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4 de Febrero – 198º Aniversario

Años: 1818-1821 / Lugar: Roma, Estados Pontificios


Profecías sobre el porvenir de la Iglesia
Vidente: Beata Isabel Canori Mora (1774-1825)

Datos Biográficos

Isabel nació en Roma el 21 de noviembre de 1774, en el seno


de una familia de posición acomodada, profundamente
cristiana. Sus padres eran Tommaso Canori y Teresa Primoli.
Con el tiempo la situación económica de su familia vino a
menos, lo que llevó a sus padres a confiar la educación de sus
hijos a un hermano de Tommaso.

El tío de Isabel confió la educación de ésta a las religiosas


Agustinas de Cascia (1785-1788). Allí se destacó por su
inteligencia, una profunda vida interior y su espíritu de
penitencia. De regreso a Roma llevó una vida normal, acorde
con la galantería y el prestigio de las señoritas de la sociedad
de la época.

Matrimonio

El 10 de enero de 1796, cuando tenía 21 años, se casó con el joven abogado romano
Cristóbal Mora, hombre culto e inteligente, pero al parecer un poco inmaduro aún.
Después de algunos meses, la fragilidad psicológica de Cristóbal comprometió la
serenidad de la familia, se enamoró de otra mujer dejando en el abandono a su
familia, sin separarse formalmente de ella. No ejerció más la abogacía, y gastó el
dinero en sus aventuras llevando a su esposa e hijas a la
extrema pobreza.

Isabel respondió siempre con absoluta fidelidad; trataba


a su marido con paciencia, ofreciendo penitencias y
oraciones por su conversión. Nunca pensó en separarse
de él, a pesar de los consejos de familiares y amigos. En
vez de esto, siempre amó, apoyó y perdonó a su esposo
esperando su conversión.

Tuvo cuatro hijos, pero los dos primeros murieron a los


días de nacer. Con el abandono de su esposo, se vio
forzada a vivir trabajando con sus propias manos para
seguir al cuidado de sus hijas Marianna y Luciana.
Dedicaba mucho tiempo a la oración, a los pobres y a los
enfermos.
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Experiencias místicas

En 1801 sufrió una misteriosa enfermedad que la puso al borde de la muerte. Se curó
de forma inexplicable y tuvo su primera experiencia mística, en medio de las
tribulaciones por las que pasaba la Iglesia de aquel tiempo durante la persecución
napoleónica; fue favorecida con los dones de visión y profecía, ofreciendo sacrificios
por el Santo Padre, por la Iglesia, por su marido, por Roma.

En 1807 profundiza, además, en la espiritualidad


trinitaria ingresando a la Tercera Orden de la
Santísima Trinidad, donde tendrá la oportunidad de
conocer a una de las mujeres más famosas de la
Roma de entonces, la también terciaria y hoy
venerada como beata por la Iglesia católica, Ana
María Taigi.

El hogar de Isabel pronto se convirtió en un punto


de referencia para mucha gente en busca de ayuda
material y espiritual. Se dedicó especialmente a
cuidar de las familias en necesidad. La familia era
para ella el templo en el que recibía al amado
Señor, Jesús de Nazaret. A través de la auto-
negación, ella ofrecía su vida por la paz y la
santidad de la Iglesia, la conversión de su esposo y
la salvación de los pecadores. Sus virtudes
humanas y cristianas así como la fama de su
santidad se difundieron a través de Roma. Eran
muchos los que se acercaban a ella para pedir consejos, desde los más pobres de la
ciudad, hasta políticos y el mismo Papa.

Isabel Canori recibió de Nuestro Señor gracias innumerables, como el don de la


transverberación del corazón, ilustraciones grandiosas sobre el porvenir de la Iglesia y
los terribles combates que tendrá que sostener contra el poder de las tinieblas en los
últimos tiempos.

Visión de los Cinco Árboles Fatídicos que infectan la Tierra

Bajo la representación de CINCO ÁRBOLES FATÍDICOS que infectan la TIERRA, se le


dio a entender los CINCO GRANDES ERRORES de los tiempos modernos y los terribles
castigos que se ciernen sobre la humanidad.

“Estos cinco árboles representan —le dice el Señor— las cinco herejías modernas que
infestan al mundo en nuestros tiempos, en oposición enteramente al Santo Evangelio y
que buscan su destrucción. Estos árboles, con sus venenosas raíces, dan vigor a todas
aquellas plantas que se desarrollan en la floresta. Estas plantas perniciosas
representan la esterilidad, digna de llanto, de innumerables pobres almas que por la
depravación de sus conciencias pueden decirse sin FE y sin religión… Trastornadas y
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entregadas a las falsas máximas de la filosofía moderna, conculcan la Ley santa de


Dios y Sus divinos preceptos. Estas plantas son consideradas por el DIVINO DUEÑO no
sólo como estériles sino como nocivas y perversas, dignas de ser arrojadas al fuego
eterno.”

Visión del 25 de marzo de 1816:

“Vio a los miserables que cada día con mayor orgullo y desfachatez, de palabra y de
obra, con incredulidad y apostasía, van pisoteando la Santa Religión y la Divina Ley. Se
sirven de las palabras de la Sagrada Escritura y del Evangelio, corrompiendo su
verdadero sentido para respaldar así sus perversas intenciones y sus torcidos
principios.”

Visión del 15 de octubre de 1818:

“De repente, dice, me fue mostrado el mundo. Lo veía en completa revolución, el


orden y la justicia ya no reinaban. Los siete vicios capitales (soberbia, lujuria, ira,
envidia, pereza, guía y avaricia) parecían haber llegado al triunfo. Por todos lados
imperaba la injusticia, la mentira, el libertinaje y toda clase de iniquidades. El pueblo
estaba mal formado, sin fe y sin caridad. Todos estaban sumergidos en la crápula y en
las perversas máximas de la filosofía moderna. Observaba que tenían más fisonomía
de bestias que de hombres, de tal modo los tenía el vicio desfigurados.”

Visión el día de la fiesta de San Pedro del año de 1820:

Vio cuatro árboles de BENDICIÓN, debajo de los cuales se cobijaban los hombres que
se mantenían fieles a la Ley de Jesucristo.

Todos los fieles que habían guardado en su corazón la fe en Jesucristo, así como los
religiosos y religiosas que conservaban fielmente el espíritu de su Instituto, se verán
amparados debajo de estos grandes árboles; amparados y libres de un horrible
castigo. Pero, ¡ay de los religiosos que no observan las reglas! ¡Ay, ay, de todos los
sacerdotes indignos de Dios Todopoderoso! ¡Ay de los sacerdotes que se entregan al
libertinaje! ¡Ay de los sacerdotes que se dejen llevar por las máximas de la filosofía
moderna, condenada por la Iglesia! Estos miserables, por su detestable conducta de
negar la fe en Jesucristo perecerán bajo el brazo exterminador de la Justicia Divina, de
la cual nadie escapará.

A los que se mantenían en el espíritu y amor de Jesucristo los veía bajo el símbolo de
blancas ovejitas conducidas por San Pedro a la sombra del misterioso ramaje.

De repente se cubrió el cielo de un tétrico tenebroso azul que causaba espanto el sólo
contemplarlo. Se desencadenó entonces sobre la tierra un furioso vendaval que, con su
agudo y terrorífico silbido, se dejaba sentir en el aire, como tremendo rugido de feroz
león, cuyo eco hacía retumbar el universo.
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El terror y el espanto se esparcían entre los hombres, incluso entre los animales. Todos
los hombres que se rebelaron, fueron muertos y despedazados sin piedad. Durante
este sangriento combate, la Mano vengadora de Dios caía sobre aquellos desgraciados,
y en Su Omnipotencia, castigará el orgullo y la temeridad de los mismos. Él se servirá
del poder de las tinieblas para exterminar a estos hombres sectarios, que quisieron
echar por tierra a la Iglesia y abatirla hasta los cimientos. Estos hombres, en su audaz
malicia, pretendían derrumbar a Dios de Su Trono Supremo, pero Él se reirá de ellos y
a una señal de Su Mano poderosa, castigará a estos pérfidos y blasfemos, permitiendo
que las potestades tenebrosas que salgan del Infierno.

Entonces legiones enteras de demonios recorrerán el mundo entero ejecutando las


órdenes la Divina Justicia, destruyendo y reduciendo a ruinas las propiedades, las
ciudades, los pueblos, las casas y nada será perdonado de lo que existe en la tierra,
permitiendo Dios que estos difamadores y mentirosos sean castigados por haber dado
crédito a estos demonios, dándoles muerte rápida y bárbara, porque voluntariamente
se sometieron al poder del Infierno haciéndose aliados contra la Justicia Divina.

A fin de que mi pobre espíritu se compenetrase bien de este sentimiento de Justicia,


Dios me mostró una prisión. Vi entonces abrirse una espantosa caverna de fuego, de
donde salía una multitud de demonios, que habiendo tomado la forma de bestias,
venían a infestar el mundo, dejando por todos lados sólo carnicería y ruinas.

Felices los buenos y verdaderos católicos. Ellos tendrán a su favor la protección de los
Apóstoles Pedro y Pablo, que velarán sobre sus personas a fin de que no les acontezca
daño alguno, ni a sus bienes, ni a ellos mismos. Los malos espíritus devastarán los
lugares donde Dios ha sido ultrajado, blasfemado y tratado de una manera sacrílega.
Estos lugares serán arruinados, aniquilados y de ellos no quedarán ni ruinas ni
vestigios.”

El triunfo de la Iglesia:

El Señor quiso consolar a su sierva con la seguridad del triunfo de la Iglesia, diciéndole
en 1821:

“Voy a renovar a Mi pueblo y a Mi Iglesia. Ésta saldría renovada de aquellas tormentas,


encendida en el primitivo celo de la Gloria de Dios, y será recordada universalmente
por los pueblos. Voy a enviar celosos sacerdotes que derramaran Mi Espíritu para
renovar la faz de la tierra. Voy a reformar las Órdenes por medio de hombres santos y
sabios. Voy a dar a Mi Iglesia un nuevo Pastor que, lleno de Mi Espíritu y animado de
Mi celo, ha de guiar Mi grey.

Y, por último, le certificó que tal obra no tardaría DOSCIENTOS AÑOS en llevarse a
feliz término, como ella pensaba, sino que el Señor abreviará ese tiempo, en gracia a
la oración y penitencia de los hombres:

“El tiempo está en Mis Manos… Reza y mortifícate…, que el tiempo no está tan lejos
como tú crees.”
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A continuación declara la Venerable Isabel Canori, que no podía revelar los detalles de
esta REFORMA GENERAL que Él le dio a conocer, por habérselo prohibido el Señor:

“Vendrá la reforma de la Iglesia… Lo único que sí puedo decir, es que no se realizará


esta gran obra sin un profundo trastorno de todo el mundo, de todas las poblaciones,
incluso de todo el Clero secular y regular, de todas las corporaciones religiosas de uno
y otro sexo; debiendo todos ser reformados según el Espíritu del Señor y los dictados
de las primitivas reglas de sus Santos fundadores.”

Dios se servirá de la oscuridad para castigar a los impíos. A una señal de Su Mano
Poderosa, Él castigará a todos los blasfemos. Permitirá que estos hipócritas sean
castigados por la crueldad de los mismos demonios:

“En seguida una claridad deslumbradora se extenderá sobre la tierra, como señal de la
reconciliación de Dios y los hombres. La Iglesia será totalmente renovada y los
hogares cristianos parecerán conventos; tan grande será la renovación de los
hombres.”

Fallecimiento el 5 de Febrero de 1825

Murió la sierva de Dios llena de merecimientos y suspirando por el TRIUNFO DE LA


IGLESIA, el 5 de febrero de 1825, mientras era asistida por sus dos hijas. Fue
enterrada en Roma. Poco después de su muerte, como ella misma predijo, su esposo
se convirtió uniéndose a la Orden Terciaria Trinitaria y después se ordenó sacerdote en
los franciscanos conventuales.

Beatificación

Fue beatificada por el Papa san Juan Pablo II, el 24 de abril de 1994, en el Año Mundial
de la Familia. El Papa la proclamó como un modelo para las familias cristianas:
Constante en la oración y en la heroica dedicación a su familia que supo educar
cristianamente a sus hijas y obtener la conversión de su marido.

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