registros. Al lado de nuestras conversaciones, los ejemplos
de los libros de pragmática resultan irreales, por la homogenei-
dad lingüística, cultural, social, generacional, que sugieren co-
mo n o r m a ejemplificante. Que tal homogeneidad no se dé siem-
pre y que quizá sea atípica es también un p r o b l e ma de
pragmática, u n o de los que se dejan de lado en las teorías infe-
renciales que estamos tratando.)
En (2) Quique, para construir el contexto en que debe i n -
58 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

terpretar mi respuesta, extrae algunos elementos de la situación.


Ve, p o r ejemplo, que en la pantalla de la computadora hay un
texto, no un juego. Por otra parte, él sabe (y sabe que yo sé que
él sabe) que yo uso la computadora solamente para trabajar, de
m o d o que interpreta mi respuesta como el enunciado no literal
que es, haciendo ciertas inferencias. Infiere, sobre todo, que yo
le he transmitido que estoy ocupada y no quiero i n t e r r u p c i o-
nes. Por supuesto, mi enunciado i r ó n i co exige de él cierto es-
fuerzo extra de procesamiento, ya que contiene una crítica a su
pregunta (es evidente que estoy ocupada, y él sabe que yo sé
que lo sabe), pero también indica que yo sé que él sabe que es-
toy hablando cariñosamente, y que, quizá, no me ha molestado
su i n t e r r u p c i ó n , y que los dos nos entendemos bien. Todos es-
tos significados b i e n valen el esfuerzo extra de entender una
afirmación absurda, y la risita del n i ñ o expresa, entre otras co-
sas, que es mi cómplice en la buena comunicación.
C o m o ya vimos para el caso (1), la respuesta de (2) produ -
ce más de una implicatura. N i n g u n o de los dos casos es anó-
malo, ya que nuestros enunciados cotidianos suelen tener una
gama, a veces muy amplia, de significados posibles. Antes de ver
cómo explica este fenómeno la teoría de la relevancia, debemos
considerar cuál es el papel que Sperber y W i l s on asignan a la
inferencia en la interpretación de enunciados lingüísticos.

3. LA EXPLICATURA

Grice distinguió entre lo dicho y lo que se transmite me-


diante implicaturas; por "lo d i c h o" se ha de entender aquella
parte de la comunicación que puede evaluarse según el criterio
de verdad. Todo lo demás es implícito . Así, en (3),

(3) Le ruego que se vaya de aquí,

el uso de usted puede implicar que el hablante quiere poner dis-


tancia con la persona con la que habla. Como el uso de tuteo
(Te ruego que te vayas de aquí) satisfaría las mismas condiciones
veritativas, la implicatura convencional provocada por el empleo
de usted no afecta el valor de verdad de (3). Sin embargo, la i m -
plicatura convencional b i e n puede considerarse parte de lo
dicho en (3). En el esquema de Grice, esta distinción queda
borrosa.
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 59

Grice es consciente, sin embargo, de que lo dicho no está


determinado p o r el contenido semántico de la oración. Hay ele-
mentos de lo dicho que adquieren significado solamente al emi-
tirse la oración en una situación concreta de habla. Ya hemos
visto el caso de los deícticos, que requieren un contexto para
ser interpretados. D e l mismo m o d o , hay palabras ambiguas cu-
ya desambiguación es necesaria para recuperar lo dicho, y otras
que tienen significados insuficientes, imprecisos, que solo se
completan en el contexto.
En la teoría de la relevancia, de manera más clara que en la
teoría de Grice, se considera que lo dicho está f o r m a d o no so-
lamente por los significados convencionales, sino p o r el resulta-
do de la asignación de referencias, la desambiguación y el enri-
quecimiento de algunas expresiones. De m o d o que podemos
distinguir tres niveles de significado:

Nivel 1: el significado convencional de la oración.


Nivel 2: lo dicho.
Nivel 3: lo comunicado.

El nivel 3 resulta, como sabemos, del resultado de los proce-


sos de descodificación e inferencia, incluyendo la inferencia de
implicaturas conversacionales. En el m o d e l o griceano y en el
neogriceano se ha enfocado de preferencia el paso del nivel 2
al nivel 3, que consiste en recuperar significados implícitos. La
teoría de la relevancia intenta explicar cómo llegamos a inter-
pretar el nivel 2, lo dicho, p r o p o n i e n d o que el paso del p r i m e r
nivel al segundo se cumple mediante un proceso inferencial se-
mejante al requerido para el paso de lo dicho a lo comunicado.
En esta teoría, lo dicho es la explicatura del enunciado, es decir,
la proposición completa que expresa el hablante.
Debe considerarse parte de lo dicho, p o r lo tanto, la por-
ción de significado que no se manifiesta explícitamente, sino
que es el resultado de procesos de desambiguación, asignación
de referencia y e n r i q u e c i m i e n t o. Estos procesos son inferen-
ciales.
En (4), por ejemplo, para reconstruir la explicatura es nece-
sario desambiguar el contenido de la palabra muñecas:

(4) (Una anciana a otra):


-¿Y qué tal van tus muñecas?
60 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

Para asignar a muñecas el significado 'parte del brazo' es pre-


ciso seguir un i t i n e r a r i o inferencial semejante al que se sigue
para derivar implicaturas, y guiado también por el p r i n c i p i o de
relevancia. La oyente intepreta la pregunta en un contexto en
el cual figura, por ejemplo, su artritis, los comentarios anterio-
res sobre su d o l o r de muñecas, etc.
Veamos ejemplos de asignación de referencia y de enrique-
cimiento:

(5) (Por el portero eléctrico):


A: -¿Quién es?
B: -Yo.
A: -Pasa.
(6) (Eligiendo pañuelos de seda.)
Compradora: -¿Estos son los de 1.990 pesetas? ¿Y aquel
verde, cuánto cuesta?
Vendedora: -Bueno, ese es un poquito caro.
(7) Luisa ya tiene cierta edad.

En (5) A debe asignar referencia al p r o n o m b r e personal antes


de abrir la puerta. La explicatura de yo es, por ejemplo, "Soy
Pepe", proposición que debe reconstruir el oyente a partir de la
forma deíctica y datos provenientes del entorno (la voz del ha-
blante, la hora, etc.).
En (6) y (7) los enunciados no son tan parcos como en (5),
pero el oyente tiene que hacer ciertas inferencias para recons-
t r u i r lo "dicho". En (6), hay que completar el significado que
tiene la palabra poquito en este contexto, para recuperar una ex-
plicatura como "el pañuelo verde es bastante más caro", o "ese
pañuelo es más caro de lo que usted parece dispuesta a pagar".
Por supuesto, ese no es el significado básico o semántico de po-
quito, pero lo adquiere en algunos contextos, y ese significado
extra es parte de la explicatura, pues contribuye a conformar la
proposición completa expresada por la vendedora.
El ejemplo (7) nos muestra otra vez la indeterminació n de
algunas expresiones y la necesidad de enriquecerlas para recu-
perar la explicatura. Cierto quiere decir, por ejemplo, 'determi-
nado', como en ciertas palabras, cierto día, pero cuando se habla
de una persona d'une certain age las cosas cambian: en esos ca-
sos, cierto significa que la persona en cuestión es 'ya mayor', "de-
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 61

masiado vieja como para hacer algo', 'mayor de lo que u n o pen-


saría', o algo semejante.
La explicatura de un enunciado es, pues, la proposición que
resulta de lo expresado convencionalmente y de los procesos de
desambiguación, e n r i q u e c i m i e n to y asignación de referencia.
Solo una vez que cumple con estas operaciones, cuando son ne-
cesarias, el oyente tiene una proposición completa, de la cual
extraerá las implicaturas que correspondan. Este análisis amplía
el campo de la pragmática, que ya no se l i m i t a a ofrecer una
explicación de cómo recuperamos implicaturas, sino también de
cómo entendemos lo explícito, aplicando el mismo p r i n c i p i o de
relevancia que aplicamos para inferir implicaturas.

4. IA RELEVANCIA DE LAS METÁFORAS

Según la teoría de Sperber y W i l s o n , para comunicarse lo


que i m p o r t a es ser relevante, y no, en cambio, decir la verdad
literal. Supóngase la siguiente situación. Yo vivo en un suburbio
de Chicago, Evanston, exactamente a una manzana de distancia
de la calle que marca el límite de la ciudad. No hay ningun a d i -
ferencia entre mi calle y la siguiente, que ya f o r m a parte de
Chicago, pero yo tengo otro código postal, otro prefijo telefóni-
co, etc. U n a persona que acabo de conocer en M a d r i d , digamos
que Julia, me pregunta dónde vivo. Mi respuesta n o r m a l sería la
siguiente:

(8) Vivo en Chicago.

Si dijera la verdad literal, es decir, que vivo en Evanston, Julia


no podría obtener efectos contextúales. Mi respuesta es rele-
vante porque lo que quiero comunicar a Julia es un subconjun-
to de implicaciones acarreadas p o r (8): que vivo en Estados
Unidos, que hago vida de ciudad, que esa ciudad está en el cen-
tro de los Estados Unidos (o que no está en California, o que
no es Nueva York), que puede ir a visitarme a Chicago. Lo que
garantizo es la verdad de esas implicaciones, no la verdad literal
del enunciado que uso para comunicarlas. Si fuera, en cambio,
a registrarme para votar, y me preguntaran lo mismo, mi res-
puesta sería "Vivo en Evanston", pues en este caso la verdad l i -
teral es lo relevante.
El enunciado (8) es un ejemplo de lo que Sperber y Wilson
62 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

llaman loóse talk, o lenguaje aproximado. Las metáforas son, se-


gún Sperber y Wilson, un subtipo de loóse talk, y pueden anali-
zarse de la misma manera.
En el modelo de Grice, cuando un significado literal parece
inapropiado, el oyente deriva una implicatura. El significado l i -
teral de las metáforas es siempre inapropiado. Véase el siguien-
te ejemplo (tomado de Sperber y Wilson, "Loóse talk"):
(9) (La madre al niño):
-Eres un cerdito.

El significado principa l de este enunciado no es el literal, como


bien sabe el n i ñ o , sino algo así como 'eres un n i ñ o sucio'.
Un problema que queda sin resolver en la teoría de Grice y
que resulta clave para entender el lenguaje figurado es el si-
guiente: p o r qué las figuras no pueden parafrasearse sin que
pierdan casi todo su sentido. En (9), no es lo mismo que la ma-
dre le diga al n i ñ o "cerdito" que "niño sucio".
Según Sperber y Wilson, los hablantes comunicamos pensa-
mientos complejos, es decir, pensamientos formados de varias
proposiciones, algunas de las cuales sobresalen más que otras.
U n a sola de esas proposiciones, la que esté disponible inmedia-
tamente y cumpla con la presunción de relevancia óptima, será
la proposición más importante de todas las que se transmiten o
se intentan transmitir. En (9), la proposición transmitida es, pro-
bablemente, 'eres un n i ñ o sucio', y a esta la consideramos, por
lo tanto, la implicatura más fuerte. Pero (9) transmite también
otras implicaturas más débiles, por ejemplo que el n i ñ o es ado-
rable pese a ser sucio.
En casos como (8) y (9), y también (2), arriba, los hablantes
producen enunciados en donde no se dice la verdad literal, con
la intención de que los oyentes extraigan solamente un subcon-
j u n t o de las implicaciones acarreadas p o r ese enunciado. En
esos casos los hablantes no garantizan la verdad literal de lo que
dicen, sino que garantizan la verdad del subconjunto de i m p l i -
caciones que quieren transmitir y que son relevantes en ese con-
texto. Estas implicaciones tienen diferente fuerza: como las on-
das que se f o r m a n en el agua al arrojar una piedra, algunas
implicaturas son más y más débiles y borrosas según vayan que-
dando más lejos de la intención comunicativa central del enun-
ciado.
Los enunciados figurados exigen, sí, más esfuerzo de proce-
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 63

Sarniento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva:


un solo enunciado p e r m i t e derivar un significado m u c h o más
complejo que su paráfrasis literal. Decirle al n i ñ o "cerdito"
transmite, condensadamente, much o más significado que decir-
le "sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la
conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de
implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles
así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están
totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual
el oyente es más responsable de ellas que el hablante. (Sobre
los tipos de implicatura en la ironía, desde esta misma perspec-
tiva teórica, puede verse el análisis que he hecho en otro cua-
derno de esta colección: Los procedimientos de cita: citas encubiertas
y ecos, capítulo IV.)
El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la l i -
teratura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con
más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría,
no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje lite-
ral, ya que se explica p o r el mismo p r i n c i p i o de relevancia.
LO DICHO Y LO IMPLICADO: LA TEORÍA DE LA RELEVANCIA 63

Sarniento, pero también producen mayor ganancia cognoscitiva:


un solo enunciado permite derivar un significado m u c h o más
complejo que su paráfrasis literal. Decirle al n i ñ o "cerdito"
transmite, condensadamente, much o más significado que decir-
le "sucio". Por eso las metáforas e ironías no son adornos de la
conversación, sino medios de comunicar gamas muy amplias de
implicaturas de diferente rango. Entre las implicaturas débiles
así comunicadas, algunas son tan débiles que ni siquiera están
totalmente presentes en la conciencia del que habla, por lo cual
el oyente es más responsable de ellas que el hablante. (Sobre
los tipos de implicatura en la ironía, desde esta misma perspec-
tiva teórica, puede verse el análisis que he hecho en otro cua-
derno de esta colección: Los procedimientos de uta: citas encubiertas
y ecos, capítulo IV.)
El lenguaje figurado, tanto en la conversación como en la l i -
teratura, exige más esfuerzo inferencial, pero lo compensa con
más efectos cognoscitivos. Su interpretación, según esta teoría,
no se diferencia en nada de la interpretación del lenguaje lite-
ral, ya que se explica por el mismo p r i n c i p i o de relevancia.
EJERCICIOS

1. N O C I Ó N DE CONTEXTO. E n la I n t r o d u c c i ó n se da comien-
zo a un diálogo real entre la autora y los lectores. ¿Cuáles son
los contextos de este diálogo, y c ó m o van modificándose a lo
largo de la lectura de este librito? I n d i q u e p r i m e r o los conoci-
mientos, expectativas y presupuestos previos de las dos partes al
comenzar la escritura y la lectura, y pase luego a los contextos
que se van creando. ¿Cuántos niveles contextúales son operati-
vos en este caso? ¿Puede imaginar mis propios marcos de refe-
rencia, y compararlos con los suyos? No siempre los interlocu-
tores comparten los contextos. ¿Puede señalar malentendidos o
ambigüedades en su interpretación de nuestro diálogo, y anali-
zarlos? ¿Cuáles son las diferencias fundamentales, en cuanto a
los contextos, entre las conversaciones cara a cara y la interac-
ción escritor-lector? Puede atenerse a una comunicación como
la nuestra, o extender su análisis a textos de otro tipo, p o r ejem-
p l o una carta personal, una novela, un artículo periodístico.

2. N O C I Ó N DE CONTEXTO. Se ha d i c h o que el contexto de


una conversación es el m u n d o entero. ¿Le parece una observa-
ción correcta? ¿Le parece aceptable desde el p u n t o de vista de
la pragmática? ¿Por qué sí o no? Compare esa n o c i ó n de con-
texto con la de Sperber y Wilson.

3. A C T O S DE HABLA. Compare la teoría de los actos de habla


con las teorías inferenciales vistas en los dos últimos capítulos.
Saque todas las conclusiones posibles sobre la u t i l i d a d de una y
otras para explicar la comunicación lingüística.

4. A C T O S DE HABLA. El enunciado "¿Quieres bajar a tomar


un café?", dicho p o r un compañero de trabajo al otro a la hora
del café (en un sitio donde se acostumbre a tomar un café a
media mañana, p o r ejemplo), se interpreta naturalmente como
una invitación , que tiene la f o r m a (literal) de una pregunta.
I n d i q u e otros enunciados, c o n diferente f o r m a (que no sean
66 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

preguntas, por ejemplo) que cumplan la misma función, y ana-


lice las condiciones que se requieren para que sean interpreta-
dos como invitaciones.

5. A C T O S DE HABLA. Intente esbozar las condiciones prepa-


ratorias y la condició n esencial del acto de habla de prometer.
(Puede comparar su descripción con la de Searle, Actos de habla,
capítulo III.)

6. PRAGMÁTICA Y GRAMÁTICA. Hay fenómenos gramaticales


que solo se pueden explicar de manera satisfactoria acudiendo
a i n f o r m a c i ó n pragmática. El imperfecto español significa, se-
mánticamente, 'acción pasada vista en su transcurso', pero, en
enunciados concretos, puede adquirir otros significados. Analice
los usos del imperfecto en los siguientes ejemplos, e indique de
qué factores depende la interpretación de estos casos:
a) Buenas tardes. Quería una docena de sobres.
b) (Tratando de componer un aparato.) Qué difícil era arre-
glar esto.
c) Y mañana volvía su marido, Dios santo.
d) Este jueves cantaba Pavarotti, pero no voy a poder ir a
verlo.

7. DEFINICIONES DE PRAGMÁTICA. Elija una de las definiciones


de pragmática que se dan en el capítulo n, y explique por qué
le parece buena (o mala).

8. M O D E L O DE GRICE. Explique p o r qué el operador lógi-


co V y su contrapartida en el lenguaje natural, la conjunción o,
no tienen diferencias de significado, sino diferencias de uso.

9. M O D E L O DE GRICE. L O S siguientes enunciados, semejantes


a los que vimos en el capítulo I I I , dan lugar a implicaturas. En
algunos casos, va entre corchetes la c o n t i n u a c i ón posible del
enunciado, para facilitar el análisis. En cada ejemplo, indique el
contenido aproximado de la implicatura más probable, y clasifí-
quela (convencional, conversacional particularizada, conversa-
cional generalizada).
a) -¿Qué quieres que te regale para Navidad?
- L o que más necesito es una computadora portátil.
EJERCICIOS 67
b) -¿Has visto mis gafas?
-Fíjate en la cocina.
c) - L o s Gómez tienen tres coches.
[ E n realidad tienen cuatro, si contamos el Rolls Royce
antiguo que tienen guardado.]
d) (Diálogo entre dos automovilistas, en la calle):
- M i coche se ha quedado sin batería.
-¿Lleva el cable para conectar baterías?
e) (La mujer al m a r i d o , en u n a fiesta, después de compro-
bar que son las tres de la mañana):
- ¿ T ú sabes qué hora es?
f) -Rodríguez se las arregló para quedar bien con el jefe.
g) -¿A qué hora vuelve tu padre?
- N o antes de las 8 o las 9.
h) - C o n esta máquina fotográfica, hasta tú vas a sacar bue-
nas fotos.
i) - T u v i e r o n dos hijos y se casaron.
j) - A n a vivió en Londres más de quince años.
[Y todavía vive.]

10. T E O R Í A DE L A RELEVANCIA. Intente reconstruir el proceso


deductivo p or el que A infiere la implicatura principal más pro-
bable de la respuesta de B en el ejemplo siguiente. I n d i q u e cuá-
les serían las premisas implicadas, y cuál la conclusión:
A: -¿Has visto la película que estrenaron ayer?
B: - N u n c a voy a ver melodramas.

1 1 . T E O R Í A DE L A RELEVANCIA. E n los tres enunciados si-


guientes hay metáforas. ¿Cuál es la implicatura más fuerte y cuá-
les son algunas de las implicaturas débiles que pueden p r o d u c i r
estas metáforas, cuando se utilizan efectivamente en la conver-
sación o en un poema?
a) Juan es un cerdo.
b) El dueño es un verdadero mafioso.
b) (Dicho de un bosque): Era u n a catedral.
68 EL ABECÉ DE LA PRAGMÁTICA

1 1 . M O D E L O S INFERENCIALES. C a r m e n y Amalia, que se aca-


ban de conocer, hablan sobre las ventajas y desventajas de tener
una carrera y atender simultáneamente una familia.

Amalia: - B u e n o , no creo que yo vaya a tener hijos, de to-


dos modos.
Carmen: -Sí, mujer, por qué no.
Amalia: -Pues así como me ve..., ya he c u m p l i d o los 40.
Carmen: - B u e n o , todavía puede tenerlos.

¿Cuántos años tiene Amalia? ¿Cómo sabe usted eso? Suponga


que a Carme n le cuentan, luego, que Amalia tiene 47 años, y
Carmen se queja de que Amalia le ha mentido. ¿Se queja con
razón? ¿Por qué sí o no? Tanto Grice como Sperber y W i l s on
sostienen que la comunicación es posible porque los hablantes
tenemos ciertas expectativas sobre la naturaleza de los enuncia-
dos. Explique esto partiendo del ejemplo de Carmen y Amalia.
Proponga algún ejemplo semejante, si es posible extraído de su
propia experiencia.
BIBLIOGRAFÍA

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Graciela Reyes es catedrática de lingüística hispánica en la Universidad
de Illinois, Chicago, y ha sido profesora invitada en varias universidades
americanas y europeas. Entre sus libros figuran los siguientes: Polifonía
textual. La citación en el relato literario ( M a d r i d , Credos, 1984), Teorías
literarias en la actualidad ( M a d r i d , El A r q u e r o , 1989), La pragmática
lingüística (Barcelona, Montesinos, 1990), Los procedimientos de cita: estilo
directo y estilo indirecto ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1993), Los procedimientos de
cita: citas encubiertas y ecos ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1994), El abecé de la
pragmática ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , I a ed. 1996), Cómo escribir bien en
español. Manual de redacción ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 1998), y, en
colaboración, Ejercicios de pragmática (Iy II) ( M a d r i d , A r c o / L i b r o s , 2000).
Ha publicado también libros de poemas y de cuentos.

ARCO/LIBROS,S.L

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