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LOS CONCILIOS Y SU RELACIÓN CON LA IGLESIA CRISTIANA

Concilios y sínodos son las asambleas de representantes de la Iglesia para la discusión y decisión
sobre cuestiones de fe, puntos de disciplina y moral. El concilio (concilium ecclesiæ) puede ser
ecuménico, de toda la Iglesia, o de la Iglesia de un país, de una provincia o incluso de una sola iglesia,
en cuyo caso es un comité escogido de una congregación que la representa.

Origen.

La reunión de los apóstoles mencionada en Hechos 15 sería la primera de tales asambleas. Aparte
de ella las más antiguas fueron las celebradas en Asia Menor en relación con la cuestión montanista
y las que tanto en el este como en el oeste intentaron resolver la controversia cuartodecímana. Las
primeras tuvieron lugar probablemente entre los años 160 y 175; nuestra información tocante a las
mismas se deriva de un narrador casi contemporáneo cuyo relato es utilizado por Eusebio (Hist.
eccl., V. xvi. 10).

Él no usa el nombre de "sínodo" y de hecho sus palabras no necesariamente suponen tales


asambleas; pero la interpretación usual del pasaje es probablemente correcta, suponiendo
reuniones de varias iglesias locales con el propósito de discutir la "nueva profecía". El término, los
"fieles", que él usa, por supuesto incluye obispos, pero presumiblemente no se limitaba a ellos. El
método de representación es incierto; es posible que en algunos casos los obispos se presentaran
para hablar en nombre de su iglesia; también es posible que un cierto número de clérigos les
acompañaran y que laicos prominentes no estuvieran ausentes; en algunos casos pueden incluso
haber sido más numerosos que el clero o haber constituido la única representación de su
comunidad. Los términos en los que Eusebio (V. xxiii. 2) habla de los sínodos celebrados en relación
con la controversia pascual proporcionan en lo externo una panorámica diferente; pero el
conocimiento que tenemos de sus fuentes muestra que él inconscientemente aproxima su relato
de los sínodos a finales del siglo segundo a los de su propio tiempo. Los sínodos celebrados hacia
195 no eran convocatorias de obispos exclusivamente; aunque el episcopado ocupó la posición más
prominente, se recordaba todavía el tiempo cuando las asambleas eran participadas por todos los
fieles. El hecho de que el episcopado monárquico estuviera plenamente desarrollado en el primer
periodo aludido (160-175) y que esta constitución de sínodos no es totalmente armoniosa con el
mismo, lleva a la conclusión de que tales convocatorias habían sido usuales, al menos ya a mediados
del siglo segundo. Sohm halla su origen en la expansión de reuniones, tales como las mencionadas
antes, de una iglesia local para la elección de un obispo; otros las trazan a la analogía del "concilio
provincial" secular, o las hacen un resultado natural de la necesidad de discutir cuestiones difíciles.

Un entendimiento completo de su origen no se puede obtener sin recordar la constante relación,


mediante representantes acreditados, que las comunidades cristianas primitivas mantenían. Si una
iglesia local era perturbada por la discordia, las iglesias vecinas se sentían obligadas a ayudar en la
restauración del orden (Clementina, I. lxiii. 3); cuando la paz quedaba restaurada tras una tormenta
de persecución, incluso iglesias distantes mandaban enviados para expresar su alegría (Ignacio, Ad
Philadelphenos, x; ad Smyrneos, xi; ad Polycarpum, vii); si un obispo iba a ser escogido en una
pequeña iglesia, los delegados de las comunidades mayores ayudaban en las deliberaciones. Tales
enviados, que podían ser obispos o bajo clero, eran escogidos en una reunión general de la iglesia
local (Ignacio, Ad Polycarpum, vii; ad Smyerneos, xi). Superficialmente es por tanto apenas un paso
añadido a la asamblea de representantes de un número de iglesias con el propósito de llegar a una
decisión, sobre una cuestión en disputa. Pero un poco de reflexión mostrará que no es lo mismo.
Tanto la discusión de una cuestión local con la ayuda de representantes de fuera como la reunión
para discutir una posición que afectaba a un número de comunidades, surge del sentimiento
cristiano primitivo de unidad y de la consecuente relación mutua, pero tienen diferentes objetivos
e importancia.

Concilios ecuménicos.

Los concilios ecuménicos nacieron antes de la organización completa de los sínodos provinciales. En
el curso de la controversia donatista, Constantino entregó la decisión primero a una comisión
episcopal reunida en Roma y luego a un conjunto mayor de obispos reunidos en Arlés. Esas
asambleas habían sido consideradas comúnmente como sínodos y lo eran en el sentido de ser
asambleas deliberativas de obispos; pero es obvio que diferían de todos los sínodos anteriores. Su
iniciativa no procedía de los obispos sino del emperador, quien determinaba tanto la membresía y
lugar como el asunto de discusión, dando su autoridad a las decisiones, que serían vinculantes en la
ley secular.

Por tanto no eran como los sínodos provinciales, órganos del gobierno episcopal libre, sino
asambleas con el propósito de aconsejar al emperador en cuanto a su acción decisiva en asuntos
eclesiásticos. Sin embargo, fueron éstos, y no los sínodos provinciales, los prototipos de los concilios
ecuménicos. Constantino actuó en la misma forma en la convocatoria del concilio de Nicea. Su
intención era que la cuestión arriana fuera resuelta por el concilio, por lo que tomó parte personal
en los procedimientos; la adopción de la fórmula nicena fue el resultado de su impulso y él la
reconoció como ley vinculante, imponiendo castigos a aquellos que rechazaran suscribirla; él mismo
promulgó la decisión sobre la celebración de la Pascua e impuso su observancia sobre los obispos.
Por tanto, aunque el concilio de Nicea fue teóricamente una reunión del episcopado católico y la
autoridad atribuida a todos los sínodos se puede suponer que le pertenece en grado prominente,
fue realmente no un órgano de autogobierno de la Iglesia, sino una ayuda para su gobierno por el
gobernante secular. Los siguientes concilios ecuménicos estuvieron modelados por éste y llevaron
el mismo carácter.

La decisión de convocarlos se origina en la corte y era llevada a cabo por la autoridad secular. Se
reunían bajo la presidencia, o al menos en la presencia, de los comisarios imperiales. Sus decisiones
quedaban sometidas al emperador antes de su publicación, como ocurrió en el caso del decreto
dogmático de Calcedonia (Mansi, Concilia, vii. 117, 136). Él podía confirmar sus decretos, como en
Calcedonia (Mansi, vii. 476) y Constantinopla (Mansi, xi. 697, 724) o rechazar su asentimiento, como
en Éfeso (Mansi, iv. 1377). Su dependencia de la corte creció, hasta el punto que Constancio pudo
decir con brutal franqueza en el sínodo de Milán, "lo que yo quiero, sea considerado canon"
(Atanasio, "Historia de los arrianos", xxxiii). Los historiadores católicos nombran ocho concilios
ecuménicos en el periodo antiguo: Nicea, 325; Constantinopla, 381; Éfeso, 431; Calcedonia, 451,
Constantinopla, 553; Constantinopla, 630; Nicea, 787, Constantinopla, 869. Pero esta enumeración
no es históricamente justificable. Aparte del hecho de que el concilio de Constantinopla de 381
representó sólo al imperio oriental (y el de 869 es rechazado por la Iglesia oriental), los de Sárdica
342, Éfeso 449 y Constantinopla 754, tienen tanto derecho al título de ecuménicos, no faltando la
confirmación a los decretos de los dos últimos. Su omisión sólo puede basarse en el hecho de que
el desarrollo posterior tomó una dirección opuesta a sus conclusiones. La importancia de los
concilios ecuménicos yace en su actividad legislativa, especialmente en lo tocante a la doctrina, que
usualmente proporciona la razón de sus convocatorias. Trataron también con otras cuestiones de
organización eclesiástica y moral privada; pero su acción como tribunal judicial supremo es
comparativamente poco importante. Sus excomuniones fueron siempre las consecuencias de sus
decretos dogmáticos, que eran considerados infalibles desde la concepción del episcopado como
investido con el charisma veritatis.

CONCILIOS ECUMÉNICOS DE LA IGLESIA DESDE SU FUNDACIÓN


HASTA NUESTROS DÍAS
La Iglesia ha tenido 21 Concilios Ecuménicos, sin contar el de los Apóstoles en Jerusalén.

1- Concilio de Nicea (año 325).. Convocado


por la autoridad del Papa San Silvestre y bajo
la ejecutoria del mismo emperador
Constantino. Este Concilio condenó la
herejía de Arrio que negaba la divinidad de
Jesucristo y su consustancialidad con el
Padre. Formuló el "símbolo niceno" o Credo.

««Creemos en un solo Dios Padre


omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo
Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es
decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no hecho, consustancial al
Padre...»»
2- Concilio Primero de Constantinopla (año 381). En tiempo del Papa San Dámaso, se ocupó de las
herejías de los mecedonianos, eunomianos o anomeos. Se perfeccionó el símbolo niceno, que por
esto lo llamamos el credo "niceno-constantinopolitano".

3- Concilio de Éfeso (año 431). Convocado por el Papa San Celestino Iy presidido por el Patriarca
Cirilo de Alejandría, ese Concilio condenó la herejía cristológica y mariológica de Nestorio y
proclamó la maternidad divina de María, La Theotokos. El símbolo de Efeso precisa que las dos
naturalezas, humana y divina de Cristo, están unidas sin confusión y por lo tanto María es
verdaderamente “Madre de Dios”.
4- Concilio de Calcedonia (año 451). Bajo la autoridad del Papa San León I el Magno, este Concilio
trató de las herejías de quienes negaban a Jesucristo las naturaleza divina o la humana o las
confundían.

5- Concilio Segundo de Constantinopla (año 553). Convocado por la autoridad del Papa Virgilio,
condenó la herejía de los "tres capítulos", confirmando la doctrina de los concilios anteriores sobre
la Trinidad, la divinidad de Jesucristo y maternidad divina de María. Condenó el Monofisismo

6- Concilio Tercero de Constantinopla (del año 680-681). Con el Papa San Agatón, condenó
solemnemente la herejía de quienes admitían en Cristo una sola voluntad (monotelitas).

7- Concilio Segundo de Nicea (año 787) Este Concilio, convocado por la autoridad del Papa Adriano
I, afrontó la doctrina de los iconoclastas y definió la legitimidad del culto a las imágenes sagradas.

8- Concilio Cuarto de Constantinopla. Convocado por el Papa Adriano II en el año 869 duró hasta el
siguiente y tuvo como principal tema la condenación del patriarca Focio, autor del cisma oriental.

9-Concilio Primero de Letrán (del año 1123-1124). Convocado por el Papa Calixto II, fue muy
accidentado por lo que duró hasta el siguiente año. Celebrado en el tiempo de la lucha de las
investiduras, se ocupó de ellas, lo mismo que de la simonía, el celibato y el incesto.

10- Concilio Segundo de Letrán (año 1139). Este Concilio convocado por le Papa Inocencio II, afrontó
el delicado asunto de los falsos pontífices, de la simonía, la usura, las falsas penitencias y los falsos
sacramentos.

11- Concilio Tercero de Letrán (año 1179). . Bajo el Sumo Pontífice Alejandro III, se ocupó
nuevamente de condenar la simonía.

12- Concilio Cuarto de Letrán (año 1215). Bajo la autoridad del Papa Inocencio III, este Concilio
condenó las herejías de los Albingenses, del Abad Joaquín de Fiori, los Valdenses,etc.

13- Concilio Primero de Lyon (año 1245). Este Concilio en realidad no abordó asuntos dogmáticos,
sino problemas morales y disciplinares de la Iglesia.

14- Concilio Segundo de Lyon (año 1274) Convocado por el Papa Gregorio X, trató de unificar la
Iglesia griega, separada de Roma desde el cisma oriental.

15- Concilio de Viena (1311-1312). Este Concilio, convocado por Clemente V, se ocupó de los errores
de los beguardos y beguins, de Pedro Juan Olivi. Abolió la orden de los Templarios.

16- Concilio de Costanza (año 1417). Fue convocado por el Papa Martín V, sólo se clausuró cuatro
años después. Condenó los errores de Wicleff, Juan Hus, etc. Se ocupó también de los asuntos
provocados por el cisma de Occidente.

17- Concilio de Florencia (1431). Convocado por Eugenio IV, duró hasta 1445. Logró la unión de los
ármenos y jacobitas con la Iglesia de Roma.

18- Concilio Quinto de Letrán (año 1512). Convocado por León X, tuvo como tema central la reforma
de la Iglesia.
19- Concilio de Trento (año 1545-1563). Este Concilio fue inicialmente convocado por Pablo III para
tratar el problema de la escisión de la Iglesia por la reforma protestante. Se ocupó de innumerables
temas doctrinales, morales, disciplinares, de acuerdo con la problemática presentada por el
protestantismo. El Decreto sobre la justificación, el de los Sacramentos, el de la Eucaristía, el Canon
de la Sagradas Escrituras, etc., son entre otros, los más sobresalientes, amén de infinidad de
disposiciones disciplinares.

20- Concilio Vaticano Primero.. Convocado por el Papa Pío IX en 1869, sesionó hasta Septiembre de
1870, cuando hubo de interrumpirse por la toma de Roma por las tropas de Garibaldi, el 20 de
Septiembre. Este Concilio afrontó los temas fundamentales de la fe y constitución de la Iglesia. Como
definiciones más famosas, se encuentran la potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad cuando
habla "ex cathedra".

21- Concilio Vaticano II (1962-1965). Convocado por Juan XXIII, quien lo anunció desde Enero de
1959, tuvo cuatro sesiones, la primera de las cuales presidió, en el otoño de 1962, el mismo Juan
XXIII, quien falleció el 3 de Junio de 1963. Las otras tres etapas fueron convocadasy presididas por
su sucesor, el Pontífice Pablo VI.

¿QUÉ ES EL CANON DE LA BIBLIA Y QUE TIENE QUE VER CON LA IGLESIA CRISTIANA ?

El "canon" de las Escrituras se define como los libros de


la Biblia aceptados oficialmente como las Sagradas
Escrituras. Escrito por unos cuarenta autores a lo largo
de 1500 años, fue esencial que se hiciera una lista de los
libros que reflejaban la verdad del mensaje de Dios y
que fueron inspirados por el Espíritu Santo. Aunque
cada libro era un canon a los ojos de Dios tal como fue
escrito, el canon tuvo que ser identificado por los líderes
religiosos ya que Dios no dio una lista de libros para
incluir. La determinación del canon fue un proceso
llevado a cabo primero por rabinos y eruditos judíos y
luego por los primeros cristianos. Finalmente, sin
embargo, fue Dios quien decidió qué libros pertenecían
al canon bíblico.

El canon completo del Antiguo Testamento no se compilo hasta después de la destrucción de


Jerusalén en el año 70 DC, pero las partes ya habían sido reconocidas mucho antes. Los libros de la
ley (también conocidos como la Tora o Pentateuco-Génesis-Deuteronomio) fueron reconocidos ya
en 2 Reyes 22. Los profetas fueron identificados como Escrituras a finales del siglo II aC. Los Salmos
fueron aceptados, pero los libros restantes variaron dependiendo de la secta judía. La escuela
rabínica de los fariseos en Jamnia llegó a una lista final de veinticuatro libros, lo que equivale a los
treinta y nueve libros del Antiguo Testamento cristiano. Diez libros interpretados en la Septuaginta
(la traducción griega de las Escrituras hebreas) fueron rechazados debido a las estrictas directrices
para el canon: los libros deben haberse conformado a la Torá, y debieron escribirse en Palestina, en
hebreo y no después del tiempo de Esdras (alrededor de 400 aC). Aunque la Biblia Católica hoy
incluye los libros apócrifos, la gran mayoría de los eruditos hebreos los consideraron buenos
documentos históricos y religiosos, pero no al mismo nivel que las Escrituras hebreas inspiradas. Los
Rollos del Mar Muerto, descubiertos en 1947, tienen algunas diferencias menores, pero son
notablemente similares a las Escrituras Hebreas aceptadas que tenemos hoy.

El proceso para reconocer y juntar los libros del Nuevo Testamento comenzó en los primeros siglos
de la iglesia cristiana. Muy temprano, algunos de los libros del Nuevo Testamento fueron
reconocidos como inspirados. Pablo considera que las escrituras de Lucas son tan autoritativas como
el Antiguo Testamento (1 Timoteo 5:18, ver también Deuteronomio 25:4 y Lucas 10:7). Pedro se
refirió a las escrituras de Pablo como Escritura (2 Pedro 3:15-16). Clemente de Roma mencionó al
menos ocho libros del Nuevo Testamento (95 DC). Ignacio de Antioquía reconoció siete libros (115
DC). Policarpo, un discípulo de Juan el apóstol, reconoció quince libros (108 DC). Más tarde, Ireneo
mencionó veintiún libros (185 DC). Hipólito reconoció veintidós libros (170-235 DC).

El primer "canon" fue el Canon de Muratoria, compilado en el año 170 DC, que incluía todos los
libros del Nuevo Testamento excepto Hebreos, Santiago y 3 Juan. El Concilio de Laodicea (363 DC)
concluyó que solo el Antiguo Testamento (junto con los libros apócrifos) y los veintisiete libros del
Nuevo Testamento debían leerse en las iglesias. Los Concilios de Hipona (393 DC) y Cartago (397 DC)
reafirmaron los mismos veintisiete libros como autoritativos.

Los principios utilizados por los


concilios para determinar si un libro
del Nuevo Testamento fue
verdaderamente inspirado por el
Espíritu Santo fueron cuádruples.
Primero, el autor debe ser apóstol o
tener una conexión cercana con un
apóstol. Segundo, el libro debe haber
sido aceptado por el cuerpo de Cristo
en general. Tercero, el libro debe
contener consistencia de doctrina y
enseñanza ortodoxa. Finalmente, el
libro tuvo que mostrar evidencia de
altos valores morales y espirituales
que reflejarían una obra del Espíritu
Santo como el Autor divino. Lo más importante, sin embargo, debe reconocerse que fue Dios, y solo
Dios, quien determinó qué libros pertenecían a la Biblia. Dios, a través de la inspiración del Espíritu,
impartió a Sus seguidores lo que Él ya había decidido. El proceso humano de recopilación de los
libros de la Biblia fue defectuoso, pero Dios, en Su soberanía, y a pesar de las limitaciones del
hombre pecador, llevó a la iglesia primitiva al reconocimiento de los libros que Él había inspirado, y
esos libros son reconocidos hoy como el canon de las Escrituras.

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