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Historia del gato

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Estatuilla egipcia en bronce de la diosa Bastet, 42 cm × 13 cm (Museo del Louvre).

Gata con gatitos escultura egipcia, ca. 664-30 a.C. La inscripción en la base de madera pide a la
diosa Bastet conceder la vida. Brooklyn Museum.

La historia del gato se basa sobre todo en la percepción que el hombre tiene del pequeño felino.
Se cree que la domesticación del gato comenzó entre el 7500 a. C. y el 7000 a. C. La visión que el
hombre tiene del gato difiere totalmente de una época a otra, siendo desde la antigüedad, cuando
lo veneraban, hasta la Edad media, cuando los quemaban en las hogueras, pensando que era un
animal diabólico.

Índice

1 Etimología

2 Origen del gato

3 Historia

3.1 Domesticación del gato

3.2 Antiguo Egipto

3.3 Grecia y antigua Roma

3.4 Asia

3.4.1 China

3.4.2 Japón

3.4.3 India

3.5 Europa medieval

3.5.1 Usos del gato


3.6 Época moderna

3.6.1 Aparición de las razas

4 Referencias

5 Enlaces externos

Etimología

Aunque al gato se le llamaba myeou en el Alto Egipto, haciendo referencia a la onomatopeya de su


maullido, a las hembras las llamaban techau, nombre que se ha encontrado grabado en muchas
tumbas de mujeres. De este término deriva el nombre chaus, que ahora denomina a un gato
salvaje de Egipto y de Asia, Felis chaus.

Después se le atribuye el nombre de qato en siríaco. Parece que ésta sea la verdadera raíz del
término italiano gatto. Sin embargo hay otros orígenes posibles, sobre todo el adjetivo latino
cautus, que significa astuto o agudo, o también el verbo francés guetter en el sentido de espiar, ya
que el gato es un animal activo que tiene la vista y el oído siempre alerta. Algunos etimologistas
creen que se trata de una fantasía, ya que el uso de la expresión gato se empieza a usar en Egipto
varios siglos antes de la aparición del gato en Atenas, Roma o en la Galia. A pesar de todo no es
fácil diferenciar, en los textos antiguos, al gato de otros cazadores de ratas como la marta, la
garduña, o la comadreja. Los griegos llamaban a los gatos ailouros, que significa «animal que
mueve la cola». De este término procede la palabra para denominar a los amantes de estos
animales: los ailurofílicos.

A partir de la Edad Media, gatti o cattine fella designaban las pieles de gato, usadas para
monederos. En esa época también se usaban otros términos para designar al gato doméstico.
Todos empiezan por la palabra latina mus, que significa ratón. Encontramos sobre todo musio,
murio, murilegus y muriceps. Estas denominaciones muestran hasta qué punto estaba
intrínsecamente ligado el gato a la caza de ratones.

La palabra gato acabó reemplazando al felis latino genérico. Este término no procede del latino
catus, prudente, ni de catulus, cachorro de perro, ni de captura, sino que vendría de África, donde
se dice kadista en nubio antiguo, qato en siríaco, kattos o katta en griego o del árabe quett.

Partiendo de esta base podemos identificar el término gato en muchas lenguas aunque con ligeras
modificaciones, a diferencia de perro, cuyas sonoridades difieren totalmente. Así que tenemos
chat en francés, cat en inglés, katze en alemán, gato en español, gat en catalán, katu en euskera,
katt en sueco, gatto en italiano, kat en holandés y en danés, por ejemplo.

No es hasta el siglo XVI cuando aparecen términos derivados de gato, como gatito o gatera.

Origen del gato

Los gatos actuales comparten un antepasado común que probablemente esté relacionado con los
miacis. Estos pequeños carnívoros de los bosques aparecieron hace alrededor de 60 millones de
años y tenían la velocidad y la talla de las jinetas actuales, con un cuerpo alargado y una larga cola.
Quedan pocos fósiles en el hemisferio norte.

El origen de los felinos está mal documentado en el registro fósil ya que los antepasados de los
félidos vivían normalmente en zonas tropicales, que no ofrecen buenas condiciones para la
fosilización. Las especies desaparecidas consideradas más cercanas al antepasado de los felinos
serían el proailurus (pequeño carnívoro europeo y arborícola aparecido hace 40 millones de años)
y el pseudaelurus que vivió hace de 8 a 20 millones de años en Europa y en Asia, y de los que se
separaron los felinos actuales hace 10,8 millones de años.

Durante el oligoceno, los félidos se repartieron en dos subfamilias. La primera era de la clase
Nimravidae, y la segunda de la Felidae. Es en esta última clase donde se encuentra el antepasado
común de los félidos actuales, el proailurus. Durante el mioceno, los descendientes de este último,
los pseudaelurus, se diversificaron y entraron en África y América.

Unos diez millones de años a.C. formaron la raíz de los félidos modernos, favorecidos por las
estepas y las sabanas, ricas en presas herbívoras. Es en esta época cuando aparecieron los félidos
de caninos largos, que vivirían hasta el año 10.000 a.C. El linaje de pequeños y grandes felinos
aparece hace cinco millones de años; originarios de Asia, se dispersan por todo el mundo en el
plio-pleistoceno, excepto en Australia y Madagascar.

El gato doméstico pertenece al género Felis desde que Carl von Linneo describió por primera vez
en 1758 como Felis catus en la trigésima edición de su Systema naturae, pero su posición en la
clasificación de los seres vivos cambió mucho.
En 2006 se realizaron trabajos sobre los cromosomas sexuales y el ADN mitocondrial de todas las
especies de felinos, conjugados con investigaciones paleontológicas, que revelaron que el linaje
del gato doméstico (Felis catus) ha divergido verdaderamente hace 3,4 millones de años, en el
plioceno, en los desiertos y bosques densos de la cuenca mediterránea. En 2007 se llevó a cabo
otro estudio molecular sobre 979 individuos de gato de las arenas y de gatos salvajes de diferentes
subespecies en el que el gato doméstico ha permitido mostrar los vínculos entre el gato salvaje
africano (Felis silvestris lybica) y el gato doméstico: éstos se habrían separado hace alrededor de
130.000 años.

Árbol filogenético de Felis silvestris

Felis silvestris

Felis silvestris silvestris - Gato montés europeo

Felis silvestris cafra - Felis silvestris cafra

Felis silvestris ornata - Gato ornado


Felis silvestris bieti - Gato de Biet

Felis silvestris lybica - Gato del desierto

Felis silvestris catus - Gato doméstico

Historia

Domesticación del gato

Los primeros descubrimientos paleontológicos sitúan los primeros focos de domesticación del
gato en Egipto hacia el 2000 a.C., pero el descubrimiento en 2004 de los restos de un gato al lado
de los restos de un humano en una tumba en Chipre aplaza el inicio de esta relación de 7.500 a
7.000 años a.C. El gato descubierto presenta una morfología muy cercana a la del gato salvaje
africano, sin las modificaciones del esqueleto debidas a la domesticación: se trataba de un gato
acostumbrado, más que domesticado. La cohabitación de los gatos y los hombres empezó
probablemente con la aparición de la agricultura: el almacenaje del cereal atrajo a los ratones y a
las ratas, que a su vez atrajeron a los gatos, sus depredadores naturales.
El estudio realizado por Carlos Driscoll sobre 979 gatos permitió determinar el origen probable del
gato doméstico: es en el Creciente fértil donde los felinos y los hombres habrían establecido
contacto. Hubo cinco domesticaciones distintas del gato del desierto, hace entre 8.000 y 10.000
años.

El gato doméstico no es la única especie entre los Felinae usada como animal de compañía, el gato
del desierto y el puma yagouaroundi están o estuvieron domesticados para cazar ratones y ratas.

La domesticación del gato se debe a que lo supeditaron muy bien, y así sigue en las generaciones
siguientes.

Antiguo Egipto

Estatua de Bastet.

Los gatos eran venerados y momificados.

Los antiguos egipcios usaban para llamar al gato la onomatopeya «miu», cuya transcripción es miw
en masculino y miwt para el femenino (el español usa también este tipo de onomatopeya, que se
encuentra en el verbo maullar).

W19 i w E13

W19 i w F28

miw miw1

Se cree que la domesticación del gato tuvo lugar en Egipto durante el tercer milenio a.C. Se
convirtió en un animal de compañía apreciado por su dulzura, su gracia y su indolencia, pero el
gato es sobre todo un animal protector. Al cazar pequeños roedores, protege los silos donde los
egipcios guardaban su cosecha (sobre todo el trigo), recurso vital para este pueblo de agricultores.
Al cazar ratas, el gato elimina un vector de enfermedades graves (como la peste). Además, al cazar
serpientes (sobre todo víboras cornudas), hacía más seguros los alrededores de los hogares
próximos a donde establece su territorio.
En las cortes de Egipto el gato era idolatrado. Esta tendencia a venerar a los animales se
encontraba ya en el antiguo Egipto. Antes, los sacerdotes consagraban sus atenciones al león, pero
éste era grande y feroz, y el gato no tuvo problemas para imponerse. Aunque en esa época no
estaba perfectamente domesticado, se mostraba al menos más dócil. Además, los sacerdotes
señalaron que con el paso de las generaciones, el pequeño felino aceptaba cada vez mejor al
hombre y se dejaba incluso acariciar.

La primera consagración del gato tuvo lugar cuando la diosa Bastet,2 símbolo de la fecundidad y
de la belleza, se representó con una cabeza de gato. La diosa simbolizaba la luz, el calor y la
energía solar, pero también, debido a sus rasgos felinos, representaba el misterio, la noche y la
luna. Además, se pensaba que ayudaba a la fecundidad de hombres y animales, que curaba
enfermedades y que velaba las almas de los muertos. Así se puede entender que las leyes del
faraón impusieran una protección rigurosa para los gatos. Quien matara a uno de los pequeños
felinos se arriesgaba a la pena de muerte. Se cuenta que un dignatario romano que mató
accidentalmente a un gato en la Alejandría del siglo I a.C. fue linchado por la población a pesar de
la petición de calma del faraón, deseoso sobre todo de que Roma no interviniese en su territorio.

Los faraones también consideraban sagradas a las serpientes, a las vacas y a los peces, pero el gato
seguirá siendo sin embargo el más sagrado de todos. El culto y la preocupación por el bienestar del
gato se transmitirá de generación en generación. Los funerales de los gatos se colmaban de todos
los honores y la familia a la que pertenecía guardaba luto y se afeitaba las cejas en señal de duelo.
Cuanto más rica era la familia, más importantes eran los funerales y más suntuoso era el
sarcófago. Acompañaban al gato ratones embalsamados, para que siguiera jugando en el más allá.
En 1890 se descubrieron en Tell Basta, la antigua Bubastis, en otro tiempo capital de Egipto, más
de 300.000 momias de gatos. Estaban aún guardadas en sus pequeños cofres de madera esculpida
o rodeadas de esterillas de juncos coloreados y entrelazados. Los cuerpos estaban envueltos en
bandas de colores ricos y variados, y tenían la cara cubierta con una máscara funeraria sobre la
que se podía distinguir el hocico, los ojos, las orejas y los bigotes.

El respeto de los egipcios hacia los gatos se demostró en el año 525 a.C., cuando los persas
asediaban Pelusio en vano. Cambises II tuvo entonces la idea de atar gatos en los escudos de sus
600 soldados. Los egipcios no se atrevieron a contraatacar por miedo a herir a los gatos, por lo que
la ciudad cayó en manos del invasor persa.
El culto a Bastet empezó a decaer a partir del 350 a.C., y desapareció totalmente en el 390 d.C.
bajo la orden de un decreto imperial que prohibía definitivamente los cultos paganos. Subsisten,
sin embargo, muchas pinturas murales que relatan las diferentes etapas de la vida del gato en la
sociedad egipcia, en especial la expuesta en el British Museum de Londres, que representa un gato
acompañando a su dueño en la caza y teniendo inmovilizados a dos pájaros mientras tiene un
tercero en la boca.

Grecia y antigua Roma

Según la leyenda, los egipcios rechazaban las peticiones apremiantes de los griegos para comerciar
con los gatos, a los que veneraban como a dioses. Los griegos decidieron entonces robar los gatos.
Cogieron al menos seis parejas y las llevaron a Grecia. Algunos meses después nacieron las
primeras camadas, y algunos años después, los criadores pudieron vender gatos a los romanos, a
los galos y a los celtas. La especie se extendió poco a poco por todos los países mediterráneos. En
Grecia, antes de la llegada del gato, la garduña, la mangosta y el hurón se ocupaban de desratizar y
proteger las cosechas, por lo que la acogida del gato fue más bien moderada. Aunque no los
adoraban como los egipcios, los griegos adoptaron al animal, reconociendo su don como cazador,
pero reconociendo también que era más agradable para la convivencia, ya que era más bonito,
refinado, dócil y limpio que las mangostas y los hurones. El gato se usaba a veces como animal de
compañía, aunque los griegos preferían al perro. El gato era en principio un juguete, un regalo
caro traído de Egipto para ofrecerlo a las cortesanas.

Sin embargo, se encuentra la huella del gato en algunas representaciones griegas que muestran
cierta animosidad hacia los pequeños felinos, como es el caso del zócalo de una estatua que data
del 480 a.C., que representa a unos griegos azuzando a un perro contra un gato, que tiene las
orejas bajas y el lomo erizado. A pesar de la acogida más bien tibia que el gato tuvo por parte de
los griegos, éste consiguió que lo aceptaran y que poco a poco lo apreciaran. En las fábulas de
Esopo no aparece el gato, sino la comadreja.

Un mosaico de Pompeya.

El gato en Roma no era un animal cercano al hombre. La palabra feles (substantivo femenino) hace
referencia a los felinos de pequeño tamaño, en especial el gato montés. El equivalente al gato
doméstico actual (animal casero que caza ratones) era la mustela o comadreja. En las fábulas de
Esopo no aparece, por tanto, el gato, sino la comadreja; si bien reelaboraciones muy tardías
cambiaron la comadreja por el gato y así, de manera apócrifa, apareció la fábula de los ratones y el
cascabel del gato. Solo unos pocos autores clásicos latinos mencionan el gato feles: Plauto (un par
de veces), Columela y Plinio el Viejo, aparte del fabulista Fedro.

Fedro, en su fábula II 4, habla de una feles en un contexto alejado de la ciudad (en un bosque y
junto a un águila y una jabalina). El apéndice de Perotti incluye otra fábula con gatos. Según
Eulogio Baeza Angulo (Fábulas esópicas de Fedro, Alma Mater, Madrid, 2011, p. 26B), «la
comadreja y la serpiente común eran los animales que los romanos utilizaban normalmente para
tener sus casas libres de ratones». De este modo, «el gato doméstico, de origen egipcio, fue
importado con posterioridad».

Asia

China

Asia emprende muy buenas relaciones comerciales con Europa desde la época helenística. El gato
se intercambia con finas sedas y de esta forma llega a China. Los primeros rastros del gato que se
encuentran en China datan de la dinastía Han, que va desde el siglo II a.C. al II d.C.

El animal fue acogido calurosamente, por su belleza y su don cazando ratones. Se convierte en
símbolo de paz, de fortuna y de serenidad de la familia. En esta época, el gato es un animal
doméstico reservado a las mujeres, se cree que atrae la buena suerte y el poder de alejar a los
demonios con la ayuda de sus ojos brillantes. La divinidad agreste Li-Show tenía la apariencia de
un gato.

Japón

Los gatos llegaron a Japón en el siglo VI al mismo tiempo que la doctrina budista, pero su
introducción real data del 19 septiembre de 999, fecha del aniversario del emperador Ichijō, al que
le regalaron un gato por sus trece años. La imagen del gato evolucionó mucho en Japón, donde
será considerado a veces portador de buena suerte por su pelaje de concha de tortuga, y otras
veces maléfico por su cola ahorquillada. El éxito del gato es tan importante en el país que una ley
del siglo XVIII prohibió el encarcelamiento y el comercio del animal. Algunas historias cuentan que
los japoneses mimaban tanto a sus gatos que éstos dejaron de cazar ratones, que llegaron a
proliferar hasta tal punto que los japoneses tuvieron que pintar gatos en las paredes de sus casas
para alejar a los roedores.
El gato está bien representado en el arte japonés, primero bajo los trazos de una concha de
tortuga blanca, y después cada vez más como gatos blancos sin cola: el bobtail japonés. Hubo
grandes pintores ilustres en la representación de gatos, como Utagawa Hiroshige o Utagawa
Kuniyoshi. Utamaro relaciona siempre a los gatos con las mujeres hermosas, relación que se
encuentra en poemas japoneses, donde el gato está estrechamente asociado a las gracias de la
mujer. Símbolo de la sensualidad y del deseo, el gato representa igualmente el encanto
decadente.

Sin embargo, hay también una versión sombría e inquietante del gato, resultante de la tradición
popular. Por ejemplo el Aïnous, el gato resucitado, el gato nacido de las cenizas de un monstruo, y
el de Okabe, de dos colas. Pierre Loti evoca igualmente en sus Japoneries d'automne un corro de
gatos que se reunían en una jardín aislado en las noches de invierno, bajo la luz de la luna.

La leyenda del gato-vampiro de Nabeshima, muy contada durante la era Edo, pone en escena un
gato demonio o un gato vampiro atacando a la familia Nabeshima.

India

En la India, el gato es honrado como en Egipto, y la diosa de la fecundidad, Satí, a veces adquiere
la apariencia de un gato, igual que Bastet. Hay pequeñas estatuas hechas de cerámica que la
muestran así. Se instalaban en ellas pequeñas lámparas de aceite para asustar a los ratones por la
noche, de la misma forma que los ojos del gato se iluminan en la oscuridad. Esta facultad se usó
también para alejar a los malos espíritus. Los budistas aprecian la capacidad de meditación del
gato, sin embargo, éste no forma parte de los cánones del budismo. Según una leyenda popular,
ésta exclusión resultaría de un incidente sucedido a un gato que se quedó dormido durante los
funerales de Buda.

Europa medieval

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Este aviso fue puesto el 10 de noviembre de 2013.

El gato tuvo buena reputación en Europa hasta la Baja Edad Media, sobre todo en el campo, donde
los campesinos lo apreciaban por su talento como cazador, en especial en las cuadras y en los
almacenes. A pesar del juicio de la iglesia católica,3 que lo consideraba una criatura demoníaca,
los conventos y los monasterios los usaban para acabar con los roedores. Los irlandeses creían
incluso que los alimentos que entraban en contacto con un gato, al igual que con otros animales,
ya no se podían comer y se volvían impuros. Las penitenciarías imponían castigos que iban desde
el ayuno hasta varios días a dieta severa a base de pan y agua para los que comieran cualquier
alimento o líquido que hubiera estado en contacto con un animal. De la misma manera, la iglesia
desaprobó un exceso de familiaridad con los animales y en especial con el gato, que es el único
animal que tenía acceso a toda la casa.

san Patricio y después el papa Gregorio Magno declararon su cariño hacia el gato. En esta época se
pueden ver gatos en las representaciones de santa Ágata y santa Gertrudis. El gato se beneficiaba
aun de cierto respeto en el siglo XI cuando llegaron a Europa las primeras hordas de ratas negras
para devorar los cereales y la fruta.

En principio, la imagen de los gatos es positiva en el islam por el afecto que sentía Mahoma por
ellos,4 ya que su gata Muezza lo salvó de la mordedura de una serpiente. Otra historia cuenta que
un día Muezza se quedó dormida al lado del profeta en su cama. Cuando éste se tenía que
levantar, como no quería despertar a la gata, cortó un trozo de su túnica, sobre la que reposaba el
animal. Hay muchas otras historias sobre el gato en el Corán y, tradicionalmente, los musulmanes
querían conservar a los gatos. Además, maltratar a un gato se consideraba un grave pecado en el
islam.

La persecución de restos aún presentes de los cultos paganos y el resurgimiento del culto de
Freyja, la diosa germano-escandinava de la fecundidad, en el norte después de la peste negra a
mediados del siglo XIV, provocó la pérdida de los gatos, que desde entonces se asociaron a cultos
infernales, debido a su antigua adoración por parte de los paganos y sobre todo por el reflejo de la
luz en sus ojos, que se creía que eran las llamas del infierno. En la simbología medieval, el gato se
asociaba a la mala suerte y al mal sobre todo si era negro, también se asociaba al disimulo y a la
feminidad. Su comportamiento sexual muy expresivo, su gran necesidad de dormir, considerada
pereza, y sus vagabundeos contribuyeron a forjar una imagen negativa. Era el animal del diablo y
de las brujas. Se le atribuían poderes sobrenaturales, como la facultad de tener siete vidas. En el
caso de los gatos negros, color que se asociaba al diablo, una única mancha blanca en el pecho o
en el cuello les concedía clemencia, ya que se consideraba que era una manifestación divina.

La inquisición, el papa Inocencio VII y su edicto de 1484 hicieron que se sacrificaran gatos en las
fiestas populares, lo que marcó un gran período de persecución para el felino.5 Este edicto tuvo
un impacto importante en las clases populares y luego se extendió a la nobleza.
Se consideraba que el diablo se disfrazaba de gato en sus visitas a la tierra, y fue condenado al
igual que sus dueños, los brujos y las brujas. Según ciertas fuentes, fueron muchos los que fueron
quemaron vivos en las plazas públicas. Otras afirman, sin embargo, que las grandes
investigaciones realizadas en los archivos invalidan esta hipótesis. Las condenas de gatos a la
hoguera serán insignificantes al igual que las de gallos y se encontrarán más de sapos o de lobos.

En Inglaterra, bajo el reinado de María Tudor, se queman gatos como señal de la herejía
protestante, mientras que bajo el de Isabel I, se queman como señal de la herejía católica.

La Inquisición reunía en la misma hoguera a los herejes, a las brujas, a los asesinos y a los gatos en
la noche de san Juan. En las grandes plazas de los municipios, los lugareños erigían hogueras en las
que echaban a los gatos que habían capturado. Fue así como el gato estuvo ausente en la gran
peste negra del siglo XIV. Las creencias duraron varios siglos, alimentadas por los hombres de la
iglesia, los soberanos y los príncipes.

Sin embargo, el Renacimiento significó un cierto cambio en la suerte de los gatos, especialmente
debido a su acción preventiva contra los roedores, devoradores de las cosechas. Habrá que
esperar hasta 1648 para que el rey Luis XIV, gran amante de los gatos, prohibiera quemar a los
gatos en la hoguera de la noche de San Juan, ya que calificaba esta tradición de bárbara y
primitiva. Sin embargo, no fue hasta la Revolución Francesa cuando las hogueras se consideraron
unánimemente supersticiones y actos de crueldad.

Usos del gato

Durante la Edad Media, además de para cazar ratones, el gato se usa para varios fines, sobre todo
médicos y alimenticios. La medicina medieval utilizó diferentes partes de los gatos para preparar
ungüentos y medicamentos. Los excrementos de los gatos entran frecuentemente en la
preparación de recetas para disminuir la caída del cabello o para curar la fiebre o la epilepsia. La
grasa y la médula del gato se encuentran en los preparados para curar la artritis y otras dolencias
articulares como la gota, y la carne se usaba para curar los dolores de espalda o para tratar las
hemorroides. Algunos tratados de medicina precisan incluso el color del gato que hay que usar
dependiendo de si el origen de la enfermedad es caliente o frío. Se aconseja usar un gato negro si
el origen de la enfermedad es caliente, mientras que si es frío se aconseja un gato blanco.
En los períodos de hambre o de sitio se comía la carne de gato. Era un recurso que tenía la ventaja
de ser barato y fácil de encontrar. Comer gato, sin embargo, se consideraba una brutalidad cuando
se hacía por gusto y no por necesidad, al menos en Francia. Parece que en España se comían gatos
de forma más regular, fuera de los períodos de hambre. Hay recetas de roti de cerdo editadas por
Ruperto de Nola, autor del primer libro de cocina en español y cocinero del rey de Napoles.

Gato cazando.

El gato doméstico ha sido también usado por su piel durante la Edad Media. Las pieles que
provenían de gatos se destinaban sobre todo al pueblo y no a la nobleza ya que eran baratas e
iguales en calidad a las de conejo, cordero y zorro. Se hacían con ellas mantas, alfombras o cojines
para sillas. Los peleteros, comerciantes de pieles, cazaban gatos en la calle o recogían sus
cadáveres antes de despellejarlos y revender sus pieles. Era normal que se aconsejase a los dueños
quemar el pelo de sus gatos para que vagabundearan menos y no fueran capturados por un
peletero.

Época moderna

Los estragos de la peste negra ayudaron a la rehabilitación del gato y empieza a considerarse
animal familiar en los textos a partir del siglo XVII. Gracias a los descubrimientos científicos de
mitad del siglo XIX, y a los inicios de la explicación de la naturaleza y de la transmisión de las
enfermedades por los microbios y no por las brujas, se demuestra que el gato es un ejemplo de
higiene ya que se lava hasta veinte veces al día.

El gato ofrece sus servicios en tiendas, oficinas, almacenes, granjas y navíos. Hay compañías de
seguros que incluso exigen que haya gatos presentes en los buques de carga. El mundo artístico
ayudará también a la rehabilitación del pequeño felino gracias especialmente al movimiento
romántico del siglo XIX. El gato se usará a partir de entonces en todas las artes, ya sea la música, la
pintura o el cine. Las creencias y supersticiones que encontramos hoy en día alrededor de los
gatos y de sus características maléficas son los últimos rastros del miedo y de la desconfianza
resultantes de los siglos pasados.

Aparición de las razas

El primer inventario de razas de gato fue efectuado por el naturalista sueco Linneo, en él distingue
cuatro grandes razas de felinos: Catus domesticus, Catus angorensis, Catus hispanicus y Catus
coeruleus. Esta clasificación permanecerá hasta la mitad del siglo XIX, cuando la felinotecnia
moderna, en Inglaterra, modificó este orden. El tratado de zootecnia especial de Cornevin de 1897
añade a la lista una raza de gato chino de orejas caídas, que se parecía al Scottish Fold, pero que
ya ha desaparecido, una raza de Japón que se parecía al actual bobtail japonés, y una raza sin cola,
llamada hoy en día Gato Manx.

Gato Manx

La raza española desapareció a principios del siglo XX, y se incorporó al gato doméstico. Pero se
añadieron las razas persa y abisinio. El número de razas no dejó de aumentar hasta ahora, ya que
pasamos de tener ocho razas en 1900 a tener de 25 a 30 en 1989, y cerca de cien a principios del
siglo XXI.

Las exposiciones y los concursos desempeñaron un papel importante en el desarrollo de las razas.
La primera exposición felina se celebró en Winchester, Inglaterra, en 1598, por la Saint-Gilles, sin
embargo, la primera exposición felina moderna organizó en el Crystal Palace de Londres, en 1871,
Harrison Weir. Se reunieron más de 170 gatos, repartidos en las categorías British Shorthair y
Persa. Esta exposición marca el inicio de la definición de los estándares de las razas. En Francia, la
primera exposición fue organizada por el Cat Club en 1925.

En EEUU fue la exposición del Madison Square Garden de Nueva York en 1898 la que las hizo
populares, e hizo que se extendieran a Australia, a Canadá, a Nueva Zelanda, a Sudáfrica, a Japón y
a Europa. Las exposiciones se interrumpieron durante la Segunda Guerra Mundial pero se
recuperaron progresivamente para finalmente multiplicarse y democratizarse.

Estas exposiciones fueron organizadas por federaciones, de las que una de las más antiguas es la
británica GCCF fundada en 1910 por la fusión de National Cat Club y de Cat Club. En EEUU está la
Cat Fancier Association, fundada en 1899. En el continente europeo, la Federación Internacional
Felina es la más importante, fundada en 1949 por iniciativa del Cat club de París, que reagrupa la
mayor parte de los países de la Europa continental.

Referencias

Wörterbuch der Ägytischen Sprache – Tome 2, 42.1-3.


Manuel Crenes Sabalete. «El gato». Archivado desde el original el 10 de marzo de 2009.
Consultado el 24 de febrero de 2011.

Isabel Gil. «El gato en la Edad Media». Consultado el 22 de febrero de 2011.

Henriketo. «Leyendas árabes sobre gatos». Consultado el 23 de febrero de 2011.

Carlos Barrón. «¿El gato negr es un ser demoníaco?». Consultado el 21 de febrero de 2011.

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